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Daniel Achutti
Centro Universitário La Salle (Unilasalle)
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Towards a critical model of restorative justice in Latin America: empirical and theoretical analysis View project
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r edhes
Revista de Derechos Humanos y Estudios Sociales
1. Introducción
Para Marie-Andrée Bertrand, el abolicionismo penal puede verse como “un ideal
y un programa, que busca frenar el encarcelamiento e incluso vaciar las cárceles, pero
también puede significar la voluntad de sustituir el sistema de justicia criminal por dis-
positivos civiles.”10 A su turno, Vincenzo Ruggiero afirma que “el abolicionismo penal
Raúl, Em Busca das Penas Perdidas. A perda de legitimidade do sistema penal, Rio de Janeiro, Revan,
1991, pp. 97-112; Sim, Joe, The Abolitionist Approach: a British perspective, en Duff, Anthony; Mar-
shall, Sandra; Dobash, Rebecca E.; Dobash, Russell P. (eds.), Penal Theory and Practice. Tradition
and innovation in criminal justice, Manchester, Manchester University Press, 1994, p. 266; Passetti,
Edson, Um Ensaio sobre um Abolicionismo Penal, en Revista Verve, n. 9, 2006, p. 12; Andrade, Vera
Regina Pereira de, “Minimalismos e Abolicionismos: a crise do sistema penal entre a deslegiti-
mação e a expansão” en Revista da ESMESC, v. 13, n. 19, 2006, pp. 463-466.
8 Cf. Van Swaaningen, René, “What is Abolitionism? An introduction”, en Bianchi, Herman;
Van Swaaningen, René (eds.), Abolitionism. Towards a non-repressive approach to crime, Amsterdam,
Free University Press, 1986, p. 9.
9 Ibídem., p. 10.
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Bertrand, Marie-Andrée, “Comments by Marie-Andrée Bertrand”, en Feest, Johannes; Paul,
Betina, Does Abolitionism Have a Future? Documentation of en email exchange among abolitionists, Uni-
versidade de Hamburgo, 2007. Disponible en http://www.sozialwiss.uni-hamburg.de/publish/
IKS/KrimInstituteVereinigungenZs/Zusatzmaterial.html. Acesso 02 de mayo de 2011, p. 4
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Abolicionismo penal y justicia restaurativa: del idealismo al realismo político-criminal 59
no es sólo un programa, sino también una forma de enfoque, una perspectiva, una me-
todología y, sobre todo, una forma de mirar.”11
Conforme a Scheerer, se trata de una perspectiva esencialmente negativa, absolu-
tamente escéptica respecto del sistema de justicia criminal y sus promesas12. Los dife-
rentes abolicionistas mencionan, en suma, que el sistema penal opera en la ilegalidad;
actúa a partir de la selección de sus clientes, asignándoles etiquetas estigmatizantes di-
fícilmente desechables después del primer contacto con el sistema; aleja a los involu-
crados en el conflicto y los sustituye por técnicos jurídicos, para que busquen una res-
puesta legal al problema; produce más problemas que soluciones; esparce una cultura
–punitiva– que propaga la idea de que con un castigo (pena de prisión) es posible hacer
justicia en eventos considerados oficialmente como delito.
Si bien no es posible afirmar que el abolicionismo penal es una ciencia o un sistema
de ideas que posee conceptos inequívocos, método y objeto propios13, y que no se trata
de una construcción teórica preocupada por dichas cuestiones, es incontestable que los
abolicionistas han enmarcado un importante
Ruggiero, Vincenzo, Penal Abolitionism: a celebration, Oxford, Oxford University Press, 2010, p. 1.
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��Cf. Scheerer, op. cit., p. 10.
��Cf. Ibídem., p. 9; Elbert, Carlos, op. cit., p. 108.
Elbert, Carlos, op. cit., p. 108.
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Andrade, Vera, op. cit., pp. 463 y 465.
