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SALMO 119:3

“Pues no hacen iniquidad


Los que andan en sus caminos”

La palabra, “pues”, relaciona este verso con el anterior. „Las personas que buscan a Dios de todo
corazón‟, dice el salmista (v.2b), „serán guardadas del pecado‟ (v.3a). Aquí tenemos el antídoto
divino contra el pecado – „buscar a Dios‟, y vivir cerca de Él. Pero también debemos notar la
lógica interna de este verso. „Si queremos evitar el pecado, tenemos que andar en los caminos de
Dios‟. En estas dos afirmaciones tenemos un resumen de todo el Salmo 119. Para vivir una
verdadera vida cristiana, es necesario guardar la Palabra de Dios; pero debemos guardarla en el
contexto de mantener una vida de comunión íntima con Dios. Si hacemos estas dos cosas, el
pecado no se apoderará de nosotros, y hallaremos la verdadera felicidad.

Meditemos en la primera frase, “…no hacen iniquidad”. ¿Será posible esto; vivir sin cometer
pecado alguno? Lamentablemente, nuestra experiencia dice que „no‟. Como Juan afirma, “Si
decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en
nosotros” (1 Juan 1:8). Entonces, ¿qué quiere decir, “no hacen iniquidad”?

Consideremos el verbo, “hacen”. El verbo en hebreo („paal‟) significa, „hacer en forma


deliberada‟. Se usa, por ejemplo, en Salmo 15:2, en la frase, “y hace justicia”. Evidentemente,
nadie „hace justicia‟ por casualidad. „Hacer justicia‟ implica haber determinado de antemano
hacer algo bueno, y luego llevar a cabo nuestro propósito en forma deliberada. En el Salmo 58:2,
el verbo „paal‟ es traducido, “maquináis iniquidades”; indicando que el pecado que se comete, se
comete luego de haberlo pensado y meditado (ver Miqueas 2:1). Finalmente, podemos notar el
hermoso verso en Is 26:12, “Jehová, tú nos darás paz, porque también hiciste en nosotros todas
nuestras obras” (comparar Fil 2:13). Una vez más, el verbo claramente indica una acción hecha
en forma deliberada, en este caso, por parte de Dios.

La Biblia reconoce que el creyente es propenso a caer en pecado; sin embargo, un verdadero
creyente no puede pecar deliberadamente – no puede proponerse cometer actos de iniquidad,
adrede, y permanecer en ellos. Esta es la marca del verdadero hijo de Dios (1 Juan 3:9); y en esto
radica la diferencia entre el creyente y el inconverso. El AT describe a los inconversos como,
„hacedores de iniquidad‟, usando el verbo „paal‟ (ver Sal 14:4; 28:3; 36:12; 58:2; etc.). El
creyente no puede portarse así.

Un comentarista dice: „practicar el pecado‟ implica tres cosas:

i. El propósito predeterminado de cometer ese pecado.


ii. Experimentar un deleite al cometer ese pecado.
iii. Una deseo de seguir cometiendo ese pecado.

El verdadero creyente no puede pecar de esta manera, porque la nueva naturaleza que Dios le ha
dado, levanta una protesta sobre toda acción pecaminosa. Por eso, cuando un creyente comete un
pecado, inmediatamente se siente mal por lo que ha hecho; sabe que no debió hacerlo, y es
conciente de que debe luchar por no volver a hacerlo.

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Sin embargo, es importante notar que en el Salmo 119:3, el salmista no está hablando de todo
creyente, sino de cierta clase de creyente – de aquel que busca a Dios de todo corazón. Tal
creyente, no peca deliberadamente (cosa que es cierta en todo creyente), y tiene una mayor
protección contra el pecado, justamente porque está andando en el Espíritu, y sometiéndose a la
Palabra de Dios.

David reconoce que el creyente puede caer en la trampa de la „carne‟, y puede terminar
comportándose como un inconverso (temporalmente). Por eso exclama:

“No dejes que se incline mi corazón a cosa mala,


A hacer obras impías,
Con los que hacen iniquidad” Sal 141:4

Ésta es una buena oración (pidiendo ayuda divina contra el pecado); pero, el autor del Salmo 119
dice que también debe haber una genuina disposición de buscar a Dios de todo corazón, “pues
(ellos) no hacen iniquidad”.

Otro detalle importante que debemos notar es la palabra, “iniquidad”. El AT usa diferentes
términos (en hebreo) para describir el pecado. La palabra que el salmista usa aquí es „evel‟, que
se deriva de un verbo que significa, „torcer‟. Por consiguiente, “iniquidad” significa cualquier
comportamiento en el cual se „tuerce‟ la voluntad de Dios para nuestras vidas. Todo pecado es un
acto „torcido‟, que distorsiona la manera en que Dios desea que vivamos – sea en palabra (Job
27:4), pensamiento, o hecho (Deut 25:13-16). En Dios no hay nada „torcido‟ (Salmo 92:15; 2
Crón 19:7); y tampoco debe haberlo en Sus hijos (Sofonías 3:7; Mal 2:6). Más bien, la vida del
creyente debe ser marcada por rectitud, en todo su comportamiento.

