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Casa de Oración Iglesia del Nazareno

Tema 13: Una competencia digna


Base bíblica: 1 Corintios 9:24-27
Introducción
Los juegos olímpicos modernos, nacieron en la antigua Grecia. El rigor y la disciplina fueron
características de ésta costumbre deportiva. Para el apóstol Pablo, la experiencia de los
atletas que participaban, se convirtió en una manera práctica de enseñarles a algunas
iglesias (especialmente a la de Corinto y Éfeso) algunos principios espirituales.

¿Cómo se define un atleta? Un atleta es una persona que posee una capacidad física,
fuerza, agilidad o resistencia superior a la media y, en consecuencia, es apta para la
realización de actividades físicas, especialmente para las competitivas. Al parecer, el
apóstol Pablo quiso animar a la iglesia a conducirse de manera apropiada, a vivir por
encima de las condiciones habituales y no acostumbrarse a un estilo de vida mundano.

¿Podremos aprender algunos principios aplicables a nuestra vida? Consideremos algunos:

1. Establezca metas claras

La vida sin metas es “un juego de azar”. El deseo de Dios es que nos movamos por metas,
así como Él se mueve por propósitos. Nada de lo que Él hace es casualidad, todo tiene un
fin. De la misma manera debe ocurrir con el todo de nuestra vida. Las metas nos ayudan a
mantenernos enfocados y a dirigir nuestro esfuerzo en lo que en realidad vale la pena. La
gente que no tiene una meta es fácilmente influenciada y constantemente experimenta una
sensación de pérdida de sentido.

El apóstol Pablo tuvo claro que su vida debía estar enfocada en el servicio a Dios, en ser
semejante a Jesús, por tanto, nada pudo captar su atención. Él dijo: Así que, yo de esta
manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el
aire. 1 Corintios 9:26. En otras palabras, él estaba diciendo: lo que hago, lo hago con un
fin, sé lo que estoy haciendo, sé a dónde voy.

2. Sea constante
Alguien dijo: de nada nos sirve ser sabios, sino aprendemos a ser disciplinados. La
disciplina en este contexto se refiere al arduo esfuerzo por mantener el nivel exigido. El
éxito de un atleta es directamente proporcional a su determinación de alimentarse bien,
descansar el tiempo suficiente, entrenarse, autoevaluarse y negarse a ciertos placeres que
hacen daño.
Pablo afirmó: ¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren,
pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. 1 Corintios
9:24. El desempeño en la pista de atletismo está íntimamente relacionado con el nivel de
preparación del atleta, con el tiempo que dedica para ser mejor en su disciplina. Muchos
quieren el éxito, pero la verdad es que muy pocos están dispuestos a sacrificar algo.
3. “No se cargue”
¿Ha visto competir a un atleta con grandes cargas a sus espaldas? ¡No tiene sentido
alguno! Entre más liviana sea su vestimenta, mayor será su rendimiento. Lo mismo pasa en
nuestra vida como hijos de Dios, queremos avanzar, pero aún no aprendemos a entregar
nuestras cargas a Dios (Mateo 11:28). Estas cargas simbolizan los enredos de la vida, la
malicia, el desánimo y cualquier asunto meramente terrenal que carece de virtud.
La carta a los hebreos dice: Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de
una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en
especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que
tenemos por delante. Hebreos 12:1. Considera qué te impide avanzar. Puede ser el
rencor, un mal hábito o una actitud contraria a Dios como el orgullo o la soberbia.
Conclusión
Dios está formando tu carácter para luego concederte el éxito. Sin embargo, el éxito que
alcanzarás, tiene un precio. Debes trabajar diligentemente, consagrarte a tus metas y a tus
propósitos. No permitas que la tentación te distraiga. Cuida el maravillo regalo de la visión
de Dios puesto en tu corazón.

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