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Universidad Central de Venezuela

Escuela de Filosofía

Departamento de Filosofía de la Praxis

Perfiles de la Filosofía de la Praxis


Brayan Díaz

Cuanto más sólido, bien definido y espléndido


es el edificio erigido por el entendimiento, más
imperioso es el deseo de la vida por escapar de
él hacia la libertad.
G.W. Hegel

Pensar un hecho histórico es emplear juicios vinculados a la vida humana. La


continuidad del tiempo, desde el sujeto que considera el discurrir del mismo, es
actualidad que comprende lo acaecido como condición imprescindible que ciñe su
situación “contemporánea”; es el particular contenido en el universal: uno que no se
agota en especificad meramente determinada sino determinante en tanto instancia
para la generación de nuevas formas.
Que la historia esté de esa manera compenetrada con el juicio, como evidencia del
pensamiento pensado y pensamiento pensante, permite comprender al sujeto como
producto de la historia y esta como resultado de su acción.
Inserta en la historia, además como su motor, la inmanencia extendida a la
totalidad de los fenómenos no podría menos que ser también, tomando en cuenta
cómo lo exterior es espejo del mundo viviente interno, unidad de lo que se es, lo que
se piensa y lo que se hace. Por ello, en cuanto a la filosofía en general concierne, en el
curso histórico de reflexión desde la filosofía y en torno a ella, tal como sea el nexo en
el pensamiento así será en el todo orgánico concebido como realidad. Al menos será
así desde un punto de vista biográfico; una vez que se ha llegado a calificar como
pretérito un momento de la reflexión filosófica no puede éste “develarse”, cuando es
pensado, sin estar referido al tiempo y lugar que le antecede y a la localidad y duración
que le sigue.
Mientras sea elaboración histórica mediante el juicio, y en consecuencia, del
conocimiento signado por la unión de intuición y concepto1, tendría que derivar en la
filosofía de la praxis como la instancia especial donde se exprese la correlación entre
filosofía e historia2.
Es por ello que al intentar exponer qué es la filosofía de la praxis habría que dar
cuenta de su contenido en conjunto con lo que se vincula o con lo que usualmente se
le separa3, para que así sea posible presentar cómo este se forma.
La praxis o la acción práctica, entonces, no ha de desvincularse de sus correlaciones
pues impediría entender la conexión vital que la libertad, como actividad continua de
la voluntad, mantiene con lo fáctico y el conjunto de las esferas de la esencia humana:
el mundo de los hombres4. No obstante, no hacerlo o no proceder como se ha dicho
es también parte del proceso mismo.
La demostración tendrá que estar, entonces, en conjunto con la comprensión y
comparación de la confección que nos corresponde. Para ello, pues, el comienzo o lo
primero porque inmediato ha de ser una de las formas fácilmente registrables o por
introspección o por certeza sensible.
Entre las formas más aceptadas, y que corresponde con aquello distinto que nos es
necesario, según la tradición analítica anglosajona, es la acción definida como el

