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Carlos de Habsburgo:

Un Pretendiente
Desconocido

Francisco de las Heras y Borrero

Dykinson, S.L.
©Francisco de las Heras y Borrero

Diseño Gráfico y Maquetación


Mauro Bisso Azcárate

Fotografías
Archivos de Francisco Javier De Lizarza Inda y del autor

ISBN: 84-9772-556-5
Depósito Legal: M. 49.596-2004

Impresión: SAFEKAT, S.L.


Belmonte de Tajo, 55 - 3.º A - 28019 Madrid
Dedicatoria
A Mary Loly, Mariola y Marisol...
...porque sí.

Mi agradecimientos, a todos cuantos de forma desin-


teresada me han ayudado para escribir esta obra y,
especialmente, a D. Francisco Javier de Lizarza Inda
sin cuya colaboración hubiera sido imposible la
misma.
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

INTRODUCCIÓN
Página 15

PRIMERA PARTE: SE PERFILA UN PRETENDIENTE


Página 19

La familia de Carlos de Habsburgo-Lorena y Borbón


Página 20

Otro enredo dinástico


Página 28

Los cruzadistas y el origen del carloctavismo


Página 34

Los titubeos de Doña Blanca


Página 43

SEGUNDA PARTE: EL PRETENDIENTE EN ACCIÓN


Página 51

¡Al ataque!, proclamación de Carlos VIII


Página 52

Maquillaje jurídico
Página 63

Activismo Carloctavista
Página 68

La propuesta política
Página 91

Carlos VIII y los títulos de nobleza


Página 99

Carlos VIII y el franquismo, una tentación real


Página 106

10
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

TERCERA PARTE: UNA AVENTURA SIN FUTURO


Página 117

El fin del carloctavismo


Página 118

Un rey de la “clase media”


Página 136

El Carloctavismo sin Carlos VIII.


Página 140

EPÍLOGO
Un amargo éxodo
Página 165

CRONOLOGÍA
Página 167

DOCUMENTOS
Página 170

LA DISCUTIDA SUCESIÓN DE DON ALFONSO CARLOS

Carta de don Alfonso Carlos a don Lorenzo Sáenz de 8 de febrero de 1933,


sobre la designación de heredero.

Carta de don Alfonso Carlos a don Lorenzo Sáenz de 12 de marzo de 1933,


sobre la designación de heredero.

Carta del archiduque Carlos de 29 de noviembre de 1934 dirigida a don Ma-


nuel Fal Conde, sobre la sucesión de don Alfonso Carlos.

Carta de don Alfonso Carlos de 25 de mayo de 1935 a don Manuel Fal Con-
de, desautorizando la “magna asamblea” de Zaragoza.

Decreto de don Alfonso Carlos de 23 de enero de 1936 instituyendo la re-


gencia.

Primer manifiesto a los españoles de Carlos VIII, 29 de junio de 1943.

Declaración ante notario de doña Blanca de Borbón, de 12 de noviembre de

11
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

1945, confirmando la transmisión de sus derechos sucesorios, como hija pri-


mogénita de Carlos VII, a su hijo don Carlos.

Texto confirmando la renuncia a sus derechos a la corona de España del Ar-


chiduque Leopoldo de Habsburgo-Lorena en favor de su hermano el archidu-
que Carlos, el 1 de agosto de 1947.

LA POLÉMICA SUCESIÓN DE CARLOS VIII


Página 189

Carta del archiduque Antonio de Habsburgo-Lorena a don Jesús de Cora y


Lira, de 23 de mayo de 1955, desautorizándolo y cesándolo como Jefe de la
Comunión Carlista.

Carta del archiduque Antonio de Habsburgo-Lorena a don Antonio de Lizar-


za Iribarren, de 29 de junio de 1956, sobre la cuestión sucesoria.

Carta del archiduque Leopoldo de Habsburgo-Lorena a su hermano el archi-


duque Antonio de Habsburgo-Lorena, de 10 de noviembre de 1956, renun-
ciando a sus eventuales derechos sucesorios dentro de la dinastía carlista.

Mensaje del archiduque Antonio de Habsburgo-Lorena a los carlistas, de 30


de mayo de 1957, prometiendo que uno de sus hijos, Esteban o Domingo,
continuaría la dinastía.

Carta del archiduque Antonio de Habsburgo-Lorena, de 10 de julio de 1958,


a su hermano el archiduque Francisco José de Habsburgo-Lorena, desautori-
zando cualquier campaña en su favor.

Carta del archiduque Antonio de Habsburgo-Lorena, de 10 de julio de 1958,


al príncipe don Javier de Borbón Parma sobre la cuestión sucesoria.

Carta de don Javier de Borbón Parma, de 31 de julio de 1958, al archiduque


Antonio de Habsburgo-Lorena, sobre la sucesión dinástica.

Carta del archiduque Stefan de Habsburgo-Lorena, de 19 de octubre de


1959, renunciando por sí y sus descendientes a sus eventuales derechos a la
dinastía carlista.

Mensaje de la infanta doña Alicia de Borbón, hija de Carlos VII, de 11 de fe-


brero de 1964, sobre la cuestión sucesoria.

12
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

Carta del Ministro de Justicia, don Antonio Iturmendi, a don Jesús de Cora y
Lira sobre la rehabilitación de los títulos de Duque de Madrid y Conde de Molina.

Informe sobre el título de Duque de Madrid de 21 de julio de 1964.

LAS RELACIONES DEL CARLOCTAVISMO CON EL RÉGIMEN FRANQUISTA A TRA-


VÉS DE LA CORRESPONDENCIA DE DON CARLOS CON JAIME DEL BURGO
Página 209

Carta de don Carlos de 12 de agosto de 1945

Carta de don Carlos de 23 de noviembre de 1945

Carta de don Carlos de 29 de diciembre de 1945

Carta de don Carlos de 13 de marzo de 1946

Carta de don Carlos de 14 de marzo de 1946

Carta de don Carlos de 18 de mayo de 1946

Carta de don Carlos de 14 de abril de 1947

Carta de don Carlos de 7 de julio de 1947

Carta de don Carlos de 5 de noviembre de 1951

Carta de don Carlos de 14 de febrero de 1952

Carta de don Carlos de 25 de agosto de 1952

BIBLIOGRAFÍA
Página 227

ÁRBOLES GENEALÓGICOS
Página 233

ÁLBUM GRÁFICO
Página 239

ÍNDICE ONOMÁSTICO
Página 249

13
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

POR DIOS, POR LA PATRIA Y EL REY

El pasado más reciente de España contiene aún muchas som-


bras. Hechos y acontecimientos poco, o mal, conocidos. Como el
tema que abordamos en este libro.
Previamente a la instauración de la monarquía en la persona de
don Juan Carlos de Borbón por decisión del General Franco, ratifi-
cada por la Constitución de 1978, fueron diferentes y variados los
pretendientes al trono de España, que hemos visto desfilar al hilo de
los acontecimientos históricos.
De alguno casi no queda memoria histórica, a pesar de que, en
su momento, parecía tener el futuro al alcance de la mano.
Este pretendiente olvidado y desconocido, incluso, para la in-
mensa mayoría de los españoles es el archiduque Carlos Pío de
Habsburgo-Lorena y de Borbón. Un pretendiente de la familia real
carlista, como descendiente de Carlos VII, que durante un tiempo
contó con las simpatías del franquismo.
El General Franco siempre tuvo las espaldas cubiertas ante
cualquier emergencia o eventualidad inesperada.
En los años difíciles en los que don Juan de Borbón, conde de
Barcelona, se aliaba con sus enemigos. En aquellos años en los que
el príncipe Juan Carlos era sólo un niño y se ignoraba qué orienta-
ción iba a seguir en el futuro. En aquellos años en que Don Javier
de Borbón Parma rechaza de plano la unificación por decreto entre
falangistas y carlistas. En aquellos años en que, tras la declaración
de España en Reino, no se sabía la evolución inmediata de los acon-
tecimientos. En aquellos años difíciles para el régimen, Franco te-
nía pensada una solución para el problema institucional de sucesión
en la Jefatura del Estado.
Durante una década la solución del régimen fue Carlos VIII,
don Carlos Pío de Habsburgo-Lorena y de Borbón.
Franco nunca hacía las cosas por casualidad. Todo en él tenía
una lógica, que respondía a su proyecto de Estado, o a su interés
personal, o a ambas cosas.

16
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

El conocimiento del complicado entramado de luchas por con-


seguir el trono de España quedaría incompleto sin el estudio del
carloctavismo. La bibliografía sobre las actuaciones del conde de
Barcelona, don Javier y don Carlos Hugo es abundante, actualiza-
da y reciente. Sin embargo, sobre Carlos VIII se ha escrito poco…y
con escaso rigor.
Del archiduque Carlos se ha dicho de todo. Que si era un pre-
tendiente fantasma, que si estaba vendido a la Falange, que si fue
un invento de la Secretaría General del Movimiento, que si…, que
si…
El autor no había nacido cuando comenzó la campaña en pro
del archiduque Carlos, y contaba sólo dos años en el momento de
la desaparición de éste, verdadero final de su causa. Conoce los he-
chos narrados no por haberlos vivido, sino por la búsqueda exhaus-
tiva de fuentes documentales y testimonios de personas que los vi-
vieron como protagonistas.
En las páginas que siguen encontrará el lector junto a datos y
documentos de referencia ampliamente divulgados, otros muchos
que circularon de forma muy restringida y bastantes, verdadera-
mente, inéditos.
Los términos “carloctavistas”, “javieristas” o “juanistas”, son
utilizados a lo largo de la obra para mejor precisar los diferentes
grupos monárquicos aludidos en función del pretendiente con el
que se identificaban.
Adentrándonos en los oscuros años de la pre y postguerra civil
de 1936, y sin renunciar a mezclarnos en la maraña de las polémi-
cas dinásticas, tan del gusto carlista, vamos a presentar a este pre-
tendiente desconocido: Carlos de Habsburgo-Lorena y de Borbón,
el otro candidato de Franco.
Otra vez, por Dios, por la Patria y el Rey…

En Santo Domingo de Guzmán, Ciudad Primada


de América. El 24 de diciembre del 2003, 50
aniversario del fallecimiento del Archiduque
Carlos.

17
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

18
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

LA FAMILIA DE CARLOS DE HABSBURGO – LORENA Y


BORBÓN: UN NUEVO PLEITO DINÁSTICO.

El origen del nuevo pleito dinástico carlista, que tendría lugar


en 1936, tras la muerte de don Alfonso Carlos de Borbón y de Aus-
tria-Este sin heredero directo, empieza en realidad a gestarse tras el
segundo matrimonio de Carlos VII.
Don Carlos, muerta en 1893 la reina Margarita, que se había re-
tirado hacía doce años a su finca de Viareggio lejos de las formali-
dades que rodeaban a su esposo, tardó poco tiempo en contraer nue-
vo matrimonio. Berta de Rohan, de 33 años, bella, elegante y orgu-
llosa, fue la elegida1.
En cuanto la nueva reina carlista se estableció en el Palazzo Lo-
redan en Venecia, residencia en el exilio de Carlos VII, sus defec-
tos se advirtieron enseguida por todos, menos por su embelesado
esposo. Las pésimas relaciones entre Jaime, primogénito del rey
carlista, de 24 años, y su madrastra pronto se harían insostenibles.
Ésta, además, se esforzaría en hacer lo que fuera para mostrar-
le su mala voluntad. En 1897, Berta desharía los planes matrimo-
niales entre Jaime y Matilde de Baviera, asegurándole a su esposo
que la princesa tenía muy mala reputación en la corte. Don Carlos,
sin más miramientos, impidió la boda. Tras este fracaso amoroso,
que dejó profunda huella en don Jaime, sucederían otros. El here-
dero de Carlos VII murió soltero, y su tío, el anciano Alfonso Car-
los, tampoco tenía descendencia.
El carlismo se encontraba abocado a una de las más graves cri-
sis de su historia. Nacido en 1833 del pleito ideológico y dinástico
protagonizado por los partidarios de Carlos María Isidro, hermano
de Fernando VII, y de la hija de éste, Isabel, el país se vió envuel-
to como resultas en tres sangrientas guerras civiles. La primera de
1833 a 1840 bajo la dirección del propio Carlos María Isidro, deno-

1
La segunda esposa de don Carlos VII, tras dilapidar la fortuna de éste, moriría
en la miseria en 1945 en Viena, donde, incluso, llegó a ser detenida por la policía
austríaca por tentativa de robo en unos almacenes.

20
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

minado Carlos V por sus partidarios. La segunda de 1846 a 1849,


durante la jefatura del conde de Montemolín, Carlos VI de la dinas-
tía carlista . Y la tercera de 1872 a 1876 con Carlos VII, duque de
Madrid, a la cabeza.
Ahora, otra vez, el carlismo iba a ser protagonista de una dis-
puta dinástica. Sería un nuevo pleito, esta vez no sangriento, dentro
del primitivo pleito dinástico.
De no impedirse la boda de don Jaime con Matilde de Baviera,
además de la felicidad del primogénito de Carlos VII, se habría
conseguido, probablemente, un heredero para el carlismo, evitán-
dose el conflicto subsiguiente. Como consecuencia de esta falta de
heredero, una profunda crisis se iba a instalar en el partido carlista.
El archiduque Carlos sería una de las soluciones presentadas a tan
espinoso tema.

TEATRALIDAD Y SENCILLEZ

El archiduque Carlos Pío de Habsburgo-Lorena y de Borbón,


conocido como Carlos VIII, nace el 4 de diciembre de 1909, en Vie-
na, en el seno de una familia numerosa, que unía en sí misma los
apellidos más ilustres de la realeza: Habsburgo y Borbón. Era hijo
del archiduque Leopoldo Salvador de Habsburgo-Lorena y de la in-
fanta carlista Blanca de Borbón, nieto por consiguiente del afama-
do Carlos VII. Su padrino de bautismo fue nada menos que el Papa
San Pío X, representado en la pila bautismal por el cardenal Grani-
to di Belmonte.
La madre del archiduque Carlos, doña Blanca, nacida el 7 de
septiembre de 1866 en Gratz (Austria), había llevado en su infancia
una vida verdaderamente regia. Su padre, con planta de príncipe ro-
mántico de novela, hacía gala en todo momento y circunstancia de
su condición de legítimo titular del trono de España. No en vano ha-
bía reinado de modo efectivo en el norte del país entre los años
1872-1876. Doña Blanca, siendo niña, había permanecido algún
tiempo junto a su padre en la corte de Estella, donde quedaría des-

21
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

lumbrada por la parafernalia que lo rodeaba. El gusto por la teatrali-


dad, según Theo Aronson, lo conservó don Carlos toda su vida.
El primer duque de Madrid tenía la costumbre, en su exilio de
Venecia, de pasear en una góndola equipada de seis gondoleros,
vestidos con magníficas libreas, que con destreza manejaban unos
remos pintados con rayas rojo y gualda, los colores de la bandera
española. Se cuenta que verlo salir de su “palazzo”, de pie sobre la
popa de la góndola, remos en alto, era todo un teatral espectáculo2.
En cambio, la sencillez y naturalidad de su esposa, doña Mar-
garita de Borbón Parma, eran proverbiales. El general Pérez Náje-
ra ha narrado una anécdota que personalmente oyó de la propia do-
ña Blanca y que pone de manifiesto el carácter bondadoso de la rei-
na carlista. “Me llevó mi madre la reina -contó doña Blanca al ge-
neral- a una de sus visitas a los hospitales militares, creo que al de
Estella. Yo tendría unos seis años. Entré de la mano de Mamá en
una sala con una fila de camas a cada lado. En la primera que lla-
mó mi atención había un hombre lleno de vendajes manchados de
sangre, que casi le tapaban la cara y creo que las manos. Su aspec-
to era horrible y me retiré hacia la puerta instintivamente, en un mo-
vimiento de miedo. ‘¿Qué haces, Blanca?’, me preguntó mi madre.
‘¿Por qué no te acercas conmigo?’. Y como quiera que mi única
respuesta fue echarme a llorar, la reina volvió a tomarme de la ma-
no y me dijo: ‘Hay que quererlos, pobrecitos. Están así por defen-
dernos y otros muchos murieron luchando por nosotros. Son muy
buenos y dan su sangre y su vida por España, por tu padre el Rey,
por mí y por tí misma’. Me hice cargo confusamente de aquello que
oía y con un esfuerzo sobre mí misma me acerqué a la cama. Ma-
má me tomó en brazos y me hizo dar un beso sobre la frente del po-
bre soldado, que acaso estaba moribundo”3.
Doña Margarita era en efecto el reverso de Don Carlos.
Discreta y sensible, rehuía todo protagonismo. Mientras don

Theo Aronson, “Venganza Real”. Ediciones Grijalbo, 1968, pág. 210.


2

“!VOLVERÉ!”, Portavoz de las Juventudes Carlistas. Madrid, 10 de noviembre


3

de 1949, año II, n° 21.

22
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

Carlos se dedicaba a la política, ella educaba, como mejor


podía, en la “Tenuta Reale” de Viareggio (una antigua pro-
piedad de los Borbón Parma), a sus cinco hijos (Blanca, Jai-
me, Elvira, Beatriz y Alicia).

UN HOGAR DE FAMILIA NUMEROSA

El matrimonio contraído, el 24 de octubre de 1889 en la capilla


del castillo de Froshdorf por los padres de don Carlos (doña Blan-
ca, que contaba 21 años, y el archiduque Leopoldo Salvador, de
26), fue el inicio de una convivencia verdaderamente feliz, corro-
borada por el nacimiento de diez vástagos.
El archiduque Leopoldo Salvador era hijo del archiduque Car-
los Salvador de Habsburgo-Lorena, de la rama de Toscana, nieto de
Leopoldo II, Gran Duque reinante de Toscana, que en 1859 había
sido expulsado de sus territorios sin derramamiento de sangre por
la denominada “revolución cortés”.
En un principio, Blanca y Leopoldo Salvador habitaron en el
fastuoso palacio de Toscana, situado en el número 28 de la elegan-
te y apacible Argentinierstrasse de Viena. El archiduque Leopoldo
Salvador ostentaba el cargo de Inspector General del Arma de Ar-
tillería y gozaba de una privilegiada posición económica y social.
Como miembros de la familia imperial, Leopoldo Salvador y Blan-
ca frecuentaban la corte, manteniendo excelentes relaciones con
los emperadores Francisco José y Sissi, primero, y con Carlos y Zi-
ta, después. La emperatriz Zita era hija de don Roberto, último du-
que reinante de Parma, sobrina de la reina Margarita, la esposa de
Carlos VII, y hermana de don Javier de Borbón Parma.
A la caída del imperio austro-húngaro en 1918, las dificultades,
penurias y estrecheces, por las que Blanca y Leopoldo tuvieron que
pasar, fueron soportadas de forma admirable con la íntima unión y
afecto que caracterizaban sus relaciones. Especialmente duros fue-
ron los años pasados en Barcelona, donde se habían refugiado al
amparo del parentesco del archiduque con la regente María Cristi-

23
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

na, la madre de Alfonso XIII.


Una vez en España, doña Blanca solicitó el reconocimiento de
la nacionalidad española, apoyándose en un dictamen del prestigio-
so jurista Luis Hernando de Larramendi, fechado en Madrid el 5 de
enero de 1922. El dictamen hacía valer “la recta interpretación del
artículo 22 del Código Civil y sus concordancias legales”, “la vo-
luntad de la interesada de conservar la nacionalidad española”, “el
asentimiento de su esposo”, así como el hecho de “establecer su re-
sidencia en España”. Terminaba aconsejando (“para evitar ambi-
güedades”), que se revocasen las prohibiciones que se dictaron pa-
ra esta rama familiar en otro tiempo, consolidando la personalidad
de doña Blanca como miembro de la Real Familia y obteniendo la
inscripción de los actos de su estado civil en el correspondiente re-
gistro del ministerio de Gracia y Justicia con efectos retroactivos,
“toda vez que nunca ha perdido la nacionalidad española”4. El Con-
sejo de Estado declaró, el 19 de abril de 1923, que como la solici-
tante había hecho reserva de su naturaleza de española al tiempo de
su matrimonio con el archiduque Leopoldo Salvador, se le debía te-
ner por española5. Sus hijos Francisco José y Carlos obtendrían
también, al poco tiempo (1926), esta misma nacionalidad sin nin-
guna dificultad.
Doña Blanca murió a los 81 años de edad, el 25 de octubre de
1949, siendo inhumada en su querida “Tenuta Reale”, en la que un
año antes había fijado su residencia, tras habitar desde 1944 en
Barcelona junto a su hijo Carlos. En Madrid se organizó un solem-
ne funeral por su eterno descanso, el 30 de noviembre siguiente, en
el templo de Nuestra Señora del Carmen y San Luis, que estuvo
presidido por el presidente de las Cortes y del Consejo del Reino,
don Esteban Bilbao. Franco, previamente, había escrito una sentida

4
“Dictamen referente a la nacionalidad de S.A.R. doña Blanca de Borbón y Bor-
bón”. Don Luis Hernando de Larramendi. Madrid, 1922. Archivo de Francisco
Javier de Lizarza Inda.
5
Francisco Javier de Lizarza Inda, “Crucero mediterraneo, un español entre ame-
ricanos”. Publicado en la revista “Punta Europa”, año V, septiembre-noviembre,
1960, números 57-58-59, pág. 29.

24
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

carta de condolencias a don Carlos.


El archiduque Leopoldo Salvador había fallecido bastantes
años atrás, el 4 de septiembre de 1931, a los 68 años, en Viena, a
donde habían regresado para, una vez amainados los rencores polí-
ticos, ver el modo de recuperar parte de sus cuantiosas propiedades.
Leopoldo Salvador, como corresponde a su rango, se encuentra in-
humado en la cripta de los Capuchinos de Viena.

LOS HIJOS DE DOÑA BLANCA, AL PRIMER PLANO

Muerto sin descendencia tanto don Jaime, heredero de Carlos


VII, como el hermano de éste, el anciano don Alfonso Carlos, la
descendencia de doña Blanca empezó a cobrar un inusitado interés.
Don Jaime moriría el 2 de octubre de 1931, a los 61 años, víc-
tima de una angina de pecho sufrida durante un paseo en automó-
vil por los alrededores de París.
Su sucesor, su tío don Alfonso Carlos, de 86 años de edad, mo-
riría en Viena atropellado por un camión del ejército austríaco cin-
co años más tarde, el 28 de septiembre de 1936, al cruzar la aveni-
da del Príncipe Eugenio. Esa mañana, don Alfonso Carlos, tras oir
misa acompañado de su esposa María de las Nieves en la iglesia de
Santa Isabel, a escasos metros de su residencia de la Theresianum-
gasse, se disponía, como era su costumbre, a dar un paseo por el
parque del palacio Belvedere, muy próximo a su domicilio, cuando
ocurrió el fatal accidente. La Theresianumgasse, donde también se
encuentra la Embajada de España, aún conserva esa tranquilidad y
distinción que siempre caracterizó a esta zona de Viena. El número
17 de la calle, antigua residencia de don Alfonso Carlos, está hoy
transformado en lujoso edificio de apartamentos, aunque mante-
niendo su elegante fachada exterior.
Los hijos de doña Blanca, tras la muerte de don Alfonso Car-
los, pasaban, pues, a un primer plano y fueron inmediatamente ob-
jeto de una atención prioritaria por parte de ciertos grupos de car-
listas. No hay que olvidar que, a falta de herederos varones, las mu-

25
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

jeres, decían, podían transmitir los derechos al trono a su descen-


dencia masculina, según la pragmática de Felipe V, defendida por
el carlismo. Pero para darse esta hipótesis deberían estar agotadas
todas las ramas masculinas descendientes de dicho monarca, cir-
cunstancia ésta muy discutible.
Carlos Pío era el benjamín de doña Blanca. Contrariamente a lo
que en buena lógica sucesoria podría pensarse, fue él quien, en pri-
mer lugar, ejercería los derechos dinásticos familiares.
Tuvo don Carlos cinco hermanos y cuatro hermanas.
María Dolores murió soltera. Margarita, casada con el embaja-
dor italiano Francesco María Taliani di Marchio, muere nonagena-
ria sin descendencia. Inmaculada, tampoco dejó descendencia de su
boda con el noble italiano Igino Neri-Serneri.
El archiduque Raniero, lugarteniente en la armada imperial
austríaca, muere joven, soltero y sin descendencia.
Leopoldo contrajo matrimonio morganático con la baronesa
Dagmar Nicolics-Podrinje, de la que no tardó en divorciarse. Al
morir dejó una hija, Grabiela.
María Antonia se casó, feliz, con Ramón de Orlandis, un poten-
tado mallorquín, con el que tuvo numerosa descendencia.
Asunta, primero se metió a monja (religiosa en el convento de
Santa Teresa en Tortosa), colgando, más tarde, los hábitos para ca-
sarse con el jurista Joseph Hopfinger, unión que terminó en divor-
cio. No tuvo descendencia.
Antonio, casado con la princesa Ileana de Rumanía, de la que
se divorció, tuvo seis hijos (Esteban, María Elena, Alexandra, Do-
mingo, María Magdalena e Isabel).
Francisco José casó, en primeras nupcias, con Marta Aloisa
Baumer, y tras el consiguiente divorcio contrajo una segunda unión
con María Elena Seunig, de la que tuvo a Patricia.
Tenía, además, don Carlos tres tías, hermanas de su madre, do-
ña Blanca: las infantas Elvira, Beatriz y Alicia.
Elvira murió soltera, a los 58 años, dejando tres hijos naturales
de su unión con el pintor italiano Filippo Folchi (Jorge, León y Fi-
liberto, todos ellos con descendencia actual).
26
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

Beatriz se casó a la edad de 23 años con el aristócrata y di-


plomático italiano, emparentado con la casa de Saboya, Fabrizio
Massimo, príncipe di Roviano y duque de Anticoli Corrado, de-
jando, a su fallecimiento, cuatro hijas (Margarita, Fabiola, María de
las Nieves y Blanca)6.
Alicia casa, más joven aún que su hermana, a los 21 años, con
el príncipe Federico von Schönbourg-Waldenbourg, matrimonio
anulado canónicamente. De esta unión nacería el príncipe Carlos
Leopoldo von Schönbourg-Waldenbourg y de Borbón (casado y
con descendencia). Un segundo matrimonio fue contraído por la in-
fanta Alicia con el general italiano Lino del Prete, del que ha teni-
do una abundante prole (Margarita, Jorge, María Cristina, María
Beatriz, María Luisa, María Francisca, Ernestina, Francisco y Ma-
ría Valentina).
Y esta era la familia del archiduque Carlos. Familia numerosa
de la que él, ante la incompetencia, incapacidad o desinterés del
resto de sus miembros, tuvo que asumir las funciones de jefe, pese
a ocupar un lugar genealógico bien alejado de la primogenitura.

6
María de las Nieves Massimo (1902-1984) había heredado de su madre la prin-
cesa Beatriz de Borbón, a la muerte de ésta en 1961, el “corazón” del rey de
Francia, Luis XVII. Esta reliquia la había heredado doña Beatriz de su padre, don
Carlos VII, quien a su vez la había heredado de la princesa María Teresa de Fran-
cia, duquesa de Angulema, hija del rey Luis XVI. Conservado en Austria hasta
1975, el corazón de Luis XVII fue cedido en esta fecha por María de las Nieves a
Francia. En la actualidad se encuentra en la basílica de Saint-Denis, depositado
en una urna de cristal.
María de las Nieves, que había casado en 1927 con Carlos Piercy (1893-1954),
no ha dejado descendencia (“Les Manuscrits du CEDRE, le Royaume d’Italie”,
volumen II, págs. 45-47, París, 1993).

27
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

OTRO ENREDO DINÁSTICO: “YO NO FIGURO MÁS QUE COMO


EL PUENTE”

A la caída de la monarquía alfonsina el 14 de abril de 1931, la


vida del pretendiente carlista, don Jaime, con sesenta y un años
cumplidos, transcurría entre el castillo de Frohsdorf, en Austria, y
su piso de la elegante avenida Hoche, de París.
Como medio de hacer frente a la República, don Alfonso XIII,
tras su destierro, mantuvo ciertos contactos con don Jaime buscan-
do un acuerdo entre ambas ramas, que pusiese fin a la división di-
nástica. Don Jaime no opuso mucha resistencia, y, comprendiendo
que la unión hace la fuerza, se decide a poner fin a un siglo de dis-
putas. El 12 de septiembre de ese año, ambos firman en Territet,
Suiza, un acuerdo que, al parecer, consistía en lo siguiente: unas
cortes constituyentes determinarían la persona del monarca espa-
ñol; don Jaime, que no tenía hijos, prometía, en caso de ocupar el
trono, aceptar que las constituyentes designasen Príncipe de Astu-
rias a don Juan, tercero de los hijos de don Alfonso, previa renun-
cia de éste y los demás hijos mayores; si resultaba elegido rey don
Alfonso, éste reconocería infante de España a don Jaime, quien, a
su vez, renunciaría en aquel sus derechos al trono; por último, don
Jaime procuraría que su anciano tío Alfonso Carlos, que no conta-
ba con descendiente directo, se adhidiera al pacto.
La muerte de don Jaime el 2 de octubre de 1931, dejaba en ma-
nos de don Alfonso Carlos la ratificación, o no, del pacto de Terri-
tet. Don Alfonso Carlos, que había participado en las campañas
guerreras de su hermano Carlos VII, en las que siempre estuvo
acompañado por su esposa María de las Nieves, jamás había pensa-
do que sobreviviría a su sobrino Jaime ni, mucho menos, que se
convertiría en el jefe de la dinastía carlista.
En los primeros meses, el nuevo rey, que no se esperaba aque-
lla sorpresa, estuvo desorientado sobre la cuestión sucesoria.
Al principio, el pacto de Territet debió parecerle al venerable
anciano un acuerdo bastante razonable. Así, el 20 de octubre de ese

28
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

mismo año le escribía a don Alfonso XIII que no teniendo sucesión


y siendo tan mayor, su reinado “no se trataría más que de un corto
paso entre nuestra dinastía y la tuya, yo no figuro más que como el
puente”.
Por si quedaban dudas, el 6 de enero de 1932, festividad de los
santos Reyes Magos, don Alfonso Carlos firma un manifiesto en el
que “llama a todos”, pero “muy especialmente y en primer lugar, a
mi amado sobrino Alfonso, en quien a mi muerte por aplicación es-
tricta de la ley, habrán de consolidarse mis derechos, aceptando
aquellos principios fundamentales que en nuestro régimen tradicio-
nal se han exigido a todos los reyes con anteposición de derechos
personales”7.
No obstante, don Alfonso Carlos pronto cambia de opinión y
piensa que la solución dinástica encarnada por la familia de don Al-
fonso XIII es totalmente inviable. “Al principio, a causa de mi tan
avanzada edad, no quería aceptar la sucesión política, pero me hi-
cieron comprender que de no aceptar yo, se desharía todo nuestro
partido, y entonces ví que mi obligación era aceptar y acepté
(…)”8.

LA IMPOSIBILIDAD DE LA DINASTÍA LIBERAL

Para don Alfonso Carlos el pacto de Territet era, a los pocos


meses, agua pasada. Vamos, que ni acordarse. “Me quedé sorpren-
didísimo cuando don Jaime me declaró –escribía con absoluta am-
nesia senil a don Lorenzo Sáenz el 8 de febrero de 1933- que des-
pués de él vendría la rama de don Alfonso, el que entonces reina-
ba”. El ver la firma de su sobrino en el famoso pacto lo dejó “des-
consolado”. Tras desautorizar la firma de don Jaime en el documen-
to (“no tenía derecho de ceder en una cuestión que no es suya”),

7
Melchor Ferrer, “Documentos de don Alfonso Carlos de Borbón y de Austria-Es-
te”. Editorial Tradicionalista, Madrid, 1950, págs. 194-195.
8
Jaime Fernández, “Cartas a un Tradicionalista”. Sin pie de edición ni localidad,
1951, pág. 12.

29
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

concluía ufano: “En cuanto a mí, quedé del todo libre y no lo firmé,
de modo que ningún pacto me ata a don Alfonso”9.
En la mente del anciano pretendiente “la dinastía liberal” no
era apta para sucederle. No obstante, las vacilaciones en este terre-
no se mantuvieron por la jerarquía carlista durante cierto tiempo. El
15 de noviembre de 1934 “El Ideal”, de Granada, publicaba el ex-
tracto de una conferencia pronunciada el día antes por don Manuel
Fal Conde en el Círculo Tradicionalista de dicha ciudad. En ella lle-
gó a declarar que “el sucesor de nuestro monarca será aquel al que
le corresponda este derecho en la cadena sucesoria”. “La ley de su-
cesión –añadía- determina el derecho a ocupar el trono a favor de
don Juan de Borbón”, pero “si don Juan no deja de ser lo que es, no
podrá ocupar el trono legítimo”. Según Fal Conde si don Juan acep-
taba el régimen tradicional, “los carlistas verían en él al sucesor de
don Alfonso Carlos”10.
Don Alfonso XIII nunca perdió las esperanzas de un entendimien-
to con don Alfonso Carlos. A escasos meses de la institución de la re-
gencia, aún visitaba afectuosamente al anciano pretendiente carlista.
De nada le iban a servir sus buenas maneras e intentos de aproxima-
ción. “Mucho nos alegró –le escribía don Alfonso Carlos desde Puch-
heim, Austria, el 23 de agosto de 1935- verte en Viena acompañado
de tu hijo Juan; pero para evitar posteriores disputas, me permito de-
cirte, con toda franqueza, que esta visita deberá tener carácter familiar,
y por tanto no tener nada que ver con la política ni con la cuestión su-
cesoria”11. Reunión, pues, estrictamente familiar. El anciano rey, a es-
tas alturas bien aleccionado, no se dejaba sorprender.

LA EXCLUSIÓN DE DOÑA BLANCA

En la mente de don Alfonso Carlos tampoco contaba la descen-


dencia de doña Blanca, la hija primogénita de su hermano Carlos VII.
9
Melchor Ferrer, “Documentos de don Alfonso Carlos…”, op. cit., pág. 203.
10
Declaraciones de don Manuel Fal Conde, recogidas en “El Ideal”, de Granada,
el 15 de noviembre de 1934.
11
Melchor Ferrer, “Documentos de don Alfonso Carlos…”, op. cit., pág. 287.

30
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

Al igual que don Alfonso Carlos, doña Blanca habitó duran-


te bastantes años en Viena, razón por la que las visitas eran fre-
cuentes y las relaciones entre tío y sobrina resultaban entraña-
bles, como en los tiempos de don Jaime, cuando éste habitaba en
Frohsdorf.
Pese a las excelentes relaciones familiares y a la intensa presión
que sobre don Alfonso Carlos ejercieron “los cruzadistas” en favor
de doña Blanca, como se explicará en otro apartado, el anciano rey
nunca contemplaría esta solución.
El hecho de que el archiduque Carlos comenzase a tener parti-
darios en España no era bien visto, en absoluto, en la residencia de
don Alfonso Carlos. Allí, en octubre de 1934, ya se pensaba que
había españoles “que vuelven tonto a Carlos”12.
Quienes volvían “tonto a Carlos” eran “los cruzadistas”, los
cuales habían enviado, en el verano de 1934, a Ignacio María de
Plazaola, uno de sus más significativos miembros, para que se en-
trevistase con doña Blanca y su hijo, a fin de convencerles de que
aceptasen la jefatura de la dinastía carlista.
Plazaola pretendía que doña Blanca, como primogénita de la fa-
milia Borbón al fallecimiento de don Alfonso Carlos, ejerciera sus de-
rechos para transmitirlos a su hijo como tronco de la nueva dinastía.
Pero ni doña Blanca, ni su hijo Carlos querían contrariar a su
tío, a quien sinceramente profesaban respeto y cariño. Dada la com-
pleja situación de España y del carlismo, madre e hijo prefirieron
demorar y dejar para más tarde la reivindicación de sus derechos,
en espera de una actitud más razonable de su tío, que a todas luces
quería mantenerlos alejados de toda pretensión y aún del contacto
con los carlistas13.
Para remediar males mayores, el archiduque Carlos es llamado a
capítulo por el anciano rey, quien le explica y reitera que no tiene de-
recho alguno a la sucesión al trono. Por ello, el joven archiduque, con
la candidez de sus veinte y pocos años, aconsejado por don Alfonso
Jaime Fernández, “Cartas a un Tradicionalista”, op. cit., pág. 17.
12

José Luis Vila San Juan, “Los Reyes Carlistas”. Editorial Planeta, Barcelona,
13

1993, pág. 221.

31
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

Carlos, escribe desde París a don Manuel Fal Conde, el 29 de noviem-


bre de 1934, una carta en la que le ruega, “emocionado y agradecido
de todo corazón”, haga saber a los carlistas que él no tiene derecho a
la sucesión de su tío14. Mayor docilidad no podía pedirse.
Eran estos unos tiempos en los que doña Blanca intuía clára-
mente los intereses en juego. “He perdido el cariño de mis tíos…”,
declaraba entre sollozos la primogénita de Carlos VII a uno de sus
íntimos, Restituto Fernández, compañero inseparable y amigo per-
sonal del rey don Jaime15. En parecidos términos se expresaba en
carta de 6 de diciembre de 1934: “!Es increible lo que hacen…pa-
ra hacer creer a la tía María cosas que no son!. Ponerse en buena
luz, y a mí en mala. Te ruego si escribes a la tía, a la tía María de-
cirle la verdad”16.
Para el carloctavista Jaime Fernández, el asunto está claro. Una
operación de “acoso y derribo” contra los nietos de Carlos VII está
en marcha y “por los oídos de doña María de las Nieves no filtra-
ban más que las calumnias contra doña Blanca y sus hijos”17.
El nombramiento de don Javier de Borbón Parma el 23 de ene-
ro de 1936 por don Alfonso Carlos, como regente de la Comunión
Tradicionalista, a quien dicho nombramiento no podría privarle de
sus eventuales derechos a la corona, fué la prueba palpable del re-
chazo de don Alfonso Carlos a las pretensiones de los partidarios
del archiduque.
Cuando el 28 de septiembre de aquel mismo año 1936 fallece el
último descendiente directo por vía agnaticia de don Carlos María Isi-
dro, iniciador 100 años atrás del pleito dinástico, la suerte ya está de-
cidida en favor de don Javier. Doña Blanca y su hijo asistirían a los fu-
nerales de su viejo tío ocupando un lugar sin relevancia alguna.
Indudablemente, las excelentes cualidades intelectuales y mo-

14
Santiago Galindo Herrero, “Los partidos políticos bajo la II República”. Ma-
drid, 1957.
15
Jaime Fernández, “Cartas a un Tradicionalista”, op. cit., pág. 17.
16
Jaime Fernández, “Cartas a un Tradicionalista”, op. cit., pág. 17 (carta a Resti-
tuto Fernández de 6 de diciembre de 1934).
17
Jaime Fernández, “Cartas a un Tradicionalista”, op. cit., pág. 23.

32
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

rales de don Javier debieron influir, y no poco, en la decisión to-


mada por don Alfonso Carlos. Don Javier pasaba por ser uno de los
pocos príncipes verdaderamente cultivados y prestigiosos en la Eu-
ropa de los años 30. La influencia de Doña María de las Nieves
sobre su marido también jugaría un papel importante.
El 3 de octubre siguiente, en el castillo de Pucchheim, don Ja-
vier con voz emocionada presta su juramento de regente: “En so-
lemne y público cumplimiento de la promesa que hice a V.M. nues-
tro bien amado rey don Alfonso Carlos, vengo en este momento
inolvidable a renovar mi juramento de ser el depositario de la Tra-
dición legitimista española y su abanderado hasta que la sucesión
quede regularmente establecida”.
En este acto se encontraba presente, por expreso deseo de la re-
gencia, el archiduque Carlos. “Tiene que asistir Carlos”, se insistía
en medios próximos a don Javier. “¡Qué cuadro! –exclama Jaime
Fernández- le prince Xavier de Bourbon jurando su cargo de regen-
te de la Comunión Tradicionalista en presencia de la víctima, el nie-
to de Carlos VII”18. La presencia pasiva del archiduque en el jura-
mento, se pensaba, avalaba en cierta forma la legitimidad de la re-
gencia, y de ahí la actitud reticente de los partidarios de don Carlos.

18
Jaime Fernández, “Cartas a un Tradicionalista”, op. cit., pág. 18.

33
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

“LOS CRUZADISTAS” Y EL ORIGEN DEL CARLOCTAVISMO:


LOS COMIENZOS DEL CARLOCTAVISMO

La candidatura del archiduque Carlos se remonta a 1932, año


en que un grupo de tradicionalistas, que pasarían a ser conocidos
como el “Núcleo de la Lealtad”, reunidos en torno al periódico “El
Cruzado Español”, comenzó a proclamar sus derechos como su-
cesor de don Alfonso Carlos, ante la eventualidad sucesoria de al-
gún miembro de la rama isabelina.
El argumento para sostener estas pretensiones era el siguiente:
considerando que las líneas masculinas de la Casa de Borbón se en-
cuentran extinguidas, unas naturalmente, otras por razones de ilegi-
timidad política (rama liberal y todos los príncipes que la recono-
cieron), y otras por razones legales (descendientes del matrimonio
de doña Ana de Austria con Luis XIII de Francia, (léase exclusión
de los Borbón Parma y Braganza), habrà que retroceder a la descen-
dencia masculina de la hembra del último rey carlista. Esta hembra
era doña Blanca, y el archiduque Carlos era uno de sus hijos, el úl-
timo de ellos precisamente, como ya se ha dicho.
Los de “El Cruzado” tenían prisas por aclarar el problema su-
cesorio en vida del propio Alfonso Carlos. Pensaban que la automa-
ticidad de la sucesión dinástica sería más efectiva si este polémico
tema estuviera resuelto en vida del rey. Por ello, insistían una y mil
veces en el nombramiento inmediato de heredero.
Un “Mensaje al Rey”, fechado en Madrid el 3 de febrero de
1932, firmado por un colectivo de carlistas, encabezados por el ge-
neral don Juan Pérez Nájera, fue dirigido a don Alfonso Carlos, en
el que le expresaban su inquietud ante la incierta sucesión. En la
misma línea, este colectivo hace público un comunicado el 10 de
marzo siguiente, que llevaba por título “A todos los leales de la
Tradición”, y en el que abiertamente daban a conocer su posición
sobre este acuciante problema19.

19
Documentos del Archivo de Francisco Javier de Lizarza Inda.

34
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

LA ASAMBLEA DE TOULOUSE

El 2 de junio de 1932 se celebró en Toulouse una importante


reunión de próceres carlistas, presidida por el mismísimo Alfonso
Carlos, en la que a iniciativa de don Lorenzo Sáenz, uno de los
mentores del archiduque Carlos, se aprobó una moción declarando
que “la Comunión Tradicionalista se propone con todas sus fuerzas,
no sólo elevar al trono tradicional de sus mayores al monarca legí-
timo, al augusto señor don Alfonso Carlos I de Borbón y de Aus-
tria-Este, sino designar a su debido sucesor según las leyes y pro-
cedimientos tradicionales”.
Estos procedimientos tradicionales no eran otros que la convo-
catoria de las cortes generales con el rey, y a nadie se le escapaba
la dificultad y presumible dilación que organizar un acto de aquella
envergadura representaba. Por ello, don Lorenzo Sáenz, anuncian-
do lo que serían las futuras actuaciones de los “cruzadistas”, con-
cluía que “si las circunstancias actuales se prolongasen con la pasi-
vidad impuesta hasta este instante, el augusto Caudillo se dignará
modificar las normas que regulan el funcionamiento de las cortes
generales, convocando expresamente a magna asamblea a todos los
organismos, entidades y personalidades de la Causa para que abor-
den, sin mayores dilaciones, la gran cuestión sucesoria en el trono
tradicional español”20.
¡La magna asamblea!, aquí tenemos por primera vez expresada
públicamente la idea de los “cruzadistas” para salir del atolladero.
Vistas las dificultades para recurrir al procedimiento tradicional,
dada la existencia legal de la República en España, se piensa que lo
mejor es resolver tan espinosa cuestión en el seno del carlismo y
por las personalidades y órganos representativos de éste.
Pero don Alfonso Carlos hizo oídos sordos a la convocatoria de
la “magna asamblea”, esforzándose, además, por socavar la viabi-
lidad de la misma.

“El Cruzado Español”, Hortaleza n° 41, Madrid. Año IV, n° 186, de 25 de julio
20

de 1932, págs. 1 y 2.

35
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

Rumiada durante algunos meses la moción de Toulouse, don


Alfonso Carlos se aferra al principio de “legalidad” y el 21 de di-
ciembre de 1932, en carta dirigida al general De la Cortina, sostie-
ne rotundo que el dilema sucesorio “sólo España reunida en cortes,
nombradas según nuestro régimen tradicional, con su rey, puede re-
solverlo”21.
Este año había sido publicado un documentado estudio de un
joven abogado, perteneciente al cuerpo jurídico de la Armada, don
Jesús de Cora y Lira, que llevaba por título “El futuro Caudillo de
la Tradición española”, en el que se plasmaban estas contundentes
conclusiones:
-“El Reglamento para la sucesión de la Monarquía, establecido
por Felipe V, no es la llamada ley sálica, pues lejos de excluir a las
hembras, las llama expresamente en ciertos casos, taxativamente
señalados en dicho texto legal.”
-“Extinguidas en don Alfonso Carlos las líneas varoniles, y no
dejando tampoco este último reinante hijas ni hermanas, correspon-
derá la sucesión al proximior, al más próximo pariente, sea varón o
sea hembra.”
-“La familia que desciende del infante don Francisco de Paula
ha quedado apartada de la sucesión de la Monarquía legítima.”22.
Algunos años más tarde vuelve a reeditarse este estudio con el
título “Comentarios a la vigente ley reguladora de la sucesión di-
nástica española impropiamente llamada ley sálica”, en el que se da
una nueva redacción a sus conclusiones, dirigidas ahora al público
en general y no sólo al carlista, y donde se menciona ya como futu-
ro “Abanderado de la Monarquía Legítima Española” a don Carlos
VIII23.

21
Melchor Ferrer, “Documentos de don Alfonso Carlos de Borbón y de Austria-Es-
te”. Editorial Tradicionalista, Madrid, 1950, pág. 200.
22
Jesús de Cora y Lira, “El futuro Caudillo de la Tradición Española – Estudio Ju-
rídico, Histórico y Político”. Imprenta Martosa, Leganitos n° 54, Madrid, 1932.
23
Documentos del Archivo de Francisco Javier de Lizarza Inda.

36
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

UN PATIO REVUELTO

Don Alfonso Carlos, buscando pacificar el revuelto patio car-


lista, había intentado en ese mismo año 1932, sin lograrlo, que un
grupo representativo de “El Cruzado Español” fuese a visitarle,
convencido que acabarían así las tensiones.
En carta dirigida a don Lorenzo Sáenz el 8 de febrero de 1933,
el anciano rey carlista, intentando que no se le fuera el tema de las
manos, sugería a los partidarios del archiduque que luchasen todos
unidos para conseguir ponerlo sobre el trono (¡como si eso fuera
cosa de dos dias!), y “sólamente después las cortes verdaderas, no
las constituyentes, declararán cual deberá ser mi sucesor”. La carta
terminaba conciliadora: “…si obran asì en conciencia los de “El
Cruzado”, no será ninguna humillación para ellos si se someten”.
Pero los de “El Cruzado” no se someterían, a pesar de que don
Alfonso Carlos, harto de tanta contestación, amenazaba públicamen-
te con expulsarlos del partido, lo cual parecía no importarles dema-
siado a los seguidores del archiduque, a juzgar por su conducta.
En dicha misiva, don Alfonso Carlos daba ya algunas pistas del
ambiente dinástico que empezaba a respirarse y de los sondeos que
se iniciaban: “Mis queridos sobrinos los príncipes de Parma decla-
raron que ellos no aceptan mi sucesión, porque se atienen a la ley
sálica y no quieren ser usurpadores”24.

EL PROBLEMA NO SE RESUELVE

En los últimos días de febrero de 1933 acudieron, finalmente,


los representantes principales de “El Cruzado” a charlar con el rey
carlista sobre el tema sucesorio. De esta reunión, en la que estu-
vieron presentes Cora y Lira, el general De la Cortina y don Lo-
renzo Sáenz, no se obtuvo ningún resultado de relevancia, ya que
tanto don Alfonso Carlos como los “cruzadistas” se mantuvieron

24
Melchor Ferrer, “Documentos de don Alfonso Carlos…”, op. cit., pág. 203.

37
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

en sus respectivas posiciones. Los unos con la idea de la “magna


asamblea” y don Alfonso Carlos con la machacona tesis de las
“cortes tradicionales”.
Ajeno a las discrepancias de fondo que entre ellos existía, a las
pocas fechas de la fracasada reunión, en la que no se había llegado
a coincidencia alguna, el anciano Alfonso Carlos en un nuevo in-
tento de atraerse a los disidentes volvió a escribir otra carta a don
Lorenzo Sáenz, fechada el 12 de marzo de 1933, en la que les ex-
ponía su pensamiento sobre la “magna asamblea” y les recomenda-
ba sumisión:
“En cuanto a convocar una Magna Asamblea de la España Car-
lista, como reclamáis, muy fácil es proponerlo, pero sumamente
difícil su realización. ¿Còmo podría una mínima parte de los espa-
ñoles (pisoteando leyes fundamentales) declarar nula la ley de su-
cesión establecida por las Cortes nacionales de Felipe V, fundando
una nueva dinastía?”…”Y si una asamblea votase la abolición de la
ley fundamental y propusiese un nuevo pretendiente, según deseáis,
¿cómo ponerse de acuerdo respecto al príncipe entre los 28 prínci-
pes de la familia Borbón?, ¿cómo escoger al más digno?. Sería un
interminable plebiscito”(…). “El plazo para someteros expira, co-
mo os digo, el 30 de marzo, aniversario de nacimiento de mi her-
mano (que en paz descanse). No exijo ninguna retractación; basta
una contestación dirigida a mi persona sometiéndoseme”25.

EXPULSIÓN DE LOS CRUZADISTAS

Si por las buenas Don Alfonso Carlos no había logrado conven-


cer a los cruzadistas, las amenazas tampoco darían mejores resulta-
dos. El plazo dado a los disidentes transcurrió, y éstos no obedecie-
ron a su rey, el cual, tal como les había anunciado, obró en conse-
cuencia.
En carta dirigida al conde de Rodezno, presidente de la Junta
Suprema de la Comunión Tradicionalista, fechada el 10 de abril de
25
Melchor Ferrer, “Documentos de don Alfonso Carlos…”, op. cit., pág. 215.

38
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

1933, decía:”…rehusaron cumplir mi orden, continuando su políti-


ca subversiva. Son, pues, ellos así como cuantos les secundan, quie-
nes dan el paso que les separa de nuestro Partido y no yo el que los
hecha. Me duele en el alma, porque sé que la mayor parte de ellos
obran de buena fe, tan sólo por falta de comprensión, y espero, Dios
mediante, no tardarán en volver a nosotros”26.
Así pues, a partir del 10 de abril de 1933 ni “El Cruzado Espa-
ñol” ni sus adeptos formaban ya parte de la Comunión Tradiciona-
lista, si bien es verdad que este hecho no les amilanó en su empe-
ño. Los “cruzadistas” se habían fijado de antemano unos objetivos,
y nadie les apartaría de ellos.
El rey carlista, al año siguiente, y ante el cariz que iba toman-
do la agitación de este grupo, llamó en el mes de noviembre de
1934 al archiduque Carlos, con quien conversó sobre la cuestión su-
cesoria, como se ha explicado en otro apartado. De resultas de esta
charla, éste escribió una carta a Fal Conde en la que declaraba no
tener derecho a la sucesión de su tío.
Para los “cruzadistas” semejante carta no les supuso ningún ti-
po de freno, continuando su política y preparando “la magna asam-
blea”, que, por fin, la celebraron los días 18 y 19 de mayo de 1935
en Zaragoza.

LA MAGNA ASAMBLEA

La convocatoria de la “magna asamblea” había sido efectuada


el 10 de marzo de ese mismo año por los antiguos jefes regionales
carlistas, nombrados por el rey don Jaime y confirmados por don
Alfonso Carlos, y por representantes del llamado “Núcleo de la
Lealtad”. Presidió la asamblea el general don Juan Pérez Nájera,
actuando como comisión ejecutiva la Junta y Consejo regionales de
Castilla la Nueva y como secretariado de la misma la Junta Provin-
cial de Madrid, presidida por su jefe don Jesús de Cora y Lira.
Los asistentes aprobaron por aclamación, como era de esperar,
26
Melchor Ferrer, “Documentos de don Alfonso Carlos…”, op. cit., pág. 214.

