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LO ESENCIAL DE LA HIPNOSIS

Michael D. Yapko
Éste es un libro sumamente claro, conciso y exhaustivo que familiarizará al
lector con un campo dinámico y en constante evolución como es el de la
hipnosis y que, además, le ofrecerá magníficas herramientas terapéuticas que se
pueden aplicar en muchos contextos. La obra está diseñada como un
instrumento informativo dirigido a todos aquellos que deseen explorar esta
estimulante disciplina, desde el principiante hasta el profesional de la salud
mental que necesite refrescar la memoria. De ahí que la amplitud de temas
abordados sea enorme, desde los fenómenos hipnóticos clásicos y su inducción
hasta la autohipnosis, pasando por las variables ambientales y físicas que
influyen en las distintas reacciones, la capacidad de sugestión y la controversia
respecto a los recuerdos reprimidos, la superación de las resistencias, las
trampas que se deben evitar, las directrices éticas, los mitos y las ideas
preconcebidas, las técnicas para realizar inducciones tradicionales, etc. Todo
ello clausurado, al final de cada capítulo, con una exhaustiva sección de
referencias bibliográficas que resultará extremadamente útil a quienes quieran
realizar exploraciones de mayor calado.

Michael D. Yapko es psicólogo clínico y director del Milton H. Erickson Institute


de San Diego. También es autor y compilador de numerosos libros y una
autoridad en temas como la hipnosis, la depresión y los traumas sexuales.
Título original: Essentials of Hypnosis

Publicado en inglés, en 1995, por Brunner / Mazel. Inc., Nueva York

Traducción de Angelina Aparicio

Cubierta de Víctor Viano

© 1995 by Michael D. Yapko

Por acuerdo con Brunner / Mazel Inc. and Mark Paterson

© 1999 de la traducción. Angelina Aparicio

© 1999 de todas las ediciones en castellano,

Ediciones Paidós Ibérica. S.A.,

Mariano Cubí. 92 - 08021 Barcelona

y Editorial Paidós, SAICF,

Defensa, 599 - Buenos Aires

ISBN: 84-491 0661-2

Depósito legal: B. 1.606-1999


Agradecimientos

Agradezco a Mark Tracten, mi editor en inglés y amigo, su apoyo y su ayuda


para que mi trabajo vea la luz. Natalie Gilman, la directora de la colección
inglesa Serie de principios básicos aplicados a la práctica, es alguien con quien
resulta magnífico trabajar. Le doy las gracias por incluirme en su colección.

Tengo muchos amigos y colegas profesionales que merecen una mención


especial por sus valiosas contribuciones. Todas las personas mencionadas a
continuación, y cada uno a su manera, son especiales para mí. El debate
animado, las conversaciones inteligentes, el respeto profesional y la amistad
marcan mi relación con estas personas estupendas que tanto han influido en mi
trabajo:

Brian Alman John Koriath

Norma y Phil Barretta Doris Murphy

Mary Beth Chruden Marian Richetta

Stephen Gilligan Jeff Zeig

Mi compañera de trabajo más cercana es Linda Griebel, una mujer


íntegra que realiza una labor encomiable para conseguir que las cosas vayan
bien. Después de muchos años y muchos proyectos, mi aprecio por Linda no
cesa de aumentar.

En el ámbito personal, quiero dar las gracias a mi familia y amigos. Las


familias Yapko y Harris me han dado apoyo y afecto sin igual. Wendy y Richard
Horowitz, a quien pertenece la increíble Megan Leigh (la persona que ha
conquistado mi corazón), son los mejores amigos imaginables. Con un toque de
humor, pero con sinceridad, quiero dar las gracias a: 1) la Ghirardelli Chocolate
Factory en San Francisco. Si dieran Premios Nobel al chocolate, esta gente lo
ganaría fácilmente; 2) Captain Jean-Luc Picard, de la Starship Enterprise, por
personificar metafóricamente la claridad y la integridad; 3) Café Starbucks, por
los incomparables cafés; 4) Jethro Tull y Eric Clapton, por los exquisitos placeres
auditivos; y, finalmente, 5) al inventor de los helados.

Por último y más importante, a mi esposa, Diana. Simplemente la mejor.


De verdad.
Prefacio

Cuando Natalie Gilman, la veterana e inteligente editora de Brunner/Mazel me


llamó para hablar de una nueva colección de libros, llamada «Principios básicos
aplicados a la práctica», que querían publicar, la describió como la creación de
una colección de libros introductoria sobre diferentes temas en el campo de la
psicoterapia. Estos servirían no sólo de guía básica para los principiantes, sino
también como cursos para refrescar a los profesionales en activo. ¡Qué gran
idea! Existe tanta información disponible en cualquier área concreta sobre la
que uno quiere aprender, que un enfoque que dé una visión general parece ser
una manera estupenda de dar a las personas nuevas en dicho campo una idea
clara de lo que allí ocurre sin desbordarlas. Y, si alguien se interesa en ahondar
en ello, encontrará referencias actualizadas que le indicarán la dirección a
tomar.

¡Así es como surgió este libro! Es breve pero está lleno de información.
Ofrece una perspectiva sobre el campo de la hipnosis clínica. Plantea muchas
cuestiones clínicas y anima al lector a pensar en ellas de forma crítica. Sugiere
métodos y aplicaciones. Informa en todo momento de la gran cantidad de
investigaciones y material práctico escrito disponible en la extensa bibliografía
existente sobre el campo de la hipnosis. También explica dónde se puede
encontrar gran parte de dicho material. De hecho, las secciones de referencia
que aparecen al final de cada capítulo son una de las características más
importantes de este libro, puesto que todos los capítulos son expresamente
breves y generales para dar a conocer simplemente el tema en cuestión.

Buena parte de este libro procede de mi exhaustivo manual Trabajo con el


trance. En gran parte se trata de una adaptación, aunque se han añadido
secciones nuevas, y el adjetivo que las define a todas es "sucintas". Se trata de
un texto muy limitado, de acuerdo con el objetivo de la colección «Principios
básicos aplicados a la práctica» de Brunner/Mazel.

La hipnosis es un tema intrínsecamente fascinante. Cualquier cosa que el


lector ya haya visto o leído sobre el tema probablemente habrá picado
suficientemente su curiosidad como para conducirle hasta este libro. Cuando
uno supera las absurdas connotaciones mágicas que evoca la hipnosis en la
mayoría de la gente y se instruye en este campo, viéndola como una
herramienta de amplia aplicación en contextos clínicos, creo que este método se
vuelve todavía más interesante. Es realmente increíble ver como uno puede
decir y hacer cosas con el propósito de generar respuestas sorprendentes en la
gente, como revivir claros recuerdos o percibir la distancia suficiente del propio
cuerpo como para sufrir una intervención quirúrgica sin anestesia química. El
campo de la hipnosis es dinámico, diverso y está en continuo crecimiento.
Espero que lleguen al lector todas sus perspectivas verdaderas —y también
todo el asombro.
Primera parte: Principios
CAPÍTULO 1: Perspectivas

Este libro no pretende tratar la hipnosis de forma sensacionalista ni afirmar que


es la respuesta a todos los cuestionamientos de la vida. Más bien presentaré la
hipnosis clínica como un sistema de comunicación hábil e influyente que enseña
cómo pueden curar las palabras. La hipnosis clínica ofrece formas de
conceptualizar cómo construyen los seres humanos sus realidades individuales,
y las percepciones nuevas respecto a la manera de interactuar con los demás de
manera más efectiva. Adquirir habilidades hipnóticas es una manera de
aumentar las habilidades clínicas, y puede ayudar a obtener resultados más
duraderos en el trabajo terapéutico realizado. Quizá lo mejor de todo sea que la
hipnosis puede ser una forma poderosa de promover autosuficiencia e
independencia en los clientes a los que se trata, ayudándoles a tener más
seguridad en sí mismos y a valorarse más.

La hipnosis clínica es la habilidad para usar las palabras y los gestos de


manera particular y conseguir resultados específicos. El énfasis se centra, a lo
largo de todo el libro, en el uso de procesos hipnóticos como agentes de
comunicación y cambio efectivos. Esta orientación minimiza el uso de
encantamientos y rituales y, en su lugar, enfatiza la evaluación rápida y la
respuesta sensible a las necesidades individuales del cliente.

Pocos campos han tenido los altibajos de la hipnosis, que ha viajado


mucho, en diversas formas, durante cientos de años. Su aceptación ha variado
de moderada a nula. Las personas que la practicaban tenían sus rituales
(técnicas) y supersticiones («esta inducción funcionó bastante bien con el último
cliente que tuve con pecas...»), pero muy poca comprensión a nivel cognitivo de
lo que estaban haciendo. Al aumentar el ámbito de aceptación y aplicabilidad
de los procesos hipnóticos, la necesidad de un enfoque sensible y comprensible
parece mayor de lo que nunca antes había sido.

Cuando la gente descubre que uso la hipnosis como herramienta de


trabajo en mi práctica clínica se siente fascinada y escéptica. Casi todo el mundo
ha tenido alguna experiencia directa o indirecta con la hipnosis y supone de
manera equivocada que haga lo que haga con ella básicamente debe ser lo
mismo que hacen todas y cada una de las personas que la utilizan. Pocas
personas se han expuesto suficientemente a ella para poder diferenciar los
distintos tipos de aplicaciones que tiene. La hipnosis clínica no es lo mismo que
la investigación sobre hipnosis o que la hipnosis del deporte o del
entretenimiento. Incluso entre los clínicos que la utilizan cada uno lo hace de
manera muy diferente a los otros. Éste es un pequeño inconveniente de su
práctica; el público general supone, con demasiada frecuencia, que la «hipnosis
es hipnosis», y que todo lo que tienen que hacer como consumidores es buscar
en todas las tiendas y comparar hasta encontrar la que resulte menos cara y que
resuelva mayor cantidad de promesas. ¡Y algunas de las promesas son bastante
indignantes!

Sin embargo, si se utiliza de manera habilidosa este problema se puede


convertir en un recurso. Al explorar con el consumidor que busca información
sobre la hipnosis en general o sobre mi trabajo en particular, puedo ayudarle a
que tenga la información suficiente como para tomar algunas decisiones
significativas. En mi opinión, en la práctica profesional es básico asegurarse de
que los clientes tienen la información necesaria para tomar una decisión
elaborada respecto al tratamiento. Que alguien no haga preguntas no quiere
decir que no tenga ninguna sino que generalmente no sabe qué preguntar.

Implicando a los clientes en una breve discusión sobre sus necesidades y


la naturaleza de la hipnosis clínica como herramienta de trabajo se les puede
proporcionar información que les ayude a evaluar de una forma más realista
sus necesidades y la manera de satisfacerlas. Con frecuencia, la hipnosis formal
que pretende simplemente eliminar el síntoma (como los anuncios de los
periódicos que aseguran «¡Deje de fumar en una sesión!») no es una alternativa
de tratamiento deseable ni realista. Sin embargo, es lo que desean las personas
que buscan «magia» y la manera de evitar el malestar de otros enfoques de
tratamiento más amenazadores o que exigen una mayor implicación personal.
A veces dichos enfoques superficiales funcionan exactamente de la forma que
dicen que lo harán. ¿Por qué? Continúe leyendo...

El hecho de que la hipnosis se use como espectáculo en los medios de


comunicación (sobre todo en espectáculos en directo pero también en el cine y
la televisión) contribuye a mantener los estereotipos populares que la
representan como una forma mágica de solucionar los problemas de forma
instantánea mediante poderosas sugestiones. Desearía tener una moneda de 5
centavos por cada persona que me ha pedido una «sugestión rápida» para
acabar con algún mal hábito. Las explicaciones racionales sobre por qué el
trabajo que deben realizar puede que les haga implicarse un poco más de lo que
piensan se acoge con miradas extrañadas y con la pregunta: «Entonces, ¿cómo
logra un hipnotizador en el escenario, al chasquear los dedos, conseguir que el
sujeto haga lo que él quiere?». La gente cree a veces que puedes solucionar
problemas complejos con un simple chasquido de dedos. Los conceptos poco
realistas pueden llevar a la decepción y desilusión de dichos clientes.
Casi siempre es beneficioso explicar a la gente los propósitos y la
capacidad de la hipnosis como herramienta terapéutica. La clarificación de las
expectativas normalmente lleva al cliente a afrontar el hecho de que no se
pueden prometer curas milagrosas. Esto significa aceptar la responsabilidad
personal de los propios problemas y ser activo en su resolución.

A la hora de promover concepciones equivocadas es igual de peligroso el


hipnotizador de espectáculos que el que, a causa de la ignorancia o la avaricia,
usa la hipnosis de manera que ofrece ideas falsas al público. Dichas personas
normalmente tienen escasa o ninguna formación oficial en hipnosis y en las
ciencias de la educación, pero saben lo suficiente como para engañar a la gente
afirmando falsamente que poseen un poder sensacional.

Estas son algunas percepciones de los problemas a los que se enfrenta la


hipnosis clínica como campo. Otras se comentarán en secciones subsiguientes
de este libro. A lo largo de todo el volumen se insiste en que si se ha de
considerar la hipnosis como un tratamiento alternativo serio, se debe fomentar
de manera sensible teniendo en cuenta los aspectos que preocupan tanto a los
clientes como a otros profesionales de la salud. El interés del lector en aprender
cosas sobre la hipnosis es un buen comienzo. Mi meta es guiar dicho interés
para que se aprecien formas diversas e innovadoras en que se puede usar la
hipnosis en la práctica clínica para ayudar a aquellos que lo necesitan.
Bibliografía

Las obras siguientes son textos generales que proporcionan buenas y di-
versas visiones de conjunto del campo de la hipnosis:

ARAOZ, D. (1985), The new hypnosis, Nueva York, Brunner/Mazel.

BARBER, T. (1969), Hypnosis: A scientific approach, Nueva York, Van Nostrand


Reinhold. BROWN, D. y FROMM, E. (1986), Hypnotherapy and hypnoanalysis,
Hillsdale, NJ, Erlbaum.

CHEEK, D. Y LECRON, L. (1968), Clinical hypnotherapy, Nueva York, Gruñe &


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FROMM, E. y NASH, M. (comps.) (1992), Contemporary hypnosis research, Nueva


York, Guilford.

GlLLlGAN, S. (1987), Therapeutic trances: The cooperation principie in Ericksonian


hypnotherapy, Nueva York, Brunner/Mazel.

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Nueva York, Norton.

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KlNG, M. y ClTRENBAUM, C. (1993), Existential hypnotherapy, Nueva York,


Guilford.

KROGER, W. (1977), Clinical and experimental hypnosis in medicine, dentristry and


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SARBIN, T. y COE, W. (1972), Hypnosis: A social psychological analysis of influence
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SPIEGEL, H. y SPIEGEL, D. (1987), Trance and treatment: Clinical uses of hypnosis,


Washington, DC, American Psychiatric Press.

WEITZENHOFFER, A. (1989), The practice of hypnotism, vols. 1-2, Nueva York,


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Guilford.

YAPKO, M. (1990), Trancework: An introduction to the practice of clinical hypnosis


(2a ed.), Nueva York, Brunner/Mazel.

ZEIG, J. (comp.) (1982), Ericksonian approaches to hypnosis and psychotherapy,


Nueva York, Brunner/Mazel.
CAPÍTULO 2: Ampliar perspectivas

La palabra hipnosis se ha usado en exceso, hasta el punto de que se le ha


robado todo significado real. Cuando una palabra llega a describir tantas
experiencias diferentes como ésta es muy probable que se produzcan
equivocaciones, falsas etiquetas y conceptos erróneos que, en última instancia,
lleven a la confusión. Hasta la fecha no existe una definición comúnmente
aceptada de hipnosis ni parece que vaya a aparecer ninguna próximamente.
Como se verá más adelante, tampoco existe una teoría única que unifique y
represente sus diferentes facetas. Algunos teóricos, investigadores y clínicos
destacados han señalado esto con frustración y han pedido que se prestara más
atención a la necesidad que existe de mayor claridad y a la naturaleza de la
hipnosis (Hall, 1989; Hilgard, 1973, 1991; Lynn y Rhue, 1991; Rossi. 1993).

Como la hipnosis es una palabra que expresa tantas experiencias


diferentes, la persona media llega a creer que «hipnosis es hipnosis»
independientemente del contexto en el que se aplique. Incluso los profesionales
bien formados que no han recibido entrenamiento en hipnosis son muchas
veces escépticos respecto a su utilización en contextos clínicos. Se preguntan si
difiere considerablemente de las tonterías que han visto hacer en los escenarios.

Los defensores de la hipnosis se han dado cuenta de esta tendencia hace


tiempo, sintiéndose generalmente más incomprendidos como grupo que otros.
Aun así, el término sigue prácticamente sin alteraciones en el uso común.

Al menos hay que decir que organizar los conceptos y técnicas de la


hipnosis para establecer una definición útil es una tarea difícil. En este sentido,
pueden ser útiles los puntos de vista de otras personas para ilustrar la amplia
gama de perspectivas sobre la hipnosis que existen en el campo. Si se revisan
diversas definiciones de hipnosis, normalmente se encuentran algunas como
éstas:

1. La hipnosis es una imaginación guiada. El hipnotizador, ya sea otra


persona (heterohipnosis) o uno mismo (autohipnosis) actúa como una guía para
ver la experiencia como fantasía (Barber, 1979; Barber, Spanos y Chaves, 1974).
2. La hipnosis es un estado alterado de conciencia que es natural. La
persona entra en un estado hipnótico, un estado claramente diferente del estado
«normal», a través de un proceso natural que no implica la ingestión de
ninguna sustancia ni de otros tratamientos físicos (Ludwig, 1966; Ludwig y
Levine, 1965; Tart, 1969).

3. La hipnosis es un estado relajado e hipersugestionable. La persona entra


en un estado muy relajado de mente y cuerpo, y posteriormente responde más a
la sugestión (Edmonston, 1991; Miller, 1979).

4. La hipnosis es un estado de intensa concentración, que se centra y


maximiza en una sola idea o estímulo sensorial cada vez (Spiegel y Spiegel,
1987).

El proceso de la intervención clínica se puede describir como series de


comunicaciones intercambiadas entre el clínico y el cliente (Araoz, 1985;
Watzlawick, 1978). Independientemente de la orientación terapéutica del
cliente, éste está usando las comunicaciones de su cliente para evaluarle y sus
propias comunicaciones como vehículo para la terapia. Una comunicación
terapéutica es aquella que influye de alguna manera en la persona que se siente
mal para que se sienta o se comporte de una forma diferente considerada
adaptativa o beneficiosa (Zeig y Rennick, 1991).

La esencia de lo que estoy explicando aquí es la comunicación y la


influencia interpersonal, que es precisamente donde se impone la hipnosis. Si se
rechaza la visión pasiva de la hipnosis como un simple estado subjetivo interno
de la persona, y se considera la dinámica de la comunicación interpersonal que
emplea el clínico para influir en el cliente y lograr que tenga una experiencia
hipnótica inducida, entonces se abre un nuevo mundo rico y complejo. Algo en
la comunicación del hipnotizador y del psicoterapeuta tiene componentes
específicos que permiten alterar la experiencia subjetiva del cliente y que tenga
lugar la influencia terapéutica (Watzlawick, 1985). Acercarse a la hipnosis desde
este punto de vista interaccional pone el énfasis en el hecho de ser un
comunicador eficaz. Eso significa ser capaz de reconocer los estilos de
pensamiento de los demás y organizar las propias comunicaciones de manera
competente para maximizar las posibilidades de ser entendidas a uno o más
niveles, y de ser integradas de forma que resulten beneficiosas (Gilligan, 1987).

Cuando se cambia la manera de pensar respecto a la hipnosis (y a la


terapia también, a ese respecto) para centrarse en dimensiones de comunicación
que aumenten el potencial de influir en la experiencia de otra persona, el énfasis
se centra mucho menos en el ritual y en conseguir un nivel de hipnosis
particular y más en el uso de palabras y gestos de manera específica (Haley,
1973). Así, los elementos de cualquier secuencia de comunicación pueden tener
cualidades hipnóticas (por ejemplo, absorbentes e influyentes) sin ser
formalmente hipnosis (Watzlawick, 1985). Este punto en particular permite que
el estudio de la hipnosis tenga incluso un valor potencial mayor para cualquiera
que trabaje con personas. Incluso si uno elige no ser un experto en realizar
hipnosis formal, se puede beneficiar en gran medida del aprendizaje de
diversos aspectos de la comunicación efectiva. Después de todo, una palabra o
frase usada de manera insensible puede entorpecer e incluso impedir un
resultado positivo en el tratamiento. De la misma manera, una palabra o frase
usada de manera sensible puede fomentar una creencia positiva que mejore de
manera espectacular las oportunidades de un resultado exitoso.

Creo que es importante reconocer la naturaleza siempre presente de la


influencia interpersonal. En un curso en el que he dado clase muchas veces de
psicología social normalmente afirmo al principio de la clase que «haréis cosas
cuando estéis solos que no haríais si hubiera alguna persona cerca».* Reconocer
los elementos hipnóticos de las situaciones cotidianas es una habilidad que
puede permitir ver la hipnosis de manera más flexible y con mayor éxito
(Erickson, 1958).

Al defender la hipnosis clínica como un proceso de comunicación


influyente, estoy eliminando el énfasis en la necesidad de representar rituales
hipnóticos estructurados para obtener la hipnosis que es lo que yo llamo
«hipnosis formal». La creciente popularidad de técnicas de hipnosis indirectas
para llevar a cabo métodos más directos es el resultado directo del
reconocimiento de que la experiencia de una persona se puede guiar
hipnóticamente y que son posibles las respuestas hipnóticas sin que tenga lugar
ninguna inducción formal (Wagstaff, 1991; Watzlawick, 1985). Puesto que la
hipnosis es, en algunos aspectos, una experiencia cotidiana, lo que hace todo
buen hipnotizador es crear fenómenos hipnóticos deliberadamente en vez de
esperar a que ocurran de manera azarosa. Ningún hipnotizador crea
experiencias fuera de la esfera de lo que ocurre rutinariamente a la gente en
otros contextos. Cuando describa los fenómenos hipnóticos más adelante, este
punto quedará mucho más claro.

Definir la hipnosis como un proceso de comunicación influyente es una


definición extremadamente general, incluso en exceso. Tal como ocurre con
frecuencia cuando uno intenta definir conceptos abstractos, sólo se puede
ofrecer una definición más precisa cuando se pueden considerar las variables de
un contexto específico. Estoy sugiriendo definiciones de hipnosis flexibles y
situacionales. En dichas definiciones se incluirá la experiencia subjetiva del
cliente, claramente ausente de los comentarios que he hecho hasta ahora y que
se comentará ampliamente más adelante.

* El hecho, por supuesto, es que la mera presencia de otra persona altera


nuestra conducta. No es cuestión de si uno influye en la gente (uno
indudablemente lo hace) sino que la pregunta es cómo se influye. Aprender a
usar los patrones de influencia de manera responsable y al mismo tiempo
respetar la integridad de aquellos con los que trabajamos es un cuestionamiento
agotador. Por supuesto que los patrones de influencia no sólo existen en los
contextos de la terapia o la hipnosis. Si se es observador se pueden ver
literalmente en cualquier lugar en el que surja una interacción social.
Bibliografía

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approach to hypnosis», en S. Lynn y J. Rhue (comps.), Theories of hypnosis:
Current models and perspectives, Nueva York, Guilford, págs. 275-302.
CAPÍTULO 3: Los orígenes del mito

En la práctica de la hipnosis clínica, las ocasiones en las que uno se enfrenta a la


desinformación son constantes. Muchos conceptos erróneos son predecibles, lo
que hace su identificación y corrección más fácil. La mayoría de la gente tiene
una visión estereotipada de la hipnosis, como una forma poderosa de control
mental, y la mayoría de concepciones equivocadas se basan en dicha noción
(Levitan y Jevne, 1986; Mann, 1986; Udolf, 1981; Wester, 1984).

