re vista del

H. Tribunal Superior de Justicia

del estado de oaxaca

abril - diciembre de 2012

Consejo Editorial

Magdo. Gerardo A. Carmona Castillo

Integrante de la Segunda Sala Penal

Magdo. Eduardo Pinacho Sánchez

Presidente de la Primera Sala Civil

Magdo. Crescencio M. Martínez Geminiano

Integrante de la Segunda Sala Civil

Lic. Ma. Eugenia Villanueva Abraján

Magistrada Consejera

Dr. Rodolfo Moreno Cruz

Universidad Complutense de Madrid

Lic. Mayolo García García

Director de la Escuela Judicial

Revista trimestral del Honorable Tribunal Superior

de Justicia del Estado de Oaxaca.
jus semper loquitur

editor. Escuela Judicial.

Certificado de reserva de derechos al uso exclusivo:
Num. 04-2003-031209160600-102
ISSN Num: 1405-8553
Número de certificado de licitud de título: 11287
Número de certificado de licitud de contenido: 7899
diseño y formación. Diana M. Chagoya González.
nueva epóca
Esta edición consta de 500 ejemplares.
Abril - Diciembre de 2012

imagén de portada.La Cámara de los Lores, dibujo

de Augustus Pugin y Thomas Rowlandson para
el Microcosmos de Londres de Ackermann (1808-11).
Esta cámara se incendió en 1834.
 PLENO
DEL H. TRIBUNAL SUPERIOR
DE JUSTICIA DEL ESTADO DE OAXACA.

Lic. Alfredo Rodrigo Lagunas Rivera

magistrado presidente
Lic. Gregoria Hortensia Castellanos Chávez
magistrada
Lic. Alejandro Enrique Figueroa
magistrado
Lic. Eduardo Pinacho Sánchez
magistrado
Lic. Juan de Jesús Vásquez Urdiales
magistrado
Lic. Leonor Galván Cortés
magistrada
Dra. Maribel Mendoza Flores
magistrada
Lic. María Laura Ortíz Aguirre
magistrada
Lic. Ezequiel Raúl Gómez Martínez
magistrado
Lic. Sergio Saúl Estrada Romero
magistrado
Dr. Gerardo Adelfo Carmona Castillo
magistrado
Lic. Crescencio Modesto Martínez Geminiano
magistrado
Lic. Ricardo Porfirio Sibaja Ilescas
magistrado
Lic. Ricardo Javier Herrera Muzgo Rebollo
magistrado
Lic. Humberto Nicolás Vásquez
magistrado
Lic. Octavio Zárate Mijangos
magistrado
Lic. Arturo Lázaro León de la Vega
magistrado
Lic. José Luis Reyes Hernández
magistrado
Lic. Fernando Enrique Méndez Ortega
magistrado
Lic. Alma López Vásquez
magistrada
Lic. Ernesto Miranda Barriguete
magistrado
Lic. María Eugenia Villanueva Abraján
Magistrada Consejera
Lic. Violeta Margarita Sarmiento Sanginés
Jueza Consejera
Dr. José Antonio Álvarez Hernández
Consejero Integrante
Lic. Elsa Angélica Alejo Torres
Consejera Integrante

ESCUELA JUDICIAL
Teléfonos: 01-(951)-132-85-88 y 132-85-82

Lic. Mayolo García García

Director
Ext. 12
Lic. Francisco Rafael Esteva Guarota
Jefe de Departamento
Ext. 19
Lic. Jorge Natanael Cruz Luis
Jefe de Departamento
Ext. 16
Lic. Oscar Valencia Henestrosa
Jefe de Departamento
Ext. 17
 EDITORIAL

M
éxico se ha enfrentado recientemente a múltiples cambios normati-
vos por requerimientos sociales, jurídicos y hasta culturales; impul-
sando reformas tanto a leyes federales como locales que de cierta
forma y como paliativos esperan el complemento teórico que proporcione una
respuesta a dichos fenómenos.
Ante dichos virajes en que torna nuestra sociedad, estudiosos del derecho
analizan estos nuevos modelos, contribuyendo con propuestas sobre cambios
estructurales en la aplicación de los mismos y afectando de esta manera a las
leyes en nuestro país.
En la búsqueda de comunicar estas ideas a una generalidad exponemos
diversos artículos con temas de actualidad, poniendo a su alcance, en el apar-
tado doctrina, los siguientes artículos: “La decadencia del principio de estricto derecho
en el juicio de amparo y la necesaria reforma procedimental” del doctor Francisco Mar-
tínez Sánchez, “Los Derechos humanos de la comunidad homosexual y la globalización”
de la maestra María Eugenia Gómez Villanueva y “Sobre la democracia, Primera
parte” del doctor Clemente Valdés Sánchez.
Siguiendo con la temática de esta edición y para ofrecer una mayor infor-
mación jurídica, se apertura la nueva sección «Foros, conferencias, libros…», en
el que se incluye la reseña del libro «Régimen jurídico-electoral del presidente de los
Estados Unidos Mexicanos» de la autoría de David Cienfuegos Salgado, Secretario
de Estudio y Cuenta de la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial
de la Federación; elaborada por la magistrada Ana Mireya Santos López.
Esmerados por mejorar la revista a su alcance, buscamos sirvan estas
líneas para retroalimentar e incrementar la cultura jurídica mexicana, pro-
vocando la inquietud en nuestros lectores y brindado un espacio en esta su
fuente hemerográfica.

MTRO. MAYOLO GARCÍA GARCÍA

DIRECTOR DE LA ESCUELA JUDICIAL
CONTENIDO
JUS SEMPER LOQUITUR

Doctrina

La decadencia del principio

11 de estricto derecho en el juicio

de amparo y la necesaria reforma
procedimental, Francisco Martínez
Sánchez

Los Derechos humanos

25 de la comunidad homosexual
y la globalización, María Eugenia
Gómez Villanueva

33 Sobre la Democracia. Primera parte,

Clemente Valdés Sánchez

Foros, conferencias, libros...

Presentación del libro:

81 “Régimen jurídico-electoral
del presidente de los Estados Unidos
Mexicanos”, Ana Mireya Santos López
DOCTRINA

C
omo elementos primordiales para la comprensión y
aplicación justificada del Derecho, estudiosos de los
temas jurídicos nos aportan sus análisis y proposiciones
respecto de temas que preocupan a la comunidad jurídica;
por ello, en este apartado ofrecemos tres artículos, siendo
el primero referente a la flexibilidad que debe mostrar el
juzgador ante el modelo naturalista de los Derechos humanos;
y los subsecuentes, exponen el análisis sobre temas que
bifurcan al Derecho con la Sociedad, como tal, es el caso de
la comunidad homosexual y sus derechos, y la Democracia.
 La decadencia del principio
de estricto derecho en el Juicio
de Amparo y la necesaria
reforma procedimental
FRANCISCO MARTÍNEZ SÁNCHEZ1

SUMARIO: I. Principio de estricto derecho y sus antecedentes. II. Tipo de

justicia con motivo de la aplicación del principio de estricto derecho. III. La
disuasión del principio de estricto derecho por la reforma constitucional al
artículo 1o, de la Ley Fundamental y la inaplazable reforma procedimental.

I. PRINCIPIO DE ESTRICTO DERECHO Y SUS ANTECEDENTES

La justicia que imparten los tribunales debe observar la igualdad de oportu-

nidades durante el desarrollo del juicio a fin de que ninguna de ellas quede
en estado de indefensión para la alegación de sus derechos.
La sentencia o la decisión final que se pronuncia se basa en los hechos
probados, dado que es el órgano jurisdiccional quien debe aplicar el dere-
cho por razón del principio iura novit curia, que significa que el juez conoce
el derecho y por tanto queda obligado a buscar el derecho aplicable a cada
caso concreto.
Es de señalarse que la resolución que pone fin a la controversia no sólo
se ciñe en la aplicación fría de la ley, o del simple silogismo jurídico, sino que

1
Magistrado jubilado, director de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Regional
del Sureste.
 H. Tribunal Superior de Justicia del Estado de Oaxaca
además de esta regla del derecho
procesal, se requiere de la aprecia-
ción clara de las pretensiones de
las partes, del fin teleológico de los
planteamientos que se formulan,
de donde el juzgador puede cer-
ciorarse de la legitimidad de lo que
12 se pretende alcanzar, y así estar en
condiciones de pronunciar senten-
cia condenatoria o absolutoria.
La labor del juez vista desde el
ángulo de lo justo, de lo razonable,
de lo bueno, sin duda que requie-
re de una visión amplia y profunda
acerca de la litis que se tiene que
descifrar en la sentencia, por lo que
la lex fori debe estar rodeada de
valores jurídicos que se deben de
considerar al emitir la resolución;
esos valores son cualidades que se
predican (que alguien o un grupo,
predica) de ciertas cosas, personas
o acciones. Además, suele afirmar-
se (Frondizi) que los valores pre-
sentan características de polaridad
(aparecen desdoblados bajo la for-
ma de un valor positivo y su corres-
pondiente valor negativo: bondad-
maldad, verdad- falsedad, belleza,
fealdad, justicia, injusticia...)2 Esta
dosis de elementos axiológicos
constituyen verdaderos juicios de
valor para lograr lo ecuánime y lo
justo, que es la meta de todo siste-
ma de justicia que no debe soslayar
los valores que sirven de sustento
para la paz social, porque si el de-
recho no tuviere un mínimo de esos
principios que se cultivan en el
seno de la sociedad, correría el ries-
go de convertirse en un detonante
social; por ello, acertadamente,
como la define la fórmula de RAD-
BRUCH, la injusticia extrema no es
derecho, sin que este señalamien-
to deba obligadamente referirse al
doble aspecto del derecho, o sea lo
autoritativo y lo ideal, dado que en
lo social y práctico del derecho, lo
que interesa es que la norma jurídi-
ca no afecte o no ofenda derechos
humanos intrínsecamente valiosos
o que su aplicación signifique una
distorsión de lo justo. Esta tarea
jurisdiccional implica la pretensión
de corrección no sólo el poder ju-
rídico del juez para aplicar razones
morales en los casos difíciles; tam-
bién implica la obligación jurídica
de hacerlo cuando sea posible3.
El poder público es un ente que
potencialmente puede ser ejer-
cido en perjuicio de las personas
cuando se vulneran sus derechos
fundamentales y previendo esas
circunstancias, nuestro ordena-
miento constitucional prevé y re-
gula el juicio de amparo como ins-
trumento procesal para la defensa 2
Atienza Manuel, Introduc-
del particular contra el acto arbi- ción al Derecho, Fontamara,
trario de la autoridad, sin embargo, México 2008, p.83
se introduce en este extraordinario 3
Robert Alexy, El Concepto y
juicio, el principio de estricto derecho, la naturaleza del derecho, Mar-
en algunas materias, como una cial Pons, Madrid, Barcelona,
Buenos Aires, 2008, p. 19.
forma de obligar a los peticiona-
rios del amparo a que argumenten
adecuadamente sus conceptos de
violación en relación con el acto
reclamado.
La exigencia formalista del am-
paro en este sentido deriva de la
ideología individualista de la Cons-
titución Política de 1857, porque
las entonces llamadas garantías
individuales, como derechos sub-
jetivos públicos implicaban una
relación jurídica entre el goberna-
do y el Estado, que pudiera dar lu-
gar a tensión jurídica entre ambos
sujetos que diera lugar a la afec-
tación de los propios derechos
fundamentales; ante tal situación,
el gobernado estaba obligado a
impugnar y no a consentir el acto
mediante argumentos jurídicos
fuertes que pongan de manifiesto
en qué estriba la inconstituciona-
lidad del acto, so pena de no ha-
 JUS SEMPER LOQUITUR

cerlo así, aunque el acto sea viola-
torio de derechos fundamentales,
no se alcanzaría la invalidez del
acto mediante sentencia conceso-
ría del amparo.
Este principio de estricto dere-
cho se ha venido aplicando con
diversos criterios, y al efecto por
su importancia se transcribe la si-
guiente tesis:

SUPLENCIA DE LA QUEJA DEFICIENTE EN EL AMPARO EN MATERIA

CIVIL. OPERA SIEMPRE QUE EN LOS CONCEPTOS DE VIOLACIÓN O
13
AGRAVIOS EXISTA UNA MÍNIMA CAUSA DE PEDIR.

Este Tribunal Colegiado en la tesis III.1o.C. J/20, publicada en el Semanario

Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época, Tomo VIII, noviembre
de 1998, página 485, de rubro: “SUPLENCIA DE LA QUEJA DEFICIENTE.
EL AMPARO EN MATERIA CIVIL HA DEJADO DE SER DE ESTRICTO DE-
RECHO.”, sostuvo, en esencia, que en la actualidad el amparo en materia
civil ha dejado de ser de estricto derecho, pues para que el juzgador pue-
da advertir si existe o no una violación manifiesta de la ley en perjuicio
del peticionario de garantías que lo haya dejado sin defensa en términos
del artículo 76 Bis, fracción VI, de la ley de la materia debe, incluso, ante
la ausencia de conceptos de violación, analizar en su integridad el acto
reclamado para luego determinar si es o no violatorio de garantías; sin
embargo, atendiendo a lo que sostiene la jurisprudencia 1a./J. 35/2005,
publicada en el mismo órgano de difusión, Novena Época, Tomo XXI, abril
de 2005, página 686, de rubro: “SUPLENCIA DE LA QUEJA DEFICIENTE.
DEBE HACERSE A PARTIR DE LOS CONCEPTOS DE VIOLACIÓN O, EN SU
CASO, DE LOS AGRAVIOS EXPRESADOS, POR LO TANTO NO ES ILIMITA-
DA.”, una nueva reflexión sobre el tema conduce a este órgano colegiado
a abandonar aquel criterio para establecer que en materia civil no puede
sostenerse que el beneficio procesal de que se trata pueda operar aun
ante la ausencia de conceptos de violación, toda vez que el invocado ar-
tículo 76 Bis, fracción VI, señala que la suplencia de la queja deficiente se
entiende referida a los conceptos de violación y, en su caso, a los agravios,
por lo que debe considerarse que este precepto limita el ámbito de aplica-
ción de esta figura y, por tanto, a excepción de la materia penal, el órgano
de control constitucional debe hacer el análisis del acto reclamado a partir
de la existencia de un mínimo razonamiento expresado en la demanda,
esto es, sin la elemental causa de pedir el juzgador no está en aptitud de
resolver si tal acto es o no inconstitucional. No obsta a lo anterior que el
Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación al resolver la contra-
dicción de tesis 52/2004-PL haya determinado que tratándose del amparo
contra leyes o actos de aplicación en el caso de que aquéllas hubiesen
sido declaradas inconstitucionales por la jurisprudencia de ese Máximo
Tribunal, la suplencia de la queja deficiente debe ser total, ya que se trata
de casos excepcionales.
Numero de Registro 164890, [TA]; 9a. Época; T.C.C.; S.J.F. y su Gaceta; XXXI, Marzo de
2010; Pág. 3076
 H. Tribunal Superior de Justicia del Estado de Oaxaca
Como puede advertirse de este
importante criterio, la suplencia de
los conceptos de violación, se ha
visto de distinta manera, primero se
estimó que se debe efectuar la su-
plencia de los conceptos de viola-
ción en términos del artículo 76, Bis,
14
fracción VI, en relación con el acto
reclamado, incluso aunque no haya
conceptos de violación, conside-
rándose además que el amparo en
materia civil ha dejado de ser de es-
tricto derecho. En forma posterior,
se consideró que la suplencia debe
operar a partir de los conceptos de
violación o de los agravios de modo
que no habiendo éstos, sería impro-
cedente la suplencia, precisándose
finalmente que es necesario que
exista un mínimo de razonamiento a
fin de que se pueda suplir los con-
ceptos de violación o los agravios.
En los casos cuando el acto re-
clamado se funde en leyes que han
sido declaradas inconstitucionales,
conforme a la fracción I, del artículo
76 BIS, de la Ley de Amparo, hay
obligación a cargo del órgano de
control constitucional de suplir en
forma total los agravios o conceptos
de violación y en tal sentido queda
comprendido las materias civil, mer-
cantil, fiscal y administrativo.
En cambio cuando no se está en
la hipótesis anterior y el concepto de
violación o los agravios se refieren a
cuestiones de fondo tratándose de
las materias citadas, es improceden-
te la suplencia de la queja deficiente.
Si la violación se refiere a errores
in procedendo, como lo establece el
artículo 76, BIS, fracción VI, de la
Ley mencionada, existe obligación
de suplir los conceptos de violación
o de los agravios con independen-
cia de la materia de que se trate.
De acuerdo con los señalamien-
tos indicados, queda demostrado
que el principio que se analiza ori-
gina en la práctica forense una di-
versidad de criterios en la adminis-
tración de justicia constitucional.
Este principio lo encontramos
como lo señala Felipe Tena Ramí-
rez, en el Código de Procedimientos
Civiles de 1897, el primero de los
dos códigos que absorbió dentro
de su articulado la materia del am-
paro, varió totalmente el sistema.
Es aquí donde podemos registrar el
nacimiento del amparo de estricto
derecho, cuando en su artículo 780
establece que la demanda de am-
paro “explicará la ley o el acto que
viole la garantía y fijará el hecho
completo en que radica la violación;
y si el amparo se pide por inexacta
aplicación de la ley civil, se citará la ley
4
Felipe Tena Ramirez, El
amparo de estricto derecho:
inexactamente aplicada o la que debiera origenes, expansion, inconvenien-
haberse aplicado fijándose el concepto, tes, colaboración en Revista
Jurídica de la Facultad de
en que dicha ley no fue aplicada Derecho de México. Ed.
o lo fue inexactamente. Aquí nace unam. México 1953. p. 16.
por primera vez la obligación para 5
Alfonso Noriega C.,
el quejoso de señalar el concepto Principios que rigen la sentencia
de violación, es decir, el porqué de de amparo, colaboración en
la violación, además de la obliga- Revista Jurídica de la Facul-
tad de Derecho de México.
ción de mencionar la ley secundaria Núm. 7, Ed. unam. México
que se supone infringida4, fue reco- 1975, p. 439
gido por los legisladores mexicanos
y al efecto nos encontramos en el
Código Federal de Procedimientos
Civiles de 1879, el artículo 780, que
fue reiterado en el Código de 1908,
en su artículo 767, que decía: “…
el juicio de amparo contra los actos
judiciales del orden civil por inexac-
ta aplicación de la ley es de estricto
derecho. En consecuencia, la reso-
lución que en aquél se dicte a pesar
de lo prevenido en el artículo 759,
deberá sujetarse a los términos de
la demanda, sin que sea permiti-
do suplir ni ampliar nada en ello”5,
de donde se advierte la exigencia
formalista en el sentido de que el
gobernado tiene la carga de citar el
derecho que sea aplicable y no el
órgano jurisdiccional. Es importan-

6
Ignacio Burgoa, El juicio de
amparo, Porrúa, décima ter-
cera edición, México 1978,
p.294.
JUS SEMPER LOQUITUR
te señalar que en el juicio de ampa-
ro se dos tipos de violaciones, una
que es eminentemente procesal y
la otra es de fondo. El artículo 76,
Bis., fracción IV, de la vigente Ley
de Amparo de 1936, prevé la fa-
cultad de los tribunales colegiados
de circuito para estudiar de oficio
la violación procesal que provoque
estado de indefensión del quejoso,
pero referente a las cuestiones de
fondo, excepto de las materias de
derecho penal y laboral si el quejo-
so es el trabajador, se requiere que
el quejoso impugne integralmen-
te el acto reclamado mediante los
conceptos de violación, es decir, en
estos casos no existe obligación de
suplir los conceptos de violación.
En el argot forense se argumen-
ta que si el órgano jurisdiccional
supliera los conceptos de viola-
ción entonces los abogados ya
no se preocuparían de estudiar
porque anticipadamente sabrían
que si los conceptos de violación
son deficientes los mismos serían
suplidos por los jueces de distri-
to o por los magistrados de los
tribunales colegiados de circuito.
En cuanto a estos argumentos de
alguna manera es verdad que los
abogados postulantes estarían
confiados en la suplencia de los
conceptos de violación o de los
agravios, pero ello no debe ser la
II. TIPO DE JUSTICIA CON MOTIVO DE LA APLICACIÓN
DEL PRINCIPIO DE ESTRICTO DERECHO
Este principio no rige la proceden-
cia del amparo, sino que impone
una norma de conducta al órgano
de control, consistente en que, en los
fallos que aborden la cuestión constitucio-
nal planteada en un juicio de garantías,
sólo debe analizar los conceptos de viola-
ción expuestos en la demanda respectiva,
causa para que se deje de exami-
nar los actos de las autoridades de
manera minuciosa velando por el
cumplimiento de la constitución.
No se justifica que el país cuen-
te con un sistema de justicia que
por cuestiones técnicas la justicia
15
quede encerrada en los magnífi-
cos edificios donde están los ope-
radores jurisdiccionales, quienes
aunque notaren lo injusto o lo in-
constitucional del acto reclama-
do, nada podrían hacer por lo que
hace a la suplencia de la queja de-
ficiente, lo que traería como con-
secuencia la negación del amparo
por la inoperancia de los agravios
o de los conceptos de violación.
Una justicia de calidad no debe
brotar de modo ineluctable de
la sapiencia o de la ignorancia de
quienes piden lo justo, correspon-
de al buen juez, decir, el derecho de
manera imparcial y objetiva, huma-
na y justa, sin considerar la calidad
de las partes, sólo cumplir esa alta
misión de hacer justicia mediante
una sentencia razonable que se
apoye en instrumentos jurídicos
aplicables que el juzgador consi-
dere adecuados para la resolución
de las controversias, preservando
la tutela de los derechos humanos
que es el valor sublime cuya protec-
ción definitiva corresponde al órga-
no jurisdiccional.
sin formular consideraciones de inconstitu-
cionalidad de los actos reclamados que no
se relacionen con dichos conceptos.6 Este
formalismo que se ha venido apli-
cando en materia de amparo de al-
guna manera limita el fortalecimien-
to de la justicia, en razón de que
cuando el peticionario del amparo
 H. Tribunal Superior de Justicia del Estado de Oaxaca
por desconocimiento o por descui-
do no impugne jurídicamente las
consideraciones en que se sustenta
el acto reclamado, ello puede origi-
nar la negación del amparo, pese a
que el acto impugnado en realidad
sea violatorio de los derechos fun-
16
damentales. El principio en sí impi-
de al juzgador del amparo resolver
en justicia, porque aunque advirtie-
ra motivos de inconstitucionalidad,
nada podría hacer por la atadura de
la vigente Ley de Amparo.
La técnica del amparo en este
sentido limita la impartición de jus-
ticia porque la resolución que se
pronuncie está sometida a lo expre-
samente planteado en los concep-
tos de violación o de los agravios,
y como todos los asuntos guardan
una serie de laberintos a cualquier
buen jurista se le puede escapar al-
guna cuestión elemental que no de
argumentarlo en términos contun-
dentes le puede a carrerear la ne-
gación de la protección solicitada
de allí que la atractiva manzana de
la técnica, cualquiera que sea la va-
riedad de ésta, lleva escondido un
gusano ideológico que la hace ine-
vitablemente sospechosa,7 por lo
que sin duda todos los que ocurren
en demanda de la justicia federal no
están exentos de sufrir el revés de
sus pretensiones jurisdiccionales.
Si la justicia es la aplicación recta
de la ley para el debido respeto a
los derechos, estimamos que cuan-
do no se alcanza esa aplicación de
la Constitución por razones técni-
cas que no cumple el impetrante
del amparo, surge ante esa situa-
ción, las preguntas ¿qué tipo de jus-
ticia es esa?, o sea que se cuestiona
una sentencia de este tipo, porque
si el letrado que formuló la deman-
da carece de los conocimientos ju-
rídicos necesarios para acertar en
la fórmula exacta de demostrar que
el acto reclamado es violatorio de
derechos fundamentales, desde el
punto de vista de la teleología del
derecho, el órgano jurisdiccional se
estaría apartando de la alta misión
de administrar justicia y de hacer
que prevalezca la constitución, ya
que el juicio de amparo histórica-
mente ha tenido como fin último el
de evitar que las autoridades ejer-
zan su poder fuera de los límites
que establece la Ley Fundamental.
El principio de estricto derecho visto
desde el ángulo de la justicia en el
juicio de amparo, desvirtúa el ver-
dadero sentido de los tribunales
de justicia constitucional, porque
se limita al estudio de la sentencia
conforme a los argumentos que se
esgrimen en la demanda, pero se
deja de valorar y de considerar el
acto cuestionado cuando el mismo
se sustenta en la arbitrariedad o en
el abuso del poder.
Torcer la ley mediante interpreta-
ciones equivocadas o injustas, ne-
cesariamente conduce a decisiones
atentatorias de derechos fundamen-
tales, que debe corregirse mediante
la instancia que para ello regula la 7
Alejandro Nieto, Tomas Ra-
misma Ley Fundamental, y si este món Fernández, El Derecho y
propósito no se logra por el mal el Revés, Diálogo epistolar sobre
planteamiento de la demanda en lo leyes, abogados y jueces, Ariel,
Barcelona 1998, p. 150.
sustancial, es incuestionable que la
sentencia que se dicte basada en el 8
Prólogo al opúsculo de
Juventino V. Castro, La Su-
principio de estricto derecho no puede
plencia de la Queja Deficiente en
ser equivalente a la justicia, sino a el juicio de amparo (1953), p.17
una decisión jurisdiccional que nie-
ga el acceso a la justicia a que tiene
derecho todo gobernado que sufra
en su persona o en sus bienes, ofen-
sas por parte de alguna autoridad; al
respecto Felipe Tena Ramírez, criticó
este principio, al estimarlo como “un
formulismo inhumano y anacrónico,
victimario de la justicia”.8
El principio de estricto derecho no
debe ser obstáculo para que la jus-
ticia constitucional en todas las ma-

9
Böckenförde, Ernst Wol-
fgang, Estudios sobre el Estado
de derecho y la democracia, Ma-
drid, Trotta, 2000, p.158|
JUS SEMPER LOQUITUR
terias (civil, mercantil, fiscal y laboral
cuando la parre quejosa sea patro-
nal), sea el remedio definitivo para
curar los males que se propician por
el poder público cuando por abuso
o indebido ejercicio del poder que-
branta los derechos fundamentales
tutelados por nuestra Ley Funda-
mental, y para ese efecto se requiere
preconizar un nuevo sistema de jus-
ticia que esté a la altura de las exi-
gencias sociales del siglo XXI.
Estimamos que el constitucio-
nalismo democrático lleva con-
sigo la exigencia de una justicia
sólida y fuerte que propicie segu-
ridad jurídica en relación con los
derechos individuales y sociales,
pero para ese fin se requiere que
el poder judicial ejerza con pleni-
tud la potestad que tiene en ma-
teria de justicia aplicando ex oficio
los instrumentos internacionales
que establezcan derechos huma-
nos porque estos textos se inte-
gran a la Ley Fundamental.
Esta nueva modalidad de justicia
es acorde a la exigencia de la de-
III.
LA DISUASCIÓN DEL PRINCIPIO DE ESTRICTO DERECHO POR
LA REFORMA CONSTITUCIONAL AL ARTÍCULO 1°,
DE LA LEY FUNDAMENTAL Y LA INAPLAZABLE
REFORMA PROCEDIMENTAL.
La reforma constitucional de 11 de
junio de 2011, que modificó el tex-
to del artículo 1º, de la Constitu-
ción Política de los Estados Unidos
Mexicanos, rompió prácticamente el
paradigma relativo a la forma en que
se impartía la justicia federal y local,
por cuanto que el principio de estric-
to derecho, irá perdiendo terreno en
la exigencia formalista de indicar la
fuente del derecho que se pretende
que sea tutelado en la sentencia y la
ratio legis es que en nuestro sistema
mocracia por cuanto que la socie-
dad siempre espera del Estado que
cumpla con el alto deber de hacer
justicia donde no lo hay.
El rompimiento de paradigmas
genera el acoplamiento de nue-
vos esquemas procesales para
17
acercar al pueblo el imperio real
o práctico de la Constitución, y
su expansión abarca todos los
espacios donde los derechos hu-
manos deben observarse para ga-
rantizar la democracia, la división
de poderes, en general el sistema
de libertades. La reforma provoca
el inicio de nuevos desafíos para
lograr la vigencia de un estado
social y democrático de derecho,
como dice Böckenförde, un pue-
blo que organiza y establece su
vida democrática debe tener la
fuerza y la disposición adecuada
para preservar. La democracia así,
es una forma de estado ambicio-
sa, incluso probablemente difícil,
y su condición de existencia es
que existan unos amplios cimien-
tos de cultura política.9
jurídico la dignidad humana debe
ser protegida en todo momento y
tienen obligación los jueces de velar
por el respeto de cualquier derecho
que siempre será humano.
Esta reforma constitucional en-
sancha la potestad de todos los
jueces en el país para la aplicación
del control difuso de la Constitu-
ción y el control de la convenciona-
lidad que se refiere a la observancia
de los tratados internacionales en
materia de derechos humanos.
 H. Tribunal Superior de Justicia del Estado de Oaxaca

El juicio de amparo es el instru- que se dejare de aplicar el tratado

mento jurídico para hacer valer los
derechos humanos previstos en la
Constitución o en los tratados in-
ternacionales cuando son violenta-
dos por las autoridades , en el pri-
mer caso es control constitucional
o se aplicara de manera inexacta, si
no existe recurso ordinario o medio
de defensa que se deba hacer valer,
el acto se combatiría por medio del
juicio de amparo.
De la misma manera se puede

18
por vía de acción y en el segundo
control de la convencionalidad
también por vía de acción.
En esta nueva era de la justicia
constitucional se da la viabilidad
de plantear en los juicios por cual-
quiera de las partes la inconvencio-
nalidad de la ley cuando ésta sea
opuesta a un tratado internacional
que establezca derechos humanos
que favorezcan al objetante y este
mecanismo procesal es el que po-
demos considerar como la forma
de defender los derechos humanos
por la vía de excepción ante la mis-
ma autoridad que siga un procedi-
miento en contra del gobernado, y
tiene la obligación de aplicar el tra-
tado internacional si asistiera razón
al gobernado, incluso al momento
de decidir puede optar por la apli-
cación ex oficio del tratado y no la
ley aunque no se haya argumentado
durante el proceso. En el caso de
deducir por la vía de excepción la
cuestión de inconstitucionalidad de
la ley o reglamento a fin de que la
autoridad conocedora del proceso
in-aplique la ley o disposición le-
gal respecto del cual se excepciona
el gobernado. De no lograrse este
objetivo y habiéndose agotado
el principio de definitividad, el si-
guiente paso es el juicio de amparo
para combatir el acto de la autori-
dad planteando la inconstituciona-
lidad de la ley o reglamento en que
se sustenta el acto reclamado.
La obligatoriedad de ejercer el
control difuso de la Constitución o
de la convencionalidad por parte
de los jueces distintos del ampa-
ro requiere el conocimiento de los
tratados que resulten aplicables al
caso concreto a resolver. Este im-
perativo constitucional se refleja
con claridad en las tesis aisladas
que a continuación se transcriben.

