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El euro es un elemento más de la vida diaria, utilizado en la Unión Europea (UE) por más de 332
millones de ciudadanos para sus necesidades cotidianas, para ahorrar para el mañana o invertir
en el futuro. De hecho, para la nueva generación de jóvenes adultos de 2020, el euro será la
única moneda nacional que hayan conocido. La historia del euro comienza cuando los dirigentes
de la UE, con el telón de fondo de la firma del Tratado de Maastricht en 1992, acuerdan poner
en marcha una unión económica y monetaria (UEM) con una única moneda. Tras varios años de
preparativos, que llevan a completar el mercado único y crear el Banco Central Europeo, entre
1999 y 2002 doce Estados miembros de la UE retiran sus monedas nacionales —como el florín,
el franco y la peseta— y se unen para formar la zona del euro con una única divisa: el euro.
Desde entonces, la zona del euro —popularmente conocida también como la «eurozona»— se
ha ampliado para incluir a diecisiete países de la UE. Complementa el «mercado único» sin
fronteras, donde mercancías, personas, servicios y capitales circulan libremente por todos los
países de la UE.
Una unión económica y monetaria que funcione bien es la base de un entorno económico
estable y propicio al crecimiento para la eurozona y el mercado único. Mantener el euro fuerte
y estable es crucial, ya que afecta directamente al crecimiento económico, el empleo y el éxito
de las empresas de la UE. También influye en la disponibilidad de capital para las inversiones, la
sostenibilidad de las pensiones y las finanzas públicas y la capacidad de financiar los sistemas de
bienestar y protección social en Europa.
El euro ofrece muchas ventajas para los ciudadanos, las empresas, el comercio, el crecimiento
económico y la presencia de Europa en el mundo. En los años setenta y ochenta del siglo pasado,
las tasas de inflación de muchos de los países de la UE alcanzaron cotas muy elevadas, en algunos
casos superiores al 20 %. La inflación bajó cuando comenzaron los preparativos para la
introducción del euro y, desde entonces, se ha mantenido en torno al 2 % en la eurozona. La
estabilidad de los precios implica que el poder adquisitivo y los ahorros de los ciudadanos están
mejor protegidos. Desde el punto de vista de los ciudadanos, el euro puso fin al coste del cambio
de moneda en las fronteras y facilitó en gran medida las compras en otros países —incluidas las
compras por internet— y la comparación de los precios, potenciando así la competencia y
manteniendo bajos los precios de los productos de consumo.
Además de las ventajas directas para los ciudadanos, hay otras razones estratégicas para
compartir una única moneda. Una de ellas es promover la convergencia económica, es decir,
lograr que las economías de la eurozona vayan integrándose cada vez más con el paso del
tiempo.
Esto crea más riqueza, ya que potencia la libre circulación de mercancías y servicios para el
comercio, de capital para las inversiones y de personas para el trabajo y el ocio.
Las ventajas para las empresas son también importantes: la estabilidad de los tipos de interés
anima a las empresas a invertir más para crear riqueza y empleo, y, al haberse eliminado los
gastos de cambio de divisas, se libera más capital para inversiones productivas. La estabilidad
también ofrece a las empresas la seguridad necesaria para hacer planes e inversiones a largo
plazo que mejoren la competitividad, algo especialmente importante en vista de la globalización
de los mercados.
Facilita el comercio mundial y representa una divisa estable, respaldada por un gran bloque
económico —la zona del euro—, que es resistente a las turbulencias mundiales. Y una moneda
de semejantes dimensiones, solidez y estabilidad refuerza la posición de Europa en la economía
mundial.
El euro está en pie de igualdad con el dólar estadounidense como divisa favorita para las
transacciones mundiales, y la eurozona atrae inversiones extranjeras directas del resto del
mundo.
La decisión del Consejo Europeo de crear una unión económica y monetaria se tomó en la ciudad
de Maastricht (Países Bajos) en diciembre de 1991 y posteriormente se consagró en el Tratado
de la Unión Europea (Tratado de Maastricht). La unión económica y monetaria supone un paso
más en el proceso de integración económica de la UE, que se inició en la década de los cincuenta
del siglo pasado.
En principio, todos los países de la UE forman parte de la UEM, aunque no todos usan el euro.
Básicamente hay dos razones por las que algunos países no usan esta moneda: o bien decidieron
no participar en la tercera fase de la UEM y, por tanto, no adoptar el euro, recurriendo para ello
a una cláusula de exclusión voluntaria del Tratado de Maastricht (Dinamarca y Reino Unido), o
todavía tienen que cumplir determinados criterios de convergencia antes de poder adoptarlo.
Para poder introducir el euro, la economía de los Estados miembros debe cumplir estos criterios,
que tienen que ver con la estabilidad de los precios y los tipos de interés y con la solidez y
sostenibilidad de sus finanzas públicas. Estos criterios de convergencia se concibieron para
garantizar que la economía de los Estados miembros estuviese suficientemente preparada para
la adopción de la moneda única.
Dentro de la UEM hay varias políticas que aspiran a consolidar la estabilidad económica. La
política monetaria, centrada en la estabilidad de los precios y los tipos de interés, es gestionada
en la eurozona, de manera independiente, por el Banco Central Europeo (BCE). Aspira a
mantener estable y en niveles bajos la inflación de los precios de los productos de consumo y lo
consigue fijando los tipos de interés para los préstamos bancarios. El principal objetivo de la
política monetaria del BCE es mantener la estabilidad de los precios y proteger el valor del euro.
Para ello, pretende alcanzar a medio plazo una tasa de inflación inferior al 2 %, aunque próxima
a esta cifra. El BCE considera que una tasa del 2 % es lo suficientemente baja como para que la
economía pueda cosechar todos los frutos de la estabilidad de los precios.
Esta tasa de inflación es también importante para el compromiso del BCE de conservar un
margen adecuado para evitar el riesgo de deflación.
La política presupuestaria, que se refiere a las decisiones sobre fiscalidad, gasto y empréstito,
sigue siendo responsabilidad de los gobiernos de los Estados miembros.
Sin embargo, las decisiones presupuestarias tomadas en los Estados miembros pueden afectar
a toda la eurozona, e incluso al conjunto de la UE. Por eso, deben ajustarse a las normas
acordadas en la UE, en las que se establecen límites para la deuda y el déficit públicos.
Otras políticas económicas, como las decisiones sobre el mercado laboral, los sistemas de
pensiones y otras cuestiones, son también responsabilidad de los gobiernos de los Estados
miembros y se coordinan a escala de la UE en el semestre anual europeo (véase el capítulo «Qué
hace la Unión Europea»).
Todos los países de la UE forman parte de la UEM, aunque no todos usan el euro. La gestión de
la UEM corre a cargo de varias instituciones nacionales y de la UE, cada una con su propia
función. Este proceso de gestión se conoce como «gobernanza económica» y se pone en práctica
a través de una estructura institucional compuesta de los siguientes actores:
EL CONSEJO EUROPEO: Los jefes de Estado o de Gobierno de todos los países de la UE fijan las
principales orientaciones políticas.
EL CONSEJO: Los ministros de Finanzas de todos los países de la UE coordinan las políticas,
deciden sobre las propuestas de la Comisión y toman decisiones que pueden ser vinculantes
para los países de la UE.
