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Ensayo:
Crítica del capitalismo desde la filosofía del Buen Vivir
Julio 2016
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Contenido
Introducción........................................................................................................ 3
Introducción
Palabras clave:
1 Alberto Acosta (Quito, 1948) es un influyente economista ecuatoriano y reconocido académico tanto en
su país como en América Latina. Fue Ministro de Energía y Minas (enero a junio 2007) en el primer
gobierno de Rafael Correa; ejerció la presidencia de la Asamblea Constituyente del 30 de noviembre del
2007 al 27 de junio del 2008, por haber sido el asambleísta más votado; ex candidato presidencial en las
elecciones del 2013 por la Unidad Plurinacional de las Izquierdas.
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2 En América Latina y particularmente en los países con importantes contingentes multiétnicos, “la
formación de los Estados-Naciones sirvió para negar a los indígenas y afirmar la ciudadanía del fragmento
occidental criollo” (Montoya 1997).
3 Como sostuvieron dos académicos españoles comentando el libro de Acosta: «Solamente buscando
“estrategias de salida” se puede comenzar a pensar en un futuro alternativo. Por ello, la iniciativa que se
está poniendo en marcha en los países andinos es tan interesante para el conjunto de la humanidad.
Porque el Buen vivir plantea una cosmovisión diferente a la occidental al surgir desde raíces comunitarias
no capitalistas, que pretende construirse como una propuesta civilizatoria que reconfigura un horizonte de
salida al capitalismo basada en una convivencia en diversidad y en armonía con la Naturaleza.» (Macías y
Alonso 2013: 266).
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4 Rodrigo Montoya precisa: “Desde la práctica política de los pueblos indígenas brota una manera
diferente de mirar la política que encierra el potencial suficiente para desbordar los límites en que nos
encerró la revolución francesa hace más de doscientos años. No se trata sólo de una emancipación
política, sino de una emancipación más vasta, simplemente humana” (Montoya 1997).
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La transición histórica, que dicha problemática expresa, viene dada por el paso
del antropocentrismo al socio-biocentrismo. Se constata a través de varias
citas:
“En el centro de la atención del Buen Vivir –con proyección incluso global- está implícito
un gran paso revolucionario que nos conmina a transitar de visiones antropocéntricas a
visiones socio-biocéntricas, asumiendo las consiguientes consecuencias políticas,
económicas, culturales y sociales que supone” (Acosta 2012: 88).
“La vigencia de los Derechos de la Naturaleza plantea cambios profundos. Hay que
transitar del actual antropocentrismo al biocentrismo. Tránsito que exige un proceso de
mutación sostenido y plural, como requisito fundamental para llevar a cabo una gran
transformación. Este será un emprendimiento, político en esencia, que nos conmina a
incorporar permanentemente la cuestión del poder, que no se resuelve simplemente
conquistando el gobierno.” (Ídem: 120)
“Desde esa perspectiva, el Buen Vivir, surgido en el calor de las discusiones sobre la
plurinacionalidad en Bolivia y Ecuador, se proyecta como una propuesta de cambio
civilizatorio. Y por eso mismo cobra cada vez más vigor aún fuera del mundo andino-
amazónico, más allá de sus retos plurinacionales. En el centro de la atención, se lo ha
dicho ya, está un gran paso revolucionario que nos conmina a transitar de visiones
antropocéntricas a visiones socio-biocéntricas, con las consiguientes consecuencias
políticas, económicas y sociales.” (Ídem: 156)
Todas las relaciones sociales –en un sentido bastante amplio porque abarca la
vida cotidiana, las formas de comunicación, las maneras de interpretar, la
manera de relacionarse con otros, en el plano de la familia, en el plano de la
educación, en distintos planos; no solamente en la esfera formal de la
economía o de la política, sino también en todos los planos de la existencia
humana— son guiadas por un conjunto de ideas y conceptos que han llegado a
penetrar e interiorizar hasta lo más hondo del ser. Se trata de ideas relativas a
la propiedad, el progreso, el mercado y el crecimiento. Estas ideas se han
vuelto sentido común y ordenan los modos de relación social, de actuar, de
pensar el propio desarrollo en términos individuales, o en términos de
agrupamientos, o en términos de sectores sociales más amplios. ¿Quién puede
negar que ahora la vida está ordenada en función de la disponibilidad de
dinero, de la preocupación por el gasto, de lo que se adquiere en el mercado?
