Вы находитесь на странице: 1из 16

CERRÓN PALOMINO, Rodolfo

2008 Voces del ande: Ensayos de onomástica andina. Lima.


Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú

AIMARA

«La lcnguaAymará es la más general de todas, y corre desde


Guamanga, principio del obispado del Cuzco, hasta casi
Chile ó Tucumán ; es bien diferente de las otras lenguas,
aunque toma algunos vocablos de la quichua, variando la
declinación y formación pero no la significación».

Ramírcz ([ 1597) 1906: 297)

La voz aimartt alude actualmente a la segunda lengua ancestral más importante


del área andina, y, por extensión, al conjunto de los pueblos de los Andes sureños
que, distribuidos entre los países del Perú, Bolivia y Chile, se sirven de ella como
idioma materno , con una demografía significativa de algo más de dos millones
de hablantes . Es más, modernamente, en el imaginario político de los países
involucrados, en especial en su región altiplánica compartida, se habla también
de una «nación aimara», por encima de sus fronteras territoriales, y cuya unidad
reposaría precisamente en el uso de la lengua común así llamada.
Originariamente, sin embargo, la palabra no hacía referencia a la lengua ni
menos a los pueblos que se valían de ella, y a lo sumo aludía, como lo h emos
reseñado ampliamente en otro lugar (cf Cerrón-Palomino 2000a: cap. 1), a un
grupo étnico de la región sureña del actual territorio peruano. En la nota que
sigue, tras un excurso sobre el terna , nos ocuparemos de la etimología formal y
semántica del nombre, cuya dilucidación había quedado pendiente, reclamando
un mejor escrutinio de los datos. Creemos estar ahora en condiciones de ofrece r
los elementos de juicio que permiten resolver, al menos en calidad de hipótesis,
los arcanos que encerraba la voz que nos ocupa .

l. La voz aimara como glotónimo

El nombre con el que se designa desde tiempos coloniales a una de las tres
«lenguas mayores» del antiguo Perú es el de aimara, escrito entonces corno
<ayrnara>, alternando con <ayma rá >. La primera documentación de su uso como
VoCES DEL ANDE. ENSAYOS SOBRE ONOMÁSTICA ANDINA PARTE I: LÉXICO CULTURAL E INSTITUCIONAL

tal remonta a 1559, bajo la pluma del Lic. Polo de Ondegardo, en su conocido deviniendo en <aymarae>, base sobre la cual podía agregarse cómodamente
rratado sobre las creencias de los antiguos peruanos, donde ci.ra algunos términos la marca gentilicia, obteniéndose <aimaraes>, pero induciendo, de refilón, un
atribuidos a la lengua «Ayf!1ara de los Collas» (cj Polo de Ondegardo [1559] falso análisis en la forma de tLyrnara-es, donde -es aparece ahora como mero
1985: 270). Conocida previamente corno «lengua de los Collas», o simplemente alomorfo de la desinencia plural castellana. De aquí se estaba a un paso de la
«lengua colla» (cj Díez de San Miguel [ 1567] 1964: 194, 227), es posible que adaptación final: quitada dicha terminación, quedaba expedita <aymará>, con
la designación de <aymará>, primero como simple alternativa y luego como acentuación aguda, o su variante llana <aymara>, convertidas en la forma b;í§.i..¡;a
sustituto de la frase alusiva al supuesto gentilicio, antedate a la fecha mencionada, del nombre. La primera opción, todavía en boga hasta mediados del siglo XX,
de manera que, con el tiempo, ya no sería necesaria la especificación referida a como lo explica nuestro colega y amigo Enrique Carrión (1983: 187), surge
los collas, 1 como se desprende de otro pasaje del propio Polo de Ondegardo de la atracción acentual que ejerce el diptongo [ai de <aymáray> para devenir
(op. cit., 271), en el que hace mención a la lengua «Aymara» a secas. ¿Significa en <aymaráy>, con pérdida posterior de la semiconsonante final¡2 la segunda
esto, entonces, que la lengua no tenía nombre propio, ya que para al.udir a ella variante, a su turno, con modernización ortográfica en la forma de <aimarÚ>, 3 es
había que especificar el gentilicio con el que se le asociaba? La respuesta no se la que se ha impuesto finalmente.
deja esperar: como se sabe, los glotónimos, aquí y en rodas parres, derivan de Ahora bien, hasta aquí nos hemos referido solo a la asimilación del nom-
los gentilicios, y seforjan en la necesidad de los pueblos de identificarse o de . bre dentro del castellano, el mismo que, según se vio, de etnó.nimo devino en
ser identificados frente al otro. No debe extranar entonces que la entidad que glotónimo. Sin embargo, queda la pregunta con respecto a la motivación que
conocemos ahora como aimarrJ no tuviera nombre propio, al igual que ocurría dio origen a la transposición semántica del término. En efecto, ¿por qué 1:azón
con su vecina quechua, como tendremos ocasión de ver en otro lugar. el gentilicio prehispánico de los <aymaray> fue tomado por los españoles como
En efecto, en cuanrn al nombre {Úmara, este es el resultado de una forma base del nombre de la lengua que conocemos como aimara? La misma interro-
regresiva a partir de <aymaray>, con acentuación llana (es decir [aymáray]), gante se formulúon en su momento estudiosos como Markham ([1871] 1923:
que es como la registra el cronista indio Guarnan Poma ([1615] 1936: 74, Apéndice) yTschudi ([1891] 1918: 146-167). La tesis que el historiador b1:itá-
269, 329, 433, 521 y passim), cuando no la castellaniza expresamente como nico ofrece en respuesta a dicha pregunta, y que luego será suscrita por el viajero
<Aymara> (op. cit., 100, 101, 128, 153 y passim). Dicho nombre hacía alusión suizo, es que la designación de {Úmara para referir a la l.e ngua le fue impuesta a
a un grupo étnico particular, referido precisamente como <Aymaraes> por esca por los misioneros aimaristas de Juli (Puno), en forma arbitraria, desde el
cronistas como Betanzos ([1551] 2004: l, XVIII, 129) y Sarmiento de Gamboa momento en que habrían tomado el nombre de uno de los grupos de cÓlonos
([1570] 1960: [35], 240). El grupo étnico en referencia, cuyo territorio pasó a prehispánicos procedentes de la «provincia» de Aimaraes, transportados allí p.o r
llamarse «provincia de Aymaraes», según usanza de la época, ocupaba el curso los incas en calidad de mitm:.ts, y de quienes se habrían servido los misiOneros
alto del río Pachachaca, que en su trayectoria recibe cambién el nombre de en su aprendizaje del idioma. Observa el mismo autor, sin embargo, que tales
Abancay, y fue conquistado por Capac Yupanqui, hermano del inca Pachacutiy colonos y sus descendientes, originariamente vecinos y aliados de los quechuas
(cj Garcilaso [1609] 1943: II, X, 148). La designación, adaptada al castellano de la región de Apurímac, apenas habrían cambiado su lengua quechua materna
a partir de <aymarays>, tal como la registra Guaman Poma, con la añadidura por la del aimara de su nueva residencia. De esta manera, concluye Markharn, se
del plural gentilicio -s (como en «los chancas», «los charcas», «los lipes» o «los
camanchacas», etcétera), ha quedado perennizada como el nombre de una de las
2
Fenómeno nada infrecuente en la adaptación casrellana de los nombres de origen quechua y
siete provincias del actual departamento peruano de Apurímac. En dicho proceso
aimara, como lo prueba, por ejemplo, el topónimo de la costa central peruana lw111h11a11d, ·a
de adaptación, quitado el plural gentilicio, la -y final fue vocalizada como [e], parrir de una fase intermedia como •runa wmia-y '(lugar) donde escasea la gente'. Para ejemplos
similares, ver ensayo 11: JO , § 4.3.4, en el presenre volumen .
1 La expresión «lengua de los collas» requiere también de una ' explicación, pues adolece de ' En efecco, esta es la form:1, orrográficamcnte correcta, que se ha i~1puesro por lo menos en el
una asociación equívoca. En efecio, como lo vienen demosrrando los esrudios lingüísricos y Perú, salvo prácticas aisladas y esporádicas que, descaminadas en el tiempo, persisten en el empleo
crnohisróricos (cj Torero 1987: 343-351, Bouysse-Cassagne 1988: 1, § lll}, la lengua de los collas de la otra variante (¿y por c¡ué no entonces seguir escribiendo <quichua> y no <quechua>?). No así
originarios, habicantcs de la región noroescc del lago Tiricaca, habrfa sido la puquina, anres de su en el país boliviano donde, sobre codo encre los aimarisras, escribir <aymara>, con <y> y no con
aimarización lingüísric1 previa a su qued1uización ulterior. <i>, parece haberse convenido en símbolo de reivindicación idiomática.

20 21
VOCES Dr.tANDE. ENSAYOS SOBRE ONOMÁSTICA ANDINA PARTE) ; LÉXICO CULTURAL E INSTIT UCIONAL

designaba una lengua con un nombre desprovisto de toda motivación histórica de paso, en el pasaje citado del Tercer Concilio, cómo «aimaraes» y «contes» fi-
y lingüística. guran como «naciones» de habla aimara, d emostrando así la tesis equivocada de
Pues bien, ¿hasta qué punto es váJida la tesis del ilustre historiador sajón? En Markham: la designación de <aymara> de la lengua q ue hoy conocemos como
verdad, estudios posteri9res se encargarán de desecharla, por carecer de sustento. tal, lejos de haber sido inmotivada, le ven ía más bien de modo natural.
Así, Middendorf ((1891) 1959: II), sobre la base documemal proporcionada por Pues bien, las referencias hechas en el párrafo precedente demuestran que
las «Relaciones Geográf1cas» (cj Jiménez de la Espada (1881-1897) 1965), de- la visión tradicional que se tiene actualmente del aimara como lengua origina-
muestra que en verdad el antiguo territorio ocupado por los aimaraes era de habla riamente altiplánica no tiene sustento. Ahora sabemos que las antiguas «provin-
aimara, por lo menos antes de su quechuización, como lo estaría probando la cias» de los «aimaraesn, «conces», «canchis», «canas» y «collas» se quechuizaron
toponimia de la región . ~ Por su parte, José María Camacho, el estudioso boliviano durante los siglos XVI y XVII. Es más, gracias a la evidencia aporcada por otros
que anota la versión castellana del libro de Markham, en particular el «Apéndice» documentos, así como por la toponimia debidamente anali7.ada, hoy podemos
en el que desarrolla su tesis, llama la atención sobre dos cosas puntuales e impor- sostener no solo la presencia de la lengua en la región del Cuzco, erigida como
tantes: (a) que en verdad los jesuitas se asentaron en Juli solo en 1577; ·y (b) que lengua oficial por los incas antes de su quechuización posterior (cj Cerrón-Palo-
quince años antes ya se designaba a la lengua como aimara, por lo que los jesui- mino 1998, 1999a, 2004a), sino en coda la región de los Andes Centrales, como
tas no serían responsables de la festinación del nombre, sin descartar 'que luego lo advertía tempranamente Middendorf (o¡j. cit., II). De hecho, la presencia del
se habrían encargado de. afianzarlo (e/ op. cit., nota l, 142). Sobra decir que los jacaru-cauqui en plena serranía limeña (Yauyos) es el mejor testimonio de la an-
.estudios contemporáneos en materia de aimarística se encargarán de confirmar tigua presencia centro-andina de la lengua, antes de su fragmentación posterior
las observaciones adelantadas por tales autores. debido a la incursión del quechua.
En efecto, si bien el glotónimo se documenta desde 1599, según se vio, su Nótese ahora que, como resultado de los acontecimientos referidos, por ai-
empleo como tal, aparece bastante generalizado ya al finalizar el siglo XVI, para mara se comprende exclusivamente, en los medios ajenos a los de la lingüística
afianzarse plenaniente en el XVII. Paralelamente, el término irá adquiriendo andina, la variedad altiplánica por excelencia. Con el avance de los estudios
otro valor, esta vez de la lengua al grupo social, pues se comenzará a hablar de en materia de lingüística andina, que demostró de manera terminante que el
las «naciones aimaraes», englobando dentro de ellas todavía a los «aimaraes» jacaru-cauqui, lejos de ser un resto de habla de mitmas transplantados del al-
originarios. T.11 es lo que advertimos, por ejemplo, en las «Annotacionesn a las tiplano, como se pensaba, constituía más bien la demostración palpable de la
traducciones aimaras del Sínodo convocado por el arzobispo Toribio de Mo- preexistencia del aimara en la zona, surgió, entre los especialistas, un falso pro-
grovejo, donde aparecen listadas las siguientes «naciones>> : aimaraes, canchis, blema de carácter designativo: ¿cómo debía nombrarse al conjunto jacnu-cau-
canas.• conces, collas, lupacas, pacajes, charcas, carangas, quillacas, y otras cuyos qui/aimara (altiplánico), siendo ambas ramas miembros de una misma entidad
nombres étnicos no se mencionan (ej. Tercer Concilio (1584) 1985: 7 8). Af1os (familia) idiomática? La pregunta tuvo dos propuestas como respuesta: por un
más tarde, el primer gramático de la lengua hará referencia, de manera cómoda, lado, Marcha Hardman ((1966) 1975) acuñó el término jaqi (y así ella habla de
a la «nación Aymara», como una unidad supraémica, «aunq[ue) estendida en las «lenguas jaqi» ); y, por el otro, Torero ((1970) 1972) postuló aru (de allí el
varias, y diuersas prouincias» (ej. Bertonio (1612) 1984: «AJ leccon>). 5 Notemos uso de «lenguas aru» ); en ambos casos se echaba mano de una palabra aimara
significando 'gente' y 'palabra', respectivamente. En otro lugar (cj Cerrón-Pa-
lomino 1993b) hemos discutido ampliamente lo inadecuado e innecesario de
' Así, por ejemplo, al hablar del nombre de la provincia de C orabambas, que limita con la de ambas designaciones, por lo que no volveremos a tratar de ello aquí. Baste con
Aimaracs, comenta, y con razón : «También este n o mbre p ertenece al aymad, p ues kota es lago o
laguna, mientras el mismo sig nific ado en quechua es «kocha», ya que el sonido ch del quechua,
señalar que nuestra posición es a favor del uso del mismo nombre de aimarrl (y
pasado al aymará, en divc rs3s palab ras, se convierte en u n sonido simple d e tn (cf Middendorf; entonces hablamos de «lenguas aimaras» o «aimaraicas») para designar a coda la
op. cit., 11, 71). Aclaremos d e paso, sin embargo, que la voz aludida rcmonra a 'qu.fa, de la cual
de rivan ambas versiones m ediante reglas fon éticas precisas (cf, para el aimara, Cerrón-Palomino
2000a: cap. V, § 1.2. I ).
1
Que el proceso fue gradual nos lo il<tStra el document·o oficial de la tasa d e la visita del virrey son censados como «aimaras», los carangas, charcas y quillacas aún siguen siendo consignados con
Toledo ([1 582] 1975): en dicho registro fiscal, al mismo tiempo que los antiguos lupacas )' pacases su nombre étnico rcspccrivo.

