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¡¡¡Gracias!!!
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El Club de las Excomulgadas
Argumento
Tres cartas.
Dakotah Flemming no creía que las cartas del tarot extendidas delante de
ella fueran verdad. Porque a pesar de que la predicción de la pitonisa de un hombre
en su futuro, uno diferente a cualquier otro, la había llenado de preciosos segundos
con anhelo y esperanza, no podía permitirse el lujo de tales emociones. Corría del
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Uno
Ya era hora de irse. La tensión como navajas entre los hombros de Dakotah
Flemming, la sensación de ser vista, el olor tenue de lobo que había olido en varias
ocasiones, todo era la confirmación de lo que sus instintos la había instado a hacer
hacía varios días.
Dakotah se estremeció. Imágenes vagas del hombre del que Sarael había
estado huyendo se presionaron sobre ella. Fuera lo que fuese, él no era humano.
No era lobo. Su aroma era frío y ajeno a pesar de que ella había sido consciente de
la sangre corriendo por sus venas y escuchado a su corazón latir con amenaza letal.
Ella tuvo la vaga impresión de hablar con él, de ser guiada a su caravana, de
saber que estaba en presencia de un depredador más mortal que cualquier cosa que
hubiera encontrado antes. Un hombre cuya presencia había movido al lobo en su
interior que quería un compañero como el hombre que había reclamado a Sarael.
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El Club de las Excomulgadas
Los labios de Dakotah se torcieron. El lobo se equivocaba al pensar que una
pareja podría resolver todos sus problemas. El no había visto a hombres como a los
que ella se había visto obligada a servir. El lobo no había sido parte de ella durante
los años de pesadilla.
Si no hubiera visto a través de sus ojos o las cosas que había experimentado
a través de su cuerpo.
Tal vez había muerto en los bosques oscuros y renacido en algo sacado de
una película de terror. No podía recordar mucho más allá de escapar. De correr. De
sangrar, lastimada. Del dolor tan intenso que si hubiera tenido la fuerza, podría
haberse suicidado para acabar con él.
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El Club de las Excomulgadas
Ahora, el lobo se había adentrado en la oscuridad del alma de Dakotah ya
cuando olía la esencia de otros como él. Ahora trataría de contener cualquier rastro
de sí misma por temor de desencadenar un ataque. Y a cambio, Dakotah le cedía el
control cuando la forma de lobo reemplazaba a la suya propia, dejándola cazar
ciervos y revolcarse en el pasto, dejando que corriera libremente, siempre y cuando
no amenazara la inocente vida humana. Sí. Si no podía salir de esa ciudad esta
noche, se dejaría correr como lobo. Afuera hacía frío lo suficiente para que incluso
los adolescentes amantes estuvieran en el asiento trasero de un coche en vez de una
manta en el bosque.
Dakotah miró alrededor del pequeño tráiler que había sido su hogar durante
el año pasado. Una lata sobre ruedas. Sin embargo, un bulto se formó en su
garganta de todos modos, quemándole por un segundo hasta que se lo tragó.
Pero ella se las había arreglado para pasar un buen rato. Para estar cerca de
los niños y de los hombres que eran... decentes. Alrededor de la gente que era
decente.
Ella se había olvidado que la gente podía ser así. Se había olvidado de que
no siempre se reducía a usar o ser utilizada. Tal vez lo había sabido desde el
principio.
Pero era tiempo de seguir adelante. Por lo menos podía irse sabiendo que
Sarael estaba bien.
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—Te vas—le dijo Helki a Dakotah cuando abrió la puerta y dio un paso
atrás para permitir que la vieja mujer entrara.
—No encontrarás a Roy esta noche—dijo Helki, con los ojos bailando de
alegría, cuando Dakotah se puso rígida, al no haberle comentado que había estado
a punto de buscar al dueño de la feria.
Helki rió, un sonido que parecía reservar para los escépticos y para los
tontos.
—Tiene un par de amigas en esta ciudad. Estará por ahí toda la noche y la
mayor parte de la mañana.
—No. A pesar de que la verás más pronto de lo que puedas pensar y será
parte de tu mundo por más años de los que puedas imaginar.
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incluso si volvía a Estados Unidos, no habría ninguna feliz reunión. Para mañana
Dakotah se habría ido. En otro par de días, tendría un nuevo nombre, una nueva
identidad, un número de celular nuevo. En un par de días, Dakotah Flemming ya
no existiría, a pesar de que tenía la sensación de que ese nombre, esa identidad sería
el más difícil que jamás hubiera dejado.
Era una extraña tradición en esa feria. Una lectura de Helki antes de que se
te permitiera quedarte. Una lectura de Helki antes que te fueras si tenías la
intención de irte en buenos términos. Ella no planeaba regresar. Pero la vida que
había llevado le había enseñado que era más inteligente dejar las puertas abiertas
que cerradas de golpe.
—¿Quieres sentarte?
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El Club de las Excomulgadas
frente de ella, de rechazar la posibilidad de que la lectura fuera significativa para
ella.
La muerte.
La Fuerza.
El Emperador.
Sin decir una palabra, Helki reunió las cartas y se paró, dejando a Dakotah
contemplando el lugar donde había estado y las imágenes del tarot para siempre
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grabadas en su memoria. Ella se estremeció a pesar del calor de la caravana,
anhelando una espiral en todo su pecho, tejiéndose a través de su corazón, un
momento envolviéndola en la esperanza hasta que la había tirado fuera.
Domino Santori vio como la pitonisa se iba del remolque e hizo su camino
de regreso a su propia casa sobre ruedas, deteniéndose un momento para mirar en
su dirección, como si lo detectara en las sombras más oscuras de la noche.
Hizo una mueca como un niño pequeño atrapado haciendo mal y pudo
imaginar fácilmente el flash de diversión en los ojos de Helki, casi podía oír su risa
mientras desaparecía de la vista. No había duda de que compartiría sus
pensamientos mañana.
La anticipación rugió a través de él. Nunca había corrido con una humana
que pudiera cambiar a forma de lobo. Nunca había cazado con una. Nunca había
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compartido la noche y la gloria de perseguir a un ciervo o conejo, matarlo y
alimentar su hambre del cuerpo y no el hambre de su raza.
Era una forma de que disfrutaba. Un estado salvaje que abrazaba. Uno libre
de las reglas que lo regían generalmente, con excepción de una. Ni al dhampir, ni al
lobo se le permitía atacar a los humanos que no merecían morir.
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interesara, tanto como su cuerpo, cuya fuerza y coraje pudiera admirar, no sólo
por una noche, sino durante los siglos que se ponían delante de él.
Dejaría que los demás de su especie se ataran a sus kadines, a las hembras
humanas creadas y criadas con el propósito de ser convertidas. Dejaría que otros
reclamaran a sus novias y los vería pasar por los cambios. El intercambio de sangre
tres veces para que el cuerpo de sus compañeras se alterara lo suficiente para que
pudieran tener a jóvenes vampiros, a pesar de que no fueran del todo vampiro ellas
mismas.
Domino siguió a Dakotah mientras se movía entre los árboles, con cada
paso liberando al lobo en su interior. Le sorprendía lo bien y oculta que ella estaba.
Fane no había hecho ninguna mención de eso y se había colocado en la feria hasta
Matteo Cabrelli había llegado de Italia con el fin de reclamar a Sarael. Incluso el
propio lobo de Domino no había estado del todo seguro hasta esta noche. Pero tan
pronto como ella había pisado el remolque y había sido bañada por la luz de la
luna, centrándose en el bosque, él lo había sabido.
Ella se detuvo en un pequeño claro, un lugar que era poco más que rocas y
el tronco medio podrido de un enorme árbol, recostado sobre su lado, un puñado
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de sus ramas todavía alcanzaban el cielo en una súplica silenciosa. Domino se
detuvo y, asegurándose de que estaba a favor del viento, al ver la cautela en su
cuerpo mientras ella hacía una pausa, buscando en las sombras, como si pudiera
sentirlo allí, antes de relajarse y quitarse la chaqueta, colgándola en una rama de
árbol.
Cuando ella se movió fuera de la vista una vez más, cayendo detrás del árbol
caído, Domino soltó su pene y se desvistió rápidamente.
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El lobo quiso trotar directo a ella, empujar su nariz en su contra y revolcarse
en su olor a mujer rica. Quería explorarla con su lengua. Perseguirla y cazarla antes
de entrar en el asunto de cubrir su cuerpo y penetrar en ella, enviando su pene en su
calor húmedo a un frenesí de felicidad de apareamiento.
