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Capítulo X

DELITO CORPORATIVO Y RESPONSABILIDAD PENAL DE LAS PERSONAS


JURÍDICAS: UN DESARROLLO COHERENTE DE LA JURISPRUDENCIA DEL
TRIBUNAL SUPREMO

I. INTRODUCCIÓN

Tras el decisivo Pleno de 29 de febrero del 2016 (ponente: Sr. Excmo. D. José
Manuel Maza Martín), el Tribunal Supremo ha vuelto a profundizar en el
fundamento de la responsabilidad penal de las personas jurídicas [en adelante:
RPPJ] mediante la Sentencia de 16 de marzo del 2016 (ponente: Sr. Excmo. D.
Manuel Marchena Gómez). Esta vez de la mano de un concepto de nuevo cuño: el
concepto del “delito corporativo”. Probablemente consciente del poder explicativo
de dicha denominación, el alto Tribunal introduce en el discurso judicial un
concepto que, en nuestra opinión, permite distinguir entre lo “propio” de la
responsabilidad penal de las personas jurídicas y lo “propio” de la responsabilidad
penal de las personas físicas: el delito corporativo que, ya en su denominación, se
opone al que puede denominarse “delito individual”.

De conformidad con la posición del Tribunal Supremo –que, de nuevo, muestra


estar a la vanguardia de esta materia, no solo a nivel nacional, sino también
internacional1– las personas jurídicas son también autoras de delitos –sc. del delito
corporativo– y deben ser hechas responsables por el delito cometido por ellas
mismas. Así, la persona jurídica responde por el delito corporativo, la persona
física, por el delito individual. La denominación empleada contribuye a esclarecer
futuros equívocos en la aplicación práctica de la responsabilidad penal de las
personas jurídicas y focalizar la atención en lo relevante para este tipo de
responsabilidad –deslindándola así de la responsabilidad penal individual–.

1 En nuestra opinión, un análisis comparativo entre las Sentencias del Tribunal Supremo español en
esta materia y la de otros Altos Tribunales de países con RPPJ muestra un grado de profundización
e interés por la conformación de conceptos coherentes con los principios informadores de derecho
penal desconocido en otros ordenamientos. Así, por ejemplo, en el sistema de RPPJ del
ordenamiento estadounidense, la sentencia seminal New York Central & Hudson River R.R. Co. v.
United States [212 US 481 (1909)], pese a la argumentación, por parte de la defensa, de cuestiones
relativas a la presunción de inocencia o la responsabilidad por el hecho ajeno [“presumption of
innocence and made him responsible for the acts of another”], la Corte Suprema estadounidense no
abordó ninguna de estas cuestiones en profundidad, limitándose a afirmar, en última instancia, la
vigencia en el ámbito penal de la estructura de imputación jurídico-civil del respondeat superior
[“Applying the principle governing civil liability, we go only a step farther in holding that the act of the
agent, while exercising the authority delegated to him to make rates for transportation, may be
controlled, in the interest of public policy, by imputing his act to his employer and imposing penalties
upon the corporation for which he is acting in the premises” (p. 494)]. Sobre la RPPJ en EE.UU. vid.
GÓMEZ-JARA DÍEZ, Carlos, La responsabilidad penal de las empresas en EE.UU, Sevilla: Ramón Areces,
2006; más recientemente, VILLEGAS GARCÍA, María Ángeles, La responsabilidad criminal de las
personas jurídicas. La experiencia de EE.UU., 2016.
De igual manera, sale directamente al paso de determinadas interpretaciones
“negacionistas” del actual régimen de responsabilidad penal de las personas
jurídicas en España. De forma taxativa establece que:

“No es discutible (...) que el régimen de responsabilidad de las personas jurídicas


instaurado en España por las reformas del 2010 y 2015 es el propio de una
responsabilidad penal”

Para concluir que:

La imposición de cualquiera de las penas –que no medidas– del catálogo previsto en el art.
33.7 del CP, solo puede ser el desenlace de una actividad jurisdiccional sometida a los
principios y garantías que legitiman la actuación del ius puniendi.

Se contribuye, así, a poner fin al debate sobre si las sanciones previstas en el


artículo 33.7CP son verdaderas penas –sin comillas– u otro tipo de consecuencias
derivadas del delito.

Finalmente, en un alarde de las consecuencias procesales que se derivan del


establecimiento de un sistema de responsabilidad penal, el Tribunal realiza
importantes aportaciones a las garantías procesales que amparan a las personas
jurídicas en el proceso penal. Dichas contribuciones se refieren fundamentalmente
a una fase tan importante como es la Instrucción del procedimiento penal, la cual,
en relación con la persona jurídica:

Habrá de centrarse en su averiguación desde una perspectiva estructural. Se tratará, por


tanto, de una indagación sobre aquellos elementos organizativo-estructurales que han
posibilitado un déficit de los mecanismos de control y gestión, con influencia decisiva en la
relajación de los sistemas preventivos llamados a evitar la criminalidad en la empresa.

II. EL PILAR DE LA CONSTRUCCIÓN DEL TRIBUNAL SUPREMO: LA


PRESUNCIÓN DE INOCENCIA DE LAS PERSONAS JURÍDICAS

Probablemente con la intención de evitar los inconvenientes que se derivarían de


una toma de posición inicial definitiva sobre cuestiones tan debatidas sobre el
modelo de RPPJ del Código penal, la Sentencia de 16 de marzo del 2016, como ya lo
hiciera el Pleno del TS de 29 de febrero del 2016, parte de un principio “menos”2

2 No puede, sin embargo, obviarse que la DIRECTIVA (UE) 2016/343 DEL PARLAMENTO EUROPEO
Y DEL CONSEJO de 9 de marzo del 2016 por la que se refuerzan en el proceso penal determinados
aspectos de la presunción de inocencia y el derecho a estar presente en el juicio [DOUE, L65/111,
de marzo del 2016,] finalmente no ha armonizado el contenido del derecho a la presunción de
inocencia relativo a las personas jurídicas. Así la Directiva “reconoce diferentes necesidades y grados
de protección con respecto a determinados aspectos de la presunción de inocencia de las personas
físicas y jurídicas. Por lo que respecta a las personas físicas, dicha protección se refleja en
jurisprudencia reiterada del Tribunal Europeo de Derechos Humanos. No obstante, el Tribunal de
Justicia ha reconocido que los derechos que dimanan de la presunción de inocencia no amparan a las
discutido –sc. el de presunción de inocencia– para realizar su construcción
argumentativa tanto de la vertiente procesal como de la material. En general,
parece poder afirmarse que si algo parece indiscutido en la jurisprudencia reciente
del TS es que las garantías procesales que asisten a las personas jurídicas en el
proceso penal son exactamente las mismas que las de las personas físicas3. De ello,
como indicamos, no solo se derivan consecuencias procesales sino, muy
notablemente, importantes concepciones materiales.

En efecto, como ya indicara el Pleno del TS de 29 de febrero del 2016:

“(...) de manera que derechos y garantías constitucionales a los que se refieren los motivos
examinados (...), como la tutela judicial efectiva, la presunción de inocencia, al juez
legalmente predeterminado, a un proceso con garantías, etc (...) ampararían también a la
persona jurídica de igual forma que lo hacen en el caso de las personas físicas cuyas
conductas son objeto del procedimiento penal y, en su consecuencia, podrían ser alegados
por aquella como tales y denunciadas sus posibles vulneraciones".

