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Traían instrucciones precisas. “Todas las minas de oro, plata, plomo que se
encuentren en el dominio del Rey son de propiedad de éste y nadie puede trabajar en ellas
sin su mandato”. Así comenzaba el título de minería del Ordenamiento de Alcalá, dictado
por el rey Alfonso XI en el año 1348, primera disposición de la legislación castellana que
regiría en los nuevos territorios descubiertos por la corona española.
Así, Toledo se adelantó a su época y en el año 1574 dictó las Ordenanzas que
llevan su nombre (Ordenanzas de Toledo) y que se convirtieron en el primer cuerpo
legislativo sobre minería dictado en el territorio americano. De hecho, gran parte de las
normas que luego formaron el Código de Minería Argentino fueron inspiradas en aquellas
ordenanzas.
I. EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA LEGISLACIÓN MINERA
Es propio de la civilización inca, donde contenían los metales preciosos que eran de
propiedad del inca, cuyo aprovechamiento se realizaban a través de la mita como aquél
trabajo forzoso que realizaban los habitantes para aprovechar las sustancias minerales. Este
derecho fue no escrito ya que no consta en documento alguno sin embargo resultó claro que
las minas eran de propiedad del inca.
En esta etapa la minería no tuvo un afán crematístico (pecuniario) sino era de carácter
suntuoso (magnífico, grandioso).
En esta etapa el aprovechamiento era para el inca, se explotaba minas a través de la mita.
Derecho Indiano
Comprende desde la conquista del Imperio Incaico por parte de España, y en la Colonia se
implanta el Derecho europeo.
Las minas pasan a ser propiedad de la Corona, donde el rey mantenía dominio sobre ellas,
inicialmente de carácter absoluto, pero luego se aperturó permitiendo que los españoles de
nacimiento aprovechen las minas de la colonia, y más tarde se permitió que los hijos de
españoles nacidos en la colonia pueden dedicarse a la actividad minera. En esta etapa se
implanta el viejo derecho castellano - leonés o también llamado derecho de castilla.
El aprovechamiento de los minerales significa que la persona que lo hacía tenía que pagar
tributos que se conocía como los diezmos o regalías o en todo caso consistía en la entrega a
la Corona de parte de los minerales extraídos.
Esta etapa se caracteriza por el “traspase del derecho europeo a la colonia”. Las minas
pertenecían al Imperio incaico y después pasan a ser propiedad de la Corona.
Se estableció el sistema de regalías, donde el rey explotaba las minas por cuenta propia.
Después de la apertura del dominio, los que podían explotar los minerales eran los
españoles nacidos en España y luego progresivamente se aperturó para los hijos de
europeos españoles nacidos en la colonia (criollos).
Comprende desde el 28 de Julio de 1821 y se extiende hasta el año 1900. Esta etapa en
cuanto a normatividad fue muy azarosa (difícil, complicado) teniendo en cuenta la
inestabilidad existente en los gobernantes de la nueva república. Se procuró establecer
legislación ordenada y adecuada; sin embargo por los gobiernos inestables no se logró
establecer una legislación sistemática en materia minera. El gran aporte de esta etapa es que
por primera vez apareció legislado en el Perú el “Derecho de vigencia”, entendido como
aquél monto que abona el titular de un derecho minero en favor del Estado por el
aprovechamiento del mineral; el derecho de vigencia se promulgó durante el gobierno del
brujo de los Andes (Andrés Avelino Cáceres).
Derecho de vigencia (pago por cada hectárea de terreno concedido para una concesión).
La Era Codificadora
Se inició en el año 1900 y que perdura hasta la actualidad. En esta etapa se busca establecer
una normatividad ordenada y sistemática que regule aprovechamiento del mineral, es así
que nace los famosos códigos de minería o leyes especiales.