Pero el hombre se contuvo. Sabiendo que sería mejor dejar que Dakotah
consiguiera ir más profundo en el bosque. Permitir que el lobo se mantuviera
suprimido de volverse más fuerte antes de acercarse a ella.
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de su interés escapó mientras se acariciaban y exploraban, cada vez más dispuestos
a aparearse con cada momento que pasaba.
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Capítulo Dos
El sol estaba tratando de atravesar la pesada niebla del otoño, cuando el gran
hombre lobo se agitó, con el humano dentro despertando también, con ambos
dándose cuenta inmediatamente de que el lobo menor estaba curvado su parte
posterior.
¡Demonios!
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El Calor y el Hambre eran un rugido doble ahora, una demanda y un
susurro seductor que nunca cedía. Él estaba muy cerca de la transformación. Más
cerca de lo que había querido reconocer.
Con una maldición Domino le dio la espalda al pequeño claro, con el tronco
de un árbol podrido medio tumbado sobre un lado, con sus ramas alcanzando el
cielo y cubierto con la ropa de Dakotah.
Había tenido la esperanza de cazar como dhampir por unos cuantos años
más.
Como todos los de su clase, conocía los síntomas también. Estaba cerca de
cambiar. Muy cerca como para correr el riesgo de permanecer aquí más tiempo.
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Domino bordeó el lote de tierra y asfalto, donde la feria se había detenido y
asentado, y prefirió evitar la fuerte mirada y los comentarios mordaces de la
pitonisa, de encontrar las sonrisas y las amenazas de una lectura del tarot. Se
arriesgaría a otro encuentro con ella antes de regresar a casa de sus padres, pero no
ahora.
*****
Gruñendo, se escabulló del lobo a los oscuros recovecos en los que estaba
obligada a esconderse, reducida a ser una presa en lugar de vivir como lo que estaba
destinada a vivir, como una depredadora. Pero incluso en la oscuridad de su
prisión, la condena del lobo era fuerte. Había encontrado a su pareja y estarían
juntos de nuevo.
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Una sonrisa se formó en sus labios cuando vio al propietario de la feria tratando de
escapar de su remolque, un hombre decidido a no ser notado.
El entendimiento brilló en los ojos de Roy, junto con un toque de otra cosa,
de conocimiento, del mismo rayo que Dakotah había visto en la expresión de Helki
mientras estudiaba las cartas del Tarot en la lectura de Dakotah.
—No puedo—dijo Dakotah. Sabiendo tan pronto como lo dijo que era
absolutamente cierto. Podía sentir el cambio en el lobo.
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Era consciente de su intención de encontrar al hombre grande y no podía
permitir que eso sucediera.
*****
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y Domino ya no podía permitirse el lujo de hacer o correr el riesgo de que Byrd se
deslizara de la correa mental.
Repetiría la acción hasta que Byrd abriera los ojos con cara enrojecida sólo
para ser inmediatamente atrapados en los suyos de obsidiana.
Pero con cada uno de sus enemigos interrogados ya destruido, nadie sabía
nada de ella. Y así, Domino había llegado a creer que no había posible víctima, a
pesar de que había pocas dudas de que una mujer tendría que aparecer y ser
violada.
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—¿Qué chica?—preguntó de nuevo, con su mirada perforando a Byrd. El
hambre estaba despierta, deslizándose debajo de su irritada piel.
—Una chica que Chuck ha estado buscando. Dice que es más caliente que
las prostitutas que nos trajo ayer por la noche. Recibió la orden de “continuar” esta
mañana y recogerla.—Byrd pasó la lengua por sus labios mientras su mano se
movía a su entrepierna, con su sonrisa ampliándose—Tendremos un buen rato esta
noche. Mientras la entreguemos viva, podemos hacer lo que queramos con ella.
—¿Dakotah?
El reconocimiento volvió la boca de Byrd hacia arriba en una sonrisa que fue
la última. La palabra sí se quedó atrapada para siempre en sus labios mientras
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Domino lo golpeaba con furia salvaje, sometiendo fácilmente al hombre más
grande, más pesado mientras llevaba sus colmillos al cuello del creyente.
*****
Dakotah fue consciente de los dos hombres casi tan pronto como dejó la
feria. Tenía pocas pertenencias que había valorado para empacar en una mochila
que colgaba casualmente de su hombro. Sus manos fueron a los bolsillos de su
Sus labios se movieron hacia atrás dejando al descubierto uno de sus dientes.
Los hombres siguiéndola habían elegido el día equivocado para atraparla. Eran
humanos y ella no se sentía ni remotamente humana en ese momento.
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comenzar su desaparición, donde pudiera comenzar el proceso de cambio de
nombre y rehacerse a sí misma.
Necesitaba saber si eran los depredadores que iban tras de cualquier mujer o
si habían llegado por ella en particular. Le molestaba haber visto a otros con cruces
adornadas tatuadas en sus cuellos ir y venir de la ciudad y de la feria en el último
par de días. Los hombres se asemejaban a ésos, muestras sin conciencia de la
Dakotah viró hacia el bosque cuando escuchó a uno de los hombres decir:
Hubo una maldición detrás de ella y ella dejó caer la mochila en un bolsillo
oculto de arbustos y de vides antes de comenzar a correr, llevándolos más al bosque
de robles, pinos, de arces y cedros. El abedul, el árbol blanco era como centinelas
del esqueleto en una tierra con rapidez oscureciéndose.
Sus perseguidores tenían suficiente sentido común para ser recelosos en una
selva de senderos estrechos y hojas húmedas en lugar de callejones y basura. Se
quedaron juntos, maldiciendo con la respiración saliendo y entrando agitada y
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corta. Cuando les hubiera quitado su fuerza, Dakotah se detendría y se volvería,
enfrentando a las presas a pesar de que aún mantenían la ilusión de que ella fuera
de ellos.
*****
—Se ha ido.
—Puedo ver eso, vieja—él le mostró sus colmillos—. Los Creyentes están a
su caza.
Una cuarta y quinta, por descuido tirada al suelo cuando Domino había
manejado sus cosas. La Emperatriz. El Mundo.
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—Entonces, vete.
Ella levantó la mano, con sus dedos callosos suaves por encima de su
mejilla.
—Igual que tu abuelo. Tal vez por eso siempre te he amado más. Acepta mis
palabras. Acepta tu destino. Ambos te conducen a Dakotah.—una pequeña sonrisa
Domino frunció el ceño, a sabiendo que había sido derrotado por la madre
de la madre. Una mujer que había logrado criar a Sarael, una kadine robada, sin ser
descubierta. Una mujer que había visto a través del velo de su clase y se había
asomado a su mundo cuando su hija, su madre, había sido reclamada y convertida
por su padre.
Helki rió.
Domino hizo una mueca, y prefirió no acordarse del Calor que rodeaba a
sus padres. Sin duda, su madre pronto estaría embarazada, lista para tener y criar a
una segunda generación de hijos, seguidos por más, dos o tres hijos cada cuarto de
siglo en que ella y su padre fueran reproductivamente fértiles.
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La adivina se acarició los dedos callosos encima de su mejilla. Su expresión
se volvió de graciosa a seria.
—No quiero que pases el futuro solo, Domino, dependiendo de las hierbas
con el fin de controlar tú Hambre—hizo una mueca de disgusto—. Tampoco te veo
yendo a los padralls y haciendo que creen a una kadine para ti. Una mujer criada
sin libertad. No tiene sentido de quién es ella en realidad que no sea una cuya
existencia gira en torno a convertirse en la compañera perfecta para un hombre que
no eligió. Acepta lo que dicen las cartas. Lo que el lobo ya te ha dicho—dio un
paso lejos de él, agachándose para recoger las cartas que se habían caído al suelo.
Domino se puso rígido cuando ella separó la tercera carta de las que ya
estaban en la cama, que unió con las dos que había rozado antes y tirado al suelo,
—No veo nada, excepto el desvanecimiento del día y la noche que se acerca.
—Oh, ¡Él es muy testarudo! Fuerte y dominante. Pero cuan protector puede
ser, un proveedor de servicios para los que le importan.
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—El círculo está completo. Por separado dos viajes se convertirán en uno en
un camino que se alineará con satisfacción, con disfrute, con unidad, mientras se
abre paso al futuro y toma forma en la próxima generación de hijos, de soldados a
seguir los pasos de su padre—se rió.—¡Y para darle a tu padre el mismo reto que tu
madre te dio a él! Encontrarás a tu pareja y a los que la persiguen en el bosque entre
aquí y el campamento.
*****
—Quieres que lo haga mientras voy por el coche y te mueves más cerca.
Está bien lo único es que debe estar atada. He pasado el tiempo suficiente en estos
agujeros de mierda de pequeñas ciudades. No me fío que el tipo no sepa dónde
estamos y venga a buscarla él mismo, o envía a alguien si no lo encontramos
pronto.
