Вы находитесь на странице: 1из 22

I-RASGOS DE LA MORFOLOGÍA HISTÓRICA DEL NOMBRE.

Según Núñez Méndez (2012) “El latín era una lengua fuertemente morfológica, o sintética,

donde los casos indicaban las relaciones entre las palabras, el español se ha convertido en

una lengua sintáctica, o analítica, donde el orden de las palabras y la presencia o ausencia

de conectores indican esas relaciones. Es decir que la evolución del latín al castellano

supuso lingüísticamente el paso de una lengua sintética a otra analítica” (p.54).

Es decir, que la transición del latín al español supuso la reducción de casos y

desinencias por la utilización de preposiciones ya existentes en latín y la creación de

preposiciones nuevas, así también incrementó la importancia de la colocación de las

palabras en la oración en razón del aumento de los elementos que dan sentido al enunciado.

Coincide Pharies (2007) con Núñez Méndez (2012) “Mientras que el latín es una

lengua predominantemente sintética en el sentido de que prefiere utilizar la flexión

(uso de desinencias morfológicas) para señalar categorías gramaticales como

género, numero, caso, tiempo, modo, etc. El castellano medieval es una lengua más

bien mixta, con un fuerte componente analítico que señala las categorías

gramaticales a través de palabras independientes. La sustitución de estructuras

sintéticas por estructuras analíticas es más acusada en el sistema nominal” (p.105).

Esta transformación de una lengua sintética a una lengua mixta o una lengua

sintáctica como se le conoce actualmente al español responde a varias causas y una de ellas

es el sincretismo, al verse armonizados el latín con el español se le dificulta al hablante

poder diferenciar a lo que se refería el enunciado ya que podían haber de dos a más

funciones gramaticales en una misma desinencia.


De acuerdo con Lapesa (1981) unos de los cambios morfológicos que experimenta

el nombre son:

Propone Lapesa (1981) “En latín cada palabra llevaba en su terminación los signos

correspondientes a las categorías gramaticales: la desinencia - um añadía a la idea de «hom-

bre», representada por el tema homin-, las notas de geni- tivo y plural; el tema ama-

quedaba atribuido a la tercera persona del plural y recibía valor pasivo gracias a la adición

de los “morfemas” -n t y – ur” (p.71).

Es decir, que en las palabras cada una sus desinencias daban las pautas para que se

entendiera que función estaba desempeñando en la oración, por lo que se entiende

que el latín contaba con un sistema casual, que consistía en que a base de

desinencias se señalaba la función gramatical del elemento nominal en cuestión. Sin

embargo esto no significaba que no se hiciera uso de las preposiciones, por ello

añade Lapesa (1981) “las desinencias casuales no bastaban para expresar con

precisión las distintas relaciones encomendadas a cada una, y ya desde el latín más

arcaico se auxiliaban con preposiciones especificadoras”

Según Lapesa (1981) “También se simplificó la clasificación genérica: los

sustantivos neutros pasaron a ser masculinos (manci- pium> mancebo, tempus> tiempo) o

femeninos (sag-m a > jalma), y muchos plurales neutros se hicieron femeninos singulares a

causa de su -a final: folia > hoja, bracchia> braza, r a m a > rama, ligna> leña” (p.74).

Por lo que en la actualidad en el español se reconocen dos géneros: el masculino y

femenino.
Es notable que el nombre como una categoría gramatical ha permutado tanto en su

número y género así como también ha pasado de tener un sistema casual a uno

preposicional donde; en una misma palabras se encontraban desinencias que designaban si

ésta iba a funcionar como sujeto, complemento directo o indirecto etc, si no que ahora el

nombre se encuentra acompañado por partículas denominadas preposiciones que sirven

para darle más sentido y orden a la oración.

II-CAUSAS DE LA SUSTITUCIÓN DEL SISTEMA CASUAL POR EL

PREPOSICIONAL.

