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Vida
• Nació
hacia
el
347
en
Estridón
cerca
de
Emana
(hoy:
Lubliana)
en
el
seno
de
una
fami-‐
lia
pudiente.
• En
el
360
fue
a
Roma
para
estudiar
gramática
y
retórica;
allí
recibió
el
bautismo
(367
ó
368)
y
comenzó
su
amistad
con
RuJino,
con
quien
conoció
los
círculos
monásticos
de
la
ciudad.
• Aunque
emprendió
la
carrera
de
funcionario
público
en
Tréveris,
al
Jin
se
decidió,
ha-‐
cia
el
370,
a
abandonar
su
profesión
para
retirarse
a
la
comunidad
monacal
de
su
ami-‐
go
RuJino
en
Aquileya.
Esta
comunidad
se
disolvió
en
el
373,
y
tanto
Jerónimo
como
RuJino
se
dirigieron
a
los
orígenes
orientales
del
monacato:
RuJino
a
Egipto,
y
Jeróni-‐
mo
a
Antioquía.
• Vivió
como
eremita
en
el
desierto
de
Calcis,
al
sudeste
de
Antioquía
(375-‐378).
Estos
años
antioquenos,
que
duraron
aproximadamente
hasta
el
380,
fueron
decisivos
para
la
orientación
de
su
vida:
-‐ adquirió
buenos
conocimientos
de
griego
y
hebreo
-‐ comenzó
a
estudiar
la
Biblia
siguiendo
las
lecciones
exegéticas
de
Apolinar
de
Lao-‐
dicea,
cuya
cristología
aún
no
levantaba
sospechas,
y
dejándose
impregnar
del
lite-‐
ralismo
propio
de
la
exégesis
antioquena
-‐ también
estudió
las
obras
de
Orígenes
y,
por
eso,
combinó
la
exégesis
literal
con
el
espiritualismo
alejandrino.
Su
apasionamiento
por
la
Sagrada
Escritura
se
produjo
en
medio
de
una
crisis
vital,
en
la
que
se
despojó
de
su
amor
por
la
literatura
clási-‐
ca:
según
él
mismo
relata
(ep.
22,30),
soñó
que
se
encontraba
ante
el
tribunal
de
Cristo
y
que
escuchaba
su
duro
veredicto:
«Eres
ciceroniano,
no
cristiano,
porque
donde
está
tu
tesoro
ahí
está
también
tu
corazón
(Mt
6,21)».
• En
Antioquía
comenzó
su
actividad
literaria
y
fue
ordenado
sacerdote
por
el
obispo
Paulino,
que
le
autorizó
a
continuar
su
vida
monacal.
En
el
380
viajó
con
Paulina
a
Constantinopla,
donde
conoció
a
Gregorio
de
Nacianzo
y
a
Gregorio
de
Nisa.
• En
el
382
Paulina
y
Jerónimo
emprendieron
juntos
otro
viaje
a
Roma;
Jerónimo
consi-‐
guió
ganarse
la
estima
del
papa
Dámaso
y
se
quedó
en
Roma,
según
él
mismo
cuenta
1Tema extraído de Albert
VICIANO,
Patrología
[Col.
Manuales
de
Teología
Católica,
Supple-‐
menta],
Edicep
(Valencia
2001)
pp.
205-‐211
y
Jean
LAPORTE,
Los
Padres
de
la
Iglesia:
Pa-‐
dres
griegos
y
latinos
en
sus
textos,
Ed.
San
Pablo
(Madrid
2004)
pp.183-‐186
1
(ep.
123,9),
como
secretario
suyo.
En
esta
ciudad
ejerció
la
dirección
espiritual
de
ricas
damas
aristocráticas,
Marcela,
Paula
y
las
hijas
de
ésta.
• En
virtud
de
su
carácter
impetuoso,
se
granjeó
muchos
adversarios
entre
clérigos
y
laicos
romanos,
cuyos
errores
y
fallos
criticaba
con
mordaz
ironía;
por
eso,
hizo
tantos
enemigos
que
hubo
de
abandonar
Roma
(385).
• Acompañado
de
varias
correligionarias,
como
Paula,
realizó
una
peregrinación
por
Egipto
y
Palestina,
hasta
que
en
el
386
se
asentaron
en
Belén
y
fundaron
un
monaste-‐
rio
de
hombres,
tres
de
mujeres
y
una
hospedería.
