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Al otro lado de la consulta: cuando el médico se convierte en paciente


Esther Samper 13/10/2018

Todos somos pacientes en potencia. En varios momentos de nuestras vidas, las enfermedades
aparecen y nos recuerdan el valor y la fragilidad de la salud y de la vida. Independientemente de
nuestra etnia, educación, estatus económico o trabajo, nos enfrentaremos tanto a enfermedades
leves y pasajeras como a enfermedades graves y/o incurables. La pérdida de la salud termina
ocurriendo a todos, incluidos aquellos cuya profesión consiste en lidiar con ella cada día: los
médicos.
Acostumbrados a ver y a tratar la enfermedad en otros y no en ellos mismos, cuando las tornas se
cambian y pasan al otro lado de la consulta, estos peculiares pacientes suelen encarar la enfermedad
de forma diferente. Paradójicamente, durante sus exigentes carreras médicas, les han enseñado a
reconocer y tratar innumerables enfermedades, pero nunca a estar enfermos. Este fenómeno del
médico como paciente no ha pasado precisamente desapercibido, que ha sido recogido en libros,
reportajes de periódicos y televisiones e incluso en múltiples estudios científicos.
Algunos médicos comparan el hecho de reconocer su enfermedad con el miedo a "salir del armario"
El psiquiatra Robert Klitzman, afectado por depresión tras la muerte de su hermana en las Torres
Gemelas el 11S, rompió el silencio como médico enfermo en un libro titulado "Cuando los doctores
se convierten en pacientes". A su vez, entrevistó a 70 médicos y médicas que habían estado a ambos
lados de la consulta. Ponerse en la piel de los pacientes reforzó la empatía que los doctores sentían
por sus propios pacientes. Además, sus experiencias les ayudaron a darse cuenta de muchos fallos
del sistema sanitario y detalles de la enfermedad que ignoraban o no valoraban adecuadamente
antes de convertirse en pacientes. Así, como el resto de los mortales, se enfrentaron a las listas de
espera, a los errores en la medicación o a la delicada interacción con sus médicos para comentar las
buenas o malas noticias.

Emociones y porcentajes
Por ejemplo, un cirujano fue consciente, por primera vez tras 30 años de ejercicio profesional, de la
gran diferencia en el impacto emocional que supone decir antes de una cirugía: “Hay un 5% de
posibilidades de que muera" o "Hay un 95% de probabilidades de que vaya bien". Otro médico, tras
su experiencia como paciente, siempre atendía a los suyos desde entonces con un "Siento haberle
hecho esperar". La percepción del dolor de los pacientes también cambió para los médicos
afectados por una enfermedad donde este síntoma estaba también presente. Aunque habían
escuchado muchas veces antes las explicaciones de sus pacientes sobre el dolor que padecían, no
fue hasta que lo sufrieron ellos mismos cuando pudieron realmente comprender por lo que estaban
pasando.
A pesar de estos relatos positivos, lo cierto es que diversos estudios reflejan que los médicos se
resisten a verse a sí mismos como pacientes y a pedir ayuda. Sí, en otras palabras, los médicos
tienden a ser malos pacientes. La sutil atmósfera de invulnerabilidad flota en el ambiente sanitario,
como si no fuera posible que ellos mismos pudieran enfermar. De hecho, es un estigma para algunos
de ellos que llegan a comparar el miedo a reconocer su enfermedad con el miedo a "salir del
armario".
Lo anterior es especialmente cierto cuando sufren trastornos mentales tales como la depresión, la
ansiedad y la adición. Paradójicamente, estos problemas de salud son mucho más frecuentes entre
los médicos que entre la población general. De hecho, entre el 10-20 % de los médicos sufre
depresión en algún momento de sus carreras y su riesgo de suicidio es considerablemente superior a
la población general (250% mayor en médicas y 70% mayor en médicos). Sin embargo, reconocer
que se padece alguno de estos trastornos es visto como una señal de debilidad que muchos no están
dispuestos a asumir hasta que es demasiado tarde. En parte porque al reconocer dichos problemas
de salud pueden enfrentarse a consecuencias tales como la prohibición del ejercicio de la medicina
o la retirada de la licencia médica, según el país. Por otra parte, algunos médicos se sienten
incómodos por tener colegas de profesión como pacientes y conocer detalles médicos íntimos de
éstos puede dificultar la relación profesional entre ambos.

Falsa sensación de control


Con frecuencia, los médicos suelen convencerse a sí mismos de que tienen sus síntomas bajo
control o los subestiman, hasta que no pueden ocultarlo más. Especialmente dramático fue el caso
de la psiquiatra londinense Daksha Emson. Padecía un trastorno bipolar que ocultó a sus colegas
por miedo al estigma. Se encontraba en medio de una brillante carrera y le aterrorizaba las
consecuencias que tendrían para ella si se descubría su enfermedad. Debido a ello, todo lo que hizo
fue hacer consultas rápidas a ciertos compañeros en los pasillos del hospital.
Los médicos rechazan más a menudo los tratamientos y operaciones en enfermedades terminales
Cuando Daksha dejó su medicación tras el nacimiento de su hija, sus delirios violentos y su
obsesión con los espíritus malignos se desataron. En el año 2000, mató a su hija tras múltiples
puñaladas "para protegerla del demonio" y, posteriormente, se prendió fuego a ella misma y a su
hija. Daksha murió tres semanas más tarde en la unidad de quemados. El sistema de salud británico
(NHS) fue acusado de cómplice por negligencia en este caso. Entre las recomendaciones para evitar
que más sanitarios se vieran en esta situación, se propuso un código de conducta para combatir el
estigma de los trastornos mentales entre el personal del NHS.
Otra de las grandes diferencias entre los médicos y la población general es cómo se enfrentan los
primeros al final de la vida o cómo se planifican ante la enfermedad. Por un lado, son más proclives
a realizar la declaración de voluntades anticipadas (testamento vital), documento por el cual se
deciden las estrategias terapéuticas o la donación de órganos en caso de no poder comunicar su
voluntad. Por otro lado, como se explica en el célebre artículo del Dr. Murray "Cómo mueren los
médicos", los doctores conocen mucho mejor la futilidad de los tratamientos médicos en las
enfermedades terminales y, como consecuencia, rechazan más a menudo estos tratamientos.
Por ejemplo, en un estudio publicado en la revista JAMA, se observó que era menos probable que
los médicos murieran en el hospital, comparado con la población general, y durante los seis últimos
meses de vida era menos probable que se les realizasen cirugías o que se les ingresara en la UCI.
Ironías de la vida, cuando el fin de la vida se acerca, los médicos son uno de los colectivos de
personas que más quieren alejarse voluntariamente de la medicina.

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