1
Croce, B., La Historia como Hazaña de la Libertad, FCE, México D.F., 2008, pp 12-14.
2
Uno de los fundamentos, a propósito del conocimiento aquí referido, lo podemos encontrar en el
prólogo a la Fenomenología del Espíritu de Hegel cuando, al aludir a lo aparentemente contradictorio,
expone cómo considerar solamente lo uno o lo otro dificulta ver la diversidad de los sistemas filosóficos
como el desarrollo progresivo de la verdad. A este respecto el antagonismo es imperioso; por otro lado,
el asentamiento de un resultado es igualmente una conquista, que al menos en principio, pretende
superar los antagonismos. Un resultado que ha de afrontar en su fluir momentos mutuamente
necesarios. Ello si habrá de elevarse a consciencia que su exposición es ya un logro.
Cfr. W. G. F. Hegel, Fenomenología del espíritu, FCE, México D. F., 1971, pp. 7-9.
3
Lo que no se dice o lo que se omite con respecto a algo es también parte de lo que se dice.
4
Estos conceptos involucrados, para prevención de todo maniqueísmo, deben ser entendidos como
dinámicos. Tanto su extensión e intención, por ello, no están acabados mientras haya movimiento
incesante.
movimiento del cuerpo precedido por una volición o el deseo con una intención5. Así
entendida, y también a efectos inmediatos, podríamos preguntar, cuando lo que nos
caracteriza se busca fuera de nosotros, “¿cómo distinguir nuestra historia de la
libertad de la historia de la libertad del jabalí?”6
Dicha definición, aparentemente adecuada, abarca y determina las instancias que la
corroboren o confirmen, al prescindir de las diferencias. El concepto mantiene su
igualdad consigo mismo, en su puro ser en sí sugerido por el inmediato
reconocimiento de su generalidad: todo lo que se mueve actúa. Inmediatamente
surge, a efectos de exclusión, que lo estable e inmutable, lo que no se mueve, no actúa
o no es principio de acción.
Una inspección más atenta a su contenido, la explicitación mediante el juicio, hace
ver cómo su estado abstracto incluye como un caso a la tediosa repetición monótona;
un átomo que describe la caída en línea recta7 que no es más que desprenderse de su
singularidad para sumirse en la constancia de lo que con su “actuar” genera.
Entiéndase, por ejemplo, la sujeción a la fuerza de lo habitual que por su constancia
deviene en estabilidad y quietud, positividad muerta. Piénsese, de igual manera, en
las imposiciones del “sano sentido común”. El concepto, al enfrentarse ahora de este
modo a la intuición, hace de la acción padecimiento o impotencia. Se hace evidente su
apariencia de ley y universalidad; su verdad, como confirmación en cada instancia
particular que describe, deviene falsedad.
Llegar de esta manera a la rutina mecánica y petrificada evidencia el carácter
aparente de la acción así entendida; consecuencia de una forma de pensar que le
adviene intrínsecamente estar sumida en contradicciones. Queriendo hacer un registro
artificioso de lo cuantitativo ha excluido lo cualitativo, no sin dejar una impronta,
también aparente, de inocente o trivial.
Puede decirse, al indagar en el semblante del principio “todo movimiento es
acción”, es decir, en relación a sí mismo, que el trabajo que lleva a cabo el espíritu
cuando cuestiona, cuando duda, devela cómo lo limitado y acabado, en tanto

5
Tales son los casos, con la salvedad de describir la acción en su acepción más general, de J. Austin, O.
W. Holmes y D. Davidson.
6
Marx, K., Escritos de Juventud, En torno a la Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel. Introducción,
México D. F., FCE, 1982, p. 493.
7
Cfr. Marx, K., Diferencia entre la Filosofía de la Naturaleza según Demócrito y según Epicuro,
Universidad Central de Venezuela, Dirección de Cultura, Caracas, 1997, pp. 59-60.
resultado de la reflexión, pasa a lo que no es, seguido de sí como existencia
desarrollada: como historia.
Se hace evidente, de esta manera, la capacidad práctica del sujeto que piensa, pues
al realizar lo pensado como reconstrucción del despliegue de su contenido, forma
nuevamente; el contenido, por lo tanto, también cambia.
Este resultado teórico en torno a la praxis puede instaurarse –en tanto negación del
comienzo universal “todo movimiento es acción”- como siendo él mismo praxis. Ha
socavado un prejuicio y asentado en lo que el sujeto puede entenderse
cualitativamente como no-acción. Es decir, como lo que se impone a modo de
fatalidad o se presenta como ritual que, si bien puede a veces ser inconsciente,
siempre está revestido de la fuerza del mandato: no ya algo como adquirido sino como
dado.
Esta consecuencia de nuestro caso paradigmático es identificable con el proceder
formal-empírico que lo guía a modo de método, ya históricamente determinado como
adepto y consorte de una conciencia natural y objetiva:

“[…] el objeto es algo por si completo, acabado, y para su realidad puede


prescindir (en absoluto) del pensamiento; el pensamiento, por lo contrario, es
algo imperfecto, que necesita completarse primero con una materia y
amoldarse a ella como una forma blanda, indeterminada. La verdad consiste en
la concordancia del pensamiento con el objeto; y, a fin de producir esta
concordancia (pues ella no existe en sí y por sí) el pensamiento debe ajustarse y
acomodarse al objeto.”8

Una segunda mirada, cuando el pensamiento vuelve sobre sí a modo de conocerse a


sí mismo, hace patente que estos modos de considerar tienen como germen, en el
nivel lógico si se prefiere, el perecer: la hora de su nacimiento, de su aparición, es la
hora de su muerte9. Mas no la propia del cese del ciclo biológico sino la que se lleva a
cabo por fuerza de la capacidad crítica, y por ello práctica, del pensamiento mismo. En
este punto se ha logrado, entonces, entender a la filosofía de la praxis como la
comprensión de la unión de pensamiento y acción. A modo más universal entre