A
partir
de
entonces
Jerónimo
llevó
una
vida
de
asceta
y
cientíJico.
Su
producción
literaria
se
vio
enriquecida
por
la
con-‐
sulta
de
la
biblioteca
que
Orígenes
había
fundado
en
Cesarea.
• A
Jinales
del
392
se
vio
arrastrado
a
la
controversia
entre
Epifanio
de
Constancia
(Sa-‐
lamina)
y
Juan
de
Jerusalén
sobre
la
ortodoxia
de
Orígenes.
Se
puso
del
lado
de
Epifa-‐
nio,
antiorigenista,
mientras
que
su
amigo
RuJino
se
adhirió
al
obispo
Juan
de
Jerusa-‐
lén.
Las
relaciones
de
Jerónimo
con
otros
grandes
obispos
de
su
tiempo
también
fue-‐
ron
tensas:
descaliJicó
(390)
varias
obras
de
Ambrosio
de
Milán
como
plagios
de
Orí-‐
genes
y
de
Dídimo
el
Ciego
y
mantuvo
una
diJícil
correspondencia
epistolar
(400-‐404)
con
Agustín.
Volvió
a
enfrentarse
con
el
obispo
Juan
de
Jerusalén
porque
éste
dio
cobi-‐
jo
en
el
415
a
pelagianos
procedentes
de
Occidente.
• Jerónimo
falleció
el
30
de
septiembre
del
419
ó
420.
Obras
Jerónimo
destacó
por
sus
traducciones
de
la
Biblia
(versión
latina
que
poste-‐
riormente
se
denominaría
Vulgata)
y
de
obras
patrísticas
griegas,
como
también
hizo
RuJino.
Además,
compuso
abundantes
comentarios
bíblicos,
homilías,
biograJías
de
monjes,
obras
polémicas
y
cartas.
Adquiere
excelentes
conocimientos
Jilológicos
del
latín
y
de
la
literatura
romana
clásica,
en
especial
de
Cicerón
(s.
I
aC)
y
Virgilio
(s.
I
aC),
y
de
una
amplia
formación
exe-‐
gética.
Jerónimo
emprendió
la
importante
tarea
de
ofrecer
una
nueva
traducción
de
la
Biblia,
pues
consideraba
que
las
versiones
latinas
entonces
en
uso
(Vetus
Latina)
no
al-‐
canzaban
la
debida
altura
literaria.
No
es
posible
demostrar
con
seguridad
que
el
papa
Dámaso
le
encargara
oJicialmente
esta
traducción.
En
todo
caso,
Jerónimo
comenzó
a
trabajar
en
ella
durante
sus
años
romanos
(382-‐385)
y
entonces
preparó
un
nuevo
texto
2
de
los
Evangelios,
al
que
precedió
un
prólogo
dirigido
al
papa
Dámaso;
este
texto
no
es
propiamente
una
traducción,
sino
una
revisión
del
evangeliario
de
la
Vetus
Latina
cote-‐
jado
con
el
original
griego.
Más
tarde
elaboró
ya
dos
auténticas
traducciones
del
Antiguo
Testamento:
una,
basada
en
los
Hexapla
de
Orígenes
y
publicada
después
del
385
en
Be-‐
lén,
comprendía
sólo
los
salmos
(posteriormente
denominados
Psalterium
Gallicanum),
Job,
Proverbios,
Cantar
de
los
Cantares,
Eclesiastés
y
Crónicas;
la
segunda,
aparecida
en
404-‐405,
era
completa,
aunque
de
los
libros
deuterocanónicos
sólo
vertió
Tobías
y
Judit,
y
estaba
basada
-‐según
su
propio
testimonio-‐
en
el
original
hebreo.
Es
tal
la
calidad
y
belleza
literaria
de
esta
traducción,
que
sin
duda
puede
incluirse
entre
las
páginas
más
brillantes
de
las
letras
latinas.
(Como
se
puede
observar,
Jerónimo
no
tradujo
-‐excepto
los
Evangelios-‐
los
libros
del
Nuevo
Testamento,
ni
tampoco
la
mayor
parte
de
los
deute-‐
rocanónicos
del
Antiguo;
por
tanto,
la
Vulgata
se
completó
con
posterioridad
a
Jeróni-‐
mo).
Sus
traducciones
de
textos
patrísticos
griegos
incluyen,
en
primer
lugar,
obras
austeras,
pero
indispensables
para
el
trabajo
cientíJico
y
exegético.