Refiriendo de manera explícita dicha argumentación, la STS de 16 de marzo del


2016 establece taxativamente “que la persona jurídica es titular del derecho a la
presunción de inocencia está fuera de dudas”. De ahí deriva la sentencia
importantes consecuencias para un debate generado a raíz del Pleno –sobre el que
se volverá más adelante–: la carga probatoria en los procesos relacionados con
personas jurídicas. Así, sobre la base de:

Algo tan elemental como que esa responsabilidad se está exigiendo en un proceso penal, las
sanciones impuestas son de naturaleza penal y la acreditación del presupuesto del que
derivan aquellas no puede sustraerse al entendimiento constitucional del derecho a la

personas jurídicas en idéntica medida que a las personas físicas” (Cdo. 13). En consecuencia, “en el
estado actual de desarrollo del Derecho nacional y de la jurisprudencia tanto nacional como de la
Unión, resulta prematuro legislar a escala de la Unión en materia de presunción de inocencia de las
personas jurídicas. Por consiguiente, la presente Directiva no debe aplicarse a las personas jurídicas.
Ello se entiende sin perjuicio de la aplicación de la presunción de inocencia a las personas jurídicas, tal
como se establece, en particular, en el CEDH y la interpretan el Tribunal Europeo de Derechos
Humanos y el Tribunal de Justicia” (Cdo. 14). No obstante, la UE prevé la posible futura
armonización dependiendo de la evolución de las garantías legales y la jurisprudencia indicando
que “la presunción de inocencia de las personas jurídicas debe ampararse en las garantías legales y
jurisprudencia existentes, cuya evolución determinará la necesidad de una intervención de la Unión”
(Considerando 15). Sobre los motivos de dicha exclusión vid. BAJO FERNANDEZ, Miguel; Bernardo,
FEIJOO SÁNCHEZ y Carlos, GÓMEZ-JARA DÍEZ, Tratado de responsabilidad penal de las personas
jurídicas, 2.a ed., Madrid: Civitas, 2016, p. 337 y ss.; vid. igualmente STIJN LAMBERIGTS, “The diretive
on the pressumption of innocence. A missed opportunity for Legal Persons?”, en EUcrim, n.° 1,
2016, p. 36 y ss.
3 Vid. ya las magistrales reflexiones de ECHARRI CASI, Fermín, “Las personas jurídicas y su imputación

en el proceso penal: una nueva perspectiva de las garantías constitucionales”, en La Ley, Madrid: 18
de Mayo del 2011: “a fin de no causar indefensión a las personas jurídicas imputadas, deben
trasladarse a éstas en bloque, con las correspondientes matizaciones, el conjunto de garantías
constitucionales y formales de las que las personas físicas resultan acreedoras en el seno del
proceso penal, empezando por las reguladas en el art. 24 CE, bajo la denominación de tutela judicial
efectiva, para garantizar así la presencia de aquellas en el proceso penal, con una adecuada defensa
y representación”.; un análisis completo y reciente de la dimensión procesal de la RPPJ en GIMENO
BEVIA, Jordi, El proceso penal de las personas jurídicas, 2015, con múltiples referencias.
presunción de inocencia” la Sala concluye que “sería contrario a nuestra concepción sobre
ese principio estructural del proceso penal admitir la existencia de dos categorías de
sujetos de la imputación. Una referida a las personas físicas, en la que el reto probatorio del
Fiscal alcanzaría la máxima exigencia, y otra ligada a las personas colectivas, cuya singular
naturaleza actuaría como excusa para rebajar el estándar constitucional que protege a toda
persona, física o jurídica, frente a la que se hace valer el ius puniendi del Estado.

Resumiendo su posición al respecto y avanzando importantes conceptos


materiales, indica la Sentencia de 16 de marzo del 2016:

En efecto, desde la perspectiva del derecho a la presunción de inocencia a la que se refiere


el motivo, el juicio de autoría de la persona jurídica exigirá a la acusación probar la
comisión de un hecho delictivo por alguna de las personas físicas a que se refiere el
apartado primero del art. 31 bis del CP, pero el desafío probatorio del Fiscal no puede
detenerse ahí. Lo impide nuestro sistema constitucional. Habrá de acreditar además que
ese delito cometido por la persona física y fundamento de su responsabilidad individual, ha
sido realidad por la concurrencia de un delito corporativo, por un defecto estructural en los
mecanismos de prevención exigibles a toda persona jurídica, de forma mucho más precisa,
a partir de la reforma del 2015.

III. HITOS FUNDAMENTALES DE LA SENTENCIA DE 16 DE MARZO DEL 2016

A partir de dicha importante premisa, a continuación pasaremos a referir algunos


de los hitos fundamentales que establece la Sentencia objeto de comentario.
Ciertas cuestiones ya habían sido avanzadas en resoluciones judiciales anteriores;
otras, por el contrario, constituyen una novedad que, sin duda, está llamada a
influir decisivamente la jurisprudencia ulterior. En este sentido, la acuñación del
concepto de “delito corporativo” como el delito cometido por la persona jurídica y
su contraposición al que denominaremos “delito individual”, más allá del valioso
contenido material que comporta, ayudará en el futuro a centrar la discusión sobre
la RPPJ en los términos que le son propios –y alejarla de la vedada responsabilidad
por el hecho ajeno–. Como se verá, algunos de los pasajes de la citada resolución
despliegan efectos en varias cuestiones por lo cual, en aras de la claridad
expositiva y la facilidad de consulta –y en sacrificio del estilo– se referirá en varias
ocasiones.

1. Verdadera responsabilidad penal de las personas jurídicas

Una primera cuestión que, sin duda, no pasará desapercibida a la doctrina


especializada es la afirmación sin paliativos de que el sistema jurídico-penal
español ha introducido una verdadera responsabilidad penal de las personas
jurídicas y que no se está en presencia de un fraude de etiquetas: no se trata de
“penas” sino de penas. Y ello, con todo lo que comporta este tipo de sanciones.

En efecto, un sector doctrinal –que anteriormente hemos denominado


“negacionista”– con indudable autoritas en el ámbito penal había venido
cuestionando que el régimen establecido en el código penal español fuera un
verdadero régimen de responsabilidad penal.4 Frente a dichas afirmaciones,
considera el alto Tribunal que:

No es discutible –frente a lo que acontece en otros sistemas, como en el italiano, en el que la


dogmática llega a hablar de un verdadero fraude de etiquetas– que el régimen de
responsabilidad de las personas jurídicas instaurado en España por las reformas del 2010
y 2015 es el propio de una responsabilidad penal.

Incidiendo en la naturaleza de verdaderas penas –y no medidas de seguridad


jurídico-penales, como se había indicado previamente respecto de las
consecuencias accesorias del art. 129 del código penal previo a la reforma del
20105– explica el Tribunal Supremo que deben imperar los principios y garantías
penales. En palabras del Tribunal:

“La imposición de cualquiera de las penas –que no medidas– del catálogo previsto en el art.
33.7 del código penal, solo puede ser el desenlace de una actividad jurisdiccional sometida
a los principios y garantías que legitiman la actuación del ius puniendi”.