22 23
VoCES OELANOE. ENSAYOS SOBRE ONOMÁSTICA ANDINA PARTE l: LÉXICO CULTURAL E INSTITUCIONAL

familia, así como había ocurrido previamente con el quechua a la hora de inten- era nada menos que la «lengua primitiva que hablaba Adán» .(e/ Rivet y Créqui-
tar agrupar todos los miembros de la familia bajo un mismo rótulo. 6 Montforr 1951: II, 141-142). Llegaba a tal conclusión luego de «demostrar»
que las lenguas indoeuropeas derivaban del aimara (y del quechua, que a su vez
provendría de esta), y cuyo pasaje al viejo mundo se habría hecho a cravés de la
2. Etimología
perdida Adáncida. 8
Luego de haber trazado la historia de la evolución del nombre señalando su Pues bien, no hace falca der.enernos en la discusión de una idea tan peregrina
motivación inicial, su ampliación semántica como glotónimo y como sello de como la propuesta, pues basta recordar que, en este caso, el mencionado escritor,
nacionalidad, así como también su adaptación formal dentro de la fonética cas- hombre de su tiempo, solo recogía una idea que Rotaba en el ambiente de los
tellana, resta ahora por abordar el rema central de la presente nota: la etimología círculos académicos de la época. Como él, entre otros, el uruguayo Vicente Fidel
primordial del término, en este caso su prehistoria. Pues bien, como mencio- López (1871) y el peruano Pablo Patrón (1900), si bien no llegaban a canto,
náramos al inicio, al ocuparnos de la «historia del nombre» en nuestro estudio sostenían que nuestras lenguas mayores estaban emparentadas con las lenguas
de conjunto sobre la familia idiomática (e/ op. cit., cap. l, 27-41), dejábamos del viejo mundo. Por lo demás, el trabajo «probatorio» de los parentescos su-
en suspenso el problema planteado. En lo que sigue quisiéramos retomar la pes- puestos constituye un buen ejemplo de lo que podríamos llamar una verdadera
quisa pendiente, ofreciendo esta vez, previo análisis fonológico, gramatical y se- paleontología lingüística. ·
mántico, el étimo prístino aproximado del término. En primer lugar, siguiendo Una vez explicado el entuerro, ocioso será también invalidar la etimología
procedimientos anteriores, evaluaremos las etimologías previamente propuestas formal de *jaya mr1ra aru, expresión artificial desprovista de rndo respaldo docu-
"
y luego pasaremos a formular la nuestra. ., mental, y que no resiste el menor análisis de forma y significado, cosa que natu-
.
ralmente eluden sus proponentes. Quien sin embargo trató de haoerlo, sin éxito
2.1. LA «LENGUA DE ADÁN» '· anunciado, fue el etimologista peruano Durand, afincado en La Paz. En efecto,
',

:
este autor, haciéndose eco de las ideas de Villamil de Rada, postula *aya-mara
Para los aimaristas tradicionales el nombre de la lengua provendría de la frase como el étimo del nombre, con el significado de «los de tiempo inmemorial» (cf
i
*)aya mara aru, que literalmente significaría «la voz o palabra de lejano tiempo»: Durand 1921: cap. I, 7), que obviamente serían los aimaras ysu lengua. Propo-
tal es lo que nos dice, por ejemplo, Tarifa Ascarrunz (1969: 14), en el lado bolivia- niendo asociaciones léxicas arbitrarias e invocando «ecuaciones» caprichosas, con
no, y que suscribe Deza Galindo (1989, 1992), en el lado peruano. La expresión, estrujamientos de forma y significado, que se atribuyen indistintamente a favor
sin embargo, es a codas luces la traducción antojadiza de una vieja creencia, según del quechua y del aimara, identifica el primer elemento del compuesto, es decir
la cual el aimara sería, en efecto, la lengua primordial de la humanidad. Siendo de aya, como 'muerto' o haya como 'quinua silvestre'; y el segundo componente, o sea
'
suyo absurda e insostenible, cabe preguntarse cómo y cuándo se forja esta opinión marrt, como 'estrella, año, tiempo', en aimara, que vendría a corresponderse con
en el imaginario de tales aimaristas. La respuesta no se deja esperar: ella proviene wata 'año', en quechua. No concento con ello, trae a colación a Berconio, en nota
de las ideas de Emecerio Villamil de Rada, minero aventurero y diplomático boli- a pie de página, a propósito del verbo <ayma-> (e/ Bertonio [ 1612] 1984: II, 28),
viano nacido en Lima, que en el último tercio del siglo XIX publica un libro con para interpretarlo a su albedrío, agregando que aimara podría significar también el
el título elocuente de la lengua de Adán y el hombre de Tiah11anaco (Villamil de «bayle y la canción del me voy o del adiór>> (nota 4, 7). Es decir, la vieja práctica de
Rada 1888). 7 En dicha obra (reeditada en 1939), sostiene el autor que el aimara los etimologistas aficionados: aporcar cuanta etimología se les ocurra, sin evaluar-
las previamente, no importando cuán fantasiosas pudieran ser.
6 ·,
A nadie se le ocurrió entonces, comenzando por el propio Torero, acuñar otro rótulo, que
siguiendo la misma lógica habría sido simi, pues se prefirió seguir empicando el mismo nombre 8 Una perla que ilustra la «prueba» aporrada es el siguiente pasaje: «Dichas dos lenguas-el griego
tradicional, aun cuando muchos dialeccos quechuas reciben una designación panicular. y el larín-, de universal vida y acción histórica e inrclecrual, aún funcionanre en la frase. forense y
7 Señalemos, de paso, que la acribución del aimara a los fundadores de Tiahuanaco es otra de ': tecnológica y en coda fórmula del arre y la ciencia, de la historia y de la filosofía y sus respectivos ·
las ramas falacias que rodavía embelesan a emohiscoriadorcs y arqueólogos, sobre todo del lado lenguajes, del relativo interrogante khiris del Ayrnará, se partieron por mirad sus propios relativos.
boliviano, pasando por airo la presencia innegable de la tercera lengua m:ís importante de la región: Tomó para si Quis y el qui el Latín, y 7ls el Gri.ego para interrogar ¡quén es(. -En su mismo
la puquina (cf, para una amplia discusión sobre el tema, Cerrón-Palomino 2000a: cap. VII). .Aymará preguntada dla--¿Qui Tis' Responde: La Lengua de Adán» (op. cit., 247). . .
.;
;~
24 I· 25
~~
Voces OELANoE. ENSAYOS SOllRH ONOMÁSTICA ANDINA PARI:f. !: LÉXICO C ULTURAi. E INSTITUCIONAL

Tales han sido, en suma, los únicos intentos por etimologizar el nombre productivo, y solo se lo encuentra mayormente en los topónimos; por otro lado,
en estudio. Como se dijo, la idea de la «lengua de Adán» sigue teniendo vigen- el segundo, de ocurrencia igualmente exclusiva en los topónimos, burla fácil-
cia entre los aimariscas a un lado y otro del Ti ti caca. 9 Ello explica también su mente la atención del estudioso, al mostrarse en forma no can evidente a como
proclividad a querer interpretar los topónimos, no solo ya de toda la América lo hace. Por nuestra parte, creemos haberlos identificado plenamente gracias a
del Sur, sino también las del Norte, a p~trtir del aimara. 10 Mientras tanto, en nuestras pesquisas toponímicas, por lo que nos relevamos aquí el trabajo de volver
las esferas de mayor nivel académico, nadie más se aventuró a indagar sobre el sobre dios, remitiendo al lector, entre otros, al trabajo en el que nos ocupamos
origen del nombre, con la excepción de Markham, según se vio, secundado por sobre la materia (ver ensayo Il: 3, en el presente volumen). No estará de más
Tschudi. En efecto, ni Middendorf, reivindicador de la toponimia aimara en la .1! recordar, sin embargo, que el sufijo -y ' localizador' es la forma evolucionada de
sierra centro-andina, ni Uh le ([ 1910] 1969), su seguidor más entusiasta, ensa- *-wi, sufijo propio del proto-aimara, productivo aún en la lengua altiplánica,
yan hipótesis al respecto, y a lo más parecen dar por sentado el origen aimara · como resultado de dos cambios sucesivos: (a) síncopa vocálica y (b) disimilación
del nombre. No extraña este silencio, desde el momento en que, como se verá, semic6nsonántica. Quiere ello decir que, partiendo de *ayma-ra-wi, que es la
su desentraí1amiento reclamaba el conocimiento de la historia evolutiva de la forma que reconstruimos, se produjeron los pasos siguientes: (a) ayma-raw y (b)
lengua, para lo cual había que esperar aún hasta fines del siglo pasad~. ayma-ra-y, respectivamente (compárense, por ejemplo, las variantes <Marca-o>
~ <Marca-y> en Vilque, Puno). Pues bien, el cambio (a), imposible en aimara

