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Rosse cesó de escribir y dejó caer el lápiz labial al suelo. Se quedó mirando el
parpadeante brillo del candelero que se reflejaba en el sucio espejo de aquel baño, miró
la amarilla luz que emitía aquella lámpara. En un momento, le pareció tan hermosa, tan
pura, tan clara. En un lugar tan inmundo y asqueroso, en aquel sitio que estuvo a punto
de convertirse en su tumba, en esa bodega oscura y solitaria aquella lucecita parecía ser
una luz salvadora, un pequeño sol que protegía a Rosse de la oscuridad, del diablo, del
miedo y de la soledad.
Rosse observó la densa oscuridad que le rodeaba. El ambiente estaba más frío que
cuando había llegado ahí. A través de los tragaluces del techo sólo se veía el negro
profundo y lúgubre de aquella noche sin luna ni estrellas.
El corazón de la muchacha se estremeció un vez más. Sintió el frío, la oscuridad y el
miedo penetrar en lo más profundo de sus huesos. Todas aquellas poderosas emociones
se mezclaban con el espantoso dolor de las heridas que tenia su cuerpo. Luego
contempló la lámpara que seguía colgada en el techo del baño, oscilante de aquí para
allá debido al viento.
Rosse se subió a la tapa del retrete, con cuidado bajó la lámpara de donde estaba y luego
acomodó la gruesa vela que tenia en su interior y que casi se había ido de lado. La luz
dejó de ser parpadeante y el pabilo empezó a arder uniformemente...
La moribunda chica miró en dirección por donde había llegado. Luego tomó mucho aire
y, sosteniendo en su mano sana la rustica lámpara, empezó a caminar entre aquella
oscuridad decidida a encontrar la salida.
De pronto pareció recordar algo. Regresó los pocos pasos que había avanzado y se
quedó mirando el sucio espejo del baño. Leyó la última frase que había escrito:
Pero si el amor es algo tan nocivo, tan dañino para nosotros, si causa tanto dolor y
sufrimiento ¿entonces porque amamos?
Rosse se inclinó para levantar el gastado lápiz labial que había usado hace unos
momentos para hacer las inscripciones en el espejo y sosteniéndolo con firmeza
comenzó a escribir una vez más.
Después de anotar palabras y más palabras, Rosse dejo caer el lápiz labial al piso
nuevamente, dio media vuelta y empezó a internarse en la lóbrega penumbra de la vieja
bodega.
Ya no importaba el dolor, ya no importaba la tristeza, ni la angustia, ni el sufrimiento.
No importa -decía Rosse con voz fuerte y decidida mientras caminaba torpe y
fatigosamente debido a la sangre que había perdido y al miedo que inundaba su alma-
Ya no importa...
El corazón de la muchacha latía con mucha fuerza y golpeaba violentamente la caja
torácica como si quisiera salirse del pecho y echarse a volar muy lejos de ahí. Sus ojos
estaban húmedos y calientes, las pupilas dilatadas y el globo ocular saturado de venitas
rojas. Las frías manos de Rosse temblaban sin control- además de que una de ellas
estaba hinchada y sangrando- y en la garganta sentía un nudo enorme que le dificultaba
la respiración y se mezclaba con el amargo sabor de la sangre que provenía de sus
entrañas. De vez en vez, Rosse hacia de lado la cara y escupía un poco de sangre medio
coagulada sobre el suelo.
No importa -decía Rosse mientras su voz se iba quebrando y gruesas y tibias lágrimas
cristalinas empezaban a escurrir de sus ojos. Conforme el dolor de su costado lastimado
se hacia más agudo y punzante, sus fuerzas la abandonaban poco a poco y con ellas, la
vida se iba escapando de su cuerpo. Pero aun así seguía sin detenerse, sosteniendo el
viejo candelero en sus manos, y sin dejar de decir para sus adentros: No importa el
dolor siempre que pueda haber amor...
Con los últimos y tenues destellos que la vieja lámpara iba dejando tras el funesto andar
de aquella moribunda muchacha, aun alcanzaba a leerse la última frase que estaba
escrita en la parte más baja del espejo del baño.
FIN
Post Scriptum.
Escrito en el diario de vida de Rosse unas horas antes de partir camino al bosque.
“Hoy es el día. Por fin reuní el valor suficiente para ir al bosque tal y como me explicó
Samantha y hacer un trato con él.
Lo único que quiero es encontrar algo que me ayude a no sentir dolor, algo que sea lo
suficientemente poderoso como para vencer la desesperación y el sufrimiento que
siento, algo que sea capaz de vencer al dolor. Si existiera algo así en el mundo, si
hubiera algo más fuerte que el dolor…
Seria capaz de entregar mi vida con tal de obtenerlo…”