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Convivencia escolar

La Ley sobre Violencia Escolar entiende la buena convivencia escolar como “la coexistencia
pacífica de los miembros de la comunidad educativa, que supone una interrelación positiva
entre ellos y permite el adecuado cumplimiento de los objetivos educativos en un clima que
propicia el desarrollo integral de los estudiantes”.

La convivencia escolar se trata de la construcción de un modo de relación entre las personas de


una comunidad, sustentada en el respeto mutuo y en la solidaridad recíproca, expresada en la
interrelación armoniosa y sin violencia entre los diferentes actores y estamentos de la
Comunidad Educativa.

Política de convivencia escolar

La Política de Convivencia Escolar, editada el año 2011, se afirma en 3 ejes esenciales:

· Tiene un enfoque formativo, ya que se enseña y se aprende a vivir con otros.

· Requiere de la participación y compromiso de toda la comunidad educativa, de acuerdo a


los roles, funciones y responsabilidades de cada actor y estamento.

· Todos los actores de la comunidad educativa son sujetos de derecho y de responsabilidades,


y deben actuar en función del resguardo de la dignidad de todos y todas (Mineduc, Convivencia
escolar, 2018).

La convivencia escolar como politica actua bajo diferentes enfoques que mencionamos a
continuacion:

El enfoque formativo implica que todas las actividades del Plan de Gestión de la Convivencia
deben estar orientadas al aprendizaje de nuevos modos de aprender a convivir basados en el
respeto a las diferencias. Se trata de concebir la Convivencia Escolar como un fin en sí misma, y
convertirla en pilar fundamental del proceso formativo integral, ya que en ella se conjugan los
aspectos cognitivos con los emocionales y relacionales.

El enfoque inclusivo apunta a hacer posible la incorporación de todos los miembros de la


comunidad educativa, especialmente de los estudiantes, a los procesos de aprendizaje que se
desarrollan en la escuela, convirtiendo de este modo a la escuela/ liceo en una comunidad que
valora la diversidad como eje orientador de la actividad académica y formativa de los
establecimientos.

El enfoque participativo fomenta que las escuelas se organicen en equipos de trabajo y valoren
la apertura a la comunidad como un atributo fundamental para formar en los estudiantes su
sentido de responsabilidad social y compromiso ciudadano, dentro de un marco de respeto
irrestricto a los derechos humanos de todas las personas.

El enfoque territorial apuesta a incorporar elementos identitarios de las comunidades.


(Mineduc, 2015, págs. 10-11).
Familia, profesores y alumnos en la convivencia escolar

Existen variables de riego que influyen en la conducta disruptiva de los niños y niñas, estas se
clasifican en personales, familiares, escolares y ambientales.

Existe una predisposición a un patrón de comportamiento violento debido a la acumulación de


estas variables implicadas a lo largo de su desarrollo, que le dificultará la adaptación al contexto
social, escolar y familiar (Loeber, 1990).En este sentido la mejora en la convivencia escolar solo
se lograra cuando se tomen en cuenta a los profesores, familia y alumnado dentro de la
comunidad educativa.

Estudios como los de Farrington (1991); Huesmann y Eron (1984), han demostrado que el
comportamiento agresivo se encuentra estable desde la niñez a la adultez, esta no influye como
variable de riesgo. Mientras que otras como las Características personales como bajo control
(Farrington, 1989), falta de resilencia (Berkowitz, 1969), baja consideración y respeto hacia los
demás (Dodge, Petit, McClaskey y Brown, 1986; Pelegrín, 2004) o la inestabilidad emocional y
afectiva (Caprara y Pastorelli, 1996) son muy significativas en la aparición de episodios de
violencia.

Una de las variables a destacar evento que se presentan en el seno familiar como la separación
e los padres, divorcios ,un clima negativo en el hogar o estilos educativos inadecuados que
dificultan el desarrollo adecuado de los niños, promoviendo conductas agresivas. Esto ha sido
descrito en varios estudios. (Prinzie et al., 2004; Stormshak, Bierman, McMahon y Lengua, 2000).