2.2. llE.sOLVIENDO EL ENIGMA (ya que esta lengua no tolera nombres que acaben en consonante), es producto
de una quechuización; 11 el segundo, es decir (b), también es efecto de lina pro-
Nuestro cometido en esta sección es indagar sobre la etimología prehistórica nunciación quechua con influencia aimara (en virtud de la cual el «diptongo»
de la palabra, más allá de la averiguación hecha hasta aquí sobre la base de su aw deviene ay) . 12 De esta manera, la forma <aymaray>, si bien nativa a la lengua,
documentación inicial, primeramente como puro y simple etnónimo, es decir es una remodelación hecha por labios de habla quechua.
<aymaray>, y luego como portador de los valores ulteriores de idioma y de «na- Ahora bien, reconocidos los sufijos mencionados, quedaba el problema de la
ción». En nuestro intento previo por adelantar en dicha dirección (,/ Cerrón- identificación de la raíz, es decir el elemento irreductible de la palabra y portador
Palomino 2000a: cap. I, § 1.4, nota 11), como dijimos, no habíamos podido ir de su significado básico: ayma. ¿Qué podía significar este radical? Descartado el
más allá de la identificación parcial de su estructura interna. quechua como posible fuente, su búsqueda en los vocabularios aimaras tanto
En efecto, en dicha oportunidad dejábamos sentado que la palabra debía coloniales como contemporáneos no podfa ser menos frustrante. En efecto, lo
analizarse como *ayma-m-y, donde los sufijos -ra y -y, de cuf10 auténticamente más próximo que encontramos, por lo menos en una primera inspección del vo-
aimara, podían reconocerse como el 'multiplicador' y el 'localizador', respecti- cabulario aimara más antiguo, es el verbo <ayma-> «baylar al modo antiguo, es-
vamente. Advirtamos, sin embargo, que tales sufijos no son fácilmente iden- pecialmente cuando van a las chacaras de sus principales» (ej. Bertonio, op. cit., 11,
tificables en la lengua actual, pues, por un lado, el primero ha dejado de ser 28). Recordemos que Durand sugería justamente, como alternativa etimológica
de <aymara>, dicho registro, si bien glosándolo de manera antojadiza. Fuera de
9 los repositorios léxicos, encontramos también la forma <ayma>, esta vez como
Pero no sola menee encre los gram{tticos tradicionales, pues lo mismo podernos decir del «proyecro
Atamirin, del experto boliviano en informática, Iván Guzmán de Rojas, para quien el aimara sería sustantivo, en la documentación colonial: así, Polo de Ondegardo (op. cit., 273)
la única lengua del mundo dorada de una sintaxis «algorítmica» de base lógica crivalc ntc (cf www. nos habla de una «fiesta que llaman Ayman; Santa Cruz Pachacutiy, a su tumo,
atamiri.cc). Lo que no advierte el mencionado experto es que, siguiendo su rawnamiento, y sin
también hace referencia a un himno o cantar llamado <ayrna> (ej. Santa Cruz
ir muy lejos, el quechua rambién tendría la misma propiedad que se le atribuye al aimara. Ocurre
que en ambos casos, aparee de las proposiciones afirmativas y negativas, cabe otra «valencia»: la de
los juicios probables; pero ello también se da en codas lenguas, con la única diferencia que en los 11 Por ejemplo, un mismo topónimo es rratado de manera distinta, en un caso en el :írca quechua,

idiomas andinos su gr;unaticalización se hace a través de morfemas especiales. y en el otro, en la zona aimara: <Üyó-n> (Lima) versus <Vyu-ni> (Potosí), en ambos casos
'" Para muestra, un borón: el topónimo Ottawa (Conadá) es explicado, en tales predios, como significando '(lugar) con corralones', con síncopa vocálica en el primer caso.
proviniendo del aimara •utrt.·wa ' (es una) casa'; asimismo Alaska {Escados Unidos) se interpreta " El mismo fenómeno es responsable de las alrernancias quech uas actuales entre p'1mchaw ~
a partir de •a/a-ska- 'estar comprando'. P:ir:t más ejemplos con lindezas semejantes, ver Dcza p'1111ch11y 'día', wmuqi ~ wa_yqi 'hermano de varón', 1ia111pfl - 1irtypa 'antes', //111ut'11 - //ayt'11 'diadema
Galindo (1992: Apéndice). imperial', etcétera.

26 27
VocEs DEL ANDE. ENSAYOS SOBRE ONOMÁSTICA ANDINA PART~ J: LÉXICO CULTURAL E INSTITUCIONAL

[1613] 1993: fols. 13r, 16v). Todo indica entonces que entre el verbo y el nom- (a) Topónimos con estructura derivada:
bre existe una conexión obvia, formal y semántica: podía tratarse de una raíz (1 caso)
<Ayma-s>
ambivalente, nominal y verbal a la vez, nada infrecuente en las lenguas andinas. <Ayma-ra> (6 casos)
El hecho es, sin embargo, que la palabra, por lo menos bajo dicha apariencia for- (1 caso)
<Ayma-ña>
mal devino obsoleta, al desaparecer el cipo de tenencia y estructura agraria que (2 casos)
<Ayma··y(a)>
le daba sentido. Modernamente, a lo sumo, la forma subsiste como apellido de
indudable origen aimara, frecuente tanto en el país como en Bolivia: <Ayma>. (b) Topónimos compuestos (simple raíz + N)
Pero, a falta de mayores fuentes, la 'investigación aconseja en estos casos recurrir <Ayma-pata> ( 1 caso)
a la toponimia, y para ello qué mejor que consulrar los diccionarios geográficos <Ayma-putunco> (1 caso)
tanto peruanos como bolivianos.
(c) Raíz derivada + N
Pues bien, nombres que contienen el radical <ayma> se registran tanto en
Paz Soldán (1887) como en Stiglich (1922), sumando en total algo más de una <Ayma-ra-pata> (1 caso)
quincena. Importa advertir que cales topónimos se distribuyen, en el Perú, a <Ayma-ra-bamba> (1 caso)
parrir de la sierra central, en dirección del sureste, incrementando cada vez más Pues bien, los sufijos contenidos en (a) son *-¡ 'caracterizador', *-ra 'mul-
su recurrencia. No ocurre lo propio en Bolivia, donde apenas encontramos dos tiplicador', -11a 'concretador' y -y(a) 'localizador'. Con excepción del primero,
localidades con dicho nombre: uno, <Ayma>, en el cantón paceúo de Sicasica vigente solo en el quechua central (ver ensayo 11: 4, § 1.1), y que no debe ser
(cfBallivián 1890); y otro, <Aima-ra-ni>, una estancia en Totora, Carangas (cf interpretado como el plural castellano, todos ellos son de cuño aip1ara, si bien,
Blanco 1904). Como se puede apreciar, tenemos aquí, por un lado, una forma conforme vimos, el último acusa remodelación en la otra lengua. Conociendo el
absolura, es decir libre de sufijos, y otra derivada, que podría glosarse como valor de tales sufijos, podemos intentar traducir los topónimos listados, en una
'(lugar) con aymas'. El hecho es que, con estos datos, no se puede ir más lejos, primera aproximación, como '(lugar) caracterizado por ayma', '(lugar) donde
puesto que no sabemos qué puede significar ayma en dicho contexw. Obvia- abunda ayma', '(lugar) donde se ayma' y '(lugar) donde hay apna', respecti-
mente, si la interpretamos como 'lugar con varios himnos' (recuérdese el valor vamente. Sobra _decir que en todos estos casos falca la información básica: el
del multiplicador -·-ra), el significado, como designación de un lugar, constituye significado de ayma. Con roda, se va insinuando el carácter más bien concn.:ro
una abierta violación de la plausibilidad semántica reclamada por la disciplina del referente, puesto que en todos ellos se hace alusión, descriptivamente, a
etimológica. En cal sentido, lo más probable es que aquí estemos anee una forma un contexto físico. Los ejemplos de (b) confirmarán esta sospecha. En efecto,
rardía <aymara-ni>, cuya base, reanalizada ya con absorción del antiguo sufijo <Ayma-pata> vale como 'andén de ayma' y <Ayma-phutu-nku> se glosa como
multiplicador, puede glosarse como '(lugar) con aimaras', es decir con genre 'brotar o germinar el ayma'; 1'1 en ambos casos, según puede apreciarse, el signi-
de habla aimara, distinta seguramente de poblaciones de habla quechua o uru- ficado parece estar entre manos, pues su mensaje agrario es bastante elocue1He.
quilla. Afortunadamente el registro toponímico que conlleva el nombre es más Lo que, a su vez, acaba por confirmarse en los ejemplos de (c) : <Ayma-ra-pata>,
abundante en la sierra centro-sur peruana. a diferencia de <Ayma-para>, nos indica que estamos ante un andén que con-
En efecto, los topónimos en referencia son de dos tipos: (a) los que presen- tiene varios aymas; del mismo modo, <Ayma-ra-bamba> nos anuncia qu e la
tan una estructura derivada (radical más sufijos); y (b) los que constituyen for-
mas compuestas, que a su vez se subdividen en: (b') compuestos formados por
En orra nota nos ocuparemos ampliamente d~ los topónimos que registran el diminutivo. castellano
raíz simple más un nombre; y (b") compuestos integrados por raíz derivada más 1nencionado.
nombre. Seguidamenre ilustramos los tipos caracterizados:l 3 14 Esto, de aceptarse el étimo quechua de <putunco>, cuya raíz es el verbo plmt11- 'brotar, ge;min.ar

los sembríos' (e/ Gon~ález Holguín [ 1608] 1952: I, 298), seguido de un nominalizador <-nlm>,
hoy fosilizado. Cabe también analizarlo como aimara, que registra <phutu-> 'echa.r.ya.ho' (e/ .
ll No consideramos aquí dos topónimos: <Aimaraes>, cuya forma, según dijimos, remonta a Berronio, op. cit., 11, 282), en cuyo caso el significado del topónimo sería 'el vaho de_ las ayi11'.1/. ·
•<ayma-ra-y>, y que ya nos es familiar; tampoco tomamos en cuenca <Aymarilla>, forma que Ante esta alrernativa, nos inclinamos por la primera, y, en tal sentido, el no~nbrc ·habi:ía sido
conlleva el sufijo dirninurivo arcaico - iilll del casrellano, yuxcapuesco a b base derivada <ayma-ra>. ideado en· quechua.

