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—¡Buenos días, majestad!

—dijo con suave y delicada


voz.
—¡No quiero ver a nadie! —fue la rotunda respuesta.
—Quiero hacerle una pregunta —dijo la pequeña hor-

Ecocuentos
miga.
—Escucharé tu pregunta, pero no estoy de ánimo para
responderla.
—¿Por qué está tan angustiada? ¿Por qué tiene tanto

para niños
miedo?
—¡Miedo, yo! ¿Qué estás diciendo? Acaso, ¿soy una
mala reina? ¿Me estas llamando miedosa?
—¡Nooo, majestad! No quise decir nada de eso, pero si
me cuenta el problema, intentaré ayudarla.
—Pensándolo bien, creo que tienes razón. Estoy preo-
cupada por la construcción de la casa de la nueva veci-
na y se me acaba de ocurrir que sería bueno ir a con-
versar con ella.
La reina hormiga se dirige a conversar con su vecina
araña. La araña le informó que construiría su casa ha-
cia el lado contrario del ingreso al hormiguero, para no
molestar a nadie.
La reina hormiga regresó feliz al hormiguero y apren-
dió que conversando se arreglan muchos problemas.

Mónica Cortés Kutscher


2018
©2018 por Mónica Cortés Kutscher
La reina hormiga
Inscripción Nª Santiago de Chile.
Un día, la reina hormiga recibió la noticia que, a unos metros
Derechos exclusivos de edición de su autora.
de su actual hormiguero, se estaban iniciando los preparativos
para construir la flamante nueva residencia de la señora araña.
I.S.B.N.:
La reina hormiga, comenzó a hacer cálculos de los posibles pro-
Primera edición: agosto 2018
blemas que tendría si su nueva vecina construía su casa sobre la
única salida de su bien entramado hormiguero.
—¡Oh, no, nos quedaremos atrapados aquí abajo! ¡Seguro que
moriremos todos! ¿Qué voy a hacer para salvarnos?
Este libro no puede ser reproducido ni en todo
La hormiga estaba tan angustiada que se negó a seguir dando a
ni en parte, ni archivarse, ni transmitido por nin-
luz a más hijos y se aisló en su cámara, sin que nadie la pudiera
gún medio mecánico, ni electrónico, de graba-
hacer cambiar de opinión.
ción, fotocopia, microfilmación u otra forma de
Entonces vino a verla, una pequeña hormiga que le faltaba una
reproducir, sin la autorización expresa por escri-
de sus antenas y que por ello estaba destinada a trabajar asean-
to de su autora.
do las habitaciones de los bebés, en vez de buscar alimento.
Ella estaba tan ansiosa cuando volvió de la escuela, Índice
que casi no probó la comida del almuerzo. Se cambió
de ropa y se colocó al frente del gran reloj de pared,
toda la tarde. La pequeña sabía que su padre ingresa-
ba a la casa cuando las manillas del reloj están alinea-
das a las seis, pero, hoy se le ha hecho muy largo el
tiempo de espera. Se quedó dormida sobre la alfom-
bra y su mamá tuvo que recostarla en su cama.
−¿Dónde está mi princesa? –preguntó el papá ingre-
sando a la habitación donde dormía Lorena.
−¡Aquí, papi! ¡Aquí, papi! –gritó entusiasmada la ni-
ña.
−Podemos dejar para mañana la clase de bici −dijo el
papá con una voz muy suave.
−¡Nooo, no, no, papi! ¡Te he esperado toda la tarde!
−Entonces, lávate la cara y vamos por la bicicleta pa-
ra ir al parque.
Cuando estaba anocheciendo, regresaron padre e hi-
ja, muy felices porque habían logrado el objetivo que
se plantearon. Lorena quería seguir practicando den-
tro de la casa, pero su padre le dijo que guardara su
bicicleta,
La bicicleta de Lorena
Ayer, fue el cumpleaños número cuatro de la pequeña Lorena y
recibió como regalo por su festejo, una flamante bicicleta color
rosa. Estuvo con su hermano mayor tratando de subirse y avan-
zar unos cuantos pedaleos por el amplio patio de su casa.
Ella no ha aprendido todavía a andar en bicicleta, pero su papá
le dijo que hoy, volviendo del trabajo le enseñaría una técnica
fácil para equilibrar su peso y el de la bicicleta; con ello le garan-
tizaba que solo le tomaría unos cuantos intentos antes que pu-
diese hacerlo sola.
El fruto comenzó a transformarse en abono para la tie- Presentación
rra y la pequeña pepita de manzana fue quedando des-
protegida, hasta llegar a recibir el candente sol. Se Este libro ha sido creado como un aporte, aunque modes-
arrastró con todas sus fuerzas para llegar a una especie to, a la Literatura Infantil que se inserta en el mundo real y coti-
de hondonada. Allí se refugió en un viejo tronco de
diano de nuestros niños. Sus textos de sencilla comprensión,
coihue, arraigándose para no morir.
Con el paso de los meses, una nueva planta de man- acercan al lector a una armónica convivencia con la familia y el
zano comenzaba a nacer, desde el interior del viejo entorno medioambiental. Presentan algunas realidades de la na-
coihue. En los años venideros, los frutos de ese árbol, turaleza que favorecen el crecimiento de una conciencia ecológi-
fueron los más apreciados de toda la plantación.
ca.
Mientras los niños crecen, llega el momento en que padres
y educadores, sienten la necesidad de ofrecerles experiencias que
aporten al desarrollo de valores. Pensando en esa necesidad per-
sonal y en la urgencia universal de proteger el planeta de la ac-
ción contaminante y destructiva de sus habitantes,
ofrecemos este libro con la esperanza que navegue hasta el
puerto semillero de la reflexión y el compromiso.
Nuestro planeta, es el hogar de todos. Es como un ser vivo
que requiere cuidados y protección. Cada uno de nosotros tiene
una tarea importante en ese cuidado y protección. Cuando nos
relacionamos solidaria y armoniosamente con los demás, ya lo
estamos haciendo.
La pepita

