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Universidad de Costa Rica

Facultad de Filosofía y Letras


Seminario de Filosofía del Arte
Prof. Roberto Fragomeno
María Fernanda Arguedas Bermúdez
A70545

Análisis de la película “El Hombre Bicentenario” a partir de los conceptos de producción


cultural, finalidad, lo real /lo posible y libertad presentes en la Crítica del Juicio de Immanuel
Kant

El presente ensayo pretende aplicar los conceptos de producción cultural, finalidad, lo real /lo

posible y libertad en la película “El Hombre Bicentario” (1999) tomando como referencia algunos

fragmentos de los siguientes parágrafos de la Crítica del Juicio de Immanuel Kant: 62, 76, 83, 84 y

86, con el fin de establecer relaciones y contraposiciones entre la historia que presenta la película y

dichos conceptos.

El cine como producto cultural…entre lo real y lo posible

A través del libro la Crítica del Juicio, Kant hace referencia a la importancia del ser humano como

dador de sentido al mundo que lo rodea, es el ser humano quien le imprime finalidad a la naturaleza

y a todo aquello que crea producto de su capacidad de ser además un animal cultural, “la

producción de la aptitud de un ser racional para cualquier fin es la cultura.” (Kant: 597) Por estas

razones el ser humano en esa constante búsqueda por el sentido encuentra en el cine una manera de

sublimar todas sus inquietudes y además la posibilidad de crear a partir de su imaginación objetos

que no existen en la naturaleza.

Podríamos decir entonces que el cine, como producto de la cultura materializa en imágenes los

objetos que el ser humano no encuentra en el mundo y se configura asimismo como una

manifestación de la libertad desde el punto de vista en que, el ser humano es el único animal en la

naturaleza capaz de exteriorizar su subjetividad a través de la creación de herramientas como el

cine. No obstante, el cine dentro de la concepción kantiana del arte no constituiría precisamente

“arte” por el hecho de estar subordinado a la producción de ganancias, sin embargo, para efectos de
este ensayo, lo que más relevancia posee es analizar el cine en primera instancia como producto de

la cultura.

El cine nació alrededor de 1895, y desde entonces ha evolucionado rápidamente en la medida en

que las fronteras entre la realidad y la ficción cada vez son más difíciles de establecer, debido en

parte a los avances tecnológicos, es ahí en donde entra el concepto de lo real y lo posible que Kant

menciona en la Crítica del Juicio, donde “es indispensablemente necesario para el entendimiento

humano distinguir posibilidad y realidad de las cosas. El fundamento de ello está en el sujeto y en la

naturaleza de sus facultades de conocer.” (Kant: 539)

Es decir, el ser humano hace la distinción entre las cosas que son posibles gracias a la imaginación

y las cosas que son reales, ya que lo posible no implica necesariamente que el objeto sea real, por

tanto, el cine plantea de cierta manera esta distinción, el espectador sabe que cuando ve una película

los hechos que se relatan en ella son en alguna medida “posibles”, mas si se trata de una película de

ciencia ficción o que involucre personajes fantásticos, éstos se encuentran muy lejos de ser “reales”.

“Pueden cosas ser posibles sin ser reales, que de la mera posibilidad no se puede concluir a la

realidad, valen correctísimamente para la razón humana, sin demostrar, por eso, que esa diferencia

esté en las cosas mismas.” (Kant: 540)

El cine, de esta forma, juega con los conceptos de lo “posible” y lo “real”, en donde diversas

situaciones y personajes son creados a partir de la imaginación del sujeto y sublimados gracias a las

posibilidades que brinda el cine para que dichos objetos parezcan “como si” fueran realidad, es

decir, el ser humano metaforiza tantos sus inquietudes como sus deseos mediante una película, con

el objetivo de acercarse aún más a la respuesta por el sentido. Este ejercicio no proporciona

conocimiento sino que necesita de un acercamiento a través de lo estético.