El paso de latín al español significó el cambio de una lengua sintética a una sintáctica, es

decir, dejaron de ser el centro de atención las desinencias de una palabra, a ser

privilegiados por los ejecutores de la lengua el un conjunto de componentes que dan

sentido al enunciado.

De acuerdo con Azofra Sierra (2009) “En el paso del latín a las lenguas romances,

uno de los cambios morfosintácticos más importantes fue la sustitución del sistema casual

latino por un procedimiento analítico, a través de preposiciones y una forma nominal única”

(p.27).

Es muy acertado afirmar que los cambios lingüísticos en una lengua no se dan por

una sola causa es por eso que para poder comprender las causas de la sustitución del

sistema casual es necesario revisar las diferentes posturas de los expertos en el tema.

Según Azofra Sierra (2009) “La falta de correspondencia entre casos y funciones,

que provocaba inestabilidad dentro del propio sistema latino” (p.28).


Es decir, que dentro del sistema latino no se podía hablar de un número de

funciones específicas ya que por cada declinación existían seis casos pero no un número

exacto de funciones de estos.

Añade Azofra Sierra (2009) “Otra causa fue la inestabilidad de las marcas formales

de caso, la confusión fonética producida por los cambios fonéticos en el consonantismo y

vocalismo” (p.29).

De acuerdo con Azofra Sierra la poca estabilidad que poseía el sistema fonético del

latín ya fuera manifestado en las pérdidas de sonidos o las adicciones provocaban

confusiones a los hablantes al no poseer una marca específica en la realización fonética.

Coincide Pharies (2007) con Azofra Sierra (2009) “Desde tiempos tempranos se

siente la necesidad en la lengua hablada de complementar los rasgos fonéticos del sistema

casual e incluso suplantarlo, porque resulta inadecuado para la comunicación oral” (p.104).

Los cambios fonéticos fueron muy incidentes para sustituir el sistema casual por el

procedimiento analítico ya que provocaba un obstáculo para que los hablantes tuvieran una

comunicación efectiva.

Así mismo Azofra Sierra (2009) dice “También influyó en la pérdida de la flexión,

sin duda, la extensión del uso de preposiciones en época latino tardía” (p.29).

El uso de las preposiciones es realmente significativo en la transición de una lengua

sintética a una sintáctica pues estas suponen una modificación debido se abandona el uso

de terminaciones por preposiciones para dar sentido a las oraciones.


Agrega Azofra Sierra (2009) “Por último, a progresiva fijación del orden de las

palabras, que ayuda también a reconocer la función de estas en la oración y pudo contribuir

a la desaparición de los casos” (p.30).

El establecer un orden de las palabras fija una característica muy importante del

castellano entre el latín ya que este supone un verdadero proceso sintáctico en el enunciado.

El español no es la excepción en la evolución de las lenguas. El paso de un sistema

casual basado en los casos y desinencias a un analítico el cual presta la atención en las

preposiciones son la evidencia que la mayoría de lenguas están en constantes cambios.

III- EVOLUCIÓN DEL GÉNERO DEL NOMBRE.

En este tema se pretende continuar con los aspectos más trascendentales que causaron

cambios significativos al sistema gramatical del castellano, el género del nombre en este

plano no fue inmune a los fenómenos morfológicos, que ya se han planteado.

El sustantivo como categoría morfológica se manifiesta en español actual con dos

características fundamentales las cuales son género y número que pese a que poseen una

función básicamente gramatical puede destacarse también su capacidad identificadora

formalmente hablando y la concordancia que establecen con los demás elementos que

componen el sintagma por excelencia, es decir, la oración.

Según Cano Aguilar (1992) “Todos los sustantivos castellanos son o masculinos o

femeninos, los dos miembros de la categoría del 'género'. En algunos casos la

diferencia de género se da en el interior del sustantivo (fijo/fija,

(h)ermano/(h)ermana, etc.). En una y otra situación se plantea el problema de

si el 'género' no es más que un modo de clasificar los sustantivos con vistas a la


concordancia sintáctica, o si lleva consigo alguna diferencia semántica:

tradicionalmente, se afirma que en los sustantivos de rasgo 'animado' la

distinción de 'género' se asocia a distinciones de sexo; en los 'inanimados',

salvo en ciertos casos, no parece ser significativa” (p.115).