—Tonterías. Él no es un creyente.
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Dakotah rió, un sonido sin ningún tipo de alegría verdadera.
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Capítulo Tres
—¿Quién eres tú?—Preguntó Dakotah, con sus cuchillos agarrados enfrente
de ella, negándose a ceder a la alegría de su lobo de reencontrarse con el hombre de
anoche, aun cuando él estaba en su forma humana.
Dakotah dudó un momento y luego cerró los cuchillos y los devolvió a sus
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llevara a Dakotah más profundo en el bosque, lejos de los cadáveres de sus
enemigos.
Ella lo había experimentado cada vez que había tenido éxito en la matanza
de uno de los hombres lobo que Víctor Hale había enviado tras ella, aunque hasta
ese momento nunca había cedido a la embriagadora necesidad de aparearse, de
regocijarse en una paliza salvaje de hombres uniéndose a una hembra. Un celo
tumultuoso que nada tenía que ver con el amor y todo que ver con la continuación
de la especie, con la supervivencia.
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Él sostuvo sus muñecas en el suelo y ella lo permitió, algo que nunca había
hecho antes. Cuando por lo general la restricción desataba una feroz necesidad de
escapar, una necesidad casi sin sentido de encontrar y matar si era necesario, era
diferente con Domino. Él había matado por ella. Su lobo se había unido ya con el
de ella.
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Hacer que el lobo que llevaba en sus células se atorara en ella con furia.
Aullando de frustración porque su semilla no era todavía viable mientras el
orgasmo rugía por el pene de Domino en una carrera de lava caliente al llenar a
Dakotah.
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Un pequeño estremecimiento bailó a lo largo de la columna de Dakotah por
su juego de dominación. En el deseo que ella vio en su rostro y la forma en que su
pene se llenaba de sangre y goteaba, con sus bolas pesadas y completas debajo de
ella.
—¿Por qué?
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—Una prueba de la voluntad—él sonrió, con un destello de sus dientes
blancos, con un humor que la intrigaba—Y porque no creo en la lectura del tarot
dada por metiches y viejas adivinas—se acercó, ampliando su sonrisa, con su olor
girando alrededor de Dakotah junto con su calor—¿Y tú? ¿Crees en eso?
—Puedo sentir la verdad en ellas—Sarael había dicho, mirando hacia abajo las tres
cartas que representaban su pasado, su presente y su futuro.
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encontrarían y moriría en una pelea salvaje, negándose a ser llevada de nuevo a
Atlantic City con vida.
¿Por qué no iba ella a tomar ese raro placer que había podido encontrar que
no implicaba sus propias manos y dedos como un juguete barato sustituto? No
podía permitirse el lujo de perder toda la noche, pero lo follaría otra vez y luego se
iría.
—No me importa lo que digan las cartas del tarot. Hagámoslo una vez más,
y luego me iré de aquí. Lo tomas o lo dejas.
Domino se movió hacia ella, con su pene esforzándose para rozar su vientre
plano, a marcarla con un poco de la aplicación de su semilla en su punta. Sus
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testículos ya estaban otra vez duros y llenos, aunque hasta que se convirtiera en
vampiro completamente no había posibilidad de embarazar a ninguna mujer, e
incluso después, sólo una kadine podría llevar a su hijo, y él no quería perder su
libertad de tal manera.
El placer crudo corrió por él por su audacia, por la forma en que ella miraba
sus ojos, sosteniendo su posición, sólo alejándose de él mientras él se metía dentro
de ella, físicamente obligándola a dar un paso y luego otro hasta que su espalda
quedó contra de la corteza lisa de un abedul.
Él tomó la ropa que ella había recogido, pero aún no las había puesto lejos
de ella, dejando caer todo, excepto el sujetador al suelo antes de tomar sus
muñecas. Ella inmediatamente adivinó lo que estaba planeando, y él leyó la
intención de resistírsele en sus ojos.
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mediante el drenado de sus vidas, alimentándose tanto de su sangre como de su
miedo.
Sólo a los dhampirs, a los soldados, se les permitía drenar a sus enemigos
completamente, una compensación tejida en su diseño tal vez, por los años de
servicio que habían dado antes de entrar plenamente en vampiro completo. O tal
vez era porque conservaban su forma humana, su capacidad de estar afuera en el
sol.
Porque el Hambre no susurrara en voz tan alta en ellos, que era tan peligrosa
para ellos. Sin embargo, ninguno de ellos podía darse el lujo de que su existencia
fuera ampliamente conocida, sobre todo ahora, en un mundo con tecnología
avanzada.
Y espontáneamente, él dijo
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—Son para tu placer.
Todas aquellas creadas y criadas para ser kadines estaban entrenadas para
Se trataba de una alta necesidad sin precedentes de tomar todo, como sus
antepasados habían hecho una vez cuando estaban tratando de adaptarse al mundo
hostil con el que se habían encontrado cuando estaban experimentando, lo que
aceleraba el proceso evolutivo tomando la forma de su presa, entrando en su cuerpo
aún caliente y poseyéndola a fondo. Una posesión que había evolucionado como su
especie había evolucionado, que había sido ajustada y modificada hasta que se
había centrado exclusivamente en sus compañeras.
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Y sin embargo, en el núcleo del vampiro, conservaba partes de lo que se
había originado a partir de eso, depredadores despiadados, alienígenas. Seres tan
temidos y mortales que no se les daba la bienvenida en ningún mundo.
Domino silbó otra vez, tomando su pene con su mano y pensando en que
debería liberarse en Dakotah. Enviarla en su camino para poder hacerle frente a los
cuerpos de los creyentes y luego regresar a casa de sus padres a la espera de la
transformación.
Tal vez lo debería hacer. Tal vez podría. Pero una brisa se arremolinaba en
su existencia, asaltándolo con su mezcla de aromas, llenando su nariz con el olor
del sexo y él estuvo perdido.
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El lobo aprobó sus elegantes líneas. El hombre se hizo eco de esa
aprobación, y los labios de Domino dejaron a Dakotah con el fin de hacer un rastro
de besos hacia abajo.
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para la boca y lengua de un hombre, para el placer de una mujer. Los labios de su
vagina estaban mojados, abiertos, pidiéndole que los besara, que los lamiera.
Domino trató de reprimir los deseos del lobo. Sin embargo, entre más comía
de Dakotah, más se retorcía contra él, rogándole como había deseado oír que ella
hiciera, con voz baja y ronca, acariciando encima de él como una piel, más
insistente se ponía su lobo. Sus deseos se fusionaron por completo con el calor de
Una pequeña parte de su mente quería luchar contra sus ataduras. Luchar
para mantenerse separada. Luchar por la liberación para poder escapar. Sin
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embargo, los pensamientos, los impulsos se perdieron en su asalto sensual, bajo las
olas de una sensación increíble.
Todavía no podía creer que le había permitido atara por las muñecas. Que le
había permitido despojarla de su libertad. Pero estaba más allá de importarle.
Sin decir una palabra, Domino la soltó y dio un paso atrás. La salvaje
emoción y el lobo se arremolinaban y bullían en su interior mientras la veía
vestirse. Mientras se vestía, a su vez y la seguía de nuevo a donde los cuerpos de los
Creyentes estaban.
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agobiándolo, por lo que su cuerpo tembló mientras el Hambre gruñía y rugía como
una fiera enjaulada.
—¿Qué pasa?
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—Fuera de aquí.
Más allá de que no había nada, sólo la obligación de irse. ¿Ella? Se frotó la
frente. Era lo que había intentado hacer hasta que Domino había caído al suelo.
Luchó contra la nada. Recordando mirar los ojos de obsidiana justo antes de
que todo estuviera perdido.
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Y sin embargo...
Ella gruñó, odiando el hecho de que lo que él de hecho le había dado placer
más allá de lo que jamás había experimentado, más allá de lo que había pensado
que era capaz de sentir después de lo que había visto y hecho con el fin de
sobrevivir. Le serviría bien si ella lo dejaba retorciéndose de dolor.
Y no contento de verla.
Era demasiado tarde para llegar a casa de sus padres. Pero si pudiera llegar a
la casa que había alquilado, tendría una posibilidad de poder sobrevivir a la
Transformación sin convertirse en alguien sin escrúpulos. Sin sucumbir a la fuerza
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del hambre y dejando un rastro de cuerpos atrás a medida que mataba inocentes
junto con culpables mientras se alimentaba.
