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Res: 2012-000598

SALA TERCERA DE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA. San José , a las nueve


horas y treinta y dos minutos del treinta de marzo del dos mil doce.

Recurso de Casación, interpuesto en la presente causa seguida contra F., […]; por
el delito de Robo Agravado, cometido en perjuicio de R. Intervienen en la decisión
del recurso, los Magistrados José Manuel Arroyo Gutiérrez, Jesús Ramírez Quirós,
Magda Pereira Villalobos, Carlos Chinchilla Sandí y Doris Arias Madrigal. Además
también intervienen en esta instancia, el licenciado Victor Herrera Flores, en su
condición de apoderado especial judicial de la parte querellante. Se apersonó el
representante del Ministerio Público.

Resultando:

1. Mediante sentencia oral N° 184-P-09, dictada a las quince horas y treinta


minutos del uno de junio del dos mil nueve, el Tribunal Penal de Juicio de
Puntarenas, resolvió: “POR TANTO: Se acuerda absolver a la imputada F., con el
delito de ROBO AGRAVADO, en perjuicio de R., además en cuanto a los bienes no
se pronunciará sobre a quién le corresponden los bienes, sino que ello será resuelto
en ejecución de sentencia donde cada parte con documento idóneo deberá acreditar
la propiedad. Todo lo anteriormente actuado queda consignado en el cd rotulado
con el número de expediente de la presente causa y quedará bajo custodia del
Tribunal. Por lo tanto, queda a disposición de las partes dicho elemento de soporte
documental para que si a bien lo tienen procedan a gravarlo por sus medios.
Quedan debidamente notificadas las partes de lo resuelto. ES TODO.” (sic).

2. Contra el anterior pronunciamiento, el licenciado Victor Herrera Flores, en su


condición de apoderado especial judicial de la parte querellante, interpuso Recurso
de Casación.

3. Se realizó la audiencia oral y pública a las catrce horas del seis de julio de dos
mil diez.

4. Verificada la deliberación respectiva, la Sala se planteó las cuestiones formuladas


en el recurso.

5. En los procedimientos se han observado las prescripciones legales pertinentes.

Informa el Magistrado Arroyo Gutiérrez; y,

Considerando:

I. Mediante escrito visible de folios 506 a 510 el licenciado Víctor Herrera Flores, en
su calidad de apoderado especial de los querellantes, interpone recurso de casación
contra la sentencia 184-P-09 del Tribunal de Juicio de Puntarenas, dictada a las
quince horas treinta minutos del primero de junio de dos mil nueve. A pesar de la
intrincada redacción del recurso, en virtud del principio de Tutela Judicial Efectiva y
en procura de la adecuada apertura de la Casación Penal, esta Sala procede a
desentrañar y resolver los alegatos del recurrente.

II. De previo al análisis de los puntos propuestos por el gestionante, es pertinente


indicar que la Magistrada suplente Jeannette Castillo Mesén, fue nombrada para el
conocimiento de la presente causa, para cubrir la vacante ocasionada con la
jubilación del Magistrado Alfonso Chaves. Dada la reciente designación por parte de
laAsamblea Legislativa de la Magistrada Doris Arias Madrigal como miembro titular
de esta Sala, la competencia de la Magistrada suplente Castillo Mesén para conocer
de esta causa declina a favor de la Magistrada Arias Madrigal, proceder que no
entraña afectación alguna a los intereses de la encartada pues en la referida
audiencia no se ampliaron motivos, ni se evacuaron pruebas. Sobre la situación
aludida, se cuenta con jurisprudencia constitucional que avala la solución adoptada,
lo que fue plasmado en los siguientes términos “Para esta Sala, si es posible
-constitucionalmente hablando-, que en aquellas vistas en las que no se reciban
elementos de prueba oral o, que las argumentaciones de las partes consten ya por
escrito, sin que se aporte nada nuevo -como ocurre en la mayoría de los recursos
de casación y algunos de los de revisión-, donde las partes van a la audiencia oral a
sintetizar los fundamentos de cada uno de los motivos que ya han expuesto por
escrito, puedan intervenir otros jueces, distintos a los que participaron en la vista,
a la hora de tomar la decisión, si y sólo si, están en capacidad de hacerlo y existen
razones justificadas (que deberán constar por escrito) que impidan que quienes
estuvieron en la audiencia oral se reúnan en fecha próxima a estudiar y resolver el
asunto. No se afecta el debido proceso, ni el principio de inmediación, con esta
solución, en la medida en que en ningún caso en que se reciba prueba, o se aporte
un elemento nuevo, se permitirá que jueces distintos a los que estuvieron en la
audiencia resuelvan el asunto, y ésto sólo podrá hacerse cuando: a) existan
razones justificadas, o, b) cuando lo que se da en audiencia oral es sólo una
sintetización de los fundamentos de cada uno de los motivos que ya han expuesto
o constan por escrito con anterioridad, sin aportar nada nuevo…”. Resolución
Nº17553-2007, Sala Constitucional, a las 12:23 horas, del 30 de noviembre de
2007.

III. El primer motivo del recurso se interpone por falta de valoración de


prueba esencial. Señala el recurrente que no es correcta la conclusión del
Tribunal respecto de dos aspectos particulares: 1.-