Para implicar al cliente en una discusión sobre sus creencias y


expectativas respecto a las experiencias hipnótica y psicoterapéutica es
necesario asegurarse de que sabe lo suficiente como para tomar decisiones
sensatas respecto al tratamiento. Puesto que la comprensión que el cliente tiene
del proceso es probable que sea imprecisa, incompleta o ambas, el profesional
ético y competente puede proporcionar a la persona tanta información como
requiera para que participe en el proceso de manera cooperativa y positiva. Se
observará que he dicho que se debe dar tanta información como la persona
«requiera», lo que implica que en muchos casos la cantidad de información
dispensada puede ser marginal, mientras que en otros casos es esencial. Las
necesidades individuales difieren, y sólo comunicándonos claramente con el
cliente descubriremos cuáles son las suyas. Sin embargo, generalmente un
cliente bien informado está en una posición mucho mejor para conseguir una
colaboración significativa en la terapia (Kirsch y Council, 1992).

Sólo implicando a la persona que busca ayuda en una exposición sobre


sus creencias y expectativas se puede descubrir cuánto sabe y cuánto de lo que
sabe no es así. Hay tres preguntas básicas que a mí me han resultado muy útiles
en esta situación: ¿ha tenido alguna vez una experiencia con la hipnosis?, ¿fue
una experiencia personal o es algo que vio, leyó o sobre lo que oyó hablar?,
¿qué impresiones se formó?

Si el cliente ha tenido alguna experiencia personal con la hipnosis, sería


bueno poder hacer algunas preguntas como: ¿cuál fue la situación en la que la
experimentó?, ¿quién era el hipnotizador y cuáles eran sus títulos?, ¿cuál fue la
explicación que le dieron?, ¿qué técnicas utilizaron con usted?, ¿fue una
experiencia exitosa?, ¿por qué o por qué no?, ¿cómo se sintió respecto a la
experiencia?, ¿por qué razón —o razones— busca más experiencias con la
hipnosis? La información recogida será vital para determinar el enfoque del
terapeuta. A veces hacer muchas preguntas puede ser amenazador y aburrido
para el cliente, y se debe realizar de forma amable; no se recomienda hacer
interrogatorios policiales (Erickson y Rossi, 1979; Moore, 1982).

Si la persona no ha tenido ninguna experiencia personal, se le podrían


hacer preguntas como: ¿ha visto alguna vez una demostración de hipnosis?,
¿había oído hablar de ella?, ¿en qué contexto?, ¿cómo había oído que se debía
usar?, ¿conoce personalmente a alguien que la haya experimentado?, si conoce a
alguien, ¿cómo le describió esa persona la experiencia? Al hacer algunas de
estas preguntas se puede descubrir cuáles son las experiencias y actitudes del
cliente. Se pueden afrontar las ideas falsas, aliviar los miedos poco realistas y
estimular un sistema de creencias positivo (Weitzenhoffer, 1957; Zilbergeld,
1986).

Es especialmente importante preguntar sobre técnicas hipnóticas


específicas que el cliente pueda haber experimentado previamente. Si ha
experimentado un procedimiento que fue ineficaz o desagradable, usar una
técnica similar es una forma de asegurarse un fracaso similar. Si no se pregunta
específicamente sobre experiencias anteriores, se corre el riesgo de duplicar sin
saberlo experiencias pasadas negativas.

Si el cliente no ha tenido experiencias personales con la hipnosis pero


está indirectamente familiarizado con ella a través de programas de
entretenimiento en los medios de comunicación o de la experiencia de algún
conocido, todavía es más importante descubrir sus creencias y actitudes. Las
historias de segunda o tercera mano procedentes de amigos «entendidos»
suelen llegar distorsionadas y pueden ser tan engañosas como la versión de la
hipnosis que tiene el artista. Muchos clientes tienen miedo del potencial
«control de la mente», pero buscan una «varita mágica» que les ofrezca
resultados rápidos (Thompson, 1988).

El aspecto más importante que plantea la mayoría de la gente, hayan


experimentado la hipnosis o no, es el del «control». El miedo del cliente a
perder el control es un gran obstáculo con el que es probable que se encuentre
uno. De una forma u otra, casi todas las ideas erróneas están relacionadas con
este miedo. Si no se reconoce y se trata de una manera positiva,
indudablemente dificultará o incluso impedirá el logro de resultados
terapéuticos. La creencia de que la hipnosis tiene el poder de reducir el
autocontrol de la persona es algo que se ha fomentado de todas las maneras
mencionadas antes. Hasta que no se tiene una experiencia hipnótica terapéutica
en una atmósfera de cuidado y profesionalismo, el miedo puede parecer realista
(Murray-Jobsis, 1986).
Bibliografía

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CAPÍTULO 4: Responder a los conceptos erróneos

Tomarse el tiempo de identificar y corregir los conceptos erróneos puede


ayudar a evitar la cuestión del control, sobre todo si se enfatiza el aspecto
naturalista de la hipnosis mediante ejemplos cotidianos tomados directamente
de la experiencia rutinaria del cliente (Erickson y Rossi, 1979; Golden, 1986).
Además, se puede reforzar al cliente diciéndole que la persona hipnotizada
mantiene un autocontrol prácticamente total durante la experiencia. Los clínicos
tienen que ser sensibles a la cuestión del control y responder a ella de manera
significativa, ya sea directa o indirectamente. Evitar este asunto puede producir
ansiedad en el cliente que ya no está seguro y crear una fuerza («resistencia»)
que va en contra de los propósitos del tratamiento. Si el cliente tiene la
sensación de que perderá el control de forma inmediata, el resultado típico será
una lucha de poder con el clínico. ¿Desearía alguien que le hipnotizaran si
pensara que iba a perder el control de sí mismo? El objetivo es hacer todo lo que
se pueda para evitar dicha lucha de poder y para definir la relación como de
cooperación (Gilligan, 1982; Grinder y Bandler, 1981). Después de todo,
realmente no hay manera de ganar una lucha de poder con el cliente; ¡para
ganar, todo lo que él o ella tiene que hacer es nada!

Hay una paradoja que está presente en la hipnosis y en la psicoterapia.


Jay Haley (1963) la describió en términos del mensaje aparentemente
contradictorio del hipnotizador: «Sólo le puedo hipnotizar si usted se hipnotiza
a sí mismo; sólo le puedo ayudar si usted se ayuda a sí mismo». Esencialmente
el mensaje enfatiza la responsabilidad y el control del cliente, que éste comparte
con el clínico. Si yo le digo a alguien: «Aquí te estoy dando mi control», ¿quién
controla realmente? Si yo tengo el control, todo lo que estoy haciendo es
suspender mi decisión de ejercitar mis elecciones y usar en su lugar las de la
otra persona. Sin embargo, sigo estando libre para empezar a ejercitar mis
elecciones de nuevo en cualquier momento si tengo que hacerlo o quiero.

Identificar y corregir los conceptos erróneos alivia el miedo y la


incertidumbre, y estimula las expectativas realistas. Las expectativas poco
realistas, ya sean en el extremo de querer que la hipnosis sea una «varita
mágica» que efectúe curas instantáneas para problemas complejos o, por el
contrario, sentir que el problema no tiene solución, en general es probable que
reduzcan la eficacia de la terapia. Dichos obstáculos son innecesarios: se pueden
evitar proporcionando una información correcta y asegurándose de que los
clientes están informados al aceptar el tratamiento (Kroger, 1977; Spiegel y
Spiegel, 1987).

En este capítulo se describen los conceptos erróneos que se encuentran


con más frecuencia respecto a la hipnosis clínica. A medida que uno se
familiariza más con este campo, responder a ellos se vuelve algo automático. Es
sorprendente saber cuántas personas, incluidos los «hipnotizadores», creen en
algunos de ellos.

Concepto erróneo: lo que causa la hipnosis es el poder del hipnotizador

En el contexto clínico, el hipnotizador es capaz de usar sus habilidades


de comunicación para que el cliente acepte sugestiones, pero no hay otro
control sobre el cliente que el que él da al hipnotizador. Si permites que alguien
te guíe a través de una experiencia sugerida, ¿quién es el que tiene el control? El
hipnotizador puede dirigir la experiencia del cliente, pero sólo en la medida en
que éste lo permita. Se trata claramente de una relación de respuesta mutua
(Gilligan, 1987; Stanton, 1985).

Concepto erróneo: sólo se puede hipnotizar a ciertos tipos de personas

En la práctica existen personas en las que resulta claramente más difícil


inducir la hipnosis que en otras. Dichas personas no suelen ser menos capaces
que las demás, sino que son menos reactivas por una amplia gama de razones
como: tener miedo a perder el control, tener dificultad para distinguir entre
estados internos ambiguos (para ellos) como la tensión o la relajación, tener
miedo a los cambios inminentes, ser conscientes de factores situacionales
negativos, etc. Cuando se identifica y se resuelve la causa de la resistencia, la
persona «difícil» puede pasar de ser un sujeto poco hipnotizable a uno
razonablemente hipnotizable (Araoz, 1985; Barber, 1980).
Concepto erróneo: cualquiera que sea hipnotizable debe tener una mente
débil

Puesto que prácticamente todo el mundo entra en estados hipnóticos


espontáneos y regulares con cierta frecuencia, la capacidad para ser
hipnotizado no se correlaciona de manera fiable con rasgos de personalidad
específicos. Esta idea errónea en particular se refiere a la imagen del
hipnotizador todopoderoso, y se basa en la creencia de que para que éste
controle a alguien, la persona debe tener poca o ninguna voluntad propia
(Weitzenhoffer, 1989).

Concepto erróneo: una vez que alguien ha sido hipnotizado no puede


resistirse

Esto se refiere a la idea de que el hipnotista controla la voluntad de los


sujetos y que una vez que uno «sucumbe a su poder» está para siempre a su
merced. Por supuesto, nada más lejos de la verdad puesto que el proceso
hipnótico es una interacción clínica basada en el poder mutuo compartido para
conseguir cierto resultado terapéutico deseado. Si un cliente, por cualquier
razón, elige no continuar con la hipnosis, no continuará. La naturaleza del
proceso hipnótico siempre está determinada por el contexto. Incluso los clientes
más sensibles pueden decidir no seguir adelante con la sugestión de un
hipnotista si es eso lo que quieren. La experiencia previa, sea buena o mala, no
es el único factor determinante para lograr la hipnosis o no. La comunicación y
los factores de relación del contexto particular en el que se lleva a cabo son las
variables clave que ayudarán a determinar el resultado (Barber, 1991; Diamond,
1987).
Concepto erróneo: se puede hipnotizar a alguien para que diga o haga algo en
contra de su voluntad

Este es uno de los aspectos más acaloradamente debatidos en el campo


de la hipnosis. La capacidad para influir en las personas y para que hagan cosas
en contra de su propia voluntad existe. Apenas hay dudas respecto a que se
puede manipular a una persona negativamente para que haga cosas
aparentemente incoherentes con sus actitudes y creencias anteriores. Para
decirlo de una manera simple, el lavado de cerebro y otras influencias funestas
existen. Sin embargo, la condición necesaria para efectuar dicha influencia
poderosa no suele emerger en el contexto terapéutico. En otras palabras, es
posible controlar a otra persona bajo ciertas condiciones, pero dichas
condiciones no son en sí mismas hipnosis, y están bastante lejos de las
aplicaciones éticas y juiciosas de la misma, que promueve este libro
(Weitzenhoffer, 1989).

Concepto erróneo: ser hipnotizado puede ser peligroso para la salud

Esta idea fomenta, de manera intensa, el miedo de la gente. De hecho


existe una base legítima para preocuparse por el uso de la hipnosis, pero la
preocupación no debería ser respecto a que la experiencia haga daño a nadie,
sino respecto a quién practica la hipnosis y a cómo lo hace. La hipnosis en sí no
es perjudicial, pero un profesional incompetente o poco ético puede hacer daño
mediante una ignorancia absoluta de la complejidad de la mente de la persona
o mediante una falta de respeto por la integridad de cada ser humano
(Frauman, Lynn y Brentar, 1993; Kleinhauz y Eli, 1987; MacHovec, 1986).

En términos de daño emocional potencial, la hipnosis en sí no puede


causar daño; las dificultades pueden surgir debido al contenido de una sesión o
a la incapacidad del clínico para guiar de manera efectiva al cliente. Por
supuesto, existen las mismas condiciones en cualquier relación de ayuda en la
que una persona siente malestar, vulnerabilidad y busca alivio. Un profesional
de la ayuda sin experiencia o sin formación puede ofrecer inadvertidamente un
mal consejo (no es frecuente, y si ocurre no es intencional), desinformación,
hacer promesas grandiosas, equivocarse en el diagnóstico de un problema o en
sus dinámicas, o no hacer nada y desperdiciar el tiempo y el dinero del cliente.
La otra cara de este tema y la razón para desarrollar habilidades en
técnicas hipnóticas es el considerable beneficio emocional que puede generar.
La hipnosis tiene la capacidad de aumentar los sentimientos de autocontrol en
las personas y, por lo tanto, su confianza en sí mismos y de esta manera puede
ser un medio poderoso para resolver problemas emocionales y para sentir
bienestar. Es esencial que el clínico tenga conocimientos y habilidades
suficientes para utilizarlos con ese fin, puesto que es evidente que cualquier cosa
que tiene la capacidad de curar también tiene la capacidad de hacer daño.

Concepto erróneo: la persona se vuelve inevitablemente dependiente


del hipnotista

La hipnosis, como herramienta terapéutica, en sí misma no produce


ningún tipo de dependencia mayor del que pueda producir cualquier otra como
un contrato conductual, la asociación libre analítica o un test de inteligencia. La
dependencia es una necesidad que todos tenemos en cierto grado. En mayor o
menor medida todos dependemos de otros para cosas que sentimos que son
importantes para nuestro bienestar. En el contexto de las profesiones
asistenciales especialmente, las personas buscan ayuda en un momento en el
que son fáciles de herir y vulnerables. Dependen del clínico para que les ayude,
les consuele y les cuide. El terapeuta sabe que una de las metas últimas del
tratamiento es ayudar a la persona a tener independencia y confianza en sí
misma. En vez de fomentar la dependencia animando indirectamente al cliente
a que vea al clínico como la fuente de respuestas a todos los infortunios de su
vida, la hipnosis usada de manera adecuada puede ayudar a la persona que
sufre a que mire hacia dentro y use las muchas experiencias que ha adquirido a
lo largo de su vida y que se pueden usar terapéuticamente. Con la meta de la
confianza en uno mismo y el uso del poder personal es coherente la enseñanza
de la autohipnosis para todos aquellos con los que se trabaja (Alman y
Lambrou, 1992; Fromm y Kahn, 1990; Sanders, 1991; Simpkins y Simpkins,
1991).

Hay un viejo dicho, «si das a un hombre un pez le has dado una comida.
Si le enseñas a pescar le has dado un medio de vida». Enseñar autohipnosis
puede permitir el surgimiento de un mecanismo autocorrector que asegure a
aquellos con los que se trabaja que tendrán mayor control sobre sus vidas, y da
al terapeuta la seguridad de que ha hecho bien su trabajo.
Concepto erróneo: en la hipnosis uno puede quedar «bloqueado»

La hipnosis es un estado de atención centralizada, ya sea dirigida hacia


dentro o hacia fuera. La controla el cliente, quien puede iniciar o terminar la
experiencia en el momento en que él o ella elijan (Kirsch, Lynn y Rhue, 1993;
Watkins, 1986).

Concepto erróneo: la persona está dormida o inconsciente durante la hipnosis

¡Estar hipnotizado no es estar dormido! La experiencia de la inducción


formal de la hipnosis se parece al sueño desde el punto de vista físico
(disminución de la actividad, relajación muscular, enlentecimiento de la
respiración, etc.) pero desde el punto de vista mental el cliente está relajado
aunque alerta. Siempre está presente cierto nivel de consciencia de actividades,
incluso en los estados más profundos de hipnosis (Weitzenhoffer, 1989). En el
caso de los estados hipnóticos espontáneos e informales, la consciencia es
incluso más marcada puesto que la relajación física no tiene que estar presente.

Puesto que la hipnosis no es el sueño, e incluso el cliente profundamente


hipnotizado está orientado en cierta medida hacia la realidad externa, el uso de
frases arcaicas como «duerma profundamente» no son apropiadas para la
experiencia del cliente y por eso no se deberían usar.

Concepto erróneo: la hipnosis implica siempre un monótono ritual de


inducción

Si se consideran los aspectos de comunicación de la hipnosis se puede


ver que, hasta cierto punto, ésta se produce cuando alguien dirige y centra la
atención en las ideas y sentimientos que desencadena la comunicación del guía.
Mientras la atención de una persona se dirige de manera absorbente ya sea
internamente hacia alguna experiencia subjetiva o externamente hacia algún
estímulo externo (que a su vez crea una experiencia interna) se está
experimentando cierto grado de hipnosis.

Para que se produzca la hipnosis, ésta no necesariamente tiene que ser


inducida formalmente. De la misma manera, los diversos fenómenos hipnóticos
clásicos pueden producirse (y se producen) de manera rutinaria fuera de la
experiencia hipnótica formal (Kirsch y Council, 1992). La comunicación tiene
propiedades de condicionamiento, y si se usa en forma de ritual de inducción
monótono o en forma de comentario informal, tiene la capacidad de influir en
las experiencias de los demás y, por lo tanto, de tener efectos hipnóticos.

Concepto erróneo: se debe estar relajado para poder ser hipnotizado

Se ha descrito la hipnosis como un estado de atención concentrada que


varía de intensidad en función de las características individuales y contextuales.
También se mencionó antes la idea de que la hipnosis se puede producir
espontáneamente mientras se está conversando, leyendo y en un número
incontable de casos en los que se fija la atención. Se puede estar ansioso, incluso
sentir un profundo suspense y aun así estar centrado, como «atrapado en un
misterio». Así, la relajación física no es un prerrequisito necesario para que se
produzca la hipnosis (Banyai, Zseni y Tury, 1993; Malott, 1984).

Concepto erróneo: la hipnosis es una terapia


La hipnosis no es una terapia. Más bien es una herramienta terapéutica
que se puede utilizar en una variedad infinita de formas, no se alinea con
ninguna orientación teórica o práctica. En un sentido amplio, es una parte de
todas las psicoterapias y, por dicha razón, una parte de todas las interacciones
en las que una persona se acerca a otra y le influye (Kirsch, Lynn y Khue, 1993;
Lankton, 1982).

Concepto erróneo: la hipnosis se puede usar para recordar con precisión todo
lo que le ha pasado a una persona

Es necesario que los clínicos entiendan cómo funciona la memoria para


tratar mejor este aspecto tan importante de la persona. Algunos han comparado
la mente con un ordenador en el que todos los recuerdos están almacenados con
precisión y están disponibles para una recuperación posible. Sin embargo, la
metáfora del ordenador es imprecisa. La mente no recibe la información simplemente y
la almacena de forma exacta para recordarla después de forma precisa. De hecho, los
recuerdos se almacenan en base a las percepciones, y por lo tanto están sujetos a
las mismas distorsiones que las percepciones. Las personas pueden «recordar»
cosas que realmente no ocurrieron, pueden recordar fragmentos seleccionados
de una experiencia y pueden tomar trozos de múltiples recuerdos y
combinarlos en un falso recuerdo (McConkey, 1992; Orne, 1984; Yapko, 1994).
Este tema está en el centro de un rabioso debate que divide amargamente en
estos momentos a la profesión de la salud mental. Trataré este tema con más
profundidad en un capítulo posterior.

Conclusión sobre los conceptos erróneos

La manera en que uno conceptualiza la hipnosis y la mente determina


casi totalmente los límites que le pone la utilización de la primera y a sus
clientes. Se recomienda a los lectores que reflexionen cuidadosamente sobre lo
que piensan de la hipnosis como herramienta de tratamiento, y que revisen la
bibliografía existente para clarificar sus creencias.
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CAPÍTULO 5: La hipnosis teóricamente hablando

La manera como uno conceptualiza la hipnosis tiene profundas implicaciones


en sus aplicaciones potenciales. Durante las últimas décadas, ha habido muchas
perspectivas que diferían bastante respecto a qué es esa misteriosa fuerza
llamada «hipnosis».

Todas las teorías de la hipnosis desarrolladas a lo largo de los años son


útiles a la hora de describir uno o más aspectos de la misma, pero ninguna se
puede considerar que tenga la última palabra para describir el proceso o la
experiencia de la hipnosis. Los siguientes son algunos de los modelos y
perspectivas más destacados.

1. La hipnosis como disociación. El supuesto subyacente es que hay


múltiples sistemas cognitivos que normalmente trabajan de forma sinérgica
bajo un control primario o ejecutivo. Durante la hipnosis, los subsistemas
normalmente integrados se disocian entre sí a diversos niveles y son capaces de
dar respuestas independientes y multinivel ante las sugestiones del hipnotista
(Bowers y Davidson, 1991; Evans, 1991; Hilgard, 1977,1979, 1986, 1991).

2. La hipnosis como regresión psicológica. Es vista como una forma


especial de regresión psicológica caracterizada por un cambio a procesos de
pensamiento primarios más primitivos y por un aumento de la transferencia
hacia el hipnotista como figura de autoridad casi arquetípica (por ejemplo,
parental) (Fromm, 1992; Nash, 1987).

3. La hipnosis como relajación. La relajación se considera como la fuente


de la que derivan todos los fenómenos como la regresión y la disociación
(Edmonston, 1977, 1981, 1991).

4. La hipnosis como fenómeno sociocognitivo. Las perspectivas


sociocognitivas sostienen que la hipnosis no es una experiencia particular o
única, sino que está definida sólo por el contexto social en el que se produce y a
través de la manera en que los participantes consideran las respuestas
hipnóticas etiquetándolas como tal (Kirsch, 1991; Spanos, 1991a, 1991b;
Wagstaff, 1991).
5. La hipnosis como estado permisivo. El enfoque autoritario que tienen
los clínicos con una orientación más tradicional es la base para la descripción
que hace esta teoría de la conducta del cliente como pasiva y permisiva.
Específicamente, un cliente permisivo se caracteriza por permitir que el clínico
dirija su experiencia, expresando pocos o ningún deseo propio. Se espera que el
cliente responda tanto como pueda a la guía del clínico, y así opere en un rol
secundario y reactivo en la relación. En esencia, se ve al cliente como un
receptáculo pasivo de las sugerencias autoritarias del clínico. La incapacidad
del cliente para responder a las sugestiones directas del clínico y satisfacer así a
éste último, es la base de lo que en este modelo se ha catalogado como
«resistencia» (Weitzenhoffer, 1989).

6. La hipnosis como role playing. Existe una gran cantidad de confusión


y de especulación respecto a si la realidad es una condición de la experiencia
humana que se puede llamar «hipnosis». Los gráficos de ondas cerebrales, las
medidas de cambios bioquímicos en el cuerpo, y las lecturas objetivas de la
actividad en el sistema nervioso son, en el mejor de los casos, ambiguas para
ayudar a definir el fenómeno. La naturaleza de la hipnosis es extremadamente
subjetiva y, hasta la fecha, se ha resistido a las mediciones objetivas. De hecho,
hay algunos teóricos (Coe y Sarbin, 1991; Sarbin y Coe, 1972) que han adoptado
una perspectiva sociocognitiva particular sugiriendo que la hipnosis como
entidad de conciencia única y separada no existe realmente. Desde su punto de
vista sólo hay hipnosis cuando alguien desea representarla. En otras palabras, el
cliente no entra realmente en una dimensión de conciencia que difiera de forma
apreciable de ninguna otra. Más bien la persona desempeña el papel de cómo se
supone que es y actúa y del aspecto que tiene un sujeto hipnotizado, y cumple
las sugerencias del hipnotizador a este respecto.

El apoyo a esta perspectiva proviene de diversas investigaciones que


normalmente implican a un grupo de sujetos a los que se les da la instrucción
de que se comporten «como si» estuvieran hipnotizados y se mezclen con un
grupo de sujetos formalmente hipnotizados. Se desafió a unos cuantos
«expertos» para que descubrieran qué personas estaban realmente hipnotizadas
y cuáles no. Los sujetos que representaron la conducta hipnótica fueron
extremadamente convincentes y lograron confundir a los expertos.