8
W. H. F. Hegel, Ciencia de la Lógica, Ediciones Solar, Argentina, 1976, p. 42.
9
Ibíd., p. 115.
filosofía e historia;10 como la superación de lo fijado por la reflexión mediante el
pensamiento que se piensa a sí mismo y a su alteridad; como lo finito puesto en
movimiento para su transformación en un concepto más elevado y nutrido.
Hemos con ello, pues, dado muerte al ídolo que desconoce al sujeto. Se puede
apreciar ahora, mediante la praxis teórica, cómo surge la teoría de la praxis al mover
los supuestos más allá de sus límites.
Siendo consecuentes con lo propuesto, estos supuestos se pueden examinar en
periodos bien definidos; distintas figuras que aunque diversas, constituyen una unidad.
Este hecho se vuelve accesible cuando estas proposiciones se desarrollan en sus
conexiones esenciales con el organismo viviente llamado condición humana.
En lo que respecta a la forma más explícita de expresión de la interioridad del ser
humano y sus circunstancias tenemos al arte, que al menos en la literatura, corrobora
el enlace presente entre pensar, hacer y decir tal como esté condicionado por la
situación material en que se constituye el enlace.
A efectos de la filosofía de la praxis, habremos de mostrar cómo se da la unión en
estas manifestaciones según la conexión entre filosofía e historia, mientras sea
entendida como la comprensión crítica y subversión al servicio de las necesidades e
intereses exigidos por una situación teórico-práctica.
Aun así, aislar un objeto de sus relaciones, separar su esencia de la instancia
efectiva comprobable, o lo que es lo mismo, no reconocer la producción de los
hombres como los modos en que éste habría de hacer su mundo y forjar su entorno,
tanto material como espiritual, es (como ya se ha indicado anteriormente) un
momento determinante que atañe a la filosofía de la praxis tanto como la no-acción11,
la cual es necesaria para la acción teórico-práctica de la filosofía como historia o de la
acción pensada y del pensamiento operante.
Lo que no es la acción estriba en la existencia del ser humano como pensante, es
decir, como ser que hace (o que no actúa) de una determina manera tal como piensa

10
Una mayor precisión y con carácter esencial se estaría aludiendo a la correlación entre sujeto y
objeto.
11
Supuestos elevados a ídolos que, mientras en su desemboque exterior se reviste del ímpetu de lo
extraño y ajeno, en el fuero interno socaba el ánimo.
(o tal como no piensa)12. Su curso histórico y su situación como sujeto se ve
comprometido con su condición material de existencia, de cómo ésta socaba o permite
imperar la voluntad, es decir, una libertad no exenta de contrastes y amenazas.13
En este contrarrestar y combatir, donde se mantienen los elementos que han de
serle de utilidad a la prosecución y crecimiento de la actividad del espíritu, la filosofía
habrá de apropiarse de lo que no ha alterado y volverlo suyo:

[…] para la lógica del concepto hay ya un material totalmente listo y fijado, y
podría decirse, osificado, y la tarea en este caso consiste en dar fluidez a este
material, y encender de nuevo el concepto viviente en tal materia muerta.14

Esto acabado y completo, que se representa como realidad enfrentada a las


disposiciones del sujeto, constituye el legado que amerita de la introducción de un
nuevo comienzo.
Mientras los hombres sean ignorantes de sus condiciones, indiferentes a su espíritu
preñado de materia15, y por ello situados en el aislamiento por las posturas que
erigieron dicha forma, se llega a ser espectador de cómo se amolda la herencia a las
nuevas necesidades del contexto histórico; por otro lado, los que observan desde la
proximidad, son los artífices del ser actual, del aquí y el ahora.

A propósito del enlace necesitado, la producción literaria supone una de las formas
más eficientes de conexión por estar en consonancia con la vida de los hombres. Esta,
pues, pretende ser la evidencia de su situación concreta; se presenta como un
contenido determinado por otro contenido, no meramente en una relación externa o
accidental sino como adscrito a sus dimensiones, como su componente. Tengamos por
caso, sin riesgo de ofrecer un elemento desligado o cerrado en sí mismo16, a la
situación previa a las convulsiones bélicas del siglo XX, más concretamente en Rusia de
1840 cuya oposición económico-política hallaba su asentamiento en la oposición