Fue dictada por el General Juan Velasco Alvarado, algunos critican esta
norma por cuanto la consideran retrógrada (partidario de ideas,
actitudes,etc.,propias exclusivamente de tiempos pasados, y enemigo de
cambios e innovaciones) y de corte estatística. Parte del supuesto, que las
empresas mineras deben ser codirigidas por los trabajadores así como la
intervención del Estado a través de las empresas era primordial para la
minería.
Fue una norma nefasta por que estableció grandes confiscaciones de las
empresas mineras en aquél entonces.
La idea de Toledo, era aprovechar al máximo, la riqueza que brotaba del Potosí. A raíz
de ello, introdujo el método de beneficio de los metales por medio del azogue, conocido
como “sistema de patio de Bartolomé de Medina”. Hasta ese momento se utilizaba el
sistema de fundición a través hornos. A medida que la ley del mineral bajaba, aumentaba la
dificultad para obtener la plata. Entonces se crearon los patios, en dónde se construían
estanques rectangulares de madera, dentro de los cuales se amalgamaba el metal con
mercurio y sal.
El virrey también fue el creador de la “mita”, un sistema de trabajo en las minas por el cual
llevó miles de indígenas al Potosí. Este sistema dio luego origen al “pueble” que durante
años rigió en el ordenamiento minero argentino.
Las minas, ingenios, herramientas, metales, esclavos y demás elementos mineros eran
inembargables y los acreedores no podían ejecutarlos. Tampoco podía encarcelarse a los
mineros por deudas, fuera de la localidad en dónde trabajaban.
Pese a las espantosas condiciones de trabajo de los indígenas, Toledo procuró atenuar los
abusos a que se los sometía. Por eso, reglamentó las tareas “los indios entrarán a trabajar
hora y media después de salido el sol y a medio día se les da una hora para comer y
descansar “. Sin embargo, años más tarde ésta disposición fue derogada por otras que
volvían a establecer el trabajo “de sol a sol”
En cuanto a los descubrimientos y registros, las ordenanzas toledanas establecían que
ningún minero tuviera más de seis minas en su poder por ningún motivo, pudiendo
denunciarse las “demasías”, pasando éstas a poder del denunciante. En cuanto a las
medidas, el descubridor podía tener una de 80 por 40 varas, más otra que no fuera contigua
de 60 por 30. A continuación de la mina descubierta, llamada “la descubridora”, se debía
dejar una mina para la Corona. Esa era la mina “del Rey” o de su Majestad. En caso de que
los descubrimientos se hicieren en fundos privados, el minero estaba obligado a entregarle
al propietario del suelo, el uno por ciento del producido de la mina.
2. NUEVA ESPAÑA
Sin embargo, dos siglos después de la aplicación en las indias de las ordenanzas de
Toledo, un grupo de mineros mejicanos presididos por don Joaquín de Velázquez Cárdenas
de León, se dirigieron al viejo continente para exponer la desorganización en que se
encontraba la minería del virreinato, la inexistencia de un gremio organizado de mineros, y
la necesidad de formar personal técnico adecuado para el mejor aprovechamiento de los
metales. Fue así como en 1783, se sancionaron las ordenanzas de Nueva España (Méjico)
que vinieron a reemplazar a las de Toledo, y se aplicaron en varios países de la región,
inclusive en el nuestro.
A estas ordenanzas se le debe la creación de los Bancos de Avíos, para “formar, conservar
y aumentar el Fondo dotal de la Minería”, además de gran parte de la burocracia que
imperó en la materia durante muchos años.
Existía también un Real Tribunal de Minería para resolver los conflictos que se
presentaban en la actividad. Este tribunal estaba incluso por sobre las diputaciones mineras.
Se crearon además juzgados penales de minería y Juzgados de Alzada que se integraban
con un oidor que nombraba el virrey y dos mineros, a fin de que se apelaran allí los pleitos
de más de 400 pesos. Había cuerpos de peritos facultativos de minas y peritos
beneficiadores, que obligatoriamente debían asistir a los mineros en sus trabajos y adecuar
éstos a las reglas de la ciencia mineralógica.