Sin embargo, esta clasificación dual no la tenía el latín donde además de los géneros

del nombre masculino y femenino había una tercera clasificación que se designaba como

genero neutro.

Agrega Cano Aguilar (1992) “El sistema latino del 'género' contaba con tres

miembros: además de los dos existentes en romance, conocía el 'neutro', también en los

sustantivos” (p.115).

Hay que tener en consideración que los sustantivos en latín se declinaban, donde

con base a un sistema de desinencias se establecía la función sintáctica de el sustantivo.

De acuerdo con Núñez Méndez (2012) “En latín los sustantivos se declinaban, es

decir, llevaban desinencias o sufijos que indicaban las funciones sintácticas, o casos, de la

palabra en la oración. Había seis casos: el de sujeto o nominativo, el vocativo, el de

complemento directo o acusativo, el de complemento de nombre o genitivo, el de

complemento indirecto o dativo y el de complemento circunstancial o ablativo. Según fuera

el caso, el género y el número así variaba la desinencia” (p.54).


Es fácil advertir en este cuadro que que los casos del sustantivo en dativo y en

ablativo tanto los de la primera y la segunda declinación coincidían en sus desinencias lo

cual podría suponer un problema para identificar la función sintáctica que cumplía el

nombre sin embargo en tales circunstancias el contexto jugaba un papel determinante.

Agrega Núñez Méndez (2012) “A veces estas terminaciones coincidían y, por el

contexto, se deducía la función sintáctica. Los sustantivos se agrupaban en declinaciones

según fueran éstos femeninos, masculinos o neutros, o según su vocal temática” (p.55).

Sin embargo, con el cuadro anterior se refleja sobre todo que los sustantivos

femeninos y masculinos en su mayoría estaban agrupados en la primera y segunda

declinación.

Según Cano Aguilar (1992) “El latín, sin embargo, no contaba con terminaciones

específicas para el género. En el latin-tardío debió de darse un proceso de reanálisis

morfológico, cristalizado luego en romance, por el que determinados finales se atribuyeron

a uno u otro género; ello dependió de que ciertas clases formales de sustantivos (o
<<declinaciones>) tuvieran mayoría de unos u otros: así, los de la primera declinación, en

A eran, en buena parte, femeninos, y los de la segunda, en -us (> -o), masculinos; por otro

lado, muchos adjetivos, los de <<3 terminaciones>>, reservaban la forma en -A para

concordar con cualquier nombre femenino, y la forma en -us para los masculinos (además

de -utvt para los neutros)” (p.115-116).

Es evidente que la parte formal jugo un aspecto determinante para que las

terminaciones o desinencias de los sustantivos permitieran su asignación en las diferentes

declinaciones. Este fenómeno que actuó sobre los sustantivos de género femenino y

masculino afecto también a los sustantivos de género neutro.

Coincide Núñez Méndez (2012) con Cano Aguilar (1992)“En latín se daban tres

géneros masculino, femenino y neutro—los cuales se redujeron a dos en castellano,

por lo que los sustantivos neutros se distribuyeron entre los otros dos géneros.

Teniendo en cuenta que la primera declinación tenía el nominativo.terminado en -

a y eran sustantivos femeninos, se asoció la terminación -a al femenino. En

cambio, los sustantivos de la segunda y cuarta declinación que hacían el

nominativo en -us y eran mayormente masculinos, asociaron la -u > -o al

masculino (p.108).
En síntesis, lo que produjo que se eliminara el género neutro en el paso del latín al

castellano fue la atracción formal que ya había distribuido los sustantivos masculinos y

femeninos según sus desinencias en las declinaciones ya estudiadas en este apartado.