En primer lugar considera equivocada la afirmación de los jueces de que la


sustracción ejecutada por la querellada F. no podía calificarse como un robo
agravado. 2.-
En segundo lugar, considera errónea la afirmación de que la intervención de otros
sujetos no podía tenerse como una forma de coautoría o complicidad, porque la
imputada no les había comunicado que realizaban un acto criminal y además les dio
unas llaves para que entraran al lugar. Desde su particular perspectiva, entiende
que a partir del testimonio de J., oficial del Organismo de Investigación Judicial, se
puede inferir una conclusión distinta a aquella, o sea, que en realidad quienes
sacaron los bienes de la propiedad en un camión y quienes causaron los daños en
las verjas para sacar los objetos, fueron aquellos sujetos. En esa misma línea se
argumenta que el querellante R. indicó que la encartada no podía haberle dado
unas llaves a los sujetos para que ingresaran al lugar, porque él había cambiado
todos los llavines cuando se separó de dicha acusada, por lo que las llaves que ella
mencionó no servían para abrir las puertas. El recurrente considera que si los
anteriores elementos de prueba hubiesen sido valorados por los jueces, habrían
arribado a una conclusión radicalmente opuesta en su sentencia. Por lo dicho, se
solicita casar la sentencia impugnada y ordenar el reenvío para un nuevo juicio. En
el segundo motivo se alega violación de las reglas de la sana crítica
racional. El recurrente considera que las siguientes dos conclusiones del Tribunal
violan las reglas de la lógica y de la experiencia humana: 1.-
En primer lugar, la afirmación de que no se demostró que la encartada, o los
sujetos que envió a sacar los bienes, fueran quienes dañaron la cerraduras y verjas
de la propiedad, y que esa acción fue ejecutada por otros. 2.-
En segundo lugar, la afirmación de que quienes sustrajeron los bienes, lo hicieron
porque la encartada los contrató, y utilizaron para eso unas llaves que ella les dio.
Al recurrente le parece contradictorio afirmar que otros sujetos dañaron las verjas y
llavines, para luego sostener que quienes desplegaron esa acción finalmente no
sustrajeron los bienes que estaban en la propiedad. Según cree el recurrente, los
jueces de juicio debieron haber concluido: 1.-
Que tres sujetos fueron enviados por F. a sustraer los bienes de la propiedad donde
se encontraban. 2.-
Que dicha acriminada no tenía llaves de la propiedad (porque así lo indicó el
ofendido). 3.-
Que con base en lo anterior se debe inferir que los tres sujetos a que se ha hecho
referencia acordaron con la encartada forzar las ventanas y la puerta para sustraer
los objetos y trasladarlos a la casa de esta última, donde finalmente fueron
localizados. Esto configuraría un delito de robo agravado. Con base en lo dicho, se
pide casar la sentencia y ordenar el reenvío para un nuevo debate. El tercer
motivo se interpone por fundamentación contradictoria de la sentencia. El
recurrente sostiene que la sentencia es contradictoria por lo siguiente: 1.-
Por un lado se afirma que, ante la inexistencia de elementos de prueba al efecto, no
se pudo determinar a quien pertenecen los bienes sustraídos (extremo que según lo
indicaron los jueces deberá dilucidarse en la ejecución de sentencia). 2.-
Por otro lado, se sostiene que la señora F. sustrajo los objetos. Expuesto de otro
modo, el recurrente aprecia como contradictorio que los jueces sostengan que la
encartada puede tener algún derecho sobre los bienes en cuestión, si a la vez han
afirmado que los sustrajo. Para superar tal presunta contradicción el recurrente
cree que existe solo una solución, esto es, declarar que los bienes son del
querellante. Con base en los anteriores argumentos se solicita casar la sentencia
recurrida y ordenar un nuevo juicio. Por razones de economía procesal y por estar
directamente relacionados entre sí, todos los motivos anteriores deben ser
resueltos de manera conjunta. Ninguno de los motivos puede prosperar. El
Tribunal de juicio tuvo por demostrado, en lo que interesa, que en septiembre del
año 2006, antes de día 12 de ese mes, la imputada envió cuatro personas a la
propiedad denominada como “[…]”, ubicada en […], con la finalidad de que
sustrajeran varios bienes muebles, detallados en sentencia. En su resolución, los
jueces indicaron, a la vez, que no se pudo demostrar que esas personas supieran
que participaban en un plan criminal, ni tampoco se acreditó que fueran ellos
quienes quebraron o torcieron las verjas de la parte frontal y dañaron la puerta
principal de la propiedad. De este modo, según lo indicó el juez ponente Mena
Artavia, una vez analizados los elementos de prueba evacuados e incorporados en
el debate, los hechos acusados en la querella solo fueron demostrados de manera
parcial, a lo cual agregaron que ese extremo fáctico demostrado, una vez hecha la
calificación jurídica correspondiente, ya estaría prescrito por tratarse de un delito
de hurto, y no de la modalidad del robo agravado contemplada en el numeral 213
inciso 1 del Código Penal. (Cfr. Min.16:15:00 a 16:16:20 de la sentencia). Para
sustentar esta tesis, los jueces de juicio desarrollaron los argumentos que se
detallan de seguido: 1.-
En la querella se acusó a la encartada de apoderarse ilegítimamente de bienes
totalmente ajenos ubicados, supuestamente, en la casa del ofendido. Sin embargo,
a pesar de que el apoderamiento se demostró, también se logró acreditar que esos
bienes estaban en un inmueble deshabitado. Para la fundamentación probatoria
descriptiva e intelectiva de este extremo, la Cámara Judicial a-quo utilizó tanto la
declaración de la propia encartada (quien aceptó haberse apoderado de los bienes,
aunque, como se verá más adelante, alegó tener un derecho para hacerlo, derivado
de un acuerdo de liquidación de bienes), como también lo dicho por T. Esa última
testigo, en particular, indicó que tanto el primer piso, como en el segundo piso del
inmueble, habían estado habitados por extranjeros en algún momento, pero a la
vez aclaró que cuando los bienes fueron sustraídos ya no vivía nadie en el aposento
en donde esas cosas se encontraban, habitación que estaba separada del resto del
inmueble. (cfr. min. 16:19:00 a 16:21:05 de la sentencia). 2.-
En la acusación formulada por la parte querellante, también se imputó la
intervención de varias personas, en coautoría, para la ejecución del
desapoderamiento. Sin embargo, los jueces de juicio indicaron que, con base en la
prueba evacuada en el debate, lo que se acreditó era que los otros sujetos a que se
ha hecho referencia solamente habían cumplido el encargo de F. para retirar los
bienes, bajo la creencia de que dichos objetos le pertenecían legítimamente a la
encartada. Expuesto de otra forma, los jueces consideraron que no se había podido
demostrar y, por lo tanto, que subsistía una duda acerca de que esas otras
personas participaran dolosamente de un plan criminal común. No se pudo
acreditar que esas personas, al momento de ejecutar la acción descrita, supieran
que hacían algo ilegal, sino que subsistió una duda al respecto, precisamente
porque con aquel fin habían recibido unas llaves de quien reconocían en la
comunidad como co-propietaria del local y de los bienes que ahí se encontraban. La
exclusión de este elemento del tipo subjetivo, fue utilizada por la Cámara Judicial a-
quo para rechazar la modalidad de comisión del robo agravado en banda, o con
intervención de más de tres personas, como lo exige el tipo penal respectivo para la
ejecución de ese tipo de acciones (cfr. min. 16:21:47 a 16:23:27). 3.- Una vez
descartados los dos anteriores motivos de agravación del robo, los jueces se
plantearon, de manera hipotética, la posibilidad de que los hechos encuadraran en
el tipo penal del robo simple, debido a la existencia de fuerza sobre las cosas, en
particular ciertos daños en una reja y en una puerta del local en donde estaban los
objetos. Sobre el punto, los miembros de la Cámara Judicial a-quo procedieron a
confrontar, por un lado, lo dicho por el querellante, por el oficial J. del Organismo
de Investigación Judicial, e incluso por doña T., acerca de la existencia de los daños
referidos, con lo alegado, por otro lado, por la propia endilgada. Como lo expuso el
juez ponente, la imputada, mediante su declaración de defensa, aceptó que
efectivamente había ordenado sacar los bienes de la propiedad, pero a la vez
manifestó que con ese objetivo le había entregado unas llaves a los encargados de
hacerlo y refirió que nunca había mandado a nadie a que utilizaran fuerza con ese
fin. Como resultado de este proceso de argumentación, los jueces concluyeron que,
con base en la prueba de cargo existente, no podía acreditarse, y subsistía la duda,
acerca de que los daños, es decir, el uso de fuerza detectado en el inmueble,
estuvieran vinculados con acción alguna de la acriminada. Expuesto de otra
manera, el argumento esencial del Tribunal en este punto, es que en el caso
específico de la acusada no se pudo demostrar que hubiese conocido y querido que
alguien utilizara fuerza con aquel objetivo. Vinculado con lo anterior, el juez
encargado de pronunciar la sentencia oral explicó la existencia de una duda
razonable acerca de quiénes fueron las personas que ejecutaron las forzaduras
referidas, no pudiendo afirmarse con certeza que dichos daños fueran ejecutados
por las personas a las que la encartada les encargó sacar los bienes. Por lo dicho,
tampoco se pudo tener a la acusada como autora del delito de robo simple. (Cfr.
16:23:30 a 16:28:32). 4.-
Finalmente, partiendo de que la acusada admitió haber querido y conocido de la
sustracción de los objetos, la cual procuró mediante la entrega que hizo a los
sujetos de unas llaves, los jueces realizaron la valoración respecto de la existencia
o no de un delito de hurto, al no mediar fuerza para sustraer aquellos bienes. Sobre
el punto los miembros de la Cámara Judicial a-quo destacaron algunos defectos de
