Вы находитесь на странице: 1из 3

Cultura para compartir

No es para mí, y quizá para la mayoría de mis hermanos, común realizar este
tipo de actividades: caminar pensando sobre absolutamente todo lo que a un
humano atañe. Hoy me siento extremadamente extraño. Todo empezó en la
mañana, desperté con una sensación que nunca antes había sentido. Y ahora
me encuentro caminando sin destino en una calle que en mi vida nunca antes la
vi: por un lado paredes hermosísimamente pintadas, en ellas puedo identificar
un tigre, flores hermosas, veo también a dos personas que visten de una forma,
para mí, desconocida; los carros van y vienen como las hormigas que cuando
necesitan comida van en busca de ella. Desgraciadamente, puedo ver al otro
lado de la calle canguros que sin ningún cuidado de su alrededor, están
concentrados en un maldito celular que los aísla de los demás; paredes con
rayas terriblemente feas, con frases que me da vergüenza leerlas en voz alta.
Camino otro poco y puedo divisar a la gran multitud caminar sin reparo a un
grupo de personas que están danzando; personas desconocidas que visten
semejante a lo de aquella pared, tienen vendiendo cosas hechas de frutos
monteses; veo personas en los restaurantes que no comen por estar
concentrados en la tecnología; que no prestan el menor cuidado a los avisos
sobre festividades peruanas que penosamente están publicadas en algunos
programas de televisión. Al contrario, no se despegan de las tonterías que nos
ofrecen las empresas extranjeras, ofreciéndonos un falaz progreso, evitando que
entre peruanos podamos convivir humanamente. No, no puedo más, estoy en
medio de un sistema maléfico, no hay un pedazo de esperanza. Llega a mi mente
un puñado de preguntas y no creo poder contestarlas. Tal vez que el pasado
pueda contestar estas preguntas que estúpidamente han absorbido mi
concentración, ahora soy yo quien no presta atención a su alrededor.
No logro entender lo que pasa, se oscurece y, en cada paso que doy, la gente
que por ahí andaba paulatinamente va desapareciendo; no sé qué pasó con las
hormigas, de pronto ya no las puedo ver; las paredes van perdiendo su color, y
yo, con ganas de llorar, no sé si detenerme o continuar. Infortunadamente
cuando ingresé al internado a nadie conocía. Vivía solo, frío, no sabía que es
amistad; un hola, nada. Nunca voy a olvidar aquel maldito día en que con alguien
quise hablar: me acerqué a como cualquier persona lo haría, ese alguien
desafortunadamente tenía un tic que al verlo me irritaba sin poder contenerme,
hablaba de la forma más asquerosa posible, no lo aguanté y lo mandé al diablo.
Cuando intenté hacerlo con los demás, parece increíble pero sucedió
exactamente lo mismo: eran diferentes, y sus diferencias eran como tener cáncer
o sida. Curiosamente yo no era el único, todos teníamos culturas diferentes,
todos teníamos creencias diferentes, todos teníamos educación diferente, todos
teníamos perspectivas diferentes. Y todos sentíamos lo mismo por todos: odio y
nada más que odio. Ya es de noche, y nada. Bruscamente aparecen tres
hombres con pelo muy largo, ropa sin sentido y horribles tatuajes ¿Qué hacen?
Sacan sus armas, los saludo y nada, echan fuego por los ojos. Como si quisiera
mandarme al otro mundo uno de ellos me golpea. No he perdido la razón aun y
ellos me golpean sin contenerse. No logro explicar esto, el recuerdo me ha
invadido y no me importa lo que estos tipos me estén haciendo. Nos odiábamos
unos a otros por solamente ser diferentes, nos peleábamos por ello, nadie
compartía nada. Imagínense un día vivir en donde no hablen con absolutamente
nadie, un día sin amigos. Pues es muy triste, cada día yo lloraba sin poder
contenerme, maldecía a mi vida, a mi suerte y creo que los demás también pero
lo único que con certeza sé es que no me importaba para nada lo que les pase.
Lastimosamente no puedo más, siento que me voy a morir. Pueden ustedes por
favor rogarles que me dejen en paz. Nuevamente uno de ellos me golpea. Siento
que estoy lejos de la tierra, ya no los oigo. No sé qué es lo que me pasa, recuerdo
que tipos me pegaban en este mismo lugar. Ya no están, y ahora veo una luz
que enfoca todo mi rostro, me siento tremendamente aliviado. En el suelo hay
un charco de sangre, hay diferentes sangres, son muchas. Es la sangre del Perú
que está derramada en mis ojos. Veo a los canguros transformados en personas
que comen juntos su Juane, bailan la pandilla. Es hermoso ver como mucha
gente desconocida pinta murales diferentes en una pared, son veinticuatro
murales, el Perú entero. Un día, después de haber llorado más de lo común, vi
a una compañera que al mirarme me regaló un poquito de esperanza. Tiempo
después, decidí acercarme y conocerla, la saludé y espere exasperadamente a
que me regañe. Pero no fue así, me saludó y fue todo lo contrario. Un viento me
invita subir a un móvil que se dispone a viajar por todo el país, conociendo las
culturas. Diariamente Ivany y yo hacíamos las cosas juntos. El resto, cada uno
en su posición, nos observaba. A medida que el tiempo avanzaba, nosotros ya
no éramos dos, sino tres, cuatro, cinco y por ultimo terminamos todos
llamándonos hermanos. Pasábamos momentos increíbles juntos: comíamos,
jugábamos, estudiábamos. Un día, decidimos ser como somos y fue hermoso.
Aquel día borré de mis recuerdos el sufrimiento. Este recuerdo me ha fortalecido,
me siento extremadamente feliz. Decidí conocer todo sobre mi Perú. ¿Qué pasó?
Estaba feliz al ver cómo el Perú se unía. ¿Cómo llegue aquí? si pudieran ver
como estoy llorarían de pena. El sol alumbra mi rostro. La oscuridad se ha ido.
Veo como la gente comparte lo que tiene, es exactamente lo que soñé. El
mortífero sistema se acabó. Aún hay esperanza de cambio.

ANTONY MACHUCA DOMÍNGUEZ - COAR SAN MARTIN

Вам также может понравиться