IV. EVOLUCIÓN DEL NÚMERO DEL SUSTANTIVO.

Según Cano Aguilar (1992) La categoría del número ha sufrido pocos cambios: sus dos

miembros, singular y plural se mantienen con el mismo contenido (los restos latinos de

dual: dúo, etc., en latín se trataban como plurales). El latín no conocía marca específica

para el número: en latín, las desinencias nominales expresaban en un único morfema caso y

número; en español, además de perderse el caso, se crearon nuevos morfemas para la

expresión de los valores de género y número.

Las categorías del número no han sufrido muchos cambios debido a que los dos

miembros o clasificación siguen siendo los mismos, los cuales son: singular y plural. En el

latín las desinencias enunciaban en un solo morfema el caso y número, al realizarse el

traspaso, el castellano realizó nuevos morfemas para expresar el género y número.

Afirma Cano Aguilar (1992) que en latín el acusativo, terminaba en “s” en plural:

rosas, dominos, homines; en latín tardío reaparecieron con fuerza nuevas formas arcaicas y

dialectales de nominativos como rosas (frente a rosae), e incluso dominos (frente a

Dominis): aparte de los desarreglos originados, al añadirse al nominativo clásico Homines

todo esto aumentó de forma sorprendente la presencia de “s” en el plural. De esta manera,

se produjo un nuevo reanálisis morfológico, por el que dicha terminación asumió la

expresión del plural, y con este valor permaneció ya en romance castellano.


Expone Cano Aguilar (1992) la evolución fonética eliminó vocales finales, en

especial /-e/: de ese modo surgió un alomorfo de plural, “-es”, utilizado cuando la palabra

termina en consonante (león(e)/leones), y de forma vacilante cuando termina en vocal

acentuada (en castellano medieval eran mucho más frecuentes maravedís o marroquís que

maravedíes o marroquíes; otras vocales acentuadas en posición final eran aún raras);

también las palabras terminadas en semivocal: buey, rey, ley, vacilaban al formar el

plural,pues ya en el siglo XIII alternaban bueis y bueyes, reis y reyes, leis y leyes (en la

variante sin diptongo los plurales eran,naturalmente, bues, res)

En el área fonética se dio también una variación debido a que surgió el alomorfo “-

es”, este alomorfo es utilizado cuando las palabras terminan en consonante. En cambio, en

el acusativo las palabras en plural le agregaron “-s”. Estos cambios implicó un realizar un

reanálisis morfológico, estos cambios permaneció en el romance castellano.

Explica Cano Aguilar (1992) que los valores del número en español perpetúan los

latinos: en los nombres contables, el plural indica cantidad superior a la unidad (niños,

mesas, etc.), mientras que en los no contables: abstractos, colectivos, etc., puede indicar

clases ( <las aguas del lugar>, <los vinos de Castilla>), objetos hechos con determinada

materia (hierros = <objetos de hierro>), acciones que participan de determinada cualidad

(en la lengua medieval, vergüenzas afrentas), el singular puede tomar valor genérico (<son

aves pequeñas papagayo e orior>). El singular y plural pueden acabar con significados muy

distintos: cfr. letra y letras (como actividad literaria), arma y armas (como actividad

militar), amor y amores; pero también pueden no ser sino variantes expresivas: <en tiempo-

tiempos de los moros>.


Añade Cano Aguilar (1992) que el español posee desde sus primeras

manifestaciones plurales polisémicos: “los reyes” puede significar más de un rey, pero

también puede significar el rey y la reina (lo mismo ocurre con los padres, los duques, etc.).

Este particular valor dual del plural se atribuyó a influjo arábigo, pero se ha comprobado

que ya se daba en latín, al igual que está hoy presente en otros dialectos románicos.

En el español, el plural desde sus inicios posee plurales polisémicos, Cano explica que esta

influencia proviene de la lengua arábiga, estudios han comprobado que este valor se daba

también en la lengua latina, y del latín se extendió hasta las lenguas romances.