la acusación, formulada mediante la querella, y otros aspectos que impidieron
cualquier pronunciamiento en contra de la endilgada; más precisamente: 4.1.- En
la querella nunca se mencionó, ni en juicio se demostró, el valor de los bienes
sustraídos. Esto impidió determinar si existía un hurto simple o un hurto menor. 4.2
.-
Aún suponiendo, hipotéticamente, que la sustracción configuraba un hurto simple,
resulta ser que ese delito, al momento del debate, estaba sobradamente prescrito.
4.3.-
En la querella nunca se acusó la ejecución de un hurto agravado por el uso de las
llaves, por lo que cualquier pronunciamiento al efecto en contra de la acusada, por
parte de los jueces del Tribunal sentenciador, habría vulnerado el principio de
correlación entre acusación y sentencia (Minutos 16:28:45 a 16:36:00 de la
sentencia). Estas fueron las razones dadas para absolver a la querellada. De todo
esto resulta evidente que las objeciones esbozadas por el representante legal de la
parte querellante responden a su particular perspectiva y a una apreciación
subjetiva de la prueba, de la que pretende inferir conclusiones favorables a su
cliente. Los jueces explicaron ampliamente por qué no pudo demostrarse, por qué
subsistió una duda acerca de los factores que calificarían la existencia de un robo
agravado, y para hacerlo confrontaron la prueba existente en la causa. Lo mismo
cabe indicar acerca del análisis de la ejecución de las forzaduras y los otros
aspectos a que se ha hecho referencia anteriormente. Mediante esa
fundamentación probatoria y jurídica se expuso, adecuadamente, que no fue
posible para el Tribunal arribar a las conclusiones que propone el recurrente
(debidas a su interpretación parcializada de la prueba) en el segundo motivo de
impugnación. Finalmente, debe indicarse que ninguna contradicción existe, entre la
afirmación de los jueces de que la imputada sustrajo los bienes y aquella otra
según la cual subsistió una duda acerca de si ella tenía algún derecho sobre los
mismos. Como lo expuso el Tribunal, pudo demostrarse que la endilgada ordenó la
sustracción de los bienes, porque ella misma así lo admitió en su declaración. Sin
embargo, en ese acto de defensa ella también sostuvo que lo había hecho, porque,
según creía, tenía derecho sobre aquellos objetos. Sobre este extremo, dicho de
manera simple, lo que afirmaron los jueces fue la falta de elementos probatorios
con el fin de precisar quién, y en qué grado, era el titular de esos objetos, si el
querellante o la querellada, y por ello difirieron para la ejecución de sentencia la
resolución de la cuestión acerca de a quién corresponde que le sean devueltos los
objetos en litigio. La duda que prevaleció sobre el punto, por lo tanto, en virtud del
axioma jurídico por todos conocido (in dubio pro reo), no podía afectar
negativamente a la endilgada en lo que toca a una declaratoria de responsabilidad
en relación al delito que se le atribuía. El razonamiento de los jueces, por lo tanto,
no es contradictorio. (Cfr. Minutos 16:44:00 y siguientes de la sentencia). En
resumidas cuentas, la fundamentación realizada por los miembros de la Cámara
Judicial a-quo para sustentar la absolutoria de la acusada F., se basó en el análisis
de la prueba de cargo y descargo existente en autos, proceso luego del cual
solamente se pudo arribar un estado de duda respecto de los distintos aspectos a
que se ha hecho referencia. En ese proceso de argumentación se valoraron todos
los elementos de prueba evacuados en el debate, de una manera tal que esta Sala
no aprecia vulneración alguna de las reglas de la sana crítica racional. Por eso, la
pretensión de la parte recurrente debe desecharse y el fallo recurrido debe
mantenerse incólume. Sin embargo, esta Sala considera que del alegato de
defensa de la encartada puede inferirse claramente la existencia de un escenario de
violencia doméstica, en particular de violencia patrimonial en contra de la
encartada, como trasfondo del conflicto penal existente entre ella y el querellante.
La existencia de ese tipo de escenarios, si se asume correctamente un enfoque de
género, amerita un ulterior y mayor análisis desde el derecho penal material, en
particular, desde la teoría del delito. Expuesto de otra manera, si en numerosos
casos de violencia física en contra de mujeres, a partir de la consideración de
diversas especificidades de este grupo de la población, esta Sala ha realizado un
análisis particularizado, por ejemplo, de los requisitos de la legítima defensa, del
estado de necesidad o incluso del error de prohibición, nada obsta para que ese tipo
de enfoque también se realice frente a situaciones de violencia psicológica o, como
sucede en este caso, de violencia patrimonial. Ese análisis no fue realizado por el
Tribunal. En su declaración de defensa, visible a folios 92 a 95, y también durante
el interrogatorio al que fue sometida en debate, la imputada manifestó, para lo que
más interesa, lo siguiente: 1.-
Que había convivido con el querellante durante catorce años aproximadamente,
tanto en Estados Unidos, como también en Costa Rica. 2.-
Que decidieron separarse debido a la infidelidad de su compañero, en virtud de lo
cual suscribieron un convenio de liquidación de bienes, el cual rola a folio 96,
debidamente suscrito por las partes y cuya legitimidad no ha sido cuestionada por
el querellante. En ese acuerdo pactaron que R. le entregaría algunos de los bienes
muebles e inmuebles habidos en Costa Rica, sobre los que la acusada tenía derecho
por haber sido logrados mediante esfuerzo y trabajo común. De este modo, el
querellante se comprometió a entregarle unos condominios y una casa ubicados en
Jacó, así como todos los bienes muebles requeridos para equipar los condominios.
3.-
Que R. incumplió lo pactado, porque le entregó los bienes inmuebles sin haberlos
pagado completamente y pesando sobre ellos cuantiosas deudas y gravámenes
hipotecarios, y porque, en lo que más importa, nunca le entregó los bienes muebles
que constan en el acuerdo. 4.-
Que esperó a lo largo de un año para que R. cumpliera con lo acordado en cuanto a
la entrega de los objetos muebles. No obstante, una vez transcurrido ese tiempo,
ese señor no cumplió con el acuerdo suscrito. 5.-
Ante la pregunta del juez Ronald Nicolás Alvarado durante el juicio, la acusada
indicó que debido a ese incumplimiento, primero que todo, acudió ante un abogado,
de apellido C., para que le ayudara a realizar los trámites para recuperar los bienes,
pero resultó que ese abogado, en realidad, también trabajaba para el querellante
R., es decir, la contraparte interesada en el conflicto sobre los bienes. 6.-
Ante la situación referida, tal como lo tuvo por acreditado el Tribunal, la encartada
aceptó haberle ordenado a otras personas que sacaran y trasladaran los bienes
muebles referidos, para lo cual les entregó las llaves que ella tenía del inmueble en
que estaban. 7.-
Durante toda su deposición en el debate la acusada justificó su actuación bajo el
argumento de que tenía un derecho absoluto sobre los objetos que mandó sacar,
derivado del acuerdo legalmente suscrito con R. (que consta a folio 96) (Confrontar
minutos 14:14:00 a 15:01:45 de la declaración rendida por la acusada en la
audiencia de juicio del 25 de mayo de 2005). Esta declaración, efectivamente,
encuentra sustento en el elemento de prueba documental que rola a folio 96 del
expediente, o sea, el convenio de liquidación de bienes suscrito por la querellada y
el querellante. Expuesto en otros términos, la encartada F. alegó siempre que su
actuación estuvo motivada en un cuadro de violencia patrimonial, ya que no solo
se le impedía tomar posesión de bienes habidos por esfuerzo común, sino que
además, se incumplía un acuerdo debidamente suscrito con el querellante, según el
cual ella adquiría un derecho absoluto de propiedad sobre esos objetos. Este tipo de
situaciones, más allá de lo que hicieron los jueces de juicio, deben ser visibilizadas
y analizadas desde el punto de vista jurídico penal. Para mantener un grado
adecuado de coherencia con las políticas institucionales, emprendidas de manera
general por el Estado costarricense y en particular por la Corte Suprema de Justicia
para la erradicación de todas las formas de violencia contra las mujeres, en este
tipo de casos debe realizarse un riguroso análisis del cuadro fáctico existente, a la
luz de la moderna teoría del delito. Esto implica, que el conflicto y la violencia
patrimonial que subyace en el fondo, deben ser analizados detalladamente, y hasta
donde sea necesario, desde las diversas categorías de análisis que integran la
teoría del delito. Así por ejemplo, para el correcto análisis de tipicidad de delitos
contra la propiedad como el que el querellante le atribuyó a la señora F., se debe
partir de que, conforme lo establecen claramente los artículos 208 y 212 del Código
Penal solamente se puede hurtar o robar una cosa mueble que sea total o
parcialmente ajena. De manera que, si uno de los alegatos de la encausada fue que
mandó a sustraer bienes de su propiedad, un punto de partida básico para el
adecuado análisis jurídico sería determinar si esos bienes que se sustrajeron le
pertenecían o no de manera absoluta, es decir, si estaban cubiertos por el convenio
de liquidación patrimonial formalmente suscrito e incumplido por, su excompañero,
el querellante R. Si la sustracción que mandó a ejecutar, hubiese sido desplegada
sobre los bienes respecto de los cuales tenía un derecho patrimonial pleno en virtud
del convenio de liquidación referido, por lo tanto, de entrada quedaría excluida la
tipicidad objetiva de ese comportamiento como un hurto o un robo. No se puede
hurtar o robar aquello sobre lo que se tiene un derecho de propiedad pleno. Por lo
anteriormente expuesto, se declara sin lugar, en todos sus extremos, el recurso de
casación interpuesto por el representante del querellante. La sentencia recurrida,
por lo tanto, se mantiene incólume.