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chel Foucault; (c) la fenomenológico-historicista de Nils Christie; y (d) la fenomenoló-
gica de Louk Hulsman.16
Un análisis absoluto de los planteamientos abolicionistas de los autores antes
mencionados sería de imposible realización en este momento. Como criterio para la
delimitación del análisis de las posturas abolicionistas, se ha optado por trabajar con
aquellas que tienen, en forma directa, mayor influencia sobre el tema aquí tratado, es
decir, las de Louk Hulsman y Nils Christie. No se desconoce la importancia y el signi-
ficado de las obras de Michel Foucault y Thomas Mathiesen –y de Thomas Bianchi–
pero, teniendo en cuenta el objeto del presente trabajo, se dará prioridad a las aporta-
ciones de Hulsman y Christie.
Hulsman y Bernat de Celis, “A Aposta por uma Teoria da Abolição do Sistema Penal”, op.
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cit., p. 264.
��Ídem.
��Cf. Hulsman, Louk, Penas Perdidas: o sistema penal em questão, op. cit.
��Cf. De Folter, Rolf S., op. cit., p. 43.
Hulsman, Louk, “The Abolitionist Case: alternative crime policies” en Israel Law Review, vol.
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25, ns. 3 e 4, 1991, p. 683.
��Ibídem., p. 684.
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atender a los requisitos y a las determinaciones legales. El objetivo, por lo tanto, es darles opor-
tunidad a las partes para que comprendan la situación de todos y, a partir de entonces,
puedan llegar a una conclusión y a una decisión colectiva sobre qué hacer para reme-
diar el problema.
Otro punto que se debe evitar es la posición pasiva ocupada por las víctimas en
la justicia criminal: en vez de ser simples herramientas (medios) para que la legislación
se aplique con éxito, deben volverse una parte activa en el proceso y expresar libremen-
te su punto de vista sobre el suceso, retomando la importante posición que hoy ocupa
el Estado acusador.26
Para Ruggiero, el enfoque abolicionista, para abandonar efectivamente la orga-
nización cultural y social de la justicia criminal, debe orientarse (a) hacia las partes di-
rectamente involucradas y (b) hacia la crítica de la idea de que las diferentes situaciones
criminalizadas puedan clasificarse como equivalentes, como si el hecho de ser criminaliza-
das las volviera iguales: cada problema (o delito) debe ser “caracterizado por los propios
aspectos y contornos, y las informaciones sobre ellos es una precondición para diferen-
tes entendimientos de los actos observados y de las respuestas prácticas a ellas.”27
En otras palabras, conforme a la lectura de Ruggiero28, el contexto altamente
formal de la justicia criminal debe ser superado por mecanismos descentralizados de
gestión de conflictos que permitan una flexibilización mayor en las formas de com-
prensión sobre la situación problemática y, de esta forma, puedan crear ambientes pro-
picios para que sea posible una disputa participativa entre los directamente involucrados
en la situación.
Para Hulsman y Bernat de Celis, la adopción de nuevos mecanismos supone, así,
que se considere cada “situación en sus múltiples dimensiones, y no como un acto y su actor
inmediato”29, y de esta forma procura disolver la idea de que la única solución posible
consiste en la intervención del sistema penal. No desconocen los autores que la des-
criminalización de un acto no hará que deje de ser problemático, pero la opción de no
concebirlo como un delito abrirá puertas para que sea tratado de otras formas, más allá
del binomio delito-castigo.30
Habiendo dicho eso, es posible resumir las propuestas de Hulsman en tres pos-
tulados fundamentales: (a) la abolición del sistema penal actual, con su sustitución por
mecanismos descentralizados de gestión de conflictos; (b) en esos mecanismos, la par-
��Cf. Ibídem., p. 685
Ruggiero, Vincenzo, “An Abolitionist View of Restorative Justice”, en International Journal of
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Law, Crime and Justice, Vol. 39, n. 2, 2011, p.101.
��Cf. Ibídem., p. 102.
Hulsman y Bernat de Celis, “A Aposta por uma Teoria da Abolição do Sistema Penal”, op.
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cit., p. 266.
��Cf. Hulsman, Louk, Penas Perdidas: o sistema penal em questão, op. cit., p. 266.