3. El REGLAMENTO DE MAYO
De cualquier manera, pasaron varios años antes de que la Asamblea del año XIII abordara
el problema con decisión, dictando un reglamento conocido como “Reglamento de Mayo”.
Este, si bien no innovaba con respecto a la vigencia de las ordenanzas de Nueva España,
avanzaba sobre ellas en varios aspectos.
La ley creada por el ministro de Hacienda del Triunvirato, don Manuel José García, abría
un nuevo campo a la industria minera aceptando el provechoso concurso del extranjero y
dando por tierra con las medidas de rigor que contra ellos contenían las demás
legislaciones. Desde el punto de vista económico, se establecían medidas saludables como
la facultad de exportar metales y la posibilidad de obtener ventajas para el comercio y la
explotación.
4. EL BANDO DE BARRENECHEA.
De ésta manera, regresó al sistema de “pueble” que había creado la normativa del virrey
Toledo.
El Bando de Barrenechea que había sido jurado por los mineros, el 19 de mayo de 1818,
recibió duras críticas. Las principales las efectuó el alcalde veedor de Famatina, don José
Victor Gordillo, quien lo acusó de haber sido impuesto por la fuerza, abochornando a los
mineros que se negaron a cumplirlo. Por otra parte, Gordillo afirmaba que el Bando
contradecía las Ordenanzas de Nueva España, derogando la jurisdicción de los jueces y
diputados mineros y obligando a los propietarios de las minas a llevar las causas ante el
mismo Barrenechea. Este, según las palabras del alcalde, “se hizo juez privativo del
gremio, sin haber hecho saber hasta la fecha los despachos que lo acreditan”
Pero también introducía la figura del “canon minero” para conservar la propiedad de las
minas, derogando el sistema de amparo, y la obligación de “trabajo” exigidas por las
ordenanzas. El artículo 11 del Estatuto aclaraba: “No es legal el título de propiedad sobre
una mina, si no está registrado o si no se ha pagado la contribución. La mina poseída con
título legal no puede denunciarse por ningún otro artículo o disposición de la ordenanzas de
minas”.
6. LA CODIFICACIÓN.
No fue fácil conseguir una ley uniforme, y menos lograr que la misma convirtiera al
país en una nación con minería. De hecho, pasaron muchos años antes de que esto
sucediera.
El jurista tardó un año en entregar su trabajo. Sin embargo, éste Código nunca se sancionó.
Sólo veinte años después de aquel intento, - el 1 de mayo de 1887- la legislatura convirtió
en ley el proyecto de Código Minero que había pergeñado el jurista cordobés Enrique
Rodríguez.
Rodríguez tomó como base de su obra, el proyecto que había realizado Oro, pero entre
otras cosas, modificó el artículo que otorgaba la propiedad de las minas a la Nación. En
adelante ese párrafo se leería “la propiedad de las minas será de la Nación o de las
provincias, según dónde estén ubicadas”.
Pese a ello, fue severamente criticado. El motivo: No haber logrado superar las ordenanzas
mejicanas que tantos conflictos habían causado en la minería nacional.
Según el abogado Manuel Sáez, juez de San Luis y uno de los más acérrimos opositores a
la obra de Rodríguez: “el Código, no se separa en un solo punto importante de la
legislación vigente, a la cual hay que atribuir el estado deplorable de la industria minera en
nuestro país, deja sin satisfacer la necesidad que se manifestó de tener un código para dar
impulso a una industria minera muerta, que puede con una reglamentación distinta,
convertirse más o menos tarde, en una fuente abundante de riqueza nacional”.
7. UN SIGLO DE ATRASO.
Así lo expresa un intento de reforma que se produjo en 1889, dos años después de la
sanción del Código, con el objeto de adaptarlo a las necesidades de la minería a gran escala.