V- DESARROLLO HISTÓRICO DE LOS NUMERALES.

De acuerdo con Alarcos Llorach (1999) “Los numerales presentan unas peculiaridades

gramaticales que se derivan de su contenido conceptual vinculado a un lenguaje formal

como es el de la aritmética. Según la tradición gramatical occidental, esta clase en ningún

momento ha constituido una categoría independiente. Únicamente en el siglo XIX, en la

aplicación del llamado criterio "genético-fomal" distingue la clase de los numerales como

una categoría gramática” (p.120).

El inconveniente de los numerales es que no tienen el peculiar comportamiento

morfosintáctico de los numerales: pues presentan comportamientos de sustantivos o de

pronombres tan numerosos o tan corrientes como los correspondientes a la categoría

adjetivo. El rasgo numeral debería aparecer de la misma forma en la categoría nombre o en

la categoría pronombre.
De acuerdo con Menéndez Pidal (1987) “Los cardinales pueden ser adjetivos o

nombres, aunque parece esta característica un punto de confusión y dificultad” (p.134).

Los cardinales tienen un uso confuso debido a que pueden ser utilizados como

adjetivos y nombres según el uso que el hablante hace de ellos.

CARDINALES CARACTERÍSTICAS
Uno, −a procede de una declinación adjetival
Dos duas tiene complicaciones. El leonés
distinguía masc. (dos, dous) y fem. (duas,
dues). Hoy en
occidentedousmasc. y varios fem: duas,
duyas, dugas. En la lengua literaria se
generaliza la
invariabilidad del género
Tres viene del tres latino
Cuatro Quattuor no permite deducir distribuciones
muy claras: aparece con varias
formas en la Romania, aunque en
castellano y portugués lo hace con w

Cinco Cinco toma −o por analogía


con cuatro; pierde su primer wau ya en
latín vulgar.
Seis La −i del castellano seis se debe a un
proceso fonético: −x− = −ks− y después se
vocalizó la −k.
Siete Septem es evolución normal
Ocho Octon es una evolución normal
Nueve Novem es una evolución normal
Diez Decen es una evolución normal
Once Ya en vulgar la terminación −im era
sustituida por −e, analógica de dece. De
ahí Once, doce, trece,
Catorce, y quince.

Dieciséis Desde 16 se siguen formaciones


analógicas, no sin que sobrevivan restos
latinos
Figura .Caracteristicas de los cardinale.Esquema basado en Menéndez Pidal (19897)
Los ordinales tienen una difícil trayectoria por las influencias en su composición

que recibe de distintas lenguas como el latín, leones y otras.

Propone Menéndez Pidal (1987) “Los ordinales concuerdan con en número y género

con el sustantivo. “Primero “y “tercero” se apocopan ante un sustantivo masculino”

(p.135).

Es decir, que los ordinales deben tener una relación directa con el género y numero

que poseen los sustantivos para no provocar una ruptura en la relación sintagmática.

Propone Alarcos Llorach (1999) “Los numerales propiamente cuantificadores son

solo los llamados cardinales. Los demás numerales (ordinales, fraccionarios,

multiplicativos) son en realidad unidades derivadas que no efectúan una cuantificación

directa y que se comportan como los adjetivos del tipo primero” (p.120).

Los numerales puede considerarse una especie de categoría integradora de

elementos indirectos y dependientes de la primera clasificación que son los cardinales.