Probablemente, dicha autoridad judicial no será la última palabra para el sector


doctrinal referido anteriormente, ya que, entre otras cuestiones, éste realiza
argumentaciones sobre los límites ontológicos insuperables por la RPPJ. En ese
sentido, Gracia Martín, en una reciente y brillante contribución indica que “por
consiguiente, si ya en general no es posible afirmar que la persona jurídica pueda
ser sujeto del juicio de reproche de la culpabilidad penal a partir de ningún
concepto de culpabilidad que respete los límites ontológicos, desde el concepto de
culpabilidad del finalismo, y particularmente desde el welzeliano, aquella es una
posibilidad que ni siquiera debe poder ser pensada en absoluto”6.

4
SILVA SÁNCHEZ, Jesús María, “La reforma del Código Penal: una aproximación desde el contexto”, en
La Ley, Madrid: 2010; MIR PUIG, Santiago, “Las nuevas ‘penas’ para personas jurídicas, una clase de
“penas” sin culpabilidad”, en Foro FICP - Tribuna y Boletín de la FICP, N.° 2015-2, julio del 2015, p.
140 y ss. Recuperado de <http://bit.ly/2pKxyZa>; GRACIA MARTÍN, “La inexistente responsabilidad
‘penal’ de las personas jurídicas”, art. cit., p, 149 y ss., con abundantes referencias a sus trabajos
anteriores sobre la irresponsabilidad penal de las personas jurídicas; LUZÓN PEÑA, Diego Manuel
Lecciones de Derecho Penal. Parte General, 2.a ed., 2012, p. 12 y s.: “no son penas”; ROBLES PLANAS,
RICARDO, en La Ley, Madrid: 29 de setiembre del 2011, p. 8 y ss.; 14: “(...) no es más que un incentivo
preventivo que no tiene nada que ver con las penas”; GÓMEZ MARTÍN, Víctor, “Falsa alarma. O por qué la
Ley Orgánica N.° 5/2010 no deroga el principio 'Societas delinquere non potest'”, en MIR PUIG, Santiago
y Miretxu, CORCOY BIDASOLO (Dirs.), Garantías constitucionales y Derecho penal europeo, 2012, p. 331
y ss; BOLDOVA PASAMAR, Miguel Ángel, “La introducción de la responsabilidad penal de las personas
jurídicas en la legislación española”, en Estudios Penal y Criminológicos XXXIII, 2013, p. 227: “Es
completamente imposible hablar de acción, omisión, dolo, imprudencia o culpabilidad en las personas
jurídicas, dado que estas categorías tienen un sentido psicológico por estar vinculadas hasta ahora
únicamente con el ser humano”.
5
Vid. la TRIBUNAL SUPREMO, (ponente: Sr. Excmo. D. Juan Ramón Berdugo Gómez de la Torre)
Sentencia N.° 480/2009, Villa de Madrid: 22 de mayo del 2009 (caso Ekin), en su Fundamento de
Derecho centésimo nonagésimo tercero, donde afirma que “las legalmente denominadas ’consecuencias
accesorias’ son medidas de seguridad jurídico-penales lo que conlleva que su imposición deba ir
rodeada de todas las garantías del Derecho Penal”.
6 LUIS GRACIA MARTÍN, “Críticas de las modernas construcciones de una mal llamada responsabilidad
2. Incompatibilidad del modelo de “transferencia” con los principios
informadores del Derecho penal

Si bien desde hace tiempo se han llevado a cabo distintas interpretaciones sobre el
modelo de RPPJ acogido por el Código penal español7, lo cierto es que algunos
operadores jurídicos especialmente significativos –no sin cierto apoyo doctrinal8–
consideraban que el texto punitivo español instauraba un modelo de
“transferencia”. Esto es, en términos sencillos, bajo determinadas circunstancias, la
responsabilidad penal de la persona física se “transfería” a la persona jurídica.

Así, la reciente Circular 1/2016 de la Fiscalía General del Estado9, manteniendo la


posición adoptada en la anterior Circular 1/2011, señala

El modelo de atribución de responsabilidad a la persona jurídica no ha cambiado


sustancialmente y que, como se decía en la Circular 1/2011, relativa a la responsabilidad
penal de las personas jurídicas conforme a la reforma del Codigo penal efectuada por Ley
Orgánica N.° 5/2010, ‘En los dos párrafos del apartado 1 del artículo 31 bis del código penal
se establece un mecanismo normativo de atribución de la responsabilidad por transferencia
o de tipo vicarial’ mediante un sistema de numerus clausus que supedita la imposición de la
pena a una expresa previsión de comisión del delito en el Libro II del código penal10.

La Circular 1/2016 afianza dicho posicionamiento indicando de manera elocuente


lo siguiente:

Ahora bien, partiendo de que el art. 31 bis establece un sistema de responsabilidad


indirecta o vicarial conforme al cual el fundamento de la responsabilidad penal de la
persona jurídica descansa en un hecho ajeno, y no en un hecho propio, la comisión del
delito por las correspondientes personas físicas en las condiciones que exige el precepto
determinará la transferencia de responsabilidad a la persona jurídica. Ello comporta que
con el delito de la persona física nace también el delito de la persona jurídica la cual, no
obstante, quedará exenta de pena si resulta acreditado que poseía un adecuado modelo de

penal de la persona jurídica”, en RECPC, n.° 18-05, Granada: 2016.


7 Vid. a estos efectos la exposición de BAJO FERNANDEZ, Miguel; Bernardo, FEIJOO SÁNCHEZ y Carlos,

GÓMEZ-JARA DÍEZ, Tratado de responsabilidad penal de las personas jurídicas, Madrid: Civitas, 2012,
ob. cit., pp. 73-89.
8 Vid. por todos, con ulteriores referencias, DÍEZ RIPOLLÉS, José́ Luis, “La responsabilidad penal de las

personas jurídicas. Regulación española”, en InDret, n.° 1, 2012, “la reforma penal española del 2010
ha optado por el sistema de imputación societaria basado en el modelo de transferencia de
responsabilidad”; SOLÉ RAMÓN, Ana María, “La responsabilidad penal de las personas jurídicas. Hacia
una nueva regulación de la persona jurídica como sujeto activo del Derecho Penal y Procesal Penal”, en
Revista General de Derecho Penal, vol. 13, 2010, p. 21 “ello implica una suerte de transferencia de la
culpabilidad del directivo a la persona jurídica”. CARDONA TORRES, Juan, “La responsabilidad penal de
las personas jurídicas”, en La Ley, Madrid: 2011, p. 2. En cierta manera, RODRÍGUEZ MOURULLO,
Gonzalo, "La responsabilidad penal de las personas jurídicas y los principios básicos del sistema", en
Abogados, septiembre del 2010, p. 38, si bien crítico con dicha opción legislativa.
9 Circular 1/2016, sobre la responsabilidad penal de las personas jurídicas conforme a la reforma del

Código Penal efectuada por la Ley Orgánica N.° 1/2015.


10 Circular 1/2016, p. 4 y s.
organización y gestión [sin subrayado en el original]11.

Pues bien, frente a dicha argumentación, el Tribunal Supremo sale claramente al


paso indicando que no tiene cabida en nuestro sistema de Derecho penal la
transferencia de responsabilidad de una persona a otra y, quizás más importante,
que la RPPJ debe establecerse sobre la base de un hecho delictivo propio –lo cual,
ciertamente, aboga por la idea de la autorresponsabilidad penal de la persona
jurídica por el hecho delictivo propio de la persona jurídica, como se indicará más
adelante12–. En efecto, sostiene el alto Tribunal:

Nuestro sistema, en fin, no puede acoger fórmulas de responsabilidad objetiva, en las que
el hecho de uno se transfiera a la responsabilidad del otro, aunque ese otro sea un ente
ficticio sometido, hasta hace bien poco, a otras formas de responsabilidad. La pena
impuesta a la persona jurídica solo puede apoyarse en la previa declaración como probado
de un hecho delictivo propio [sin subrayado en el original].