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Abolicionismo penal y justicia restaurativa: del idealismo al realismo político-criminal 63
ticipación activa de la víctima y del ofensor en la conducción y en la resolución de sus
casos es primordial, con especial atención para la satisfacción del interés de ambos, por
medio de una disputa participativa en la que las particularidades de cada caso se puedan
debatir completamente; y (c) para evitar la colonización de nuevos mecanismos por las
prácticas, rutinas y hábitos del sistema penal, la adopción de un nuevo lenguaje –o una
nueva gramática, según lo prefiere De Folter31– es cuestión primordial, y el primer con-
cepto que se debe sustituir es el de “delito”, al que se debe empezar a concebir como
“situaciones problemáticas”, “conflictos”, “comportamientos indeseables”, etc.
A partir de dichas críticas, Hulsman busca demostrar que, al contrario de lo que
parece, la racionalidad del sistema de justicia criminal presenta incoherencias y, por esa
razón, no permite que los eventos que se le derivan sean efectivamente resueltos, sino
que reciben solamente una respuesta jurídico-penal sin cualquier relación con la percep-
ción que los principales involucrados poseen sobre lo que ocurrió. La respuesta jurídi-
ca, a su vez, además de no incluir las consideraciones de las partes, aún determina que
la persona considerada culpable debe ser alejada de su ambiente y relegada a otro lugar
–la cárcel– para que, aislada del resto de la sociedad, pueda aprender, paradojalmente, a
vivir en sociedad. Nuevas formas de percibir, interpretar y manejar los conflictos: ésta
es la propuesta de Hulsman.
Cuanto más veamos el acto como un punto en el tiempo y no como un proceso, más
fácil será la tarea de clasificarlo desde la perspectiva de la ley penal. Cuanto menos
sepamos respecto a toda la situación, más sencilla se vuelve la operación clasifica-
toria.41
37Cf. Ibídem.
Ruggiero, Vincenzo, “An Abolitionist View of Restorative Justice”, op. cit., p.104.
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�� Cf. Christie, Nils, “Crime Control as Drama”, op. cit.; Christie, Nils, “Images of Man in
Modern Penal Law”, en Contemporary Crises (título atual: Crime, Law and Social Change), vol. 10, n.
1. Amsterdam, Elsevier, 1986.
��Cf. Christie, Nils, “Crime Control as Drama”, op. cit., p. 3; Christie, Nils, “Images of Man in
Modern Penal Law”, op. cit., pp. 95-96.
Christie, Nils, “Images of Man in Modern Penal Law”, op. cit., p. 96
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Dicho sistema, al evitar la percepción de la interacción social que ha propicia-
do la ocurrencia de un evento delictivo y al buscar responsabilizar solamente al actor
inmediato por el acto, naturalmente no logrará trabajar con una perspectiva colectiva de
responsabilidad: la responsabilización será siempre individual, jamás del grupo o de la
comunidad donde vive el ofensor. Al hacerlo, la justicia criminal alcanza el objetivo de
clasificar tanto al autor del hecho como los hechos en sí, y pasa a creer que es posible,
por su propia clasificación, considerar casos diferentes como iguales. Para Christie, no
hay casos iguales: se vuelven iguales a partir de los mecanismos artificiales de la ley penal
y comprometen la posibilidad de que cada caso sea tratado de acuerdo a sus peculiari-
dades.42
El autor alude a que los tribunales y las salas de juzgado no son ambientes que
se deben buscar cuando se quiere desvelar toda la historia del caso y las particularidades
que la hacen diferente de las demás. La justicia penal recibe solamente las informacio-
nes que la legislación considere relevantes: “lo que las partes pueden sentir como algo
de importancia central puede verse como irrelevante y, consecuentemente, eliminado
en la corte”.43
De esta forma, se observa que Christie plantea (a) un modelo de gestión de con-
flictos comunitario, enfocado en la resolución local de los casos, sin la necesidad (b)
de la intervención de los profesionales jurídicos y que, fundamentalmente, (c) permita
que las partes sean conocidas en su integralidad, como seres complejos y en constante
interacción con su medio y con las personas con quienes conviven, permitiendo que
los detalles –considerados irrelevantes por las cortes penales– sean relevantes antes de
toda toma de decisión.
