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perseverancia de las vocaciones. Alabemos a Dios que nos ha reunido para que como Iglesia lo adoremos y le pidamos por
esta intención.
ORACION:
Todos: Señor, ante tu presencia amorosa, los hermanos mercedarios aquí reunidos, te pedimos bendigas nuestra vocación;
di de ella palabras buenas que día a día se nos vuelvan vida.
Queremos ser hombres nuevos. Estrenar nuestra vida recibida de ti y por ti hecha buena. Déjanos matar al hombre viejo
que vive en nosotros y que a nosotros se aferra.
Déjanos enterrarlo muy hondo, bajo tierra, y que de Ti nazca en nosotros el hombre nuevo.
Queremos vivir en paz, con la conciencia limpia de mancha, aceptamos las penas, nada queremos hacer para evitarlas. Nos
hiciste de lodo amasado con lágrimas divinas, llanto divino de divinos ojos que miraban el futuro. Aceptamos las penas,
danos en cambio, fortaleza para vencerlas, danos una vida nueva cargada de amor y amistad. Concédenos ser tus amigos y
amarte también en maestros amigos.
Queremos sembrar cosas nuevas, pero danos también el consuelo de cosechar el futuro y gozar lo sembrado. Danos el ser
felices con lo que somos, sin dejar nunca el intento de hoy, ser mejores que como fuimos el día de ayer.
Déjanos sentirnos tus amigos, que podamos reconocerte en cada hermano aquí presente, permítenos ser consuelo de
quien lo necesite, que sepamos mirarnos con el mismo amor con que tú nos miras. Amén
HNO. SANTIAGO:
Canto.
Mira, Señor,
las oraciones de tu pueblo
congregado aquí en tu presencia;
por este sacramento de amor,
haz madurar las semillas
que Tú has sembrado
en el campo de tu Iglesia;
a fin de que sean muchos los que elijan
servirte en sus hermanos y hermanas.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Todos: Amén.
GUÍA: Iluminados por el Espíritu Santo, escuchemos y meditemos la Palabra de Dios
HNO. ALEJANDRO
El joven Samuel servía al Señor al lado de Elí. En aquellos días era rara la palabra del Señor y no eran frecuentes las visiones.
Un día Elí estaba acostado en su habitación. Sus ojos habían comenzado a debilitarse y no podía ver. La lámpara de Dios
aún no se había apagado y Samuel estaba acostado en el templo del Señor, donde se encuentra el arca de Dios. Entonces el
Señor llamó a Samuel. Este respondió:
—Aquí estoy.
Corrió adonde estaba Elí y dijo:
—Aquí estoy, porque me has llamado.
Respondió:
—No te he llamado. Vuelve a acostarte.
Fue y se acostó. El Señor volvió a llamar a Samuel. Se levantó Samuel, fue adonde estaba Elí, y dijo:
—Aquí estoy, porque me has llamado.
Respondió:
—No te he llamado, hijo mío. Vuelve a acostarte.
Samuel no conocía aún al Señor, ni se le había manifestado todavía la palabra del Señor. El Señor llamó a Samuel por
tercera vez. Se levantó, fue adonde estaba Elí, y dijo:
—Aquí estoy, porque me has llamado.
Comprendió entonces Elí que era el Señor el que llamaba al joven. Y dijo a Samuel:
—Ve a acostarte, y si te llama de nuevo, di: “Habla, Señor, que tu siervo escucha”.
Samuel fue a acostarse en su sitio. El Señor se presentó y llamó como las veces anteriores:
—Samuel, Samuel.
Respondió Samuel:
—Habla, que tu siervo escucha.
Palabra de Dios.
GUÍA: El joven Samuel vive en el templo, al servicio del anciano sacerdote Elí. Cuando oye la llamada, él no comprende que
es Dios el que lo llama, y piensa que su jefe lo necesita. Elí tampoco está atento, y le cuesta darse cuenta que es Dios el que
está llamando al joven.
Este pasaje lleno de simbolismo subraya que Dios llama por el nombre y a quien quiere, que insiste y tiene paciencia
infinita con nosotros. La enseñanza que Elí le transmite a Samuel, hoy la llamamos «acompañamiento». No es fácil discernir
cuál es la llamada de Dios sobre nuestras vidas. La sabiduría de otros cristianos con más experiencia puede ayudarnos a
escuchar mejor.
GUÍA: En un momento de silencio, responde a la siguiente pregunta: ¿Cuándo tiene lugar tu vocación?