No obstante, no puede desconocerse que en algún pasaje de la sentencia, el


Tribunal realiza una suerte de giño a la posición de la sostenida por la fiscalía
respecto de la vigencia de un modelo vicarial de RPPJ –identificado, con razón, por
la propia Fiscalía como un modelo de transferencia y contrapuesto al modelo de
responsabilidad por el hecho propio13– indicando que “En definitiva, la opción por
el modelo vicarial es tan legítima como cualquier otra, pero no autoriza a degradar a
la condición de formalismos la vigencia de los principios llamados a limitar la
capacidad punitiva del Estado”. Ahora bien, el propio Tribunal Supremo se encarga
de traer a colación la conocida Exposición de Motivos de la Ley Orgánica N.°
1/2015, de 30 de marzo de Reforma del código penal, para cuestionar la
legitimidad del modelo vicarial. Así señala el alto Tribunal:

La LO 1/2015, 30 de marzo, ha proclamado que el sentido de la reforma introducida en el


art. 31 bis del CP no tiene otra justificación que "...llevar a cabo una mejora técnica en la
regulación de la responsabilidad penal de las personas jurídicas (...) con la finalidad de
delimitar adecuadamente el contenido del <debido control>, cuyo quebrantamiento
permite fundamentar su responsabilidad penal [...]. Con ello se pone fin a las dudas
interpretativas que había planteado la anterior regulación, que desde algunos sectores
había sido interpretada como un régimen de responsabilidad vicarial...[cursiva en el
original].

Es cierto que la voluntad del legislador no es el único de los parámetros hermenéuticos

11 Circular 1/2016, p. 56.


12 Vid. en sentido similar, ya respecto de la posición del Pleno anterior, VILLEGAS GARCÍA, María
Ángeles, “Hacia un modelo de autorresponsabilidad de las personas jurídicas. La STS (Pleno de la
Sala de lo Penal) 154/2016, de 29 de febrero”, en La Ley, Madrid: 2016.
13 Circular 1/2016, p. 5: “Antes de proseguir, vale la pena recordar los dos modelos fundamentales

que permiten sustentar la responsabilidad penal de la persona jurídica. El primero atribuye la


responsabilidad penal a la persona jurídica entendiendo que esta se manifiesta a través de la
actuación de una persona física que la compromete con su previa actuación delictiva, siempre que se
evidencie un hecho de conexión pues, de otro modo, la responsabilidad de la persona jurídica
devendría inconstitucionalmente objetiva. Es la responsabilidad por transferencia, indirecta, derivada,
vicarial o por representación”.
cuando se trata de fijar el alcance de un precepto penal. Pero también lo es que ese pasaje
de la exposición de motivos no puede interpretarse de otro modo que como el confesado
propósito legislativo de apartar nuestro sistema de algún modelo comparado –es el caso,
por ejemplo, del derecho italiano, más próximo a la responsabilidad administrativa– en el
que, no sin viva polémica, el papel de la persona jurídica solo se justifica por la oportunidad
de demostrar que, pese a la comisión del hecho de referencia a cargo de la persona física,
aquella actuó con la debida diligencia en la organización de las medidas de cumplimiento,
de gestión y de control.

Por lo tanto, con independencia de la nomenclatura escogida, el canon establecido


por el máximo intérprete de la legalidad ordinaria es claro: no se permite
transferir la responsabilidad de la persona física a la persona jurídica –ya sea
mediante modelos de “transferencia” o “vicariales”– y la RPPJ descansa en su
hecho delictivo propio. El camino, por tanto, hacia la plena vigencia de la
autorresponsabilidad penal de la persona jurídica se ha iniciado.

Dicha tendencia se ha visto confirmada de manera aún más reciente, mediante la


STS de 13 de junio del 2016 (ponente: Sr. Excmo. D. Andrés Martínez Arrieta) y el
subsiguiente Auto de Aclaración de 28 de junio del 2016 (ponente: Sr. Excmo. D.
Andrés Martínez Arrieta). En efecto, en la Sentencia de 13 de junio del 2016, si bien
mediante obiter dicta, se indicaba lo siguiente:

El artículo 31 bis) del Código penal actúa como una cláusula de determinación de la autoría
definitoria del tipo de autor en las personas jurídicas. El art. 31 bis señala los presupuestos
que han de concurrir para la declaración de persona jurídica como autora del delito, esto
es, un delito cometido por persona física –representantes legales o por empleados– en
nombre o por cuenta de una persona jurídica o en el ejercicio de las actividades sociales
por cuenta o en beneficio directo o inmediato de la persona jurídica, y que por esta no han
adoptado las medidas de organización y gestión necesarias, que incluyen medidas de
vigilancia y control de los posibles resultados típicos que el ejercicio de su actividad de la
persona jurídica pueda realizar. En el diseño de esta imputación a título de autor del delito
a la persona jurídica, el legislador ha optado por un sistema vicarial, siendo independiente
la responsabilidad penal de la persona física y de la jurídica (art. 31 ter CP), respondiendo
cada una de ellas de su propia responsabilidad.

Ahora bien, mediante el referido Auto aclaratorio se corrigió el error material que
suponía afirmar que el legislador hubiera optado por sistema vicarial de RPPJ
explicitando lo siguiente:

Se advierte un error material respecto al cual procede la aclaración y subsanación a través


del presente Auto. En el penúltimo párrafo del fundamento primero se indica
erróneamente una opción del legislador por un sistema vicarial cuando, conforme se
deduce del resto de la fundación, la opción es por un sistema de autorresponsabilidad. Así
resulta de la propia fundamentación al afirmar que ambas, personas física y jurídica,
responden por su propia responsabilidad en términos que definen, respectivamente, los
arts. 28 y 31 bis) CP.14

14La distinción conceptual entre modelos de autorresponsabilidad penal empresarial y modelos de


heterorresponsabilidad penal empresarial fue introducida en GÓMEZ-JARA DÍEZ, Carlos, La
3. El núcleo de la responsabilidad penal de las personas jurídicas: el delito
corporativo

Así las cosas, el lector se preguntará en qué consiste ese hecho delictivo propio de
las personas jurídicas. Pues bien, el Tribunal Supremo aborda dicha tarea
definitoria acuñando un concepto que, como se ha indicado anteriormente, está
llamado a desplegar una considerable influencia en la discusión teórica y práctica
venidera: el concepto del delito corporativo. Probablemente influido por el título
de una reciente monografía15, el Tribunal Supremo sienta las bases del hecho
delictivo propio de la persona jurídica que deberá ser objeto de consideración
judicial siempre que se solicite la imposición de una pena a una persona jurídica.

Así, en un primer momento señala el alto Tribunal que:

La responsabilidad de la persona jurídica ha de hacerse descansar en un delito corporativo


construido a partir de la comisión de un previo delito por la persona física, pero que exige
algo más, la proclamación de un hecho propio con arreglo a criterios de imputación
diferenciados y adaptados a la especificidad de la persona colectiva. De lo que se trata, en
fin, es de aceptar que solo a partir de una indagación por el Juez instructor de la efectiva
operatividad de los elementos estructurales y organizativos asociados a los modelos de
prevención, podrá construirse un sistema respetuoso con el principio de culpabilidad [sin
subrayado en el original].