7. La hipnosis como un estado de conciencia alterado. La experiencia de


la hipnosis se ha conceptualizado también como un estado de conciencia
alterado (Fromm, 1992; Tart, 1969). Desde esta perspectiva se considera el
estado hipnótico como un estado único y separado distinto del normal. A partir
de este punto de vista la hipnosis es un estado creado artificialmente mediante
el proceso de inducción, que altera la experiencia fenomenológica de la persona
limitando la atención a las sugestiones que se le ofrecen.
Esta perspectiva ha sido popular a lo largo de la historia debido a que
reconoce que las personas hipnotizadas pueden experimentar cosas que
superan su capacidad normal. La idea de un estado de conciencia alterado
permite dicha posibilidad, y también permite que la proporción variable de
personas que pueden experimentar dicho estado se describan en las estadísticas
de susceptibilidad.

La pregunta clave es ésta: si la hipnosis es un estado alterado de


conciencia, ¿de dónde proviene la alteración? Claramente, el estado que surge a
partir de una interacción hipnótica formal en el que una persona hipnotizada
experimenta su cuerpo como insensible, por ejemplo, no es una experiencia
cotidiana. Obviamente algo ha cambiado ¿pero qué? ¿y cómo? Esto sigue siendo
un misterio. Se ha señalado antes que los intentos de medir objetivamente la
existencia del estado hipnótico a través de niveles químicos y eléctricos no ha
tenido éxito. Por lo tanto, ha surgido una visión de la hipnosis relacionada con
ésta, es decir, la de las dimensiones naturalistas y cotidianas de la experiencia
hipnótica (Erickson y Rossi, 1979; Zeig, 1991).

8. La visión de la hipnosis como contrastación con la realidad. Obtener


retroalimentación (feedback) de los sentidos respecto a nuestra relación con el
mundo que nos rodea es un proceso llamado «contrastación con la realidad».
Este proceso normalmente es tan inconsciente que lo damos por supuesto.

Esta visión de la hipnosis teoriza que, cuando se entra por primera vez
en un estado hipnótico, el proceso continuo de contrastación con la realidad es
marcadamente reducido. Cuando uno suspende el proceso de obtener
retroalimentación del mundo que le rodea centrándose en sus procesos
internos, que es lo que caracteriza a la mayoría de las experiencias hipnóticas
(aunque la hipnosis se puede centrar en aspectos externos), uno pierde
cualquier orientación que esté fuera de su experiencia interna. Al suspender la
contrastación objetiva con la realidad la persona es libre para aceptar cualquier
realidad que se le sugiera. La realidad sugerida, independientemente de que sea
verdadera o falsa, determinará la calidad y la cantidad de las respuestas
emocionales y conductuales de la persona (Lynn y Rhue, 1991; Shor, 1959).

9. La propiedad condicionadora de las palabras y las experiencias. El


lector está leyendo esta página llena de marcas negras con diversas
configuraciones. Los patrones de configuración establecen lo que uno llega a
reconocer (tras años de aprendizaje y experiencia) como palabras. A medida
que uno lee cada palabra en una secuencia fija de izquierda a derecha, la asimila
y la vincula a la experiencia que tiene de lo que significa para él/ella. Las
palabras de esta página no significan nada para un lector hasta que éste no les
da un significado, y el significado sólo puede provenir de su propia experiencia
de saber lo que representan las palabras.

Lo más importante es que uno use su propia experiencia individual para dar
significado a una palabra. Por lo tanto, una misma palabra significará
inevitablemente cosas diferentes para diferentes personas. Cuanto más
abstracta sea una palabra, más cierto será esto.

Las palabras son estímulos condicionados que representan experiencias


internas. También los gestos son estímulos condicionados que surgen a partir de
experiencias repetidas de aprender lo que significan. Así, el significado está en
la persona, no en las palabras. Las personas son individuos y cada uno se
comunica a su manera. La comunicación hipnótica eficaz permite a las personas
interpretar y responder de formas propias y únicas a las posibilidades sugeridas
por el clínico (Bandler y Grinder, 1975, 1979; Grinder y Bandler, 1976; Lankton,
1979).

10. La hipnosis es un resultado interaccional. En los métodos hipnóticos


más tradicionales la inducción hipnótica era algo que el terapeuta «hacía a» un
sujeto. En un enfoque estandarizado y no individualizado, era algo que un
sujeto se hacía a sí mismo en respuesta al enfoque impersonal de las sugestiones
del hipnotizador. En el enfoque de la utilización, la responsabilidad de la
experiencia de la hipnosis la comparten el clínico y el cliente, en el sentido de
que deben estar atentos y responder al otro. El clínico, para tener éxito, debe
responder a las necesidades del cliente y adaptar su enfoque a ellas para que el
cliente responda a las posibilidades de cambio sugeridas por él. La relación es
de mutua interdependencia y en ella cada uno sigue la iniciativa del otro y al
mismo tiempo, paradójicamente, toma la iniciativa (Erickson y Rossi, 1979;
Erickson, Rossi y Rossi, 1976; Zeig, 1991).

El punto de vista interaccional enfatiza la sensibilidad y el respeto por el


cliente, lo que resulta ideal en los contextos terapéuticos. Sin embargo, es
evidente que esos factores no han de estar necesariamente presentes para que se
produzca la hipnosis. Después de todo, el hipnotizador de espectáculos no tiene
ninguna relación especial con sus sujetos y, desde luego, no es sensible ni
responde a sus características personales únicas.

11. Perspectivas biológicas de la hipnosis. La fuerte relación existente


entre la mente y el cuerpo es claramente evidente en las interacciones
hipnóticas y ha llevado a formulaciones teóricas que defienden la existencia de
una base biológica en la predisposición a la hipnosis. Spiegel y Spiegel (1987)
describieron la calidad de la interrelación entre los dos hemisferios cerebrales
como la base de la sensibilidad a la hipnosis. Rossi (1982, 1991) postuló un ciclo
biológico natural que alterna la atención y la relajación y que psicológicamente
se produce en ciclos que oscilan entre 90 y 150 minutos como componentes del
ciclo corporal de 24 horas (llamado ritmo circadiano). El «ritmo ultradiano» o
alternancia entre atención y relajación se considera como el marco biológico
para el estado hipnótico. Watzlawick (1978) describió la hipnosis como
producto de la asimetría hemisférica, sugiriendo que su inducción distrae al
hemisferio izquierdo (es decir, la parte «racional») mientras que los procesos
intuitivos e impresionistas del hemisferio derecho se vuelven dominantes en la
propia experiencia.

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CAPÍTULO 6: Contextos de la hipnosis

Muchas veces la gente me pregunta «¿se puede usar la hipnosis para llenar
espacios en blanco?». Mi respuesta es promover la idea de que la hipnosis se
puede usar como herramienta para el tratamiento de cualquier estado humano
en el que la actitud de la persona es un factor importante.

Cuando la mente de la persona está implicada en un problema


particular, que es algo que, por lo que yo sé, ocurre siempre en mayor o menor
medida, se puede obtener un beneficio potencial mediante la aplicación de
patrones hipnóticos. Con esta idea en mente, consideremos los contextos
específicos en los que se puede usar la herramienta de la hipnosis para lograr
los resultados deseados.

Hipnosis médica

En general la hipnosis puede ser un accesorio útil para los tratamientos


médicos tradicionales por varias razones, la primera de las cuales tiene que ver
con la relación mente-cuerpo y el papel de la mente (actitudes y emociones
relacionadas) en los trastornos médicos (Barber, 1984; Cohen y Williamson,
1991; Levenson y Bemis, 1991).

Una segunda razón para usar la hipnosis es su énfasis, por su propia


naturaleza, en que cada persona es responsable de su propia salud y bienestar.
Usar la hipnosis da a la persona la sensación de tener cierto control sobre sus
experiencias internas (Brown, 1992; Brown y Fromm, 1987).

Las implicaciones específicas de la hipnosis en los contextos médicos son


muy variadas, pero generalmente se pueden describir como una forma de tener
un grado de control significativo sobre los procesos físicos. Una posibilidad es
la reducción o la eliminación del dolor sin el uso de medicación (Chaves, 1993;
Spanos, 1989).
Los métodos de control del dolor mediante la hipnosis suelen ser
bastante sofisticados y se aconseja tener una formación sólida y una gran
experiencia en hipnosis antes de trabajar en esta área. Trabajar con pacientes
que sufren dolor presupone tener una licencia médica apropiada o, al menos
una supervisión médica en cada caso.

La hipnosis se usa normalmente en trastornos por estrés y se considera


un tratamiento muy efectivo. Enseñar al paciente técnicas para prevenir el
estrés negativo cuando sea posible, técnicas para identificar bien el estrés antes
de que alcance un nivel en el que es probable que cause síntomas debilitadores
y técnicas para relajarse y controlar el estrés de manera positiva son todos ellos
elementos para que un paciente hipersensible aprenda a afrontar su estado de
manera positiva y responsable (Hammond, 1990).

La hipnosis, tomada como ayuda y no como sustituto para el tratamiento


de trastornos graves en los enfoques más tradicionales, ha demostrado que es
necesario tratar las necesidades emocionales del paciente al mismo tiempo que
se usan sus recursos mentales como parte integral del tratamiento. Esto ocurre
incluso en enfermedades que parecen, y probablemente son, de naturaleza
totalmente orgánica. El mecanismo exacto por el que un clínico puede
pronunciar unas pocas frases hipnóticas y efectuar cambios en el paciente es
desconocido, pero se cree que la respuesta reside en el sistema inmunológico de
la persona. La investigación actual en esta área sugiere que es más probable que
las personas desarrollen una enfermedad grave durante o poco después de un
período muy estresante de sus vidas. Se cree que el estrés reduce la capacidad
de las defensas naturales del organismo, el sistema inmunológico, permitiendo
que los organismos que transmiten enfermedades se multipliquen en la persona
debilitada. Se cree que la hipnosis puede fortalecer las funciones inmunológicas
del organismo y ayudar a vencer la enfermedad (Rossi, 1993; Wickramasekera,
1993).

Es necesaria mucha investigación para descubrir las soluciones a los


misterios de la mente, pero la falta de explicaciones precisas para los
mecanismos de acción no deberían inhibir el uso de técnicas que pueden
ayudar claramente a la curación del cuerpo humano. La hipnosis puede facilitar
el proceso de recuperación, y puede ser otra herramienta útil en el repertorio
del médico que puede compartir con sus pacientes. La hipnosis no reemplaza a
otros tratamientos: se suma a ellos.
Hipnosis dental

La poderosa relación mente-cuerpo, evidente en las aplicaciones médicas


de la hipnosis, se puede aplicar también al contexto dental.

Ayudar al paciente a reducir la ansiedad frente al tratamiento dental


mediante unas pocas afirmaciones bien escogidas puede marcar una gran
diferencia en el resultado. Además, una buena experiencia dental se puede usar
de forma hábil como prototipo para futuras experiencias similares. Tal vez la
persona no espere entusiasmada la siguiente cita pero tampoco tendrá que estar
llena de miedo (Finkelstein, 1984, 1991; Hammond, 1990).

Un segundo uso positivo de la hipnosis en este contexto son las técnicas


de control del dolor. Las técnicas hipnóticas que crean la experiencia de
analgesia o anestesia pueden permitir que el paciente reduzca el grado de
malestar a un nivel más fácil de controlar. Muchas son capaces de eliminar el
malestar totalmente.

Un tercer uso se debe a su capacidad para ayudar a dirigir el torrente


sanguíneo. Muchos pacientes pueden responder a las sugestiones para reducir
el flujo de sangre en el área bajo tratamiento. El resultado es una experiencia
menos traumática para el paciente y una mayor claridad para que el dentista
vea lo que está haciendo (Banks, 1985).

Otra utilización de la hipnosis en el contexto dental está relacionada con


el desarrollo del proceso de curación tras el tratamiento. Usar técnicas que
implican imaginarse la curación (por ej. imágenes, sentimientos y sonidos
asociados a la reconstrucción, reparación y fortalecimiento) pueden reducir el
período de recuperación y permitir un mayor confort durante ese tiempo (Rossi
y Cheek, 1988).

Hipnosis en la ciencia forense

El uso de los testimonios obtenidos mediante hipnosis en las salas de los


tribunales se ha restringido severamente (Scheflin y Shapiro, 1989). Los expertos
no están de acuerdo con dichos testimonios debido a la conocida capacidad de
la hipnosis y la sugestión para contaminar recuerdos. Algunos expertos
sostienen que la información obtenida de una persona hipnotizada se puede
usar y merece tanta confianza como cualquier otra, y que la hipnosis no
distorsiona necesariamente los recuerdos. En la otra cara de la cuestión están
aquellos que defienden que la hipnosis puede alterar los recuerdos, que los
testigos hipnotizados pueden mentir con facilidad, y que es probable que
rellenen detalles ausentes con material de la fantasía o con información
contenida en las sutiles preguntas del investigador (Sheehan y McConkey, 1993;
Yapko, 1994). Este asunto se trata de manera más amplia en otro capítulo
posterior.

Hipnosis en educación

Enseñar y aprender son habilidades muy refinadas que requieren una


gran cantidad de procesamiento de información a diversos niveles. Enseñar es
una experiencia de aprendizaje: aprender cómo captar el interés y la atención de
los alumnos (una habilidad necesaria para la inducción de la hipnosis),
aprender a presentar la información de tal manera que el estudiante pueda
utilizarla (una habilidad también necesaria para utilizar el estado hipnótico), y
aprender a enseñar a los estudiantes a asimilar de forma autosuficiente (una
habilidad necesaria para consolidar los resultados de la terapia), de manera que
puedan ser competentes y estar motivados a aprender en ausencia del
profesor/a. La enseñanza eficaz, independientemente de que se imparta a
preescolares o a candidatos doctorales, implica estos pasos que son paralelos a
los patrones hipnóticos.

Muchos profesores creativos están usando la hipnosis en todos los


niveles de enseñanza, muchas veces guiando a los alumnos con relajación
formal y procedimientos de imaginación, por ejemplo. Muchos alumnos están
desarrollando habilidades a la hora de estudiar con ejercicios de autohipnosis,
aprendiendo a controlarla mejor y a aumentar su capacidad para prestar
atención y organizar sus materias de estudio. La hipnosis en el contexto
educativo, ya se use de manera formal o informal, puede aumentar tanto las
habilidades de estudio como las ejecuciones del estudiante (Stanton, 1993; Wolf,
1986).
Hipnosis en los negocios

En el contexto de los negocios, la hipnosis formal (el uso de


procedimientos de inducción abiertamente hipnóticos) es menos aplicable que
el uso de patrones informales de sugestión. La definición de hipnosis que hace
de guía en este libro es la de comunicación que ejerce cierta influencia; en el
contexto de los negocios, los principios de la comunicación efectiva pueden
crear o destruir una empresa.

La persona que es capaz de comunicar sus ideas de manera clara y


flexible a los otros tiene muchas posibilidades de tener éxito a todos los niveles.
Interacciones como la presentación de un plan de mercado, el manejo
estratégico de un empleado o un supervisor problemático, la entrevista de
trabajo eficaz, realizar evaluaciones significativas del desempeño laboral,
clarificar las expectativas de trabajo, mejorar la atmósfera de trabajo, y controlar
muchas otras dimensiones del mundo laboral, en última instancia implican
interacciones interpersonales en las que inevitablemente se produce la
comunicación y la influencia. La cuestión no es si uno se comunica e influye en
los otros, puesto que es imposible no hacerlo, sino si los patrones de
comunicación que existen influyen a los participantes de forma deseable
(Alman y Lambrou, 1992; Korn, Pratt y Lambrou, 1987).

Hipnosis en los deportes

Dedicarse al atletismo, sea cual sea el nivel de intensidad, implica una


gran cantidad de control físico y de concentración mental. La hipnosis como
herramienta puede facilitar ambos aumentando su rendimiento.

La hipnosis, además de incorporar la concentración y el control físico,


puede ayudar a controlar mejor la tensión o las dudas personales inherentes en
la competición. Además, establecer unas expectativas positivas y una buena
comunicación con uno mismo a través de la autohipnosis puede mejorar la
ejecución de manera espectacular. Muchas veces el atleta que ha sufrido un
bajón tiene imágenes mentales de fracaso, que se pueden traducir con mucha
facilidad en un fracaso real. Construir imágenes positivas mediante la hipnosis
y la autohipnosis puede cambiar completamente su ejecución. Es cierto que la
hipnosis no ofrece un talento extra al atleta; simplemente amplía el que ya tiene,
proporcionándole el mayor acceso posible al mismo. Como se puede imaginar
hay muchos atletas que valoran esto (Liggett y Hamada, 1993; Masters, 1992;
Morgan, 1993; Ward, 1992).

Hipnosis y psicoterapia

Todas las psicoterapias implican influir de alguna manera en una perso-


na que tiene dificultades para sentirse mejor. El cliente que busca ayuda no
puede dejar de responder a las comunicaciones del psicoterapeuta; la
sofisticación de un buen terapeuta es conseguir una respuesta terapéutica
deseada.

La hipnosis es una herramienta, no una terapia. Su principal ventaja en


psicoterapia reside en su capacidad para aprovecharse de los muchos recursos
de la mente inconsciente. Los sentimientos, valores, conductas, recuerdos,
comprensión y todas las percepciones que guían las elecciones del cliente son
subjetivas y, por lo tanto, pueden cambiar. La hipnosis que implica
simplemente una inducción formal y sugestiones directamente relacionadas con
el problema es la utilización más superficial y menos sofisticada de la misma.
Este tipo de hipnosis se usa para tratar aspectos sintomáticos y la practican casi
todos los hipnotistas y muchos psicoterapeutas. A pesar de su superficialidad,
puede ser eficaz con un porcentaje considerable de individuos.

Otras utilizaciones más complejas y habilidosas de la misma implican la


utilización de técnicas que pretenden la resolución de conflictos más profundos
(que se lleven con ellos los síntomas, o si no no es un verdadero éxito). Este tipo
de hipnosis implica un enfoque más interaccional y funciona en múltiples
dimensiones de la persona, no sólo en las más superficiales.

La flexibilidad de la hipnosis como herramienta psicoterapéutica permite


a los clínicos usarla a un nivel tan superficial o intensivo como consideren
apropiado en cualquier trastorno que se esté tratando. Los métodos hipnóticos
nos recuerdan continuamente que la experiencia es negociable (Araoz, 1985;
Brown, 1991; Crasilneck y Hall, 1985; Erickson y Rossi, 1979, 1981; Hammond,
1990; O'Hanlon, 1987; Rossi, 1980; Spiegel y Spiegel, 1987; Zeig, 1982, 1985; Zeig
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CAPÍTULO 7: La sugestibilidad humana

El campo de la psicología social ofrece diversos acercamientos valiosos a las


dinámicas de la influencia social que son relevantes en el uso de la hipnosis. La
conducta de una persona cambia en presencia de otra, con frecuencia de forma
sistemática y predecible (Cialdini, 1985; Sherman, 1988).

La influencia de la publicidad

¿Por qué compra la gente los productos que compra? ¿Por qué elige uno
una marca y no otra?

La publicidad es una industria que utiliza muchas técnicas hipnóticas


para influir en que la gente compre un producto. Los publicistas empiezan
creando la necesidad de un producto (durante siglos la halitosis o el olor
corporal no estaban en el primer plano de la conciencia de la gente), usando
técnicas como promover la identificación del consumidor con la persona del
anuncio para que resuelva el problema usando el producto de la misma manera
que él/ella han modelado. Luego fortalecen su hábito de compra del producto
diciéndole lo (brillante, masculino, femenino o lo que sea) que es el consumidor
por haber hecho una elección tan acertada. Los anuncios intentan generar
sentimientos que lo vinculen al producto, asociaciones que influyan en que el
consumidor elija una marca respecto a otra y la compre. En el campo de la
publicidad se utilizan palabras e imágenes para influir en las conductas de
compra de los consumidores. ¡Y funciona!

¿Qué es la sugestionabilidad? Es una apertura a aceptar y responder a


ideas e información nuevas. A medida que se adquiere esta información,
dependiendo de su valor subjetivo, puede alterar la experiencia de la persona
en todas las áreas en mayor o menor grado. En el contexto de terapia el cliente
es sugestionable en un grado que desconocemos; quiere adquirir nueva
información o experiencias que le permitan aliviar el malestar. La persona no se
siente bien con algún aspecto de sí misma y busca la ayuda de otra persona que
pueda decir o hacer algo que establezca una diferencia positiva. La mayoría de
las personas no son totalmente acríticas a la hora de aceptar información, y por
ello existe una destacada diferencia entre sugestionabilidad y credulidad. La
hipnosis no hace a las personas crédulas.

La necesidad de claridad y certidumbre

El viejo dicho «allí donde fueres haz lo que vieres» refleja la confianza
que se deposita en otras personas como modelos de lo que hay que hacer
cuando uno se enfrenta con la incertidumbre de si una conducta es o no
apropiada. Dichos modelos pueden tener una poderosa influencia en nosotros.
Un terapeuta tendrá cierta influencia en el cliente, que proviene de la creencia
de este último de que está controlando mal cierta porción de su vida. Los
síntomas parecen estar fuera de su control. Los intentos de auto-corrección
anteriores han fracasado, así que la persona tal vez busque fuera a alguien,
aparentemente más entendido, del que aprender.

Si el lector ha intentado cambiar el patrón de algún hábito y ha fracasado


(¿quién no lo ha hecho alguna vez?) puede aceptar la sugestión de que alguien
que tiene un entrenamiento profesional en dichos temas podrá ayudarle. Al
profesional de la ayuda se le ve como una autoridad en el tratamiento de
problemas personales porque está formado para reconocer las causas y los
tratamientos. La persona que busca ayuda ya ha aceptado su propia ignorancia
y su impotencia respecto a la situación, y con una fuerte sensación de esperanza
busca al terapeuta como la persona que puede lograr que el dolor desaparezca
(Coe, 1993; Eisen, 1990).

El poder del terapeuta


Cuando una persona viene en busca de ayuda para tratar algún
problema que le angustia, está invistiendo al terapeuta como figura de
autoridad y espera que sea una fuente de cura. El poder no es algo que el
terapeuta tenga dentro de sí; por el contrario, es una propiedad que adquiere a
partir de la reacción que tiene la persona respecto a éste (Barber, 1991;
Diamond, 1984; Strauss, 1993).

Al menos hay cinco tipos diferentes de poder: a) coercitivo (proviene de


la capacidad de castigar), b) recompensa (proviene de la capacidad de ofrecer
beneficios que van de los monetarios a los psicológicos), c) legítimo (que
proviene de la posición, tanto elegida como asignada), d) experto (proviene de
un mayor conocimiento en un área) y e) poder atribuido (que proviene de
características personales como la simpatía o la amabilidad). Todos estos
poderes son operacionales en casi todos los contextos en un grado u otro, pero
son especialmente prevalentes en el contexto terapéutico. El papel del terapeuta
puede ser muy poderoso. La capacidad para influir mediante la utilización de
principios y técnicas de hipnosis clínica quizás lleve al profesional al plantearse
cuidadosamente la cuestión del poder en las relaciones si se quiere usar de
manera juiciosa y respetando totalmente la integridad del cliente (Aronson,
1992; Frauman, Lynn y Brentar, 1993).

La necesidad de aceptación

La persona que busca ayuda o información se siente, en algún aspecto,


deficitaria o incompleta. Una necesidad básica que parece tener la gente, y que
es la piedra angular de la sociedad, es otra gente. Cuando se combina el
sentimiento de deficiencia con la necesidad de otras personas, empieza a
emerger la necesidad de aceptación. Una de las cosas que producen mayor
miedo al típico cliente que busca ayuda es: «Si me sincero con usted, con todos
mis miedos, dudas e imperfecciones, ¿le gustaré y me aceptará? ¿O me
encontrará débil, repulsivo y de algún modo, poco humano?» (Bates, 1993).

