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Bárcenas Martínez Luis Eduardo

Lic. en Pastoral Catequética


11 de septiembre de 2018

Ensayo: La dimensión trinitaria de la celebración litúrgica en la economía salvífica


La Constitución Sacrosanctum Concilium sobre la sagrada Liturgia, en los primeros
apartados de su exposición, habla de la obra de salvación divina en favor de todo el género
humano que se realiza en Cristo, y principalmente de como Dios se ha revelado poco a poco
desde los orígenes, haciéndolo a plenitud por medio del Hijo, el cual, a su vez, «envió a los
Apóstoles llenos del Espíritu Santo […] a realizar la obra de salvación que proclamaban,
mediante el sacrificio y los sacramentos, en torno a los cuales gira toda la vida litúrgica»1.
Es decir, lo que afirma el documento conciliar es que la liturgia cristiana no es,
principalmente, una invención humana, sino que es «la salvación realizada por Dios en Cristo
mediante el Espíritu Santo, que sigue actuando hoy»2. Es una realidad verdaderamente
querida por el Dios Trino. Por lo tanto, es menester de los teólogos profundizar en las raíces
de la acción litúrgica, es decir, la misma donación divina de la Trinidad.
«En el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo». Esta es la fórmula con la
que los creyentes inician todos sus actos religiosos, especialmente los litúrgicos. Se encuentra
en la oración más sencilla antes de iniciar las labores del día, como en la misa solemne en la
catedral de una metrópoli. Al decir dicha fórmula, los fieles expresan su adhesión a la vida
trinitaria que se les comunica, y en la que ellos quieren vivir. Es un reconocimiento del Padre
como origen de la creación y destino escatológico, del Hijo como mediador de la acción
salutífera de la divinidad, y del Espíritu Santo como fuerza dinámica que purifica, ilumina,
transforma y vitaliza3.
Por eso, cuando el fiel se deja empapar de la celebración litúrgica, vivida en la
comunidad eclesial, se puede dar cuenta de que, en ella, «Dios Padre es bendecido y adorado
como la fuente de todas las bendiciones de la creación y de la salvación, con las que nos ha
bendecido en su Hijo para darnos el Espíritu de adopción filial»4. Esta definición de «liturgia»
utiliza el término de bendición que, aplicándose al Padre, es una referencia a su propia acción

1
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución Sacrosanctum Concilium, sobre la sagrada Liturgia, 6.
2
Ricardo Tobón Restrepo, La liturgia: fuente y cumbre de la vida eclesial, Cuestiones Teológicas Vol. 42 No.
97 (Enero-junio 2015), 12.
3
Cf. Alberto Aranda C., La Espiritualidad Trinitaria en la Liturgia, Editorial Buena Prensa, México 2017,
184.
4
Catecismo de la Iglesia Católica, 1110.

1
LA DIMENSIÓN TRINITARIA DE LA CELEBRACIÓN LITÚRGICA…

divina, y en el caso del hombre, es referirse a «la adoración y la entrega a su Creador en la


acción de gracias»5.
Respecto al Hijo, es prudente mencionar que su obra en la Liturgia es sacramental, ya
que «su Misterio de salvación se hace presente en ella […]; porque su Cuerpo, que es la
Iglesia, es como el sacramento (signo e instrumento) en el cual el Espíritu Santo dispensa el
Misterio de la salvación»6. A través de sus acciones litúrgicas, la Iglesia peregrina es participe
de la «Liturgia celestial» porque a través de sus acciones litúrgicas, la Iglesia peregrina
participa ya, como en primicias, en la liturgia celestial.
Y hablando del Espíritu Santo, es necesario señalar que su misión en la Liturgia
eclesial es «preparar a la asamblea para el encuentro con Cristo; recordar y manifestar a
Cristo a la fe de la asamblea de creyentes; hacer presente y actualizar la obra salvífica de
Cristo por su poder transformador y hacer fructificar el don de la comunión en la Iglesia»7.
La Liturgia hay que identificarla, pues, como momento de revelación y realización
del «designio de Salvación que el Padre tenía, y que se concretizó en la misión de amor del
Hijo y del Espíritu Santo»8. Al igual que Cristo, la Liturgia es un evento de salvación en el
cual se cumple el anuncio de este designio.
Es así que la Liturgia es el momento síntesis de la Historia de Salvación, englobando
lo dicho en la Antigua y en la Nueva Ley. Contiene toda la obra salvífica de Cristo, preparada
y anunciada por el Padre en el Antiguo Testamento, realizada en la plenitud de los tiempos
por el misterio de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo, y continuada en la Iglesia,
movida por la fuerza del Espíritu Santo, hasta el regreso del Señor en la manifestación de su
gloria. La Liturgia es, pues, a la vez, «un momento más de la Historia de Salvación, y también
la síntesis de esa Historia»9, en la que actúa realmente la Trinidad. Es por esto que, en la
celebración litúrgica, todos los fieles son asociados en el amor y la gloria del Padre, del Hijo
y del Espíritu Santo, que han actuado desde la aurora, y lo harán hasta el ocaso.
Por lo tanto, en la Liturgia, los fieles se relacionan con la Trinidad en una comunión
dinámica y vital, en la que el Padre les acoge en Cristo para amarse con el mismo amor con

5
Ibidem, 1078.
6
Catecismo de la Iglesia Católica, 1111.
7
Catecismo de la Iglesia Católica, 1112.
8
Consejo Episcopal Latinoamericano, Manual de Liturgia, Volumen II: La Celebración del Misterio Pascual,
Publicaciones CELAM, Santa Fe de Bogotá 2000, 46.
9
Ibidem, 47.

2
LA DIMENSIÓN TRINITARIA DE LA CELEBRACIÓN LITÚRGICA…

que ama al Hijo hecho carne, para que esta comunidad le ame con el amor de Jesucristo,
impulsados por obra del Espíritu de Dios10.

BIBLIGRAFÍA:

Aranda C., Alberto, La Espiritualidad Trinitaria en la Liturgia, Editorial Buena Prensa,


México 2017.
Catecismo de la Iglesia Católica.
Consejo Episcopal Latinoamericano, Manual de Liturgia, Volumen II: La Celebración del
Misterio Pascual, Publicaciones CELAM, Santa Fe de Bogotá 2000.
Tobón Restrepo, Ricardo, La liturgia: fuente y cumbre de la vida eclesial, Cuestiones
Teológicas Vol. 42 No. 97 (Enero-junio 2015), 11-18.

10
Cf. Ibidem, 41.

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