Por tanto:

Se rechaza en todos sus extremos el recurso de casación planteado por el


representante del querellante. Notifíquese.

José Manuel Arroyo G.

Jesús Ramírez Q. Magda Pereira V.

Carlos Chinchilla S. Doris Arias M.

NOTA DE LOS MAGISTRADOS ARROYO GUTIERREZ Y PEREIRA VILLALOBOS

Los que suscribimos, Magistrados Pereira Villalobos y Arroyo Gutiérrez, en vista de


la riqueza que el caso ofrece, nos parece relevante no circunscribirnos al tema de la
tipicidad en el análisis, sino ampliarlo a las restantes categorías de la teoría del
delito en vista de que, sobre la materia hay muy escasa jurisprudencia y
antecedentes. En razón de ello, aunque coincidimos en la decisión final con el resto
de los compañeros de Sala, estimamos necesario y útil el ejercicio que agregamos
de seguido. Dejando de lado ese análisis básico, casos como este también pueden
ser resueltos, de ser necesario, desde el análisis de la antijuridicidad y
posteriormente, desde la consideraciones requeridas por el análisis de culpabilidad,
en concreto, acerca de la existencia o no de causas de exculpación (estado de
necesidad exculpante) y desde una consideración particularizada acerca de la
existencia o no de un error de prohibición (evitable o inevitable). Desde el punto de
vista de la antijuridicidad, en casos como el analizado, en que lo que subyace es un
conflicto patrimonial, no podría existir un estado de necesidad justificante ya que
este solo existe cuando colisionan bienes jurídicos de distinto rango, ante lo cual se
procede a salvaguardar el bien jurídico de mayor categoría a costa de lesionar o
sacrificar el de menor rango. Si lo que se alega es que la querellada, para
salvaguardar su patrimonio, lesionó el de otro, obviamente no podría darse ese
supuesto. Consecuentemente, siguiendo con la exposición que se desarrolla con
fines heurísticos, el análisis debería continuar en la culpabilidad y, más
concretamente, en la determinación de si existen o no causas que la excluyan o
atenúen. En el caso particular todo indica que colisionaban bienes jurídicos de la
misma valía (propiedad contra propiedad). Aquellas situaciones de violencia
patrimonial, en que colisionan bienes jurídicos del mismo rango, y se procede a
salvaguardar uno de ellos frente a la acción de quien ejecuta el acto de violencia,
no aplica el estado de necesidad justificante. Este tipo de casos, dada la colisión de
bienes jurídicos del mismo rango y el sacrificio de uno de ellos mediante una acción
que podría ser ilícita, se deben resolver (1.-) mediante el estado de necesidad
exculpante, o bien, (2.-) si el autor tuviera una representación errónea acerca de la
existencia de esa causa de exculpación, se deben resolver mediante el análisis
general requerido por el error de prohibición. Expuesto de otra manera, aun cuando
el comportamiento atribuido a la imputada fuera típico y no pueda estar amparado
en una causa de justificación (legítima defensa o estado de necesidad justificante),
no se excluye, sino que se debe analizar, la posibilidad de que ese comportamiento
(1.) no sea culpable debido a la existencia de un estado de necesidad exculpante, o
(2.) no sea culpable o esté atenuado debido a la existencia de un error de
prohibición evitable o inevitable. Este tipo de análisis también debe ser
realizado rigurosamente en casos de violencia patrimonial contra las
mujeres. Conviene, por lo tanto, primero que todo, recordar los requisitos fijados
para el estado de necesidad exculpante. El numeral 38 del Código Penal regula el
estado de necesidad exculpante de la siguiente manera: “No es culpable quien obra
bajo coacción o amenaza de un mal actual grave, sea o no provocada por la acción
de un tercero, cuando razonablemente no pueda exigírsele una conducta diversa”.
Doctrinalmente se distingue entre el estado de necesidad exculpante por coacción y
el estado de necesidad exculpante por la existencia de un peligro o amenaza de un
mal grave. Esto no significa que la mera existencia objetiva de una situación
de violencia doméstica de tipo patrimonial conceda una autorización o,
más precisamente, una exculpación automática, para aquella mujer que
despliega una acción típica para defender sus derechos patrimoniales
vulnerados por el ejecutor de aquella forma de violencia. Por el contrario,
siempre deberá determinarse, rigurosamente, si concurren o no los
requisitos objetivos y subjetivos fijados por ley para poder aceptar un
estado de necesidad como causal de exculpación. Para que exista estado de
necesidad exculpante deben presentarse los requisitos objetivos que se detallan de
seguido. 1.-