EL EUROGRUPO: Los ministros de finanzas de los países de la eurozona deciden sobre las
cuestiones relacionadas con el euro.
LOS PAÍSES DE LA UE: Elaboran sus presupuestos nacionales dentro de los límites acordados en
cuanto a déficit y deuda; determinan sus propias políticas estructurales sobre trabajo, pensiones
y mercados de capital; y aplican las decisiones del Consejo.
El Banco Central Europeo tiene el derecho exclusivo de autorizar la emisión de billetes en euros.
Su fabricación corre a cargo de los bancos centrales nacionales. Los países de la eurozona acuñan
las monedas en euros, en volúmenes aprobados por el Banco.
Para garantizar la estabilidad y evitar que las decisiones adoptadas en un país tengan
repercusiones negativas en otros, las políticas económicas se regulan en parte a escala de la UE.
El principal instrumento de la UE para coordinar y orientar la formulación de políticas
económicas en los Estados miembros es el Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC). Establece
dos normas fundamentales:
• La deuda pública (el importe que el Estado ha pedido prestado) no puede ser superior
al 60 % del producto interior bruto (PIB) (el valor total de lo que produce un país en un año).
Pedir dinero prestado está bien cuando el país que lo hace invierte ese dinero en crecimiento
para el futuro, pero si la cantidad es demasiado elevada puede convertirse en una carga para el
desarrollo económico.
• El déficit nacional (la diferencia entre el gasto y los ingresos, a favor de aquel, en un
año) no puede superar el 3 % del PIB. Cuando el gasto es superior a los ingresos, el país debe
pedir dinero prestado para poder hacer frente a la deuda, engrosando aún más la deuda pública.
Con el paso del tiempo, la formulación de políticas económicas a través del Pacto de Estabilidad
y Crecimiento ha evolucionado —y sigue haciéndolo— para hacer frente a los desafíos del
momento. En concreto, la reciente crisis económica ha puesto de relieve la necesidad de
reforzar la gobernanza económica en la UE y en la eurozona.
La UE cuenta con una unión monetaria, una moneda única en la eurozona y un Banco Central
Europeo, pero la unión económica está menos avanzada. Los países de la UE han evolucionado
de forma diferente en términos decrecimiento, inflación y competitividad, y es necesario
abordar y evitar los posibles efectos negativos de estas divergencias con una coordinación
económica más estrecha. En el contexto de la crisis actual son varios los países de la UE que
hacen frente a desafíos económicos, algunos de ellos en la propia zona del euro. De ahí que
recientemente se hayan tomado medidas concretas para reforzar la coordinación de las políticas
económicas de los Estados miembros, salir de la crisis y volver a la senda de la estabilidad, el
empleo y el crecimiento sostenible.
Este Pacto de Estabilidad y Crecimiento reforzado introdujo más transparencia y una vigilancia
más estrecha de los presupuestos nacionales de los Estados miembros por parte de la Comisión
Europea.
• Ahora existen normas más estrictas que impiden la acumulación de déficits excesivos.
En concreto, cuando el déficit de un país supera el límite del 3 %, el país en cuestión debe
demostrar que está tomando medidas presupuestarias para reducirlo a medio plazo.
• Cuando el límite de la deuda se rebasa —supera el límite del 60 % del PIB establecido
por el PEC— el Estado miembro en cuestión debe demostrar que está tomando medidas
verificables para reducir el nivel de deuda según un calendario acordado.
La Comisión Europea vigila una serie de indicadores económicos para cada Estado miembro de
la UE con el fin de confirmar su adhesión a las normas del Pacto de Estabilidad y Crecimiento
reforzado. Elabora informes, vigila y evalúa la situación económica de los países de la UE y
periódicamente formula recomendaciones al Consejo de ministros de Economía y Finanzas de
todos los países miembros de la UE y al Eurogrupo. El Eurogrupo está formado por los ministros
de Finanzas de los países de la zona del euro y toma decisiones relativas al euro y la eurozona.
Cuando un país no se atiene a las normas fijadas, la Comisión Europea puede iniciar
procedimientos para rectificar la situación. Cuando ejerce esta función, la Comisión emite
recomendaciones al Consejo. Una vez que el Consejo las ha adoptado, el país de la UE afectado
tiene que tomar las medidas necesarias para evitar toda desviación de la política fijada y
corregirla cuando se produzca.
Para evitar la debilidad mostrada por la gobernanza económica en el pasado, las reglas de
votación del Consejo refuerzan ahora el peso de las recomendaciones que la Comisión dirige a
los países. Para que una recomendación o una propuesta no se adopten, la mayoría de los países
de la UE deben votar en su contra. No obstante, si bien los aspectos del PEC reforzado
relacionados con el seguimiento y la vigilancia se aplican a todos los Estados miembros, la
posibilidad de sanciones financieras solo se aplica a los países de la eurozona.
El tratado se aplica a todos los países firmantes, siendo los compromisos más firmes los de los
países de la eurozona. Entrará en vigor el 1 de enero de 2013, una vez ratificado por al menos
doce países de la zona del euro.
Sin embargo, si el déficit público o la deuda nacional de un país de la UE superan los umbrales
establecidos en el PEC o, se pone en marcha lo que se denomina un «procedimiento de déficit
excesivo». Al evaluar los programas de estabilidad y convergencia en el contexto del Semestre
Europeo, cuando la Comisión detecta que se han rebasado los límites del PEC, y que no se trata
de un problema pasajero o de una circunstancia excepcional, hace una propuesta al Consejo
para iniciar un procedimiento de déficit excesivo contra el país en cuestión. En ese caso, el
Consejo, siguiendo un calendario estricto, hace recomendaciones al país y establece plazos para
que se tomen medidas correctoras con el fin de reconducir eventualmente el déficit o la deuda
a niveles que se sitúen por debajo de los límites fijados por el PEC.
MODELO ECONÓMICO DE LA UE
Hasta mediados de los años noventa, o para ser más precisos, hasta la entrada en vigor de la
UEM en 1999, la política económica que se ha practicado en la Comunidad ha corrido a cargo de
los Estados miembros sin apenas directrices desde los órganos comunitarios, salvo en asuntos
menores. Esta falta de coordinación ha originado que en más de una ocasión se hayan tomado
medidas contradictorias entre los Estados.
La crisis económica de los setenta tuvo graves repercusiones sobre la integración europea. De
ella los Estados trataron de salir diseñando estrategias propias en lugar de hacerlo de una
manera coordinada desde las instituciones comunitarias. Esto les supuso un elevado coste
individual y un debilitamiento del proceso de integración, pero la lección fue útil: se tomó
conciencia de la necesidad de realizar una mayor coordinación entre las políticas económicas
nacionales en el marco de la entonces Comunidad Económica Europea (CEE).
El Acta Única Europea (AUE), de 1987, respondió en parte a ese reto al tratar de culminar el
mercado común, iniciar la cohesión económica y ampliar las competencias comunitarias a
nuevas políticas y profundizar en las ya atribuidas. El Tratado de la Unión Europea (TUE) de
Maastricht, de 1993, siguió en esa línea y añadió una nueva fase al proceso de integración
económica: la Unión Económica y Monetaria (UEM) que ha obligado a seguir programas de
ajuste macroeconómico con el objeto de dar cumplimiento a los criterios nominales de
convergencia previstos por el citado Tratado.