Hacia
el
390
tradujo
un
Liber
locorum
(libro
de
topónimos
mencionados
en
la
Biblia)
y
el
Onomasticon
de
Eu-‐
sebio
de
Cesarea
(un
diccionario
etimológico
de
nombres
bíblicos).
De
Eusebio
también
tradujo
hacia
el
380
la
Chronica,
una
tabla
comparativa
de
las
diversas
cronologías
exis-‐
tentes,
que
Jerónimo
completó
añadiendo
acontecimientos
históricos
acaecidos
desde
el
327
hasta
el
378.
La
Historia
ecclesiastica
de
Eusebio
sirvió
de
fuente
para
que
Jerónimo
compusie-‐
ra
en
el
393
un
catálogo
de
135
escritores
cristianos
-‐desde
el
apóstol
Pablo
hasta
él
mismo-‐
titulado
De
viris
illustribus.
Esta
colección
de
biograJías,
que
intentaba
poner
los
fundamentos
de
una
historia
de
la
exégesis
bíblica,
empalmaba
de
modo
consciente
con
la
obra
de
Suetonio
(ca.
75-‐150
p.e.)
De
viris
illustribus,
que
rendía
tributo
a
los
grandes
literatos
romanos.
Esta
obra
de
Jerónimo
puede
considerarse
como
una
«Protopatrolo-‐
gía»2.
Hacia
el
381,
estimulado
por
su
encuentro
con
Gregario
Nacianceno
en
Constan-‐
tinopla,
Jerónimo
tradujo
varias
obras
de
Orígenes
(nueve
Homilías
a
Isaías,
catorce
a
Jeremías,
catorce
a
Ezequiel)
y
dos
años
más
tarde,
en
Roma,
ofreció
a
Dámaso
lo
que
2La obra de Jerónimo fue continuada y completada por Genadio de Marsella con el mismo título (h.
480), y más tarde por Isidoro de Sevilla (560-636) e Ildefonso de Toledo (607-667), que la ampliaron
sobre todo con autores hispanos.
3
consideraba
la
obra
maestra
del
alejandrino:
las
dos
Homilías
sobre
el
Cantar
de
los
Cantares.
En
el
390
tradujo
las
Homilías
de
Orígenes
sobre
Lucas
y
el
De
Spiritu
Sancto
de
Dídimo
el
Ciego
(ca.
313-‐398)
con
la
perversa
intención
de
desprestigiar
a
Ambrosio
de
Milán
acusándolo
así
de
haber
plagiado
a
estos
autores
en
su
Comentario
al
mismo
Evangelio
y
en
su
tratado
sobre
el
Espíritu
Santo.
En
el
399
presentó
la
traducción
del
De
principiis
de
Orígenes
como
más
cualiJi-‐
cada
que
la
realizada
por
RuJino
en
el
año
anterior;
pero
por
ironías
de
la
suerte,
lamen-‐
tadas
por
los
patrólogos
actuales,
los
copistas
antiguos
y
medievales
preJirieron
la
ver-‐
sión
de
RuJino
a
la
de
Jerónimo,
que
por
ello
no
se
ha
transmitido.
Jerónimo
no
se
limitó
a
la
labor
de
traducción,
sino
que
redactó
sus
propios
Co-‐
mentarios
bíblicos.
En
el
386
comentó
cuatro
epístolas
paulinas
(Filemón,
Gálatas,
Efesios
y
Tito),
en
el
388
ó
389
el
Eclesiastés,
en
el
393
cinco
profetas
menores
(Nahún,
Miqueas,
Habacuc,
Sofonías
y
Ageo),
en
el
396
los
profetas
Jonás
y
Abdías,
en
el
406
los
cinco
profetas
menores
que
faltaban
(Zacarías,
Malaquías,
Oseas,
Joel
y
Amós),
en
el
406
Daniel,
en
los
años
408-‐410
Isaías,
en
los
años
411-‐414
Ezequiel
y,
al
Jin
(415-‐419),
Je-‐
remías,
interrumpido
por
la
muerte
del
autor.
También
se
conservan
unas
glosas
(398)
al
Evangelio
de
Mateo
y
unos
retoques
o
correcciones
al
Comentario
de
Victorino
de
Pe-‐
tavio
(h.
304)
al
Apocalipsis.