12
La privación es parte de lo que se es. Que esto sea contemplado por la filosofía de la praxis para
superar comprendiendo y pensar al transformar sugiere que, en el presente, al volver la mirada al
pasado, es para orientar el porvenir sin ignorar el proceso del que surge.
13
Tomatis F., en Croce, B., Op. Cit, p. 7.
14
G. W. F. Hegel, Op. Cit., p. 509.
15
Cfr. Marx, K., Ideología alemana, Editorial Andreus, 1979, p. 25.
16
Resulta relevante para el objeto de la filosofía de la praxis, siguiendo como ejemplo lo dicho hasta
ahora, cómo el sujeto selecciona lo significativo para que desde su propio interés le dé un nuevo
sentido: entre valoraciones y fines, es decir, la vida y la voluntad.
existente entre el campo y la ciudad, entre lo rural y lo urbano.
Como autor del pilar literario de los síntomas de la oposición asciende Dostoievski,
con su obra Memorias del Subsuelo, al aclarar en el prólogo que pretende presentar un
personaje de época, uno en sintonía con los escenarios de la Rusia nacionalista. Se nos
ofrece, pues, un contenido determinado por otro.
Como corolario de la filosofía de la praxis, cuyo interés es la exposición del objeto
que le es propio, conviene resaltar, en resumen, estos rasgos que el novelista ruso nos
ofrece en la primera sección de Memorias del Subsuelo: las personalidades que no
ostentan la mediocridad están despojados de carácter, el hombre inteligente –o bien
el hombre consagrado a la interioridad del pensamiento- no llega a ser nada –su
condición es la abstención en el obrar-, mientras que es el abyecto no dedicado al
buen sentido el que triunfa.
Se puede notar en esta denuncia que la descripción tiene lugar debido a una
situación de enfrentamiento. El sujeto particular signado por la desidia y el
aletargamiento está en conflicto con lo que reconoce como diferente con desdén. Es lo
próximo a su ocasión como inhibido.
Se puede advertir, por lo tanto, cómo el desprecio por el otro se traduce en
abandono de sí mismo, constituyendo una recíproca separación. Es el individuo
contrapuesto a la sociedad, que en su condición estéril, siente a la realización de lo
impropio como una potencia extraña que acentúa su vida desgarrada.
Logra verse, entonces, cómo la relación entre la acción y la no-acción encuentra en
el individuo y su complementariedad con los otros el nexo de la filosofía de la praxis
con la existencia del hombre17: entendida como ontología del ser social.
Tarea de la filosofía será restaurar la coherencia unitaria de lo dividido y entrever
nuevamente la presencia de la razón en el acontecer humano, para así, mediante la
conciencia de llevar a término las posiciones abstractas en su mala infinitud,
reapropiarse y reivindicar la virtud cívica. Si se prefiere, en términos más particulares,
la capacidad de que los hechos dependan de la voluntad razonada de los hombres en
su mutuo reconocimiento; como fortalecimiento de la vitalidad orgánica de todos y no
como consolidación de la fuerza de dominio de unos sobre otros.
Nuevamente, surge a modo de contraste, lo que se impone con violencia y se
17
Consultar pp. 4-5 del presente escrito.
percibe sin remediación; el Estado a mediados del siglo XX cuando la fragmentación en
el fuero interno ruso se hacía explícito.
En una relación de dominio o como instrumento de poder18 no podría más que
conllevar al debilitamiento y falta de disposición en un aspecto donde previamente
estaba en sus antecedentes: primero en lo corporal luego en lo espiritual.
Es en esta parcialización del hombre donde se acentúa la supresión de la dignidad
humana; habría, pues, que reconquistar su esencia.
En un extremo, ya adentrados en la euforia de la violencia, el deseo o las propuestas
de los fines de la humanidad se centran en la alegría o si se prefiere, la felicidad de lo
estable y seguro. Elementos que hacen posible el pensamiento y la reflexión. De forma
invertida, previo al nacimiento del embrión y advertido en la producción literaria, se
nos presenta al hombre abandonado en medio del progreso y prosperidad, lo que se
traducía en sumisión de unos hombres por otros.19Ambos extremos, momentos de
extrañamiento; si para uno los alegres son los que no piensan para el otro los
miserables son los que actúan.
Aun así, con salvedad de pretender apología trágica alguna, mediante la filosofía de
la praxis podemos percatar la dependencia mutua de las figuras aquí expuestas; de
cómo somos afectados y de cómo afectamos en comunión con otros, de cuánto se
puede ser apto en función de cómo está dispuesto el medio físico en que nos
mostramos20; cómo el espacio material y la interacción entre el hombre con sus iguales
y la naturaleza, de igual manera, logra explicar las ideas de hoy, que además serán
carne y hueso mañana.
En lo que se refiere al acontecer y la posesión de las riendas de la acción, a la que le
corresponde una forma de pensar, también podemos percatarnos de la pasión o
disposición afectiva del hombre histórico, bien sea mediada por el desánimo o en
cambio por el aliento de la motivación.
La preponderancia reside, pues, en si somos principio o causa consciente de lo que