“Toda nuestra distinción de lo mero posible y de lo real descansa en que lo primero significa la

posición de la representación de una cosa con respecto a nuestro concepto, y en general, a la

facultad de pensar, y lo segundo, empero, el poner la cosa en sí misma (…) vale sólo

subjetivamente para el entendimiento humano.” (Kant: 540) Por tanto, el ser humano encuentra en
el cine una posibilidad más para dar finalidad a los objetos presentes en el mundo, gracias a las

metáforas que construye a partir de lo real y lo posible y que son transformadas en imágenes

continuas en el cine. La película “El Hombre Bicentenario” plantea precisamente lo anterior, ya que

en primer lugar se ambienta en el futuro, condición que permite jugar con el concepto de lo real y lo

posible, en el que se le ofrece al espectador la historia como algo que pudiera suceder pero que al

mismo tiempo se encuentra dentro del plano de una suposición y de la ficción, esto debido “(…) por

la exigencia incesante de la razón de admitir un algo como incondicionadamente y necesariamente

existente en el cual posibilidad y realidad no pueden ser distinguidos y para cuya idea nuestra razón

no tienen absolutamente concepto alguno.” (Kant: 541)

El fenómeno del cine, puede entonces encontrar paralelismos con los planteamientos de Kant, al

constituir primeramente un producto cultural, creado por el ser humano en su afán de trascender su

condición meramente natural y convertir los objetos a su alrededor en fines que lo acerquen a la

finalidad última, él mismo. El sujeto, exterioriza en el cine su propia subjetividad y crea con él

nuevos objetos y mundos mediante la capacidad de metaforizar su propio entorno y así sublimar y

otorgar finalidad al mismo.

El Hombre Bicentenario…¿De lo mecánico a lo humano?

Como ya se ha mencionado, el cine le brinda la oportunidad al ser humano de metaforizar y jugar

con la realidad y los productos de su imaginación. Esta película en particular plantea una historia

que desde el punto de vista de Kant resulta interesante; en primer lugar la película comienza en “un

futuro no muy lejano” (fue realizada en 1999) en donde el progreso tecnológico es tal que el ser

humano ha creado máquinas que realicen las labores domésticas y demás tareas que él no desea

realizar; una idea que en el siglo XVIII, época de Kant, no sólo resultaba posible sino

completamente real ya que el optimismo con respecto a las máquinas alcanzaría esta comodidad que

en la película ya es un hecho.
La historia gira en torno a Andrew, un robot como cualquier otro que fue diseñado para obedecer

las órdenes de los humanos y encargarse de diversas tareas, hasta ese punto la relación con Kant se

mantiene; el ser humano crea las máquinas para que sirvan a un propósito determinado, el de

facilitar sus labores diarias; su finalidad no trasciende lo meramente operativo y no tendría por qué

trascender, pues Andrew a fin de cuentas es una máquina.

Conforme transcurre la película, se evidencia ese deseo del ser humano de imprimirle a los objetos

una finalidad, los robots semejan la apariencia humana y además cuentan con un chip de

personalidad, para que no resulten del todo extraños para los seres humanos, es decir, se les otorga

una apariencia humana, ya que de alguna manera personifican un ideal humano, que es el de la

inmortalidad. El ser humano metaforiza su deseo de inmortalidad en la imagen de una máquina,

materializa un ideal en los objetos mecánicos que ha creado, “(…) al hombre (…) como el último

fin de la naturaleza, en relación con el cual todas las demás cosas naturales constituyen un sistema

de fines (…)” (Kant: 593)