Así, en el artículo 2, del Tratado constitutivo de la extinta Comunidad Económica Europea (CEE),
se decía que la Comunidad tendría por misión promover un desarrollo armonioso del conjunto
de su actividad económica, un crecimiento continuo y equilibrado y una elevación del nivel de
vida de la misma. No obstante, estos antecedentes, es en el Tratado de la Comunidad Europea
(TCE) revisado en Maastricht (y posteriormente por los tratados de Ámsterdam y Niza) cuando
se ofrece un perfil bastante acabado del modelo económico, como puede apreciarse tomando
en consideración varios de sus artículos. Sirvan, a modo de ejemplo, los tres siguientes:
El artículo 2 del TCE determina que: «La Comunidad tendrá por misión promover, mediante el
establecimiento de un mercado común y de una unión económica y monetaria y de la realización
de las políticas y acciones comunes (...), un desarrollo armonioso, equilibrado y sostenible de las
actividades económicas en el conjunto de la Comunidad, un alto nivel de empleo y de protección
social, la igualdad entre el hombre y la mujer, un crecimiento sostenible y no inflacionista, un
alto nivel de competitividad y de convergencia de los resultados económicos, un alto nivel de
protección y de la mejora de la calidad del medio ambiente, la elevación del nivel y la calidad de
vida, la cohesión económica y social y la solidaridad entre los Estados miembros».
El artículo 4 del TCE, en su apartado 1, establece que para lograr los fines previstos por el artículo
2 antes citado, la política económica de la Comunidad y de los Estados miembros, habrá de
coordinarse y de llevarse a cabo de conformidad con el principio de una economía abierta y de
libre competencia que favorezca —añade el artículo 98 del TCE— una eficiente asignación de
los recursos.
Del mismo modo, el apartado 3 del citado artículo 4 especifica que «... las acciones en política
económica de los Estados miembros y de la Comunidad implicarán el respeto de los siguientes
principios rectores: precios estables, finanzas públicas y condiciones monetarias sólidas y
balanza de pagos estable».
Finalmente, el artículo 99.1 del TCE establece que «Los Estados miembros considerarán sus
políticas económicas como una cuestión de interés común y las coordinarán en el seno del
Consejo, conforme a lo dispuesto en el artículo 98». Dicha coordinación se realizará en el marco
las Grandes Orientaciones de Política Económica (GOPE) de la forma que se expondrá más
adelante.
Fue a partir de la entrada en vigor del Tratado de la Unión Europea de Maastricht cuando la
política económica en el seno de la UE comenzó a cambiar de manera considerable respecto del
pasado, ya que los Estados miembros hubieron de iniciar programas de convergencia
conducentes a la consecución de la UEM. La consolidación del modelo económico, en el sentido
de asunción de mayores competencias por parte de las instituciones comunitarias, así como la
necesidad de mayor coordinación de toda la política económica (nacional y comunitaria), va a
tener lugar a partir de 1999 con la entrada en vigor de la UEM.
«1. La Unión tiene como finalidad promover la paz, sus valores y el bienestar de sus pueblos.
2. La Unión ofrecerá a sus ciudadanos un espacio de libertad, seguridad y justicia sin fronteras
interiores y un mercado interior en el que la competencia sea libre y no esté falseada.
La Unión fomentará la cohesión económica, social y territorial y la solidaridad entre los Estados
miembros.
5. La Unión perseguirá sus objetivos por los medios apropiados, de acuerdo con las
competencias que se le atribuyen en la Constitución.»
Para alcanzar los fines antes enunciados, la acción de los Estados miembros y de la Unión se hará
a través de una política económica que se basará en los siguientes instrumentos (artículo III-177
de la CUE):
— UEM, que implicará una moneda única (el euro) y la definición y aplicación de una política
monetaria y cambiaria únicas, que tendrán por objetivos básicos mantener la estabilidad de
precios y apoyar a la política económica general de la Unión.
Esta es una de las mayores críticas que se le hace porque se ha perdido una gran oportunidad
de haber realizado avances que son de todo punto de vista necesarios y que serán mucho más
difíciles de llevar a cabo en un futuro. En buena parte la CUE recoge casi textualmente lo ya
previsto por el TCE aunque, naturalmente, realizando en muchos casos una considerable
síntesis.
En segundo lugar, la CUE también introduce la noción de economía social de mercado para
significar que el modelo económico comunitario no se limita a garantizar el funcionamiento del
mercado único en un régimen de competencia, sino que aspira, además, a que exista una fuerte
presencia del sector público en la actividad económica, sobre todo la que tiene fines consuntivos
y redistributivos, para dar cumplimiento a los objetivos de la Unión de lograr un alto nivel de
empleo, de protección y mejora del medio ambiente y de fomento de la justicia y la protección
social.
En tercer lugar, la CUE añade, o más propiamente explícita, que la cohesión económica y social
es también territorial precisando un aspecto que estaba presente desde los inicios de la política
de cohesión: su base geográfica, ya sea de ámbito estatal, regional o local.
Finalmente, la UE debe proyectar sus valores al exterior contribuyendo con ello al desarrollo
sostenible del planeta, a la erradicación de la pobreza y a un comercio internacional más libre y
equilibrado. Tomando en consideración los aspectos antes citados, el modelo económico de la
UE puede ser definido de la forma siguiente: una economía social de mercado basada en la libre
competencia, descentralizada y abierta al exterior, concertada entre los Estados miembros y la
Unión que, operando a través de precios estables, finanzas públicas y balanza de pagos
saneadas, aspira a un crecimiento económico equilibrado y sostenible, a un elevado nivel de
empleo, de protección social y de cohesión económica y social.
Como hemos visto, anteriormente, las políticas económicas de la Unión Europea se articulan a
dos niveles: el comunitario y el estatal. Al primero de ellos corresponden las competencias que
con carácter exclusivo tiene la UE, como son los casos de las políticas monetaria y la cambiaria
(de los Estados que se han integrado en la UEM). Al segundo plano, al nacional, corresponden
las competencias que dependen de los Estados tanto los que están en la UEM, como los que no
lo están.
Una buena parte de las políticas económicas son responsabilidad de los Estados miembros aun
cuando en algunas de ellas, como sucede con la presupuestaria, exista un fuerte
condicionamiento debido al Pacto de Estabilidad y Crecimiento. No cabe duda de que en la
medida en que se produzcan divergencias en la aplicación de las políticas económicas entre los
Estados, o bien la evolución económica amenace inflación, esto influirá negativamente en la
situación monetaria del Eurosistema. Por ello se justifica que exista una coordinación y una
supervisión por parte de la Unión de las políticas económicas que dependan de los Estados,
estén o no en la UEM, ya que la interdependencia económica y monetaria entre los Estados del
Eurosistema con los restantes de la UE, es muy elevada debido a que todos ellos participan en
el mercado común.