Una interacción equilibrada y activa de la víctima y del ofensor, en conjunto con
los demás miembros de la comunidad, es una cuestión fundamental en la concepción
de Christie, que se puede diseñar a partir de la proximidad entre los involucrados y el tri-
bunal local; por el conocimiento de las interacciones sociales de la víctima y del ofensor; y
por el diálogo equilibrado entre las partes.44
��Cf. Christie, Nils, “Roots of a Perspective”, en Holdaway, Simon; Rock, Paul (eds.), Thinking
about Criminology, Londres, University College London Press, 1998, p. 122; Christie, Nils, “Re-
storative Justice – answers to deficits in modernity?”, en Downes, David; Rock, Paul; Chinkin,
Christine; Gearty, Conor (eds.), Crime, Social Control and Human Rights: from moral panics to states of
denial. Essays in honour of Stanley Cohen, Londres, Willan Publishing, 2007, p. 373; Christie, Nils,
“Victim Movements at a Crossroad”, en Punishment and Society, vol. 12, n. 2, 2010, p. 117.
Christie, Nils, “Restorative Justice – answers to deficits in modernity?”, op. cit., p. 373.
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��Cf. Ruggiero, Vincenzo, “An Abolitionist View of Restorative Justice”, op. cit., p. 102.
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Abolicionismo penal y justicia restaurativa: del idealismo al realismo político-criminal 67
3. Abolicionismo penal y justicia restaurativa: acercamientos teóricos
sobre un modelo dialogal de gestión de conflictos
Respecto de la justicia restaurativa, se puede decir que cobró nuevo aliento a partir (a)
de las experiencias prácticas puntuales de mediación víctima-ofensor en Canadá, en el
año 1974, y en otros países, en los años siguientes; y (b) de la fragmentación (o crisis)
inicial de la criminología crítica, con el surgimiento del abolicionismo penal como una
de sus principales corrientes teóricas, a partir de la segunda mitad de la década de los
años 1970.45
La inconformidad con el sistema de justicia criminal tradicional46 halló, en los
años 70 y 80, un amplio respaldo cultural para el desarrollo tanto de (a) modelos de jus-
ticia orientados a la atención de las necesidades de las víctimas de delitos47 como (b) de
las criminologías críticas y, dentro de ese marco, del enfoque abolicionista.
El abolicionismo penal, a su vez, presenta variaciones internas48, pero éstas, an-
tes que le quiten la fuerza de su argumentación, propician su ampliación: los diferentes
análisis críticos permiten que a un único problema se le conciba y piense de diversas
maneras –exactamente como se propone que se analicen las situaciones problemáti-
cas.
En este sentido, el marco crítico de los abolicionistas puede considerarse como
el más consistente y acertado entre las corrientes criminológicas tenidas por críticas: al
alcanzar la espina dorsal que sostiene el sistema de justicia criminal –el concepto de
delito y la apropiación del conflicto por el Estado–, el abolicionismo penal suministra
sustrato teórico suficiente para que se perciban las limitaciones estructurales incapaci-
tantes de ese sistema49, que lo impiden ofrecer, para cada caso, una solución adecuada.
Lo que hay son respuestas jurídicas, pero jamás soluciones. Las consideraciones abolicionis-
tas conducen a la necesidad de buscar una alternativa a esa estructura ineficaz –sin, con
��Cf. Anitua, Gabriel Ignacio, op. cit.; Walgrave, Lode, Restorative Justice, Self-interest and Responsible
Citizenship, Cullompton e Portlandm Willan Publishing, 2008; Hoyle, Carolyn, “The Case for
Restorative Justice”, en Hoyle, Carolyn; Cunneen, Chris, Debating Restorative Justice, Oxford e
Portland, Hart Publishing, 2010; Ruggiero, Vincenzo, Penal Abolitionism: a celebration, op. cit.; Rug-
giero, Vincenzo, “An Abolitionist View of Restorative Justice”, op. cit.
�� Cf. Hoyle, Carolyn, “The Case for Restorative Justice”, op. cit.; Wright, Martin, Justice for
Victims and Offenders: a restorative response to crime, 2. ed., Winchester, Waterside Press, 1996.