28 29
VOCES DEL ANoE. ENSAYOS SOBRE ONOMÁSTICA ANDINA
PARTE l: LÉXICO CUt:I"URAL F. INSTITUCIONAL

planicie lo es de una serie de aym11s. En verdad, hasta aquí había llegado nuestra
Antes de concluir con esta sección, resta que digamos unas palabras en rela-
averiguaci6n previa sobre el nombre, dejando aún en la penumbra el sionificado
inicial de ayma. 0 ción con la motivación semántica original del término. En efecto, si as'umimos
que la práctica del <(h)ayma> era propia del sistema agrario preincaico y no una
Como se recordará, en efecto, el significado hasta entonces encontrado para
actividad particular del grupo étnico que luego se denominaría <Aymaray>, ¿por
dicha voz fue el de 'cantar' o 'himno' que solía ejecutarse en la faena agrícola
qué razón el pueblo así llamado tomó (si es que no se le dio) dicha designación?
de los terrenos de las autoridades prehispánicas importantes, pero también de
Porque seguramente <{h)aymas> los hubo en codas partes, y la tonada especial
la comuna. Aunque vagamente ya, así parecen consignarlo Bütrner y Condori
que se cantaba y bailaba en ocasión de sus faenas era una práctica común, tanto
(1984), al proporcionar la glosa de la entrada respectiva como 'esp[ecie) de rito
que no escapó a los ojos y oídos del Lic. Polo de Ondegardo, quien la consigna
religioso'. Sin embargo, lo interesante es que allí mismo se remire a <jayma>,
como un ejercicio idolátrico, según se vio. Al respecto, como ocurre en casos
que a su turno se define como «terreno de una institución, terreno público (pro-
veniente de una nación)». semejantes, la motivación inicial del nombre es algo que escapa a la pesquisa
etimológica. A lo sumo, podría conjeturarse que quizás el lugar de origen de los
Pues bien, ocurre que <jayma> sí está presente en los vocabularios antiguos
antiguos <aymaray> se caracterizaba, a diferencia de otras comarcas, por tener
Y modernos, comenzando por el del propio Bertonio. En efecto, el jesuita anco-
mayor cantidad y calidad de terrenos considerados como <(h)ayma>.
nense recoge, por ejemplo, el compue.5to <hayma apu> [sic] con el significado
de «chacara assi de comunidad» (cf Berconio, op. cit., II, I 27, donde <apu> debe
leerse <yapu>). Y, lo que es más contundente, recoge -ahora lo sabemos- la
3. A manera de resumen
variante fonética del verbo <ayma-> (op. cit., II, 28), ya citado, en la forma de
En las secciones precedentes nos hemos ocupado de la evolución formal y sc·-
<hayma-> «ir a trabajar en las chacaras que se hazen de comunidad, como son
máncica dd nombre de una de las lenguas mayores del antiguo Perú: la aí-
las del Cacique, Fiscal, o de los pobres. &» (ibidem; cf también: «ir muchos a mara. Originariamente, apelativo de uno de los centenares de grupos étnicos
trabajar a las chacaras de los principales: Hayma-tha», I, 284, donde <-tha> es Ja conquistados por los incas {los 11yniaray), y que sobrevive, castellanizado como
marca de primera persona). No hay duda entonces que estamos ante una misma Aimaraes, designando una de las provincias del departamento de Apurímac, hoy
raíz, de naturaleza ambivalente {verbo y nombre a la vez), <hayma> - <ayma>, inmerso en territorio de habla quechua, pasó a referir por extensión, luego Je la
cuya pronunciación Auctuaba entre una forma con aspiración y otra sin ella. conquista española, a la lengua de sus descendientes asentados a orillas del lago
Para dar con dicha variación había, pues, que recordar la advertencia formulada, Titicaca (c/ Ramos Gavilán (1621] 1988: I, XII, 84-85), parre de los cuales
en el vocabulario citado, sobre las palabras que empezaban con <h> o sin ella.
habrían sido reubicados posteriormente en la reducción de Juli, concretamerlle
Decía, en efecto, el ilustre aimarista, en el encabezamiento de la primera parte de
en la parroquia de San Juan Bautista {Tschudi, op. cit., 151-152). Las conquis1as
su obra: «[ ... J miren con cuydado la primera letra con que se escribe el vocablo incaicas primeramente y las reducciones españolas después habían fomenrado,
que quieren buscar: por que podria ser que buscassen al que comiern;:a por HA: sin proponérselo, el reencuentro de poblaciones de habla aimara, dividas ya por
entre los que comienc;:an por A sin aspiracion, y al reues ( .. . )»(p. I). Nótese, sin el quechua, en torno al «mar interior», crisol en el que se refundirían no solo
embargo, que la variación fonética del vocablo dio lugar, posteriormence, a un collas y puquinas, en vías de aimarización completa, sino también lupacas y
doblete: {a) <ayma>, con el significado de 'canco o baile que se ejecutaba al ir a pacases, con particularismos idiomáticos todavía identificables (cj Berronio, op. cit.:
trabajar en las semenceras de los principales', y (b) <jayma>, como equivalence «Anotacion. l» ).
de 'chacra de principal o de la comunidad'. Ambas formas remontan entonces,
Ahora bien, la similitud lingüística advertida por los españoles entre cales
sin duda alguna, a *hayma: en términos de fonética articulatoria, es más natural grupos étnicos (= «naciones» ) bastó para que su lengua común fuera designa-
esperar que la aspiración desaparezca anees que surja de Ja nada. is
da como aimara, pudiendo haber recibido igualmente otro nombre, como en
efecto ocurrió, aunque sin mayor fortuna: el membrete de «lengua colla» cedió,
ri ~menos q~e haya un factor condicionante, como ocurre en aimara y en quechua: cuando una
~ª'.'-que empl~'Za _1:or vocal contiene al mismo tiempo una consonante glotalizada, desarrolla aJ
m1c10 una asp1r~c1on (= regla Je próresis de [h]: así, hn111pi1t11 'sapo", en ambas lenguas, mientras D e paso, al igual que <hayma>, también la palabra quechua ..hnnnn 'arriba, encima' alrerna, en
que en otros dialectos quechuas, que no conocen consonanrcs glotalizadas, se 1iene tmptttt1) . los documentos y en algunos dialecros quechuas actuales, co11 su variance tt11tt11, desprovista de
1 aspiración.

30
31
VOCES DEL ANDE . ENSAYOS SOHRE ONOMÁSTICA ANDINA

desde mediados del siglo XVI, ante el uso cada vez más generalizado de aimara.
Pronto su empleo fue extendiéndose para designar el habla de los demás grupos
étnicos, ya que, después de todo, entonces como hoy, se trataba de la misma len-
gua. De esta manera, el nombre pasó a designar no solo el idioma de los antiguos
ca·rangas, quillacas y charcas, sino también, con el tiempo, a sus hablantes. Poco
a poco, tales designaciones émicas fueron desapareciendo ante una sola, más in-
cluyente, teniendo como denominador común el uso de una misma lengua. De
QUECHUA
aquí se estaba a un paso, conforme vimos, de la extensión semántica del térmi-
no, que finalmente devino en voz que invoca la nacionalidad de sus hablantes:
la «nación aimara» . La reducción de pueblos, la selección de la lengua como «Y algunos orejones del Cuzco afirman que la lengua
medio de evangelización y la normalización de esta por parre de los gramáticos general que se usó por todas las provinc;:ias, que fue la
y lexicógrafos españoles contribuyeron, sin duda alguna, a la resemantización que usavan y hablavan estos quichoas, los quales fueron

definitiva de la palabra. tenidos por sus comarcanos por muy balienres hasra que
Poi· lo demás, la evolución semántica del nombre parece recapitular en cierta los chancas los destruyeron» .
medida la historia de la lengua misma: de su procedencia centro-andina, de su CiezadeLeón([1551] 1985:XXXJV, 104)
expansión en dirección sureste, de su receso posterior frente al quechua, para
linalmente reconstituirse en el alriplano, ante el empuje avasallador de la nueva En la presence nota nos ocuparemos del glotónimo quechua, nom?re con el que
lengua adoptada por los incas en reemplazo de su aimara ancescral. La sola pre- se designa a la lengua andina más importante del concinenre sudamericano.
sencia numerosa de topónimos que portan el nombre en la sierra centro-andina Hablado en seis países (Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Argencina y Chile),
peruana, en comparación con su esporádica ocurrencia en el altiplano boliviano el quechua constituye en verdad una familia lingüística integrada por al menos
es muy elocuence al respecto. En ral sentido, la versión tradicional del origen su- '!]
cuatro ramas, que a su vez conrienen varios dialectos, con semejanzas y diferen-
reño de la lengua, vigente aún no solo en el imaginario colectivo de los pueblos .,
·'
cias similares a las que se dan entre las lenguas románicas, y, por ende, con dis-
de la región, sino también en algunos predios académicos de la ernohisroria y la tintos grados de inteligibilidad entre sí. Como en el caso del aimara, y en general
arqueología andinas, no tiene ningún sustento empírico, aunque constituya uno de todo idioma, la lengua no tenía nombre propio, y el que lleva, originariamen-
de los pilares en los que se sustenca la idea de una «nación aimara» anhelada, ya te un emónimo, le fue impuesto por los españoles. Conrrariamenre. a lo que se
no solo «originaria» 16 sino también inventada por los sectores criollos del país cree, tampoco runa. simi es una expresión acuÍ1ada por los antiguos peruanos, y,
i
vecino. al igual que en el caso anterior, se erara de una designación intervenida, es decir
inducida desde fuera. En las secciones siguientes ofreceremos la génesis del glo-
tónimo aludido, estableciendo su etimología, con particular énfasis en el origen
prístino del termino, que fue objeto de sucesivas transmutaciones y .acomodos
semánticos, y .en la motivación ulterior de su referente.'

l6 No olvidemos, sin embargo, que quienes se reclaman hoy como «aimaras" son en verdad

descendientes de uros y puquinas, residentes primordiales de la cuenc.- del Titicaca, cuando no


de los diferenres grupos de micmas rrasladados al alriplano por los incas (Ramos Gavilán observa 1 i>or lo demás, en orco lug:ir ya nos hemos ocupado del rema (lf Cerrón-Palomino [ l 9S7J

que fueron 42 en Copacabana; cf op. cit., l, XJI, 84-85; yTschudi señala que en pleno siglo X:Vlll 2003 : cap. !, § 1.2), y el lector bien puede remitirse a él; aquí, sin embargo, ofrecemos .mayores
rodavía podían distinguirse 6 en d pueblo de Juli; <f op. cit., 151 - 152). Para la «adquisición• de precisiones al rcspccro, incorporando nuevos daros que enriquecen notable.ri1ente la dís~us~ón
la ciudadanía aimara por parte de los uros, ver Wachcel ( 1978). presentada anteriormente. ·

32
VocEs DEL A N DE . ENSAYOS sonRE ONOMÁSTICAANDINA PARTE J: LÍ'.XI CO CUUU RAL E INSTITUCIONAL

l. Designación inicial Aunque es verdad que cada provincia tiene su lengua particular diferente de las
otras, ttna eJ y general la que llaman Cozco, la cual, en tiempo de los Reyes Incas,
En ausencia de nombre propio, como se verá , las primeras referencias a la lengua se usava desde Quitu hasta el reino de Chili y hasta el reino de Tucma (resaltado
que nos ocupa, luego del descubrimiento y conquista del antiguo territorio de los nuestro; cf Garcilaso Inca [ 1609) 1943: Vll, 111 , 91).
incas, constituyen expresiones atributivas tácitas que buscan destacar, o bien, de
En efecto, para entonces, como veremos, ya circulaba, como alternativa,
manera general , el carácter ecuménico y funcional de que ella disfrutaba, o más es-
un nombre simple -no ya una expresión predicativa- que reemplazaría el
pecíficamente, su adscripción simbólica al inca o a la m etrópoli de su imperio. En
uso prevaleciente, canco en su alusión de naturaleza ecuménica como específica.
efecto, entre los llamados «cronistas del descubrimiento», interesados más bien por
En dicho contexto, la actitud del Inca, y quizás también la del mestizo chacha-
consignar las hazañas de la conquista, solo uno de ellos, N.!!!!~iz de Arce, ya en /
poyano, parece haber sido la de un rechazo toral hacia el nuevo nombre, pues
su cómodo retiro excremeí10, nos proporcionará lo que vendría a ser la primera
sabemos que al menos el primero jamás lo usó en sus escritos: nos referimos a la
referencia al carácter funcional de la lengua, en los siguientes términos:
designación de q11ich1111 o quechua.
En cada provincia tiene su lengua. Hay una lengua entre ellos que es muy gene-
ral, y esta procuraron rodos aprender, porque era esta la lengua de Guaynacava,
2. Nueva designación: Quichua
padre de Atabalica (cf. Ruiz de Arce (1542) 1968: 434).

Como se puede apreciar, e n el pasaje citado se destaca, sin dejar de llamar Como se sabe, quien nos proporciona la primera documentación del empleo del

la atención sobre la situación plurilingüe del territorio conquistado, el carácter nuevo nombre, en la forma de <quich~>, es el «Nebrija indiano•, es decir f.!!}'

especial de una de las lenguas, identificada como la propia de Huai na Capac, p~ming~-~-~~Jg.más.._Y lo hace, no como si se tratara de una propuesta
de uso necesario y generalizado en él: atributo que ostentaba indudablemente novedosa, sino más bien como recogiendo un uso, ya sea en curso, o quizás ya

el quechua a la llegada de los españoles. Casi en los mismos términos, aunque establecido. 2 En efecto, no otra cosa se deduce de los encabezamientos con que

con mejor dominio de la geografía, se referirá a la lengua el «príncipe» de los da inicio a sus dos tratados (e/ Santo Tomás [ 1560] 1994a, (1560] 1994b) , que

cronistas, C:i:;.a de León, alumno aprovechado en materia idiomática del pri- ./ .;. rezan, respectivamente, como sigue: «Comieni¡;a el arce de la lengua general del
l
mer gramático ~ü;. En efecto, el soldado historiador, cada vez que alude al '.~ Peru, llamada, Quichua» y «Vocabulario de la lengua general de los Indios del

idioma re ferido, lo hace ponderándolo como la «lengua general», si bien sience la