VII. EVOLUCIÓN DE LOS PRONOMBRES PERSONALES.


Según Cano Aguilar (1988) el pronombre fue una de las categorías que sufrió un amplio

reajuste en el paso del latín al romance. Como es conocido, dentro del grupo que conformó

las denominadas “lenguas romances” se encuentra el castellano, por lo que el estudio será

centrado en toda aquella reestructuración que incidió en el castellano. Para Cano (1988) el

castellano conservó algunas de las funciones propias del latín, entre las que se puede

mencionar el prevalecimiento de las clases fundamentales de pronombres (personales,

demostrativos, etc.).
Cano Aguilar (1988) manifiesta que dentro de cada uno de los grupos de la

categoría hubo notables variaciones: pérdidas e incorporación de elementos, cambios de

posición en las estructuras etc. Cano (1988) explica que a pesar de que durante el paso del

latín al castellano, se hayan experimentado cambios, se dio como resultado un sistema

bastante parecido al latino. Hasta tal punto que se podría afirmar que algunos pronombres

conservan el “neutro” y el “caso”, dos categorías perdidas en el resto del sistema nominal.

La anterior declaración brindada por Cano Aguilar (1988) coincide con el punto de

vista de Núñez Méndez (2012), ya que dicha escritora comparte el hecho de que algunos

pronombres conservaron el género neutro (esto, eso aquello, etc.) y así mismo la distinción

de caso entre el acusativo (objeto directo, O.D.) y el dativo (objeto indirecto, O.I.) de los

pronombres de tercera persona. De acuerdo con Núñez (2012) los pronombres personales,

al igual que los sustantivos y los adjetivos, se declinaban con morfemas desinenciales, para

indicar género, número y caso, los cuales coincidían con los sustantivos y los adjetivos.

Núñez Méndez (2012) menciona que en latín solo existían pronombres de primera

y segunda persona, mientras que para la tercera persona se servían de los demostrativos IS,

HIC, ISTE, ILLE, entre los cuales se impuso ILLE “aquel” del que se derivaron todos los

pronombres de tercera persona del español. Además Azofra (2009) expone que uno de los

cambios más sustanciales en la evolución del sistema latino al español es la creación de una

doble serie de pronombres (tónica y átona). Para lo cual Núñez (2012) concuerda y explica

que los pronombres personales son tónicos cuando funcionan como sujeto o como término

de preposición (yo, mí…), pero en los demás casos (me, te…) son átonos.

Núñez Méndez (2012) describe que los pronombres personales átonos son aquellos

que perdieron su acento cuando no funcionaban como sujeto y no iban con preposición, y
pasaron a acompañar al verbo (delante o detrás) como formas clíticas (formando una sola

palabra). Por lo tanto se comprende que la presencia o pérdida del acento es el factor que

determinó la clasificación de los pronombres en dos series: la tónica y la átona. A

continuación se presentará un recuadro con el sistema de pronombres tónicos y átonos con

sus respectivos étimos.

Luego de haber establecido uno de los más denotativos cambios que sufrió el paso del latín

al castellano se pasará a desarrollar brevemente la clasificación de pronombres tónicos y

átonos. En un primer momento Núñez (2012) relata que los pronombres tónicos que

funcionan de sujeto proceden casi todos del nominativo latino, con excepción de ILLOS >

Ellos, que viene del acusativo plural. Al igual la autora da a conocer las siguientes

anotaciones de las evoluciones de los pronombres con más cambios etimológicos.


Lo anterior es también abordado por Azofra Sierra (2009), quien explica que las

formas de sujeto “yo” y “tú”, proceden de los nominativos EGO y TU. Por último la tercera

persona “él”, “ella”, “ello”, procede del demostrativo latino ILLE, ILLA, ILLUD, en su

forma de nominativo; sin embargo, los plurales “ellos” y “ellas”derivan de los acusativos

ILLOS, ILLAS (y no de los nominativos ILLI, ILLAE), quizá por la conveniencia de

preservar la marca de plural -s, común a todas las palabras de flexión nominal.

