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El desafío de narrar

Módulo 4. Uso del lenguaje

Clase 1. Figuras literarias y su uso en el discurso narrativo


1.1.- Introducción

Las figuras literarias son recursos expresivos creados de forma intencional o


espontánea que aportan una mayor connotación al lenguaje común, haciéndole ganar
en significación e impacto para el lector. Su finalidad es crear una sensación de juego
estético-imaginativo, y por tanto una distorsión positiva en el modo que cada cual tiene
de percibir el mundo y sus fenómenos. Si bien en el discurso narrativo el uso estético
del lenguaje es distinto a como suele emplearse en la poesía, debido a su sobriedad y
contención, es una herramienta fundamental para trasmitir conceptos, ideas,
emociones y estados de ánimo. Aunque la narrativa concentra su mensaje en el
contenido del texto, ello no excluye la posibilidad de crear belleza y sugestiones de tipo
sensorial utilizando las palabras como elemento fundamental de la construcción
literaria.

1.1.- Desarrollo

1.2.- Figuras literarias en el campo


narrativo

La poesía (o al menos lo que entendemos


tradicionalmente por poesía) tiende más
al adorno, a cuidar las formas, y, por
tanto, en la construcción de un texto
narrativo, el abuso del lenguaje poético
puede tornar más lento el ritmo de tu
historia. Empleado cierto tono poético de
forma adecuada, crea un sello de
distinción en la prosa, de modo que las

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pinceladas o complementos estéticos del lenguaje no afecten el dinamismo de la trama


o la tornen insustentable. Esa belleza del lenguaje, suministrada de forma precisa y
elegante, produce efectos sugestivos en el discurso, que gana en poder evocativo y en
sensaciones para el universo psíquico del lector. Un paradigma de discurso narrativo
altamente dinámico y de una singular calidad estética, lo encontramos en la novela
Noticias del Imperio, del mexicano Fernando del Paso, considerado, con toda justicia,
uno de los escritores más importantes en lengua española. En ella se recrea todo un
gran fresco histórico relacionado con la frustrada invasión de México por los
Habsburgo, representados en las figuras imperiales de Maximiliano y Carlota. En las
evocaciones de esta última, encerrada en el castillo de Bouchot, en 1927, luego de 60
años de la tragedia del fusilamiento de su consorte en 1867, por las tropas de Benito
Juárez. Aparece entonces un hombre que parece regresar de la muerte gracias a la
magia de la memoria y su ejercicio a través de la literatura. Veamos a continuación un
fragmento ilustrador:

Pero nos dieron, Maximiliano, un trono de cactos erizado de bayonetas.


Nos dieron una corona de espinas y de sombras. Nos engañaron,
Maximiliano, y me engañaste tú. Nos abandonaron, Max, y me
abandonaste tú. Sesenta veces trescientos sesenta y cinco días me lo he
repetido, frente al espejo y frente a tu retrato, para creerlo: nunca fuimos
a México, nunca regresé a Europa, nunca llegó el día de tu muerte, nunca
el día en que, como ahora, aún estoy viva. Pero sesenta veces trecientos
sesenta y cinco días el espejo y tu retrato me han repetido hasta el infinito
que estoy loca, que estoy vieja, que tengo el corazón cubierto de costras y
que el cáncer me corroe los pechos. Y mientras tanto, tú, ¿qué has hecho
tú de tu vida todos estos años mientras yo he arrastrado mis guiñapos
imperiales de palacio en palacio y de castillo en castillo, de Chapultepec
a Miramar, de Miramar a Laeken, de Laeken a Terveuren y de Terveuren
a Bouchout, qué has hecho tú sino quedarte colgado en las galerías, alto,
rubio, impasible, sin que una sola arruga más empañe tu rostro ni una
sola cana más blanquee tu cabello, congelado en tus treinta y cinco años
como otro Cristo para siempre joven, para siempre hermoso, vestido de
gala y montado en tu caballo Orispelo, y con tus grandes espuelas de
Amozoc? Dime, Maximiliano, ¿qué has hecho tú de tu vida desde que

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moriste en Querétaro como un héroe y como un perro, pidiéndole a tus


asesinos que apuntaran al pecho y gritando Viva México, ¿qué has hecho
sino quedarte quieto en los retratos de los palacios y de los museos…?
(Del Paso, 2012, p.14)

Como la narrativa se basa en acciones dentro de unos contextos muy específicos, no


siempre el lenguaje estrictamente poético encajará con situaciones y circunstancias
que se dan en ambientes sórdidos o marginales. En barrios periféricos de muchas
capitales no se habla en tono de academia y viceversa, un restaurador de arte es muy
posible no se exprese verbalmente como un vendedor ambulante, un abogado no tiene
el mismo léxico de un delincuente común, y de acuerdo a cuestiones de verosimilitud
lingüística, los recursos de la prosa narrativa son más bien concretos y de no muchas
variaciones, lo que no quiere decir que exista pobreza en el lenguaje.

En su célebre novela Los detectives salvajes, el narrador chileno Roberto Bolaño, en


base a una realidad concreta de jóvenes poetas en pleno de descubrimiento de su voz y
su destino, nos presenta un lenguaje acorde a un lenguaje urbano, propio de un México
de finales de los años 70. Veamos la variación respecto al fragmento anterior de la
novela de Fernando del Paso:

Brígida es una mujer de rostro ceñudo, melancólico, ofendido. La imagen


que tenía de ella era distinta, pero aquella vez estaba borracho y ahora
no. Le dije qué hubo, Brígida, tantos años. Intentaba dar una impresión
de desenvoltura, incluso de alegría, aunque no puedo decir que me
hallara alegre. Brígida me cogió una mano y se la llevó al corazón. Al
principio di un salto y mi primera intención fue apartarme de la barra, tal
vez salir corriendo del bar, pero me aguanté.