Debe haber un peligro o amenaza de un mal grave. La gravedad del daño


(entendido en sentido genérico), del “mal” del que existe peligro o amenaza, no
debe valorarse a partir de las percepciones o temores subjetivos de quien afirma
sufrirlos directamente, ni de las percepciones subjetivas de quien afirma que tal
peligro o amenaza existe para sus familiares o allegados, sino desde la perspectiva
de un observador objetivo. Esto significa que el juez debe constatar la existencia
objetiva de ese peligro o amenaza, para luego proceder a valorar su gravedad de
acuerdo con el grado de afectación que estos pueden generar respecto de los
bienes jurídicos, por ejemplo, el derecho de propiedad, de quien padece dicho
peligro. No existe estado de necesidad exculpante si el grado de afectación o daño
que se puede generar, con la situación de peligro, no es grave. 2.-
El peligro o amenaza de un mal grave debe ser actual, inminente, o
permanente. En este punto deben aplicarse los requisitos fijados en el numeral 27
del Código Penal para el estado de necesidad justificante, sobre los cuales la
jurisprudencia de esta Sala ha realizado una extensa interpretación. Si se realiza
una interpretación literal del artículo citado se entenderá que la amenaza o el
peligro deben ser o actuales o inminentes. Existe un peligro o amenaza actual si la
situación ante la cual se reacciona mediante una acción ilícita (típica y antijurídica)
ya se está desarrollando. El concepto de inminencia implica que la situación ante la
cual se reacciona puede suceder prontamente, por lo cual el daño o mal grave se
espera en un tiempo muy cercano. Sin embargo, la consideración exclusiva, rígida,
de la actualidad o inminencia del peligro o amenaza como requisitos del estado de
necesidad exculpante ha sido criticada en la doctrina penal. Así, por ejemplo, Roxin
indica lo siguiente“(…) un peligro permanente es una situación peligrosa que
permanece durante un largo período (…) en el estado de necesidad excluyente
de la responsabilidad [culpabilidad] posee especial relevancia el hecho de
que la actualidad del peligro comprende períodos de tiempo
sustancialmente más grandes (…) Esto rige sobre todo para el llamado peligro
permanente, en el que una situación que amenaza con un peligro se puede
convertir en cualquier momento en un daño, sin que se pueda decir exactamente
cuándo sucederá tal cosa.” (Roxin, Claus. Deerecho Penal. Parte general. Tomo I,
Madrid, Civitas, 1997, Pp. 680-681. Lo escrito entre paréntesis cuadrado y en
negrilla se suple). De modo que, también existen estados o situaciones
permanentes de peligro. Por esa razón, exigir la actualidad o inminencia de un mal
grave, convertiría el estado de necesidad exculpante en algo inaplicable o ineficaz
para muchas personas como, por ejemplo, aquellas mujeres sometidas a relaciones
permanentes, constantes y prolongadas de violencia de índole patrimonial. En
estos supuestos, los requisitos de la actualidad o inminencia mencionados se tornan
excesivamente restrictivos. Por eso ha sido necesario aceptar también la existencia
de un peligro continuo, prolongado o permanente como un requisito objetivo del
estado de necesidad exculpante. La jurisprudencia de esta Sala de Casación se ha
decantado por esta posición. Así por ejemplo, en los votos 756-F de las 8:45 horas
del 22 de diciembre de 1995, 337 de las 10 horas del 31 de marzo del 2000 y, en
particular, en el voto número 175 de las 9 horas del 28 de febrero de 2002, esta
Sala de Casación Penal ha aceptado que las situaciones de violencia intrafamiliar
grave, constante, y prolongada a través del tiempo, representan un peligro
permanente o prolongado de que se ocasione un daño o mal grave para quienes
padecen esa forma de violencia. Si se han aceptado para caso en que se
encuentra de por medio la vida o la integridad de las mujeres, nada obsta para que
esos criterios también se apliquen en aquellos casos en que las mujeres sufren,
específicamente, de violencia patrimonial. Si en un caso particular se verifica que
esa situación de violencia patrimonial existe, configura uno de los requisitos
objetivos del estado de necesidad exculpante, a pesar de que no exista un peligro o
amenaza actual o inminente. Justamente, este es el caso del comportamiento de
aquellos sujetos que a través de los años han sostenido patrones más o menos
uniformes de deprivaciones y violencia patrimonial contra su cónyuge o sus hijos.
Si esa conducta de violencia patrimonial tiene características más o menos
uniformes, reiteradas a través del tiempo, también es una forma de amenaza o
peligro prolongado o permanente para derechos patrimoniales básicos y, en
muchas ocasiones, para la propia salud, integridad y la vida de las personas que
conviven con él. Desde el punto de vista probatorio, por lo tanto, los miembros del
Ministerio Público y los Jueces penales deben analizar rigurosamente toda la prueba
existente acerca del cuadro de violencia contra la mujer, y en particular acerca del
cuadro de violencia patrimonial, para proceder a valorar el requisito objetivo antes
explicado. No existirá estado de necesidad exculpante en aquellos casos en que el
peligro o amenaza actual, inminente, o permanente, no se presentan en los
términos antes descritos. 3.-
El hecho ilícito ejecutado debe ser necesario para evitar el peligro o
amenaza de un mal grave. Una vez verificados los requisitos objetivos expuestos
anteriormente se debe establecer la necesidad del hecho injusto cometido (típico
y antijurídico). Un hecho ilícito será necesario para evitar el peligro de un mal
grave, únicamente, si dicho peligro no podía evitarse mediante otra acción, menos
severa, distinta de tal hecho delictivo. Esto significa que una acción ilícita será
necesaria con el fin descrito si: A.-
Es apta, idónea o adecuada para evitar el peligro. B.-
Si es el medio menos lesivo con que contaba el autor para evitar el peligro.
El juez debe valorar entonces, si la autora del ilícito, sometida a violencia
patrimonial, tenía otras posibilidades para evitar el peligro de un mal grave. En este
punto la polémica doctrinal es amplia. Tradicionalmente se ha propuesto que, para
valorar si el ilícito cometido era o no el medio menos severo o lesivo para evitar el
peligro, es decir, para determinar si ese peligro era o no evitable con una acción
distinta menos lesiva que el ilícito cometido, el juez debe utilizar un baremo o
parámetro normativo ideal. Este modelo es el de un “hombre promedio”. Si un
hombre promedio, puesto en las mismas condiciones que el autor del hecho injusto,
hubiese actuado de la misma manera que dicho autor con el fin de evitar el peligro
de un mal grave, entonces se debe concluir que ese peligro no era evitable
mediante una acción menos lesiva y, por lo tanto, se cumple este requisito objetivo
del estado de necesidad exculpante. A la inversa, si el profano ubicado en la misma
situación del autor del ilícito, hubiese actuado de una manera distinta, menos
severa, para evitar el mismo peligro, entonces de debe concluir que dicho peligro
era evitable mediante otra acción menos lesiva que la acción ilícita que ejecutó el
autor y, consecuentemente, no se cumple con este requisito del estado de