�� Cf. Albrecht, Berit, “Multicultural Challenges for Restorative Justice: mediators’ experience
from Norway and Finland”, en Journal of Scandinavian Studies in Criminology and crime Prevention,
vol. 11, n. 1, 2010.
��Cf. Andrade, Vera, op. cit.
�� Cf. Sánchez Rubio, David, “Inversión Ideológica y Derecho Penal Mínimo, Decolonial,
Intercultural y Antihegemónico”, en Borges, Paulo César Corrêa (org.), Leituras de um Realismo
Jurídico-Penal Marginal: homenagem a Alessandro Baratta, São Paulo, Cultura Acadêmica, 2012.
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todo, descuidar de las trampas que los diversos reformismos, bajo el mismo e idéntico
argumento, llevan consigo.
Los análisis de los discursos abolicionistas penales de Hulsman y Christie per-
miten que se perciba una conexión directa con el movimiento de la justicia restaurativa:
según lo asevera Ruggiero, “hay un claro elemento abolicionista en la proposición de
que a la administración estatal centralizada de la justicia penal se le debe sustituir por
formas descentralizadas de regulaciones autónomas de conflictos”50. De una manera
general, el autor sugiere que los abolicionistas penales “defienden la adopción de nue-
vas formas de manejar comportamientos indeseados y, al hacerlo, se ubican en una po-
sición original en el debate acerca de la justicia restaurativa.”51 Al postular la adopción
de mecanismos no sólo descentralizados, sino que asimismo acerquen a las partes y les
otorguen la facultad de dialogar y buscar la mejor solución para sus casos, los abolicio-
nistas penales, desde Conflictos como Propiedad, de Christie, presentan un camino posible
para que se trabajen los conflictos de manera diversa a la del sistema de justicia criminal
tradicional.52
Conforme a lo destacado por Van Ness y Strong, los diversos temas desarrolla-
dos por Christie a lo largo de su obra hizo que se volviera una referencia constante en la
literatura sobre justicia restaurativa.53 Lo mismo, sin embargo, no se dice sobre la obra
de Hulsman, pero, como es posible notar, ambos autores aportan importantes críticas
que, una vez leídas en conjunto, sugieren la creación de un modelo de gestión de con-
flictos muy cercano al que hoy se considera como justicia restaurativa.
Para Ruggiero, sin embargo, no es tarea sencilla el delimitar hasta qué punto los
planteamientos abolicionistas han influido en el crecimiento del interés en medidas no
penales.54 Con todo, más allá de la mera crítica negativa o de representar tan sólo una
propuesta utópica, es posible divisar posibilidades concretas de estructuración de un
mecanismo de resolución de conflictos orientado por las críticas abolicionistas de am-
bos autores. Una vez desvinculadas de la propuesta final del abolicionismo –la aboli-
ción de la pena de prisión o del sistema penal como un todo–, las críticas construidas
por Hulsman y Christie pasan a asumir un carácter innovador, con amplias posibilida-
des de lectura. Se puede decir, por lo tanto, que los autores diseñan importantes cami-
nos que seguir hacia la estructuración de un sistema de resolución de conflictos des-
arraigado de la racionalidad penal moderna.
Ruggiero, Vincenzo, “An Abolitionist View of Restorative Justice”, op. cit., p. 100.
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��Ídem.
��Cf. Christie, Nils, “Conflicts as Property”, op. cit.
��Cf. Van Ness, Daniel W.; Strong, Karen Heetderks, Restoring justice: an introduction to restorative
justice, 4. ed., New Providence, Anderson Publishing, 2010, p. 13.
��Cf. Ruggiero, Vincenzo, “An Abolitionist View of Restorative Justice”, op. cit., p. 108.