Tal y como prevé el Tratado de la Unión Europea de Maastricht, no todos los Estados miembros
de la Unión Europea, habrían de formar parte obligatoriamente de la UEM: algunos podían
autoexcluirse en virtud de la cláusula opting out prevista por el propio Tratado y que
inicialmente era de aplicación a dos de ellos: Dinamarca y Reino Unido; el resto de los Estados
sí venían obligados al examen de convergencia, aunque no serían admitidos en la misma si no
cumplían los requisitos exigidos, como sucedió con Grecia y Suecia.
Como resultado del examen de convergencia que tuvo lugar en 1998, entraron en la UEM 11 de
los 15 Estados miembros que entonces tenía la UE, y en el año 2001 lo hizo Grecia. De forma
que de los 15 socios de la UE (antes de la ampliación a 10 nuevos Estados en mayo de 2004),
tres no lo son todavía de la UEM: Dinamarca, Reino Unido y Suecia; y no lo son por propia
voluntad puesto que han cumplido y continúan cumpliendo los requisitos de convergencia
nominal que son exigibles para formar parte de la misma pero han preferido mantener la
independencia de sus bancos centrales y dos de ellos —Reino Unido y Suecia— tampoco se han
integrado en el SME-2.
Un problema añadido es el relativo a los diez nuevos Estados que han entrado en la UE en mayo
de 2004. Tales Estados vienen obligados a asumir la UEM por ser ésta parte del acervo común
(acquis communautaire) pero no lo harán de manera inmediata aunque sí están obligados a
realizar una política de convergencia que contribuya al mantenimiento de la estabilidad de la
política macroeconómica común. Por consiguiente, si bien la adhesión de nuevos miembros a la
UE implica la aceptación de la UEM, el cumplimiento de los criterios de convergencia nominal
no es una condición previa para su acceso a la moneda única, sino que se requiere, incluso con
primacía a la convergencia nominal, que exista un alto grado de convergencia real. En tanto se
incorporen a la UEM, dichos Estados deben respetar el Pacto de Estabilidad y Crecimiento y
también renunciar a la financiación por parte de sus respectivos bancos centrales de los déficit
presupuestarios que generen. Su política monetaria será autónoma pero sus bancos centrales
deberán ser independientes y procurar la estabilidad de precios. La política cambiaria también
será considerada una cuestión de interés común y dichos Estados deberán estar en condiciones
de poder participar en el mecanismo de cambios del Sistema Monetario 2.
Como se dijo anteriormente, la CUE especifica de manera clara en su artículo I-15 que los Estados
miembros coordinarán sus políticas económicas y de empleo en la Unión, competencia que se
le atribuye al Consejo de Ministros que es el encargado de adoptar las medidas
correspondientes. Si bien dicha coordinación afecta a todos los Estados miembros se aplicarán
disposiciones particulares a los que formen parte de la Eurozona.
El modelo económico comunitario, cuyas líneas básicas han sido expuestas anteriormente,
cuenta con una experiencia histórica todavía muy corta para sacar conclusiones definitivas. No
obstante, en las recientes crisis económicas que han afectado a varios países —de Asia y
Latinoamérica, fundamentalmente— ha demostrado su eficacia para hacer frente a las mismas;
ello se debe al buen funcionamiento de la UEM y a laestabilidad macroeconómica que ha
logrado la Unión Europea, gracias a los instrumentos que controla directamente (caso de las
políticas monetarias y cambiarias) o bien de forma indirecta como sucede con la política
presupuestaria.
Desde mi punto de vista, las principales limitaciones de las que adolece el modelo económico
de la UE son las dos siguientes: por una parte, la ausencia de una única y verdadera autoridad
económica; y por otra, la falta de recursos financieros públicos. A ambas paso a referirme a
continuación.
La gobernanza económica
El euro se ha convertido desde su creación en la segunda de las monedas más importantes del
mundo —tras el dólar de Estados Unidos— y no ha cesado de ganar terreno debido a la confianza
en la estabilidad económica de la Eurozona. No obstante este hecho, la representación
comunitaria, en los organismos económicos-financieros internacionales, es todavía muy
limitada. En tales organismos generalmente participan los Estados miembros y, dependiendo de
las cuestiones que se debatan, también las instituciones comunitarias, sobre todo la Comisión y
el BCE aun cuando el protagonismo real corresponde al Consejo28. Así, en el G-7 dicha
representación le corresponde al presidente del Ecofin y cuando éste es el de un país que no
pertenece a la Eurozona pasa al del Eurogrupo; a las reuniones del G-7 también asiste el
presidente del BCE pero sólo en los aspectos relacionados con la supervisión multilateral y los
tipos de cambio; en el FMI, el BCE tiene estatuto de observador y sólo puede asistir a las
reuniones que afecten directamente al Eurosistema. Es curioso que los Estados miembros
continúen teniendo representación en áreas internacionales en las que han perdido la mayoría
de sus competencias en el interior de la UE (como ocurre con los Estados del Eurosistema en el
FMI), lo cual también se debe a que muchos organismos internacionales sólo admiten como
socios a Estados y no a otras organizaciones internacionales.
El modelo económico comunitario está reclamando una mayor integración política y en esto,
como en otras muchas cuestiones de carácter económico, la CUE no ha avanzado lo suficiente.
Una cuestión primordial es arbitrar mecanismos que permitan agilizar la toma de decisiones en
la zona euro con el objeto de evitar problemas en las cuestiones relacionadas con la UEM, ya
que con la entrada de diez nuevos Estados, los Estados de la Eurozona están en minoría en el
Consejo Ecofin. La CUE trata de dar una respuesta parcial a esta cuestión en el artículo III-196.
En dicho artículo se prevén disposiciones específicas para los Estados miembros que formen
parte de la UEM —no pudiendo votar los Estados no pertenecientes a la misma— en lo relativo
a dos cuestiones: la representación internacional del Eurosistema y las posiciones comunes.
En conclusión, en el ámbito internacional no existe hasta el presente una sola voz para los
asuntos económicos de la Unión, ni por supuesto un solo voto. Esto se debe a que las
instituciones comunitarias, cuando les está permitido participar, no lo hacen con plenitud de
funciones. La posición de la Presidencia de la Unión en los foros internacionales se fija de manera
concertada, pero por lo general se priva a las instituciones comunitarias de asumir la iniciativa.
En palabras del ex Comisario Solbes: «En la esfera financiera internacional habría que instituir
una representación única de la zona euro que permitiera a ésta ejercer una influencia acorde
con su importancia económica. Lo más adecuado sería encomendar esta tarea a la Comisión,
como ocurre en política comercial»30. Y para ello, en opinión del mencionado ex Comisario, no
es necesario hacer grandes cambios sino adaptar las normas existentes a la nueva situación.
La segunda de las grandes limitaciones con las que se enfrenta el modelo económico de la Unión
es de carácter financiero. Esta limitación proviene de la carencia de recursos financieros
suficientes para acometer sus funciones y de las dificultades legales —que persisten en la CUE—
para realizar modificaciones en profundidad. Dichas dificultades obedecen a que los asuntos
referidos a la fiscalidad son de competencia nacional y su aprobación está sometida a la regla
de la unanimidad del Consejo. De no producirse un acuerdo entre los Estados miembros, los
recursos presupuestarios no pueden ser modificados con lo cual existe un factor de rigidez para
aumentar los ingresos que actúa de estrangulamiento para el avance de la integración
económica.