39
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

defender el derecho de doña Blanca “como más próximo pariente


del actual reinante de derecho e hija primogénita de don Carlos VII,
último reinante, que también lo fue de hecho, para suscitar nueva-
mente en sus hijos varones la agnación rigurosa, de acuerdo con la
ley sucesoria de 1713”27.
Este importante episodio en la vida del carlismo ha sido analiza-
do muy de pasada. El conocido autor Josep Carles Clemente en su
“Historia del Carlismo Contemporaneo, 1932-1972”, al mencionar la
asamblea de Zaragoza, señala que “al frente de esta disidencia” figu-
raba Francisco Javier de Lizarza, que entonces contaba 7 años de
edad, lo que por simples razones biológicas muestra lo abultado de su
error28.
La “magna asamblea” no dió los resultados que los “cruzadis-
tas” esperaban. Doña Blanca y su hijo no mantuvieron una conduc-
ta firme y transparente. Su comportamiento fue confuso.
Escasas semanas antes de dicha reunión, el 23 de abril de 1935,
el archiduque Carlos escribe a una comisión de carlistas que le ob-
sequian con una boina roja, que la acepta no como Príncipe de As-
turias, “pues otras personas pasan antes de mí”, sino como “ofreci-
da al nieto de Carlos VII”, concluyendo que era deber de todos so-
meterse incondicionalmente a don Alfonso Carlos.
La actitud de doña Blanca tampoco fue más clara. Poco después
de celebrarse el acto de Zaragoza manifestaba, llevada por el amor
a su tío, que “desaprobaba la reunión hecha sin su consentimiento”.
La política de “paños calientes” de doña Blanca y don Carlos,
pensaban sus partidarios, esperando la bendición complaciente de
los ancianos de Viena, no les llevaría a ninguna parte.
La reacción de don Alfonso Carlos, como era obvio, no se hizo
esperar. Inmediatamente, el 25 de mayo de 1935, escribe a su Dele-
gado regio, don Manuel Fal Conde, desautorizando el acto: “Quiero
hacer público que esa reunión se ha celebrado a espaldas de nuestra

Asamblea Carlista de Zaragoza. Archivo de Francisco Javier de Lizarza Inda.


27

Josep Carles Clemente, “Historia del carlismo contemporáneo, 1935-1972”.


28

Editorial Grijalbo, Barcelona, 1977, pág. 184.

40
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

Comunión Tradicionalista-Carlista, única que sigue mi causa y úni-


ca auténticamente carlista”… “Nadie puede elegir mi sucesor sin mi
concurso, ni menos de forma plesbicitaria, más propia, como ya di-
je otra vez, de elecciones a presidente de una república”29.
La enérgica puntualización del rey tampoco sirvió, en esta oca-
sión, para contrarrestar la ofensiva de los “cruzadistas”, los cuales,
expulsados como estaban ya del partido carlista desde 1933, iban a
continuar con su decidida campaña en pro de los derechos del ar-
chiduque Carlos.

LA CANDIDATURA DE DON DUARTE DE BRAGANZA

Muy próxima a la tesis “cruzadista” era la posición defendida


por don Luis Hernando de Larramendi, personalidad que gozaba de
cierto reconocimiento en el carlismo. Decía Larramendi que, ex-
cluidas a perpetuidad las ramas autoras de la usurpación y los Bor-
bón Parma por su vinculación con Francia, había llegado el caso de
llamar, conforme a la ley de Felipe V, a la hija del último reinante
y a sus descendientes. En este punto Larramendi abría una doble
posibilidad: o doña Blanca, primogénita del rey Carlos VII, tesis
defendida por “El Cruzado Español”, o doña Carlota Joaquina, hi-
ja del rey Carlos IV, casada con Juan VI, rey de Portugal, lo que le
llevaba a proponer la original solución de don Duarte de Braganza,
quien uniría las legitimidades de España y el país vecino.
Don Duarte incluso realizó un viaje a Madrid en 1941, siendo
asistido por un funcionario de la embajada portuguesa. Los jóvenes
Rafael Gambra e Ignacio Hernando de Larramendi fueron a entre-
vistarse, al frente de un grupo, con el príncipe portugués. Durante
la entrevista le entregaron unas notas, a las que don Duarte respon-
dió con amables frases de circunstancias.
Esta solución también sería aireada, años más tarde, por el pres-
tigioso catedrático de Derecho Natural de la Universidad de Sevi-
lla, don Francisco Elías de Tejada y Spínola, que incluso llegó a ex-
29
Melchor Ferrer, “Documentos de don Alfonso Carlos…”, op. cit., pág. 279.

41
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

ponérsela al General Franco30. El profesor Elías de Tejada pasaría


por diversas etapas, en lo que al carlismo se refiere. De fervoroso
partidario de la proclamación como rey de don Javier en los años
50 (llegando incluso a ofrecerse como redactor de los pertinentes
dictámenes jurídicos), evolucionó a furibundo adversario de los
Borbón Parma en los años 60, a los que hizo objeto de lacerantes e
injustificadas diatribas con el apasionamiento impulsivo que siem-
pre caracterizó su conducta.

“Lo que como carlista y como jurista sostengo, tuve el honor de exponerlo de pa-
30

labra a S.E. el Jefe del Estado el 20 de marzo de 1968, única ocasión en que me-
recí hablar a solas con S.E. Puesto que entonces lo razoné ante tan altísima auto-
ridad, no voy a repetir aquí mi tesis de que jurídicamente la legitimidad española
paréceme ir por S.M. el señor duque de Braganza y sus descendientes” (Francis-
co Elías de Tejada, “Crónicas apolíticas de quince días”, “El Pensamiento Nava-
rro”, Pamplona, 1 de marzo de 1973).

42
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

LOS TITUBEOS DE DOÑA BLANCA: EL COMPROMISO DE DO-


ÑA BLANCA

Los “cruzadistas”, o componentes del “Núcleo de la Lealtad”,


tenían que jugar bien sus bazas. El entorno de don Alfonso Carlos,
y él mismo, les eran abiertamente hostiles.
Legitimidad de origen y de ejercicio debía coincidir en la mis-
ma persona. Este hábil argumento permitiría descartar príncipes de
la Casa de Borbón a diestro y siniestro, hasta llegar al que a cada
cual le interesara. Resulta paradójico observar cómo el principio de
automaticidad dinástica, regla de oro de las monarquías y su más
excelsa ventaja para sus panegiristas, podía complicar las cosas tan
profundamente de forma que, aplicando los mismos principios, se
obtenían conclusiones tan opuestas y diferentes.
Don Alfonso Carlos había instituido la regencia el 23 de enero
de 1936 en favor de don Javier de Borbón Parma, “en el que tengo
plena confianza…y a quien esta regencia no privaría de su derecho
eventual a la corona”. La misión del regente sería gobernar en el in-
terregno “los destinos de nuestra Santa Causa y proveer sin más tar-
danza que la necesaria la sucesión legítima de mi dinastía, ambos
cometidos conformes a las leyes y usos históricos y principios de
legitimidad que ha sustentado durante un siglo la Comunión Tradi-
cionalista”31.
Con la regencia establecida, los “cruzadistas” tendrían que ac-
tuar resueltamente y lograr el pleno compromiso de doña Blanca,
que, sin ambajes, tendría que decidirse.
El 22 de mayo de 1936, don Ignacio María de Plazaola, de
nuevo, visita en Viena a doña Blanca, instándole a abandonar sus
escrúpulos y proclamar sus derechos sucesorios. Estos derechos
serían seguidamente transmitidos a su hijo Carlos, ya que el rey
carlista, por su avanzada edad, no sería más que un mero especta-
dor de los sucesos que se avecinaban. En ningún caso, ni doña

Melchor Ferrer, “Documentos de don Alfonso Carlos de Borbón y de Austria-Es-


31

te”. Editorial Tradicionalista, Madrid, 1950, pág. 295.

43
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

Blanca ni su hijo, aceptaban la regencia como solución al proble-


ma sucesorio.
No obstante, doña Blanca no sabía qué decisión tomar. Asumir
la sucesión de su tío, estando éste aún vivo, era dar un paso muy
cercano a la rebelión contra el rey legítimo.
Por fin, doña Blanca encontró una fórmula, sin menoscabo de
la autoridad y jerarquía de don Alfonso Carlos. Ella y su hijo re-
dactaron y firmaron sendos documentos, de puño y letra, el 30 de
mayo de 1936, festividad del rey San Fernando32.
En el documento suscrito por doña Blanca, ésta se comprome-
tía a reivindicar de acuerdo con las leyes sucesorias, en caso de fa-
llecimiento sin sucesión de don Alfonso Carlos, “los derechos que
me pertenecen a la corona de España, para transmitirlos a mi ama-
do hijo Carlos, en quien las circunstancias de los demás hermanos,
designan como mi heredero”.
Por su parte, Carlos declaraba que, cuando su madre le transmita
sus derechos “como heredera de la corona de España y primogénita de
sus reyes legítimos”, aceptará tal honor, prometiendo, solemnemente,
“mantener en alto la bandera que enarboló” su abuelo Carlos VII.
Doña Blanca y su hijo se enfrentaban con estos documentos de
forma abierta a la regencia. Si bien no se revelaban directamente
contra don Alfonso Carlos, demorando la proclamación de sus de-
rechos hasta su muerte, resulta evidente que la institución de la re-
gencia estaba de sobras para ellos. Después de don Alfonso Carlos,
doña Blanca recogería la antorcha de la legitimidad para transmitir-
la a su hijo Carlos, en quien las circunstancias de los demás herma-
nos designan como “mi heredero”.

LOS HERMANOS DE CARLOS Y SUS CIRCUNSTANCIAS

Si ya era complicado el paso de Alfonso Carlos a Blanca, en-


cima hay que hilar fino para llegar de Blanca a Carlos.

José Luis Vilan San Juan, “Los Reyes Carlistas”. Editorial Planeta, Barcelona,
32

1993, pág. 214.

44
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

¿Cuáles eran esas “circunstancias” de los hermanos de Carlos


que designaban a éste como heredero de su madre?
El documento firmado por doña Blanca corre un tupido velo so-
bre “esas circunstancias” y nada nos aclara. Las causas que en los
hermanos de don Carlos concurrían, y que desaconsejaban tomar-
los en consideración en el orden sucesorio, no resultan evidentes.
El primogénito de los hijos de doña Blanca era el archiduque
Raniero, nacido en 1898. Hizo una brillante carrera en la armada
imperial austríaca, ostentando muy joven el grado de lugarteniente.
Tras el derrumbamiento del imperio, se instaló en Polonia, donde
regentaba una destileria de vinos. Murió en 1930 y fue enterrado en
la cripta de los Capuchinos en Viena. Desapareció antes que don
Jaime y, por tanto, no tuvo ocasión de mezclarse en la disputa di-
nástica.
El siguiente, el archiduque Leopoldo, había nacido en 1897. A
la edad de 23 años contrajo matrimonio morganático con la barone-
sa Nicolcs-Podrinje, de la que se separó en 1931. Tuvo de su matri-
monio una hija (Gabriela, nacida en 1922). Se instaló en EEUU, co-
rriendo una suerte dispar. Realizó trabajos de limpiador de venta-
nas, mecánico de radio, vendedor de periódicos y jornalero agríco-
la. En 1953 adquirió la nacionalidad norteamericana, falleciendo en
Connecticut (U.S.A.) en 1958. Sus restos reposan en la cripta de los
Capuchinos en Viena, como corresponde a su rango.
A éste le seguía el archiduque Antonio, nacido en 1901. Fue in-
geniero, instructor de vuelos en la Luftwaffe y pretendiente carlis-
ta, como se verá, al fallecimiento de su hermano Carlos. Contrajo
matrimonio en Sinaïa (Rumanía) en 1931 con la princesa Ileana, hi-
ja del rey Fernando I de Rumanía y de la princesa María de Gran
Bretaña e Irlanda. De su matrimonio con Ileana, de la que se divor-
ció en 1954, nacieron dos hijos (Esteban, 1932-1998, y Domingo,
1937), y cuatro hijas (María Elena, Alejandra, María Magdalena e
Isabel). Fallecido en 1987, sus restos reposan en el cementerio de
Mondsee (Austria) y no en la cripta de los Capuchinos, como le co-
rrespondería en tanto que miembro de la familia imperial.
El siguiente era el archiduque Francisco José, nacido en 1905.
45
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

Piloto de aviación, naturalizado súbdito español en 1926, también


fue pretendiente carlista a la muerte de su hermano menor. Contrae
matrimonio morganático en 1937 con Marta Aloisa Baumer, de la
que se divorcia, volviendo a contraer nuevas nupcias morganáticas
en 1962 con María Elena Seunig, naciendo de esta unión al año si-
guiente, Patricia. Fallecido en 1975, es inhumado en la catedral de
Trieste entre sus antepasados, los reyes carlistas.
Tras esta ficha de presentación, surge la pregunta sobre cuáles
podrían ser “las circunstancias” fatales, que alejaban a Leopoldo,
Antonio y Francisco José de la sucesión al trono.
A Leopoldo podría achacársele en 1936 su matrimonio morga-
nático y su divorcio, si bien estos achaques, años más tarde, igual-
mente podrían hacérseles a Francisco José y al propio Carlos.
Antonio estaba casado con una princesa y tenía varios hijos, en-
tre ellos un varón de pocos años .
Y Francisco José estaba soltero. Resulta un enigma su exlusión
en aquellos momentos.
¿Por qué entonces Carlos?
“¿Por qué los carlistas se han fijado en Carlitos, que es el cuar-
to de los hijos, y no en mí, que soy el primero?”, interpeló, en cier-
ta ocasión, Leopoldo a Román Oyarzun tras un encuentro en Viena,
en el que estaba presente doña Blanca. Don Román (“no era discre-
to contestar a esa pregunta”), no se lo explicó al interesado enton-
ces, ni a sus lectores tampoco, treinta y tantos años después33.
Oyarzun se contentó con dar al archiduque una respuesta eva-
siva, que encerraba en el fondo la verdad: “No sé por qué lo habrán
hecho”.
Hay que pensar que si ya en 1936 existían “unas circunstan-
cias” que apartaban de la sucesión carlista a Leopoldo, Antonio y
Francisco José, no se comprende por qué en 1953, a la muerte de
Carlos, sus partidarios buscan desesperadamente asegurar la suce-
sión en alguno de ellos. El galimatías no era pequeño.

Román Oyarzun, “Pretendientes al Trono de España”. Editorial Juventud, Bar-


33

celona, 1965.

46
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

La verdad es que todas estas monsergas genealógicas no ten-


drían en unos años ninguna virtualidad. La legislación franquista
posibilitaría la designación de un rey en cualquier persona de san-
gre real, mayor de treinta años (art. 3 de la ley de Sucesión de
1947), como efectivamente ocurrió. Ratificada por la Constitución
de 1978, continúa asentada en el trono la persona por ese sistema
nominada en 1969.
Existieran o no, no eran fáciles de conocer las circunstancias
objetivas, que podrían haber influido en desaconsejar seguir el or-
den de primogenitura. Tal vez, la única razón de fondo fuera el de-
sentendimiento, más o menos total, que los hermanos mayores de
don Carlos manifestaban hacia los asuntos carlistas, y ante una evi-
dencia como ésta había que rendirse.

DON CARLOS Y LA GUERRA CIVIL

La decisión estaba tomada. En oposición frontal al regente don


Javier de Borbón Parma, Carlos, el hijo menor de doña Blanca, se-
ría promocionado como el sucesor de don Alfonso Carlos al inicio
de uno de los periodos más sombríos de la historia de España.
Los preparativos para una confrontación bélica entre españoles
estaban muy avanzados. Fal Conde, Lizarza Iribarren y el regente
don Javier (en nombre de don Alfonso Carlos), al frente de los car-
listas, participaban junto a los generales Sanjurjo y Mola en el com-
plot para derribar a la República.
Al estallar la guerra civil de 1936, don Carlos quiere participar
en la contienda junto a las filas nacionales. Fue un deseo desintere-
sado, que no logró cumplir.
José Luis Vila San Juan cuenta que “al iniciarse la guerra civil,
don Carlos se presentó en el piso que habitaba don Alfonso Carlos,
en Theresianungasse, de Viena, y le pidió su venia para, en unión
de su hermano el archiduque don Francisco José, ir a España a alis-
tarse como simples requetés”. Don Alfonso Carlos, sigue contando
Vila San Juan, “ no sólo no les autorizó, sino que les amenazó ro-

47
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

tundamente con avisar a las autoridades españolas para que se les


detuviera”34. Igual suerte correrían las gestiones que Carlos y su
hermano Francisco José, según el mismo autor, realizaron ante el
General Franco, al que escribieron directamente solicitando su au-
torización para formar parte como voluntarios en el bando nacional.
Al parecer, Franco les agradeció cortesmente su ofrecimiento, aña-
diendo no ser posible atender al mismo, ya que “quienes podían ale-
gar derechos a la sucesión a la corona, no deberían formar parte de
unidades combatientes, pues, sin prejuzgar la solución dinástica,
entendía que deberían reservarse para la paz”35.
El propio don Carlos corrobora este intento, aunque dando una
versión algo diferente. Quien le acompañaba en su visita a don Al-
fonso Carlos no era Francisco José, sino Leopoldo. Y de la misiva
enviada a Franco, mutismo absoluto. En carta escrita desde Barce-
lona el 15 de diciembre de 1953, escasos días antes de su muerte, a
Francisco Javier de Lizarza Inda manifestaba a este propósito:
“En la iniciación de la Cruzada Nacional, visité a mi Tío don Al-
fonso Carlos, en su Palacio de Viena de la Theresianum Gasse, acom-
pañado de mi hermano Leopoldo, con el fin de ofrecerme incondicio-
nalmente, pues era a Él a quien correspondía hacerlo, ya que el Car-
lismo se sumó al Movimiento por orden Suya. Mi Tío, aunque ya de
momento no se mostró propicio a mi demanda, resolvió consultar el
caso, y consecuencia de ello, al poco me indicó que era criterio que
cualquier príncipe de la Familia Real Española que de más lejos o
más cerca tuviese derechos a la Corona, debía abstenerse de comba-
tir en una guerra civil, por cuanto al poder ser un día Rey de todos los
españoles, no debía en modo alguno haber hecho armas contra deter-
minado bando en lucha entonces. Y añadió frases muy lisonjeras y
cariñosas para mí, que no son del caso reproducir”36.
Otro intento, fallido, de participar en la contienda civil nos lo
cuenta Jaime Fernández. En la noche de Navidad de 1936, pocos
34
José Luis Vila San Juan, “Los Reyes Carlistas”, op. cit., pág. 215.
35
José Luis Vila San Juan, “Los Reyes Carlistas”, op. cit., pág. 215.
36
Carta desde Barcelona de Carlos VIII a Francisco Javier de Lizarza Inda, fecha-
da el 15 de diciembre de 1953. Archivo de Francisco Javier de Lizarza Inda.

48
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

meses después de fallecido don Alfonso Carlos, escuchando en Vie-


na a través de la radio las novedades del frente, doña Blanca, emo-
cionada, suplica a su tía María de las Nieves: “¡Dejad ir a Carlos!,
¡dejadle ir!”37.
La negativa para que el joven archiduque fuese al frente era
sentida por sus partidarios como un agravio comparativo más. Dos
hermanos de don Javier obtendrían, en su momento, el consiguien-
te permiso familiar para participar en la contienda ( Isabel, como
enfermera en un hospital del norte de España, y Cayetano, que fue
herido de consideración, como voluntario requetè).
Los “cruzadistas” no entendían por qué, muerto don Alfonso
Carlos, doña Blanca aún se sometía al criterio de su tía María de las
Nieves, cuando ella misma había anunciado que tras el fallecimien-
to del rey, reivindicaría sus derechos sucesorios.
Salvo el intento frustrado de adherirse como voluntario a la lla-
mada “Zona Nacional”, don Carlos, al igual que su madre, no man-
tuvo ninguna actividad política durante todo el tiempo que duró el
enfrentamiento armado. No obstante, por el frente de guerra sus
partidarios hicieron circular fotografias del archiduque Carlos y en
alguna ocasión se lanzaron vivas a Carlos VIII38.

37
Jaime Fernández, “Cartas a un Tradicionalista”. Sin pie de edición ni localidad,
1951, pág. 12.
38
“¡VOLVERÉ!”, Madrid, 25 de abril de 1950, número especial dedicado a Nava-
rra.

49
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

50
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

¡AL ATAQUE! PROCLAMACIÓN DE CARLOS VIII: EL PELI-


GRO DE DON JUAN

Una vez terminada la guerra, el “Núcleo de la Lealtad”, o anti-


guos “cruzadistas”, permanecía inactivo.
La promesa de doña Blanca de reivindicar sus derechos al tro-
no había quedado sólo en eso, en promesa. Y nadie se preocupaba
de recordarle su palabra.
Aunque ya en 1940 Jaime del Burgo y algunos sacerdotes car-
listas navarros propugnaban, sin éxito, el nombramiento del archi-
duque Carlos como pretendiente carlista, pasaban los años y el pa-
norama continuaba sin cambios.
La propia doña Blanca seguía sin tener las ideas claras al respec-
to. De paso por Sevilla (4 de noviembre de 1940), manifestó a Fal
Conde que nunca haría nada que fuera en contra de la Comunión
Tradicionalista y de lo ordenado por su “queridísimo tío”. Añadía
que ciertos carlistas venían agobiándola con la exigencia de que re-
nunciara a sus derechos en favor de su hijo Carlos, a fin de que és-
te se proclamase Rey de derecho, a lo que ella no estaba dispuesta.
Don Manuel Fal Conde, no puede dar crédito a lo que oye, le agra-
dece, encantado, a doña Blanca esas frases, que él considera, nada
menos, de “inspiración divina”. El representante de la regencia, que
no acudió a recibirla ni a despedirla a la estación “por razones de
prudencia”, entrevistándose con ella en el hotel Alfonso XIII, en el
que se hospedaba, no cabía en sí de gozo y satisfacción39.
Serían unos estudiantes de Lecároz quienes, el 2 de marzo de
1943, sin más protocolos ni intermediarios se enfrentaron abierta-
mente al problema. Dirigiéndose a doña Blanca le reclamaban que
39
Manuel de Santa Cruz, “Apuntes para la Historia del Tradicionalismo Español
1939-1966”, tomo II, págs. 109-115. La visita de doña Blanca a Sevilla se produ-
jo el 3 de noviembre de 1940 por mera casualidad, camino de Cádiz, donde la hi-
ja de Carlos VII debía embarcarse. Un desajuste de horario en la combinación de
trenes permitió que doña Blanca se quedara casi dos días en la capital andaluza,
hospedada en el hotel “Alfonso XIII”. El día 4 acudió de incógnito a una misa en
sufragio del alma de su padre, don Carlos VII, y mantuvo diversas entrevistas.

52
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

cumpliese sus anteriores compromisos. Conscientes los muchachos


de las posibles largas que una persona, que ya entonces contaba se-
tenta y cuatro años, podía dar al asunto, hacían una advertencia y
un ruego: “…si, por desgracia, no se encuentra con fuerzas para
arrostrar el trabajo y la responsabilidad que lleva consigo un trono
y la jefatura de un numeroso partido, hijos varones tiene, legítimos
sucesores, de los que puede surgir el príncipe legítimo, cuyo caudi-
llaje todos habrían de aceptar, pues, si hay algo incontrovertible, le-
gal y moralmente, es que donde se halle un nieto de Carlos VII, no
puede haber un español que legalmente pretenda disputarle la coro-
na, ni, aunque lo hubiera, lo consentirían los leales que descienden
de Lácar y Montejurra”40.
Movidos por el ejemplo de estos jóvenes, pero sobre todo in-
quietos por los “coqueteos” que el influyente conde de Rodezno ve-
nía manteniendo con el conde de Barcelona, a quien no tardaría en
reconocer como rey, los principales próceres del carloctavismo
(Izaga, Cora y Lira, Deán Berro, Plazaola, del Burgo, Zuazo, Lizar-
za Iribarren, Larraya, entre otros), decidieron que había llegado el
momento de actuar con rapidez.
Don Javier, pese a las dificultades y limitaciones impuestas por
la segunda guerra mundial, en la que incluso llegó a ser arrestado por
la Gestapo en julio de 1944 y deportado a diversos campos de concen-
tración en Alemania, había seguido manteniendo el contacto con sus
partidarios y cursando a su Jefe Delegado, don Manuel Fal Conde, las
instrucciones oportunas para la general aceptación de la regencia. Así,
ya el 25 de julio de 1941 había dirigido un manifiesto a los españoles
condenando, en clara alusión a don Juan, las pretensiones al trono que
cualquier príncipe pudiera plantear, “convirtiendo en cuestión perso-
nalista, lo que debe ser una cuestión nacional”41.
Don Juan, en efecto, terminada la guerra civil, movía con im-
paciencia sus peones del campo tradicionalista para lograr ser acep-
40
José Luis Vila San Juan, “Los Reyes Carlistas”. Editorial Planeta, Barcelona,
1993, pág. 224.
41
Manifiesto de don Javier de Borbón Parma de 25 de julio de 1941. Archivo del
autor.

53
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

tado por éstos como legítimo heredero de don Alfonso Carlos. Pe-
ro todos los intentos se estrellaban contra la férrea determinación de
Fal Conde, que no quería ni oir hablar del tema.
Ya don Juan, en carta de 8 de marzo de 1940, se había queja-
do ante don Javier de la actitud de Fal Conde, reclamando su aten-
ción sobre el hecho que “amigos y representantes tuyos en Espa-
ña me atribuyen ideas y tendencias que nunca he manifestado, que
ninguno de ellos puede haber advertido en mí, y que tú sabes me
son ajenas”. Don Juan, igualmente, hacía saber a don Javier la
coincidencia en su persona de los derechos de las dos ramas di-
násticas, la suya y la carlista. Don Javier le replicaba indignado,
el 24 de junio de ese mismo año, que era repugnante “afirmar con-
vergen en tí los derechos de las dos ramas dinásticas”, ya que “si
son opuestas, una tendrá el derecho y la otra la responsabilidad,
más nunca derecho las dos”42.
Don Juan, inaccesible al desaliento, siguió con su táctica de
aproximación al carlismo. El 20 de abril de 1943 dirigió una ex-
presiva carta al conde de Rodezno en un claro intento de congra-
ciarse con los tradicionalistas, en la que afirmaba que no podía
concebir para España “otro Estado que un Estado católico, ni otra
forma de gobierno que la monarquía, ni otra monarquía que la tra-
dicional, con sus consejos y sus cortes como aquella que sabe con-
ciliar la autoridad y la firmeza en los grandes designios, con la es-
pontaneidad en la vida regional y con la cristiana libertad para el
bien de los individuos”43. Estas manifestaciones irritarían sobrema-
nera al conde de Romanones para quien esa monarquía, propugna-
da ahora por don Juan, no sería la monarquía constitucional “de la
que sois heredero”, sino la monarquía absoluta, “cuya bandera tre-
moló don Carlos de Borbón, la vencida en fratricidas luchas a pre-
cio de tanta sangre”. Don Juan, en un alarde de equilibrio, contes-
ta al avezado político liberal, el 29 de junio de 1943, que por for-
42
Carta de 24 de junio de 1940 dirigida por don Javier de Borbón Parma a don
Juan de Borbón. Archivo del autor.
43
Carta de 20 de abril de 1943 dirigida por don Juan de Borbón al conde de Ro-
dezno. Archivo del autor.

54
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

tuna no ha encontrado en su escrito ninguna discrepancia que pue-


da estimarse substancial con las afirmaciones sustentadas en su
carta a Rodezno, “a no ser una, más aparente que real”, ya que el
término monarquía tradicional no puede equipararse a monarquía
absoluta, ni don Juan admitía tal equiparación “por estimar contra-
rio a los principios fundamentales del Derecho Público cristiano
que la mera voluntad de un hombre pueda ser ley”44. Y se quedò
tan tranquilo.
Esta era la situación existente en el carlismo. Un regente que,
tras rechazar el decreto franquista de 19 de abril de 1937 ( median-
te el que se fusionaban falangistas y requetés), queda paralizado por
la segunda guerra mundial, y un conde de Barcelona activo, que-
riendo sumar voluntades y dispuesto a acatar cuantos principios,
tradicionalistas y no tradicionalistas, hiciesen falta.

LA PROCLAMACIÓN DEL ARCHIDUQUE CARLOS

Ante tal estado de cosas, reaccionan los carloctavistas. Y por


ello, en el mes de junio de l943, una comisión viaja a Viareggio con
el decidido propósito de que doña Blanca asumiese, esta vez sí, sus
derechos dinásticos.
Francisco Javier de Lizarza Inda cuenta así el resultado de aquel
encuentro: “A la vista de todo ello, ante la imposibilidad de hacerse
cargo personalmente de sus obligaciones por su avanzada edad, im-
pulsada por el deber que su nacimiento le imponía, teniendo como
única mira lograr la unión legitimista y la continuidad de los reyes
carlistas, de acuerdo con la voluntad libérrima de sus hijos mayores,
proveyó en junio de 1943 la sucesión legítima en su hijo Carlos”45.
Es de agradecer la claridad expositiva de Francisco Javier de
Lizarza cuando se refiere al salto genealógico de los tres hermanos
de don Carlos , el cual se dió “de acuerdo con la voluntad libérri-
44
Carta de 29 de junio de 1943 dirigida por don Juan de Borbón al conde de Ro-
manones. Archivo del autor.
45
Francisco Javier de Lizarza Inda, “La Sucesión Legítima a la Corona de Espa-
ña”. Editorial Gómez, Pamplona, 1951, segunda edición, pág. 67.

55
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

ma” de éstos. Más claro imposible. Los archiduques Leopoldo, An-


tonio y Francisco José, aunque después estos dos últimos cambia-
sen de idea, no querían saber nada de pleitos ni reivindicaciones di-
násticas. Sólo Carlos asumía esa responsabilidad.
Acto seguido, el 29 de junio del mismo año, don Carlos lanza,
finalmente, su primer manifiesto desde Viareggio, mediante el que
se presenta como pretendiente al trono de España46.
En primer lugar, justifica dicho acto: “No respondería a los de-
beres que me imponen mi ascendencia familiar y mi condición de
príncipe, si en estos momentos de inquietud y de preocupación por
el porvenir, no dirigiera a los míos, a los legitimistas y a todos los
buenos españoles unas palabras de aliento y de esperanza que salen
del fondo de mi alma, obedeciendo a una convicción firmísima,
consciente, como nunca, de mis responsabilidades”.
Después, un mensaje de tranquilidad al régimen: “Quizás de-
biera permanecer en silencio ante las circunstancias en que el Ge-
neralísimo Franco tiene que hacer frente a tantos peligros como ro-
dean la Patria”.
A continuación, una andanada encubierta a don Juan: “Pero
cuando otros se agitan y apremian, pretendiendo restauraciones,
que no serán jamás sin la enérgica y viril protesta carlista, mi silen-
cio pudiera ser juzgado como deserción; y ante esta posibilidad y
aquellas pretensiones, debo, como representante de la Dinastía Le-
gítima, alzar mi voz para hacer presente que no se ha extinguido la
Raza familiar a que tengo la honra de pertenecer, ni ha sido ganada
por la comodidad ni por la cobardía”.
Luego, una fraseología del agrado franquista: “La misión del
carlismo no está acabada ni cumplida. Por el contrario, cada vez se
ven más claros los horizontes de su porvenir. Si se atiende a su ac-
tuación, siempre heróica y preciosa, como valladar de la revolución
liberal o marxista, no puede desconocerse que ésta se haya constan-
temente en acecho para aprovecharse de todo, a fin de levantar su

Manifiesto de Carlos VIII a los españoles, 29 de junio de 1943. Archivo del au-
46

tor.

56
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

cabeza monstruosa, sin importarle las calamidades que la Patria su-


fra. De ahí que nadie pueda considerarse tranquilo, ni mirar el por-
venir confiadamente, sólo porque en el interior se haya acabado de
ganar una victoria sobre el heterogéneo conglomerado de las fuer-
zas del mal”.
Por último, su plena identificación con la doctrina tradiciona-
lista: “De mí tengo que decir, al recibir los derechos de legitimi-
dad monárquica que me transmite mi Madre, conforme a la ley
sucesoria vigente en el reino, que aspiro a ser digno del honor
que me confiere esta herencia y juro mantener los principios del
programa de gobierno de mis augustos antecesores, los reyes de
la dinastía carlista. No necesito yo hacer otra declaración al sus-
cribir, como suscribo, cuanto aquellos proclamaron y defendie-
ron con insuperable tesón sacrificándolo todo. Sé que al abrazar-
me a esta bandera que tremolaré hasta la muerte, elijo el camino
de los sacrificios constantemente erizado de espinas y rodeado de
enemigos. Pero ese es mi deber, y el deber dignifica, ennoblece y
justifica el propio vivir. Y sé también que la Tradición española
que recibe su fuerza y vigor de la fé católica y que es alma, que
no muda ni muere, de la Patria, no desaparecerá jamás mientras
España exista”.
La verdad es que el manifiesto inaugural de su mandato era
muy flojito. Algunas frases emotivas para tocar la sensibilidad de
los carlistas (“enérgica y viril protesta”, “no se ha extinguido la
Raza familiar a que tengo la honra de pertenecer, ni ha sido ganada
por la comodidad ni por la cobardía”, “elijo el camino de los sacri-
ficios constantemente erizado de espinas y rodeado de enemigos”,
“el deber ennoblece, dignifica y justifica el propio vivir”), los sem-
piternos tópicos de costumbre ( el carlismo “valladar de la revolu-
ción liberal o marxista”, “nadie puede considerarse tranquilo, ni mi-
rar el porvenir confiadamente”, “la misión del carlismo no está aca-
bada ni cumplida”), y poco, o nada , más.
No obstante, el mordaz periodista Emilio Romero ha emitido
un benévolo juicio sobre esta primera proclama del archiduque Car-
los, que, según su opinión, “tenía la frescura del idealismo de aque-
57
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

llas emociones de entonces”47.


De cualquier forma, hay que ser conscientes de lo que se podía
decir en aquella época. Lo importante para los partidarios del archi-
duque Carlos era transmitir que allí estaba un nieto de Carlos VII.
Y eso se hizo.

UN NUEVO PRETENDIENTE

Desde 1943 ya tenemos un pretendiente carlista, que se sitúa en


la parrilla de salida para la carrera hacia el trono de España.
Franco, necesitado de dar credibilidad a la incipiente fachada
monárquica de su régimen, no duda en autorizar la venida a Espa-
ña del nieto de Carlos VII, contrariamente a la actitud mantenida
con don Javier, a quien pondría todas las trabas imaginables.
El archiduque Carlos, desde Barcelona, donde fija su residencia,
irrumpe con buen pie en la escena política española. Contaba 34
años, estaba casado, tenía una hija y posibilidades ciertas de aumen-
tar su descendencia, era prudente, reflexivo, de trato afable, educa-
do y generoso (“un corazón de oro”, a decir de los que lo conocie-
ron). En fin, puede decirse que don Carlos reunía no pocas cualida-
des personales para lanzarse a la siempre incierta aventura de con-
quistar un trono.
Su matrimonio con Christa Satzger von Balvanyos (hija de Ge-
za Satzger von Balvanyos y de María Alejandrina Friedmann), na-
cida en Viena el 4 de diciembre de 1914, no le reportaría, cierta-
mente, mucha ayuda a su causa. Esta unión no había sido del gusto
de doña Blanca, quien consciente de las espectativas que se estaban
creando en torno a su hijo, hubiese preferido que “Carlitos” se hu-
biera casado con una princesa.
Sin embargo, razones del corazón, el archiduque se enamoró
perdidamente de esta bellísima señorita, perteneciente a una fami-
lia originaria de la alta sociedad de Budapest, que no tenía ni una

Emilio Romero, “Papeles reservados”, vol. II. Esplugues de Llobregat, 1986,


47

pág. 22.

58
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

gota de sangre real. Don Carlos, nacido, como ella, un 4 de diciem-


bre, pero cinco años antes, debió pensar que era su media naranja,
y contra viento y marea decidió llevarla al altar.
Román Oyarzun cuenta que doña Blanca, un día, llevó a su hi-
jo Carlos “a una finca o castillo de los duques de Eu, que tenían
tres hijas de sangre real, para hacerle olvidar a su novia e inclinar-
le por una de las tres hijas de los duques, pero todo fue inútil. Pasa-
da la noche en el castillo, durante el desayuno, Carlitos le dijo a su
madre: ‘Mamá, el coche está listo, ¿cuándo volvemos a Viena ?’. Y
así terminó aquella tentativa de doña Blanca”48.
Otra intentona de noviazgo principesco fue el hipotético idilio
del archiduque Carlos con la princesa Felipa de Braganza, herma-
na de don Duarte, idilio que de haber tenido éxito hubiera decidido
el pleito carlista a favor de don Carlos, según sus partidarios, debi-
do al apoyo que, supuestamente, prestaría doña María de las Nieves
a dicho enlace.
Finalmente, el 8 de mayo de 1938, en la catedral de San Este-
ban de Viena, Carlos y Christa se convirtieron en marido y mujer.
Fruto de esta unión vinieron al mundo dos hijas: Alejandra-Blanca,
nacida en la Tenuta Reale de Viareggio, el 20 de enero de 1941, y
María Inmaculada, nacida el 3 de julio de 1945, cuando ya la pare-
ja se encontraba viviendo en Barcelona. Y ningún varón.
Parece ser que Christa, desde un principio, encontraba un poco
asfixiante la atmósfera que rodeaba a su marido. El carlismo le ago-
biaba. Ella estaba acostumbrada a desenvolverse en una sociedad
mucho más abierta y cosmopolita que la España de los años 40.
A fines de junio de 1949, Christa tomó un avión rumbo a Sui-
za y salió de Barcelona para no volver más al domicilio conyugal.
Don Carlos acudió a acompañarla, en unión de Alejandra e Inma-
culada, hasta la escalerilla del avión. El pasaporte obtenido por Ch-
rista iba expedido con el nombre de soltera, pues así tendría, según
ella, mayor facilidad para obtener los visados. “Mi opinión –escri-
bía don Carlos el 4 de marzo de ese mismo año a Cora y Lira- es
Román Oyarzun. “Pretendientes al trono de España”. Editorial Juventud,
48

Barcelona, 1965. pág.12.


59
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

que son otros motivos los que la impulsan”.


Antes de finalizar 1949, Christa presenta demanda de separación
matrimonial ante un juzgado de Barcelona, y en diciembre de 1950
un tribunal de Reno (Nevada, USA) dicta sentencia de divorcio.
El 20 de diciembre de ese mismo año, Christa contrae en Wa-
terbury, Connecticut (USA), nuevas nupcias con Jyörgy Sandor,
pianista, con el que en 1951 tuvo el hijo varón, Miguel, que el des-
tino le había negado engendrar con el archiduque Carlos.
Jyörgy y Christa viven felices en Nueva York, cargados de años
y de recuerdos. Don Carlos permaneció, hasta su muerte, solitario y
enamorado de “una mujer piadosa y buena”, como él mismo descri-
bió a su esposa en su primer manifiesto. Su propia madre, doña Blan-
ca, le había deseado un “largo y pacífico reinado compartido por tu
buena y amada esposa”49. Pero Christa no soportó la presión política
y social de la España de la postguerra y decidió cambiar de aires.
Don Carlos intentaría la nulidad matrimonial ante el Tribunal
Eclesiástico de Barcelona, que, a causa de la prematura muerte del
archiduque, no tuvo oportunidad de dictar sentencia.
Doña Alejandra, la hija del archiduque Carlos, me confesó en
cierta ocasión: “Mis padres se separaron, posiblemente, por los pro-
blemas de una sociedad tan cerrada como la española. Ellos vivie-
ron antes en Austria e Italia. Mi madre me contó que, en el norte de
España, cuando iban a la iglesia, el monaguillo pellizcaba las pier-
nas de las mujeres para comprobar si llevaban medias puestas”50. La
vida en la España de los años 40 no debía resultar nada fácil para
alguien que se había educado “a la europea”.
Con anterioridad a fijar su residencia en Barcelona, el archi-
duque pasó una breve estancia en Andorra, donde se había traslada-
do procedente de Viareggio, lugar en el que entonces vivía ocupán-
dose de la gestión de las propiedades familiares.
49
“Declaración ante notario de doña Blanca de Borbón de 12 de noviembre de
1945, confirmando la transmisión de sus derechos sucesorios, como hija primogé-
nita de Carlos VII, a su hijo Carlos”. Archivo del autor.
50
Alejandra de Habsburgo-Lorena, conversación con el autor, 28 de marzo de
1996, Barcelona ( cafetería “El Paraguas”).

60
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

La Ciudad Condal supuso para don Carlos un reencuentro,


pues en ella, como se ha dicho en otro capítulo, se habían refugia-
do sus padres tras la huida de Viena al derrumbarse el imperio aus-
tro-húngaro. Aquí estudió el bachillerato en las Escuelas Pías de Sa-
rriá, y comenzó la carrera de Ingeniero Industrial, la cual termina-
ría en Viena. Siendo alumno de los escolapios, había ingresado en
las Juventudes Carlistas, de las que llegó a ser su Abanderado.
Al advenimiento de la República en 1931, fue el único hijo de
doña Blanca que decidió quedarse en Barcelona, cuando a penas
contaba 21 años.
El 10 de agosto de 1932, día del fracasado golpe del General
Sanjurjo, se vió envuelto en un alboroto que lo conduciría a la cár-
cel. Había salido aquel día, a la caída de la tarde, como acostumbra-
ba, para cenar en un céntrico bar barcelonés. Iba solo en su coche.
Un coche que en sus portezuelas tenía grabados el escudo y la coro-
na real de España. Alguien de un grupo de manifestantes, que se ha-
bían echado a la calle vitoreando a la República, repara en aquel es-
cudo y en aquella corona. Y entonces, los integrantes de dicho gru-
po, gritando y profiriendo insultos contra el propietario del coche,
comenzaron a golpearlo, intentando su destrucción. Don Carlos, al
escuchar el ruido, salió de aquel céntrico establecimiento situado en
las Ramblas para defender lo que le pertenecía. Las voces y las ame-
nazas subieron de tono, pero nadie agredió de obra a don Carlos. An-
te tanto alboroto, la Guardia de Asalto, presente en las inmediacio-
nes, detuvo al archiduque, conduciéndolo primero a comisaría y a la
cárcel Modelo, después, donde permaneció una semana, al cabo de
la cual, gracias a diferentes gestiones diplomáticas, obtiene la liber-
tad, aunque hubo de salir de España y abonar una fuerte multa51.
Ha sido Cora y Lira quien nos ha dejado este minucioso re-
lato sobre el episodio de la prisión de don Carlos, que contradice
la versión de Juan Balansó cuando afirma que el archiduque “al
advenimiento de la Segunda República española se paseaba te-

Jesús de Cora y Lira, “El primer ex-cautivo”. Boletín carlista “!VOLVERÉ!”,


51

Madrid, 25 de mayo de 1952.

61
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

merariamente por la barcelonesa plaza de Cataluña con una ban-


dera bicolor”52.
Todo se mira con lupa y todo depende del color del cristal con
que se mira. Este incidente le valió a don Carlos que los partidarios
de don Javier le achacaran simpatías hacia Alfonso XIII.
Pero la verdad histórica es más prosáica. El símbolo real (coro-
na), que llevaba el vehículo de don Carlos, era el emblema del Real
Automóvil Club, del que era socio. No se trataba, pues ni de un
añorante monárquico alfonsino ni de un provocador. El propio don
Carlos contó esta versión a su hija Alejandra53.
De regreso a Viena, ingresa en las milicias del conservador
canciller Dollfus y participa, en 1934, en las refriegas callejeras
contra los grupos comunistas y socialistas. La conducta del archi-
duque recibiría los elogios de don Alfonso Carlos. “Bien orgullo-
sa puede estar mi sobrina Blanca –escribió- pues sus hijos, con un
grupo, pudieron limpiar la Karlplatz de enemigos, quedando mi
barrio libre de las fieras rojas”54.
Después de haber vivido en la capital de Austria durante unos
años, observando de cerca la “movida” organizada por la sucesión
del anciano rey carlista, don Carlos vuelve al principio de los años
40 a Viareggio para regresar, al poco tiempo, a Barcelona. En
1943 comenzaba la etapa más apasionante de su vida.

52
Juan Balansó, “Las Perlas de la Corona”. Editorial Plaza § Janés, Barcelona,
1997, pág. 204. Resulta extraño este tipo de errores en un autor tan bien docu-
mentado como Balansó, quien vuelve a errar en este mismo relato cuando, esca-
sas líneas antes, afirma, confundiendo tío y sobrina, que don Alfonso Carlos y do-
ña Blanca eran hermanos.
53
Conversación de doña Alejandra de Habsburgo-Lorena con el autor. Barcelona,
25 de octubre del 2.000.
54
Jaime Fernández, “Cartas a un Tradicionalista”. Sin pie de edición ni localidad.
1951, pág. 8.
Don Alfonso Carlos admiraba al canciller Dollfuss, acudiendo con su esposa “y
todos los de casa” a sus mítines. “Expuso las mismas ideas que Mella pregona-
ba en España, tan católicas, tan buenas”, escribió en cierta ocasión.

62
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

MAQUILLAJE JURÍDICO: LOS ARGUMENTOS DE LIZARZA

El pretendiente estaba lanzado a la carrera. Pero había que pre-


sentarlo en un buen embalaje.
Si hacía su aparición en la escena política como producto del
legitimismo histórico, habría que cuidar esmerada y escrupulosa-
mente los aspectos jurídicos de su candidatura, que, ciertamente,
hacían agua en algunos puntos esenciales (primogenitura, matrimo-
nio morganático…).
Ninguna obra sistemática y estructurada sobre los derechos del
archiduque Carlos había sido publicada desde “El futuro Caudillo
de la Tradición Española”, escrita por don Jesús de Cora y Lira, y
cuya primera edición había visto la luz en Madrid en 1932. Hacía
falta una publicación que saltase a la palestra, presentando de for-
ma actualizada la candidatura carloctavista.
Esta laguna vino a colmarla “La Sucesión Legítima a la Coro-
na de España”, salida de la pluma de un jovencísimo y brillante
abogado, Francisco Javier de Lizarza Inda.
La obra de Lizarza, cuya segunda edición fue publicada en
195155, puede considerarse como el trabajo más documentado y sis-
temático que se ha presentado para defender desde un punto de vis-
ta jurídico la candidatura de don Carlos.
Queriendo resaltar la legitimidad del archiduque, Lizarza exhi-
be el documento entregado por doña Blanca el 12 de noviembre de
1945 ante notario, en el que daba mayor solemnidad al acto cele-
brado ante los próceres carloctavistas dos años antes: “Cúmpleme
confirmar de modo solemne –decía- en aplicación de la ley suceso-
ria de la monarquía española, la transmisión de los derechos a la co-
rona de este reino, a tí, mi muy amado hijo Carlos, pues fallecidos
sin descendencia mi augusto hermano don Jaime y mi augusto tío
don Alfonso Carlos, y por la renuncia y otras circunstancias de mis
hijos varones, a tí te corresponde legítimamente la sucesión”.

Francisco Javier de Lizarza Inda, “La Sucesión Legítima a la Corona de Espa-


55

ña”. Editorial Gómez, Pamplona, 1951, segunda edición.

63
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

No es de sorprender esta confirmación del traspaso de derechos


de doña Blanca, producida dos años después de que don Carlos lan-
zase su primer manifiesto y viniese ya actuando como pretendiente
carlista. La decisión tomada en 1943 se efectuó sin solemnidad al-
guna, y convenía cuidar adecuadamente las formas. La declaración
depositada ante notario tenía la virtualidad de probar, de manera fe-
haciente, la voluntad de doña Blanca.
Para poner un poco más de orden y clarificar todo lo posible el
espinoso tema de la exclusión de sus hijos varones, doña Blanca se
preocupó, también, de que éstos renunciasen en favor de Carlos.
Leopoldo y Francisco José lo hicieron ante el cónsul de España en
Nueva York en 1947, y Antonio lo hizo ante el propio don Carlos.
Esta renuncia verbal, a parte de su falta de documentación, dejaba
aparcado el peliagudo asunto de los derechos sucesorios de los ar-
chiduques Esteban y Domingo, hijos legítimos de Antonio e Ileana,
que contaban 15 y 10 años respectivamente, y que no tenían edad
para renunciar en nombre propio56.
Francisco Javier de Lizarza considera esto un tema menor y lo
despacha con una simple nota a pie de página: “Recordar hoy con
propósitos bastardos los derechos de los hijos de don Antón es an-
tijurídico”. Con propósitos bastardos, o no, esta era una cuestión
delicada que fue tratada muy a la ligera por los seguidores de don
Carlos. Lo antijurídico no sería recordar la existencia de unos even-
tuales herederos de mejor derecho genealógico, sino más bien piso-
tear, ignorándolos, los derechos preferentes de unos menores de
edad. Consciente de este problema, Francisco Javier de Lizarza in-
tenta arroparlo con una ingeniosa argumentación jurídica: “las re-
nuncias de los padres valen implícitamente por los hijos, que, en
56
El archiduque Leopoldo renunció el 1 de agosto de 1947 ante Bernardo Rolland
y de Miota, Cónsul General de España en Nueva York. Pocos días antes, el archi-
duque Francisco José había renunciado, igualmente, ante el mismo funcionario.
El archiduque Antonio, en cambio, no llegó nunca a formalizar su renuncia por es-
crito, pero sí verbalmente ante don Carlos el 30 de junio de 1948, en Barcelona,
donde se entrevistó con su hermano en el transcurso de una escala del trasatlán-
tico en el que viajaba con su familia hasta Buenos Aires, una vez que se vió obli-
gado a abandonar Rumanía.

64
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

compensación, gozan de la contrafacultad de reivindicar sus dere-


chos”, (…) “las renuncias por los herederos son válidas, en cuanto
éstos, pudiendo reclamar sus prerrogativas, no lo hacen”. Y conclu-
ye: “la renuncia familiar vale porque prescribe”57. El autor pasa so-
bre ascuas en todo este asunto, dejando sin resolver, pese a sus es-
fuerzos, múltiples interrogantes: ¿a partir de qué momento empie-
za a correr la prescripción?, ¿quién notifica sus eventuales derechos
a los interesados?, ¿cuál es el plazo para ejercitar la acción?…
No obstante, su exposición argumental es, en general, pulcra
y muy bien construida.
Primero, expone, según su punto de vista, las reglas de suce-
sión a la corona: descendencia agnaticia de Felipe V, de varón en
varón, según orden de primogenitura, sucediendo la mujer más pró-
xima pariente del último rey reinante, una vez apuradas todas las lí-
neas rectas masculinas, y aplicándose después a ella la sucesión ag-
naticia como cabeza de línea.
A continuación, consigna las diferentes ramas de la casa de
Borbón, que, a su juicio, deben considerarse exluidas de la sucesión
legítima:
a) la rama de los usurpadores y su descendencia,
b) la rama, o ramas, de los que han reconocido a los usurpa-
dores,
c) la rama, o ramas, de los príncipes “vinculados a Francia”.
Por usurpadores, o haber reconocido a los usurpadores, Fran-
cisco Javier de Lizarza excluye a todos los integrantes de la rama
de Francisco de Paula, hijo de Carlos IV (sub-rama de Francisco de
Asís y sub-rama de Borbón-Castellví), a los de la rama de los Bor-
bones de las Dos Sicilias y Borbones-Braganza, y a los de la sub-
rama de don Elías de Borbón Parma.
Como príncipes “vinculados a Francia”, excluye al resto de los
príncipes Borbon Parma. Para ello echa manos, ¡nada menos!, que
del impedimento de la ley IV del título I del libro III de la Novísi-
ma Recopilación, que prohibe la sucesión en España de los prínci-

57
Francisco Javier de Lizarza Inda, “La Sucesión Legítima…”, op. cit., pág. 69.

65
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

pes descendientes del matrimonio de doña Ana de Austria con Luis


XIII de Francia. Esta exclusión “no alcanza –nos aclara el autor- a
la estricta familia reinante en España (…) por suponer que lo con-
trario sería absurdo”.
¿Y la regencia?, ¿cómo se logra excluir a la regencia, la institu-
ción que dejó establecida don Alfonso Carlos para velar por la pure-
za del principio dinástico? La regencia, concluye Francisco Javier de
Lizarza, fue una institución provisional con carácter eventual. Al de-
jar transcurrir el tiempo sin resolver el mandato que se le otorgó, don
Javier se ilegitimó en su ejercicio. La regencia caducó. Además, los
carloctavistas sostenían que si don Alfonso Carlos hubiera tenido la
facultad de nombrar sucesor, la lógica más rigurosa les obligaría a
aceptar que también Fernando VII tuvo el mismo derecho y, por lo
tanto, toda la tesis carlista de la legitimidad caería por tierra.

EL CONTRAATAQUE DE FERNANDO POLO

Fernando Polo, el partidario de don Javier que más a fondo y


con más rigor ha estudiado el tema de la sucesión de don Alfonso
Carlos58, se ocupó, igualmente, de analizar los eventuales derechos
de doña Blanca y sus hijos, resolviendo la cuestión de modo similar
a Francisco Javier de Lizarza, pero en sentido inverso. La casa de
Habsburgo, decía Polo, está exluida del trono español por Felipe V
a causa de “su rebelión, traición y usurpación frustrada”. Doña Blan-
ca, casada con un Habsburgo, no podía transmitir ningún derecho a
sus hijos. Para Polo el legítimo heredero de don Alfonso Carlos no
era otro que el príncipe don Javier, descendiente de Felipe V de va-
rón en varón, que había permanecido fiel a a la dinastía legítima.
Francisco Javier de Lizarza, rebatiendo a Fernando Polo, se
pregunta dónde está la ley de exclusión de la casa de Austria, ya
que, pese a la infinidad de veces en que es citada, ni Polo la pre-
senta, ni él la ha podido encontrar en la Novísima Recopilación ni
en parte alguna.
58
Fernando Polo, “¿Quién es el Rey?”. Editorial Tradicionalista, 1949.

