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Para Humberto Eco, la obra de arte sólo existe en la interpretación, en los significados
que puede interpretar el espectador. Podemos pensar que para que un objeto o acto
obtenga el estatuto de obra de arte deben existir personas que estén dispuestos a
considerar que están viendo arte e intenten descifrar de que se trata.
Cada vez que una nueva generación viene a redefinir los conceptos de arte, a plantear
en sus manifiestos la necesidad de dejar lo anterior de lado, existe una reacción
conservadora de las instituciones que se arrogan el poder de legitimar a las nuevas
expresiones dentro de los canones instituidos. Tanto la critica como las academias
cumplen en estos casos el papel de censores morales que predican contra la
decadencia del arte y la cultura. También existen críticos de vanguardia que saludan lo
novedoso y producen discursos mediadores entre el público y las obras, pero
generalmente se reducen a círculos elitistas.
Los avances tecnológicos, científicos y sociales desde comienzos del siglo xx hasta la
actualidad revolucionaron las posibilidades técnicas y las formas de hacer arte. Estos
cambios permitieron que cualquier persona pueda acceder a cámaras fotográficas y
dispositivos electrónicos de todo tipo, incrementando la chances de expresar la
creatividad de cualquier persona, transformando a todos en posibles artistas. Entonces,
si más que nunca, cualquier persona con un celular y una pc puede convertirse en
artista, ¿Cualquier cosa puede ser arte? ¿incluida la foto de la Mona Lisa?
Instintivamente diremos que no, influenciados por la mirada conservadora instituida por
la crítica en la sociedad, aquella que otorga un carácter sagrado y trascendental al arte,
e intenta mantener el status quo intacto. Sin embargo, planteamos múltiples factores y
actores a la hora de definir qué es el arte, por lo que podemos pensar que se trata de
una construcción social dialógica, en la que se relacionan lo viejo y lo nuevo, sujetos y
objetos, lo instituido y lo instituyente, y por lo tanto en constante redefinición.
No existe una definición cerrada, sino en cambio un concepto totalizador que contiene
todos los intentos de definirlo y los relaciona a través de la historia. Alumbrados por esta
certeza de incertidumbre podemos decir que cualquier mediación humana entre un
objeto o acto y un espectador con el objetivo de presentar aquellos como obra de arte
puede transformarlos en una obra de arte, sea un mingitorio, una lata de sopa o la foto
del cuadro de la Mona Lisa, y será bello o feo, mediocre o sublime, pero será arte.