Había una vez, un árbol que en temporada de verano entre-


gaba sus frutos para el deleite de sus comensales. Un día,
apareció entre sus ramas una manzana, que desde el primer
día fue especial por su brillante color verde.
Con el paso de los días, la manzana fue creciendo, para
transformarse en una bella fruta. El color de su cáscara fue
cambiando hasta quedar de un rojo carmesí. Todos los que
pasaban por el lugar la miraban y se deleitaban saboreando
el mordisco que pensaban darle.
Un día, la lluvia veraniega llegó sin dar aviso y la brisa cálida
del medio día la golpeó tan fuerte, que la sacó de su atadura
con la rama. La manzana fue a caer en la orilla de una zanja.
Allí se quedó por un tiempo y luego empezó a podrirse.
−Es que el año pasado estuve en kínder en esta escuela y
conozco a los chicos que van a ser nuestros compañeros.
−¡Uf! ¡Qué fantástico!
−Bueno, Alexis, ahora podemos saludar a los niños que
están llegando ¿Qué te parece?
−Excelente idea, Josefa.
Ambos niños dan inicio al recorrido, para saludar a sus
nuevos compañeros. Al momento del toque de timbre,
todos los alumnos del primer año D se conocían de nom-
bre y sabían alguna información sobre sus nuevos com-
pañeros.
La señorita Marianela les saluda muy animosa y les pide
que se presenten, pero los niños le cuentan que ya lo han
hecho y que les gustaría conocer algo más sobre sus “Todos somos parte de esta tierra, es por
compañeros, como, por ejemplo, si viajan en furgón es-
colar, cómo se sienten este primer día de clase o cuáles
ello que debemos cuidarla y de esa forma,
son los juegos que practican. también nos protegemos a nosotros”.
La profesora, algo sorprendida, accede a la petición de
sus alumnos y ordena las sillas en un círculo, para con-
versar con ellos.
−¡Gracias!, estimados niños, −dice la profesora− por dar-
me la oportunidad de conocerlos, pues estaremos todo
un año juntos.
El primer día de clases de Josefa
En la puerta de su nueva sala de clases, se encuentra Josefa; está
emocionada y ansiosa por conocer a la profesora jefe, del primer
año básico.
La llegada de otros niños y niñas hasta la misma puerta, hace
suponer a la pequeña, que ellos serán sus compañeros, pero es-
cucha que unos lloran y otros como ella, están alegres y ansiosos
por lo desconocido.
−Hoy comienzo mi primer día en esta escuela. Voy a primero y
no tengo ningún amigo aquí. Me llamo Alexis Mora…. y…
¿cómo te llamas tú?
−Yo soy Josefa Aguilera, y… también soy alumna de primer año
básico. No tengas susto por lo que pueda pasar, yo te explico to-
do.
−¡Que bacán! Y ¿cómo sabes tanto?
Un día, la pequeña Gabriela, se propuso ser la primera
en la fila para poder alimentarse con el exquisito trigo Alcancía de Moly
de la temporada. Cuando llegó al lugar del comedero,
se encontró con Francisco, un ganso mayor, que le im- Moly tenía una alcancía de yeso, con forma de cisne de cuello
pidió el paso, diciéndole que él será el primero, que no negro. Allí depositaba las monedas que recibía y que deseaba
hay lugar para los demás. ahorrar.
Gabriela regresa decepcionada hasta el lugar donde Un día, cuando Moly estaba pensando la forma de sacar las mo-
está su madre y le cuenta que su primo no la dejó co- nedas, la pequeña figura de yeso se resbaló de sus manos y cayó
mer. La madre le explica que su especie se caracteriza al suelo, quebrándose en muchas partes. Las monedas que esta-
por estirar su cuello para alimentarse y si ella lo inten- ban en su interior rodaron lejos, cada una en distintas direccio-
taba lograría comer trigo a gusto. nes.
Desde ese día, Gabriela se trasformó en uno de los
gansos que estira el cuello para alcanzar el cereal y se
convierte así en la más tragona de los gansos.
La niña se asustó mucho. Al sentir que su mamá la El ganso tragón
estaba mirando desde la ventana, trató apresurada-
mente de recoger las monedas y los trozos de su al-
cancía. Inútil fue su esfuerzo, pues escuchó decir a su Cuando la señora de la casa, salía a su patio a tirarles granos de
madre: trigo a sus aves, todas corrían hasta su ubicación para recibir la
─¡Moly!, ¿qué ha pasado aquí? mayor cantidad posible.
La niña levantó la cabeza y con sus ojos llorosos miró
directamente a su madre y le respondió: Gabriela era la más pequeña de los gansos, por esta razón siem-
─¡Se ha roto toda la alcancía! ¡No ha sido mi inten- pre se quedaba sin comer. Cuando llegaba al lugar donde se ti-
ción! raba la comida, esta había desaparecido y la escuálida gansita no
Entonces su madre la abrazó, diciéndole: lograba grano alguno.
─¡Calma pequeña!, fue un accidente. No hay razón Solo cuando sus tías y primos se han cansado de ingerir la comi-
para preocuparse.
da y comienzan la retirada, ella puede buscar entre la mojada
Moly y su madre se quedaron recogiendo los trozos
de yeso y las monedas, para colocarlas en una nueva tierra algún grano de trigo que se les hubiese escapado a sus pa-
alcancía. rientes

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