[TA]; 10a. Época; Pleno; S.J.F. y su Gaceta; Libro III, Diciembre de 2011, Tomo 1; Pág. 552

PASOS A SEGUIR EN EL CONTROL DE CONSTITUCIONALIDAD

Y CONVENCIONALIDAD EX OFFICIO EN MATERIA
DE DERECHOS HUMANOS

La posibilidad de inaplicación de leyes por los jueces del país, en ningún

momento supone la eliminación o el desconocimiento de la presunción de
constitucionalidad de ellas, sino que, precisamente, parte de esta presunción
al permitir hacer el contraste previo a su aplicación. En ese orden de ideas,
el Poder Judicial al ejercer un control de convencionalidad ex officio en materia
de derechos humanos, deberá realizar los siguientes pasos: a) Interpretación
conforme en sentido amplio, lo que significa que los jueces del país -al igual
que todas las demás autoridades del Estado Mexicano-, deben interpretar
el orden jurídico a la luz y conforme a los derechos humanos reconocidos
en la Constitución y en los tratados internacionales en los cuales el Estado
 JUS SEMPER LOQUITUR

Mexicano sea parte, favoreciendo en todo tiempo a las personas con la pro-
tección más amplia; b) Interpretación conforme en sentido estricto, lo que
significa que cuando hay varias interpretaciones jurídicamente válidas, los
jueces deben, partiendo de la presunción de constitucionalidad de las leyes,
preferir aquella que hace a la ley acorde a los derechos humanos reconoci-
dos en la Constitución y en los tratados internacionales en los que el Estado
Mexicano sea parte, para evitar incidir o vulnerar el contenido esencial de

19
estos derechos; y, c) Inaplicación de la ley cuando las alternativas anteriores
no son posibles. Lo anterior no afecta o rompe con la lógica de los princi-
pios de división de poderes y de federalismo, sino que fortalece el papel
de los jueces al ser el último recurso para asegurar la primacía y aplicación
efectiva de los derechos humanos establecidos en la Constitución y en los
tratados internacionales de los cuales el Estado Mexicano es parte.
El Tribunal Pleno, el veintiocho de noviembre en curso, aprobó, con el número
LXIX/2011(9a.), la tesis aislada que antecede. México, Distrito Federal, a veintiocho de
noviembre de dos mil once

[TA]; 10a. Época; T.C.C.; S.J.F. y su Gaceta; Libro IV, Enero de 2012, Tomo 5; Pág. 4319

CONTROL CONSTITUCIONAL Y CONTROL DE CONVENCIONALIDAD

DIFUSO. SUS CARACTERÍSTICAS Y DIFERENCIAS A PARTIR DE LA
REFORMA AL ARTÍCULO 1o. DE LA CONSTITUCIÓN FEDERAL,
PUBLICADA EN EL DIARIO OFICIAL DE LA FEDERACIÓN EL 10 DE JUNIO DE 2011.

La defensa de los derechos previstos en la Constitución Política de los Esta-

dos Unidos Mexicanos, a partir de la reforma a su artículo 1o., publicada en
el Diario Oficial de la Federación el 10 de junio de 2011, y aquellos descritos
en los convenios internacionales, se concreta mediante los instrumentos le-
gales al tenor de los cuales se limite el poder de las autoridades; así, el con-
trol constitucional hace específica la necesidad de privilegiar y hacer eficaz
el respeto a las prerrogativas señaladas por el Constituyente, y los medios
para lograr su prevalencia en el Estado Mexicano son el juicio de amparo,
la controversia constitucional, la acción de inconstitucionalidad, el juicio de
revisión constitucional electoral y el juicio para la protección de los dere-
chos político electorales, pues a través de éstos se estudia y determina si la
normativa en conflicto se contrapone o no con un precepto constitucional,
de lo cual deriva la conclusión de resolver sobre su constitucionalidad; por
su parte, el control de convencionalidad, en su modalidad de difuso, si bien
es cierto que se ejerce por todas las autoridades públicas, tratándose de
violación a los derechos humanos consagrados en la Constitución Federal y
en los convenios internacionales suscritos por el Estado Mexicano, también
lo es que se circunscribe al deber de analizar la compatibilidad entre las
disposiciones y actos internos que deben aplicarse a un caso concreto y los
derechos humanos que establece la Carta Magna y los tratados internacio-
nales, así como orientados por la jurisprudencia que sobre el tema sustente
la Corte Interamericana de Derechos Humanos, debido a la fuerza vinculato-
ria de la normativa convencional, lo cual genera la consecuencia de permitir

CUARTO TRIBUNAL COLEGIADO DE CIRCUITO DEL CENTRO AUXILIAR DE LA TERCERA

REGIÓN, CON RESIDENCIA EN GUADALAJARA, JALISCO.
 H. Tribunal Superior de Justicia del Estado de Oaxaca
En principio debe señalarse que la
disposición constitucional contem-
pla lo que doctrinariamente se co-
noce como control difuso, en este
caso de la Ley Fundamental y de
los Tratados Internacionales en ma-
teria de derechos humanos, en el
20
primero, se trata del control de la
constitucionalidad y en el segun-
do, control de la convencionalidad.
Este apuntamiento fija la ruta que
debe seguirse a fin de que se garan-
ticen plenamente la justicia consti-
tucional y convencional.
Los jueces al resolver las contro-
versias sometidas a su considera-
ción en los casos cuando adviertan
que la ley ordinaria afecta derechos
humanos de alguna de las partes o
de ambos, deben desaplicar la nor-
ma y aplicar la Constitución o los
Tratados Internacionales a fin de
que no se vulneren los derechos
humanos, tal y como se indica en
las tesis transcritas. Esta práctica
obligatoria de los jueces conduce a
la observancia de un estado cons-
titucional, habida razón de que fi-
nalmente lo que se busca es que
prevalezca el pacto federal y los
tratados internacionales. De esta
situación surgen las siguientes pre-
guntas ¿qué sucede cuando en las
hipótesis de estricto derecho se
advierta que hay un derecho hu-
mano favorable para el inconforme
que no alega como agravio o como
concepto de violación? ¿El juzgador
dejará de aplicar la ley ordinaria o
reglamento pese a que se está en
un caso en que no es viable suplirla
deficiencia de los agravios o de los
conceptos de violación? ¿De efec-
tuar la suplencia desaplicando la
ley ordinaria o reglamento, la reso-
lución estaría apegada a derecho?
Para dar respuesta a estas pregun-
tas necesariamente se tiene que
considerar si el referido principio
de estricto derecho sigue vigente o
entra en decadencia por la obser-
vancia de lo dispuesto por el citado
artículo 1º, y 133 constitucional.
Se estima que si el juzgador ad-
virtiera con claridad la contradic-
ción entre una norma ordinaria y
la Constitución o un Tratado Inter-
nacional, debe indeclinablemen-
te optar por la observancia de la
Constitución o Tratado Internacio-
nal debido a que el control difuso
previsto así por los artículos 1º,
y 133 citados, así lo imponen; de
esta manera en las controversias
que se decidan mediante senten-
cia, los jueces están obligados a
acatar la disposición constitucio-
nal sin distingo alguno, lo que sig-
nifica que aun cuando se trate de
aquellos casos en que el tribunal
no está obligado a suplir la defi-
ciencia de la queja debe necesa-
riamente aplicar la norma superior
para favorecer el pleno respeto a
los derechos humanos.
En estas circunstancias, en los
casos de la fracción IV, del artícu-
lo 76 bis de la Ley de Amparo, que
se refiere a la suplencia de la queja
cuando se trate del trabajador, lo
que interpretado a contrario sensu,
lleva a la consideración que cuan-
do el que ocurre al juicio de amparo
el patrón reclamando el laudo que
pronuncia la autoridad laboral, el
Tribunal conforme al precepto en
comento, no está obligado a su-
plir los conceptos de violación y se
debe resolver analizando estricta-
mente los conceptos de violación
formulados, lo que se traduce en
la aplicación del principio de estricto
derecho, porque el Tribunal Colegia-
do de Circuito que conoce del am-
paro directo queda impedido de in-
troducir en la sentencia cuestiones
que no se alegaron en los concep-
tos de violación.
 JUS SEMPER LOQUITUR
Ahora bien, si la parte quejosa tu-
viera a su favor un derecho humano
tutelado por la constitución federal
o por un Tratado Internacional y
que de aplicarse el principio de es-
tricto derecho, el derecho humano tu-
telado por esas normas superiores
quedaría vulnerado, de allí que, la
figura de la suplencia tendría que
ser superada cuando se advirtiera
la antilogía de normas jurídicas en
los términos señalados, porque de
desatenderse la suplencia, se incu-
rriría en la violación del artículo 1º,
del Pacto Federal.
La fracción VI, del mismo pre-
cepto se refiere a que a que en
otras materias se debe de suplir
la deficiencia de los conceptos
de violación cuando haya habido
una manifiesta violación que deje
en estado de indefensión al que-
joso. La suplencia en este sentido
se refiere a cuestiones de tipo pro-
cedimental que haya motivado o
provocado estado de indefensión y
que el quejoso no lo alegue como
conceptos de violación, y en esa
hipótesis queda comprendido la
suplencia a cualquiera de las par-
tes en el juicio natural y respecto
de la materia de que se trate, em-
pero, el precepto no hace alusión
a las cuestiones de fondo sino úni-
camente a las violaciones de natu-
raleza procesal, de donde surge el
problema jurídico que puede en-
frentar al juzgador a situaciones du-
dosas, porque considerando que el
laudo o la sentencia se apoyan en
disposiciones legales que violentan
derechos humanos, por ser contra-
rios a lo que determina la Consti-
tución o el Tratado Internacional
y la Ley de Amparo no autorizar la
suplencia de la queja, ello da lugar
a que se considere en tal hipóte-
sis que debe aplicarse el principio
de estricto derecho, lo cual resultaría
violatorio de derechos humanos y
con un claro quebrantamiento a lo
disponen los artículos 1º, y 133, de
la Constitución Política de los Esta-
dos Unidos Mexicanos.
En materia agraria, de confor-
midad con los artículos 76 bis,
21
fracción III y 227, de la citada Ley
de Amparo, el órgano jurisdiccio-
nal debe suplir la deficiencia de la
queja y de las exposiciones, com-
parecencias y alegatos, en los jui-
cios de amparo en que sean parte
como quejosos o como terceros
los núcleos de población ejidal o
comunal, los ejidatarios y comu-
neros en sus derechos agrarios, en
su pretensión de derechos cuando
pertenezcan a la clase campesina.
La suplencia en estos casos debe
hacerse tanto en los conceptos de
violación o en los agravios cuando
se interpongan recursos. Como se
puede observar la disposición legal
no obliga a la autoridad del amparo
a suplir la deficiencia de los con-
ceptos de violación cuando la parte
quejosa sea el pequeño propietaria
o bien cuando éste sea el que haya
interpuesto el recurso de revisión
en contra de la sentencias dictada
en primera Instancia cuando se tra-
te de amparo indirecto o directo si
el fallo es sentencia definitiva.
Esta desigualdad que se da ma-
teria de amparo en lo referente a la
suplencia de la queja, es contrario a
lo dispuesto por el artículo 1º, de la
Ley Fundamental, y en tal supues-
to se debe de soslayar la aplicación
del principio de estricto derecho que
regula la Ley de Amparo y optar
por la aplicación de la Constitu-
ción cuando de manera indudable
, clara y convincente se notara que
las disposiciones legales en que se
apoya la autoridad responsable son
contrarias a la Ley Fundamental o
Tratado Internacional.
 H. Tribunal Superior de Justicia del Estado de Oaxaca
La aplicación ex officio de la Cons-
titución y de los Tratados Inter-
nacionales en materia de amparo
origina la decadencia del principio
de estricto derecho porque como
se ha señalado debe prevalecer lo
mandado por el Pacto Federal y por
22
los Tratados Internacionales y no lo
que disponga la Ley reglamentaria
de los artículos 103 y 197 de la
Ley fundamental, porque si lo que
se busca es hacer justicia sin vio-
lentar derechos humanos entonces
no se justifica que por el solo hecho
de que no se alegue la violación de
los tratados internacionales o de la
misma Constitución en los casos
en que la Ley de Amparo no obliga
a suplir los conceptos de violación
o de los agravios, se tenga que ne-
gar la protección del amparo pese
a que el juzgador se percate de la
violación de los derechos humanos.
Resolver en esos términos equiva-
le denegar justicia con un criterio
de discriminación lo que no puede
operar en un régimen de gobierno
donde la tendencia es la protección
íntegra de los derechos humanos.
En estas condiciones y atento a
que las autoridades jurisdicciona-
les están obligadas a observar el
control difuso de la Constitución y
de los Tratados Internacionales en
materia de Derechos Humanos y
con mayor razón los órganos juris-
diccionales que conocen del juicio
de amparo, la figura del principio
de estricto derecho, debe quedar su-
perada en la actual Ley de Amparo,
y de aprobarse el proyecto que se
encuentra en la Cámara de Diputa-
dos, se requiere que se analice este
tema para que se considere en el
proyecto para que la nueva ley se
acorde a la Constitución Federal.
El reino de los derechos huma-
nos es una exigencia universal en
México porque sin distingo alguno
a todos los habitantes el país se
les debe de respetar sus derechos
por parte de las autoridades, y ese
imperativo constitucional no puede
quedar a la voluntad del Gobierno
Federal, Estatal o Municipal, cum-
plir o no lo estatuido por las leyes
suprema de la unión y siendo gene-
ral el deber de acatamiento, no se
justifica que la Ley de Amparo de
actual vigencia deba continuar con
el criterio discriminatorio de aplicar
en los casos que se han señalado el
principio de estricto derecho.
La reforma se hace necesaria
para evitar que por la aplicación de
la Ley Reglamentaria que se comen-
ta, México incurra en el incumpli-
miento de sus compromisos inter-
nacionales en materia de derechos
humanos, y se tenga que recurrir en
instancias internacionales (CIDH),
para lograr este objetivo que nove-
dosamente empieza a abrir caminos
para ensanchar la tutela efectiva de
los derechos humanos.
La dureza de la ley y su estric-
ta aplicación a los gobernados es
una cuestión que se requiere anali-
zar desde el ángulo de la equidad,
porque en cada caso concreto es
indispensable que el administrador
de justicia pondere las cosas y vea
los objetivos de la pretensión que
dedujo cada una de las partes a
modo de saber si es justo o injusto
lo que desea que se le confiera en
la sentencia, es preciso que los he-
chos o las razones de derecho que
alegue cuenten un soporte lógico,
razonable y que sustancialmente
pueda tener un origen en la ley , en
principios jurídicos universalmen-
te válidos, la Constitución o en los
Tratados Internacionales, puede
ocurrir que aunque se justifiquen
cualquiera de estos elementos nor-
mativos y axiológicos, se carece de
la probación de los hechos y en

10
Rhonheimer, Martín, La
perspectiva de la moral, rialp,
Madrid,1999, pp.78-79,
JUS SEMPER LOQUITUR
tal extremo el órgano jurisdiccio-
nal jurídica y humanamente estaría
imposibilitado para pronunciar una
sentencia apegada a la justicia. En
estas circunstancias, cuando no
sea factible lograr un resultado sa-
tisfactorio visto desde la perspec-
tiva de los derechos humanos son
cuestiones que pueden ser impu-
table a la parte interesada, ya sea
porque no aportó los medios pro-
batorios idóneos, dejó de hacer va-
ler algún recurso ordinario contra
determinadas resoluciones y por
ende las consintió. El panorama
procesal dentro de los diversos jui-
cios implican diversos problemas
que cuando no son resuelto con
oportunidad pueden acarear situa-
ciones irregulares que a la postre
genere resultados desfavorables en
la conclusión y final del juicio.
Las materias que caen en el ám-
bito del derecho privado es donde
pueden incidir aspectos que dieron
lugar al nacimiento del principio es-
tricto derecho, porque a partir de una
sociedad donde la identificación de
las personas está en función de lo
económico o de la riqueza, es po-
sible que se haya considerado que
quienes tienen los medios econó-
micos suficientes pueden contratar
a los mejores abogados para que
los asesoren en los juicios, y en
cambio quienes carecen de estos
medios, están en desventaja y obli-
gados a contar con los servicios de
abogados menos preparados y para
equilibrar tal situación, se diseñó
la figura de la suplencia de la queja
como mecanismo de poder igualar
las oportunidades de contienda.
Por consiguiente, se requiere
considerar estas particulares cir-
cunstancias en el proyecto de la
nueva Ley de Amparo que hasta
por ahora aún no aprueba la Cáma-
ra de Diputados, o bien plantear la
reforma a la Ley de Amparo de ac-
tual vigencia para que exista con-
cordancia con el imperativo cons-
titucional que ordena el control
difuso de la constitución y de los
tratados internacionales.
De no efectuarse estos cambios
23
sustanciales en la Ley Reglamen-
taria de los artículos 103 y 107 del
Pacto Federal, los órganos de con-
trol constitucional para no violen-
tar derechos humanos tendrían que
llegar a la consideración de soslayar
la aplicación de la ley citada y op-
tar por la aplicación de la disposi-
ción constitucional.
El requerimiento de un estado
constitucional ha sido un plantea-
miento que lentamente se va al-
canzando en la medida en que las
leyes y los instrumentos internacio-
nales así lo contemplan. Esta virtud
de la justicia es el perfeccionamien-
to de la voluntad en lo que respec-
ta a la tendencia del bien para los
demás. Es la voluntad determinada
y constante de dar a cada uno lo
suyo, lo que le comprende, y ello,
en los diferentes campos de las re-
laciones interhumanas, los cuales
constituyen las diferentes partes
de la justicia en calidad de virtudes
específicas: justicia conmutativa,
justicia distributiva y justicia legal.10
Si el juicio de amparo ha sido por
excelencia el instrumento legal de
los gobernados para la defensa de
los derechos humanos y así detener
los actos arbitrario del poder pú-
blico, es entonces imprescindible
que el legislador se ocupe de esta
temática para que la ley de amparo
sea congruente con lo establecido
por la Constitución, porque la dis-
cordancia jurídica origina confusión
y pone en peligro la seguridad ju-
rídica por la diversidad de criterios
que puede generar la antilogía en el
ámbito del derecho.
 H. Tribunal Superior de Justicia del Estado de Oaxaca

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xico. Núm. 7, Ed. unam. México 1975.
 Los Derechos Humanos
de la comunidad homosexual
y la globalización
María Eugenia Gómez Villanueva1

L
izeth Citlalli Martínez Hernández y María Monserrat Ordoñez Narváez,
finalmente contrajeron matrimonio civil en la Primera Oficialía del Re-
gistro Civil del Estado de Oaxaca, después de que el diez de agosto de
dos mil once, fuera negada su solicitud, con el argumento de que el artículo
143 del Código Civil del Estado de Oaxaca, no autoriza el matrimonio entre
personas del mismo sexo.
El derecho de esta pareja homosexual para contraer matrimonio, fue re-
conocido, en primera instancia, por el juez Segundo de Distrito en el Estado
de Oaxaca, al resolver el juicio de amparo indirecto 1143/2011 mediante
sentencia dictada el nueve de abril de dos mil doce, que fue modificada por
la Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en la ejecuto-
ria dictada el cinco de diciembre de dos mil doce, en el amparo en revisión
581/2012 (derivado de la facultad de atracción 202/2012).
Hasta aquí podría pensarse que el reconocimiento del derecho aludido de-
riva exclusivamente de un análisis de corte jurídico, respecto de los derechos
humanos de igualdad y no discriminación previstos en el artículo 1º constitu-

1
Secretaria del Tribunal Colegiado en Materias Civil y Administrativa del Décimo Tercer Circuito, con
residencia en Oaxaca de Juárez, Oaxaca; ensayo presentado en la Maestría en Derechos Humanos y
Democracia, de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) en México.
 H. Tribunal Superior de Justicia del Estado de Oaxaca
cional; sin embargo, no es así, pues
en la decisión tomada por el juez Fe-
deral y la Primera Sala de la Corte,
influyeron también otros factores.
En efecto, sin demérito de la in-
valuable aportación de la Primera
Sala de nuestro Máximo Tribunal
26 Constitucional, con esta resolu-
ción sin precedentes en el orden
jurídico tanto nacional como en el
de Oaxaca (pues es la primera vez
que por la vía jurisdiccional se or-
dena celebrar el matrimonio entre
personas del mismo sexo, en una
entidad Federativa cuya legislación
establece la procedencia de ese
contrato sólo entre un hombre y
una mujer), es importante destacar
el papel fundamental de los estu-
dios sociológicos en el tema de los
derechos humanos, y en concreto,
de los homosexuales.
Y es que en este transitar de la
comunidad homosexual, desde el
“armario” al reconocimiento y ejer-
cicio de sus derechos, han influi-
do varios componentes de corte
socio-cultural, que finalmente han
nutrido tanto las reformas legislati-
vas como las decisiones jurisdiccio-
nales, tal como sucedió en el caso
Martínez Hernández –Ordoñez Nar-
váez (aunque en este último, no se
manifestara de forma expresa en
las sentencias dictadas tanto en
primera como en segunda instan-
cia). Uno de ellos, y a mi modo de
ver las cosas, es la globalización.
Como acertadamente apunta
Mauricio I. del Toro, el escenario
internacional de nuestro siglo, está
marcado por la agudización de di-
ferentes procesos culturales que
por lo general se enmarcan dentro
del contexto de la globalización
(Del Toro, 2005).
La globalización, como fenóme-
no complejo, ha sido estudiado
desde varios enfoques: económico,
social, político y cultural. La globa-
lización, es un término polisémico,
pluridimensional y ambivalente.
Boaventura de Sousa Santos, al
referirse a este fenómeno, parte
del supuesto de que lo que usual-
mente se denomina globalización,
se compone de conjuntos de re-
laciones sociales, y en la medida
en que éstas cambian, también lo
hace la globalización; de ahí que
el mencionado autor sostiene que
no hay una entidad única llamada
globalización, por lo que el término
debería usarse solamente en plural
(Santos, 1998).
Los diferentes procesos de glo-
balización traen aparejados ten-
siones y contradicciones, prove-
nientes de las formas de poder y
la desigualdad en la distribución
de éste último. En el campo de
las prácticas sociales y culturales
transnacionales, los intercambios
desiguales recaen sobre recursos
no mercantiles, cuya transnaciona-
lidad se funda en la diferencia local,
tales como etnias, identidades, cul-
turas, tradiciones, sentimientos de
pertenencia, imaginarios, rituales,
etc.. (Santos, 2003).
Dentro de los grupos sociales in-
volucrados en estos intercambios
desiguales, se encuentra la comu-
nidad homosexual, cuya lucha se
ha desarrollado en torno al reco-
nocimiento de la apropiación o de
la valoración de recursos no mer-
cantiles, como son sus derechos
humanos; es decir, alrededor de la
igualdad en la diferencia.
Jordi Petit refiere tres generacio-
nes en el movimiento de liberación
homosexual; la primera generación
surgió hacia 1869, con el Comité
Científico y Humanitario alemán,
fundado por Magnus Hirsfeld, que
nació contra el intento de exten-
der la condena de la homosexua-
 JUS SEMPER LOQUITUR
lidad del Código Penal prusiano al
alemán. Dicho Comité consiguió el
apoyo de la social democracia y de
intelectuales, así como la creación
de un instituto de estudios, y hacia
1920, llegó a los treinta mil socios.
Fundó la Liga Mundial para la Re-
forma Sexual que aglutinó ciento
treinta mil socios de varios paí-
ses, quienes ideológicamente son
“uranistas”, consideran la homo-
sexualidad como un “tercer sexo”
o “sexo intermedio”. Esta genera-
ción es destruida por el nazismo
en Occidente y por el stalinismo
en el Este. La segunda generación
nace después de la Segunda Gue-
rra Mundial en el centro y norte de
Europa, también en Gran Bretaña.
Son grupos pequeños, tímidos, con
poca trascendencia social y tan
sólo se plantean reformar las leyes
anti-homosexuales. Finalmente, la
tercera generación surge de los en-
frentamientos gays-policía en Nue-
va York en 1969, está influida por el
mayo del 68 y los movimientos es-
tudiantiles de la época en Estados
Unidos. Se diferencia de la anterior,
en que pretende transformar la so-
ciedad radicalmente (Petit, 2003).
En opinión de Petit, a partir de
la crítica al concepto de “identidad
homosexual”, se pueden establecer
tres tendencias actuales en esta ter-
cera generación: la primera, a cargo
de quienes refuerzan tal “identidad”
reformista (sólo quieren ganar mí-
nimos derechos); la segunda, en-
cabezada por los radicales (enfren-
tan homos y hetereos); y la tercera,
conformada por los revoluciona-
rios, quienes pretenden cambiar la
sociedad en alianza a otros movi-
mientos y liberar toda la sexualidad.
Desde la visión que aportan los
estudios sociológicos es factible
comprender la forma en que lo gru-
pos de homosexuales transitaron,
en primer término, de la invisibi-
lidad a la visibilidad privada y de
ésta, a la visibilidad pública, y a la
postre, al reconocimiento y respeto
de sus derechos.
Especialistas europeos y norte-
americanos en movimientos socia-
les, como Doug Mac Adam, John D.
Mac Carthy y Mayer N. Zald, desta-
caron que la modernidad política
27
emancipó a los individuos de los
sistemas de control holistas de ori-
gen religioso, poniendo en la punta
del iceberg la idea de autonomía y
libertad individual, con base en la
construcción del sujeto de derecho
erigido en ciudadano. La tradición
liberal, que emanó de las revolu-
ciones políticas burguesas, abrió
la puerta a todas las visiones de la
vida buena, reconociendo el valor
de su pluralidad y favoreciendo el
distanciamiento del individuo res-
pecto a las representaciones mís-
ticas, religiosas o teocráticas del
mundo vivido. Estos especialistas
plantean que la Razón, que está
por encima y contra los prejuicios y
las supersticiones, se convierte en
el ser esencial del espacio público.
Asimismo, se da por sentado que
aquellos comportamientos, acti-
tudes y formas de pensar que no
respondan a los preceptos de esa
misma Razón, son excluidos de la
comunidad política.
Con base en las líneas diviso-
rias establecidas entre la razón y
la pasión (sinrazón), entre cultura
y naturaleza, se crean y consolidan
paralelamente las fronteras entre lo
público y lo privado. Los estudios
sociológicos a los que se hace refe-
rencia, ponen de relieve que si bien,
la esfera privada exalta en principio
un marcado lado liberador, puesto
que su función estriba en impedir
que el grupo o la comunidad pue-
dan interferir en los proyectos de
 H. Tribunal Superior de Justicia del Estado de Oaxaca
vida de los individuos, esa esfera
posee históricamente dos caras: si
por un lado asegura la protección
de los ciudadanos frente a los me-
canismos de control holistas, por el
otro parcializa e incluso limita el ac-
ceso de éstos al propio espacio pú-
28
blico. Entonces, la nota dominante
de la modernidad política concibe
y categoriza la esfera privada como
el espacio privilegiado de las pasio-
nes contrarias a los intereses de la
comunidad política cuya dinámica
se apoya en decisiones racionales.
Por otra parte, lo privado ya no sólo
es considerado como el espacio de
lo pasional, es decir, de lo no polí-
tico y por lo tanto, de la sinrazón
y de lo no legítimo, sino también
como el espacio de lo vergonzoso,
de lo “no decible”, y el sexo formará
parte de este orden de lo indecible
(Mac Adam, 1999).
Esto es, la esfera privada cons-
tituye el elemento creador y re-
productor de los tabús y en con-
secuencia, el espacio en el que se
articulan los mecanismos de con-
trol sobre la sexualidad y el cuerpo.
De esa frontera entre lo público y lo
privado emanarán todas las dicoto-
mías y los binomios sobre los que
se alzará la experiencia histórica
de la modernidad: hombre/mujer,
masculinidad/feminidad, viril/afe-
minado, heterosexual/homosexual,
normalidad/anormalidad, social/
asocial, correcto/incorrecto, bue-
no/malo. Por lo tanto, la dicotomía
a partir de la cual se construirán
los mecanismos de inclusión y de
exclusión de los individuos en la
comunidad política y la sociedad
civil. Es decir, la construcción del
“armario” al que se refiere Kosofsky
Sedgwick (1998).
Begoña Pérez Sancho, en una
línea crítica hacia las tendencias
de opinión que frivolizan las cues-
tiones alrededor de la “visibilidad”
y los procesos de confesión, ha
subrayado la función social del se-
creto. Esta autora destaca, que el
secreto es el producto de un con-
texto histórico y sobre todo de un
ambiente cultural dominado por
los tabús, los prejuicios y los me-
canismos de poder que determinan
aquello a lo que se debe dar cabida
en el espacio público y social. La
homosexualidad ha sido en sentido
inherente a esa misma lógica del se-
creto. Al estar éste moralmente vin-
culado a la vergüenza y la culpabi-
lidad, se fue generando un proceso
de retroalimentación de la propia
dinámica homófoba. En las familias
el secreto crea una atmósfera de
seguridad provisional, pero cuando
finalmente caduca su utilidad, tira-
nizan lo que originariamente habían
protegido. La invisibilidad se suele
volver más aguda cuando en el pro-
pio contexto familiar impera una
“cultura del secreto”, sobre todo al-
rededor de comportamientos fuera
de norma y reprobados por la so-
ciedad (Pérez Sancho, 2005).
Tal como apunta Doug Mac
Adam, el “armario” es el último
rincón de lo privado y el lugar por
excelencia donde se encierra lo “no
decible” y por lo tanto “lo ilegítimo”
a ojos de la comunidad política y del
espacio público. Y es precisamente
en función de lo “no decible” que
las instituciones van a contribuir a
la construcción de lo “sí decible”,
por lo tanto, a la constitución de la
realidad social.
Y es en este aspecto, donde co-
bró especial notoriedad e impor-
tancia el papel de las ciencias so-
ciales, en especial de la Sociología,
sobre la que recayó el delimitar las
fronteras entre lo social y lo aso-
cial; y desde esta perspectiva, el
“concepto de lo social”, más que
 JUS SEMPER LOQUITUR
una categoría epistemológica, ha
sido sobre todo una categoría po-
lítica que determinó las formas de
interacción entre los individuos
y las relaciones jerárquicas entre
ellos, al amparo de un Estado y de
un sistema institucional, a quienes
correspondió racionalizar, legislar y
legitimar dichas relaciones a través
del derecho y de la norma.
En esta construcción social de
“lo decible”, es donde se ubica la
primera tensión entre los estudios
sociológicos y los jurídicos, ya que
en el proceso de externalización,
esto es, de transmitir una serie de
preceptos normativos y de repre-
sentaciones simbólicas que sancio-
nan como buenas ciertas formas de
vida y de interacción entre los indi-
viduos, se estableció como “buena”
para la vida colectiva, a la familia
basada en la unión heterosexual.
Esto es, los mecanismos de exter-
nalización dieron por legítimas y
deseables las relaciones entre hom-
bre y mujer y las relaciones hetero-
sexuales como las únicas válidas,
reprobando en cambio los contra-
tos entre personas del mismo sexo.
Es decir, los sistemas norma-
tivos (jurídicos) y los valores cul-
turales “externalizados” hacia los
individuos (masculinos y patriarca-
les), delimitan las reglas sobre las
condiciones de la vida social y su
cohesión, niegan la realidad e invi-
sibilizan a otros actores con prefe-
rencias sexuales distintas. La norma
jurídica en ese sentido, se erige, en
palabras de Josetxo Beriain, como
la unificación de una diversidad, la
reabsorción de una diferencia.
Sin embargo, gracias al proceso
de globalización, la visibilidad de
los homosexuales así como el reco-
nocimiento de sus derechos, como
resultado de la lucha constante que
ese grupo ha librado por más de un
siglo, ha trascendido del ámbito lo-
cal en el que dichos movimientos
se gestaron –principalmente en Es-
tados Unidos y Europa– al transna-
cional, hasta llegar a Latinoamérica
y en concreto, a México; destacan-
do, que uno de los factores que
29
privilegió la acción transformadora
en pro del reconocimiento de los
derechos de los homosexuales, fue
el inicio del movimiento de lucha
contra el Sida en los años setenta,
que coincide con la tendencia en
el mundo anglosajón, en el inte-
rés de las ciencias sociales por los
derechos humanos (Ansolabehe-
re, 2012) , pues el mérito de dicho
movimiento consistió en convertir
la pandemia en un factor de recon-
sideración colectiva respecto de la
homosexualidad y sus actores.
A través de la experiencia de los
gays, lesbianas y transexuales, se
mutó de la autopercepción indivi-
dual de dichos actores, al uso de
la primera persona del plural, refi-
riéndose así a la homosexualidad,
desde una conciencia moderna y
radical de la opresión sufrida por
los individuos de su misma condi-
ción. Como señala Vélez-Pelligrini,
refiriéndose a la teoría de Michel
Wieviorka, los homosexuales con-
siguieron convertirse en sujetos
de reconocimiento y de derechos,
a través de la superación de la ver-
güenza que les produjo su propio
sufrimiento individual y colectivo
(Vélez Pelligrini, 2008).
Es así que gracias a este proceso
globalizante, hoy por hoy, la comu-
nidad homosexual en México ha ga-
nado terreno en el reconocimiento
y respeto de sus derechos huma-
nos, mediante importantes refor-
mas constitucionales (artículo 1º de
la Constitución Federal, en cuanto
prohíbe la discriminación por prefe-
rencia sexual) y legales (artículo 146
 H. Tribunal Superior de Justicia del Estado de Oaxaca
del Código Civil del Distrito Federal,
que permite contraer matrimonio a
las parejas del mismo sexo), entre
otras; así como mediante resolucio-
nes jurisdiccionales de gran enverga-
dura, como la emitida el dieciséis de
agosto de dos mil diez, por el Pleno
30
de la Suprema Corte de Justicia de la
Nación, en la acción de inconstitu-
cionalidad 2/2010, que reconoció la
validez de los artículos 146 y 391 del
Código Civil para el Distrito Federal
(el último precepto en cuanto per-
mite que parejas homo-parentales
adopten); como la dictada el seis de
marzo de dos mil trece, por la Pri-
mera Sala de nuestro Máximo Tribu-
nal, en el amparo directo en revisión
2806/2012, que en lo sustancial de-
terminó que los términos “marico-
nes” y “puñal” - empleados en una
nota periodística – conformaron un
discurso homófobo y por ende dis-
criminatorio, que no se encuentra
protegido por la Constitución Fede-
ral al exceder los límites previstos
para la libertad de expresión.
Y la sentencia del juez Segundo
de Distrito en el Estado de Oaxaca,
dictada el nueve de abril de dos mil
doce, en el juicio de amparo indi-
recto 1143/2011, modificada por la
Primera Sala de la Suprema Corte
de Justicia de la Nación, en la eje-
cutoria dictada el cinco de diciem-
bre de dos mil doce, en el amparo
en revisión 581/2012 (derivado de
la facultad de atracción 202/2012),
que constituye un caso paradigmá-
tico en el orden jurídico nacional
y evidentemente en el Estado de
Oaxaca, ya que por primera ocasión
se ordena celebrar el matrimonio
de una pareja homosexual, en una
entidad Federativa cuya legislación
no lo permite.
Finalmente, cabe destacar, que
la resolución dictada en el amparo
en revisión 581/2012, además del
ya anotado, tiene un mérito extra:
enfatiza que el derecho a casarse
no sólo comporta el derecho a te-
ner acceso a los beneficios expresi-
vos asociados al matrimonio, sino
también el derecho a los beneficios
materiales que adscriben a la ins-
titución, como son los fiscales, de
solidaridad, por causa de muerte de
uno de los cónyuges, de propiedad,
en la toma subrogada de decisio-
nes médicas y migratorios (para los
cónyuges extranjeros); esto es, la
Primera Sala de la Suprema Corte
de Justicia de la Nación, da un efec-
to expansivo al matrimonio, pues
lo ubica como un “derecho a otros
derechos”, en pro de la calidad de
vida de las parejas homosexuales.
 JUS SEMPER LOQUITUR
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Bogotá, 1998, pp. 345-367 (capítulo 10:
“Hacia una concepción multicultural de
los derechos humanos”)
Vélez-Pelligrini, Laurentino; Guasch, Ós-
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cia: gays, lesbianas y transexuales ante el debate
identitario. Editorial Montesinos, 2008.
 Sobre la Democracia
primera parte
Clemente Valdés Sánchez.1