Domino hizo una mueca ante la idea de la presencia de Fane. De las bromas
y burlas que no tenía duda tendría que soportar en los siglos por delante, pagando
por aquellas que a menudo le había hecho a Fane. Pero confiaba en Fane con su
vida. Había estado ahí para Fane y visto su transformación, le había dado su
primera sangre, y sabía que Fane no dudaría en hacer lo mismo por él.
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preocupación de que lo que estaba experimentando fuera algo que ella tendría que
soportar en el futuro.
Ella se quedó quieta, centrada, sabiendo que darle la espalda era aceptar la
muerte. Y mientras miraba, las llamas se retiraban, el hombre apretó los dientes
mientras una ola de agonía rasgaba su cuerpo.
Ella las encontró, pero la vista de las esposas la hizo temblar, reacia a
tocarlas. Eran de plata, salpicadas de algún tipo de joya, con piedras de sangre tal
vez. Pero la plata sola era suficiente para hacerla explotar en sudor. Para hacer que
se apretara y aflojara las manos mientras se armaba de valor para tocarlas.
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Él gruñó y siseó cuando ella perdió el agarre para conseguir poner la primera
banda alrededor de su muñeca. Él trató de escapar cuando ella fue a ponerle la
segunda, así que ella se movió a sus tobillos y se los aseguró, luego esperó hasta que
él estuviera con mucho dolor, apenas consciente de su presencia mientras ella
aseguraba la última banda.
En la pesadilla que era su vida antes de que ella matara al hijo de Víctor
Hale y escapara, a ella le habían pagado por infligir dolor, había dominado el arte
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Dakotah logró apartarse, con el corazón tronando en su pecho, con el
recuerdo de la capacidad de él de hipnotizar. Había sido consciente de eso antes,
pero ahora podía sentir la intensidad de su mirada mientras se retiraba al cuarto de
baño. Lo había grabado en ella, causando que un instinto primitivo rugiera a la
superficie y la instara a correr. Incluso el lobo bailaba con nerviosismo dentro de
ella, aunque insistía en que se quedara.
Ella dejó caer el paño humedecido y dio un paso hacia la puerta del
dormitorio mientras el aire a su alrededor parecía engrosarse con una amenaza
mortal. Con una amenaza tan real que incluso el lobo quiso huir.
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El Hambre gobernaba sin control, sin oposición, hasta que el calor se
levantó, la remodelación de la barbarie, lo que permitía al hombre y al lobo
emerger y tomar posesión de la cáscara, aunque tanto el hombre como el lobo se
quemaban con las llamas gemelas de calor y hambre.
Él soltó a Dakotah, con sus ojos y fosas nasales dilatadas y estrechas cuando
vio la marca en su cuello, donde la había mordido.
Dakotah fue más allá del miedo. Más allá incluso del shock.
Vampiro.
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La sola palabra rebotó dando vueltas y vueltas en sus pensamientos. Incluso
su olor había cambiado, recordándole al hombre que había reclamado a Sarael,
aunque familiar mezclada con la presencia del lobo con algo frío, extraterrestre que
ahora se identificada como Domino.
El fuego ardía en las venas de Dakotah. Necesidad, a pesar del hecho de que
él casi la había matado.
No por Domino.
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El lobo no permitiría eso, y Dakotah no se mentiría a sí misma.
Domino le había ordenado que se fuera cuando ellos estaban en los bosques,
pero ella había vuelto. Había elegido involucrarse a sí misma olvidando toda una
vida de dolorosas lecciones y había pagado un precio por eso. A pesar de que no
podía adivinar cuál sería el costo real todavía.
Cada paso lejos de Domino era un acto de voluntad. Una prueba a resolver.
Hacer que ella misma se empujara hasta que finalmente se detuvo, con sus
pulmones quemándole y con dolor por la carrera.
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Dakotah obligó a sus pensamientos a retroceder. Atacar a Víctor Hale sería
un suicidio. Ella había estado huyendo desde que había sido llevada a la casa de su
hijo.
Había pensado que Anthony no era más que otro pervertido, cuando le
había mostrado el foso, con su sonrisa cruel mientras le decía,
Cuando él la había dejado sola, ella había encontrado las cámaras ocultas y
mucho más, un arma en las agujas al lado de la chimenea.
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El Club de las Excomulgadas
Adelante. Hacia el campamento, aunque se trataba de una lucha evitar darse
la vuelta, volver atrás, ceder a la voz que decía que no había cambio en la verdad de
lo que había sucedido entre Domino y ella. Lo qué había pasado entre sus lobos.
*****
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El Club de las Excomulgadas
Un silbido se le escapó mientras pensaba en ella en la noche, en los hombres
atraídos con la feromona que se beneficiarían de su sangre. Libre para follarlos si
ella quería, mientras su pene ahora podría estar lleno sólo para ella.
¡Diablos!
*****
Hizo una pausa en las sombras, con cuidado recordando a qué otra cosa
olía. O al menos lo que el aroma de Fane le recordaba. Al de Domino. Así como al
hombre que había buscado y reclamado a Sarael.
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El Club de las Excomulgadas
No se sentía atraída por el dolor de los demás y, sin embargo Fane era una
oscuridad que llenaba su alma, recordándole la suya propia.
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El Club de las Excomulgadas
Las manos de Dakotah fueron instintivamente a los bolsillos de su chaqueta,
enroscándose en los mangos de los cuchillos allí. El movimiento hizo que los labios
Fane se retiraran en un destello de dientes que le recordó a Domino.
—Todos nacemos con talentos más allá de los necesarios para sobrevivir—
dijo Fane cuando ella estuvo de pie delante de él, tambaleándose con el
conocimiento de que al igual que Domino, el olor de Fane había cambiado desde la
—Sí.
Dakotah dio un paso atrás, pero fue detenida por la mano de Cable en su
brazo y su expresión simpática, cariñosa.
—Puedo intentarlo.
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El Club de las Excomulgadas
Él se encogió de hombros. Sonrió un poco, desinflando su determinación
antes de que se hubiera formado, y penetrando con sus palabras.
—Él te necesita. Justo ahora ni siquiera puede salir de casa por miedo a lo
que podría hacer antes de encontrarte.
Fane sonrió.
—¿Cómo ahora?
—Ya estoy unido a Fane. Vuelve a la casa con nosotros. Hay cosas que
necesitas saber—Cable le apretó el brazo—No conviertas esto en una pelea. No
ganarás. No puedes. No en contra de lo que Fane y Domino son.
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El Club de las Excomulgadas
pecho, apretándola hasta el punto del dolor y del pánico. Pero lo que realmente le
asustaba era que parte de ella quería volver, y no sólo la parte que era lobo.
Había llegado hasta aquí por pura fuerza de voluntad. Creía que podía hacer
aún más. Podía hacerlo sola.
Y eso era un bálsamo para su orgullo, junto con el conocimiento de que todo
lo que ella y Domino se habían hecho a sí mismos y entre sí, o más exactamente,
cualesquiera que sus lobos habían puesto en marcha, él no había pedido para ella
más de lo que ella tenía.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Cinco
La alegría se precipitó por Domino cuando Dakotah entró en su casa por
propia y libre voluntad. La visión de ella aflojó el nudo de rabia y frustración que
había sido un plomo de peso en su pecho. La imagen de ella envió a su pene a
moverse por atención, con un torrente de sangre que lo dejó mareado, hasta que vio
la sonrisa burlona de Fane.
—¿Qué hay que decir? Aparte, de “El que ríe al último, ríe mejor”.
Dakotah tomó el último escalón y cerró la distancia entre ellos. Sus cuerpos
se tocaron. El alivio lo empapó, incluso sin la sensación de piel contra piel. Y
todavía no fue suficiente para Domino. La tomó en sus brazos, cubriendo sus labios
con los suyos, metió la lengua contra la de ella.
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El Club de las Excomulgadas
dormitorio y follarla como debería haber hecho antes en vez de haberla hecho
alejarse. Concebido para tomarla como su novia y ver la verdad en sus ojos.
Pero tan pronto como lo pensó, ella se puso rígida y trató de alejarse, y en el
proceso agitó su necesidad de dominar, de reclamar. De ser lo que estaba diseñado
a ser.
Él aún veía líneas elegantes y un cuerpo que lo hacían desear cubrirlo con el
suyo. De correr como lobo y hacerle el amor como hombre. Pero ahora también
veía su fuerza de voluntad y encontró un valor que podía admirar. No había miedo
en ella a pesar del hecho de que casi la había matado.
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El Club de las Excomulgadas
Esta vez fue Fane quien silbó, mostrando sus colmillos.
Dakotah era muy consciente del hombre que caminaba detrás de ella.