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Abolicionismo penal y justicia restaurativa: del idealismo al realismo político-criminal 69
Desde la postura abolicionista, por lo tanto, la justicia restaurativa (a) no pue-
de convertirse en una presa del sistema penal, para evitar que se le relegue al papel de
mero suplemento expansionista del poder punitivo; (b) exige la adopción de un nuevo
lenguaje para su funcionamiento, a fin de que no sea colonizada por las prácticas y los
conceptos tradicionales de la justicia criminal; (c) no hace una distinción preliminar
entre ilícitos civiles e ilícitos penales, de forma que permite que los involucrados decidan la
manera por la cual gestionarán la situación; (d) no debe dejarse dominar por los pro-
fesionales, so pena de ser tragada por la industria del control del delito y por la lógica bu-
rocrática moderna; (e) debe rechazar todo estereotipo sobre las partes, evitando la re-
victimización de las víctimas y la estigmatización de los ofensores; (f) necesita tener su
meta orientada hacia la satisfacción de las necesidades de la víctima, del ofensor y de
sus comunidades de apoyo (communities of care), a partir del involucramiento colectivo
en la responsabilización por la atención de las condiciones estipuladas en acuerdo even-
tualmente alcanzado; y (g) debe, fundamentalmente, estimular la participación activa de
las partes en la resolución de sus casos, para que la decisión derivada del encuentro sea
producto de sus propias propuestas.
Ahora bien, con Ruggiero, se afirma que la justicia restaurativa no proporciona
vencedores ni perdedores, sino que busca tan sólo la satisfacción de las necesidades bá-
sicas de las partes, con el fin de propiciar una decisión en la que los intereses de todos
puedan contemplarse.55 La reducción de la utilización del sistema penal para gestionar
los conflictos, por lo tanto, es el resultado esperado con la implementación de la justicia
restaurativa bajo el enfoque abolicionista.
Se está de acuerdo con Salo de Carvalho, para quien no es posible aceptar la demoniza-
ción de los planteamientos abolicionistas.56 Según el autor, hay por lo menos tres matices
positivos derivados de esta postura: (a) su utilidad para la evaluación fenomenológica
de la ineficacia del sistema penal; (b) la irreversibilidad académica de sus fundamentos
técnico-doctrinales respecto a la ciencia criminológica; y (c) la viabilidad de algunas de
sus propuestas como política criminal, en especial las concernientes a la abolición de la
el conflicto pertenece a las personas, a la vez que el proceso debe ser un mecanismo
orientado al intento de resolución del caso que involucra al (a los) autor(es) del hecho
y a la(s) víctima(s). De lo contrario, el proceso judicial se convierte en mera burocra-
cia, fin en sí mismo, forma por la forma.63
Carvalho alude, así, a que los procedimientos de justicia restaurativa pueden uti-
lizarse para fomentar la participación activa de las partes, de modo que corrobora las
conclusiones del presente trabajo cuando asevera que “la intervención y la adjetivación
del conflicto como penal generalmente crea más problemas que soluciones”.64
Además de ello, para los casos que permanezcan en la justicia criminal tradi-
cional, el autor aún defiende que debe abrirse espacio a la manifestación de las partes,
para que se les pueda escuchar y puedan intervenir de forma efectiva en la resolución
del conflicto: “la apertura del procedimiento con énfasis en discursos no tecnocráticos
puede contribuir positivamente a la ruptura, el cambio y, a lo mejor, a la superación de
la mentalidad inquisitorial que configura la lógica del sistema penal”.65
Es posible concluir, por lo tanto, que las críticas abolicionistas, cuando leídas
desde una perspectiva propositiva, apuntan directamente hacia un modelo de gestión
de conflictos semejante –si no idéntico– a la justicia restaurativa. Dicho modelo, con tal
que sea bien estructurado y los responsables de su implementación tengan conciencia
�� Cf. Carvalho, Salo de, O Papel dos Atores do Sistema Penal na Era do Punitivismo (o exemplo
privilegiado da aplicação da pena), Rio de Janeiro, Lumen Juris, 2010, pp. 251-252.
��Cf. Carvalho, Salo de, “Considerações sobre as Incongruências da Justiça Penal Consensual:
retórica garantista, prática abolicionista”, op. cit.; 2004)
Carvalho, Salo de, O Papel dos Atores do Sistema Penal na Era do Punitivismo, op. cit., p. 251.
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64 Ibídem., p. 252.
65 Ídem.
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de los retos y obstáculos que tendrán que afrontar, puede constituirse en un importante
instrumento para reducir –y no para ampliar– la actuación dañina del sistema penal.
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