66
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

En cualquier caso, aún suponiendo que la ley existiese, y que


rigiese entonces, Francisco Javier de Lizarza sostiene que no podía
afectar a don Carlos, “pues él sucedía por Borbón y no por Austria”.
De entre los nietos de Carlos VII, Fernando Polo únicamente
salvaba de la hoguera de la exclusión dinástica, reconociéndole
eventuales derechos sucesorios, al príncipe Carlos Leopoldo de
Shönburg-Waldenburg y Borbón, hijo del matrimonio “igual”,
pronto anulado canónicamente, celebrado entre la infanta doña Ali-
cia y el príncipe Federico de Shönburg-Waldenburg. El príncipe
Carlos Leopoldo había nacido el 2 de junio de 1902, y se había ca-
sado en Roma en 1928 con Ornella Ravaschieri Fieschi, matrimo-
nio que, también, fue anulado canónicamente y del que no hubo
descendencia. Carlos Leopoldo volvió a contraer un segundo matri-
monio con Varaiterai A Neti, natural de la Polinesia francesa, de la
que tuvo una hija (Marewa) y dos hijos (Vetea y Teva). Pese a las
buenas intenciones y facilidades dadas por Polo, este príncipe nun-
ca se ha tomado el menor interés por los asuntos carlistas.
Aunque hoy día puedan hacernos sonreir las alambicadas dis-
quisiciones para defender determinados planteamientos dinásticos,
en aquellos momentos había que saltar a la palestra bien arropado
con argumentos jurídicos. Si además de los 30 años y la sangre real,
que exigía la franquista ley de Sucesión a la Jefatura del Estado, se
tenían otras cualidades a favor, tanto mejor. Lo que abunda, no ha-
ce daño. Don Carlos de Habsburgo, para contento de sus partida-
rios, también podía exhibir “fundados dictámenes jurídicos”, que le
señalaban, según ellos, como el príncipe de mejor derecho.

67
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

ACTIVISMO CARLOCTAVISTA: CONTRA LA REGENCIA

Cuando el archiduque Carlos decide en 1943 pasar sin ambajes


a la lucha política, nombra secretario general al combativo y leal
desde los primeros momentos don Jesús de Cora y Lira, que ya en
aquella época ostentaba el grado de general auditor de la Armada,
persona en consecuencia bien relacionada en los círculos oficiales.
La causa de don Carlos es sostenida a nivel de prensa por di-
versas publicaciones periódicas (“Boletín Carlista” , “¡Volveré!”,
“¡Firmes!” y “Requetés de Cataluña”, principalmente), así como
por una serie de hojas y folletos puntuales, que hacían referencia a
acontecimientos precisos de la vida política del país.
En sus publicaciones no olvidan los ataques tanto al conde de
Barcelona como al regente don Javier. Este era el blanco predilec-
to de los carloctavistas, quienes responsabilizaban al regente del
apartamiento dinástico de don Carlos, y al que tildaban, por usar
sus mismas palabras, de “fundamentalmente francés59.
Con el régimen se muestran complacientes. Durante una etapa,
en las cabeceras de sus publicaciones podía leerse “Viva Franco y
Carlos VIII”.
Fue el sacerdote de San Sebastián, don Enrique Anabitarte,
amigo personal de Cora y Lira, quien tuvo la idea de iniciar con es-
ta frase la cabecera de la propaganda carloctavista. La frase en
cuestión, no del gusto de todos los seguidores de don Carlos, termi-
naría quitándose.
En cualquier caso, los carloctavistas se ofrecían como una so-
lución monárquica, posibilitando una futura salida del franquismo,
que no podría perpetuarse “sine die” en una fórmula de gobierno
personal. En los sitios donde su implantación era mayor, participa-
ban activamente en las instituciones, como era el caso de Cataluña
y Navarra, regiones en las que los carloctavistas ocuparon diversas

"Boletín Carlista", septiembre-octubre de 1950, n° 61, pág. 2.


59

Mensaje de don Javier de Borbón Parma de 29 de junio de 1945. Archivo del au-
60

tor.

68
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

alcaldías y puestos de concejales en diferentes ciudades. También


algunos procuradores en Cortes serían de tendencia carloctavista.
Aunque las masas carlistas estaban deseosas de aclamar a un
rey, como era su costumbre, don Javier y su Jefe Delegado, don
Manuel Fal Conde, insistían en aquellos años en la regencia “nacio-
nal y legítima como única fórmula de unión de los españoles”60, res-
tando con certeza efectivos a don Carlos.
La política de la regencia exasperaba al carloctavismo. En una
carta abierta, atribuida a Ramón Solsona Cardona, dirigida a Fal
Conde, se argumentaba que “las coronas no se discuten en un plei-
to dinástico ni las disciernen los tribunales de justicia, (sino que)
son los pueblos los que reconocen y aceptan el derecho del rey”.
“El pueblo carlista –añadía- puede proclamar, reconocer y aceptar
monarca suyo, sin participación alguna del príncipe don Javier
Borbón de Parma y sin preocupación de la Regencia, (pues) el car-
lista, señor Fal Conde, entre un nieto de Carlos VII, que dice YO
SOY EL REY, y usted, que le niega esa jerarquía y se rebela contra
él, se pondrá siempre del lado de don Carlos, del lado del rey, por
muy sabio y prudente que usted sea y por muchos que fueren los Fal
Condes que en el mundo hubiere”61.
Román Oyarzun, que había sido secretario del rey don Jaime,
criticaba, también, abiertamente a la regencia en un folleto que pu-
blicó en 1945: “Llevamos más de nueve años sin designar preten-
diente…Ello encierra una gran responsabilidad para el regente y su
delegado, quienes en conciencia no pueden seguir inhibiéndose”.
Y en 1946, un grupo de 43 carlistas navarros dirige a don Javier
una carta, nada cortés, en la que le conminaba a concluir el periodo
de regencia lo antes posible, reprochándole de forma insultante su na-
cionalidad: “¿Cómo un príncipe extranjero, justificadísimo para la
misión interna y concreta que se le confió, podría convertirse en go-

Carta, sin fecha, atribuida a don Ramón Solsona Cardona, respondiendo a una
61

de don Manuel Fal Conde de 1 de agosto de 1943, reproducida por Emilio Rome-
ro, "Papeles reservados", vol.II, 1986, pág. 76.
También se hace eco de ella Manuel de Santa Cruz, "Apuntes y documentos para
la historia del Tradicionalismo español, 1939-1966", tomo V, 1943, pág. 41.

69
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

bernante español y obtener la amplia confianza nacional que siempre


ha radicado o en la auténtica representación de una estirpe dinástica
consustancial con la Patria, o en hombres singulares que le hayan
prestado servicios inolvidables?…Para actuar con eficacia en el pre-
sente y en el futuro, la Comunión necesita saber quién es su rey”62.
Los partidarios de don Carlos pensaban que de este acoso a la
regencia ellos serían los principales beneficiarios.

DON CARLOS EN ESPAÑA

El primero de marzo de 1943, como ya se ha dicho, entra en Es-


paña el archiduque Carlos, acompañado de su familia. A las 12 del
mediodía llegaba a Port Bou el tren en el que viajaban el archidu-
que, su esposa Christa, su hija Alejandra, su madre doña Blanca y
su hermana doña Dolores. El tren había salido de Génova el 27 de
febrero, habiendo efectuado una parada en Marsella de doce horas.
En el elegante hotel Ritz de Barcelona, cuya factura pagarían
sus partidarios con dificultad, don Carlos recibe el homenaje y ad-
hesión de distintas personalidades y comisiones carloctavistas de
diferentes puntos de España. Durante su breve estancia (a los pocos
días se trasladó a vivir a Andorra, donde pasará una corta tempora-
da para regresar de nuevo a Viareggio), disfrutó de plena libertad de
movimientos sin restricción alguna. Los meses siguientes Cora y
Lira realiza frecuentes visitas a “El Pardo”, entrevistándose con
Muñoz Aguilar, por aquel entonces Jefe de la Casa Civil del Caudi-
llo, al que informaba de sus planes de promocionar en España la
candidatura del archiduque. Estos contactos también se manten-
drían con los falangistas Arrese y Valdés Larrañaga.
La política de colaboración brindada al régimen no era una
cuestión unilateral de Cora y Lira, sino que estaba “aprobada por el
Señor, a quien informé ampliamente de todo”, según manifestaba a
Juan Fernández en carta de 19 de mayo de 1943. “Lo que hace fal-
62
Archivo del autor.

70
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

ta –continuaba- es que el partido carlista se agrupe alrededor del


Archiduque y se organice bajo el grito de guerra que hoy debe ser
‘Franco y Carlos VIII’”63.
El 29 de junio de 1943, don Carlos, como ya se ha dicho, lan-
za desde Viareggio su primer manifiesto, en el que juraba mantener
los principios y programa de gobierno de sus antecesores, los reyes
de la dinastía carlista. Por encargo del archiduque, Cora y Lira in-
forma, mediante carta de 23 de julio, a don Manuel Fal Conde del
paso que se había dado. Éste, como un resorte, salta de inmediato y
el 1 de agosto declara apartados de la Comunión a los seguidores
de don Carlos.
Pese al anatema de Fal Conde, ese verano se da amplia difusión
al manifiesto del archiduque Carlos, multiplicando Cora sus viajes
por las distintas provincias con el fin de dar a conocer su figura.
El partido carloctavista se organiza, poco a poco, en aras a la
mayor eficacia política. El 15 de diciembre de 1943 se constituye
un Consejo General, integrado por los jefes regionales y provincia-
les, ex-diputados y ex-senadores a Cortes y personalidades de pres-
tigio. En esa misma fecha, también quedó constituido el Consejo
Político Nacional de las Juventudes Carlistas.
En el mes de marzo de 1944 se produce la trascendental deci-
sión de que don Carlos y su familia se trasladen a vivir, de forma
permanente, más cerca de sus partidarios. Procedentes de Italia, el
archiduque y los suyos llegan, de nuevo, a Barcelona, y tras perma-
necer en esta ciudad, otra vez, escasos días se vuelven a establecer
en Andorra.
Queriendo ayudar al Caudillo en el bloqueo exterior a que fue
sometido el régimen, lanza el 7 de abril, Viernes Santo, de ese mis-
mo año 1944 una proclama a sus partidarios en la que manifiesta
que “sólo un país con regiones fuertes y unido puede hacer frente a
los problemas internacionales.”
Desde Andorra, el archiduque sigue de cerca las actividades de

Aurora Villanueva, "El Carlismo navarro durante el primer franquismo: 1937-


63

1951". Editorial Actas, Madrid, 1998, pág. 190.

71
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

su partido, al que continúa organizando según las circunstancias del


momento: constitución de una Junta a nivel central y Consejos ase-
sores y Juntas colaboradoras a nivel regional y provincial. A los po-
cos meses, el archiduque decide trasladar, definitivamente, su resi-
dencia a la Ciudad Condal, lo que acentúa, más aún, la proximidad
y el contacto con sus seguidores.
La libertad de movimientos de don Carlos seguía siendo total.
El 29 de septiembre de 1944 realizó una visita a Pamplona, acom-
pañado de su esposa, Christa, e hija, Alejandra (Inmaculada aún no
había nacido), que externamente parecía, aunque no lo fuese, una
visita “oficial”. Nicasio Larraya, en su casa señorial estilo navarro
de Cizur Mayor, próxima a la capital, ofreció una recepción por to-
do lo alto. El conde de Rodezno, tan juanista, escribió hecho una
fiera al ministro de la Gobernación, Blas Pérez González, por el
“desconcertante espectáculo” dado por las “jerarquías más califica-
das y oficiales de Falange y las autoridades representativas del Go-
bierno”, al pasear “por las ciudades y villas de esta tierra a un ar-
chiduque austríaco, al que han titulado Carlos VIII, y a su esposa,
adornando los pueblos con pescalinas, atronando con cohetes y pól-
vora, y organizando claques que gritasen ¡Viva el rey legítimo!”64.
La idea de don Carlos era ir calando en la opinión pública en
general y entre la clase dirigente en particular. No pretende tanto
provocar nuevas adhesiones masivas, como no provocar rechazos
ni bloqueos. Pensaba que, una vez conocido por todos los españo-
les y aceptado por “las fuerzas vivas”, Franco le facilitaría el acce-
so al trono. Muy ilustrativa a este respecto es la carta que el 12 de
agosto de 1945 dirige a Jaime del Burgo, manifestándose a favor de
poder contar con personalidades de prestigio, aunque actuando con
la máxima prudencia, “pues no nos conviene que grupos formados
se pasen en bloque”, ya que “lo que interesa es captar figuras y ga-
narnos la simpatía de la masa”. Su posición, en todo caso, no admi-
tía dudas: “Nosotros estamos con Franco y apoyamos su política
salvadora en estos tiempos de quebraderos de cabeza”.

64
Aurora Villanueva, "El carlismo navarro…", op. cit., pág. 224.

72
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

La táctica carloctavista era bien clara. Había que introducirse


en el Movimiento para convertirse en los herederos institucionales
del franquismo. La monarquía de la que Franco hablaba tendría que
ser la carlista y don Carlos de Habsburgo su titular.

DON CARLOS Y LA UNIDAD DE LOS CARLISTAS

El 10 de marzo de 1944, don Antonio de Lizarza Iribarren ha-


bía ofrecido al archiduque la “sincera devoción de quien, por tra-
dición familiar, estuvo a la vanguardia de todos los combates por
Dios, por la Patria y el Rey”. Don Carlos, a renglón seguido, agra-
dece el ofrecimiento y le da una consigna a quien, con el transcur-
so de los años, será un importante puntal de su causa 65: “Te encar-
go la máxima acción proselitista que deje a un lado resentimien-
tos y diferencias personales. Ten siempre presente que Yo a todos
llamo, aún a los que se dicen mis enemigos, porque la Patria es lo
primero”66.
Esta preocupación por la unión entre todos los carlistas carac-
terizó siempre la actitud del archiduque, pese a los ataques de que
fue objeto. En carta de 26 de octubre de 1944 dirigida a Emilio
Deán Berro, fiel partidario suyo desde los primeros momentos, se
lamentaba don Carlos con amargura de una insidiosa campaña rea-
lizada en Navarra contra su persona y su causa: “No es posible con-
testar a todos y cada uno de los infundios que se propalan por nues-
tros enemigos, siendo lamentable que personas de buena fe los ad-
mitan con grave daño para nuestra Comunión (…) He de hacer re-
saltar que en Mi manifiesto de 29 de junio de 1943 juré mantener

65
Antonio de Lizarza Iribarren (1891-1974), Delegado regional de Requetés de Na-
varra (5 de septiembre de 1934), tuvo una activa intervención en los preparativos
del Alzamiento Nacional. Funcionario de carrera de la Diputación Foral de Na-
varra, se reintegró a la vida civil al concluir la guerra. El 12 de mayo de 1947 fue
nombrado por Carlos VIII Jefe regional carlista de Navarra, cargo en el que se-
ría confirmado el 12 de octubre de 1953.
66
Manuel de Santa Cruz, "Apuntes y documentos…", op.cit., tomo VI, 1944, pág.
129 a 131.

73
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

los principios y el programa de gobierno de mis augustos antepasa-


dos de la Dinastía Carlista. Nadie puede proclamar sin inferirme la
gravísima injuria de suponerme perjuro, que yo pueda admitir otros
principios que los que con integridad defendieron mis egregios an-
tepasados. Seré Rey tradicional o no seré Rey…”67.

ALTERCADOS CON LA REGENCIA

Los comienzos políticos del carloctavismo fueron combativos.


Si se quería crear posibilidades de futuro, se tendría que monopoli-
zar el espacio carlista sin compartirlo con nadie.
Por eso, cuando los partidarios de don Javier, queriendo mos-
trar su fuerza, organizan en Pamplona un masivo acto en su favor
el 3 de diciembre de 1945 ante las puertas del Círculo Carlista, si-
tuado en la céntrica plaza del Castillo, los carloctavistas intentan
por todos los medios el fracaso de la convocatoria. A tal fin, sema-
nas antes recorren las diversas merindades, solicitando de los car-
listas que se abstengan de acudir a la capital navarra. Con osadía,
no exenta de riesgo, el día de la convocatoria el carloctavista Máxi-
mo de Miguel Martínez revienta, in extremis, el acto profiriendo
provocadores gritos contra Fal Conde y don Javier en el momento
en que, tras el almuerzo, Mauricio de Sivatte dirigía la palabra a los
congregados desde los balcones del círculo, en los que se habían
instalado potentes altavoces. El alboroto que se formó fue mayús-
culo, produciéndose un breve tiroteo, cargas de la policía, diversos
heridos y desbandada general, que terminó con la detención de 103
personas, la mayoría de ellas puestas en libertad los días siguientes.
El Gobernador Civil, Juan Junquera, que no había autorizado el ac-
to, decidió el cierre del centro carlista durante varios años68.
La actitud del archiduque Carlos, respecto de este tipo de com-
67
Carta de Carlos VIII a Emilio Deán Berro de 26 de octubre de 1944. Archivo de
Mario Deán Guelbenzu.
68
El último "combate" entre javieristas y partidarios de don Carlos lo protagoni-
zaría en solitario, de forma quijotesca, Amadeo Marco , un carloctavista al servi-
cio del régimen franquista, que se enquistó en la Diputación Foral de Navarra,
74
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

portamiento de sus partidarios, siempre fue de desaprobación. Sus


consejos iban una y otra vez dirigidos, como ya se ha dicho, a evi-
tar toda clase de enfrentamientos en una inteligente táctica de su-
mar el máximo de adhesiones, y guardando siempre un caballeroso
respeto hacia los dirigentes de la regencia.
El comportamiento de don Javier en relación con el archiduque
también fue siempre muy correcto. Sus manifestaciones tanto pú-
blicas como privadas hacia el archiduque fueron cordiales y cariño-
sas, como cordial y afable era don Javier. Tan sólo en una ocasión
perdió los estribos, achacando a Franco el intento de “deshacer el
carlismo catalán (…) permitiendo estancia en Barcelona a este
Príncipe usurpador”, que el régimen sostiene “con medios de pro-
paganda y hacienda” (carta a don José María Cunill Postius de 27
de mayo de 1948).

DON CARLOS APOYA LA LEY DE SUCESIÓN

Cuando Franco decide “maquillar” su régimen autoritario y so-


mete a referendum de la nación, el 6 de julio de 1947, la ley de Su-
cesión a la Jefatura del Estado, el archiduque no duda en apoyar pú-

siendo, !todavía!, en 1977 Vice-presidente de dicha institución. Ese año el carlis-


mo javierista, aún sin legalizar, ocupa el 27 de abril en señal de protesta el salón
de plenos del ente navarro. Amadeo Marco, que llevaba muy adentro su anti-ja-
vierismo, residuo de su pasada militancia carloctavista, sin pensárselo dos veces,
irrumpe en la estancia y con energía exije a los barbudos "ocupas" que salgan de
inmediato: "¡Les conmino a que desalojen el local!…¡Ustedes no tienen autoriza-
ción para estar aquí!…" Los congregados le replicaron con tumultuosos gritos de
"¡fascista, fuera…!, que hicieron mella en el ánimo del Vice-presidente, quien ter-
minaría, muy a pesar suyo, abandonando la sala. Poco después, intentaría de nue-
vo suspender la reunión, pero en esta ocasión los propios asistentes le impidieron
físicamente entrar en el salón foral. Don Amadeo, desaforado y furioso, les grita-
ba amenazante: "¡Ahora mismo llamo a la Policía! ¡Ahora mismo llamo a la Po-
licía!…" Don Amadeo, como era conocido en la Diputación, actuó, en el fondo,
más que por defender la legalidad por ir contra los defensores de la, para él, "su-
plantación dinástica". Sin que nadie lo supiera, acababa de rendir su último ho-
menaje a don Carlos VIII. La revista "Interviu", en su número correspondiente al
5 de mayo de 1977, se hizo eco del altercado.

75
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

blicamente la misma. El 16 de abril, la Comunión Católico-Monár-


quica (carloctavista) había hecho una declaración apoyando este
proyecto, al que consideraba como “un paso más e importantísimo
en el camino de retorno a la Tradición, al declarar que España se
constituye en Reino, al asignar a la monarquía como características
fundamentales lo católico y lo social, y consagrar en su texto la ad-
mirable doctrina cristiana y española, y por cristiana y española car-
lista, de la legitimidad de ejercicio”.
El NO-DO (n°136 A) recogió la escena de la votación en Bar-
celona de don Carlos y su esposa, a las 13:40 horas, en el colegio
electoral n° 11 de la plaza de Federico Soler, siendo recibidos a las
puertas del mismo por el concejal José María Junyens Quintana. El
comentarista del noticiero oficial destacaba el hecho de que habían
regresado de Madrid a las 6 de la mañana de ese mismo día para
participar en el referendum. La prensa, en general, recogió también
ampliamente la noticia. Franco no podría dejar de ser sensible al es-
paldarazo recibido, máxime considerando que don Juan y don Ja-
vier habían manifestado su frontal discrepancia.
Los carloctavistas en sus publicaciones intentaban pasar factura
al régimen por el apoyo brindado. Sin ellos –decían- el referendum
habría fracasado ante la indiferencia más absoluta. Gracias a sus es-
fuerzos –sostenían con evidente exageración- se había logrado el
elevado porcentaje de participación popular, desoyendo las reitera-
das consignas de abstención. Los españoles votaron, según los car-
loctavistas, por Franco (la realidad) y por Carlos VIII (la esperanza).

PUJANZA Y NUEVOS ATAQUES

En todos estos años, tanto el general Cora y Lira como el pro-


pio archiduque recorrían la geografía española, presidiendo “con-
centraciones patrióticas”, que inexcusablemente iban precedidas de
una celebración litúrgica. Eran estos unos actos no exentos de entu-
siasmo y calor popular.
Ante la pujante alza del carloctavismo (el propio Fal Conde re-

76
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

conocía en una carta enviada a don Javier el 15 de noviembre de


1947 que “va consiguiendo importancia el partido de don Carlos”),
los partidarios de la regencia intentan contraatacar como pueden.
En febrero de 1948 se publica y difunde ampliamente un folleto de
43 páginas, “La legitimidad y los legitimistas – Observaciones de
un viejo carlista sobre las pretensiones de un Príncipe al trono de
España”. La publicación sin autor, es atribuida, no obstante, a la
pluma de Melchor Ferrer. El escrito, insultante en algunos párrafos,
califica la causa del archiduque como “farsa carloenchufista que
encubre un carlofascismo de ocasión”. Su línea argumental es la de-
fensa a ultranza de la regencia como institución monárquica nece-
saria para la continuidad dinástica: el regente, que representa al he-
redero indeterminado, es el cauce transmisor de la soberanía69.

FRANCO JUEGA LA CARTA DE JUAN CARLOS

En aquellos años, Carlos VIII, a la sombra del régimen, en con-


diciones de tener todavía descendencia masculina, era a los ojos de
Franco el “pretendiente” idóneo. Por eso, desde el poder se actua-
ba con tolerancia. No se trataba sólo de crear confusión en el pano-
rama monárquico, como algunos afirman. Carlos VIII era contem-
plado como una auténtica solución. Y esto ponía nervioso a los par-
tidarios de las otras opciones monárquicas.
Que el archiduque Carlos fuese contemplado como auténtica
solución, no quería decir que Franco lo contemplase como la “úni-
ca” solución. El Caudillo, excesivamente conservador, sobre todo
cuando de preservar su poder se trataba, no estaba dispuesto a co-
rrer ningún tipo de riesgos. Y por ello también urdía otras eventua-
les soluciones. A más largo plazo, pero, llegado el caso, igualmen-
te efectivas para sus fines.
Cuando el 25 de agosto de 1948 Franco se entrevista con el

"La legitimidad y los legitimistas. Observaciones de un viejo carlista sobre las


69

pretensiones de un Príncipe al trono de España". Anónimo. Editorial La Tradi-


ción. Madrid, febrero, 1948.

77
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

conde de Barcelona con vistas a planificar los estudios del príncipe


Juan Carlos, el carloctavismo se inquieta. Si Juan Carlos viene a
educarse a España, protegido por el Caudillo, es un indicio de un
eventual nombramiento como sucesor, y dada la edad del príncipe
esto entrañaría un largo periodo de permanencia en el poder por
parte de Franco. Por ello, los carloctavistas se emplean a fondo pa-
ra atacar esta hipótesis. “Es imposible la regencia de Franco”, de-
cían. “El infante don Juan Carlos tiene en la actualidad once años.
El artículo noveno de la ley de Sucesión establece que para reinar
debe, el rey, haber cumplido la edad de treinta años. La regencia,
por tanto, duraría diecinueve años. Y, francamente, una interinidad
tan dilatada es harto inconveniente, y aunque deseamos salud y lar-
ga vida al Generalísimo Franco recordamos que en la actualidad
cuenta cincuenta y cinco años de edad y que, humanamente hablan-
do, es difícil que conserve el vigor, las energías y la lucidez hasta
los setenta y cuatro…Franco sabe muy bien que la solución monár-
quica debe ser otra, a plazo muchísimo más corto”70.
La solución carloctavista, según esta tesis, se imponía. Un boletín
de las Juventudes Carlistas, fieles al archiduque, publicaba una nota del
secretario general Cora y Lira, señalando que sin contar con la Comu-
nión Católico-Monárquica no “se puede pensar instaurar la monarquía
en España”, pues tal intento encontraría “la oposición rotunda y viril de
los carlistas, unidos todos, sin diferencias ni distinciones, en la defen-
sa de la causa inmortal”. En tono tranquilizante para los fieles concluía:
“Estamos debidamente autorizados para declarar que no ha sido alte-
rada, al menos hasta la fecha, en lo más mínimo la situación que venía
existiendo entre el Rey, nuestro Señor, y el Generalísimo Franco”71.

CONTRA VIENTO Y MAREA

Como iba siendo ya habitual, el domingo más próximo a la fes-

70
"Requetés de Cataluña". Boletín mensual al servicio de España, de su Tradición
y de Carlos VIII. Año II, n° 23, Barcelona, octubre, 1948.
71
"¡Volveré!", Madrid, septiembre, 1948.

78
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

tividad de San Carlos Borromeo, instituido como Día de la Dinas-


tía, se celebraban una serie de actos de propaganda carloctavista en
toda España.
El 7 de noviembre de 1948, en Madrid, tras la solemne Misa ce-
lebrada a las once de la mañana en San Francisco el Grande, se pro-
cedía, además, a la inauguración oficial del nuevo Círculo Carlista,
que contaba con tres amplios salones de reuniones. La fachada ex-
terna del carloctavismo comenzaba a ser prestigiosa.
En 1949 don Carlos realiza un viaje a Galicia, del 31 de agosto al
8 de septiembre, visitando Lugo, Santiago de Compostela, Ponteve-
dra, Vigo y Orense. En el Pazo de Meirás, en esas fechas, se encon-
traba Franco. Al parecer, Cora y Lira abrigaba la esperanza de un en-
cuentro entre ambos, en el que presumiblemente se concertarían los
detalles de la proclamación oficial de don Carlos como sucesor del Je-
fe del Estado. Incluso se había avanzado la fecha del 12 de octubre pa-
ra dicho acto. Aunque la entrevista no llegó a celebrarse, es muy po-
sible que el hipotético encuentro no fuera mera elucubración de Cora
y Lira. Carlos VIII estaba apurando sus últimos cartuchos. O el pre-
tendiente obtenía un “estatus oficial”, o su oportunidad habría pasado
para siempre. Era absolutamente imprescindible una entrevista entre
el Jefe del Estado y don Carlos, quien tras casi seis años de residencia
en España aún no se había encontrado personalmente con el Caudillo.
Para ello, Cora y Lira, sin éxito, utilizó toda su influencia y toda
la maquinaría pesada de bulos y rumorología que estaba a su alcance.
Los javieristas espetaban que la supuesta entrevista se trataba
de una nueva maniobra de Cora y Lira, “para prolongar en lo posi-
ble la existencia de su artificial tinglado político” 72.
Tinglado, o no, el archiduque Carlos continuaba su batalla pa-
cífica de darse a conocer entre todos los españoles. Las simpatías
que su persona provocaba espontaneamente eran auténticas. Carlos
VIII, cuando se le conocía, se vendía bien.

72
María Teresa de Borbón Parma, Josep Carles Clemente, Joaquín Cubero Sán-
chez,"Don Javier, una vida al servicio de la libertad". Prólogo de S.A.R. Carlos
Hugo de Borbón Parma. Editorial Plaza & Janés, Barcelona, 1997, pág. 196.

79
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

Como retrato histórico del fervor de los partidarios del archidu-


que, tomemos la reseña de una publicación carloctavista en la que
se describe la estancia de don Carlos en Espinosa de los Monteros
(Burgos). La fecha, agosto de 1950. Carlos VIII, abandonado ya por
su mujer, se desplaza solo, acompañado de sus dos hijas, de nueve
y cinco años. Separado, con un divorcio en puerta y sin heredero
varón. Ese era el cuadro familiar de don Carlos. Es difícil imaginar
qué pensaría el interesado de todo ello. Sus partidarios vivían au-
sentes a este tema crucial. Creían en una eventual anulación canó-
nica del matrimonio del archiduque y en una posterior boda de és-
te, para lo cual confiaban en los buenos oficios de las numerosas e
influyentes amistades que don Carlos tenía en la alta esfera ecle-
siástica. Una especie de cuento de la lechera.
Ajenos a los problemas de fondo de la candidatura del archidu-
que, sus leales lo aclamaban sin complejos ni vacilaciones:
“Algo más de un mes permaneció Su Majestad con sus Augus-
tas hijas en el pueblo de Espinosa de los Monteros, de la provincia
de Burgos, pasando la temporada veraniega. El Rey visitó las villas
próximas de Villarcayo y Medina de Pomar, en donde, no sólo fue
saludado por nuestros amigos, en ellas tan numerosos, sino que
tambien fue cumplimentado por las autoridades.”
“Conocida la estancia del Rey en Espinosa, dispusiéronse de
las provincias inmediatas a trasladarse buen número de carlistas a
Espinosa para expresar a Su Majestad sus sentimientos de adhe-
sión. Enemigo don Carlos de toda clase de exhibiciones, recomen-
dó a nuestras autoridades de dichas provincias, que se limitaran a
enviar reducidos grupos de expedicionarios. Cumpliéronlo éstas en
la medida de lo posible, y así, de Santander, hubieron de desistir de
trasladarse a Espinosa más de un centenar de correligionarios, en su
mayoría jóvenes que ya habían contratado varios autocares para su-
bir a la villa burgalesa.”
“Pero lo que disminuyó por tal recomendación en número,
aumentó en entusiasmo de los asistentes. El grupo santanderino, de
más de cincuenta expedicionarios, desbordó su entusiasmo ante la
persona de Su Majestad, a quien aclamaron con fervor, sorpren-
80
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

diendo a los veraneantes forasteros, que no podían suponer tanto


carloctavismo en aquellas tierras. El Rey, emocionado visiblemen-
te, acompañó con sus hijas al autocar de los santanderinos –en su
mayoría jóvenes- hasta el límite de la provincia, siendo despedido
en ella con nuevas aclamaciones.”
“También de Bilbao subió a Espinosa a cumplimentar al Rey un
numeroso grupo de carlistas, con su jefe señorial a la cabeza, señor
Bernaola, que departió animadamente con el Señor, hablando de los
problemas de todo orden, nacionales e internos de la Comunión.”
“Otro día fueron unos entusiastas de la lejana Palencia.”
“Pero el acontecimiento más importante de esta índole lo cons-
tituyó la visita de los carlistas burgaleses con los supervivientes del
Tercio de Requetés de Santa Gadea, con su organizador al frente, el
entusiasta y muy leal don Valeriano Loma-Ossorio y Riaño, merití-
simo y valeroso, digno de una de las más calificadas condecoracio-
nes que premian el valor militar”.
“Más de trescientos carlistas, llegados en camiones, autocares, en
el tren y hasta en carruajes del país, entraron en vibrante grupo en la
villa, dirigiéndose a la morada del Señor, quien tuvo que salir al bal-
cón para agradecer las entusiastas aclamaciones de aquellos leales.”
“La comida en el campo fue honrada con la asistencia de las
princesitas Alejandra-Blanca y María Inmaculada, objeto de las
atenciones de todos. A la hora del café, una comisión fue a buscar
al Rey, quien se presentó ante aquellos carlistas sumamente emo-
cionado, y con ellos compartió más de una hora de conversación y
amena tertulia”73.
El sencillo, y a veces ingenuo, relato de la estancia de don Car-
los en Espinosa de los Monteros pone de manifiesto la creciente ad-
hesión popular en los desplazamientos del archiduque. Un testigo
presencial de la estancia de don Carlos en tierras burgalesas me
contó la afabilidad con la que atendía a todo el mundo. Especial-
mente significativas eran las atenciones y muestras de cariño dis-
pensadas a sus pequeñas hijas, que en este viaje lo acompañaban.

73
"Boletín Carlista", año IV, septiembre-octubre 1950, n° 61.

81
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

DON CARLOS Y LA JUVENTUD

Don Carlos, consciente de su importancia, dedica cada día una


atención más preferente a la juventud. Su lenguaje, aún envuelto
en la prosa grandilocuente de la época, es directo. Don Carlos ha-
bla de “fueros de libertad y de solidaridad nacional, fueros que son
derecho y no merced”(mensaje a los estudiantes carlistas de Nava-
rra de 17 de febrero de 1950).
La juventud carloctavista comienza a ser activa en la universidad
y en los barrios de las grandes ciudades. Madrid, Barcelona, Oviedo,
Sevilla, Bilbao, Valencia…, son escenarios de distribuciones de pan-
fletos y pintadas (“¡Viva Carlos VIII – Único Rey de España!”).
Los jóvenes se organizan para la acción y se forman política-
mente. Sobre todo en el tema foral. El 17 de junio de 1951, Anto-
nio de Lizarza pronuncia una conferencia ante los jefes carlistas de
Navarra, el País Vasco, Logroño y Burgos, rápidamente distribuida
entre la juventud carloctavista, que roza la legalidad, por no decir
que la contradice abiertamente: “La represión, en forma de conve-
nios económicos suprimidos era injusta con la gran mayoría del
pueblo vasco, el resultado no ha podido ser más funesto, y muchos
vascos han identificado sus fueros, sus libertades, con las doctrinas
separatistas”. El conferenciante defiende una “federación política”,
que vaya más allá de la descentralización administrativa, reclaman-
do mediante un pacto con el Estado facultades autonómicas respec-
to de la legislación civil, administración de justicia, incluidos tribu-
nales propios, enseñanza, etc, porque esta es “la mejor arma contra
el separatismo suicida y destructor”, y la “mejor garantía de la uni-
dad española”74. Habría que esperar hasta la llegada de la democra-
cia para ver plasmados en la Constitución de 1978 estos valores.
En marzo de 1952, la juventud carloctavista propugna la forma-
ción de un Frente Nacional Carlista75, fuera abiertamente de la dis-

74
"Exposición de la doctrina foral carlista". Conferencia de don Antonio de Lizar-
za Iribarren en Vitoria el 17 de junio de 1951.
75
"Manifiesto del Frente Nacional Carlista", de 8 de marzo de 1952.

82
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

ciplina de Cora y Lira. Carlos VIII empezaba a ser un símbolo


atractivo para un sector de la juventud española, cansada del mono-
color paisaje político de la España de aquellos años.

FIGURA INSTITUCIONAL EN LA RESERVA

El archiduque cada día era más conocido entre los españoles de


todas las edades. El diseño de la “promoción” de don Carlos fue
idéntico al que años más tarde se practicaría con el príncipe Juan
Carlos, cuando sólo era “sucesor in péctore” a la Jefatura del Esta-
do. Frecuentes eran los viajes por todo el territorio nacional (Casti-
lla, Navarra, Rioja, Mallorca…) en visitas privadas, que siempre
terminaban desbordando este ámbito. Tampoco se descuidaron los
contactos con el mundo de los negocios (visita a la Feria Interna-
cional de Muestras de Barcelona el 22 de junio de 1951, entrevista
con el presidente del INI, Juan Antonio Suances, el 15 de enero de
1953…). Los contactos con el mundo socio-laboral (visita a la fac-
toría de la empresa pública ENASA el 17 de enero de 1953…), y
con el mundo político (encuentros con jerarquías diversas del Mo-
vimiento, autoridades de la Administración Pública y representan-
tes de asociaciones diversas…), también fueron frecuentes. Todo
ello hacía de don Carlos una figura institucional en la reserva.
La prensa se encargaba de divulgar estas noticias, de las que
también se hacía eco el informativo cinematográfico oficial NO-
DO. Sus apariciones en la prensa fueron, a veces, espectaculares. El
14 de junio de 1951 don Carlos hizo en Barcelona unas extensas de-
claraciones a Wilfred May, enviado especial del “New York Ti-
mes”, que fueron ampliamente divulgadas en la prensa nacional. El
archiduque achaca al duro aislamiento internacional el rígido inter-
vencionismo económico que padecía España, abordando con soltu-
ra diferentes temas sobre política económica, agrícola y social.
Todas las actividades del archiduque eran rápidamente divulga-
das. “La Hoja del Lunes”, de Barcelona (26, noviembre, 1951), in-
formaba, con foto incluida, que el archiduque Carlos había votado

83
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

en las elecciones municipales en el colegio electoral de la calle Fu-


garolas. Cualquier ocasión era buena para darle a conocer y mostrar
su “estatus” privilegiado.

LAS PRIMERAS INQUIETUDES

Pero, pese a la promoción pública del archiduque, sus partida-


rios sufrían una cierta frustración y desencanto viendo cómo pasa-
ban los meses…y los años… y ninguna decisión oficial se adopta-
ba en el orden sucesorio.
Algunos seguidores del archiduque comenzaban a impacientar-
se pidiendo una mayor confrontación. El partido comienza a esca-
pársele de las manos a Cora y Lira, situado siempre en los aledaños
del poder.
Ya en 1950, habían aparecido en Barcelona unas Juntas de
Ofensivas de Agitación Carloctavista, que se declararon indepen-
dientes de la jefatura oficial y que tenían como finalidad el crear
un nuevo partido, el Movimiento de Agitación Social Católico Mo-
nárquica. Posiblemente, hubiera sido la semilla que podría haber re-
vitalizado de cara al futuro la candidatura del archiduque, atrapada
en la estrategia franquista de Cora y Lira, quien seguía apoyando
al Caudillo, aunque, ante la evolución de los acontecimientos, dis-
tanciándose de la Falange.
A toro pasado, en carta dirigida el 2 de mayo de 1950 a José
María Comín Sagüés, Cora restaba importancia a los contactos de
primera hora con los dirigentes falangistas del partido único. Cora
explicaba que el plan de Franco de atraerse a don Carlos fue conce-
bido “en falangista” por Arrese, quien intentaría una aproximación
de la Falange hacia la fórmula monárquica. Para sacar adelante es-
te plan, “al parecer -según Cora- el ministro de la Gobernación re-
cibía instrucciones reservadas de Franco que neutralizaban la vo-
luntad contraria del conjunto falangista”. “Los intentos de Arrese de
atraerse a don Carlos con halagos –añadía- fueron rechazados por
mí, con la aprobación del Señor”. Más adelante insistía: “La Falan-

84
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

ge nos ofrecía ayuda económica, que rechazamos a pesar de que ca-


recíamos de todo tipo de recursos”. Para concluir, afirmaba que el
carlismo representaba la alternativa a la Falange, constituyendo una
oposición “constructiva y serena, que nos permite sustituir a aquel
partido en la gobernación del Estado sin claudicar de ninguno de
nuestros principios y de nuestras lealtades”. Estaba claro, para Co-
ra “los coqueteos” con la Falange habían sido obra de Arrese. El
carloctavismo, aunque tarde, comenzaba a entender que su triunfo
jamás llegaría de manos de este grupo político.

PROMOCIÓN INTERNACIONAL

Los partidarios de don Carlos también se preocuparon de su


promoción internacional. A través del joven Lizarza Inda, que cur-
só parte de sus estudios en el Reino Unido, se enlaza con hispanis-
tas británicos, como Roy Campbell, Rob Lyle y Hamish Fraser, que
ayudan a divulgar a través de la prensa la figura de Carlos VIII. El
“Catholic Herald”, de 12 de enero de 1951, publicó un artículo que
causó cierto revuelo en los medios informativos: “Inglaterra apoya
a don Juan. España desea un Carlista”.
La asociación “Royalist International”, que desde Nueva Ze-
landa dirigía C.C. Bagnall, fue una leal aliada del carloctavismo en
el plano internacional.
En 1952 aparecen nuevos artículos favorables a Carlos VIII en
la prensa británica (“The Christian Democrat”, “Scothish Catholic
Herald”…), e incluso se publica un librito en inglés, “The destiny
of Spain”, escrito al alimón por Rob Lyle y Francisco Javier de Li-
zarza, que explica qué es el carlismo, qué quieren los carlistas y las
posibilidades del triunfo de su causa en España. A los pocos meses
aparece el folleto “The future of Spain”, explicando para el mundo
anglosajón la doctrina y principios carlistas. Todo ello desde el pun-
to de vista carloctavista, como es de suponer.
Carlos VIII, agradecido por estos apoyos, nombró caballeros de
la Legitimidad Proscrita a Bagnall, Lyle y Fraser.

85
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

LA ENTREVISTA CON FRANCO

Ante la presión de Cora y Lira, a quien le urgía presentar resul-


tados ante sus correligionarios, finalmente tuvo lugar el 1 de junio
de 1952 la ansiada entrevista entre don Carlos y el Caudillo.
El acto se celebró en el palacio de Pedralbes, residencia habi-
tual de Franco en sus desplazamientos a Barcelona. La Ciudad Con-
dal acogía por aquellas fechas (29 de mayo al 1 de junio) la cele-
bración del Congreso Eucarístico Internacional, en el que el archi-
duque Carlos estaba participando de forma muy relevante. Situado
en la presidencia de los actos oficiales, unas veces se encontraba in-
mediatamente después de los ministros del Gobierno, otras a la de-
recha del Alcalde de la ciudad, y otras a la derecha del cardenal Le-
gado del Papa.
Franco y el archiduque departieron, a solas, durante algo más
de una hora, sin que haya trascendido una versión realista de lo que
hablaron. Hora y pico de entrevista rebasaba, con creces, el tiempo
de un mero encuentro protocolario, y da mucho de sí para hablar
únicamente de generalidades.
Rastreando entre la abundante correspondencia intercambiada
entre Carlos VIII y Jaime del Burgo, encontramos una referencia
directa a esta entrevista en la carta que el archiduque dirigió al di-
rigente navarro el 25 de agosto de 1952, desde la localidad burga-
lesa de Espinosa de los Monteros. Ante una eventual crisis minis-
terial, que afectaría a las carteras de Asuntos Exteriores, Trabajo
y Gobernación, don Carlos comenta que “sería interesante tuvié-
ramos por primera vez a alguien nuestro que ocupara uno de es-
tos cargos”, añadiendo que según su impresión, “recogida duran-
te mi entrevista con Franco, sería posible lograrlo, pero hemos de
demostrar disponer de personas preparadas y conocidas”. El en-
cuentro entre ambas personalidades tuvo, como se ve, sustancia
política y el archiduque no se limitó sólo a los consabidos “fuegos
artificiales”.
En el transcurso de la entrevista, don Carlos hizo entrega a

86
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

Franco del collar de la Orden de San Carlos Borromeo, máxima


condecoración que él discernía, y que aquel aceptó encantado. Es
de suponer, como no podía ser menos, que Franco estaría informa-
do con pelos y señales de las intenciones del pretendiente.
Este tipo de asunto, aparentemente baladí, no lo era tal para Fran-
co. En un tema similar se estrellaría en plancha don Juan, cuando por
carta de 27 de septiembre de 1961 le ofreció al Jefe del Estado el Toi-
són de Oro al cumplirse los 25 años de su acceso al poder. El conde
de Barcelona, de forma melosa y lisonjera, le manifestaba su ilusión
porque “el primer español a quien otorgara el Toisón” fuese el Ge-
neralísimo Franco, “por ser este honor el único que hoy en día está
en mi mano ofrecer a V.E (…) siendo la expresión del reconocimien-
to por parte de la Dinastía de los altos servicios prestados a España a
lo largo de toda su vida de soldado y hombre público…”76.
Ante un envoltorio como este, ¿se atrevería Franco a rechazar
el “obsequio”? Se atrevió. De don Juan, nada. Eso sí, lo rechazó de
forma muy diplomática. En carta fechada el 31 de octubre siguien-
te, Franco rehusa el Toisón “que por distintas razones estimo no es
conveniente aceptar”. No obstante, le agradece su gesto por lo que
ello significa de estima hacia “mis servicios a la Nación, y a la cau-
sa de la Monarquía”, sugeriéndole, finalmente, se ilustre sobre el te-
ma y pida “información histórica sobre la materia”. Franco consi-
deraba que el Toisón era una Orden estatal y no dinástica, no pu-
diendo, en consecuencia, ser discernida por don Juan.
Entrevistarse con Franco y entregarle una condecoración era
algo aventurado, y se corría el riesgo del desaire. Con certeza, Co-
ra y Lira, que en esto de la entrevista se apuntó un buen tanto, se
habría asesorado previamente entre sus amistades colocadas en El
Pardo sobre la conveniencia de ofrecer al Caudillo una condecora-
ción. La Orden de San Carlos Borromeo, ofrecida por el modesto
Carlos VIII, no supuso ningún problema para su aceptación por el
Jefe del Estado.

Rafael Borrás Betriu, "El Rey de los rojos, don Juan de Borbón, una figura ter-
76

giversada". Ediciones Ronda, Barcelona, 1996, págs. 205-207.

87
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

La publicación “¡Volveré!”, informaba, falta de noticias más con-


cretas, que la entrevista entre Franco y don Carlos estaba “inspirada en
naturales deseos de conocimiento personal”, subrayando que la misma
“les permitió cambiar impresiones acerca de problemas del mayor in-
terés y de palpitante actualidad”77, lo cual era como no decir nada.
Con esta entrevista Franco se esforzaba en aparentar cara al ex-
terior sus buenas relaciones con el tradicionalismo, menosprecian-
do a los javieristas que sólo dos días antes, aprovechando su pre-
sencia en el Congreso Eucarístico, habían reconocido al regente
don Javier como titular de la dinastía carlista y legítimo sucesor de
don Alfonso Carlos. En la misma ciudad, Franco en tan sólo cua-
renta y ocho horas se las ingenió para devolverles la patada.
La entrevista entre Franco y el archiduque, pese a la notorie-
dad del marco en el que tuvo lugar, ha sido objeto de numerosas e
inexplicables confusiones78. Autores tan documentados como José
Luis Vila San Juan y Juan Balansó sitúan el encuentro, sin más pre-
cisiones, en 1951, al igual que José María Montells. En cambio, Jo-
sep Carles Clemente facilita el año correcto (1952), pero errando el
día y el mes (25 de julio).
Tras la entrevista con Franco y su asistencia a la clausura del
Congreso Eucarístico, don Carlos, eufórico, y motivos no le faltaban,
ofreció una cena en el Gran Hotel Arycasa, que se acababa de inau-
gurar, a los representantes de la Comunión carloctavista de las dis-
tintas regiones que habían asistido al evento de Barcelona. La minu-
ta, en elegante tarjeta a cuyo frente aparecía la corona real y la letra
“C” bajo aquella, era propia de la ocasión: “Aperitivos – Crema de
Aranjuez – Lubina al vapor – Extrísimo Bach – Pollo Arycasa – Co-
dorniú semiseco – Bizcocho helado Bella Elena – Tarta imperial –
Café – Licores”. Don Carlos rodeado de la plana mayor de sus lea-
les, tras el enorme protagonismo que acababa de tener, culminado
con la entrevista de profundo calado político con el Caudillo, debió
“¡Volveré!”, Madrid, n° 80, pág. 3.
77

José Luis Vila San Juan, “Los Reyes Carlistas”. Editorial Planeta, Barcelona,
78

1993, pág. 228. Juan Balansó, “Las perlas de la Corona”. Editorial Plaza § Ja-
nés, Barcelona, 1997, pág. 208.

88
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

acariciar mientras cenaba la idea de un sueño. Un sueño, a aquellas


alturas, ya imposible.

UN FINAL DRAMÁTICO

El 1953, año del fallecimiento inopinado de don Carlos, se pre-


sentaba, aparentemente, prometedor para el carloctavismo, a pesar de
que sus verdaderas posibilidades se habían esfumado. El eco es, a ve-
ces, tan intenso, que nos hace creer en una realidad ya concluida.
En junio de este año, los días 14,15,16 y 17, los carloctavistas
celebran en Madrid su III Congreso Social, donde se discuten a fon-
do temas tales como la reforma de los seguros sociales, la organi-
zación del trabajo, la sustitución de la organización sindical, la con-
centración parcelaria, o la política de la vivienda. La repercusión en
la prensa de este acto fue grande. Radio Nacional de España en su
emisión de máxima audiencia, “Última hora de la actualidad,” en-
trevista a Cora y Lira. Nada hacía pensar que, en breve plazo, todo
habría concluido.
La Fiesta de la Dinastía de 1953, celebrada el domingo 8 de no-
viembre, tuvo, si cabe, mayor realce que otros años, habiéndose or-
ganizado actos en numerosas capitales y ciudades. En Madrid tuvo
lugar una Misa en el templo de las Descalzas Reales, abarrotado de
entusiastas y esperanzados seguidores de don Carlos. La conmo-
ción que sufrirían sólo escasas semanas después, sería brutal. Dias
antes de su fallecimiento, seguía manifestando que sus relaciones
con el Caudillo eran “cordialísimas”, aunque de sus contactos con
el mismo, “por razones de elemental delicadeza”, no debía facilitar
“la menor referencia”79.
En la tarde noche del 24 de diciembre de 1953 dejaba repenti-
namente de existir, en su domicilio de la calle Balmes de Barcelo-
na, Carlos VIII.
En qué medida el archiduque y sus partidarios hubieran influi-

Carta de don Carlos, de 15 de diciembre de 1953, a Francisco Javier de Lizarza


79

Inda. Fotocopia en el archivo del autor.

89
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

do en los futuros acontecimientos políticos de la vida del país, eso


ya nunca lo sabremos. El destino dejaba inconclusa, y en el limbo
de la historia, una aventura política que tuvo ribetes de realidad.

90
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

LA PROPUESTA POLÍTICA: NECESIDAD DE UN PROGRAMA


POLÍTICO

Don Carlos en su primer manifiesto de 29 de junio de 1943, es-


cuálido y sin sustancia, juró mantener los “principios y programas
de gobierno” de sus antecesores, suscribiendo “cuanto aquellos
proclamaron y defendieron con insuperable tesón sacrificándolo
todo”.
En dicho manifiesto no hay ninguna referencia precisa a la or-
ganización política de España tras el desastre de la guerra civil. De-
cir que mantenía los principios y programas de gobierno de los re-
yes carlistas y no decir absolutamente nada era, para el hombre de
la calle, para el español de a pie, una misma cosa.
Una vez terminada la segunda guerra mundial con el triunfo de
las potencias aliadas, la Europa democrática entraba en una fase de
reconstrucción, no sólo física, sino también ideológica y moral. El
ideario de todo grupo político tenía que ser actualizado.
¿Cual era el ideario político del carloctavismo?, porque las
arengas sobre la legitimidad dinástica vendrían muy bien para in-
flamar sentimientos y corazones en mítines y asambleas de consu-
mo interno, pero resultaban totalmente inoperantes si se quería ser
permeable por los pasillos de los ministerios, los consejos de admi-
nistración, las fábricas…, y las sacristías, cuyo poder en aquellos
años no podía desdeñarse.