Sin tocarla, la lujuria estaba allí. La necesidad. No sólo del lobo, sino el
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El Club de las Excomulgadas
Había hombres que se habían visto obligado a servir a quienes requerían
asfixia erótica, hombres dispuestos a patinar en el borde de la muerte por su placer
sexual. Ella los había odiado, odiaba que la hubieran obligado a hacerlo para ellos.
Ellos se habían revelado. Ellos se habían revelado a ella.
Dakotah respondió a la vista de eso, con sus labios hinchándose, con sus
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El Club de las Excomulgadas
—He visto espectáculos como ese antes—dijo ella. He estado en ellos. Y, sin
embargo, incluso mientras decía las palabras, las pensaba, ella sabía que no eran del
todo ciertas. Si hubiera sido sólo sexo, se habría alejado ahora. Pero era algo más
que sexo, más allá del placer. El amor que ella vio en sus rostros era una seducción
a los sentidos, un tormento para el corazón.
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El Club de las Excomulgadas
Su mano acarició encima de su estómago. Jugando a lo largo de la cintura
de sus pantalones. Y empujó su erección, aterrizando contra ella, necesitando más
a medida que Cable despojaba a Kiziah de su falda y bragas y apretaba su cara en
su vagina. Kiziah gritó de placer raspando a Dakotah con afiladas garras de
necesidad.
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El Club de las Excomulgadas
Ahora él lo veía como una puerta. Y la necesidad de pasar por ella era
abrumadora. Ella ya era todo para él.
Ella era músculo y piel morena, delgada y femenina. Sus líneas eran como
las del lobo y era hermosa para él. Excitante.
Frente a ellos Cable se peleaba por quitarse sus pantalones vaqueros, con la
luz de las llamas bailando en su carne. Tenía la necesidad escrita en su rostro
mientras tomaba su pene en su mano, con la punta brillando con excitación.
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El Club de las Excomulgadas
de placer mientras su pene se deslizaba en casa. Y luego Fane se unió a ellos,
forzando la puerta de atrás de Kiziah, con los tres quedándose quietos, como si
estuvieran saboreando el instante como cuando se habían unido por primera vez,
como si estuvieran tan estrechamente vinculados entre sí, siendo una sola persona.
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El Club de las Excomulgadas
—¿Quieres que te tome ahora?—le preguntó, con su pene lleno, pulsante,
escapando a medida que tanto Fane como Cable comenzaban a moverse dentro y
fuera del cuerpo de su novia.
Dakotah nunca había deseado tanto algo. Nunca había pensado todo lo
sexual se podía sentir el tocar las partes más profundas de ella, en permitirle llegar a
ella. Pero al ver a Fane y a Cable y a Kiziah, estar con Domino...
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El Club de las Excomulgadas
Y Dakotah los miró, sumergiéndose en la emoción cruda y en la pasión al
respirar el almizcle pesado de la excitación, consumiéndola. Deseándolo por sí
misma. Y Domino.
Ella apartó la mirada, inclinando la cabeza para que sus ojos oscuros se
reunieran con los de obsidiana, con desafío, con demanda, y él respondió a su
llamada, gruñendo con la necesidad de que sus golpes se hicieran más agresivos,
mientras el conocimiento de lo que los otros hacían desvaneciéndose hasta que lo
único que importó fue encontrar la liberación y el placer en sí.
Domino la llevó al piso con su pene todavía incrustado en ella, con el lobo
exigiendo un contacto más cercano, una cobertura real de su compañero. El lobo de
Dakotah deseaba lo mismo, por lo que rápidamente se puso de manos y rodillas,
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El Club de las Excomulgadas
Golpeando en ella con cada embestida. ¡Mía! ¡Mía! ¡Mía! La presencia y la
fiereza de sus palabras eran tan abrumadoras como la fiebre del orgasmo que la
había tomado, dejándola mareada, agitada, tratando de dar marcha atrás, de
retirarse a lugares más seguros.
Domino no se lo permitió.
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El Club de las Excomulgadas
Ella agarró su pezón entre los dientes, tirando mientras le hacía lo que él le
había hecho antes, jugando con su lengua mientras sus dedos se abrían y se
cerraban en el pelo.
Ella era una adicción embriagadora para Domino. El resultado final se tensó
dentro de él. Con cada toma alimentando el calor y borrando el recuerdo de los que
habían llegado antes que ella. Atándolo con más fuerza a Dakotah hasta que su
realidad se centró en ella. En lo que ella se convertiría para él. En su kadine. En su
compañera. En la madre de sus hijos. Y él se regocijó en su presencia con su vida.
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El Club de las Excomulgadas
necesidades igualaron las de ella. Sólo entonces se tragó su liberación sacudiéndose
lejos, cuando la tentación de tomar su sangre se hizo demasiado grande y con un
gruñido él mismo se apalancó sobre ella, con sus ojos capturándola y sosteniendo
los suyos mientras él la traspasaba con su pene, follándola en el agua caliente
lloviendo sobre ellos.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Seis
Dakotah despertó con Domino apretado contra su espalda, con su brazo
cubriendo su lado, seguro de que ella se quedaría.
O tal vez ella era la que se había despertado presionada fuertemente contra
su pecho, acurrucada como si necesitara el calor y la intimidad de Domino.
Era de día ya. Ella podía sentirlo a pesar de que grandes cortinas cubrían las
ventanas.
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El Club de las Excomulgadas
Tenía tantas preguntas. Preguntas que necesitaban respuestas.
Había tanta sangre en sus manos. Pero nada de eso había revestido su
conciencia.
Había tenido que ver tantas cosas con el fin de sobrevivir. Opciones que la
habían forzado y con las que podría vivir, enterrándolas en la oscuridad del pasado
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El Club de las Excomulgadas
Mierda. No había habido espacio en su vida para la timidez o la sensibilidad
cuando se trataba de sexo. No había habido lugar para la vergüenza a menos que
hubiera querido ser destruida.
—No hay nada de qué avergonzarse. Por lo menos lo que tú tienes con ellos
es real. La mayor parte de lo que he visto y hecho no lo es.
—Tú eres de Domino... Serás su kadine. Creo que no hay nada más real que
eso.
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El Club de las Excomulgadas
Se movieron a la mesa de la cocina. Dakotah dijo:
—Fane es sólo Fane. Cable me dijo que hay ciertas líneas de vampiros y que
tienen otras formas de dhampirs. O naces con la capacidad o no.
Dakotah recordó las palabras de Fane. Recordó el tirón que habían dado sus
cuchillos. Ella ya había adivinado cuál era la habilidad especial de Domino, pero
quería oírlo para confirmarlo.
Kiziah se estremeció.
—Oh, sí.
—La primera vez que lo encontré. Luego una segunda vez, la noche que
conocí a Fane.
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El Club de las Excomulgadas
lo que había podido acerca de lo sobrenatural, a pesar de no creerlo en su mayor
parte.
—Pueden serlo. Pero sobre todo son soldados de carrera entre los vampiros
hasta que pasan por la Transformación y se convierten en vampiros. Fane y
Domino fueron dhampirs. Cable era… es… bien, no estoy segura de cuál es su
estado ahora. Antes de que Fane lo hiciera su compañero, Cable era un padrall, un
miembro de una orden que ha servido a los vampiros desde el principio. Él nació en
ella—Kiziah tomó un sorbo de café.—Creo que no es de extrañar si los vampiros,
los dhampirs y padralls existen, también hay sociedades secretas como la de los
Creyentes que tratan de matarlos, o a cualquier persona asociada con ellos—Ella se
Dakota asintió y se acordó de los otros hombres que había visto merodeando
por la feria, no sólo en Ashberg sino en la ciudad anterior, Kenton, los hombres
habían tenido el mismo tatuaje.
—Fane dice que los Creyentes en Estados Unidos están a favor de los
tatuajes de cruces—Kiziah sonrió tentativamente.—No tienes que preocuparte por
ellos, al menos por un tiempo. Se supone que son los últimos en la zona.
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El Club de las Excomulgadas
Dakotah se encogió de hombros. El último de los Creyentes tal vez. Pero
ella tenía la sensación de que el lugar pronto sería invadido por hombres lobo.
—Hombres Lobo.
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El Club de las Excomulgadas
—Fane y Cable anduvieron por la feria por un tiempo—dijo Dakotah.—Me
sorprendí al verlos con una mujer.
—Yo fui una sorpresa para ellos también. Especialmente para Fane—Ella
reunió sus ojos con los de Dakotah.—¿Madame Helki alguna vez te dio una
lectura?
—¿Te predijo a Domino? Creo que vio a Cable y a Fane en mis cartas. Y la
lectura que le hizo a Cable lo llevó a mí.
—Sí.