SUMARIO: I. Introducción. II. ¿Qúe es y qué no es la democracia?. III. Las

trampas de la representación política para impedir la democracia. IV. La ex-
traña historia de la democracia moderna.

i. introducción

L
a “democracia”, en la actualidad, es, sin duda, la palabra más usada por
los hombres y mujeres que dominan a las poblaciones en casi todos
los países del mundo. Pero, curiosamente, si por democracia entende-
mos la participación activa de la población en el gobierno, debemos recono-
cer que al día de hoy, no existe el menor vestigio de democracia en la mayor
parte de las grandes organizaciones políticas.
Con la palabra democracia se dan algunas de las paradojas más notables
en la vida política de los distintos países, en sus documentos principales y
en los procesos de enajenación de las masas para someterlas al dominio de
los individuos y los pequeños grupos que viven y se enriquecen de la explo-
tación de la mayoría de los habitantes.
Por una parte, en la historia, después de las menciones que se hacen de
ella en algunos de los textos de los grandes autores en la Grecia antigua, y de
las confusiones, las incongruencias y de la descalificación que se hace en aque-

1
Profesor de Derecho Constitucional, trabajó al lado de Mario Cappeletti y del profesor J. A. Jolowics de
la Universidad de Cambridge; desde 2006 es Presidente de la Asociación Internacional de Estudios sobre
el Funcionamiento de la Justicia.
 H. Tribunal Superior de Justicia del Estado de Oaxaca
34
lla época de la democracia como una
buena forma de gobierno, la palabra
casi no aparece en escritos o textos
en los siguientes dos mil años.
Las menciones a la democracia,
después de aquellas viejas reflexio-
nes y hasta antes del siglo XIX, son
muy raras. John Locke, que tanta
influencia tuvo después en la inde-
pendencia y en las primeras consti-
tuciones de los nuevos estados for-
mados sobre las colonias inglesas
en Norteamérica, usaba la palabra
sólo en unas cuantas frases de sus
“Dos Tratados de Gobierno”. En el
Primero, señalaba que la democra-
cia no es fuente de autoridad2 y en
el Segundo simplemente mencio-
naba a la democracia entre las for-
mas posibles de gobierno, sin nin-
gún comentario sobre ella.3
Al contrario de lo que creen mu-
chas personas ilustradas, la demo-
cracia no era el propósito de las
grandes revoluciones en las colo-
nias inglesas de Norteamérica y en
Francia a finales del siglo XVIII. La
palabra “democracia” ni siquiera
se menciona en las constituciones
y las leyes de esos tiempos y, cu-
riosamente, uno de los objetivos
de los hombres de los primeros go-
biernos revolucionarios –excepto,
tal vez, los que hicieron la Consti-
tución francesa de 1793 (que nunca
llegó a ponerse en vigor)– era preci-
samente impedir la democracia.
En las constituciones de todos
los nuevos estados en Norteaméri-
ca se establecían medidas para evi-
tar la participación del pueblo en
las cuestiones públicas: la primera
era la limitación del voto, ya que
sólo podían votar los hombres de
las clases adineradas, y la segunda
eran las disposiciones por las cua-
les sólo podían ser representan-
tes, senadores y gobernadores, los
hombres blancos más ricos de cada
uno de los nuevos Estados. Los es-
critos y los discursos de algunos de
los llamados “padres fundadores”
contra la democracia, especialmen-
te los de Madison y los de Hamil-
ton, son muy claros al respecto.4
En Francia sucede algo parecido;
la democracia, como gobierno del
pueblo, era una cosa que nadie su-
2
John Locke, Two Treatises of
Government, Book I, Chapter
VI, Section 72, London
(1698)
3
“The Majority having, as
has been shew’d, upon
Mens first uniting into
Society, the whole power of
the Community, naturally in
them, may imploy all that
power in making Laws for
the Community from time to
time, and Executing those
Laws by Officers of their
own appointing; and then
the Form of the Government
is a perfect Democracy. Or
else may put the power of
making Laws into the hands
of a few select Men, and
their Heirs or Successors;
and then it is an Oligarchy.
Or else into the hands of
one Man, and then it is a
Monarchy”. John Locke, The
Second Treatise of Government,
Chap. X. número 132 (se
transcribe con la ortografía
en inglés del original).
4
James Madison, The Fede-
ralist, Number 10: “The two
great points of difference
between a democracy and a
republic are: first, the dele-
gation of the government, in
the latter, to a small number
of citizens elected by the
rest; secondly, the greater
number of citizens, and
greater sphere of country,
over which the latter may
be extended. Under such
a regulation, it may well
happen that the public
voice pronounced by the
representatives of the peo-
ple, will be more consonant
to the public good than if
pronounced by the people
themselves, convened for
the purpose.”
Alexander Hamilton: “All
communities divide them-
selves into the few an the
many. The first are the rich
and well born, the other the
mass of the people. The
people are turbulent and
changing; they seldom judge
or determine right. Give,
therefore, to the first class
a distinct, permanent share
in the government. Nothing
but a permanent body can
check the imprudence of de-

mocracy. Their turbulent and
uncontrollable disposition
requires checks.” Jonathan
Elliot, Elliot’s Debates, first
published between 1827 and
1830 as a five-volume co-
llection entitled The Debates
in the Several State Conventions
on the Adoption of the Federal
Constitution, Vol. I, p. 422
5
Jean-Jacques Rousseau,
Du contrat social, Livre III,
Chapitre IV, De la démo-
cratie: “Il est contre l’ordre
naturel que le grand nombre
gouverne et que le petit soit
gouverné”.
6
Jeremy Bentham, An Introduc-
tion to the Principles of Morals
and Legislation, ch. 13, sect.
9; en Ogden (ed): The Theory
of Legislation, p. 81
7
C. B. Macpherson, The Life
and Times of Liberal Democra-
cy, Oxford University Press
(1980) p. 35
8
Bentham, Constitutional Code:
“”with the single excep-
tion of an aptly organized
democracy, the ruling and
influential few are enemies
of the subject many: …and
by the very nature of man…
perpetual and unchangea-
ble enemies.” in Works,
ed.Bowring, p. 143
JUS SEMPER LOQUITUR
gería después de que Rousseau en
1762 escribiese: “Es contra el orden
natural que el mayor número gobierne y
los menos sean gobernados”.5 Lo cual era
una aseveración claramente contra-
dictoria con sus ideas principales
y más bien parece la expresión de
alguien que no tenía una noción cla-
ra de lo que significaba, pues en su
sentido más coherente, se trata de
la participación de los sectores más
numerosos de la población en el go-
bierno de todos.
Entre las primeras referencias a lo
que en Inglaterra se entendía y aún
se entiende por democracia, que es
algo bastante diferente de lo que
significa en otros países, están las
sugerencias que Jeremy Bentham
hacía entre 1791 y 1802, en donde
proponía que se ampliara el dere-
cho al sufragio, pero excluyendo a
quienes no hubieran ido a la escue-
la, a los pobres, a los dependientes
y –obviamente en aquella época– a
las mujeres.6 Para el año de 1820,
Bentham, pensaba que la única ma-
nera de evitar que el gobierno des-
pojara al resto de la población era
que los gobernantes fueran renova-
bles frecuentemente por la mayoría
del pueblo.7 La razón para buscar
la participación de la mayoría de
la población, decía, era protegerse
de los pocos hombres que tienen
el dominio sobre todos los demás:
“Con la única excepción de una participa-
ción democrática capaz, decía, los pocos e
influyentes que mandan, son enemigos de
sus muchos súbditos: …y por la misma
naturaleza del hombre…son sus eternos y
constantes enemigos”.8
Unos años después, en los Es-
tados Unidos, bajo el gobierno del
presidente Jackson, la palabra de-
mocracia se convierte en algo muy
parecido a las medidas del gobier-
no que puedan beneficiar al pueblo
y, poco más tarde, gracias a la obra
de Alexis de Tocqueville titulada De
la Démocratie en Amérique, la palabra se
empieza a deshacer de sus connota-
ciones negativas y toma el camino
de algo respetable. Y aquí se produ-
ce algo curioso en el pensamiento
de los hombres de los gobiernos de
los Estados Unidos: si Tocqueville,
un francés, miembro de una familia
de la nobleza, hacía elogios de la
35
democracia en los Estados Unidos,
la democracia debía tener algo bue-
no y los gobiernos norteamericanos
debían vestirse con ella, aún cuando
en los estados cuatro quintas partes
de los hombres blancos no tuvieran
participación alguna ni siquiera en
las votaciones para elegir a los miem-
bros de la oligarquía que estaban a
cargo de sus gobiernos, y aún cuan-
do en el gobierno federal no hubiera
participación alguna de la población
y la mayoría de los habitantes negros
permanecieran en la esclavitud.
A partir de que se publica el pri-
mer volumen de la obra de Tocque-
ville, en 1835, la palabra democra-
cia comienza a adquirir prestigio
también en los círculos ilustrados
en Francia y, poco después, se em-
pieza a discutir en Inglaterra el tema
del libro y las implicaciones de la
democracia. En su Autobiografía,
John Stuart Mill hace un relato de
sus impresiones cuando conoció el
libro de Tocqueville:
“La obra de Tocqueville De la
Démocratie en Amérique …
cayó en mis manos a poco de
haber sido publicada por pri-
mera vez. En ese libro nota-
ble, las excelencias de la De-
mocracia estaban señaladas
del modo más concluyente,
por ser un modo más especí-
fico que cualquier otro que yo
había conocido, incluso en los
demócratas más entusiastas.
 H. Tribunal Superior de Justicia del Estado de Oaxaca
Y, al mismo tiempo, los peli-
gros específicos que acechan
a la Democracia como gobier-
no de la mayoría numérica,
eran expuestos con igual fuer-
za y sometidos a un análisis
magistral, no como razones
36
para oponerse a lo que el au-
tor consideraba como inevi-
table resultado del progreso
humano, sino como llamados
de atención sobre los puntos
débiles del gobierno popular,
defensas que son necesarias
para protegerlo, y correctivos
que deben añadírsele a fin de
que, al tiempo que se da libre
juego a sus tendencias bene-
ficiosas, puedan neutralizar-
se o mitigarse las que son de
naturaleza diferente …De en-
tonces en adelante, mis pro-
pios pensamientos discurrie-
ron más y más en esa misma
dirección”.9
Años más tarde, las constituciones de
algunos lugares, empiezan a presen-
tarse como democráticas o a decla-
rar que los gobiernos de los países a
los que corresponden son democrá-
ticos. En el punto II del Preámbulo
de la Constitución francesa de 1848
se menciona por primera vez a la de-
mocracia en un texto constitucional
en Francia. En 1857, en el artículo 40
de la Constitución mexicana, se dice,
entre otras cosas, que México es una
república democrática. A lo largo del
siglo XIX y del siglo XX, primero de
manera ocasional y después como
una práctica casi general, los textos
constitucionales de casi todos los
países en el mundo presentan a sus
gobiernos como democráticos, aun
cuando no exista participación alguna
de la población en la aprobación de la
Constitución, ni en la aprobación de
las leyes, ni en el gobierno.
Esa es la otra paradoja asombro-
sa de “la democracia”; la utilización
cada vez más extendida que hacen
de esa palabra los gobernantes
de casi todos los países del mun-
do actual para vestir con ella a sus
gobiernos tiránicos o explotado-
res. Se trata, por una parte, de la
inclusión de la palabra democracia
en las Constituciones y de la distor-
sión de su significado, para referir-
se, de la manera más vaga y enga-
ñosa a cualquier cosa que se dice
es buena para la población, y, por
otra, en la gran mentira que consis-
te en presentar como “democracia”
a los procesos electorales en los
que se eligen –muchas veces den-
tro de esquemas predeterminados
por asociaciones de bribones agru-
pados en partidos políticos– a los
miembros de la oligarquía que van
a someterlos y a robarlos.
En el fondo, el panorama que
nos presenta la democracia es el 9
John Stuart Mill, Autobiogra-
fía, (188)
mismo que nos presenta el Dere-
cho. Ambos dependen del poder
real. Las constituciones y las leyes,
las formas de gobierno, las organi-
zaciones políticas, los departamen-
tos y las dependencias públicas,
las reglas sobre quién es ciudada-
no y quién no lo es, así como el re-
conocimiento de ciertos derechos
y libertades a todos los habitantes
o solamente a algunos de ellos; las
reglas electorales y todas las reglas
que aparecen en la Constitución,
en las leyes y en los códigos, a las
que llamamos “el Derecho”, las ha-
cen, en todos los lugares del mun-
do, aquellos que tienen el poder,
que son, en casi todos los países,
los mismos que tienen el dinero.
Contra la idea falsa que ofrecen
las élites que concentran el poder
económico y las que controlan el
poder militar, quienes dicen que
la Constitución y el Derecho son

10
Rudolf von Jhering, El Fin
en el Derecho (Der Zweck im
Recht), Capítulo I, Intro-
ducción. El libro de Jhering
también a sido conocido
en Español con el título “La
Lucha por el Derecho” en la
traducción de Adolfo Posada
que se publicó en Madrid
en 1921.
11
J. J. Rousseau, Du contrat
social, Livre III, Chapitre IV
titulado De la démocratie:
“À prendre le term dans la
rigueur de l’acception, il n’a
jamais existé de véritable dé-
mocratie, et il n’ en existera
jamais”.
12
G. Jellinek, Teoría General del
Estado, tomado de la versión
en español de Allgemeine
Staatslehre, Capítulo Veinte,
Las formas del Estado,
inciso III titulado “La repú-
blica”. Compañía Editorial
Continental, S. A. México,
segunda edición (1958) p.
586.
13
Maurice Hauriou, Principios
de Derecho Público y Constitu-
cional, Madrid, 1927, Libro
I, Capítulo III, Sección III, el
régimen representativo, p.
222. La edición española de
esta obra dice (p. 4) estar to-
mada de dos obras diferen-
tes de Hauriou, una de 1923,
Précis de Droit constitutionnel y
otra de 1925, Précis élémentai-
re de Droit constitutionnel.
JUS SEMPER LOQUITUR
un conjunto de reglas que provie-
nen del buen juicio, de la equidad
y de la razón, la verdad es que las
reglas, como decía atinadamente
Jhering, no nacen como las yerbas
en el campo10 y se fabrican para
servir a los intereses de quienes las
hacen. No existen reglas neutras en
el Derecho, todas obedecen a los
intereses de quienes tienen el po-
der para imponerlas.
Así, en los países que están domi-
nados por pequeños grupos privile-
giados: banqueros, grandes industria-
les, grandes comerciantes locales y
trasnacionales, dueños de los medios
de comunicación y los hombres de
los gobiernos, que están a su servicio
y que en muchos lugares son los mis-
mos dueños del poder económico,
las reglas de gobierno y las reglas del
II.
¿QUÉ ES Y QUÉ NO ES LA DEMOCRACIA?
En su significado teórico original,
la democracia es la forma de go-
bierno en la cual las decisiones
sobre los asuntos públicos más
importantes, se toman por los ciu-
dadanos de la comunidad.
Con ese significado, la democra-
cia sería un sistema en que los in-
dividuos adultos de una comunidad
establecen o aprueban las reglas
básicas de la organización política
y las reglas principales del Derecho
y toman además las decisiones más
importantes del gobierno o contro-
lan los actos de sus representantes
y sus otros empleados en la admi-
nistración pública.
En su famoso libro Du contrat so-
cial, por lo demás lleno de contradic-
ciones, Rousseau refiriéndose a ese
significado, decía: “Tomando la palabra
en su rigurosa acepción, no ha existido ni
existirá jamás verdadera democracia”.11
Por su parte Jellinek, el famoso pro-
Derecho son las que convienen a los
intereses de esos grupos.
Así también, en los pocos países
en los que no existe un dominio
abrumador de los grupos militares
o empresariales, en donde las dife-
rencias económicas entre la pobla-
37
ción no son enormes y los habitan-
tes tienen conocimiento suficiente
de los problemas, de las conse-
cuencias de las distintas alternati-
vas para tratar de solucionarlos y
participan activamente en las cues-
tiones que conciernen a todos, el
poder social de la mayoría de la po-
blación se impone sobre cualquiera
de las élites económicas y por con-
secuencia las reglas de la organiza-
ción política y del Derecho serán en
gran parte las que mejor sirvan a los
intereses de esa mayoría.
fesor de la Universidad de Heide-
lberg, señalaba en 1911 que “Una
democracia, en el pleno sentido de la pala-
bra, no existe hoy”.12 En 1926, Maurice
Hauriou, profesor de la Universidad
de Toulouse, decía: “No ha existido ja-
más un Estado democrático donde todas las
medidas gubernamentales se decidiesen por
la Asamblea plenaria del pueblo”.13
El mundo de hoy nos ofrece una
situación diferente de todas las
épocas anteriores: Por una parte,
en la mayoría de los países, no exis-
te participación alguna de la pobla-
ción ni en la elaboración, ni en la
aprobación de las constituciones y
las leyes que fabrican a su antojo
los gobernantes y los llamados re-
presentantes, ni existe, tampoco,
ninguna participación de los ciuda-
danos en las decisiones de sus go-
biernos y, a lo más a lo que llegan
muchos sistemas que se presentan
falsamente como democráticos, es
 H. Tribunal Superior de Justicia del Estado de Oaxaca
a la posibilidad de elegir a una oli-
garquía formada por unos cuantos
gobernantes y por supuestos repre-
sentantes, los cuales, de acuerdo
con las constituciones hechas por
éstos y por sus antecesores, se re-
parten el poder de la población, se
38
convierten personalmente en los
Poderes, y se dedican a someter y a
robar a sus pueblos. Por otra par-
te, existen algunos países (muy po-
cos), en los cuales, los ciudadanos
además de elegir a sus empleados
principales (gobernantes) y a sus
representantes, tienen el poder de
aprobar o rechazar cualquier mo-
dificación o adición que se haga al
texto de la Constitución, y pueden,
también, proponer y llevar a cabo
votaciones para derogar las leyes o
modificarlas. Existen también unos
cuantos países en los que los ciuda-
danos pueden destituir a sus repre-
sentantes y a los otros empleados
electos por ellos. Pero naturalmen-
te no existe país alguno en el que
todas las decisiones y las medidas
de gobierno se tomen por decisión
de los ciudadanos.
El primer problema al hablar de
democracia es que la palabra se usa
en la vida diaria con una multitud
de significados, algunos de los cua-
les poco o nada tienen que ver con
la participación real de los ciudada-
nos en las leyes y en los gobiernos.
Para algunos, es algo muy pare-
cido a la igualdad y, con frecuencia,
la utilizan para referirse a la igual-
dad ante la ley, la cual, general-
mente, es la igualdad de los súbdi-
tos frente a las leyes que hacen los
individuos de los pequeños grupos
que gobiernan. En Inglaterra, la de-
mocracia es una cosa ambigua que
en ningún caso significa partici-
pación del pueblo en el gobierno,
sino que se refiere, o bien, al con-
sentimiento implícito y silencioso
de la población con los actos del
gobierno y con las leyes y las de-
cisiones del Parlamento, o bien,
a la aprobación o desaprobación
de la ciudadanía con los actos del
gobierno y las decisiones del Parla-
mento que se expresa, de manera
poco clara e indirecta, en las elec-
ciones generales. En muchos luga-
res, en el lenguaje diario, la demo-
cracia es equivalente o algo muy
parecido a la totalidad de la pobla-
ción, y, por lo tanto, se habla, por
ejemplo, del acceso democrático a
los servicios de salud (es decir, el
acceso de todos los habitantes a
los servicios de salud). Otros más
utilizan la palabra para significar li-
bertad de acción o de expresión en
un grupo, así, se dice, por ejemplo:
“fue una reunión o un evento al-
tamente democrático … hablaron
todos los que quisieron hacerlo”.
Finalmente, en connotaciones que
nada tienen que ver con el gobier-
no, ni con la participación política,
la palabra democracia se usa para
significar coincidencia o conviven-
cia de personas y grupos de dife-
rentes clases sociales en alguna ac-
tividad o en algún acontecimiento,
así, se dice que el futbol fomenta
“la convivencia democrática”.
En la actualidad, la democracia,
como participación de la ciudadanía
de alguna manera en el gobierno o en
el control sobre el gobierno, se pre-
senta como el ideal de la vida política,
pero parecería que desde los estu-
diosos de la Ciencia política, pasan-
do por los individuos que hacen de la
actividad política un oficio, hasta los
hombres y las mujeres que simple-
mente están sometidos a un número
muy pequeño de individuos que ma-
nejan los gobiernos en el mundo ac-
tual, la palabra significa una multitud
de cosas diferentes, lo cual, tal como
lo señala acertadamente George Wil-