A continuación, con carácter definitorio, el Tribunal Supremo focaliza la atención


en lo propio del delito cometido por la persona jurídica:

“la concurrencia de un delito corporativo, por un defecto estructural en los mecanismos de


prevención exigibles a toda persona jurídica, de forma mucho más precisa, a partir de la
reforma del 2015”16 [sin subrayado en el original].

culpabilidad penal de la empresa, passim. Más detalladamente GÓMEZ-JARA DÍEZ, Carlos, Modelos de
autorresponsabilidad penal empresarial, 2006.
15 Vid. FEIJOO SÁNCHEZ, BERNARDO, El delito corporativo en el Código Penal español, 2015, 2.a ed. 2016.

Un comentario a la Sentencia de 16 de marzo del 2016 en FEIJOO SÁNCHEZ, El delito corporativo en el


Código Penal español, 2.a ed., ob. cit., p. 130 y ss.
16 Sobre la nueva regulación de la RPPJ introducida por la reforma del 2015 vid., sin ánimo de

exhaustividad, entre otros BAJO FERNANDEZ, MIGUEL Y CARLOS, GÓMEZ-JARA DÍEZ, “Derechos procesales
fundamentales”, en BAJO FERNANDEZ, FEIJOO SÁNCHEZ y GÓMEZ-JARA DÍEZ, Tratado de
responsabilidad penal de las personas jurídicas, ob. cit.; GONZÁLEZ CUSSAC, José Luis, “Responsabilidad
penal de las personas jurídicas: arts. 31 bis, ter, quárter y quinquies”, en GONZÁLEZ CUSSAC, José Luis
(Dir.), Ángela, MATALLÍN EVANGELIO y Elena, GÓRRIZ ROYO (Coords.), Comentarios a la Reforma del
Código Penal del 2015, 2015, p. 151 y ss.; QUINTERO OLIVARES, Gonzalo, “La reforma del régimen de
responsabilidad penal de las personas jurídicas”, en GONZÁLEZ CUSSAC; MATALLÍN EVANGELIO y GÓRRIZ
ROYO (Coords.), Comentarios a la Reforma del Código Penal del 2015, 2015, p. 77 y ss.; AA.VV.,
Memento Penal Económico y de la Empresa 2016-2017, 2016; GÓMEZ TOMILLO, Manuel, Introducción a
la responsabilidad penal de las personas jurídicas, 2.a ed. 2015; GARCÍA RUIZ, María Ascensión,
“Responsabilidad penal de las personas jurídicas: el nuevo artículo 31 bis del Código Penal y su
aplicación a los delitos ecológico”, en Revista de Derecho Penal y Criminología, vol. 2, 2016, p. 2 y ss.;
CORTÉS BECHIARELLI, Emilio; Norberto Javier, DE LA MATA BARRANCO Y Ángel, JUANES PECES (Coords.),
Responsabilidad penal y procesal de las personas jurídicas, 2015; SÁNCHEZ MELGAR, Julián, “Los títulos
Ahondando en el significado material del delito corporativo, el Tribunal Supremo
apunta que el mismo se encuentra conformado por los “elementos organizativo-
estructurales que han posibilitado un déficit de los mecanismos de control y gestión,
con influencia decisiva en la relajación de los sistemas preventivos llamados a evitar
la criminalidad en la empresa” [sin negrita en el original].

Finalmente, trayendo a colación el bagaje conceptual que ya se estableció en Pleno


de 29 de marzo del 2016, indica la Sentencia de 16 de marzo del 2016:

En palabras de la STS N.° 154/2016, 29 de marzo, "(...) el sistema de responsabilidad penal


de la persona jurídica se basa, sobre la previa constatación de la comisión del delito por parte
de la persona física integrante de la organización como presupuesto inicial de la referida
responsabilidad, en la exigencia del establecimiento y correcta aplicación de medidas de
control eficaces que prevengan e intenten evitar, en lo posible, la comisión de infracciones
delictivas por quienes integran la organización. [...] Así, la determinación del actuar de la
persona jurídica, relevante a efectos de la afirmación de su responsabilidad penal (incluido el
supuesto del anterior art. 31 bis.1 pár. 1o CP y hoy de forma definitiva a tenor del nuevo art.
31 bis. 1 a ) y 2CP , tras la reforma operada por la LO 1/2015), ha de establecerse a partir del
análisis acerca de si el delito cometido por la persona física en el seno de aquella ha sido
posible, o facilitado, por la ausencia de una cultura de respeto al Derecho, como fuente de
inspiración de la actuación de su estructura organizativa e independiente de la de cada una
de las personas físicas que la integran, que habría de manifestarse en alguna clase de formas
concretas de vigilancia y control del comportamiento de sus directivos y subordinados
jerárquicos, tendentes a la evitación de la comisión por éstos de los delitos enumerados en el
Libro II del Codigo penal como posibles antecedentes de esa responsabilidad de la persona
jurídica " [sin subrayado en el original].

No es momento éste para ahondar en el injusto y la culpabilidad del delito


corporativo, sino únicamente referir que, desde nuestra posición, el injusto típico
del delito corporativo está conformado por las medidas de control de la persona
jurídica respecto del concreto tipo delictivo y la culpabilidad del delito corporativo
por la falta de cultura de cumplimiento de la legalidad por parte de la persona
jurídica –reflejada en el funcionamiento de su sistema de Compliance penal–17.
Expresado en términos sencillos: el injusto del delito corporativo está conformado
por una organización defectuosa y la culpabilidad del delito corporativo por una
cultura de cumplimiento defectuosa. En definitiva, se puede concluir que para la
determinación de la RPPJ debe adoptarse una perspectiva estructural de análisis,
alejándose de posibles focalizaciones en la conducta individual.

Dicho planteamiento es, además, coherente con el desarrollo que se ha venido


produciendo respecto de la inimputabilidad de las sociedades pantalla. Así, ya en la

de imputación de la responsabilidad penal de las personas jurídicas tras la reforma penal del 2015”,
en Práctica penal cuaderno jurídico, vol. 79, 2015, p. 24 y ss.
17 Vid. al respecto con ulteriores referencias GÓMEZ-JARA DÍEZ, Carlos, “El Pleno Jurisdiccional del

Tribunal Supremo sobre la responsabilidad penal de las personas jurídicas: fundamentos, voces
discrepantes y una propuesta reconciliadora”, en La Ley, Madrid: 2016; GÓMEZ-JARA DÍEZ, Carlos, en
BAJO FERNANDEZ, FEIJOO SÁNCHEZ y GÓMEZ-JARA DÍEZ, Tratado de responsabilidad penal de las
personas jurídicas, 2.a ed., ob. cit., p. 121 y ss. (injusto) y 143 ss. (culpabilidad).
formulación original del 200518, se hacía referencia a la necesidad de un sustrato
organizativo y material de la persona jurídica para poder ser imputable
penalmente. Posteriormente, en el Auto de la Sala de lo Penal de la Audiencia
Nacional de 19 de mayo del 2014 [Ponente: Ilmo. Sr. D. José Ricardo de Prada]
recogiendo la referida doctrina 19 y desarrollando su vertiente procesal, se
evidenciaba cómo el quid de la cuestión radicaba en la existencia de una entidad
totalmente independiente de la persona física. El posterior comentario doctrinal al
mencionado artículo estableció una distinción tripartita entre empresas legales
(ciudadanos corporativos)/empresas ilegales, y sociedades pantalla20, clasificación
tripartita que fue recogida recientemente por la Circular de la Fiscalía 1/2016 21
haciendo expresa referencia a la “responsabilidad organizativa” de las personas
jurídicas. Finalmente, el Pleno de la Sala II del Tribunal Supremo el 29 de febrero
del 2016 abanderó este planteamiento indicando que:

“A este respecto la propia Fiscalía, en su Circular 1/2016, aporta para supuestos futuros
semejantes una solución solvente y sobre todo procesalmente muy práctica, extraída de
planteamientos propuestos por la más acreditada doctrina científica”.