La distancia con respecto a Kant se manifiesta en el momento en que

la familia dueña de Andrew, primero decide nombrarlo, y después

tratarlo no como una propiedad sino como una persona, “como si” el

robot se tratara de un ser humano, evidentemente Kant no concebía a

las máquinas ni con cualidades humanas ni mucho menos

merecedoras de ser tratadas como humanos pues son sólo objetos

mecánicos. No obstante, el argumento de la película se centra más en

cómo en esta primera etapa los seres humanos ven en Andrew un

medio para canalizar su subjetividad, le adjudican características que son únicamente humanas, y

con ello inician una búsqueda propia por el sentido, que materializan en la figura del robot,

subliman sus deseos e inquietudes en Andrew y lo elevan poco a poco a la condición de ser

humano, que en Kant sería imposible pero ahí también entra el juego del cine entre realidad y

ficción.
Posteriormente, Andrew comienza a desarrollar cualidades humanas, como lo son la creatividad, la

curiosidad e incluso el goce cuando escucha música o cuando talla madera para hacer pequeñas

figuras, en esta parte de la película el espectador ya comienza a distinguir entre lo real y lo posible,

ya que el hecho de que una máquina posea estas características sólo puede encerrarse dentro del

marco de lo posible; una vez más se evidencia esa búsqueda del ser humano de precisamente

“humanizar” todos los objetos a su alrededor, ya no sólo la apariencia de Andrew semeja a un ser

humano sino que también desarrolla características exclusivas de éste.

Dichas características hacen de Andrew una “anomalía”, sin embargo para la familia dueña de éste,

Andrew resulta “único” e “individual”, el propietario de la compañía que construyó a Andrew,

menciona una frase que resulta interesante, “una falla mecánica es considerada una excentricidad y

por tanto la antropomorfiza”, lo anterior refuerza cómo es precisamente la familia del robot quienes

lo humanizan y le otorgan cualidades humanas a través de la

finalidad. Tratan a un artículo doméstico como un hombre,

incluso se refieren a éste como “él” y no “eso” adjudicándole

un estatus de ser humano aún cuando no lo es y no puede

serlo porque es una máquina.

Constantemente a Andrew le enseñan cosas que no están programadas en él, bajo la consigna de

explotar al máximo su “unicidad” y acercarlo más a lo que es un ser humano, en repetidas ocasiones

los personajes mencionan la frase” no puedo invertir mis sentimientos en una máquina” lo cual

evidencia que no se trata sólo de lo que Andrew -de acuerdo con la historia- es debido a su

“individualidad”, sino asimismo de lo que los seres humanos a su alrededor han querido que sea, un

objeto en el que depositan sus emociones y sus deseos, así como el objeto que resume todas

aquellas cualidades que no encuentran en un ser humano, es decir, el robot se convierte en un ideal

mecánico de ser humano.

Andrew pasa por un proceso en el cual cada vez más se aleja de ser una máquina para adoptar las

características humanas que sus dueños le han dado, como mejoras externas para expresar
emociones, ya que en la película se plantea que Andrew posee pensamientos y sentimientos que

desea expresar, imposible para una máquina, que cada vez más abandona esa condición mecánica

para adentrarse en lo humano. Todas las mejoras a las que se somete son meros disfraces para

“imitar” la apariencia humana, porque una vez que Andrew toma -por decirlo de alguna manera-

conciencia de sí mismo, emprende una búsqueda de su finalidad, del sentido; es entonces cuando el

cine y el ser humano flirtean con la idea de una máquina que desea convertirse en un ser humano,

cuando es mucho más común que el ser humano quiera parecerse a las máquinas dado su capacidad

de ser inmortales.

Existe un aspecto que se toca en la película que es de suma importancia dentro de la filosofía de

Kant, este es la libertad; exclusivamente para el ser humano que es el único sujeto moral en la

naturaleza, “(…) es el único ser natural en el cual, podemos reconocer una facultad suprasensible

(la libertad), y hasta la ley de la causalidad y el objeto que esa facultad puede proponerse como el

más alto fin.” (Kant: 602)

Las implicaciones de la libertad en Kant van más allá de hacer lo que uno quiera, sino que remiten

asimismo a responsabilizarse y a vivir bajo los mandatos que uno se imponga. Andrew en un punto

de la película, desea ser libre, desea buscar el sentido de su “existencia”, y para ello no quiere seguir

obedeciendo a sus dueños y quiere vivir bajo sus propias condiciones, lo anterior posee relación con

el planteamiento de Kant, y lo más interesante de ello es el hecho de

que la película plantea la libertad como algo tan humano y que es

deseado por una máquina con el propósito de convertirse en un ser

humano.