Pelegrín (2004) menciona la relación de las variables implicadas en los diferentes contextos:

Dentro de las variables personales se encuentran Baja consideración hacia los demás,
Aislamiento social, Inestabilidad emocional, Neuroticismo, Extroversión, Desensibilización
emocional, Déficit en habilidades sociales, Baja tolerancia a la frustración, Generalización de la
situación. Características personales que si no son conducidas, corregidas y orientadas
correctamente desencadenan los comportamientos disruptivos en el aula.

En las familiares nos encontramos con el Aprendizaje de comportamientos, creencias y actitudes


a través de patrones familiares, que no siempre son los adecuados para fomentar su desarrollo,
el estrés en la familia, donde el niño funciona muchas veces como chivo expiatorio de los
problemas de otros miembros de la misma, Castigo corporal, Reprimendas verbales, Maltrato
físico y emocional en la infancia.

En las variables dentro del colegio se encuentran el bullying, Factores internos de la propia
institución, Inadaptación escolar, Vigilancia e intervención inadecuada en el lugar de recreo,
Influencia y características del grupo de iguales, Rechazo de los iguales, Cambios en la escala de
valores.

Y por último se encuentran las variables ambientales dentro las cuales el autor menciona los
video-juegos, Influencia de los medios de comunicación, Nivel socioeconómico, Consumo de
sustancias nocivas.
Vínculo docente y estudiantes

Desde la agencia de calidad (2017) de la educación en su texto “Construyendo juntos: claves


para la convivencia escolar” se enfatiza en los vínculos que se generan dentro de la comunidad
educativa, donde “El vínculo entre profesores y estudiantes se caracteriza por un trato cariñoso,
de respeto y cuidado, donde destaca el interés genuino de los docentes respecto del bienestar
general de los estudiantes, más allá de lo puramente académico”. “Los niños y las niñas
muestran una actitud de respeto y cercanía hacia los profesores, donde la confianza aparece
reiteradamente en el discurso, posicionando a los docentes como figuras significativas en la
experiencia escolar de los estudiantes. Esta confianza se manifiesta en relaciones valiosas, pero
al mismo tiempo respetuoso de la intimidad de los alumnos” (Agencia de calidad de la educacion
, 2017, pág. 40).

En lo que concierne a los conflictos entre estudiantes, el vínculo y afectividad entre docentes y
alumnos es vital, ya que determina la disposición de los involucrados al diálogo, la apertura a la
mediación y, sobre todo, asegura un nivel mínimo de confianza para exponer posiciones o
situaciones personales que subyacen al conflicto. Es relevante, entonces, que los docentes
conozcan a sus estudiantes, lo que se facilita a través de este vínculo de conversación continua.
Por esto, los establecimientos que presentan un clima nutritivo han optado por asegurar la
continuidad de la interacción fuera del aula (Agencia de calidad de la educacion , 2017, pág. 41).

Relaciones con las familias

En torno a las relaciones con las familias y los apoderados, las escuelas se esfuerzan por generar
instancias para que estos participen en actividades, se comprometan con la educación de sus
hijos y, en definitiva, se sientan parte del establecimiento. Así, se organizan reuniones
informativas, estrategias para el apoyo pedagógico, escuelas para padres, talleres, actividades
recreativas, celebraciones, etc.

Sin embargo, en determinados establecimientos los docentes manifiestan algún grado de


decepción por la baja respuesta de algunos apoderados a involucrarse, sobre todo en las
actividades que tienen que ver con el reforzamiento académico. Si bien en una primera instancia
esta escasa respuesta es atribuida a la falta de compromiso, al indagar en las percepciones de
los docentes se revela que estos empatizan con los apoderados y comprenden que hay motivos
de fuerza mayor que obstaculizan la participación; por ejemplo, la baja disponibilidad horaria de
aquellos que trabajan (Agencia de calidad de la educacion , 2017, pág. 42).
Implicación de la familia en la convivencia escolar.