14
George Wilson Pierson,
Tocqueville in America. The
Johns Hopkins University
Press, Baltimore and London
(1996) p. 758. Originally
published as Tocqueville and
Beaumont in America, 1938.
JUS SEMPER LOQUITUR
son Pierson en su investigación sobre
la obra de Tocqueville, hace de “la de-
mocracia un término tan vago y general que
resulta indefendible y conduce a multitud de
contradicciones”.14
------------
Hay dos puntos de referencia de-
terminantes para acotar lo que pue-
de ser un concepto coherente de la
democracia:
El primero, es distinguir claramen-
te que el gobierno por el pueblo es
algo bien diferente de los proce-
sos electorales en los que se elige a
unos cuantos individuos que hacen
la Constitución y las leyes, las modi-
fican cuando y como quieren, hacen
lo que quieren en el gobierno, no tie-
nen obligación de rendir cuentas de
su actuación a los ciudadanos y es-
tos no tienen forma de participar ni
en la aprobación de las reglas ni en
las decisiones del gobierno. Se trata
de los muchos sistemas políticos en
que la participación de los hombres y
las mujeres adultas en las cuestiones
públicas se reduce al derecho de vo-
tar para elegir, entre los distintos gru-
pos que controlan la política del país
y de las regiones, a aquellos que van
a someterlos y explotarlos, sin que la
mayoría de los ciudadanos puedan
exigirles nada ni puedan destituirlos.
El hecho de que esas oligarquías ha-
yan sido electas por los habitantes
adultos de una comunidad, no hace
de ellas gobiernos democráticos.
El segundo es que no puede existir
una organización política numerosa
en la cual todas las decisiones sobre
los asuntos que conciernen a la co-
munidad se tomen por la voluntad
mayoritaria de todos los habitantes
adultos que viven en ella. Es decir,
si por democracia entendemos una
forma de gobierno en la que partici-
pan todos los individuos adultos que
viven en una comunidad, esa partici-
pación nunca puede incluir todas las
reglas, todas las funciones y todas las
decisiones generales que deben to-
marse en el gobierno. En otras pala-
bras, la democracia total no existe, la
democracia es una cuestión de grado
y, por lo tanto, no tiene siquiera sen-
39
tido hablar de democracia como algo
absoluto. “La democracia”, para no
caer en el absurdo, es una participa-
ción y una intervención de los ciuda-
danos en algunas de las funciones del
gobierno de una comunidad, la cual,
en muchas de las organizaciones po-
líticas actuales llamadas Estados, no
existe en forma alguna.
Reconociendo la enorme dificul-
tad para que sean los ciudadanos
los que, de manera directa, aprue-
ben las reglas principales y las ac-
ciones de gobierno más impor-
tantes en una comunidad política
numerosa, podemos decir, de una
manera inicial, que si la democracia
es la participación de la población
en el gobierno, una comunidad tie-
ne un gobierno en alguna medida
democrático cuando en la apro-
bación de las leyes fundamentales
y en las decisiones administrativas
más importantes, participan, de
manera efectiva, en algún grado, la
mayor parte de los adultos que vi-
ven en la comunidad.
Creo que es necesario ampliar
un poco más estos dos puntos para
precisar lo que sería un concepto
de democracia que no sea simple-
mente una abstracción fantasiosa.
1. LA DEMOCRACIA COMO LOS
PROCESOS ELECTORALES PARA
ESCOGER UNA OLIGARQUÍA
Para empezar, es conveniente dejar
algo muy claro: el gobierno de una
comunidad por un individuo o por
un pequeño grupo, no es una forma
de gobierno democrática aunque
 H. Tribunal Superior de Justicia del Estado de Oaxaca
esos individuos hayan sido escogi-
dos por la mayoría de los habitantes
que tienen la edad suficiente para
atribuirles buen juicio. Puede, na-
turalmente, decirse que cuando la
mayoría de la población elige a un
individuo o a unos cuantos indivi-
40
duos para que gobiernen al resto de
los habitantes, eso es una forma de
designación democrática; pero aun-
que la forma de designación sea de-
mocrática, esto, de ninguna manera
significa que el gobierno por unos
cuantos individuos, sin participa-
ción, ni vigilancia o control efectivo
por la población, sea un gobierno
democrático. Sostener lo contrario
y decir que eso es una democracia,
es caer en el absurdo total en el cual
un monarca absoluto electo es una
democracia y una oligarquía electa
sería una democracia.
Vamos a poner un ejemplo: su-
pongamos que en una cierta comu-
nidad las reglas generales de la or-
ganización política y las decisiones
para resolver algunos de los proble-
mas más importantes, así como la
designación y la destitución de los
empleados principales encargados
de los organismos y los servicios
públicos, las toman, por votación
directa, todos los ciudadanos. Esto
es lo que podríamos calificar como
un sistema altamente democrático.
Supongamos ahora que, con
base en esa forma altamente de-
mocrática de gobierno, un día, con
la anticipación necesaria, se pone
a discusión de todos los individuos
adultos que forman la comunidad
una proposición para abandonar
ese sistema y elegir a uno o a va-
rios individuos que se hagan cargo
del gobierno y que sean esos cuan-
tos individuos los que tomen todas
las decisiones que tomaba, hasta
entonces, la mayoría de los ciuda-
danos. Supongamos, además, que,
después de una votación impeca-
blemente limpia y abierta, los ciu-
dadanos resuelven por unanimidad
dejar en manos de un jefe, líder o
dictador, todos los poderes de go-
bierno de la comunidad y todos sus
derechos a participar en las cuestio-
nes públicas (independientemente
de si es posible o no que los ciu-
dadanos entreguen sus derechos
políticos), renunciando a todas las
formas de participación que tenían
anteriormente. Es cierto, sin duda,
que dado que la resolución se tomó
por la votación unánime de todos
los ciudadanos, puede decirse que
esa decisión y la elección del jefe
que se hará cargo del gobierno, fue
una decisión y una elección demo-
crática, pero es evidente que el go-
bierno elegido no será, en forma al-
guna, un gobierno democrático.
El engaño con el que unos cuan-
tos hombres y mujeres en los tiem-
pos modernos se han adueñado del
poder político en muchos países,
reside en que han logrado hacer-
les creer a sus pueblos que la de-
mocracia son las votaciones para
elegir a una persona o a un grupo
de individuos para que éstos go-
biernen y hagan lo que quieran. La
idea central en algunos países es
que eso es una democracia porque
los ciudadanos le han transferido
su poder original a los individuos
escogidos por ellos; en otros, el
argumento central es que aunque
sean unos cuantos los que gobier-
nan, el gobierno es democrático
porque quienes gobiernan lo hacen
por un mandato irreversible de los
ciudadanos y sin que éstos puedan
exigirles el cumplimiento de sus de-
beres, por lo cual se dice, como se
hace en los cuentos de hadas, que
“es la población la que gobierna a
través de esos representantes”, lo
cual puede ser una metáfora, una
 JUS SEMPER LOQUITUR
linda frase o una buena expresión
de mercadotecnia, pero de ninguna
manera algo que tenga que ver con
una participación realmente demo-
crática en el gobierno.
A partir de ese engaño, los pro-
fesionales de la política, agrupados
en partidos formados algunas veces
por criminales y ladrones, dedican
todos sus esfuerzos y una gran par-
te del dinero público a hacerse pro-
paganda para llegar a las eleccio-
nes y apropiarse del poder diciendo
que los procesos electorales son la
democracia misma. Desgraciada-
mente los hombres y las mujeres
de nuestro tiempo que escuchan
desde la infancia que la democra-
cia son simplemente las elecciones
para que alguno de los grupos de la
oligarquía los gobierne, como suce-
de en otros muchos campos, aca-
ban por creer lo que les enseñan y
se dedican a repetirlo.
Una vez que la población de un
país acepta que la elección de un
autócrata o de una oligarquía es
una democracia, cualquier gobier-
no basado en una elección popu-
lar aunque sea el más perverso, el
más despótico o el más corrupto,
puede presentarse como un go-
bierno democrático.
La trampa es muy sencilla. Se
trata simplemente de un cambio
en el uso de las palabras por el cual
el gobierno de un dictador o de un
presidente autócrata con poder to-
tal, siempre que sea aceptado por
el pueblo, es un gobierno demo-
crático, aunque sea el gobierno de
un solo hombre. Así, el gobierno de
Mussolini a partir de las elecciones
de 1924 podría ser considerado,
en esa concepción absurda, como
un gobierno democrático, y tam-
bién sería democrática la dictadura
del General Pinochet en Chile, es-
pecialmente después del referén-
dum de 1980 en el que se aprobó
la Constitución de 1981 en cuyas
disposiciones transitorias la Junta
de Gobierno militar asumió las fun-
ciones legislativas y constituyentes
y el citado General, como presiden-
te y Jefe de Estado, se hizo cargo
41
del gobierno y la administración del
“Estado”. Con esa concepción de la
aprobación popular como caracte-
rística de la democracia, el gobier-
no de Stalin en Rusia, sin duda uno
de los autócratas más notables en
la historia del siglo XX, debería con-
siderarse como un gobierno demo-
crático, y el de Muhamar el Gadafi,
el dictador despótico de crueldad
legendaria que mantuvo en la ti-
ranía a la mayoría de la población
en Libia durante 41 años (aparen-
temente con su consentimiento)
habría sido un gobierno democráti-
co, y también el de Fidel Castro en
Cuba, considerando que contaba
con la aceptación de la población.
Usando la misma distorsión de
las palabras, los gobiernos forma-
dos por los pequeños grupos de
individuos dedicados al negocio de
la política aliados a los grandes em-
presarios y a los líderes más corrup-
tos de las asociaciones de obreros
y campesinos, que forman oligar-
quías de bribones y asesinos y que
se dedican a robar a sus pueblos,
al ser electos en votaciones popu-
lares, son gobiernos democráticos.
Para que el fraude funcione, los
hombres y las mujeres que se han
adueñado y se han repartido los
poderes de la población, estable-
cen, como en cualquier otra oli-
garquía, varios “principios” para
implantar lo que llaman “la repre-
sentación política”. Se trata de ex-
presiones increíbles que muestran
la facilidad con la que se puede en-
gañar a los pueblos: la prohibición del
mandato imperativo, que en palabras
 H. Tribunal Superior de Justicia del Estado de Oaxaca
sencillas quiere decir que los llama-
dos representantes no están obli-
gados ni a expresar la voluntad de
los votantes ni a actuar de acuerdo
con los intereses de sus electores;
la idea peregrina de que los represen-
tantes no representan a sus electores sino
a una nación indefinida, de la cual se
42 desprende que ni los habitantes ni
los ciudadanos pueden exigir acla-
raciones a esos representantes, ni
éstos tienen obligación alguna de
rendir cuentas a sus electores sino
en todo caso a esa nación misterio-
sa cuyos representantes son ellos
mismos, y, finalmente, el “princi-
pio” según el cual no existe la revo-
cación del mandato en materia política,
lo cual, en palabras comprensibles
para la gente normal, quiere decir
que una vez que los ciudadanos
escogen a representantes y a go-
bernantes que no los representan
a ellos sino a una “nación” o a un
“Estado” indefinido, los escogidos:
presidentes, gobernadores, sena-
dores, diputados y alcaldes, gozan
durante todo el tiempo que dure su
mandato, del derecho de dominar
y robar a los habitantes, sin que en
ningún caso puedan ser destituidos
por quienes los eligieron.
La aplicación de estas fullerías
lleva a conclusiones absurdas. La
democracia se reduce a un proceso
electoral para escoger a los mejores
individuos (aún cuando en la reali-
dad muchas veces sean algunos
de los peores), los cuales a su vez
nombran a otros individuos para
que ocupen los cargos en otros de-
partamentos, a los que ellos llaman
los Poderes, y cada grupo se dedica a
robar a la población en sus respec-
tivas áreas, y, lo más incoherente:
una vez que los ciudadanos votan,
pierden su poder político.
Lo más sorprendente, sin embar-
go, es que algunos de los pensado-
res más ilustrados en el campo de
lo que se llaman la Ciencia y el De-
recho político acepten algunas de
aquellas tonterías al referirse a la
democracia y a una representación
política sui generis en la que los
llamados representantes no están
obligados a expresar la voluntad de
quienes los eligieron, y ni siquiera
tienen obligación de cuidar los in-
tereses de sus ficticios represen-
tados. Es así como algunos de los
tratadistas más renombrados, en
algunos casos, tal vez, quiero pen- 15
Ver por ejemplo la sor-
prendente defensa que hace
sar, sin darse cuenta y, en otros, Norberto Bobbio de una
por su adhesión ciega a las teorías, representación política en
contribuyen a reforzar las grandes la que los representantes
están desvinculados de los
mentiras para impedir la participa- electores. El argumento de
ción de la población en los gobier- Bobbio, es que debe ser así
nos y someter a los pueblos.15 para no parecerse al Estado
estamental anterior a la
Revolución francesa en el
2. LA DEMOCRACIA COMO cual los representantes de
los estamentos expresaban
GRADO DE PARTICIPACIÓN los intereses de quienes los
DE LA POBLACIÓN designaban y trasmitían sus
EN EL GOBIERNO exigencias. Norberto Bobbio,
Liberalismo e democrazia,
(1986) Milan, Capítulo VI.
En lo que toca al segundo punto, La referencia la tomo de
para evitar discusiones inútiles so- la traducción al español
publicada por el Fondo de
bre una democracia absoluta teó- Cultura Económica (2000)
rica y abstracta, que simplemente México.
no puede existir en la realidad, lo
que debe discutirse es la viabilidad
y la conveniencia de que la mayoría
de los ciudadanos comunes partici-
pen en las funciones concretas más
importantes del gobierno de una
comunidad. Es decir, lo que debe
precisarse no es si en un cierto lu-
gar existe o no existe la democracia
como un concepto total y absolu-
to, sino la conveniencia, la manera
y la medida, en la que los ciudada-
nos pueden participar en forma real
en la aprobación de las reglas que
rigen la vida pública de una deter-
minada comunidad política; la ma-
nera como pueden no sólo dar a
conocer sino hacer valer su opinión
en ciertos temas – si es que exis-
 JUS SEMPER LOQUITUR
te ahí alguna vía para hacerlo – y,
cuando es mayoritaria, ordenar lo
que deben hacer los hombres que
desempeñan las funciones diarias
del gobierno, que son simplemente
empleados dependientes (por eso
se les llama servidores públicos) a
los que la población les paga para
que le sirvan; los medios con los
que los ciudadanos cuentan para
exigir que los empleados públicos
corrijan prácticas nocivas, abusi-
vas o inconvenientes y los medios
prácticos y efectivos por los que la
población puede destituir directa-
mente a sus empleados.
La democracia, como forma de
gobierno total por la población no
ha existido nunca en alguna comu-
nidad numerosa independiente. No
existe país alguno en el que todas
las reglas y todas las decisiones
sobre las cuestiones públicas se
tomen por la mayoría de la pobla-
ción general o por las mayorías de
las poblaciones de las distintas re-
giones o zonas que forman un país.
Para que la población pudie-
ra hacerse cargo directamente del
gobierno de una comunidad nu-
merosa en el mundo actual, sería
necesario que la mayor parte de
los ciudadanos tuviera un conoci-
miento suficiente de todos los pro-
blemas de su país; sus causas, sus
alcances y sus características. Esto,
para comenzar, exigiría el estudio
de los temas y de cada uno de los
problemas económicos y sociales,
sus implicaciones, sus alternativas
y sus consecuencias previsibles, a
fin de que cada uno de ellos pu-
diera formarse una opinión para
votar reglas que incluyen miles de
disposiciones sobre los temas más
diversos de la convivencia social.
Se trata de áreas y problemas de
todo tipo: comunicaciones; obras
públicas; explotación adecuada de
los recursos naturales; producción,
distribución y venta de energía en
todas sus formas; relaciones con
otros países; seguridad interior; de-
fensa contra ataques del exterior;
salubridad pública; aprovisiona-
miento de agua y servicios indis-
pensables para todos los habitan-
tes; así como las relaciones entre
comerciantes, fabricantes de todo
tipo de productos, campesinos,
43
obreros, agricultores, proveedores
de servicios, artesanos, estudian-
tes, profesores, grupos políticos y
empresariales, empleados, policías,
trabajadores públicos y privados,
etc. etc.
Lograr que los ciudadanos ten-
gan el conocimiento suficiente para
poder aprobar las disposiciones
que deben estar en las leyes y dero-
gar o modificar esas disposiciones
en todos los campos es, obviamen-
te, imposible.
Un sistema de gobierno en el
que participaran todos los ciudada-
nos en forma directa, en las cues-
tiones públicas importantes, así
lo hicieran divididos en regiones y
comunidades pequeñas o divididos
por materias o funciones, ocuparía
todo el tiempo de esos ciudadanos,
ya que éstos no podrían hacer otra
cosa que estar dedicados a cono-
cer, a estudiar y a tomar parte en
las discusiones para tomar resolu-
ciones sobre los problemas genera-
les del país y los de cada una de las
regiones y las comunidades en las
que viven, y, probablemente, ten-
drían un gobierno caótico notable-
mente ineficiente.
En su famosa obra A History of
Political Theory, George H. Sabine,
al hablar de la ciudad-estado en la
Grecia antigua y concretamente de
las clases sociales, se refiere a la
participación de los individuos per-
tenecientes al cuerpo principal de
 H. Tribunal Superior de Justicia del Estado de Oaxaca
los habitantes, los ciudadanos, que
eran los únicos que tenían derecho
a tomar parte en la vida política. En
sus comentarios, Sabine hace notar
que el ser ciudadano a lo que daba
derecho era a un mínimo de par-
ticipación en la vida pública, que
este mínimo podía no ser más que
44 el privilegio de asistir a la asamblea
de la ciudad, cosa que podía tener
mayor o menor importancia, según
“el grado de democracia” que hubiera
en la vida pública y que el que un
hombre pudiera ser designado para
varios cargos, era cosa que depen-
día también del “grado de democracia”
existente en la ciudad.16
No pretendo, de ninguna ma-
nera, tomar como modelo a seguir
ninguna noción política del mundo
antiguo ni de alguna otra época an-
terior a nuestros tiempos, lo cual
es algo que hacen con frecuencia
muchos estudiosos serios de las
organizaciones políticas y jurídicas
y que conduce a conclusiones ab-
surdas y sin sentido. Lo único que
quiero señalar es que el concepto
de democracia como participación
en la vida pública es muy viejo y
que la democracia no era, ni ha sido
nunca, el gobierno total de una co-
munidad por todos los hombres o
por todos los habitantes adultos,
y que, desde épocas muy remotas,
la democracia era una referencia al
grado de participación de los ciuda-
danos en las cuestiones públicas.
De esta manera, lo que hay que
determinar no es si un cierto país
o un gobierno es o no es democrá-
tico. Esta es una presentación abs-
tracta del problema que conduce a
respuestas igualmente abstractas
y a aseveraciones sin sentido. Lo
que debemos preguntarnos es si,
de manera concreta, existe en la
realidad alguna participación de la
ciudadanía en los asuntos públicos
de un país, en qué grado existe y
en qué consiste esa participación.
Es decir, si, en alguna medida, la
población participa en el gobierno
del país, o si, como sucede en casi
todas las grandes organizaciones
políticas, la población no tiene par-
ticipación alguna en sus gobiernos.
En algunos países existe la par-
ticipación directa de los ciudada-
nos en la aprobación de las cons-
tituciones y de cualquier reforma
que se pretenda hacer al texto de
las mismas. Así, en España, las re-
formas a la Constitución después
de haber sido aprobadas por los
representantes en las Cámaras le- 16
George H. Sabine, A History
of Political Theory, Capítulo
gislativas deben ser sometidas a I, La ciudad-estado, Las
referéndum de los ciudadanos para clases sociales, pp. 15, 16
su ratificación, cuando así lo solici- de la traducción al español
publicada por el Fondo de
ten una décima parte de los miem- Cultura Económica, México
bros de cualquiera de las Cámaras, (1975)
de acuerdo con el Artículo 167; y,
cuando se propusiere la revisión
total de la Constitución o una revi-
sión que afecte ciertas partes fun-
damentales de la misma, una vez
aprobada la proposición por una
mayoría de dos tercios de cada Cá-
mara se disolverán inmediatamente
las Cortes, se convocará a eleccio-
nes y, en el caso de que el nuevo
texto constitucional sea aprobado
por las Cámaras elegidas, éste tex-
to, sin necesidad de ninguna soli-
citud de miembros de las Cámaras,
deberá ser sometido a referéndum
para su ratificación, de acuerdo con
el artículo 168.
En Dinamarca y en Suiza los ciu-
dadanos no únicamente participan
en la aprobación o rechazo de las
reformas que se hagan a la Cons-
titución, sino en la ratificación de-
mocrática directa necesaria para la
aprobación de otras leyes.
En Francia y en Italia está previs-
ta la participación de los ciudadanos
en la aprobación de las reformas a

17
Para una explicación más
amplia sobre esta ambi-
güedad y la posibilidad de
evadir la participación de
la población, esto es, el
referéndum, al que se refiere
la disposición del segundo
párrafo del artículo 89 de la
Constitución francesa, ver
Sous-section 4: La rèvision de
la Constitution de la Section
1, Chapitre 1, Quatrième
Partie del libro de Fran-
cis Hamon, Michel Troper
y Georges Burdeau, Droit
Constitutjionnel, 27e édition,
L.G.D.J, Paris.
18
Giuseppe de Vergottini,
Derecho Constitucional Compa-
rado, Traducción al español
publicada por unam (2004)
p.257.
JUS SEMPER LOQUITUR
la Constitución a través del referén-
dum. Sin embargo, la ambigüedad
intencional de las disposiciones
establecidas en el artículo 89 de la
Constitución francesa17 y la posibili-
dad en la Constitución italiana de que
los mismos representantes le den la
vuelta a la disposición contenida en
el segundo párrafo del artículo 138,
apoyándose en lo que dice el tercer
párrafo del mismo artículo, deja a la
conveniencia y a la alianza de los al-
tos empleados y de los llamados re-
presentantes esa forma concreta de
participación democrática.
En Perú, está prevista la ratifica-
ción por referéndum de cualquier re-
forma constitucional aprobada por
el Congreso, pero puede omitirse el
referéndum, según está establecido
en el artículo 206 de la Constitu-
ción, “cuando el acuerdo del Con-
greso se obtiene en dos legislaturas
ordinarias sucesivas, en cada caso,
superior a los dos tercios del nú-
mero legal de congresistas”. En el
mismo artículo (en el párrafo ter-
cero) se establece la participación
democrática de la ciudadanía en la
iniciativa de reformas constitucio-
nales, cuando se presenten por un
número de ciudadanos equivalente
al cero punto tres por ciento (0.3%)
de la población electoral.
En unos cuantos países existen
formas de participación directa de
los ciudadanos que incluyen el de-
recho de revocar los nombramien-
tos de los altos empleados electos
por los mismos ciudadanos. Así su-
cede en varios Estados de la Unión
Americana desde principios del si-
glo XX, en lo que se conoce como
Recall, (las primeras revocaciones
efectivas del mandato en algunos
de los Estados de la Unión Ameri-
cana se dan en 1911 en el Estado
de Washington, en 1916 en Idaho y
en 1921 en North Dakota). En seis
de los cantones en Suiza en lo que
se llama Abberufungsrecht, concre-
tamente en Berna, Schaffhausen,
Solothurn, Ticino, Thurgau, y Uri;
en Austria existe la revocación del
mandato de acuerdo con el artículo
60,6 de la Constitución austriaca.18
En América Latina la revocación
del mandato existe en los textos
constitucionales de Ecuador, de
Venezuela, de Colombia y, en lo
45
que toca a los alcaldes, regidores y
presidentes de las regiones, existe
según los artículos 191 y 198 de la
Constitución de Perú.
Es oportuno hacer notar que en
lo que se refiere a la participación
democrática efectiva de la pobla-
ción en sus gobiernos, los títulos
con los que se presentan las di-
versas organizaciones políticas,
esto es, los nombres con los que
pretenden distinguirse, llamándo-
se monarquías o repúblicas, fuera de
su utilidad como propaganda, no
significan nada. En algunas de las
organizaciones, conocidas como
monarquías en Europa hay una par-
ticipación muy amplia de la pobla-
ción en los asuntos públicos; este
es el caso de lo que en español se
llama Holanda, cuyo nombre ofi-
cial es Reino de los Países Bajos
(Koninkrijk der Nederlanden), en don-
de al día de hoy existe uno de los
niveles más altos de participación
de los ciudadanos en la aprobación
y la revocación de las leyes y en la
aprobación de los actos de los go-
biernos municipales, provinciales y
federales. Por el contrario, en Gran
Bretaña, que se presenta también
como una monarquía, ni la pobla-
ción ni la ciudadanía tienen poder
o derecho alguno a participar en
ninguna decisión de gobierno, pues
“el pueblo”, de acuerdo con las con-
venciones en las que está basada la
misteriosa Constitución inglesa no
 H. Tribunal Superior de Justicia del Estado de Oaxaca
escrita, ni tiene poder político, ni
tiene papel alguno fuera de las elec-
ciones para escoger a los miembros
de la oligarquía parlamentaria. Ahí
el titular del poder político y de la
Soberanía es el Parlamento desde
la Glorious English Revolution, según
46
las leyes que han hecho a lo largo
de su historia los hombres que ma-
nejan ese Parlamento.
Naturalmente una alta partici-
pación de la población, como par-
ticipación de los ciudadanos en
la aprobación de las leyes, en la
aprobación de las decisiones más
importantes del gobierno y en la
revocación del mandato de los
empleados electos por los mismos
ciudadanos, exige una gran activi-
dad por parte de éstos. En Suiza,
que, tal vez, es el país donde existe
mayor participación democrática
efectiva de los ciudadanos, a lo lar-
go de un año éstos deben partici-
par cuatro o cinco veces en diver-
sos referéndums y votaciones.
Además, dentro de algunas de las
grandes organizaciones políticas en
el mundo actual, existen formas de
autogobierno local con participación
de la población; esto es, gobiernos
autónomos de comunidades locales
pequeñas en las que los habitantes
adultos establecen, revocan y apli-
can a través de ciertos delegados las
reglas que ellos mismos hacen para
la administración de la comunidad y
nombran y destituyen cuando quie-
ren a esos delegados a los que se les
confían distintas áreas o funciones
en la justicia y la administración de
otros servicios.
La participación democrática de
los ciudadanos en los gobiernos de
las comunidades locales municipa-
les, requiere, naturalmente, de una
enorme dedicación de los ciudada-
nos que habitan en ellas. No se tra-
ta únicamente de votar en las urnas
en favor o en contra de propues-
tas de apariencias manejadas por
la propaganda en frases e imáge-
nes de los partidos políticos en las
cuales los ciudadanos no conocen
realmente en favor de qué están vo-
tando. La participación real en los
gobiernos locales, es decir la par-
ticipación efectiva, es mucho más
que las simples votaciones, es algo
que requiere de la discusión infor-
mada de los problemas, sus causas
y sus implicaciones y esto supone
la participación en muchas reunio-
nes para analizar y discutir las cues-
tiones que afectan a la comunidad.
La participación directa de los
ciudadanos en el gobierno de las
comunidades locales en las que
habitan, existe al día de hoy en al-
gunos países, por ejemplo dentro
de los 26 cantones que forman la
confederación Suiza y en algunas
comunidades pequeñas en algunos
Estados de la Unión Americana.
3. LAS CONDICIONES PARA
LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA
La conveniencia y la posibilidad de
que la mayoría de los ciudadanos
participen en algunas de las funcio-
nes del gobierno de una comunidad
de cualquier tamaño, dependen de
varias condiciones, sin las cuales, la
intervención directa de todos o de la
mayoría de los habitantes adultos en
el gobierno puede ser un desastre.
Entre las condiciones indis-
pensables para una participación
democrática en beneficio de los
seres humanos que forman la po-
blación y que deben ser, no lo ol-
videmos, la única razón y el único
fin de las leyes, de los gobiernos
y de todos los sistemas y las ins-
tituciones que se han inventado,
están algunas bien conocidas: Pri-
mera, un interés verdadero de la
 JUS SEMPER LOQUITUR
mayoría de la población por parti-
cipar activamente en las decisio-
nes de gobierno con el propósito
de beneficiar a la mayor parte de
los habitantes y no solamente a
quienes comparten sus creencias,
sus intereses o sus ideas. Segun-
da, un buen nivel de conocimien-
to, sobre los problemas de la co-
munidad, sus posibles soluciones
y las consecuencias que pueden
traer esas soluciones. Tercera,
una conciencia muy clara de lo
que son los asuntos públicos en
los que cabe, de alguna manera,
la participación general de todos
los ciudadanos, distinguiendo
esos asuntos públicos de los que
forman la vida privada: esto es,
las creencias de cada individuo,
su libertad absoluta de pensa-
miento y su libertad de acción y
de conducta en todo aquello que
no cause un daño en las perso-
nas o en las actividades habitua-
les o en los bienes de los demás;
en otras palabras, impedir la in-
tromisión pública en el área de la
vida privada en la cual ni el go-
bierno ni la mayoría deben tener
intervención alguna.
Desgraciadamente, para ase-
gurar la sumisión y la explotación
sobre las mayorías, los hombres
que tienen el poder político y que
muchas veces están asociados o
son los mismos que tienen el po-
der económico, han creado en
casi todos los países del mundo
enormes estructuras de dominio,
construidas y perfeccionadas a
través de muchos años las cuales
pretenden legitimarse en las cons-
tituciones que ellos mismos escri-
ben. Sus cimientos reales están
constituidos por fuerzas militares
y policiales, por el control sobre
los armamentos y por el apoyo de
los grupos económicos en los que
se concentra la riqueza, el crédito
financiero y la disposición sobre
las materias primas, los alimentos
y la energía. Pero además de esos
que serían los factores reales de
poder, los hombres que manejan
los sistemas políticos constru-
47
yen, en las constituciones y las
leyes, aparatos verbales apoya-
dos únicamente en fantasías para
la dominación legal. Se trata de
palabras, frases, fórmulas y “prin-
cipios” construidos con ambigüe-
dades, con abstracciones y, natu-
ralmente, con entes imaginarios a
los que, se dice, deben estar suje-
tos los seres humanos que forman
la población. El primer objetivo de
estas estructuras verbales, en la
mayoría de los países del mundo,
es impedir totalmente cualquier
forma de participación de la po-
blación en la aprobación de las
leyes y en el gobierno.
Junto con esas estructuras for-
males en las constituciones y las
leyes, los grupos de la oligarquía
gubernamental, con frecuencia
manejan los medios de tele co-
municación o están asociados a
los dueños de esos medios, con
los cuales pueden inventar, fal-
sificar y alterar la información y
pueden también como se hace en
muchos países del mundo fabricar
la opinión pública y determinar
las creencias políticas, sociales y
económicas.
4. DEL FALSO RENACIMIENTO
DE LA DEMOCRACIA
EN EL MUNDO ACTUAL
Dejando aparte por el momento
el tema de la viabilidad y la capa-
cidad de los hombres para dirigir,
vigilar o controlar, todos juntos,
a sus propios gobiernos, al día
de hoy, la democracia, en la ma-
 H. Tribunal Superior de Justicia del Estado de Oaxaca
yor parte del mundo, es una de las
palabras con las que los pequeños
grupos de hombres que dominan a
sus pueblos pretenden falsamen-
te legitimar su poder, usando las
constituciones y las leyes que ellos
mismos escriben.
Pero además del uso que le dan
48 los gobernantes a la democracia
para calificar y embellecer sus pro-
pios gobiernos y el que le dan los
hombres que gobiernan algunos de
los países más poderosos del mun-
do para justificar su intervención
militar en otros lugares con el pro-
pósito mentiroso de “implantar” o
“restaurar la democracia” y que ge-
neralmente tienen como su verda-
dera intención explotar el trabajo y
los recursos naturales en esos otros
países, los hombres que hacen de
la política un negocio han hecho
de esta palabra un aditamento, una
prenda de vestir prêt a porter (lista
para usarse) en cualquier ocasión:
En un solo día, el 21 octubre de
2011, los diarios en España publi-
caban declaraciones de hombres
dedicados a la política en donde
utilizaban la palabra democracia
para cosas que no tienen absoluta-
mente nada que ver con el gobier-
no por el pueblo, es decir, con la
participación de la población en el
gobierno. Así, José Luis Rodríguez
Zapatero, presidente del gobierno
español en esas fechas, hablando
del anuncio de ETA de cesar defi-
nitivamente sus acciones armadas,
declaraba que “ese anuncio fue
posible gracias a la determinación
de los sucesivos gobiernos democráti-
cos para acabar con la violencia”
y añadía que a partir de ahora “la
nuestra será una democracia sin te-
rrorismo, pero no una democracia sin
memoria” (la democracia a la que
se refería este señor es la de los
sucesivos gobiernos de los grupos
de la oligarquía que después de la
dictadura criminal de Francisco
Franco se han dedicado a explo-
tar a la mayoría de la población en
España). Con motivo del mismo
anuncio, el mismo día, el candi-
dato a la presidencia del llamado
partido socialista obrero español
Alfredo Pérez Rubalcaba, en una
declaración muy profunda de va-
guedades, aseguró que “ETA no
es la protagonista de la noticia,
sino el estado de derecho, la democra-
cia y las instituciones”. Por su parte
el presidente del gobierno vasco
Patxi López, dijo que el anuncio
de ETA era “la evidencia de que
la libertad y la democracia se han im-
puesto a la barbarie y al totalitarismo”
y de paso aprovechó la ocasión
para publicitar “la firmeza del estado
de derecho”. Mientras eso sucedía
en España, en México el candi-
dato a la presidencia Andrés Ma-
nuel López Obrador identificaba
la democracia con la competencia
para que el ciudadano pueda ele-
gir, diciendo “La democracia es com-
petencia. Que el ciudadano pueda
elegir entre varias opciones”.19 Por
su parte el Coordinador de asun-
tos internacionales del Instituto
Federal Electoral en México, en
donde la democracia se reduce a
las elecciones de los individuos
agrupados en diferentes pandillas
que van a gobernar de manera oli-
gárquica al país, declaraba –según 19
Diario La Jornada del 21 de
octubre de 2011.
los diarios del mismo día– que
ese Instituto “brindaba asistencia a
Afganistán para consolidar la democra-
cia en ese país” (sin duda debe ser
muy difícil consolidar una demo-
cracia en un país donde no existe
ninguna, pues está invadido y vive
actualmente en una tiranía que
se disputan los jefes de las tribus
que controlan distintas regiones
del país, las grandes potencias
 JUS SEMPER LOQUITUR
invasoras y el presidente Hamid
Karzai, a quien esas potencias im-
pusieron).
Un mes después, el 21 de no-
viembre de 2011, los mismos pe-
riódicos daban cuenta de las decla-
raciones del presidente de México,
Felipe Calderón para quien eran
“verdaderos demócratas los que participan
en las contiendas electorales con pleno
respeto a las reglas y a las instituciones
democráticas” (en México no existe a
nivel federal o estatal una sola insti-
tución, en su sentido de órgano de
gobierno, democrática) y agregaba:
que “el país requiere de verdaderos de-
mócratas que fortalezcan tales institucio-
nes”. Por su parte el secretario de
III.
LAS TRAMPAS DE LA REPRESENTACIÓN POLÍTICA
PARA IMPEDIR LA DEMOCRACIA
Los hombres que han dominado y
explotado a sus pueblos a lo largo
de la historia, han usado siempre,
además de la fuerza, formulas y pa-
labras con las que buscan reafirmar
y legitimar su poder.
A través de los siglos esas pa-
labras fueron, y en algunos países
aún lo son, frases que expresaban
deseos y mandatos de los dioses
que hablaban por conducto de los
sacerdotes de sus diferentes credos
en las que ordenaban a los pueblos
obediencia a los gobernantes y a
los individuos de las clases supe-
riores. Después, junto con aquellos
mandatos divinos, los monarcas y
las clases dominantes, presenta-
ron como base de su legitimación
el ser descendientes de los dés-
potas anteriores y ser por ello he-
rederos de los derechos sobre sus
súbditos. Más tarde, sin renunciar
al derecho divino de mandar, que
se sostenía en palabras como la so-
gobernación del citado presidente,
Alejandro Poiré, decía que: “la Revo-
lución dejó un entramado de instituciones
esencialmente democráticas” (segura-
mente esas “instituciones” deben
estar bien escondidas, pues no se
conoce en México una sola).
La democracia aparece así como
la palabra más cómoda y más usa-
da por los hombres que han hecho
un modo de vivir de su dedicación a
49
la política. Se trata de una palabra
que les sirve a todos los hombres
de la política que se ostentan como
liberales, conservadores, socialis-
tas, comunistas y aún a muchos
gobiernos dictatoriales que se pre-
sentan como democráticos.
beranía y el señorío, los hombres del
poder inventaron entes imaginarios
y ambiguos que servían para desig-
nar su dominio sobre los territo-
rios y los habitantes que vivían en
ellos y poco después empezaron a
establecer sistemas políticos apo-
yados en personajes sagrados y
abstracciones. Entre los personajes
más usados estaban, y en algunos
lugares aún están, los “reyes”, “las
reinas”, “los príncipes” y “su gracio-
sa majestad”; entre los entes ambi-
guos imaginarios a los que deben
estar sometidos los habitantes, se
inventaron los “Estados” que han
resultado de la mayor utilidad para
controlar a los pueblos y la Nación,
la cual si bien se mencionaba muy
poco como un concepto indefinido
desde el siglo XV se empieza a ci-
tar constantemente de manera aún
más indescifrable durante la Revo-
lución francesa. Junto con estos, al
empezar a desaparecer las monar-
 H. Tribunal Superior de Justicia del Estado de Oaxaca
quías absolutas, se crean, al lado
de esos entes, las abstracciones,
primero la República y la representación
del pueblo por representantes apa-
rentemente electos, curiosamente
independientes y ajenos a los habi-
tantes y, después, desde el siglo XIX
50
y cada vez con mayor popularidad,
la más grande de las abstracciones
actuales: la democracia.
La utilización de las fórmulas
y las abstracciones como medios
de legitimación del poder sobre la
población carecen casi siempre de
cualquier base racional de susten-
tación y, dado que muchas veces
no tienen apoyo real en la pobla-
ción y se encuentran desconec-
tadas de cualquier participación
efectiva de la mayoría de los seres
humanos en sus gobiernos, con
frecuencia conducen a ideas y de-
claraciones absurdas. En México
existe la creencia popular de que el
sistema político es una democracia.
Esta creencia viene naturalmente
de la repetición constante de esa
palabra y de la afirmación que se
incluyó primero en la Constitución
de 1857 y después en el artículo 40
de la Constitución de 1917, según
la cual, “Es voluntad del pueblo mexi-
cano constituirse en una República
representativa, democrática”. La
afirmación que aparece en las pri-
meras palabras de ese artículo, es,
obviamente, falsa. El pueblo mexi-
cano jamás ha tenido oportunidad
alguna de expresar su voluntad res-
pecto a una sola de las disposicio-
nes que se han incluido en ninguna
de las Constituciones que han he-
cho las oligarquías que lo han so-
metido a lo largo de su historia, ni
en las modificaciones que los legis-
ladores actuales vestidos de “poder
constituyente permanente” llevan a
cabo, cambiando constantemente
las disposiciones de la Constitución
según convenga a los intereses de
los pequeños grupos que compar-
ten el poder. Las palabras siguien-
tes en el mismo artículo, que le po-
nen como adjetivos a la “República”
ser “representativa y democrática”,
son igualmente falsas.
Dejando aparte los países que
son propiedad de monarcas abso-
lutos, de familias o de jefes de tri-
bus unidas, algunos de los cuales
son simplemente grandes negocios,
en la mayoría de las grandes organi-
zaciones políticas que se presentan
como “democráticas”, se habla de
una democracia representativa; esto es
de una supuesta democracia (como
gobierno del pueblo) a través de re-
presentantes. En algunos lugares,
especialmente en Europa, entre
ellos en Alemania, en España, en
Italia, en Noruega, en Bélgica y en
otros muchos países en esa parte
del mundo, entre ellos algunos que
mantienen todavía reyes con un pa-
pel simbólico y conciliador, tienen
lo que se conoce como “formas
parlamentarias de gobierno”; en
ellas, el órgano ejecutivo surge de
la mayoría de los miembros de los
Parlamentos (en España se le llama
las Cortes, en Alemania Der Bundes-
tag, en Noruega Stortinget) los cua-
les están formados por represen-
tantes, agrupados en una o en dos
cámaras y son aparentemente elec-
tos por la población. Existen otros
muchos países, que igualmente se
presentan como democracias re-
presentativas pero que tienen lo
que se llama una forma de gobierno
republicano presidencialista, toma-
do del modelo norteamericano. En
estos otros países, los ciudadanos
escogen en una elección al presi-
dente que ejerce el gobierno y en
una o varias votaciones separadas
– que pueden llevarse a cabo el
mismo día que la del presidente –
 JUS SEMPER LOQUITUR
eligen a ciertos individuos a los que
se les llama “representantes”, que
la mayoría de la población supone
que representan a la totalidad de la
población o a las distintas fraccio-
nes de la población que habitan en
diferentes regiones, zonas o distri-
tos del país.
1. LA REPRESENTACIÓN DE LA PO-
BLACIÓN PARA HACER POSIBLE
LA DEMOCRACIA
La mayoría de los sistemas de go-
bierno que se ostentan como de-
mocracias, presentan, como base
de su legitimación, una argumen-
tación muy conocida que, con dife-
rentes matices, podría sintetizarse
así: ante la imposibilidad de la de-
mocracia directa, la única democra-
cia viable es una democracia repre-
sentativa en la que el pueblo ejerza
su poder supremo por conducto de
representantes nombrados por los
ciudadanos, a los cuales esos mis-
mos ciudadanos pueden exigirles
cualquier información y aclaracio-
nes sobre el desempeño de sus fun-
ciones y, naturalmente, si dichos
individuos son designados por los
ciudadanos como sus represen-
tantes, dichos ciudadanos podrían
destituirlos cuando quisieran. Los
representantes serían así simple-
mente los empleados (servidores
públicos, dicen algunas Constitu-
ciones) nombrados y dependien-
tes de la población, a través de los
cuales el pueblo elabora las leyes
y, en los sistemas parlamentarios,
conduce su propio gobierno. Esta
es la idea básica sobre la que se
construyen las primeras repúblicas
modernas. La representación de
la población, se dice, es la única
manera en la que el pueblo puede
conservar la soberanía y ejercer su
poder democrático.
Resulta, sin embargo, especial-
mente paradójico que la mayor
parte de la simulación de la demo-
cracia o del engaño de la demo-
cracia, se haga, en muchos países,
utilizando precisamente la idea de
la representación y omitiendo los
51
medios directos de ejercer la de-
mocracia como son el referéndum,
la revocación del mandato y la ini-
ciativa popular, tanto para decretar
reglas como para derogar leyes. En
la práctica, el uso de una represen-
tación totalmente distorsionada ha
resultado ser la manera más fácil
de dominar a la sociedad y evitar
la democracia. Esto se hace, pre-
sentando, primero, la imposibilidad
de la democracia directa en la ela-
boración de las leyes, en la regla-
mentación de esas leyes y en los
innumerables actos de gobierno en
las grandes organizaciones políti-
cas modernas y, al mismo tiempo,
ofreciendo algo que parece muy
razonable: la elección de represen-
tantes de la población para que
estos representantes lleven a cabo
las funciones que los ciudadanos
les encomiendan. Pero, y aquí re-
side la trampa, muy pronto resulta
que, contra lo que pensaría cual-
quier persona normal, en ciertos
países que viven bajo el dominio de
las oligarquías, en lo que se llama
la representación democrática, los indi-
viduos a quienes los ciudadanos de
los distintos poblados y distritos
creen que eligen como sus repre-
sentantes, según las leyes y la doc-
trina, no representan ni a los ciudadanos
que participan en las elecciones, ni a los
habitantes de esos distritos, ni tampoco
a la población total del país, y, por lo
tanto, difícilmente pueden los ciu-
dadanos encomendarles nada a los
individuos electos por ellos, ni los
representantes tienen obligación
alguna con los ciudadanos ni con
 H. Tribunal Superior de Justicia del Estado de Oaxaca
los habitantes del país.
La trampa de una representa-
ción política independiente en la
que no se expresaba la voluntad
del pueblo, fue denunciada hace
ya 250 años por Rousseau, en una
época en que la palabra represen-
52
tación tenía todavía la ambigüedad
de su significación feudal: “la sobe-
ranía –decía Rousseau– no puede ser
representada, pues consiste en la voluntad
general y la voluntad no se representa:
es una o es otra. Los diputados del pueblo
no son ni pueden ser sus representantes,
son únicamente sus comisarios y no pue-
den resolver nada definitivamente. Toda
ley que el pueblo en persona no ratifica, es
nula. El pueblo inglés piensa que es libre
y se engaña; lo es solamente durante la
elección de los miembros del Parlamento;
tan pronto como éstos son elegidos, vuelve
a ser esclavo, no es nada. La idea de los
representantes es moderna (sin duda era
moderna en 1762 cuando Rousseau
escribía esto en su obra Du Contrat
social) nos viene del gobierno feudal, bajo
cuyo sistema la especie humana se degrada
y se deshonra. En las antiguas repúblicas
y en las monarquías, jamás el pueblo tuvo
representantes. Vosotros, pueblos moder-
nos, no tenéis esclavos, vosotros lo sois.
Tan pronto como un pueblo se da repre-
sentantes, deja de ser libre”.20
En su famoso Tratado de Cien-
cia Política (Traité de Science Politique),
Georges Burdeau, decía, en 1952:
“Ni en el plano de la teoría política
ni en el plano de la técnica consti-
tucional, hay ninguna coincidencia
entre democracia y representación.
En cuanto a la teoría, sólo hay ver-
dadera democracia ahí donde los
ciudadanos, sin atarse nunca, per-
manecen siempre libres de expresar
su voluntad actual sobre los pro-
blemas que se presentan ahí donde
funcionan las formas de democracia
directa, con exclusión de todas las
demás. En cuanto a la técnica cons-
titucional, la variedad infinita de for-
mas de representación a las que se
recurre nos muestra como se puede,
ocultándolas como instituciones re-
presentativas, privar de toda reali-
dad la noción de democracia”.21
En México, para cancelar la idea
de que los diputados representan a
los habitantes de las comunidades
en las que son electos o a esas mis-
mas comunidades, lo que se hace
es no mencionar esta situación;
simplemente, como en muchas
otras constituciones en el mundo,
se declara que los diputados re-
presentan a la Nación. Las teorías,
a las que, como en el aprendizaje
de las religiones, se les llama “doc-
trinas”, se encargan de justificar el
resto del engaño. Los argumentos
en los que se apoyan las disposi-
ciones constitucionales y las doc-
trinas en las que se sostienen, son
bien conocidas: Felipe Tena Ramí-
rez, sin duda uno de los autores de
Derecho Constitucional más respe-
tados en México, repetía todavía
en la vigésima tercera edición de su
obra: “Una vez que la elección se con-
suma, los diputados electos representan
a toda la nación y no a sus distritos”,22
y a continuación apoyaba esa con-
clusión, que simplemente expone
la situación legal en México, en la
Constitución Alemana de Weimar
de 1919 y en los comentarios que
a esa Constitución hacía en 1927
Carl Schmitt, quien, para tratar de
justificar que los supuestos repre-
sentantes no representaban a los
electores de los lugares donde los
elegían, invocaba algunas otras fic-
ciones a las que son tan afectos los
juristas para sostener barbaridades:
“el sistema de la elección democrática se
basa en la representación”,23 (la verdad
es exactamente a la inversa: la re-
presentación política en un sistema
democrático sólo se justifica por las
20
J. J. Rousseau, Du Contrat
Social, Libro III, Capítulo XV.
21
Georges Burdeau, Traité de
Science Politique, “Sans doute,
ni sur le plan de la théorie
politique, ni sur celui de la
technique constitutionnelle,
il n’y a coïncidence entre dé-
mocratie et représentation.
Quant à la théorie d’abord,
les arguments ne manquent
pas pour prouver qu’il n’y
a de démocratie véritable
que là où les citoyens, sans
jamais se lier, demeurent
toujours libres d’exprimer
leur volonté actuelle sur
les problèmes présents,
c’est-à-dire là où jouent, à
l’exclusion de tout autre,
les institutions de démo-
cratie directe. Quant à la
technique constitutionnelle,
d’autre part, l’infinie variété
des procédés de représenta-
tion auxquels elle a recours
nous montre qu’elle peut,
sous couvert d’institutions
représentatives, priver de
toute réalité la notion de dé-
mocratie.” Tome IV, Section
II, p. 222
22
Felipe Tena Ramírez, Derecho
Constitucional Mexicano,
Editorial Porrúa, vigésima
tercera edición, México
(1989) página 274.
23
Carl Schmitt, Teoría de
la Constitución, Sección
segunda, número 16, II, 2.
Traducción al español publi-
cada por Editora Nacional,
México (1952), p. 239