La necesidad de aceptación y de pertenencia son factores que están


también presentes en la relación hipnótica. Evitar las confrontaciones con la
autoridad, hacer cosas para agradar al terapeuta (que van desde generar
resultados terapéuticos a hacerle un jersey de punto) y ajustarse al estilo de
lenguaje, valores e ideas teóricas del terapeuta son formas de descubrir esta
necesidad en la relación terapéutica. Respecto a la discusión sobre el poder,
aquí es donde el poder de recompensa se convierte en una fuerza importante en
el proceso.

Expectativas

El papel de las expectativas en la experiencia es muy profundo, tal como


se ha demostrado en muchos lugares, y se le han dado muchos nombres.
Probablemente el término que se ha usado más es el de «profecía
autocumplidora», que describe la probabilidad de que ocurra lo que se espera
que ocurra y, a la inversa, que no ocurra lo que se espera que no ocurra
(Inconscientemente ponemos nuestra conducta del lado de nuestras
expectativas).

Las ideas que tiene una persona sobre sus experiencias futuras guiarán
sus experiencias del presente en dicha dirección. Cuanta más implicación
emocional tiene la persona en dicha expectativa, menos probable será que
experimente nada que la contradiga (Coe, 1993; Torem, 1992; Zeig y Rennick,
1991).

La necesidad de armonía interna

Los seres humanos generalmente desean aliviar la confusión y las


contradicciones que tienen dentro. Normalmente lo hacen omitiendo las
porciones de información que son contradictorias o dándoles vueltas hasta que
encajen de manera cómoda. Suelen tener un fuerte deseo de certidumbre y,
cuando sienten incertidumbre, quizá debido a la novedad o a la ambigüedad de
la situación, se vuelven a los otros para descubrir qué es lo correcto. Si la
explicación encaja con sus necesidades personales, se asimilará a un nivel más
profundo (Festinger, 1957; Sherman, 1988).
Por ejemplo, la necesidad de consistencia cognitiva puede surgir, en
mayor o en menor medida dependiendo de la persona, como la necesidad de
exigir algún beneficio por haber pagado la ayuda profesional que ésta ha
recibido. Cuando las personas invierten dinero, esperanzas y tiempo en algo,
desean desesperadamente que funcione, incluso «aunque sea sólo un poco».
Quizá necesiten justificar su propia implicación, convirtiendo a un perdedor en
ganador para sentirse mejor. Esta necesidad es evidente en los testimonios de
las personas que han comprado productos que son prácticamente inútiles y
cuyo único beneficio para ellos derivaba de sus propias expectativas.

Hay que considerar el papel de las expectativas y la necesidad de


consistencia cognitiva cuando un cliente se considera como un caso imposible e
intenta demostrarlo. El cliente que ha ido a todos los médicos de la ciudad y
está orgulloso de la imposibilidad de ser ayudado es un ejemplo perfecto; el
cliente que pasa años en psicoterapia yendo de un terapeuta a otro es otro
ejemplo (Schoen, 1993).

Conclusión

No hay reglas establecidas respecto a qué es lo que contribuye a una


comunicación más influyente. Lo que interesa a una persona no interesa a otra.
Algunos valoran la ayuda profesional y la buscan mientras que otros buscarían
antes el consejo de un vecino amable. Algunas personas quieren que se les diga
lo que tienen que hacer despacio y paso a paso y siguen dichas indicaciones
felices; otras luchan contra esas indicaciones de remedios y quieren que se les
deje solas para solucionar las cosas por sí mismas. Algunas responden mejor si
se les pide algo para alcanzar una meta (por ejemplo, un terapeuta con lista de
espera es frustrante para un cliente nuevo, que puede percibir a ese terapeuta
como mejor de lo que es cuando obtiene finalmente la entrevista). Otras ni
siquiera se plantearán posponer tales demandas (si se enfrentan a una lista de
espera, simplemente irán a otro terapeuta). Algunas necesitan evidencia para
todo lo que oyen, otras sospechan de la ciencia y de aquellos que promueven
sus métodos. Algunas personas están abiertas a las ideas de otros cuando se
sienten confusas, mientras otras se cierran y resuelven la confusión dentro de sí
mismas (incluso con información equivocada).
Para ser realmente influyente, la tarea del clínico es descubrir dónde está
abierta una persona a la sugestión y no si lo está o no (la mayoría de las
personas lo están en alguna medida). La sugestionabilidad de cada persona es
lo que hace que el cambio sea posible y permite el crecimiento personal. El
proceso de descubrir lo que quiere un cliente y cómo alcanzarlo de la mejor
manera es el proceso de adquirir rapport* que surge cuando el cliente siente que
el terapeuta le entiende y es empático con su experiencia (Bertrand, 1989;
Gfeller, 1993; Kirsch y Council, 1992; Sheehan, 1991).

* Rapport es una palabra que no se suele traducir y hace referencia al


establecimiento de una relación terapéutica buena y cooperadora. (N. de la t.)

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CAPÍTULO 8: Aspectos de la mente

Una de las variables más significativas a la hora de determinar la eficacia de la


comunicación hipnótica es la manera en que las mentes consciente e
inconsciente responden a un mensaje. Las comunicaciones a las que uno
responde se experimentan, hasta cierto punto, a un nivel consciente donde son
procesadas de una forma que es característica del patrón de la mente
consciente. Sin embargo, las mismas comunicaciones se procesan
simultáneamente a nivel inconsciente de una forma diferente. Al usar los
patrones hipnóticos, las sugestiones se forman deliberadamente para transmitir
significado en la mente inconsciente del cliente mientras su mente consciente
está preocupada con otras cosas. Reconocer las diferencias entre las
características conscientes e inconscientes tiene una relevancia inmediata en la
formulación de sugestiones efectivas (Hilgard, 1986; Kihlstrom, 1987;
McConkey, 1991).

Características conscientes e inconscientes

Las mentes consciente e inconsciente tienen algunas funciones diferentes,


pero también comparten un número considerable de ellas. El solapamiento les
permite trabajar juntas, mientras que las diferencias pueden sacar a la
superficie, y con frecuencia lo hacen, conflictos internos y respuestas disociadas.
La mente consciente está definida de manera amplia como aquella parte que
nos permite ser conscientes de las cosas; cuando se presta atención a algo o uno
se da cuenta de algo, es consciente de ello. Las cosas que están en la conciencia
inmediata están en la mente consciente. Esta mente tiene la capacidad de
analizar cosas, de razonar y de hacer juicios sobre lo que es correcto o
equivocado y también decide racionalmente (o al menos eso es lo que
racionaliza) qué es posible hacer y qué no. Por consiguiente, las limitaciones en
la propia vida son, en parte, limitaciones basadas en la valoración crítica de la
experiencia que hace la mente consciente. Evitar la mente consciente del cliente
y su naturaleza crítica es fundamental para utilizar de manera exitosa los
fenómenos hipnóticos más complejos (Dixon y Laurence, 1992; Kihlstrom, 1984;
Zeig, 1980).

La mente inconsciente es aquella que sirve de depósito a todas las


experiencias adquiridas a lo largo de la vida. La experiencia, el aprendizaje, la
manera de interactuar con el propio mundo (impulsos, motivaciones,
necesidades), y el funcionamiento automático en un número incontable de
conductas de cada día son, todos ellos, evidencias de las funciones
inconscientes. La mente inconsciente es, comparada con la consciente, menos
rígida y analítica y, lo más importante de todo, menos limitada. Responde a las
comunicaciones experienciales, es capaz de realizar interpretaciones simbólicas
y suele tener una visión más global (Brown, 1991; Ornstein, 1991).

El procesamiento inconsciente

Simplemente porque una persona no sea consciente de que está


recibiendo información no quiere decir que no ha absorbido nada. La
información integrada a nivel inconsciente puede ser tan poderosa como la
procesada a nivel consciente y, muchas veces, lo es más. Mientras un cliente
está hipnotizado, su mente consciente inevitablemente deambula de un
pensamiento a otro; durante dichos períodos de tiempo, que pueden ser cortos
o largos, la mente inconsciente del cliente puede seguir asimilando las
sugestiones del clínico y seguir siendo capaz de responder a ellas de manera
significativa (Cheek, 1994; Crawford, 1990; Dixon, Brunet y Laurence, 1990).

La mente inconsciente puede procesar información a un nivel más


simbólico y metafórico que la consciente. Mientras que la última está ocupada
en analizar racionalmente las palabras y en darse cuenta de sus efectos, la
primera está más interesada en los significados subjetivos. Esta es la base de la
naturaleza de nivel múltiple de la comunicación hipnótica, es decir, usar el
estilo y la expresión de las sugestiones para atraer la mente del cliente a un
nivel consciente conectando su conocimiento y sus asociaciones de las cosas,
mientras que simultáneamente se le ofrece la posibilidad de conocer cosas
nuevas en la mente inconsciente (Hilgard, 1992; Woody, Bowers y Oakman,
1992).
En defensa de la mente

El hecho de que la información se pueda procesar sin tener conciencia


consciente, y de hecho se procese, es un factor esencial para explicar el miedo a
que la información destructiva y perjudicial proveniente del hipnotizador entre
en un nivel inconsciente y cause estragos en la persona. Muchas personas no
han llegado todavía a valorar la capacidad de la mente para protegerse. Todos
los estudiantes de psicología, al igual que cualquiera que haya pasado algún
tiempo en compañía de otra gente, aprende cosas sobre los mecanismos de
defensa clásicos que utilizan las personas para protegerse de las cosas
amenazantes que pueden entrar en la conciencia.

Las defensas son inconscientes, y tienen sus raíces en la necesidad de


autoestima que tiene la persona y en el deseo de evitar conflictos internos si es
posible. Estas defensas son, en efecto, relevantes en la hipnosis, y pueden
demostrar mi punto de vista respecto a la capacidad de las personas para
defenderse (Fromm, 1992; Watkins, 1992).

La dualidad de la mente

En los últimos años se ha abandonado la caracterización de la naturaleza


dual del funcionamiento mental como «consciente» e «inconsciente» en favor de
explicar las funciones mentales por hemisferios cerebrales. Los dos principales
hemisferios cerebrales tienen, naturalmente, muchas funciones en común, pero
a nivel popular se caracterizan por sus diferencias.

El hemisferio izquierdo del cerebro corresponde más o menos a la mente


consciente. A veces se le llama «hemisferio verbal» y es el responsable de la
mayoría de las funciones del lenguaje. También se le llama «hemisferio lógico»
porque se cree que contiene las funciones de razonamiento, analíticas e
intelectuales. Si uno se centra en él con demasiado detalle es más probable «que
vea los árboles antes que el bosque», metafóricamente hablando.
El hemisferio derecho corresponde, aproximadamente, al inconsciente.
Se le suele llamar el «hemisferio silencioso» y el «hemisferio intuitivo». Se dice
que contiene la intuición y la creatividad de una persona, y se cree que opera a
niveles más simbólicos y globales que el izquierdo. Por lo tanto, la apreciación
del arte, la música y la capacidad para crearlos se consideran funciones del
hemisferio derecho. Se dice también que contiene la visión del mundo y la
autoimagen de la persona, y ayuda a tener una visión general de las cosas, «a
ver el bosque y no los árboles» (Brown, 1991; Gabel, 1988).

El proceso de la hipnosis en este esquema «cerebro izquierdo-cerebro


derecho» se caracteriza por distraer y ocupar el hemisferio izquierdo del cliente
mientras utiliza los recursos del derecho. El lenguaje, que tiene una base
sensorial y es descriptivo y emocional, atrae más a la parte derecha del cerebro,
y por eso Paul Watzlawick llama a dicho lenguaje El lenguaje del cambio (1978).

Excepto bajo condiciones extremas, la mente tiene la capacidad de


protegerse de las amenazas y del exceso o déficit sensorial. La mente
inconsciente no es un peligro significativo para la persona; más bien tiene el
potencial, si se usa terapéuticamente, de ser un cielo seguro para la parte
interna de uno mismo. Por ejemplo, cuando uno se pierde en sus propios
pensamientos mientras conduce (una experiencia bastante común) la mente
inconsciente sigue funcionando para que se produzca una conducción segura;
La mente consciente presta atención sólo cuando surge alguna situación extraña
que requiere su atención. La mente es la defensa de la mente (Gazzaniga, 1985;
Hilgard, 1992).

Conclusión

Aunque la mente se conceptualice está claramente presente una


multiplicidad en la que cada componente tiene características únicas y ofrece
sus propias aportaciones a la experiencia subjetiva. La hipnosis, como
herramienta, es muy útil debido a que tiene una mayor capacidad para
aprovechar los recursos mentales del cliente que otros enfoques. Debido a la
enorme complejidad de la mente humana, y a que cada ser humano es único,
respetar el poder personal y la integridad de cada persona no sólo es deseable,
sino obligado.
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CAPÍTULO 9: Susceptibilidad a la hipnosis

La cuestión de quién puede ser hipnotizado (y quién no) es una de las más
controvertidas en el campo de la hipnosis. Sobre ello han investigado y escrito
en numerosas publicaciones, tanto científicas como de otros tipos, algunas de
las personas más respetadas en este campo. En dichas investigaciones
normalmente se describen tipos de personalidad y otras características de los
sujetos (por ejemplo, inteligencia) que les predisponen a dar respuestas
favorables o desfavorables a los procedimientos hipnóticos. Muchos estudios
han publicado, además, informes estadísticos elaborados a partir de población
general mostrando el porcentaje de personas que pueden ser hipnotizadas en
diferentes grados así como aquellas pocas que aparentemente no pueden ser
hipnotizadas.

El asunto de la susceptibilidad se trató brevemente en el capítulo en el


que se abordan los conceptos erróneos respecto a la hipnosis, específicamente
en el comentario que aparecía sobre la idea de que «sólo se puede hipnotizar a
cierto tipo de personas». Este capítulo amplía esta explicación sobre la
susceptibilidad para permitir que los terapeutas tengan un mayor grado de
certeza de que el cliente con el que están trabajando puede experimentar
realmente la hipnosis de manera significativa.

Perspectivas tradicionales de la susceptibilidad

Muchos investigadores consideran la susceptibilidad a la hipnosis como


un rasgo de personalidad comparable a otros rasgos de personalidad. Desde su
punto de vista no está claro si uno nace con una estructura biológica de
«susceptibilidad a la hipnosis» alta, media, baja o nula, o si éste es un rasgo que
se adquiere como fenómeno aprendido a través del proceso de socialización. A
pesar de todo, desde este punto de vista la presencia o ausencia de este rasgo de
hipnotizabilidad es un estado que permanece relativamente estable a través del
tiempo. En otras palabras, si una persona no responde a los procedimientos de
inducción formal de la hipnosis, se la considera un pobre sujeto que es incapaz
de responder adecuadamente a la hipnosis. Los estudios posteriores que se han
realizado para verificar la fiabilidad de esta conclusión la apoyan: los sujetos
poco aptos tienden a seguir siendo poco aptos a lo largo del tiempo (en intentos
repetidos de inducir la hipnosis en la misma persona con los mismos
procedimientos o similares) y los sujetos aptos tienden a seguir siendo aptos a
lo largo del tiempo (Banyai, 1991; Morgan, Johnson y Hilgard, 1974; Piccione,
Hilgard y Zimbardo, 1989).

En la bibliografía tradicional sobre hipnosis aparecen textos en los que se


pueden encontrar comentarios sobre otras dimensiones de la susceptibilidad
hipnótica que son más descriptivos que las simples medias estadísticas que
miden la capacidad de respuesta ante procedimientos estandarizados. Dichas
dimensiones incluyen la edad, la inteligencia, el estado mental, la autoestima, el
grado de predisposición a la fantasía y la capacidad de imaginar, y los factores
de relación entre el clínico y el cliente. Se comentará cada dimensión tanto
desde la perspectiva tradicional como desde la de la utilización.

Edad e hipnotizabilidad

Gran parte de la bibliografía tradicional promueve la idea de que los


niños, especialmente entre las edades de siete y nueve años, son los mejores
sujetos hipnóticos debido a su imaginación activa y su deseo de seguir órdenes.
En otros textos esto se contradice, afirmando que los niños tienen una
capacidad menor para concentrarse y que su pequeño almacén de recursos
personales les lleva a ser sujetos poco aptos.

Una de las razones más normales por las que algunos profesionales
dudan que los niños sean sensibles a la hipnosis proviene de su naturaleza
activa. Como se comentará más adelante, los adultos generalmente inhiben la
actividad voluntaria cuando están hipnotizados pero los niños suelen moverse
nerviosamente y parecen intranquilos aunque puedan estar muy implicados
con el clínico y con lo que éste está haciendo. Si uno tiene expectativas rígidas
de cómo debe parecer y comportarse un cliente hipnotizado, a un niño que se
mueve mucho parecerá que no le han afectado los procedimientos hipnóticos.
La inactividad absorbente (llamada «catalepsia») como prueba de la
hipnosis es una imposición en el niño que tiene una naturaleza activa y no es
necesaria para que la comunicación tenga un efecto significativo. Los niños
pueden ser, y a menudo son, altamente sensibles a las intervenciones
apropiadas (Kohen y Olness, 1993; Olness y Gardner, 1988).

En general, la edad es una consideración relativamente poco importante


al evaluar la capacidad para ser hipnotizado. Es un factor que ayuda a
determinar cuáles son los mejores métodos de inducción y utilización puesto
que es necesario usar procedimientos que sean apropiados a la historia y
educación del cliente independientemente de su edad (Morgan y Hilgard,
1973).

Inteligencia e hipnotizabilidad

Los estudios sobre la hipnotizabilidad muchas veces han sugerido que,


cuanto más inteligente sea la persona, mejor sujeto hipnótico será. Dichos
estudios han hecho descubrimientos claramente ambiguos. Si existe una
relación entre inteligencia e hipnotizabilidad, se cree que se debe a la relación
positiva que existe entre la inteligencia y la capacidad para concentrarse
(Spiegel y Spiegel, 1987; Weitzenhoffer, 1989).

Los enfoques se deberían amoldar a la capacidad de la persona. En los


casos especiales es más cuestionador plantear metas y enfoques apropiados
para la capacidad de la persona que inducir a la hipnosis.

Estado mental e hipnotizabilidad

Una buena parte de la bibliografía antigua que promueve la idea de la


incapacidad de los psicóticos para ser hipnotizados explica su falta de respuesta
como la falta de capacidad para concentrarse. Se afirma que son incapaces de
atender al hipnotista debido a sus alucinaciones, ilusiones, confusión e
incapacidad para establecer rapport. En gran medida esto es cierto. Sin embargo,
las técnicas individualizadas que permiten la construcción de la confianza
(rapport), que no hacen demasiadas demandas inmediatas, y que son
suficientemente indirectas para no provocar miedo y sospechas, pueden entrar
bien y funcionar.

Por supuesto, el grado de psicosis es una variable que hay que


considerar: dudo que a un maníaco depresivo en el punto más elevado de una
fase maníaca, por ejemplo, le pueda influir un buen hipnotista ni ninguna otra
persona. Asimismo, la causa de la psicosis es también un factor para destacar.
Por ejemplo, las psicosis inducidas por el consumo de drogas son difíciles de
superar. Las personas con psicosis de base orgánica, como las asociadas con el
envejecimiento, pueden responder a algunas técnicas hipnóticas de manera
exitosa. Muchos de los ancianos con problemas de senilidad con los que he
trabajado no podían recordar lo que habían hecho cinco minutos antes pero sí
recordaban con claridad cosas que habían ocurrido 50 años atrás. Las técnicas
de regresión a experiencias tempranas pueden tener un efecto calmante y
tranquilizador. De la misma manera, el cuidado básico de éstos y otros
pacientes psicóticos, como ayudarles a bañarse y a vestirse, puede tener efectos
muy positivos (Murray-Jobsis, 1993; Spiegel, Detrick y Frischolz, 1982; Zindel,
1992).

Autoestima e hipnotizabilidad

La autoestima del cliente es una variable muy importante respecto a su


capacidad para responder de manera significativa a las comunicaciones del
clínico. En parte la autoestima determina lo que el sujeto ve como posible para
sí mismo.

La autoestima aparece como un fenómeno totalmente aprendido, no


como un rasgo presente en el nacimiento. Una persona experimenta y las
conclusiones que saca a partir de dichas experiencias determinan cómo se ve a
sí misma de capaz. Confrontar la autoimagen que un cliente tiene en forma de
contradicción es una maniobra que raramente funciona para intentar cambiarla.
Normalmente el cliente se queda con el sentimiento de que el clínico no le
entiende.

Una de las metas de la hipnosis es aumentar la autoestima de la gente.


¿Qué es la autoestima? Es cierto que no hay una definición comúnmente
aceptada, pero está claro que implica tener conciencia, aceptar y valorar cada
uno de los aspectos de uno mismo.

Predisposición a la fantasía, la imaginación y la hipnosis

Las personas varían en su estilo y capacidad para procesar información;


algunas son bastante concretas y requieren descripciones muy detalladas de la
experiencia para experimentar la hipnosis, mientras que otras son capaces de
tener un alto nivel de abstracción en el que la imaginación y la fantasía pueden
correr libremente por sus mentes y generar experiencias significativas para
ellas. Lo concreto o abstracto que es uno en su pensamiento es un factor que
influye en la capacidad de responder a la hipnosis debido a la naturaleza
subjetiva de la experiencia.

Todas las personas tienen imaginación y capacidad para fantasear, pero


algunas tienen más que otras. El poder de imaginación de algunas personas es
muy concreto y el de otras más abstracto. Ésta es una variable más que se debe
considerar al formular el propio enfoque (Hilgard, 1970, 1974; Lynn y Nash,
1994; Lynn y Rhue, 1991).

Factores de relación e hipnotizabilidad

El rapport entre el clínico y el cliente siempre se ha considerado un factor


destacado en el proceso terapéutico, y realmente lo es. Según mi definición, se
trata de una interrelación positiva entre individuos basada en el entendimiento
y la confianza. Se tiene rapport cuando el cliente se siente entendido, y cuando
siente que el terapeuta aprecia el valor y la complejidad de su experiencia
personal (Barber, 1991; Zeig y Rennick, 1991).

En los métodos de hipnosis antiguos, el rapport probaba la conformidad


con la autoridad del hipnotista. Todavía es posible que algunos consideren este
tipo de relación desigual una posibilidad viable para la interacción hipnótica.
Sin embargo, la relación cooperadora y más equilibrada, inherente al enfoque
de la utilización, suele ser más respetuosa.

Se puede ver la hipnosis como una respuesta que surge de forma natural
en un tipo de relación especial de mutua responsabilidad. Las iniciativas del
clínico están determinadas por las del cliente y viceversa. La hipnosis es un
proceso continuo de ajuste y reajuste entre ambos, aunque en ningún momento
parezca que uno u otro esté estableciendo el ritmo de la interacción. En este
enfoque es esencial un bucle de retroalimentación continuo, de manera que la
retroalimentación del cliente determine la iniciativa del clínico y viceversa. Este
tipo de relación difiere de forma destacada de las perspectivas que consideran
que en la relación hipnótica el cliente sigue de forma obediente la iniciativa del
clínico y que el fracaso en lograrlo es una señal de «resistencia». La capacidad
de respuesta del cliente permite al clínico ofrecer sugestiones de una forma y a
un ritmo que maximicen la capacidad del cliente para responder (Gfeller, 1993;
Gfeller, Lynn y Pribble, 1987; Gilligan, 1987; Zeig, 1980).

Test de susceptibilidad a la hipnosis

Hay diversas escalas disponibles que miden la susceptibilidad hipnótica


si se desea poner a prueba de manera formal la capacidad de respuesta de un
cliente. La mayoría de ellas intentan estandarizar la conducta hipnótica
presentando la hipnosis a una persona y aplicándole luego test para determinar
el grado de profundidad y de respuesta. En dichos test el cliente debe pasar por
ellos y el administrador de la escala anota los resultados para establecer el perfil
de su capacidad hipnótica.

Los siguientes test, ordenados alfabéticamente, se han usado para


evaluar diferentes aspectos de la capacidad de respuesta a la hipnosis de
manera individual:
Escala de sugestionabilidad de Berber (Berber, 1976).

