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ESPEJITOS DE COLORES

Si uno se guía por los discursos del Presidente y de muchos de sus funcionarios durante los últimos
meses bien podría pensar que las pymes ocupamos una centralidad en la agenda gubernamental. Pero
la persiana que levantamos todos los días, esa que abre nuestras empresas, nos devuelve otro reflejo
de la realidad.

Esta mañana, en el Centro Cultural Kirchner, Mauricio Macri presentó el plan Argentina Exporta cuyo
objetivo es “aumentar las empresas exportadoras a 40.000 para 2030” con “más pymes y más
emprendedores”.

Parece que hablar de las pymes está de moda. Y este gobierno es muy talentoso para reconocer las
tendencias; eso es indiscutible. Pero la problemática productiva es un tanto más compleja.

En Argentina más del 85% de las pymes vivimos exclusivamente del mercado interno. De manera que
cuando el Gobierno anuncia rimbombantes medidas para el sector sin corregir el modelo económico,
que entre tantas otras cuestiones llevó a la pérdida de 93.200 empleos industriales desde diciembre de
2015 según el INDEC, sólo están anunciando parches.

Y, lo que es peor aún, miente. Miente cuando sugiere que exportar es la solución a todos nuestros
problemas. Porque (aún si fuera viable), mientras Macri alienta a las empresas argentinas a vender
sus productos afuera, la propensión de la mayoría de los países del mundo, entre ellas las principales
potencias, es a resguardar lo propio y apelar a políticas más proteccionistas.

A todo este panorama se le suma el agravante de que, según Ámbito Financiero, en los últimos 6 años la
Argentina perdió casi 9.000 firmas dedicadas al comercio exterior, en parte gracias al modelo económico
que impulsó este mismo gobierno.

Además, según el Ministerio de Hacienda, sólo unas 5.700 empresas exportan: el número más bajo en
14 años, donde las empresas que exportan por más de USD 100 millones son menos de 100 y las que
exportan más de USD 1.000 millones apenas si alcanzan las 15. Un claro indicador del alto grado de
concentración del capital

En esta línea, parece que viene bien hablar de “exportar” mientras suben irracionalmente las tarifas,
liberan las importaciones y tejen todo el marco de un política financiera especulativa que hace inviable
producir. Hoy nuestra lucha es por la supervivencia más que por la competitividad.

La política de exportación debe ser una acción planificada, con una participación activa y
acompañamiento del Estado y no unas tibias medidas de exención dirigidas a una porción menor de
un sector que agoniza.
Estas medias son irrelevantes y no son ni siquiera un paliativo a esta situación: surgen de la hipocresía
y del imaginario que piensa que la devaluación devuelve competitividad sistémica al sector en el
mercado mundial.

La defunción del mercado interno, la suba indiscriminada e ilegal de las tarifas, la liberalización de las
importaciones, las tasas del 74%, y sobre todo las medidas financieras especulativas como la
liberalización del flujo de capitales, han sido letales y sólo se pueden subsanar con un cambio radical de
la política económica.

Más de 11.000 pymes cerraron desde el advenimiento de Cambiemos. Los mismos que hoy anuncian
beneficios y mejoras para las pequeñas y medianas empresas son los responsables del mayor
industricidio de los últimos 40 años.

Las pymes, las empresas recuperadas, las cooperativas, los productores rurales y los agricultores
familiares que formamos parte del Frente Productivo padecemos momentos críticos. Mientras
Cambiemos intenta instalar la “exportación” en la agenda mediática, la inmensa mayoría de los actores
del sector productivo que vivimos del mercado interno -los que aún sobrevivimos- estamos al borde del
abismo. Por eso debemos apostar por un modelo que desarrolle verdaderamente la industria nacional y
no uno que ponga la economía del país al servicio de la especulación financiera, intentando tapar la
situación con cortinas de humo.

Nos quieren seguir vendiendo espejitos de colores. Pero con espejitos no se come.

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