Вы находитесь на странице: 1из 4

Necesito cambiar

Cita Bíblica: Salmo 119:30 & 51:7-15

Sobre la ocasión cf. 2Sa_11:12. El Salmo ilustra el verdadero arrepentimiento,


en el que se comprenden la compunción, el dolor, la pena, la aflicción confesión,
tristeza, tribulación, súplica de misericordia, y la resolución de enmendarse, de
corregir de enderezarse, acompañado con una viva fe.
1-4. Una petición de misericordia es una confesión de culpa. borra—como de
un registro. rebeliones—(2Sa_19:13; 2Sa_32:1.) lávame—La pureza tanto como
el perdón es deseada por el verdadero penitente.

5, 6. Su culpabilidad es agravada por su esencial pecaminosidad natural, la


que es tan contraria a la pureza interior que Dios requiere, como lo son los
pecados externos a las leyes de la buena conducta.

Título: cuando…Betsabé…Natán. Véase 2 S 11:1-12:10. La ley demandaba


sentencia de muerte por los dos pecados de David: el adulterio con Betsabé (Dt
22:22) y el asesinato de su esposo Urías (Nm 35:20, 21). David no podía restaurar
la pureza a Betsabé ni la vida a Urías; pero fue perdonado porque la gracia de
Dios es mayor que el pecado humano. Distinto a otros reyes que trataron de matar
a los profetas que los confrontaron con su pecado (cp. 1 R 13:4; 19:2; Jer 26:11),
David reconoció la verdad de las palabras del profeta Natán y públicamente
reconoció su pecado.

Purifícame con hisopo, con la sangre de Cristo aplicada a mi alma mediante una
fe viva, como el agua de la purificación se rociaba con un manojo de hisopo. La
sangre de Cristo es llamada la sangre rociada, Hebreos 12: 24. Si esta sangre de
Cristo, que limpia de todo pecado, nos limpia de nuestro pecado, entonces
estaremos verdaderamente limpios, Hebreos 10: 2. Él no pide ser consolado hasta
no ser limpiado primeramente; si, el pecado, la raíz amarga de la tristeza, es
quitado, puede orar con fe. Dile al Señor: Permíteme tener una paz bien
fundamentada, creada por ti, para que se regocijen y se consuelen los huesos
quebrantados por la convicción de pecado. Esconde tu rostro de mis pecados; borra
de tu libro todas mis iniquidades; bórralas como la nube se borra y la disipan los
rayos del sol.

El creyente desea su renovación para santidad tanto como el gozo de su salvación.


David ve, ahora más que nunca, qué corazón inmundo tiene, y lo lamenta con
pesar; pero entiende que no está en su poder enmendarlo y, por tanto, le ruega al
Dios de la creación de un corazón limpio en él. Cuando el pecador siente que este
cambio es necesario, y lee la promesa de Dios en ese sentido, empieza a pedirlo.
Sabía que había entristecido al Espíritu Santo con su pecado y lo había
provocado a alejarse. Esto es lo que él teme más que nada.

Pide que le sean restauradas las consolaciones divinas. Cuando nos damos motivo
para dudar de nuestro interés en la salvación, ¿cómo podemos esperar el gozo de
ella? Esto lo había debilitado; él ora: Estoy pronto a caer ya sea en pecado o en la
desesperación, por tanto, sostenme con tu Espíritu. Tu Espíritu es un Espíritu
libre, en sí mismo un Agente libre que obra con libertad. Y mientras más contentos
estemos en nuestro deber, más constantes seremos en eso. ¿Qué es esto sino la
libertad con que Cristo hace libre a su pueblo, en contraste con el yugo de la
esclavitud? Gálatas 5:1. Es el Espíritu de adopción que habla al corazón.
A quienes tienen a Dios como el Dios de la salvación, Él los librará de la culpa;
porque la salvación de la cual, Él es Dios, es la salvación del pecado. Por lo tanto,
debemos pedirle: Señor, tú eres el Dios de mi salvación, por tanto, líbrame del
dominio del pecado. Y cuando se abren los labios, ¿qué deben decir sino alabanzas
a Dios por Su misericordia perdonadora?

Esa sensación de querer cambiar y no poder. Ese momento de quebrantamiento


al reconocer tu actual estado y querer con todas tus fuerzas hacer algo por volver
a tener aquella sensibilidad ante la presencia de Dios, pero por alguna razón se
ha ido.
Y es que si examinas detenidamente tu vida podrás darte cuenta que poco a poco
fuiste dejando la comunión con Dios. En un principio dejaste de leer la Biblia, luego
el orar te resulto aburrido y poco a poco remplazaste ese hábito por cualquier otra
cosa. Fue así como sin darte cuenta fuiste dejando a un lado tu comunión con Dios,
aquello que antes te parecía incorrecto, ahora ya no lo era tanto, comenzaste a
practicar malos hábitos que calificaste como inofensivos, pero que a la largo fueron
dañinos para tu vida espiritual.
Hoy quizá te encuentras en un punto en donde simplemente te das cuenta
que NECESITAS CAMBIAR.