Escala de responsividad a las sugestiones de la Universidad de Carleton


(Spanos, Radtke, Hodgins, Stram y Bertrand, 1983).

Escala de imaginación creativa (Wilson y Barber, 1977).

Escala David-Husband (David y Husband, 1931).

Inventario de Field (autoinforme) (Field, 1965).

Escala de profundidad hipnótica de Friedlander-Sarbin (Friedlander y


Sarbin, 1938).

Escala de susceptibilidad hipnótica del grupo de Harvard (Shor y Orne,


1962).

Cuestionario de experiencia hipnótica, forma abreviada (Matheson, Shu


y Bart, 1989).

Perfil de inducción hipnótica (Spiegel, 1972; Stern, Spiegel y Nee, 1979).

Escala de LeCron-Bordeaux (LeCron y Bordeaux, 1947).

Inventario de fenomenología de la conciencia (autoinforme) (Pekala


1982).

Escalas de autoinforme sobre la susceptibilidad hipnótica (autoinforme)


(Tart, 1970).

Escala hipnótica clínica de Stanford (Morgan e Hilgard, 1979).

Escala de susceptibilidad hipnótica de Stanford, formas A y B


(Weitzenhoffer e Hilgard, 1959).

Escala de susceptibilidad hipnótica de Stanford, forma C (Weitzenhoffer


e Hilgard, 1962).

Escalas sobre perfil de susceptibilidad hipnótica de Stanford, formas I y


II (Weitzenhoffer e Hilgard, 1963).

Escala de absorción de Tellegen (Tellegen y Atkinson, 1974).


Continúa el debate respecto a la utilidad de las escalas en el tratamiento.
Su valor en la investigación es incuestionable. Sin embargo, no está claro lo
relevante que es la respuesta a un test estandarizado y no individualizado
respecto a los resultados clínicos obtenidos.

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CAPÍTULO 10: La experiencia de la hipnosis

La hipnosis es una experiencia extremadamente subjetiva, puesto que no hay


dos personas que la experimenten de la misma manera. En este capítulo se
presentan algunas de las características más destacadas de dicha experiencia,
tanto físicas como psicológicas. En la tabla 1 aparece una lista de las
características más normales que manifiesta la persona hipnotizada.

Estas características se han de comunicar de manera diferente a una


persona hipnotizada de cómo se haría en una interacción más rutinaria.

______________________________________________________________

Tabla 1

La experiencia de la hipnosis

Absorción de la atención experiencial y selectiva (Spiegel y Spiegel, 1987).

Expresión fácil (Gilligan, 1987).

Implicación experiencial y no conceptual (Erickson, Rossi y Rossi, 1976).

Deseo de experimentar (Gilligan, 1987).

Flexibilidad de las relaciones espacio/tiempo (Erickson, Rossi y Rossi, 1976).

Alteraciones de la percepción (Erickson y Rossi, 1979).

Fluctuaciones en el grado de implicación (Gilligan, 1987).

Inhibición motriz/verbal (Erickson, Rossi y Rossi, 1976).


Lógica del trance: reducción de la contrastación con la realidad (Shor, 1959).

Procesamiento simbólico (Zeig, 1980).

Distorsión del tiempo (Erickson, Rossi y Rossi, 1976).

Amnesia (total o parcial) (Erickson, Rossi y Rossi, 1976; Rossi, 1993).

______________________________________________________________

Características psicológicas del estado hipnótico

Atención selectiva

Si algún lector ha oído o ha usado alguna vez la frase «sólo ve lo que


quiere ver» es consciente de que los seres humanos se dan cuenta de aquello a
lo que eligen darse cuenta. Esto implica que las personas quizás no aprecien
aquello de lo que eligen no darse cuenta. A este fenómeno se le conoce como
«atención selectiva», es decir, la capacidad de centrarse deliberadamente en una
porción de la experiencia mientras que «se desconecta» del resto.

El proceso de la atención selectiva es un factor instrumental en la


interacción hipnótica (Crawford y Gruzelier, 1992; Weitzenhoffer, 1989). El
cliente debe atender selectivamente y de forma gradual a las sugerencias que se
le ofrecen y reducir su atención a cualquier asociación interna que puedan
estimular las sugestiones. El cliente generalmente está centrado en lo interno;
incluso aunque se dé cuenta de los acontecimientos externos y responda a ellos,
realmente éstos representan sólo una mínima parte de la atención del cliente. Se
vuelve muy destacada la capacidad del inconsciente para responder a las cosas
que están fuera del campo atencional consciente de la persona. Con esto acabo
de sentar las bases para la siguiente característica que comentaré: la disociación.
Disociación

Mientras la persona está hipnotizada, su atención está centrada de


manera selectiva en las sugestiones del clínico y, como consecuencia, se puede
desencadenar cualquier asociación inconsciente y producirse una división entre
la mente consciente y la inconsciente. La mente consciente se ocupa de los
procedimientos hipnóticos mientras que la inconsciente busca activamente
significados simbólicos, asociaciones pasadas y respuestas apropiadas. Esta
separación de las dimensiones consciente e inconsciente del funcionamiento
durante la experiencia hipnótica se lleva a cabo a diversos niveles con diferentes
personas y se llama «disociación». El hecho de que la mente consciente y la
inconsciente se puedan dividir en cierta medida y utilizar como entidades
independientes aunque sean dependientes, es la piedra angular de la hipnosis.
Facilitar la disociación mediante los enfoques hipnóticos permite tener un
acceso más directo a los diferentes recursos de la mente inconsciente y
profundizar en el conocimiento del funcionamiento interno de la persona.

Otra forma de considerar la naturaleza disociativa de la experiencia


hipnótica es a través de la «conciencia paralela» que se amplifica durante la
hipnosis. El cliente hipnotizado tiene múltiples conciencias y cada una de ellas
opera en un nivel separado. Uno de dichos niveles es relativamente objetivo y
tiene una comprensión realista de la naturaleza de la experiencia, una parte de
la persona a la que Ernest Hilgard (1986) llamó el «observador oculto». Este está
separado (disociado) de la inmediatez de las experiencias sugeridas, y puede
mantener cierto grado de objetividad respecto a la experiencia. Esta
característica disociativa del estado hipnótico permite que el cliente preste
atención y responda a las sugerencias y al mismo tiempo se observe a sí mismo
al tener la experiencia (Hilgard, 1992; Kirsch y Council, 1992; McConkey, 1986).

Aumento de la respuesta a la sugestión

Los factores atencional y disociativo descritos antes llevan normalmente


a un aumento de respuesta ante las sugestiones. La interacción hipnótica se ha
definido como terapéutica y/o educativa para el cliente, y la capacidad de influir
está ciertamente presente. El cliente atiende de manera selectiva a la sugestión
del clínico, y dicha sugestión le produce respuestas y asociaciones. El aumento
de la capacidad de respuesta está evidenciado por un mayor deseo del cliente
de ser guiado por las sugestiones del clínico, probablemente por la expectativa
de poder conseguir algo aceptándolas.

La capacidad de respuesta, por lo tanto, no se ha de confundir con la


credulidad o con la aceptación sin cuestionamientos. El estado hipnótico
amplifica realmente el rango de elecciones de la persona, incluida la elección de
rechazar una sugestión que no tiene coherencia (Hilgard, 1965; Kirsch, Lynn y
Rhue, 1993). El aumento de la capacidad de respuesta a la sugestión es una
elección que realiza el cliente y ha de estar guiada por alguien en quien él/ella
confía y cree que le puede ayudar. Si las dinámicas personal, interpersonal y
contextual no son favorables, la capacidad de respuesta es inexistente. El
resultado es lo que clásicamente se conoce con el nombre de «resistencia».

Interpretación subjetiva

Cómo responderá una persona a una palabra o frase es algo


impredecible. Hay que recordar que cada persona usará su propio marco de
referencia (es decir, experiencias, conocimientos) para dar significado a las
palabras del clínico. Lo mejor que este último puede hacer es usar las palabras
con suficiente cuidado como para dejar tan poco espacio como sea posible (o
tanto, según sea el caso) a la mala interpretación «errónea». El entrenamiento en
hipnosis con pares permite recibir una retroalimentación honesta sobre el
impacto que han tenido las palabras y frases que es bastante probable que los
clientes no den. Descubrir qué comunicaciones facilitan la experiencia hipnótica
y cuáles la entorpecen son dos de los aspectos más valiosos de la formación en
hipnoterapia clínica con grupos pequeños (Erickson y Rossi, 1979, 1981;
Matthews, Lankton y Lankton, 1993).

«Lógica del trance»

Una característica del estado hipnótico que es totalmente práctica,


aplicada a la clínica se llama «lógica del trance». Esto hace referencia a que el
cliente no tiene necesidad de que su experiencia sea enteramente realista o
racional. En otras palabras, el cliente puede, al menos temporalmente, aceptar la
realidad sugerida, aunque ésta sea ilógica y objetivamente imposible, como si
fuera la única realidad.

La lógica del trance es un estado voluntario de aceptación de las


sugestiones sin que tenga lugar la evaluación crítica que, por supuesto,
destrozaría la validez o el significado de algunas sugestiones. La oportunidad
de que el cliente responda «como si» algo fuera real puede ser la puerta que
lleve hacia sentimientos más profundos y a cuestiones apropiadas para realizar
intervenciones terapéuticas (Lynn y Rhue, 1991; Orne, 1959; Sheehan y
McConkey, 1982).

Relajación

Una persona puede estar hipnotizada sin que necesariamente esté


relajada, pero la relajación de cuerpo y mente es una característica que la
mayoría de la gente asocia con la hipnosis. La mayor parte de los procesos
terapéuticos tienen que ver con la relajación como forma de facilitar la
disociación de la mente consciente e inconsciente. La relajación hace que los
clientes se sientan bien, altera su experiencia de sí mismos de manera bien
definida, y se les puede convencer, incluso, de que están hipnotizados (Benson
y Carol, 1974; Edmonston, 1991; Mitchell y Lundy, 1986).

La relajación asociada a la hipnosis surge en forma de varios cambios fí-


sicos (descritos en la siguiente sección) y de una pasividad voluntaria en la que
el cliente experimenta que hacer cualquier cosa supone demasiado esfuerzo. Si
se le pide al cliente que hable, se mueva o piense, éste suele reaccionar con una
inactividad aparente, simplemente porque lo que se le ha sugerido requiere más
energía de la que él/ella está dispuesto a gastar. Ésta es otra razón para asumir
un enfoque laxo en vez de uno exigente, para que el cliente experimente la
hipnosis a su manera sin tener que «actuar».
Características físicas del estado hipnótico

¿Cómo sabe uno que su cliente está hipnotizado? La respuesta es un


definitivo... no se sabe. Se desconoce cuál es el momento preciso en el que una
persona ha dejado su estado de conciencia normal y ha entrado en uno más
centrado. Dado que el estado hipnótico difiere de la experiencia mental
cotidiana en el grado y no en el tipo de experiencia, no existen unos límites
claros que separen el estado «normal» del estado hipnótico. Asimismo, tampoco
existen líneas claras que dividan los diferentes grados de profundidad
hipnótica. Sin embargo, con la experiencia, es probable que uno se dé cuenta de
las diferentes características físicas que están asociadas con la hipnosis y las
pueda usar como indicadores generales de su presencia (Erickson, Rossi y
Rossi, 1976).

Los indicadores físicos útiles son:

1. Relajación muscular: obsérvese el nivel de tensión que tiene la persona en


el cuerpo y especialmente en los músculos faciales, antes y durante el trabajo
hipnótico, para comparar.

2. Contracciones musculares: a medida que cuerpo y mente se relajan se


producen espasmos totalmente involuntarios que están relacionados con
cambios neurológicos producidos con la relajación.

3. Lacrimación: cuando la persona se relaja, algunas veces puede derramar


alguna lágrima. Algunos suponen automáticamente que la persona está triste y
llora, pero es algo injustificable que puede llevar a una conclusión posiblemente
errónea. Si se tienen dudas, es bueno preguntar.

4. Ojos cerrados y parpadeos: a medida que la persona empieza a cambiar


su centro de atención y entra en la hipnosis, puede empezar a parpadear a gran
velocidad, normalmente sin ser consciente de ello. Además se producen
movimientos oculares rápidos que son observables a lo largo de todo el proceso
hipnótico, y más si los métodos implican mucha visualización.

5. Cambio en el ritmo respiratorio: es normal el cambio en la respiración, ya


sea porque se enlentece o porque se acelera. Es bueno observar los patrones
respiratorios del cliente antes y durante el proceso para comparar. La
respiración de algunas personas se vuelve más superficial y la de otras más
profunda; algunas tienen una respiración torácica y otras diafragmática.
6. Cambio en el ritmo del pulso: también es normal que el pulso se acelere o
se retarde. Cuando un cliente está sentado cómodamente, se puede observar el
pulso de la arteria carótida en el cuello. Si se prefiere (y se tiene el permiso del
cliente) se puede coger al cliente por la muñeca «para darle apoyo» y tomarle el
pulso.

7. Relajación de la mandíbula: muchas veces la mandíbula inferior cae y,


subjetivamente, parece que pese tanto que cuesta un esfuerzo consciente
cerrarla (Yo he conocido personas que no participarían en hipnosis de grupo
debido a lo embarazoso que les resulta su tendencia a babear).

8. Catalepsia: es una inhibición de los movimientos voluntarios que se


refleja únicamente en la absorción que produce la hipnosis. A diferencia del
sueño, en el que se está en movimiento casi constante, la persona hipnotizada se
mueve muy poco, si es que llega a hacerlo. Muchas veces el cliente se siente
disociado de su cuerpo y, por lo tanto, lo olvida.

A veces uno puede encontrar a alguien que se mueve mucho (esto


ocurre sobre todo en los niños). En un curso de formación, yo tenía a un alumno
en clase que tenía el sobrenombre de «el agitador». Cuando estaba hipnotizado,
le gustaba rodar por el suelo y moverse a gran velocidad. Al acabar describía lo
bien que se relajaba su cuerpo a través del movimiento. Aunque el movimiento
pueda parecer excesivo o perjudicial a los ojos del terapeuta, el cliente puede
estar igualmente hipnotizado.

Cada una de las características físicas descritas anteriormente se puede


usar como indicador general de la hipnosis, pero ningún signo, por sí solo,
puede decirnos qué es lo que realmente está experimentando el cliente a nivel
interno. En cierto sentido el clínico es un visitante en el mundo de otra persona
y debería ser un observador cauto y, sobre todo, respetuoso. Gran parte de la
evaluación de cuándo se pasa de una fase de la sesión de hipnosis a otra, por
ejemplo ir de la inducción a la utilización, se basa en lo bien que se observen los
cambios en el cuerpo y la conducta del cliente. Tomar una línea de base de su
tensión muscular, su ritmo respiratorio y pulso y cualquier otra cosa que se
encuentre antes de empezar, puede ayudar a darse cuenta de los cambios que
tienen lugar a medida que se progresa y que sugieren el desarrollo de un estado
diferente del que tenía el cliente originariamente. No siempre se puede saber
cuál es el contenido de la experiencia, pero se pueden observar cambios que
indican que la guía del terapeuta ha producido algún impacto. Cuanto más
hábil se vuelva uno en observar dichos cambios, más cómodo se sentirá para
adaptar las sugestiones espontáneamente a la experiencia del cliente (Grinder y
Bandler, 1981; O'Hanlon, 1987).

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CAPÍTULO 11: Condiciones para realizar hipnosis

En este capítulo me gustaría explicar algunas de las variables que están fuera de
los patrones de comunicación y de la relación terapéutica y pueden influir en el
trabajo del terapeuta. Estas variables se dividen en «ambientales» y «físicas».

Variables ambientales

Existen ciertas condiciones ambientales que yo creo que son deseables


para realizar hipnosis, pero no son absolutamente esenciales. Primero, resulta
útil trabajar en una atmósfera relativamente tranquila, libre de ruidos molestos
o desagradables, lo cual, obviamente, distraerá menos al cliente, permitiéndole
centrarse más en las experiencias internas que en las externas. Sin embargo, si
somos realistas, los teléfonos suenan, las puertas golpean al cerrarse, la gente
habla al otro lado de la puerta (si es que hay puerta), se oye el bullicio del
tráfico, pasan aviones, la gente deja caer objetos pesados, se oyen estornudos,
los animales domésticos golpean jarrones, los niños pelean... En otras palabras,
ningún ambiente es totalmente tranquilo y está libre de ruidos externos, ni
tampoco tiene que serlo. La clave para ayudar al cliente a centrarse
internamente sin distraerse con acontecimientos externos estriba en la
capacidad del terapeuta para incluirlos en el proceso (Bandler y Grinder, 1979;
Zeig, 1980,1985).

Otro factor ambiental que puede ser útil es el uso de una iluminación
suave y tranquilizadora, que puede crear una atmósfera cómoda. Yo no
recomendaría una iluminación demasiado débil, ni tampoco estar a oscuras.
Para algunos puede ser útil trabajar a la luz de las velas, aunque para otros
(como yo) es demasiado esotérico.

Un tercer factor ambiental que afecta a la capacidad del cliente para


relajarse es el mobiliario. Las camas o divanes para tumbarse pueden ser
demasiado sugestivos y además es más probable que el cliente se duerma. El
mobiliario debería ser cómodo y servir para que el cliente apoye la cabeza y el
cuerpo. A medida que el cliente se relaja, su cuerpo tiende a volverse pesado; el
resultado es muchas veces dolor de cuello y espalda si no se tiene un apoyo
físico adecuado. Por eso las sillas reclinables son bastante buenas (Alman y
Lambrou, 1992; Weitzenhoffer, 1989).

No son tan importantes la iluminación, el mobiliario y los sonidos


ambientales como la manera de usarlos. Hasta aquí el punto clave es usar
cualquier cosa que ocurra como parte del proceso, enmarcando el acontecimiento
intrusivo como adecuado (Grinder y Bandler, 1981; Kelly, 1993; Stone, 1986).

Variables físicas

También merece la pena considerar ciertas condiciones físicas cuando se


está realizando hipnosis. No me refiero a la salud física, sino a las experiencias
físicas transitorias que pueden desempeñar un papel en el encuentro
terapéutico. Físicamente es útil que el cliente se sienta cómodo (es decir, que su
cuerpo tenga un soporte adecuado, que la ropa no le apriete ni sea ceñida, que
la temperatura sea agradable y que él no sienta prisa ni le distraigan otras cosas
que exijan una atención inmediata.

Es importante que el cliente no tenga nada en la boca (por ejemplo, un


chicle o un caramelo) que le podría provocar ahogo o atragantamiento a medida
que se relaja. Además, muchas personas usan lentes de contacto y algunas de
ellas están elaboradas de manera que, si el cliente cierra los ojos aunque sea
pocos minutos, producen irritación hasta el punto de volverse dolorosas. Es
bueno preguntarle al cliente si desea quitarse las gafas, lentes de contacto,
zapatos o cualquier otra cosa que pudiera dificultar que se centre en la
introspección de manera adecuada.

Otras consideraciones físicas son la influencia de las drogas y el alcohol,


que normalmente son contraproducentes para realizar un trabajo eficaz. Se
exceptúan los fármacos prescritos por el médico, aunque incluso éstos pueden
dificultar potencialmente la respuesta hipnótica eficaz. También existen
objeciones similares para el cliente excesivamente cansado o exhausto, que se
puede dormir con facilidad pero es difícil que se centre internamente de manera
útil (Beahrs, Carlin y Shehorn, 1974; Spiegel, 1986).
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Segunda Parte: PRÁCTICA
CAPÍTULO 12: Estructura de las sugestiones

El objetivo de este capítulo es tratar algunas de las variables de comunicación


interpersonal que se producen en los patrones hipnóticos, específicamente los
estilos de comunicación y las estructuras de sugestiones hipnóticas.

Estilos de comunicación

Uno de los requisitos previos para usar la hipnosis de manera efectiva es


apreciar las diferencias en los estilos de procesamiento de información y en la
habilidad de la mente consciente y la inconsciente. Una de las formas en las que
la hipnosis obtiene su fuerza es formulando sugestiones que puedan incidir en
la visión del mundo de la mente inconsciente.

Existen dos categorías principales de comunicaciones hipnóticas: la


directa y la indirecta. No sólo no son mutuamente excluyentes, sino que dudo
que sea posible (o deseable) realizar un proceso hipnótico eficaz exclusivamente
en una de las dos. En realidad, ambos estilos serán evidentes en distintos
momentos de un mismo proceso. Además, cada sugestión variará en el grado
de directividad, como si se tratara de un continuo en el que un polo es la
sugestión «directa» y el otro la «indirecta». La cuestión de qué estilo usar en un
momento dado depende de la naturaleza de la sugestión (considerando factores
como su potencial para amenazar al cliente) y el grado de respuesta de éste
(Alman y Carney, 1980; Erickson y Rossi, 1979; Zeig y Rennick, 1991).

__________________________________________________________
Tabla 2

Estructuras y estilos de sugestión hipnótica básicos

Sugestiones positivas

«Puedes hacer X»

Sugestiones negativas

«No puedes hacer X»

Sugestiones directas

«Puedes hacer X»

Sugestiones indirectas

«Conocí a alguien que disfrutaba haciendo X»

Sugestiones de proceso

«Puedes tener un recuerdo especial»

Sugestiones de contenido

«Puedes recordar a tu profesor de tercer grado»

Estilos permisivos

«Puedes permitirte a ti mismo hacer»

Estilos autoritarios

«Harás X»

Sugestiones poshipnóticas

«Más tarde, cuando estés en la situación A, puedes hacer X»

___________________________________________________________
Sugestiones directas

Las sugestiones directas son aquellas que tratan o bien con el problema
que se tiene entre manos o bien con la respuesta específica deseada de manera
abierta y clara. No se conocen por su sutileza.

Las sugestiones directas hacen referencia, en gran medida, a la


experiencia consciente de la persona, y normalmente proporcionan soluciones
específicas a los problemas e instrucciones detalladas sobre cómo responder.

Normalmente, para empezar la hipnosis el clínico querrá que el cliente


cierre los ojos. Si el clínico elige un enfoque directo, puede ofrecer alguna de las
siguientes sugestiones directas:

Cierra los ojos.

Por favor, cierra los ojos.

Puedes cerrar los ojos.

Deja que tus ojos se cierren.

Me gustaría que cerraras los ojos.

Las ventajas de las sugestiones directas son: a) su relevancia directa con


los asuntos que se tienen entre manos (reduciendo las preocupaciones
conscientes del cliente respecto a la capacidad del terapeuta para tratar
directamente sus problemas); b) su capacidad para mantener los objetivos del
cliente bien definidos y a la vista; c) la implicación directa del cliente en el
proceso de manera activa; y d) su capacidad para servir de modelo para la
resolución de cualquier problema futuro que surja a través del desarrollo
directo de una estrategia consciente de solución de problemas.

El inconveniente de las sugestiones directas es que confían demasiado en


el deseo consciente de seguir las sugestiones, usando menos los recursos de la
mente inconsciente. Además, es más probable que este tipo de sugestiones
susciten resistencia en el cliente al tratar de manera tan directa sus problemas
que, potencialmente, son una experiencia amenazante. Esta sensación de
amenaza que tiene el cliente aumenta la probabilidad de tener reacciones
defensivas, una de las cuales es el rechazo de las sugestiones.

Es necesario que el terapeuta valore las ventajas y desventajas de usar


sugestiones directas para tomar la decisión pertinente de manera que su uso
produzca una experiencia hipnótica exitosa (Crasilneck y Hall, 1985; Kroger,
1977; Spiegel y Spiegel, 1987; Weitzenhoffer, 1989).

Sugestiones indirectas

Las sugestiones indirectas son aquellas que están relacionadas con el


problema tratado o con la respuesta específica deseada de manera encubierta y,
por lo tanto, no intrusiva. Pueden ser bastante sutiles. Dichas sugestiones
normalmente tienen una relación indirecta y requieren que el cliente las
interprete de manera idiosincrásica para darles significado. El uso de las
sugestiones indirectas puede hacer que el cliente se pregunte a nivel consciente
de qué está hablando el terapeuta y, al mismo tiempo, su mente inconsciente
esté asociando lo que dice el terapeuta con su experiencia interna (procesos
dinámicos subyacentes), preparando el terreno para que se produzcan los
cambios.