24
Fernando Escalante Gon-
zalbo,Ciudadanos Imaginarios,
Ed. Centro de Estudios So-
ciológicos de El Colegio de
México, Sexta reimpresión,
México (2005) p. 37
25
Carl Schmitt, Teoría de la
Constitución, Sección segun-
da, número 16, III.- Con-
cepto de representación, 3.
Traducción al español publi-
cada por Editora Nacional,
México (1952), p.246
JUS SEMPER LOQUITUR
dificultades que existen para poner
en práctica la democracia directa).
Los ciudadanos –dice Schmitt–
actúan como “elementos de la repre-
sentación”, esto es, los ciudadanos
se crean, o como diría Fernando Es-
calante Gonzalbo: “se inventan”24,
como elementos o medios cuyo fin
es “el Estado” (en su sentido de or-
ganización para dominar a las po-
blaciones). Ese Estado, el gobierno,
la Constitución, las leyes y natu-
ralmente la falsa representación al
servicio de ese estado imaginario,
son los fines a los que deben ser-
vir los individuos transformados en
ciudadanos. Todo Gobierno auténtico
–dice Schmitt– representa la unidad
política de un pueblo, no al pueblo en su
realidad natural.25 Es esa concepción
en la que el Derecho, que en todas
las épocas y en todas partes del
mundo lo hacen los hombres y los
grupos que tienen el poder, es, an-
tes que todo, una de las formas de
imponer el dominio. Los seres hu-
manos que forman las poblaciones,
son únicamente medios para “con-
solidar” o “fortalecer” el poder, a
través de formas o figuras imagina-
rias, mitos o máscaras, de las que
se dice surge la autoridad o el po-
der, que, en la realidad, son mane-
jadas por los pequeños grupos que
las inventan, las imponen y las ma-
nejan para dominar a los pueblos:
la Nación, el Estado, el gobierno y
todas las “instituciones” públicas
que están al servicio de los gober-
nantes y los representantes, aso-
ciados a los grupos más poderosos.
Las aseveraciones de Schmitt sobre
la duplicación mágica del individuo
que en su función de votante deja
de ser un ser humano natural con
sus intereses naturales, convierten
a los hombres en actores de una
obra teatral en la cual juegan el pa-
pel que les atribuyen los hombres
que inventaron el sistema político.
Los ciudadanos son simplemente
elementos de la representación.
En ese gran teatro político que
ponen en escena los hombres que
manejan los gobiernos, la represen-
tación política es ajena a los votan-
53
tes y a la población. La representa-
ción política es algo que existe por
sí mismo y vale por sí mismo, es un
ente, dirá Carl Schmitt, “un ser de
presencia pública” ajeno a los se-
res humanos y a sus necesidades.
Todo aquello que sirve tan sólo a
cosas privadas propias de todos los
individuos (es decir los derechos de
los hombres) puede ser representa-
do por agentes o abogados, pero
no goza de la representación polí-
tica que tiende a la unidad política y
tiene una alta y elevada, intensiva, espe-
cie del ser, frente a la realidad natural
(vulgar) de cualquier comunidad.
Los intereses de los seres huma-
nos que forman la población y que
obviamente es lo único que justifi-
ca la existencia de las estructuras
políticas, resultan ser intereses se-
cundarios, por ser ajenos al Estado
y a la representación política para
los juristas dedicados a construir
fantasías. Para sostener esas ase-
veraciones increíbles Schmitt hace
una serie de acrobacias lingüísticas,
empieza por presentar una refuta-
ción de la idea de Kant sobre la so-
beranía del pueblo y acaba por ha-
blar de la necesidad de aceptar las
ficciones y las mentiras para soste-
ner la teoría de un Estado imagina-
rio al cual deben servir los pueblos:
“Por lo pronto no hay Esta-
do alguno sin representación
(lo cual es una afirmación sin
sentido pues para empezar no
sabemos qué es ese Estado
imaginario). En una Demo-
cracia directa practicada con
 H. Tribunal Superior de Justicia del Estado de Oaxaca
rigor absoluto, en la que todo
el pueblo, esto es, todos los
ciudadanos activos, se reúnen
en una plaza, surge quizá la
impresión de que se trata del
pueblo mismo, no pudiendo
hablarse ya de una represen-
54
tación. “El pueblo reunido no
representa al soberano, sino
que lo es él mismo” (Kant,
Rechtlehre, II, número 52). En
realidad se trata de un caso
extremo sólo de todos los
miembros adultos del pueblo
y sólo en el momento en que
se encuentran reunidos como
comunidad o como ejército.
Pero ni siquiera todos los ciu-
dadanos activos, tomados en
conjunto, son, como suma,
la unidad política del pueblo,
sino que representan la unidad
política situada por encima de
una asamblea reunida en un
espacio y por encima del mo-
mento de la asamblea (p.238)
…En la Constitución de Wei-
mar, artículo 21, se dice: “Los
diputados son representantes
de todo el pueblo.” Y lo mis-
mo podría decirse con lógica
necesaria de cada uno de los
electores. Así pues el sistema
de la elección democrática se
basa en todos sus detalles en
el pensamiento de una repre-
sentación. Pero también aquí
ha de fingirse que el ciudada-
no individual con derecho a
voto opera como citoyen, y no
como hombre privado con in-
tereses privados.”
Para entender el lenguaje de Sch-
mitt tenemos que situarnos en el
mundo de la fantasía, donde las pa-
labras le dan forma a ideas abstrac-
tas cuyo significado lo determina el
que las emite (“las palabras signi-
fican lo que yo quiero que signifi-
quen”, Humpty Dumpty en Through
the Looking Glass de Lewis Carroll), y
después, hacer una distinción en-
tre dos tipos de ser, el de las cosas
nobles y dignas: majestad, gloria,
dignidad y honor, que son propias
de los hombres que dominan a los
demás, y el ser de las cosas vulga-
res como son la vida y los derechos
de los hombres comunes; Sólo las
primeras tienen “una alta y elevada,
intensiva, especie del ser”. La re-
presentación política es un ser que
vive entre las cosas elevadas, no en
el mundo de la realidad.
“Representar –dice Carl Sch-
mitt– es hacer perceptible y
actualizar un ser impercepti-
ble mediante un ser de pre-
sencia pública. La dialéctica
del concepto está en que se
supone lo presente como im-
perceptible, al mismo tiempo
que lo hace presente. Esto no
es posible con cualquier espe-
cie del ser, sino que supone
una particular especie del ser.
Una cosa muerta, desvaloriza-
da o desprovista de valor, una
cosa inferior, no puede ser
representada. Le falta la su-
perior especie del ser que es
susceptible de una elevación
al ser público, de una exis-
tencia. Palabras tales como
grandeza, alteza, majestad, gloria,
dignidad y honor, tratan de acer-
tar con esa singularidad del
ser elevado y susceptible de
representación… En la repre-
sentación adquiere apariencia
concreta una alta especie del
ser. La idea de la representa-
ción se basa en que un pue-
blo existente como unidad
política tiene una alta y eleva-
da, intensiva, especie del ser,

26
Carl Schmitt, Teoría de
la Constitución, Sección
segunda, número 16, III, 2.
Traducción al español publi-
cada por Editora Nacional,
México (1952) p.p. 242 y243.
27
Felipe Tena Ramírez, Derecho
Constitucional Mexicano, p. 512
de la edición citada.
28
Op. cit. p. 514
JUS SEMPER LOQUITUR
frente a la realidad natural de
cualquier grupo humano con
comunidad de vida”.26
Así, el fin de la representación polí-
tica es la representación ficticia de
un ser político ajeno e independien-
te de los seres humanos, dentro de
una organización que tiene como
propósito dominar a los individuos
como súbditos. Es sorprendente
que un hombre con el talento de
Schmitt invoque a “un ser público”,
ya que el bienestar público no es
sino el conjunto del bienestar de to-
dos los individuos. No existe un ser
público diferente de los individuos
que forman la comunidad. Las re-
flexiones de Schmitt son muy pare-
cidas a las que usaron varios siglos
antes los hombres que se apropia-
ban de la cosa pública (res publica)
en las primeras repúblicas italianas
para someter a toda la población.
En su concepción, los intereses de
los individuos que forman la pobla-
ción y los derechos humanos de
todos esos individuos son secun-
darios, lo cual va muy bien con las
ideas de Tena Ramírez quien, ha-
blando del procedimiento de am-
paro, afirmaba: “De las dos partes que
hemos distinguido en una Constitución
como la nuestra, la más digna de ser de-
fendida es la parte orgánica. La defensa
de la otra parte tiene suma importancia,
pero no desde el punto de la Constitución,
sino del individuo”.27 Y agregaba unas
páginas más adelante: (El amparo)
“sólo protege un interés particular, que es
del todo secundario”.28
En las concepciones políticas
de Schmitt como en las de Tena, lo
importante son las metáforas como
la defensa de la Constitución, que
es la defensa del texto que hicie-
ron los hombres que tenían y los
que tienen el poder, o la manera
como los hombres que manejan
los diferentes órganos del gobier-
no se distribuyen los poderes de la
población y afianzan su derecho a
manejar esos excelentes negocios.
Todo esto va muy bien con su idea
(la idea de Tena y la de Schmitt) del
papel de los habitantes en las aso-
55
ciaciones políticas. La teoría políti-
ca, el estudio de las organizaciones
políticas, es algo en lo que los seres
humanos son secundarios.
En ese medio ficticio de las teo-
rías desconectadas de la realidad,
el fin de las asociaciones humanas
son ciertas fantasías, abstraccio-
nes y entes imaginarios, esto es,
cosas como el Estado, la Nación, el
gobierno y especialmente “la Cons-
titución”, inventados o fabricados
precisamente como instrumentos
de dominación “legítima” sobre los
seres humanos y, lo que es más
grave, esas fantasías y esos entes
están por encima de la totalidad
de la población. Por su parte, los
altos empleados agrupados en los
distintos departamentos en los que
ejercen las funciones de gobierno
se convierten en los Poderes; las ofi-
cinas o los organismos a los que se
les asigna alguna función específica
se transforman en instituciones a las
que los hombres y mujeres comu-
nes les deben obediencia y respeto
aunque tales organizaciones sean
inútiles o sólo sirvan para manejar y
explotar a los habitantes; todos los
empleados públicos, esto es, todos
los individuos que desempeñan un
trabajo en esas organizaciones, que
tienen como única razón de ser el
servicio a la población, se presen-
tan como autoridades que están por
encima de los seres humanos de
los que reciben sus sueldos y que
aprovechan sus cargos para robar
a la población. Los habitantes que
en alguna de las definiciones del
Estado imaginario son simplemen-
 H. Tribunal Superior de Justicia del Estado de Oaxaca
te uno de los elementos de ese ser
intangible y omnipotente, son un
pueblo al que se debe manejar de
acuerdo con los intereses de los
hombres del gobierno.
Según Tena, el reconocimien-
to de que los representantes no
56
representan a los ciudadanos de
los lugares donde son electos de
acuerdo con la Constitución mexi-
cana, tiene su origen en la Consti-
tución Alemana de 1919 y en los
comentarios que hacía Carl Schmitt
en 1927. La verdad es que el origen
de la trampa es muy anterior y apa-
rece, por lo menos, desde la Cons-
titución francesa de 1791 en donde
se establecía que “Los representantes
nombrados en los departamentos no se-
rán representantes de un departamen-
to particular sino de la Nación entera”.
Obviamente nadie sabía qué era
la Nación y mucho menos qué era
la Nación entera. Pero, como puede
verse inmediatamente en esa Cons-
titución, llena de incoherencias y
absurdos, la Nación podía ser cual-
quier cosa que quisieran los miem-
bros de la Asamblea nacional legis-
lativa supuestamente electos por
un procedimiento de dos etapas
en el cual, primero, los ciudadanos
activos (aproximadamente el 60%
de los miembros del sexo mascu-
lino mayores de edad que pagaran
contribuciones superiores a cierta
cantidad) elegían “electores” los
cuales debían ser propietarios de
bienes que pagaran como contri-
bución una cantidad especialmente
alta. Esto reducía a menos de 1%
de la población a los hombres que
podían ser candidatos a “electo-
res” para designar, en una segunda
etapa, a los “representantes” de la
Asamblea nacional.
La presentación que los autores
de la Constitución francesa de 1791
hicieron de los “representantes de
la Nación” designados por electo-
res seleccionados por su riqueza,
fue la manera que encontraron para
evadir la cuestión de quién era el ti-
tular de la soberanía.
2. LAS ABSTRACCIONES
Y LOS ENTES IMAGINARIOS
PARA SOMETER A LOS PUEBLOS
En el mundo de los símbolos y las
metáforas, “la soberanía” es una
cuestión especialmente difícil pues
no existe acuerdo alguno sobre
su significado ni sobre su alcan-
ce, pero, además, “la soberanía”
no es una palabra que designe un
objeto y, si la palabra se refiere al
poder supremo en una comunidad
humana, ese poder, igual que suce-
de con otras expresiones como “el
deseo”, “la pasión” o “la caridad”,
sólo pueden practicarse o realizar-
se por seres concretos, uno o mu-
chos, no por entidades abstractas.
Ahora bien, la cuestión de la sobe-
ranía era un problema sin solución
en una asamblea, como la primera
asamblea constituyente en Francia,
que estaba compuesta de muchos
grupos antagónicos que únicamen-
te tenían opiniones cercanas en un
punto: la necesidad de un cambio
en el sistema político para mante-
ner la convivencia en la sociedad.
La Constitución francesa de
1791 fue el resultado de las presio-
nes y las luchas de los diferentes
grupos que formaban la Asamblea
constituyente entre los cuales ha-
bía partidarios de la realeza junto
con miembros de la nobleza que
rápidamente se dieron cuenta que
sólo tenían posibilidades de con-
servar algo de sus poderes acercán-
dose a los partidarios del rey, y muy
cerca de ellos, miembros de la alta
y de la pequeña burguesía. Frente
a todos esos, estaban los grupos

29
Menos de dos años
después, en el artículo 7 del
texto general de la Cons-
titución de junio de 1793,
se aclararía que “Le peuple
souverain est l’universalité
des citoyens francais.”
JUS SEMPER LOQUITUR
para quienes el máximo poder en
las asociaciones humanas le co-
rrespondía al pueblo y este pueblo
soberano era la totalidad de los ciu-
dadanos franceses.29 Había además
todo tipo de abogados, unos con-
servadores como Barnave, otros
moderados como Danton y otros
defensores de las clases populares
como Robespierre. Al lado de todos
esos grupos diferentes, había curas
vinculados a los intereses de sus
feligreses humildes; otros, como
el abad Sieyès, ambiciosos e ilus-
trados, e inclusive algunos como el
obispo Talleyrand que traicionó a
todos los grupos y a todos los hom-
bres que confiaron en él.
Las discrepancias enormes y la
lucha de grupos tan distintos pro-
dujo finalmente un documento lleno
de incoherencias y de palabras sin
sentido, algunas de las cuales fue-
ron puestas ahí precisamente con
la intención de no decir nada y que
cada quien las interpretara como
quisiera. Así, después de la mención
de las garantías de papel, el artícu-
lo primero del Título II de la Cons-
titución de 1791 se refería al Reino,
diciendo que éste era uno e indivi-
sible. A continuación se establecían
los poderes públicos en el Título III,
y, dado que debía empezarse por
hablar del poder y de a quién le co-
rrespondía y como lo único que se
conocía como poder supremo era la
soberanía y ésta, en aquel tiempo,
era simplemente la expresión del
poder del soberano, pero como no
podía declararse que la soberanía le
correspondía al rey sin que todo el
movimiento que buscaba el cambio
perdiera su sentido, a los grupos de
la derecha se les ocurre desvincular
la soberanía de la persona del rey,
del cual había surgido la palabra, y
atribuirle una soberanía abstracta a
una nueva entidad igualmente abs-
tracta, totalmente imaginaria, que
substituiría al rey: la Nación, con la
cual se evitaba precisamente que
la soberanía pudiera atribuírsele al
pueblo, como lo deseaban los gru-
pos de la izquierda en la Asamblea
nacional constituyente.
57
Bertrand de Jouvenel hace una
descripción especialmente intere-
sante de la divinización y del valor
emocional de Nación como un con-
cepto femenino convertido en per-
sona que, por una parte, hereda la
pureza, la piedad y el papel protec-
tor de la Virgen María hacia los ha-
bitantes y, por otra parte, sustituye
al rey en su poder absoluto:
Antes de la Revolución, los
franceses amaban su tierra, su
idioma, eran xenófobos, con-
vencidos de su superioridad,
ambiciosos de gloria. Pero no
veían a la Nación como una
persona sobrehumana, objeto
de culto. Sería interesante es-
cribir la historia figurativa de
Francia como persona, sería
la historia – me atrevo a decir
– de “la imagen de la piedad”
que toma más de la imagen de
la Virgen María que de la ima-
gen del rey. El resultado más
sorprendente de la Revolución
es la substitución del persona-
je “Rey”, que tenía un valor mí-
tico, por otro personaje igual-
mente mítico, la Nación.
Vista a posteriori, la marcha
de la Revolución parecería ha-
ber tenido por objetivo la fun-
dación del culto de la Nación.
El culto de la Nación le aporta
a la política una innovación
fundamental. En un pueblo
habituado desde tanto tiem-
po a ver el origen de su unidad
en una persona, la persona
Nación va a adquirir todo su
 H. Tribunal Superior de Justicia del Estado de Oaxaca
alcance, todo el peso necesa-
rio para llenar el vacío y para
hacer mucho más. La Nación
francesa tendrá mucho más
fuerza a mucho menor precio,
que el rey.30
58
Una vez que aparece la Nación como
dueña de la Soberanía en el artícu-
lo primero del Título III de la Cons-
titución francesa de 1791, en el si-
guiente artículo se dicen dos cosas
especialmente misteriosas, una, que
de esa Nación, que nadie sabe qué
cosa es, emanan todos los poderes
y, la otra que esos poderes de la Na-
ción únicamente los puede ejercer
por delegación, esto es, a través de
los individuos llamados “represen-
tantes”. Lo cual deja muy claro que
la Nación no es la población ni los
ciudadanos a quienes de acuerdo
con el artículo 6° de la Declaración
de los Derechos del Hombre y del
Ciudadano de 1789 les corresponde-
ría hacer la ley como expresión de la
voluntad general y que tenían el de-
recho de concurrir personalmente o
a través de sus representantes a la
formación de la ley. A continuación
se decía algo igualmente enigmáti-
co: que la Constitución francesa era
“representativa” y que sus represen-
tantes (de la Constitución, no de la
Nación) eran el Cuerpo legislativo y
el rey. Finalmente, en el artículo 7 de
la sección III de ese mismo Título III
de la Constitución francesa de 1791,
se confirmaba que en esa estructura
fantasiosa donde la soberanía le per-
tenecía a una Nación desconocida,
los representantes nombrados en los
departamentos no eran representan-
tes de los electores, ni de los ciuda-
danos, ni de los habitantes, y que los
seres humanos que formaban esos
conjuntos no podrían darles a esos
representantes ningún mandato,
pues los llamados representantes no
eran representantes de esos ciuda-
danos, sino que eran representantes
de una Nación indefinida que poco o
nada tenía que ver con ellos.
Unos meses después de las fan-
tasías que se habían escrito en la
Constitución francesa de 1791, las
ideas de la Nación, de la soberanía,
de la Constitución, de la razón de
ser de los gobiernos y de los dere-
chos de los seres humanos frente
a los gobiernos, empiezan a revi-
sarse con un punto de vista muy
diferente. La Constitución francesa
de 1793 refleja esos cambios. De
acuerdo con los primeros artículos
de la Declaración inicial del docu-
mento de 1793: “El gobierno se ins-
tituye para garantizar al hombre el
disfrute de sus derechos”.31 “La ley
es la expresión libre de la voluntad
general”.32 “La ley debe proteger la
libertad pública e individual contra
la opresión de aquellos que gobier-
nan”.33 Obviamente la soberanía
deja de pertenecerle a la señora
Nación: “la soberanía reside en el
pueblo”,34 el cual “tiene siempre
el derecho de revisar, de reformar
y de cambiar su Constitución”.35
“Cada ciudadano tiene un derecho
igual para concurrir a la formación
de la ley y a la nominación de sus
mandatarios o sus agentes”,36 y algo
especialmente significativo “Cuando
el gobierno viola los derechos del pueblo,
la insurrección es, para el pueblo y para
cada porción del pueblo, el más sagrado de
sus derechos y el más indispensable de sus
deberes”.37 Y aquí se empieza a cues-
tionar la significación de los “repre-
sentantes de la Nación”; la palabra
Nación se conserva en la nueva
Constitución, pero se introduce un
cambio importante: ya no se habla
de representantes ambiguos, sino
de “diputados” (députés), es decir,
comisarios (como decía Rousseau),
mandatarios o agentes de quien los
30
Bertrand de Jouvenel,
Les Débuts de l’État moderne,
Ëditions Fayard, Paris (1976)
p. 90, 92, 93.
31
Artículo 1 de la Declara-
ción inicial de la Constitu-
ción francesa de 24 de junio
1793: “Le gouvernement
est institué pour garantir à
l’homme la juissance de ses
droits naturels e imprescrip-
tibles.”
32
Artículo 4 de la Declara-
ción inicial de la Constitu-
ción francesa de 24 de junio
1793: “La loi est l’expression
libre y solennelle de la
volonté générale”.
33
Artículo 9 de la misma
Declaración inicial: “La loi
doit proteger la liberté pu-
blique et individuelle contre
l’oppression de ceux qui
gouvernent.”
Artículo 25 de la misma
34
Declaración inicial.
35
Artículo 28 de la misma
Declaración: “Un peuple a
toujours le droit de revoir,
de réformer et de changer sa
Constitution.”
36
Artículo 29 de la misma
Declaración: “Chaque
citoyen a un droit égal de
concourir à la formation de
la loi et à la nomination de
ses mandataires ou de ses
agents”.
37
Artículo 35 de la misma
Declaración: “Quand le gou-
vernement viole les droits
du peuple, l’insurrection
est, pour le peuple et pour
chaque portion du peuple,
le plus sacré des droits et
le plus indispensable des
devoirs”.

