Con presencia en los cinco continentes, una plantilla de 36.000 trabajadores, una
facturación el año pasado de 7.590 millones de euros y un beneficio neto de 251 millones,
nadie podía imaginar que, en apenas un mes, la empresa iba entrar en un colapso
financiero, que amenaza incluso su continuidad.
Todo comenzó a finales de noviembre del 2003 , aunque se sospecha que los gestores de la
compañía han estado falseando, las cuentas desde hace, por lo menos, quince años. El
pasado 11 de noviembre, Parmalat se desplomó en bolsa más de un ocho por ciento, hasta
2,37 euros, después de que su auditor, Deloitte & Touche, se negara a aprobar las cuentas
del primer semestre
EL FRAUDE DE PARMALAT
Los auditores de Grant Thornton, encargada de las auditorías a Parmalat, ayudaron al grupo
lácteo italiano a ocultar sus pérdidas y le aconsejaron constituir una sociedad off-shore, filial
con sede en las Islas Caimán.
La ley italiana prevé que las empresas cambien de sociedad auditora cada nueve años. En
1999, cuando las tareas de revisión de las cuentas de Parmalat debían pasar a manos de
Deloitte&Touche, los responsables de Grant Thornton aconsejaron al grupo lácteo
modificar el sistema utilizado hasta entonces para ocultar las pérdidas y las sustracciones, y
constituir una nueva sociedad off-shore que permitiría, como efectivamente ocurrió, que la
firma auditora siguiese revisando este compartimento reservado.
Los encargados de supervisar las cuentas se compincharon claramente con el fundador para
tejer un complejo entramado financiero destinado a ocultar las pérdidas y a constituir
sociedades en paraísos fiscales