Esta manera de vivir ha sido ordenada e impuesta por categorías dominantes
provenientes de un pensamiento homogeneizador y monocorde, así como por
un conjunto de aparatos ideológicos. Las relaciones mercantiles han logrado
ser interiorizadas por la existencia humana, llegando prácticamente a colonizar
muchos ámbitos de la existencia social. Estamos en presencia de una cultura
donde tener dinero es tan importante, o mucho más importante, que las
relaciones afectivas, interpersonales y con la naturaleza. La mercantilización de
la vida cotidiana es tan profunda que incluso están ordenadas en función de
“cuánto me das tú o cuánto puedo obtener de ti para poder hacer o lograr algo”,
y las conquistas de ese algo tienen que ver con la posesión / apropiación de
cosas (el ser social sometido a la lógica capitalista del tener).
5 “De esta manera, hemos llegado al momento en el cual civilización se entiende en el marco de una
forma cultural, frecuentemente llamada occidental, cuyas características son las propias del desarrollo del
capitalismo. Esto hay que tenerlo claro, porque nos permite definir con precisión de qué estamos
hablando cuando decimos "crisis de civilización", comprendiendo que la crisis del sistema es siempre
multilateral, diversa y que contiene una crisis en los sistemas hegemónicos de pensamiento y en las
prácticas sociales.” (Isch 2015)
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las relaciones sociales tienen ahora otro patrón de poder. Quijano llama a eso
colonialidad del poder.
Desde una lógica que parte de Marx, considerando una categoría tan
importante como es la del fetichismo de la mercancía, se puede sostener que la
relación de colonialidad hunde justamente sus raíces en las relaciones de
producción regidas por el imperativo del capital y la ganancia, donde el trabajo
o el trabajador es sistemáticamente sometido a una relación que lo despoja del
objeto producido (la mercancía) y pasa a ser de la apropiación de un tercero (el
capitalista propietario de los medios y de las condiciones de producción), quien
coloca dicho objeto con un valor de cambio en el mercado. Esta relación básica
y esencial se proyecta o se ha proyectado históricamente al resto de la
sociedad, y hoy en día es un patrón de dominación mundial. Reconociendo
entonces el carácter raigal del fetichismo de la mercancía, esta hace que como
individuos aislados y egoístas las nociones del sí-mismo y con el otro sean
suplantadas por la relación con las cosas, con las cosas que son socialmente
producidas, pero apropiadas y por tanto enajenadas de nuestro mundo. A partir
de ahí, lo que sucede es que se genera una sociedad que no se ve a sí misma,
sino que pierde su auto referencia, y su referencia principal pasa a ser la
relación con el dinero, la relación con el mercado, la relación con un poder que
aparece también desde fuera de nuestra vida cotidiana.
Todo lo anterior remite a una realidad que se puede apreciar y tiene sus
expresiones en la realidad mundial, desde el ángulo que se quiera mirar la
situación actual. Hoy la economía internacional, así como las relaciones no-
económicas entre los países, está dominada por el poder del dinero. Toda
cuestión o asunto de interés público a nivel de países, regiones, continentes y
aun de bloques, está ordenada en función del poder dinero que es la expresión
más fetichista y más acabada, más elaborada que ha creado el capitalismo. Es
la expresión más enajenada que no atañe solamente al dinero, pues las ideas o
relaciones categoriales que lo ordenan y administran (mercado, propiedad, etc.)
han construido una realidad donde la esencia humana ha sido extraviada y
pervertida, para llegar a estar siempre como maniatados por fuerzas
descontroladas y sin control, literalmente invisibles. Porque el dinero es eso,
una cosa y una relación fetichista, manejada por poderes ocultos. Esos
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poderes ocultos en la actualidad son los grandes capitales, las altas finanzas,
que están incluso agazapados o están moviéndose siempre –y ahora sobre
todo más que en otras épocas— alrededor del poder político del Estado, del
que han hecho una instancia más de su mecanismo de acumulación y
reproducción.