El matiz de que el presupuesto común se nutre de recursos propios pero carece de impuestos
propios, es importante. La UE no tiene actualmente capacidad normativa y de gestión sobre
impuestos, salvo los derechos de aduana que son de su exclusiva competencia, pero cuya
capacidad recaudatoria es muy reducida debido a la progresiva liberalización del comercio
exterior. El recargo sobre el IVA y la participación en el PNB de los Estados miembros —que son
los dos mayores recursos del presupuesto común—, a pesar de ser propios, dependen en último
término de la entera voluntad de los Estados. Como es obvio, los Estados intentan que el saldo
financiero que tienen con la UE (la diferencia entre lo que aportan al presupuesto común y lo
que reciben del mismo) les sea lo más favorable posible: los que son contribuyentes netos
(aportan más que reciben), para que se reduzca su participación y los que son perceptores netos,
para no perder esta ventaja. Por ello, al debatir las perspectivas financieras, los acuerdos que se
acaban logrando por el Consejo Europeo se traducen, habitualmente, en dejar las cosas como
están o en introducir los menos cambios posibles.
La dimensión financiera del presupuesto comunitario con relación al PIB de la Unión es muy
reducida si se la compara, por ejemplo, con la que alcanzan el de las Administraciones públicas
de los Estados miembros o el de los Estados federales31. Los recursos propios del presupuesto
común —en particular las aportaciones por IVA y por PNB— funcionan de hecho como si
realmente se tratase de cuotas estatales al presupuesto común, aun cuando legalmente no lo
sean. Adicionalmente, tales recursos, que son muy reducidos, están tasados en su crecimiento
ya que han de limitarse a cubrir los gastos presupuestarios puesto que legalmente el
presupuesto común tiene que estar equilibrado. Es decir, el presupuesto común no puede
prever ni déficit ni superávit puesto que, en el caso de existir déficit, no se han previsto fuentes
financiadoras del mismo como, por ejemplo, la emisión de deuda pública.
La mayoría de los expertos concuerdan en destacar que la reducida dimensión económica del
presupuesto común lo aleja considerablemente de la importancia relativa que debe tener un
presupuesto federal. En el caso del comunitario, tales recursos no pueden superar legalmente
el 1,27 por 100 del PIB durante el período de vigencia de la Agencia 2000 (2000-06) e
históricamente tampoco han rebasado el 2,4 por 100 del presupuesto conjunto de las
Administraciones públicas de los Estados miembros. Esta reducida dimensión impide al
presupuesto comunitario ejercer las funciones que Musgrave atribuye a un presupuesto público:
asignación óptima de los recursos, redistribución de la renta y la riqueza, y estabilización
económica.
El presupuesto común no puede cumplir con ninguna de estas funciones y muy particularmente
con las de redistribución y estabilización, porque la UE carece de recursos proporcionados a la
magnitud de las políticas sobre las que ya tiene competencia exclusiva o compartida con los
Estados. En cuanto a la función de estabilización, el presupuesto comunitario no puede ejercerla
no sólo porque sus recursos sean limitados, sino porque le está impedida al venir obligado por
normativa comunitaria al equilibrio presupuestario anual. La función redistribuidora
teóricamente sí puede ejercitarla y de hecho lo hace (la mayor parte de los gastos
presupuestarios se destinan a transferencias vía fondos estructurales) pero también se ve
limitada debido a la escasez de los recursos disponibles por lo que sus efectos son poco
significativos, salvo en las regiones Objetivo 1 —que pasará a llamarse Objetivo de convergencia
a partir de 2007— y en países pequeños.
La dimensión financiera del presupuesto común tampoco está acorde con un área en la que ya
existe la unión monetaria y un modelo de desarrollo prácticamente único que exige de la
aplicación de una política económica cada vez más activa y coordinada entre los Estados
miembros y las instituciones comunes.
Por lo antes expuesto, parece obvio que el sistema de recursos propios del presupuesto
comunitario debe dar paso a un sistema de impuestos comunitarios, que es la única forma de
poder incrementar los ingresos presupuestarios hasta llevarlos al entorno de lo que se considera
habitual en un presupuesto federal. Entre las varias alternativas posibles, una de ellas, bajo mi
punto de vista la más adecuada aunque reconozco que es una utopía, es que el IVA debería pasar
al ámbito de las competencias comunitarias en exclusiva. Con ello se podrían cubrir varios
frentes que actualmente están en una situación complicada:
En segundo lugar, al contar con mayores recursos financieros, la UE podría comenzar a articular
un sistema de protección social común, con independencia de que los Estados pudieran
cumplimentarlo. Así, podrían pasar a la esfera común partidas de lo que se considera forma
parte de la protección social como es el desempleo, que es resultado, en buena parte, de la
propia dinámica del modelo económico. Y también aquellas otras partidas que contribuyan al
logro de otros fines sociales como, por ejemplo, la asistencia sanitaria que de estar
comunitarizada al menos hasta un cierto nivel, contribuiría de manera muy positiva a potenciar
la libre circulación de las personas. No es posible una libre circulación efectiva de las personas
—y, por consiguiente, el disfrute pleno de la ciudadanía de la Unión— mientras no exista una
asistencia sanitaria común ya que los Estados —principalmente los receptores de personas de
la tercera edad— no están dispuestos a financiar el coste que ello supone si los potenciales
inmigrantes de otros Estados no tienen suficientes recursos.
En tercer y último lugar, con un sistema impositivo comunitario propio se elevaría de manera
muy considerable, la capacidad recaudatoria de la UE, lo cual podría contribuir de manera muy
positiva a incrementar la cohesión económica y social y a realizar una política de estabilidad
económica autónoma.
8. Conclusiones
De lo expuesto en las páginas precedentes, pueden desprenderse, entre otras, las conclusiones
siguientes:
1. El modelo económico de la Unión Europea, que se ha ido construyendo a lo largo del proceso
de integración, quedó ya bastante conformado con el Tratado de la Unión Europea de
Maastricht de 1993. Su consolidación definitiva tiene lugar con la entrada en vigor de la UEM en
1999. La Constitución Europea ha supuesto escasos avances en materia económica respecto de
los contenidos por el Tratado de la Comunidad Europea, habiéndose perdido una buena
oportunidad para realizarlos ya que en el futuro, con más Estados incorporados, será mucho
más difícil llevarlos a cabo.
4. La Unión sigue careciendo de una verdadera autoridad política que la represente en el exterior
con una sola voz y un solo voto con lo cual las instituciones comunitarias carecen de plenitud de
funciones. La posición de la Presidencia de la Unión en los foros internacionales se fija de manera
concertada pero, por lo común, se priva a las instituciones comunitarias de asumir la iniciativa.
La CUE presenta escasas novedades en este terreno, salvo para la representación externa cuya
modalidad se desconoce aún.
5. El presupuesto de la Unión es muy reducido para hacer frente a los retos que implican los
objetivos de estabilidad, cohesión y crecimiento económico. La dimensión financiera del
presupuesto común no está acorde con un área en la que ya existe la unión monetaria y un
modelo de desarrollo prácticamente único que exige de la aplicación de una política económica
cada vez más activa y coordinada entre los Estados miembros y la Unión.