Sus
Homilías,
pronunciadas
en
Belén,
contienen
abundantes
explicaciones
de
textos
bíblicos;
muchas
de
ellas
versan
sobre
los
salmos,
y
tal
vez
Jerónimo
preparaba
así
un
Comentario
al
salterio
en
el
que
soñó
toda
su
vida
y
que
no
llegó
a
realizar.
Sus
Comentarios
y
Homilías
rezuman
espiritualidad
monástica,
que
se
hace
más
patente
en
las
biograJías
noveladas
de
tres
monjes.
También
hizo
literatura
monástica-‐ascética,
así
a
imitación
de
la
Vita
Antonii
de
Atanasio,
Jerónimo
compuso
antes
del
393
la
Vita
Hilarionis,
la
Vita
Malchi
y
la
Vita
Pauli,
que
se
traducirían
más
tarde
al
griego
y
a
otras
lenguas.
En
el
404
tradujo
del
griego
una
serie
de
textos
monásticos
(Pachomiana
Latina)
que
se
remontan
a
la
Regla
y
a
las
cartas
de
Pacomio
(h.346).
Esta
exaltación
del
ideal
ascético
reaparece
en
algunas
de
sus
obras
polémicas,
como
fueron
De
Mariae
virginitate
perpetua
(383),
dirigida
contra
Helvidio,
que
negaba
la
virginidad
de
María
tras
el
nacimiento
de
Jesús,
y
Adversus
Iovinianum
(393),
en
el
que
rebatía
las
tesis
de
Joviniano
contrarias
a
la
vida
ascética.
Las
restantes
obras
polé-‐
4
micas
son
expresión
literaria
de
algunas
de
las
muchas
controversias
que
Jerónimo,
de
carácter
batallador
e
irónico,
protagonizó
virulentamente
en
numerosas
ocasiones:
Al-‐
tercatio
Luciferiani
et
Orthodoxi
(382)
con
motivo
de
la
controversia
arriana,
Contra
Ioannem
Hierosolymitanum
(397)
y
Apologia
adversus
libros
RuKini
(401-‐402)
con
moti-‐
vo
de
la
controversia
origenista
y
Contra
Vigilantium
(406)
por
discrepancias
con
las
posiciones
teológicas
del
presbítero
galo
Vigilancio,
que
criticaba
el
culto
de
los
santos
y
de
las
reliquias
y
la
práctica
piadosa
de
las
vigilias
(Jerónimo
no
desaprovechó
la
oca-‐
sión
para
arremeter
irónicamente
con
el
nombre
del
adversario
de
las
vigilias).
En
la
úl-‐
tima
etapa
de
su
vida
se
enfrentó
a
Pelagio
poco
después
de
que
éste
llegara
a
Palestina
a
propagar
su
doctrina;
en
el
415
escribió
tres
diálogos
Contra
Pelagianos.
La
parte
más
cuidada
-‐y
leída-‐
de
la
producción
de
Jerónimo
es,
después
de
su
traduc-‐
ción
de
la
Biblia,
su
epistolario.
Un
total
de
154
cartas
constituye
una
mina
inestimable
para
conocer
su
persona,
sus
actividades,
su
visión
del
ideal
ascético,
sus
criterios
her-‐
menéuticos
de
interpretación
de
la
Biblia
y
las
circunstancias
históricas
de
sus
muchas
controversias.
5
Sus
biograJías
de
monjes
fundamentaron
la
hagiograJía
latina
posterior,
y
su
tra-‐
ducción
de
las
Pachomiana
inspiraron
diversas
Reglas
monásticas
en
Occidente.
Este
traspaso
de
teología
oriental
a
la
Iglesia
latina
se
hizo
más
patente
todavía
en
sus
obras
exegéticas.
El
método
exegético
de
Jerónimo
es
riguroso.
Para
cada
versículo
o
grupo
de
ver-‐
sículos
acostumbraba
a
citar
dos
traducciones
latinas:
una
del
hebreo
y
otra
de
los
LXX.
En
la
primera
basaba
su
exposición
literal
o
histórica
y
en
la
segunda,
una
espiritual.
Para
el
sentido
literal
tomaba
en
consideración
la
exégesis
rabínica
contemporánea,
mientras
que
para
la
espiritual
partía
de
comentarios
cristianos,
ya
que
el
criterio
prio-‐
ritario
de
interpretación
del
Antiguo
Testamento
seguía
siendo,
para
Jerónimo,
Cristo.
