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Dilemas de la ingeniería peruana

7. 06. 2017
Por:
Gonzalo García Núñez
El ocho de junio es el día del ingeniero. En ese día, el Colegio de ingenieros del Perú cumple
55 años desde su creación legal en 1962 y treinta años desde su propia ley de
descentralización. Dicha ley lo estructura en 28 sedes departamentales que .al 25 de mayo.
Reúnen a 202,653 integrantes de 31 especialidades presentes en todo el país y agrupadas
en 19 grandes capítulos,
El CIP constituye una institución que se cuenta entre los tres principales colegios
profesionales del Perú, junto con los maestros y los profesionales de la salud. Y, en que todas
las regiones están representadas en balanceada proporción a sus integrantes, siendo que el
Consejo de Lima Metropolitana agrupa a 4 de cada diez ingenieros colegiados.

Un quinto del total de los colegiados pertenecen a la especialidad de Ingeniería civil,


estrechamente vinculada a la infraestructura física, la hidráulica, el cálculo de las estructuras,
los modos de atención a las necesidades de vivienda y construcción, el ordenamiento
territorial junto a las tareas de planeación que acomete con la ingeniería sanitaria y ambiental,
y las mecánicas y eléctricas.
Las especialidades vinculadas a nuevos servicios crecen rápidamente en los últimos tres
decenios en que el número de colegiados aumenta casi cinco veces, hay tendencias
incrementales fuertes en la ingeniería industrial, metalúrgica, química de producción,
ingeniería de sistemas ciencias de materiales y de transportes, actualmente algo más del 15%
del total de los códigos del padrón.
Por supuesto que las ingenierías fundadoras y clásicas conservan su gran relevancia en las
ramas que producen energía y conducen redes de distribución, energías de fuente hídrica,
fósiles, los hidrocarburos, gas, petróleo y petroquímica o las nuevas fuentes renovables del
sol, viento, mareas, nucleares. Biodigestores.
Y la ingeniería del piso agrario, agronómica, agrícola, forestal, cultivos y crianzas, es
claramente gravitante en nuestro territorio de arrugada geografía que tiene repertoriados 84
microclimas en centenares de pisos y microambientes andinos y amazónicos,
El Colegio de ingenieros es una institución democrática que se autogobierna por su propio
Estatuto, lo hace mediante representantes elegidos con igual deber y derecho, entre los
propios ingenieros que concurren a elecciones periódicas, votan en sufragio universal,
directo y secreto y ejercen su derecho a elegir y ser elegidos, eso desde más de medio siglo.
Los representantes delegados provienen de experiencias de gobierno que comienzan en los
comités territoriales, los consejos departamentales y los capítulos de especialidad y culminan
en la máxima instancia como integrantes del Consejo Nacional.
Actualmente a título de calificado ejemplo, nuestro Decano Nacional es el ingeniero civil
Jorge Alva Hurtado, PhD del MIT, Rector de la UNI, uno de los primeros especialistas
internacionales en previsión de riesgos de desastres. Antes fue presidente de capítulo,
directivo del Consejo departamental de Lima y Vice Decano Nacional.
Grandes retos enfrentan los ingenieros en esta coyuntura. Primero los riesgos que provienen
del cambio climático global sobre la infraestructura en el territorio. Y de los otros, a resultas
de la hondura de la crisis ética y moral que agobia al país y que provienen de la inadecuada
concepción e intervención de nuestras instituciones en la gestión de los recursos naturales y
materiales.
Los efectos a repetición de los primeros riesgos están a la vista; Corriente costera de
Humboldt o Niño Costero traen vientos y corrientes contrasentido, calentamiento de las
aguas, inundaciones, lluvias, desborde de los ríos, huaycos, efectos geodinámicas
incontrolables de las rocas en zonas de pendiente, quebradas y cuencas, destrucción de vías,
puentes, carreteras, obras de arte, afectación de las viviendas urbanas
y periurbanas, destrucción de muros, techos, laterales, perdida de mobiliario urbano, perdida
de patrimonio cultural, destrucción de la superficie cultivable, afectación de cultivos
permanentes, sequias en la sierra alta, friaje, bajas temperaturas y la lista es extensa, incluye
camposantos.
Trae, por lo demás, enfermedades provenientes de las aguas estancadas como el dengue, la
chiquinguya, la malaria, enfermedades respiratorias y de deshidratación agudas,
padecimientos dérmicos e infecciones por la ruptura de la infraestructura del ciclo normal
de tratamiento del agua y los residuales, al carecerse de plantas de potabilización y
tratamiento de residuos sólidos.
¿Quien debiera atender a estos impactos estremecedores de la fuerza de la naturaleza? La
ingeniería que agrega de modo multidisciplinario a los distintos saberes y experiencias de
los ingenieros, en respuestas especializadas, lo que se reclama en el diseño y programación
de los proyectos y la ejecución rápida de las operaciones en obras predefinidas y regulables
de prevención y emergencia, que no descarta la participación de las poblaciones y personas
afectadas.
Grave dilema. A lo largo de los noventa, la impronta del gobierno de turno fue desarmar la
ingeniería peruana y a sus instituciones. Despojarla de su auto gravamen para desarrollar sus
funciones. Luego erosionarle hasta el hueso sus atribuciones de control y registro de los
proyectos y edificaciones en ámbitos locales y provinciales. Quedaron para la gran obra solo
empresas y febles regulaciones de control bajo el pretexto del destrabe y la priorización de la
inversión. Hoy las principales empresas de la ingeniería que debieran convocarse en la
reconstrucción de nuestro país hacen cola frente al mostrador de la fiscalía para declarar sobre
su conducta corrupta en grandes proyectos públicos, solas, casi nunca, o en alianza
subordinada con las grandes firmas extranjeras, tipo los baratas del Brasil.
¿Qué hacer?: Una solución que se ha discutido en un reciente foro de ingenieros es que la
justicia peruana establezca una modalidad de continuidad de los trabajos de ingeniería bajo
administración judicial provisional de las empresas y de sus activos empresariales mientras
duren las investigaciones del ministerio público y los procuradores encargados establezcan
las dolorosas responsabilidades. Hay otras propuestas evocadas desde el recuerdo de las
tempranas experiencias de la posguerra europea del 45, en que las firmas y personas que
colaboraron con el enemigo debieron pagar sanciones equivalentes a sus graves
responsabilidades. Otras posibilidades pueden abrirse a partir del consejo de nuestra
ingeniería institucional.

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