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«Quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él» (1 Jn 4,16).

La palabra de Dios a través del Evangelista San Juan expresan eso que es Dios: Amor, no se cansa de amar a
cada uno de nosotros en comunidad y en lo íntimo de cada individuo, expresando el gran don de Dios para
nosotros, el amor.

Desde ese acto maravilloso de la creación observamos, tocamos, vivimos el amor de Dios en nuestra vida, y
que debe ser el sentido de nuestra existencia el amor, en él y para él.

Siendo personas caminantes en esta vida, que como soltero, como religioso(a), como matrimonio o sacerdote
ministerial, toca ser felices por ese amor que es Dios.

Padre Toño que con gran afecto y cariño, le decimos.

Me permito dirigirle estas palabras a su persona, para darle la bienvenida en nuestro caminar formativo de
la Familia del Seminario Diocesano de Matehuala, y hoy reunidos en este día que estamos toda la familia del
Seminario, papás, hermanos, seminaristas, seres queridos, comunidad parroquial, en si toda la familia
reunida, en nombre de mis hermanos seminaristas lo acogemos como nuestro pastor y como es la tarea del
pastor, cuidar, acompañar guiar a su rebaño, lo recibimos así como nuestro pastor.

Y como expresaba el papa Benedicto XVI en la homilía de la clausura del Año Sacerdotal:

Nos hemos dejado guiar por el Cura de Ars para comprender de nuevo la grandeza y la belleza del ministerio
sacerdotal. El sacerdote no es simplemente alguien que detenta un oficio, como aquellos que toda sociedad
necesita para que puedan cumplirse en ella ciertas funciones. Por el contrario, el sacerdote hace lo que
ningún ser humano puede hacer por sí mismo: pronunciar en nombre de Cristo la palabra de absolución de
nuestros pecados, cambiando así, a partir de Dios, la situación de nuestra vida. Pronuncia sobre las ofrendas
del pan y el vino las palabras de acción de gracias de Cristo, que son palabras de transustanciación, palabras
que lo hacen presente a Él mismo, el Resucitado, su Cuerpo y su Sangre, transformando así los elementos del
mundo; son palabras que abren el mundo a Dios y lo unen a Él. Por tanto, el sacerdocio no es un simple
«oficio», sino un sacramento: Dios se vale de un hombre con sus limitaciones para estar, a través de él,
presente entre los hombres y actuar en su favor.

Con estas palabras quiero expresar esa misión que tiene Padre Toño con nosotros, no solo un oficio sino un
compartir, guiar, cuidar, como lo hace un padre que cuida de sus hijos y los ayuda a crecer en sabiduría y
gracia, y recordar que el sacerdocio ministerial es un don que Dios regala a quien él quiere, y no un don que
se exige, al mismo tiempo que nos hace recordar a nosotros, la maravilla del sacerdocio ministerial para el
servicio de un pueblo.

San Juan Pablo II en su exhortación apostólica Pastores Dabo Vobis, afirmaba que «todo gesto ministerial, a
la vez que lleva a amar y servir a la Iglesia, ayuda a madurar cada vez más en el amor y en el servicio a
Jesucristo, Cabeza, Pastor y Esposo de la Iglesia; en un amor que se configura siempre como respuesta al
amor precedente, libre y gratuito, de Dios en Cristo»

Gracias padre por aceptar esta misión que Dios le pide en su ministerio sacerdotal, para estar con nosotros
en este camino hacia el sacerdocio ministerial y compartir la vida con nosotros, que el Niño Jesús que vino a
estar con nosotros para salvarnos siga naciendo en su corazón y le llene de bendiciones en su vida y
ministerio sacerdotal.

Bienvenido a la familia Seminario!!

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