38
Artículo 29 de la parte
general de la Constitución
francesa de 1793: “Cha-
que député appartient à la
nation entière”.
39
Art 52 de la Constitución
francesa de 1795.
40
Antiguo Testamento, Es-
dras, 10; Nehemías 10,30
41
Exodo 23, 22, 23 y 27.
42
1° de Samuel 15, 3.
43
1° de Samuel 15, 7 y 8.
44
Georges Burdeau en la
Encyclopaedia Universalis,
Éditeur Á Paris (1989) Tomo
16, voz Nation p. 6.
45
Ibidem.
JUS SEMPER LOQUITUR
designa y ya no se dice que éstos
representan a la Nación, sino algo
diferente: “Cada diputado pertene-
ce a la Nación entera”.38 Terminada
la Revolución, la trampa de “los re-
presentantes” que no representan a
los habitantes ni a los ciudadanos
sino a una Nación indefinida, reapa-
recerá en la Constitución de 1795.39
3. LA NACIÓN INDEFINIDA
PARA MANEJAR A LOS GRUPOS
HUMANOS
En el uso más antiguo de la palabra,
“la nación” es algo muy cercano a
la vieja patria. Si la patria era el te-
rreno familiar donde estaban ente-
rrados los antepasados por línea
masculina, la nación era el lugar, el
poblado, la aldea, donde se nacía
y donde generalmente se pasaba
toda la vida. El origen de la palabra
viene de nacer: nascor, natus, nascere.
La primera identificación entre los
individuos pertenecientes a esos
grupos primitivos era el lenguaje
común. Era una identificación ba-
sada en la posibilidad de comuni-
carse con los demás. Después ven-
drá la identificación por la raza y la
identificación por las costumbres o
la manera de vivir, en la cual esta-
ban incluidas las creencias de todo
tipo. La unidad del pueblo judío se
construye sobre la raza y sobre la
religión; en la época de Esdras y
Nehemías llega al punto de pedir
a los judíos que repudiasen a sus
esposas que habían tomado de tri-
bus extranjeras y a los hijos que ha-
bían tenido con ellas40 y, junto con
la raza, en la religión que incluía la
creencia de un pacto con Dios que
los había escogido como su pue-
blo; los otros pueblos eran extra-
ños y casi naturalmente enemigos
por no aceptar creer en el mismo
Dios y serían destruidos: “seré (dijo
Dios) enemigo de tus enemigos y perse-
guiré a los que te persigan. Y mi ángel irá
delante de ti, y te introducirá en el país
del amorreo, y del heteo, y del fereceo, y
del cananeo, y del heveo, y del jebuseo, a
los cuales yo exterminaré. No adorarás ni
darás culto a sus dioses; no imitarás sus
obras, antes bien los destruirás, y harás
pedazos sus estatuas. Yo enviaré el terror
de mi nombre por precursor tuyo delante
59
de ti; y exterminaré todos los pueblos del
país en que tú entrares”.41 “Samuel dijo
a Saúl: Así dice el Señor de los ejércitos:
“Voy a tomar cuentas a Amalec. Ahora
ve y atácalo; entrega al exterminio todos
sus haberes, y a él no lo perdones; mata
a hombres y mujeres, chicos y niños de
pecho”.42 “Y Saúl fue destrozando a los
amalecitas desde Hevila hasta Sur. Tomó
vivo a Agag, rey de Amalec y pasó a cu-
chillo a todo el pueblo”.43
En el siglo VII, Isidoro de Sevilla
se refería a la Nación como un gru-
po de hombres que tienen un ori-
gen común.44 “La palabra “nación”,
varios siglos más tarde, en la Alta
Edad Media, según dice Georges
Burdeau, casi se utiliza sólo para
referirse a los hombres llegados de
otra parte que se distinguen de los
autóctonos por su lengua insólita
en un lugar por el cual pasan sin
asentarse de manera durable. Así
los escolares de las universidades
se agrupan en “naciones”.45 Mu-
cho tiempo después, en Inglaterra,
como consecuencia del rompi-
miento del rey Enrique VIII con la
Iglesia Católica Romana y la fun-
dación de la Iglesia de Inglaterra
(the Church of England) que tiene
como cabeza y jefe al rey, el sen-
timiento de pertenencia a un pue-
blo se identifica con la sumisión al
príncipe, tal como en 1648 se es-
tablecería en el Tratado de Paz de
Westfalia por el cual los habitantes
de un reino debían tener la religión
de sus príncipes. Así la identifica-
 H. Tribunal Superior de Justicia del Estado de Oaxaca

ción de un pueblo reaparece como al romanticismo alemán, es opor- 46

una igualdad religiosa; “la solidaridad
de grupo en el siglo XVII (dentro de los
distintos territorios de lo que ahora
es Alemania), dice Kohn, sólo regía
entre los que tenían el mismo credo reli-
gioso”,46 La nación se caracteriza por
tuno destacar que Johann Herder,
a quien se considera, junto con
Goethe, uno de los fundadores de
ese movimiento, hablaba de las ca-
racterísticas de una comunidad so-
cial: un pasado común, un lengua-
Hans Kohn, The Idea of
Nationalism. A Study in Its
Origins and Background. La
cita la tomo de la traducción
al español publicada por el
Fondo de Cultura Económi-
ca con el título Historia del
Nacionalismo, (1949) p.284
de la traducción al español
citada.

60
la pertenencia de sus habitantes a
un grupo que sigue los mandatos
de los dirigentes de una iglesia y
aún cuando dos pueblos tengan
una base general de creencias reli-
giosas cristianas que son comunes
a ambos, el creer o no creer en cier-
tos detalles los hace diferentes. Los
irlandeses por ser fieles a la iglesia
católica, son diferentes, su diferen-
cia profunda no viene del lugar, ni
de la raza o del idioma, ni del origen
de su pueblo –que no eran más dis-
tintos de lo que lo eran los galeses
y los escoceses– sino de su religión
y su adhesión a una iglesia con la
que los reyes de Inglaterra habían
tenido un choque frontal.
Antes de la Revolución la idea de
la nación en Francia estaba también
unida al rey de manera muy confu-
sa. El rey era la unidad y esa unidad
era la nación, ésta era algo diferen-
te del reino y también del territorio
y de la población. Después de los
Estados Generales de 1614, “el rey
encarnaba a la nación o, como dijo
Aulard, la absorbía en sí. En 1766,
Luis XV resumió la teoría de la om-
nipotencia real con estas palabras:
“Solo en mi persona reside la autoridad
soberana. …Mi pueblo sólo existe gra-
cias a su unión conmigo; los derechos e
intereses de la nación, que alguien osara
separar de los del monarca, están necesa-
riamente unidos a los míos y únicamente
se hallan depositados en mis manos”.47
Pero la nación era una palabra
especialmente vaga y todavía muy
poco usada. Para apreciar debida-
mente la rareza de la palabra “na-
ción” que con frecuencia se asocia
je, una cultura popular, una poesía
y una literatura compartida. “Un 47
Hans Kohn, The Idea of
Nationalism. A Study in Its
poeta, decía en su exposición sobre Origins and Background. La
Shakespeare publicada en 1773, es cita la tomo de la traducción
el creador de la nación que lo rodea”; sin al español publicada por el
Fondo de Cultura Económi-
embargo Herder no habla de die ca con el título Historia del
Nation (la nación, en alemán) sino Nacionalismo, (1949) capi-
tulo V, La Nación Soberana,
de das Volk (el pueblo, en alemán), Príncipe y pueblo, inciso 3,
que algunos traductores lo toman p. 175.
como sinónimo de nación. 48
Johann Gottlieb Fichte,
Una vez que se empieza a usar la Discursos a la Nación Alemana,
Nación en las primeras Constitucio- Séptimo discurso, (1807).
nes en Francia, la significación de la
palabra va a ser objeto de reflexión,
de discusión y de explicación en
distintos países y precisamente
porque su sentido era notablemen-
te vago y al mismo tiempo tenía un
toque glorioso, empieza a usarse
para referirse a cosas muy distintas.
Para Fichte, en 1807, en sus Discur-
sos a la Nación Alemana, “la nación
alemana es el carácter original del pueblo
alemán”. La nación no era una reali-
dad física sino “una realidad espi-
ritual”, una manera de pensar, una
filosofía. “Esta filosofía es pues esencial-
mente alemana, es decir, originaria; y, a
la inversa, cualquiera que en poco sea un
verdadero alemán no puede filosofar de
otra manera”.48 Setenta y cinco años
después, en Francia, Ernest Renan,
en su famosa conferencia titulada
¿Qué es una nación?, decía: “Una
nación es un alma, un principio
espiritual. Dos cosas que, a decir
verdad, no son sino una sola, cons-
tituyen esta alma, ese principio es-
piritual. Una está en el pasado, la
otra en el presente. Una es la pose-
sión común de un rico legado de re-
cuerdos; la otra es el consentimien-

49
Ernest Renan, Qu’est-ce
qu’une nation?, Traducción de
la versión francesa publicada
por AGORA, Les Classiques,
III.
50
Manuel García Morente,
La Idea de la Hispanidad,
Capítulo I
JUS SEMPER LOQUITUR
to actual, el deseo de vivir juntos,
la voluntad de continuar haciendo
valer la herencia indivisible que he-
mos recibido. …Una nación es pues
una gran solidaridad, constituida por el
sentimiento de los sacrificios que se han
hecho y de aquellos que se está dispuesto
a hacer otra vez. Ella supone un pasado;
ella se resume, sin embargo, en el presente
por un hecho tangible: el consentimiento,
el deseo claramente expresado de conti-
nuar la vida común. La existencia de una
nación es (perdónenme esta metáfora) un
plebiscito de todos los días, de la misma
manera que la existencia de un individuo
es una afirmación perpetua de vida”.49
Hoy, más de dos siglos des-
pués de la aparición de la Nación
en Francia con la que comienza la
gran expansión del vocablo duran-
te la Revolución francesa, no existe
acuerdo alguno sobre qué cosa es,
y hay cientos de opiniones diver-
gentes –algunas patéticas– de los
autores más famosos sobre qué
es, o que significa, eso a lo que se
le llama la Nación. Manuel García
Morente, en las conferencias que
presentó en Buenos Aires en 1938
y que después fueron publicadas
en un libro con el título “Idea de la
Hispanidad”, hacía una larga rela-
ción de las glorias de España y de
como “cuatro veces en la historia
universal ha sido España el centro
y eje de los acontecimientos mun-
diales por las virtudes futuras de
la raza que habíanse ya depurado,
fortalecido y acrisolado” y explica-
ba como “España, a quien la Provi-
dencia confirió la misión de salvar
la cultura europea es la primera na-
ción en donde el Estado, la monar-
quía y el pueblo se fundieron como
unidad política actuante, eliminan-
do la monarquía las fuerzas de todo
poder disidente”, “los españoles, la
nación española, enseñan al mundo
de entonces los principios teóricos
y la realización práctica de la mo-
derna política imperialista”, y “lle-
vando la cruz y su bandera por las
comarcas más remotas, conquista
y coloniza continentes y construye
el imperio más vasto que la historia
ha conocido”. Para concluir dicien-
61
do que “España, la nación española,
no es un territorio mayor o menor; no es
una determinada raza; no es un deter-
minado idioma: es un estilo de vida, el
estilo español de vida. ¿Cuál es ese es-
tilo hispánico? Ni siquiera intentaremos
“definir” el estilo español y habremos de
limitarnos al esfuerzo de “mostrarlo”, de
hacerlo intuitivo, mediante un símbolo
que lo manifieste. A mi parecer, la imagen
intuitiva que mejor simboliza la esencia
de la hispanidad es la figura del caballero
cristiano”.50
Lo primero que llama la atención
en la Constitución mexicana, en lo
que toca a la cuestión de quién es el
titular del poder político en México,
es que en el artículo 39 se dice que
“La soberanía nacional reside esencial
y originariamente en el pueblo”, y que
“Todo poder público dimana del pueblo y
se instituye para beneficio de éste”. En el
artículo 41 se reafirma la soberanía
del pueblo diciendo que “El pueblo
ejerce su soberanía”, pero con el agre-
gado de que el pueblo ejerce esa
soberanía por medio de sus em-
pleados, a quienes los grupos que
hicieron la Constitución convierten
rápidamente en “los Poderes”. Pero,
de manera contradictoria, en el ar-
tículo 25 se habla de la Soberanía de
la Nación y de su régimen democrá-
tico. ¿Se trata de dos soberanías la
de la nación y la del pueblo? O el
pueblo y la nación son sinónimos y
entonces ¿por qué no se habla sim-
plemente de la soberanía del pue-
blo? Para hacer las cosas un poco
más confusas, se dice que el pue-
blo ejerce su soberanía por medio
de sus empleados, llamados Pode-
 H. Tribunal Superior de Justicia del Estado de Oaxaca
res, pero la nación o no tiene po-
deres o la Constitución no dice que
deba ejercerlos por medio de nadie,
de lo cual se desprendería que los
ejerce directamente. ¿Cómo?
A primera vista parecería que la
nación es simplemente una forma
62
de designar a todo el pueblo. Sin
embargo la primera pregunta que
surge inmediatamente de esta iden-
tificación entre la nación y el pueblo
es algo elemental: si la nación y el
pueblo son la misma cosa ¿Por qué
no hablar sencillamente del pueblo
cuando se menciona a la nación? La
respuesta es que ni en la Constitu-
ción, ni en la teoría política, ni en la
historia de esa palabra, “la Nación”
se ha identificado con “el pueblo”.
La nación en México es algo que
cambia en la Constitución de un
artículo a otro. En algunos casos,
por ejemplo en el artículo 2, no se
dice qué cosa es, pero se le men-
ciona sugiriendo que puede ser la
totalidad de la población, formada
por pueblos y comunidades dife-
rentes, dentro de la cual los grupos
que tienen el dinero controlan a los
pueblos indígenas en una situación
de dominación muy parecida a la
que vivieron éstos bajo el poder de
los españoles durante trescientos
años. En el artículo 3 fracción IV se
habla del desarrollo de la nación de
una manera que no puede identifi-
carse con la población pues se re-
fiere a la investigación científica y
tecnológica de la nación. En el 25 se
dice que el Estado (que nadie sabe
tampoco qué cosa es) tiene entre
sus tareas dirigir el desarrollo nacional
(de lo cual se desprende que la na-
ción no es la población, pues para
que la población se desarrolle o se
reproduzca no necesita de los servi-
cios del “Estado”) y se dice que esto
tiene como propósito fortalecer la
Soberanía de la Nación y su régimen de-
mocrático; esto naturalmente es algo
bastante misterioso pues el artículo
39 dice que la soberanía nacional
reside en el pueblo.
Lo más interesante de este asun-
to de la nación es que, por alguna
razón, en muchos de los sistemas
de gobierno que se presentan como
democráticos, los ciudadanos es-
cogen a través de votaciones a los
llamados representantes, pero es-
tos representantes, aparentemente
electos por los ciudadanos, no re-
presentan a sus electores ni tampo-
co al pueblo en general sino a esa
nación indefinida y, por lo tanto,
los electores, una vez que eligen a
los llamados representantes (que
en el lenguaje ordinario serían sim-
ples delegados que representan a
los ciudadanos de las comunidades
en las que son designados o bien,
todos juntos, a todos los habitan-
tes) en ningún caso pueden desti-
tuirlos, pues según la Constitución
no los representan a ellos, sino a
esa Nación indescifrable.
La idea de la Constitución france-
sa de 1791, según la cual los indivi-
duos electos por los ciudadanos no
representaban ni la voluntad ni los
intereses de esos ciudadanos, ni tam-
poco los intereses de los habitantes,
sino que representaban a una Nación
indefinida, fue usada a partir de en-
tonces con gran provecho por los go-
bernantes y los representantes para
asegurar su dominio sobre el resto de
la sociedad. Se pueden llamar repre-
sentantes, gobernantes, diputados, o
de cualquier otra manera, pero su voz
no es la de los ciudadanos ni la de la
población. Su voz obedece a otros in-
tereses, son los intereses que se ocul-
tan atrás de máscaras de entidades
indefinidas, como “el Estado” o “la
Nación” que evocan el poder total o
una gloria imaginaria en las historias
oficiales y en los discursos, y que se
 JUS SEMPER LOQUITUR
usan, además de someter a los pue-
blos, para que los hombres del poder
puedan evadir la responsabilidad por
los crímenes que cometan.
La imposibilidad de que los ciuda-
danos puedan exigirle directamente
a sus altos empleados responsabi-
lidades por el desempeño perverso
o criminal de sus cargos, se expresa
ejemplarmente en el texto del jura-
mento que hace el presidente de la
República en México al tomar pose-
sión de su cargo, de acuerdo con el
artículo 87 de la Constitución: “…
protesto desempeñar leal y patrió-
ticamente el cargo de Presidente de
la República que el pueblo me ha
conferido, mirando en todo por el
bien y prosperidad de la Unión; y si
así no lo hiciere que la Nación me lo
demande,” Con lo cual se confirma
de manera evidente que ni los ciu-
dadanos, ni la población entera, en
México, tienen poder alguno sobre
sus empleados una vez que los de-
signan. Es la Nación indefinida e in-
visible la única que puede exigirles
algo y demandar a los empleados
públicos y a los llamados represen-
tantes. Pero como la Nación no es
una señora sino una entidad que
no tiene voluntad propia y que sólo
puede actuar por sus representan-
tes y de acuerdo con el artículo 51
de la Constitución hecha por algu-
nos de esos mismos empleados y
representantes, sólo los diputados
electos por los ciudadanos de los
diferentes distritos (pero que no
representan al pueblo de esos dis-
tritos, ni a la población total) son
los únicos que representan a la
Nación, serían esos diputados los
únicos que podrían demandar al
Presidente. Vale hacer notar que en
el juramento que hace el Presidente
de acuerdo al artículo 87 no existe
la menor mención a ejercer el cargo
de manera honrada, tal vez porque
esas cosas, como lo señalaba Tena
Ramírez “son secundarias”.
Dejando aparte la cuestión de
los muchos significados de la na-
ción, los hombres que tienen el
poder y que buscan la manera de
evitar cualquier participación de-
mocrática en el gobierno y al mismo
tiempo buscan presentarse como
gobernantes y legisladores legíti-
mos por ser elegidos por el pueblo,
63
se dan cuenta de los magníficos
servicios que puede prestarles un
ente imaginario que substituya en
la imagen popular al cuerpo social y
a la totalidad de la población. Para
esto se construye una teoría absur-
da e incoherente de la representa-
ción política de la población en la
que si bien los representantes son
electos por los ciudadanos, esos
representantes no representan a
los ciudadanos, ni a los habitantes,
sino a esa nación indefinida, cuyos
representantes son los diputados
designados por esos ciudadanos
que no tienen forma de reclamarles
a los llamados representantes.
Es así como ni la población ni
los ciudadanos en México, pueden
reclamarles nada a los empleados
públicos a los cuales eligen. Si de
acuerdo con la Constitución mexi-
cana los ciudadanos no pueden
exigirle nada al presidente de la Re-
pública, tampoco pueden reclamar-
les nada a los diputados federales
ni a los senadores, simplemente
porque éstos no son sus represen-
tantes; los primeros, los diputados,
son representantes de la Nación
según se establece en el artículo
51, los otros, los senadores, no se
dice en la Constitución que repre-
senten a nadie. De esta manera se
cae en el absurdo total. El pueblo,
los ciudadanos que eligen a esos
personajes, no tienen poder algu-
no sobre esos individuos quienes
 H. Tribunal Superior de Justicia del Estado de Oaxaca
según la teoría, y según todos los
artículos del Titulo Cuarto de la
Constitución, son sus servidores.
El pueblo, en quien reside la sobe-
ranía nacional; el pueblo, de quien
dimana todo poder público, no tie-
ne poder ni medio legal alguno para
destituir a sus llamados servidores,
64 ni para encarcelarlos por los robos
y los crímenes que cometen, pues
los inteligentes empleados que hi-
cieron la Constitución, establecie-
ron que si los designados resulta-
ran ser criminales dedicados antes
que todo a enriquecerse ellos, sus
familiares y sus amigos, como ha
IV.
LA EXTRAÑA HISTORIA DE LA DEMOCRACIA MODERNA
Contra lo que creen muchas personas
ilustradas que saben algo de historia,
la democracia, después de lo que es-
cribieron sobre ella algunos autores
en la Grecia antigua, es algo que casi
no se menciona nuevamente hasta
los primeros años del siglo XIX.
Para precisar esto y evitar confu-
siones y tonterías basadas en no-
velas y obras cinematográficas que
presentan como hechos históricos
relatos de mentiras, es convenien-
te verificar los textos documenta-
les de ciertos acontecimientos del
pasado que han sido deformados
para ofrecerles fantasías a los hom-
bres actuales. Así, por ejemplo, es
necesario tener presente que la de-
mocracia nunca fue uno de los pro-
pósitos de los barones menores51 que
encabezados por Cromwell llevaron
a cabo la rebelión contra el rey Car-
los I en 1640, y que gran parte de la
actividad de la llamada “República”
de Cromwell estuvo orientada preci-
samente a mantener sometida a la
población y a evitar que la mayoría
del pueblo tuviera conocimiento al-
sido el caso de la mayor parte de
los presidentes de la república, de
los empleados dependientes de
ellos y de la mayoría de los sena-
dores y diputados, sólo un grupo
de ellos mismos (los diputados y
los senadores) pueden destituirlos
a través de un procedimiento ab-
surdo e inútil llamado juicio político, y
no se puede proceder penalmente
contra ninguno de los altos “servi-
dores” (incluyendo a los diputados)
por los crímenes que cometan du-
rante el tiempo de su encargo, sino
cuando esos mismos diputados
den permiso para que así se haga.
guno del manejo del gobierno.52 Es
conveniente también señalar que ni
en la Declaración de Independencia
de las colonias inglesas en la Amé-
rica del norte, ni en las constitucio-
nes de los nuevos Estados en esa
región, ni en la Revolución francesa
de 1789 y en las constituciones que
se hicieron en los años siguientes, ni
tampoco en la Constitución de los
Estados Unidos, se mencionaba a la
democracia en alguna de sus frases.
Existieron, claro está, varios es-
critores notables antes del siglo XIX
que expresaban ideas muy cercanas
a la democracia: Thomas Hooker,
pastor y predicador de la iglesia de
Hartford en Nueva Inglaterra, soste-
nía en 1648 que el pueblo debía ele-
gir a sus párrocos, a sus dignatarios
y a sus gobernantes, “de ahí procede la
autoridad de éstos en sus cargos”.53 Roger
Williams, también eclesiástico, predi-
caba por las mismas fechas en Rho-
de Island la igualdad entre los hom-
bres, la tolerancia religiosa y en su
libro titulado “El sangriento dogma de
la persecución por causa de conciencia”,54
51
George. M. Trevelyan el
famoso historiador inglés
empieza por señalar que
desde el siglo XIV la nobleza
en Inglaterra estaba dividida
en dos en el Parlamento
Inglés: Los barones majores
y los barones minores, es
decir “los comunes” (The
Commons) A Shortened
History of England, Penguin
Books Ltd. (1971) p. 155
52
Christopher Hill, The
Century of Revolution, 1603-
1714, Second Edition, (1988)
Van Nostrand Reinhold (UK)
Co. Ltd. Part One, Politics
and the Constitution, The
Liberties of the Commons,
pp. 36-38.
53
Thomas Hooker, Survey of
the Summe of Church Discipline,
London (1648) Part II, pp.
66,72
54
Roger Williams, The Bloudy
Tenent yet more Bloody,
Narragansett Club Publica-
tions. Hay una traducción
reciente al español del libro
de Williams con el título
“El sangriento dogma de la
persecución por causa de
conciencia” publicado por el
Centro de Estudios políticos
y constitucionales, Madrid,
2004.

55
Roger Williams, The Bloudy
Tenent yet more Bloody, Narra-
gansett Club Publications.
“Every lawful Magistrate is
not only the Minister of God,
but the Minister or servant
of the people also, and that
Minister or Magistrate who
goes beyond … intermedd-
les with that which cannot
be given from the people”
Vol. IV, p. 187.
56
Richard Hooker, Of the Laws
of Ecclesiastical Polity, The First
Book, Chapter 10.8, Cam-
bridge Texts in the History of
Political Thought, Cambridge
University Press. 1989
57
John Locke, The Second
Treatise of Government,
Chapter XI, n° 134, líneas
4 a 11 (se transcribe con la
ortografía original): “The first
and fundamental positive
Law of all Commonwealths,
is the establishing of the
Legislative Power; as the first
and fundamental natural
Law, which is to govern even
the Legislative it self, is the
preservation of the Society,
and of every person in it.
For without this the Law
could not have that, which
is absolutely necessary to its
being a Law, the consent of
the Society, over whom no
Body can have a power to
make Laws, but by their own
consent, and by Authority
received from them;” p. 355
y 356 de la edición de Two
Treatises of Government,
Cambridge University Press,
1989.
58
Charles A. Beard, An
Economic Interpretation of
the Constitution of the United
States, Macmillan Publishing
Co., Inc. New York, (1941)
pp. 70, 71.
Statutes al Large (South
59
Carolina), Vol. IV, p. 99.
60
Schaper, “Sectionalism in
South Carolina”, American
Historical Association Report
(1900), Vol. I, p. 368
JUS SEMPER LOQUITUR
afirmaba que la autoridad se apoya-
ba en el consentimiento del pueblo y
sostenía que “Todo magistrado legítimo
no sólo es ministro de Dios, sino también
ministro o servidor del pueblo y si se entre-
mete en aquello que no le ha sido confiado
por el pueblo, se excede en su comisión”.55
Es particularmente interesante
que, al día de hoy, muchos hom-
bres y mujeres ilustradas no tengan
conocimiento de que las primeras
constituciones modernas (las de los
nuevos “Estados” que sustituyeron
a las colonias inglesas en Nortea-
mérica y la primera Constitución
francesa de 1791) no solamente no
tenían como propósito implantar
alguna democracia, sino que, por
el contrario, el primer objetivo de
esos documentos era evitar la par-
ticipación política de las mayorías,
reservando el derecho de voto a los
hombres de los sectores adinerados
y reservando los asientos de los re-
presentantes y los gobernadores
para los hombres más ricos.
1. LA AUSENCIA DE LA
DEMOCRACIA EN LAS PRIMERAS
CONSTITUCIONES EN LOS
ESTADOS DE NORTEAMÉRICA
En ninguna de las constituciones de
los nuevos estados en Norteaméri-
ca se mencionaba a la democracia
o se decía que alguna de las nuevas
entidades tenía un gobierno demo-
crático, pues aún y cuando en casi
todos ellos, siguiendo las ideas de
Richard Hooker56 y las de Locke,
se reconocía al legislativo como el
poder supremo en la comunidad
porque “el público” lo escoge y lo de-
signa57 y por lo tanto las asambleas
legislativas estaban por encima de
los gobernadores y de los jueces, el
nombramiento de los miembros de
esas asambleas legislativas estaba
reservado a los hombres blancos
privilegiados que tenían derecho a
votar por ser propietarios de inmue-
bles o tener rentas superiores a las
de la mayoría de los habitantes.
Según los textos de las diferentes
constituciones de los nuevos Esta-
dos en Norteamérica, únicamente 1
entre 5 ó 1 entre 4 hombres blancos,
65
es decir solo el 20% y, en el mejor de
los casos solo el 25% de los hombres
blancos adultos, según los diferen-
tes Estados, podían votar. En lo que
toca a quienes ejercían el gobier-
no o representaban a la población,
solamente los hombres más ricos
de cada Estado podían ser electos
como representantes, senadores o
gobernadores. Así por ejemplo, de
acuerdo con la Constitución del Es-
tado de Georgia de 1777, los únicos
que tenían derecho a votar eran los
varones blancos que tuvieran pro-
piedades por valor de diez libras y
que pagaran impuestos, pero éstos
electores solo podían votar para ser
representados por los pocos hom-
bres de ese Estado que tuvieran pro-
piedades al menos por 250 libras.58
En el Estado de Carolina del Sur el
derecho al sufragio estaba restringi-
do a los hombres que fueran propie-
tarios de 50 acres de tierra, quienes
sólo podían votar en favor de los
propietarios que tuvieran por lo me-
nos inmuebles y esclavos con valor
de 1000 libras,59 a fin de que algunos
de éstos fueran sus representantes,
y, para senadores, por los muy po-
cos hombres del Estado que tuvieran
propiedades por 2000 libras.60
Lo anterior no debe sorprender-
nos. En la mentalidad de todos los
miembros de la Convención que re-
dactaron más tarde, en 1787, en Fi-
ladelfia, el proyecto de Constitución
de los Estados Unidos que se some-
tería a ratificación por los votantes
seleccionados por ser propietarios
acomodados en cada Estado, el go-
 H. Tribunal Superior de Justicia del Estado de Oaxaca
bierno y la representación política
debía estar en manos de los hom-
bres ricos y todos compartían un
enorme temor no sólo al gobierno
por el pueblo, sino aún a la posibi-
lidad de que aquellos hombres que
no fueran propietarios de bienes in-
66
muebles pudieran votar para elegir
a los hombres que debían ejercer
el gobierno. El almirante Morison,
profesor de la Universidad de Har-
vard y uno de los historiadores nor-
teamericanos dedicados a glorificar
a los Estados Unidos, refiriéndose a
las opiniones de Benjamín Franklin
a quien se considera uno de los Pa-
dres Fundadores (Founding Fathers)
del sistema Norteamericano, dice:
“Hasta el democrático Benjamín Franklin
declaraba que “con respecto a los que no
tienen bienes inmuebles …el concederles
derecho de voto para las legislaturas sería
una imprudencia”.61
James Madison, a quien des-
pués se le llamaría “El Padre de la
Constitución” y quien era uno de los
miembros más respetados en la
Convención de Filadelfia, empeza-
ba por señalar las diferencias entre
una forma republicana de gobierno
y una democracia y se pronunciaba
claramente a favor de la república y
en contra de la democracia:
“Los dos grandes puntos de
diferencia entre una democra-
cia y una república son: prime-
ro, que en ésta el gobierno se
delega a un pequeño número
de ciudadanos elegidos por
los demás; segundo, que el
gobierno republicano puede
aplicarse a un número mayor
de ciudadanos y a una exten-
sión mayor de territorio. Con
este sistema, bien puede su-
ceder que la voz pública pro-
nunciada por los represen-
tantes del pueblo esté más
conforme con el bien común
que si la profiriese directa-
mente el pueblo mismo”.62
Alexander Hamilton, quien junto
con Madison escribiría después la
mayor parte de los artículos perio-
dísticos para hacerle propaganda
en Nueva York al proyecto de Cons-
titución que habían elaborado ellos
y otros delegados en Filadelfia, pro-
bablemente por las dudas sobre la
identidad de su padre en una época
en que los prejuicios en esos temas
eran aún más brutales que en la ac-
tualidad, se presentaba como un
descendiente de la nobleza, pero
políticamente creía que el mejor go-
bierno era aquel que estuviera ma-
nejado por la oligarquía económica.
Los ricos que ejerzan el gobierno,
decía, serán honrados, ya que te-
niendo riqueza suficiente no tienen
necesidad de más y teniendo poder
suficiente no ambicionarán tampo-
co más. A pesar de que muchas de
sus ideas venían de la filosofía po-
lítica de Hobbes, en este punto se
olvidaba de la observación que éste
hacía en el sentido de que en la bús-
queda de honores, de riqueza y de
poder, el hombre no tiene límites.63
Así, en una de sus intervenciones
en la convención de Filadelfia, Ha-
milton explicaba su oposición a la
democracia diciendo:
“Toda colectividad social se
divide en los pocos y los mu-
chos. Los primeros son los ri-
cos y bien nacidos; los otros
son la masa del pueblo. Hase
dicho que la voz del pueblo
es la voz de Dios; pero esta
máxima, por mucho que se
haya repetido y creído, no es
en realidad verdadera. El pue-
blo es turbulento e inconsis-
tente y rara vez juzga o decide
61
Morison, Commager y Leu-
chtenburg, Breve historia de los
Estados Unidos, (1980) Fondo
de Cultura Económica, p.
134. Traducción al español
de la obra original en inglés
titulada A Concise History of
the American Republic, Oxford
University Press, (1977), New
York.
62
The Federalist, Number 10:
“The two great points of
difference between a de-
mocracy and a republic are:
first, the delegation of the
government, in the latter, to
a small number of citizens
elected by the rest; secon-
dly, the greater number of
citizens, and greater sphere
of country, over which the
latter may be extended.
Under such a regulation, it
may well happen that the
public voice pronounced by
the representatives of the
people, will be more conso-
nant to the public good than
if pronounced by the people
themselves, convened for
the purpose.”
63
“Felicity is a continuall
progresse of the desire,
from one objet to another;
the attaining of the former,
being still but the way to
the later. So that in the first
place, I put for a generall
inclination of all mankind, a
perpetuall an restless desire
of Power after power, that
ceaseth onely in Death.
A man cannot assure the
power and means to live
well, which he hath present,
without the acquisition of
more. And from hence it is,
that Kings, whose power is
greatest, turn their endea-
vours to the assuring it a
home by Lawes.” Thomas
Hobbes, Leviathan, Part I, cap.
XI, tomado de la edición de
Penguin Classics que repro-
duce la versión facsimilar
de 1651 con la ortografía
original.
 JUS SEMPER LOQUITUR

