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La casita de Vanistendael

La casita de Vanistendael o cómo construimos resiliencia (1994). Equiparar su construcción con la


de una casa permite simplificar el proceso, convirtiendo su conocimiento en un material
significativo que facilite su comprensión.

El suelo constituye el elemento básico y fundamental de toda construcción. Por tanto, son las
necesidades materiales básicas (vivienda, alimento, ropa…) con las que debemos contar para que
la construcción de la resiliencia pueda comenzar. Son los mínimos sin los cuáles no se puede
avanzar, pero como es evidente, techo y comida no bastan.

Los cimientos de nuestra construcción responden a la confianza adquirida a través de las


experiencias vividas con los más cercanos. El vínculo que nos une a familia, amigos… sentirnos
aceptados, comprendidos, es básico para la construcción de resiliencia.

Subiendo al primer piso, nos encontramos con la necesidad de dotar de sentido a lo que nos
ocurre. Tenemos que ser capaces de responder al “para qué” nos ocurren las cosas, dotándolas así
de significado e iniciando, por tanto, el aprendizaje que nos lleva más allá del “por qué”.

En el segundo piso, el de las otras experiencias, se sitúan aquellos otros elementos como las
aptitudes personales y sociales, autoestima, e incluso el sentido del humor. Son elementos básicos
en la resiliencia.

Finalmente, en el techo reside la apertura a las nuevas experiencias. A incorporar elementos


nuevos que ayuden en la construcción de la resiliencia.

“Una casa, como una persona resiliente, no tiene una estructura rígida. Ha sido construida, tiene
su historia, y necesita recibir cuidados y hacer las reparaciones y mejoras pertinentes. Las distintas
habitaciones se comunican con escaleras y puertas, lo que significa que los diferentes elementos
que promueven la resiliencia están entretejidos.”

Epicteto fue hijo de esclavos. Su primer dueño le propinaba terribles palizas. Con el segundo
propietario tuvo más suerte, era persona ilustrada y permitió que asistiera a clases callejeras de
filosofía. Poco a poco fue desarrollando un pensamiento propio que le ayudó a encontrar la
felicidad, a pesar de ser pobre, no tener familia y estar privado de libertad.

Epicteto aprendió a superar las adversidades desarrollando una actitud resiliente. Como esclavo
podía ser sometido, humillado, torturado... no tenía poder sobre nada de lo que acontecía a su
alrededor. Sin embargo era el rey de su mundo interior. Si él no lo permitía, nada podía alterar sus
pensamientos y convicciones.

Mucho después, Stefan Vanistendael sistematizó las ETAPAS PEDAGÓGICAS PARA LA


CONSTRUCCIÓN DE LA RESILIENCIA, a través de una acertada analogía de la que toma nombre su
teoría: "La casita resiliencia".

Yo soy

Toda construcción precisa de un solar, y NO sirve cualquier superficie, necesitamos un suelo firme.
En el desarrollo de la resiliencia, la base son las necesidades que Maslow identifica en el nivel
inferior de su famosa pirámide. Sin alimento, descanso o ropa no hay construcción posible. Ni el
propio Epicteto pudo ser resiliente con su primer dueño.

Una vez preparado el suelo se pueden poner cimientos, que equivalen a la aceptación personal y a
la formación de una red de apoyos (familia, amigos). Es la primera gran etapa de esta construcción.

Yo tengo

El primer piso albergará la capacidad para soportar un terremoto (lo que nos ocurre) sin que
nuestra casita se hunda. Una segunda planta supone ir más allá, dotando de significado a los
acontecimientos para que nos beneficien. Es la fase en la que "yo tengo" la capacidad de
reinterpretar el "por qué". El sentido del humor, la autoestima o relativización serán esenciales
para trabajar esta etapa de la construcción.

Yo puedo

El tejado es el final de la obra. La culminación de la actitud resiliente sería la apertura a nuevas


experiencias, el abandono de la zona de confort para ser mejor profesional, mejor
alumno... MEJOR PERSONA.

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