LA JUVENTUD PRESENTA UN PROGRAMA PARA GOBERNAR

Tampoco este aspecto, el realizar una propuesta política concre-


ta, fue obviado en la campaña del archiduque. Una vez más, sería la
juventud quien se encargó de “taponar” vías de agua en la causa y
preparó un documento, ampliamente difundido, en el que de forma
estructurada se establece el ideario político del carloctavismo.
Este documento, elaborado bajo la responsabilidad de la Jefa-
tura Provincial de las Juventudes Carlistas de Madrid, se titulaba

91
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

“El carlismo no quiere ni una Monarquía absoluta, ni una Monar-


quía liberal, ni un Estado totalitario, ni un Estado policíaco”80. Aun-
que largo, el título tenía la virtualidad de clarificar posiciones des-
de el inicio. No era una oferta ideológica anquilosada y esclerótica
la que se presentaba por los jóvenes carloctavistas.
Con anterioridad habían visto la luz esporádicos documentos
ideológicos (“Síntesis del programa de la Comunión Carlista” en
1943, “Monarquía Social”, en 1946), que no tenían ni la altura ni la
profundidad del que ahora presentan.
La exposición doctrinal estaba dividida en ocho puntos :
- Sociedad, Estado y Nación.
- Monarquía.
- Las Cortes.
- El Gobierno.
- Relaciones Iglesia-Estado.
- La cuestión regional.
- La cuestión social.
- Los derechos personales.
La verdad es que era un documento bien elaborado, en el que
no se rehuía ningún tema, algunos de ellos polémicos.
Analizando este texto, desaparecen los prejuicios de caverníco-
las y simples acólitos del franquismo, con que algunos etiquetaban,
sin más, a Carlos VIII y sus seguidores.
El primer punto del documento, comenzando por la base y los
cimientos de la organización política, trata de « Sociedad, Estado y
Nación ».
«El Estado –dice el documento- es una entidad colectiva, for-
mada por la persona física o moral, en quien la soberanía reside, y
por los delegados suyos, que desempeñan aquellas superiores fun-
ciones políticas que el soberano no puede ejercer ni retener ». La
Nación es una sociedad completa, pública y autónoma, que se com-

“El carlismo no quiere ni una Monarquía absoluta, ni una Monarquía liberal, ni


80

un Estado totalitario, ni un Estado policíaco”. Ediciones Juventudes Carlistas,


Madrid, julio, 1948, 19 págs.

92
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

pone de otras varias sociedades menores, públicas o privadas, a las


que se viene llamando sociedad civil. Toda sociedad debe tener ca-
pacidad de autogobierno, con las funciones que esto implica de dar-
se la ley (función legislativa) y de hacerla efectiva (función ejecu-
tiva). Esto es lo que el documento llama « autarquía », es decir el
derecho al autogobierno que tiene toda sociedad, incluida la socie-
dad familiar, que debe estar a salvo de las injerencias del Estado, al
igual que las sociedades incompletas, a las que éste no deberá tra-
zarles una legislación preceptiva, sino, cuanto más, supletoria. La
más preciada conquista del progreso social, se dice, consistiría en
que el Estado hiciera cada vez menos y la sociedad , por el conduc-
to de sus diferentes órganos, hiciera cada vez más, tanto en la esfe-
ra privada como en la pública.
El punto segundo está dedicado a la Monarquía, concepto cla-
ve en el carlismo, por cuanto éste siempre ha reclamado una iden-
tidad propia y específica de esta institución, absolutamente diferen-
ciada de la noción « liberal ».
La autoridad nacional, afirman los jóvenes seguidores de Car-
los VIII, no es distinta por naturaleza, fines y funciones de cual-
quier otra autoridad. Se diferencia de las demás autoridades por la
soberanía. La legitimidad de cualquier institución es su conformi-
dad a la ley en toda la extensión de la palabra, y, por tanto, a la ley
divina, natural y positiva, y a la ley humana, ya sea consuetudina-
ria o escrita. Aunque etimológicamente sean términos equivalentes
« legitimidad y legalidad », los carloctavistas prefieren el primero,
pues el término « legalidad » suele tomarse por puro « legalismo
pragmático privado del espíritu de justicia y hasta divorciado y ene-
migo de ella ». Entre legitimidad y revolución no hay incompati-
bilidad cuando la revolución sea justa, pero sí es incompatible la le-
gitimidad y los principios de la Revolución francesa, en la medida
en que ésta profesó un concepto naturalista y ateista del derecho.
Respecto a la idea de soberanía, se sostiene en el documento que el
gobierno no debe ser patrimonio de ninguna clase. La monarquía y
la república son igualmente legítimas, en cuanto una y otra son ca-
paces para la soberana ordenación de la sociedad. No obstante, los
93
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

redactores del ideario carloctavista reconocen la superioridad de


la monarquía en la medida en que ésta es más independiente (sobe-
rana), no depende de ninguna clase (« el rey no pertenece a ningu-
na y está sobre todas », mientras que la república ofrece serias ten-
taciones de gobernar oligárquicamente, ya sea en beneficio del pro-
letariado o de la burguesía), es más popular, e incluso un freno a la
corrupción («menor necesidad de hacer el mal, puesto que el mo-
narca tiene cuanto puede ansiar una ambición»).
El punto tercero está dedicado al legislativo, es decir a las Cor-
tes, máximo órgano de representación de la nación.
La función legislativa del Estado, comienza en este punto el do-
cumento, aunque corresponde al soberano, dada la complejidad e
incapacidad física y moral para realizar dicha función por sí mismo,
queda confiada en exclusiva al organismo representativo (cortes,
parlamento, etc), reservándose el monarca la sanción de la ley. La
facultad de disolver las cortes, o interrumpir indefinidamente la vi-
da de las mismas, « debe depender exclusivamente de la ley y no
del arbitrio del Jefe del Estado », pues de lo contrario se traslada de
hecho a éste un absoluto poder negativo de la función legisladora y
de la capacidad para autoregularse de la nación, « haciéndose im-
posible legítimamente el gobierno por supresión de una de sus fun-
ciones, a no ser que dictatorialmente se la arrogase ». Las cortes se-
rán, también, competentes para el estableciemiento de contribucio-
nes e impuestos, y, sobre todo, para la fiscalización del ejecutivo.
Los representantes en cortes, llámense diputados, procuradores,
personeros, etc, deben ser elegidos líbremente por los diversos or-
ganismos que constituyen la nación.
El cuarto punto del ideario carloctavista analiza el Gobierno, o
poder ejecutivo del Estado.
«En nuestro sistema político –se dice- el rey reina y gobierna ».
El órgano de la función ejecutiva o de gobierno en sentido estricto
son la persona soberana y « toda la jerarquía de funcionarios que en
el centro o en la periferia desempeñan los oficios esenciales o tute-
lares del Estado». Se proclama, igualmente, la independencia de la
magistratura, que no debe depender en absoluto del arbitrio del eje-
94
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

cutivo, tanto en el ejercicio de su función como en el nombramien-


to y promoción de sus miembros. Como no hay prestigio e indepen-
dencia suficiente en el orden social sin una adecuada retribución
económica, la magistratura « ha de estar espléndidamente retribui-
da y rodeada del máximo prestigio social y sujeta a muy estrechas
responsabilidades ». Una magistratura así constituida es un instru-
mento de moderación eficaz « de los abusos del poder soberano ».
En el quinto punto se trata las siempre complejas y difíciles re-
laciones entre la Iglesia y el Estado.
El proyecto carloctavista se manifiesta, como no podía ser me-
nos, por la confesionalidad católica del Estado. La Iglesia y el Es-
tado son dos sociedades supremas, perfectas e independientes, pe-
ro se reconoce la supremacía de la primera por la misión sobrena-
tural que tiene encomendada. No obstante esta inferioridad, « el Es-
tado tradicionalista mantendrá su independencia respecto de aque-
llas materias que caen exclusivamente bajo la competencia del Es-
tado ». El Estado ampara la libertad y derechos de la Iglesia y aten-
derá el mantenimiento del culto, del sacerdocio y demás necesida-
des materiales de la misma, « procurando llegar a la independencia
económica de ésta respecto al presupuesto del Estado », a fin de que
la Iglesia tenga los recursos suficientes « y pueda quedar separada
totalmente de los avatares del gobierno y la política ».
El punto sexto del ideario se refiere a la cuestión regional, te-
ma que incluye los tan traídos y llevados fueros.
La capacidad de autogobernarse la región (« autarquía » en la
terminología de los redactores del documento político), fluye de la
ordenación propia y soberana que corresponde a la sociedad misma,
« en virtud de la habitual posesión y uso de todas las razonables li-
bertades », pues la región es una colectividad pública natural con-
solidada por la historia, « cuya personalidad no se ha borrado den-
tro de la nacionalidad y el Estado comunes ». La autoridad regional
ha de desempeñar en el círculo de las personas inferiores, provin-
cia, concejo, familia, sociedades incompletas e individuos, « tanto
las funciones del Estado regional como las tutelares o históricas ».
El respeto a la personalidad regional supone y exige el respeto al
95
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

dialecto o a la lengua que suelen tener las regiones.


El punto séptimo del proyecto político de Carlos VIII desarro-
lla la cuestión social, y es el más extenso de todos, tocando temas
tan candentes como la propiedad, el contenido del contrato de tra-
bajo, las clases sociales y los gremios.
El concepto de propiedad está basado en el concepto de Santo
Tomás (« no debe tener el hombre las cosas exteriores como pro-
pias, sino como comunes, de modo que cada cual las comunique en
caso de necesidad de los otros »). Es un derecho « limitado no sólo
por el dominio eminente de la Nación, sino por los múltiples debe-
res impuestos por Dios al dueño, y que corresponden a otros tantos
derechos de distintas personas respecto de la propiedad ajena ». Es-
tos derechos no están basados en el mero « ejercicio de la miseri-
cordia », sino que son exigibles en base a la justicia (commutativa,
distributiva, o legal). Las relaciones económicas deben ser gober-
nadas por la moral y el derecho, debiendo el Estado desempeñar un
papel en la economía social, pública y privada, que vaya más allá
del simple reconocimiento y garantía de la libertad de iniciativa y
acción.
En cuanto al contenido del contrato de trabajo, se manifiesta
que el salario debe ser justo, familiar y suficiente, propugnándose
la participación de los trabajadores en los beneficios de la empresa.
Se defiende, igualmente, una mejora de la legislación social y labo-
ral, que otorgue más protección a los trabajadores, facilite el acce-
so a la propiedad, posibilite la realización de estudios superiores,
perfeccione y simplifique la legislación sobre seguros sociales, y
realice una mejor distribución de la riqueza.
Acto seguido, los carloctavistas analizan el concepto de clase
social. « Nuestra política profesa un concepto rectamente democrá-
tico derivado del divino principio de la fraternidad verdadera, pues
aspira a consagrar en teoría y traducir en las leyes y costumbres el
reconocimiento de la igualdad de origen, naturaleza y destino ». Es-
to trae consigo el libre acceso a todo empleo público o cargo polí-
tico y una absoluta movilidad social, basada en la aptitud personal
que permita la promoción a los más elevados puestos de responsa-
96
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

bilidad social. « Las riquezas y títulos nobiliarios no pueden consis-


tir en una heredada patente de holganza, disipación, envanecimien-
to y futilidades ».
En lo referente al gremio (noción carlista del sindicato), mani-
fiesta el documento que ha surgido como espontánea manifestación
de los trabajadores en una misma o semejante industria, resultado
de las dificultades e injusticias compartidas. Se defiende que en vez
de destruir la institución gremial, debería haberse perfeccionado,
depurándola « de las imperfecciones históricas incompatibles con
el ejercicio personal de cualquiera de las industrias », que deben
quedar fuera de « las injerencias absolutistas del poder central o lo-
cal ». Por último, el punto octavo del ideario trata un tema tan sen-
sible, en aquellos momentos, como los derechos personales.
Se propugna la idea de que los derechos personales e individua-
les no son ilimitados y absolutos, pues la libertad humana debe ar-
monizarse con las libertades de los demás y en total respeto con la
« ley divina ». El derecho a la libertad de conciencia y a la libre
emisión de pensamiento es un derecho y un deber inherente a la na-
turaleza racional y social del hombre. Por ello, « la libertad de ha-
blar, escribir y, en general, de manifestar por cualquier signo exte-
rior y sensible los actos y estados del alma es un derecho que debe
ser reconocido para todas las personas y gozar de la inmunidad y
garantías correspondientes ». De ahí que « la censura y la interven-
ción absoluta del Estado en la prensa suelen ejercerse con frecuen-
cia en pro de los intereses del equipo gobernante, más bien que en
beneficio de los intereses generales del Estado y del país ». No
exentos de un cierto coraje, los redactores del proyecto político de-
fienden libertad y responsabilidad a la hora de ejercer este derecho
de la libre emisión de pensamiento, rechazando « el intervencionis-
mo exagerado y continuamente creciente del Estado moderno en las
actividades individuales, pues su intervención debe limitarse a la
defensa del bien común, que sólo en circunstancias excepcionales
exigirá que la actividad de las personas individuales sea objeto de
las exageradas intromisiones del Estado que hoy son normales y co-
rrientes ».
97
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

NO ERA UN MAL GUIÓN

A través del análisis del anterior documento y con la perspecti-


va histórica de aquellos años, no son justas las descalificaciones
propinadas al carloctavismo. Antes bien, bastantes de las ideas con-
tenidas en el documento doctrinal eran muy avanzadas para la Es-
paña de entonces: la independencia del poder judicial, la indepen-
dencia económica de la Iglesia respecto del Estado, el concepto de
región como un « Estado regional », la noción restringida de pro-
piedad limitada por su función social, la idea de justicia social, la
participación de los trabajadores en los beneficios de las empresas,
el derecho a la libertad de conciencia y pensamiento…
Decididamente, no era un mal guión el presentado por los jóve-
nes carloctavistas.

98
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

CARLOS VIII Y LOS TÍTULOS DE NOBLEZA: LOS TÍTULOS DE


NOBLEZA COMO FUNCIÓN REAL

En su actividad como pretendiente al trono de España, Carlos


VIII no olvidó el ejercicio de una función real por naturaleza: la
concesión de honores y distinciones, una de las pocas prerrogativas
que no han perdido los monarcas en el estado moderno.
Es esta una actividad, si se quiere, meramente anecdótica, pero
que siempre ha sido ejercida por los aspirantes a ocupar un trono.
Humberto de Saboya, el efímero rey de mayo, seguía, una vez de-
puesto en 1945, otorgando honores desde su exilio portugués de
Cascais a semejanza de otras cabezas “descoronadas”.
Los reyes carlistas habían concedido títulos, grandezas y otras
distinciones, como forma de recompensar los abnegados servicios de
sus partidarios. El fundador de la dinastía, Carlos Maria Isidro, con-
cedió 69 títulos, Carlos VI, conde de Montemolín, otorgó 5 escasas
distinciones nobiliarias, mientras que su hermano, el polémico y ori-
ginal Juan III, concedió una sóla. El abuelo del archiduque Carlos, el
barbudo Carlos VII, concedió 102 títulos. Don Jaime, que se sepa, se
limitó a confirmar la sucesión en los títulos otorgados por sus ante-
pasados y a otorgar la Orden de la Legitimidad Proscrita. Finalmen-
te, don Alfonso Carlos concedió el uso de un escudo de armas, la Or-
den de la Legitimidad Proscrita y la Orden de Isabel la Católica.
El Caudillo, por su parte, por ley de 4 de mayo de 1948, resta-
blece, en materia nobiliaria, la legalidad vigente con anterioridad al
14 de abril de 1931. En el artículo segundo de esta ley se reconoce
el derecho “de ostentar y usar las grandezas y títulos del Reino con-
cedidos por los Monarcas de la Rama Tradicionalista”, regulando el
correspondiente procedimiento administrativo para la autorización
de los mismos. En su exposición de motivos se reseñaba que, “co-
mo lógica consecuencia de la Cruzada”, era “justo reconocer tam-
bién la confirmación de los títulos llamados carlistas, como signo
de hermandad entre aquellos que derramaron su sangre en defensa
del ideal común y de reconquista de la Patria”.

99
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

Uno de los títulos, reconocido al amparo de esta legislación,


fue el vizcondado de Barrionuevo, concedido en 1891 por Carlos
VII a don José María Barrionuevo y Soto ( “por los méritos adqui-
ridos como Administrador de la Real Intendencia”), bisabuelo del
ex ministro del Interior y de Transportes y Comunicaciones, José
Barrionuevo Peña. Fue el padre del ex ministro quien obtendría, en
1982, la rehabilitación del título, que ostenta desde 1992 la herma-
na del político socialista, Matilde Barrionuevo Peña81.
Carlos VIII, una vez iniciada su pretensión oficial al trono,
decidió que, también en esto, seguiría la conducta de sus antepa-
sados y, en consecuencia, otorgaría gracias y distinciones entre
sus partidarios.
En este sentido, se puede recordar que don Juan y don Javier
adoptaron decisiones similares.
Don Juan de Borbón concedió en seis ocasiones el Toison de
Oro ( a su hijo Juan Carlos en 1941, a Balduino de Bélgica en
1960, a Pablo de Grecia en 1962, y al duque Roberto de Parma,
Carlos de Borbón Dos Sicilias y Constantino de Grecia, en 1964).
Por su parte, don Javier de Borbón Parma tampoco se aparta-
ría de esta práctica, procediendo a la entrega de honores y recom-
pensas. El 5 de mayo de 1963 concede la Gran Cruz de la Legiti-
midad Proscrita a su esposa Magdalena, que presidía ese año la
manifestación de Montejurra, y el grado de Oficial a José María
Valiente y a Manuel Fal Conde, a los que ya había hecho caballe-
ros junto a José Luis Zamanillo en 1956. A Fal Conde le conce-
81
Don José María de Barrionuevo y Soto había nacido en el año 1854, en el seno
de una modesta familia, en Berja (Almería). Con 18 años atraviesa a pie toda Es-
paña (900 kilómetros) y se une al ejército de Carlos VII en Oñate. Herido varias
veces en campaña, alcanzó el grado de comandante. Nombrado Administrador de
la Real Intendencia, alcanza muy joven el grado de Intendente. Hecho prisionero
por los liberales en el castillo de Figueras, logró evadirse, reincorporándose a los
ejércitos de don Carlos hasta la terminación de la campaña. Tras la derrota car-
lista, se expatrió para acompañar a don Carlos y doña Margarita en el destierro.
Vuelto a España al cabo de unos años, se retiró a su pueblo donde vivió hasta su
muerte acaecida el 14 de diciembre de 1908 (¡Volveré!”, año II, n° 12, Madrid, 10
de febrero de 1949).

100
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

dería, también, el título nobiliario de duque de Quintillo en una


concentración carlista celebrada el 8 de diciembre de 1967 en Fá-
tima, Portugal. Este sería el único título otorgado por don Javier,
fuera del círculo de su propia familia (condesa de Soria a María
Teresa, condesa de Poblet a Cecilia, condesa del Castillo de la Mo-
ta a María de las Nieves, ducados de Madrid y de San Jaime a Car-
los Hugo, duque de Aranjuez a Sixto, reservándose para él mismo
los condados de Molina y Mercoeur).

HONORES Y DISTINCIONES DEL ARCHIDUQUE CARLOS

El archiduque Carlos, como se ha dicho, se lanzó al discerni-


miento graciable de distinciones honoríficas.
A Franco le otorgó, y entregó personalmente en 1952, como ya
se ha recogido en otro lugar, el Collar de la Orden de San Carlos
Borromeo, que él mismo había fundado mediante “Real Decreto
dado en la Capilla Real de Viareggio el 29 de marzo de 1937”82. Al
cardenal Legado del Papa para el Congreso Eucarístico Internacio-
nal de Barcelona, monseñor Tedeschini, le concedió la Gran Cruz
de esta misma condecoración, y a su director espiritual, monseñor
Pedro Lisbona, Camarero secreto de Su Santidad, lo nombró Co-
mendador con placa. Diversos títulos de comendadores (don Al-
fredo Domenech, don Ramón Puig…), y de caballeros de esta or-
den fueron distribuidos generosamente por don Carlos entre sus
partidarios.
Por “Real Decreto” de 30 de mayo de 1944, dado en Andorra,
también había creado la “Medalla de Carlos VIII” para premiar
“la antigüedad y constancia en la defensa de Mis Derechos y de
Mi Causa”, que, en la práctica, fue escasamente discernida.

82
Manuel de Santa Cruz sostiene que no parece verosímil que tal fecha sea autén-
tica. O se trata de una errata de imprenta, o bien es un ardid para demostrar el
ejercicio de la “realeza” por el archiduque Carlos ya nada menos que en 1937.
“Apuntes y Documentos para la Historia del Tradicionalismo Español 1939-
1966”, Madrid, tomo 6, pág. 147.

101
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

En cuanto a títulos de nobleza, el archiduque otorgó catorce 83.


En 1944 concedió tres condados, un marquesado y un seño-
río:
- Señor de Mesperuza, a don Julio de Atienza y Navajas, Ba-
rón de Cobos de Belchite, el 4 de diciembre.
- Marqués de Arana, a don Teodoro de Arana y Beraustegui,
el 31 de diciembre.
- Conde de Cora y Lira, al General Auditor de la Armada y Se-
cretario General de su Casa, don Jesús de Cora y Lira, el 31 de di-
ciembre.
- Conde de Vallserena de los Vallescar, a don Pedro de Valles-
car y Pallí, el 31 de diciembre.
- Conde de Villa Roma, a don Juan María Roma Comamala,
el 31 de diciembre.
En 1945 concedió sólo dos condados:
- Condesa de Muruzabal, a doña María Dolores Pérez de Ra-
da y Gorósabel de Doussinague, el 16 de febrero.
- Conde de Santa María de Galiana, a don Ramón José Mal-
donado y Cocat, el 10 de marzo.
En 1946 no concedió ningún título, y sólo uno en 1947:
- Vizconde de Hervás, a don José María Bartres y Hervás, el
2 de diciembre.
83
Vicente de Cadenas y Vicent, “Títulos del Reino concedidos por los Monarcas Car-
listas”. Ediciones Hidalguía, Madrid, 1956, págs. 155-159. José María Montells y
Galán, “La otra Dinastía”. Colegio Heráldico de España y de las Indias, Madrid,
1995, págs. 75-78. Montells es el único que reseña los títulos que, según él, don Car-
los discernió a partir de 1949 (marqués de Lara del Rey, conde de Riaño, condesa
de la Torre de Bona, conde de Torre Ranero, conde de Torre Gassió y conde de Cam-
poo). Ninguna referencia a los mismos podemos encontrar en la obra del siempre
meticuloso Vicente de Cadenas. Francisco Javier de Lizarza Inda duda que realmen-
te estos títulos fuesen otorgados por el archiduque Carlos, de los que Montells no ha
aportado prueba alguna. Montserrat Subirachs, viuda de Ramón Gassió, uno de los
supuestos agraciados, no tiene ninguna noticia al respecto y ríe a carcajadas cuan-
do se le pregunta sobre el tema. Es muy posible que don Carlos, una vez restableci-
da la legislación nobiliaria por Franco en 1948, se abstuviese por respeto al Caudi-
llo de conceder títulos de nobleza de forma pública, limitándose a discernir a sus
próximos algunas titulaciones de forma privada y sin solemnidad.

102
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

En 1948 no concedió distinciones nobiliarias, y en 1949 otor-


gó tres condados y un marquesado:
- Marqués de Lara del Rey, a don Luis de Alburquerque Bour-
bon de Sousa Lara, el 6 de enero.
- Conde de Riaño, a don Valeriano Loma Ossorio y Riaño, el
6 de enero.
- Condesa de la Torre de Bona, a doña Elisa Bona Garrido, el
6 de enero.
- Conde de Torre Ranero, a don José Ranero y García, Cape-
llán de Honor y su representante personal en la provincia de San-
tander, el 6 de enero.
En 1950 no hubo concesiones, y en 1951, último año en que
el archiduque otorgaría distinciones nobiliarias, concedió dos
condados:
- Conde de Torre Gassió, a don Ramón Gassió y Bosch, el 3
de enero.
- Conde de Campoo, a don Conrado García Díez, el 6 de ene-
ro.
Como es lógico suponer, ninguno de estos títulos fueron auto-
rizados para su uso legal en España. La legislación de 1948 era
evidente que contemplaba el caso de los títulos históricos, aunque
la historia fuese reciente, pero no los de nueva creación, otorga-
dos ya bajo la implantación del régimen franquista.

UN ACTO GRACIABLE RECONOCIDO POR FRANCO

Lo que resulta sorprendente es que otro acto similar de Carlos


VIII sí fuera homologado legalmente.
Además de restablecer la legislación nobiliaria, Franco había
reorganizado, por un decreto de 13 de abril de 1951, el “Cuerpo
de Reyes de Armas”, que pasaba a denominarse “Cronistas de Ar-
mas”. A éstos compete la expedición de certificaciones de noble-
za, genealogía y escudos de armas, que deberán obtener el visa-
do del Ministerio de Justicia.

103
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

El decreto de reorganización establecía, en su artículo prime-


ro, que el título de “Cronista de Armas” se obtendría previo exá-
men de aptitud entre licenciados en Derecho o Filosofía y Letras,
y una disposición transitoria daba un breve plazo para que los
cronistas, que ya estuviesen en posesión de “albalá” de “Rey de
Armas”, instasen su legal ratificación. Don Vicente de Cadenas y
Vicent, que había sido nombrado “Cronista de Armas” por Car-
los VIII, acogiéndose a la transitoria, presentó, al parecer, dicho
nombramiento. Y contra todo pronóstico, el Jefe del Estado, sien-
do ministro de Justicia don Antonio Iturmendi, expidió el 11 de
mayo de 1952 “albalá” de “Cronista de Armas” a favor del señor
de Cadenas, quien legal y pacíficamente viene desde entonces
haciendo uso del mismo. A igual trámite se someterían los “Re-
yes de Armas” designados por Alfonso XIII.
José Antonio Dávila y García-Miranda, experto nobiliarista,
expresa sus dudas sobre un nombramiento así realizado, “que po-
nen al mismo nivel la firma de don Alfonso XIII con la de Carlos
VIII”84.
Alfonso de Ceballos-Escalera y Gila, marqués de la Floresta,
tiene las mismas inquietudes respecto a “la posición jurídica de
don Vicente de Cadenas y Vicent como cronista de armas”, que
“ha sido muy discutida desde hace años por la mayoría de los tra-
tadistas”. No obstante, “la amistad que me une con el interesado
–afirma Floresta- , y la gran admiración que siento hacia su obra,
me impiden entrar en esta polémica”85.
Con polémica, o sin ella, de lo que no hay dudas es que un
despacho del Jefe del Estado daba absoluta validez legal a un ac-
84
José Antonio Dávila y García-Miranda, “Réplicas a Hidalguía”. Toledo, 1976,
pág. 45.
85
Alfonso de Ceballos-Escalera y Gila, marqués de la Floresta, “Heraldos y Reyes
de Armas en la Corte de España”. Prensa y Ediciones Iberoamericanas, Madrid,
1993, pág. 213. El marqués de la Floresta es “Cronista de Armas” de Castilla y
León, nombrado por decreto del Presidente de la Junta de Castilla y León (Bole-
tín Oficial de Castilla y León n° 92, de 16 de mayo de 1991). El cargo de “Cro-
nista” se crea en esta comunidad autónoma por el artículo 15 del decreto
105/1991, de 9 de mayo, por el que se regula “el procedimiento y normas herál-

104
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

to realizado por el denostado, e incluso ridiculizado, archiduque


Carlos. Franco hizo tabla rasa con el pasado y, sí, puso al mismo
nivel, para tormento de sus enemigos, la firma de Alfonso XIII
con la de Carlos VIII.

dicas de aprobación, modificación y rehabilitación de escudos y banderas munici-


pales”. En su decreto de nombramiento el Cronista de Armas de Castilla y León
recibe las competencias del decreto de 13 de abril de 1951, es decir la facultad de
emitir certificaciones de genealogía, nobleza y escudos de armas, competencias
éstas que al no haber sido transferidas desde la administración central del estado
a las comunidades autónomas, dificilmente podrían ser otorgadas por el entonces
presidente de Castilla y León, don Jesús Posada, a su cronista regional.

105
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

CARLOS VIII Y EL FRANQUISMO: UNA TENTACIÓN REAL.


NO FUE UN INVENTO DE FRANCO

Es evidente que el carloctavismo, y esto es una verdad históri-


ca que se ha analizado en páginas anteriores, no fue un “invento”
de Franco. El carloctavismo empieza a forjarse en 1932 a los pocos
meses de la muerte de don Jaime, hijo de Carlos VII, sin heredero
directo. Otra cosa es que Franco lo apoyase y potenciase.
Los partidarios de don Carlos intentaron, tras el triunfo de
Franco en la guerra civil, congraciarse con el poder establecido. De
cualquier forma, todos los grupos monárquicos hicieron concesio-
nes a lo largo del franquismo, practicando una esquizofrénica con-
ducta de “dentro y fuera” del régimen. Las circunstancias políticas
eran las que eran, y mínimos los márgenes y resquicios por donde
introducirse .
La llegada del nieto de Carlos VII a España, y la cobertura pres-
tada por el régimen, no es ni improvisada ni casual. Eran aquellos
unos años difíciles para nuestro país. Europa estaba metida de lle-
no en una guerra que trastocaría todas las fronteras. Las potencias
del Eje y los Aliados movilizaban su diplomacia para inclinar a Es-
paña hacia sus intereses. El régimen franquista estaba, más que
nunca, en la “cuerda floja”.
Desde que terminó la guerra civil, Franco había dado vagas es-
peranzas para el regreso de la monarquía. El 12 de mayo de 1942,
incluso, había escrito una extensa carta a don Juan, adoctrinándole
sobre el sentido de su régimen, y pidiéndole “os identifiqueis con la
Falange Española Tradicionalista y de las JONS y prohibais a cuan-
tos se titulan vuestros amigos el retrasar o estorbar este propósito”86.
Ante los contactos que don Juan mantenía con las potencias aliadas
para derribarle, el rencoroso Caudillo lo apartaría para siempre de
sus planes futuros. El trono tendría que sustentarse sobre otros
hombros.

Luis María Anson, “Don Juan”. Editorial Plaza § Janés, Barcelona, 1998, págs.
86

204-208.

106
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

Coincidencia casual, o acierto político, al vislumbrarse la posi-


bilidad de una derrota germano-italiana, Franco ya había comenza-
do a promocionar un perfil de su gobierno más acorde con los nue-
vos tiempos que se avecinaban. Ramón Serrano Súñer, de marcada
tendencia germanófila, había sido sustituido en Exteriores, en sep-
tiembre de 1942, por el más moderado conde de Jordana. En este
mismo reajuste entra en Gobernación Blas Pérez González, sustitu-
yendo al general Valentín Galarza, y el general Asensio asume el
ministerio del Ejército, en sustitución del general Varela.
En noviembre de ese mismo año, el general Kindelán, a la ca-
beza de un grupo de generales (Jordana, Dávila, Aranda, Orgaz, Vi-
gón, y Varela), había presionado a Franco para que abandonase la
política pro-Eje y restaurase la monarquía. Se habló, incluso, de
complot para destituir al Caudillo87.
Franco se ve obligado a realizar un “guiño” que mantenga el
equilibrio del régimen. Tendría que tender algún puente a la monar-
quía. Pero la monarquía que Franco estaba dispuesto a restablecer
no sería la monarquía constitucional, caída en 1931. Sería una mo-
narquía nueva, nacida de su propio régimen. Cuando los intereses
lo exigiesen, afirmó Franco el 7 de diciembre de 1942 en el Conse-
jo Nacional de la Falange, consideraría la “instalación” de una nue-
va monarquía falangista, no la restauración de la vieja monarquía
constitucional88.
En junio de 1943, ante las nuevas presiones para que restaure
la monarquía, Franco vuelve a dejar patente que la monarquía ha-
cia la que España camine deberá ser una monarquía de nuevo cuño,
una “monarquía franquista”.
Y es en este contexto en el que, pocos meses después, se da luz
verde a la venida del archiduque Carlos a España. El establecimien-
to en nuestro país de Carlos VIII se produjo de forma planificada.
No se actuó de forma impulsiva por los carloctavistas, ni Franco se
dejó meter ningún gol.
87
Paul Preston, “Franco, Caudillo de España”. Editorial Mitos, Barcelona, 1998,
págs. 592-593.
88
Paul Preston, “Franco…”, op. cit., pág. 597.

107
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

EL REY QUE EL RÉGIMEN NECESITA

José Luis de Arrese, entonces ministro Secretario General del


Movimiento, había defendido siempre el entendimiento entre la Fa-
lange y la Tradición. Si el tradicionalismo aceptaba la doctrina so-
cial de la Falange, ésta apoyaría sin reservas la monarquía tradicio-
nalista. Más importante que la persona concreta del monarca, al po-
lítico falangista le preocupaba su identificación con el Movimiento.
Las inclinaciones de Arrese eran abiertamente favorables a la dinas-
tía carlista, pues, como él mismo dijo, “siempre había juzgado más
próxima a la norma falangista un rey autenticamente tradicionalis-
ta que un rey sobrecargado por la herencia del liberalismo”. Y en
esto, insistía, él no hacía más que seguir el pensamiento de Franco,
“ampliamente repetido en sus discursos”89. En aquellos años, “en
los que don Javier parecía sólo como un regente albacea testamen-
tario del recién fallecido monarca don Alfonso Carlos –confiesa Jo-
sé Luis de Arrese- levanté la bandera de su sobrino para convertir-
lo en el pretendiente que luego había de ser conocido con el nom-
bre de Carlos VIII”90.
Algunos dirigentes falangistas sentían claras simpatías por este
nieto de Carlos VII, que al organizarse la División Azul se inscribió
como voluntario en el Consulado General de España en Génova y en
la Embajada de España en Roma. Sería el entonces embajador Rai-
mundo Fernández-Cuesta, quien, personalmente, siguiendo instruc-
ciones del Jefe del Estado, le agradecería su ofrecimiento a la vez
que le comunicaba la imposibilidad de aceptarlo. Franco no quería
ni héroes ni mártires entre los posibles pretendientes al trono.
Desde la Secretaría General del Movimiento, Arrese diseña y
ejecuta con el ala joven de sus colaboradores (José María Olazábal,
Pombo Angulo, los hermanos Gómez Ruiz, Amadeo Marco, Jaime
del Burgo, entre otros), la promoción del archiduque Carlos como

89
José Luis de Arrese, “Una etapa constituyente”. Editorial Planeta, Barcelona,
1982, pág. 154.
90
José Luis de Arrese, “Una etapa constituyente”, op. cit., pág. 173.

108
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

futuro rey del régimen franquista. Olazábal sería enviado por Arre-
se a Viareggio “para que puntualizara con don Carlos la capitanía
de la Tradición a base de identificarse con el Movimiento”. El mi-
nistro de la Falange, incluso, llegó a montar en Andorra, “bajo la
protección del gobernador de Lérida, Juan Manuel Pardo de Santa-
llana, una pequeña corte tradicionalista”, que, según declaró en al-
guna ocasión el conde de Rodezno, “le llegó a quitar el sueño”91.
Todo este asunto, en consecuencia, se trató de una auténtica
operación política del mismo corte, pero de signo evidentemente
distinto, que la iniciada años más tarde por el almirante Carrero
Blanco y el catedrático López Rodó con el príncipe Juan Carlos co-
mo protagonista, como se ha dicho anteriormente.
Blas Pérez González sería el ministro, como titular de la carte-
ra de Gobernación, que autorizaría la residencia en Barcelona de
don Carlos. Pérez González, franquista sin adscripción política, ca-
tedrático de Derecho Civil, había hecho una brillante y rápida ca-
rrera en el Tribunal Supremo, tras su paso por la asesoría jurídica
del Gobierno de Burgos.
Franco en persona, también debió intervenir en este asunto, que
superaba con creces el nivel competencial de un ministro y que po-
día afectar al futuro institucional del país. La decisión de autorizar
al archiduque Carlos a residir en España, era propia de un debate
en el Consejo de Ministros. Y, sin dudas, así se hizo.
El Caudillo tenía que mostrar algunos síntomas de normali-
zación de su régimen cara al exterior. La presencia del archidu-
que en España proporcionaría al régimen, además, cierto empaque
de evolución hacia soluciones más homologables con Europa. Esta
presencia no supondría para Franco ni atadura ni compromiso for-
mal. Ninguna decisión tendría que tomarse de inmediato. Además,
así, también se frenaba y contrarrestaba las posibilidades de los
otros candidatos.
Días antes del primer manifiesto de don Carlos como preten-
diente al trono, la masonería española, atenta a la evolución del ré-
91
José Luis de Arrese, “Una etapa constituyente”, op. cit., pág. 173.

109
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

gimen franquista, había hecho público un comunicado desde Lis-


boa, el 20 de junio de 1943, firmado por Diego Martínez Barrio, en
el que sin ambajes se lanzaba la consigna de “fuera Carlos VIII”,
mientras se apoyaba a “don Juan III”, como recambio de Franco92.
Con estas credenciales, el Caudillo tenía claro de quién podría fiar-
se y de quién no.
A finales de 1943, el archiduque tenía buenos valedores en el
régimen. El propio Pérez González se encargaría de facilitar sus
movimientos y de que la brigada político-social no pusiese dema-
siadas trabas a la difusión de la propaganda en su favor. El, hasta
entonces, ministro de Justicia, Esteban Bilbao Eguía, tradicionalis-
ta antiguo al servicio del régimen, recién nombrado presidente de
las flamantes Cortes, cargo al que acumularía en 1947 el de presi-
dente del Consejo del Reino, también aportaría su grano de arena
en pro de don Carlos. Pero, sobre todo, sería José Luis de Arrese,
quien desde la Secretaría General del Movimiento, más apoyo po-
lítico y cobertura le prestaría. Arrese era un falangista “unificado”
y convencido, que sin haber militado nunca en el carlismo, aunque
procedente de una familia bilbaina tradicionalista, se reveló como
un decidido defensor de Carlos VIII. Este político sería una pieza
importante del régimen, tanto por sus antecedentes hedillistas, que
le hacían aceptable por el ala radical de la Falange, como por su ad-
miración y lealtad al Caudillo.
Si en vez de una niña (María Inmaculada), hubiera nacido en
1945 en la Ciudad Condal un varón, un Habsburgo y Borbón, arro-
pado por el régimen, nunca sabremos cuál hubiera sido la decisión
de Franco, relativa a tutelar otros “estudios principescos”.
Queriéndose congraciar con las potencias democráticas, vence-
doras en la II guerra mundial, Franco forma un nuevo gobierno el
18 de julio de 1945, que tendría que afrontar unos difíciles años de
bloqueo internacional. En este gabinete seguía estando Pérez Gon-
zález, de quien nada malo podría esperar don Carlos. El falangista

Comunicado de 20 de junio de 1943. Archivo de Francisco Javier de Lizarza In-


92

da, “Don Carlos VIII y la Masonería”.

110
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

Raimundo Fernández-Cuesta, desde Justicia, tampoco torpedearía


el carloctavismo. Y, además, podía seguir contándose con el apoyo
de Arrese, que continuaba siendo hombre fuerte de la Falange, aun-
que hubiese perdido la cartera ministerial, junto con la ayuda de Es-
teban Bilbao desde la presidencia de las Cortes. Ningún monárqui-
co juanista, contrariamente a otras ocasiones, pasó a formar parte
del nuevo Consejo de Ministros. Era la respuesta de Franco a las
reiteradas presiones de Kindelán y de don Juan en pro de una pron-
ta restauración de la monarquía.
En línea con los cambios institucionales que las nuevas circuns-
tancias le exigen, Franco hace aprobar en referendum la ley de Su-
cesión a la Jefatura del Estado. El mismo Caudillo se reservaba la
facultad de proponer a las Cortes (Cortes orgánicas, como quería
don Alfonso Carlos), la persona del monarca (mayor de 30 años y
de sangre real), que debería obtener la aprobación de éstas. Los
carloctavistas estaban satisfechos. La futura monarquía, que se
anunciaba, sería la suya (tradicional, católica, social y representati-
va), y un nieto del inolvidable Carlos VII tenía muchas posibilida-
des de ser designado “rey”. Quienes estaban furiosos eran don Ja-
vier y sus seguidores. Franco, como era de esperar, había hecho ca-
so omiso de la regencia “nacional y legítima”. Don Juan de Borbón,
con este tema, tampoco estaba para bromas.
El texto de la nueva “ley fundamental” no dejaba lugar a dudas.
En el discurso ante el pleno de las Cortes del sábado 7 de junio de
1947, don Esteban Bilbao Eguía, su presidente, manifestaba tajan-
te que la ley de Sucesión no trataba de zanjar “un pleito genealógi-
co”, ni era “un interdicto de recobrar” ni tampoco era “una tercería
de mejor derecho a la posesión del trono”. Con perfecta clarividen-
cia política vaticinó lo que el tiempo se encargaría de ratificar: “Si
la monarquía ha de venir, ha de venir con Franco o no vendrá”93.
La ley de sucesión de 1947, que el archiduque, como se ha di-
cho, apoyó públicamente, parecía hecha a la medida de Carlos

Laureano López Rodó, “La larga marcha hacia la Monarquía”. Editorial No-
93

guer, Barcelona, 1977, pág. 102.

111
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

VIII. Tenía 37 años, por sus venas corría la sangre de los Habsbur-
gos y los Borbones, y vivía en España. Y, además, la sintonía Fran-
co-archiduque Carlos parecía la adecuada. El apoyo de la familia
del archiduque al Caudillo siempre había sido constante. Ya en
1945, de forma solemne, doña Blanca había recomendado a su hi-
jo Carlos, al que acababa de ratificar como su heredero, “no olvi-
dar jamás los extraordinarios servicios que a nuestra religión y a la
Patria viene prestando, con la manifiesta ayuda de Dios, el Gene-
ralísimo Franco”94.
En aquellos momentos, todas las señales de preferencia, que
lanzaba el régimen, hacían de Carlos VIII el favorito.
Don Juan era demasiado sinuoso a los ojos de Franco, y man-
tenía relaciones con sus enemigos políticos. De don Javier no que-
ría ni oir hablar. Y Juan Carlos era un niño de sólo 9 años.
El régimen tenía necesidad de credibilidad, y este aval se lo
prestó el archiduque Carlos.

LA FINANCIACIÓN DE CARLOS VIII

No compartimos la opinión de José Luis de Arrese, cuando en


sus memorias afirma: “ Yo inventé a Carlos VIII, pero no sólo con
la idea de llevar a su cauce a los tradicionalistas que añoraban un
rey, sino, además y sobre todo, con el de llevar a la Falange y a la
Tradición a un camino de unidad positiva en materia de monar-
quía”95. José Luis de Arrese se equivoca. El no inventó a nadie. Jo-
sé Luis de Arrese apoyó y promocionó algo que ya existía y que te-
nía un grupo de adherentes detrás. Y puede parecer lógico, desde el
punto de vista del régimen franquista, que lo hiciese con la inten-
ción de encontrar un candidato de “consenso” entre Falange y Car-
lismo. Franco, que inició su andadura en precario, necesitaba apo-

94
“Declaración ante notario de doña Blanca de Borbón, de 12 de noviembre de
1945, confirmando la transmisión de sus derechos sucesorios, como hija primogé-
nita de Carlos VII, a su hijo Carlos”. Archivo del autor.
95
José Luis de Arrese, “Una etapa constituyente”, op. cit., pág. 154.

112
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

yos y alianzas para consolidarse y perdurar en el poder.


Por ello, la confidencia que el ex dirigente falangista Dionisio
Ridruejo hace a Josep Carles Clemente, relativa a que el carlocta-
vismo fue inventado y auspiciado desde la sombra, en las reuniones
de “La Ballena Alegre”, que altos dirigentes de la Falange celebra-
ban en ese conocido café madrileño, carece igualmente de funda-
mento96.
Don Carlos de Habsburgo no estaba vendido a la Falange. La
simplificación de hechos complejos termina deformando la reali-
dad.
Contrariamente a lo sucedido con la financiación del príncipe
Juan Carlos cuando se estableció en España, la estancia del archi-
duque era pagada por el propio archiduque y sus partidarios y no
por el herario público.
Las arcas carloctavistas nunca estuvieron bollantes y, en algu-
na ocasión, ante las dificultades económicas se planteó la vuelta del
archiduque Carlos a Viareggio.
El 6 de mayo de 1946, Jaime del Burgo escribía a don Carlos
oponiéndose a una tal eventualidad, pues ello supondría, en su opi-
nión, “una quiebra y un retroceso muy fuerte en nuestra organiza-
ción”. “El quid –añadía- está en la cuestión económica”. Del Burgo
opinaba que existían muchas personas, que “se impondrían gustosas
una contribución voluntaria si se les pide por quien tiene autoridad y
representación para ello”, sugiriendo que don Carlos y su familia, en
última instancia, se fuesen a vivir a algún pueblo de Navarra, “donde
no les faltaría de nada”. “Todo antes que salir de España”, concluía.
La solución al problema económico vendría, escasos meses des-
pués, de la mano de los navarros, quienes designaron, en 1946, sien-
do ya Antonio de Lizarza Iribarren el hombre fuerte del carloctavismo
en Navarra, un tesorero en dicho ámbito territorial, especialmente en-
cargado de la recogida de fondos y su remisión mensual a don Carlos.
Los navarros consideraban un título de honor “la contribución volun-

Josep Carles Clemente, “Historia del Carlismo Contemporaneo 1935-1972”.


96

Editorial Grijalbo, Barcelona, 1977, pág. 184.

113
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

taria al sostenimiento de la Casa del Rey” mediante sus libres aporta-


ciones. Los leales navarros (“expropiados los bienes de la Real Fami-
lia por los Usurpadores, y no devueltos, como se ha hecho con los que
la República quitó a éstos”), reclamaban “el honor y el privilegio de
ayudar así a su Rey, mientras dure la injusticia”97. El primer tesorero
fue don Primitivo Erviti, que había sido director del Banco de España
en París. A su fallecimiento, continuó la tarea don Jesús Inda Zabale-
ta, que se mantuvo en el cargo hasta la muerte de don Carlos en 1953.
La cantidad recaudada mensualmente oscilaba de dos mil a tres mil
pesetas, y don Carlos tenía la costumbre de agradecer por escrito, per-
sonalmente, las aportaciones de sus seguidores.
Jaime del Burgo nos habla de las colectas que se hacían para
proveer de víveres en especie al archiduque98. La propia hija de don
Carlos, doña Alejandra, me confesó un dia que su familia tuvo que
abandonar la primera residencia en Barcelona (Torre Vallcarca) a
causa del elevado alquiler. De su segunda residencia, el tercer piso
del número 429 de la calle Balmes, cómodo pero no lujoso, ella re-
cuerda que durante los primeros meses vivieron con escasos mue-
bles, la mayoría prestados. Cuando murió su padre, tuvo que ven-
derse el coche para devolver, a quien lo había anticipado, diversos
gastos ocasionados por el sepelio99.
Aunque pueda considerarse anecdótico, todo esto contradice la
versión de que Carlos VIII nadaba en la abundancia económica de
los favores oficiales.
No obstante, ello no era óbice para que Cora y Lira pidiese al
ministro Arrese “apoyo claro y efectivo, especialmente por lo que
se refiere a libertad de propaganda, no sólo en hojas volantes sino
también en periódicos”100.

97
“La Casa del Rey: su contribución y sostenimiento por Navarra”. Archivo de
Francisco Javier de Lizarza Inda.
98
Jaime del Burgo, “Conspiración y guerra civil”. Editorial Alfaguara, Madrid, 1970.
99
Alejandra de Habsburgo-Lorena, conversación con el autor, 28 de marzo de
1996, Barcelona (cafetería “El Paraguas”).
100
Archivo de Melchor Ferrer, “Escrito entregado al Ministro Sr. Arrese por el ge-
neral don Jesús de Cora”, 27 de marzo de 1944.

114
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

EL FIN DE LA TENTACIÓN

La entrevista de Franco con don Juan, efectuada en el verano de


1948, y en la que se decidió que Juan Carlos se trasladase a estudiar
a España, venía a suponer la quiebra de la solución carloctavista. Ya
entonces, Franco debía estar al corriente de las desavenencias de
Carlos y Christa, que pronto abandonaría al archiduque, cerrándo-
se así la puerta a una eventual descendencia masculina. La “carta”
de Juan Carlos comenzaba a ser tomada en consideración por Fran-
co. No obstante, ante cualquier imprevisto, ahí seguía estando Car-
los de Habsburgo-Lorena y Borbón.
Durante unos años, Carlos VIII fue una tentación real para el
franquismo. Era la única baza defendible y, cuando esta se malogró,
la estabilidad política, que Franco supo darle a su régimen, hizo que
con el transcurso de los años madurase su más preciado naipe, Juan
Carlos de Borbón.
Descendiente de los reyes carlistas, joven, prudente y discre-
to. Sí, durante unos años, Carlos VIII fue el “rey de los franquis-
tas” y el protagonista de una historia que pudo ser realidad. Pero
como dijera el ministro Arrese, “la defección matrimonial de la
reina” y la muerte prematura de don Carlos “hizo fracasar este
episodio”, que “pudo ser importante, aunque sólo llegó a tener el
bonito color romántico que siempre ha acompañado a la gesta glo-
riosa del carlismo”101.
En efecto, las posibilidades del pretendiente se habían esfuma-
do para siempre desde que Christa lo abandonó a mediados de
1949. La inercia, y la mutua conveniencia de don Carlos y Franco,
haría como si todo fuese lo mismo. La falta de un heredero varón
no era una buena credencial para instaurar una nueva dinastía. Un
rey divorciado, tampoco tenía cabida en un Estado que se declara-
ba confesional. Franco había situado su particular concepción de la
familia, y su función social, entre las coordenadas motrices y sus-
tentadoras de su también particular concepción del Estado y del po-
101
José Luis de Arrese, “Una etapa constituyente”, op. cit., pág. 173.

115
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

der. Una familia rota no tenía porvenir. La muerte de don Carlos, en


1953, no hizo más que confirmar la inviabilidad de un proyecto,
que había perdido el futuro.

116
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

EL FIN DEL CARLOCTAVISMO: PENDIENTES DE LA NULIDAD


MATRIMONIAL

Tocado seriamente tras el divorcio de Christa y sin heredero va-


rón, el archiduque no podría ser ajeno a las dificultades a que su
causa se confrontaba. Y para colmo, don Javier se había decidido,
el 30 de mayo de 1952 en Barcelona, a aceptar la sucesión de don
Alfonso Carlos, lo cual, no hace falta decirlo, era otro serio incon-
veniente más. Don Javier no podría ser ya tachado de un simple
“gestor” de la Comunión Tradicionalista, sino que era su Abande-
rado y se presentaba como pretendiente al trono de España en su
nueva condición de titular de la dinastía carlista.
Además, la falta de un heredero masculino directo pesaba como
una losa en la candidatura de don Carlos. En una reunión mantenida
los días 18 y 19 de octubre de 1952 por la Junta de jefes regionales
carloctavistas, en el domicilio madrileño de Cora y Lira, se evocó el
espinoso tema de la separación del archiduque y de la falta de nomi-
nación de un Príncipe de Asturias. Se pensó entonces, no asumien-
do la gravedad del problema, que ante las favorables impresiones de
una rápida y positiva resolución de la causa de nulidad matrimonial,
iniciada el 4 de enero de 1951 ante el Tribunal Eclesiástico de la
Diócesis de Barcelona, no debería tratarse este delicado asunto. El
debate sobre este tema podría interpretarse como señal de no tener
esperanza respecto de lograr la declaración de nulidad, causando un
pesimismo desalentador, tanto en la propia persona de don Carlos
como entre todos sus partidarios. Con la nulidad resuelta, don Car-
los tendría abierta la posibilidad de un nuevo matrimonio canónico
y la eventualidad de un heredero dinástico.
Gracias a la información facilitada por Xavier Montesa y
Manezano, he podido analizar los fundamentos del expediente de
nulidad matrimonial de don Carlos.
José Antonio Balsells de Saracibar, abogado del archiduque, pre-
paró concienzudamente el caso. Sostenía que el matrimonio habría de
reputarse nulo, dada la exclusión del “bonum Sacramentum” por parte

118
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

de la demandada, la cual nunca creyó en la indisolubilidad del vínculo


matrimonial. En efecto, Christa al contraer matrimonio se reservaba,
según don Carlos, la libertad de separarse y aún de casarse nuevamen-
te, excluyendo de forma radical una de sus propiedades esenciales. “Si
no soy feliz contigo, como espero, – solía decirle su esposa – me divor-
ciaré para unirme al hombre que pueda darme la felicidad deseada”.
Al año de casado, ya se constataban, según la demanda de nuli-
dad, ciertas irregularidades en el comportamiento de Christa, que don
Carlos siempre perdonó “intentando reconducirla por el buen cami-
no”. En el expediente, incluso, se aporta copia de una carta de amor,
sin firma, supuestamente dirigida por Christa al pianista Sandor.
Don Carlos declaraba, además, que la novia y su familia
profesaban y practicaban la doctrina “evangélica”, que los
padres de ella eran divorciados y que su suegra se había
decalrado pro-abortista.
Contrariamente a lo que podría esperarse, la demandada se
opone a los hechos y dice que el tribunal debe declararse incompe-
tente por cuanto que el matrimonio tuvo lugar en Viena. Esta pre-
tensión fue rechazada, ya que el domicilio legal de la demanda, a
tenor del derecho canónico, era Barcelona.
El proceso finalizó por defunción del demandante el 24 de di-
ciembre de 1953, antes de que se hubiera pronunciado el fallo.
No podrá saberse nunca la estrategia que adoptaría don Carlos
con el transcurso de los años, al ver que Franco no abandonaba el
poder y se consolidaba Juan Carlos como la opción del régimen. La
muerte interrumpió bruscamente la trayectoria de este pretendiente
que, en algunos momentos, brilló con luz propia.

