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A VOTAR Y A BOTAR A LOS CORRUPTOS

Ya estamos a pocos días de cumplir nuestro deber ciudadano en las urnas y la carrera electoral
por la alcaldía no ha encendido la mecha de la discusión alturada, sino que, los candidatos han
preferido utilizar una retahíla de mecanismos bajos para sus fines. Desde los ataques
personales hasta el discurso populista, pasando por las propuestas que no tienen pies ni
cabeza. De esta forma los 20 candidatos que ya pasaron a la etapa final se disputarán el sillón
municipal el 7 de octubre. Hasta aquí no hay nada novedoso, los mismos políticos que hemos
visto en gestiones anteriores, juegos retóricos apoyados por la prensa, tachas estratégicas y las
otras armas usadas simultáneamente. Sin embargo, las últimas intenciones de voto revelan un
problema más grande que se gesta en la sociedad: la indiferencia por la política. Casi desde el
inicio del periodo llamado República hasta la actualidad se han vivido gobiernos y gestiones
manchados de corrupción. Si nos enfocamos solamente en los últimos 30 años, estaremos
frente a asociaciones de políticos, magistrados, empresarios, miembros de la Iglesia, entre
otros, todos unidos lavando la bandera del otro. Pero ¿qué daño puede ocasionar la
corrupción al país? La respuesta cae de madura, la población ha sucumbido a la imperiosa
necesidad de tener autoridades que roben, dos oraciones poderosas han marcado la pauta de
los últimos comicios: “Más vale malo conocido que bueno por conocer” y “Roba pero hace
obras”.

Tengo que reconocer, con vergüenza, que la ciudadanía ha normalizado la corrupción y por
tanto ha perdido toda esperanza de cambio en la política peruana. Es decir, nos hemos
acostumbrado a encontrar gobernantes que roben, maten y estafen, que ahora hasta creemos
que este mal estará siempre ligado a la política nacional, que es algo normal. Nos equivocamos
rotundamente. Existen algunas maneras de sobreponernos a este avance delincuencial y una
de ellas es la educación. Si conseguimos estudiantes altamente capacitados y críticos
podremos tener, dentro de algunos años, ciudadanos que ejerzan una fuerza de votación a
favor de los demás ciudadanos y no de pequeños grupos de poder. Solo la educación podrá
liberar al país de este cáncer que nos ha aquejado desde hace tanto tiempo. Ya no falta nada
para el Bicentenario de la Independencia, es momento de celebrar esa quiebre que nos
enrumbó a la libertad, pero ahora debemos librar otra batalla contra la corrupción. Para ser
verdaderamente libres no podemos vivir en una sociedad de mentiras ni promesas falsas.
Esperar a que el Ejecutivo o el Congreso realicen grandes cambios en favor del pueblo es hacer
lo mismo que se ha hecho año tras año, nada. El verdadero cambio empieza por nosotros, los
ciudadanos, personas que leen los planes de gobierno y votan conscientemente para tener
autoridades capaces de gobernar y ser fiscalizados por sus electores, nada se consigue gratis,
pero las recompensas son grandes para quienes saben esmerarse.

Gustavo Domínguez.

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