64
All communities divide
themselves into the few an
the many. The first are the
rich and well born, the other
the mass of the people. The
voice of the people has been
said to be the voice of God;
and, however generally this
maxim has been quoted
and believed, it is not true
to fact. The people are
turbulent and changing; they
seldom judge or determine
right. Give, therefore, to the
acertadamente. Dad pues a
la primera clase participación
también naturalmente en el gobier-
no federal que se tenía intenciones
67
first class a distinct, perma-
nent share in the govern- conspicua y permanente en el de crear. Madison, quien igual que
ment. They will check the gobierno. Ella contrarrestará Hamilton y a pesar de sus diferen-
unsteadiness of the second;
and as they cannot receive la inestabilidad de la segun- cias con éste era uno de los que
any advantage by a change, da, y como ninguna venta- más peso tenían en la Convención,
they therefore will ever ja sacará de cambio alguno, explicaba el temor que casi todos
maintain good government.
Can a democratic assembly, mantendrá siempre un buen los delegados tenían al gobierno de
who annually revolve in gobierno. ¿Puede suponerse la mayoría y su firme determinación
the mass of the people, be
supposed steadily to pursue
que una asamblea democrá- de impedir que en el futuro pudiera
the public good? Nothing tica que anualmente pasa por implantarse la democracia.65
but a permanent body can manos de la masa del pueblo Las expresiones de Hamilton, el
check the imprudence of de-
mocracy. Their turbulent and busque de continuo el bien líder del partido federalista, eran mu-
uncontrollable disposition público? Sólo un cuerpo per- cho más agresivas en contra de la de-
requires checks.” Jonathan manente puede refrenar la im- mocracia. Algunas de las más cono-
Elliot, Elliot’s Debates, first
published between 1827 and prudencia de la democracia. cidas son precisamente las que hizo
1830 as a five-volume co- La índole turbulenta y díscola durante la convención de Filadelfia:
llection entitled The Debates
in the Several State Conventions
del pueblo necesita freno”.64
on the Adoption of the Federal “Poco afecto tengo a la majes-
Constitution, Vol. I, p. 422 El primer objetivo de la mayor parte tad de la multitud, y renuncio
65
“The landed interest, at de los miembros de la Convención toda pretensión a su apoyo.”
present, is prevalent, but in que se reunió en Filadelfia para ha- “¡El pueblo! ¡El pueblo es una
process of time… when the cer el proyecto de la Constitución gran bestia!” “Algunos caballe-
number of landholders shall
be comparatively small… con la que unirían a los Estados, ros dicen que tenemos necesi-
will not the landed interests era impedir la democracia, enten- dad de ser rescatados de la de-
be overbalanced in future
elections? and, unless wisely
dida como la participación de la mocracia. Pero ¿cuáles son los
provided against, what will mayoría de la población en los go- medios que se proponen para
become of our government? biernos de los diferentes Estados y lograrlo? Que una asamblea
In England, at this day, if
elections were open to all
classes of people, the pro-
perty of landed proprietors
would be insecure. An Agra-
rian law would take place. If
these observations be just,
our government ought to
secure the permanent inter-
ests of the country against
innovation. Landholders
ought to have a share in
the government, to support
these invaluable interests,
and to balance and check
the other. They ought to be
so constituted as to protect
the minority of the opulent
 H. Tribunal Superior de Justicia del Estado de Oaxaca
democrática sea refrenada por
un senado democrático, y éste
y aquélla por un primer magis-
trado democrático. Así no se
logrará el fin, pues los medios
no son los adecuados a los fi-
nes. (El gobierno) será por tan-
68
to débil e ineficaz”.66
Muchos años después, una vez
que la palabra democracia empie-
za a verse como una palabra de
prestigio en los Estados Unidos,
los comentaristas norteamerica-
nos comienzan a llamar a Thomas
Jefferson: “el demócrata”, en buena
parte por la frase que escribió To-
cqueville en su famosísimo libro De
la Démocratie en Amérique, publicado
en Francia en enero de 1835 y unos
meses después traducido al inglés
y publicado en Inglaterra, en el cual
el autor calificaba a Jefferson como
“el más grande demócrata que haya na-
cido hasta ahora de la democracia nor-
teamericana”.67
Sin duda Jefferson fue un hombre
excepcional, dedicado a trabajar por
el bienestar de todos los individuos
dentro del medio social en el que
vivía. Profundamente preocupado
en asegurar y ampliar los derechos
de los habitantes, lo cual, según él,
únicamente podía lograrse acaban-
do con la monarquía. Convencido,
siguiendo las ideas de Locke, de
que todos los poderes del gobierno
surgían del cuerpo legislativo, no
dudaba, sin embargo, en condenar
el despotismo de las asambleas le-
gislativas: “173 déspotas pueden segu-
ramente ser tan opresivos como uno solo.
De poco nos servirá que esos déspotas ha-
yan sido escogidos por nosotros mismos.
…“Un despotismo electoral no fue la for-
ma de gobierno por la que luchamos”.68
Es posible que Jefferson fuera un
partidario de la democracia, pero
si fue así, nunca lo expresó clara-
mente. Las poquísimas menciones
que hace él de la democracia en
algunos de sus escritos, especial-
mente en su carta a James Madison
fechada en Monticello el 28 de di-
ciembre de 1794, no nos permiten
concluir nada definitivo de su opi-
nión sobre la democracia. Lo único
que sabemos es que en los grandes
documentos que escribió, esto es,
en A Summary View of the Rights of Bri-
tish America, publicado en julio de
1774, The Declaration of Independence
1776, el Draft Constitution for Virginia,
1776, y en las Notes on the State of
Virginia, escritas entre 1781 y 1782,
no existe opinión alguna sobre la
democracia, que, por entonces, era
todavía algo que se consideraba al-
tamente peligroso en todas partes
de Norteamérica.
2. DE LA AUSENCIA
DE LA DEMOCRACIA
EN LA REVOLUCIÓN FRANCESA
En las constituciones escritas de
los nuevos Estados que se inventa-
ron sobre lo que eran las colonias
inglesas del Norte de América a
partir de 1776 y en la Constitución
por la cual entre 1787 y 1789 se
unen esos Estados en una federa-
ción a la que se le pone por título
Estados Unidos de América, no se
hace mención alguna de la demo-
cracia. En los grandes documentos
que se escriben en Francia durante
la Revolución, tampoco.
Es cierto que desde 1762 Juan
Jacobo Rousseau había publicado
en Amsterdam su libro Del Contrato
Social,69 en el que aparecen algunas
de las más importantes reflexiones
que se han hecho sobre lo que ac-
tualmente se conoce como Ciencia
o Teoría política. La obra de Rous-
seau está formada por una multitud
de opiniones políticas escandalosas
against the majority”. Elliot’s
Debates, Vol. 1, pp. 449 – 450.
66
“I am not much attached
to the majesty of the multi-
tude,” he said during the de-
bate over the Constitution,
“and waive all pretensions
(founded on such conduct)
to their countenance.” His
notorious comment – which
the American democrat has
never forgiven him, “The
people! - the people is a
great beast!” – was charac-
teristically frank. “Gentlemen
say we need to be rescued
from the democracy.
But what are the means
proposed? A democratic
assembly is to be checked
by a democratic senate, and
both these by a democratic
chief magistrate. The end
will not be answered, the
means will not be equal to
the object. It will, therefore,
be feeble and inefficient.”
Alexander Hamilton, Brief of
speech submitting his plan of
Constitution, in Works, Vol. II,
p. 415, citado por Vernon
Louis Parrington, Main
Currents in American Thought
(1930) Harcourt, Brace and
Company, New York, Volume
One, pp. 300 a 302
67
Alexis de Tocqueville, De
la Démocratie en Amérique,
Volumen I, Segunda parte,
Capítulo V, inciso titulado
influencia que ha ejercido la
democracia norteamericana
sobre las leyes electorales.
68
Thomas Jefferson, Notes on
the State of Virginia, Query XIII,
Constitution, inciso 4: “It will
be no alleviation that these
powers will be exercised by
a plurality of hands, and not
by a single one. 173 despots
would surely be as oppressi-
ve as one. As little will it avail
us that they are chosen by
ourselves. An elective despo-
tism was not the government
we fought for”.
69
El título del libro, escrito
originalmente en francés
por J. J. Rousseau, quien se
presentaba en la portada del
mismo como Ciudadano de
Ginebra, es Du Contrat Social
que literalmente se traduce
 JUS SEMPER LOQUITUR

al español como “Del Con-

trato Social”, sin embargo
en la mayor parte de las
ediciones que se hacen de
esta obra en español se le
pone simplemente por título
“El Contrato Social”.

70
“Le gouvernement est en
petit ce que le corps politi-
para su tiempo; unas muy acerta- hace aún mejor, pues recobrando su liber-
que qui le renferme est en
grand. C’est une personne
morale douee de certaines
facultés, active comme le
das, otras disparatadas y contradic-
torias, y muchas ininteligibles por el
uso que hacía de entes imaginarios
tad con el mismo derecho con que le fue
arrebatada, prueba que fue creado para
disfrutar de ella”,71 y plantea como el
69
souverain, passive comme
l’État” … “Sans nous emba- y abstracciones, como aquella frase objetivo de su libro encontrar una
rrasser dans cette multipli- en la que decía: “El gobierno es en pe- forma de asociación que defienda
cation de termes, conten-
tions-nous de considerer le queño lo que el cuerpo político que lo con- con la fuerza común la persona y
gouvernement comme un tiene es en grande. Es una persona moral los bienes de cada asociado, por
nouveau corps dans l’État,
distinct du people et du sou-
dotada de ciertas facultades, activa como el la cual cada uno, uniéndose a to-
verain, et intermédiaire entre soberano, pasiva como el Estado” y que, dos, no obedezca sino a sí mismo
l’un et l’autre. Il y a cette a continuación trataba de aclarar y y permanezca tan libre como antes,
difference essentielle entre
ces deux corps, que l’État
se enredaba más, diciendo: “Sin em- tal es el problema fundamental que
existe par lui-même, et que brollarnos en esta multitud de términos, pretende resolver con el Contrato
le gouvernement n’existe contentémonos con considerar al gobierno social, cuyas cláusulas se reducen a
que par le souverain.” J. J.
Rousseau, Du Contrat Social, como un nuevo cuerpo del Estado, distinto una sola, a saber: la enajenación to-
Livre III, Chapitre I. del pueblo y del soberano e intermediario tal de cada asociado con todos sus
71
“L’homme est né libre,
entre el uno y el otro. La diferencia esen- derechos a la comunidad entera.72
et partout il est dans les cial entre estos dos cuerpos es que el Esta- Pero al tratar de la democracia de-
fers”…. “tant qu’un peuple do existe por sí mismo y el gobierno por el cía: “No hay gobierno que esté tan sujeto
est contraint d’obéir et qu’il
obéit, il fait bien; sitôt qu’il
soberano”.70 a las guerras civiles y a las agitaciones
peut secouer le joug, et Lo más interesante, para el tema intestinas como el democrático o popular,
qu’il le secoue, il fait encore de la democracia, es que Rousseau a causa de que no hay tampoco ninguno
mieux; car, recouvrant sa
liberté par le même droit inicia su famoso libro haciendo va- que tienda tan continuamente a cambiar
qui la lui a ravie, ou il est rias reflexiones muy claras en con- de forma, ni que exija más vigilancia y
fondé à la reprendre, ou on
ne l’était point à la lui ôter”.
tra de la sumisión de los hombres a valor para sostenerse”.73
Rousseau, Du Contrat Social, un señor y de la falta de razón para Es cierto también que, unos me-
Livre I, Chapitre I someter a los hombres por la fuer- ses antes de la Declaración france-
72
“Trouver une forme
za: “El hombre ha nacido libre y, sin em- sa de los Derechos del Hombre y
d’association qui défen- bargo, vive en todas partes encadenado” del Ciudadano, Emmanuel Sieyès,
de et protégé de toute sa …“En tanto un pueblo está obligado a sacerdote y vicario de Chartres,
force commune la person-
ne et les biens de chaque obedecer y obedece, hace bien; tan pronto había escrito diversos comentarios
associé, et par laquelle como puede sacudir el yugo y lo sacude, sobre la Convocatoria a los Estados
chacun s’unissant à tous
n’obèisse pourtant qu’à
lui-meme et reste aussi libre
qu’auparavant. Tel est le
problème fundamental dont
le contrat social donne la
solution”. Du Contrat Social,
Livre I, Chapitre VI.

73
“Il n’y a pas de gouver-
nement si sujet aux guerres
civiles et aux agitations
intestines que le démocrati-
que ou populaire, parce qu’il
n’y en a aucun que tende si
 H. Tribunal Superior de Justicia del Estado de Oaxaca
generales que había promulgado el
rey Luis XVI en julio de 1788, en los
cuales presentaba de manera muy
clara las incoherencias y la falsedad
en la que se apoyaba la concepción
etérea de “los representantes de
Francia” en esa Convocatoria. Es-
70
tos comentarios aparecen primero
en el escrito de Sieyès titulado Vues
sur les moyens d’exécution dont les repré-
sentants de la France pourront disposer
en 1789,74 e inmediatamente des-
pués en un Essai sur les privilèges,75 y
en su gran folleto Qu’est ce que le
Tiers état? (¿Qué es el Tercer esta-
do?) publicado en enero de 1789.
En esos escritos, Sieyès denun-
ciaba los engaños y los absurdos
de la concepción que había de “la
representación” en Francia antes de
la Revolución. Su crítica y sus argu-
mentos contra la imaginaria repre-
sentación del pueblo francés en lo
que se llamaba los Estados generales
acabó con la farsa de la representa-
ción de la sociedad entera que se le
otorgaba desde hacía casi 500 años
a la reunión de los tres sectores o
clases sociales (llamados estados):
el clero, la nobleza y el tercer esta-
do, en los cuales, por decreto de los
reyes, se dividía la sociedad france-
sa, se le daba representación como
dos estados o sectores dentro del
reino al alto clero y a la nobleza
compuestos en total por 200,000
habitantes en tanto que al resto de
la población, 25 millones de habi-
tantes (el 99% de la población),76 se
le consideraba sólo como un sector
al cual le “nombraban” como “sus”
representantes a algunos miem-
bros de la nobleza.77 Estos señala-
mientos eran sin duda de la mayor
trascendencia para denunciar la fal-
sedad de la representación en el an-
tiguo régimen. Pero en lo que toca
a la democracia, la palabra simple-
mente no aparece en ninguno de
los tres folletos de Sieyès.
Pocos meses después de que
Sieyès publicara esos escritos, los
revolucionarios, entre ellos el mis-
mo Sieyès, en agosto de 1789, dan
a conocer la Declaración francesa
de los Derechos del Hombre y del
Ciudadano, en la cual se menciona-
ban algunos de los enunciados más
importantes que se han expresado
en la historia de las asociaciones
políticas para tratar de acabar con
las concepciones del despotismo
fundadas en la superioridad de los
grupos privilegiados sobre la enor-
me mayoría de la población, pero
en ningún punto de la Declaración
se habla de democracia.
El primer enunciado de la Declara-
ción francesa era la afirmación según
la cual “Los hombres nacen y permanecen
libres e iguales en derechos”.78
La segunda se refiere a algo es-
pecialmente importante que, más
de doscientos años después, toda-
vía tratan de burlar los hombres que
dominan a sus pueblos en casi to-
das partes del mundo: “El objetivo de
toda asociación política es la conservación
de los derechos naturales e imprescriptibles
del hombre”.79
Junto con ésas, hay otras decla-
raciones de la mayor trascenden-
cia: “La libertad consiste en poder hacer
todo lo que no causa daño a otro”.80 “La
ley sólo puede prohibir las acciones per-
judiciales a la sociedad”.81 “La ley es la
expresión de la voluntad general”. “Todos
los ciudadanos tienen derecho de concurrir
personalmente, o por sus representantes
a la elaboración de la ley. La ley debe
ser la misma para todos sea que proteja,
sea que castigue. Todos los ciudadanos,
siendo iguales a sus ojos, son igualmente
admisibles a todas las dignidades, cargos
y empleos públicos, según su capacidad y
sin otra diferencia que la de sus virtudes y
sus talentos”.82 “La sociedad tiene el de-
recho de pedir cuentas a todos los agentes
fortement et si continuelle-
ment à changer de forme, ni
qui demande plus de vigilan-
ce et de courage pour être
maintenu dans la sienne”.
Du Contrat Social, Livre III,
Chapitre IV.
74
El título en español sería:
“Puntos de vista sobre los
medios de ejecución de
que podrán disponer los
representantes de Francia
en 1789”. Este ensayo fue
publicado como un escrito
anónimo en diciembre de
1788.
75
Emmanuel J. Sieyès, Ensayo
sobre los privilegios. Este en-
sayo también fue publicado
como un escrito anónimo en
diciembre de 1788.
76
Emmanuel J. Sieyès, Qu’est-
ce que le tiers-état? Chapitre III,
Inciso II Deuxième Demande
du Tiers.
77
Emmanuel J. Sieyès, Qu’est-
ce que le tiers-état? Chapitre III,
Inciso I Première Demande.
78
Déclaration des Droits de
L’Homme et du Citoyen du 26
aout 1789, Article Premier:
“Les hommes naissent et
demeurent libres et égaux en
droits.”
79
Déclaration des Droits de
L’Homme et du Citoyen du
26 aout 1789, Art. 2: “Le but
de toute association politi-
que est la conservation des
droits naturels et imprescrip-
tibles de l’homme.”
80
Déclaration, Art. 4: “La
liberté consiste à pouvoir
faire tout ce qui ne nuit pas
à autrui”.
81
Déclaration, Art. 5: “La loi
n’a le droit de défendre que
les actions nuisibles à la
société”.
82
Déclaration, Art. 6: “La loi
est l’expression de la volon-
té générale .. completar

83
Déclaration, Art. 15: “La so-
ciété a le droit de demander
compte à tout agent public
de son administration.”
84
León XIII, encíclica Diu-
turnum Illud, II, 10. Doctrina
Pontificia, II, Documentos polí-
ticos, Biblioteca de Autores
Cristianos, Madrid, (1958)
p. 116.
85
León XIII, Inmortale Dei,
Doctrina Pontificia, II, Documen-
tos políticos: “En numerosos
pasajes de sus obras San
Agustín ha subrayado con su
elocuencia acostumbrada el
valor de esos bienes, sobre
todo cuando, hablando con
la Iglesia católica, le dice: tú
adviertes a los pueblos que
presten obediencia a los re-
yes. Tú enseñas con cuidado
a quién es debido el honor,
a quién el afecto, a quién
la reverencia, a quién el
temor, a quién el consuelo,
a quién el aviso, a quién la
reprensión, a quién el casti-
go, manifestando al mismo
tiempo que no todos tienen
los mismos derechos.” (op.
cit. página 201) “A esta
fuente hay que remontar
el origen de los principios
modernos de una libertad
desenfrenada, inventados
en la gran revolución del
siglo pasado y propuestos
como base y fundamento de
un derecho nuevo. El principio
supremo de este derecho
nuevo es el siguiente: todos
los hombres, de la misma
manera que son semejantes
en su naturaleza específica,
son iguales también en
la vida práctica.” (op. cit.
página 204). “La naturaleza
enseña que toda autoridad,
sea la que sea, proviene de
Dios, como de suprema y
augusta fuente. La soberanía
del pueblo, aunque presenta
grandes ventajas para hala-
gar y encender innumerables
pasiones, carece de todo
fundamento sólido y de
eficacia substantiva para
mantener el orden en la so-
ciedad. Prevalece hoy en día
la opinión de que, siendo los
gobernantes meros delega-
dos, encargados de ejecutar
la voluntad del pueblo, es
necesario que todo cambie
al compás de la voluntad
JUS SEMPER LOQUITUR
públicos sobre la manera como llevan a
cabo su administración”.83
Todas éstas eran expresiones
escandalosas en una época en que
cualquier desobediencia a los man-
datos de la autoridad, cualquier alu-
sión a la igualdad de derechos, cual-
quier llamado a la rebelión contra la
autoridad por despótica que ésta
fuera y cualquier reconocimiento de
los derechos de los hombres comu-
nes era visto como una herejía y un
atentado contra el orden impuesto
por Dios para el gobierno de los
pueblos, y la resistencia a la autori-
dad impuesta por Dios, llevaba a la
condenación. Todavía en 1881, no-
venta años después, el papa León
XIII en su encíclica Diuturnum Illud,
invocando lo que decía eran las pa-
labras del apóstol San Pablo, orde-
naba: “Todos habéis de estar sometidos a
las autoridades superiores… Que no hay
autoridad sino por Dios y las que hay, por
Dios han sido ordenadas, de suerte que
quien resiste a la autoridad resiste a la
disposición de Dios, y los que la resisten
atraen sobre sí la condenación… Y en
esta misma línea se mueve la noble
sentencia de San Pedro, Príncipe de
los Apóstoles: Por amor del Señor estad
sujetos a toda autoridad humana, ya al
emperador, como soberano, ya a los gober-
nadores, como delegados suyos”.84 Más
tarde, el mismo León XIII en 1885
en su Encíclica Inmortale Dei escri-
ta para combatir las nuevas ideas,
especialmente pecaminosas, de-
claraba, apoyándose en San Agus-
tín, que los hombres no tienen los
mismos derechos; condenaba los
principios modernos de la libertad
inventada en la gran revolución del
siglo XVIII, los cuales eran la base y
fundamento de un derecho nuevo,
sosteniendo que la soberanía del
pueblo impedía garantizar la segu-
ridad pública y mantener el orden
en la sociedad. Los Romanos pon-
tífices –decía el papa– han conde-
nado con gran autoridad doctrinal
esos principios: el indiferentismo
religioso, la libertad de cultos y de
conciencia, la libertad de imprenta
y la legitimidad del derecho de re-
belión.85
71
Las ideas de la Declaración de
los Derechos del Hombre y del Ciu-
dadano de 1789, eran, naturalmen-
te, pecaminosas para los hombres
interesados en mantener el des-
potismo de los reyes y el dominio
de los grandes señores sobre los
pueblos, pero como puede verse,
en la famosa Declaración no exis-
tía todavía una sola frase en la que
se hablara de democracia ni de la
participación de la ciudadanía en
el gobierno, esto es, de la partici-
pación democrática en el gobierno
y, en cambio, se hacía una aseve-
ración que le atribuía la soberanía
a un ente imaginario: “la Nación”,
con una expresión tramposa por
ambigua que hablaba de “residen-
cia esencial” y decía: “El principio
de toda soberanía reside esencialmente
en la Nación”, precisamente para
evitar que pudiera pensarse que el
poder supremo debía atribuirse a
la población.
Dos años después de la famosa
Declaración, se expide, en 1791, la
primera Constitución francesa, la
cual es uno de los mejores ejem-
plos de documentos constitucio-
nales incongruentes que se han
hecho en la historia. Se trata de un
conjunto de tonterías en donde se
mezclaban conceptos abstractos
inexistentes con entes ficticios ima-
ginarios y todo tipo de fantasías.
Para empezar, después de escri-
bir una lista de garantías de tinta
en el papel que se decía estaban
garantizadas por la Constitución,
como si ésta fuera un talismán, las
cuales obviamente –igual que la
 H. Tribunal Superior de Justicia del Estado de Oaxaca
mayor parte de “garantías” en mu-
chas de las constituciones actuales
en el mundo– se sostenían en el
aire, pues no existían medios acce-
sibles efectivos para asegurarlas ni
para castigar a los ilusorios repre-
sentantes y a los demás empleados
72
públicos que pasaran sobre ellas,
se consagraban las fantasías: Una
Soberanía (con mayúsculas) que era
una, indivisible, inalienable e im-
prescriptible, la cual, aunque nadie
supiera que era lo que significa-
ba la palabra, una vez que había
dejado de ser un atributo del mo-
narca –igual que en la Declaración
de 1789– pertenecía a una Nación
abstracta que, desde luego, no
era el pueblo ni los habitantes.86
De esa Nación emanaban como de
una fuente mágica todos los Pode-
res (también con mayúsculas) que
obviamente no le pertenecían a los
habitantes o a la población, pues
eran de la Nación y, para afianzar
más la idea de que esos poderes
no podía ejercerlos la población, se
establecía que tales poderes úni-
camente se podían ejercer por de-
legación, esto es por los represen-
tantes, quienes de esta manera se
adueñaban y se convertían en “los
Poderes”.87 A continuación, se esta-
blecían una serie de incongruencias
para lo cual se empleaban algunas
de las palabras gloriosas: la Cons-
titución era representativa, pero a su
vez era representada por el Cuerpo le-
gislativo y el rey.88 Después, aquella
Nación invisible, de quien emana-
ban todos los poderes, le delegaba
el poder legislativo a una Asamblea
nacional compuesta de represen-
tantes temporales “libremente ele-
gidos” por un pueblo (en el cual casi
la mitad de los hombres adultos no
tenían derecho a votar) para que
esa Asamblea ejerciera el poder le-
gislativo junto con el rey.89
Pero en lo que toca a la demo-
cracia, a la cual nunca se le mencio-
na en ese texto, los hombres que
escribieron la Constitución de 1791
tuvieron buen cuidado de estable-
cer restricciones muy efectivas para
impedir que cualquiera de los hom-
bres sin riqueza pudiera ser diputa-
do en el Cuerpo legislativo.
A diferencia de las promesas de
la Declaración de los Derechos del
Hombre y del Ciudadano que atri-
buía a “todos los ciudadanos” el “dere-
cho de concurrir personalmente o por sus
representantes” a la formación de la
ley”,90 en la Constitución de 1791
el derecho de hacer las leyes –igual
que todos los poderes– le pertene-
cían a una Nación imaginaria que
le delega su poder legislativo a una
Asamblea nacional compuesta de
representantes que se dice que son
elegidos por el pueblo pero que
no representan a sus electores, ya
que según la Constitución hecha
por esos representantes, éstos re-
presentan a esa Nación ambigua
recién inventada, la cual, al delegar
su poder legislativo (que no le per-
tenece a los ciudadanos) establece
finalmente quiénes son los que ha-
rán la ley.91
Las restricciones empiezan con
una distinción de poca importancia
numérica entre ciudadanos activos
y pasivos. Los únicos que podían
votar eran los ciudadanos activos,
y únicamente eran ciudadanos ac-
tivos los hombres que pagaban im-
puestos al menos por el equivalen-
te a tres jornadas de trabajo. Según
los cálculos que presentan Bluche,
Rials y Tulard, estos eran un 60%
del total de los hombre mayores de
25 años,92 lo cual era una propor-
ción mucho mayor que los que te-
nían derecho a votar en los Estados
de Norteamérica, en donde sólo te-
nían derecho al voto entre el 20 y el
del pueblo, de donde se
sigue que el Estado nunca
se ve libre del temor de las
revoluciones.” (op. cit. pá-
gina 207) “Estas doctrinas,
contrarias a la razón y de
tanta trascendencia para el
bien público del Estado, no
dejaron de ser condenadas
por los Romanos Pontífices,
nuestros predecesores, que
vivían convencidos de las
obligaciones que les imponía
el cargo apostólico. Así,
Gregorio XVI en la encíclica
Minari vos, de 15 de agosto
de 1832, condenó con gran
autoridad doctrinal los prin-
cipios que ya entonces se
iban divulgando, esto es, la
libertad absoluta de cultos y
de conciencia, la libertad de
imprenta y la legitimidad del
derecho de rebelión.” (op.
cit. página 209)
86
Article Premier du Titre
III de la Constitución francesa
de 1791: “La Souveraineté est
une, indivisible, inaliénable et
imprescriptible. Elle appartient à
la Nation; …”
87
“La Nation de qui seule éma-
nent tous les Pouvoirs, ne peut
les exercer que par délégation”.
Article 2 du Titre III
88
“La Constitution francaise est
représentative; les représentants
sont le Corps législatif et le roi”.
Segunda parte del Article 2
du Titre III.
89
“ Article 3 du Titre III: “Le
pouvoir législatif est délégué à
une Assemblée national composée
de représantants temporaires,
librement élus par le peuple,
pour être exercé par elle, avec la
sanction du roi.”
90
Declaración de los Derechos
del Hombre y del Ciudadano de
1789, Artículo 6.
91
Ver F. Bluche, S. Rials Et J.
Tulard, La Révolution Francaise,
Presses Universitaires de
France, Paris (1989) p. 60
92
Ibidem
 JUS SEMPER LOQUITUR

93
El cálculo de la proporción
de hombres adultos que
tenían derecho a votar lo
he hecho tomando como
base las cifras de población
y de hombres con derecho a
voto que consigna The New
Encyclopaedia Britannica en
su 15ª edición de 1991, la cual 25% de los hombres blancos adul- mente elegían a los diputados repre-
al mencionar la población de

73
Gran Bretaña en 1790 en 9 mi- tos según las constituciones de los sentantes de la Nación. Naturalmen-
llones setecientos mil adultos diferentes Estados, y notablemente te era muy poco probable que esos
(Volume 29 p.74) no distingue
entre hombres y mujeres, lo
superior a la situación en Inglaterra electores de segundo nivel eligieran
cual es determinante puesto en donde, viéndolo de manera muy como representantes de la Nación a
que éstas no tenían derecho al optimista, sólo tenía derecho a vo- hombres de clases inferiores a la de
voto en aquella época, por lo
que en el mejor de los casos
tar en esa época 1 entre 64 hom- ellos mismos.
un poco menos de la mitad, bres adultos.93 A continuación, para cerrar la
aproximadamente 4 millones El engaño para asegurar un go- trampa, se declaraba expresamen-
ochocientos mil, eran hom-
bres. Ahora bien, en la fuente bierno oligárquico en la Constitu- te que los representantes ante la
citada no aparece el número ción francesa de 1791 estaba en “la Asamblea nacional no eran repre-
de hombres que tenían dere-
cho a votar en Gran Bretaña
representación política”. En el Art. sentantes de los ciudadanos de
en 1790, sólo indica que por 3, de la Sección III del Título III se los departamentos en los que eran
el Acta de Reforma de 1832 señalaba que todos los ciudadanos electos, y que los representantes
(The Reform Act of 1832), esto
es 42 años después, el núme-
activos podían ser elegidos como representaban a una Nación en-
ro de hombres con derecho representantes de la Nación: “Tous tera, totalmente indefinida y, para
a voto había aumentado en les citoyens actifs, quel que soit leur état, completar su desvinculación con la
57% del número que existía
anteriormente y que con ese profession ou contribution, pourront être población, se establecía que a esos
aumento el número total de elus représentants de la Nation”, pero representantes no se les podría dar
electores llegó a 217,000.
Según la misma fuente la po-
la clave del engaño, estaba en que ningún mandato: “Los representantes
blación total en Inglaterra en los ciudadanos activos comunes nombrados en los departamentos no se-
1821 era de 14.2 millones y en y corrientes simplemente votaban rán representantes de un departamento
1790 era sólo de 9.7 millones;
si consideramos que con
por electores de segundo nivel que particular, sino de la Nación entera, y no
14.2 millones de habitantes también eran ciudadanos, pero, y se les podrá dar mandato alguno”.95 Por
los hombres con derecho a aquí está el punto, únicamente po- lo cual, obviamente –como sucede
votar eran 217,000 después
del Acta de Reforma de 1832, dían ser electores de segundo nivel en México– ni los habitantes, ni los
inmediatamente antes de la los muy pocos hombres que fueran ciudadanos de los distintos depar-
Reforma los hombres con
derecho a voto eran 148,000.
propietarios o usufructuarios al me- tamentos, tenían diputados suyos
Ahora bien, dado que en 1790 nos de un inmueble que produjera ante la Asamblea legislativa.
había mucho más restriccio- una renta igual al valor local de cien- La Constitución francesa de
nes al derecho de voto, con
9.7 millones de habitantes
to cincuenta jornadas de trabajo en 1793 era un documento mucho
los hombres con derecho al las ciudades que tuvieran menos de más coherente que la Constitución
voto serían cuando mucho la seis mil habitantes y de doscientas de 1791. En el texto de esa nueva
mitad, es decir 74,000 de una
población masculina adulta jornadas de trabajo en la ciudades Constitución, que nunca llegó a en-
de 4.8 millones, esto es, 1 de que tuvieran más de seis mil habi- trar en vigor, se aclaraban algunas
cada 64 individuos adultos del
género masculino.
tantes.94 Eran éstos, y no todos los cosas. En el artículo primero se es-
ciudadanos activos, quienes final- tablecía que “El objeto de la sociedad es
94
Constitución francesa de 1791,
Título III, Capítulo Primero,
Sección II, Art. 7.