VV.AA. (2002): ¿Quién gobernará Europa?, Jornadas sobre los trabajos de la Convención para el
futuro de Europa, Fundación Carlos de Amberes y Real Instituto Elcano, Madrid.
CAPÍTULO 2
DISPOSICIONES FISCALES
Artículo 110
Ningún Estado miembro gravará directa o indirectamente los productos de los demás Estados
miembros con tributos internos, cualquiera que sea su naturaleza, superiores a los que graven
directa o indirectamente los productos nacionales similares.
Asimismo, ningún Estado miembro gravará los productos de los demás Estados miembros con
tributos internos que puedan proteger indirectamente otras producciones.
Artículo 111
Los productos exportados al territorio de uno de los Estados miembros no podrán beneficiarse
de ninguna devolución de tributos internos superior al importe de aquellos con que hayan sido
gravados directa o indirectamente.
Artículo 112
En cuanto a los tributos distintos de los impuestos sobre el volumen de negocios, los impuestos
sobre consumos específicos y los otros impuestos indirectos, no se podrán conceder
exoneraciones ni reembolsos a las exportaciones a los demás Estados miembros ni imponer
gravámenes compensatorios a las importaciones procedentes de los Estados miembros, a
menos que las medidas proyectadas hubieren sido previamente aprobadas por el Consejo, a
propuesta de la Comisión, para un período de tiempo limitado.
TÍTULO VIII
Artículo 119
1. Para alcanzar los fines enunciados en el artículo 3 del Tratado de la Unión Europea, la acción
de los Estados miembros y de la Unión incluirá, en las condiciones previstas en los Tratados, la
adopción de una política económica que se basará en la estrecha coordinación de las políticas
económicas de los Estados miembros, en el mercado interior y en la definición de objetivos
comunes, y que se llevará a cabo de conformidad con el respeto al principio de una economía
de mercado abierta y de libre competencia.
2. Paralelamente, en las condiciones y según los procedimientos previstos en los Tratados, dicha
acción supondrá una moneda única, el euro, la definición y la aplicación de una política
monetaria y de tipos de cambio única cuyo objetivo primordial sea mantener la estabilidad de
precios y, sin perjuicio de dicho objetivo, el apoyo a la política económica general de la Unión,
de conformidad con los principios de una economía de mercado abierta y de libre competencia.
3. Dichas acciones de los Estados miembros y de la Unión implican el respeto de los siguientes
principios rectores: precios estables, finanzas públicas y condiciones monetarias sólidas y
balanza de pagos estable.
CAPÍTULO 1
POLÍTICA ECONÓMICA
Artículo 120
Los Estados miembros llevarán a cabo sus políticas económicas con vistas a contribuir a la
realización de los objetivos de la Unión, definidos en el artículo 3 del Tratado de la Unión
Europea, y en el marco de las orientaciones generales contempladas en el apartado 2 del artículo
121. Los Estados miembros y la Unión actuarán respetando el principio de una economía de
mercado abierta y de libre competencia, favoreciendo una eficiente asignación de recursos y de
conformidad con los principios enunciados en el artículo 119.
Artículo 121
1. Los Estados miembros considerarán sus políticas económicas como una cuestión de interés
común y las coordinarán en el seno del Consejo, conforme a lo dispuesto en el artículo 120.
Sobre la base del informe del Consejo, el Consejo Europeo debatirá unas conclusiones sobre las
orientaciones generales de las políticas económicas de los Estados miembros y de la Unión.
Con arreglo a estas conclusiones, el Consejo, adoptará una recomendación en la que establecerá
dichas orientaciones generales. El Consejo informará de su recomendación al Parlamento
Europeo.
3. Con el fin de garantizar una coordinación más estrecha de las políticas económicas y una
convergencia sostenida de los resultados económicos de los Estados miembros, el Consejo,
basándose en informes presentados por la Comisión, supervisará la evolución económica de
cada uno de los Estados miembros y de la Unión, así como la coherencia de las políticas
económicas con las orientaciones generales contempladas en el apartado 2, y procederá
regularmente a una evaluación global.
A efectos del presente apartado, el Consejo se pronunciará sin tomar en consideración el voto
del miembro del Consejo que represente al Estado miembro de que se trate.
La mayoría cualificada de los demás miembros del Consejo se definirá de conformidad con la
letra a) del apartado 3 del artículo 238.
Artículo 122
2. Las disposiciones del apartado 1 no afectarán a las entidades de crédito públicas, que, en el
marco de la provisión de reservas por los bancos centrales, deberán recibir por parte de los
bancos centrales nacionales y del Banco Central Europeo el mismo trato que las entidades de
crédito privadas.
Artículo 124
Artículo 125
Artículo 126
La Comisión también podrá elaborar un informe cuando considere que, aun cumpliéndose los
requisitos inherentes a los criterios, existe el riesgo de un déficit excesivo en un Estado miembro.
9. Si un Estado miembro persistiere en no llevar a efecto las recomendaciones del Consejo, éste
podrá decidir que se formule una advertencia a dicho Estado miembro para que adopte, en un
plazo determinado, las medidas dirigidas a la reducción del déficit que el Consejo considere
necesaria para poner remedio a la situación.
En tal caso, el Consejo podrá exigir al Estado miembro de que se trate la presentación de
informes con arreglo a un calendario específico para examinar los esfuerzos de ajuste de dicho
Estado miembro.
10. En el marco de los apartados 1 a 9 del presente artículo, no podrá ejercerse el derecho de
recurso previsto en los artículos 258 y 259.
11. Si un Estado miembro incumpliere una decisión adoptada de conformidad con el apartado
9, el Consejo podrá decidir que se aplique o, en su caso, que se refuerce una o varias de las
siguientes medidas:
— exigir al Estado miembro de que se trate que publique una información adicional, que el
Consejo deberá especificar, antes de emitir obligaciones y valores,
— exigir que el Estado miembro de que se trate efectúe ante la Unión un depósito sin devengo
de intereses por un importe apropiado, hasta que el Consejo considere que se ha corregido el
déficit excesivo,
El Presidente del Consejo informará al Parlamento Europeo acerca de las decisiones tomadas.
cuanto haya sido derogada la decisión adoptada en virtud del apartado 8, una declaración
pública en la que se afirme que el déficit excesivo ha dejado de existir en el Estado miembro en
cuestión.
13. Por lo que respecta a las decisiones o recomendaciones del Consejo mencionadas en los
apartados 8, 9, 11 y 12, el Consejo se pronunciará sobre la base de una recomendación de la
Comisión.
Cuando el Consejo adopte las medidas contempladas en los apartados 6 a 9, 11 y 12, el Consejo
se pronunciará sin tomar en consideración el voto del miembro del Consejo que represente al
Estado miembro de que se trate.
La mayoría cualificada de los demás miembros del Consejo se definirá de conformidad con la
letra a) del apartado 3 del artículo 238.
14. En el Protocolo sobre el procedimiento aplicable en caso de déficit excesivo anejo a los
Tratados se recogen disposiciones adicionales relacionadas con la aplicación del procedimiento
descrito en el presente artículo.
El Consejo, por unanimidad con arreglo a un procedimiento legislativo especial, y previa consulta
al Parlamento Europeo y al Banco Central Europeo, adoptará las disposiciones apropiadas que
sustituirán al mencionado Protocolo.
