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El entorno en el que
se desenvuelve
la educación superior
por Rossana E. Ingaramo Educación y ciencia han dejado de ser solamente objeto de intelec-
tuales y científicos especializados y se han convertido en un requisito
permanente para participar de las sociedades contemporáneas.
La sociedad informacional
Es un lugar común escuchar y leer afirmaciones que postulan que nos
movemos hacia una economía globalizada. La literatura publicada
duran- te la última década coincide en sostener que en el mundo
avanzan pro- cesos de creciente integración de las economías
nacionales y que en su núcleo fundamental, la economía global incluiría
la globalización de los mercados financieros, “cuyo comportamiento
determina los movimientos de capital, las monedas, el crédito y por
tanto las economías de todos los países”. (Castells, 1996).
Pero además, se habla de la globalización de la ciencia, la tecnología y
la información; la globalización de la comunicación y la cultura; la
globaliza- ción de la política; incluso, de la globalización del crimen
organizado. Castells (1996) entiende que la globalización es un
proceso que resulta de la capacidad de ciertas actividades humanas
de funcionar como uni- dad en tiempo real a escala planetaria y que
este fenómeno es nuevo porque sólo en las dos últimas décadas del
siglo XX se configuró un sistema tecnológico de sistemas de
información, telecomunicaciones y transporte que articuló todo el
planeta en una red de flujo. ¿Es posible entender entonces que la
globalización implica la dilución de las fronteras territoriales y que los
límites y diferencias se borran y se configuran en una sola escala, la
planetaria?
Jan Sadlak (1998) entiende que efectivamente consiste en una nueva
geopolítica en la cual el control sobre los territorios es de menos impor-
tancia que el control1 de los accesos a todas las formas de
mercado, las habilidades para generar y usar el conocimiento y la
capacidad para desarrollar tecnologías y recursos humanos.
La irrupción de la globalización como escenario ha reformulado las for-
mas de distribución del poder y por tanto del conocimiento. En este
nuevo escenario el acceso a la información adquiere un perfil
sustancialmente diferente a partir de la configuración de redes.
Las tecnologías (entendidas en su marco económico y social) estarían
dando cuenta de procesos de cambio en las construcciones culturales,
topográficas, en la nociones de tiempo y en el mismo valor que se le
atri- buye a las articulaciones entre lo que hoy se entiende por
información y por conocimiento.
Dentro de este marco, Castells (1996) denomina a la nueva sociedad
emergente “Sociedad de la Información”, más estrictamente
“Sociedad
Informacional”. Una nueva forma de sociedad: “…una forma
específica de organización social en la que la generación, el
procesamiento y la transmisión de la información se convierten en
fuentes fundamentales de productividad y poder.” (Castells, 1996).
Notas
1. El subrayado de la palabra control es nuestro. El control del mercado,
de los conocimientos, de las tecnologías y recursos humanos. ¿Quién
con- trola? ¿Cómo controla? ¿Quiénes participan activamente en este
nuevo entorno? ¿Sobre quienes recaen los beneficios y las
consecuencias de la reestructuración competitiva, los cambios en el
mercado de trabajo o los procesos de transformación institucional que
de ella derivan? ¿Cuál es el lugar de nuestros países y de las
sociedades latinoamericanas en este entorno?
2. Entre los esquemas analíticos más conocidos y referenciados utili-
zados para entender la educación superior se encuentra el que aporta
Medina Echavarría (1967) que implica una clasificación más neutra que
otras y que considera tres tipos de universidad: la universidad
“enclaus- trada” (torre de marfil), la universidad “militante”, que
reproduce en su seno todos los conflictos y pasiones de afuera, y la
universidad “partícipe”, es decir, aquella que enfrenta los problemas
concretos aceptándolos como tema riguroso de consideración científica,
para afirmar lo que únicamente desde esa perspectiva se puede decir.
3. Pascal “Pensamentos” apud. Bauman,
1999:85.
4. Este término, disqualification sociale, pertenece al sociólogo francés
Robert Castel quien escoge la utilización de este término en contrapo-
sición al de exclusión social, al respecto sostiene: “…definir el conjunto
de la cuestión social a partir de la exclusión es una trampa. El
continuum entre los integrados y los excluidos está roto por efecto de la
autonomi- zación que ha tomado el mercado y que ha producido una
ruptura con la tradición vigente. Esto es, ha desconectado el trabajo de
las medidas de protección y lo ha convertido en una pura mercancía,
utilizando los tér- minos de Marx. Incluso en Francia se habla de
contrato, ya no de trabajo completo, sino por actividades puntuales.
Todo esto provoca una desafilia- ción del sujeto y una anomia social, ya
que el mercado, por sí mismo, es incapaz de reconstruir la cohesión
social. Es en este sentido que digo que los in producen los out”. Dando
continuidad a esta línea de pensamiento, podemos concluir con las
palabras pronunciadas por Michel Foucault, a saber: “inclusión no es lo
contrario de exclusión y sí un mecanismo de po- der disciplinar que la
sustituye, que ocupa su especialidad, siendo ambas (exclusión e
inclusión) mecanismos de poder de una relación de poder.
5. Se adopta la noción de ciudadanía “entendida como el conjunto de
prácticas (jurídicas, políticas, económicas y culturales) que colocan a
una persona como miembro competente de una sociedad, prácticas que
tie- nen su fuente de legalidad y legitimidad en la titularidad de
derechos. Se pueden definir dos dimensiones en este concepto: la
titularidad, que implica la existencia legal de los derechos propios de los
ciudadanos y la provisión, referida al acceso real a los beneficiarios
(sean bienes y servi- cios materiales o simbólicos) de los que se tiene
titularidad”. (Finquelievich y Kisilevsky, 2005:2021).
Rossana E. Ingaramo
Prof. Adj. de Tecnología educativa, FHUC
UNL