REPENTINA MUERTE DE DON CARLOS

En la mañana del 24 de diciembre de 1953, el archiduque Car-


los se sintió gravemente enfermo. Aquejado de una hemiplejia ce-
rebral, que le afectaba el lado derecho, fue encontrado en su cama
por el servicio. El Jefe del Estado y el Presidente de las Cortes fue-

119
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

ron inmediatamente informados del suceso. Los doctores Gassió,


De Pedro Pons, Martínez González, Gil, Clapés, Romero Jimeno y
Blanch, fueron llamados a consulta. Unánimemente coincidieron en
apreciar la gravedad del estado de don Carlos.
A las 12 del mediodía recibió, a petición propia, los Santos Sa-
cramentos, que fueron administrados por mosén Balagué, de la pa-
rroquia de Nuestra Señora de la Bonanova, en presencia de sus hi-
jas, que no consentían en apartarse del lado de su padre. Alejandra,
aún con doce años, se arrodilló junto a la cabecera de la cama y le
dió a besar a don Carlos un Crucifijo.
A mediodía, también, se facilitó un desesperanzador parte mé-
dico: “A las nueve de la mañana don Carlos de Habsburgo y Bor-
bón ha entrado bruscamente en coma apopléjico, con hemiplejia del
lado derecho de naturaleza embólica. Los desórdenes circulatorios
y respiratorios, de índole vegetativa, expresan un estado de extrema
gravedad”. Firmaban los doctores Agustín De Pedro y Pons, Ramón
Gassió, Ramón Pascual y Marcelino Gil.
Hacia las dos de la tarde, ante la gravedad de la situación y en
unos momentos críticos, el doctor Romero practicó la respiración
artificial “boca a boca” a don Carlos. Colocado el archiduque sobre
el pecho del abogado Santiago Garrigó, lograron reanimarlo y, mo-
mentaneamente, pasó el peligro mayor.
A media tarde, tras una apariencia de ligera mejoría, don Car-
los recibe la visita de monseñor Lisbona102, quien, pese al estado co-

Monseñor Pedro Lisbona Alonso era director espiritual y consejero íntimo de


102

don Carlos. Había nacido en Argavieso (Huesca) en 1881, cursando sus estudios
eclesiásticos en los seminarios de Vich y Barcelona. Destacado periodista, muy jo-
ven fue redactor jefe y subdirector del diario “El Correo Catalán”. Condenado a
muerte en la zona republicana durante la guerra civil, le fue conmutada la pena
por la de reclusión perpetua, siendo puesto en libertad por las tropas nacionales
tras la toma de Figueras. Carlista notorio, estaba en posesión de la Gran Cruz de
la Legitimidad Proscrita, que le otorgara el rey don Jaime, y de la Placa de co-
mendador de la Orden de San Carlos Borromeo, discernida por el propio archi-
duque Carlos. En 1954 obtuvo la Cruz de San Raimundo de Peñafort. Su Santidad
Benedicto XV le había concedido la dignidad de “Camarero Secreto de Su Santi-
dad”. Falleció el 2 de enero de 1955 (“¡Firmes!”, febrero, 1955, n° 33).

120
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

matoso del enfermo, intentó hablar sin éxito con él, que de nuevo
era incapaz de reconocer a nadie.
Poco después, fallecía don Carlos, a las diecinueve horas y
quince minutos, en su domicilio de la calle Balmes de Barcelona.
Le acompañaban en sus últimos momentos sus hijas, Alejandra e
Inmaculada (que cogían las manos de su padre, besándolas incesan-
temente), y sus amigos los señores Bru, Roma Campi, Roger Pagés,
Gallés, Roger Amat, Rubio Más, Oliva, Roig, Vallescar, Bartres
Hervás, y Santiago Garrigó, que nada pudieron hacer por evitar el
trágico desenlace. Su aparentemente buen estado de salud no había
hecho presagiar el luctuoso suceso.

EL BULO DEL ENVENENAMIENTO

La estupefacción que causó este hecho entre la opinión pública


fue grande. Dado lo inesperado del drama, incluso se esparció el ru-
mor de un eventual envenenamiento. Los próximos de don Carlos
fueron quienes, en primer lugar, barajaron esta hipótesis. Santiago
Garrigó, cuando se le habla de este tema, aún hoy contempla esta
eventualidad como no rechazable.
La tarde antes de su muerte, don Carlos había estado montando
el “Belén” para sus hijas y haciendo planes para la Misa del Gallo
del día siguiente. Después salió a dar un paseo. Regresó con una ca-
ja de bombones, que alguien le había regalado. Don Carlos se “liqui-
dó”, bombón tras bombón, la caja entera. ¿Bombones envenenados
el día de “Nochebuena”? ¿Quién podría tener interés en hacer desa-
parecer al archiduque? La causa del supuesto asesinato sería impe-
dir que Franco nombrase a don Carlos su sucesor, decisión que, pa-
ra algunos, parecía próxima en aquellos momentos103. Pero Franco,
como ya se ha explicado en otro epígrafe, tenía ya en la manga, des-
de hacía cinco años, otro “as”. Juan Carlos de Borbón se encontra-
ba cursando sus estudios en España, bajo la tutela del régimen.
La hipótesis del asesinato no es creíble. En aquellos años difí-
103
Santiago Garrigó, conversación con el autor (Barcelona, 26, abril, 2.000).

121
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

ciles la sospecha de los asesinatos políticos estaban a la orden del


día, formando parte del subconsciente colectivo, tras los horrores
vividos en la guerra civil. En 1957, cuando en la madrugada del 29
al 30 de enero el capitán general de Cataluña, Juan Bautista Sán-
chez, fue encontrado muerto de un infarto cardíaco en la habitación
de un hotel de Puigcerdá, se dijo que había sido asesinado. Cuando
el conde de Ruiseñada, notorio representante del conde de Barcelo-
na, de regreso de París muere, también de infarto, en el coche-ca-
mas del tren que lo transportaba a Madrid la noche del 23 de abril
de 1958, se dijo igualmente que su fallecimiento no se debía a
muerte natural.
En cualquier caso, los rumores del supuesto envenenamiento
corrieron como la pólvora. Julián Moreno Escribano se hace eco de
este estado de opinión afirmando que “Carlos VIII murió de mane-
ra misteriosa, al parecer envenenado”104. Por su parte, José María
Montells y Galán también se hace eco del rumor, diciendo que “fue-
ra o no envenenado, como se dijo en su momento, don Carlos VIII
murió súbitamente el día de Nochebuena de 1953”105. Juan Balan-
só, que no se hace eco de estos rumores, sostiene acertadamente
que la muerte del archiduque se debió a una “trombosis cerebral”.
El que algunos síntomas de los accidentes cerebrales (dolor de ca-
beza, vómitos, pérdidas de conocimiento, etc) sean similares a la
de ciertos envenenamientos, podría haber originado el rumor de que
don Carlos había sido víctima de un hecho de tal naturaleza106.
La muerte de Carlos VIII no tuvo ninguna causa “misteriosa”.
Se podría discutir si su fallecimiento fue debido realmente a una
embolia (o trombosis cerebral), o a un derrame, causado por una
subida brusca de tensión. Hasta hace pocos años, era difícil dife-

104
Julián Moreno Escribano S.J., “¿Quién será el Rey?, los pretendientes al Trono
de España”. Editorial Hidalguía, Madrid, 1969, pág. 34.
105
José María Montells y Galán, “La otra Dinastía”. Colegio Heráldico de Espa-
ña y de las Indias, Madrid, 1995, pág. 60.
106
Dr. Arturo Sanabria Tienza, conversación con el autor, 4 de noviembre de 1999,
Bruselas, Dirección General de Sanidad y Protección de los Consumidores, Comi-
sión Europea.

122
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

renciar un derrame cerebral de una embolia cerebral, ya que los


síntomas son comunes. En el año 1953, y sin la práctica de la au-
topsia, resultaba aventurado precisar la causa de semejante falleci-
miento. Embolia cerebral fue lo que se hizo constar oficialmente
en el parte de defunción, firmado por el doctor don Ramón Gassió,
colegiado número 1202 de Barcelona, uno de los jerifaltes carloc-
tavistas de Cataluña. De ser acertado el diagnóstico, factores como
el colesterol, tabaquismo y disfunciones en la coagulación de la
sangre, pudieron ser elementos desencadenantes de la muerte del
nieto de Carlos VII.
No acertamos a comprender cómo, si los que atendieron al ar-
chiduque pensaron desde el primer momento en la posibilidad de
un envenenamiento, no lo ingresaron de inmediato en una clínica
donde se le practicase un “lavado de estómago”. En cualquier caso,
el estado de don Carlos hubiera requerido su internamiento en un
centro sanitario, internamiento que no sabemos por qué no se hizo.
Allí, las posibilidades de atención médica hubieran sido muy supe-
riores a la asistencia practicada en su propio domicilio.
El bulo del envenenamiento, sin pié ni base alguna, debe ser ca-
tegóricamente rechazado. Don Carlos falleció presentando un cua-
dro clínico de infarto cerebral y no se le deben buscar malintencio-
nadas interpretaciones a un hecho tan luctuoso.
Curiosamente, quien, en nuestra opinión, sin fundamento de
ningún tipo, temía ser envenenada, aún está felizmente viva, gozan-
do de la buena salud que le consienten sus muchos años y en la gra-
ta compañía de su adorado pianista. Sí, Christa, la esposa morganá-
tica de Carlos VIII, temía ser envenenada. “Mi madre –me declaró
un día doña Alejandra– temía ser envenenada por orden de Franco
para así poder casar a mi padre con su hija Carmencita”107. Temores
absolutamente infundados, pero que son ilustrativos del estado de
ánimos de la esposa del pretendiente, que evidenciaba la zozobra e
inquietud que su papel de “reina” le producía.

Alejandra de Habsburgo-Lorena, conversación con el autor, 28 de marzo de


107

1996, Barcelona (cafetería “El Paraguas”).

123
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

ALEJANDRA E INMACULADA SOMETIDAS A TUTELA

Tras diez años de intensa aventura política, desaparece Carlos


VIII, dejando sus dos hijas al cuidado de su amigo personal don Ni-
casio Riera Pou, coronel de artillería, en tanto que presidente del con-
sejo de familia. Riera y su esposa, Matilde de Leyva y Saravia, se es-
forzarían en dar a las hijas del archiduque, que fueron ingresadas en
un colegio de Barcelona, el calor de la familia que les faltaba.
La muerte de don Carlos sumió a las niñas Alejandra e Inmacula-
da en una profunda tristeza. El diplomático norteamericano Richard
Ford, ex cónsul general de EEUU en Barcelona y ex embajador en Tel
Aviv, se ocupó en los primeros momentos de las hijas del archiduque,
a quienes trasladó a su residencia particular de San Justo.
Doña Alejandra recuerda con amargura el expolio de docu-
mentos realizado en su propia casa, inmediatamente después del fa-
llecimiento de su padre: “todo el mundo cogió lo que pudo”. Y con
un dolor, aún vivo, viene a su mente el comentario que llegó a sus
oídos, efectuado por su tío, el archiduque Francisco José , al cono-
cer la noticia de la muerte de su hermano Carlos: “Así tendré un pi-
so en Barcelona”108.

UN ENTIERRO REGIO

El gobierno, tras los primeros momentos de sorpresa, se dispo-


ne a celebrar debidamente el entierro de quien “apoyó con todo en-
tusiasmo las grandes decisiones del Caudillo, especialmente la ley
de Sucesión y la firmeza mostrada frente a la agresión exterior
(“Pueblo”, 26 de diciembre de 1953).
En un primer momento, no se tenía claro el lugar en que se ve-
rificaría la inhumación del cadáver. Se dudaba entre la catedral de
Barcelona, la basílica de Santa María de los Reyes, o el Real Monas-
terio de Santa María de Poblet, panteón de la Corona de Aragón, res-
Alejandra de Habsburgo-Lorena, conversación con el autor, 28 de marzo de
108

1996, Barcelona (cafetería “El Paraguas”).

124
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

taurado por Franco en 1940, que, finalmente, fue el elegido.


A nivel popular, la impresión causada por el triste suceso fue
grande. En los principales diarios de difusión nacional la noticia fi-
guraba con grandes titulares. El gobierno, siguiendo instrucciones
de Franco, tributó un regio y postrero homenaje a quien durante
unos años difíciles para el régimen había encarnado la solución ins-
titucional de emergencia. Carlos VIII tuvo unos funerales verdade-
ramente dignos de un rey.
El diario “Pueblo”, perteneciente a los Sindicatos oficiales, in-
formaba el 26 de diciembre ampliamente de la noticia: “ Ha falle-
cido don Carlos de Habsburgo y Borbón, duque de Madrid” (…)
“El pésame del Caudillo fue testimoniado personalmente por el mi-
nistro de Justicia”. Ese mismo día, “Arriba”, el diario falangista,
destacaba en sus páginas de información nacional: “El duque de
Madrid ha fallecido en Barcelona” (…) “El pésame del Caudillo lo
hizo expresivo el ministro de Justicia a la familia del finado”.
Pero fue el diario carlista, “El Pensamiento Navarro”, quien, en
su edición del 27 de diciembre, con mayor alarde tipográfico daba
en portada, a grandes titulares, detallada cuenta del fallecimiento:
“En Barcelona produjo penosa impresión la inesperada muerte
de don Carlos, y los pliegos puestos a la puerta de la casa mortuo-
ria pronto se llenaron de firmas”.
“En ésta estuvieron el Arzobispo de la diócesis de Barcelona,
doctor Modrego; el Gobernador Civil, señor Acedo; Alcalde de la
ciudad, señor Simarro, y otras autoridades y personalidades”.
“De Madrid llegaron la hermana del finado, archiduquesa doña
Margarita, esposa del actual embajador de Italia en España; el Au-
ditor General de la Armada don Jesús de Cora y Lira, y otras per-
sonas”.
“Personalidades del tradicionalismo barcelonés y requetés des-
filaron por el domicilio mortuorio”.
“El archiduque don Carlos fue amortajado con uniforme de co-
ronel de requetés, con la boina roja sobre el hombro y en sus ma-
nos un rosario y varias medallas de su devoción. En la cabecera del
catafalco fue colocada la bandera de los requetés de Cataluña, y és-
125
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

tos, con uniforme, dieron guardia al cadáver hasta la mañana de


ayer, en que se organizó el traslado”.
“En la capilla ardiente se dijeron misas frecuentemente. El Je-
fe del Estado dirigió un despacho de pésame, así como el presiden-
te de las Cortes, don Esteban Bilbao”109.
El diario carlista omitía que el uniforme utilizado para amorta-
jar a don Carlos pertenecía a su fiel ayudante, Pedro de Vallescar,
conde de Vallserena, y que el difunto lucía sobre su pecho la banda
del Cuerpo de la Nobleza Catalana y el Gran Collar de la Orden de
San Carlos Borromeo, de la que era su Gran Maestre.
En la misma edición, “El Pensamiento Navarro”daba, igual-
mente, detallada información del traslado y entierro de los restos de
don Carlos. La fiel crónica de la agencia estatal Cifra recrea la emo-
tividad de aquellos momentos:
“Barcelona, 26.- El ministro de Justicia, señor Iturmendi, y las
autoridades barcelonesas han presidido esta mañana, a las 12, el se-
pelio del cadáver de don Carlos de Habsburgo-Lorena y Borbón”.
“Desde las ocho de la mañana se han dicho misas en la capilla
ardiente, habiendo llegado diversas personalidades y representacio-
nes de varias regiones españolas para asistir al entierro”.
“A las doce en punto se formó la fúnebre comitiva al final de la
calle Balmes, frente al domicilio del egregio extinto. Abría la mar-
cha la Guardia Urbana, seguida de una sección del Tercio de Carlos
VII con bandera y banda de cornetas y tambores, y a continuación
el clero parroquial, con Cruz alzada, y jerarquías regionales de la
Comunión Tradicionalista. El féretro, cubierto con la bandera na-
cional, fue llevado a hombros de militantes tradicionalistas hasta la
Iglesia Parroquial de la Bonanova”.
“La presidencia oficial estaba integrada por el ministro de Jus-
ticia, señor Iturmendi; autoridades barcelonesas y jerarquías del
Movimiento. El Gobernador Civil, señor Acedo, ostentaba la repre-
sentación del ministro Secretario General del Movimiento, señor
Fernández Cuesta; figurando en el cortejo numerosísimo público.

109
“El Pensamiento Navarro”. Pamplona, 27 de diciembre de 1953.

126
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

En las calles del trayecto un gran gentío presenció el paso de la fú-


nebre comitiva”.
“Después del responso en la Iglesia Parroquial de la Bonanova
el cadáver fue trasladado a Poblet, donde recibiría sepultura en
aquel Monasterio cisterciense”.
La minusiosa crónica olvidaba el detalle del toque de la “Mar-
cha Real” cuando el féretro apareció en la calle. La iniciativa fue to-
mada por Santiago Garrigó, poniendo en un aprieto a Iturmendi,
que representaba al Jefe del Estado. El ministro de Justicia, sor-
prendido, exclamó: “La Marcha Real no, por favor…, toquen la
Marcha de Infantes, la de Infantes…”. Alguien replicó, secamente,
al ministro: “Para nosotros era el Rey”. Y siguieron sonando los
acordes.
Aún en la misma edición del domingo 27 de diciembre, “El
Pensamiento Navarro” informaba de la llegada de los restos a Po-
blet:
“Barcelona 26.- Comunican del Real Monasterio de Poblet, que
a las diez de la noche, ha recibido cristiana sepultura en aquel ce-
nobio cisterciense, el cadáver de Su Alteza Real don Carlos de
Habsburgo-Lorena y de Borbón, duque de Madrid. El féretro con
sus acompañantes, llegó a media tarde procedente de Barcelona.
Aguardaban a la entrada del monasterio la comunidad, el Goberna-
dor civil de Tarragona, el presidente de aquella Diputación y otras
personalidades. Seguidamente el féretro ha sido trasladado a la ca-
pilla de San Jorge, donde se ha rezado un rosario y un responso
mientras se abría la fosa en la capilla Galilea, situada en el atrio de
la iglesia populetana. Luego se ha firmado el acta de la entrega de
los restos mortales de Su Alteza a la comunidad, que ha sido firma-
da por el general Cora y Lira, el conde de Vallserena y don Joaquín
María Roger.”
“A la hora antes indicada ha sido bajado el féretro sobre el que
han quedado depositadas las numerosas coronas de flores enviadas
de toda España”.
“Terminado el fúnebre acto, autoridades y representaciones han
emprendido el viaje de regreso”.
127
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

En realidad, según testigos presenciales, los restos de don Car-


los no se introdujeron en la fosa hasta la una y veinte minutos de la
madrugada del día 27, una vez que concluyeron los trabajos de
apertura y revestimiento de la sepultura, que fue clausurada a las
dos y media de la madrugada. A esa hora ya hacía tiempo que ha-
bían partido las representaciones oficiales, así como parte del séqui-
to del archiduque. Sólo quedaron hasta el final su secretario parti-
cular, José María Bartres y Hervás, y un nutrido grupo de requetés
al frente de José María Roger Amat, delegado regional110.
Lo que nadie ha contado hasta ahora es que los carloctavistas,
al finalizar el responso en la parroquia de la Bonanova, no se fiaban
de que don Carlos fuese, efectivamente, enterrado en Poblet. Le di-
jeron a Iturmendi que de allí no se movía el féretro, si no se les ga-
rantizaba que el lugar donde reposarían los restos del archiduque
era el panteón de la Corona de Aragón.
Para tranquilizar a los partidarios de don Carlos, el ministro
Iturmendi, desde allí mismo, telefoneó directamente a Franco,
quien ratificó la decisión de enterrar a don Carlos VIII en el Real
Monasterio de Poblet, para lo cual, desde el propio palacio de El
Pardo se cruzaron las pertinentes instrucciones al prior del referido
monasterio, Edmundo Garreta Olivella111. El prior, curándose en sa-
lud, consignó en el acta, mediante el que la comunidad cistercien-
se se hacía cargo de los restos de don Carlos, que actuaba “debída-
mente autorizado por el excelentísimo señor ministro de Educación
Nacional”.

FUNERALES OFICIALES

A iniciativa del Gobierno, enseguida comenzaron a organizarse


funerales oficiales por el eterno descanso del alma de don Carlos a
través de los cuatro puntos cardinales de la geografía española. El

110
“¡Firmes!”, Requetés de Cataluña, año III, n° 21, Barcelona, enero-febrero
1954, pág. 5.
111
Santiago Garrigó, conversación con el autor (Barcelona, 26, abril, 2.000).

128
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

primero de ellos tuvo lugar en Oviedo, iglesia de San Tirso, el 30


de diciembre, siendo presidido por el Gobernador Civil, autorida-
des provinciales y representaciones de diversos lugares de la pro-
vincia, según la crónica de la agencia oficial Cifra.
En Barcelona los funerales tuvieron lugar el 8 de enero siguien-
te en la catedral, muy concurrida de fieles. En nombre de la familia
presidió el archiduque Antonio, hermano de don Carlos, acompaña-
do por las hijas de éste, las niñas Alejandra e Inmaculada. En repre-
sentación del Capitán General de la Región presidió el duelo oficial
el Gobernador Militar de Barcelona, general Lambea.
Los funerales organizados en Madrid fueron, sin dudas, los que
revistieron mayor solemnidad, y en los que estuvieron representa-
das al más alto nivel todas las instituciones y organismos del Esta-
do y de la Falange. Tuvieron lugar el sábado 16 de enero, a las 12
de la mañana, en la iglesia de San Jerónimo el Real, oficiando el
obispo auxiliar de Madrid, monseñor Ricote.
La familia de don Carlos, acompañada por el general Cora y Li-
ra, estuvo representada por sus hermanos Antonio, Francisco José y
Margarita; Ileana de Rumanía (esposa de Antonio) y el marqués de
Taliani, embajador de Italia en España (marido de Margarita).
En la presidencia oficial se hallaba el presidente del Consejo
del Reino y de las Cortes, don Esteban Bilbao Eguía, flanqueado
nada menos que por cuatro ministros del Gobierno: Exteriores
(Martín Artajo), Justicia (Iturmendi), Secretario General del Mo-
vimiento (Fernández-Cuesta) y Obras Públicas (conde de Vallella-
no). El ministro de Trabajo, José Antonio Girón, ante la imposibi-
lidad de asistir, se hizo representar por su esposa. En la presiden-
cia oficial también figuraban el presidente del Consejo de Estado
(Ibáñez Martín), del Tribunal Supremo (Castán Tobeñas), el Vice-
presidente de las Cortes (Vivar Téllez), y toda una pléyade de sub-
secretarios y directores generales. El ex ministro Suances también
quiso asociarse a las honras en honor de don Carlos, ocupando un
lugar destacado.
Entre la gran multitud que abarrotaba el templo se encontraban
numerosos representantes del cuerpo diplomático (embajadores de
129
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

Bélgica, Francia, Perú, Uruguay…).


La importancia en calidad y cantidad de la representación oficial,
nos muestra bien a las claras que las pretensiones al trono de Carlos
VIII no fueron consideradas por el Gobierno como un hecho anecdó-
tico, ni mucho menos una “humorada”, como llegó a scr calificada
por Juan Balansó. La solemnidad de los funerales dispensados a
don Carlos, era como si el franquismo enterrase “a su rey”, cuyos
restos mortales incluso habían sido honrados con los acordes de la
Marcha Real en presencia de la representación oficial del Jefe del
Estado.

EL FALLECIMIENTO EN LA PRENSA

La prensa tampoco escatimaría sus elogios: “Se distinguió por


su afabilidad y la sencillez y señorío de su trato, su sólida piedad,
su gran inteligencia y su preparación en los problemas económicos
y sociales” (“Arriba”, 26 de diciembre de 1953).
“Del príncipe don Carlos (…) bien podríamos decir que fue el
príncipe discreto y supo estar siempre en su lugar”. “Tuvo la virtud
de saber conciliar la suprema dignidad señorial a que le obligaba su
egregia estirpe con una vida severamente austera y con la más cor-
dial amabilidad, que le ganaba generales simpatías” (“Arriba”, 27
de diciembre de 1953).
“Príncipe digno de su estirpe en quienes se perpetúa la historia
y en quienes el país y las gentes admiran la solidez de los principios
como garantía y como reserva para el futuro (…) Príncipe español
de raza (…) el duque de Madrid constituyó por su vida, por su
ejemplo y por su entrega total a España un digno continuador de los
monarcas de la rama tradicionalista (…) Su consejo y su decisión
pesaron en momentos históricos decisivos (…) Ha cerrado los ojos
un Príncipe español, un príncipe real que, por primera vez en su fa-
milia después de varias generaciones, recibirá sepultura en España”
(“La Vanguardia Española”, 25 de diciembre de 1953).
“Por primera vez en ciento doce años, un Príncipe, descen-

130
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

diente de Carlos María Isidro, pudo ejercer normalmente sus dere-


chos de ciudadano español, emitiendo su sufragio para el referen-
dum nacional, en Barcelona, el día 6 de julio de 1947 (…) Fue, en
todo momento, un gran patriota, que destacó por su inteligencia, su
sencillez y sus bondades” (“El Noticiero Universal”, 26 de diciem-
bre de 1953).
“Tomó parte activa y principal en el XXXV Congreso Eucarís-
tico Internacional, pues atesoraba firmes creencias católicas (…) Su
gran orgullo fue siempre haber mantenido sin claudicaciones ni
contemporizaciones su nacionalidad española” (“Diario de Barce-
lona”, 25 de diciembre de 1953).
Estos comentarios no eran frases huecas. El archiduque Carlos
había sabido ganarse su sitio en la clase política española de aque-
llos años.
Indudablemente, Franco en persona estaba detrás de toda esta
aparatosidad. Ser enterrado en el Real Monasterio de Poblet en cua-
renta y ocho horas y en presencia de las más altas autoridades del
Estado no hubiera sido posible de no haberse contado con su apro-
bación. Los funerales oficiales, que siguieron al entierro, no se hu-
bieran organizado de no poseerse los apoyos suficientes. Al igual
que, tampoco, se hubiera permitido la publicación de comentarios
tan elogiosos por una prensa amordazada por la censura. La luz ver-
de para las regias exequias de Carlos VIII partió del palacio de El
Pardo.

AUSENCIA Y PRESENCIA DE CHRISTA

Las numerosas esquelas mortuorias convocando a las solemnes


honras fúnebres en sufragio del alma del “Archiduque Carlos de
Habsburgo y de Borbón, Nieto de Carlos VII, III Duque de Madrid,
Archiduque de Austria y Gran Maestre de las Órdenes de la Legiti-
midad Proscrita y de San Carlos Borromeo”, se encontraban firma-
das por las princesas Alejandra-Blanca y María Inmaculada, hijas
de don Carlos; los archiduques Leopoldo, Antonio, Francisco José,

131
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

sus hermanos; las archiduquesas Dolores y Margarita, sus herma-


nas; los archiduques Carlos-Esteban y Domingo, sus sobrinos; y
S.A.R. Ileana de Hohenzollern de Rumanía, su hermana política. Ni
una sola mención a su esposa, a la bella y asustadiza Christa. Co-
mo era de imaginar, la mujer del archiduque, divorciada de éste y
habiendo contraído nuevo matrimonio, no apareció, en los primeros
momentos, por Barcelona. Los carloctavistas, no obstante, en nue-
vas fabulaciones y fantasías, dispusieron, durante una semana, una
guardia permanente de requetés a las puertas del edificio donde ha-
bitó don Carlos, “para evitar que, si la madre apareciese, pudiera
llevarse con ella por la fuerza a las niñas”112.
Pocas semanas después, sí que apareció la señora Sandor por
Barcelona, como se hacía llamar Christa, acompañada de su fla-
mante esposo, con el decidido propósito de llevarse consigo a sus
hijas. No mediante rapto, sino de forma civilizada. El gobierno es-
pañol cursó inmediata orden de expulsión del territorio nacional de
la pareja, que no obstante tardó varios días en cumplimentar el re-
querimiento. Chirsta, para ganar tiempo, había simulado sentirse
enferma, a fín de que Sandor pudiera maniobrar en la embajada es-
tadounidense. Incluso llegaron a contratar los servicios del aboga-
do barcelonés Trías de Bes para conseguir sus pretensiones, que por
el momento debieron abandonar ante la firme decisión del gobier-
no de expulsarlos del país.
Para impedir que Christa pudiera en un futuro hacerse cargo de
las niñas, Franco encargó a José Luis Zamanillo que iniciara un
procedimiento legal para adelantar la edad de emancipación de Ale-
jandra e Inmaculada. Estas gestiones comenzaron a iniciarse en un
juzgado de Guernica, no llegando a alcanzar una conclusión positi-
va ante la complejidad jurídica del tema113.
El interés de Christa por recuperar a sus hijas fue siempre con-
tinuo. En un momento dado, ofreció grandes cantidades de dinero

Santiago Garrigó, conversación con el autor (Barcelona, 26, abril, 2.000).


112

Manuel de Santa Cruz, “Apuntes y Documentos para la Historia del Tradicio-


113

nalismo Español 1939-1966”. Madrid, tomo 15, pág. 185.

132
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

para conseguir, sin éxito, su objetivo (carta manuscrita del archidu-


que Antonio al doctor Ramón Gassió de 28 de julio de 1956). En
ningún momento Christa se desentendió de sus hijas. La verdad es
que Christa gozó de muy mala reputación entre los seguidores de su
marido, seguramente sin razones para ello. Incluso se la acusó, fal-
tando las mínimas pruebas convincentes, de traidora política a don
Carlos, de juanista…, y de conexiones con los servicios secretos del
Reino Unido. Auténticos disparates.

LOS CELOS DE DON JUAN

En los últimos años de vida de don Juan,entre los posibles lu-


gares de enterramiento que para él y su esposa doña María se bara-
jaron, figuró con fuerza el monasterio de Poblet. La idea, al pare-
cer, fue desechada porque allí se encontraba Carlos VIII. Los ente-
rramientos de Poblet, ya preparados, permanecen vacios. Al conde
de Barcelona, según Juan Balansó, “ no le hacía ninguna gracia que
lo sepultasen a la vera de alguien que él consideraría un pretendien-
te de tres al cuarto”114.
Pretendiente de “tres al cuarto”, o no, el conde de Barcelona ha-
bía recelado de que el archidueuqe Carlos fuese “el caballo del co-
misario”, sintiendo una gran inquietud ante la evolución del parti-
do carloctavista. La actividad política de don Carlos daba cornadas
reales, no era un pretendiente de salón, y el olfato político de don
Juan, consciente que de Franco podía esperarse cualquier cosa, su-
po intuirlo.
En los días previos a la nominación de don Juan Carlos como
sucesor del Caudillo, en el mes de julio de 1969, Pedro Sáinz Ro-
driguez en medio de las reuniones del Secretariado político de don
Juan aún solía aludir, con absoluta desvergüenza y total falta de
oportunidad, al “fiambre de Carlos VIII”115. Pese a los quince años

114
Juan Balansó, “Trío de Príncipes”. Editorial Plaza & Janés, Barcelona-
,1995,pág. 190.
115
Luis María Anson, “Don Juan”. Plaza & Janés, Barcelona, 1998, pág. 44.

133
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

transcurridos desde el fallecimiento del archiduque, los juanistas no


se habían olvidado de este contrincante político.

PANTEÓN REAL DE LA CORONA DE ARAGÓN

Para satisfacción y orgullo de sus partidarios, los restos morta-


les de don Carlos de Habsburgo-Lorena reposan en la capilla Gali-
lea del impresionante monasterio de Poblet, que fundara allá por
1149 Ramón Berenguer IV. Panteón real de los reyes de Aragón,
junto a Carlos VIII descansan, entre otros, los despojos de Pedro “el
Ceremonioso”, Alfonso “el Casto” y Jaime I “el Conquistador”. El
monasterio de Poblet era bien conocido por don Carlos. Allí el ar-
chiduque en diferentes ocasiones pasó días de retiro y meditación.
Y allí también solía conversar largamente con el Abad General del
Císter, dom Mateo Quattember, sobre su problemática matrimonial
con la esperanza de encontrar una solución a su situación personal
y un futuro para su causa.Pese a todas las dificultades, sus partida-
rios esperaron hasta el final el triunfo, incluso cuando éste se en-
contraba ya fuera de toda lógica política.La confianza depositada en
Franco fue siempre el aval más sólido para ellos. “Las relaciones
entre don Carlos y el Caudillo eran fruto de una cordialidad y una
compenetración, cuyos frutos hubieran muy en breve despejado la
incógnita de una manera muy distinta a la que, según todas las apa-
riencias públicas, se está enfocando hoy”, escribía Pedro de Valles-
car y Palí a Lizarza Iribarren, en clara alusión al príncipe Juan Car-
los, el 13 de abril de 1955. Vallescar pensaba que “si Dios le lle-
ga a conceder un poco más de vida a don Carlos, su triunfo hubie-
ra sido incontenible, arrollador”.
Pero la realidad fue que con la desaparición del archiduque, el
carloctavismo sufrió el golpe definitivo del que nunca se repondría.
La aventura política había concluido. Y el tiempo se encargó de
convertir los hechos en historia.
No obstante, el espejismo de una continuidad en la carrera di-
nástica hizo que los hermanos de don Carlos, aquellos que se ha-

134
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

bían desentendido del carlismo en los momentos claves, recogiesen


la antorcha, ya apagada, de la sucesión de Carlos VIII.
La imagen del carloctavismo comenzaba a parecer la caricatu-
ra distorsionada por un espejo de ferias.

135
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

UN REY DE LA CLASE MEDIA: UNA VIDA SENCILLA

El “regio” entierro y los solemnes funerales de don Carlos, or-


ganizados por el gobierno de la nación, contrastan con la sencillez
de vida que, hasta su muerte, llevó el pretendiente carlista.
Carlos VIII no fue ningún potentado económico. Bien es ver-
dad que sus padres tuvieron una posición desahogada y casi suntuo-
sa cuando vivían en la Viena imperial. Pero el capital del archidu-
que Leopoldo Salvador mermó ostensiblemente a la caída de la do-
ble monarquía austro-húngara, pasando entonces la familia unos
años de verdadera estrechez económica. De su madre, doña Blanca,
tampoco heredaría don Carlos gran cosa. Los bienes de Carlos VII,
que no eran excesivos, se distribuirían entre sus cinco hijos (Jaime,
Blanca, Elvira, Beatriz y Alicia), y los de don Jaime, muerto sin
descendencia, se repartirían entre sus cuatro hermanas. Y de este
quinto y este cuarto de herencia, a don Carlos le correspondería la
novena parte (su hermano Raniero había fallecido sin descenden-
cia). Del anciano don Alfonso Carlos, las hijas de Carlos VII no re-
cibieron prácticamente nada.
Que no fuese heredero de suculentas herencias, no debe llevar
a la conclusión, como algunas veces se ha dicho y nunca en senti-
do constructivo, que “don Carlos no tenía un duro”.
Ni un acaudalado pretendiente, ni un pobre vergonzante. Don Carlos
y su familia llevaron en Barcelona una vida propia de la clase media.
El barrio en que habitaron, el de la Bonanova, comenzaba a ser
apreciado por la burguesía con pretensiones sociales, y la calle
Balmes, donde el archiduque había fijado su residencia, era una de
las más solicitadas. Don Carlos no llevó, ni su familia tampoco, lo
que se puede decir un “tren de vida regio”. El archiduque condu-
cía su propio vehículo, el personal doméstico era el indispensable,
y en sus viajes propagandísticos casi siempre se hospedaba en ca-
sa de sus partidarios.

136
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

SU ÚNICO LUJO

Una concesión al “lujo”, la educación de Alejandra e Inmacu-


lada. El colegio “Jesús María”, frecuentado por sus hijas, era don-
de se educaba la élite de la burguesía, y no sólamente catalana. En-
clavado en la Bonanova, su señorial fachada pregonaba la distin-
ción de las educandas. Apellidos de grandes familias de diferentes
puntos del país enviaban sus retoños al “Jesús María”.
Según los testimonios de condiscípulas de las hijas de don Car-
los, “las princesas, encantadoras niñas rubitas, impecablemente
vestidas, cada día eran recogidas del colegio por su madre, una se-
ñora elegantísima”.
El propio archiduque acudiría, igualmente, a las actividades
más emblemáticas del colegio, y, casi a diario, tras el divorcio de su
esposa.
Aún resuenan en la memoria auditiva de alguna antigua alum-
na del “Jesús María” la ampulosidad y énfasis cuando, en los actos
públicos del colegio, por alguna circunstancia, se nombraban a las
hijas del archiduque: ¡A-LE-JAN-DRA—DE—HASB-BUR-GO!,
¡IN-MA-CU-LA-DA—DE—HABS-BUR-GO!116.

UN PADRE AFECTUOSO

La vida de don Carlos, entregado a su familia y a su causa po-


lítica, no difirió mucho de la de cualquier profesional de la clase
media en la España de la postguerra.
La solicitud y dedicación hacia sus hijas eran proverbiales. Su
hermana Dolores, que vivía también en Barcelona, nos ha dejado
un testimonio conmovedor, donde narra la última entrevista que
mantuvo con su hermano Carlos dos días antes de su muerte:
“La última vez que ví a Carlos fue la mañana del lunes, día 21
de diciembre de 1953. Vino a verme con sus dos hijas, hablándome

Condesa Carmen Apraxine, conversación con el autor, 12 de octubre de 1999,


116

Bruselas (Embajada de España).

137
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

tan bueno y cariñosamente como él sabía hacerlo.


Las niñas se sentaron cerca de él, la pequeña en el brazo de su
mismo sillón, apoyándose mimosamente en su padre. Recuerdo que
él puso el brazo alrededor de ella, y me dijo: ‘Ésta es muy mimosa’.
Pasó Carlos un buen rato conmigo. Y estaba completamente
bien de salud, como siempre.
Luego se despidió de mí, que nunca, ni por asomo, pude creer
que era el adiós definitivo.
Recuerdo unas palabras de Carlos, que nunca he olvidado por
la honda impresión que me causaron. Fue unos días después de la
Primera Comunión de María Inmaculada: ‘No sabía que se podía
ser tan feliz viendo a esta niña tan contenta. Pasé el día más feliz de
mi vida’.
Mucho podría decir sobre mi querido hermano, aquel gran rey
carlista que se nos fue”117.
Tras su muerte, toda la prensa destacaría, como rasgo sobresa-
liente de su conducta, esta permanente actitud de atención hacia
Alejandra e Inmaculada.

NI FONDOS SECRETOS NI RESERVADOS

No fue don Carlos un parásito del régimen. En términos cuan-


titativos y cualitativos recibió bastante menos que don Juan de Bor-
bón (al que Franco había puesto dos diplomáticos para atender su
secretaría particular), y, por supuesto, muchísimo menos que don
Juan Carlos (al que, cuando llegó el momento, se le financió gene-
rosamente estudios, personal y estancia en España). El apoyo gu-
bernamental al archiduque Carlos fue simplemente “logístico”:
manos libres para la propaganda de su causa.
Ni financiación secreta, ni fondos reservados para el manteni-
miento de Carlos VIII. Los rendimientos de su modesto patrimonio

“¡Carlistas!”, diciembre, 1957. Doña Inmaculada hizo su Primera Comunión el


117

domingo 7 de junio de 1953, en la capilla privada del convento de las R.R. M.M.
Reparadoras de San Gervasio, de manos de monseñor Lisbona.

138
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

y las aportaciones generosas de sus partidarios sufragaron, como


hemos dicho en otro apartado, sus gastos de mantenimiento en Es-
paña. Don Carlos, como cualquier español de aquellos años, tam-
bién tuvo que hacer sus números, en más de una ocasión, para lle-
gar a “fin de mes”.
Es cierto que su aventura política fue un mal negocio económi-
co. Dedicándose personalmente a explotar sus propiedades en Via-
reggio, hubiera disfrutado de un nivel de vida muy superior al que
disfrutó en España. El mismo don Carlos, en carta de 30 de marzo
de 1946 a Jaime del Burgo, se lamentaba de lo difícil que veía ve-
ranear ese año en el Norte, pues “me reclaman de Viareggio, donde
tenemos que ver a la reorganización de nuestras fincas y de mis in-
tereses abandonados desde hace más de dos años”.
Por su forma de vida discreta y sencilla, sometido a las mismas
dificultades económicas que el resto de los españoles, don Carlos
bien pareció un pretendiente al trono salido de la “clase media”, la
clase que, precisamente, el régimen franquista quiso identificar con
su causa.

139
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

EL CARLOCTAVISMO SIN CARLOS VIII: A LA BÚSQUEDA DEL


HEREDERO

Muerto el archiduque Carlos, sus partidarios se ven sumidos en


una profunda desorientación.
Los líderes carloctavistas, sin pérdida de tiempo, se reunen el
27 de diciembre, al mediodía, en el barcelonés Círculo Central Es-
pañol, presididos por Cora y Lira, escasas horas después de dar se-
pultura a don Carlos. Allí está presente la jerarquía al completo
(Gassió, Roma, Roger Gallés, Roger Amat, Lizarza Iribarren, Pla-
zaola…). Entre todos buscan una solución a los graves momentos
que vive la causa. Por unanimidad se acuerda firmar un acta en la
que se comprometen a buscar “legítimo sucesor del rey legítimo”
entre los nietos de don Carlos VII. Aunque reconocen la existencia
del príncipe en quien recaen los derechos de la dinastía, deciden es-
perar a la aceptación del interesado “al objeto de proceder a su pro-
clamación”118. Este príncipe era el archiduque Antonio, en quien de-
positaban todas sus esperanzas.

UNA FORZADA ACEPTACIÓN

Tras el funeral celebrado el 16 de enero de 1954 en la iglesia de


los Jerónimos de Madrid, los representantes del carloctavismo se
reunieron en los salones anexos a dicha iglesia, a las cuatro de la
tarde, para analizar la cuestión sucesoria. Cora y Lira, de forma po-
co clara, hace creer a los presentes que el archiduque Antonio, que
había acudido a presidir el oficio religioso, y por tanto estaba pre-
sente en la capital de España, se mostraba dispuesto a aceptar la su-
cesión de su hermano. De forma rápida, se decide que una comisión
se traslade inmediatamente a transmitirle a don Antonio un mensa-
je de fidelidad. Este, confundido a su vez por Cora y Lira, acude al
lugar de reunión pensando que se trata sólo de compartir unos mo-
“¡Firmes!”, Requetés de Cataluña, año II, n° 21. Barcelona, enero-febrero de
118

1954, pág. 7.

140
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

mentos de intimidad con los partidarios de su hermano Carlos. Su


sorpresa no tiene límites cuando, al entrar en la estancia donde lo
esperaban, los asistentes lo reciben al grito de “Viva el Rey”, “Vi-
va Carlos IX”.
Antonio, como mejor puede, intenta salir del atolladero de la
política de hechos consumados, a que ha sido confrontado por Co-
ra y Lira. Declara ante los presentes “su profundo agradecimiento
por la inquebrantable lealtad a mi Familia desde hace más de un si-
glo”, añadiendo que “como nieto del rey Carlos VII y Representan-
te desde ahora de la rama Carlista, por renuncia de mi hermano ma-
yor el archiduque Leopoldo, me hago cargo de sus deberes y dere-
chos”. Los carloctavistas no precisaban oir más. Enseguida firma-
ron un acta, reconociendo al archiduque Antonio como rey carlista,
pese a que éste había, también, anunciado que seguiría residiendo
en Austria. El archiduque creía que su puesto no estaba entonces en
España, aunque garantizaba a sus partidarios que si ésta lo necesi-
taba, lo tendría “en todo momento a su disposición para defender
con el mayor entusiasmo los altos ideales de Dios y de la Patria y
los que representan la gran familia de la Comunión Carlista”119.
En realidad, Antonio estaba furioso por la conducta embaucan-
te de Cora y Lira. El archiduque sentía simpatías por el carlismo, al
que quería ayudar. Pero, de ahí a proclamarse pretendiente a la co-
rona de España, había un abismo. Este episodio sería el inicio de
unas pésimas relaciones entre Cora y el archiduque, que termina-
rían desembocando en un enfrentamiento dinástico entre los herma-
nos Antonio y Francisco José.
Cora y Lira disimulaba ante el partido el deterioro de sus rela-
ciones con el archiduque Antonio, dando una impresión de normali-
dad, que a casi nadie engañaba. La pérdida de popularidad, la descon-
fianza y los recelos hacia Cora en el interior del partido, que se co-
menzaron a manifestar ya en vida de don Carlos, iban en aumento.
Antonio era el único hijo de doña Blanca que no había con-

“¡Volveré!”, año VII, n° 118, Madrid, 25 de enero de 1954, y conversación del


119

autor con Francisco Javier de Lizarza Inda, Madrid, 21 de marzo del 2.000.

141
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

traído un matrimonio desigual. Casado con la princesa Ileana de


Rumanía, esta unión conservaba para la descendencia todos los
derechos dinásticos de sus padres, pese a la religión ortodoxa
practicada por Ileana. El divorcio entre ambos, en mayo de 1954,
cogió de sorpresa a sus partidarios y la subsiguiente boda de Ilea-
na con Esteban Issarescu, médico rumano, enrareció aún más el
ambiente.
Para colmo de desgracias, el primogénito de Antonio, Esteban,
de 22 años, contrae matrimonio morganático.
Domingo, hermano menor de Esteban, con 17 años, y soltero,
es la solución ideal, pensada por Cora y Lira, para salvar la dinas-
tía. Y comienza a enredar para que se venga a vivir a España. Pe-
ro el contacto con Domingo, menor de edad y sujeto a la patria po-
testad de sus padres, no era fácil.
Don Antonio, entre tanto, se lo piensa mejor y decide de una
vez por todas dejar las cosas meridianamente claras. El 7 de agos-
to de 1954 tira la toalla y escribe a Cora una explosiva carta, en la
que le manifiesta que está “completamente decidido a no tener en
el futuro ninguna actuación política, ya que (…) no sería para el
bien de España que yo o alguno de mis hijos o hermanos sea pre-
tendiente al trono”. Añadía para su retirada otra razón importante:
“el deseo del jefe de nuestra familia, el archiduque Otto, heredero
del Trono de Austria, que yo me abstenga de toda actuación políti-
ca en España”.
Es poco conocido que el archiduque Otto también fue, en al-
guna ocasión, sondeado para declararse pretendiente al trono es-
pañol. Estas insinuaciones jamás fueron contempladas por el inte-
resado: “Mi lealtad hacia la dinastía española me prohibía aceptar
una empresa que no sería más que una usurpación”120. Era lógico,
pues, que exigiese un comportamiento semejante a otros miem-
bros de su familia.

Otto de Habsburgo, “Memoires d’Europe”.Editions Criterion, París, 1994, pág.


120

136.

142
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

DOMINGO Y ALEJANDRA, EVENTUALES SOLUCIONES

El desconcierto que imperó en las filas carloctavistas era dra-


mático. El 12 de septiembre se reune en Santiago de Compostela la
Asamblea de Jefes de la Comunión en la que se declara que el apar-
tamiento de los archiduques Antonio y Esteban daba lugar al llama-
miento a la sucesión del archiduque Domingo, acordándose iniciar
las oportunas gestiones para explorar su voluntad y lograr que ven-
ga a vivir a España.
El informe, que habían preparado los navarros para esa reunión,
traslucía de forma nítida el estado de ánimo derrotista que impera-
ba: “Estamos, queridos compañeros, en el más absoluto y comple-
to de los ridículos. Abandonado por nuestro Príncipe y con un futu-
ro por demás oscuro”.
Julián Torresano, un histórico de la causa carloctavista, escri-
bía, irónicamente, la víspera de dicha reunión a su correligionaria
doña Basilia Inchausti: “A mi me parece que lo más prudente sería
dejar a don Domingo en paz y que siga masticando chicle y ponien-
do las patas encima de la mesa, como es uso y costumbre de su nue-
va Patria”.
Tras la decisión tomada en Santiago, Cora se pone manos a la
obra para aclarar la situación del archiduque Domingo. Mientras
tanto, sugiere mantener la unidad del partido honrando la memoria
de don Carlos, con frecuentes visitas a Poblet, y honrando a sus hi-
jas “que Dios sabe la misión que todavía pueden cumplir” (carta a
Ramón Gassió el 17 de septiembre de 1954).
En Navarra se va aún más lejos, y el 9 de octubre de aquel mis-
mo año, a iniciativa de Jaime del Burgo, la Junta General propone
que, a fin de mantener la unidad, el partido se agrupe en torno a la
princesa Alejandra en su calidad de hija del último reinante, no co-
mo reina, sino como “Abanderada provisional”. Doña Alejandra
mantendría así la cohesión de todos los que fueron partidarios de su
padre y daría la serenidad y tiempo necesarios, según los navarros,
para hacer las gestiones oportunas con los restantes nietos de Car-

143
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

los VII. Tampoco descartaban que, llegado el caso, Alejandra po-


dría ser la solución definitiva.

EL ENFADO DEL ARCHIDUQUE ANTONIO

Las gestiones que Cora viene realizando para lograr traer a


España a Domingo no agradan al archiduque Antonio. Éste, con
quien para nada había contado Cora y Lira, enterado de ello mon-
ta en cólera y, el 23 de mayo de 1955, le escribe desde Austria
una carta furibunda, de la que envia copia a todos los jefes car-
loctavistas.
El archiduque comienza agradeciendo “todas las demostracio-
nes de afecto de los carlistas, tan leales siempre a mi Familia”. Se-
guidamente contesta a anteriores propuestas de Cora relativas a
obtener “subvenciones económicas”, a base de que su hijo Do-
mingo se traslade a España: “Yo no puedo autorizar nada seme-
jante en este sentido y he de añadir que me desagrada profunda-
mente que alguien pueda pensar, sobre todo el Generalísimo y
también el señor Fernández-Cuesta, que mi decisión política pue-
da depender de que por un mezquino interés material, pueda hipo-
tecar mi conciencia y mi actuación y la de mi hijo (…) Me he en-
terado hace poco que sin mi autorización y contra mi voluntad has
intentado convencer con ofrecimientos financieros a mi hija Ma-
ría Ileana, que trabaja en Nueva York, para que traiga a España a
mi hijo Domingo. Antes de que me enterase de tus pasos, fracasa-
ron tus intentos, pues has recibido de USA la contestación debi-
da:’No’(…) Soy yo y nadie más que yo el llamado a subvenir a
mis necesidades económicas y a las de todos mis hijos y no auto-
rizo a nadie a intervenir ni a realizar gestiones de tal índole (…)
Creo que con esto presto un gran servicio a la Comunión Carlis-
ta, interpretando los sentimientos de mis amados carlistas, los
cuales se sentirían ofendidos, como yo mismo, ante la idea de que
su Abanderado vivía de fondos secretos”. Sin bajar un ápice el
elevado tono de la carta, don Antonio recuerda a Cora que él no le

144
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

ha nombrado Delegado en España, ordenándole “como Represen-


tante de la Dinastía Carlista” deje de considerarse el “Jefe de la
Comunión Carlista, cargo que no puede existir”121.

EXPULSIÓN DE CORA Y LIRA

En ese mismo año de 1955, mes y medio después, una vez co-
nocida por todos los jefes carloctavistas la dura misiva del archidu-
que Antonio, la Diputación Nacional de la Comunión Tradicionalis-
ta se reune, los días 2 y 3 de julio, en Barcelona, acordando apartar
a don Jesús de Cora y Lira de todos sus cargos en el partido. Las ra-
zones alegadas fueron “su arbitrario ejercicio del mando”, “conti-
nuar su ejercicio tras la muerte de don Carlos VIII”, “proceder con-
tra dignísimos jefes regionales y sus juntas a los que ha querido
destituir”, y, sobre todo, “por haber tratado de minar la libertad de
la Causa, prestándose a ser vehículo de compromisos y ofrecimien-
tos que afectan al honor mismo de la Comunión y a la independen-
cia política de la Real Familia”122.
Los momentos que se vivían eran verdaderamente duros para
los partidarios de don Carlos. El carloctavismo aparecía sin cabeza
y profundamente dividido. Sólo el culto al recuerdo de Carlos VIII
aglutinaba el partido123.
121
“¡Firmes!”, Portavoz de la Comunión Carlista año IV, n° 37-38, Barcelona, ju-
nio-julio de 1955.
122
“¡Firmes!”, Portavoz de la Comunión Carlista, año IV, n° 37-38, Barcelona, ju-
nio-julio de 1955.
123
El primer aniversario de la muerte de don Carlos se conmemoró masivamente
en el monasterio de Poblet, a donde acudieron varios autocares y múltiples vehí-
culos particulares para rendirle homenaje, pronunciándose vibrantes discursos
después del oficio religioso. En numerosas ciudades (Bilbao, Pamplona, San Se-
bastián, Tolosa…), se rindió, también, público homenaje a la memoria del archi-
duque. En diciembre de 1955, segundo aniversario, acudieron de nuevo a Poblet
los carloctavistas. Después de la misa en el monasterio, se celebró un acto políti-
co en la vecina localidad de Valls. En 1956, en el tercer aniversario, se oficiaron
diversas misas en Barcelona y otras ciudades por el eterno descanso del alma de
don Carlos. Las hijas del archiduque, Alejandra e Inmaculada, acudieron a la pa-

145
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

El problema sucesorio parecía irresoluble y se seguía pensando


en la eventual solución de doña Alejandra, una adolescente de 14
años. Los jóvenes carloctavistas, reunidos, igualmente, los días 2 y
3 de julio de 1955 en Barcelona, sugerieron a las altas esferas del
partido que “la princesa Alejandra de Habsburgo, hija de nuestro úl-
timo Rey (…) podría ser apta para encabezar una nueva dinastía”,
a falta de otra posibilidad más apropiada.
El archiduque Antonio, que seguía viajando periódicamente a
Madrid y Barcelona, donde asistía al consejo de familia que velaba
por los intereses de las hijas de don Carlos, se entrevistaba con los
responsables que quedaban del carloctavismo, a los que daba áni-
mos y poco más.