—Bien, buena suerte con él. Me alegro de haber tenido a Cable para
ayudarme con Fane. Si aún no lo has adivinado, los vampiros están programados
para... controlar a sus mujeres. Y no ayuda que puedan leer sus pensamientos, que
puedan ir por sus recuerdos y congelarte en tu lugar con una orden—Kiziah se rió,
llenándose de color, antes de añadir—Pero, hay compensaciones.
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El Club de las Excomulgadas
Dakotah alcanzó su taza de café mientras trataba de calmar el derroche de
emoción y su pensamiento girando en su interior. Su intestino se movió con la idea
de Domino -o de cualquiera- viendo sus recuerdos, viendo las cosas que había
tenido que hacer para sobrevivir.
—No es seguro hacer eso. Está sexualmente unido a ti. Y atraerás una gran
cantidad de atención no deseada hasta que hayas hecho el segundo intercambio y
puedas controlar tus feromonas. Incluso entonces se puede salir de las manos. Al
menos con el tercero se vuelve más natural, por lo que no tienes que pensar en
ello.—Kiziah suspiró.—No es que yo nunca haya ido a ningún lado sola—Se
levantó y recogió sus platos, llevándolos a la pileta.
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El Club de las Excomulgadas
Dakotah hizo lo mismo, pensando en lo que había aprendido, enojada con
ella por sentir... un hueco por dentro ante la perspectiva de Domino deseándola
sólo porque se había unido sexualmente a sí mismo a ella. Él no lo había deseado,
ella no se mentiría al respecto. Él no la conocía. A pesar de que lo haría, estaba
muy bien que pudiera ver sus recuerdos. ¿Y luego qué?
Ella suponía que no había tal cosa como una solución amistosa de divorcio
de un vampiro.
Ella tomó su mochila y se retrasó el tiempo suficiente para tomar las llaves
del coche. El lobo aulló en señal de protesta mientras conducía alejándose, los
primeros indicios de Domino la presionaron, pidiéndole que regresara.
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El Club de las Excomulgadas
Durante mucho tiempo se quedó sentada en el coche de Domino, rodeada
por su olor. Tomando consuelo aunque lo veía como una debilidad en sí misma,
una debilidad con la que no tenía energía para luchar.
Y no le importaba.
Ellos sólo le habían dado una posibilidad, una vez le había contado a Sarael.
Puedes cambiar esa verdad. Y ella había creído sus propias palabras. Haciendo
Caminó. No muy lejos. Sólo lo suficiente como para tomar una decisión.
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El Club de las Excomulgadas
Tanto Cable como Kiziah le habían dicho que estaría peleando con hombres
a dondequiera que fuera. No tenía ninguna razón para dudar y todas las razones
para creer en ellos. Su sangre le quemó, su cuerpo se sentía diferente, era diferente.
Y sin embargo, tenía que haber una manera de darle vuelta a su favor, igual que
había hecho con el lobo. Utilizar lo que había conseguido de Domino para
ayudarla a sobrevivir. Para ayudarle a hacer algo más que sobrevivir.
Por primera vez desde que había aprendido que Víctor Hale había decidido a
hacerla pagar por haber matado a su hijo, Dakotah creía que podría hacer algo más
que correr y esconderse, hacer más que luchar hasta la muerte al verse acorralada.
Si podía hacerse con el control de las feromonas, utilizar el señuelo de los vampiros
para conseguir eludir a los hombres que Víctor le había puesto para vigilarla,
entonces podría terminar con eso de una vez por todas.
De cualquier manera, ella podría dejar de huir, por lo menos de Victor Hale.
Domino era una historia diferente. Quizá había podido ordenarle irse una
vez y le podría permitir irse por segunda vez, sin darse cuenta de que la estaba
dejando escapar esta vez, pero dudaba que le permitiera alejarse de él.
Sus lobos podrían reclamar que se acoplaran. Domino podía haber llegado a
aceptarlo, pero ahora eso estaba operando a un nivel físico, haciendo lo que la
naturaleza los había programado para hacer. Ella deseaba que fuera más que eso. Y
por un instante, deseó que eso se doblara alrededor de su pecho, que la envolviera
en la esperanza, igual que lo había hecho cuando Helki le había leído las cartas.
Pero igual que entonces, ella lo desechó.
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El Club de las Excomulgadas
Dakotah se metió en el coche, haciendo una mueca ante la idea de encontrar
a Helki. Sin embargo, la feria era el lugar más seguro al que podría ir, al menos
para lo que tenía en mente. No podía ganar control sobre las feromonas entrando a
un bar. La situación sería demasiado impredecible, demasiado peligrosa. No era
que fuera divertido combatir a los feriantes que había llegado a pensar como
amigos. Pero pensaba que podía dominarlos sin tener que matarlos. Y aunque la
posibilidad de pedirle a Helki ayuda hacía que Dakotah rechinara los dientes, lo
haría si tenía que hacerlo.
Dakotah se bajó del coche y miró a su alrededor el vacío campo lleno de luz
de luna, donde sólo un día antes la feria había estado establecida.
*****
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El Club de las Excomulgadas
Fane sonrió.
Fane gruñó, besando tanto a Cable como a Kiziah, después brilló fuera de la
vista.
Kiziah suspiró.
Domino negó.
—No hiciste nada malo. No dijiste nada malo. Estoy muy agradecido
contigo por decirle lo que le dijiste. Y por averiguar algo acerca de sus enemigos.
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El Club de las Excomulgadas
—Puedo hacer consultas. Ella tiene tu marca en el cuello. Los Weres no
queremos una guerra con los vampiros. Puedo correr la voz de que ella te
pertenece.
—Entonces, tal vez sea mejor que comas para no necesitar una correa
cuando salgamos en público contigo.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Siete
Domino siguió el rastro hasta el borde de los bosques, con la rabia
quemando a cada paso. Se detuvo justo en el interior de la línea de árboles, se
agachó, respiró hondo. El Were que había esperado allí era un hombre muerto.
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El Club de las Excomulgadas
Un cazador solitario había estado esperando en el bosque. Se había activado
cuando Dakotah llegado.
*****
Las náuseas le dieron la vuelta y ella cerró los ojos. Contuvo la respiración.
Se esforzó por no vomitar. No les avisaría que estaba despertando.
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El Club de las Excomulgadas
Fuerte. Aunque no lo suficientemente fuerte como para escapar de la cinta
adhesiva que sujetaba sus muñecas detrás de ella, después unida de nuevo por los
tobillos que habían sido atados de manera similar, con sus rodillas dobladas, para
que los tobillos y las muñecas se reunieran en el centro de su espalda.
—Los vampiros.
—Te invitó. Tú participarás. O bien te reúnes con ella. Hay chicos que son
lo suficientemente calientes como para follar cuando cambian. Tú lo harás si no
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El Club de las Excomulgadas
pueden conseguir que ella cambie. Espero que Víctor me invite. Será una
luchadora. Tiene que serlo para haber tomado a Anthony. Él pasó la mayor parte
de su tiempo pensando con su pene, pero no era un peso ligero cuando se trataba de
romper huesos y rasgar piel.
Con sus labios y dientes atormentando el nudo hinchado hasta que ella
estuvo tratando de follarlo con ella, empujándose a sí misma hacia abajo en su
garganta, mientras la excitación se filtraba de su raja y revestía el interior de sus
muslos.
Ahora que sabía cómo era, quería que la mordiera allí. Para llevarla a las
alturas del éxtasis que nunca experimentaría en otros lugares. Quería...
El miedo se instaló con el aire frío. No el suyo, sino el del hombre más débil.
Y sin embargo, había excitación donde no la había habido antes.
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El Club de las Excomulgadas
—No la podemos montar al lado de la carretera.
Ella dejó que la llevaran a los bosques. Les dejaría pensar que no era
plenamente consciente de lo que estaban haciendo. Pero con cada paso, podía
sentir algo de la bruma de la lujuria loca bajo el peso de llevarla y el aire fresco.
Vio cómo sus ojos se ponían más vidriosos, mientras la ciega lujuria lo
consumía.
Ella había pensado esperar, sospechando que liberarían sus tobillos antes de
tratar de violarla. Se había preguntado si podría cautivar a los hombres y luego
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El Club de las Excomulgadas
mandarlos con su voz, suponiendo que era parte del arsenal de un vampiro. Pero el
lobo era de soluciones simples. Eficiente. Brutal.
Ella nunca había cambiado en parte, nunca había creído que podría o tenido
la tentación de probarlo. Pero sentía la determinación del lobo. Su voluntad. Nadie
más que su compañero podría reclamar el cuerpo en el que vivía.
Dakotah se lamió los labios, vio que el rostro del hombre se ponía holgado.