:•' Peru, llamada Quichua». En ambos casos, según se puede apreciar, se da por sen-
!t tado, simple y llanamente, que la «lengua general» es conocida con el nombre ck
necesidad de precisarlo mejor atribuyéndoselo, como en el caso de Ruiz de Arce,
a los incas, y entonces nos habla de «la lengua general de los lng_as» (e/ Cieza de <quichua>. Asombra constatar este hecho desde el momento en que el vocablo
ni siquiera constituye una entrada en el tratado lexicográfico del autor, como si
León [ 1553) 1984: xli, 132), o a su pretendido lugar de procedencia, que sería
el único valor que tuviera, es decir de glotónimo, fuera el que se le está dando
la capital imperial, y por tanto se referirá a ella como a «la lengua general del
~º" (e/ op. cit., cap. xliiii, 142), o simplemente «lengua del Cuzco» (Cieza aquí. Como quiera que fuese, fray Domingo no es la única referencia tempr:111:1

de León [ 1551 J 1985: XXlV, 72), tal como lo hace también el cronista contador /
(e/ Zárace (1555] 1995 : VI, 39).
Ahora bien , los testimonios presentados hasta aquí corresponden, crono-
lógicamente, a la etapa comprendida entre la conquista española y mediados ' Carece, pues, de wda base la sugerencia hecha por Markham, en el sentido de que habri.1 , ¡.¡.,
el mismo sevillano quien baucizara la lengua como q11ich11n, en razón de haberla aprcndiclo ..,,
del siglo XVI. Quienes parecen haber persistido en una especial predilección
la región de los <Quichuas> (e/ Markharn [ 191 O] 1920: Aprndice B I, 268). Lo cierto "' 'I'"'
por d es tacar los atributos señalados («del in ca» o «del Cuzco» ) , a lo largo de la fray Domingo, que pasa much os arios en _Chi~<jta, evangelizando y fundando convcnws. I'""",.
segunda mitad del siglo mencionado, y aun a principios del XVII, sin restarle la haber aprendido allí la variedad local, es decir la chinchaisuya, que es la que describe )' c:mlil11 .1.
preeminencia de su condición de «lengua general>., fueron Bias Valera y el Inca JJ Por consiguicme, igual de incxaccas son las aseveraciones que hacen los académicos del '!"''' 1111.1
cuzqueflo, rnrnando en \•erdades absolmas las sugerencias del hiswriador bric:inico, como ,,. 1,,,,.,¡,.
Garcilaso, según se puede apreciar en el siguiente pasaje del primero , citado por
ver en su Diccionario (e/ mh qhmu.1), obra por lo demás plagada de errores y de falacias rcb1 iv." .o
el segundo: la cultura andina, e incaica en particular, según lo hemos demosnado en nucma resc rh n·sl"" 1i v.1
(e/ Ce rrón-Palomino l 997b).

34 35
\locEs DEI. ANoE. ENSAYOS SOllRE ONOMÁSTICA ANDINA !'ARTE 1: LÉx!CO CU l.TllRAL E INSTITUCIONAL

que conocemos.3 También Polo de Ondegardo, al tratar sobre el «orden del ano 3. Quechua y no quichua
y tiempos» en el antiguo Perú, observa que los indios nombran «al ano [ ... ],
El uso generalizado y unánime de <quichua> para designar la lengua, consagra-
Huata, en la Quichua, y en la Aymara delos Collas, Mara» (e/ Polo de Onde-
do en las obras del Tercer Concilio y en los tratados monumentales de Gon¡;:ález
gardo (1559) 1985: 270). Un poco más adelante, al discurrir sobre la ceremonia
Holguín ((1607] 1975, (1608] 1952), encomró, en el segundo decenio del siglo
propiciaroria de los varones, nos hace saber que ella se conoce «en la Quichua,
XVII, una variante competitiva, en la forma de <quechua>. Fue Alonso de Huer-·
[como] Hurinichicuy, y en la Aymara, [como] Vícttrmsilían (op. cit., 271). Sobra
ta, criollo huanuqueño y catedr;icico de la lengua en San Marcos, quien inaugu-
decir que aquí rambién, aunque de manera mucho más contundente que en el
rará, de manera elocm:me, una campaña a favor de la nueva versión del no~1bre,
caso anterior, el empleo del término acusa un uso ya establecido, ramo que no
con solo titular su pequeño tratado gramatical como Arte de la lmgua quechwt
necesita de mayor precisión, como codavía ocurría con el de <aymara>.
general de los Indios de este Reyno del Pirú (1616). De esta manera se iniciaba, si
En suma, el empleo más cómodo del nombre <quichua>, ayudado por el
bien tímidamente, una verdadera cruzada en pro de la forma <quechua>, que
carácter breve de su significante, fue generalizándose cada vez más, de modo
irá desplazando , si bien gradualmente, el empleo de <quichua>. Andando el
que las designaciones previas, sin que ello significara necesariamente su descarre,
tiempo, Pérez Bocanegra, el párroco de Andahuailillas, se mostrará abienamence
iban quedando relegadas o, a lo sumo, utilizadas como meras expresiones retóri-
combativo a favor del cambio, al declarar, que sus traducciones se hacen
cas y aposicionales. 4 Su empleo exclusivo con letras de molde en las publicacio-
nes patrocinadas por el "fercer Concilio Limense ([1584-1585] 1985) no hará en el vulgar de los Na curales desea tierra; con el lenguaje, y modo de dezir po- ·
sino consagrar de manera definitiva el nombre, 5 aunque nunca estará exenco de !ido de la ciudad del CO?.co, que es el Atenas, desea tan amplia, y can general_
sufrir modificaciones en cuanto a su forma, como veremos. lengua, que se llama Quechua, y no Quichua (como comúnmente se nombra
entre todos) (Pérez Bocanegra 163 l: «Epísto la a los cvras» ).

3 Descartamos aquí el empleo de <quichua> que se hace en el texro anóninw del c<l)iscurso sobre De esm manera, el autor del RitrJal ForrnuÍtirio, que destierra la forma <qui-
la descendencia y gobierno de los Incas•>, supuesramcnte cscriro a insrancias de Vaca de Cast'fo, chua> a lo largo de su voluminoso tratado, parece expresar el sentir .creciente de
alrededor de 1542 (e/ Anónimo [1608) 2004). Como lo ha dcmosrrado Porras Barrenechea
una buena parte de los quechuiscas, especialrnente criollos, cuando no ajenos a
([ 1952] 1986), el documcnro aludido fue en verdad firmado y rubricado en el Cm.co, a 11 de
marzo de 1608, por un tal fray Anronio. Creemos que el empleo de <quichua>, en el docurncnro la orden jesuítica, quienes podían sencirse libres de recusar el uso hasta enton-
mencionado, es la mejor prueba de su carácter cardío, perfeccamcnte armonizable con la fecha ces preferido. 6 Se empezaba así a cuestionar la adecuación semántica efectuada
sci1ah1da por Porras. entre los estudiosos de la lengua, si bien no de manera explícita, que consiscía
' Obviamente, el hecho de que también el aimara fuera considerada «lengua general» (lf, po r en distinguir, por un lado, entre <quichua> 'nombre de la lengua' y <quechua>
ejemplo, Ramírcz [l 597] 1906: 297, quien llega incluso a considerarla como «la más gcnernl
Je codas»), sin mencionar el puquina, creaba, en el mejor de los casos, cierta ambigüedad en el
'cierra templada', tal como lo hacen el Anónimo (l 586) y el jesuita cacereno (e/
empleo de la expresión cc lengua general» a secas, aunque en algunos amores, como en el Inca,
podía advenirse un sesgo militante a favor de m quechua . Ver nora siguienre. al aimara, y que, por consiguiente, rodavía no era exclusivo de la lengua q11c hoy llamamos
5 Lo sei\alado podría no ser del codo cieno, desde el momento en que no folrnn documcnros quechua. ¿Qué podemos decir al res pccro? Co mo lo hemos señalado en otro lugar, el argumcnro
en los cuales <quichua> parece haberse empleado rambién para designar no solo al aimara sino resulrn deleznable (cf Cerrón -Palomino 2000a: cap. 1, § 1.2). Oc hecho, en el mismo ccxro de la
incluso al mochica (!). En cfccro, en su «Relació n .. de los chumbivikas, el corregidor Francisco «Relación», al hablar sobre los indios de Colqucmarca, se dice que manejan .cla lengua dn111bivika,
de Acuiia, al dar cuenca de los indios ele Condesuyos, refiere que estos cchablan algunos dellos en y en general algunos la lengua q11ich11a del inga .. (p . 320); del mismo modo, de los pueblos dc
su lengua quichua y la mayor parte en la lengua general del inga" (Lj Acuña [1586) 1965: 31 O) . Liviraca y Toro ra se afirma que «hablan la leng1u c:lm11biuik11 y la general del inga, ques quü:h1111"
Asimisnrn, al mencionar el pueblo de Alca, señala que sus moradores «hablan algunos dellos la (p. 324). Como observa corrccramenre T<chudi ([ 1891] 1918: 164-165), lo más seguro es que
lengu:i qrilclma )' otros la general del inga .. (op. cit., 313). De orro lado, en un documcnro dado esrcmos sencillamenre ante un error del copista. En cambio, el segu nd o caso visto parece tener
:1 conocer por Josefina Ramos Je Cox, y que lleva por rínilo «Memoria de las doctrinas que ay orra explicación, y aquí sí es ramos de acuerdo con Tcircro ( 1986): las ciras podrían estar ilusuando,
en los valles del Obispado de Trujillo• (ca. 1630), se 1ne11ciona que, en las doctrinas de Paij:ín y de manera inusirada (en el ti empo y en el espacio), el empleo de la palabra con el significado ele
Chócope, se hablaba ce la lengua de los valles que es la que llaman qi chua o mochica" (cf Ramos uvallcn.
de Cox 1950) . Es más, a Roque de la Cejuela, cma de Lambaycque, se le atribuye nada menos 1
' Diego de Molina ([ 1649] 1928) y Sancho de Melgar ( 1691) son dos personajes i1;1p~rtant~s.
que un ccCa1ecismo de la lengua yunga o quichua y espaíiola .. , cuya fecha remontaría a 1596, auro r de un sermonar io el primero y gramático el segundo, que se suman de manera explícira.
según nos lo hace saber Zevallos Quií10ncs (1948). Para Alfredo Torero ([1970) 1972: 70), en a la carnpaí1:1 a favor de la variante <qquech hua> ,' ral como la escribe el segundo de .los .: unorcs
el primer caso, rendríamos una clara ev idenci a de que el nombre en cuesrión designaba rambién mencionados. .· .