necesidad exculpante. Para el ejemplo de la mujer que comete un delito patrimonial
como el analizado, para salvar su patrimonio frente al acto de violencia de su
compañero o excompañero, esta posición considerará que si, hipotéticamente, un
hombre promedio ubicado en la misma situación hubiera actuado de otra manera
menos lesiva, con un comportamiento distinto al ilícito para evitar el peligro,
entonces se debe concluir que la mujer, autora de ese hecho injusto, tenía otras
posibilidades menos lesivas, distintas a ese injusto penal cometido, para evitar el
peligro existente. Consecuentemente, se concluirá que no se cumple con el
requisito mencionado y que el comportamiento ilícito no puede ser exculpado. Esta
solución no convence. Para el caso de mujeres sometidas a violencia patrimonial
grave, tal perspectiva no ofrece una solución satisfactoria, porque el criterio de
razonabilidad o necesidad (la denominada claúsula de exigibilidad) que se utiliza
es definido y delimitado desde un modelo normativo abstracto (el hombre
promedio), que tiene una enorme carga androcéntrica. El uso de tal modelo para
decidir la existencia o no de un estado de necesidad exculpante, vulneraría el
principio de igualdad, en aquel extremo que obliga al trato desigual de lo diferente.
Expuesto con otros términos, con el uso de este parámetro, se vuelve imposible o
casi imposible para las mujeres, cumplir con el requisito fijado, ya que sus
posibilidades de reacción, dadas las numerosas inequidades a que se ven
sometidas, son distintas a las de un varón, y a la del “hombre promedio”. Por esa
razón, el concepto de necesidad o razonabilidad de la reacción, y con ello, la
valoración de si el peligro era o no evitable de otra manera, debe redefinirse desde
un parámetro real-concreto. El juicio sobre la necesidad de la acción ilícita cometida
y sobre el medio menos lesivo que ha de utilizarse para evitar o contrarrestar el
peligro, debe partir del modelo real-concreto de una mujer, del mismo nivel social y
educativo de la autora, enfrentada directamente a una situación de violencia
patrimonial. El concepto de razonabilidad y necesidad se redefine así desde las
posibilidades reales y concretas que tiene una mujer para enfrentar una situación
en que peligran sus derechos patrimoniales. Para el caso de mujeres sometidas a
situaciones graves de violencia patrimonial, se debe considerar, hipotéticamente,
que si una mujer del mismo círculo social y con el mismo nivel educativo al de la
autora, ubicada en la misma situación de violencia, no hubiera podido evitar tal
peligro mediante una acción menos lesiva que hurto o el robo que cometió,
entonces deberá concluirse que la autora de tal hecho injusto no tenía otras
posibilidades de acción menos severas, para evitar el peligro de un mal grave. En
tal supuesto, se debe concluir que se cumple con el requisito de la necesidad y la
acción típica y antijurídica debería ser exculpada. Exigir otro comportamiento, visto
como razonable a partir de lo que podría hacer un “hombre promedio”, implicaría
que, en el caso de las mujeres, el estado de necesidad exculpante se volviera
ineficaz para la protección de los bienes jurídicos amenazados por un cuadro de
violencia patrimonial. C.-
Con el fin de establecer si el hecho ilícito era o no necesario, debe
planteársele al autor que, para evitar el peligro, se hayan agotado otras
acciones y mecanismos posibles a su alcance, distintos del homicidio. En el
supuesto de mujeres sometidas a violencia patrimonial grave, la exculpación debe
aceptarse únicamente si se han agotado los mecanismos (institucionales, policiales,
por ejemplo) y acciones distintos del ilícito, que la autora tenía a su disposición
para evitar el peligro permanente de un mal patrimonial grave. Quien ejecuta una
acción típica y antijurídica contra el hombre que desarrolla actos de violencia
patrimonial, debe haber examinado si ya se han agotado otras posibilidades a
disposición, distintas del hecho ilícito, para superar o evitar el peligro existente. Así
por ejemplo, si la autora de este tipo de delitos, los ejecuta sin analizar y sin agotar
otros mecanismos y acciones a su disposición, aptos para salir de peligro
permanente, como por ejemplo las acciones legales respectivas para procurar la
tutela de sus derechos patrimonial, se excluye el estado de necesidad exculpante.
En consecuencia, un Tribunal de juicio enfrentado a un cuadro de violencia
patrimonial debe analizar rigurosamente toda la prueba acerca del las acciones
emprendidas por quienes la padecen, para salir o evitar el peligro que ese cuadro
genera. Solamente así se puede valorar si concurre o no el requisito objetivo antes
expuesto. 4.-
El peligro que amenaza a quien ejecuta el ilícito, debe ser antijurídico. Todo
cuadro de violencia doméstica grave, y eso incluye los supuestos de violencia
patrimonial contra las mujeres, es antijurídico, no es aceptado por el ordenamiento
jurídico costarricense. Esto es claro si se aprecia la legislación promulgada y las
acciones emprendidas por el Estado para erradicar todas las formas de violencia
(física, psicológica y patrimonial) contra las mujeres. De ello se sigue que este
presupuesto siempre concurre en las situaciones de peligro permanente generadas
por el comportamiento de un hombre que pretende despojar o hacer nugatorios
para su compañera o excompañera los derechos patrimoniales que legalmente le
corresponden. Aparte de los requisitos objetivos anteriormente expuestos, para que
pueda admitirse la existencia de un estado de necesidad exculpante también debe
concurrir un requisito subjetivo. Este consiste en que la autora del ilícito debe
haberlo ejecutado (1.-
) porque conoce la situación de peligro que existe para un bien jurídico (el
patrimonio, por ejemplo) del cual es detentadora; y (2.-) porque con la ejecución
de la acción típica y antijurídica el autor quiere, es decir, tiene como objetivo o
finalidad evitar dicho peligro. La situación de peligro contra su patrimonio debe
haber generado en la autora la motivación, debe haberla movido, para evitar un
mal grave mediante la ejecución de un acto penalmente injusto (típico y
antijurídico). Si la autora tuvo una motivación distinta a la evitación del peligro que
ella corría entonces no hay estado de necesidad exculpante. Todos estos aspectos,
directamente vinculados con la existencia de un cuadro de violencia patrimonial,
deben ser fijados, (o en su defecto descartados), y valorados por los jueces de
juicio. Por otra parte, en aquellos casos en que los requisitos objetivos y subjetivos
expuestos no concurran, los jueces todavía deberán analizar si existe o no un error
acerca del estado de necesidad exculpante (o, lo que es lo mismo, deben
analizar si existe o no un estado de necesidad exculpante putativo, como se le
denomina en la doctrina penal). Ante la ausencia de una regulación legal específica
del error sobre el estado de necesidad exculpante, en nuestro sistema penal el
error sobre esta causa de exculpación debe ser tratado y resuelto mediante la
figura del error de prohibición. Tal como indica el numeral 35 del Código Penal “No
es culpable, el que por error invencible cree que el hecho que realiza no está sujeto