Estas sugestiones pueden adoptar formas diferentes como contar


historias, analogías, chistes, juegos de palabras, tareas para casa y sugestiones
disfrazadas o entremezcladas. Cualquier forma de comunicación que requiera
una respuesta del sujeto sin pedírsela directamente implica, en cierta medida,
una sugestión indirecta.

Si un terapeuta sospecha, basándose en la retroalimentación que recibe


de su cliente, que le resultaría más fácil la hipnosis a través de métodos
indirectos, le podría ofrecer alguna de las siguientes sugestiones:

Un buen sujeto hipnótico empieza cerrando los ojos. ¿Puedes permitir que tus
ojos se cierren?
A muchos de mis clientes les gusta sentarse en esa silla y tener los ojos cerrados.

¿No es agradable no tener que escuchar con los ojos abiertos?

Me pregunto qué cree que le permitiría CERRAR LOS OJOS cómodamente.

La ventaja de los enfoques indirectos es que están relacionados


principalmente con una mayor utilización de los recursos de la mente
inconsciente en beneficio del propio cliente. Cuando las sugestiones
desencadenan asociaciones antiguas o nuevas que pueden suponer una
experiencia terapéutica, la persona está totalmente implicada en la terapia a
múltiples niveles. Además, al haber una mayor distancia entre las sugestiones y
la emoción o conducta objetivo, la necesidad de usar defensas resistentes es
menor. Dicha distancia puede crear, al mismo tiempo, confusión en el cliente
respecto a cómo se relacionan las sugestiones con su mejora personal,
preparando el camino para que las interprete de alguna manera que sea útil
para él. Al no forzarle a responder a las demandas arbitrarias del terapeuta, éste
demuestra un respeto mayor por el cliente, lo que supone un enfoque altamente
deseable (Brown, 1991; Lankton y Lankton, 1983; Zeig, 1980).

Los inconvenientes del estilo indirecto son la posibilidad de que el cliente


sienta ansiedad o miedo de que el terapeuta no sea capaz de afrontar
directamente el problema: «Si el terapeuta no puede, ¿cómo voy a poder yo?».
Se puede ver al terapeuta como evasivo o incompetente, y el cliente sentirse
manipulado e incluso engañado. Otro inconveniente es que las respuestas
inconscientes del cliente pueden permitir aliviar el problema pero dejar al
cliente, a nivel consciente, preguntándose cómo se produjo el cambio. Quizá se
resuelva el problema pero la solución no permite al cliente acceder a patrones
para resolver problemas futuros (Lehrer, 1986; Yapko, 1983).

Elección de estilo

La directriz para elegir un estilo y el grado en el que dicho estilo se


debería usar se basa en dos factores principalmente: el nivel de insight deseable
o necesario para que la intervención funcione y la capacidad de respuesta del
cliente.
Algunos clientes quieren entender a nivel consciente, preguntando
muchas veces «¿por qué?». Otros están más interesados en conseguir que se
produzca algún cambio en el problema, sin importar lo que eso suponga.
Cuanto mayor sea la necesidad de la persona de entender a nivel consciente e
intente implicar al terapeuta en este nivel, más disruptivo será un enfoque
indirecto en su patrón normal, aumentando la probabilidad de cambio. Aunque,
al mismo tiempo, una persona que quiere entender a nivel consciente puede
quedar desconcertada por los métodos indirectos, perder la paciencia y la
motivación y rechazar la experiencia como inútil.

La experiencia es lo único que puede ayudar al terapeuta a evaluar qué


estilo se debe utilizar con cada cliente en concreto.

La segunda variable que cabe considerar al valorar si se usa un estilo


directo o indirecto es el grado de respuesta del cliente (o «resistencia»,
considerada tradicionalmente como una falta de respuesta). Una directriz
general para decidir qué estilo hay que usar es ésta: el grado de directividad
debería ser directamente proporcional al grado de resistencia encontrado o anticipado
(Zeig, 1980). En otras palabras, cuanto mayor sea la incapacidad o la falta de
ganas del cliente de seguir las instrucciones del terapeuta, más indirectas
deberán ser las sugestiones de este último.

Comportamiento clínico

Antes del reciente interés que han suscitado los métodos indirectos para
inducir y utilizar el estado hipnótico, su consideración se limitaba a la conducta
del clínico cuando ofrecía sugestiones directas. Los estilos se describían en un
continuo en el que «autoritario» estaba en un extremo y «permisivo» en el otro.
Estos términos todavía pueden ser útiles para describir las relaciones existentes
entre el clínico y el cliente, y por eso se han incluido aquí.

El estilo autoritario es dominante y en él el clínico literalmente ordena al


cliente que responda de una determinada manera. La autoridad y el poder son
las variables en las que confía el clínico y la respuesta del «buen» cliente es la
conformidad.

Los enfoques autoritarios ofrecen sugestiones en forma de órdenes. Las


siguientes instrucciones están estructuradas de forma autoritaria:
Cierra los ojos mientras cuento hasta tres.

Cuando chasquee los dedos tendrás seis años.

Cuando toque tu hombro, entrarás en un profundo estado de hipnosis.

Te resultará imposible encender un cigarrillo.

No recordarás nada de esta experiencia.

En el otro lado del espectro está en enfoque «permisivo», que es mucho


más respetuoso con la capacidad del cliente para hacer elecciones en su propio
nombre respecto a las cosas a las que responderá y a las que no. El enfoque
permisivo se caracteriza por el énfasis que se pone en permitir al cliente ser
consciente de las posibilidades que tiene de dar respuestas significativas, en vez
de exigir dichas respuestas. Las siguientes sugestiones están estructuradas con
un estilo permisivo:

Quizás estés interesado en descubrir otra manera de sentirte más cómodo.

Me pregunto si has considerado la posibilidad de aprender dichos métodos más


fácilmente de lo que pensaste en un principio.

No sé cuál es para ti la posición más cómoda al sentarte en la silla.

Quizá te podrías centrar con más facilidad con los ojos cerrados.

Puedes decidir escuchar las cosas que yo describo, si quieres.

El clínico simplemente ofrece sugestiones sobre lo que el cliente puede


experimentar si elige hacerlo. En gran medida es responsabilidad del cliente
utilizar a su manera la información que le ha proporcionado el clínico. Por lo
tanto, el clínico considera adecuada cualquier respuesta, respetando la elección
de la persona. En este estilo, la «resistencia» es un factor mucho menos
debilitante (Gilligan, 1987; Gordon y Meyers-Anderson, 1981; Grinder y
Bandler, 1981; Haley, 1985; Satanton, 1985).
Estructuras de sugestión

Además del estilo para ofrecer sugestiones, el terapeuta tiene que elegir
también una estructura particular para la sugestión, que puede asumir dife-
rentes formas, que describiremos a continuación.

Sugestiones positivas

Las sugestiones positivas son, con diferencia, el tipo de estructura más


común, simple y útil. Proporcionan apoyo y ánimo y están expresadas de
manera que dan al cliente la idea de que puede experimentar o conseguir algo
deseable. Puesto que las palabras nos recuerdan las experiencias que
representan (como símbolos de las mismas), las sugestiones positivas crean
respuestas deseables. Las siguientes sugestiones están estructuradas de manera
positiva (y permisiva también):

Te puedes sentir más cómodo con cada inspiración.

Puedes recordar una vez que te sentías muy orgulloso de ti mismo.

Eres capaz de descubrir fuerzas internas que no te habías dado cuenta que
tenías.

Puedes darte cuenta de lo bien que te sientes relajado.

Puedes darte cuenta de una suave sensación de calidez en las manos.


Sugestiones negativas

Estas sugestiones, cuando se usan de forma habilidosa, utilizan una


especie de enfoque de «psicología inversa». Con ellas se puede obtener una
respuesta sugiriendo a la persona que no responda de la forma deseada.

Cuando se usan deliberadamente y con cierta habilidad, las sugestiones


negativas pueden ser muy útiles. Los siguientes son ejemplos de sugestiones
negativas. Se recomienda al lector que se dé cuenta de cuál es su experiencia
interna a medida que lee lentamente cada uno de ellos:

No pienses en tu color favorito.

No te permitas a ti mismo preguntarte qué hora es.

Te recomendaría que no prestaras atención a esa sensación de tu pierna.

Ahora no deberías pensar en tu novio/a del instituto.

Por favor, intenta no pensar en cuál de todos tus amigos es el más materialista.

Con demasiada frecuencia se emplean las sugestiones negativas de


forma ingenua y accidental, generando una respuesta no deseada que deja al
profesional preguntándose qué es lo que ha ido mal. Si el clínico dice (con gran
sinceridad y con la intención de confrontar al cliente): «No se preocupe por eso,
simplemente sáquelo de su mente», es todavía más probable que el cliente siga
preocupándose por «ello».

Sugestiones de contenido

Este tipo de sugestiones contienen detalles muy específicos que


describen sentimientos, recuerdos, pensamientos o fantasías que experimenta el
cliente mientras está hipnotizado. Ofrecer detalles que describen cada
dimensión de la experiencia sugerida puede tener el efecto deseado de ayudar
al cliente a tener la experiencia de forma más completa y, por lo tanto, a un
mayor grado de satisfacción. Algunos ejemplos de sugestiones de contenido
son:

Piensa en una rosa roja con unos pétalos suaves y aterciopelados y una
fragancia suave y dulce.

Imagina que estás en la playa en un día claro y brillante, sintiendo como el sol
calienta tu piel, oliendo la sal en la brisa del océano y oyendo el ruido de las
olas al chocar contra la orilla.

¿Puedes recordar lo agradable que es dar un mordisco a una naranja llena de


zumo, cómo se llena de líquido tu boca, cómo corre el jugo por tus dedos, y su
sabor ácido?

Cada uno de los ejemplos anteriores proporciona detalles específicos


respecto a lo que se va a experimentar pensando en una rosa, en la playa o en
una naranja. Quizá dichos detalles permitan tener una experiencia más plena,
en cuyo caso son útiles. Sin embargo, estas frases pueden ejemplificar también
el riesgo potencial de usar sugestiones llenas de contenido, es decir, los detalles
que el terapeuta da al cliente quizá no son los que éste hubiera elegido.

El problema potencial de las sugestiones de contenido es simplemente


éste: cuantos más detalles ofrece el terapeuta mayor es la probabilidad de que
algo de lo que sugiera contradiga la experiencia del cliente (Grinder y Bandler,
1981; O'Hanlon, 1993).

Sugestiones sobre el proceso

En contraste con las sugestiones de contenido, que son tan meticulosas,


las de proceso se caracterizan por su escasez de detalles, dejando al cliente
libertad para prestar atención a aquellos que él mismo ha asociado a (es decir
proyectado en) la experiencia sugerida.
Las instrucciones sobre el proceso dan a los clientes la oportunidad de
usar su propia experiencia y sus propios detalles en el proceso y, por lo tanto,
de hacer que lo que parece a primera vista demasiado general para ser eficaz, se
convierta en un enfoque muy individualizado. A continuación se incluyen
algunos ejemplos de instrucciones sobre el proceso:

Puedes tener un recuerdo concreto de la infancia, uno en el que no habías


pensado durante mucho, mucho tiempo.

Puedes notar cierta sensación muy agradable en tu cuerpo a medida que te


sientas allí cómodamente.

Te puedes volver consciente de un sonido específico en la habitación.

¿Puedes recordar aquel momento especial en que te sentías tan bien contigo
mismo?

Ninguna de las sugestiones anteriores especifica nada: no dicen qué


recuerdo, sensación, sonido o acontecimiento. El cliente elige ese aspecto de la
experiencia. Obsérvese, sin embargo, que con el uso de calificativos como
«concreto», «cierta», «específico» y «especial» se puede conseguir que el cliente
eluda de entre todas sus experiencias una en la que centrarse. Esa experiencia
concreta es producto de la interacción entre elecciones conscientes e
inconscientes (Erickson y Rossi. 1979; Zeig, 1980).

Sugestiones poshipnóticas

Las sugestiones poshipnóticas son aquellas que se dan al cliente mientras


está hipnotizado y tienen que ver con conductas o emociones que tendrá en
algún contexto futuro. Estas sugestiones permiten posponer para el contexto
deseado las conductas nuevas o el entendimiento adquirido durante la hipnosis.
Las sugestiones poshipnóticas son una parte necesaria del proceso terapéutico si el
cliente aporta nuevas posibilidades a las experiencias futuras. Sin ellas, el aprendizaje
adquirido durante la sesión de hipnosis es probable que quede limitado al
estado hipnótico en sí. La razón por la que esto ocurre es que las respuestas
hipnóticas son específicas de un estado, están asociadas a un estado interno
concreto. La sugestión poshipnótica permite que el aprendizaje recientemente
adquirido cruce los límites internos y esté disponible en otros estados de
conciencia. Si el cliente puede tener la conducta o la emoción sólo cuando está
hipnotizado, sigue estando muy limitado.

Estas sugestiones son útiles para asegurarse de que la respuesta deseada


quedará integrada en la vida cotidiana de la persona, reemplazando respuestas
disfuncionales o ausentes. Además, también se pueden usar para facilitar el
trabajo hipnótico futuro ofreciendo la sugestión de que en futuras sesiones el
cliente podría entrar en la hipnosis con más rapidez y profundidad (Erickson y
Rossi, 1979; 1981; Lankton y Lankton, 1983).

Sugestiones especializadas

Mientras que la estructura y el estilo de las sugestiones que acabamos de


describir representan el núcleo de las sugestiones hipnóticas, existen otras
formas derivadas de los componentes nucleares. Algunas de ellas las
describiremos en esta sección.

Preguntas de acceso

Las preguntas que animan al cliente a responder en un nivel experiencial


y no sólo verbal se conocen con el nombre de preguntas de acceso. Más que
preguntas retóricas, éstas centran al cliente en aspectos particulares de su
experiencia, que se amplifican mediante la manera de formularlas: «¿Puedes
recordar vividamente lo suave y relajante que es estar tumbado bajo un cálido
sol y sentir como éste calienta tu piel?». A este tipo de preguntas se les ha
llamado también «postulados conversacionales» (Bandler y Grinder, 1979;
Hammond, 1990).
Sugestiones ambiguas

Se puede usar deliberadamente la ambigüedad en una sugestión para


estimular las proyecciones del cliente (esto es similar a las inespecíficas
sugestiones sobre el «proceso»). La ambigüedad puede girar alrededor de la
acción deseada por el cliente o del significado de la sugestión. Por ejemplo,
sugerir que «se puede tener una voluntad férrea y ser práctico en dichas
cuestiones» deja abierta la interpretación de si el clínico está alabando la
perseverancia o está criticando la testarudez (Grinder y Bandler, 1981;
O'Hanlon, 1985).

Aposición de opuestos

Al ofrecer sugestiones que crean distintas polaridades sobre la


experiencia del cliente se está usando la aposición de opuestos. Por ejemplo,
«mientras su mano izquierda se vuelve agradablemente fría e insensible, se da
cuenta de que su mano derecha se vuelve cómodamente cálida y sensible»
(Erickson y Rossi, 1979; Hammond, 1990).

Obligatoriedad de alternativas comparables


Al ofrecer al cliente la obligatoriedad de alternativas comparables se
crea, para él, una situación de «elección forzada» en la que ambas elecciones
llevan a un resultado igualmente deseable: «¿Preferiría disfrutar de una
experiencia de hipnosis profunda sentado en esta silla o en aquella?». Mientras el
cliente responda dentro de los parámetros de la sugestión, la obligatoriedad
existe (Hammond, 1990).

Sugestiones confusionales

Se conocen con el nombre de «confusionales» aquellas sugestiones


construidas deliberadamente para desorientar o confundir al cliente y despertar
su interés y para superar una conducta demasiado intelectual y facilitar la
disociación. Por ejemplo, usted puede pensar que entiende conscientemente
estas sugestiones pero su inconsciente también quiere claridad, así que si
conscientemente cree que eso le funcionará conscientemente en una estructura
inconsciente de los patrones consciente e inconsciente para saber a nivel
consciente e inconsciente que puede superar la capacidad de alguien para
entender, asegúrese de que usa la confusión cuando sea adecuado hacerlo.
Inmersas en la confusión aparecen algunas sugestiones claras, sensibles y
significativas que pueden oponerse al telón de fondo de la confusión. Ofrezco
más información sobre los métodos confusionales en el capítulo 16 (Erickson,
1964; Gilligan, 1987; Otani, 1986).

Cubrir todas las posibilidades

Una manera de difuminar la resistencia y de mantener la respuesta del


cliente es incluir todas sus posibles reacciones a las sugestiones y, por lo tanto,
definir cada una de ellas como útil y cooperadora: «Puede pensar en un
recuerdo importante... quizá uno de sus primeros años de vida... quizá uno
muy reciente... o quizá uno de enmedio...». Bien, ¿qué otras posibilidades hay?
Cualquier recuerdo será obviamente de su pasado, ya sea éste reciente,
inmediato o remoto. Así, cualquier recuerdo recuperado está de acuerdo con la
sugestión, y asegura una respuesta positiva (Grinder y Bandler, 1981;
Hammond, 1990).

Directrices implícitas

Una forma indirecta de estimular una respuesta es mediante el uso de


directrices implícitas. La primera parte de la directriz es la sugestión indirecta
de hacer algo y la segunda parte de la sugestión sugiere directamente una
repuesta. Por ejemplo: «Cuando sienta que su mano se eleva por un momento
(sugestión indirecta) la notará muy, muy ligera (sugestión directa)» (Bandler y
Grinder, 1979; Erickson y Rossi, 1975).

Sugestiones entremezcladas

Este enfoque consiste en la utilización frecuente de palabras o frases


clave en una serie continua de sugestiones. Se puede aplicar para ir a niveles de
hipnosis más profundos, para facilitar la experiencia de un fenómeno hipnótico
específico, para «sembrar» (implantar) ideas para referencias futuras, y para
reiterar un punto importante. Por ejemplo: «Un pensador profundo, es decir,
uno que piensa profundamente, puede desarrollar un profundo entendimiento de sí
mismo y conseguir profundidad en el conocimiento que tiene sobre la
sugestión» (Erickson, 1966; Zeig, 1980).

Metáforas

En la bibliografía sobre hipnosis clínica las metáforas han llegado a


significar historias. Las metáforas son un método indirecto para conseguir
diferentes objetivos. Se consideran una de las formas más poderosas y suaves
para comunicar información relevante a un cliente, y por ello se comentan
detalladamente en algunos de los próximos capítulos (Barker, 1985; Gordon,
1978; Wallas, 1985).

Sugestiones paradójicas

Las sugestiones paradójicas contienen lo que parecen ser, a primera vista,


componentes incompatibles dentro de la misma sugestión. Por ejemplo:
«Puedes tomarte todo el tiempo del mundo en el próximo minuto para completar el
trabajo interno de integrar tu nuevo aprendizaje» (Lange, 1988; Seltzer, 1986).

Presuposiciones

Una presuposición supone la respuesta que se producirá; es simplemente


algo así: «¡Qué sorpresa tan agradable tendrás cuando descubras que entiendes
las presuposiciones!» (Gordon, 1985; Haley, 1973).

Juegos de palabras

Usar el humor como herramienta puede ser una manera valiosa de


implicar al cliente en el proceso y, al mismo tiempo, de establecer una
asociación emocional agradable con la hipnosis. Por ejemplo: «A algunas
personas les gusta la hipnosis de una manera rítmica y predecible pero usted y
yo sabemos que el método del ritmo no es muy fiable» (Erickson y Rossi, 1979;
Zeig, 1980).

Perogrulladas

Una perogrullada es una observación de «sentido común» que parece ser


tan evidente como innegable. Se usan para construir una aceptación de la
sugestión que sigue basándose en la aceptación de la perogrullada: «Todas las
personas son únicas (perogrullada), todos sabemos que por eso usted puede
experimentar la hipnosis profunda de manera única» (Erickson y Rossi, 1979;
Hammond, 1990).

Conclusión

Las palabras son estímulos, y evocan las mismas o similares respuestas


que los objetos o conceptos que representan. Por lo tanto, se han de elegir
cuidadosamente y también la manera de decirlas.

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CAPÍTULO 13: Patrones de comunicación hipnótica

En este capítulo se ofrecerán directrices generales para elegir las palabras y


frases particulares que uno puede usar en la sesión de hipnosis. Estas directrices
pretenden ayudar a los lectores a formular sugestiones que es muy probable
que acepte el sujeto con el que se está trabajando.

Hacer que las sugestiones sean simples y fáciles de seguir

Generalmente, cuanto más complicado le resulte a alguien seguir un


conjunto de instrucciones, más confiará la persona en la mente consciente para
aclarar las cosas. Cuanto más confíe la persona en la mente consciente, menos
accesible es la mente inconsciente, dificultando el propósito de hipnotizar.
Ofrecer sugestiones relativamente simples permite al cliente fluir con el proceso
sin tener que analizar, interpretar y juzgar las sugestiones de manera crítica y,
por lo tanto, consciente.

Usar el lenguaje del cliente

He descrito la manera en que las palabras representan experiencias, y


aunque usamos un lenguaje común, nuestras experiencias internas son
necesariamente diferentes. Si el terapeuta toma las palabras del cliente pero les
da su propio significado, las traslada a su propio lenguaje y se comunica desde
su propio estilo lingüístico, lo más probable es que dé lugar a equívocos.
Al usar el lenguaje del cliente, el terapeuta no ha de suponer ni por un
momento que para él significa lo mismo que para el cliente. El terapeuta debe
usar el mismo lenguaje que el cliente: está tratando el mundo del cliente, no el
suyo propio (O'Hanlon, 1987; Sherman, 1988).

Hacer que el cliente lo defina todo en términos experienciales

Puesto que las palabras son símbolos de la experiencia, usar las mismas
palabras no significa que se esté describiendo la misma experiencia. Por lo
tanto, es importante hacer que el cliente explique su experiencia lo mejor
posible y no simplemente usando una palabra o dos para representar la
experiencia. Cualesquiera que sean las palabras usadas, nunca darán al
terapeuta una idea de lo que el cliente está experimentando subjetivamente, por
ello cuanta mayor sea la definición y la descripción de la experiencia que se
tiene, más oportunidades habrá de realizar una intervención significativa
(Bandler y Grinder, 1979; Zeig, 1980).

Usar el tiempo presente y una estructura positiva

Generalmente las sugestiones se deberían formular en presente y en


términos de lo que la persona está experimentando. Por supuesto, la mayoría de
las sugestiones hipnóticas pretenden incluir la conducta futura de alguna
manera, pero la sesión hipnótica es el puente entre lo que es ahora y lo que será
luego. La estructura básica de las sugestiones hipnóticas es unir («encadenar»)
lo que está ocurriendo ahora con lo que se desea: «A medida que experimentas
esto, puedes empezar a experimentar aquello». Es necesario ofrecer una
retroalimentación continua sobre el estado actual de la persona para que el
puente sea efectivo.

En general las sugestiones se deberían formular de manera positiva,


respecto a lo que la persona puede hacer en vez de lo que no puede hacer
(Grinder y Bandler, 1981; Hammond, 1990).
Animar y reforzar al cliente

Desde mi punto de vista, el proceso de animar a los clientes


normalmente consiste en guiarles a una posición en la que puedan reconocer la
fuerza y los recursos personales que antes ignoraban de sí mismos (Erickson y
Rossi, 1979; Hammond, 1990).

Determinar la propiedad del problema

Diferentes enfoques terapéuticos tienen distinta terminología para


expresar este concepto, pero todos ellos tratan la necesidad de guiar al cliente a
la aceptación de cierta responsabilidad por lo que está experimentando. Ayudar
a la gente a descubrir que tienen poder como máximo para controlar los
acontecimientos de sus vidas o, al menos, sus reacciones ante los
acontecimientos de sus vidas, es un componente necesario del trabajo
terapéutico (Ellis, 1987; Walter y Peller, 1992).