18 GÓMEZ-JARA DÍEZ, Carlos, “¿Imputabilidad de las personas jurídicas?”, en BAJO FERNÁNDEZ,


Miguel; Agustín, JORGE BARREIRO y Carlos (eds.), SUÁREZ GONZÁLEZ, Libro Homenaje a D. Gonzalo
Rodríguez Mourullo, 2005, p. 440 y s.
19 El Auto de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional parte de la siguiente afirmación “Como se

ha puesto de manifiesto por la doctrina, el límite a partir del cual se considera penalmente que la
persona jurídica es una entidad totalmente independiente, no mero instrumento de la persona, es un
límite normativo que, probablemente, irá variando a lo largo del tiempo” recogiendo lo indicado en
GÓMEZ-JARA DÍEZ, Carlos, “Sujetos sometidos a la responsabilidad penal de las personas jurídicas”, en
BANACLOCHE PALAO, JULIO; Carlos, GÓMEZ-JARA DÍEZ y Jesús ZARZALEJOS NIETO, La responsabilidad penal
de las personas jurídicas. Aspectos sustantivos y procesales, 2011, p. 57: “El límite a partir del cual se
considerará que la persona jurídica es una entidad totalmente independiente —y por tanto no
instrumento— de la persona física es un límite normativo que, probablemente, irá variando a lo
largo del tiempo”.
20 GÓMEZ-J ARA DÍEZ, Carlos “La imputabilidad organizativa en la responsabilidad penal de las personas

jurídicas. A propósito del Auto de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional de 19 de mayo del 2014”,
en La Ley, Madrid: 2014, p. 3 y ss.; vid. igualmente el comentario de Hernán HORMAZÁBAL MALARÉE,
“Personas jurídicas penalmente responsables y medidas cautelares: el auto de la Sala de lo Penal de
la Audiencia Nacional de 19 de mayo del 2014”, en La Ley, Madrid: 2014. Posteriormente, un
extenso comentario sobre las diversas posibilidades del tratamiento de las sociedades pantalla
SAGRADO, Oscar Martín, “El decomiso de las sociedades pantalla”, en La Ley, Madrid: 2016.
21 Circular 1/2016, p. 28 y ss.: “Desde el punto de vista de su responsabilidad organizativa surgirían

así tres categorías de personas jurídicas”. La Circular omite cualquier referencia a la doctrina que
ha creado el concepto de “imputabilidad empresarial / organizativa” y que propone dicha división
categorial, limitándose a referir el Auto de la Audiencia de 19 de mayo del 2014, cercenando
inclusión partes del auto donde se refiere la doctrina. Así, resulta un tanto curioso que, como se ha
indicado anteriormente, el Auto de la AN indique “Como se ha puesto de manifiesto por la doctrina, el
límite a partir del cual se considera penalmente que la persona jurídica es una entidad totalmente
independiente, no mero instrumento de la persona, es un límite normativo que, probablemente, irá
variando a lo largo del tiempo”, mientras que la Circular 1/2016 cercena la primera parte de la frase
e indique “Como se advierte en el citado auto, “el límite a partir del cual se considera penalmente que
la persona jurídica es una entidad totalmente independiente, no mero instrumento de la persona, es
un límite normativo que, probablemente irá variando a lo largo del tiempo” (p. 28). Resulta elogiable
la honestidad intelectual de los órganos judiciales al no tener reparos en reconocer la paternidad de
los conceptos y propuestas.
Así las cosas, la perspectiva del “defecto estructural”, la necesidad de examinar los
“elementos estructurales y organizativos” de la persona jurídica son planteamientos
coherentes con la perspectiva de que persona jurídica carente, per definitionem, de
un sustrato organizativo y material no puede ser imputable penalmente. Se puede,
así, manejar un concepto de imputabilidad organizativa que establece el mínimo
organizativo necesario para la comisión de un delito corporativo y, como indica la
propia Circular 1/2016 se esté en presencia de una “responsabilidad (penal)
organizativa”.

4. La distinción entre delito corporativo y delito individual

Como consecuencia de la acuñación de un concepto –sc. el de delito corporativo–


que refleja el “hecho delictivo propio” de la persona jurídica se cuenta con una
herramienta para distinguir entre el delito de la persona jurídica y el delito de la
persona física. En este sentido, si bien la sentencia del Tribunal Supremo de 16 de
marzo del 2016 no lo indica, a efectos didácticos distinguiremos entre el “delito
corporativo” y el “delito individual” para exponer las consecuencias que se derivan
del planteamiento del alto Tribunal a este respecto de distinción entre el hecho
delictivo propio de la persona física y el de la persona jurídica. Expresado de otra
manera, no todo delito individual de la persona física en representación y beneficio
de la persona jurídica es un delito corporativo22.

Así, la Sentencia ahora objeto de comentario sienta las bases para la distinción
propuesta en las siguientes afirmaciones:

son por tanto, dos los sujetos de la imputación, cada uno de ellos responsable de su propio
injusto y cada uno de ellos llamado a defenderse con arreglo a un estatuto constitucional
que no puede vaciar su contenido en perjuicio de uno u otro de los acusados.

Asimismo, indica que:

Habrá de acreditar además que ese delito cometido por la persona física [delito individual] y
fundamento de su responsabilidad individual, ha sido realidad por la concurrencia de un
delito corporativo, por un defecto estructural en los mecanismos de prevención exigibles a
toda persona jurídica, de forma mucho más precisa, a partir de la reforma del 2015 [sin
cursiva en el original].

Finalmente señala que:

“El hecho sobre el que ha de hacerse descansar la imputación no podrá prescindir, claro es,
del delito de referencia atribuido a la persona física” [sin cursiva en el original].

22Vid. en un sentido similar FEIJOO SÁNCHEZ, El delito corporativo en el Código Penal español, 2.a ed.,
ob. cit., p. 126.
Por tanto, y en consonancia con lo apuntado en el Pleno del Tribunal Supremo de
29 de febrero del 2016, primero debe constatarse, como presupuesto o
antecedente de la RPPJ, la comisión de un delito individual –sc. de la persona
física– y, a continuación, ahondar en la posible existencia de un delito corporativo
conformado por un defecto estructural de los mecanismos de prevención penal.
No en vano, como veremos a continuación, es precisamente en esta última
vertiente –esto es: ahondar en la posible existencia de un delito corporativo– en la
que el Tribunal Supremo lleva a cabo una serie de pronunciamientos ulteriores.

5. La persona jurídica en la fase de instrucción: necesidad de imputación formal y


averiguación propia de los hechos del delito corporativo

Probablemente, la consecuencia más relevante desde el punto de vista práctico que


tiene la sentencia comentada es el impacto en los diversos procedimientos contra
personas jurídicas –tanto iniciados como de futura iniciación– que se encuentren
en fase de instrucción. En este sentido, dos son los elementos que centran nuestra
atención: la necesidad de una imputación formal a la persona jurídica –a través de
su representante especialmente designado y no de un mero representante legal– y
la necesidad de indagar sobre los elementos organizativo-estructurales propios del
delito corporativo. Ambas cuestiones merecen análisis diferenciados.