a pena. Si el error no fuere invencible, la pena prevista para el hecho podrá ser
atenuada, de acuerdo con lo que establece el artículo 79. ” Con esto no se está
afirmando, de manera genérica, que toda mujer que comete un ilícito
patrimonial frente a quien ejecuta o ha ejecutado actos de violencia
patrimonial en su contra siempre actúa movida por un error de prohibición.
Lo que se quiere indicar es que en este tipo de situaciones siempre debe
precisarse, rigurosamente, si concurren o no los requisitos establecidos
para que se acepte dicho error. El error respecto del estado de necesidad
exculpante es una forma de error de prohibición indirecto ya que el autor
conoce que su comportamiento contraviene el ordenamiento jurídico-penal pero
cree, equivocadamente, que tal conducta no está sujeta a pena por estar amparada
en una causa de exculpación que no existe o cuyos requisitos en realidad no se
presentan. Tal error puede ser inevitable (invencible) o evitable (vencible). En el
primer supuesto (invencibilidad) desaparece la culpabilidad precisamente porque la
persona considera, equivocadamente, que su conducta finalmente no estará sujeta
a pena por estar amparada en un estado de necesidad exculpante, sin que pueda o
deba informarse o reflexionar para salir de tal error. Con el error de prohibición
vencible acerca del estado de necesidad exculpante se mantiene la sanción para el
autor de una conducta típica y antijurídica, por el hecho de no informarse sobre los
alcances y requisitos de tal causa de exculpación, a pesar de que podía y debía
hacerlo. Por esa razón, es que para el error vencible se mantiene la culpabilidad,
aunque la sanción puede ser atenuada. Para definir cuando un autor tenía el deber
de reflexionar e informarse sobre el derecho en general, o sobre los alcances y
requisitos de una causa de justificación o exculpación en particular, y, por lo tanto,
para distinguir la evitabilidad o inevitabilidad del error de prohibición, la doctrina
penal tradicional recurría al modelo ideal de “un profano o ciudadano promedio,
prudente y diligente”. De este modo, se proponía, de manera general, lo siguiente:
Si un ciudadano promedio (un modelo normativo ideal) ubicado en la misma
situación hubiese realizado un “esfuerzo de conciencia” o hubiera cumplido con su
“deber de informarse” para comprender las normas del derecho penal (por ejemplo,
para entender los alcances y requisitos de un estado de necesidad exculpante),
entonces debe concluirse que el autor de un ilícito concreto podía y debía
informarse (y conocer) sobre esas normas y, con ello, debe inferirse que su error
era evitable, y viceversa. Este criterio ideal abstracto no es satisfactorio,
básicamente por dos razones: 1 .-
Resulta inútil para precisar cuando un sujeto concreto debía o no, podía o no,
informarse sobre los alcances de las normas penales como, por ejemplo, aquellas
que exculpan ciertos comportamientos ilícitos. La aplicación del “baremo del
profano”, presupone que el autor de un ilícito penal es un sujeto que vive fuera de
un contexto social y de sus interacciones, y que es capaz de valorar sus conductas
y conocer las normas penales fuera de esos vínculos e interacciones. 2.-
El criterio del deber de informarse según lo haría un ciudadano promedio, ha sido
severamente criticado por la dogmática penal más moderna como parámetro para
distinguir la evitabilidad o inevitabilidad de un error de prohibición. El
incumplimiento del deber de informarse no demuestra la evitabilidad del error. Eso
implicaría suponer que siempre que el autor se informe podría conocer el carácter
prohibido y penado de su acción, lo cual no es cierto, como se evidencia, por
ejemplo, con el caso de quien se informa con un profesional en derecho y recibe
una asesoría jurídica equivocada que lo lleva a creer falsamente que actúa
amparado en una causa de justificación o exculpación que en realidad no existe.
Frente a estas deficiencias, debe indicarse entonces lo siguiente: 1.-
El examen de la vencibilidad o invencibilidad del error de prohibición debe partir del
sujeto concreto que actúa ilícitamente. Esto significa que para definir la posibilidad
o imposibilidad (y, con ello, para definir la evitabilidad o inevitabilidad del error)
que tiene el sujeto actuante para reflexionar e informarse sobre el derecho deben
tomarse en cuenta los conocimientos particulares que dicha persona posee, de
acuerdo a su nivel educativo o profesional, de acuerdo a su contexto de clase
social, generacional, de género, geográfico o cultural y, con ello, de acuerdo a su
posibilidad de acceso real a las fuentes de información relevantes sobre el derecho.
2.-
Dado que el incumplimiento del deber de informarse no demuestra por sí mismo la
evitabilidad del error, lo que corresponde es esbozar algunos otros criterios para
definir cuando el autor concreto de un ilícito, por un lado, puede y debe informarse
sobre el derecho penal (por ejemplo, informándose sobre los requisitos del estado
de necesidad exculpante) y, por otro lado, para definir cuándo mediante esa
información el autor podría o no salir de su error. Sobre este tema en particular, no
es descabellado pensar que la mujer que hurta o roba a quien comete respecto de
ella actos reiterados y permanentes de violencia patrimonial, podría haber actuado
de esa manera porque cree, erróneamente, que su acción será justificada o
exculpada porque con ello “defiende sus derechos patrimoniales”. Así, puede
suceder que quien comete un hurto o un robo contra quien ejerce actos de
violencia patrimonial se encuentre en un error porque considera que concurren los
requisitos objetivos para que exista el estado de necesidad exculpante cuando, en
realidad, eso no sucede. En particular, debe destacarse que en este tipo de casos,
ante la existencia de un peligro real o potencial contra un derecho patrimonial, es
plausible que la autora de un hurto o un robo, por ejemplo, (1.-) considere
erróneamente que tal acto ilícito es absolutamente necesario (aún cuando en
realidad existen otros medios idóneos, menos lesivos) para evitar o contrarrestar el
mal o peligro grave, o (2.-) no sepa que existen otros mecanismos y medidas a su
alcance, distintas del comportamiento ilícito, para evitar o contrarrestar el peligro
generado por la violencia patrimonial grave, o (3.-) considere equivocadamente
que tales dispositivos jurídicos ya se agotaron sin ninguna eficacia y que no existe
ninguna otra salida posible para evitar ese peligro o bien, finalmente, (4.-) también
es posible que se encuentre en una situación de miedo tal, generada por las
circunstancias de violencia doméstica grave en que se desenvuelve, que no le es
exigible que reflexione o se informe profusamente sobre los alcances o requisitos
de una causa de justificación o exculpación. En estos supuestos, debe precisarse si
el error existente era o no evitable. Con ese fin debería por un lado, (1.-
) tomarse en cuenta el nivel educativo, el contexto social (clase, nacionalidad,
cultura de origen, ubicación geográfica) de que proviene y en el cual se
desenvuelve la mujer que padece de violencia patrimonial, ya que esos factores
materiales también le permitirán o impedirán reflexionar o tener acceso a las