36 37
PARTE. 1: Lí;x1co cu1:ruRAL E INSTITU C IONAL
..
Voc ES DEI. ANDE. ENSAYOS SOBRE ONOMÁSTI C A ANDINA
'. . que por ello deje de ofrecernos, de manera indirecta, los efectos secundarios de
. .
Conryález Holguín [ 1608] 1952). Para los reformistas, antes. que aceptar una '1 aquella sobre la vocal que le sigue. En efecto, lejos de ser una variación antojadi-
forma convencional y normalizada, había que corregir un apareme entuerto za, las vocales alternantes del término -es decir <i> ~ <e>- se explican como
fonético, rescatando la pronunciación original del vocablo (ver más abajo) y resultado de la percepción del oído castellano del vocablo quechua en labios de
dejando de lado la diferenciación semántica establecida. sus propios usuarios.
No obstante la campaña «correctiva» a favor de <quechua>, que fue im- Pues bien, si asumimos, por el momento, que la pronunciación nativa del
poniéndose con el correr del tiempo, la versión recusada del término siguió término era aproximadamente algo como [q1c.wa] (donde el punto indica límite
empleándose aún, a lo largo de los siglos XVII y XVIII, si bien cada vez más silábico), entonces el hablante de castellano, en su afán por reproducirla, debía
8
esporádicamente ,7 incluso hasta fines del siglo XIX y comienzos del :XX. Ello enfrentar hasta tres problemas: (a) el carácter novedoso de la consonante inicial,
para hablar solo del Perú y Bolivia, pues en la periferia del antiguo territorio de de articulación post-velar; (b) la distribución inusitada de la africada <ch>, que
los incas, la vieja designación no· ha sido desplazada jamás: tanto en el Ecuador aunque le era familiar, no estaba capacitado para reproducirla en posición final
como en la Argentina el nombre de la lengua sigue siendo quichut1. Como lo de sílaba; y (c) la naturaleza, igualmente exótica, de la primera vocal, cuyo tim-
9
sigue siendo también, en el mismo territorio peruano, en algunos dialectos de bre no es el de la (i] ni el de la [e] de su lengua, sino algo que está al medio .
la lengua, que lo incorporaron tempranamente, luego de su castellanización, Como ocurre en situaciones semejantes, el hablante, guiado por sus propias
dentro de su repertorio léxico: un prés"tamo de ida y vuelta. reglas de adaptación léxica, podía salir del embrollo mencionado, de la siguien-
te manera: (a) igualando la pose-velar del quechua con su aproximadamente
equivalenre velar castellana; (b) alterando la estructura silábica de la palabra,
4. Etimología del nombre
de modo que la africada pase a posición inicial de sílaba; y (c), ·finalmente, el
Conviene ahora hacer un alto para tratar sobre la etimología del nombre, en punto de la discordia: creyendo escuchar, unas veces la vocal inicial como alta,
cualquiera de sus formas alternantes, es decir quichua ~ quechua. De entrada y ocras como si fuera de timbre medio. De esta manera se desembocaba, o bien
debemos señalar que, en este caso, nadie ha puesto en tela de juicio la proceden- en [ki.eu.a] o bien en [ke.eu.a], que a su vez podían escribirse, respectivamente,
cia lingüística del vocablo, que sin duda es de origen quechua, por lo que nos como <quichua> o como <quechua>. Queda claro, entonces, el origen de la
limitaremos al examen del término, tanto desde el punto de vista formal como controversia, que se concentrará en el problema del reajuste vocálico, pues nadie
semántico, aspectos estos que, en cambio, han sido fuente de confusiones entre cuestionará los otros dos problemas involucrados en el proceso de incorporación
los estudiosos de todos los tiempos, según se verá. del préstamo léxico.
Ahora bien, como se adelantó, la forma <quichua>, con interpretación de
4.1. CUESTIONES DE FORMA la vocal quechua [1] como <i>, fue adoptada por los primeros gramáticos como
el nombré de la lengua, dejando la forma <quechua>, esta vez con identifica-
Conforme se habrá podido advertir, la propuesta correctiva de <quechua> en
ción de [1) como <e>, para referir a 'zona templada', y eventualmente a 'valle'.
lugar de <quichua> se basa, al menos parcialmente, en criterios de pronuncia-
Ello se manifiesta de manera muy clara tanto en el Anónimo ( 1586) como en
ción, que en la escritura castellana se manifiestan en el empleo de <Í> o <e>,
; Gonryález Holguín: el primero consigna <quichua> con el significado de «lengua
según el caso. El problema, sin embargo, está estructuralmente ligado a otro: la
general» y <quechhua> como «tierra templada»; el segundo, si bien no recoge la
naturale7..a de la consonante inicial, que la notación castellana pasa por alto, sin
primera entrada, la emplea como parte del título de su obra: «lengua qquichua
o del inca», a la vez que registra <qquechhua> «la tierra templada o de temple
7
Paradójicamente, mientras que Alcedo, en pleno siglo de la ilustración, parece aceptar la
forma <Quechua>, al decirnos que de la «nación de los Quechuas tomó el nombre el idioma
general del Perú" (lf Alcedo [ 1786] 1967: lll. 263), el canario Pe re ira y Ruiz, ya en vísperas de la
independencia, prefiere la versión originaria, es decir <quichua> (cj Pcrcira y Ruiz [ 181 Gj 1983:
.
!•En efecto, como lo vienen demostrando los estudio.~ de fonética experimemal aplicados al
308) .
' Entre los estudiosos peruanos, fue tal vez Sebasti:ín Barranca uno ele los que persistieron en el uso quechua, rodo indica que, en verdad. las vocales ualtas" del quechua son, fonéticamente, abiertas,
de la forma q11iclmil, que él escribía <kichua>, mi como se puede ver en sus ensayos esqucm:iticos, es decir [1] y [u] (e/ Pére1. Silv:1 2006).
algunos de ellos puhlicadus póstu1mm e11tc, en pleno siglo XX (lf , por ejemplo, Barranca 1920).
VocES DELMDE. ENSAYOS SOBRE ONOMÁSTICA ANDINA f'ARTE J; LÉXICO CULTURAL E INSTITUCIONAi.

caliente» (cj Gonc¡:ález Holguín, op. cit., I, 300). 10 Los proponentes del cambio de graficar el nombre de la lengua, a cual más exotista y criprográfica, como
de <quichua> por <quechua> para referir a la lengua, lo dijimos ya, desoyendo la cuando se escribe <cjeswa>, <qheswa>, <qheshwa> o <qhexwa>, etcétera. 12
convención establecida, preferían ajustar el término sobre la base de la pronun- Ahora bien, en párrafos precedentes, como se recordará, convinimos en que
ciación del nombre que aludía a «Valle templado», y que consideraban el étimo el étimo de la palabra que estudiamos sería, provisionalmente, [qic.wa]. Esta
de la palabra, aunque en este caso correctamente, como se verá. Notemos, en fue, includablemenre, la forma que escucharon los espai'wles de labios de los
este punro, un aspecto adicional del debate, no exento de ribetes ideológicos: naturales, y que, conforme vimos, buscaron reproducir, lo mejor que pudieron,
quienes reclaman el cambio no son mayormente, aparte de Alonso de Huerta, dentro de su idioma. ¿Significa esto que la propuesta etimológica responde a una
los gramáticos y lexicógrafos, sino los prosistas del quechua, por lo general crio- fonética prístina dentro del idioma? La respuesta es no, si nos remontamos a eta-
llos y mestizos, más preocupados por su fidelidad a la pronunciación nativa de pas anteriores de la palabra, cosa que es posible, gracias, no ya a la información
la lengua. documental escrica, sino a la proveniente de la dialectología y de la lingüística
Por lo demás, el afán por ajustarse a la pronunciación genuina, dejando histórica. En efecto, los daros dialectales del quechua permiten sostener, con
de lado coda convención terminológica, como la establecida para <quichua> = seguridad, que la consonante africada de la palabra estudiada no fue /e/, como
'lengua quechua', persistirá hasta nuestros días, acompañando, absurdamente, la castellana, sino /C/, es decir una retroíleja, no desconocida del todo en algunos
la evolución fonética del .t érmino en la lengua de origen, concrecamcnte en su dialectos del castellano, como el chileno (repárese aquí en la pronunciación del
variedad cuzqueíw-boliviana. En efecto, encre los siglos XVII y XVIII se pro- grupo <tr>). Evidencias a favor de ello nos proporcionan las variedades quechuas
duce una revolución consonántica en el quechua cuzqueño, como resultado de centrales, en las que se preserva la africada retrofleja, ausente en los dialectos su-
los hábitos articulatorios aimaras de sus hablantes iniciales. Una de las manifes- reños. Así, por ejemplo, el quechua de Pacaraos (Huaral), registra [qecwa] 'valle'
taciones más notorias de dicha alteración, y cuyos inicios ya se dejan ver en el y el de Huancayo consigna también (icwa] 'habitante de las esta:ncias', en este
siglo XVI, es la fricativización de las consonantes en posición final de sílaba, que úlcimo caso, con eliminación de la /q/ inicial, ausente en el dialecto. Con estos
a su vez acarrea el surgimiento de consonantes aspiradas: de esta manera, para datos, que no son los únicos, podemos reconstruir cómodamente *qiéwa, como
dar solo dos ejemplos pertinentes al caso, una palabra como [qac.wa] 'danza de la forma registrada por el proro-quechua. 13 Es, pues, a partir de esta postulación
parejas jóvenes' deviene en (q"as.wa], del mismo modo en que [qlc.wa] 'wna que se explica, como producro de una evolución, su cambio en [q1c.wa], que es
templada' desemboca en (q"1s.wa], donde se puede apreciar que la (e] se ha tor- la forma sureÍla que escucharon los españoles en boca de los cuzqueños.
nado fricativa [s], induciendo a la vez, por compensación, la aspiración de la /q/, Hay otro dato más que abona a favor de la propuesta mencionada, y esca
que ahora es /q"/. 11 Pues bien, es esca pronunciación moderna del vocablo la que vez proviene del aimara. Ocurre que la rama altiplánica de esta lengua registra
intentan reproducir los quechuistas contemporáneos, seducidos por un afán mal la voi qherwa con el significado de «valle, cierra algo cálida», y así qherwa jaqe vale
encendido de fidelidad del original, sin advertir el sentido práctico de toda con- por «valluno, hombre del valb (e/ De I..ucca 1987: 140). 14 Obviamente, hay aquí
vención terminológica. Corno resultado de ello, se registran diferentes maneras una relación estrecha no solameme entre <qhe1wa> y <quechua> sino, de manera

12
Oigamos lo que nos dice al respecto nucsrro colega y amigo Xavicc Albó: «Lirnicfodonos a
10
Nócese, de paso, el cracamicnco, por parce del Anónimo, de la escructura silábica de la entrada nuesrro mundo andino, la complejidad de esta cuesción orcográfica [del quechua] queda ilusrrada
para uderra rempladau: el empleo de la <h> doblada busca, en efecto, recordarnos la pronunciación en los índices de la bibliografía de Rivet [y Créqui-Moncforc] (1956) donde descubrimos que el
de la ..:ch> en final de sílaba, seguida de <hua>; lo propio ocurre en el caso del ilustre cacere1io, nombre del idioma «quechua», que solo tiene 5 o a lo más Gfonemas, ha llegado a ser escrito de 83
con el dato adicional de que, con el doblamienro de <q>. quiere indicamos la pronunciación de la maneras discintas» (lf Albó 1974: cap. G, 125). Tales son las consecuencias por atender al lbmado
posr-velat quechua. Resibilabificación semcjanre, aunque representada de manera diference, es la ingenuo de la pronunciación nativa.
13
que nos ilustra Guaman Poma, al escribir <quichiua> (cf Guarnan Poma [IGI 5] 1939: panim). Lo propio podemos decir de la voz cachua (en el cuzqueño moderno, qhaiwa), que remonca
11
La inAucncia aimara en cscc caso está fuera de coda duda, y, sin ir muy lejos, basta con ver cómo al proco-quechua •qafwr1. Como se ve, los cambios mencionados son, pues, regulares y no
se pronunciaba el nombre de la lengua entre los lupacas, al riempo en que cales cambios aún no simplemente producto del azar.
se habían consumado en el cuzqueño: el jesuira anconense recoge <Quesua aro> «lengua quichua , " Nótese que el aucor, que no hace uso oficial del alfabeto aimara, emplea <e> en vez de <i> en su
o del Ingau, agregando a renglón se.guido la frase latina uEiusdem pronuntiacionisu, es decir la notación. Véase, en cambio, el rracamienro difercnce por parce de 13ürtncr y Condori-(1984: 183)
ronunciación de los hablanres de aimara (e/ Berconio [ 1612] 1984: 11, 290). · y Callo Ticona (2007: 214): en ambos casos tenemos <qhirwa>. ·

40 41
,· .,
VOCES OF.l. ANOF.. ENSAYO S SOllRE ONOMÁSTICA ANDINA ~

' PARTE !: LÉXICO cui:rURAL E I NSTITUCIONAL

mas Interesante, con nuestra form a reconstruida, es d ecir *qiéwrt. Y es que el una diccion dan Qquechuiscca Ichu, paja retorcida, y po r sincopa, ó sinalefa
fonema /e/, propio del proto-aimara, y presente aún en su rama central moder- ,1
.. .
dicen: Qqueshua, ó Qqucschua, ó Qquechun, ó Qqichun, que todo significa, paja
na, cambió, en sus variedades sureñas, ya sea a /t/, de manera casi regul ar, pern
L torcida, ó cordel de paja (op. cit., p. 1).
también a Ir/, esporádic:unente (ej. Cerrón-Palomino 2000a: cap. V, § 1.21.13),
Sin embargo, como podrá apreciarse, aparre de la derivación completamen-

·.1~·.
de modo semejante a como lo hizo el etnónimo limeúo <lchma>, registrado a
,:·. te caprichosa (en la que se yuxtapone gratuitamente un sustantivo a un verbo) ,
veces e n los d ocumentos como drma>, ambas formas atribuibles a *iéma (ver,
:i que nada tiene que ver con el vocablo que nos interesa, lo que no advierte el
para esto último, ensayo II: l, § 4). En el caso de <qhirwa> estamos, pues, ante ~ .
auror, y con él los que lo siguen (e/ también Markham [187 1] 1923: cap. I , §
un préstamo quechua muy antiguo dentro del aimara, en una etapa en la que
3, 66), es que el parecido entre q'im}ft «soguilla» (ej. Gon~ález Holguín [ 1608]
ambas lenguas compartían escenarios comunes en la sierra central.

