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Objetivo general: Determinar los problemas y desventajas a los que se enfrentan las
minorías étnicas en la inclusión a nuevos entornos sociales. Así como proponer pautas de
nivelación en dichos entornos.
Objetivos específicos:
Desarrollo
El relativismo cultural fuerte sostiene, primero, que cada cultura tiene una
forma de vida cuya validez es igual a la de todas las demás y, segundo,
que las exigencias morales de cualquier cultura particular no tienen validez,
fuera de ella. (Garzón, 1997, p. 12).
Ante esto, los relativistas morales argumentan aludiendo al punto de vista cultural,
que en síntesis sostiene que ciertas prácticas son válidas si tienen sentido para la sociedad
que las practica (Garzón,1997). Un ejemplo de ello, podrían ser los matrimonios arreglados,
tradición practicada entre las comunidades indígenas de México, donde los padres
previamente acuerdan el casamiento de sus hijos. Para las comunidades modernas, este
tipo de prácticas carecen de sentido alguno y violan el derecho de libre elección del
individuo. Sin embargo, para los defensores del relativismo moral, estas prácticas tienen
sentido en los miembros de la comunidad, quienes podrían ver en ellas la garantía de que
todos los integrantes de su grupo étnico tengan la oportunidad de formar una familia, lo
que internamente implicaría un alto grado de satisfacción.
Así pues, el Estado tiene la obligación de garantizar a las minorías éticas el derecho
a la diferencia, y permitir que puedan expresar los rasgos distintivos de su individualidad
colectivamente en sus tradiciones y costumbres, así como regirse bajo normatividades que
los doten de sentido. Pero, de igual manera, el Estado tiene la obligación de regular,
interferir y erradicar practicas que atenten contra los derechos fundamentales de los
individuos. Esto implicaría desde luego, un intenso diálogo y colaboración de parte del
Estado y de la sociedad hacia las minorías. No es posible intervenir por la fuerza, sino a
través del dialogo, de la tolerancia y libertad. Es allí donde se hacen necesarias políticas de
inclusión que satisfagan las necesidades de las minorías, políticas que les permitan tener
acceso a derechos tan fundamentales como el acceso a la educación, a la salud, y a una
vida digna y participación política y económica, sin poner en riesgo sus particularidades
culturales, y no como en muchos casos, donde comunidades enteras son abandonadas
viviendo en condiciones deplorables.
Ahora bien, la inclusión colectiva o comunitaria regulada es una buena opción para
garantizar a los individuos tanto su derecho a la diversidad como sus derechos a una vida
digna. Sin embargo, no resuelve el problema para personas que por alguna u otra razón
abandonan sus comunidades particulares insertándose en entornos totalmente nuevos. Por
ejemplo, cada día se hace más habitual en las grandes ciudades la llegada de personas
procedentes de comunidades étnicas, que en la gran mayoría de los casos no encuentran
otra manera de sobrevivir que dependiendo de la caridad de otras personas. No creo que
sea necesario argumentar lo poco ético que sería reinsertar a esas personas a sus
comunidades o insertarlas dentro de otras comunidades étnicas minoritarias solo por su
procedencia indígena, eso sería una salida fácil y podría muy bien interpretarse como una
justificación para expulsar personas solo porque no las consideramos productivas para
nuestra sociedad, algo que podríamos llamar segregación étnica.
Tampoco sería ético una inclusión en donde, bajo el pretexto de cumplir con el
derecho al trabajo, se fuerce a las minorías a obtener trabajos que los denigren, solo porque
son diferentes. En la gran mayoría de los casos de personas provenientes de culturas
étnicas, la sociedad los ha orillado a conformarse con trabajos que nadie más está
dispuesto hacer con el fin de integrarlos a la vida productiva, esta perspectiva utilitarista,
podría desembocar en una clara expresión de explotación laboral de las minorías insertadas
en sociedades modernas. Evidentemente llegando a este punto, es inevitable no analizar
el papel que juegan las teorías sobre la justicia en la inclusión de las minorías étnicas.
Por su parte, John Rawls (2002), propone su teoría de la justicia por imparcialidad, en
la que pretende instaurar los requerimientos mínimos de justicia en la estructura básica de
una democracia constitucional moderna. Rawls sostiene que, “la justicia como imparcialidad
parte de la idea de que la sociedad ha de ser concebida como un sistema justo de
cooperación” (2002, p.202). Bajo esta concepción, establece dos principios centrales de la
justicia (Rawls, 1996, p.61):
Según Rawls, estos principios permiten ver a los ciudadanos “como poseedores de los
poderes requeridos de personalidad moral que les capacitan para participar en la sociedad
contemplada como un sistema de justa cooperación para beneficio mutuo” (2002, 194). Sin
embargo, tanto la justicia distributiva como la justicia como imparcialidad, ignoran el hecho
de que existen personas que, por cuestiones culturales, no están en condiciones de
contribuir ni de cooperar. ¿Cómo podrían contribuir y cooperar en sociedades modernas
altamente tecnificadas personas que no tienen otra opción que pedir limosnas en las calles?
La vida moderna requiere de ciertas capacidades mínimas que le permitan al individuo
participar en el desarrollo social.
Podemos tomar como ejemplo el derecho al trabajo, las condiciones laborales actuales
requieren no solo de ciertos conocimientos tecnificados en algunos casos, sino además de
niveles de estudios básicos en la gran mayoría. A esto, sumamos todo el proceso que una
persona debe seguir al momento de aplicar, cosas muy simples como tener un correo
electrónico, una identificación o un comprobante de domicilio. Además, las cuestiones de
etiqueta, como una vestimenta acorde a las políticas de la empresa a contratar, y algo tan
básico, en nuestro contexto hispano, como el manejo del idioma. El cumplir con estos
requerimientos, entre otros más, no representa un problema para el ciudadano común, sin
embargo, eso no les garantiza obtener el empleo aun estando bajo reglas justas. No es
difícil darse cuenta lo complicado, sino imposible, que es para un individuo procedente de
una comunidad étnica autóctona que no cuenta, no solo con uno, sino con la mayoría de
estos requerimientos, y que, como consecuencia, no puede ser contratado por no poder
aportar y cooperar con el empleador. Desembocando, como se mencionó anteriormente,
en no tener más opciones que depender de la caridad de las personas o verse forzados a
realizar trabajos que el ciudadano común jamás aceptaría. Es evidente entonces que las
minorías étnicas están en desventaja ante los términos de la justicia contemporánea.
Conclusiones
La naturaleza social del ser humano, implica que toda cultura debe estar en
constante interacción con las diferentes expresiones culturales.
Las teorías de justicia moderna, no satisfacen los casos particulares de las minorías
étnicas que han migrado a las ciudades modernas y tecnificas. Por lo que se hacen
necesarios programas de nivelación de capacidades, que les permitan ingresar a la vida
productiva de la sociedad.
Referencias