Ese intento, no prosperó, pero según autores actuales como el doctor Edmundo Catalano,
“se proponía cambiar el sistema rígido del Código, por uno más flexible y adelantaba en un
siglo las modificaciones introducidas en su texto, recién en 1993”
Los primeros treinta años que transcurrieron desde la puesta en vigencia del Código no
trajeron ninguna expansión de las actividades mineras.
Este sistema remitía a la “mita” que había creado el virrey Toledo para organizar el trabajo
de los indios en el Potosí hacía más de tres siglos.
Sin embargo, el amparo recién se eliminó de nuestras leyes en 1917. Se sustituyó por un
sistema mixto, de pago de un canon más inversión de capital.
Pero según Catalano “el problema no estaba allí. Era el propio sistema legal de concesiones
lo que había que reformar, la forma en que se concedían las pertenencias a particulares, mas
que la forma en que se mantenían las mismas”
Durante los años siguientes y hasta la década de los noventa, poco y nada se hizo en
materia de reforma de las leyes mineras. Sólo en los años 1979 y 1980 se incrementaron los
valores del canon, pero el Código de Minería no sufrió grandes modificaciones.
Recién en los años 90´ se encararon las modificaciones que hoy en día nos rigen y que
significaron una verdadera transformación para la industria minera. La minería de pequeña
escala, de tipo artesanal que se había fomentado durante el siglo XIX sólo había servido
para detectar la presencia de áreas mineralizadas en nuestro territorio, pero poco había
hecho para aprovechar un territorio vasto y rico en minerales como es la Argentina.
En 1995 la ley 24498 de actualización minera intensificó los cambios, eliminando las
limitaciones de antaño, en cuanto al tamaño de las concesiones de exploración y
explotación. Se modificaron los sistemas para ubicar los pedimentos mineros, se otorgaron
beneficios impositivos para atraer inversores que estuvieran dispuestos a aportar el capital
de riesgo necesario para este tipo de emprendimientos.
II. EVOLUCIÓN DE LA LEGISLACIÓN MINERA EN EL PERÚ
En el país no existe publicación alguna que trate en extenso la historia del derecho minero
peruano. Los pocos trabajos realizados resultan muy específicos y se refieren a la historia
de la legislación minera peruana, constituyendo material bibliográfico de consulta obligada
para estudiar la evolución de las instituciones jurídicas mineras de la colonia, emancipación
y república. En este último período hay trabajos publicados sólo hasta el año 1962.
En dicho trabajo el autor plantea como tesis, con la que estamos de acuerdo, que la
legislación minera del Perú parte de la época colonial; enumera la legislación castellana,
comenta la Ley de 12 de enero de 1877, se refiere a los antecedentes de la primera
codificación realizada en la minería que se materializó en la dación del Código de 1900 y
sus posteriores modificaciones; y, finalmente, una apreciación crítica.
En 1937 y 1938, Jorge Basadre, publica Historia del Derecho Peruano y Los Fundamentos
de la Historia del Derecho, respectivamente. En dichos trabajos el Historiador de la
República, sintéticamente aborda la evolución de la legislación minera desde la colonia
hasta la aprobación del Código de Minería de 1950.
A la fecha no se han realizado otros estudios de Historia del Derecho de Minería Peruano.
En este trabajo pretendemos hacer unos apuntes de Historia del Derecho Minero Peruano,
que comprende las etapas de la colonia, emancipación y republicana. Es probable que sea
discutible; pero como afirmación personal resulta un intento de difusión de lo investigado,
que al decir del mismo Alfonso García Gallo, no es elogiable la actitud de quienes sólo
investigan para su propio saber y satisfacción, y es condenable la de quienes reservan sus
conocimientos para formular críticas o censuras a los que publican algo sobre el tema del
que ellos se ocupan.