Para asegurarnos que no haya nada „torcido‟ en nuestras vidas, es importante „andar en los
caminos de Dios‟, como afirma el salmista en la segunda línea de este verso. Esto significa vivir
en constante obediencia a las normas establecidas por Dios en Su Palabra. Cuando vivimos en
esta manera, fortaleceremos nuestras vidas espirituales, y podremos vencer al pecado. Esto es lo
que Salomón afirma, en Prov 10:29, “El camino de Jehová es fortaleza al perfecto”.

Lamentablemente, él olvidó este consejo de Dios. Al casarse con muchas mujeres extranjeras,
Salomón se apartó del camino de Dios; y al hacerlo, no tuvo la fortaleza espiritual para resistir el
pecado (ver 1 Rey 11:1-8). Él es una clara advertencia del peligro de no andar continuamente en
los caminos de Dios. Empezó bien, pero terminó mal, porque dejó de buscar a Dios de todo
corazón, y dejó de andar en los caminos de Jehová.

Hay tres cosas que debemos notar acerca de la frase, “Los que andan en Sus caminos” (v.3b).En
primer lugar, el creyente nunca puede contentarse con simplemente no hacer “iniquidad”; debe
„andar’ activa y positivamente en los caminos de Dios. Este fue uno de los problemas del
fariseo, en Lucas 18:11. Él se limitó a alegrarse de que no era ladrón, de que no era injusto, de
que no era adúltero, y de que no era como el publicano.Pasó totalmente por alto los aspectos
positivos y activos de la ley de Dios – es decir, amar a Dios de todo corazón, y amar a su prójimo.
Dios no se contenta con que no seamos pecadores; Él quiere que seamos “perfectos de camino”
(Sal 119:1), haciendo esas buenas obras que Él ha preparado de antemano para nosotros (Efe
2:10).

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En segundo lugar, hay que enfatizar que el creyente es llamado a andar “en Sus caminos”; es
decir, en los caminos de Dios. Como seres humanos, somos formados por el entorno en el cual
vivimos. Por eso, lo más natural es seguir los „caminos‟ de nuestros padres, de nuestros amigos,
del barrio en el cual vivimos; a veces aun de la iglesia a la que asistimos. Pero eso no es lo que
Dios manda. Él espera que aprendamos a andar en Sus caminos. Esto implica la necesidad de
estudiar bien la Palabra de Dios, y permitir que nuestra forma de vida se ajuste a esos „caminos‟.
Muchas veces esto requerirá dejar algunos „caminos‟ que hemos aprendido de otros, para poder
andar en los „caminos‟ de Dios.

Finalmente, notemos que el autor del Salmo 119 no habla de „el camino‟ del Señor, sino de “sus
caminos” (plural). Esto indica que la tarea del creyente no es simplemente andar en el gran
Camino general de la vida cristiana, sino en cada uno de esos „caminitos‟ que simbolizan cada
área de nuestras vidas – el uso de nuestro tiempo, dinero, talentos y dones; nuestra vida conyugal,
familiar, y laboral; las películas y telenovelas que miramos; la música que escuchamos; nuestra
forma de hablar y de pensar; etc. En otras palabras, el creyente no puede conformarse con
simplemente seguir el lineamiento general de la vida cristiana, sino que debe cumplir cada uno de
los mandamientos de Dios, que abarcan la totalidad de nuestra vida terrenal.

Esto no es fácil; pero Jeff Adams lo relaciona con la felicidad, al decir: “La libertad del pecado es
el resultado de andar en Sus caminos. Por eso es que estas personas son bienaventuradas. Han
descubierto que la felicidad sólo se halla en la obediencia a la Palabra de Dios”. Y añadiríamos,
„una obediencia total’.

¿Es posible vivir así? Por supuesto que sí; si no, Dios no lo hubiera mandado. La Biblia
menciona algunos ejemplos de personas que fueron intachables en su forma de vivir – Noé (Gén
6:9), Job (Job 1:1), Elizabet y Zacarías (Lucas 1:6), y Natanael (Juan 1:47). Indudablemente,
ellos serían los primeros en negar que fueran completamente perfectos; sin embargo, sus vidas
eran caracterizadas por andar constantemente en los caminos del Señor. Ellos constituyen un
ejemplo para otros, de cómo vivir la vida cristiana. Quizá en nuestra iglesia haya personas así,
que también nos sirven de ejemplo como buenos creyentes. Y si no, el desafío es que nosotros
aprendamos a vivir en tal manera que nuestras vidas sean dignas de imitar. En esta manera, no
solo seremos felices nosotros mismos, sino que esparciremos felicidad en derredor nuestro.

¿Estoy buscando a Dios con „todo mi corazón‟?

¿Estoy dispuesto a dejar mis caminos para seguir los del Señor?

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