Mientras su lengua duplicaba su movimiento, mojando la suya propia. El hedor de
Dejándola en paz. Todavía atada. Pero sola. La vista del ataque y la sangre
había librado al hombre temeroso de su lujuria y lo había enviado a correr.
Dakotah se escurrió desde debajo del muerto y se volvió de lado para aliviar
la presión sobre sus hombros.
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El Club de las Excomulgadas
Durante un breve instante contempló su cambio. Pero el cuerpo del lobo no
era lo suficientemente flexible como para soportar la posición en la que estaba
atada, y el dolor sería insoportable a menos que la cinta cediera con la lucha del
lobo. En su lugar ella se retorció y retorció, moviéndose a lo largo del cuerpo junto
a ella y sonrió con placer salvaje cuando exploró su chaqueta, con su nariz y mejilla
y vio la silueta de un cuchillo. Usando los dientes para trabajar hacia arriba hasta
que cayó al suelo empapado en sangre.
Una salvaje victoria la llenó con la vista del mango negro del cuchillo. Con
la vista de uno de sus cuchillos.
Pero lo consiguió.
Antes de llamar a Cable, sabiendo que mientras lo hacía sería Domino quien
viniera.
*****
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El Club de las Excomulgadas
Humilló a Domino que ella hubiera llamado. Enviando una mezcla
incómoda e inestable de emociones en cascada por él. El instinto y la herencia
alienígena le exigían que hiciera valer su dominio y la castigara por abandonar la
seguridad de la casa cuando sabía que él no quería que se fuera. Sin embargo, su
corazón le pedía que se detuviera. El hecho era que reconocía los avances que había
hecho con ella. Ella aún no lo necesitaba, no como él la necesitaba, pero ella había
llamado a Cable de todos modos, sabiendo que Cable a su vez, le pasaría la
información a él.
No sabía cómo había sido su vida antes de llegar a la feria, pero las palabras
de su abuela le ofrecían una pista.
Eso y el que Dakotah hubiera buscado refugio en la feria decía mucho. Que
hubiera sobrevivido al último ataque, así como a este, por su propio valor e
inteligencia, le decía más.
*****
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El Club de las Excomulgadas
Ella estaba cubierta de sangre. El claro apestaba a eso. Y sin embargo, no
fue el Hambre lo que lo obligó a cerrar la distancia entre ellos, sino El Calor.
Ella se lamió los labios otra vez, saboreándolo como lo había hecho en otras
ocasiones. Su corazón se expandió en su pecho, con lugares secretos en el interior
derramándose, inundándola con una felicidad con la que no podía tratar.
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El Club de las Excomulgadas
Sus fosas nasales se abrieron un poco, como si él pudiera oler el acero, como
si su retiro lo molestara.
Ella se puso tensa y lo miró a los ojos, sabiendo que era arriesgando y sin
embargo ofreciéndole un reto de todos modos. Él la sorprendió con una sonrisa. Un
destello de sus colmillos mortales.
—¿Crees que quiero una compañera sin mente propia? ¿Sin valor propio?
Él dio un paso hacia adelante, con sus ojos retándola a retirarse mientras él
una vez más cerraba la distancia entre los dos.
—Ahora que tengo una, me parece que estoy consumido con pensamientos
de ella, con la necesidad de saber que está a salvo.—Su voz era baja y ronca y
seductora.—La deseo de una manera que nunca imaginé posible.—Sus ojos
brillaron con diversión.—Ella es la Emperatriz para mi Emperador. Mi mundo, si a
las cartas del tarot se les puede creer.
—Volví cuando me enteré de que estabas siendo buscada por los Creyentes y
encontré que habías dejado la feria. Es una anciana terca. No me dijo a dónde te
habías ido hasta que me dio la lectura.
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El Club de las Excomulgadas
—Podría haberlo hecho. Pero para hacerlo en esa circunstancia, tendría que
haber abusado de su confianza y hubiera sido una gran muestra de falta de
respeto.—Se inclinó, dándole un beso suave y ligero en los labios de Dakotah.—En
otra ocasión, en una situación diferente, no habría vacilado a pesar de mis vínculos
con ella. Mi naturaleza exige... ciertas cosas de mí.
Sus pensamientos fueron a esos momentos en los que había estado apoyada
contra la silla. Cuando ella había visto a Fane y a Cable con Kiziah, cuando había
Sólo en el último año había encontrado que era posible confiar, incluso un
poco, aunque poco había sostenido acerca de sus secretos.
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El Club de las Excomulgadas
Su corazón anhelaba en secreto un hombre para demostrar que todos los
hombres no son como los que habían venido antes que él.
—Dime quién está detrás de los ataques—repitió él—y le haré ver el final.
Él hizo una mueca, dándose cuenta de que debería haber visto la pregunta
venir. Pero no quería negociar con ella. No podía.
E igual que Sarael antes que ella, ella pudo sentir la verdad en ellas.
Una verdad de la que no podía huir. Una verdad de la que no estaba segura
de querer huir.
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El Club de las Excomulgadas
—Víctor Hale. Su Manada se encuentra en Atlantic City—Ella abrió los ojos
y los reunió con Domino.—Maté a su hijo y terminé siendo un hombre lobo en el
proceso.
—¿Y nosotros?
Esta vez Domino se inclinó y cubrió su boca, con sus labios chupando
suavemente los de ella, hasta que de buen grado ella los abrió e invitó a su lengua a
su boca.
—Sí.
Dakotah asintió, admitiendo para sí misma que quería estar con él. Estaba
cansada de huir. Cansada de luchar. Por lo menos por esta noche.
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El Club de las Excomulgadas
—El rastro de tu noviazgo parece estar repleto de cadáveres. ¿Cuántas
noches tendré que pasar disponiendo de ellos en lugar de atender las necesidades de
mi propia kadine?
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Ocho
Los ojos de Fane se abrieron un poco.
—¿Y si es tan tonto como para elegir un desafío? ¿O los que le rodean toman
la opción por él?
Fane asintió.
—¿Y el otro?
—Un pacto de sangre en este caso significa la garantía de que los lobos de
Víctor Hale ya no te cazarán o serán cazados. Es una promesa hecha con la vida de
cada miembro de su Manada junto con cualquiera relacionado a los que están en la
generación antes o después de los nuestros como garantía. Si el compromiso se
rompe, entonces lo llamaremos y exigiremos la retribución exacta.
102
El Club de las Excomulgadas
Fane se encogió de hombros.
—En su mayor parte nos dejamos unos a otros solos, pero cuando sus
asuntos interfieren con los nuestros, somos los maestros. Estamos vivos mucho
después de que se conviertan en polvo y cenizas debajo de nuestros pies. A través
de los siglos han aprendido a vigilarse por su cuenta o nosotros lo haremos por
ellos.
Su vida podría fácilmente ser tanto una pesadilla como un cuento de hadas.
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El Club de las Excomulgadas
—Nos detendremos en la casa aquí en Ashberg para que Dakotah puede
limpiarse. ¿Cable y Kiziah estarán allí?
Fane sonrió.
*****
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El Club de las Excomulgadas
posible—Él se estiró y le tomó la cara, acariciando su boca con su dedo pulgar.—
Sólo la toma de una pareja nos libera de la necesidad de utilizar las hierbas. El
intercambio y la mezcla de la sangre nos cambian para que el Hambre sea
completamente saciada cuando nos alimentamos de nuestra elegida.
Dakotah volvió la cara para que sus labios se frotaran contra su palma. Su
lengua salió como una flecha, degustándolo.
Sus fosas nasales se movieron un poco y algo primitivo pasó a través de sus
ojos.
—Lo estoy.
—Sin embargo—Él movió su mano a su pelo, con sus dedos tomando los
oscuros filamentos, atrapándola mientras se inclinaba y se detenía cuando sus
labios se cernieron sobre ella.—No hay escapatoria, Dakotah, sólo la elección en
cuanto a cuándo haremos el segundo y tercer intercambio.
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El Club de las Excomulgadas
Por su propia voluntad sus manos fueron a la parte delantera de su camisa,
arrastrada por el centro de ella, liberando los botones de una vez, sin detenerse
hasta que había abierto el único botón en la cintura de sus vaqueros.
Era emocionante jugar con él, peligroso. Como molestar a un lobo. Pero ella
nunca tuvo miedo de los lobos.
106
El Club de las Excomulgadas
Ella se puso de pie y se desnudó. Valientemente encontrándose con la
mirada de Domino.
Sus pechos estaban hinchados y sus pezones apretados mientras sus ojos
recorrían su cuerpo. Sus fosas nasales se dilataron y sus labios se separaron.