En
continuidad
con
Orígenes,
acogía
explicaciones
alegóricas
siempre
que
no
chocaran
con
el
ordo
historiae
ni
con
la
regula
Kidei
y,
puesto
que
desconJiaba
de
la
arbitrariedad
en
la
que
fácilmente
podía
incurrir
el
método
alegórico,
prefería
hacer
uso
de
la
tipolo-‐
gía
para
relacionar
los
«tipos»
del
Antiguo
Testamento
con
la
«verdad»
del
Nuevo.
Su
revisión
y
traducción
de
la
Biblia
pasó
a
ser,
a
partir
del
siglo
VII,
el
único
texto
latino
utilizado
en
la
Iglesia
occidental
y
se
denominó
Vulgata,
la
cual,
además
de
su
uso
litúrgico
en
el
seno
de
las
comunidades
cristianas,
ejercería
un
papel
determinante
en
el
desarrollo
literario
de
muchas
lenguas
del
Occidente
europeo.
La
Vulgata,
vigente
hasta
hoy,
fue
revisada
en
1979
en
cumplimiento
de
un
encargo
del
concilio
Vaticano
Il,
y
se
convirtió
en
la
Neovulgata.
A
pesar
de
la
complejidad
de
su
carácter,
san
Jerónimo
ha
merecido
ser
venerado
desde
1295
-‐junto
con
Ambrosio,
Agustín
y
Gregario
Magno-‐
como
uno
de
los
cuatro
grandes
Doctores
de
la
Iglesia
latina.
6
los
herejes
(o
a
los
tenidos
por
herejes)
y
sus
doctrinas.
Tan
pronto
como
descubría
la
presencia
del
más
mínimo
elemento
de
la
JilosoJía
griega
en
los
escritos
de
un
«hereje»,
concluía
su
pertenencia
a
tal
o
cual
escuela
JilosóJica,
de
manera
que
había
de
ser
inter-‐
pretado
a
la
luz
de
la
JilosoJía
de
la
escuela
en
cuestión.
De
este
modo,
todos
los
supues-‐
tos
herejes
eran
miembros
ocultos
de
aquellas
escuelas
JilosóJicas
y
apóstatas
de
la
fe
cristiana.
Durante
su
vida
Orígenes
fue
considerado
como
el
pilar
de
la
ortodoxia,
pero,
después
de
su
muerte
y
en
los
siglos
posteriores,
se
empezó
a
reprocharle
errores
que
se
debían
a
malas
interpretaciones
de
su
pensamiento,
pues
se
tomaban
aJirmaciones
aisladas
de
su
contexto
y
sin
tener
en
cuenta
que
la
enseñanza
teológica
había
evolucio-‐
nado.
Pero,
volviendo
a
los
acontecimientos,
Epifanio
envió
al
monje
Artabio
a
Palesti-‐
na
para
advertir
a
los
monjes
contra
las
herejías
de
Orígenes.
Jerónimo
quedó
muy
im-‐
presionado
por
los
argumentos
de
Artabio
y
la
autoridad
de
Epifanio,
y
se
volvió
inme-‐
diatamente
y
para
siempre
en
contra
de
Orígenes,
mientras
que
RuJino
se
negó
a
recibir
a
Artabio.
En
el
393
Epifanio
viajó
hasta
Palestina
y
predicó
contra
Orígenes
en
la
iglesia
del
Santo
Sepulcro
en
presencia
del
obispo
Juan
de
Jerusalén,
sabiendo
que
éste
era
un
ferviente
origenista.
Esta
falta
de
tacto
dio
lugar
a
una
amarga
hostilidad
entre
los
dos
obispos.
Pero,
lo
que
aún
fue
más
grave,
Epifanio
fue
a
visitar
a
Jerónimo
en
Belén
y
allí,
despreciando
la
autoridad
de
Juan
de
Jerusalén
en
su
propia
diócesis,
ordenó
sacerdote
al
hermano
de
Jerónimo,
Pauliniano,
que
después
buscó
refugio
en
Chipre,
junto
a
Epi-‐
fanio3.
Jerónimo
escribió
el
ataque
más
ofensivo
jamas
leído
contra
su
propio
obispo:
su
Carta
a
Panmaquio
contra
]uan
de
]erusalén,
y
se
unió
a
la
campaña
antiorigenista.