A pesar de que tanto Kant como este fragmento de la película

coinciden en que la autonomía del sujeto es la que rige la libertad,

evidentemente, Kant no hubiera considerado a una máquina como candidata para obtenerla, mas

como se ha reiterado varias veces, de ahí radica el poder del cine y de la producción cultural del ser

humano que constantemente libera su imaginación y manipula lo real y lo posible.


Una vez que Andrew consigue ser “libre” emprende la búsqueda de otros individuos que sean

similares a él, deja de llamarse a sí mismo “Uno” para autodenominarse “Yo”, este paso es

fundamental dentro de la historia pues comienza a proponerle al espectador la posibilidad de que

Andrew en verdad pueda convertirse en un ser humano. Después de innumerables transformaciones

externas Andrew en el exterior puede pasar por un ser humano, mas su deseo de ser reconocido

como tal no se limita al exterior, pues pese a todas estas modificaciones, sigue siendo inmortal,

sigue encarnando un ideal humano en lugar de estar persiguiendo alcanzar dicho ideal.

Hacia el final de la película Andrew consigue ser “biológicamente” humano, su cuerpo envejece,

realiza las funciones digestivas, incluso en la película se muestra como Andrew muere producto de

la vejez; es decir “copia” la parte de naturaleza del ser humano, mas en el aspecto moral, el de la

libertad, que es lo más importante, Andrew queda un poco rezagado ya que necesita de la

aprobación de la comunidad internacional para dejar de ser una máquina, su capacidad moral, la

desconocida raíz común de Kant es un aspecto que es seguro que una máquina jamás consiga

poseer, y sin ello, de todas formas no sería un sujeto humano; por tanto, el desenlace de la película

en el que se le otorga a Andrew la condición de ser humano, 200 años después de haber sido

activado como una máquina, queda simplemente dentro del espacio de lo posible inclusive sólo del

ámbito de la ficción pues siguiendo la tesis de Kant no importaría cuanto puede parecerse

externamente o desde la zona de la naturaleza a un ser humano, si no puede desempeñarse como

sujeto moral el intento no pasará de ser sólo eso.

La intemporalidad de Kant en el siglo XXI

A través de este pequeño análisis, se puede evidenciar como los planteamientos de Kant en el siglo

XVIII pueden hoy en día desembocar en inimaginables relaciones, esto a causa de que conceptos

como la finalidad, la cultura, lo real /lo posible y la libertad, no son exclusivos para una sola época

sino que trascienden el siglo XVIII y pueden ser aplicados o confrontados tres siglos después.
Con esta película, es necesario destacar el vínculo que existe entre el cine como un producto de la

cultura y la posibilidad que éste brinda para plasmar la subjetividad del ser humano y otorgarle

finalidad a los objetos que se encuentran en el mundo, así como crear nuevos objetos y explorar

incluso las posibilidades de la imaginación, como en el caso de “El

Hombre Bicentenario”, en donde se propone una historia en la que una

máquina desea convertirse en un ser humano.

De esta manera, se funden lo real y lo posible con la búsqueda de la

finalidad y el sentido, en la que los seres humanos imprimen de

humanidad a todo aquello que los rodea, inclusive a las máquinas. La

cultura funciona entonces como el motor que transforma al ser humano

en un animal cultural, en donde éste exterioriza y materializa con la ayuda de la imaginación todos

los objetos que no consigue encontrar en el mundo y que lo acercaran al fin último que es él mismo,

desembocando en una completa transformación del mundo en el que los seres humanos lo permean

de sentido.

Bibliografía:

KANT, Immanuel. Crítica del juicio. Traducción de Manuel G. Morente.

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