En lo que hace a la toma de declaración de la persona jurídica, el Tribunal Supremo


declara expresamente que no es válida la toma de declaración a su representante
legal, sino que debe ser el representante especialmente designado –que puede, o
no, coincidir con el representante legal–. En efecto, el alto Tribunal adopta así una
posición garantista alejada de la pretensión del Ilustre Representante del
Ministerio Fiscal en dicho procedimiento. Así, este último había sostenido que:

Juan Pedro Cabrera Gallardo, representante legal de ANJUMA G.L S.L declaró como imputado y no
puede sostenerse que esa declaración no es válida porque no se toma declaración a la persona
jurídica que representa, ya que esa persona jurídica está representada por la misma persona física.
Sería llevar el formalismo a niveles intolerables. No hay indefensión, es la misma persona física la
que declara como imputada y la representante de la persona jurídica

Contradiciendo dicho planteamiento, el Tribunal Supremo estableció lo siguiente:

No tiene razón el Fiscal.


(…)
La queja del recurrente, cuando censura el no haber sido objeto de una imputación formal,
ha de ser atendida. Y no es sino consecuencia obligada de lo dispuesto en el art. 409 bis del
CP. En él se dispone que "... cuando se haya procedido a la imputación de una persona
jurídica se tomará declaración al representante especialmente designado por ella, asistido
de su Abogado". (…)
La Sala no puede aceptar la idea que late en la argumentación del Fiscal –cuya brillantez
expositiva no se cuestiona–, según la cual, siempre que se opte por un modelo de
responsabilidad vicarial, la vigencia de algunos de los principios estructurales del proceso
penal pasa a un segundo plano. La responsabilidad de las personas jurídicas –ya se suscriba
un criterio vicarial, ya de autorresponsabilidad– solo puede declararse después de un
proceso con todas las garantías.

Más aún, coherente con su planteamiento, el alto Tribunal profundiza en el


contenido que tiene que tener esa toma de declaración en calidad de imputada de
la persona física –a través de su representante especialmente designado–. No
valdrá una mera indagación sobre el delito individual, sino que deberá,
necesariamente, centrarse en la averiguación de los hechos referidos al delito
corporativo: ese déficit estructural de la persona jurídica. En efecto, explica el
Tribunal Supremo:

Esa declaración, como se desprende del enunciado legal, presupone una imputación formal,
previa o simultánea, que ha de dirigirse "... a la averiguación de los hechos y a la
participación en ellos de la entidad imputada y de las demás personas que hubieran
también podido intervenir en su realización". El hecho sobre el que ha de hacerse
descansar la imputación no podrá prescindir, claro es, del delito de referencia atribuido a la
persona física. Pero habrá de centrarse en su averiguación desde una perspectiva
estructural. Se tratará, por tanto, de una indagación sobre aquellos elementos organizativo-
estructurales que han posibilitado un déficit de los mecanismos de control y gestión, con
influencia decisiva en la relajación de los sistemas preventivos llamados a evitar la

De lo que se trata, en fin, es de aceptar que solo a partir de una indagación por el Juez
instructor de la efectiva operatividad de los elementos estructurales y organizativos
asociados a los modelos de prevención, podrá construirse un sistema respetuoso con el
principio de culpabilidad.

Sin duda, este planteamiento proporciona una importante guía a los jueces de
instrucción de cómo llevar a cabo la toma de declaración a las personas jurídicas:
en primer lugar, deberán asegurarse que la persona física que declara en nombre
de la persona jurídica es el representante especialmente designado por esta última
–y no meramente su representante legal–. En nuestra opinión, precisamente
porque la RPPJ no es una responsabilidad objetiva (de corte iusprivatista), sino
una responsabilidad subjetiva, no es válida la declaración del representante legal si
no ha sido especialmente designado a tal efecto. En otras palabras: para la
declaración de una persona jurídica responsable civil sí es suficiente la declaración
de su representante legal –sin especial designación por parte de la persona jurídica
para el acto procesal de la declaración–; sin embargo, para la declaración de una
persona jurídica investigada no es suficiente la declaración de su representante
legal no especialmente designado. En segundo lugar, el contenido de la declaración
deberá centrarse en los elementos organizativos-estructurales de la persona
jurídica que han conllevado el déficit estructural de la persona jurídica.
6. Ni privilegio ni menosprecio: la equiparación en el trato probatorio a personas
físicas y jurídicas.

Finalmente, la Sentencia de 16 de marzo del 2016 aborda una cuestión que había
sido objeto de no poca controversia en el Pleno de 29 de febrero del 2016: el
régimen probatorio en el ámbito de la RPPJ23. Pecando quizás de un exceso de
síntesis, se había interpretado que una mayoría (simple) del Tribunal Supremo
abogaba porque la carga de la prueba respecto de la RPPJ recayera exclusivamente
en los hombros del Ministerio Fiscal y una minoría (cualificada) sostenía que, una
vez probado el delito por parte de la persona física en representación y beneficio
de la persona jurídica, el peso (contra) probatorio recaía exclusivamente en la
persona jurídica. Si bien se habían realizado interpretaciones doctrinales
reconciliadoras de los planteamientos señalados en la sentencia del Pleno24, lo
cierto es que los términos del debate en la comunidad especializada en la materia
alentaban la citada confrontación.

Pues bien, saliendo al paso de las controversias, la STS de 16 de marzo del 2016
realiza una exposición pormenorizada de la problemática y concluye, de forma
coherente, en que el trato a las personas jurídicas en el ámbito de su
responsabilidad penal no puede privilegiado ni menospreciado, sino equiparado.
Para arribar a dicha conclusión el Tribunal Supremo se apoya, en nuestra opinión,
en los siguientes elementos: (1) la RPPJ es una responsabilidad penal que debe ir
acompañada de las garantías procesales propias de la imposición de una pena; (2)
entre dichas garantías procesales se encuentra, como se indicó anteriormente, el
principio de la presunción de inocencia; (3) dicho principio, aplicado a personas
jurídica, obliga al fiscal a probar la existencia de un delito corporativo de la misma
manera que, aplicado a las personas físicas, obliga a probar la existencia de un
delito individual –no puede existir trato probatorio dependiendo del sujeto de