95
Constitución francesa de 1791,
Título III, Capítulo Primero,
Sección III, Art. 7.-“ Les
représentants nommés dans
 H. Tribunal Superior de Justicia del Estado de Oaxaca
la felicidad común. El gobierno se institu-
ye para asegurar a los seres humanos el
goce de sus derechos naturales e impres-
criptibles”.96 Después, en el artículo
9, se señalaba algo especialmente
importante: “La ley debe proteger la
libertad pública y la libertad individual
74
contra la opresión de aquellos que go-
biernan”.97 A diferencia de la Cons-
titución de 1791, la soberanía no le
pertenecía a una Nación imaginaria
y ambigua, sino al pueblo.98 “Un
pueblo tiene siempre el derecho de revisar,
de reformar y de cambiar su Constitu-
ción. Una generación no puede sujetar a
sus leyes a las generaciones futuras”,99 y,
una precisión muy importante: “El
pueblo soberano es la universalidad de los
ciudadanos franceses”.100 Aún cuando
en el nuevo texto constitucional
se suprimía la distinción entre ciu-
dadanos pasivos y ciudadanos ac-
tivos, y se establecía la posibilidad
de que los ciudadanos participaran
en la formación de las leyes, se
conservaba, sin embargo, la idea de
que cada diputado pertenecía a la
nación, que era algo bien diferente
del pueblo.101
3. LA REAPARICIÓN PRESTIGIOSA
DE LA DEMOCRACIA INDEFINIDA
En el mes de mayo de 1831, Alexis
de Toqueville y Gustave de Beau-
mont llegan a Norteamérica con el
propósito oficial de hacer un estu-
dio sobre el sistema penitenciario
en los Estados Unidos y el propósito
real de conocer la vida en los terri-
torios que cincuenta años antes se
habían independizado de Inglaterra.
Ambos tenían una mente abierta a
las nuevas ideas liberales aún cuan-
do habían nacido en familias de la
nobleza provinciana francesa.
Para entonces la palabra demo-
cracia estaba en vías de ser acep-
tada en los Estados Unidos, gracias
a la popularidad que le había dado
a ese vocablo Andrew Jackson, un
hombre asociado a los grupos con-
servadores de Tennessee quien,
antes de ser presidente de los Es-
tados Unidos, tenía, entre sus ante-
cedentes como político, el haberse
opuesto a todas las medidas pro-
puestas para ayudar a los deudores
durante la crisis económica en el
oeste después de 1819, pero que,
curiosamente, había bautizado a su
partido político con el nombre de
Partido Demócrata. La idea de la
democracia de Jackson y sus segui-
dores tenía mucho del significado
de igualdad social y nada de parti-
cipación del pueblo en el gobierno
federal, ya que, además de la po-
sibilidad de votar en sus Estados
necesariamente por alguno de los
candidatos pertenecientes a las oli-
garquías estatales, la participación
del pueblo se reducía a la apertura
y la invitación para que toda la po-
blación concurriera a los actos po-
líticos a los que el presidente Jack-
son convocaba y que terminaban
en festejos populares en los cuales,
él aparecía montado en un caballo
blanco haciendo gala de su habili-
dad como jinete.
Si la democracia en los Estados
Unidos se hubiera reducido a la ac-
tividad del presidente Jackson y su
partido político, la palabra proba-
blemente nunca habría alcanzado el
prestigio que después adquirió. Los
festejos y la apertura ocasional de la
Casa Blanca a toda la población para
que los grupos y las familias se sen-
taran en los sillones de la residencia
presidencial al lado del presidente,
difícilmente hubieran sido suficien-
tes para elaborar una concepción
teórica de la democracia más allá
del interés real o simulado de Jack-
son en tomar decisiones y medidas
en beneficio de las mayorías.
les departements ne seront
pas représentants d’un
département particulier mais
de la Nation entière, et il
ne pourra leur être donné
aucun mandat”.
96
Constitución francesa del 24
de junio de 1793, Declaración
inicial, Article Premier.- “Le
but de la société est le
bonheur commun. Le gou-
vernement est institué pour
garantir à l’homme la jouis-
sance de ses droits naturels
et imprescriptibles.”
97
Op. cit. Declaración inicial
Art. 9: “La loi doit proteger
la liberté publique et indivi-
dúele contre l’oppression de
ceux qui gouvernent.”
98
Op. cit. Declaración inicial
Art. 25: “La souveraineté
reside dans le peuple;”
99
Op. cit. Declaración inicial
Art. 28: “Un peuple a tou-
jours le droit de revoir, de
réformer et de changer sa
Constitution. Une génération
ne peut assujettir à ses lois
les générations futures.”
100
Op. cit. Artículo 7 del capí-
tulo titulado De la République:
“Le peuple souverain est
l’universalité des citoyens
francais.”
101
Op. cit. Artículo 29 del
mismo capítulo titulado De
la République

102
El título de la obra en
francés es De la Démocratie en
Amérique. El primer volumen
compuesto de 2 partes fue
publicado originalmente en
1835; el segundo volumen,
compuesto de 4 partes, en el
año 1840.
103
Tocqueville, De la Démocratie
en Amérique, Volumen primero,
Primera parte. “Parmi les
objets nouveaux qui, pendant
mon séjour aux Etats-Unis,
ont attiré mon attention, au-
cun n’a plus vivement frappé
mes regards que l’égalité des
conditions.” “à mesure que
j’étudiais la société américai-
ne, je voyais de plus en plus,
dans l’égalité des conditions,
le fait générateur dont chaque
fait particulier semblait des-
cendre,” primeros párrafos de
la Introducción.
104
Tocqueville, De la Démocratie
en Amérique: “Toutes les nou-
velles colonies européennes
contenaient, si non le déve-
loppement, du moins le germe
d’une complète démocratie.
Deux causes conduisaient à
ce résultat: on peut dire qu’en
général, à leur départ de la
mère patrie, les émigrants
n’avaient aucune idée de su-
pétiorité quelconque les uns
sur les autres.” Volumen pri-
mero, Primera parte, Capítulo
II, p. 72, Editions Gallimard,
Paris, 1986
105
Alexis de Tocqueville, Op.
cit. Volumen primero, Primera
parte, Capítulo II. “Le purita-
nisme n’etait pas seulement
une doctrine religieuse; il se
confondait encoré en plu-
sieurs points avec les théories
démocratiques y republicaines
les plus absolues.” Éditions
Gallimard, 1986, p. 76
106
Ver los comentarios de
Patricio Marcos sobre estos
puntos en su Diccionario de la
Democracia, Tomo II, pp. 1328
a 1334
JUS SEMPER LOQUITUR
Es particularmente interesante
que no obstante que en muchas
de las comunas de las colonias in-
glesas existía desde hacía más de
200 años una gran participación
directa de los propietarios blancos
en las cuestiones del gobierno,
que es algo cercano a lo que se co-
noce originalmente por “democra-
cia”, tal parece que en Norteaméri-
ca esa participación democrática a
nivel comunal se eclipsó por la ex-
clusión completa de los desposeí-
dos de las decisiones políticas y la
dominación completa de los gran-
des terratenientes, los industriales
y los financieros en los gobiernos
de los Estados, tal como lo he
mencionado en el inciso 1 de este
capítulo. Es aún más interesante
que únicamente se hayan redescu-
bierto aquellas costumbres demo-
cráticas en los poblados, después
de que se publica en Inglaterra la
versión en inglés de las impresio-
nes que de su viaje a los Estados
Unidos había escrito Tocqueville
en el primer volumen de su libro De
la Democracia en América.102
El libro, cuyo primer volumen
fue publicado en su versión original
en francés en enero de 1835, esto
es, a mediados del segundo perío-
do de Jackson como presidente de
los Estados Unidos, pretendía ser
una descripción con comentarios
y reflexiones filosóficas del sistema
político en los Estados Unidos. Lo
primero que llama la atención del
escritor francés y su compañero de
viaje en esos territorios de América
es la manera de vivir tan distinta a la
que conocían en los países de esos
tiempos en Europa, y esto los fasci-
na. La cortesía, decían, surgía no de
la sumisión de los hombres de tra-
bajo hacia sus superiores sino de un
respeto por el trabajo que los hacía
sentir iguales. En la Introducción y
en los primeros capítulos de su libro,
Tocqueville decía que la democracia
surgía en los Estados Unidos, por
una parte, de la igualdad de condi-
ciones,103 por otra, de la libertad
como ausencia de la estructura de
superioridad y dominación de clases
75
que existía en Europa104 y, por otra
más, de sus admirables recursos de
orden y de moralidad, especialmen-
te en las colonias de la Nueva Ingla-
terra. “El puritanismo no era solamente
una doctrina religiosa, ya que, en varios
puntos, decía tontamente Tocqueville, se
confundía con las teorías democráticas y
republicanas más absolutas”. 105
En el capítulo II de la Primera par-
te del Volumen primero, movido tal
vez por la ilusión, Tocqueville empie-
za a hacer de la libertad el compo-
nente de la democracia: las colonias
inglesas habían sido entidades que
gozaban de una gran libertad y ponía
como el mejor ejemplo de libertad la
región de Nueva Inglaterra, pero, cla-
ro está, se trataba de una libertad sui
generis en la cual el individuo gozaba
de libertad para actuar como la ma-
yoría de la población y el gobierno
de cada Estado querían que actua-
ra.106 La “libertad” que habían tenido
las colonias de Nueva Inglaterra res-
pecto al gobierno de Inglaterra, de
manera incoherente, lo llevan a jus-
tificar las leyes que condenaban con
la muerte el adulterio y la blasfemia,
así como las que ordenaban la per-
secución y la muerte de quienes per-
tenecían a grupos cristianos diferen-
tes y los castigos por no cumplir con
los deberes que la iglesia dominante
establecía en cada uno de los Esta-
dos. El preámbulo con el que inicia
el capítulo II de la Primera parte del
primer Volumen, termina con estas
frases: “La libertad ve en la religión a la
compañera de sus luchas y de sus triunfos;
la cuna de su infancia y la fuente divina de
sus derechos. Considera a la religión como
 H. Tribunal Superior de Justicia del Estado de Oaxaca
la salvaguardia de sus costumbres y a las
costumbres como garantía de las leyes y la
prenda de su propia duración”.107
Para llegar a esta conclusión, To-
cqueville citaba como una “bella de-
finición de la libertad” una parte del
famoso “discursito” (the Little speech)
76
que había elaborado, casi dos-
cientos años antes, en 1645 John
Winthrop, el fanático gobernador
de la colonia de Massachusetts Bay,
para quien cualquier represión es-
taba justificada a fin de proteger “la
santa libertad” de hacer sólo lo que
es justo y bueno, frente a la libertad
corrompida que había en Europa.
“Hay una libertad corrompida, que consis-
te en hacer todo lo que es agradable. Esta
libertad es enemiga de toda autoridad, es
la enemiga de la verdad y de la paz; y Dios
ha creído un deber alzarse contra ella! Pero
hay una libertad civil y moral cuya fuerza
se encuentra en la unión y que el poder
debe proteger: es la libertad de hacer sin
temor todo lo que es justo y bueno. Esta
santa libertad es la que debemos proteger
en todos los casos, y exponer por ella, si se
necesita, nuestra vida”.108
El aspecto más importante de
la obra de Tocqueville sobre la de-
mocracia en Norteamérica es que,
con todas sus inconsecuencias,
sus equivocaciones evidentes y sus
errores de apreciación, en ella se da
a conocer en el mundo occidental
la posibilidad de la participación de
los hombres adultos en el gobier-
no de una comunidad, no obstante
que la calificación de ciudadano es-
tuviera todavía notablemente res-
tringida por razones de propiedad y
de creencias religiosas. Es el redes-
cubrimiento de la posibilidad de la
democracia como gobierno por el
pueblo, aun cuando, en aquel tiem-
po, se excluyera de ese “pueblo” a
los pobres, pues, simplemente se
ignoraba su existencia. Dejando a
un lado las confusiones de Tocque-
ville sobre “el pueblo” que forma
el gobierno y que tiene el poder,109
la presentación de una participa-
ción efectiva de los ciudadanos en
el gobierno de las comunas (town
meetings), especialmente en Nueva
Inglaterra, hizo clara la posibilidad
de la democracia en las pequeñas
comunidades locales. Se trata de
las formas de participación demo-
crática directa que eran conocidas
en esos tiempos en algunos lugares
de los Estados Unidos y que aún se
conservan en ciertos poblados.
Tocqueville empieza su descrip-
ción sobre el sistema político nor-
teamericano hablando del town al
cual llama “la comuna”, que es la
unidad municipal mínima la cual
forma parte de un county (el con-
dado, que a su vez es una de las
subdivisiones de un Estado en Nor-
teamérica). La comuna a la que se
refiere en su famoso libro era, y en
muchos lugares sigue siendo, una
unidad social y política pequeña
a la que se sentían especialmente
apegados sus habitantes. Tocque-
ville, con mucha razón, la vincula
a la patria,110 pues efectivamente
era, y en algunos casos aún es, algo
muy parecido a la patria antigua en
la que nacían, morían y estaban en-
terrados los antepasados. En ella,
dice al hablar de el espíritu comunal
en la nueva inglaterra, “el gobierno
mismo emana realmente de los goberna-
dos” “El habitante de la Nueva Inglate-
rra se adhiere a su comuna, porque ella
es fuerte e independiente; se interesa por
ella, porque contribuye a dirigirla … la
ama, porque cifra en ella su ambición y
su porvenir; se mezcla en cada uno de los
incidentes de la vida comunal y en la es-
fera restringida que está a su alcance, se
ejercita en gobernar la sociedad”.111 En
lo que toca al gobierno de los asun-
tos generales que le corresponden
a los Estados, la ciudadanía obra
107
Alexis de TOCQUEVILLE,
De la Démocratie en Amérique,
volumen primero, Primera
parte, Capítulo II, último
párrafo del preámbulo.
108
“Il y a, en effet, une sorte
de liberté corrompue, dont
l’usage est commun aux
animaux comme à l’homme,
et qui consiste à faire tout
ce qui plait. Cette liberté est
l’ennemie de tout autorité;
elle souffre impatiemment
toutes règles; avec elle, nous
devennos inférieurs à nous-
mêmes; elle est l’ennemie
de la vérité et de la paix; et
Dieu a cru devoir s’élever
contre elle! Mais il est une
liberté civile et morale qui
trouve sa forcé dans l’union,
et que la mission du pouvoir
lui-même est de proteger:
c’est la liberté de faire sans
crainte tout ce qui est juste
et bon. Cette sainte liberté,
nous devons la défendre
dans tous les hasards, et
exposer, s’il le faut, pour
elle notre vie.” pag. 89 de la
edición citada.
109
Alexis de Tocqueville, De la
Démocratie en Amérique, Volu-
men primero, Primera Parte,
Cap. V. La primera frase del
inciso sobre poderes comunales
de la nueva inglaterra empieza
con esta afirmación “En la
comuna, como en cualquier
otra parte, el pueblo es
la fuente de los poderes
sociales, pero en ninguna
ejerce su poder con más
intensidad.” En el Capítulo II
de la misma Primera parte al
hablar de las razones de algunas
singularidades que presentan
las leyes y las costumbres de los
angloamericanos, Tocqueville
hace una afirmación tomada
únicamente de su imagina-
ción: “En los Estados Unidos
son los pobres los que hacen
la ley.”
110
Alexis de Tocqueville, De
la Démocratie en Amérique,
Volumen primero, Primera
Parte, Cap. V.
111
Ibidem.
 JUS SEMPER LOQUITUR
por medio de representantes, pero
en la comuna la acción legislativa y
gubernamental está más cerca de
los gobernados, la representación
no es admitida.
“No hay consejo municipal;
el cuerpo electoral, después
de haber nombrado magistra-
dos, los dirige por sí mismo
en todo aquello que no es la
ejecución pura y simple de las
leyes del Estado. La mayor
parte de los poderes adminis-
trativos está concentrada en
manos de un pequeño núme-
ro de individuos electos cada
Op. cit. Primera Parte,
112
Cap. V. inciso poderes comu- año, los select-men, que son
nales de la nueva inglaterra los ejecutores de la voluntad
popular. Ellos convocan para
Constitution du 4 novembre
113
1848, Préambule, fracción II. cierto día, en un lugar indica-
do de antemano (el town hall)
a la totalidad de los electo-
res; allí exponen la necesidad
que se siente, dan a conocer
los medios de satisfacerla, el
dinero que hay que gastar y
el lugar que conviene esco-
ger. La asamblea, consultada
sobre todos estos puntos,
adopta el acuerdo, fija el lu-
gar, vota el impuesto, y confía
la ejecución de su voluntad
en manos de los select-men
que son elegidos cada año.
La asamblea comunal elige al
mismo tiempo un gran núme-
ro de magistrados municipales
distintos para diferentes car-
gos, asesores que establecen
las contribuciones, colectores
que las recaudan, un oficial
llamado constable encargado
de la policía, otro, llamado es-
cribano que registra todas las
deliberaciones y lleva nota de
las actas del registro civil. Un
cajero que guarda los fondos
comunales, inspectores de
varias clases. Se cuenta entre
todas diecinueve funciones
principales en la comuna.”112
Es a partir de que se conoce ese
primer volumen de la obra de To-
cqueville, De la Démocratie en Améri-
77
que, que se empieza a hablar de la
democracia en Estados Unidos y
en Francia. Pero la palabra sólo se
mencionará en Francia en algún do-
cumento oficial 13 años después en
la Constitución del 4 de noviembre
de 1848 en la cual se decía que “La
República francesa es democráti-
ca”,113 pero se señalaba que el pue-
blo francés le delegaba su poder
legislativo a una asamblea (artículo
20), que estaba formada por repre-
sentantes que no representaban a
los habitantes de los departamen-
tos en los que eran electos sino
que representaba a la Francia en-
tera (art. 34). Como consecuencia
esos representantes no podían ser
destituidos por aquellos que los ha-
bían elegido y podrían ser siempre
reelegibles (art. 33) –igual que se
pretende hacer ahora en México–
y, naturalmente, no podían recibir
instrucciones de sus electores (art.
35). De esta manera, la única par-
ticipación de los hombres mayores
de edad en las cuestiones públicas
se reducía a votar por represen-
tantes que no los representaban,
pero en cambio tenían varios de-
beres entre los cuales se contaban
su obligación de amar a la Patria,
servir a la República y defender a
esa República, al precio de su vida.
(Preámbulo fracción VII).
La Constitución francesa de 4 de
noviembre de 1848 estuvo vigente
tres años, dos meses y diez días, y
fue sustituida por una nueva Cons-
titución promulgada el 14 de enero
de 1852 en la que la llamada Repú-
blica sería gobernada por un “prín-
 H. Tribunal Superior de Justicia del Estado de Oaxaca

78

cipe”: Louis Napoléon Bonaparte, so-
brino de Napoleón I, quien, como
presidente de esa República, fun-
giría como Jefe de Estado. La farsa
de esta nueva Constitución termina
diez meses después, cuando, por
decisión del Senado manejado por
el mismo “presidente de la Repú-
blica” como “Jefe de Estado”, la or-
ganización se convierte en Imperio
y el “presidente” se transforma en
“Emperador” de los Franceses.
FOROS,
CONFERENCIAS,
LIBROS...

C
on la oportunidad de hacer extensivas las ideas que se
gestan en el orbita jurídica nacional, en esta edición
se da apertura a la sección «Foros, conferencias, libros…».
En esta ocasión traemos a nuestras líneas los comentarios
al libro «Régimen jurídico-electoral del Presidente de los Estados Unidos
Mexicanos» del doctor David Cienfuegos Salgado, quien expone
en su obra a la más alta figura de concentración de poder en
nuestro país, puntualizando su proceso de elección, la trascen-
dencia de su relevo y sus facultades, entre otros temas de con-
siderable interés; que reseña la magistrada del Tribunal Estatal
Electoral, Ana Mireya Santos López.
Régimen jurídico-electoral
del presidente de los
Estados Unidos Mexicanos
reseña

Ana Mireya Santos López1

E
l libro “Régimen jurídico-electoral del presidente de los Estados Uni-
dos Mexicanos”, fue publicado en este año por el Instituto de Es-
tudios Parlamentarios Eduardo Neri, del H. Congreso del Estado de
Guerrero, y el Colegio de Guerrero. El autor, el doctor David Cienfuegos
Salgado, secretario de estudio y cuenta de la ponencia del magistrado Ma-
nuel González Oropeza, de la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder
Judicial de la Federación, es un estudioso de diversos temas jurídicos, par-
ticularmente, en el ámbito del derecho constitucional, y se trata de una de
sus publicaciones más recientes.
El libro es una obra muy interesante, didáctica, de fácil lectura y com-
prensión, que no sólo nos da una idea clara y precisa sobre la función del
poder ejecutivo en México, un país caracterizado por un presidencialismo
muy fuerte, que incluso, algunos denominan “hiper-presidencialismo”, sino
también describe el proceso a través del cual se elige. El autor resume muy
puntualmente todas las etapas del proceso electoral, y subraya el papel que

1
Magistrada Presidenta del Tribunal Estatal Electoral del Poder Judicial de Oaxaca.
 H. Tribunal Superior de Justicia del Estado de Oaxaca
tiene el máximo órgano jurisdiccio-
nal en la materia en nuestro país, el
Tribunal Electoral del Poder Judicial
de la Federación.
La obra se integra por siete capí-
tulos, más, tres anexos. El primer
capítulo se enfoca en la figura pre-
82
sidencial. En palabras del autor, “la
figura ejecutiva se ha caracterizado,
en el diseño institucional, por una
alta concentración de poder, al me-
nos respecto al resto de los órga-
nos del poder político, lo cual expli-
ca la trascendencia de su relevo”.2
En este capítulo, se hace mención
de las facultades y obligaciones del
presidente, delimitadas en el artícu-
lo 89 de la carta magna.
Por otra parte, el autor alude a las
circunstancias que explican el pre-
dominio del presidente de la repú-
blica en el esquema político mexica-
no, que incluyen el hecho de que se
trata simultáneamente de un jefe de
Estado y de jefe de gobierno; que
es designado por elección popular;
que está investido de los poderes
de nombramiento y remoción de los
secretarios de Estado, servidores
adscritos directamente a él o a ella;
que está dotado de amplios pode-
res para la conducción de la econo-
mía y de las finanzas públicas; que
es el jefe de la diplomacia mexicana;
que es el jefe de la administración
pública federal; que es el jefe de las
fuerzas armadas; que es el jefe del
ministerio público; y, que designa
a funcionarios de gran importancia
que pertenecen a las otras ramas de
poder, como son las y los ministros
de la Suprema Corte de Justicia de
la Nación, claro está, con la inter-
vención del senado.
En capítulos posteriores, el au-
tor menciona, entre muchos otros
temas relevantes, las figuras de
presidente interino, provisional y
sustituto. Hace un recuento muy
interesante sobre los tres casos
históricos en los cuales el congreso
federal tuvo que designar al presi-
dente provisional o substituto, por
la falta absoluta del jefe de estado.
En este sentido, es preciso se-
ñalar que el pasado 18 de abril del
año en curso, el congreso federal
aprobó una serie de reformas a la
carta magna, que al ser aprobadas
por la mayoría de las legislaturas de
los estados, traerán cambios im-
portantes al sistema político mexi-
cano, como sucede con el artículo 2
Cienfuegos Salgado, David,
“Régimen jurídico-electoral
84, ya que en caso de falta absoluta del presidente de los
del presidente de la república, en Estados Unidos Mexica-
un término no mayor a 60 días, el nos”, México, Instituto de
Estudios Parlamentarios
secretario de gobernación, asumiría “Eduardo Neri”-El Colegio de
provisionalmente la titularidad del Guerrero, 2012, p. 14.
poder ejecutivo, mientras el con-
greso nombre al presidente interino
o substituto.
Llama mucho la atención los ca-
pítulos en los que el autor se enfoca
en el proceso electoral para elegir a
la o el presidente de la república. El
análisis se basa en el marco jurídico
vigente, principalmente, la Consti-
tución Política de los Estados Uni-
dos Mexicanos y el Código Federal
de Instituciones y Procedimientos
Electorales (el cofipe).
De una forma clara y sistemática,
el doctor Cienfuegos habla de los
actos preparatorios para las elec-
ciones presidenciales, que involu-
cran procesos internos de partidos
políticos y la etapa de las precam-
pañas; el registro de candidatos; las
campañas electorales; la jornada
electoral; y finalmente, la toma de
posesión. Es precisamente durante
la etapa entre la jornada electoral y
la toma de posesión donde el Tribu-
nal Electoral del Poder Judicial de la
Federación tiene un papel central,
pues según establece el artículo 99
de la ley suprema, le corresponde al
referido tribunal resolver de forma
 JUS SEMPER LOQUITUR
definitiva e inatacable sobre las im-
pugnaciones que se presenten en
contra de la elección de presidente,
así como realizar el cómputo final y
formular, en su caso, la declaración
de validez de la elección.
El doctor Cienfuegos también
hace alusión a la llamada casual
abstracta de nulidad. En este sen-
tido, cita al doctor Lorenzo Córdo-
va Vianello, consejero del Instituto
Federal Electoral, quien expresa
que “la factibilidad abstracta de la
anulación de las elecciones presi-
denciales responde a razones de
tipo teórico y jurídico. Teóricamen-
te ello es así porque en un contex-
to democrático resulta impensable
que una elección deba ser decla-
rada válida a toda costa o, dicho
al revés, no puede concebirse que
una elección no pueda ser anulada
frente a situaciones realmente gra-
vísimas y que pongan en duda la
3
Ibidem, pp. 119-120. calidad democrática de la misma”.3
Respecto a la toma de posesión
de la o el presidente electo, el autor
plantea la necesidad de contemplar
sedes alternas al congreso federal.
Como parte de la reforma política,
de ser aprobada, el artículo 87 de
la carta magna, incluirá varias po-
sibilidades alternas para el lugar
de toma de protesta del presiden-
te en caso de que no se pudiera
rendir ante el congreso. El nuevo
texto constitucional dispone como
alternativa, la toma de posesión
del cargo ante las mesas directivas
de las dos cámaras del congreso.
También establece que si no se pu-
diera rendir la protesta ante ellas,
se haría de inmediato ante la o el
presidente de la Suprema Corte de
Justicia de la Nación.
A final de su libro, el doctor
Cienfuegos manifiesta que el tema
de las candidaturas independientes
es de suma actualidad, y que posi-
blemente se resolvería este año, en
vísperas de los comicios presencia-
les. Otro elemento de la reforma
aprobada el pasado 18 de abril de
este año, precisamente, haría posi-
ble las candidaturas independien-
tes bajo la fracción II del artículo
83
35. Es así que el autor considera
que su libro podría haberse intitula-
do, “Régimen jurídico-electoral del
presidente de los Estados Unidos
Mexicanos en el año 2012,” puesto
que la materia electoral es, por su
propia naturaleza, muy dinámica.
En resumen, el libro “Régimen
jurídico-electoral del presidente de
los Estados Unidos Mexicanos” es
una contribución importante al co-
nocimiento y cultura jurídica, dado
que sintetiza de forma muy enten-
dible no sólo el papel y la función
del presidente de la república, des-
de una visión histórica que se con-
cretiza en nuestra realidad actual,
sino que explica de forma muy me-
todológica el proceso contemplado
en nuestras leyes para su elección.
Asimismo, desde el punto de
vista del estudio de las institucio-
nes públicas y de los órganos ju-
risdiccionales, particularmente, el
Instituto Federal Electoral y la Sala
Superior del Tribunal Electoral del
Poder Judicial de la Federación, el
libro delinea claramente el papel
fundamental que juegan en el pro-
ceso democrático que se realiza
para los comicios presidenciales.
Por la claridad y sencillez con las
cuales el autor ha escrito este libro,
es de lectura obligada para todas
y todos, pues como bien lo dijo
él, en el proceso electoral, no sólo
intervienen los partidos políticos,
el Instituto Federal Electoral, y la
Sala Superior del Tribunal Electoral
del Poder Judicial de la Federación,
sino también, la ciudadanía, la cual
debe estar informada. Por ello, de-
 H. Tribunal Superior de Justicia del Estado de Oaxaca

bemos agradecerle al doctor David

Cienfuegos Salgado el ser un estu-
dioso del derecho y tener la gene-
rosidad de difundir el conocimiento
jurídico a través de sus artículos,
libros y ponencias.

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