Según Azofra Sierra (2009) para la 1.a y 2.a persona del plural, las formas de sujeto

fueron hasta el siglo XIV “nos” y “vos”; lo que dio paso a la creación de una forma

compuesta: “nosotros” y “vosotros” (< NOS ALTEROS, VOS ALTEROS), (nos otros, vos

otros). Representando en el siglo XV las personas verbales “nosotros” y “vosotros”, es

decir, sustituyendo al “nos” y “vos”. Se comprende a manera hipótesis que el nacimiento de

la forma compuesta “vosotros” está relacionada con la necesidad de distinguir entre la

segunda persona plural y el empleo del “vos” para la segunda persona singular; creándose

por analogía del “vosotros” el “nosotros”.

Posteriormente en un segundo momento Núñez Méndez (2012) relata que los

pronombres átonos están conformados por las formas de objeto directo y objeto indirecto.

Continúa diciendo que la pérdida del acento tónico favoreció que estas formas se volvieran

enclíticas, es decir, formando una sola palabra con el verbo. Con el fin de dar a conocer

más claramente la evolución etimológica de algunos pronombres tónicos (“lo”, “la”, “le” y

“os”)
Núñez Méndez (2012) trata de explicar el anterior recuadro manifestado que la

pérdida de la consonante inicial en vos >osse debe a su aparición enclítica, cuando iba con

el verbo en imperativo. Agrega que existió un período de coexistencia de “vos” y “os”para

el objeto directo e indirecto, pero que finalmente se acabó imponiendo “os”en el siglo XVI.

Además se evidencia que los pronombres de objeto directo e indirecto coincidieron menos

en la tercera persona, pero siempre manteniendo las diferencias de caso, es decir, de

función.

Encontrándose que: para el objeto directo lo(s), las(s) y para el indirecto le(s). En otras

palabras, lo que se tiene como resultado es el hecho de que sólo en los pronombres de

tercera persona se mantiene la diferencia de caso latino entre el acusativo (O.D.) y el dativo

(O.I.). A continuación se podrá apreciar un ejemplo sobre lo expuesto anteriormente.

Para concluir se puede decir que con la anterior aseveración realizada por la

escritora Núñez Méndez (2012) se ve reflejada y comprobada la afirmación que se

estableció al principio del texto, donde se dictaminaba que algunos pronombres conservan

el caso, una característica que fue transmitida de la lengua latina al castellano, pues como

se denota en el anterior ejemplo “la” está cumpliendo una función de objeto directo (La

veo) y “le” está cumpliendo una función de objeto indirecto (Le traje a María un regalo).

Recordando que dicha peculiaridad solo fue heredera del latín al castellano a los

pronombres de tercera persona.


VII. EVOLUCIÓN DE LOS TRATAMIENTOS PERSONALES.

Según Azofra Sierra (2009) las formas de tratamiento se pueden dividir en

deferencial y no deferencial. De lo cual se comprende que por deferencial se refiere a las

formas de trato respetuoso a personas merecedoras de un respeto especial. Mientras que las

formas de tratamiento no deferencial serán aquellas que se utilizan para un trato normal.

Por lo que se puede visualizar que muchas lenguas en la actualidad distinguen entre el trato

familiar (con personas conocidas, con los amigos, con los familiares, etc.) y el trato de

respeto (con personas desconocidas, con los superiores, con los mayores, etc.).

Azofra Sierra (2009) hace hincapié que la evolución de los tratamientos personales

se da sobre todo en los pronombres de la segunda persona gramatical (tú, usted, vos). Ya

que son los pronombres personales de la segunda persona los que se utilizan cuando se

necesita dirigirse directamente al interlocutor. La escritora trata de ofrecer una evolución de

los tratamientos personales del castellano, desde la época medieval hasta la actualidad. Pero

antes de abordar en concreto dicha temática es importante recalcar que en el latín clásico no

existía la diferencia entre el pronombre familiar y pronombre de respeto.

Núñez Méndez (2012) explica que en latín se empleaba “Tu” para el singular y

“vos” para el plural. Pero al igual que Azofra (2009) comparte la idea de que en el latín

clásico no existía ninguna forma para indicar respeto. Luego indica que ya en una época

tardía del latín, el vos empezó a utilizarse para indicar trato respetuoso en singular, sin

perder su valor de plural. Agrega que esta distinción específicamente aparece alrededor del

siglo IV cuando se comienza a usar el pronombre de la segunda persona de plural “vos”

para dirigirse al emperador.