EL ARCHIDUQUE ANTONIO CAMBIA DE OPINIÓN

La situación cambia bruscamente cuando, el 29 de junio de


1956, don Antonio escribe una carta a Lizarza Iribarren, respuesta
al mensaje de adhesión que éste, en nombre de los carlistas nava-
rros, le había dirigido con ocasión de la festividad de San Antonio.
En ella, por primera vez, el archiduque se muestra proclive a asu-
mir las obligaciones dinásticas como nieto de Carlos VII, asegurán-
do que las esperanzas de los carloctavistas de encontrar el príncipe
que los guíe “no pueden ser defraudadas”. En tono solemne decía
que aunque carecía de toda ambición personal, no carecía del sen-
tido del deber, estando dispuesto “a poner todos los empeños y to-
dos los esfuerzos para unir a todos los carlistas españoles sin excep-
ción bajo una sola bandera y en la obediencia y concordia de un so-
lo príncipe”124.
Pocas semanas después, el milagro se produce y don Antonio
da el paso definitivo. En misiva de 22 de agosto de 1956, dirigida a
rroquia de la Concepción, acompañadas por el conde de Vallserena, que había si-
do Ayudante Mayor de don Carlos. El mismo día 24 de diciembre se rezaron un
rosario y un responso en la sede del propio círculo carloctavista de Barcelona.
124
“¡Firmes!”, Portavoz de la Comunión Carlista, año V, n° 49-50, Barcelona, ju-
nio-julio de 1956.

146
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

Lizarza Iribarren, lo nombra “Delegado Nacional de la Comunión


Carlista, teniendo en cuenta la misión y la labor a realizar en el fu-
turo a los fines que interesan al Carlismo y a España”125. A partir de
ese momento, asume el título de duque de Madrid y se presenta co-
mo pretendiente carlista al trono de España.

EL ARCHIDUQUE FRANCISCO JOSÉ SALTA A LA PALESTRA

Pero para complicar más las cosas, también en 1956, jaleado


por Cora y Lira que desde su cese estaba en “paro político”, salta al
escenario dinástico el archiduque Francisco José, que sin más ni
más se proclama, también, pretendiente carlista, disputándole los
derechos a su hermano Antonio. En agosto de aquel año lanza un
farragoso y soporífero “Manifiesto”, que dudamos haya sido ínte-
gramente leído por nadie.
Para dar más credibilidad a su causa, Francisco José había logra-
do que su hermano mayor, el archiduque Leopoldo (transformado en
el señor Lorrena tras adquirir la nacionalidad norteamericana), fir-
mara un documento a su favor el 6 de julio de 1956 ante el secreta-
rio de Embajada de España en Viena. Nervioso, Lizarza Iribarren lo-
caliza a Leopoldo y hace que firme una nueva declaración, en forma
de carta, desdiciéndose de la anterior y apoyando a Antonio.
La carta de Leopoldo, fechada el 10 de noviembre en el casti-
llo de Pitten, comienza manifestando que la escribe para aclarar
“malas interpretaciones” que algunas personas han dado a sus pala-
bras. Redactada en tono muy elogioso para el archiduque Antonio,
concluye con unas puntualizaciones cuya simple lectura nos da idea
del desbarajuste imperante:
“1°- Que si bien declaré a Francisco José lo mismo que decla-
ré hace años a nuestro difunto hermano Carlos, tal declaración y re-
nuncia a mis posibles derechos a favor de Francisco José, en modo
alguno puede interferir con el uso que hagas de los tuyos ni antepo-

“¡Firmes!”, Portavoz de la Comunión Carlista, año V, n° 52, Barcelona, sep-


125

tiembre de 1956.

147
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

nerse a ellos, sobre todo teniendo en cuenta que eres el hermano


que me sigue en edad y que siempre te he considerado el más idó-
neo para asumir la jefatura y representación de nuestra familia.”
“2°- El haber firmado, el 6 de julio, solicitado por Francisco Jo-
sé la declaración ante el secretario de Embajada de España en Vie-
na, ha sido casual, sin carácter oficial y sin solemnidad alguna”.
“3°- Considerando lo dicho anteriormente he llegado a conven-
cerme que mi declaración del 6 de julio de 1956 mencionada arri-
ba, ha sido un error. Por esa razón la retiro y la considero anulada.”
“4°- Para apartar toda duda renuncio para siempre a los dere-
chos de sucesión que tengo por mi descendencia o pudiese tener en
lo futuro”126.
En relación con esta carta, la publicación “¡Carlistas!” titulaba
pomposamente en cabecera de portada: “El bien de España une al
carlismo”. En una especie de comentario editorial proclamaba ha-
ber quedado “definitivamente aplastado el burdo intento de confun-
dir y dividir a los carlistas”. El tono triunfalista de la publicación no
lograba disimular la vía muerta en que se encontraba la causa.

ACTIVIDAD POLÍTICA DEL ARCHIDUQUE ANTONIO

Poco a poco, el boletín “¡Carlistas!” se va constituyendo en el


más destacado portavoz de las pretensiones del archiduque Anto-
nio, intentando animar el fuego de la fidelidad a la sangre de Car-
los VII. El empeño y el empuje que Lizarza Iribarren puso en ello,
hizo parecer como si, de verdad, existiese aún alguna oportunidad.
El boletín salía periódicamente, cada mes, arremetiendo a diestra
y siniestra, ya contra don Juan, ya contra don Javier.
El recuerdo de Carlos VIII se mantenía vivo en el cariño profe-
sado a sus hijas, de quienes con frecuencia se publicaban fotos por
ellas dedicadas: “Con mucho cariño, Inmaculada – Alejandra”,
“Con verdadero afecto a cuantos fueron leales a nuestro inolvidable
Padre, Alejandra – Inmaculada”…
126
“¡Carlistas!”, diciembre, 1956. “El bien de España une al carlismo”, portada.

148
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

Durante unos pocos años, el archiduque Antonio se comporta-


rá como un auténtico pretendiente. El 30 de mayo de 1957, sema-
nas después de la primera y clamorosa aparición de Carlos Hugo en
la cumbre del Montejurra, presentándose como Príncipe de Asturias
y nieto de Carlos VII, reacciona desde Viena con un manifiesto en
el que declara que “como nieto sucesor de mejor derecho de mi au-
gusto abuelo el Rey Carlos VII”, mantendrá los principios “inmu-
tables” del carlismo, llamando a todos los carlistas “a una unión
sincera y efectiva”. “Me dirijo a todos sin excepción –decía el ar-
chiduque-, a los que fueron leales a mi querido Hermano y a los que
siguieron al Príncipe don Javier (…) Os prometo, leales carlistas,
que uno de mis hijos, Esteban o Domingo, será en su día el conti-
nuador de la Dinastía Carlista”127.
En este mismo año 1957, Franco recibe en audiencia, el 23 de
octubre en el palacio de Pedralbes de Barcelona, a una nutrida re-
presentación de carloctavistas (Oliva, Roger Amat, Garrigó, Roma
Campí, Brú Jardí, Gassió Bosch, Vallserena de Vallescar, Bartrés
Hervas…). Estos agradecieron al Caudillo el hecho de que los res-
tos de don Carlos reposasen en el Real Monasterio de Poblet, ex-
tendiéndose después en otras consideraciones sobre el Alzamiento
y la Tradición. Franco, por su parte, ensalzó el papel desempeñado
por los carlistas en la guerra civil, manifestándoles, halagador, que
“ojalá se hubiera entendido la legitimidad de ejercicio tal como el
Tradicionalismo la predicaba y la defendía”128.
La audiencia concedida era de simple cortesía. El carloctavis-
mo ya no podía, en aquellos momentos, rendirle ningún servicio
importante a Franco, salvo el meramente decorativo.
El año 1957 terminaría con un mensaje político del archiduque
Antonio, fechado en el mes de diciembre en Viena, debido, sin du-
da, a la pluma de Lizarza Iribarren. Se presentaba como el herede-
ro indiscutible de Carlos VII, citaba a Vázquez de Mella, reflexio-
127
“¡Firmes!”, Portavoz de la Comunión Carlista, año VI, n° 59-60, Barcelona,
abril-mayo de 1957.
128
“¡Firmes!”, Portavoz de la Comunión Carlista, año VI, n° 65, Barcelona, octu-
bre de 1957.

149
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

naba sobre la cuestión social…, y ofrecía a sus hijos como conti-


nuadores de la causa. A aquellas alturas, todo resultaba absoluta-
mente inutil. Ya no existía ninguna perspectiva seria de futuro. Y
para colmo, un grupo de tradicionalistas se habían presentado, el 20
de ese mismo mes, ante don Juan para acatarlo como legítimo su-
cesor de don Alfonso Carlos.
Con todo, el archiduque Antonio, de paso por Madrid, lanza el
10 de marzo de 1958, Día de los Mártires de la Tradición, un nue-
vo manifiesto, en el que confirma su clara voluntad de asumir la di-
rección del carlismo.

CONTRA TODOS

Con la excusa de intentar la unión de todos los carlistas, don


Antonio escribe, el 10 de julio de 1958, una carta al príncipe Javier
haciendo una detallada defensa de su mejor derecho genealógico.
El archiduque Antonio, sin complejos, solicitaba de don Javier que
pusiese fin a su etapa de regente, dado que “la Dinastía de Carlos V
y Carlos VII no se ha extinguido, pues muerto mi Hermano Carlos
y posteriormente Leopoldo, los derechos revierten a Mí, y a Mis
Hijos”129.
Don Javier, sin demoras, le responde el 31 de julio de ese mis-
mo año desde su castillo de Lignières, en Francia, manifestándole
que su decisión de Barcelona de 1952 es inamovible y que el apo-
yo que le otorga la Comunión Carlista es unánime, “pues sólo hay
fuera pequeños grupos que son inevitables en las cosas humanas,
(que) no cambian la realidad general”. “Te pido, querido Antonio
–añadía don Javier- de no continuar actualmente una escisión que
ya estaba extinguida. Tus actuaciones no pueden perturbar (…) ni
impedir el fin y la razón de ser del establecimiento de la monarquía
en España, sostenida desde tantos años por la Comunión Tradicio-
nalista carlista y por tantos buenos españoles monárquicos”. Por úl-
timo, don Javier le recuerda el mandato de Otto cuatro años atrás:
129
Archivo del autor.

150
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

“Quiero recordarte también la promesa que hiciste a tu jefe de fa-


milia hace unos años de abstenerte de toda intervención en la polí-
tica de España”130.
No hay que decir que ni uno ni otro hicieron caso a sus respec-
tivas misivas, y las cosas quedaron tal como estaban.
El mismo día que escribió a don Javier, también escribió Anto-
nio, en su condición de “jefe de Familia”, a su hermano Francisco
José, desautorizando toda campaña que se hiciera en su nombre.
Conciliador con el Caudillo, el archiduque Antonio le escribe
una atenta misiva, igualmente el 10 de julio de 1958, en la que afir-
ma ostentar los derechos y obligaciones vinculados a la Rama Car-
lista, en tanto en cuanto que Jefe de Familia de la misma.
Pocos meses después ya se había olvidado de todo.

FRANCO RECIBE A LAS HIJAS DE CARLOS VIII

El boletín “¡Carlistas!” seguía manteniendo la llama de la fide-


lidad a la causa de Carlos VIII, y continuando con sus pruebas de
cariño a Alejandra e Inmaculada. En el número de julio-agosto de
1958 se publica una nota en la que se da a conocer la visita que las
hijas de don Carlos (“SS AA RR las Infantas de España, Alejandra-
Blanca y María Inmaculada de Habsburgo, hijas de nuestro inolvi-
dable Carlos VIII, q. G. h.”), realizaron a Franco en el palacio de El
Pardo, visita en la que fueron acompañadas por don José María Ro-
ger Amat, jefe de la Junta regional carlista de Cataluña, a quien el
Caudillo acababa de nombrar consejero del Reino y procurador en
Cortes. Otro detalle de simpatía del Jefe del Estado hacia la familia
del archiduque Carlos.
Doña Alejandra recuerda con nitidez la entrevista, quedando
impresionada por la posición adoptada por Franco en el transcurso
de la audiencia, situado según su costumbre habitual de espaldas a

María Teresa de Borbón Parma, Josep Carles Clemente, Joaquín Cubero Sán-
130

chez, “Don Javier, una vida al servicio de la libertad”. Prólogo de S.A.R. Carlos
Hugo de Borbón Parma. Editorial Plaza § Janés, Barcelona, 1997, págs. 410-411.

151
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

una ventana, de tal forma que su figura quedaba en penumbra, lo


que desconcertaba, no poco, a sus visitantes.
A partir de este momento, Alejandra e Inmaculada pierden todo
contacto con los partidarios de su padre. Ambas evolucionarían ideo-
lógicamente hacia posiciones políticas de la izquierda socialista.
Alejandra, ya una jovencita, se casó el 1 de febrero de 1960, a
la edad de 19 años, con José María Riera de Leyva, de 25 años, hi-
jo de su tutor, del que ha tenido una hija (Alejandra-Matilde, naci-
da en Lima el 4 de noviembre de 1960), y dos hijos (Carlos Pío, na-
cido el 16 de julio de 1963, y Pedro, nacido el 1 de diciembre de
1965, ambos en Barcelona).
Alejandra, feliz y joven abuela, vive en la Ciudad Condal, en
cuyo Ayuntamiento trabaja como asesora en el gabinete de relacio-
nes internacionales.
Su hija, Alejandra-Matilde, contrajo matrimonio, el 25 de sep-
tiembre de 1987, con Baldo Montaner Casanellas, de cuya unión ha
nacido, el 9 de junio de 1994, Mar, primera biznieta de Carlos VIII.
Por su parte, Carlos, arquitecto de profesión, se casaría el 17 de
abril de 1991 con Mireia Mateu Martínez, siendo los padres de Lau-
ra, nacida el 17 de abril de 1998, y de Blanca, nacida el 6 de agos-
to del año 2.000. Pedro, el benjamín, periodista, continúa soltero.
El 30 de noviembre de 1990, doña Alejandra recibió el título de
condesa de Habsburgo por parte del Jefe de la Casa de Austria, el
archiduque Otto, quien efectuó diversos nombramientos entre dife-
rentes miembros de su familia y “no envió ni un papel”, según la
propia interesada.
María Inmaculada, la segunda hija del archiduque Carlos, vivió
sus primeros años en Barcelona. Al contraer matrimonio su herma-
na, marcha a la edad de 14 años a Nueva York, junto a su madre.
El 18 de diciembre de 1969 contrajo matrimonio, en Washing-
ton, con John Howard Dobkin, con el que ha traído al mundo tres
hijos: Carlos (11 de octubre de 1970), Juan (18 de enero de 1972)
y Antthony (12 de mayo de 1979).
María Inmaculada es la directora del Instituto Español de Nue-
va York, entidad privada dedicada a la promoción de la cultura es-
152
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

pañola de calidad. Al igual que su hermana, también ha recibido el


título de condesa de Habsburgo de manos del archiduque Otto.

EL ARCHIDUQUE ANTONIO ABANDONA LA ESCENA

El archiduque Antonio tenía fundadas sus esperanzas en que al-


guno de sus hijos pudiese asumir, con bríos y ganas, la jefatura del
carlismo. Pero, en verdad, no se tomó un gran interés, que digamos,
para sensibilizar a éstos con la historia familiar, las pretensiones di-
násticas y lo que todo ello conllevaba.
A partir de 1959, año en que fallecieron en accidente de avia-
ción la hija de don Antonio, María Elena, y su esposo, el conde Ja-
roslow Kottulinsky, se produce un lento desentendimiento del ar-
chiduque respecto de los asuntos carlistas, desentendiemiento que
cada día sería más acentuado.
En el otoño de 1959, Francisco Javier de Lizarza Inda realiza,
con el consentimiento del archiduque Antonio, un viaje a EEUU pa-
ra visitar a Esteban y a Domingo, con miras a relanzar el movimien-
to carloctavista en base a una sólida adscripción de alguno de estos
archiduques al carlismo.
Primero se entrevistó con Esteban, en Newton (Massachus-
sets), quien de forma tajante manifiesta a Lizarza Inda, que de nin-
guna manera entra en sus planes reivindicar la corona de España
poniéndose al frente del carlismo, que para él no despertaba el me-
nor interés. Para que no hubiese lugar a posteriores dudas, firmó el
19 de octubre de dicho año un documento renunciando a sus even-
tuales derechos de sucesión a la dinastía carlista por él y por sus hi-
jos. Sin dar grandes explicaciones, se justificaba diciendo que por
su educación y su matrimonio había decidido establecer su casa en
América.
Domingo, que estudiaba dibujo y escultura en la universidad de
Rhode Island, más prudente, manifestó que lo pensaría y que con-
sultaría el asunto con su padre, manteniendo una actitud relativa-
mente abierta. Francisco Javier de Lizarza se quedó de piedra al

153
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

comprobar que este archiduque no conocía absolutamente nada del


carlismo, quien incluso le preguntó por qué los carlistas no se
agrupaban en torno a Juan Carlos, que “parecía buen chico”131.
Un contratiempo para la causa del archiduque Antonio había
sido, en opinión de José María Montells y Galán, el ser uno de los
pocos príncipes que había hecho la guerra con Hitler, sirviendo co-
mo coronel de la Luftwaffe o Arma Aérea, como piloto de comba-
te primero y, posteriormente, como director de la Academia de Vue-
lo132.
Pero el hecho desencadenante, según el citado autor, del aban-
dono político de don Antonio fueron los enlaces matrimoniales de
sus hijos.
Montells afirma que el archiduque Antonio “vió el cielo abier-
to para efectuar la renuncia a sus derechos al trono con motivo de
la boda de su hijo y heredero, el archiduque Domingo con Engel
Von Voss, toda vez que el primogénito Esteban también había con-
traído matrimonio morganático”, cerrándose así “la posibilidad de
continuidad de la dinastía”133.
En efecto, el archiduque Esteban había contraído matrimonio
morganático al casarse el 28 de agosto en Milton, Massachussets
(USA), con la estadounidense Jerrine Soper, un año mayor que él.
De esta unión nacerían 3 varones (Christopher –26 de enero de
1957-, Peter- 19 de febrero de 1959-, y Antón-7 de noviembrede
1964), y dos hembras (Ileana –4de enero de 1958- y Constanza –2
de octubre de 1960). Afincado en Estados Unidos, cuya nacionali-
dad adquirió, falleció en 1999 sin querer saber nada del carlismo ni
de reivindicaciones de tronos. En su tumba hizo poner la siguiente
inscripción: “Nacido Archiduque de Austria, fallecido ciudadano
americano”.
Por su parte, Domingo, el segundo hijo del archiduque Antonio,
131
Francisco Javier de Lizarza Inda, conversación con el autor, Madrid, 21 de mar-
zo del 2.000.
132
José María Montells y Galán, “La otra Dinastía”. Colegio Heráldico de Espa-
ña y de las Indias, Madrid, 1995, pág. 66.
133
José María Montells y Galán, “La otra Dinastía”, op. cit., pág. 66.

154
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

contrajo matrimonio morganático, el 11 de junio de 1960, en Hous-


ton, Texas (USA), con la estadounidense, de origen holandés, En-
gel von Voss, de la que ha tenido dos hijos, ambos nacidos en Vie-
na (Sándor –13 de febrero de 1965-, y Gregor –20 de noviembre
de 1968). Domingo vive en la actualidad en Nueva York (Norht Sa-
lem), y es el responsable del mantenimiento de la capilla funeraria
de la Tenuta Reale de Viareggio, donde reposan la reina Margarita,
la infanta doña Blanca y el rey don Jaime. En septiembre del 2001
visitó El Escorial, Segovia, Palacio de la Granja y Toledo, además
de Madrid, fotografiándose en el Museo Cerralbo delante del retra-
to de su bisabuelo, Carlos VII, sin que este hecho anecdótico hay
que darle ningún significado especial.
Lo cierto fue que el archiduque Antonio, que nunca se había to-
mado sus pretensiones al trono de España con la fuerza y el entusias-
mo que la dificultad de la empresa requería, hizo un silencioso “mu-
tis” del escenario político, dejando el terreno libre a su hermano me-
nor, Francisco José, quien desde 1956 venía incordiándole con sus
pretensiones dinásticas. Sin tan siquiera tomarse la molestia de re-
nunciar, y olvidando anteriores promesas, abandonó la escena.

OLVIDADO DE ESPAÑA

Antonio vivió con discreción en su Austria querida, donde fa-


lleció, sin inmiscuirse para nada en los asuntos de España ni del
carlismo, el 22 de octubre de 1987, a la edad de 86 años, siendo el
decano de los Habsburgos varones. Su excelente estado de salud le
había permitido pilotar aviones, la pasión de su vida, hasta dos años
antes de su muerte. Los funerales tuvieron lugar en Mondsee, no le-
jos de Salzburgo, y al mismo acudieron una centena de miembros
de la familia imperial. El archiduque Carlos de Habsburgo ostenta-
ba la representación de su padre, el archiduque Otto, jefe de la Ca-
sa. A su entierro no asistió ninguna representación carlista, ni ofi-
cial ni oficiosa. La familia Lizarza, que con tanto ardor había defen-
dido los derechos sucesorios de don Antonio, tampoco estuvo re-

155
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

presentada. Después de 12 años de reinado juancarlista, nadie re-


cordaba ya que este archiduque, nieto de Carlos VII, había sido
contrincante dinástico de la actual familia reinante, ni que durante
unos años personificó un intento de perpetuar en su estirpe la dinas-
tía carlista. El fallecimiento del archiduque Antonio pasó absoluta-
mente desapercibido en España.
Su esposa, la princesa Ileana, aún le sobrevivió cuatro años. En
1967, Ileana había entrado en religión bajo el nombre de reverenda
madre Alexandra y fundado el convento ortodoxo de la Sagrada
Transfiguración, en Elhwood City en Pittsburg (Pensylvania,
USA), del que llegó a ser abadesa. Fallece el 21 de enero de 1991
a la edad de 82 años, siendo inhumada en la catedral ortodoxa ru-
mana de Detroit134.

UN GOTEO CONTINUO

Desde el fallecimiento del archiduque Carlos un incesante goteo


de trasvase de lealtades se había iniciado hacia las filas del javierismo.
Ante la incapacidad o falta de voluntad de los hermanos de don
Carlos, los partidarios de éste se encontraban desorientados y, como
lógica consecuencia, irían engrosando el grupo de seguidores de don
Javier, que cada día se dibujaba más como la única opción carlista.
Este trasvase de lealtades se fue realizando lenta y casi perezo-
samente. En muchas ocasiones sin publicidad ni formalismo algu-
no. En otras en cambio, se revistió de la solemnidad de los actos
Ileana escribió un libro de “Memorias”, editado en español por Luis de Caralt
134

en 1955, y que ella firmó como princesa de Rumanía y archiduquesa de Austria. El


texto destila un profundo amor hacia todo lo rumano, mezclado con los abatares
políticos que le tocó vivir (segunda guerra mundial, caída de la monarquía ruma-
na…). El apego de Ileana a Rumanía queda bien patente cuando afirma: “Noso-
tros los rumanos nos sentimos parte del suelo de nuestra tierra y no podemos expe-
rimentar lo mismo en ninguna otra parte. Este sentimiento es tan fuerte en mí que
hacía poner un cacharro de tierra de Rumanía debajo de mi cama cuando nacían
mis hijos, para que también ellos nacieran sobre tierra rumana”(pág. 31). Con un
padre que se sentía austríaco y una madre rumana hasta la médula, no debe extra-
ñarnos que Esteban y Domingo ignorasen todo sobre el carlismo.

156
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

trascendentales. Así, el 10 de marzo de 1962, emblemática fecha


conmemorativa de los Mártires de la Tradición, los destacados car-
loctavistas Claro Abánades, Carmelo Paulo Bondía, Fernando Suá-
rez Kelly, Bruno Ramos, Fermín Echevarría…entre otros, firmaban
junto a Valiente y Zamanillo un acta en la que daban a conocer “la
feliz consecución de la plena unidad carlista bajo la autoridad de
S.M.C. don Javier de Borbón Parma”, acordándose que, “de ahora
en adelante, no habrá discriminación alguna entre los carlistas, sea
cual fuera el origen, para la ocupación y ejercicio de los mandos en
los órganos directivos o rectores de la Comunión Carlista”.
La integración de los carloctavistas se realizó sin estridencias.
José María Valiente, siguiendo las instrucciones de don Javier que
pondría especial delicadeza en ello, facilitaría las cosas, evitando
situaciones molestas o enojosas.
No obstante estas incorporaciones, no se puede ocultar la exis-
tencia de nucleos irreductibles de carloctavistas, que siguieron leal-
mente aferrados a la imposible sucesión de los nietos de Carlos VII.

EL ARCHIDUQUE FRANCISCO JOSÉ, EN SOLITARIO

Sin ninguna posibilidad de futuro, el archiduque Francisco Jo-


sé había continuado enarbolando la bandera dinástica de los descen-
dientes de Carlos VII, enfangando y entorpeciendo todo lo que po-
día a don Javier y a su hijo Carlos Hugo, jaleado por el incombusti-
ble e infatigable Cora y Lira. El régimen le dejaría hacer, con tal de
que no diese excesivamente la lata y neutralizase en lo posible a los
javieristas, a esas alturas, cada día más activos, numerosos, y ya ple-
namente consolidados como una alternativa popular al franquismo.
Había nacido el archiduque Francisco José en Viena, el 4 de fe-
brero de 1905, nacionalizándose español en 1926, cuando su fami-
lia buscó refugio en Barcelona. Cursó estudios en la Escuela Indus-
trial de Tarrasa y en la de Agricultura de la Ciudad Condal. Apasio-
nado por la navegación aérea, estaba en posesión del carnet núme-
ro 2 de aviador civil español. Tras su divorcio con Marta Aloisa

157
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

Baumer, con la que había casado en 1937, contrajo un segundo ma-


trimonio en 1962, a la edad de 57 años, con María Elena Seunig,
veinte años más joven que él, hija de un cónsul honorario británico,
de la que tuvo una hija, Patricia (23 de abril de 1963).

RECLAMACIONES NOBILIARIAS

Algunas de las campañas del archiduque fueron sonadas. Así, en el


mes de julio de 1964, pudo leerse en la prensa española que había pre-
sentado demanda contra Carlos Hugo de Borbón Parma y su esposa, la
princesa Irene de Holanda, por uso indebido del título de duque de Ma-
drid, ya que, según el demandante, Carlos Hugo no tiene parentesco al-
guno con Carlos VII, duque de Madrid y abuelo del archiduque Fran-
cisco José, quien aseguraba le correspondía el referido título. Al acto de
conciliación en el juzgado municipal n° 9 de Madrid ni siquiera compa-
reció el demandado. Es fácil imaginar que las actuaciones se archiva-
rían, dado el desbordamiento de la cuestión desde un terreno jurídico-
nobiliario al político, ya que el mencionado título es de los llamados de
pretensión, que toman los reyes y pretendientes en sus actuaciones pú-
blicas y que no se rigen en absoluto por la legislación nobiliaria.
Meses antes, en su afán de protagonismo, Francisco José había
solicitado del Ministerio de Justicia que le fueran expedidas Cartas
de sucesión o de rehabilitación de los títulos de conde de Molina
(usado por Carlos María Isidro, primer rey carlista) y de duque de
Madrid (usado por Carlos VII). El ministro de Justicia, don Anto-
nio Iturmendi, el mismo que en nombre del gobierno de la nación
había presidido en 1953 los funerales de su hermano Carlos, con-
testó el 29 de abril de 1964 al general Cora y Lira, representante del
archiduque, que “los títulos de la Casa Real están excluídos del ré-
gimen jurídico de los demás títulos del Reino, por lo que este de-
partamento carece de competencia respecto a los mismos”135. En la
actualidad, el título de Duque de Madrid es usado por don Carlos
Javier de Borbón Parma, primogénito de don Carlos Hugo, quien se
135
José María Montells y Galán, “La otra Dinastía”, op. cit., pág. 70.

158
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

lo cedió en acto público celebrado el 28 de septiembre 2003, en Ar-


bonne (Francia).

LA DESAUTORIZACIÓN DE DOÑA ALICIA

En este mismo año 1964, Francisco José ya había recibido una


severa desautorización, proveniente de su propia familia. La infan-
ta doña Alicia, la hija menor de Carlos VII, y por tanto tía suya, ha-
bía lanzado un mensaje, fechado en Viareggio el 11 de febrero, sos-
teniendo que “fallecido mi tío Alfonso Carlos sin descendencia
masculina, revierten los derechos de sucesión de la dinastía agnada
en la rama del infante don Francisco de Paula, hermano menor del
rey don Carlos V, rama representada hoy (…) por S.A.R. el infante
de España don Alfonso Jaime de Borbón y Dampierre”, al que do-
ña Alicia aconseja obedecer como “jefe nato y único de la Comu-
nión católico-monárquica”, si dicho príncipe “reconociese de modo
explícito y fehaciente los principios básicos de la Comunión y re-
pudiara las tesis liberales”. La infanta doña Alicia habla en su con-
dición de “hija superviviente de Carlos VII”, llamando “a la unión
y a la concordia, rotas, desgraciadamente, por la actuación de ele-
mentos que, haciéndose pasar por descendientes de mi augusto pa-
dre (q.e.p.d.), ningún derecho tienen para reivindicar la herencia
que pretenden”. A continuación, feroz ataque al príncipe don Javier,
“sobrino de mi augusta madre doña Margarita”, que no ha cumpli-
do con el encargo encomendado en la regencia y que, como prínci-
pe extranjero no puede aspirar a la corona de España. “Es evidente
por ello –puntualiza doña Alicia- que su hijo el príncipe don Hugo
no puede titularse príncipe de Asturias ni duque de Madrid.”136.
La verdad es que no se sabe bien el por qué de aquella irrupción
política, totalmente fuera de tono, de esta buena señora, que nunca se
había manifestado públicamente con anterioridad en temas dinásticos.
El que sacó tajada del manifiesto fue el duque de Segovia, don

Juan Balansó, “la Familia Real y la Familia Irreal”. Editorial Planeta, Barce-
136

lona, 1992, págs. 215-217.

159
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

Jaime de Borbón, que en aquellos momentos andaba a la greña con


su hermano Juan por cuestiones económicas. Don Jaime, asumien-
do la representación de su hijo, agradeció públicamente el gesto de
la infanta Alicia (“en momentos en que algunos se dedican a crear
divisiones en el seno de los monárquicos españoles”), y toma la de-
cisión de usar en lo sucesivo el título de duque de Madrid. Pensaba
que uniendo a su persona los títulos de duques de Segovia y de Ma-
drid (“que fue llevado por un leal y caballeroso adversario de la ra-
ma dinástica a que pertenezco”), ofrecía un gran servicio al país.
Don Jaime, ingenuamente, creía que “uniendo las dos ramas de una
misma familia espiritual española”, contribuía a la reconciliación
de todos los españoles, “sin excepción de ningún género”137.

NO SE RINDE

Viajando a lo largo y ancho de España, Francisco José seguía man-


teniendo contactos con los escasos partidarios que aún le quedaban, in-
tentando dar credibilidad a un proyecto absolutamente agotado. El 8 de
mayo de 1966 celebró su particular Montejurra en el monasterio de Po-
blet en compañia del inseparable Cora y Lira. Una vez terminada la mi-
sa, tuvo lugar un almuerzo al que asistieron unas cincuenta personas, y
en cuyo transcurso los presentes le reiteraron su adhesión138.
El 13 de diciembre de ese mismo año, Francisco José acude a la
embajada de España en Viena y entrega al embajador, don Antonio
Luna, una declaración apoyando la ley Orgánica del Estado, que, al
día siguiente, iba a ser sometida al referendum de la nación139.
Francisco José no se rinde y, esporádicamente, continúa saltan-
do a las páginas de la actualidad. Un atrevido incidente, protagoni-

137
Ramón de Alderete, “…Y estos Borbones nos quieren gobernar”. Asniéres,
1974, pág. 111.
138
Francisco Javier Caspístegui Gorasurreta, “El naufragio de las ortodoxias – El
carlismo, 1962-1977”. Ediciones Universidad de Navarra, Pamplona, 1997, pág.
17.
139
Laureano López Rodó, “La larga marcha hacia la Monarquía”. Editorial No-
guer, Barcelona, 1977, pág. 625.

160
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

zado por un grupo de sus escasos partidarios, tendría lugar el día de


Montejurra, primer domingo de mayo de 1968. Un coche dejó caer
en la explanada del monasterio de Irache, situado a la espalda del
histórico monte, multitud de octavillas, hechas mil pedazos por
quienes las cogieron (según la crónica de “El Pensamiento Nava-
rro”), defendiéndose en las mismas el derecho a la corona por par-
te de “Francisco José Carlos de Habsburgo-Lorena y de Borbón,
nieto de Carlos VII y legítimo heredero de Carlos V”. El escrito iba
firmado por una tal “Comunión Católico-monárquica de Vizcaya,
Asturias y Navarra”, dándole al archiduque el título de duque de
Madrid. Este intento de proselitismo, irresponsable provocación
efectuada en medio de una enardecida multitud de seguidores de los
Borbón Parma, fracasaría estrepitosamente.

LA CURIOSA ENTREVISTA DE “PUEBLO”

Inaccesible al desaliento, a principios de 1969 la opinión públi-


ca se vió sorprendida al leer en el diario “Pueblo”, del 23 de enero,
la autoproclamación de sus derechos al trono de España, efectuada
por el mismo archiduque, todavía pendiente la nominación de suce-
sor a la Jefatura del Estado. Afirmaba Francisco José que él era el
único heredero legítimo de los reyes carlistas, y que no se mezcla-
ba en cuestiones políticas por respeto y por coincidir plenamente
con Franco. Atacaba con dureza la posición de Carlos Hugo, que
para él era un extranjero sin derecho alguno a proclamarse herede-
ro de la dinastía carlista. “Hugo no es nieto de mi abuelo don Car-
los VII, duque de Madrid, que fue el padre de mi madre, doña Blan-
ca de Castilla”, declaraba tajante. “Hugo, añadía, no es español y
carece de todo derecho carlista; aunque sea pariente, en calidad de
Borbón, de todos los Borbones. Pero es una relación de grado leja-
no. Que diga Hugo quién fue su abuelo; porque Hugo de Borbón
Parma es ajeno al carlismo”. Acto seguido, sin ningún rubor afir-
ma: “La regencia concedida por el anciano archiduque Alfonso
Carlos al príncipe Javier, padre de Hugo, es un mito; no hay ningu-

161
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

na prueba. Don Alfonso Carlos, poco antes de morir en Viena (…)


le dijo a Javier de Borbón Parma: ‘Ocúpate de los pobres carlistas
de España’. Creo que eso no es instituir una regencia. ¿Pero es que
es posible admitir que un hombre como don Alfonso Carlos I nom-
brase regente habiendo sucesión legítima?”140.
Preguntado por el periodista sobre quién sería su heredero,
Francisco José respondió con jactancia: “Que lo decidan mis carlis-
tas en su día. Tal vez lo fuese mi sobrino Domingo”.
Este diario publicaba, igualmente, una síntesis de su pensa-
miento con el fin de “situarlo ante el lector de forma más definito-
ria”. El documento era una perorata, verdaderamente, indigerible.
Laureano López Rodó, comentando esta entrevista, ha manifes-
tado que “no dejaba de ser sorprendente que todavía en 1969, a los
seis meses escasos de la proclamación del príncipe don Juan Carlos
como sucesor del Jefe del Estado, el periódico de la Organización
Sindical, dependiente de un ministro del Gobierno, tratara de poner
en órbita otro aspirante a la corona de España”141.
La anterior sería la última actuación pública de Francisco José.
Tras la muerte del fiel Cora y Lira, y tras el nombramiento de Juan
Carlos como sucesor del Jefe del Estado, hechos ambos ocurridos en
ese mismo año 1969, entró en un profundo y respetuoso mutismo.

AMANTE DEL BOATO

Amante del boato y la ostentación, el archiduque Francisco Jo-


sé se había proclamado en 1963 Gran Maestre dinástico de la Or-
den del Toisón de Oro de España y de la Orden de San Francisco de
Asís (fundada por él), además de seguir concediendo las órdenes
de la Legitimidad Proscrita, del Lirio de Navarra, que él restauró, y
de San Carlos Borromeo.
También concedió media docena de títulos nobiliarios (a su es-
posa, María Elena; a su suegro, el señor Seuni; al jefe de su Secre-
Diario “Pueblo”, 23 de enero de 1969.
140

Laureano López Rodó, “La Larga marcha hacia la Monarquía”, op. cit., pág.
141

303.
162
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

taría,Rafael Saura de Ayerbe; a su amigo Francisco Kossler; y a sus


amigas doña Antonia López-Soler y doña Sheila Sanders).
Igualmente, fue proclamado “protector” de la falsa Orden del
Temple Catalán y de la discutible Ordine Militare Ospedaliero di
San Giorgio in Carinza.
Acorde con su autoconsideración de jefe de familia, el archidu-
que Francisco José estampó en el sarcófago de su padre, en la crip-
ta de los Capuchinos de Viena, una rosa en bronce, en cuyas hojas
figuran su nombre, el de su esposa y el de su hija:”Franz Josef, Pa-
tricia, Maria Elena”. Las decenas de turistas que a diario visitan la
cripta, pasan de largo sin reparar ni comprender la simbología de
ese pequeño detalle.

PÉSAME DEL GOBIERNO ESPAÑOL

El archiduque Francisco José muere el 9 de mayo de 1975, a


la edad de 70 años. A la residencia archiducal de Viena acude per-
sonalmente el embajador de España, don Laureano López Rodó,
para manifestar, en nombre del gobierno español, el pésame a su
viuda, Maria Elena Seunig.
El 25 de junio siguiente, Franco recibe en audiencia a su emba-
jador en Austria, quien le informa del fallecimiento del archiduque
Francisco José y le hace entrega de su testamento político. “Le
transmití el encargo –escribe López Rodó- que me hizo el archidu-
que antes de morir de pedirle a Franco que prestara alguna ayuda
económica a Patricia, su única hija, de doce años. Franco me pre-
guntó si el archiduque había dejado fincas. Le dije que vivía en un
piso alquilado, en Viena, puesto con buen gusto, pero con pocos ob-
jetos de valor, y que tenía, además, una finca, pero no muy grande,
creo que de unas cinco hectáreas. Me dijo el Generalísimo que el
archiduque había tenido un pleito con sus hermanos sobre la admi-
nistración de unas fincas y que su hermano Leopoldo les había da-
do disgustos. Le dí una nota que había redactado sobre el tema del
archiduque que Franco guardó, junto con el testamento político y

163
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

unos recortes de prensa relativos al fallecimiento”142.


Resulta curioso que seis años después del nombramiento de
don Juan Carlos como heredero a título de Rey en la Jefatura del
Estado, Franco siguiese interesándose por los nietos de Carlos VII.

SU GRAN TRIUNFO

Los restos mortales del archiduque Francisco José reposan en


la capilla de San Carlos de la Catedral de San Justo de Trieste, de-
nominada “El Escorial Carlista”, por la cantidad de miembros de
esta dinastía que reposan allí. Fue, sin duda, su gran triunfo: “Fran-
ciscus Josephus Carolus I / arcidux Austriae Matriti dux / christia-
ne vitae exemplum/ pater et vir optimus / patriae suae observantís-
simus”. Los restos de Francisco José descansan en paz junto a los
de Carlos María Isidro, fundador de la dinastía, Carlos VI, conde de
Montemolín, y el propio Carlos VII143.
Su esposa María Elena, titulada condesa de Habsburgo en 1990
por el archiduque Otto, le sobrevivió 19 años, falleciendo en Tries-
te un 20 de agosto de 1994.
La verdad es que los carloctavistas habían perdido definitiva-
mente su causa en la misma noche de Navidad de 1953. Después de
aquella fecha no habría ninguna posibilidad ni esperanza para el
triunfo.
142
Laureano López Rodó, “La larga marcha hacia la Monarquía”, op. cit., pág.
479.
243
Ignacio Romero Raizábal afirma erroneamente (“El Carlismo en el Vaticano”,
edición del autor, 1968, pág. 132) que en Viareggio reposan los restos de los reyes
carlistas “desde Carlos V a don Jaime”. De un plumazo ignora Trieste. En Viareg-
gio se encuentran los restos de don Jaime, ciertamente, y de doña Margarita, la es-
posa de Carlos VII, así como de doña Blanca, la hija de estos. En Pucchheim se en-
cuentran enterrados don Alfonso Carlos y doña María de las Nieves. Y en Trieste,
el auténtico “Escorial carlista”, se encuentran Carlos María Isidro (Carlos V), y
su esposa María Francisca, Carlos VI (conde de Montemolín), y su esposa Caro-
lina, el infante don Fernando (hijo de Carlos V), Juan III, Carlos VII… y Francis-
co José Carlos . Los restos de don Javier de Borbón Parma reposan en la abadía
benedictina de Solesmes, en Sable-sur-Sarthe (Francia), no muy lejos de los de su
querida esposa Magdalena, que descansan en la capilla del chateau de Lignières.
164
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

EPILOGO: UN AMARGO ÉXODO

La estrategia para hacer de Carlos VIII el rey de los franquistas


no fue posible. La falta de un heredero varón y la “defección de la
reina”, supusieron para el archiduque unas dificultades insalvables.
La muerte prematura e inesperada de don Carlos, no fue más
que la confirmación brusca del fracaso de una aventura política, que
había irremisiblemente terminado.
Los carloctavistas se enfrentaron a la más absoluta falta de fu-
turo de su causa. Las bases, desorientadas, irían iniciando la des-
bandada.
Aunque la jerarquía carloctavista intentaría reiventar una y otra
vez un proyecto político agotado, un continuo peregrinar había co-
menzado hacia otras formaciones políticas.
Muchos engrosarían las filas del javierismo, al que tanto habían
combatido. Los menos, se incorporaron a la denominada “Regencia
de Estella”, fundada por Mauricio de Sivatte. Otros, “cruzadistas”
ya ancianos, simplemente se retiraron a sus domicilios. Nadie se
fué con don Juan de Borbón. Algunos siguieron, y aún siguen, fie-
les a la utopía, aferrados al sueño de una dinastía imposible144.
Los elementos “monárquicos” de la Falange, que habían estado
dispuestos a aceptar a Carlos VIII, gracias a los “teje manejes” de
Arrese, derivaron su apoyo hacia una hipotética “regencia” suceso-
ra de Franco, como modo de desvirtuar la opción “juancarlista”,
que se veía dibujar con claridad en el horizonte. Otros comenzarían
a alentar la candidatura de don Alfonso de Borbón Dampierre.

Los últimos “leales” de don Carlos VIII, algunos de ellos ya fallecidos, son:
144

-En Navarra: Nicolás Belunce López, Antonio Echauri, José Javier Etayo Goñi,
Ramón Arraiza Franuca, Francisco J. de Lizarza Inda, Margarita Arteaga, José
Ulibarri (sacerdote), Luis López Bayle (sacerdote), José Legarrea (sacerdote). -
En Álava: Ángel Armentia Salazar. -En Madrid: Mariano Lamamié de Clairac, Jo-
sé Carlos Sabater, conde de Campodron, Enrique Alonso. -En León: Emilio Serra-
no. -En Burgos: Mario Deán Guelbenzu. -En Salamanca: Baltasar Guevara Ro-
driguez-Lasso. -En Segovia: Jaime Fernández Gasparini. -En Sevilla: Ramón Guz-
mán Guerrero. (Lista facilitada por Francisco J de Lizarza Inda).

165
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

El historiador Stanley G. Payne afirma que con Carlos VIII se


dió la última oportunidad de poner un rey carlista en España, “que
fuese aceptado por Franco”, única persona con poder político para
traer, de nuevo, la monarquía145.
Nadie se acuerda ya de Carlos VIII, y su figura caballerosa de
hombre afable y bueno se difumina con contornos poco precisos en
el trasfondo histórico de la postguerra civil.

145
Stanley G. Payne, “Historia del Carlismo”. Madrid 1995, página 45.

166
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

4 DE DICIEMBRE DE 1909
Nace en Viena don Carlos de Habsburgo-Lorena y Borbón, hijo de la infanta
Blanca de Castilla y del archiduque de Austria Leopoldo Salvador, nieto de
don Carlos VII.

12 DE SEPTIEMBRE DE 1931
Don Alfonso XIII y el rey carlista don Jaime de Borbón firman el pacto de Te-
rritet, acuerdo dinástico sucesorio mediante el que mutuamente se reconocen
sus derechos.

2 DE OCTUBRE DE 1931
A la edad de 61 años muere de una dolencia cardíaca don Jaime de Borbón,
rey carlista, dejando como único heredero su anciano tío don Alfonso Carlos,
de 82 años.

20 DE OCTUBRE DE 1931
Don Alfonso Carlos declara que entre la dinastía alfonsina y la suya él no fi-
gura “mas que como el puente”.

6 DE ENERO DE 1932
Don Alfonso Carlos manifiesta que don Alfonso XIII se convertiría, a su falle-
cimiento, “por aplicación estricta de la ley” en su heredero si aceptase los
principios tradicionalistas.

2 DE JUNIO DE 1932
Se celebra la asamblea de Toulouse, en presencia de don Alfonso Carlos, don-
de los “cruzadistas” insisten en la proclamación de heredero del viejo rey
carlista, propugnando la celebración de una “magna asamblea”.

8 DE FEBRERO DE 1933
Don Alfonso Carlos en carta dirigida a don Lorenzo Sáenz rechaza el Pacto
de Territet, firmado entre don Alfonso XIII y el rey carlista don Jaime.

10 DE ABRIL DE 1933
Don Alfonso Carlos expulsa a los “cruzadistas” de la Comunión Tradiciona-
lista ante la insistencia de éstos en celebrar una “magna asamblea”, que de-
clarase al archiduque Carlos sucesor del rey carlista.

168
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

VERANO DE 1934
Entrevista de don Ignacio María de Plazaola, en Viena, con doña Blanca, so-
licitándole, en nombre de los “cruzadistas”, ponerse al frente del carlismo.

29 DE NOVIEMBRE DE 1934
El archiduque Carlos escribe a Fal Conde diciéndole haga saber a los carlis-
tas que él no tiene derecho alguno a la sucesión de su tío don Alfonso Carlos.

18 - 19 DE MAYO DE 1935
En Zaragoza tiene lugar la “magna asamblea” carlista, en la que se declara a
doña Blanca sucesora del anciano rey carlista.

23 DE ENERO DE 1936
Don Alfonso Carlos instituye la regencia, nombrando regente de la Comunión
Tradicionalista a don Javier de Borbón-Parma.

22 DE MAYO DE 1936
Nueva visita de don Ignacio María de Plazaola a doña Blanca, instándole a
declararse la sucesora de don Alfonso Carlos. Doña Blanca acepta traspasar
sus derechos a su hijo Carlos, una vez fallezca el rey carlista.

28 DE SEPTIEMBRE DE 1936:
Muere atropellado por un camión del ejército austríaco don Alfonso Carlos a
la edad de 86 años.

3 DE OCTUBRE DE 1936
Don Javier presta juramento como regente de la Comunión Tradicionalista en
presencia del archiduque Carlos.

8 DE MAYO DE 1938
El archiduque Carlos contrae matrimonio morganático, en Viena, con Christa
Satzger von Balvanyos.

2 DE MARZO DE 1943
Un grupo de estudiantes de Lecároz escribe a doña Blanca solicitándole se re-
gularice en su persona la sucesión de don Alfonso Carlos.

20 DE ABRIL DE 1943
Don Juan de Borbón manifiesta al conde de Rodezno su aceptación de los prin-
cipios tradicionalistas.

169
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

JUNIO DE 1943
Los “cruzadistas” visitan a doña Blanca en Viareggio, quien asume sus de-
rechos dinásticos.

29 DE JUNIO DE 1943
Primer “manifiesto a los españoles” del archiduque Carlos, como pretendien-
te carlista.

12 DE NOVIEMBRE DE 1945
Doña Blanca entrega ante notario una declaración en la que confirma la
transmisión de los derechos a la corona en favor de su hijo Carlos.

ABRIL DE 1947
El archiduque Carlos apoya públicamente la ley de Sucesión a la Jefatura del
Estado, aprobada en referendum el 6 de julio de 1947.

VERANO DE 1949
Rumores de que el archiduque Carlos sería nombrado sucesor en la Jefatura
del Estado.

DICIEMBRE DE 1950
Divorcio, pronunciado por un tribunal de Reno, Nevada (USA), entre el archi-
duque Carlos y su esposa Christa.

30 DE MAYO DE 1952
Proclamación en Barcelona de don Javier de Borbón Parma como sucesor de
don Alfonso Carlos.

1 DE JUNIO DE 1952
Entrevista en el palacio de Pedralbes, Barcelona, entre Franco y el archidu-
que Carlos.

24 DE DICIEMBRE DE 1953
Fallecimiento repentino, en Barcelona, de don Carlos sin heredero varón. Fín
del carloctavismo.

170
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

LA DISCUTIDA SUCESIÓN DE DON ALFONSO CARLOS

CARTA DE DON ALFONSO CARLOS A DON LORENZO SÁENZ DE 8 DE FE-


BRERO DE 1933, SOBRE LA DESIGNACIÓN DE HEREDERO.

“8 de febrero de 1933.

Querido don Lorenzo Sáenz: Muy de corazón agradezco tu nueva car-


ta de fecha de 23 de enero y las afectuosas felicitaciones que
me hiciste para el día de mi Santo.
Tenemos que pedir ardientemente a San Ildefonso obtenga de Dios sal-
var a nuestra querida Patria de la actual persecución religiosa
y de la ruina.
Con sumo atraso recibí tu carta, por venirme por Viena. Desde el 16
de noviembre no estamos más en Austria, sino en Francia, co-
mo es mi deber, para hallarme muy cerca de mis leales. Fuimos
a Viena tan sólo a fines del verano para recoger nuestras cosas.
Las cartas que no tienen prisa las mandamos por Viena y nos
llegan de allí, por venir más seguras. Tan sólo las cartas muy
urgentes nos las hacemos dirigir directamente a Francia, en
donde estoy.
La conducta de “El Cruzado “ y de sus adheridos rebelándose contra
la Junta Suprema nombrada por mi, y en la que tengo plena
confianza, me aflige en alto grado. Tiempo sería que acabasen
con aquellos artículos sobre “El Príncipe digno”, etc. Esta si-
tuación es anormal dentro de un mismo partido y no puede con-
tinuar, deben declararse o dentro o fuera.
El año pasado hice pedir indirectamente que tú y alguno de los redac-
tores de “El Cruzado” viniesen a verme, convencido de que hu-
biera acabado ya entonces la disidencia; pero nadie quiso ve-
nir. Ahora acabo de mandar que uno de la redacción de “El

172
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

Cruzado” o de sus adheridos se me presente, para arreglar la


cuestión. Oigo viene Cortina y estoy satisfecho, contando ven-
ga en nombre de la redacción de “El Cruzado”. Quiero expli-
car verbalmente mi opinión sobre la cuestión de la sucesión,
convencido de que, siendo carlistas, se someterán a lo que en
conciencia tengo yo que sostener.
Tampoco tiene sentido un nuevo Círculo en Madrid en contra de los
verdaderos.
Nuestro Partido Tradicionalista (carlista) aumenta, gracias a Dios, de
un modo increíble. ¿Por qué unos cuantos carlistas quieren ha-
cernos daño y paralizar este movimiento?
Si no se someten ahora, tendré (aunque muy a pesar mío) que decla-
rar que “El Cruzado “ y sus adheridos no son ya más carlis-
tas, ni tradicionalistas.
Pero estoy convencido que, a mis ochenta y tres años, no querrán cau-
sarme esa grande pena, pues sé que son leales engañados.
La cuestión de sucesión es muy sencilla. Antes de todo, debemos ate-
nernos estrictamente a la ley sálica, según la cual, vino el de-
recho a la Corona a la rama de mi abuelo.
Hace tres años, Jaime me sorprendió declarándome que después de él
vendría la rama de don Alfonso, el que entonces reinaba. Me
quedé sorprendísimo. Otra cosa es ahora, por hallarse don Al-
fonso desterrado como nosotros.
El famoso Pacto firmado el 12 de septiembre de 1932 entre don Alfon-
so y Jaime, me lo envió don Alfonso al morir Jaime. Me quedé
desconsolado al ver la firma de Jaime, pues está puesto en tér-
minos no tradicionalistas. Estaba dispuesto Jaime a reconocer
por Rey a don Alfonso y volverse él Infante si las Cortes ¡cons-
tituyentes! lo deseaban. Don Alfonso deseaba tener mi firma,
como va indicado en aquel Pacto; yo me opuse absolutamente,
pues soy tradicionalista decidido y antiliberal. Jaime lo firmó,

173
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

sin duda, con la mejor intención, siendo de su parte un acto de


generosidad, pero no se dio cuenta, en su noble arranque, que
no tenía el derecho de ceder en una cuestión que no era suya.
En cuanto a mí, quedé del todo libre y no le firmé; de modo que nin-
gún pacto me ata a don Alfonso. En mi manifiesto de 6 de ene-
ro de 1932 declaré tan sólo que, según la ley fundamental (sá-
lica), la rama de don Alfonso me sucedería si aceptaba como
suyos nuestros principios fundamentales (tradicionalistas). Así
sería la continuación de nuestra dinastía tradicionalista. Pero
para esto debería don Alfonso haber reconocido la legitimidad
de nuestra rama antes de mi muerte ( la que no puede tardar),
o, si no, abdicar en su hijo, el que tendrá que reconocerme.
Una hermana de Nieves, Infanta Adelgunda de Portugal, Condesa de
Bardi, acaba de escribirnos que en estos momentos tan graves
para España no deberían sostenerse disputas entre los carlis-
tas, ni ocuparse de quién será mi sucesor, sino luchar todos
unidos para conseguir ponerme sobre el Trono, y solamente
después las Cortes verdaderas (no las constituyentes) declara-
rán cuál deberá ser mi sucesor. Si obran así en conciencia los
de “El Cruzado “, no será ninguna humillación para ellos si se
someten.
No es que me duela el que se me hable de mi muerte, pues a mi edad
poco me importa el vivir; la única felicidad que tengo es la
compañía de mi buena Nieves. Y en nuestra iglesia de Puch-
heim, al lado de nuestra casa de campo, hicimos excavar hace
cinco años nuestra tumba, y cada vez que pasaba delante, pen-
saba: allí quedaré más tranquilo que en vida. Luego me cayó
encima otra nueva cruz: la corona de espinas (algo pesada pa-
ra un anciano de ochenta y tres años); pero se la ofrecí a Dios
muy gustoso para salvar a España.
Mis queridos buenos sobrinos los Príncipes de Parma declararon que

174
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

ellos no aceptan mi sucesión, porque se atienen a la ley sálica


y no quieren ser usurpadores.
Ni yo ni nadie de nuestro partido tiene derecho de nombrar mi suce-
sor. Se deberán elegir las Cortes verdaderas (no las constitu-
yentes), nombradas según el tradicionalismo.
En cuanto al deseo de perdonar a sus enemigos, debemos tomar para
modelo al Papa actual, que perdonó al actual Rey de Italia,
Víctor Manuel II (nieto de aquel Víctor Manuel que robó en
1870 los Estados pontificios a Pío IX), y no sólo le perdonó, si-
no le reconoció como Rey de Italia, con Roma por capital.
¡Qué ejemplo mayor podemos seguir nosotros con la rama de
don Alfonso, con la grande diferencia que yo declaro que el que
me siga debe volverse Soberano Tradicionalista!.
Si no vienes ahora por venir Cortina, espero nos darás el gusto de ve-
nirnos a ver cuando te sea posible.
Con las más cariñosas memorias de Nieves y mías, quedo de corazón,
querido don Lorenzo Sáenz y Fernández, tu afectísimo
ALFONSO CARLOS.