fuentes de información sobre los requisitos y límites del estado de necesidad
exculpante o lo que es lo mismo, ya que aquellos también son factores materiales
que le permitirían reflexionar o informarse si aquellas representaciones que se ha
hecho (Vbgr. sobre la necesidad del acto ilícito, sobre la inexistencia de otros
mecanismos y medidas distintos para evitar el peligro, sobre el supuesto
agotamiento, ineficaz de tales medidas) son correctas o erróneas. En casos
extremos estos factores efectivamente pueden impedir que alguien pueda
informarse sobre el derecho. Por otra parte (2.-) para determinar la evitabilidad o
inevitabilidad de tal error deben utilizarse algunos criterios concretos formulados
por la doctrina penal, los cuales deben reconocerse jurisprudencialmente y
extenderse en la práctica de los tribunales. Algunos de estos criterios son los
siguientes: 1.-
Quien actúa ilícitamente (porque, por ejemplo, cree erróneamente en la necesidad
de su acto penalmente injusto o en la inexistencia de otros mecanismos y medidas
distintos, para contrarrestar un estado permanente peligro, o porque cree
equivocadamente en el supuesto agotamiento, ineficaz, de tales medidas) se
encuentra en un error evitable si tuvo algún motivo para reflexionar o
informarse acerca de si su comportamiento sería realmente justificado o
exculpado. El motivo (y el deber) de reflexionar o informarse al respecto existe (y
por lo tanto el error será evitable): A.-
Si a la autora le han surgido dudas de si su conducta será o no justificada o
exculpada, de si será o no finalmente penada, debido a indicaciones de terceros
o a lecturas especializadas. B.-
Si la autora, a pesar de que no tiene dudas, sabe que se mueve en un sector de
la realidad que está sujeto a regulación jurídica específica, de la cual debe
informarse. C.-
Si la autora es consciente de que su conducta perjudica, daña o afecta
directamente a un particular, o a la colectividad. Por lo tanto, en sentido
contrario, no tiene un deber de informarse o reflexionar al respecto, y se
encontrará en un supuesto de error de prohibición invencible quien no ha tenido
aquellos motivos para hacerlo. 2.-
Quien tuvo aquellos motivos y no hizo ningún esfuerzo, o hizo un esfuerzo
mínimo, para informarse acerca de si su comportamiento sería realmente
justificado o exculpado entonces el error de prohibición es vencible. Para
que el error sea invencible la autora debe haber despejado sus dudas sobre el
carácter prohibido y penado de su conducta. Este esfuerzo será adecuado, por
ejemplo, si el autor ha consultado a una persona versada en derecho, o si su
actuación se basa en lo tolerado por una instancia oficial o en la reiteración de
criterios emitidos por los Tribunales sobre el tema particular. 3.-
Si aún un esfuerzo adecuado no hubiera permitido conocer que la conducta
estaba prohibida y penada entonces se debe considerar que existe un error
de prohibición invencible. Esto sucede, por ejemplo, con quien consulta al
profesional en derecho que brinda una asesoría errónea sobre los requisitos de una
causa de justificación o exculpación. 4.-
Puede suceder, sin embargo, que la autora esté consciente de que su conducta
ilícita afecta directamente a quien ejerce los actos de violencia patrimonial, pero ni
siquiera se haya podido representar la posibilidad de que tal comportamiento no
esté justificado o exculpado, debido a que actúa movida por un miedo grave,
generado por la violencia doméstica en que está inmersa. A quien así actúa, no le
es exigible que reflexione o se informe sobre los requisitos de un estado de
necesidad exculpante o justificante. Estos casos deben ser tratados como formas de
error de prohibición invencible. Para sustentar la existencia de tales supuestos de
miedo o de pánico, evidentemente, se requiere de las pericias psicológicas y
psiquiátricas adecuadas. En síntesis, si conforme a los anteriores criterios, la mujer
que ejecuta la acción ilícita no podía o no debía informarse sobre los requisitos de
un estado de necesidad exculpante, o si, aún habiéndose informado no hubiera
podido salir de su error, existirá un error de prohibición invencible. Si quien
actúa de un modo penalmente injusto podía y debía informarse sobre los requisitos
de dicha causa de exculpación y si el contenido de esa información le hubiese
permitido salir de su error, existirá entonces un error de prohibición evitable
o vencible. En casos donde existe un trasfondo de violencia patrimonial grave,
debe establecerse rigurosamente si la mujer que realiza el hurto o robo contra
quien ejecuta aquella forma de violencia actúa o no bajo un error de prohibición, y
en caso de que así sea, se debe fijar si debe excluirse o atenuarse la culpabilidad
dependiendo de que tal error sea inevitable o evitable. Este tipo de consideraciones
fueron las que realizó, precisamente, la representación del Ministerio Público
cuando solicitó un sobreseimiento definitivo en favor de la acusada F., tal como se
aprecia de folios 287 a folio 291 del expediente. La representación fiscal basó su
petición de sobreseimiento definitivo en que, mediante su investigación, había
podido constatar lo siguiente: 1.-
Que entre F. y R. existió una relación sentimental y de convivencia que se extendió
por varios años. 2.-
Que como producto de la ruptura de dicha relación esas personas suscribieron un
Convenio de Liquidación de Bienes (el cual, efectivamente, resulta visible a folio
96). 3.-
Que ese convenio de liquidación nunca fue cumplido por el querellante. 4.-
Partiendo de lo anterior, la representación fiscal consideró que la encartada se
encontraba en un error de prohibición (invencible), ya que, con base en el referido
convenio de liquidación, consideraba que los bienes que ordenó sacar del inmueble
eran de su propiedad. La existencia de tal error, desde la perspectiva de la fiscalía,
excluyó la culpabilidad (como tercer componente del concepto jurídico de delito) en
el caso de la endilgada y ameritaba su sobreseimiento. Según considera esta Sala,
la situación de violencia patrimonial persistente, entre la querellada y el
querellante, no fue valorada en su totalidad. Los jueces debieron, y en general
todos los Tribunales de la República deben, profundizar sobre la existencia de
cuadros de violencia doméstica patrimonial grave, con el fin de verificar, de
conformidad con los criterios que han sido expuestos, si el comportamiento de
quien figura como encartada en este tipo de ilícitos encuadra o no típicamente en el
delito de hurto o robo, está amparado en un estado de necesidad exculpante o, en
su defecto, en un error de prohibición respecto de este. (“Ella me decía que por qué
no lo dejaba, que él me iba a matar”). En este tipo de asuntos, donde existe un
trasfondo de violencia patrimonial, lo óptimo es que los jueces realicen una
rigurosa fundamentación jurídica, mediante el uso de todas las categorías de
análisis de la teoría del delito existentes al efecto. Nada obsta para que las
anteriores consideraciones acerca del tema de la violencia patrimonial subyacente
también se hagan al momento de resolver en ejecución de sentencia.

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