Вы находитесь на странице: 1из 2

Construcción del Género.

Los axiomas de la modernidad, de Javier Sicilia, es un texto de 1999 que trata de las certezas
incuestionables de nuestra era. Sicilia se basa en postulados de Iván Illich, a quien presenta como
alguien dedicado “a cazar los fantasmas que embrujan a las mentes modernas con certezas que no
se cuestionan”, añade que Illich “ha hecho a través de su obra un mapa muy sugerente de este mundo
en el que nos movemos, nos encontramos incómodos y el cual, por ceguera antropológica y filosófica,
nos empeñamos en perpetuar”1.
Entre aquellas certezas que no se cuestionan, menciona el axioma del transporte motorizado, el
de la industria médica, el del conocimiento certificado y, englobando a los anteriores y al resto, el
axioma de la economía de mercado. Sicilia escribe que, sin importar qué partido político o personaje
estuviera en la presidencia de México, si no se desmontaban aquellas certezas de validez indiscutible,
no podía esperarse que se construyera ciudadanía o comunidad en el país.
Es un texto pesimista pero recuerdo haberlo leído con entusiasmo (en 1999), ya que me parecía
que Sicilia lograba ver lo que padecemos las personas de a pie y lo nombraba de forma crítica. Es el
2018 y los axiomas de la modernidad de Illich siguen vigentes, pero les falta algo. En mi camino
profesional y formativo, fue necesaria la teoría crítica feminista para comprender que se pueden
hacer críticas puntuales al sistema económico, usar bicicleta, medicina alternativa… y no se habría
avanzado en el camino que lleva a dejar de creer en el axioma que sostiene a todos los demás,
incluido el de la economía (principalmente, el de la economía), pero que se encuentra ausente en la
lista de don Iván: el axioma del género.
Según Monique Wittig, filósofa feminista francesa, los géneros se construyen por diferenciación:
masculino/femenino, macho/hembra, son categorías que sirven para disimular el hecho de que las
diferencias sociales implican siempre un orden económico, político e ideológico. Siguiendo a Wittig,
las mujeres como clase de sexo (o género), son creadas en los cuerpos y las psiques para producir
diferenciación permanente, para instituir a la heterosexualidad como un régimen político: “el
pensamiento que se basa en el predominio de la diferencia, es el pensamiento de la dominación, que
proporciona a las mujeres un conjunto de datos, de a prioris, que forman una construcción política
que cubre pensamientos, gestos, actos, trabajo, sensaciones, relaciones”2.
Martha Figueroa Mier3, activista mexicana por los derechos de las mujeres, define crudamente
cómo en el sistema social vigente, la mujer es “la cosa del otro”. Antonio Ramírez4, investigador
mexicano y promotor del trabajo de género con hombres, explica que los recursos de la mujer,
económicos, emocionales, sociales e intelectuales, son apropiados por el hombre en la relación de
pareja y en cualquier tipo de relación, en diferente grado. Silvia Federici5, filósofa italiana,
investigadora de las relaciones económicas y de poder en el capitalismo, explica que:

1 Los axiomas de la modernidad. Sicilia, Javier (1999). http://www.proceso.com.mx/181655/los-axiomas-de-la-


modernidad
2 El pensamiento heterosexual y otros ensayos. Wittig, Monique (1992).
3 Directora del Colectivo de Mujeres de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, México.
4 Director del Centro de Capacitación para Erradicar la Violencia Intrafamiliar Masculina.
5
Federici, Silvia. Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria (2004). Ed. Traficantes de Sueños.
La riqueza económica requiere del trabajo humano; se inició explotando el trabajo esclavo de
millones y millones de personas traficadas; continuó con la colonización, que dio a Europa control
sobre millones de trabajadores de las tierras invadidas. Como el insumo principal para producir
son los trabajadores, las mujeres somos vistas como máquinas productoras de trabajadores, por
eso se hace necesario el control de la procreación y del trabajo de reproducción […] Las mujeres
deben procrear trabajadores y cuidarlos todos los días en condición invisible y sin pago para que
resulte muy barato y así el capital pueda tomar la riqueza que los trabajadores producen. El Estado
y el capital controlan entonces el cuerpo de las mujeres y el hombre se convierte en su delegado:
se le delega el poder de controlar y golpear las mujeres si no cumplen con la función que les fue
asignada.

En este sentido, el cuerpo de los hombres tampoco es suyo, ya que es un ente mediante el cual
el Estado se apropia del cuerpo de las mujeres; sin embargo, a diferencia de ellas, los hombres son
facultados y entrenados para ejercer violencia. El más terrible de los fantasmas que embrujan las
mentes modernas con certezas que no se cuestionan, es la naturalización, tomada como verdad
incuestionable y absoluta, de que lo masculino (activo y dominante) es lo único válido posible, y de
que lo femenino (pasivo y dominado), es lo accesorio. Ese es el fantasma más difícil de cazar.
Mujeres y hombres somos, para el sistema económico, político e ideológico, artefactos.
Reconocerlo es el primer paso hacia una subjetividad realmente cognitiva y crítica. No es fácil ya que
siempre puede resultar que nos apropiamos de alguien más, y esa cuota de poder funciona como un
entramado que protege nuestra psique de ser consiente del lugar que ocupamos en la pirámide y
nos impide observar cómo, quienes se encuentran mejor posicionados en la jerarquía social de la
hegemonía heteronormalizada, se apropian de nuestro trabajo y de nuestro cuerpo.

Вам также может понравиться