Reflexionas sobre tu vida y te das cuenta que ya no eres el mismo, aquella persona
que se deleitaba adorando a Dios desapareció, aquella persona que vivía para
servir a Dios ya no lo hace más, aquella persona que se quebrantaba fácilmente se
ha vuelvo una total piedra, ahora todo lo espiritual parece exagerado y aquella
humildad que te caracterizo en un inicio y por la cual avanzaste mucho ha
desaparecido.
Tú sabes que no eres el mismo, sabes muy bien que necesitas cambiar, pero en
ocasiones lo has intentado y no has obtenido resultados. Sientes que jamás
volverás a ser el mismo, sientes que llegar al “nivel” que un día estuviste es
imposible y te has acomodado a una vida para la cual no fuiste llamado, pues tú
formas parte importantes en los planes de Dios y no para vivir de la forma en la
que has estado viviendo.

¿Qué pasa contigo?, ¿Hasta cuándo continuaras viviendo de la forma que lo estás
haciendo?, ¿No te das cuenta que no fuiste llamado para eso?, ¿No te das cuenta
que tu lugar no es ese?, es hora de despertar, es hora de comenzar con hechos a
tratar de cambiar.
El cambio no es de un momento hacia otro, es el fruto del esfuerzo, la
determinación, la voluntad, pero sobre todo es fruto de la comunión que tienes
que entablar con Dios. Solo manteniendo una verdadera comunión con Dios
puedes ver los resultados que quieres ver.

Comienza desde hoy dedicando unos minutos para leer la Biblia y orar a Dios. No
lo hagas cómo compromiso, ni mucho menos por obligación, hazlo porque
simplemente eso siempre te hizo feliz, hazlo porque tú sabes que lo necesitas,
porque tu alma tiene sed de Dios, porque tu espíritu anhela la presencia de Dios.
Comienza hoy y repítelo mañana y el día después de mañana y todos los días,
pero cuando lo hagas disfrútalo, hazlo alegremente y entonces comenzaras a ver
cómo todo a tu alrededor va ir cambiando, cómo tu visión va irse transformando y
cómo tu espíritu comenzara renovarse. Estoy seguro que si tienes la determinación
y la voluntad para repetir ese tiempo con Dios cada día veras frutos maravillosos
en tu vida.
Hoy quiero invitarte a que hagas una oración conmigo. Repite está oración y
mientras la dices siéntela como tuya, que las palabras que de tu boca salgan
sean las más sinceras que hayas dicho en mucho tiempo, dilas con tu
entendimiento, pero sobre todo con toda honestidad, humildad y sinceridad:

“Padre que estás en los cielos, gracias te doy por todo lo que haces en mi vida,
reconozco que tú eres quien me cuida y me protege, quien me sustenta y me
fortalece. Gracias por tu amor y misericordia, gracias por todo lo que haces en mi
vida. Señor, reconozco que necesito de ti, reconozco que no soy el mismo,
reconozco que he dejado de sentir aquella pasión por ti que me caracterizaba, hoy
me doy cuenta que me he alejado de tu presencia, reconozco que me he dejado
llevar por muchas cosas que lo único que hicieron es alejarme de ti. Te pido
perdón Señor, perdóname por cada uno de mis errores, perdóname por olvidarme
de ti, perdóname por alejarme de ti, te pido con todo mi corazón y todo mi ser que
me ayudes a salir de este desierto espiritual en el que me encuentro. Dame Señor
la determinación y la voluntad para mantener diariamente una comunión
contigo. Pon en mí el deseo de buscarte, el deseo de servirte, el gozo de vivir para
ti. Permíteme Señor volver a ser aquella persona que te buscaba siempre y que
vivía solo para ti, aquella persona que dependía de ti, aquella persona que no
hacía nada sin antes estar seguro que era tu voluntad. Quebrante mi orgullo y
devuelve a mi aquella humildad con la que un día te conocí y comencé a andar en
tus caminos. ¡Ayúdame Señor!, ayúdame a ser lo que tú quieres que yo sea para
ti. ¡Gracias Señor!, Gracias por que estoy seguro que estás obrando en mi vida,
gracias Señor porque estoy seguro que me has tomado de la mano y no me
soltarás. Gracias porque sé que aún no has terminado conmigo y porque sé que
cumplirás tu propósito perfecto en mi vida. Gracias Señor, en el nombre poderoso
de Jesús, amén.”

¡Con la ayuda de Dios puedes cambiar!


“Purifícame de mis pecados, y quedaré limpio;
lávame, y quedaré más blanco que la nieve.
Devuélveme la alegría;
deja que me goce
ahora que me has quebrantado.
No sigas mirando mis pecados;
quita la mancha de mi culpa.
Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio
y renueva un espíritu fiel dentro de mí.
No me expulses de tu presencia
y no me quites tu Espíritu Santo.
Restaura en mí la alegría de tu salvación
y haz que esté dispuesto a obedecerte.”
Salmos 51:7-12 Nueva Traducción Viviente (NTV)

Bendición pastoral.

Pastor: José A. Reyes G

Вам также может понравиться