PERIODO COLONIAL
Estas Ordenanzas otorgaron a los extranjeros al igual que los naturales, el derecho de
poseer minas. En ellas se reconoció la libertad de buscar minas en terrenos públicos y
privados. Se declaró la prioridad en el descubrimiento con base del derecho sobre la
mina. Se estableció el registro ante la justicia de minas y por ante escribano, el pueble
con cuatro operarios para conservar el derecho a la mina, y el denuncio de las
desamparadas. Se reglamentó la demarcación y la mensura, siendo la medida de las
minas de 60 por 80 varas. Se prohibió la suspensión del trabajo en las minas litigiosas.
Se creó la institución de las minas de compañía y su división en barras,
reglamentándose minuciosamente su funcionamiento. Se señaló los tributos para la
Corona, que eran de la mitad del oro, y del décimo a la mitad en la plata, según la
riqueza del mineral.
Sin embargo, la legislación dictada para el reino español, tropezó con los
inconvenientes del medio americano, motivando una serie de modificaciones parciales,
que se reunió en la Recopilación de Leyes de Indias, aprobadas por Felipe IV el 18 de
mayo de 1680.
Los preceptos de las Leyes de Indias fueron completados por la legislación de origen
colonial, o sea las ordenanzas hechas en cada provincia, y que tenían autoridad según
reales cédulas de 1563 y 1578.
Según José Antonio del Busto Duthurburu, quien siguiendo a Roberto Levillier,
biógrafo del Virrey del Perú don Francisco de Toledo, éste era un funcionario
insobornable y sólo perseguía el servicio de la Corona. Siempre vestía de negro y con
su espada al cinto era una extraña mezcla de soldado y fraile. Por un lado tenía la
dureza e inflexibilidad propia de los viejos militares del Emperador, y por otro vivía
recogido, abominado de lujos y fiestas. Atendiendo a la cruz verde que traía sobre el
pecho podía asegurarse que era un Caballero-monje, pues dentro de la guerrera Orden
que profesaba había hecho votos de obediencia, pobreza y castidad.
En la ciudad de Panamá, capital de Tierra firme, envió una expedición contra los negros
cimarrones que asolaban la comarca, y reunió en poblados que denominó “reducciones”
a los pocos indios que quedaban. Con esta última medida buscaba la protección de los
naturales y evitaba su extinción. El éxito alcanzado con la misma lo decidirían más
tarde a implantarla en el Perú, constituyendo el antecedente de las comunidades
campesinas.
Francisco de Toledo parte de Lima el 22 de octubre de 1570 para dirigirse al interior del
Perú con su comitiva a fin de visitar el país y cerciorarse por sus propios ojos del
verdadero estado de las cosas, no siendo ajeno el interés por el laboreo minero en la
provincia de Charcas, donde estaban las minas de Potosí, Porco y Berenguela. Al
referirse a éstas dice me pareció necesario, que por mi persona yo viese las dichas
minas y entrase en los dichos socavones, y me detuviese algunos meses en esto,
consultando lo que en todo se debía proveer, así para que cesasen, como para que las
labores llevasen las comodidades que convenían para que los naturales que en ellas
trabajan, tuviesen toda seguridad y se les paguen sus salarios con justificación.
Las Ordenanzas de Minería de don Francisco de Toledo constituye una obra jurídica de
relevancia, que fue elaborada tomando el pulso a la realidad fáctica y luego
subsumiendo el hecho a la normativa misma de las ordenanzas, contando para el efecto
de prestigiosos juristas y entendidos en minería de la época; resultando fuente inmediata
para la elaboración de las Ordenanzas de Nueva España o de México, tal como se
evidencia en los Comentarios de Francisco Xavier de Gamboa.
Fueron normas dictadas para regular el régimen administrativo y judicial del Virreinato del
Perú, recopiladas el 17 de diciembre de 1683 por el Licenciado Tomás de Ballesteros por
encargo del Virrey don Melchor de Navarra y Rocaful y mandadas guardar por Ley N° 37
del Título I del Libro 2° de la Recopilación de las Leyes de los Reinos de las Indias.