A continuación Azofra Sierra (2009) expone de forma esquemática las formas de
tratamiento deferencial y no deferencial de los pronombres personales de la segunda
persona gramatical:

Con base en los datos del recuadro anterior Núñez (2012) argumenta que durante la época

medieval el castellano conservó y acentuó la distinción que de una forma tardía el latín

empleo en los pronombres personales de la segunda persona gramatical. Con lo que “tú” se

reserva para el uso familiar y de confianza mientras que el “vos” para el singular de

cortesía. Sin embargo, el “vos” se fue generalizando más y más para el uso singular hasta el

punto que dejó de apreciarse como fórmula de respeto.

Lo que provocó la necesidad de crear una nueva forma de expresar respeto y

cortesía con lo que se recurrió a “vuestra merced” >vuesa merced

>vuersarced>voacé>vusé>vusted, etc., y finalmente “usted”. Ocurriendo lo mismo en el

plural. Posteriormente en el siglo de oro de acuerdo con Azofra (2009) la forma que tuvo

mayor aceptación fue “vuestra merced¨, que además podía admitir fácilmente el plural

“vuestras mercedes”, nace así una forma de respeto también para la segunda persona del

plural.
Núñez Méndez (2012) también manifiesta que en esa misma época, el siglo de oro

(siglo XVI), el plural “vos” se transformó en “vosotros”, y aunque esta forma ya existía

para resaltar la pluralidad de la segunda persona, fue en ese momento que se consolidó.

Porúltimo Azofra (2009) expresa que:

En el sistema del español moderno, han surgido variantes diatópicas: mientras que

en la mayor parte del español peninsular las formas tú y vosotros se oponen a las de

respeto usted y ustedes, en toda América (así como en Canarias y en parte de

Andalucía) se ha perdido el pronombre vosotros, de modo que ustedes se utiliza de

forma indistinta, para todo tipo de tratamiento hacia la segunda persona del plural.

Además de esta diferencia, en gran parte de América surge a partir del siglo XVII el

voseo, es decir, la utilización de vos para todo tipo de tratamiento de la segunda

persona de singular. (Azofra Sierra, 2009 p.59).

Lo que en resumen significa que el español peninsular, como es el caso de España

para el tratamiento familiar hace uso de los pronombres “tú” y “vosotros”, mientras que

para el tratamiento formal hace uso de los pronombres “usted” y “ustedes”. En cuanto al

español que se habla en América hay que puntualizar la ausencia completa de la segunda

persona del plural “vosotros” en toda la Hispanoamérica.

Se visualiza que el “vosotros” ha sido remplazado por “ustedes”, perdiéndose así la

posibilidad de hacer diferencia entre el tratamiento formal e informal en el plural. Además

se observa como diferencia entre el español hablado en España y América que en cuanto la

segunda persona del singular en el tratamiento familiar los españoles emplean el pronombre

“tú”, mientras que las dos terceras partes de los hispanoamericanos en esos contextos usan

el “vos”.
CONCLUSIONES.
BIBLIOGRAFÍA.

Alarcos Llorach, E. (1994). Gramática de la lengua española. Madrid: Editorial Espasa


Calpe, S. A.
Asofra Sierra, H, (2009). Morfosintaxis histórica del español: de la teoría a la práctica.

Madrid: Librería UNED.

Menéndez Pidal, R. (1987). Manual de Gramática Histórica Española. Madrid: Editorial


Espasa-Calpe.

Núñez Menéndez, E. (2012).Fundamentos teóricos y prácticos de historia de la lengua


española. Estados Unidos de América: Yale University.

Pharies, D. (2007).Breve historia de la lengua española. Estados Unidos de América: The


University of Chicago Press.

Вам также может понравиться