Sin perjuicio de las restantes disposiciones del presente apartado, el Consejo, a propuesta de la
Comisión y previa consulta al Parlamento Europeo, fijará normas de desarrollo y definiciones
para la aplicación de las disposiciones del mencionado Protocolo.
CAPÍTULO 2
POLÍTICA MONETARIA
Artículo 127
(antiguo artículo 105 TCE)
2. Las funciones básicas que se llevarán a cabo a través del SEBC serán:
— realizar operaciones de divisas coherentes con las disposiciones del artículo 219,
— por las autoridades nacionales acerca de cualquier proyecto de disposición legal que entre en
su ámbito de competencias, pero dentro de los límites y en las condiciones establecidas por el
Consejo con arreglo al procedimiento previsto en el apartado 4 del artículo 129.
El Banco Central Europeo podrá presentar dictámenes a las instituciones, órganos u organismos
de la Unión o a las autoridades nacionales pertinentes acerca de materias que pertenezcan al
ámbito de sus competencias.
5. El SEBC contribuirá a la buena gestión de las políticas que lleven a cabo las autoridades
competentes con respecto a la supervisión prudencial de las entidades de crédito y a la
estabilidad del sistema financiero.
Artículo 128
2. Los Estados miembros podrán realizar emisiones de moneda metálica en euros, para las cuales
será necesaria la aprobación del Banco Central Europeo en cuanto al volumen de emisión. El
Consejo, a propuesta de la Comisión y previa consulta al Parlamento Europeo y al Banco Central
Europeo, podrá adoptar medidas para armonizar los valores nominales y las especificaciones
técnicas de todas las monedas destinadas a la circulación en la medida necesaria para su buena
circulación dentro de la Unión.
Artículo 129
1. El SEBC será dirigido por los órganos rectores del Banco Central Europeo, que serán el Consejo
de Gobierno y el Comité Ejecutivo.
2. Los Estatutos del Sistema Europeo de Bancos Centrales y del Banco Central Europeo,
denominados en lo sucesivo «Estatutos del SEBC y del BCE», figuran en un Protocolo anejo a los
Tratados.
3. Los artículos 5.1, 5.2, 5.3, 17, 18, 19.1, 22, 23, 24, 26, 32.2, 32.3, 32.4, 32.6, 33.1.a) y 36 de los
Estatutos del SEBC y del BCE podrán ser modificados por el Parlamento Europeo y el Consejo
con arreglo al procedimiento legislativo ordinario. Se pronunciarán bien sobre la base de una
recomendación del Banco Central Europeo y previa consulta a la Comisión, bien a propuesta de
la Comisión y previa consulta al Banco Central Europeo.
Artículo 130
Artículo 131
Cada uno de los Estados miembros velará por que su legislación nacional, incluidos los Estatutos
de su banco central nacional, sea compatible con los Tratados y con los Estatutos del SEBC y del
BCE.
Artículo 132
1. Para el ejercicio de las funciones encomendadas al SEBC, el Banco Central Europeo, con
arreglo a las disposiciones de los Tratados y en las condiciones previstas en los Estatutos del
SEBC y del BCE:
— elaborará reglamentos en la medida en que ello sea necesario para el ejercicio de las
funciones definidas en el primer guión del artículo 3.1 y en los artículos 19.1, 22 o 25.2 de los
Estatutos del SEBC y del BCE, y en los casos que se establezcan en los actos del Consejo
mencionados en el apartado 4 del artículo 129,
— tomará las decisiones necesarias para el ejercicio de las funciones encomendadas al SEBC por
los Tratados y por los Estatutos del SEBC y del BCE,
2. El Banco Central Europeo podrá decidir hacer públicos sus decisiones, recomendaciones y
dictámenes.
3. Dentro de los límites y en las condiciones adoptados por el Consejo con arreglo al
procedimiento establecido en el apartado 4 del artículo 129, el Banco Central Europeo estará
autorizado a imponer multas y pagos periódicos de penalización a las empresas que no cumplan
con sus obligaciones respecto de los reglamentos y decisiones del mismo.
Artículo 133
Sin perjuicio de las atribuciones del Banco Central Europeo, el Parlamento Europeo y el Consejo
establecerán, con arreglo al procedimiento legislativo ordinario, las medidas necesarias para la
utilización del euro como moneda única. Dichas medidas se adoptarán previa consulta al Banco
Central Europeo.
CAPÍTULO 3
DISPOSICIONES INSTITUCIONALES
Artículo 134
— emitir dictámenes, bien a petición del Consejo o de la Comisión, bien por iniciativa propia,
destinados a dichas instituciones,
— examinar, al menos una vez al año, la situación relativa a los movimientos de capitales y a la
libertad de pagos, tal y como resulten de la aplicación de los Tratados y de las medidas
adoptadas por el Consejo. Este examen comprenderá todas las medidas relativas a los
movimientos de capitales y a los pagos. El Comité informará a la Comisión y al Consejo sobre el
resultado de este examen.
Los Estados miembros, la Comisión y el Banco Central Europeo designarán cada uno de ellos un
máximo de dos miembros del Comité.
Artículo 135
Respecto de los asuntos comprendidos en el ámbito de aplicación del apartado 4 del artículo
121, del artículo 126, excepto su apartado 14, del artículo 138, del apartado 1 del artículo 140,
del párrafo primero del apartado 2 del artículo 140, del apartado 3 del artículo 140, y del artículo
219, el Consejo o un Estado miembro podrán solicitar de la Comisión que presente una
recomendación o una propuesta según sea pertinente. La Comisión examinará la solicitud y
presentará sin demora sus conclusiones al Consejo.
CAPÍTULO 4
MONEDA ES EL EURO
Artículo 136
b) elaborar las orientaciones de política económica referentes a dichos Estados, velando por que
sean compatibles con las adoptadas para el conjunto de la Unión, y garantizar su vigilancia.
Artículo 137
Las modalidades de las reuniones entre los ministros de los Estados miembros cuya moneda es
el euro se establecen en el Protocolo sobre el Eurogrupo.
Artículo 138
2. El Consejo podrá adoptar, a propuesta de la Comisión, las medidas adecuadas para contar con
una representación única en las instituciones y conferencias financieras internacionales. El
Consejo se pronunciará previa consulta al Banco Central Europeo.
3. Únicamente participarán en las votaciones sobre las medidas contempladas en los apartados
1 y 2 los miembros del Consejo que representen a los Estados miembros cuya moneda es el
euro.
CAPÍTULO 5
DISPOSICIONES TRANSITORIAS
Artículo 139
1. Los Estados miembros sobre los que el Consejo no haya decidido que cumplen las condiciones
necesarias para la adopción del euro se denominarán en lo sucesivo «Estados miembros
acogidos a una excepción».
2. Las siguientes disposiciones de los Tratados no se aplicarán a los Estados miembros acogidos
a una excepción:
a) adopción de las partes de las orientaciones generales de las políticas económicas que afecten
a la zona del euro de forma general (apartado 2 del artículo 121);
b) medios estrictos para remediar los déficit excesivos (apartados 9 y 11 del artículo 126);
g) acuerdos monetarios y otras medidas relativas a la política de tipos de cambio (artículo 219);
h) designación de los miembros del Comité Ejecutivo del Banco Central Europeo (apartado 2 del
artículo 283);
i) decisiones por las que se determinen posiciones comunes sobre cuestiones que revistan
especial interés para la unión económica y monetaria en las instituciones y conferencias
financieras internacionales competentes (apartado 1 del artículo 138);
j) medidas para contar con una representación única en las instituciones y conferencias
financieras internacionales (apartado 2 del artículo 138).