23Vid. los comentarios RODRÍGUEZ RAMOS, Luis, “Sobre la culpabilidad de las personas jurídicas. (Al
hilo de las SSTS 514/2015, 154 y 221/2016)”, en La Ley Madrid: 2016; GÓMEZ TOMILLO, Manuel, “La
responsabilidad penal de las personas jurídicas: Comentario a la STS 154/2016 de 29 de febrero,
ponente José Manuel Maza Martín”, en La Ley, Madrid: 2016; DEL ROSAL BLASCO, Bernardo, “Sobre los
elementos estructurales de la responsabilidad penal de las personas jurídicas: reflexiones sobre las
SSTS 154/2016 y 221/2016 y sobre la Circular núm. 1/2016 de la Fiscalía General del Estado”, en
La Ley, Madrid: 2016; VILLEGAS GARCÍA, María Ángeles, “Hacia un modelo de autorresponsabilidad de
las personas jurídicas. La STS (Pleno de la Sala de lo Penal) 154/2016, de 29 de febrero”, en La Ley,
Madrid: 2016; NEIRA PENA, Ana María, “La aplicación jurisprudencial de la responsabilidad penal de
las personas jurídicas: reflexiones sobre la STS 154/2016, de 29 de febrero , primera sentencia de
condena del TS frente a una persona jurídica”, en La Ley, Madrid: 2016; DOLZ LAGO, Manuel Jesús,
“Primera sentencia condenatoria con doctrina general sobre la responsabilidad penal de las
personas jurídicas. Análisis de los requisitos del artículo 31 bis CP/2015. Organización criminal que
opera a través de mercantiles dedicadas a la exportación e importación internacional de
maquinaria con droga oculta en su interior. Votos discrepantes.”, en La Ley, Madrid: 2016.
24GÓMEZ-JARA DÍEZ, “El Pleno Jurisdiccional del Tribunal Supremo sobre la responsabilidad penal de

las personas jurídicas: fundamentos, voces discrepantes y una propuesta reconciliadora”, art. cit.
derecho penal sometido al proceso penal; (4) el delito corporativo se fundamenta
en el defecto estructural en los modelos de gestión, vigilancia y supervisión; (5) el
anclaje textual de dicho planteamiento viene avalado por el art. 31 bis 1 b) CP
cuando refiere que solo responderá la persona jurídica cuando se hayan "(...)
incumplido gravemente de los deberes de supervisión, vigilancia y control de su
actividad”,

La cita extensa que se incluye a continuación es ilustrativa de dicho parecer:

La imposición de penas a las personas jurídicas como la multa, la disolución y pérdida


definitiva de su personalidad jurídica, la suspensión, la clausura de sus locales y
establecimientos, la inhabilitación y, en fin, la intervención judicial (art. 33.7 del CP ), exige
del Fiscal, como representante del ius puniendi del Estado, el mismo esfuerzo probatorio
que le es requerido para justificar la procedencia de cualquier otra pena cuando esta tenga
como destinataria a una persona física. El proceso penal es incompatible con una doble vía
probatoria aquella por la que discurre la prueba de la acción de la persona física y aquella
otra por la que transita la declaración de responsabilidad penal de la persona jurídica.

Y, desde luego, la reivindicación de un mismo contenido material para el derecho a la


presunción de inocencia, ya se proclame respecto de una persona física, ya para una
persona jurídica, no puede interpretarse como una puerta abierta al privilegio procesal de
la persona colectiva. Antes al contrario, la atribución de un doble significado a lo que
constituye, no ya un derecho constitucional, sino un principio estructural del proceso
penal, es lo que lleva implícito el riesgo de desvirtuar uno de los pilares del enjuiciamiento
penal.

La Sala considera que el debate sobre quién ha de probar y qué ha de ser probado no puede
ser abordado en el proceso penal con la metodología que es propia de otros órdenes
jurisdiccionales. Los valores que convergen en el proceso penal obligan a modular el
significado de algunos principios que, en otros órdenes, pueden llegar a ser determinantes.
Piénsese, por ejemplo, en el principio de preclusión, que no es otra cosa que una pauta de
ordenación de las distintas secuencias temporales del proceso. Lo mismo puede decirse
respecto del entendimiento clásico de la teoría sobre la carga de la prueba . La lectura
constitucional del proceso penal es incompatible con una división artificial de los papeles
que han de asumir acusación y defensa para esclarecer la verdad del hecho imputado. Pero
sin adentrarnos en debates que desbordarían el objeto del presente recurso, lo que debería
estar fuera de dudas es que el estatuto procesal de la persona jurídica, como venimos
insistiendo, no puede dibujarse con distinto trazo en función del anticipado criterio que se
suscriba respecto de la naturaleza de su responsabilidad penal o, incluso, en relación con
las causas que harían excluir esa responsabilidad y a las que se refieren los apartados 2 y 3
del art. 31 bis. En efecto, ya se califiquen esas causas obstativas de la responsabilidad penal
de las personas jurídicas como subsistema de circunstancias eximentes, ya se predique de
ellas la condición de excusas absolutorias, de causas de exclusión de la culpabilidad o, como
ha llegado a sostenerse, elementos negativos del tipo, la controversia sobre la etiqueta
dogmática no puede condicionar el estatuto procesal de las personas colectivas como
sujeto singular y diferenciado de la imputación penal.

En efecto, de hacerlo así se estaría olvidando que, sea cual fuere el criterio doctrinal
mediante el que pretenda explicarse la responsabilidad de los entes colectivos, esta no
puede afirmarse a partir de la simple acreditación del hecho delictivo atribuido a la
persona física. La persona jurídica no es responsable penalmente de todos y cada uno de
los delitos cometidos en el ejercicio de actividades sociales y en su beneficio directo o
indirecto por las personas físicas a que se refiere el art. 31 bis 1 b). Solo responde cuando
se hayan "... incumplido gravemente de los deberes de supervisión, vigilancia y control de
su actividad, atendidas las circunstancias del caso". Los incumplimientos menos graves o
leves quedan extramuros de la responsabilidad penal de los entes colectivos. La pregunta
es obvia: ¿puede sostenerse que el desafío probatorio que asume el Fiscal no incluye la
acreditación de que ese incumplimiento de los deberes de supervisión es grave?

En definitiva, en la medida en que el defecto estructural en los modelos de gestión,


vigilancia y supervisión constituye el fundamento de la responsabilidad del delito
corporativo, la vigencia del derecho a la presunción de inocencia impone que el Fiscal no se
considere exento de la necesidad de acreditar la concurrencia de un incumplimiento grave
de los deberes de supervisión. Sin perjuicio de que la persona jurídica que esté siendo
investigada se valga de los medios probatorios que estime oportunos –pericial,
documental, testifical– para demostrar su correcto funcionamiento desde la perspectiva del
cumplimiento de la legalidad.

IV. CONCLUSIONES

La sentencia de 16 de marzo del 2016 (ponente: Sr. Excmo. D. Manuel Marchena


Gómez) reafirma el contenido material anteriormente establecido en el Pleno del
Tribunal Supremo de 29 de febrero del 2016 y profundiza en la línea emprendida
acuñando un concepto decisivo para la discusión futura –el concepto de delito
corporativo– y dotándolo de contenido material y repercusión procesal. En
resumen, las conclusiones a extraer de la sentencia objeto de comentario son las
siguientes:

Primera. La RPPJ es una verdadera responsabilidad penal, en la que se imponen


penas –no medidas de seguridad– a las personas jurídicas.

Segunda. Las personas jurídicas gozan del derecho a la presunción de inocencia en


los mismos términos que las personas físicas.

Tercera. La imposición de una pena a una persona jurídica solo podrá efectuarse
si se constata la comisión de un delito corporativo por parte de esta.

Cuarta. El delito corporativo se fundamenta en el defecto estructural en los


modelos de gestión, vigilancia y supervisión de la persona jurídica.

Quinta. La toma de declaración en calidad de investigada a una persona jurídica


deberá llevarse a cabo con su representante especialmente designado, sin que sea
suficiente la declaración de su representante legal.
Sexta. La imputación formal a la persona jurídica y consiguiente averiguación
propia de la fase de instrucción debe centrarse en los elementos organizativo-
estructurales que han posibilitado un déficit de los mecanismos de control y
gestión, con influencia decisiva en la relajación de los sistemas preventivos
llamados a evitar la criminalidad en la empresa.

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