CARTA DE DON ALFONSO CARLOS A DON LORENZO SÁENZ DE 12 DE MAR-


ZO DE 1933, SOBRE LA DESIGNACIÓN DE HEREDERO.

“12 de marzo de 1933

Mi querido Don Lorenzo Sáenz: Antes de todo, quiero manifestar, en-


cargándote lo digas de mi parte también a los siete señores que
te acompañaron, cuánto fue mi agradecimiento por haber acu-
dido a mí llamamiento, a pesar de las molestias y fatigas del
viaje, que les habrá cansado mucho, sobre todo a los ancianos
y a Don José Cora y Lira, que vino a pesar de estar enfermo.

175
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

Doy a todos muchísimas gracias, asegurándoles tuve el mayor


gusto de veros.
Me enteré detenidamente de la exposición que me entregaste, querido
Sáenz, la que contiene expresiones de vuestros conocidos argu-
mentos. Reconozco plenamente vuestra buena fe, sabiendo que
esa oposición procede sólo del amor a la Causa, que no se de-
be exagerar, perjudicando con ello a la misma Causa, como su-
cede en momentos tan graves cual los actuales, en los que de-
bemos, sobre todo, buscar la verdadera unión de todos los es-
pañoles bajo nuestra Bandera Tradicional, ahora que son tan-
tísimos los que vienen a nosotros reconociendo que sólo nues-
tros principios pueden salvar a España.
Quiero haceros considerar lo equivocados que estáis.
Os fundáis en que mi difunto hermano Carlos VII declaró que la ra-
ma de Don Alfonso quedaba excluída de la sucesión.
Si reconocéis que el Rey puede resolver de por sí tan graves cuestio-
nes de sucesión, lo mismo las podía resolver Jaime I que Car-
los VII.
Pues ahora fijaos en lo siguiente:
Mi sobrino Don Jaime I firmó el 15 de agosto de 1931 un documento
por el cual declara que, caso de ser proclamado Rey y a falta
de herederos suyos directos, aceptaría que las Cortes designa-
sen como Príncipe de Asturias al hijo tercero de su primo Al-
fonso, el Príncipe Don Juan, después de hechas por aquél y sus
hijos mayores las renuncias correspondientes.
Pues si reconocéis en Carlos VII la facultad de decidir que la rama de
Don Alfonso quedase excluída de todo derecho para reinar, de-
béis reconocer la misma potestad a Don Jaime I.
Si negáis a don Jaime el derecho de decidir que don Juan pudiera suceder-
le, debéis igualmente negar a don Carlos VII la facultad de decla-
rar que la rama de don Alfonso perdiese todo derecho a la Corona.

176
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

No queda salida alguna: o lo uno o lo otro.


Yo, como actual Caudillo, no admito ni lo uno ni lo otro, porque sé que
no tengo potestad para resolver esta cuestión.
Entiendo que, según la ley fundamental de Felipe V, deberá seguirme
el varón más próximo de la familia Borbón. Según esto, sería
la rama de don Francisco de Paula. Mientras esa rama ocupa-
ba el Trono, era natural que no pudiera sucederme (a pesar de
que en España no existe ley especial contra la rebelión de un
miembro de la familia, como existe en Portugal); pero habien-
do la descendencia de don Francisco de Paula perdido el Tro-
no, vuelva a poder adquirir derecho.
A pesar de esto, ni yo ni el Partido se lo reconoceríamos mientras no
jurara los fundamentales principios tradicionalistas, de modo
que restaurasen nuestra Monarquía Tradicional.
En cuanto a mí, libre estoy de todo compromiso; me negué a firmar el
Pacto de don Jaime con don Alfonso, de 12 de septiembre de
1931, y tampoco nombré mi sucesor.
Si llego al Trono, convocaré en seguida las Cortes verdaderas ( a la
manera tradicional, no unas constituyentes parlamentarias ) y
ellas nombrarán mi sucesor, sin hacer yo presión ninguna so-
bre su resolución.
En cuanto a convocar una magna Asamblea de la España Carlista, co-
mo reclamáis, muy fácil es proponerlo, pero sumamente difícil
su realización. Cómo podría una mínima parte de los españo-
les (pisoteando las leyes fundamentales) declarar nula la ley de
sucesión establecida por las Cortes nacionales de Felipe V,
¿fundando una nueva dinastía?.
Otra parte de españoles, mucho más numerosa, se declararía en con-
tra. Muchos carlistas estarían conformes con el orden de suce-
sión siguiendo la ley fundamental de Felipe V, comprendiendo
que, en caso contrario, la paz y tranquilidad en España se ve-

177
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

ría expuesta a múltiples guerras civiles.


Y si una Asamblea votase la abolición de la ley fundamental y propu-
siese a un nuevo Pretendiente, según deseáis, cómo poner-
se de acuerdo respecto al Príncipe digno, ¿valiéndose de la
mayoría de votos de una Asamblea, para elegir un Príncipe en-
tre los 28 Príncipes de la familia Borbón? ¿Cómo escoger el
más digno? Sería un interminable plebiscito.
Vosotros mismos debéis reconocer los inconvenientes de un semejante
proyecto. Y que un cambio de leyes fundamentales sólo pueden
realizarlo las verdaderas Cortes nuestras.
En conclusión, os haría todavía la siguiente pregunta: ¿Preferís dar
razón a mi sobrino Jaime, que sometió a la decisión de las
Cortes Constituyentes la cuestión de si debía reinar él o Don
Alfonso, o a mí, que sigo estrictamente los principios tradicio-
nalistas fundamentales y que no me comprometo en nada ni con
nadie ?
Como os dije verbalmente el otro día, me considero obligado en con-
ciencia, como Jefe de nuestra Comunión, en exigir que cese es-
te estado de disidencia o rebelión a la autoridad de mi Junta
Suprema, debiéndole obediencia como si fuese a mi persona, y
que acaben las polémicas públicas en cuanto a la sucesión.
El plazo para someteros expira, como os digo, el 30 de marzo, aniver-
sario del nacimiento de mi hermano (que en paz descanse).
No exijo ninguna retractación; basta una contestación dirigida a mi
persona sometiéndoseme.
Pero si para esa fecha no os habéis sometido, me veré precisado (aun-
que muy a pesar mío y con el mayor dolor de mi alma) a decla-
rar que ni “El Cruzado” ni sus adictos forman ya parte de
nuestra Comunión. Confío, sin embargo, que, como buenos y
leales carlistas, no me obligaréis a dar este, para mí, muy do-
loroso paso. Y por eso he creído conveniente hacerte particu-

178
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

larmente estas observaciones, que puedes trasladar a tus


acompañantes antes de proceder a publicar declaraciones.
Nieves y yo te mandamos las más cariñosas memorias, querido Don
Lorenzo Sáenz, asi como a tus siete acompañantes y al buen
General De la Cortina, y quedo de corazón tu afectísimo

ALFONSO CARLOS.

CARTA DEL ARCHIDUQUE CARLOS DE 29 DE NOVIEMBRE DE 1934 DIRIGI-


DA A DON MANUEL FAL CONDE, SOBRE LA SUCESIÓN DE DON ALFONSO
CARLOS.

“París, 29 de noviembre de 1934

Sr. don Manuel Fal Conde.


Mi apreciado señor Fal Conde:
Me enteré de ciertos artículos de propaganda en mi favor respecto a
la cuestión de sucesión al trono de España. He hablado de es-
ta cuestión con mi tío don Alfonso, que me ha declarado no te-
ner yo derecho alguno a la sucesión al trono de España. Le
ruego, por tanto, hacerlo saber a sus correligionarios, y que es-
toy muy conmovido por el gran cariño que muestran los auto-
res de dicha propaganda. Les agradezco de todo corazón que
hayan pensado en mí; pero debo declarar al mismo tiempo que
no tengo derecho a esa sucesión.

Le saluda afectuosamente,
ARCHIDUQUE CARLOS.

179
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

CARTA DE DON ALFONSO CARLOS DE 25 DE MAYO DE 1935 A DON MA-


NUEL FAL CONDE, DESAUTORIZANDO LA “MAGNA ASAMBLEA” DE ZARA-
GOZA.

“Querido Don Manuel Fal Conde: Acabo de tener noticias de una


Asamblea titulada Carlista, celebrada hace poco en Zaragoza
para designar mi sucesor en la Monarquía legítima española.
Quiero hacer público que esa reunión se ha celebrado a espaldas de
nuestra Comunión Tradicionalista-Carlista, única que sigue mi
causa y única auténticamente carlista, cuya principal virtud es
su lealtad a los Reyes legítimos y su inquebrantable decisión de
no entregarse al que no lo sea, según la doble legitimidad de
origen y ejercicio, jurando nuestros principios y reconociendo
la legitimidad de mi rama.
Y aunque los leales no necesitan repita que esa disidencia está decla-
rada, no sin dolor por mí, fuera de mi partido, bueno es que lo
recuerdes, para conocimiento del público en general, no perte-
necen a la Comunión y obran contra mis expresas órdenes.
Nadie puede elegir mí sucesor sin mi concurso, ni menos en forma ple-
biscitaria, más propia, como ya dije otra vez, de elecciones a
presidente de una república.
A cuantos seducidos o engañados se hayan dejado llevar de esas tenden-
cias y caído en actos de tal rebeldía, nuevamente les llamo al se-
no de la Comunión Tradicionalista, donde todo buen carlista de-
be estar disciplinado a las órdenes de las autoridades nombradas
por mí, y seguros de que Dios asiste a la Causa defensora de sus
derechos, y seguros también de que jamás consentiré designar pa-
ra mi sucesor a uno que no tenga todos los principios carlistas.

180
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

Con las más cariñosas memorias, querido Don Manuel Fal Conde,
quedo de corazón tu afectísimo

ALFONSO CARLOS
25 de mayo de 1935.

DECRETO DE DON ALFONSO CARLOS DE 23 DE ENERO DE 1936 INSTITU-


YENDO LA REGENCIA.

“Don Alfonso Carlos Fernando José Juan Pío de Borbón y Austria-Es-


te, por la gracia de Dios legítimo sucesor en los Reinos, Con-
dados, Señoríos y demás títulos soberanos de las Españas,
Caudillo de la Comunión Tradicionalista, secular sustentadora
de la legitimidad, a mi jefe Delegado en España, Consejo, De-
legados especiales, autoridades regionales, provinciales y lo-
cales, Diputados y concejales, veteranos, “margaritas”, reque-
tés y juventudes, asociaciones tradicionalistas y todos los lea-
les, tanto que ahora son como a los que en lo sucesivo fueren y
a cuantas personas en algún modo debe o pueda hacer referen-
cia lo que a continuación dispongo. Sabed:
Que la fidelidad constante de Mi ánimo, asistida de activa y perseve-
rante voluntad en el cumplimiento del deber de dar legítima y
conveniente solución a la continuidad dinástica de la causa,
hoy vinculada en Mi persona, no ha sido bastante hasta el día
para conseguir la determinación del Príncipe de Asturias, en
quien concurran tanto por imperio del derecho como por su se-
gura y deliberada adscripción y pública aceptación, todos los
requisitos indispensables de principio y de política garantía.
Tan grave dificultad, ajena a Mi más vehemente deseo y continuado y
diligente esfuerzo, no es sino prueba providencial a través de

181
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

la cual Dios Nuestro Señor prepara días de grandeza españo-


la, así como el reinado venturoso y sin par de los Católicos Re-
yes don Femando y doña Isabel, mis mayores, siguió a otra
época de turbadoras oscuridades públicas.
Mas el deber Mío no quedaría, por cuanto de Mi propia acción depen-
de, completamente cumplido si, absorbido en el propósito de
conseguir la solución perfecta, ante las dificultades con que és-
ta tropieza por circunstancias de diferente naturaleza que con-
curren en cada uno de quienes sucesivamente el solo, pero insu-
ficiente, título de la sangre llama a Mi sucesión, dejase de pre-
ver la posible terminación de Mi vida antes de conseguirlo, y no
proveyese en momento oportuno a eventualidad tan grave, de-
jando desamparada y huérfana de monárquica autoridad indis-
cutible, siquiera sea provisoria, a la Santa Causa de España.
La Historia y las antiguas leyes Me aconsejan, sin cesar por ello en la
continua y apremiante atención, a dar solución más definitiva
por Mi mismo y durante Mi vida, a prevenir las disposiciones
siguientes:
PRIMERA: Si al fin de Mis días no quedase sucesor legítimamente de-
signado para continuar la sustentación de cuantos derechos y
deberes correspondan a Mi dinastía, conforme a las antiguas
leyes tradicionales y al espíritu y carácter de la Comunión Tra-
dicionalista, instituyo con carácter de Regente a Mi muy queri-
do sobrino S. A. R. don Javier de Borbón-Parma, en el que ten-
go plena confianza para representar enteramente nuestros
principios por su piedad cristiana, sus sentimientos del honor
y a quien esta Regencia no privaría de su derecho eventual a la
Corona.
SEGUNDA: El Regente reiterará en público manifiesto el solemne ju-
ramento que Me tiene prestado de regir en el interregno los
destinos de nuestra Santa Causa y proveer sin más tardanza

182
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

que la necesaria la sucesión legítima de Mi dinastía, ambos co-


metidos conforme a las leyes y usos históricos y principios de
legitimidad que ha sustentado durante un siglo la Comunión
Tradicionalista.
TERCERA: Tanto el Regente en sus cometidos como las circunstancias
y aceptación de Mi sucesor, deberán ajustarse, respetándolos
intangibles, a los fundamentos de la legitimidad española, a sa-
ber: I. La Religión Católica Apostólica Romana, con la unidad
y consecuencias jurídicas con que fue amada y servida tradi-
cionalmente en Nuestros Reinos; II. La constitución natural y
orgánica de los Estados y cuerpos de la sociedad tradicional;
III. La federación histórica de las distintas regiones y sus fue-
ros y libertades, integrante de la unidad de la Patria española;
IV. La auténtica Monarquia tradicional, legítima de origen y
ejercicio; V. Los principios y espíritu y, en cuanto sea práctica-
mente posible, el mismo estado de derecho y legislativo ante-
rior al mal llamado derecho nuevo.
CUARTA: Ordeno a todos la unidad más desinteresada y patriótica en
la gloriosa e insobornable Comunión Católico-Monárquico-
Legitimista, por difíciles que sean las circunstancias futuras,
para mejor vencerlas y alcanzar la salud de la Patria por el
único camino cierto, que es el triunfo de la Causa inmortal, a
la que tan insignes sacrificios ha ofrecido Nuestra Comunión
en una centuria y a la que Mi dinastía ha servido y a la que Yo
sirvo con tanta lealtad como requiere mi conciencia para me-
recer bien de España y de Dios nuestro Señor, ante cuyo Trono
espero rendir cumplido descargo de Mis graves deberes.
Dado en el destierro, a veintitrés de enero de mil novecientos treinta y
seis.

ALFONSO CARLOS”.

183
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

PRIMER MANIFIESTO A LOS ESPAÑOLES DE CARLOS VIII, VIAREGGIO 29


DE JUNIO DE 1943.

“Aún cuando he procurado contestar con el mayor afecto, uno a uno,


a cuantos españoles, en reiteradas ocasiones, se han dirigido a
Mí con la expresión de sus sentimientos de cariño, y de lealtad
a la Dinastía Legítima, me han impresionado de tal manera,
por su número, y por el ansia y devoción de sus emocionados
acentos, que no me es posible callar por más tiempo mi sentir,
ni mis propósitos; que en esta Comunión de creencias y de leal-
tades, que han unido, en tantos años de batallar y sufrir, al pue-
blo Carlista con sus Reyes, han marchado siempre, de tal ma-
nera juntos y al unísono, por la Misericordia de Dios, éstos y
aquél, que no respondería a los deberes que me imponen mi as-
cendencia Familiar y mi condición de Príncipe, si en estos mo-
mentos de inquietud y de preocupación por el porvenir, no di-
rigiera a los míos, a los legitimistas y a todos los buenos espa-
ñoles unas palabras de aliento y de esperanza que salen del
fondo de mi alma, obedeciendo a una convicción firmísima,
consciente como nunca de mis responsabilidades.
Quizás debiera aún permanecer en silencio ante las circunstancias en
que el Generalísimo Franco tiene que hacer frente a tantos pe-
ligros como rodean la Patria, logrando con tanto acierto man-
tenerla en paz, que es un inestimable don del Cielo, y marcan-
do al propio tiempo con clara visión de sus deberes, la rotunda
rectificación de la vieja política liberal y de constantes claudi-
caciones, características bien acusadas del régimen que pade-
ció España durante los últimos cien años, al volver la mirada
con declarado propósito de restauración, hacia el sentido Ca-
tólico de la vida, nervio constante de nuestra nacionalidad, así
como a su gloriosa Historia.

184
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

Pero cuando otros se agitan y apremian, pretendiendo restauraciones,


que no serán jamás sin la enérgica y viril protesta carlista, mi
silencio pudiera ser juzgado como deserción; y ante esta posi-
bilidad y aquellas pretensiones, debo, como representante de la
Dinastía Legítima, alzar mi voz para hacer presente que no se
ha extinguido la Raza Familiar a que tengo la honra de perte-
necer, ni ha sido ganada por la comodidad ni por la cobardía.
Dios, para Quien no hay nada oculto en el alma humana, sabe que ja-
más me ha movido, ni me mueve al presente, ambición alguna.
Víctima varias veces de la Revolución, ya desde niño, sin otro
motivo que el de llevar el nombre de una Estirpe ilustre, conoz-
co del mundo lo suficiente para saber el inestimable valor de
una vida apartada de las luchas, que se desliza en la pacibili-
dad de un hogar cristiano, en el seno de una familia constitui-
da conforme a los impulsos de nuestro corazón, al lado de una
mujer piadosa y buena. Pero sé,también, que los Príncipes na-
cemos para algo más que para pretender nuestra felicidad per-
sonal.
Amando a España con no menor amor con que la amaron mis Augus-
tos Tíos y Abuelos, los Caudillos que fueron de la Comunión
Católico-Monárquica, no consentiré que mi nombre pueda ser
motivo de innecesaria discordia y, menos aún en momentos de
peligro para la Patria. Mas, tengan presentes todos también,
que a nadie es lícito explotar el patriotismo ajeno en provecho
de una parcialidad.
La misión del carlismo no está acabada ni cumplida. Por el contrario,
cada vez se ven más claros los horizontes de su porvenir. Si se
atiende a su actuación, siempre heróica y preciosa, como valla-
dar de la Revolución liberal o marxista, no puede desconocerse
que ésta se haya constantemente en acecho para aprovecharse
de todo, a fin de levantar su cabeza monstruosa, sin importarle

185
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

las calamidades que la Patria sufra. De ahí que nadie pueda


considerarse tranquilo, ni mirar el porvenir confiadamente, sólo
porque en el interior se haya acabado de ganar una victoria so-
bre el heterogéneo conglomerado de las fuerzas del mal.
En cuanto a la restauración de sus instituciones y de sus doctrinas, la
sola subsistencia de la Comunión Carlista a través de tantas
adversidades, muestra las bendiciones de Dios, que quiso pro-
bar a los suyos para mayores merecimientos y más grandes re-
compensas. No importa que en días como el nuestro, donde la
Revolución tanto ha destruido, y tantas almas ha envenenado,
no sea fácil la regeneración como obra de un día. La Gracia de
Dios, en un momento, gana el corazón de la criatura humana.
Los pueblos, en cambio, reaccionan más lentamente y caminan
más por etapas a su salvación, mediante sucesivos esfuerzos y
a costa de continuados merecimientos. Hoy todo anuncia los
días venturosos en que el Carlismo, última esperanza y recur-
so de la sociedad española, con cuanto es y representa, presi-
dirá los destinos de una España, regenerada, paladín, como
antaño de la Iglesia Católica.
De mí tengo que decir, al recibir los derechos de legitimidad monár-
quica que me transmite mi Madre, conforme a la ley sucesoria
vigente en el Reino, que aspiro a ser digno del honor que me
confiere esta herencia y JURO mantener los Principios y el
Programa de gobierno de mis augustos antecesores, los reyes
de la Dinastía Carlista. No necesito yo hacer otra declaración
al suscribir, como suscribo, cuanto aquellos proclamaron y de-
fendieron con insuperable tesón sacrificándolo todo. Sé que al
abrazarme a esta Bandera que tremolaré hasta la muerte, elijo
el camino de los sacrificios constantemente erizado de espinas
y rodeado de enemigos. Pero ese es mi deber, y el deber digni-
fica, ennoblece y justifica el propio vivir. Y sé también que la

186
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

Tradición española, que recibe su fuerza y vigor de la fé cató-


lica y que es alma que no muda ni muere de la Patria, no de-
saparecerá jamás mientras España exista.
Triunfe o no en mis días, la Causa de la Monarquía Legítima, y de la
Tradición nacional, estoy seguro de que, con mis leales, ese
pueblo sano y fervoroso, sin par en el mundo, habrá ganado
una etapa más en el camino de la salvación de España, que al
fin y al cabo ha de ser cual soñaron tantos héroes y tantos már-
tires como llenan con sus hechos las páginas de nuestra glorio-
sa Historia.

Que Dios me ayude y que no me falte la asistencia de mis admirables


carlistas, y de los buenos españoles.

CARLOS

DECLARACIÓN ANTE NOTARIO DE DOÑABLANCA DE BORBÓN, DE 12 DE


NOVIEMBRE DE 1945, CONFIRMANDO LA TRANSMISIÓN DE SUS DERECHOS
SUCESORIOS, COMO HIJA PRIMOGÉNITA DE CARLOS VII, A SU HIJO CAR-
LOS.

“Hallándome ya en el ocaso de la larga vida que la Providencia se sir-


vió concederme, como Hija Mayor de Mi Augusto Padre el Rey
don Carlos VII, cúmpleme confirmar de modo solemne, en
aplicación de la Ley Sucesoria de la monarquía española, la
transmisión de los derechos a la Corona de este reino, a Tí,
Mi muy amado hijo Carlos, pues que fallecidos sin descen-
dencia Mi augusto hermano don Jaime y Mi augusto tío don Al-
fonso Carlos, y por la renuncia y otras circunstancias de mis
demás Hijos Varones, a Tí te corresponde legítimamente la Su-

187
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

cesión.
Ruego a Dios Misericordioso que bendiga tu persona, amado Hijo mío
Carlos, y te asista para instaurar en este pueblo tan noble y que
tanto amor nos demostró, la Monarquía Tradicional y Te con-
ceda un largo y pacífico reinado compartido por tu buena y
amada esposa Cristina bajo el signo de la Justicia Social y de
nuestra Santa Fe Católica, en una España fiel a sus destinos
históricos, unida, próspera, pacífica y gloriosa. Te recomiendo,
por último, que no olvides jamás los extraordinarios servicios
que a nuestra religión y a la Patria viene prestando, con la ma-
nifiesta ayuda de Dios el Generalísimo Franco.

Dada en San Feliú de Llobregat a 12 de noviembre de 1945. Blanca de


Borbón”.

TEXTO CONFIRMANDO LA RENUNCIA A SUS DERECHOS A LA CORONA DE


ESPAÑA DEL ARCHIDUQUE LEOPOLDO DE HABSBURGO-LORENA EN FAVOR
DE SU HERMANO EL ARCHIDUQUE CARLOS EL 1 DE AGOSTO DE 1947.

“Yo, Leopoldo de Habsburgo-Lorena, archiduque de Austria, domici-


liado actualmente en Wilicantic, Conneticut, Declaro lo si-
guiente: Que reuniendo por claro designio de la Providencia,
mi amado hermano S.A.I. y Real don Carlos de Habsburgo-Lo-
rena, archiduque de Austria, las condiciones todas para asumir
la ardua tarea de ostentar los derechos a la Corona de España
dimanantes de S.M. don Carlos María Isidro de Borbón, trans-
mitidos por nuestra amada Madre S.A.I. y R. doña Blanca de
Borbón y Borbón, archiduquesa de Austria, confirmo por el
presente documento mi renuncia a favor de mi dicho hermano
Carlos, a los derechos a la Corona de España que por mi na-
cimiento me pudiese corresponder, y ruego a Dios que asista a

188
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

mi amado hermano Carlos en el cumplimiento de tan altos de-


beres para el bien de España, nuestra Patria. Lo que líbremen-
te declaro y firmo en Nueva York, a primero de agosto de mil
novescientos cuarenta y siete.- Firmado.- Leopoldo Habsbur-
go-Lorena, archiduque de Austria.- Ante mi. Firmado.- Bernar-
do Rolland y de Miota, Cónsul General de España”.
(El archiduque Francisco José renunció días antes en términos simila-
res ante el mismo alto funcionario español)

LA POLÉMICA SUCESIÓN DE DON CARLOS VIII

CARTA DEL ARCHIDUQUE ANTONIO DE HABSBURGO-LORENA A DON JESÚS


DE CORA Y LIRA, DE 23 DE MAYO DE 1955, DESAUTORIZÁNDOLO Y CESÁN-
DOLO COMO JEFE DE LA COMUNIÓN CARLISTA.

“St. Lorenz, 23 de mayo de 1955.

Sr. Don Jesús de Cora y Lira


Lista, 89 – Madrid.
Querido Cora:
No he contestado hasta ahora a tus cartas del 27 de diciembre de
1954, 25 de enero, 25 de febrero, 4 de marzo, 5 y 23 de abril de
1955, por múltiples razones. También asuntos familiares entre
ellos los de mis sobrinas Alejandra e Inmaculada me han ab-
sorbido por completo el tiempo.
Nada más hubiera podido decirte, por otra parte, en relación con los
problemas políticos a que te refieres, pues mi posición, por lo
menos, la personal con respecto a ellos, es la que te comuniqué
en mi carta del 7 de agosto de 1954.
Agradezco desde luego, todas las demostraciones de afecto de los

189
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

carlistas, tan leales siempre a mi familia, que por varios con-


ductos y desde toda España han llegado hasta mí. Correspon-
do de todo corazón a esos afectos y desearía que sus nobles
aspiraciones se viesen cumplidas para bien de España y así lo
pido a Dios.
Sigo entendiendo, sin embargo, que personalmente no puedo hacer
más, insisto pues en cuanto te dije en mi citada carta. Pero
he de hacer especial referencia a un punto de las tuyas, de 27
de diciembre de 1954 y 5 de abril de 1955, en las que me ha-
blas de prometidas “subvenciones” económicas a base de
que mi hijo Domingo se trasladase a España acompañado de
personas de mi familia. Yo no puedo autorizar nada semejan-
te en este sentido y he de añadir que me desagrada profun-
damente que alguien pueda pensar, sobre todo el Generalísi-
mo y también el señor Fernández Cuesta ya que a éste te re-
fieres y citas en la carta de 5 de abril, que mi decisión polí-
tica pueda depender de que por un mezquino interés mate-
rial, pueda hipotecar mi conciencia y mi actuación y la de mi
hijo. No ignoro que yo y mi familia tenemos derecho a vindi-
car bienes que fueron arrebatados a mi abuelo Don Carlos
María Isidro y a todos sus descendientes, pero esto debe ha-
cerse, por quienes así lo estimen, de una manera clara y
abierta, dándole forma legal.
Me he enterado sólamente hace poco que sin mi autorización y contra
mi voluntad has intentado convencer con ofrecimientos finan-
cieros a mi hija María Ileana, la que trabaja en Nueva York,
para que traiga a España a mi hijo Domingo. Antes de que me
enterase de tus pasos, fracasaron tus intentos, pues has recibi-
do de USA la contestación debida, “NO”.
Entretanto soy yo y nadie más el llamado a subvenir, como quiero ha-
cerlo, y lo haré con la ayuda de Dios, a mis necesidades eco-

190
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

nómicas y a las de todos mis hijos y no autorizo a nadie a in-


tervenir ni a realizar gestiones de tal índole. Y creo, además,
que a lo menos con esto presto un gran servicio a la Comunión
Carlista, interpretando los sentimientos de mis admirados car-
listas los cuales se sentirían ofendidos, como yo mismo, ante la
idea de que su abanderado vivía de fondos secretos.
Como ya antes de ahora se propalaron cosas parecidas y se tergi-
versaron mis palabras, me creo en la necesidad de que esta
decisión sea conocida de los Jefes Carlistas Regionales, por
lo que pienso dirigirme a cuantos conozco para comunicárse-
la, ya que no teniendo yo Delegado alguno en España, ni per-
sonal ni político, en virtud de mis declaraciones reside en sus
Juntas la responsabilidad y dirección del Carlismo, en tanto
que el nuevo Príncipe que recoja la herencia de mi inolvida-
ble hermano Carlos (q.e.p.d.) confirme o sustituya a los Jefes
que fueron nombrados por éste y a quienes rogué yo en Ma-
drid hace año y medio continuasen en sus puestos, como así
deseo sigan haciéndolo.
Por tu última carta del 11 de mayo, que recibí hoy, me entero de tu
renuncia al cargo de vocal en el Consejo de Familia de mis
sobrinas, por la razón de que no tienes tiempo para atender a
ese cargo y que por tu cargo de consejero del Consejo Supre-
mo de Justicia Militar no puedes dedicar al Consejo de Fami-
lia la atención necesaria. No concibo que hayas encontrado
el tiempo de ocuparte de mis hijos que estudian en Estados
Unidos y que no tienes tiempo de dedicarte a mis sobrinas
que están en España.
Por todo lo anterior te expreso mi deseo de que dejes de ocuparte de ges-
tiones en mis asuntos de familia que me conciernen exclusiva-
mente a mí y a mis hijos y de que, al mismo tiempo, sabré incul-
carles los sentimientos del deber. Y es mi voluntad también como

191
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

Representante de la Dinastía Carlista dejes de considerarte como


Jefe de la Comunión Carlista, cargo que no puede existir.

Recibe un afectuoso saludo,

ANTONIO HABSBURGO LORENA Y BORBÓN


ARCHIDUQUE DE AUSTRIA”

CARTA DEL ARCHIDUQUE ANTONIO DE HABSBURGO-LORENA A DON AN-


TONIO DE LIZARZA IRIBARREN, DE 29 DE JUNIO DE 1956, SOBRE LA CUES-
TIÓN SUCESORIA.

“Barcelona, 29 de junio de 1956

Mi querido Antonio Lizarza:


Quiero contestar al emotivo mensaje de adhesión que en nombre de
los carlistas navarros me dirigiste al felicitarme el día de mi
Santo; y quiero, en tu persona de leal Jefe Regional Carlista del
antiguo y glorioso Reino de Navarrra, contestar a cuantas car-
tas y telegramas recibí de toda España con el mismo motivo
agradeciéndolas de todos corazón, porque veo en ellas la ex-
presión de los nobilísimos sentimientos de los carlistas españo-
les.
Pero esas cartas y mensajes no tienen carácter aislado ni circunstan-
cial. Continuamente y de todas las ciudades y lugares de las di-
versas regiones españolas me llegan a mi residencia de Austria
fervorosas protestas de adhesión de quienes ven en mi persona
al Jefe y representante de la Dinastía Carlista, que vosotros
amáis tanto y de la que sois tan íntimamente amados.
Por mi parte os digo que, sobre todo a raíz de la desgraciada muerte

192
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

de mi hermano Carlos, he tenido ocasión de conoceros cada


vez más profundamente. He penetrado vuestra lealtad admira-
ble, vuestro inagotable espíritu de sacrificio, el amor que ha-
béis dispensado a vuestros Reyes, vuestra fe religiosa de cru-
zados, vuestro ánimo indomable al servicio de España y de sus
tradiciones. Os he conocido y os he amado a mi vez, porque
otra cosa es imposible.
Vosotros sois el blasón más preclaro de mi Familia, sois la reserva
más selecta y efectiva con que cuenta España para asegurar
su porvenir. Y os digo, como Nieto de Carlos VII, que vuestras
esperanzas para encontrar al Príncipe que os guíe y acaudi-
lle y pueda a su vez gloriarse con vuestra devoción, no pue-
den ser defraudadas. Dios no os abandonará ni abandonará
a España, a la que habéis servido y servís con entrega tan ab-
soluta y generosa.
Sabéis que personalmente carezco de toda ambición; pero no carez-
co ni careceré jamás, con la ayuda de Dios, del sentido del
deber. Y tengo el de deciros que estoy dispuesto a poner todos
los empeños y todos los esfuerzos para unir a todos los car-
listas españoles sin excepción bajo una sola bandera y en la
obediencia y concordia de un sólo Príncipe, ese Príncipe dig-
no que os merecéis y que merece España para asegurar la
continuidad de los inmensos sacrificios que ha hecho el país
para subsistir y avanzar dignamente en el concierto de los
pueblos libres, ocupando el lugar que le conquistaron en la
Historia, las generaciones de españoles que os precedieron y
al que vosotros mismos y los demás patriotas os hicísteis
acreedores con el Alzamiento Nacional en 18 de julio de 1936
y la Cruzada subsiguiente.
Gracias, pues, querido Lizarza, por tus expresiones fidelísimas de na-
varro y jefe de navarros; gracias, queridos carlistas todos, por

193
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

vuestra adhesión y afecto. Mantened sin desmayos la esperan-


za en el futuro porque ningún futuro puede seros adverso mien-
tras vosotros sigáis creyendo impertérritos en los vaticinios de
mi abuelo Carlos VII.

Te saluda tu afectísimo
ARCHIDUQUE ANTONIO”

Firmado en Saint Lorenz, Austria, a veinte de agosto de 1956”

CARTA DEL ARCHIDUQUE LEOPOLDO DE HABSBURGO-LORENA A SU HER-


MANO EL ARCHIDUQUE ANTONIO DE HABSBURGO-LORENA, DE 10 DE NO-
VIEMBRE DE 1956, RENUNCIANDO A SUS EVENTUALES DERECHOS SUCESO-
RIOS DENTRO DE LA DINASTÍA CARLISTA.

“Castillo de Pitten, 10 de Nov. 1956

Querido Antonio,
Te dirijo esta carta con el objeto de aclarar malas interpretaciones
que algunas personas han dado a mis declaraciones.
Me han sorprendido desagradablemente artículos que fueron publica-
dos hablando de mí, en especial los de la publicación españo-
la titulada “Volveré”, en sus números 158, 161 y 162 publica-
dos el 15 de mayo, 15 de agosto y 10 de septiembre de 1956.
Fue una idea mía que los tres hermanos mayores hicieramos una de-
claración a favor de nuestro hermano menor, Carlos. En 1947
la hicimos Francisco José y yo, en los Estados Unidos y tu hi-
cistes una declaración análoga a Carlos verbalmente un año
después.
Con referencia a lo dicho anteriormente tengo el máximo interés en
hacer constar, precisamente ante tí, lo siguiente:

194
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

1°.- Que si bien declaré a Francisco José lo mismo que declaré hace
años a nuestro difunto hermano Carlos, tal declaración y re-
nuncia a mis posibles derechos a favor de Francisco José, en
modo alguno puede interferir con el uso que hagas de los tuyos
ni anteponerse a ellos, sobre todo teniendo en cuenta que eres
el hermano que me sigue en edad y que siempre te he conside-
rado el más idoneo para asumir la Jefatura y representación de
nuestra familia.
2°.- El haber firmado, el 6 de julio, solicitado por Francisco José la
declaración ante el secretario de la Embajada de España en
Viena ha sido casual sin caracter oficial y sin solemnidad algu-
na.
3°.- Considerando lo dicho anteriormente he llegado a convencerme
que mi declaración del 6 de julio de 1956 mencionada arriba,
ha sido un “error”. Por esa razón la retiro y la considero anu-
lada.
4°.- Para apartar toda duda renuncio para siempre a los derechos de
sucesión que tengo por mi descendencia o pudiese tener en lo
futuro.
Te ruego hagas público esta carta mía para que todos los Carlistas se-
pan que siempre ha sido mi deseo la unidad del movimiento
monárquico Carlista y que te considero como el más apto para
conseguir dicho fin.

A todos los efectos y para que la verdad quede en su punto me es muy


grato manifestarte lo que antecede.

Te abraza afectuosamente tu hermano,


LEOPOLD HABSBURG LORRAINE

195
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

MENSAJE DEL ARCHIDUQUE ANTONIO DE HABSBURGO-LORENA A LOS


CARLISTAS, DE30 DE MAYO DE 1957, PROMETIENDO QUE UNO DE SUS HI-
JOS, ESTEBAN O DOMINGO, CONTINUARÍA LA DINASTÍA.

“En mi calidad de Representante de la Dinastía Carlista, como nieto


sucesor de mejor derecho de mi augusto abuelo el Rey Carlos
VII, condición que nadie me puede discutir, declaro una vez
más que con la ayuda de Dios mantendré los principios inmu-
tables de nuestra santa Causa.
Para ello llamo a todos los carlistas a una unión sincera y efectiva que
capacite a la Comunión para cumplir sus deberes y reclamar
sus derechos.
Me dirijo a todos sin excepción, a los que fueron leales a mi querido
Hermano y a los que siguieron al príncipe Don Javier de Bor-
bón, a todos los que anhelan un Carlismo fuerte, digno y fiel a
sí mismo y a su gloriosa historia.
En cuanto a los derechos de que soy heredero y depositario, debo de-
clarar que ni renuncio a ellos ni lo haré jamás, pues son debe-
res irrenunciables.
Yo os prometo, leales carlistas, que uno de mis hijos, Esteban o Do-
mingo, capacitado de lo que el deber exige, será en su día el
continuador de la Dinastía Carlista. Mi querido Delegado Na-
cional queda facultado para exponer con la amplitud necesaria
el programa político-social contenido en nuestra Doctrina,
amoldado a las necesidades de los tiempos presentes.

Que Dios os guarde a todos, como de corazón lo deseo.

ANTONIO DE HABSBURGO
Duque de Madrid
Viena a 30 de mayo de 1957, festividad de la Ascensión del Señor”.

196
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

CARTA DEL ARCHIDUQUEANTONIO DE HABSBURGO-LORENA DE 10 DE


JULIO DE1958 AL ARCHIDUQUE FRANCISCO JOSÉ DE HABSBURGO-LORE-
NA, DESAUTORIZANDO CUALQUIER CAMPAÑA EN FAVOR DE ESTE ÚLTIMO.

“Querido hermano:
El fallecimiento de nuestro hermano mayor Leopoldo, q. G. h., confir-
mó mi calidad de Jefe de la Familia, en cuyo concepto sólo a
Mí corresponde la representación de la Dinastía Carlista, así
como la ostentación de los derechos y deberes a ella vincula-
dos.
Siendo tú mi hermano menor, desautorizo toda campaña que a Tu
nombre se haga en España y fuera de ella, porque de la misma
se deducen incontables perjuicios para los leales carlistas y
para la Comunión que, hoy más que nunca, debe mantenerse
unida, fuerte y en orden, para ser la mejor garantía del futuro
de la Madre España.
Fervientemente identificado con mis deberes, he dicho, y hoy repito,
que ni renuncio a Mis derechos, ni lo haré jamas, con la ayuda
de Dios.

Dios te guarde como de corazón lo desea Tu hermano,


ANTONIO

Madrid, 10 de julio de 1958”.

197
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

CARTA DE 10 DE JULIO DE 1958 DEL ARCHIDUQUE ANTONIO DE HABSBUR-


GO-LORENA AL PRÍNCIPE DON JAVIER DE BORBÓN PARMA SOBRE LA CUES-
TIÓN SUCESORIA.

“Querido primo:

Vienen siendo tantos los carlistas que se lamentan de la funesta divi-


sión de las fuerzas tradicionalistas españolas, que no resistien-
do su clamor, me considero obligado a dirigirme a Tí para ex-
ponerte mi pensamiento y pedirte interpongas tu influencia, a
fin de que termine la disgregación, y carlistas y tradicionalis-
tas, unidos y en orden, organicen una fuerte Comunión, que sea
la mejor garantía para el futuro de la Monarquía Tradicional
que habrá de instaurarse en España.
Sé de los sacrificios de todo género que por la Causa de la Iglesia te
impusistes siempre, conozco tu participación y notables servi-
cios al Rey Alfonso Carlos, Mi Tío, por cuya esposa eres sobri-
no.
Aquellos esfuerzos se vieron honrados cuando El te confirió, apretado
por difíciles circunstancias, el regentar la Comunión y proveer,
sin más tardanza que la necesaria, la sucesión legítima.
La Cruzada española primero y la guerra mundial más tarde, retrasa-
ron el poder llevar a cabo la misión a Tí confiada, y porque la
Comunión no podía quedar huérfana en momentos graves,
abocada España a la restauración de la Dinastía alfonsina, fue
mi querido Hermano Carlos, q.G.h., por renuncia de mis otros
hermanos y Mi voluntad, quien levantó la bandera de nuestra
Dinastía. Se abrió un cisma en la Comunión; por un lado los
fieles a Tí y a la disciplina de Don Alfonso Carlos, y por otro
los leales al Derecho de Mi Hermano. Motivos ajenos empon-
zoñaron una cuestión que en buena lógica no debería siquiera

198
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

haberse planteado, y de ahí han dimanado males sin cuento.


Creo sinceramente que la situación debe terminar para bien de Espa-
ña. Debe haber un solo Príncipe carlista que acaudille a los es-
forzados y heróicos españoles. Y puesto que la Dinastía de Car-
los V y Carlos VII no se ha extinguido, pues muerto Mi herma-
no Carlos y posteriormente Leopoldo, los derechos revierten a
Mí, y a Mis hijos, entiendo debe darse por cumplida la misión
que te otorgara Don Alfonso Carlos.
No es necesario que te exprese las ventajas de todo género que de es-
ta unidad de las fuerzas tradicionalistas se derivarán; el espí-
ritu de la Cruzada española no se torcerá jamás, pues los car-
listas serán sus más fieles guardadores; la Iglesia tendrá en
ellos el sostén más sólido; el futuro de España dejará de ser ne-
buloso, sujeta a especulaciones de aquellos a quienes nuestros
requetés derrotaron para siempre.
Reflexiona sobre cuanto te digo, con el corazón puesto en el mejor ser-
vicio de la Religión, como tienes siempre por norma de tus ac-
tuaciones; y que tus leales y los míos se den un abrazo frater-
no, y juntos vitoreen a la Dinastía Legítima, que, como escribió
Mi Abuelo Carlos VII, fue faro providencial en la noche triste
de España.

Dios te guarde como de corazón lo desea tu afectísimo primo,


ANTONIO

Madrid, 10 de julio de 1958”.

199
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

CARTA DE DON JAVIER DE BORBÓN PARMA DE 31 DE JULIO DE 1958 AL


ARCHIDUQUE ANTONIO DE HABSBURGO-LORENA SOBRE LA SUCESIÓN DI-
NÁSTICA.

Mi querido Antonio

Agradezco tu carta fechada el 10 de julio, escrita en Madrid y puesta en


el correo en Hendaya el 23 de este mes, que he recibido ayer en
Ligniéres, en la que me pides renunciar a mis derechos y deberes
como Jefe de la Comunión Tradicionalista Carlista de España.
Tengo que aclarar terminantemente mi posición por atención personal
a tí.
La Casa Imperial de Habsburgo-Lorena-Austria había renunciado
definitivamente para sí y para todos sus descendientes al trono
de España en los célebres Tratados de Utrecht y Rastad, de
1713 y 1714.
La Ley fundamental de las Casas de Austria y de Borbón era la Ley Sá-
lica. Ella excluía de la sucesión al trono toda herencia femeni-
na hasta la muerte del último varón de la Casa.
La sola funesta derogación de esta Ley fue hecha por el Rey Don Fer-
nando VII en los últimos momentos de su vida instituyendo como
sucesor a su hija doña Isabel en lugar de su hermano Don Car-
los V. De ahí el origen dinástico de las tres guerras carlistas.
Tú me pides ceder mis derechos y deberes a tí para unificar el Partido
Carlista y evitar las disgregaciones entre carlistas.
No puedo ceder ninguno de mis derechos y deberes a guiar a la Co-
munión Tradicionalista Carlista que me fue impuesto por el
Rey don Alfonso Carlos y que cumpliré Dios mediante, hasta su
conclusión en la Monarquía.
Mucho menos puedo renunciar a los derechos de mi hijo Carlos, que
es mayor de edad.

200
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

El rey Don Alfonso Carlos declaró que mis derechos y los de mi estir-
pe, a la sucesión dinástica, no se perdían por mi designación
para la regencia de la Comunión Tradicionalista Carlista.
En este asunto hemos de contar con las exclusiones legales y no, po-
demos olvidarlas.
Mi decisión de Barcelona de 1952, tuvo todo en cuenta. Esta decisión
la he ratificado en muchos solemnes actos y documentos, y úl-
timamente en mi mensaje de 12 de diciembre de 1957.
La Comunión Tradicionalista Carlista me asiste en mis derechos y de-
beres que son los de la legitimidad tanto de origen como de ser-
vicio, teniendo presente las exclusiones legales.
La asistencia que me da la Comunión Carlista se manifiesta constan-
temente en todas las regiones. Esta voluntad del pueblo carlis-
ta es unánime, pues sólo hay fuera pequeños grupos que son
inevitables en las cosas humanas, pero no cambian la realidad
general. Espero que todos estos grupos acabarán volviendo a
la disciplina y yo recibiré siempre a los buenos carlistas, como
a todos los españoles.
Te pido, querido Antonio, de no continuar actualmente una escisión
que ya estaba extinguida. Tus actuaciones no pueden perturbar
ni impedir el fin y la razón de ser del establecimiento de la Mo-
narquía en España, sostenida desde tantos años por la Comu-
nión Tradicionalista Carlista y por tantos buenos españoles
monárquicos.
Quiero recordarte también la promesa que hiciste a tu Jefe de familia
hace unos años de abstenerte de toda intervención en la políti-
ca de España.

Que Dios te guarde, mi querido Antonio, quedo tuyo


FRANCISCO JAVIER
Ligniéres (Cher), 31 julio 1958.”

201
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

CARTA DEL ARCHIDUQUE STEFAN DE HABSBURGO-LORENA DE 19 DE OC-


TUBRE DE 1959, RENUNCIANDO POR SÍ Y POR SUS DESCENDIENTES A SUS
EVENTUALES DERECHOS A LA SUCESIÓN DE LA DINASTÍA CARLISTA.

October 19, 1959.

To the Chief of
The Carlist Communion
Of Spain

During a meeting with Mr. Francisco Javier Lizarza Inda in Newton,


Mass., we have discussed the political situation in Spain, as
well as the present and future of the Carlist Party.
Both my education and marriage have lead me to make my home in
America. I intend this to continue to be the case. Consequently
I do not feel in the position to devote myself to the cause of the
Spanish Monarchy.
I hereby rennounce any pretentions of my own, or in my behalf, to Car-
list leadership.
I regret dissapointing you, but it is the only course which I can take
with sincerety.
I thank you for your efforts in my behalf.

STEFAN HABSBOURG

202
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

MENSAJE DE LA INFANTA DOÑA ALICIA DE BORBÓN, HIJA MENOR DE


CARLOS VII, DE 11 DE FEBRERO DE 1964, SOBRE LA CUESTIÓN SUCESO-
RIA.

“Viareggio, 11 de febrero de 1964.

Mis queridos tradicionalistas:

Como hija superviviente de Carlos VII, me dirijo a vosotros para lla-


maros a la unión y a la concordia, rotas, desgraciadamente,
por la actuación de elementos que, haciéndose pasar por des-
cendientes de mi augusto padre (q.e.p.d.), ningún derecho tie-
nen para reivindicar la herencia que pretenden.
Mi augusto tío el Rey Alfonso Carlos se limitó a nombrar regente de la
Comunión al príncipe don Javier de Borbón-Parma, sobrino de
mi augusta madre doña Margarita, encargándole que en su día,
y superadas las dificultades provenientes de la Cruzada en que
nuestras fuerzas se hallaban empeñadas, proveyese a la desig-
nación del monarca; misión que no implicaba de ninguna ma-
nera que el príncipe extranjero, según reiteradamente tiene se-
ñalado, pudiera aspirar a la Corona de España. Evidente es
por ello que su hijo el príncipe don Hugo no puede titularse
príncipe de Asturias ni duque de Madrid.
Fallecido mi tío Alfonso Carlos sin descendencia masculina, revierten
los derechos de sucesión de la dinastía agnada en la rama del
infante don Francisco de Paula, hermano menor del Rey don
Carlos V, rama representada hoy, por razón de herencia, por S.
A. R. el infante de España don Alfonso Jaime de Borbón y
Dampierre, que en su día, por serlo hoy su padre, está llamado
también a ostentar la jefatura de la Casa Real de Borbón.
A él, si cumpliendo lo preceptuado por mi augusto padre, reconocie-

203
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

ra de modo explícito y fehaciente los principios básicos de la


Comunión y repudiara las tesis liberales os ruego y encargo le
tengáis y obedezcáis como a jefe nato y único de la Comunión
católico-monárquica, a fin de que bajo su dirección se resta-
blezca la unidad que hizo posible la existencia de nuestra Co-
munión durante siglo y medio.
Así cumpliréis los más vehementes deseos de mi padre, de mi tío y de
mi hermano el Rey don Jaime, que siempre desearon la recon-
ciliación de las dos ramas, aunque anteponiendo siempre la
custodia y conservación de nuestros principios.
Que Dios os ilumine en este trance y os tenga siempre en su santa
guarda es el más ferviente deseo de vuestra afectísima
ALICIA DE BORBÓN INFANTA DE ESPAÑA. »

CARTA DEL MINISTRO DE JUSTICIA, DON ANTONIO ITURMENDI, A DON JE-


SÚS DE CORA Y LIRA SOBRE LA REHABILITACIÓN DE LOS TÍTULOS DE DU-
QUE DE MADRID Y CONDE DE MOLINA.

“Excmo Sr. D. Jesús de Cora y Lira.


General Auditor de la Armada.
MADRID.