18
Situación perpetuada por el paso de la clase oprimida a la clase opresora y asegurándose como
burocracia: forma política –a modo de ver cómo el impulso creativo no está separado del deseo como
resultado social– que se asemeja al relato gótico estadounidense Corazón Delator. Incapaz de soportar
la mirada de su propietario, inconforme con imponer la suya cuando yace dormido, recurre a extraer el
corazón.
19
En vez de presentarse como un poder propio tiene “la apariencia de ser un poder ajeno, que no saben
de dónde proviene ni a dónde se dirige”. Cfr. Marx, K., Op. Cit., p. 31.
20
Cfr. Spinoza, B., Ética Demostrada según el Orden Geométrico, Ediciones Orbis, Madrid, 1984, p. 124.
ocurre. La filosofía para este caso habría de ser harto necesaria pues de lo contrario se
está en situación de padecimiento o bien de sujeción a lo que, por abrumarnos,
adquiere una forma propia e independiente21; nos exilia y confronta con una realidad
que ya no nos satisface y por lo que, en conjunto con la praxis de la teoría, habría que
subvertir mediante la energía práctica del hombre e irrumpir en lo homogéneo con el
ejercicio de la libertad, posible por la voluntad determinada.
La potencia de obrar, de este modo, será incrementada o disminuida según seamos
afectados.22 Las ideas o representaciones, por ello mismo, favorecen o reprimen tanto
la potencia para pensar como para hacernos presentes en el mundo de los hombres. 23
El signo de la decadencia se muestra cuando los requerimientos exigidos para
mantener una situación humana y orgánica entran en crisis. Es, tal como las formas del
pensamiento delimitadas por el tiempo y hechas históricas en la ficción literaria, la
tensión entre la alegría y la tristeza, entre el placer y el dolor, es decir, entre actuar y
padecer.

La contradicción entre el interés individual y el interés común lleva, de este modo,


a que le sea impuesto al individuo, a modo natural, lo que puede hacer; donde no se
tiene dominio sobre la elección de lo que se quiere.24 De este modo, la filosofía de la
praxis se presenta como la actividad que refiere la existencia individual o particular-
social a la historia en su conjunto. Si se prefiere, como la humanidad expuesta en su
despliegue; la suma de las fuerzas de los individuos y del poder de su trabajo para la
superación del estado de cosas actuales mediante el cambio de las relaciones entre los
hombres; la lucha para ser dueño de sí mismo sin absorber o sojuzgar al otro si se
quiere asegurar la vida25.
Para ello es imperante que el otro sea reconocido en su integridad y
correspondencia, pues el hombre es ser colectivo en la medida en que necesita de
otro26, al tiempo que es conservado como diferente. Sin duda, un aspecto significativo
para dejar de medir meramente según los alcances, mirar más allá de toda limitación y

21
Cfr. Marx, K., Op. Cit., pp. 29-32.
22
Cfr. Spinoza, B., Op. Cit., p. 168.
23
Cfr. Ibíd., p. 180.
24
Cfr. Marx, K., Op. Cit., p. 29.
25
La vida entendida como actividad humana. Cfr. Marx, K., Manuscritos de Economía y Filosofía, Alianza
Editorial, Madrid, 1980, p. 110.
26
Cfr. Ibíd., p. 107.
así sentir lo especifico como universal.
Mas si esto no es suficiente, es mérito de la praxis teórica de la filosofía de la praxis
o crítica de la realidad para la subversión práctica, el de superar la limitación inmediata
y meramente natural de las cosas para así humanizar el sentido del hombre, solamente
perfilado mediante la afirmación del mundo objetivo en tanto capacidad subjetiva.27
En otras palabras, hacer la esencia del hombre; posible tanto por el conocimiento
de sí como por la actividad sensitiva humana. Faena que no difiere del incesante
hacimiento de la historia como las formas y procesos de la libertad tanto por asentar
sus resultados como para conservarse.

27
Conviene resaltar, llegados a este punto, que teoría y praxis pueden presentarse como momentos de
la vida humana para la emancipación misma del hombre como individuo y como ser social. Cfr. Ibíd., p.
148-151.

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