4.2. CUFSTIONES DE SIGNll'ICADO


1
,f
1952: l: <queshua->) y <qquechhua> 'vall e templado' solo se da cuando esta
evoluciona a c/'iswa, y aun así, ambos términos no se confunden, desde el mo-
me nto en que portan distintas consonantes laringalizadas: glotalizada, en el caso
de 'soga de paja', y aspirada, en tanto 'piso eco lógico' o nombre de la lengua.
En relación con el significado originario del nombre de la lengua, dejando para m:ís
De esta manera, peor aún, la variante etimol.ógica propuesta por Durand, en el
adelante la motivación del mismo, sálvo algunas asociación gratuitas que veremos
sentido d e que quechua significaría «la lengua de la nación ele los puentes de paja
luego, no hay problema en seí1alar que corresponde al de un topónimo genérico, que
retorcida», es algo q ue raya en el delirio , aunque no deja de tener un ingrediente
refiere a la zona ecológica andina situada entre los 2,300 y 3,500 metros sobre el nivel
de tipo mítico-histórico preco ncebido: se está pensando en los famosos puentes
del mar, «constituyendo fajas longitudinales» entre los declives oriental y occidental
incaicos d e paja colgantes construidos para atravesar el río Apurimac. 16
del sistema orogr:ífico de los Ancles (e/ Pulg:u Vida! [1941] 1981: 81 -82). Como
Dentrn d e esta serie d e etimologías igu almente absurdas, no podemos dejar
tal, su definición en los vocabularios antiguos y modernos, com o 'valle templado',
de mencionar una má..~ moderna, ofrecida esta vez por el (1 uechuista cuzqueño
se corresponde con la realidad descrita, y nada impide pensar que as{ fuera también
Jorge Lira, quien, relacionando gratuitamente su entrada <kkechúwa> con el
en épocas remotas. Por extensión, como ocurría en el caso de <yunga>, el topónimo
verbo <kkechu-> 'arrebatar', desliza la siguiente explicación:
podía ser empleado también como etnónimo genérico, para designar al poblador
originario del piso ecológico en referencia, del mismo modo en que llamamos 'cos- Qui7.á no sea aventurado, a juzgar por el sentido del vocablo, que mi cosa di-
tefio' al habitante de la costa o 'selvático' al de la selva. Así, por ejemplo, <qquechhua mana de que los nativos calificaron como ladrones cxtorsiona<lores a sus depre-
runa> «el de tierra templada», en Gon~á.lez H olguín (op. cit., I, 300), en oposición, dadores, y que el autor del primer tratado del idioma [fray Domingo de Santo
por ejemplo, al poblador de tierras frías, que vendría a ser un sal!qa runa. 15 'Tomás] tuvo la habilidad de retrovertir (Lira f1941 ] 1982: l 4 O).
Pues bien, no obstante la transparencia de su significado, no han faltado es- Se trata, como se ve, de otra asociación completamente antojadiza. Tras re-
tudiosos que, con gran desco nocimien to de la evolución fonológica del término, interprerar quechurt como <kkechúwa> (es decir qiéuwa, con resilabificación),
hayan pre tendido asociarlo gratuitamente con otro vocablo. Tal es el caso del buscando reacornodar el término, anacró nicamente, dentro del léxico nativo,
quechuista ítalo-argentino Hono rio M ossi (1860), secundado, entre otros, por pasa a relacionarlo arbitrariamente con u n verbo que nada tie ne que hacer co n el
el etimologista peruano Durand (1921: cap. ll). Sostenía el primero de los auto- nombre de la lengua, ni formal ni sem ánticamente. As{, pues, la etimología del
res, partiendo de la pronunciación mode rna de la palabra - ·es d ecir [qhiswa]- , vocablo, que en verdad no presenta mayores oscuridades desde el punto de vista
que esta tenía su origen e n el de su significado originario, no estuvo libre de innecesarias elucubraciones a las
participio pasivo del verbo Qquehuini, que significa retorcer, y el paruc1p10
Qquelmiscca, retorcido, con el nombre Ichu, que significa paja, que puestos en 16
Etimologías disparatadas como la men cionada encandilan a menudo, sin embargo, a los
científicos sociales. Para el caso concrem que acabamos de ver, oigamos lo que nos dice, por
15
ejemplo, Randall (1987: 272): «La sugerencia de que la palabra «quechua», en sí, deri va de qí:swn.,
l ncidcncal mente, la oposición entre gente <q uechua> y <sa.llqa> sigue reniendo mucha vigencia o «soga de paja torcida» r... ]. no es entonces, completamente aventurada, dado que los amawta
cmrc los pueblos del sur and ino, especialmente en los de Ayacucho y Apurimac, co n una fuerte podrían h aber hech o mi asociación -tal como d hombre mcrcc paja para crear soga, igual el
valoración positiva para la primern y altamente despectiva para la segunda. lenguaje rncrcc ícnómcnos y conceptos para crea r el universo».

42 43
VOCES DEL ANDE. f.NSAYOS SOllHE ONOMÁSTICA ANDlNA PARTE J: LÉXICO CULTURA!. E INSTITUCIONAL

·J
que nos tienen acostumbrados los etimologistas aficionados. Otra es la sicua- ( Pues bien, las fuences mencionadas coinciden en señalar, como podrá apre-
ción, sin embargo, tratándose de la motivación del nombre en canco glotónimo. f
1 ciarse, la motivació n del nombre de la lengua a partir del referente émico. 17 Sin
1
En la siguiente sección nos ocuparemos precisamente de este problema. embargo, ames de dar por establecida la conexión mencionada, quedan por
Ji¡ explicar algunos puntos relacionados con la asociación hecha e ntre lengua =
4.3. MOTIVACIÓN DEL NOMBRE
•' ernia . E llo porque, entre otras cosas, el panorama lingüístico que surge de la
)r
4 compulsa de los clocumenros coloniales del siglo XVI no parece haber siclo ta n
Una vez establecida la etimología ele quec!Jlla con el significado de 'zona tem- 'I
·1 simple como el que se desprende de las fuemes citadas. Y así, en primer lugar,
plada' o 'valle', toca ahora indagar sobre su motivación en tanto glotónimo, es habrá que averiguar quiénes eran los quechuas y qué lengua o lenguas hablaban;
decir tratar de averiguar de qué manera un topónimo genérico devino en nom - '.! en segundo lugar, si tales quechuas habitaban precisamente una zona quechua; y,
bre específico de una lengu a. Al respecto, creemos que hay alguna información

en tercer lugar, siendo el ténnino q11ech11r.l una voz de significado genérico, cómo
documental que parece indicarnos el proceso de semancización involucrado. es que pudo pasar a la historia como nombre privativo de un grupo étnico. E n
En efecto, comenzando con la referencia más temprana que tenemos, y que lo que sigue trataremos· de responder cales cuestiones.
en este caso corresponde a la proporcionada por Cieza de León, los hablantes E n cuanto a la primera pregunta, las crónicas nos informan que los que-
iniciales de la «lengua general ele los Ingas», según testimonio recogido por el chuas co nstitl1Ían , para emplear una expresión de la época, una «nación» que
cronista de labios de «algunos orejones del Cuzco», habrían sido nada menos habitaba en la parte alta del río Apurimac, en ere los ríos Pachachaca y Pampas,
que los <quichoas> (es decir los quechuas), o sea los naturales de la etnia del ocupando gran parre de la pro~incia de Andahuailas, cid actual departamento de
mismo nombre (ver nuestro epígrafe). Esta sola referencia, aun tratándose de Apurímac. Co nquistada por Pachacuriy Inca Yupanqui, según Betanws ([1551]
una observación digna ele toda confianza corno las que habitualmen te nos pro- 2004: I, XVIII, 129), o por su h erma no Capac Yupanqui, según el Inca Garci-
porciona el soldado historiador, carecería de peso testimonial suficiente si no laso ((1609] 1943: 11, XII, 153), al igual que sus vecinos omasayus, aimaraes,
fuera por la existencia de ocras fuenres no menos importantes que apuntan a lo cotabambas, cotaneras, chumbivilcas y yanahuaras, formaban, según el mismo
mismo. Nos referimos, en primer lugar, al dato ofrecido por Cristóbal de Albor- Inca, un a suerte de liga de nacio nes bajo un mismo «a pellido Quechua» (tf op.
noz ([1581]1989: 181), el famoso extirpador de idolauías, quien, al enumerar cit, 154). Las mismas fuentes seí1alan que los quechuas habían sido avasJllados
los santuarios existences en la «provincia de los quichuas», señala, si bien escue- previamente por los chancas , y que luego, al someterse voluntariame nte a los
tamente, que esta fue «de donde tomó el Inga la lengua general». En segundo incas, pasaro n a ser los más fieles aliados de estos durante la guerra emprendida
lugar, contamos también con la observación deslizada por Luis Capoche, el au- contra sus amiguos opresores. Pues bien, ¿qué lengua hablarían tales quechuas?
tor de la Relación ele Potosí, al citar una de las ordena11zas dictadas por el virrey Contrariamente a lo que nos dicen C iez.a y los otros autores citados, la eviden-
Toledo a efectos de la obligatoriedad del aprendizaje de la «lengua general» por cia toponímica , en primer término, y la documental en segundo lugar, parecen
parre de los doctrineros. Precisa el cronista, a manera de una aclaración entre pa- indicar, de manera co n tundente, que tanco los quechuas como sus comarcanos
réntesis, que el idioma aludido es el «que llaman quichua (j'or decim· así el pueblo hablaban originariamente una variedad aimara, y no en calidad de mitmas ne-
principrtl donde se hahla y usr1bm1 de ella los incas en el C11zco, que era la cabeza del cesariamente, conviene subrayarlo, sino como oriundos del lugar (e/ Cerrón-
reino como hoy es, aunque no era lt1 mrtterntl que lr11ierm tenía)» (énfasis nuescro; Palomino 200 lb) . ¿S ignifica esro que por <qu ichoa> hay que entender aimartl,
1
cf Capoche ([1585] 1959: JI Parte, 170) . .Finalmente, aunque ya a mediados del tanto en el texto de Cieza como en los pasajes citados del corregido r Acuí1a (ver
:
s. XVll, el historiador Cobo resumirá codo ello en los siguientes términos: § 2, nora 5), que no serían producto de una simple errata? No lo creemos así,
Tratando de la lengua desee rei no, hab lo solamente de In quichua, como general y en cambio pensamos que., al ti empo en que los incas toman contat:to con los
y común a todos los naturales y nrnradores dél; a la cual ciamos este nombre, ----------~-----

tornando de la nación de indios que la tenía propia y de donde se derivó a los "Discrepamos, en cal scmido, ele la opinión del co leg:i y ¡¡migo Milrrnhcim, quien sostiene <J.llC la
demás, que son los quichuas; c.:omo a la castellana la llamaron así, por ser la .., asoci<1ci6n de la lengua con la del grupo érnico de los quechuas sería posterior al urn gcner:d qu'c ·
materna que hablamos los castellanos (énfasis agregado; cf. Cobo [ 1653] l 956: se hizo de la lengua en ri crnpos de la colonia (e/ Mannhcim 1983: lnuocl., 8). No nos p:ircc" así,
porque creemos q11" el registro clocumc111al citado, <JI.le el autor no menciona, es sulicienteménce
XIV, l. 234).
dig110 de uédico. · ·. · ·