En el siglo XVIII, bajo el imperio de las ideas progresistas que se dejaron sentir en España,
al que Pablo Macera denomina el despotismo ilustrado de Carlos III, los reyes, escuchando
las quejas de sus colonias, extendieron a estas los esfuerzos que hacían en la metrópoli por
el desarrollo de la industria de las minas.
De los títulos referidos, vamos a referirnos al V, Del dominio radical de las minas: de su
concesión a los particulares; y del derecho que por esto deben pagar. Precisaban los
Artículos 1º y 2º que las minas eran del dominio de la Real Corona, así por su naturaleza y
origen; sin separarlas del Real Patrimonio, concedía a sus Vasallos en propiedad y
posesión, de tal manera que puedan venderlas, permutarlas, arrendarlas, donarlas, dejarlas
en testamente por herencia o manda o por cualquier manera de enajenar el derecho. Esta
concesión que se otorgaba, declaraba el Artículo 3º, fue bajo dos condiciones: la primera,
que se contribuya a la Real Hacienda en la parte de los metales que se extrajeran; y la
segunda, de que se labraren o trabajasen las minas.
Las Ordenanzas hizo suyo el sistema regalista por el cual la Corona Española ejercía el
dominio de los recursos minerales y las otorgaba a los particulares en propiedad. La
condición era pagar la regalía del quinto real, aún cuando fue reducida a un décimo con el
objeto de incentivar la minería, generando el “despueble” o abandono de las labores
mineras, incidiendo negativamente en la economía colonial.
Con relación a este periodo de la economía colonial, enseña Adam Smith: Es cierto que
hasta el año 1736 correspondía al rey de España el quinto de la plata de ley, lo que puede
considerarse como la renta real de la mayor parte de las minas del Perú, que han sido las
más ricas que conoció el mundo. Si no hubiese existido esa tasa, el quinto le habría
correspondido naturalmente al propietario, y se habrían explotado numerosas minas que
no pudieron ser explotadas porque no daban para pagar ese impuesto.
PERIODO REPUBLICANO
Ordenó que rigieran los códigos civil y penal y de procedimientos que estaban en
uso en Bolivia, aun cuando señaló un periodo prudente antes de su promulgación, a
fin que se fuesen estudiados y observados. Sin duda alguna esto significaba un
verdadero adelanto con relación al sistema que estaba en uso entre nosotros, pero
el amor propio de la magistratura nacional hubo de dolerle que tuviéramos que
recibir lecciones de Bolivia. De ahí la oposición que muchos hicieron a estos
códigos, hasta el punto de renunciar algunos a los puestos que ocupaban.
La industria minera en Bolivia desde 1835 no era ajena a la codificación al igual que
en material civil, penal y procesal, pues contaba con el Código Mineral promulgado
por el Mariscal Andrés de Santa Cruz, resultando un cuerpo orgánico que se
apartaba de la legislación colonial vigente en la antigua provincia de Charcas.
La acción administrativa de Andrés de Santa Cruz fue intensa, según el padre Rubén
VARGAS UGARTE ante el incremento de la demanda de azogue:
Establecían los Artículo 5 y 10 que el pago puntual y continuo del impuesto eran
requisito esencial para la posesión y propiedad legal de una mina, sea que se trabaje
o no. El dueño que dejase de pagar en un semestre perdía indefectiblemente su
derecho de posesión. La oportunidad para el pago del impuesto era obligatoria desde
el 1° de julio de 1877 y se efectuaba durante los dos últimos meses de cada
semestre, no siendo lícito otorgar prórroga.
A efecto de ser viable la administración del impuesto de 15 soles por semestre por
cada cuadratura o pertenencia, conforme a los Artículos 15 y 16, se dispone crear el
Padrón de Minas en la Dirección de Administración del Ministerio de Hacienda. El
Padrón Minero reemplazó a la Memoria de los Virreyes que inicialmente se
publicaba en el Diario Oficial “El Peruano”, como existen en dicho formato dos
ejemplares, como botín de guerra, en el Morro de Arica; y, posteriormente, en forma
de libros para llegar al moderno Padrón Digital, elaboración a cargo del Instituto
Nacional de Concesiones y Catastro Minero – INACC.
