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LA LIGA PE 233748 10 cénts. 434605077 RRL AERIS LA LIGA PERDIDA I Amaos y gozaos cuanto querais, pero no me molestéis a mi ya mas. que a falta de otras eres un boca- do t tan apetitoso como el que mas. —Os digo y os repito que yo, Pilar la «Casta», soy una lechera que no quié ven- que su leche a precio de tasa. No nos hables de la tasa!!—chilla- ron a coro los tres calaverones —-Pues tasa tendréis y-a ella os aten— dréis y chito! ~~ {Pero Casta! —Pero Pilar... —Este pilar no sostiene calaverones tan descastaos como vosotros, vaya! —Bien: no te enfurrufies, prenda. En todo este didlogo las manos removianse tanto como las lenguas, por lo menos, y los dedos de Padierna, el bolsista alocado y mujeriego por temperamento, ya habian RB. 322,4.265 23.2 hecho presa en las dos soberbias esferas superiores de la duefa. —Hijo, que me vas a verter la leche! —jJa! ijal jal... No sabe como compo: nérselas con el jarrol... —jPilarica!... jRemonona!... Yo bien quisiera hacerte eso en .otro lado, pero eres tan casta (de mote al menos) que... _ ~Que jnequa quam! Lo que usted dice. Don Cripulo. rentista, desocupado, li bidinoso y cazador de gangas en materia femenina, era el segundo de los compa- dres. Padierna el mas joven, el que comple- taba aquel trio de libertinos era un nove- lista, periodista y agente de negocios amorosos; esto era su especialidad. Proporcionaba chiquillas casi impube- res a sus amigos para que estos les eyeran referir a ellas el «cuento de la lagrima», 0 sea que lamentaban una orfandad ensaya- da previamente por sus maestros, Pilar la lechera, dofia Pinguitos, una_tiradora de cartas y Nieves, la Sirena rtstica, exartista de tablado, éspecialidad en repiqueteos de palillos y bailes de salon... y aun de alco- ba siempre que se terciaba. Volviendo a lo nuestro, la concurren- cia habitual a aquel establecimiento titu~ = 34 lado el Sorbo de leche, tan acreditado e| tre los buenos amateurs de carnes de pe- cado, eran chiquillas menores de edad, de dos de las cuales nos ocuparemos con la debida atencién, pues lo merecen —artis- de varietés de ambos sexos, alguna c: da separada de su marido, temporal- mente al menos, y a la que el susodicho conyuge no la llenaba completamente niel hueco amoroso, ni el otro hueco economi- co, el bolso monedero, en términos coO- rriente molientes. Del sexo fuerte, los que mayores rendi- mientos dejaban ala casa, una media do- cena de vividores, ya ninguno de ellos jo- ven ni en estado de merecer; algunas cla~ ses de tropa, y como parroquianos indis- pensables y los mas mimados por Pilar la «Casta», cuatro q seis caballeretes perte- necientes al club galante La Liga perdida... {undada y sostenida principalmente por et marqués viudo de Punlabrava; quien casi siempre era el proveedor de fondos, cuan- do se trataba—y esto era muy amenudo— de celebrar {rancachelas o juergas con bai- le y regodeo y bulla hasta la madrugad Aquel dia. sabado, por mas sefas, acu- dian mas puntuales que de costumbre los ya citados don Crispulo, Padierna y el mar- qués, pues didse la casualidad que hallan-

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