Poco
después,
en
el
399,
TeóJilo,
el
patriarca
de
Alejandría,
con
anterioridad
fer-‐
viente
origenista,
se
sumó
al
partido
contra
Orígenes.
Tenemos
aquí
el
comienzo
de
toda
una
aventura,
la
de
los
monjes
origenistas
de
Nitria,
representados
por
Evagrio
Póntico,
que
encontraremos
nuevamente
en
la
vida
de
Juan
Crisóstomo.
TeóJilo
persiguió
a
los
monjes
origenistas
hasta
Constantinopla,
y
Crisóstomo,
que
los
había
acogido,
acabó
por
ser
la
víctima
de
este
conJlicto.
A
Orígenes
se
le
reprochaba
negar
la
resurrección
del
cuerpo
(una
antigua
acusa-‐
ción
de
Metodio
de
Olimpo)
y
ser
responsable
de
muchas
otras
doctrinas
heterodoxas
acerca
de
Dios,
de
Cristo,
el
sentido
de
las
Escrituras,
la
sucesión
de
los
mundos,
las
re-‐
3 Para la descripción de los hechos Cf. Carta 51 del Epistolario de San Jerónimo p.442 ss.
7
encarnaciones,
la
transmutación
entre
hombres,
ángeles
y
demonios,
sobre
el
alma
de
los
cuerpos
celestes,
el
Jin
del
inJierno
causado
por
el
mismo
diablo,
etc.
La
historia
del
origenismo
y
del
antiorigenismo
es
un
asunto
importante
y
complicado,
que
fue
evolu-‐
cionando
de
siglo
en
siglo
hasta
la
condena
de
Orígenes
tres
siglos
después
de
su
muer-‐
te,
en
el
V
concilio
de
Nicea
(543-‐553),
bajo
la
inJluencia
del
emperador
Justiniano,
un
gran
perseguidor
de
herejías
y
una
especie
de
inquisidor
al
estilo
de
Epifanio.
No
obs-‐
tante
podemos
aJirmar
que
Orígenes
era
fundamentalmente
ortodoxo,
a
condición
de
que
lo
interpretemos
a
la
luz
del
resto
de
sus
escritos
y
la
teología
previa
a
Nicea,
que
sigue
sus
propios
caminos.
Pero
la
pérdida
de
la
mayor
parte
del
texto
griego
de
De
prin-‐
cipiis
de
Orígenes
impide
un
juicio
deJinitivo:
sólo
se
han
conservado
la
traducción
lati-‐
na
de
RuJino
y
los
ataques
de
sus
enemigos,
especialmente
de
Jerónimo4.
Jerónimo
colaboró
activamente
en
la
campaña
contra
Orígenes
por
medio
de
sus
tratados
y
sus
cartas.
Esta
contribución
es
la
de
un
buen
polemista
más
que
la
de
un
buen
teólogo.
Jerónimo
no
tenía
un
espíritu
especulativo.
Es
en
gran
medida
el
respon-‐
sable
de
la
actitud
negativa
que
Occidente
adoptó
contra
Orígenes
y
que
se
mantuvo
a
través
de
siglos
de
cristianismo,
en
detrimento,
sin
lugar
a
dudas,
de
la
teología
más
se-‐
ria.
Jerónimo
resulta
interesante
por
sus
muchas
otras
aportaciones
al
pensamiento
de
la
Iglesia.
Representa
un
valioso
testimonio
de
la
Iglesia
de
su
tiempo
y
de
la
importan-‐
cia
de
la
Sede
de
Roma.
Los
humanistas
del
Renacimiento
lo
consideraron
un
gran
hu-‐
manista.
Se
opuso
a
Pelagio
y
al
pelagianismo
y
militó
en
las
Jilas
de
Agustín.
En
sus
es-‐
critos
contra
Joviniano
y
Vigilancio
defendió
la
vida
ascética
y
el
voto
de
virginidad.
Pero
nunca
podremos
despreciar
su
obra
principal:
la
Vulgata
latina.
Entre
luces
y
sombras,
como
sucede
en
todos
los
casos,
forma
parte
del
número
de
los
Padres
de
la
Iglesia,
y
no
es
precisamente
uno
de
los
menos
importantes.
4 Cf. H. CROUZEL, Orígenes: un teólogo controvertido, BAC [Normal 586] (Madrid 1998) pp. 238-‐252