3°.- Las aguas, en cuanto sean necesarias, para la fuerza motriz o cualquier otro
uso en las minas y haciendas de beneficio.
4°.-Las escorias, relaves, desmontes y demás objetos que pueden ser adquiridos
según las disposiciones del Código.
Uno de los principios rectores del Código, señalaba en el Artículo 1º, que todo lo
relativo a la explotación por los concesionarios tenía el carácter de utilidad pública,
institución muy vinculada al sistema del dominio eminente de los recursos
minerales que ejerce el Estado, en contraposición al sistema de accesión donde o
podría hablarse de utilidad pública, al resultar exclusivo y excluyente el dominio
privado.
Fue expedido por la Junta Militar de Gobierno el 14 de abril de 1970 y derogó parte
del Código de Minería de 1950 para luego abrogarlo por una Ley General de
Minería (Artículo 1º). En este dispositivo legal, se encuentran como antecedente
inmediato, las definiciones de las actividades mineras; las que luego se trasladaron
al Decreto Ley N° 18880 y al Decreto Legislativo N° 109, sin seguir la misma
suerte en el Decreto Legislativo N° 708.
10. Ley General de Minería, Decreto Ley N° 18880.-
En la parte considerativa el Decreto Ley, con alto contenido político propio del
militarismo que imperaba en casi toda Latinoamérica, señaló que el desarrollo de la
industria minera estableció como factor fundamental la actividad empresarial del
Estado para asegurar su crecimiento y que el pueblo peruano obtenga de sus
riquezas naturales el beneficio a que tiene derecho; la necesidad de impulsar las
labores de prospección para poner de manifiesto nuevas reservas mineras,
proporcionando al descubridor garantías suficientes y, a la vez, facilitando al Estado
una fuente importante de conocimiento del potencial minero nacional. Asimismo,
siendo el factor trabajo fuente última de la producción y la riqueza, correspondía al
trabajador minero participar en los beneficios generados por acción de su esfuerzo,
participación que debe efectuarse bajo una forma comunitaria que refleje el ideal de
una sociedad solidaria frente al de una sociedad individualista.
En cuanto a las actividades mineras, según la Ley, el acto administrativo que faculta
a la exploración, explotación, beneficio, labor general y transporte minero, es la
concesión minera; en tanto que el cateo, la prospección y la comercialización son
libres, sin acto administrativo previo. Con dicha declaración, la ley se encuadra
dentro de una economía liberal, al existir libertad de comercialización de minerales
y libertad de contratación. En cuanto a las concesiones mineras, el Estado a través
de su escasa o nula actividad empresarial y los particulares, en igualdad de
condiciones, pueden ser titulares de concesiones mineras, eliminándose el régimen
de los derechos especiales que se convirtieron por mandato legal al régimen de
concesiones mineras. Sin embargo, en cuanto al régimen de concesiones, la
denominada concesión minera otorga el derecho de explorar y explotar los recursos
minerales; resultando una expresión tautológica y limitativa para identificar a otras
concesiones –inclusive genera problemas al momento de la inscripción de contratos
de cesión para exploración-, debiendo en tal caso añadirse la actividad.
Así, la concesión de beneficio, por si misma es una concesión minera. El Decreto
Legislativo N° 708, desde mi punto de vista, introduce una reforma sustantiva a la
moderna legislación minera peruana, consiste en establecer en su Artículo 20, que la
unidad básica de medida superficial de la concesión minera es una figura geométrica
delimitada por coordenadas U. T. M., con una extensión de 100 hectáreas, según el
Sistema de Cuadrículas que oficializó el Ministerio de Energía y Minas.