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Oigo en el viento

El sollozo del arbusto.


Es la insinuación de los ancestros
Nuestros muertos no se han ido:
Están allí, en la densa sombra.
Los muertos no están bajo la tierra;
Están en el árbol que se agita,
En la madera que gime,
Están en la choza, en la muchedumbre,
Los muertos no están muertos.
Nuestros muertos no se han ido,
Están en el vientre de la mujer,
Están en el lloro del bebé
Y en el tronco que arde.
Los muertos no están bajo la tierra:
Están en el fuego que se apaga,
En las plantas que lloran,
En la roca lloriqueando,
Están en el bosque,
Están en la casa,
Nuestros muertos no están Muertos

Urgencias Pediátricas: Los Abikú

Abikú Egbe Orun son aquellos seres que nacen, solo para morir nuevamente en un período
de tiempo estipulado por ellos mismos en el cielo. Algunos escogen morir en momentos
importantes de su vida como personas o niños. Estas entidades viven en sociedad en el cielo
y aprovechan todas las oportunidades para bajar del cielo a la tierra en el vientre de alguna
incauta mujer que pase por los parajes solitarios, por donde suelen asechar. El
conocimiento de estas entidades está muy difundido en África Occidental, donde les dan
distintos nombres. En América también se les conoce con los nombres de Faes o Hadas. El
contrario de los Àbíkú es llamado Abiye. Los Ibo llaman Ogbanje al Àbíkú, los Haussa lo
llaman Danwabi y los Fanti lo llaman Kossamah.

Ellos son considerados por la cultura yoruba, como parte de una legión de "demonios" que
habitan en los bosques o alrededor de los árboles de Iroko y el árbol de higo blanco, o
Chorona. Del árbol sabio del cual cada uno de estos Àbíkú nacen, ya llevan con ellos el día
y hora que se remontarán nuevamente a la "otra cara de la vida", para irse en compañía de
sus "amigos" de los bosques de Iroko. Generalmente este tiempo se define entre el
nacimiento y los siete años de vida. Así, para garantizar que estos niños permanezcan en el
mundo de los vivos se toman medidas como hacerlos olvidar las fechas y, por tanto, a sus
"amigos del otro lado". Muchos son los Odu de Ifá que nos hablan de estos seres, así como
también son múltiples los tratamientos, que Ifá nos da contra ellos. Nuestras historias de Ifá
nos dicen que ciertas ofrendas hechas con conocimiento de causa son capaces de retener en
el mundo a los Àbíkú y hacerles olvidar sus promesas de regresar, rompiendo así el ciclo de
sus constantes idas y vueltas entre la tierra y el cielo, porque una vez el tiempo marcado
para volver haya pasado, sus compañeros se arriesgan a perder poder sobre ellos.

Encontramos información con respecto a los Àbíkú en varios Odus (historias) de Ifá. Las
historias que encontramos en los diferentes Odus de Ifá demuestran que los Àbíkú en el
cielo, forman una sociedad llamada Egbá, presidida por Iyàjansà (madre-pare-y-se va) para
los varones y Olókó (jefe de la reunión) para las niñas, pero es Aláwaiyé1 (rey de Awaiyé.
En Cuba el jefe de los Abikú se llama Shidikú) quien es llevado al mundo por primera vez
en su ciudad de Awayié. Allí es donde está el bosque sagrado de los Àbíkú, donde los
padres de este van a llevar ofrendas de modo que se queden en el mundo (Verger, 1965).

Las historias también nos dirán cuáles son las acciones a seguir cuando de un niño o
persona Àbíkú se trata. De hecho, sus amigos no aceptan así tan fácilmente la falta de
palabra del Àbíkú refrenado en el mundo por las ofrendas, los encantamientos y los
talismanes preparados por los padres, de acuerdo con el consejo de los Babalawos. Ni
siempre estas precauciones y ofrendas son suficientes para sostener a los niños Àbíkú en la
tierra. Iyàjanjasà es muchas veces más fuerte. Ella no deja que funcione lo que las personas
hacen para retener en la tierra a los niños.

Como puedes ver, se pueden usar talismanes preparados y encantamientos, aparte de baños
y otras técnicas que muchas veces son tan solo paliativos a la situación que afrontan los
padres de la criatura. Según los yorubas, contra los Àbíkú no hay remedios. Iyájanjàsá los
atraerá a la fuerza para el cielo. Los cuerpos del Àbíkú que mueren así, a la fuerza, con
frecuencia se mutilan. Esto lo hacen con el objeto que estos seres, pierdan sus atractivos y
sus amigos en el cielo no deseen jugar con ellos y sobre todo para que este espíritu Àbíkú
maltratado de esta manera, no desee venir más al mundo.

También se hacen fiestas especiales para esos niños llamadas Sara, las que llevan como
objetivo invocar la buena fe de las deidades. En estas fiestas, el frijol de carita y aceite de
palma se distribuyen generosamente a todos como plato principal. Los Àbíkú, así como los
demonios que los acompañan y otros niños son invitados a participar en estas fiestas. Tales
fiestas supuestamente piden el favor de los "pequeños amigos del otro lado" y van dirigidas
a convencerlos de la permanencia de los Àbíkú en la vida normal, garantizando, al mismo
tiempo, el muchacho siempre le haga una fiesta para darles sus golosinas (Verger, 1965).
Algunos nombres importantes se les dan a estos niños Àbíkú para dejar claro que sus
objetivos se han descubierto, lo cual es otra herramienta para tratar de mantenerlos en la
tierra. Estos nombres pueden ser clasificados en: Nombres que establecen su condición de
Àbíkú; Nombres que les aconsejan a ellos que permanezcan en el mundo y les indican que
las condiciones para que el Àbíkú regrese, no sean favorables y Nombres con promesas de
buen trato en caso que se queden en el mundo. Algunos de estos nombres provienen de
saludos tradicionales y otros son bastante específicos.

Los nombres de Abikú por sí mismos suministran una visión significativa del torrente de
emociones involucradas y van dirigidos a evadirlos y en algunas ocasiones, desafiarlos. Por
ejemplo, puedes escoger entre escuchar el enojado desafío en el nombre Kosoko: “No hay
pala” (para cavar la tumba de este niño), o el ruego apasionado al niño que se llama
Durosimi, donde se le dice al niño que “esta vez espere para enterrarme a mí” (los padres).
Debe ser, tanto emocional como financieramente difícil, criar a un niño Àbíkú. Imagínese
no ser capaz de poder disciplinar a un niño, por miedo a provocar su muerte.

El punto en este caso es que muchas veces se le hacen obras al niño Abikú y con ello
muchas veces se baja la guardia. Esto es un error y es uno de los casos en los que no se
debe descuidar el Babalawo. El ponerle una cadenita en el tobillo y bañarlo con hierbas,
muchas veces no es suficiente y por nuestra condición de latinoamericanos, los nombres
que se les ponen a estos niños, muchas veces no es posible hacerlo. Con frecuencia se
encuentran en Nigeria, nombres de Àbíkú en adultos o jovenzuelos que gozan de buena
salud, muestra de que muchos Àbíkú están con favor en el mundo, quizás a causa de las
almas piadosas, o de todas esas precauciones, hacer caso a Orunmila y a la intervención de
los Babalawos. Recuerda: Los Yorubas indican que NO HAY REMEDIO contra los Àbíkú,
así que no bajes la guardia.

Tu amigo de siempre,

Águila de Ifá

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