44 45
:jt
VocE.' DEL ANDE. E NSAYOS SOBRF. O N OM.ÜTICA ANDINA
·'1 PARTE !: LÉXICO CULTURAL E INSTITUCI O NAL

quechuas, estos se encontraban en trance de quechuización completa, corno -~t su empleo genérico en todo el territorio quechua. Siendo así, una posible ex-
-\ ·
consecuencia de su sometimiento ante los chancas, que habrían sido los difu- .. plicación es que el término haya sido invocado como un atribuco diferencial
asumido por los propios interesados o impuesto por los comarcanos, ddiniend~

l
sores de la variedad chinchaisuya en toda la región . De manera que, tomando
en cuenta esta situación, no parece haber contradicción entre los incas, de habla de este modo fronteras étnicas bien establecidas. Del resto se habría ocupado el
originaria igualmente aimara, aprendiendo la lengua de labios de sus aliados «azar de la historia .. , del mismo modo como ocurrió con el nombre de aimara,
quechuas previamence desaimarizados. <f
.J que de topónimo, igualmente recurrente, devino en etnónimo (ver ensayo 1: l,
· ¡.
En relación con el segundo punto, que tiene que ver con el ajuste entre el sig- en el presente volumen) .
:¡f
.,
nificado de 'zona templada' y el habirat de los quechuas prehistóricos, fue Tschudi
.f
quien, cuestionando la etimología propuesta, hizo el reparo en el sentido de que, 1
5. Runa simi: 'lengua del indio'
de las «naciones» que se reclamaban quechuas según el Inca historiador, solo J1'
dos -los yahanuaras y chumbivilcas- vivían en tierras templadas, en tanto En § 1 dejamos establecido que la lengua, al igual que la airnara, no tenía nombre
que el resto ocupaba zonas más bien altas; por tanto, concluía el autor, «no es propio, y la prueba indirecta de ello es, una vez consumada la conquista española,
:!,.l.,
la necesidad insoslayable de nombrarla de manera específica. Sin embargo, nues-
fácil admitir que la provincia haya recibido el nombre de khetsua, por razón de
sus tierras templadas» (cj Tschudi, op. cit., 153). Al respecto, debemos señalar
..1 tros estudiosos modernos (cj Porras Barrenechea [19451 1963: cap. II, 24-25),
1
que en verdad el concepto de 'tierra templada' debe ser tomado en términos í basados en la opinión de algunos quechuistas, se llenan la boca señalando que el
relativos y no en forma categórica, por lo que la observación del viajero suizo, ·I nombre auténtico y originario del idioma habría sido n11111 simi, glosada como
1
que no parece haber estado en la región, no puede ser cornada al pie de la lerra. 18 1 'lengua del hombre' o 'lengua de la gente'. Uno de tales quechuistas, entre los
Nada impide entonces que aceptemos que, en la realidad de los hechos, el grupo extranjeros, fue nada menos que Middendorf (1891 : 277), quien sostiene que
étnico que se reclamaba quechua, habitara en un ·<valle alto», o en una «región «los indígenas del Perú [ ... ) llamaban y llaman hasta hoy su lengua runa simi».
de los valles altos», para usar la definición del término ofrecida por Middendorf Entre los nacionales, que se pronuncian en los mismos términos, de manera
( 1890: 277). De manera que la objeción a la correlación ecológica mencionada igualmente categórica, figuran los cuzqueños Lira (op. cit., 140) y Farfán ( 1957).
no parece tener sustenco.
Finalmente, queda la pregunta relacionada con la exclusividad del nombre,
en principio de uso genérico, como vimos, para referir a la etnia prehistórica
conocida. Porque, como es fácil constatar revisando los diccionarios geográficos
l Debernos aclarar, no obstante, que lo dicho por el viajero alemán es cierco en
lo que concierne al uso moderno de la expresión; no lo es, en cambio, cuando
nos quiere decir que tal era el nombre originario, es decir prehispánico, de la
lengua, como se había adelantado en observar Tschudi (op. cit., 155). En efecto,
de Paz Soldán (l 877) y Stiglich (1922), el terricorio peruano está sembrado que sepamos -y el excurso ofrecido en §§ l, 2 así lo confirma- , no hay fuente
de una toponimia, ya sea mayor o menor, que porta el nombre (escrito como alguna, menos aún temprana, que registre la designación mencionada. Encon-
<Quichua> o <Quechua>) , en forma simple o derivada, 19 o integrando com- tramos sí, por ejemplo en el Anónimo (1586), la expresión <runa sirni> como
puestos, desde Ancash, en el norte, hasta Puno, en el sur, ilustrando justamente equivalente de la entrada «lengua de los yndios .. ; lo propio ocurre en Gonc¡:ález
Holguín, que glosa la misma entrada como <runa simi>, es decir, como simple frase
"Observa al respecco Pulgar Vida!, que "no rndas [las regiones naturales del Perú! 1ienen bs atributiva, o <runap simin>, corno frase genitiva (cj op. cit., 11, 561). 2º Pero glosa
r
mi smas e invariables condiciones y carac1erís1icas», pues ocurre que «enne una ~ona otra hay
verdadera interpenetración como cmre los pedazos de una 1arjeta rola en forma sinuosa, de aimara respectivo. Para los sufijos referidos y los significados que les imprimen a la base a la cual
suerte que las salientes de una región corresponden a las entranrcs de la orra, y recíprocamente» se .ag1egan (ver en sayos Il: 3 y !I: 4 en el presente volumen).
(<f Pulgar Vida!, op. cit., 25). 211
Después de rodo, el empico de 1imi, como equivalente genérico de lengua, está ampliamente
19
Enrre los wpónimos con es1rucrnra derivada dcs1acan <Quichua-s> (varios lugares en Ancash, documentado en el quechua; y así, para dis1inguir la lengua (definida desde el punto de vi.<ea
en Paseo, y en Tayacaja), <Quichua-y> (en Huailas }' Huancayo), <Quichua-n> (en Aija, Ancash), del ego) de cualquier mra, se empicaba el modificador hr1hu11 'fuera, encima'. El siguiente pasaje
en los que se divisan los reflejos de los sufijos -¡, del quechua, al lado de -y y -11, de origen es, en este punro, muy revelador: «Y en esce repartimienro [de Arnntucana y Laramati) hay
aimara. Los rnpónimos <Quechua-ya> (en Lucanas y en una isla del Ti1icaca) y <Quichua-ni:- muchas diferencias de lenguas , porque casi cada cacique tiene su lengua, aunque codos hablan
(en Langui , Canas) son variantes aimarizadas (previa adición de la vocal parogógic.a !a]) de sus )' se enrienden en la del Inga; y a bs lenguas diferentes de las <lel Inga en que se hablan y
correspondiemcs <Quichuay> y <Qui chuan>, respccrivamcnrc, delatan<lo, adcmis, el sustrato entienden, la llaman hnhwuimi, que quiere <lccir lengua fuera de la general , que es la del Inga"

46 47
PARTE J: LÉ.XICO CUL:íUH.AL E INSTITUCIONAL
VOCES Df.L AN DE. ENSAYOS SOBRE ONOMÁSTICA ANDINA

como lingüísrica propiamenre dicha, así como en los datos ofrecidos por la historia
parecida, y por consiguiente nada privativa del quechua, la encontramos también
y la dialeccología de la lengua, creemos haber demostrado: (a) que la lengua, al
en el aimara: así, Berconio da como equivalente de «lengua de los indios» la ex-
ser asumida como propi a, no tenía necesidad de concar con un nombre espe-
presión gemela <haque aro>. Es más, el mismo jesuita proporciona <Castilla aro>
cial que la singularizara: bascaba referi rse a ella como simi; (b) que su primera
como sinónimo de «lengua romance», o sea la castellana (cj op. cit., II, 289) . Pues
designación objetivada, por parre de los españoles, fue de carácter funcional,
bien, ¿qué significado tienen en dicho contexto tanto <runa> como su equiva-
llamándosela «lengL;a general», pero qu e, dado que la aimara también gozaba de
lente aimara ..::haque> (es decir [haqI))? La respuesta es sencilla: tales voces no
un rango similar, fue necesario precisarla como «lengua general del inca» o «del
significan 'gente' o 'persona', o 'se r humano', sino 'indio' a secas, como puede
21 Cuzco»; (c) que en vista de que, según tradición recogida por los espaí10les, los
verificarse con solo hacer la consulra de los diccionarios respectivos.
quechuas, procedentes de una zona templada, serían los hablantes originarios de
De todo ello se desprende entonces, de manera uansparente, que la expre-
la lengua, resulta ' namral que esta fuera designada como <quichua>, como ocu-
sión rima sirni, lejos de ser una designación de origen nativo, es el resultado de
rre, universalmente, en situaciones semejantes; (d) que, en tal sentido, se buscó
una adecuación lexico-semántica efectuada por los tratadistas coloniales, con re-
introducir una distinción terminológica sistemática entre <q uichua> 'lengua
cursos propios de la lengua es cierto, como una respuesta que buscaba establecer
quechua' y <quechua> 'valle templado'; (e) posteriormente, sin embargo, surgió
los correlatos lingüísticos que respaldasen el nuevo ordenamiento colonial, que
una corriente reformista que propugnó la «restimción» de <quechua >' para de-
disdnguía encre una rep ública de españoles y ocra de indios: se de.m arcaba de
signar a la lengua, recus:mclo la forma <quichua>, e igu~lándola con <quechua>
esta manera la frontera estamental en ere el castellano y el rima (o haqi), con sus
'valle templado'; (f) finalmenre, esta forma acabó por imponerse en el Perú y
lenguas emblemáticas: castilla simi 'lengua castellana' opuesta a runa simi (o haqi
Bolivia, mas no en lo que fuera la periferia del antiguo país de los incas, donde la
aru) 'lengua de los indios' . Como podrá apreciarse, no podía quedar más claro ~l
alternativa léxica originaria, es decir <q uichua>, no ha dejado de usarse hasta la
carácter excluyente y segregativo de la expresión que, con desconocimienro de su
actualidad. Por lo demás, lo dicho en (a) se confirma con la naturaleza exógena
génesis, ha sido posteriormente asimilada, y no solamente por la elite pensante,
de la expresión runa simi -inicialmente segregacionista-, que sin base alguna
sino también, aunque propiciada e inducida por ella a través del sistema educa-
se considera nombre originario de la lengua, con forme se vio.
tivo, por los propios hablantes de la lengua. Baste con señalar que la designación
Ahora bien, nótese que, a diferencia de lo que ocurre con el glmónimo
no goza de uso general, no ya encre los hablantes de las ramas central y nortefia
aimara, el término quechua, no obstante haber devenido históricamente en un
del quechua, sino ni siquiera entre los usuarios de la variedad sureña en su con-
emónimo, no ha conseguido desarrollar, por lo menos en el Pe rú, una connota-
junto: de hecho, ella es desconocida en Bolivia. Ya se dijo, en cambio, que el
ción de carácter «nacionalisra»; y si alguna vez se pretendió fundar una «nación
~ mpleo del término quechua y sus variantes fonéticas es prácticamente general
quedrna», ello no pasó de una receta postiza de corre staliilista, como lo señala
en codos los ámbitos en los que se habla la lengua involucrada.
Basadre ([1931] 1978: cap. IV, 330-331 ). En tal sentido, cuando se habla hoy
de un «p ueblo quechua», especialmente en los ambientes acadéinico s, se tiene
6. A manera de conclusión en mente a los hablantes de la lengua en sus variados dialectos, que no n.ecesa-
En las secciones precedentes hemos tratado de ofrecer la erimología del glotó- riamence se identifican como quechuas en el sentido antropológico que quiere
nirno quechua. Basados en la temprana documentación escrita, canto cronística darse al término, y que por lo mismo, en el r.erreno ideológico y político, «no
forman unidades vigorosas y agresivas», como señalaba el mencionado historia-
(<f Monzón [ l 586] 1965: 228). Incidentalmente, la desbordada fantasía de nuestros historiado res dor. Perdura sí, en camb io, y no en codo el mundo andino, su antiguo valor de
tradicionales, ayudada por su desconocimiento campante del quechua, hizo que en vez halnut se referencia a una zona ecológica, opuesta a ¡m11a o sa!lqt1.
leyera '11111/nuz 'criatura', de manera que, según esto, las lenguas diferentes del quechua y del aimara
serían ' lenguas infanriles'.
21 Al lado de <runa simi>, también parece haberse empicado <quichua simi> 'lengua quechua'.

Así, por ejemplo, en Pedro Pizarra ([1571] 1978: XIII, 75). quien recoge <guichuasimi>. De paso,
la versión consultada rrae <quechuasimi>, a rodas lu ces una forma reñid a con la man era en que se
escribía la palabra en tiempo.~ dd cronista, y que solo puede ser anibuida a uno de los censores del
que nos habla Lohmann Villcna, el cdiror de la obra (pp. XLIX-L).

.49
48

Вам также может понравиться