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LA ACUSACIÓN POPULAR
Estudios
Serie: Procesal
ÍNDICE
1. Regulación
2. Fundamento
D) Capacidad y legitimación
1. REGULACION
2. FUNDAMENTO
Lo que nos indican tales preceptos es que en nuestro país no rige el principio de
la oficialidad de la acción penal. Es cierto que, tal como dispone el artículo 105 LECr,
«los funcionarios del Ministerio Fiscal -o Ministerio Público (MP en lo sucesivo)-
tendrán la obligación de ejercitar las acciones penales», pero tampoco lo es menos
que dicho ejercicio de la acción penal no lo asume el Ministerio Público en régimen de
monopolio, pues, junto a él, pueden además ejercitar la acusación los ciudadanos,
sean o no ofendidos por el delito.
Como puede observarse, existe una prevención del legislador frente a un abuso
torticero de la acusación popular, fruto de la cual es la situación discriminatoria en la
que se encuentra en la LECr el querellante público frente al privado.
Dentro de esta línea discriminatoria (de la que son una buena muestra la
exclusión al acusador popular del beneficio de pobreza -art. 119- o, por el contrario, la
imposición automática a él de las costas en la inadmisión de las querellas contra
jueces y Magistrados -art. 776.1º.-). se encuentra la exigibilidad al querellante público
de la fianza para prevenir la responsabilidad en la que podría incurrir como
consecuencia de una conducta temeraria (art. 280), requisito del que queda
exonerado, en cualquier caso, el querellante privado (art. 281.1.1º).
D) Capacidad y legitimación
Ninguna dificultad plantea, pues, el ejercicio de la acción popular por las personas
físicas. Sin embargo, con respecto a las jurídicas no podemos afirmar otro tanto. La
jurisprudencia clásica del Tribunal Supremo (9), resucitada por una no muy lejana
sentencia (STS de 2 de marzo de 1982), desde siempre se mantuvo reacia a conferir
legitimación a las personas jurídicas para el ejercicio de la acción popular. Partiendo
de una interpretación gramatical de los artículos 101 y 270, que circunscriben el
ejercicio de la acción popular a los «ciudadanos», entendieron que las personas
jurídicas quedaban excluidas de este derecho fundamental, sin perjuicio de que
pudieran ejercitar la querella privada cuando resultaran ofendidas por el delito (10).
Es cierto que en la existencia de esta lucha entre los más altos poderes del
Estado la acción popular mantiene un claro protagonismo. No en vano la vida de la
acción popular está ligada consustancialmente a la democracia. Pero antes que instar
su abolición, como se hizo en la época del franquismo, sería mucho mejor arbitrar
todo un conjunto de medidas procesales y materiales destinadas a evitar tales
corruptelas. De entre las primeras, cabría mencionar la negación de la legitimación
activa en el ejercicio de la acción popular a los partidos políticos (en el contexto de la
lucha «procesal-electoral», se entiende) y demás asociaciones que no fueran
portadoras de «intereses legítimos»; su exclusión, en cualquier caso, de la acción
penal adhesiva; dotar de una mayor celeridad a los procesos contra aforados e
imponer multas por temeridad, y las costas con estricto cumplimiento del principio del
vencimiento, y, de entre las segundas, habría que incrementar el celo en la
perseguibilidad de los delitos de falso testimonio y de acusación falsa.
NOTAS:
(1) Disponía el artículo 32 del Decreto de 22 de octubre de 1820 que «los delitos
de subversión y sedición producirán acción popular y cualquier español tendrá
derecho para denunciar a la autoridad competente los impresos que juzgue
subversivos o sediciosos».
(2) HUBER, «La posizioni degli organi di acusa in Gran Bretagna», en Pubblico
Ministero e accusa penale, Bolonia, 1979, pág. 253.
(4) «No cabe duda de que la acción pública debiera ser una sola: que los fines del
Ministerio Público al ejercitarla se confunden en un todo con los de la acción popular
y que ésta representa un principio de desconfianza de aquélla; pero a la extensión del
principio acusatorio debían responder fórmulas y amplitudes de procedimiento que
pusieran al alcance de todos los ciudadanos la intervención de tan absolutas
funciones, y al propio tiempo la mayor participación del sentimiento público en la vida
de las instituciones judiciales llevaba consigo el restablecimiento de la acción popular
como derecho del ciudadano, distinto y separado del particular ofendido y del
Ministerio Fiscal representante del Estado», SILVELA, «La acción popular», RGLJ,
1888, pág. 483.
(5) Sistema dei diritti pubblici subbiettivi, Milán, 1912, págs. 154 y sigs.
(6) Nótese que el articulo 13.1.º de la CE dispone que "os extranjeros gozaran en
España de las libertades públicas que garantiza el presente título en los términos que
establezcan los tratados y la Ley», esto es, en los términos que establezca, entre
otros, el Tratado de Maastriclit, que ha constituido el primer paso hacia el
fortalecimiento de una «ciudadanía de la Unión» basada en la igualdad de todos los
ciudadanos en el libre ejercicio de los derechos fundamentales y en la consecución
de un sistema jurídico europeo común, Dicho Tratado, como es sabido, ha provocado
la primera reforma de nuestra Constitución, efectuada mediante la Resolución del TC
1/1992.
(8) Auto del Tribunal Superior de justicia de Valencia de 17 de abril de 1990 sobre
exclusión de los partidos políticos de la acción popular, confirmado por PTC de 5 de
octubre de 1990 y ATC: de 14 de enero de 1991.
(10) Y aun así la jurisprudencia sigue siendo restrictiva. De este modo, partiendo
de una concepción «personalista» del derecho al honor, el TS ha negado legitimación
activa a las personas jurídicas en la protección de este derecho fundamental, aun
cuando resultaren «ofendidas»; cfr. STS, Sala Primera, de 24 de octubre de 1988, 9
de febrero de 1989, 28 de abril de 1989 y 6 de junio de 1992. No obstante, el TS se
encuentra revisando su doctrina y retornando la clásica de concesión de legitimación
a las personas jurídicas; en esta línea se encuentran las SSTS de 28 de abril de
1989, 5 de octubre de 1989 v 15 de abril de 1992.