Por consiguiente, en los artículos citados en las letras a) a j) se entenderá por «Estados
miembros» los Estados miembros cuya moneda es el euro.
3. Los Estados miembros acogidos a una excepción y sus bancos centrales nacionales estarán
excluidos de los derechos y obligaciones en el marco del SEBC de conformidad con el capítulo IX
de los Estatutos del SEBC y del BCE.
4. Los derechos de voto de los miembros del Consejo que representen a los Estados miembros
acogidos a una excepción quedarán suspendidos cuando el Consejo adopte las medidas
previstas en los artículos citados en el apartado 2, así como en los casos siguientes:
b) medidas relativas a los déficit excesivos que afecten a los Estados miembros cuya moneda es
el euro (apartados 6, 7, 8, 12 y 13 del artículo 126).
La mayoría cualificada de los demás miembros del Consejo se definirá de conformidad con la
letra a) del apartado 3 del artículo 238.
Artículo 140
(antiguos artículos 121, apartado 1, 122, apartado 2, segunda frase, y 123, apartado 5, TCE)
1. Una vez cada dos años como mínimo, o a petición de cualquier Estado miembro acogido a
una excepción, la Comisión y el Banco Central Europeo presentarán informes al Consejo acerca
de los avances que hayan realizado los Estados miembros acogidos a una excepción en el
cumplimiento de sus obligaciones en relación con la realización de la unión económica y
monetaria. Estos informes incluirán un examen de la compatibilidad de la legislación nacional
de cada uno de estos Estados miembros, incluidos los Estatutos de su banco central nacional,
con el artículo 130 y el artículo 131, así como con los Estatutos del SEBC y del BCE. Estos informes
examinarán también la consecución de un alto grado de convergencia sostenible, atendiendo al
cumplimiento de los siguientes criterios por parte de cada uno de los Estados miembros:
— el logro de un alto grado de estabilidad de precios, que deberá quedar de manifiesto a través
de una tasa de inflación que esté próxima a la de, como máximo, los tres Estados miembros más
eficaces en cuanto a la estabilidad de precios,
— las finanzas públicas deberán encontrarse en una situación sostenible, lo que quedará
demostrado en caso de haberse conseguido una situación del presupuesto sin un déficit público
excesivo, definido de conformidad con lo dispuesto en el apartado 6 del artículo 126,
— el respeto, durante dos años como mínimo, sin que se haya producido devaluación frente al
euro, de los márgenes normales de fluctuación que establece el mecanismo de tipos de cambio
del sistema monetario europeo,
— el carácter duradero de la convergencia conseguida por el Estado miembro acogido a una
excepción y de su participación en el mecanismo de tipos de cambio deberá verse reflejado enlos
niveles de tipos de interés a largo plazo.
Los cuatro criterios mencionados en el presente apartado y los períodos pertinentes durante los
cuales deberán respetarse dichos criterios se explicitan más en un Protocolo anejo a los
Tratados. Los informes de la Comisión y del IME deberán tomar en consideración asimismo los
resultados de la integración de los mercados, la situación y la evolución de las balanzas de pagos
por cuenta corriente y un estudio de la evolución de los costes laborales unitarios y de otros
índices de precios.
2. Tras consultar al Parlamento Europeo y una vez debatida la cuestión en el Consejo Europeo,
el Consejo, a propuesta de la Comisión, decidirá qué Estados miembros acogidos a una
excepción reúnen las condiciones necesarias con arreglo a los criterios expuestos en el apartado
1, y suprimirá las excepciones de los Estados miembros de que se trate.
El Consejo se pronunciará tras recibir una recomendación de una mayoría cualificada de sus
miembros que represente a los Estados miembros cuya moneda es el euro. Dichos miembros se
pronunciarán en un plazo de seis meses a partir de la recepción por el Consejo de la propuesta
de la Comisión.
3. Si, con arreglo al procedimiento establecido en el apartado 2, se decide poner fin a una
excepción, el Consejo, por unanimidad de los Estados miembros cuya moneda es el euro y del
Estado miembro de que se trate, a propuesta de la Comisión y previa consulta al Banco Central
Europeo, fijará irrevocablemente el tipo al que el euro sustituirá a la moneda del Estado
miembro de que se trate, así como las restantes medidas necesarias para la introducción del
euro como moneda única en el Estado miembro de que se trate.
Artículo 141
(antiguos artículos 123, apartado 3, y 117, apartado 2, cinco primeros guiones, TCE)
1. En caso de que haya Estados miembros acogidos a una excepción, y hasta tanto los haya, y
sin perjuicio del apartado 1 del artículo 129, el Consejo General del Banco Central Europeo
mencionado en el artículo 44 de los Estatutos del SEBC y del BCE se constituirá como tercer
órgano decisorio del Banco Central Europeo.
2. Mientras haya Estados miembros acogidos a una excepción, el Banco Central Europeo, en lo
que se refiere a esos Estados miembros:
— reforzará la coordinación de las políticas monetarias de los Estados miembros con el fin de
garantizar la estabilidad de precios,
— celebrará consultas sobre asuntos que sean competencia de los bancos centrales nacionales
y que afecten a la estabilidad de las entidades y mercados financieros,
— ejercerá las antiguas funciones del Fondo Europeo de Cooperación Monetaria, que
anteriormente había asumido el Instituto Monetario Europeo.
Artículo 142
Cada Estado miembro acogido a una excepción considerará su política de cambio como una
cuestión de interés común. Los Estados miembros tendrán en cuenta al hacerlo las experiencias
adquiridas mediante la cooperación en el marco del mecanismo de tipos de cambio.
Artículo 143
Si la acción emprendida por un Estado miembro acogido a una excepción y las medidas sugeridas
por la Comisión resultaren insuficientes para superar las dificultades surgidas o la amenaza de
dificultades, la Comisión recomendará al Consejo, previa consulta al Comité Económico y
Financiero, la concesión de una asistencia mutua y los métodos pertinentes.
2. El Consejo concederá dicha asistencia mutua y adoptará directivas o tomará decisiones para
determinar las condiciones y modalidades de la misma. La asistencia mutua podrá revestir, en
particular, la forma de:
a) una acción concertada ante otras organizaciones internacionales a las que puedan recurrir los
Estados miembros acogidos a una excepción;
b) medidas necesarias para evitar desviaciones del tráfico comercial, cuando el Estado miembro
acogido a una excepción que esté en dificultades mantenga o restablezca restricciones
cuantitativas respecto de terceros países;
c) concesión de créditos limitados por parte de otros Estados miembros, cuando éstos den su
consentimiento.
Artículo 144
2. La Comisión y los demás Estados miembros deberán ser informados de dichas medidas de
salvaguardia, a más tardar, en el momento de su entrada en vigor. La Comisión podrá
recomendar al Consejo la concesión de una asistencia mutua con arreglo a lo previsto en el
artículo 143.