—¿Lo sientes? —dijo.

—¿Qué?

—Mi corazón, pendejo, ¿no lo sientes latir?

Con las yemas de los dedos exploré la superficie que se me ofrecía: la


blusa de lino y los pechos de Brígida enmarcados por un sostén que
adiviné muy pequeño para contenerlos. Pero ni rastro de latidos.

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—No siento nada —dije con una sonrisa.

—Mi corazón, buey, ¿no lo escuchas latir, no sientes cómo se rompe de a

poco?

—Oye, perdona, no escucho nada.

—Cómo vas a escuchar con la mano, cabrón, sólo te pido que sientas. ¿No

sienten nada tus dedos?

—La verdad... no.

—Tienes la mano helada —dijo Brígida—. Qué dedos más bonitos, cómo

se nota que no has tenido que trabajar nunca. (Bolaño,2013, pp.17-18)

Figuras literarias como la anáfora, la


epanadiplosis, la aliteración, la
concatenación, la onomatopeya, que
son figuras o recursos de tipo
fonológico, es decir, basados en el
efecto de los sonidos, asientan bien en
la narrativa. La narrativa se vale de
otros recursos de carácter semántico o
enfocados en la significación, como
por ejemplo tenemos la metáfora, la
sinestesia, la ironía, el pleonasmo, la
antítesis, el oxímoron, el símil, la
hipérbole y la personificación, entre
otros de relevancia. La metáfora
plantea una serie de expresiones que
desafían la lógica común y funcionan en un plano de gran simbolismo para el lector,
creando asociaciones e imágenes con alto poder de sugerencia. Ejemplo de ello serían

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las siguientes expresiones: Era la suya una cicatriz rencorosa1, Tenía una torpeza de
puro plomo, Lágrimas de azufre le hacía derramar su odio, Salían pájaros de su
cabeza, a todas horas. Por su parte, la sinestesia consiste en una mezcla de sensaciones
de diversas procedencias que se entrelazan para formar significados nuevos. Como la
metáfora, también plantea un imposible para la lógica ordinaria, y de dicho imposible
deriva muchas veces la originalidad de sus propuestas. Nuestra vida cotidiana a veces
está llena de estos recursos o figuras de expresión literaria que no alcanzamos a
percibir. Si en una frase común decimos: Era un verde chillón el de su camiseta.
Obviamente ningún color tiene tono de voz, sino que desde el punto de vista simbólico
se alude a un tipo de verde con connotaciones cromáticas subidas de tono y casi
molestas para la visión. Lo mismo sucede cuando percibimos un perfume que nos
parece demasiado fuerte. El adjetivo chillón se refiere lo rayano en lo insoportable, a lo
que resulta decididamente incómodo. En ambos casos se trata de una estrategia
muchas veces inconsciente para destacar una cualidad que puede ser negativa o
positiva. Si decimos, por ejemplo: Entró el gato con terciopelado estruendo,
aludiremos probablemente a la suavidad violenta que con que muchas veces andan
estos animales.

En el caso de la ironía, debes saber


que es un recurso o figura cuya
capacidad expresiva se basa en la
proyección del doble sentido. Si
escribimos, por ejemplo, la siguiente
expresión: Nos tuvimos una lealtad
de ladrones, estaremos empleando
una figura asociada a la burla, la
comicidad y la sospecha. Si del mismo
modo decimos: Sus días tenían
celeridad de tortuga, sin duda
estaremos aludiendo, con evidente
ironía a una rapidez cuestionable o

1 Todos los ejemplos que aparecen a continuación, fueron formulados única y exclusivamente por el
profesor de este curso para ilustrar las situaciones lingüísticas que pueden darse en materia de figuras
literarias.

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falsa. No conviene elaborar una larga y aburrida lista de las figuras literarias a emplear
en el campo narrativo. Lo importante es experimentar la libertad de contar una historia
original, sustentable y amena.

1.3.- Algunas consideraciones finales

Los recursos expresivos son frutos de la naturalidad y el flujo de inspiración que


seamos capaces de experimentar. Si logramos ver en nuestra mente cada detalle de la
trama, y situarnos de un modo sensible en la piel de nuestros personajes, daremos a
los lectores, más que impresiones, auténticas vivencias, sensación de vida real y no de
prosa leída.

A modo de conclusión sobre este tema, recomendamos la lectura de grandes clásicos


como pueden ser El Perfume, de Patrick Suskind o Cien años de soledad, de Gabriel
García Márquez. Leamos con ojo atento estas obras u otras de estilo similar.
Sopesemos el equilibrio existente entre la belleza o ingenio del lenguaje y la fluidez con
que se desenvuelven sus tramas, pensemos por un momento que nosotros podríamos
crear mundo tan auténtico como esos que admiramos, verdaderas obras de arte si
enfocamos nuestra inteligencia y sensibilidad.

Lo importante en materia de escritura creativa no es tener un gran cúmulo de


aprendizajes, sino alcanzar aquellos que resulten verdaderamente significativos,
aunque realmente no sean muchos. Recordemos que las palabras son la herramienta
principal del escritor, y que la manera en que las empleemos dará testimonio de
nuestro quehacer, de nuestro propio sello.

Bibliografía

Bolaño, R. (2013) Los detectives salvajes. Barcelona: Anagrama

Del Paso, F. (2012). Noticias del Imperio. México: Fondo de Cultura Económica

Heras, E. (comp.) (2002). El desafío de la ficción. La Habana: Abril

García Jiménez, J. (1994). La imagen narrativa. Madrid: Paraninfo

Lukács, G. (1974). Teoría de la novela. Madrid: Grijalbo

Vivaldi, M. (2000). Curso de Redacción. Madrid: Paraninfo

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