Determinar la mejor modalidad para la experiencia hipnótica

Uno de los conceptos más útiles del modelo de programación


neurolingüística creado por Richard Bandler y John Grinder tiene que ver con el
estilo que prefiere la gente para recoger información, almacenarla, recuperarla y
comunicarla.

Es importante darse cuenta de que todas las personas procesan la


experiencia con todos los sentidos (íntegros) todo el tiempo. Lo importante aquí
es saber qué modalidad es dominante en un contexto dado. Si un clínico logra
identificar el sistema de experiencias sensoriales predilecto de una persona,
puede adaptar su comunicación a dicho sistema y aumentar la probabilidad de
influir de manera significativa a través del logro de un rapport mayor.

El lenguaje que usa una persona, particularmente los predicados (verbos,


adverbios y adjetivos), refleja su modalidad de procesamiento predilecta y los
procesos hipnóticos se pueden trabajar teniendo esto en cuenta (Yapko, 1981).

El lenguaje sensorial que utiliza el terapeuta orientará al cliente hacia


uno o más de sus sentidos. Las principales modalidades del proceso hipnótico
son visual, auditiva y cinestésica. Las experiencias olfativas y gustativas se
pueden integrar en la categoría cinestésica.

Si, por ejemplo, el terapeuta quiere orientar a alguien hacia la porción


visual de una experiencia, entremezclará terminología basada en lo visual,
como el ejemplo siguiente:

Imagínate a ti mismo/a en la playa... intenta tener una imagen clara de la


línea de la costa... mira el horizonte más allá del océano... mira la silueta de los
veleros en la distancia... disfruta de las relajantes imágenes del sol brillando en la
superficie del agua...

Para orientar al cliente hacia el componente auditivo de la experiencia, se


puede entremezclar terminología basada en el oído, como sigue:

Ahora no sé qué es lo que te dices a ti mismo... cuando te dices cosas a


través del pensamiento... pero ese diálogo interno desempeña un papel
importante en la calidad global de tu experiencia... y sería agradable oír que te
dices a ti mismo algunas cosas positivas... cumplidos...

La porción cinestésica de experiencias abarca sentimientos, así como


experiencias táctiles. Absorber a un cliente en experiencias cinestésicas significa
usar el lenguaje de los sentimientos, tal como sigue:
Cuando recordabas hace un momento aquel feliz recuerdo... toda tu conducta
cambió... era obviamente un sentimiento maravilloso... sentirse querido... sentirse
profundamente apreciado... tan fuerte y tan obvio que casi lo puedes tocar... y
que es una poderosa experiencia emocional... que puedes guardar para el resto de
tu vida...

Como principio general, los clientes encontrarán más valioso el proceso


cuanto más capaz sea el terapeuta de conseguir que se centren en aspectos de su
experiencia de los que normalmente no se dan cuenta. La terapia muchas veces
significa desarrollar aspectos poco desarrollados de uno mismo y «sintonizar»
con cosas con las que antes no se sintonizaba.

Dar al cliente sólo la información necesaria para lograr los objetivos

Aunque he dado una gran prioridad a dar información relevante a los


clientes, es necesario no dar demasiada información sobre las intervenciones.
Dar al cliente la oportunidad de crear defensas analizando y criticando
demasiado lo que está haciendo el clínico puede ser contraproducente para los
propósitos de la terapia.

La idea de revelar y ocultar información selectivamente puede ser un


dilema ético. ¿Cómo puede dar el cliente un consentimiento elaborado si no
sabe lo que el clínico está haciendo? Aunque, si sabe exactamente lo que está
haciendo, ¿cómo pueden funcionar algunas intervenciones, sobre todo las
estratégicas? Esta es una cuestión que se ha de tratar de forma delicada y
considerando cada caso de forma particular (Booth, 1988; Frauman, Lynn y
Brentar, 1993).

Dar a los clientes el tiempo que necesiten para responder


Todos hacemos las cosas de acuerdo con nuestro propio reloj interno, a
nuestro ritmo. En la hipnosis esta tendencia se amplifica hasta el punto de ser
un componente básico de la interacción. Si el terapeuta presiona a alguien para
que responda a su ritmo (el del terapeuta) la hipnosis no funcionará. Por el
contrario, hay que permitir al cliente que forme la respuesta deseada a la
velocidad que él elija (Erickson y Rossi, 1979).

Pedir permiso antes de tocar a los clientes

He visto fracasar en un instante muchas sesiones que iban bien porque el


terapeuta supuso que había una relación terapéutica suficientemente estrecha
para tocar a la persona (si es que lo pensó, puesto que muchos terapeutas
«propensos a tocar» no lo piensan). Es muy importante tener el permiso del
cliente para tocarlo antes de hacerlo, por muchas razones.

La primera de todas, tocar es algo que está relacionado con la intimidad:


un cruce en el espacio personal. Algunos lo agradecen mientras que otros odian
ser tocados por extraños y lo experimentan como una violación del espacio
personal. Con dichas personas, el tacto puede dificultar la relación terapéutica
en vez de favorecerla.

Segundo, en estado hipnótico la persona normalmente está centrada en


experiencias internas. Responder al contacto del clínico significa reorientar su
enfoque en el mundo externo, lo cual suele ser contraproducente para el
desarrollo y mantenimiento del estado hipnótico profundo. Si un terapeuta usa
el tacto indiscriminadamente, esto puede funcionar en contra suya.

Preguntar antes de empezar la hipnosis o bien en algún momento


durante la sesión es una cuestión de preferencia personal (a mí me gustan
ambos). Asegurándose de tener el permiso del cliente antes de tocarlo, se le
demuestra respeto por su integridad.

Establecer señales para prever


Las señales para prever son afirmaciones de intenciones del terapeuta
que permiten a los clientes conocer de manera efectiva qué acción va a
emprender éste sin que les asuste. También tienen la función de hacer que los
clientes se sientan cómodos y no crean que tienen que prestar atención
consciente a todo lo que el terapeuta está diciendo o haciendo. Dicho análisis
consciente es contraproducente.

Las señales para prever toman la forma de afirmaciones simples sobre lo


que va a ocurrir inmediatamente después. Cuando el terapeuta dice: «Dentro de
un momento voy a...» y continúa de una manera coherente con lo que ha dicho
que haría, se puede alcanzar un nuevo nivel de confianza que ayudará en
trabajos futuros. Desde la perspectiva del cliente, es muy difícil estar relajado y
en guardia al mismo tiempo. Las señales para prever son una manera simple y
rápida de establecer confianza en la relación hipnótica.

Usar una voz y una conducta coherentes con los objetivos

Es inmensamente útil que el terapeuta tenga control de su voz y de su


cuerpo al comunicarse, y se use a sí mismo como mecanismo para que las
sugestiones lleguen al cliente. Tener la voz tensa mientras se le sugiere a un
cliente que se relaje es una incongruencia evitable. Usar un tono de voz de
conversación normal con alguien a quien se quiere guiar a un estado de
experiencia diferente es otra incongruencia evitable. Usar una voz suave y
confortadora también disuade de realizar un análisis consciente (Bandler y
Grinder, 1979; Gilligan, 1987).

Encadenar las sugestiones de manera estructurada

Con la frase «sugestiones encadenadas» me refiero al encadenamiento de


la respuesta deseada a la experiencia actual del cliente. El principio de «marcar
el ritmo y liderar» de Bandler y Grinder (1979) y el de «aceptar y utilizar» de
Erickson y Rossi (1979) son sinónimos de «encadenamiento». La idea es
construir un vínculo (es decir, «cadena») entre lo que está haciendo el cliente y
lo que el terapeuta querría que hiciera. El mensaje implícito es: «A medida que
experimentas (esto), puedes empezar a experimentar (aquello)». Por ejemplo
«sentarte aquí y leer estas palabras te permitirá pensar en tu pie izquierdo».

Estos vínculos son la base para que el proceso hipnótico sea fluido y no
cambiante y desconectado. La formulación hipnótica es una estricta pesadilla
gramatical, pero para la persona hipnotizada el clínico es suave y fácil de
escuchar (Hammond, 1990; O'Hanlon, 1985).

Ser específicamente general

Si el lector consulta la sección sobre las estructuras del proceso de


sugestión, podrá revisar la idea general de que cuantos más detalles se den a
alguien para su experiencia hipnótica, más oportunidades hay para
contradecirla. Por ejemplo, es más fácil que produzca resistencia una sugestión
que propone una respuesta específica como «sientes calor en tu mano derecha»
que un proceso de sugestión más general como: «Nota el cambio de
temperatura concreta que se produce en una de tus manos». En la segunda
sugestión no se especifica qué mano es la que cambia ni si se calienta o se enfría.
Sea cual sea la respuesta de la persona se puede definir como cooperativa, y se
reconoce como proyección de las asociaciones inconscientes de dicha persona
(Grinder y Bandler, 1981; Watzlawick, 1978).

Conclusión

Aunque este capítulo abarca algunos de los componentes básicos de la


comunicación hipnótica, obviamente no puede cubrir todas las sutilezas
inherentes en dichos patrones. Se debe recordar que en cada principio general
comentado hay excepciones.
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CAPÍTULO 14: Test de sugestionabilidad

Para la mayoría de los clínicos que tienen una orientación tradicional, el uso de
la hipnosis se suele basar en la idea de que sólo algunas personas son
hipnotizables y las personas hipnotizables lo son en diferentes grados. Desde su
perspectiva, los test son una buena manera de evaluar si alguien es hipnotizable
y, si lo es, en qué grado. Yo, en mi práctica no uso test formales de
sugestionabilidad, sino que asumo la inevitable presencia de sugestionabilidad
en mis clientes. Sin embargo, para el hipnotista que no comparte este punto de
vista o para el que no tiene suficiente experiencia como para evaluar la
comunicación espontánea de dinámicas de sugestionabilidad, estos test pueden
ser una herramienta suficiente.

Los test de sugestionabilidad en la práctica clínica generalmente


consisten en encuentros minihipnóticos en los que se ofrecen al cliente una serie
de sugestiones breves y ritualizadas para que se relaje, seguidas de una
sugestión para conseguir una respuesta específica. Si el cliente responde de la
manera sugerida, ha «pasado» el test. A esto le pueden seguir más test, cada
uno de los cuales requiere (según el pensamiento tradicional) un mayor grado
de profundidad hipnótica para proporcionar la respuesta sugerida. Si el cliente
no responde de la forma sugerida, ha «suspendido» el test. La calidad de la
respuesta del cliente (es decir, opuesta, mínima, etc.) se debería anotar para
tener información sobre el estilo de la persona; así, se puede obtener
información potencialmente importante incluso a partir de un pobre
desempeño en un test de sugestionabilidad (Weitzenhoffer, 1989).

Funciones de los test de sugestionabilidad

El principal propósito de estos test es determinar el grado de


hipnotizabilidad del cliente, si es que tiene alguno. Sin embargo, también
pueden servir para muchos otros propósitos. Primero, estos test son una
medida de la capacidad de respuesta hipnótica, lo cual puede dar una
información valiosa respecto a cuál será el mejor enfoque para un cliente
concreto.

Específicamente, ¿el enfoque tendría que ser directo o indirecto?, ¿las


sugestiones deberían tener una forma positiva o negativa?, ¿la conducta del
terapeuta tendría que ser dominante y autoritaria o indolente y permisiva? Se
ha puesto mucho énfasis en las dinámicas de relación entre el clínico y el cliente
y los test de sugestionabilidad pueden ser una herramienta para ayudar al
primero a evaluar el estilo que utilizará para tratar a cada cliente en particular.

El segundo propósito de estos test es servir de experiencia


condicionadora para ser hipnotizado. Las experiencias hipnóticas posteriores
implicarán muchas de las mismas dinámicas en mayor grado, así que el test
puede ser un «ensayo» útil para el cliente (Spiegel y Spiegel, 1987).

El tercer propósito es la capacidad de llevar a cabo lo que yo llamo


«pretrabajo del trabajo». Si se introduce el test como un trabajo preliminar al
trabajo terapéutico «real», puede ser una oportunidad de coger al cliente
desprevenido y ofrecerle algunas sugestiones hipnóticas que estén menos
sujetas al análisis del cliente (Bates, 1993).

Administración de test de sugestionabilidad

Presentar y administrar test de sugestionabilidad requiere tantas


habilidades de comunicación como cualquier otra dimensión del trabajo con
hipnosis. Hay cuestiones de tiempo (es decir, en qué momento de la relación se
introduce), la explicación de su rol, el estilo en el que se ofrece, la respuesta del
clínico ante la respuesta del cliente, la terminación y la transición a la siguiente
fase de la interacción.

Aquí presentamos algunos de los test de sugestionabilidad más usados:


El péndulo de Chevreul

Se da un péndulo al sujeto con la instrucción de que mantenga la cadena


entre los dedos pulgar e índice. Entonces el clínico empieza a sugerir y
amplificar el movimiento involuntario del péndulo. Cuanto mayor sea el grado
de movimiento del péndulo, mayor será la sugestionabilidad.

Levitación del brazo

La levitación del brazo y la técnica de la catalepsia implican ofrecer al


cliente sugestiones de que empieza a sentir su brazo tan ligero y sin peso que
éste se separa de su regazo sin esfuerzo (Kirsch, Lynn y Rhue, 1993).

Las manos asidas

Se pide al cliente que se siente confortablemente con las manos unidas y


los dedos entrelazados. Se ofrecen sugestiones sobre que sus manos están
pegadas. También se sugiere que cuanto más fuerte intente el sujeto separarlas
más fuertemente pegadas estarán. Entonces se cuestiona al cliente para que
intente separar las manos. El fracaso para hacerlo indica sugestionabilidad
(Cohén, 1984).

Cierre de ojos y catalepsia

En esta técnica se utiliza el método «intentar versus hacer» («cuanto más


lo intentes más difícil será... inténtalo ahora... Ahora puedes... Adelante,
hazlo...») se aplica al cierre de ojos. Las sugestiones dadas son que los ojos de la
persona son tan pesados que se cierran, y los músculos de los ojos están tan
relajados y sin fuerzas que no los puede abrir. Cuanto más intente abrirlos, más
fuertemente cerrados estarán (Weitzenhoffer, 1989).

La técnica del objeto caliente

En esta técnica, se le da al sujeto un objeto para que lo tenga en la mano y


se le dice que va a empezar a calentarse. El tiempo necesario para «calentarse» y
el grado de sensación de calor asociada son las medidas de sugestionabilidad en
este test (Hilgard, 1965).

Órdenes entremezcladas

Este tipo de sugestiones se utilizan para respuestas específicas y están


entremezcladas en el contexto de una comunicación más amplia y, por lo tanto,
pueden escapar a la detección consciente. Por ejemplo, si uso mi voz para
acentuar suavemente (mediante un cambio de voz o de volumen) las palabras
en cursiva de la siguiente pregunta, estoy entremezclando una sugestión para
una respuesta específica.

¿No es agradable... cerrar los ojos... al final del día?». Así puedo conseguir
que el sujeto cierre los ojos, lo que sería un indicador obvio de
sugestionabilidad.

Las sugestiones de órdenes entremezcladas son más espontáneas, menos


impositivas y arbitrarias y pueden ser un útil indicador de sugestionabilidad
debido a su sutilidad (Grinder y Bandler, 1981; Hammond, 1990).
Cambios no verbales

Parte del logro de rapport se debe a «ir al ritmo» o «reflejar» las conductas
del cliente sin que éste sea consciente. Sincronizando con el patrón de
respiración del cliente, por ejemplo, se refleja una parte de él que no está en su
conciencia. Si el terapeuta cambia luego su respiración y el cliente le sigue, este
último está respondiendo inconscientemente: se trata de un indicador de
rapport y sugestionabilidad (Zeig, 1985).

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CAPÍTULO 15: Inducción del estado hipnótico formal

Este capítulo trata de la segunda fase de la interacción hipnótica: la inducción


hipnótica y la intensificación («profundidad») del estado hipnótico. La
inducción tiene varios propósitos:

1. Proporciona un estímulo concreto para que el cliente centre la atención,


sirviendo de puente entre el «estado despierto normal» y el hipnótico (Spiegel y
Spiegel, 1987).

2. Ocupa la mente consciente y al hacerlo la disocia a medida que amplifica


las capacidades asociativas de la mente inconsciente. Esta es la principal
función de la inducción: facilitar la disociación de lo consciente y lo
inconsciente. El grado de disociación obtenido es la medida general de la
profundidad de la experiencia (Watzlawick, 1978; Zeig, 1980).

3. Permite la construcción de un «grupo de respuestas», un patrón


característico para responder a la guía del clínico (Erickson y Rossi, 1979);
Hammond, 1990).

La inducción hipnótica, como estímulo de la experiencia hipnótica,


obviamente desempeña un papel fundamental en la cualidad total de la
interacción. Existen tantas inducciones como practicantes de la hipnosis y
puesto que no es práctico ni deseable hacer una lista de todas he incluido sólo
algunas de las más útiles y comunes. Las he dividido en dos categorías
generales: las inducciones tradicionales y el enfoque de la utilización. Este
capítulo presentará algunas de las inducciones tradicionales; los enfoques de la
utilización se comentan en el siguiente capítulo.

Inducciones hipnóticas tradicionales


Al usar el término «tradicional» para describir las inducciones
presentadas en este capítulo quiero expresar dos significados. La primera
aplicación es la de la traducción literal del término «tradicional». Estas técnicas
se han usado de manera efectiva durante mucho tiempo, transmitidas de
generación en generación por los hipnotistas. La segunda se debe a la
asociación con el modelo tradicional de hipnosis descrito antes, en el que el
proceso de inducción es muy directivo y ritualista. El modelo tradicional
presupone la necesidad de un ritual formal para que se produzca la hipnosis, lo
que supone una perspectiva innecesariamente limitadora.

Cada una de estas inducciones tradicionales tiene frases y conceptos


clave que son esenciales para la técnica y deben estar necesariamente presentes
para emplearla. Estas técnicas son inestimables en la práctica de la hipnosis
clínica, y se deberían dominar como habilidades básicas de hipnosis. Al
presentarlas aquí, se supone que se han tenido suficientes oportunidades para
desarrollar suficiente sensibilidad a las variables de comunicación para apreciar
que, por muy estructuradas que estén, se tendrán que variar de un cliente a otro
(Weitzenhoffer, 1989).

Inicio de la inducción a la hipnosis

Al inicio de la inducción generalmente habrá ciertas respuestas mínimas


que el terapeuta querrá obtener de su cliente. Sugerir, directa o indirectamente,
que el cliente se ponga en una posición física cómoda es un buen punto de
inicio. La inmovilidad general (catalepsia) y el esfuerzo extra que supone
reajustarse a la posición mientras se está hipnotizado hace que merezca la pena
asegurarse de que la persona está en una posición en la que puede permanecer
sin esfuerzo durante tiempo. Una segunda consideración es sugerir un ritmo de
respiración cómodo; el terapeuta se dará cuenta con la experiencia de que la
anticipación y la fascinación muchas veces llevan al cliente a respirar de manera
irregular e incluso a contener la respiración inconscientemente. Una tercera
consideración es sugerirle que cierre los ojos al principio para empezar a
centrarse en su interior (Coe, 1993).

Cuando el cliente ya está cómodo y responde cada vez más al clínico, la


inducción ya está en marcha. Llegados aquí, hay técnicas específicas para
facilitar la hipnosis.
Técnicas de relajación muscular progresiva

La relajación muscular progresiva implica ofrecer sugestiones de


relajación de los diferentes grupos musculares del cuerpo de manera secuencial.

El cuerpo se divide en tantos o tan pocos grupos musculares específicos


como uno desee, dependiendo de lo corto o largo que piense el terapeuta que
ha de ser el proceso (Kirsch, Lynn y Rhue, 1993).

Con el tiempo se establece una asociación con la relajación a la mera


mención del terapeuta de la relajación corporal; así, con poco tiempo de
práctica, el cliente puede obtener la respuesta de relajación muy rápidamente.

Una segunda variación de la técnica de relajación muscular progresiva


implica el mismo principio. Usando la cuenta atrás (asociando un número a
cada grupo muscular, por ejemplo «10... relaje sus pies... 9... relaje las
pantorrillas y espinillas...») como parte del proceso, en sesiones posteriores se
puede contar simplemente hacia atrás en la secuencia condicionada y cada
número provocará la respuesta de relajación asociada para dicho grupo
muscular particular.

Una tercera variación de esta técnica se llama «relajación muscular


profunda». En esta técnica, la progresión a lo largo del cuerpo es la misma, pero
se instruye al cliente para que tense deliberadamente los músculos del grupo
específico que se está trabajando. Se hace que el cliente mantenga la tensión
durante unos 10 segundos y que los relaje luego. La relajación de los músculos
es inmediata y considerable.

Experiencia de una escena relajada

Esta técnica consiste en ofrecer sugestiones a los clientes para que se


imaginen en algún lugar especial en el que se sientan muy relajados, seguros y
felices. Como se describen los detalles del lugar, los clientes pueden
experimentar más y más la sensación de estar allí.

Cualquier lugar en el que los clientes se sientan cómodos es suficiente


para que esta técnica sea eficaz. En el caso de que los clientes no tengan en su
experiencia un lugar en el que se sientan bien para ir, lo pueden imaginar; casi
todo el mundo tiene algún lugar en la fantasía al que les gustaría viajar (Smith y
Wester, 1984).

Fijación ocular

Si no es la técnica más vieja para inducir la hipnosis, ciertamente la


«fijación ocular» sí es una de las más viejas. Esta técnica implica hacer que el
cliente fije la mirada en algún estímulo específico. El estímulo puede ser
prácticamente cualquier cosa; un punto en el techo o la pared, el pulgar del
clínico, un reloj suspendido o una bola de cristal, un fuego en la chimenea, una
vela, un acuario, un reloj de arena, etc., cualquier cosa que pueda absorber la
atención del cliente el tiempo suficiente para que responda a las sugestiones de
relajación simultáneas que satisfagan esta técnica.

A medida que el cliente mira fijamente al estímulo, se le ofrecen


sugestiones para que se dé cuenta de cualquier detalle observable y, al fijar la
mirada, se va relajando cada vez más.

Hacer observaciones acerca del parpadeo del cliente, acompasar las


palabras al ritmo de su parpadeo e incluso modelar el cierre de los ojos pueden
sugerir otras respuestas deseadas (Coe, 1993).

Métodos de contar

Los métodos de inducción de contar generalmente consisten en contar


hacia atrás (a medida que se entra en niveles de hipnosis más profundos) al
mismo tiempo que se ofrecen sugestiones de relajación y comodidad entre los
números (Miller, 1979).

El método del «como si»

Generalmente es un buen método para los clientes más «difíciles» y es un


patrón que no implica dar sugestiones directas a los clientes para que
respondan de una manera concreta, sino sugestiones para actuar «como si»
estuvieran respondiendo de la manera deseada. En términos de resultados, el
límite de dónde acaba el actuar y dónde empieza la realidad es ambiguo puesto
que ambas respuestas son idénticas.

Se debe sugerir que el cliente actúe «como si» estuviera cómodo,


relajado, pensando en un momento agradable o cualquier cosa que prepare el
terreno para que el cliente experimente realmente las sugestiones sin que se
haga ninguna petición personal real (Grinder y Bandler, 1981).

Técnicas de intensificación (profundización)

Las técnicas que se presentan en esta sección se han usado


tradicionalmente para intensificar el estado hipnótico del cliente después de
administrar la inducción formal.

Las escaleras (o el ascensor) que bajan


En esta técnica se le dice al cliente que se imagine (vea, oiga, sienta) a sí
mismo en el tramo más alto de unas «escaleras especiales» o en un «ascensor
especial». A medida que baja las escaleras experimenta que se va relajando con
cada paso, y puede sentirse más profundamente hipnotizado. O, a medida que
pasa por cada piso al descender en el ascensor, nota que se siente más
profundamente hipnotizado (Smith y Wester, 1984).