Carmen García (2011) menciona que:

“Actualmente la implicación de las familias con el centro escolar se ve limitada a la asistencia a


reuniones con la tutora o actividades establecidas. Esto se dificulta ante las bajas expectativas
que tiene el profesorado ante el status socioeconómico de las familias, como por ejemplo la idea
de que familias con bajos ingresos económicos no sean capaces de colaborar, orientar y reforzar
el aprendizaje a sus hijos.

Además, si existiese una formación y orientación por parte del profesorado hacia las familias se
favorecería el aprendizaje de los alumnos, pero estas reuniones se limitan a comentar el
rendimiento académico que suele ser bajo para que se haga el llamamiento a los familiares. Este
llamamiento no siempre se puede llevar a cabo ya que los maestros se limitan a la hora impuesta
para tutorías y los padres tienen grandes obstáculos laborales para poder asistir (p85).

Según Epstein (2001), citado en Bolívar (2006), existirían seis tipos de implicancia por parte de
la familia y la escuela para que exista una buena relación que favorezca el proceso de enseñanza-
aprendizaje de los niños y niñas:

• Ejercer como padres, proporcionando un entorno de seguridad y comprensión.

• Comunicación recíproca entre familia y escuela.

• Voluntariado. Recibimiento de los padres para participar y apoyar en el aula, en el centro y en


las actividades que se organicen.

• Aprendizaje en casa, por lo que se debe proveer información, consejos y oportunidades a las
familias para orientar a los alumnos.

• Toma de decisiones con el equipo de docentes.

• Colaborar con la comunidad, integrando e identificando los recursos y servicios de la


comunidad para apoyar a las variables implicadas en la convivencia escolar.
Referencias
Agencia de calidad de la educación. (2017). Construyendo juntos: claves para la convivencia
escolar. Ministerio de educación.

Caprara, G.V. y Pastorelli, C. (1996). Indicadores precoces de la adaptación social. En J. Buendía


(Ed.). Psicopatología en niños y adolescentes (pp. 121- 145). Madrid. Pirámide.

Berkowitz, L. (1996). Agresión, causas, consecuencias y control. Bilbao: Desclée De Brouwer.

Bolívar, A. (2006). Familia y escuela: dos mundos llamados a trabajar en común. Revista de
Educación, 339, 119-146.

García, C. (2011).Familia y convivencia escolar. Universidad de Almería.

Farrington, D. (1989). Early predictors of adolescent aggression and adult violence. Violence
and Victims, 4, 79–100.

Farrington, D. (1991). Childhood aggression and adult violence: Early precursors and later life
outcomes. En Pepler, D. & Rubin, K. (eds.). The Development and Treatment of Childhood
Aggression. Hillsdale (pp. 5-29). Nueva Jersey: Lawrence Erlbaum.

Huesmann, L. R., Lagerspetz, K., & Eron, L. D. (1984). Intervening variables in the TV violence-
aggression relation: Evidence from two countries. Developmental Psychology, 20(5), 746-777.

Mineduc. (2015). Orientaciones para la conformación y funcionamiento de los equipos de


convivencia escolar en la escuela/liceo. Division educación general.

Mineduc. (2018). Convivencia escolar.

Loeber. (1990): Development and risk factors of juvenile antisocial behavior and
delinquency.Clinical Psychology review.

Pelegrín, A. (2004). El comportamiento agresivo y violento: Factores de riesgo y protección


como mediadores de inadaptaciones y adaptaciones en la socialización del niño y el
adolescente. Murcia: Universidad de Murcia.

Prinzie, P., Onghena, P., Hellinckx, W., Grietens, H., Ghesquiere, P., & Colpin, H. (2004). Parent
and child personality characteristics as predictors of negative discipline and
externalizing problem behaviour in children. European Journal of Personality, 18, 73–
102.

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