Ella abrió las piernas cuando él llegó al vello púbico oscuro, dejándole ver
los labios enrojecidos, su vagina hinchada y la humedad reunida allí. Una
excitación húmeda y silenciosa.
Cuando él cayó de rodillas, hundió sus dedos en su pelo y ella pasó su muslo
por encima del hombro. Ella casi aulló de placer cuando la lengua de él fue a su
raja, dándole mordidas hambrientas y lamidas y chupadas haciéndose eco de las
El Calor rugió por Domino. El sabor de su excitación era casi tan adictivo
como el de su sangre.
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El Club de las Excomulgadas
Él quería que fuera su elección. Necesitaba que fuera su elección. Las
palabras que le había dicho en el bosque habían salido de su corazón. Él quería una
compañera con mente propia. Con el valor de ella misma.
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Todos sus instintos le exigieron abrirse una vena y obligarse a beber, a hacer
el segundo intercambio cuando estaba demasiado débil y aturdida como para
luchar contra su elección. Domino se levantó en su lugar, haciendo una pausa para
asegurarse de que ella no estuviera en peligro de morir antes de recuperar una
colcha cosida a mano del sofá.
*****
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El Club de las Excomulgadas
—Bebe—dijo Domino, presionando la copa adornada con su mano, con su
calor filtrándose en su palma mientras el olor del vino caliente mezclado con algún
tipo de hierba flotaba hacia arriba.
Cuando terminó le dio de regreso la pesada taza a él, viendo por primera vez
que estaba desnuda debajo de las sábanas y apoyada contra un montículo de
almohadas en una cama hecha para el placer carnal.
Ella se estremeció cuando vio las esposas colgando del poste a los pies de la
cama. Domino se echó a reír, dejando la copa en la mesilla de noche antes de rodar
a su lado, con su pene como una presencia dura y caliente contra su muslo y
—Para las kadines que necesitan ser disciplinadas—dijo él, extendiendo los
dedos sobre su vientre y con su vagina apretándose y brillando en reacción.
—Sí.
Pero mientras había viajado con la feria, compartido una casa de ruedas con
Sarael, poco a poco se había convertido en una humana de nuevo. Encontrado que
no tenía que doler para cuidar de alguien.
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El Club de las Excomulgadas
La mirada de Dakotah fue a las esposas colgando del poste y frunció el ceño.
Domino se rió de nuevo, inclinándose de manera que su rostro bloqueó su vista.
—No hay nada que no puedas saber acerca de mí—susurró él, con su
mirada encontrándose con la de ella.—Lo bueno y lo malo.
Dakotah cerró los ojos, tratando de cerrar su mente y su corazón, pero fue
inútil. Ella había llegado tan lejos. Ella había empujado los límites de su confianza
más allá de lo que hubiera creído posible.
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El Club de las Excomulgadas
—He estado con muchos hombres—dijo ella, odiando la crudeza de su
voz.—No por elección, pero no importa. Verás todo lo que he hecho.
Sus fosas nasales se dilataron. La ira rugió por él. Parpadeando en rojo en
sus ojos y lo que la hizo estremecerse y tratar de alejarse.
El shock onduló a través de ella, abrazándola tan inmóvil mientras sus ojos
—¿Cómo?—Preguntó ella, y esta vez su voz sonó dura, frágil, incluso a sus
propios oídos.
—¿No terminarías siendo cazado por los vampiros y los dhampirs por hacer
eso?
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El Club de las Excomulgadas
aquellos que te han herido o usado a ti? ¿Que sea mi regalo para ti al convertirte en
mi kadine?
Ella se lamió los labios y sus ojos se oscurecieron, el deseo se movió por
ellos. Ella sabía que él hablaba en serio. Su oferta era genuina. Su intención era
liberarla de los demonios de su pasado, no de esclavizarla.
—Ya has demostrado lo útil que eres con una cuchilla. Elige un lugar y
toma lo que tengo para ofrecerte.
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El Club de las Excomulgadas
Dakotah tomó el cuchillo y se inclinó, levantándose en un codo, con su raja
mojada haciendo fricción y deslizándose contra su pene, con su pezón alineado al
suyo, dos puntos apretados uno frente al otro.
—¿Y que te engañe con el placer que pronto conseguirás sólo de mí?
Sus ojos eran piedra fundida, la tentación estaba oscura en una cara que
podría pasarse la vida mirando. Él siseó cuando ella lo cortó. Después, él echó atrás
la cabeza con un gemido cuando su boca lo cubrió, tanto la herida como el pezón.
Él casi se corrió cuando ella pasó sus dedos por su pene, cuando lo guió a su
entrada y se empaló a sí misma en él.
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El Club de las Excomulgadas
Sólo entonces cediendo a los instintos ancestrales. Convirtiéndose en lo que
sus planas células le exigía. Lo que el calor corriendo a través de los dos exigía, con
su cuerpo tomándola una y otra vez, llevándola a una danza de placer, de
necesidad y de liberación, hasta que se quedaron débiles, saciados, listos para
recibir El sueño de los primeros rayos del sol llevando la oscuridad.
Había una paz más allá de lo que Domino había conocido. La felicidad no
podía encontrar las palabras para eso. Roto sólo por el sonido de su timbre del
celular, con su exigencia silenciada por los pantalones vaqueros. El sonido de las
sacudidas que le daba calor a los brazos y al cuerpo Dakotah.
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El Club de las Excomulgadas
Epílogo
Palazzo dei Venti Oscuri. Palacio de los Vientos Oscuros.
Donde ella una vez había estado sola, ahora su vida estaba llena. No sólo
con él, sino con su familia. Con Cable y Fane y Kiziah, que estaban esperándolos
arriba, en la casa de Mateo, junto con Sarael y al único hombre que Dakotah podía
recordar vagamente.
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El Club de las Excomulgadas
—Yo estuve allí esa noche—dijo Domino y ella vio al instante su recuerdo.
Sintiendo el alivio que había experimentado al conocer a Matteo quien ya estaba
unido a Sarael sexualmente.
Dakotah sonrió contra su piel, con la satisfacción femenina rugiendo por ella
por la forma en que él estaba tenso, con su aliento saliendo más rápido, con su
deseo de fusionarse con el suyo, con su calor quemándose caliente y brillante, en
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El Club de las Excomulgadas
Domino la tomó en su regazo mientras las pesadas puertas de Matteo se
abrían, con el corazón dolorido por todo el dolor que ella había sufrido durante su
vida.
Una vez no pudo haber imaginado encontrar a una mujer cuya mente le
interesara tanto como su cuerpo, cuya fuerza y valor pudiera admirar, no sólo una
noche, sino por los siglos que se le avecinaban. Pero ahora no podía imaginar la
vida sin ella.
—Tú eres mi mundo, Dakotah. Todo lo que pudiera desear no sólo en una
kadine sino en una compañera.
—Si me seguís, los llevaré a donde Matteo y los demás los están esperando.
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—¿Has sido reducido a siervo?—Preguntó Domino y Dakotah frunció el
ceño ante la punción hacia el hermano de Cable.
—No lo creo. A pesar de ser el siervo de Matteo sería preferible a lo que les
espera.
Así que no tienes que preocuparte por ver mientras complace a su kadine o hace que
Sarael te vea en la misma situación. Es demasiado anticuado para eso.
Ella vio a Fane y a Kiziah, de pie con Cable y dos hombres que sólo podían
ser Deacon y Priest. Pero luego encontró a Sarael. Sonriente. Corrió hacia ella.
Matteo siguió su estela.
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Hubo un titubeo por parte de Sarael cuando llegó a Dakotah, una pequeña
barrera que pertenecía al pasado, y Dakotah dispuso de ella tirando de Sarael para
un abrazo. La necesidad de mantener a los demás por separado ya no era necesario
para su supervivencia.
Fin
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Serie Carnival Tarot
01 - La Lectura De Sarael
El Colgado
La Torre
La Luna
02 - La Lectura De Kiziah
La Suma Sacerdotisa.
El Ermitaño.
La Rueda de la Fortuna.
Cable Luske había sabido desde el principio que el amor de Fane le presentaría desafíos, pero si los
padres y el hermano de Fane hubieran estado vivos, la posibilidad de un futuro juntos habría
existido. Con su muerte y la transformación de Fane llegando a su conclusión Fane necesita a una
kadine. En la desesperación Cable acude a la lectura del tarot y encuentra a dos amantes... y a
Kiziah...
Y una manera en que Fane pueda reclamar tanto a su kadine y como a un compañero masculino.
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03 - La Lectura De Dakotah
Tres cartas.
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Jory Strong - La lectura de Dakotah - Serie Carnival Tarot III
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