Terminar con la seudo alternativa que nos han impuesto, entre ser moderno o
quedarse en la tradición: apuntar siempre al “desarrollo” y el mercado, pues de
lo contrario seremos señalados / tildados de obsoletos, retrógrados, arcaicos.
Eso es parte del mundo mítico que nos imponen como verdad, incluso
científica, cuando en realidad se trata de un ruin chantaje. El problema va por
recuperar nuestra humanidad, y esto pasa, ciertamente, por una serie de
cuestionamientos para ir superando la alienación: revaloración como individuos
con una potencialidad de lo que es “ser humano”; pues la alienación se
manifiesta entre otras cosas en una especie de mecanismo de relojería que
nos pone la agenda, se apropia de nuestra capacidad de autonomía y nuestras
propias aspiraciones de existencia. Estas cuestiones –cabe insistir— exigen el
replanteamiento radical de la totalidad de nuestra existencia, del modo de vivir,
del destino como raza humana o como civilización. ¿Qué nuevo modelo de
civilización queremos? ¿Qué quisiéramos dejar a nuestros hijos, o qué
quisieran nuestros hijos dejar a los suyos, y así sucesivamente? Hablamos de
historia, y la historia solamente se transformar con organización y lucha, con
otro proyecto social de vida. Cuando los políticos se presentan como
salvadores de nuestras desgracias existenciales, lo que hacen en realidad es
continuar con un estado de cosas que nos aferra a una esclavitud alienada.
6«Históricamente, la idea de desarrollo ha sido validada a partir de falsas premisas, falsas promesas y
soluciones inadecuadas. A través de regímenes de poder que controlan factores estratégicos de
naturaleza material y simbólica, diferentes imperios han subordinado a personas, grupos sociales,
comunidades, sociedades, economías, regiones y hasta continentes. Para legitimar las injusticias que
emanan de las contradicciones que les son inherentes, estos imperios establecen un discurso
hegemónico —para justificar su régimen de poder— del cual emanan reglas, premisas, prácticas sociales,
objetos, verdades, realidades, etc., para institucionalizar su “derecho” a la dominación.» (Silva 2009).
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Las visiones modernas del “desarrollo” con las que se está incursionando en
los espacios amazónicos, persiguen la incorporación-articulación de estos
territorios, no necesariamente con el aparato productivo existente de cada país,
pero sí directamente con las cadenas de valorización mundial del capital. En el
mejor de los casos, la “misión evangelizadora” que se proponen hacer los
grandes capitalistas, sus operadores tecnocráticos y políticos, así como sus
portavoces ideológicos, con relación a los indígenas y sus comunidades,
consiste en reducirlos a un rol meramente mercantil: el de convertirlos en
“pequeños productores agropecuarios”.
7 “Proceso civilizatorio es lo mismo que destrucción de la personalidad cultural de los pueblos, liberalismo
equivale a dominio de las trasnacionales, Estado-nación a opresión colonial de los pueblos y
homogenización, igualdad equivale a exclusión e injusticia, individuo a unidimensionalidad; sin embargo,
la cultura originaria puede ser socavada pero no aniquilada, pues equivale a universos de vida
diferenciada” (Lora 2009).
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Bibliografía utilizada
Macías, A., Alonso, P. (2013). "Reseña del libro de Alberto Acosta, El Buen
Vivir. Sumak Kawsay , una oportunidad para imaginar otros mundos".
Revista de Economía Mundial, 33, 265-269. Obtenido de Universidad
de Huelva: http://rabida.uhu.es/dspace/handle/10272/7535