Señor Dios,
tú me llamas por mi nombre,
me llamas una y otra vez,
a tiempo y a destiempo,
con infinita paciencia y cariño.
Tú pones en mi camino
personas sabias que me apoyan
y me ayudan a escucharte.
¡Habla, Señor, que tu siervo escucha!
Canto.
HNO. GABRIEL
En aquel tiempo, estaba Juan el Bautista con dos de sus discípulos, y fijando los ojos en Jesús, que pasaba, dijo: “Éste es el
Cordero de Dios”. Los dos discípulos, al oír estas palabras, siguieron a Jesús. Él se volvió hacia ellos, y viendo que lo seguían,
les preguntó: “¿Qué buscan?” Ellos le contestaron: “¿Dónde vives, Rabí?” (Rabí significa ‘maestro’). Él les dijo: “Vengan a
ver”.
Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con él ese día. Eran como las cuatro de la tarde. Andrés, hermano de Simón
Pedro, era uno de los dos que oyeron lo que Juan el Bautista decía y siguieron a Jesús. El primero a quien encontró Andrés,
fue a su hermano Simón, y le dijo: “Hemos encontrado al Mesías” (que quiere decir ‘el Ungido’). Lo llevó a donde estaba
Jesús y éste, fijando en él la mirada, le dijo: “Tú eres Simón, hijo de Juan. Tú te llamarás Kefás” (que significa Pedro, es decir
‘roca’).
Al día siguiente determinó Jesús ir a Galilea, y encontrándose a Felipe, le dijo: “Sígueme”. Felipe era de Betsaida, la tierra
de Andrés y de Pedro.
Felipe se encontró con Natanael y le dijo: “Hemos encontrado a aquel de quien escribió Moisés en la ley y también los
profetas. Es Jesús de Nazaret, el hijo de José”. Natanael replicó: “¿Acaso puede salir de Nazaret algo bueno?” Felipe le
contestó:“Ven y lo verás”.
Cuando Jesús vio que Natanael se acercaba, dijo: “Este es un verda¬dero israelita en el que no hay doblez”. Natanael le
preguntó: “¿De dónde me conoces?” Jesús le respondió: “Antes de que Felipe te lla-mara, te vi cuando estabas debajo de
la higuera”. Respondió Nata¬nael: “Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el rey de Israel”. Jesús le contestó: “Tú crees,
porque te he dicho que te vi debajo de la higuera. Mayores cosas has de ver”. Después añadió: “Yo les asegu¬ro que verán
el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre”.
GUÍA: “¿Acaso puede salir de Nazaret algo bueno?” En un momento de silencio, responde a la siguiente pregunta: ¿Acaso
de tu lugar de origen puede salir algo bueno?
HNO. ELEAZAR
Al terminar de comentar estos primeros encuentros que el Señor tuvo con sus discípulos, debemos notar las diferentes
formas por las que cada uno de ellos llegó a conocer a Jesús.
Por lo tanto, estos pasajes nos muestran que no hay una sola forma de llegar al Señor y que tan válida es la predicación
pública como el testimonio personal, que Dios puede llamar directamente a una persona o utilizar para ello a un amigo o
pariente cercano.
Canto.
Dios escoge aquellos a quienes Él quiere, oremos al Señor para que envíe trabajadores a sus campos, decimos todos: R=
Señor, confiamos en ti.
EDUARDO: Tal como Tú llamaste a Abraham para ser padre de muchas naciones, inspira a muchos jóvenes a responder a tu
llamada. R=
IGNACIO: Tal como Tú llamaste a Moisés, tendiendo las multitudes de Jetro, proporciona pastores dignos a tu pueblo en
nuestro día. R=
EDGAR: Tal como Tú llamaste a Aarón para servirte en tu templo, llama a los hombres para que sirvan a tu Iglesia en la
imagen de Cristo. R=
ARTURO: Tal como hablaste para despertar a Samuel con tu llamada, abre los oídos de tus elegidos. R=
EMMANUEL: Tal como cada Sumo Sacerdote fue elegido entre los hombres, así llama a los hombres para ofrecer el santo y
vivo sacrificio. R=
GABRIEL: Tal como Eliseo fue ungido por el profeta Elías, dales a los que llamas fuerza para seguirte sin voltear atrás. R=
ESAÚ: Tal como llamaste a los Apóstoles para ser embajadores de Cristo, así envíanos predicadores fervientes para
fortificar nuestros espíritus. R=
GUÍA:
PADRE NUESTRO
GUÍA:
Oremos.
GUÍA:
Canto.