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Entre las características que identifica al ser humano se encuentra la capacidad razonar, esta
le permite ordenar, entender, configurar y orientar la realidad de una manera muy específica;
un fundamento concreto se encuentra en la definición que el filósofo romano Boecio daba
sobre persona:“substancia individual de naturaleza racional”. Al hacer eco de un elemento
tan primordial habría que agregar que la razón natural también permite al hombre poder
aprehender realidades que superan el plano sensible y en este sentido se habla del campo
metafísico.
Es menester, por tanto, mencionar que desde épocas pretéritas hasta la actual se han
formulado y configurado corrientes ideológicas, sistemas de pensamiento entre otros que han
desvirtuado y minimizado los estudios de metafísica y teología “sin embargo, los resultados
positivos alcanzados no deben llevar a descuidar el hecho de que la razón misma, movida a
indagar de forma unilateral sobre el hombre como sujeto, parece haber olvidado que éste
está también llamado a orientarse hacia una verdad que lo trasciende” (Juan Pablo II, 1998).
No debemos en este sentido dejar de lado el papel fundamental de tantos pensadores del
pasado que con sus aportes lograron entretejer y preparar un terreno que diera fundamentos
a la constitución de una “teología filosófica”. Claro está que para este cometido debemos
remitirnos al desarrollo intelectual de occidente cuya génesis se encuentra en el pensamiento
griego, él cual estuvo en sus inicios fuertemente marcado por un contexto mitológico que se
distinguía por un arraigado politeísmo, en esta época de la historia de Grecia la acción de los
dioses regia todo el obrar humano y cualquier acontecimiento era interpretado a partir de la
ira o la gratitud de ellos. Pero que en los albores de este período se dio un paso con los
filósofos naturalistas a una explicación mucho mas racional de la realidad. En términos
técnicos la historia de la filosofía define este acontecimiento como el “paso del mito al
logos”. A partir de ellos, se otorga un significativo valor a la capacidad que posee el hombre
de razonar e interpretar la realidad.
Ahora bien, al introducirse al estudio de todo aquello que se relaciona con el plano
fáctico también se tiene que hacer la salvedad del aporte realizado por Parménides que
inaugura el discurso de una situación que “está más allá de lo físico”, postura que retoma
Aristóteles al estructurar un tratado completo y ordenado de filosofía primera, siglos más
tarde nombrada como metafísica por Andrónico de Rodas. Estos elementos que pertenecen
al desarrollo filosófico griego y son la base que pensadores como Santo Tomas De Aquino
utilizarán para otorgar fundamento a la reflexión natural y racional de Dios. Todo ello
conduce a pensar que en Grecia se encuentra implícito los inicios de tal cometido y aunque
no se encuentran en los tratados de los sus máximos exponentes, si se pueden dilucidar
algunas raíces en los conceptos del motor inmóvil aristotélico y del demiurgo platónico.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Gonzales A, (1949) “Teologia natural”. Madrid, España: Paidós
Juan Pablo II. (1998) “Fides et Ratio”. Ciudad de Guatemala: San Pablo