Mi querido amigo:
Contesto gustoso a su grata carta de 18 de este mes, con la que me re-
mite fotocopia del escrito que el Archiduque Don FRANCISCO
JOSÉ remitió a este Ministerio, en solicitud de que le fuesen ex-
pedidas Cartas de Sucesión o, en su caso, de Rehabilitación en
los Títulos de Conde de Molina y Duque de Madrid.
Enjuicia Vd. el caso con certero criterio, al considerar que, por tratar-

204
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

se precisamente de Títulos de la Casa Real, están excluidos del


régimen jurídico de los demás Títulos del Reino, por lo que es-
te Departamento carece de competencia respecto a los mismos.
Desde luego, en la Sección de Títulos no existe dato alguno por
el que pueda entenderse que el Título de Duque de Madrid se
haya concedido, por sucesión o rehabilitación, a favor del Ar-
chiduque Don Antonio.
En este sentido escribo a S.A. el Archiduque DON FRANCISCO JO-
SÉ, por quien siento verdadera estimación.

Con este motivo, le abraza su buen amigo y compañero,


ANTONIO (FIRMADO Y RUBRICADO).”
Madrid, 29 Abril 1964”.

INFORME SOBRE EL TÍTULO DE DUQUE DE MADRID, DE 21 DE JULIO DE


1964

La Junta Provincial de Madrid de la Comunión Tradicionalista facili-


tó a la prensa, el 21 de julio de 1964, el siguiente documento:
1.- El título de duque de Madrid pertenece a la rama carlista de la Ca-
sa Real de España, que se rige por ley de rigurosa varonía. No
puede, por tanto, ser heredado por una hembra. El príncipe
Francisco José de Habsburgo Lorena, lo pretende por parte de
su madre, doña Blanca de Borbón, archiduquesa de Austria, la
cual no podía tener derecho alguno a dicho título, ni ninguna
otra prerrogativa política o dinástica carlista. Se pretende ha-
cer una confusión entre los bienes privados y los derechos po-
líticos o dinásticos.
2.- El título de duque de Madrid lo tomó para sí y ante sí el monarca
tradicionalista don Carlos VII en 1868, al hacerse cargo de la

205
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

jefatura del partido carlista. Es un título de los llamados de


pretensión, que toman los príncipes y que no se rigen en abso-
luto por la legislación nobiliaria. Así vemos que don Juan de
Borbón usa el título de conde de Barcelona, que tomó en 1940
al morir su padre Alfonso XIII. El conde de París usa ese títu-
lo en lugar del suyo hereditario de duque de Orleans, y ha da-
do a su hijo mayor el de conde de Clarmont. En la rama Bor-
bón Sicilias, el fallecido infante Alfonso usó el título de duque
de Calabria, que ahora usa su hijo el príncipe Carlos de Bor-
bón Dos Sicilias, mientras que el príncipe Raniero, que tam-
bién reclama la sucesión de las Dos Sicilias, usa el de duque de
Castro.
3.-En cualquier caso, jamás podrá transmitirse el título de la dinastía
carlista por línea de hembra. Pero aún así, no tiene razón el
príncipe Francisco José. En efecto, suponiendo que hubiera
podido heredarlo la infanta Blanca de Borbón, esa señora tu-
vo diez hijos, cinco varones y cinco hembras. Aunque indebida-
mente, el título de duque de Madrid lo usó de 1943 a 1953, en
que falleció, el menor de sus diez hijos, el príncipe Carlos Pío
de Habsburgo Lorena, fallecido en Barcelona el 24 de diciem-
bre de 1953. Este príncipe dejó dos hijas de su matrimonio con
Christa Satzger von Balvanyos: doña Alejandra y doña Inma-
culada. Si se admite que puede heredarlo una hembra, el título
habría pasado a la hija mayor de este príncipe Carlos Pío, her-
mano menor del príncipe Francisco José.
4.- El príncipe Francisco José tiene un hermano mayor varón, el prín-
cipe Antón de Habsburgo Lorena, casado con la princesa Ilea-
na de Rumanía (hermana del Rey Carol II), de cuyo matrimo-
nio tiene dos hijos varones, los príncipes Esteban y Domingo
de Habsburgo Lorena, casados y con sucesión varonil. De ad-
mitirse la sucesión del título por doña Blanca sería su hijo ma-

206
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

yor actual, el príncipe Antón y en su día a sus hijos varones, a


quienes pasaría el título, pero en ningún caso al príncipe Fran-
cisco José.
5.- El príncipe Francisco José está casado en matrimonio morganáti-
co con Marta Aloisa Baumer, divorciada de Von Kahler, y no
tiene hijos.
6.- El príncipe Francisco José puso un pleito en Estados Unidos, en
enero de 1954, a su hermano mayor el príncipe Antón y a la
princesa Ileana, reclamándoles un millón de dólares por venta
ilegal de bienes familiares. Los tribunales norteamericanos ab-
solvieron al príncipe Antón y a la princesa Ileana, y condena-
ron por falsedad al príncipe Francisco José.
7.- El príncipe Francisco José había reconocido a la República austría-
ca después de la guerra europea y fue privado del título de ar-
chiduque de Austria por su Jefe de Familia, el archiduque Otto
de Habsburgo, jefe de la Casa real de Austria.
8.- Es absolutamente falso que a la muerte de don Jaime I en 1931 fue-
ran los archiduques Leopoldo Salvador y doña Blanca, padres
del príncipe Francisco José, los únicos y universales herederos,
de acuerdo con la legislación sucesoria española, de todos los
derechos, prerrogativas y bienes de su abuelo Carlos VII, du-
que de Madrid. En efecto, Carlos VII no tenía nacionalidad le-
gal española ni bienes ninguno en España, aunque era el rey
legítimo en el destierro, como ahora puede serlo de Rumanía el
rey Miguel o de Bulgaria el rey Simeón. Los bienes privados de
don Jaime pasaron a sus tres hermanas vivientes entonces: do-
ña Blanca, doña Beatriz y doña Alicia, aparte diversos legados.
La mayor parte, y entre ellos el castillo de Froshdorf en Austria
pasaron a la infanta Beatriz, casada con el príncipe romano
Fabrizio Massimo. Pero los títulos y derechos dinásticos, con
todas sus prerrogativas, pasaron a don Alfonso Carlos, herma-

207
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

no único de Carlos VII y tío de don Jaime, de acuerdo con la


ley sucesoria defendida siempre por los carlistas. Don Alfonso
Carlos fue, pues, el heredero y sucesor legítimo de don Jaime
en la Jefatura de la Casa de Borbón y en todos los títulos y de-
rechos soberanos de la rama carlista. Don Alfonso Carlos, rey
legítimo de España, para los carlistas, declaró que los hijos de
su sobrina doña Blanca no tenían derecho alguno al trono de
España.
9.- Don Alfonso Carlos, rey indiscutible para todos los carlistas, insti-
tuyó, aún en vida, como regente y depositario de todos los tí-
tulos y derechos de la Legitimidad carlista a don Javier de Bor-
bón, descendiente de varón de Felipe V, cuyos derechos, de
acuerdo con la ley sucesoria defendida siempre por los carlis-
tas, son anteriores a los de cualquier hembra, ya que sólo po-
drá heredar una hembra cuando se hayan extinguido totalmen-
te las líneas varoniles de Felipe V.
10.- Don Javier de Borbón, padre del príncipe don Carlos Hugo, tomó
posesión de la Jefatura del Carlismo, jurando ante el cadáver
de don Alfonso Carlos en el castillo de Puchheim (Austria) en
3 de octubre de 1936. Con esa suprema autoridad ordenó, aún
en vida de Alfonso Carlos, el alzamiento de los requetés el 18
de julio de 1936 y después se entrevistó en Burgos con el Ge-
neralísimo Franco en 1937. Nadie le discutió sus títulos como
representante de la Legitimidad carlista. Entre sus facultades
figuran las de atribuir los títulos de la rama carlista. Por eso,
en 1961 dió a su hijo mayor el de duque de San Jaime, que ha-
bía usado don Alfonso Carlos, y nadie protestó de ese hecho.
En febrero de 1964, con ocasión de su noviazgo con la prince-
sa doña Irene, el príncipe don Carlos Hugo recibió de su padre
con el mismo derecho, el título de duque de Madrid.”

208
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

LAS RELACIONES DEL CARLOCTAVISMO CON EL RÉGIMEN


FRANQUISTA A TRAVÉS DE LA CORRESPONDENCIA DE DON CAR-
LOS CON JAIME DEL BURGO

Barcelona, 12 de Agosto de 1945

“Mi querido Del Burgo:


La visita de nuestro común amigo me ha proporcionado grande ale-
gría, especialmente por haberme traído noticias vuestras.
He leído con atención tu expuesto de la situación y de acuerdo conti-
go, creo muy oportuno la realización de la labor que me pro-
poneis.
Estoy convencido del interés nuestro de poder contar con elementos de
prestigio, que aún no suman en nuestras filas y por esto, deseo
expresarte mi conformidad de que extendais la labor de capta-
ción a las mencionadas Regiones.
Es indispensable actuar con la máxima prudencia, no nos conviene
que grupos formados se pasen en bloque, lo que interesa es
captar figuras y asegurarnos la simpatía de la masa.
Hay que considerar dos puntos delicados, el primero: es que nosotros
estamos con Franco y apoyamos su política salvadora en estos
tiempos de quebraderos de cabeza.
El segundo sería la postura de los Anglo-Americanos con nuestro mo-
vimiento, que es de sincera simpatía.
Mi deseo es que se actúe teniendo en consideración las dificultades del
momento. Deseo expresarte mi confianza, así la siento por tus
colaboradores y confío en Vuestra política y actuación adecua-
da al presente.
No me faltan pruebas de vuestra labor tan eficaz y constante, que te
agradezco, así que a los Amigos, que no menciono por pruden-
cia.

209
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

Te agradecería comunicaras a Amadeo146 mi gratitud por sus líneas y


que estoy conforme con cuanto me expone, agradecéndole su
visión y espíritu de sacrificio, así como su preciada labor.
Cristina y las niñas siguen bien G. A D., Sanza147 está en Bilbao con
las Stas de Plazaola, probablemente iré a recogerla en Sep-
tiembre. Supongo que me será posible verte en este viaje.
Mucho te agradezo en nombre propio y en nombre de mis Leales, la la-
bor que realizas por España y por nuestra Santa Causa, Dios
te ayude en esta difícil y delicada labor.

Te ruego transmitas mis afectuosos saludos a los Amigos.


Ruego a Dios te guarde como de corazón desea tu afectísimo

Carlos

Barcelona, 23 de Noviembre de 1945

“Mi querido Del Burgo:


Tu última carta de 31 de Octubre me proporcionó grande alegría, veo
que vuestra valiosa labor de captación, muy ramificada, tiene
un éxito extraordinario y te felicito en especial por el espíritu
con que llevas nuestros asuntos.
El nombramiento del R. C. del R. de N. Hace días lo he firmado y su-
pongo estás en vuestras manos148.

146
Amadeo era Don Amadeo Marco, quien fue, durante toda su vida, recalcitrante
carloctavista instaladado en el Movimiento.
147
Sanza era el nombre íntimo y familiar con el que Don Carlos denominaba a su
hija primogénita, Doña Alejandra.
148
R. C. del R. de N., abreviatura de Representante Carlista del Reino de Navarra.

210
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

Cora pasó 48 horas en ésta y me trajo muy buenas impresiones de la


Capital, me habló también de la entrevista que ha tenido con A.
Marco, que fue muy satisfactoria, en el sentido de la mejor
comprensión y colaboración.
Lamento la pequeña diferencia que existe con el Amigo M., pero con-
fío en ti lo puedas solucionar y hacerle comprender que el tiem-
po no espera y que no hay que clestarse (¿?) por pequeños de-
talle y retrasar con ésto el vasto plan que llevamos desarrollan-
do, al cual nadie se puede sustraer o descansar antes de haber
dado todo a la Patria, hoy nos pide unión y se la daremos en
bloque e incondicionalmente.
Celebro el éxito del Ideari, y nos honra, estén de acuerdo con nuestro
programa personas hasta ahora ajenas a la política.
Tengo mucha confianza en la nueva Junta y espero de ella una eficaz
actuación, tan importante para nuestra labor de conjunto, no
olvideis que necesitamos a todos los de buena fe, y a los que
tengan capacidad.
En esta se realiza una labor muy real y de actualidad, ganando nues-
tro Movimiento simpatías en el exterior, que a su vez repercu-
ten a favor de la política actual.
Te ruego saludes de mi parte al grupo de comunes Amigos. Ruego a
Dios te guarde como de corazón desea tu afectísimo
Carlos

Barcelona, 29 de Diciembre de 1945

Mi querido del Burgo:


Recibí tu carta del 22 de este mes, así que el informe interesantísimo
que mucho te agradezco. Tu labor, así que la del grupo de Ami-
gos, ha sido ante todo patriótica y es así que se consolida el

211
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

fundamento de nuestra obra, estoy orgulloso de Vosotros, ha-


beis evitado un peligro, que podía ser trágico para el futuro de
España y de nuestra Causa. Cora me informó de lo ocurrido,
lamento sobre todo hayamos tenido un herido, en esta ocasión,
espero esté ya restablecido de la temible cuchillada, a esta lle-
garon también dos heridos, pero no son nuestros g. a Dios.
La reacción se nota también en ésta, muchos elementos sanos se su-
man a nosotros y los indiferentes se alejan de los de Fal.
Tendría mucho gusto de saludar al amigo que me citas en tu carta, pe-
ro desconozco su dirección, así esparé que me avisen. No vivi-
mos ya en la Torre sino en la calle Balmes 429149.
Me escribe Cora, que en Madrid, cerca del Prado, le ha ofrecido una
Torre y desea nos fuéramos a vivir a allí, lo creo una buena
idea, pero dentro de algún tiempo.
Lamento la poca comprensión de los amigos M. y de los de Tudela, es-
pero siempre se decidan a colaborar en el buen sentido con no-
sotros.
Te ruego saludes de mi parte a los amigos de tu grupo, tan valientes
todos y al Sr. Junquera que tan atento se comporta con noso-
tros.

Te deseo así que a los amigos de esa un muy feliz 1946.

Pido a Dios te guarde como de corazón desea tu afectísimo,


Carlos

La Torre Valcarca, primera residencia de Don Carlos en Barcelona, tuvo que ser
149

dejada por las dificultades para pagar su alquiler.

212
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

Barcelona, 13 de Marzo de 1946

Mi Querido del Burgo:


Te agradezco mucho el informe y la copia del documento del Conde
que es muy interesante 150.
Es acertadísima la nota mandada a la Capital, creo que el Conde se
esfuerza para quedar mal con todos, mejor para nosotros.
Celebro mucho la valiosa captación que has logrado, atrayendo a D.
A. Lizarza y te agradeceré me redactes la contestación, como
me has propuesto en tu carta.
Inútil decir la alegría que me proporcionó nuestra última entrevista,
espero de el resultado deseado.
Las valiosas orientaciones que pude obtener me son de grande utili-
dad y espero de provecho para la labor sucesiva.
En Valencia también se celebraron los actos en ocasión de la fiesta de
los Mártires de la Tradición, y acabaron con una magnífica de-
mostración patriótica.
Los informes que has mandado a Trias no han llegado, así me lo co-
municó por teléfono.
Te felicito así como a tus magníficos colaboradores por la labor que
con tanto éxito y acierto estáis realizando y te expreso mi gra-
titud más sincera.
Te ruego saludes de mi parte a los Amigos asi como al Sr. J.151
Pido a Dios te guarde como de corazón desea tu afectísimo
Carlos

P.S.
Se encuentra en ésta Fal y según me han informado, dio órdenes a sus
150
El Conde del que habla era el Conde de Rodezno, que se aproximaba a Don
Juan de Borbón.
151
El Sr. J. era el Gobernador Civil de Pamplona, Sr. Junquera.

213
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

pocos amigos que le quedan, de apoyar a Franco, finalmente se


ha convencido de quien seguía el buen camino152.

Barcelona 14 de Marzo de 46

Mi querido Del Burgo:


Recibí tus dos últimas cartas del 12 y 13 de Marzo, así que los
informes que me interesan mucho.
Veo que vuestra actuación, y buena orientación da sus frutos, quizás
sea justamente Navarra la provincia más difícil de convencer,
así que tu labor tiene muchisimo mérito.
Lamento las dificultades que han surgido en Tudela, siempre
chocamos con los personalismos y con las ideas cerradas de
formación de grupitos, aunque sean puros, no es así que
podremos lograr rápidamente formar opinión en España. Por
esta razón me satisface mucho tu amplia visión de como se han
de llevar los asuntos nuestros.
Supongo habrás recibido mi carta del 13, contestando a la tuya del
dia10. Muy acertada me parece también la circular que envió
el Sr. J. a los respectivos Alcaldes de los pueblos.
Me alegra mucho que la Fiesta de los Mártires de la Tradición, haya
sido un manifiesto éxito. De otro lado me expones el asunto del
manifiesto o de las firmas, coincido contigo, me parece muy
bien observado que no es el momento oportuno para hacer cir-
cular un documento parecido al de D.J. que ha causado tan
mala impresión. En todo caso te pido estudies, y lo mandes a
Cora modificado, así como está no se podría publicar. Como te
dije en Zaragoza, estoy estudiando un manifiesto, que si Dios

Creemos que, en este punto, la información facilitada a Don Carlos no era fide-
152

digna.

214
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

quiere lo publicaremos el 18 de Julio, próximo, décimo


Aniversario del Levantamiento Nacional, coincide también con
el aniversario de la muerte de mi querido Abuelo. Te ruego
saludes de mi parte a los Amigos.
Pido a Dios te guarde como de corazón desea tu afectísimo
Carlos

Barcelona 18 de Mayo de 46

Mi querido Del Burgo:


Recibí tu carta del 14, de este mes, asi que la circular del Alcalde de
Miranda de Agra, que te agradezco. Veo por el reciente
informe, con que dificultades estais luchando, así que puedo
darme perfecta cuenta de los sacrificios y disgustos llevados
por vosotros. Espero , se pueda lograr en la Capital un cambio
tan necesario, en la Diputación de esa, sería interensantísimo,
si las recientes quejas elevadas a la Superioridad fueran
tomadas en serio. No creo que D. Esteban se deje influenciar
por la camarilla, además está informado por mi de los deseos
del Conde, en el caso del Sr. J. y si a pesar de esto se dejara
convencer, podría formarse un juicio adecuado, cosa que no
desearía. Espero en el mes entrante poder tener contacto con
Cora, para que me informe de los asuntos pendientes de solu-
ción, estoy poco al corriente de lo que pasa en la Capital, y lo
que por conducto de amigos me llega, no es como yo desearía
ver nuestros asuntos.
Lo hablado en Zaragoza, está sin resolver a pesar de los esfuerzos de
Plazala, el cual se ha retirado de la actuación, por ver su plan
y sus esfuerzos sin éxito. La única Región que ha respondido es
(Zaragoza) Aragón, que ya cumplía antes.

215
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

Es lamentable que en parte paralice nuestros esfuerzos, esta falta de


medios y casi tengo que suponer que hay alguna maniobra
oscura que no logro comprender.
Creo que hay alguien que desea actuar a solas, y a quien mi presen-
cia o mi actuación directiva no le sienta bien, y por esto se trata
de ponerme dificultades para que me tenga que decidir a regre-
sar a mis fincas, para esperar allí la solución que todos
deseamos. Para no incurrir en nuevas equivocaciones, tengo
que estudiar el caso, y desearía conocer tu opinión.
La orientación moderna que habeis adoptado me inspira confianza, y
por esto deseo se haga lo mismo en otras provincias, en
Cataluña la masa responde bien pero se observa los mismos
síntomas del grupito que se opone a todo lo que pueda con-
siderar como progreso, cierran las puertas a los nuevos cuan-
do pueden.
Por esto insisto en lo económico, único medio si esta resuelto que nos
facilitaría la independencia necesaria para una eficaz
actuación Nacional.
El viaje a Tortosa fue un éxito, aquella comarca está francamente a
nuestro lado y esperan con verdadero entusiasmo la colabo-
ración con el resto de Cataluña, nos recibieron con gran entu-
siasmo y dispuestos a actuar como sea, en el margen de nues-
tras orientaciones de unidad y apoyo a F.
Las autoridades están casi tan entusiasmadas de lo nuestro, como el
Sr. J. y no encontramos en Tarragona mas que pruebas de sin-
cera comprensión y apoyo. Vuestra labor repercute muy favor-
ablemente en todas partes, también en Madrid y facilita mucho
lo que aún nos queda por hacer, claro los contrarios se defien-
den y las dificultades aparentemente aumentan, la razón es que
ven los de D.J. que pierden terreno en lo nacional así como en
lo Internacional.

216
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

Una Causa Nacional, a la larga se impondrá siempre a una apoyada


desde afuera especialmente en España que no nos gustan las
intromisiones, y que tanto daño nos han hecho cuando han
existido.
Tendría mucho gusto de volver a verte y de cambiar impresiones,
espero que este verano sea posible.
Te ruego saludes de mi parte a los amigos, pido a Dios te guarde como
de corazón desea tu afectísimo

Carlos

P.S
La otra hoja que me has enviado está muy acertada y pienso apenas
podamos lanzarla en esta, algo modificada adecuada a C.
Observamos en los círculos de Fal, que aún se encuentran en estado
de intransigencia, un deseo de unión con los nuestros, lo justi-
fican basándose en las últimas órdenes de Fal, de apoyar el
Régimen, cosa que encuentran extraño y que en nada les divide
hoy de lo nuestro, falta solo encontrar la fórmula de unión, difi-
cultad que sólo existe hoy en la coordinación de los mandos.

Barcelona 14 de Abril de 1947

Mi querido Del Burgo:


He recibido el libro que has tenido la amabilidad de enviarme dedica-
do. "La Princesa de Beira y el viaje de Custine". Es un libro
muy interesante que ocupará el puesto de honor en mi
Biblioteca junto a los otros que me has dedicado en otra
ocasión. Te quedo muy agradecido por esta nueva atención y
prueba de afecto.

217
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

Acabo de recibir tu amable carta del 10 de este mes, que te agradez-


co, así las impresiones que los últimos acontecimientos han
producido en Navarra. Por ahora, aúnque muchos de los ami-
gos desearían conocer nuestra reacción, creo prudente esper-
ar y conservar silencio, hasta que sobre bases definitivas se
pueda estudiar la nueva situación. De todos modos no hay que
abandonar la propaganda y la labor de captación, propagar
muestras Doctrinas y nuestro Programa Social es un deber de
todo Carlista. Es necesario también lograr la unidad en la
Comunión, por este motivo ¡Brazos abiertos a los Hermanos!
Espero de un día a otro la llegada del Secretario General, para estudiar
los asuntos urgentes y tomar decisiones, cómo y cuúndo conviene
hacer una reunión consultativa. Espero que en Navarra se ha
seguido la labor iniciada por ti y los amigos, así no perderemos
la cosecha. Se lo difícil que es trabajar en estas circunstancias
como las actuales y combatir el engaño con la sinceridad, el tiem-
po nos ha de dar la razón y ganaremos con la ayuda de Dios.
La nueva situación creada por las recientes manifestaciones de Franco
consideradas del punto de vista español, a quien le gusta la seguri-
dad personal y que acepta que nuestra Guerra de Liberación se ha
hecho con espíritu de justicia y de patriotismo para salvar a
España y a la Religión, acepta agradecido el Decreto. El poder ya
no estará en la calle, esto es mucho y para muchos todo.
Las manifestaciones de D.J. son definitivas y no creo que nadie pueda
hoy ver una consolidación basadas en sus manifiestos y apoy-
ada, por Potencias que hoy más que nunca necesitan paz y
tranquilidad en la Península.
Nada más por hoy, muchos saludos a los Amigos. Pido a Dios te
guarde como de corazón te desea tuyo afectísimo.

Carlos

218
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

Barcelona 7 de Junio de 46

Mi querido Del Burgo:


Recibí con el acostumbrado placer tus últimas cartas así que los informes
que tomo en consideración. Las cartas entre Fal, Rodezno y los
amigos suyos, son interesantes y quizás un día sirvan para contes-
tar con una buena propaganda a todas esas majaderías.
Supongo ya estés en contacto con Cora y recibas las acostumbradas
instrucciones, no tengo noticias desde Madrid en lo que se refiere a
Navarra, pero sé por ti lo que te están haciendo, así es que no me
falta orientación. El viaje del Sr. J. espero haya sido provechoso y
podamos esperar solución de nuestros problemas en esa, así que el
cambio de personas que deseamos. No he recibido contestación aún
del Sr… a mi carta, felicitándole por la labor de prensa que realizó
el día de los Mártires. Lo digo para tu orientación. En general coin-
cido con tu parecer, que es general en esta de una consolidación de
la situación nuestra, cosa que celebro mucho. Este verano no creo
que me será posible el llegarme al Norte lo lamento mucho, tenien-
do que renunciar a las tan agradables visitas vuestras, y a la
estancia entre mis leales Amigos de Navarra.
Te expongo esto, para que desistais en la busca de una ficha adecua-
da al rango, así como al sostenimiento decoroso que en tu últi-
ma carta mencionas, el motivo es que tengo asuntos que
resolver en ésta y no puedo alejarme, solamente en caso de
mucha necesidad. Además no creo que Cora vea político que
me traslade a Navarra, ya que el tiene reservado para el caso,
la hermosa finca del Collado Mediano.
Recuerdo siempre con afecto a nuestros colaboradores, que te ruego
saludes de parte mía.

Carlos

219
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

Barcelona 7 de Julio de 1947

Mi querido Del Burgo:


De regreso a esta he encontrado el libro sobre mi abuelo, que has
tenido la amabilidad de enviarme con tan grata dedicatoria.
Excuso decirte la alegría que con esta nueva atención me has
proporcionado y te lo agradezco de todo corazón.
En Madrid he visto a Millaruelo, sintiendo no haber podido tener una
entrevista más larga, ya que esperaba me informara directa-
mente del andamiento de lo nuestro en Navarra. He podido
comprobar que se trabaja activamente en esa y que tu desarro-
llas una constante y valiosa labor junto al nuevo Jefe Sr.
Lizarza. Espero que ahora se logre captar definitivamente la
mayoría de la opinión.
En la capital he podido observar la consideración que lo nuestro va
adquiriendo, a pesar de los tiempos dificilisimos que se
atraviesan, tanto en el interior como lo relacionado con el exte-
rior. Celebro mucho que hayas logrado mantener contactos con
la prensa de esa y que hoy gracias a tu labor en varios perió-
dicos estén dispuestos a secundar nuestra labor de propagan-
da. En esta no observo cambios tanto en el correo o como en
otros periódicos afines a la Causa.
Te ruego saludes de parte mía a los amigos. Pido a Dios te guarde
como de corazón lo desea tu afectísimo.

Carlos.

220
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

Barcelona 5 de Noviembre de 1951

Mi querido Del Burgo:


Acabo de recibir el magnifico libro "El Fracaso de Orquieta", que tan
amablemente me has enviado con la tan grata dedicatoria. Te
expreso toda mi gratitud por este presente tan significativo, que
será para mi de verdadero interés y que voy a leer detenida-
mente, será este libro otro de los por mi tan apreciados de la
colección de tus obras, que en mi biblioteca siempre ocupan un
puesto de honor.
El paquete ha llegado abierto como la mayoría de la correspondencia
que sale y entra a esa, esto no tiene la menor importancia,
puesto que sabemos el autor de estas violaciones y ya se han
tomado medidas y se ha informado a la superioridad del nom-
bre, del autor de la violación del FUERO de los españoles, en
el reino de Navarra, y creo no durará en su cargo, esto lo cele-
braríamos todos los buenos españoles adictos al Movimiento
Nacional y que queremos ver defendidas nuestras libertades, de
esto hablé hace dos días con una personalidad de Madrid, el
que me comunicó que ya están enterados y se hará la protesta a
la máxima Jerarquía si fuera necesario, para remediar este mal.
Al renovarte todo mi agradecimiento querido Del Burgo, pido a Dios
te guarde de todo corazón lo desea tu afectísimo

Carlos.

221
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

Barcelona 14 de Febrero de 1952

Mi querido Del Burgo:


Recibí tu cariñosa carta que me ha emocionado la lectura de tu obra
Recuerdos del Alzamiento Nacional, te quedo muy agradecido
por el presente que me has hecho, así como la afectuosa y sig-
nificativa dedicatoria. El libro es muy interesante y emociona
ver el sacrificio que habeis aportado con tanta nobleza a la
causa de España, relata el verdadero sentir carlista y vuestra
nobleza y entusiasmo como desinterés personal al ofrecer todo
para una España auténtica y verdadera como nosotros la
queremos conservar y mejorar, ya le debemos a nuestros
antepasados y a nuestro honor, dices muy bien una España
grande sin Dios no nos interesa, ni tenemos prisas egoístas, no
seríamos carlistas si nos dejáramos llevar por egoísmos y por
oportunidades fáciles. Gracias querido Del Burgo por este
libro, su lectura me anima y he quedado entusiasmado al ver
expresado tan bien tus sentimientos, así he podido comprobar
nuevamente el alto valor y entusiasmo de mis leales colabo-
radores.
Hay momentos que se repiten, las maniobras de los inconscientes junto
con las calumnias de los pérfidos que gracias al sacrificio de los
mejores pueden nuevamente vivir tranquilos y se aprovechan
para desunir y luchar contra nuestros ideales, bajo la fórmula
de unión quieren la desunión así quisieran vernos a remolque de
otras naciones, sacrificando nuestra independencia que tantos
sacrificios nos ha costado. Pero hoy han cambiado las cosas,
vemos claro y no nos engañan, ni los integristas ni los fal-
condistas liberales, la lucha ofrece aún dificultades pero estoy
convencido que convuestro espiritu lograremos cumplir con el
servicio que voluntariamente nos hemos impuesto.

222
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

Te incluyo una tarjeta, para que veas cómo actúan en esta los glo-
riosos requetés, el nuevo jefe regional es muy activo y compe-
tente, estoy seguro que superaremos lo logrado hasta la fecha,
contamos también con un número selecto e importante, así
gozamos de la confianza del gobernador civil, dignisima per-
sona que como nosotros sólo ve el mejor servicio de España y
nos deja actuar libremente. Espero que se logre tal compene-
tración también en Navarra y en otras regiones.
Nuevamente quiero repetirte todo mi agradecimiento, tanto por el envío
de la obra magnífica, como por poder contar con tu valiosa
colaboración y tu conocida lealtad a nuestros principios
patrióticos y a mi persona.
Pido a Dios te guarde como de corazón te desea tuyo afectísimo.

Carlos

223
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

Espinosa de los Monteros 25 de agosto de 1952

Mi querido Del Burgo:


Te agradezco mucho la recomendación que tan amablemente me has
hecho, así tu tan interesante carta y las noticias que me das.
Espero que estés del todo restablecido del cólico que has pasado, es
una dolencia muy pesada y que deja el organismo débil, lo tuve
en Guernica y me puedo imaginar cuanto has pasado, Dios
quiera que estés bien de tu indisposición.
El día 17 vinieron a esta los amigos de Bilbao y de Burgos, en esta
ocasión he tenido la grande alegría de haber podido saludar a
tu hermano, sabes cuánto os quiero y así te puedes imaginar mi
alegría, me dijo que te esperaba en Bilbao.
Muy interesante es tu clara visión, que condivido sobre el grupo pós-
tumo del Conde, celebro que Iturmendi no se le enjuicie con
capacidad para la herencia y así tarde o temprano se disol-
verá en sus fracciones el grupo, quizás podamos absorber el
grupo popular, que no deja de tener el fondo nuestro. No
tengo más noticias de Cora ni creo haya acontecimientos que
exijan nuestra atención, se habla de una crisis ministerial,
que afectará a Asuntos Exteriores, Trabajo, Gobernación,
creo que no será para octubre, pero sería interesante, si fuera
el caso de realizar algún cambio tuviéramos por primera vez
a alguien nuestro que ocupara uno de estos cargos, veremos
cómo se desenvuelven los acontecimientos, según mi impre-
sión recogida durante mi entrevista con F. sería posible
lograrlo, pero hemos de demostrar disponer de personas
preparadas y conocidas. Disponemos de ellas, pero quizás no
las enseñamos bastante, así se desconoce en muchos casos
quien está con nosotros.
A primeros de Septiembre regreso a Barcelona, pero vuelvo hacia esta

224
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

el 10 para terminar la estancia veraniega.


Mil gracias renovadas y muchos recuerdos a tus hijos y los mejores
deseos para un feliz verano a toda tu querida familia, también
de parte de mis hijas.
Pido a Dios te guarde como de corazón te desea tuyo afectísimo.

Carlos

225
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FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

- Villanueva Martínez Aurora, “El Carlismo navarro durante el primer fran-


quismo, 1937-1951”. Madrid, Actas, 1998.

- Villarin y Willy, “El secretario de S.M.”. Editorial Católica Española S.A.,


Sevilla, 1975.

- Warren R. de et Lestrange A. de, “Les prétendants au trône de France”. Edi-


tions de l’Herne, París, 1990.

- Zorrilla y González de Mendoza Francisco Javier, Conde de las Lomas,


“Genealogía de la Casa de Borbón de España”. Editora Nacional, Madrid,
1971.

232
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

DON CARLOS SE CASÓ, MUY ENAMORADO, CON CRISTA SATZGE.


EN AGOSTO DE 1941, APARECEN SONRIENTES EN LA PLAYA DE
VIAREGGIO.

LAS FAMILIAS DE DON JUAN Y DON JAVIER MAN- S.A.R EL CONDE DE BARCELONA Y SU FAMILIA.
TENDRÍAN UN DISPUTADO”PULSO” POR EL
TRONO DE ESPAÑA. FAMILIA REAL CARLISTA.

240
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

ALEJANDRA OCUPÓ EL
LUGAR, QUE HABÍA DE-
JADO VACÍO SU MADRE.

INMACULADA HIZO SU PRIMERA COMUNIÓN EL 7 ALEJANDRA E INMACULADA SIEMPRE SE VIERON


DE JUNIO DE 1953. RODEADAS POR EL CARIÑO Y LA SOLICITUD DE
LOS PARTIDARIOS DE SU PADRE.

241
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

ACTUALMENTE SÓLO CARLOS JAVIER DE BOR- DESPUÉS DE TANTAS LUCHAS INTESTINAS,


BÓN PARMA, PROMIGENITO DE DON CARLO CARLOS HUGO DIÓ AL CARLISMO EN LOS
HUGO, USA EL TITULO DE DUQUE DE AÑOS 60 EL IMPULSO Y LA VITALIDAD QUE
MADRID, A PARTIR DE LA CESIÓN QUE SU TANTO NECESITABA.
PADRE LE HIZO EL 28 DE SEPTIEMBRE DEL
2003.

242
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

DON CARLOS TUVO UN


NOTORIO PROTAGO-
NISMO EN EL CONGRE-
SO EUCARÍSTICO IN-
TERNACIONAL DE BAR-
CELONA, CELEBRADO
EN 1952. EN LA FOTO
LO VEMOS ACOMPAÑA-
DO DE LA PLANA MA-
YOR DE SUS PARTIDA-
RIOS, QUE HABÍAN
ACUDIDO A LA CIU-
DAD CONDAL PARA
PARTICIPAR EN EL
EVENTO RELIGIOSO.

EL 1 DE JUNIO DE 1952,
DON CARLOS SE EN-
TREVISTA EN PEDRAL-
BES CON EL GENERAL
FRANCO. POR LA NO-
CHE, EUFÓRICO,
OFRECÍA UNA CENA
DE GALA A LOS JEFES
CARLOCTAVISTAS NA-
CIONALES. EL ARCHI-
DUQUE ACARICIARÍA
AQUELLA NOCHE UN
SUEÑO, EN AQUELLOS
MOMENTOS, YA IMPO-
SIBLE.

EL GENERAL JESÚS DE
CORA Y LIRA(CON UNI-
FORME DE LA ARMA-
DA) Y EL DOCTOR GAS-
SIÓ (A SU DERECHA)
FUERON PILARES BÁSI-
COS DE LA CAUSA DE
DON CARLOS.

243
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

UN TONO ÍNTIMO Y AFECTUOSO CARACTERIZÓ SIEM-


PRE LA CORRESPONDENCIA DE DON CARLOS.

FRANCISCO JOSÉ, ORIGINAL PRETENDI-


ENTE AL TRONO, OCASIONÓ QUE-
BRADEROS DE CABEZA A SU HERMANO
ANTONIO.

DON ANTONIO EN MADRID EN 1958, CON


CARTA DEL ARCHIDUQUE ESTEBAN RENUNCIANDO A SU VALEDOR INCONDICIONAL, LIZARZA
CUALQUIER PRETENCIÓN CARLISTA. IRIBARREN.

244
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

EL ARCHIDUQUE CARLOS SIN TEMINAR DE AMORTAJAR (LE FALTA LA BANDA DEL CUERPO DE LA
NOBLEZA CATALANA, LA BOINA ROJA SOBRE EL HOMBRO DERECHO, EL ROSARIO ENTRE LAS MANOS
CRUZADAS... COMO FINALMENTE SERÍA PRESENTADO EN LA CAPILLA ARDIENTE).

VISTA DE LA PRESIDENCIA DEL FUNERAL CELEBRA-


DO EL 8 DE ENERO DE 1954 EN LA CATEDRAL DE
BARCELONA.

REPRODUCCIÓN DE LA PRIMERA PÁGINA


DE “¡FIRMES!”, PRESENTANDO EL CADÁ-
VER DE DON CARLOS, TAL COMO SE EX-
PUSO EN LA CAPILLA ARDIENTE.

EL CUERPO DE DON CARLOS FUE LLEVADO


EN HOMBROS POR SUS PARTIDARIOS A LA
IGLESIA DE BONANOVA.

245
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

EN EL ACTA DE DEFUNCIÓN, FIRMADA POR


EL DOCTOR GASSIÓ, PUEDE LEERSE LA HO-
RA (DIECINUEVE QUINCE) Y LA CAUSA(EM-
BOLIA CEREBRAL) DEL FALLECIMIENTO DEL
ARCHIDUQUE.

EL MISMO DÍA DEL ENTIERRO DE DON


CARLOS, LOS NOTABLES DEL CARLOCTA-
VISMO FIRMARON UN DOCUMENTO RE-
CONOCIENDO LA EXISTENCIA DE HERE-
DEROS ENTRE LOS NIETOS DE CARLOS
VII.

246
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

LÁPIDA DEL ARCHIDUQUE FRANCISCO


JOSÉ CARLOS I, TIMBRADA CON LA CORO-
NA REAL.CATEDRAL DE TRIESTE.

ENTERRAMIENTO DEL FUNDADOR DE LA


CAPILLA GALILEA, DONDE REPOSAN LOS RESTOS DE DINASTÍA CARLISTA, CARLOS MARÍA
DON CARLOS. ISIDRO, EN LA CATEDRAL DE TRIESTE.

EL DETALLE SIMBÓLICO DE LA CO-


RONA REAL TAMPOCO FUE OLVIDA-
DO POR SUS PARTIDARIOS.

UNA SENCILLA LÁPIDA RECUBRE LA FOSA DONDE DESCANSAN


LOS RESTOS DEL ARCHIDUQUE CARLOS:”INFANTE DE ESPAÑA,
DUQUE DE MADRID”.

247
FRANCISCO MANUEL DE LAS HERAS Y BORRERO

FRANCISCO JAVIER LIZARZA INDA, LOS AÑOS NO LA ARCHIDUQUESA ALEJANDRA, 1996.


HAN DEBILITADO SU FIDELIDAD CARLOC-
TAVISTA.

EL ARCHIDUQUE DOMINGO, FUE EN SU DÍA, SE- EL ARCHIDUQUE DOMINGO, VISITANDO EL MU-


ÑALADO COMO EVENTUAL CONTINUADOR DE SEO DE CERRALBO DE MADRID, EN SEPTIEM-
LA DINASTÍA CARLISTA. BRE DEL 2001.

248
Índice Onomástico
Carlos de Habsburgo el otro candidato de Franco

Abádanes - Blanch -
Claro: 157 Dr.: 120
Acedo –Gobernador Civil Bona Garrido -
125,126 Elisa: 103
Alburquerque Bourbón Bondía-
Carmelo Paulo: 157
de Sousa Lara -
Borbón Dampierre-
Luis de: 123
Alfonso: 165
Alfonso el Casto Borbón Dos Sicilias, -
: 134 Carlos de: 100,112
Alfonso XIII - María Mercedes: 133
: 24,28,29,30,52,62,104,105 Borbón Parma -
Amat - Carlos Hugo I de: 17,101,149,157,158,161
Roger: 121,140,149 Carlos Javier: 158
Anabitarte - Cecilia de: 101
Enrique: 68 Elías de: 65,
Arana y Beraustegui - Javier:
Teodoro de: 108 16,17,23,32,33,43,47,49,53,54,58,62,66,68,
Aranda, General - 69,74,76,77,100,101,112,118,119,149,150,1
: 22, 61 56,157,159,161,162,
Aronson - Margarita de: 20,23,129,155
Theo: 22 Sixto de: 101
Arrese - Zita de, Emperatriz: 23
José Luis: 70,108,109,110,112,114,115,165 Borbón y de Austria-Este -
Asensio, General - Alfonso Carlos I de:
: 107 20,25,29,30,31,32,33,34,35,36,37,38,40,43,
Atienza y Navajas - 44,47,48,49,54,62,63,66,88,99,108,111,118,
Julio de: 101 136,150,159,161,162
Bagnall - Borbón -
: 85 Alicia de: 22,23,26,27,67,136,159,160
Balansó - Beatríz de: 22,23,26,27,136
Juan: 61,88,122,130 Carlos de – Carlos VII:
Balsells de Saracibar - 16,20,21,23,26,30,32,33,40,41,44,53,54,58,
Jose Antonio: 118 67,99,106,108,111,123,131,136,140,141,14
4,146,148,149,150,155,156,157,158,159,16
Barrionuevo Peña -
1,164
José: 100
Elvira: 22,23,26,136
Matilde: 100
Francisco de Asís de: 65
Barrionuevo y Soto - Francisco de Paula de: 159
José María: 100 Isabel II: 20
Bartrés Hervás - Jaime de:
José María: 103,121,149 20,21,23,25,28,32,45,63,69,99,106,136,155,
Baumer - 160,165
María Eloisa: 26,46,158 Juan Carlos I de:
Baviera - 16,77,100,112,114,115,119,121,133,134,13
Matilde de: 20,21 8,154,162,164
Balduino de Bélgica - Juan de – Conde de Barcelona:
Rey: 100 16,17,30,53,54,55,68,76,77,100,111,114,12
Belmonte - 2,133,138,160
Granito di, Cardenal: 21 Magdalena de: : 100
Berenguer IV - María Teresa: 101
Ramón: 134 Braganza -
Bermaola - Duarte de: 41,59
: 81 Felipa de: 59
Berro - Maria de las Nieves de: 25,28,32,33,49,59,101,133
Emilio Deán: 53,73 Burgo -
Bilbao Eguía- Jaime del : 52,53,72,86,108,113,139,143
Esteban: 24,111,129 Cadenas y Vicent -

249
ÍNDICE ONOMÁSTICO

Vicente de: 104 Felipe V-


Carlos IV – : 26,26,38,41,65,66
:41,65 Fernández -
Carlos V - Juan: 70
Carlos María Isidro: Restituto: 32
20,32,99,131,150,158,159,161,164 Fernández-Cuesta -
Carlos VI – Raimundo: 108,111,126,129,144
Conde de Monetemolín: 21,99,164 Fernando VII -
Carlos IX - : 20,66
: 141 Ferrer -
Carlota Joaquina - Melchor: 77
: 41 Folchi -
Casanella - Filiberto: 26
Mar : 152 Filippo: 26
Castán Tobeñas - Jorge: 26
: 129 León: 26
Ceballos-Escalera y Gila, Ford -
Marqués de la Floresta - Richard: 124
Alfonso de: 104 Francia -
Clapés - Luis XIII, de: 32,66
Dr.: 120 Francisco José -
Clemente - Emperador: 23
Josep: 40,113 Franco -
Comín - Carmencita: 123
Sagués: 84 Francisco - El Caudillo, Generalísimo:
Cora y Lira- 16,17,42,48,56,68,71,73,74,76,77,78,86,87,
Jesús de: 88,103,105,107,108,109,110,111,112,114,
36,37,39,53,60,61,68,70,71,76,78,79,83,84, 115,119,121,123,128,131,132,134,138,149,
86,87,89,102,114,118,125,127,129,140,141 151,161,163,164,165
,142,144,145,157,160,162 Fraser -
Cunill Postius – Hamish: 85
José María : 74 Friedman -
Dávila y García-Miranda - María Alejandrina: 58
José Antonio: 104 Gallés-
Dávila, General – Roger: 121,140
: 107 Gambra -
De La Cortina, General – Rafael: 41
: 36,37 Garcia Diez-
De Pedro Pons - Conrado: 103
Dr.: 120 Garreta Olivella -
Dobkin - Edmundo: 128
Anthony: 152 Garrigó -
Carlos: 152 Santiago: 120,121,127,149
John: 152 Gassió Bosch -
Juan: 152 Dr., Ramón: 103,120,133,140,143,149
Dollfus - Gil -
: 65 Dr: 120
Domenech - Gómez Ruiz -
Alfredo: 101 Hnos.: 108
Echavarría - Gran Bretaña e Irlanda -
Fermín: 157 María de: 45
Erviti - Grecia -
Primitivo: 114 Constantino de: 100
Eu - Pablo de: 100
Duques de: 59 Habsburgo-Lorena Satzger -
Fal Conde - Alejandra-Blanca de:
Manuel: 30,32,39,40,52,53,54,68,71,74,76,100 59,60,62,69,72,81,114,120,121,123,124,

250
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

129,131,132,137,143,144,146,148,151,152 Ibañez Martín-


Alexandra de: 26,45 : 129
María Inmaculada de: 59,72,81,110,151,152 Inchausti -
Habsburgo-Lorena – Basilia: 143
Antonio de: Inda Zabaleta -
26,45,46,56,64,129,131,140,145,146,147,149, Jesús: 26
150,151,153,154,155,156 Issarescu -
Asunta de: 26 Esteban de: 142
Blanca Borbón de: Iturmendi –
21,22,23,24,25,26,30,31,32,40,41,43,44,46,48,
52,58,59,61,62,63,64,69,112,136,141,155
Antonio: 106,127,128,129
Carlos Esteban de: 26,45,64,132,141,149,153,154 Izaga -
Carlos VIII - Duque de Madrid, Archiduque : 53
Don Carlos Pio de: Jaime I el conquistador-
: 134
16,17,24,34,39,40,43,47,48,49,52,55,56,57,
58,59,60,61,62,63,64,68,69,70,71,72,73,74, Jardí Brú -
77,109,110,111,112,113,114,115,116, : 121,149
Jordana, General –
118,119,120,121,122,123,124,125, : 107
126,127,128,130,131,133,134,135, Juan III -
136,137,138,140,145,148,150,151, : 99,110
156,161,165 Junquera -
Conztanza de: 154 Juan: 74
Christopher de: 154 Junyens Quintana -
Domingo de : José María: 76
26,45,64,132,141,143,144,149,153,154, Kindelán, General –
162 : 107
Francisco José de : Kossler -
24,26,46,47,48,56,64,124,125,129,131, Francisco: 163
141,147,150,155,157,158,159,160,161, Kindelán -
162,163,164 : 111
Gabriela de : 26,45 Kottulinsky --
Gregor de: 154 Jaroslow: 153
Ileana de: 154 Larramendi -
Ignacio Hernando de: 41
Isabel de 26,45,49 Luis Hernando de: 24,41
Inmaculada de: Larraya -
26,121,124,129,131,132,137,148 Nicasio: 53,72
Leopoldo de: 26,46,47,48,56,147,150,163 Leopoldo II-
Leopoldo Salvador de: 21,23,25,45,136,141 Gran Duque de Toscana: 23
Margarita de: 26,125,132,159 Leyva Saravia-
María Antonia de: 26 Matilde de: 124
María Dolores de: 26,70,132,137 Lisbona -
María Elena de: 153,163,164 Monseñor: 120
María Magdalena de: 26,45 Pedro: 101
Patricia de: 26,46,158,163,164 Lizarza Inda -
Peter: 154 Francisco Javier de:
Rainiero de: 26,45,136 40,48,53,55,63,64,65,66,67,85,153
Sandor de: 154 Lizarza Iribarren -
Hitler - Antonio de:
53,63,73,82,113,134,140,146,147,148,149,
Adolphe: 154
155
Hohenzollen de Rumanía-
Ileana de: 26,45,64,129,132,141,154, 156
Lambea, General –
Holanda - : 129
Irene de: 158 López Rodó -
Hopfinger- Laureano: 109,162,163
Joseph: 26 López-Soler -
Antonia: 163

251
ÍNDICE ONOMÁSTICO

Luna - Oyarzun -
Antonio: 160 Román: 46,59,69
Lyle – Pagés-
Rob: 85 Roger: 121
Maldonado y Cocat - Pardo de Santallana -
Ramón José: 103 Juan Manuel: 109
Marco - Parma -
Amadeo: 108 María Cristina de: 23,24,32
Martín Artajo - Roberto Duque de: 23,100
: 129 Pedro el Ceremonioso -
Martínez Barrio - : 134
Diego: 110 Pérez de Rada Gorósabel-
Martínez González - María Dolores: 102
Dr: 120 Pérez González -
Massimo - Blas: 72,107,109,110
Blanca: 28 Pérez Nájera -
Fabiola: 28 Juan: 22,34,39
Fabrizio: 27 Plazaola -
Margarita: 28 : 53,140
María de: 28 Polo -
Mateu Martínez - Fernando: 66,67
Mireia: 152 Pombo Angulo -
May - : 108
Wilfred: 83 Portugal -
Miguel Martínez- Juan VI Rey de.: 41
Máximo de: 74 Prete -
Modrego - Ernestina del: 28
Dr. Arzobispo: 125 Francisco del: 28
Mola, General – Jorge del: 28
: 47 Lino del: 28
Montaner Casanellas- Margarita del: 28
Asunta de: 152 María Beatriz del: 28
Montélls y Galán - María Cristina del: 28
José María: 88,122,154 María Francisca del: 28
Montesa y Manzano- María Luisa del: 28
Xavier: 118 María Valentina del: 28
Moreno Escribano - Puig -
Julián: 122 Ramón: 101
Mosén Balagué- Qattember -
: 120 Mateo: 134
Muñoz Aguilar - Ramos -
: 70 Bruno: 157
Neri-Serneri- Ranero y García -
Igino: 26 José: 103
Nicoles-Podrinje- Ravaschieri Fieschi de von Schonbourg-
Dagmar: 26,45, Waldenbourg-
Olazábal - Ornella: 67
Jose Maria: 108,109, Ricote, Monseñor: 129
Oliva - Ridruejo -
: 121,149 Dionisio: 113
Orgaz, General: 107 Riera Pou –
Orlandis - Nicasio: 124
Ramón de: 26 Riera –
Ossorio y Riaño - Carlos Pio: 152
Valeriano Loma: 103 De Leyva José María: 152
Otto - Mateu, Blanca: 152
Archiduque: 142,150,152,153,155 Mateu, Laura: 152

252
CARLOS DE HABSBURGO EL OTRO CANDIDATO DE FRANCO

Pedro: 152 Simarro - Alcalde


Rodezno - : 125
Conde: 38,53,54,72 Sissi Emperatríz -
Roger Amat- : 23
Joaquín María: 127 Sivatte -
Rohan- Mauricio de: 74,165
Berta de: 20 Soler -
Roig - Federico: 76
: 121 Solsona Cardona -
Roma Campí- Ramón: 69
: 121,140,149 Soper -
Roma Comamala - Jerrine.: 154
Juan María: 102 Suances -
Romanones - : 129
Conde de: 54 Juan: 83
Romero - Suárez Kelly -
Emilio - periodista: 57 Fernando: 157
Jimeno, Dr.: 120 Suazo -
Rubio Más - : 53
: 121 Taliani di Marchio -
Ruiseñada- Francesco María: 41,42
Conde de: 122 Téllez,-
Rumania - Vivar: 129
Fernando I de: 45 Torresano -
Sáenz - Julián: 143
Lorenzo: 29,35,37,38 Trias de Beas -
Sáinz Rodríguez- : 132
Pedro: 133 Valdés Larrañaga -
San Pío X - : 70
Papa: 21 Valentín Galarza, General: 107
Sánchez - Valiente -
Juan Bautista: 122 Jose María: 100,157
Sanders - Vigón, General: 107
Sheila: 163
Sandor - Valledano -
Jyörgy: 60,119 Conde: 129
Miguel: 60 Vallescar y Palli-
Sanjurjo, General: 47,61 Pedro de: 102,126,134
Santo Tomás de Aquino- Vallserena de: 121,149
: 96 Varela, General: 107
Satzger von Balvanyo - Vázquez de Mella -
Geza: 58 : 149
Christa: 58,59,69,72,115,118,119,123,132 Vila San Juan-
Saura de Ayerbe - José Luis: 47,88
Rafael: 163 Voss Voss -
Schonbourg-Waldenbourg y Borbón - Engel: 154
Carlos Leopoldo von : 67 Zamanillo -
Federico von: 28,67 José Luis: 132,100,157
Marewa von: 67
Teva von: 67
Varaiterai A Neti de von: 67
Vetea von: 67
Serrano Suñer-
Ramón: 107
Seunig -
María Elena: 26,45,46,158,162,163

253

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