Compuestos de palabras

En el capítulo sobre patrones básicos de comunicación en hipnosis,


comentamos el «encadenamiento», también llamado «compuesto verbal», que
consiste en enlazar una sugestión con otra de acuerdo con la fórmula «A
medida que usted X, puede Y» (por ejemplo, «a medida que lee esto, empieza a
entender los compuestos de palabras»). El compuesto verbal sirve para
profundizar construyendo continuamente respuestas nuevas en el marco de
respuestas pasadas y, así, intensificando la experiencia hipnótica.

El «compuesto manual» consiste en enlazar sugestiones verbales con la


experiencia física. Como técnica para profundizar en el estado hipnótico, puede
tomar la forma de sugestiones de entrar en un estado hipnótico más profundo a
medida que se experimentan sensaciones físicas que refuerzan las sugestiones
(por ejemplo, «mientras que su brazo cae lentamente hacia un lado, usted entra
más profundamente en la hipnosis»).

Cerrar el ojo de la mente

Esta técnica implica ofrecer sugestiones respecto a la presencia del «ojo


de la mente» como esa parte de la mente que permanece activa pensando e
imaginando a medida que avanza la hipnosis. Con sugestiones para el
«párpado de la mente», similar a las sugestiones de la «fijación del ojo» de que
«los párpados se vuelven pesados», el cliente puede eliminar lentamente el
acceso a los pensamientos e imágenes dispersos y experimentar un estado de
hipnosis más profundo.

Esta técnica tal vez sea una manera efectiva de «apagar» buena parte del
diálogo interno que fluye continuamente en cada uno de nosotros, haciendo
que la hipnosis sea más fácil de experimentar.

Silencio

El silencio es una técnica útil para profundizar en la hipnosis si se utiliza


bien. Después de la inducción, se ofrecen sugestiones con el efecto de que el
cliente ahora puede «tener un tiempo de silencio para disfrutar de la relajación
de la hipnosis, a la vez que profundiza en la experiencia».

Inducciones poshipnóticas y reinducción

Esta técnica, también llamada «refracción» consiste en dar al cliente


previamente hipnotizado una sugestión poshipnótica para que, al volver a
inducir la hipnosis, ésta sea más profunda y más rápida. El clínico guía a la
persona hacia dentro y hacia fuera de la hipnosis varias veces en la misma
sesión (Gilligan, 1987; Werner, 1984). Ésta es una técnica excelente para aquellos
que, por cualquier razón, tienen dificultades de atención (esto es, un trastorno
de déficit de atención, dolor físico, depresión o cualquier otra cosa que dificulte
la capacidad para centrarse).

Resumen

En este capítulo se han presentado algunos de los métodos más comunes


y útiles para inducir y profundizar en el estado hipnótico de acuerdo con los
enfoques tradicionales y estructurados. Cualquier cosa que haga que la persona
centre la atención y facilite sentimientos de confort y bienestar se puede usar
como inducción. Los métodos que hemos presentado aquí pretenden ofrecer
una base sobre la que poder construir.

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CAPÍTULO 16: Inducciones hipnóticas naturalistas

Las inducciones hipnóticas estructuradas presentadas en el capítulo anterior se


basan en el supuesto general de que la hipnosis es un estado especial, o incluso
artificial.

En el enfoque de la utilización se considera que la hipnosis no es ni un


fenómeno extraordinario ni uno creado artificialmente. Más bien se ve la
hipnosis como una experiencia natural que ocurre rutinariamente en casi todo
el mundo. Al adoptar esta perspectiva, el clínico hábil debe reconocer las
respuestas hipnóticas tal como ocurren de forma natural en el curso de la
interacción clínica y utilizarlas como base sobre la que construir de manera
significativa. En otras palabras, el clínico puede crear respuestas hipnóticas a
partir de patrones hipnóticos de comunicación que capten la atención del
cliente y la centren en experiencias terapéuticamente significativas. Las
instrucciones del cliente en este enfoque normalmente están más orientadas en
el proceso que en el contenido. Muchas veces no hay un inicio, mitad y final
claros como en las inducciones utilizadas en las transiciones, más claras, de los
enfoques más estructurados y orientados al contenido del capítulo anterior
(Erickson, 1958; Haley, 1973).

Conseguir y mantener la atención del cliente es un punto de inicio para


la interacción hipnótica. Hablar de manera significativa de qué es lo que llevó a
la persona a buscar tratamiento, contar historias absorbentes que sean paralelas
a la experiencia del cliente, y comportarse de maneras inesperadas son tres
técnicas muy comunes para atraer la atención. Se empieza a construir a medida
que la atención del cliente se va dirigiendo al clínico, y se hace utilizando dicha
atención y a partir de las experiencias del cliente, reconociéndolas y
sugiriéndole (directa o indirectamente) que puede expandirse más. Cuando el
clínico se da cuenta de las respuestas hipnóticas (absorción, cambios en la
respiración, postura fija, disipación de la tensión muscular, etc.) puede empezar
a implicar a la persona en el proceso de inducción hipnótica y entrar en estados
más profundos mediante las técnicas naturalistas descritas en este capítulo
(Lynn, Neufeld y Matyi, 1987; O'Hanlon, 1987; Otani, 1989a; Zeig y Rennick,
1991).
Inducciones naturalistas

Utilización de experiencias hipnóticas pasadas

La técnica de inducción de «usar experiencias hipnóticas pasadas»


implica las siguientes categorías generales de experiencias previas sobre las que
se construye: a) experiencias informales con la hipnosis que la gente puede
tener durante el curso normal de la vida diaria sin darse cuenta de que son
hipnóticas; b) experiencias formales con la hipnosis, específicamente las
ocasiones anteriores en las que el cliente experimentó la hipnosis de manera
exitosa. Cualquiera de las dos se ofrece tanto desde la estructura orientada al
proceso como desde la estructura llena de contenido, que se describirá más
adelante en esta sección.

En el enfoque de construir a partir de experiencias informales con la


hipnosis, la fase de absorción atencional normalmente implica ciertos
comentarios de preinducción sobre la naturaleza de este fenómeno a medida
que se explora la asociación del cliente con él. En algún punto, el clínico puede
empezar a modelar la atención, la inmovilidad y el enlentecimiento de la
respiración, y describir hipnóticamente una o más situaciones naturales en las
que se produce la hipnosis. Dichas situaciones pueden incluir conducir durante
períodos de tiempo largos, quedar absorto leyendo un libro o viendo una
película, un masaje o un jaccuzi, soñar despierto, rezar y cualquier otra situación
en la que la persona ha tenido la experiencia de quedar absorto o centrarse
fijamente. El cambio no verbal de un tono de voz y ritmo conversacionales y
rutinarios a uno más lento, más bajo y articulado de manera más significativa es
fundamental para guiar a la persona hacia el recuerdo sugerido del estado
hipnótico natural que había experimentado previamente. Mediante la absorción
en dicho recuerdo, las respuestas hipnóticas (es decir, las ideodinámicas)
empiezan a surgir en el aquí y ahora y el cliente se puede dar cuenta, las puede
aceptar y utilizar de acuerdo con la fórmula del encadenamiento «a medida que
usted experimenta esto, puede notar aquello». El cliente no necesita tener los
ojos cerrados para experimentar la hipnosis, pero el clínico, si lo desea, puede
sugerirlo mediante una sugestión directa para que lo haga.

En el enfoque de la construcción a partir de la experiencia formal con


hipnosis, la fase de preinducción normal puede centrar la atención del cliente
en un rango de posibilidades que la hipnosis permite y en cómo la experiencia
previa con la hipnosis logra que las experiencias futuras sean más satisfactorias
y exitosas. Merece la pena reiterar un punto mencionado en un capítulo anterior
sobre la exploración de la naturaleza y la calidad de las experiencias hipnóticas
previas del cliente. Si éste ha tenido experiencias positivas y significativas con la
hipnosis, el clínico tendrá una base sólida sobre la que construir. Si ha tenido
experiencias negativas (es decir, una que fue como mínimo poco exitosa y como
máximo dolorosa), el clínico tendrá que ser prudente y hacer las menores
referencias posibles a dicha experiencia durante el curso de la hipnosis. Plantear
preguntas sobre las técnicas usadas e identificar las variables situacionales e
interpersonales que operan al mismo tiempo evitará al terapeuta duplicar
inconscientemente experiencias previas negativas.

Si el cliente ya ha tenido antes una experiencia positiva con la hipnosis,


un enfoque lleno de contenido usando la experiencia hipnótica formal puede
consistir en implicarlo en un relato detallado y cada vez más enlentecido de
dicha experiencia. Este enfoque normalmente implica un alto grado de
interacción a medida que la inducción progresa, en la que el clínico
simultáneamente hace preguntas al cliente, le sugiere posibles respuestas y
construye a partir de éstas a medida que se producen. El mecanismo de
inducción es estructuralmente el mismo que al usar experiencias hipnóticas
informales previas: a medida que la persona va quedando absorta por el
recuerdo, las respuestas asociadas al mismo se vuelven más pronunciadas en el
aquí y ahora. El clínico reconoce, acepta, y utiliza dichas respuestas,
estableciendo la meta de la interacción.

Usar las experiencias previas del cliente con la hipnosis, ya sea formal o
informal, es uno de los procesos de inducción más eficaces y de más
profundización. Es un enfoque espontáneo y estructurado de manera laxa que
genera poca resistencia porque «no estamos hablando de ahora, estamos
hablando de entonces». La distancia psicológica extra marca una diferencia. En
suma, las técnicas que implican el uso de experiencias hipnóticas pasadas son
de confianza y flexibles y, bien practicadas, pueden contener una porción
significativa del repertorio de inducción del terapeuta (Grinder y Bandler, 1981;
Zeig, 1988).

Lograr que el cliente se centre en aspectos internos


El proceso de inducción para que el cliente se centre en aspectos internos
consiste en ofrecer afirmaciones a cierto ritmo sobre los estímulos externos de los
que el cliente puede ser consciente en el momento, y al mismo tiempo ofrecer
afirmaciones que definan las respuestas internas que el cliente llega a
experimentar. Esto se obtiene en cualquier proporción al ofrecer afirmaciones
que se consideren útiles. En otras palabras, el número de sugestiones
externamente orientadas que se ofrece por cada sugestión orientada a la
experiencia interna depende únicamente de la capacidad de respuesta del
cliente.

Una vez realizada la evaluación respecto a si el cliente está centrado


interna o externamente en el momento en el que el clínico desee empezar su
inducción, se puede decidir qué proporción entre pasos externos e indicaciones
internas sería eficaz, modificándola tanto como sea necesario en función de las
respuestas del cliente. Algunos clientes al principio están tan internamente
centrados que el clínico sólo tiene que hacer inducciones como «usted puede
quedar hipnotizado ahora». Otros estarán tan centrados en lo externo que quizá
requieran cinco o incluso diez pasos antes de ofrecer ninguna indicación
interna. A medida que avanza la inducción, se hacen cada vez menos
afirmaciones orientadas hacia lo externo mientras que se ofrecen cada vez más
sugestiones orientadas hacia lo interno.

Los aspectos internos y externos, juntamente con diferentes


combinaciones de distintas modalidades, estilo y estructura, ofrecen una amplia
gama de posibilidades (Grinder y Bandler, 1981).

Inducciones metafóricas con sugestiones entremezcladas

En vez de usar la experiencia personal del cliente como base para la


inducción se pueden emplear metáforas que describan la experiencia de alguna
otra persona, animal o cosa en cualquier otro momento y lugar. De esta manera,
el grado de separación es incluso mayor y, por lo tanto, hay mayor posibilidad
de reducir la amenaza personal.

La explicación de las dinámicas específicas para la construcción de


metáforas significativas podría llenar libros; aquí las presentamos sólo de forma
superficial. Cuando se formula una metáfora para la inducción de la hipnosis es
útil saber algo sobre los intereses, valores y aficiones de la persona. Es más
probable que capten y mantengan el interés del cliente aquellas metáforas
construidas en torno a cosas que ya forman parte de su estilo de vida. Por
supuesto, también lo harán las cosas que tengan una naturaleza intrínsecamente
fascinante. Cuanto mayor sea la base de conocimiento y experiencia que tiene el
clínico, más sofisticadas serán sus metáforas. La metáfora como método de
inducción puede presentar las experiencias de otros clientes, construir un
rapport con el cliente, identificarse con el personaje de la historia, y confundirlo
respecto a la razón por la que se está contando la historia. Esto estimula la
búsqueda de significado y relevancia, consiguiendo que el cliente se centre en
aspectos internos y sea receptivo a las siguientes intervenciones (Barker, 1985;
Brown, 1993; Eisen, 1993; Hammond, 1990; Lankton y Lankton, 1989; Mills y
Crowley, 1988).

Inducción a través de sugestiones negativas

En aquellos clientes en los que el control es un aspecto personal


fundamental, es frecuente encontrar una tendencia a responder negativamente
o de manera contraria. Si el clínico dice «es de día», el cliente responderá con un
estilo polar de desacuerdo diciendo «es de noche».

En la interacción hipnótica, el estilo de respuesta negativa se puede


aceptar y utilizar al servicio de la inducción y de su utilización. El principio
subyacente al uso de las sugestiones negativas es «vencer al otro con sus
propias armas». Cuando se ofrecen sugestiones negativas al cliente crítico y
controlador, él puede rechazarlas de forma natural y responder de manera
opuesta. Conociendo la tendencia del cliente a responder de dicha manera, el
clínico puede usar sugestiones negativas que el cliente rechazará para conseguir
las respuestas opuestas realmente deseadas. Sin embargo, hay que ir con
cuidado porque ofrecer dichas sugestiones puede parecer un truco muy obvio a
no ser que se ofrezcan de una manera muy congruente y significativa.

El uso de sugestiones negativas en la fase de inducción de la interacción


hipnótica pretende usar la resistencia del cliente para ayudarle a entrar en la
hipnosis. Llegados a un cierto punto el cliente se da cuenta de que todas las
sugestiones respecto a que no se relaje, no se deje llevar, no se centre
internamente, etc., han tenido el efecto de facilitar el logro de la hipnosis. Esto
puede ser, y normalmente es, un momento decisivo en la relación. El cliente se
dejó guiar por el clínico y no sólo sobrevivió sino que encontró la experiencia
agradable y relajante. El alivio que produce no tener que luchar para mantener
el control tiene un profundo impacto en el cliente, que ha aprendido de la
experiencia que todavía puede tener el control sin tener que enfrentarse a los
demás. Esto sirve como base para futuras experiencias hipnóticas realizadas en
un marco más positivo (Grinder y Bandler, 1981; Erickson y Rossi, 1979;
Johnson, 1988).

Inducción mediante técnicas de confusión

Las técnicas de confusión se encuentran entre los patrones hipnóticos


más complejos de aprender porque tienden a confundir. Estas técnicas rompen
deliberadamente la organización mental cotidiana para aumentar la
probabilidad de que funcione una sugestión.

Cuando las personas están confusas se DETIENEN. Y entonces se


centran en lo interno (un estado hipnótico autoinducido) a medida que
organizan rápidamente todo lo que saben para resolver la confusión. Mientras
que la mente consciente de la persona está tan preocupada por dar sentido a
algo, la inconsciente está más disponible para las sugestiones.

Las técnicas de confusión pueden tomar gran variedad de formas, pero


generalmente entran dentro de una de estas categorías: las técnicas de
interrupción y las de sobrecarga. Las de interrupción consisten en decir y/o
hacer algo para interrumpir el estilo de respuesta rutinaria de la persona en una
área determinada.

La sobrecarga sensorial implica sobrecargar la mente consciente de la


persona con información proveniente de múltiples fuentes que no se pueden
sostener; así la inconsciente está implicada en un mayor grado.

Las técnicas de confusión con el propósito de realizar una inducción


requieren una presentación clara por parte del clínico, que debe saber lo que
está haciendo en cada momento. También requieren cierta disociación por parte
del clínico para no quedar atrapado por la confusión que él mismo está creando
(Erickson, 1964; Gilligan, 1987; Otani, 1989b).

Conclusión

Los enfoques presentados en este capítulo se encuentran entre los


medios más espontáneos y eficaces para inducir a estados hipnóticos de una
manera naturalista. La incapacidad de poder ser descritos palabra por palabra
es uno de sus puntos fuertes. Los clínicos que desarrollan habilidades en el uso
de estos enfoques lo lograrán sólo a través de múltiples sesiones de práctica
observando cuidadosamente las respuestas del cliente al mismo tiempo que
desarrollan flexibilidad para transformar cada respuesta obtenida en otra que
intensifique la calidad de la intervención.

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CAPÍTULO 17: Fenómenos hipnóticos y su inducción

Los diferentes fenómenos hipnóticos clásicos que se describirán y definirán en


este capítulo son los ingredientes básicos para las aplicaciones terapéuticas de la
hipnosis. Además, son también los elementos básicos para construir cualquier
experiencia; las estructuras de la hipnosis se pueden reunir para ayudar o para
dañar, según sea su contenido.

A continuación presento los fenómenos hipnóticos clásicos en orden


alfabético para que sean una referencia más sencilla.

Alucinaciones y alteraciones sensoriales

Descripción

Las alucinaciones creadas hipnóticamente son experiencias sugeridas


que el cliente puede tener y que se apartan de la realidad normal, más objetiva.

Una alucinación es, por definición, una experiencia sensorial que no


surge a partir de la estimulación externa. Las alucinaciones se dividen en
«positivas» o «negativas». Estos términos no hacen referencia al impacto
emocional que tienen en la persona que las experimenta, sino a la estructura de
las mismas.

Una alucinación positiva se define como la experiencia (visual, auditiva,


cinestésica, olfativa, gustativa) de algo que no está objetivamente presente. Una
alucinación negativa es no experimentar sensorialmente algo que está
objetivamente presente (es la otra cara de la alucinación positiva).

Al facilitar las alucinaciones, el clínico está alterando la conciencia de la


entrada sensorial. Guiar a los clientes a situaciones en las que se pueden
experimentar a sí mismos o al mundo de manera diferente obviamente aumenta
la gama de experiencias y puede infundir nuevos recursos valiosos (Bandler y
Grinder, 1979; Hilgard, 1986; Weitzenhoffer, 1989).

Enfoques

Las alucinaciones pueden surgir espontáneamente y, de hecho, muchas


veces lo hacen. Para facilitar la experiencia deliberadamente, funciona bien
tanto un enfoque directo como uno indirecto.

Una sugestión directa para experimentar algo suele ser suficiente;


normalmente, cuando el clínico intenta facilitar las alucinaciones, ya se han
establecido el rapport y la responsividad.

Las sugestiones para experimentar alucinaciones, ya sean éstas positivas


o negativas, se deberían ofrecer en una estructura de sugestiones positiva, de
manera que los clientes supiesen lo que deberían experimentar y no lo que no
deberían.

También se pueden usar sugestiones indirectas. Sugerir al cliente que sea


consciente de su brazo es una manera indirecta de que no se dé cuenta de su
pierna (Bandler y Grinder, 1979; Erickson, Rossi, y Rossi, 1976; Spanos y Coe,
1992; Young, Bentall, Slade y Dewey, 1987).

Amnesia

Descripción

La amnesia es una pérdida de la memoria; descrita de manera simple, es


la experiencia de olvidar algo. El clásico mecanismo de defensa llamado
«represión» es el mecanismo primario de la amnesia hipnótica o estructurada.
Al inducir al cliente a olvidar conscientemente las diferentes sugestiones
y experiencias proporcionadas, se permite que su inconsciente forme su propia
respuesta única, libre de usar la experiencia hipnótica tan creativa e
idiosincrásicamente como se desee. Además de ofrecer sugestiones terapéuticas
a la mente inconsciente para que actúe de una manera considerada correcta, se
puede usar la amnesia de manera más directa con el propósito de reprimir
recuerdos dolorosos. Las sugestiones de amnesia en dichos casos es probable
que sólo sean aceptadas cuando se ha producido primero algún tipo de
curación (es decir, resolución, catarsis).

La amnesia en la hipnosis no es automática como muchos creen


erróneamente. Si se motiva a un cliente a recordar sugestiones y experiencias,
las recordará (Erickson y Rossi, 1974; Zeig, 1985).

Enfoques

La amnesia, más que cualquier otro de los diversos fenómenos


hipnóticos, es menos probable que se obtenga cuanto más directamente se
sugiere. Sugerirle a alguien que «olvide todo lo que tuvo lugar durante este
tiempo» puede ser muy amenazador en ciertos niveles, incluso para un cliente
sensible y obediente. Por lo tanto, para facilitar la amnesia al cliente, los
enfoques indirectos son más aceptables, según mi experiencia.

Hay más probabilidades de que sea aceptado un enfoque directo para la


amnesia si se ofrece de una manera más permisiva. Los enfoques permisivos
pueden tener diversas formas: sugestiones indirectas, cambios atencionales y
confusión (Cooper, 1979; Evans, 1986; Hilgard, 1968; Zeig, 1985).

Analgesia y anestesia

Descripción
La analgesia y la anestesia hipnóticamente inducidas están en un
continuo de disminución de la sensación corporal. La analgesia hace referencia
a una reducción de la sensación de dolor que permite notar sensaciones
asociadas (por ejemplo, presión, temperatura, posición) que mantienen la
orientación corporal del cliente. La anestesia hace referencia a la eliminación
completa o casi completa de sensaciones en todo el cuerpo o en una parte del
mismo.

El potencial para reducir el dolor a un nivel manejable es un tributo


genuino a las capacidades de la mente humana, y constituye una de las
aplicaciones más significativas de la hipnosis terapéutica. Para trabajar con
clientes que sufren dolor se requiere una amplia base de conocimientos de los
principios hipnóticos, de la fisiología humana, de las motivaciones psicológicas,
del procesamiento de información humano y de las dinámicas interpersonales.
En ciertos aspectos es fácil trabajar con clientes que sufren dolor porque
(normalmente) tienen un nivel alto de motivación, aunque en otros aspectos es
excepcionalmente difícil trabajar con ellos debido al impacto del dolor en todos
los niveles de sus vidas. Además, uno se debe acercar a la persona con dolor de
manera sensible, apreciando que ese dolor es frecuentemente algo más que
dolor: puede ser una fuente de ansiedad, sentimientos de impotencia y
depresión, aumento de la dependencia y restricción del contacto social.

Incluso el dolor que proviene de causas claramente orgánicas tiene


componentes psicológicos, sobre todo relacionados con cómo experimenta la
persona el dolor y sus consecuencias. Esta dimensión psicológica resulta más
abiertamente influida por la hipnosis por diversas razones, y todas ellas parecen
proceder del mayor autodominio que ésta permite. El miedo y la ansiedad, los
sentimientos de impotencia y las expectativas negativas se pueden reducir
usando la hipnosis y también tratar los componentes físicos del dolor, como se
puede ver en las diversas estrategias de curación que utilizan patrones
hipnóticos.

Utilizar la hipnosis para controlar el dolor es ventajoso por diferentes


razones. Primero y principal, en mi opinión, es que permite un mayor
autocontrol y, por lo tanto, una mayor responsabilidad personal por el propio
nivel de bienestar. Sentirse victimizado, ya sea por el dolor o por otras personas,
lo pone a uno en una posición de indefensión desde la que es difícil llevar a
cabo una curación real. Tener autocontrol es extremadamente importante para
una persona con dolor, y la hipnosis facilita su adquisición.

Segundo, debido a que la capacidad para experimentar la hipnosis es


algo natural que existe en la persona, se puede reducir o incluso eliminar la
medicación para el dolor. La hipnosis no tiene efectos secundarios ni crea
adicción. El dolor se reduce en diferente grado en distintas personas, pero sea
cual sea el resultado, éste se obtiene de manera segura y natural.

Tercero, la hipnosis permite un nivel más alto de actuación e intensifica


el proceso de curación. Es importante, a todos los niveles, mantenerla tan activa
como la condición de la persona permita, para, así, establecer una diferencia
significativa en el curso del problema. La expectativa de bienestar, la
experiencia de comodidad y la disminución del miedo y la ansiedad son todos
ellos factores importantes a la hora de facilitar la recuperación o, como mínimo,
de retardar el empeoramiento (Brown y Fromm, 1986, 1987; Chaves, 1989, 1993;
Crasilneck y Hall, 1985).

Enfoques

La analgesia surge muchas veces de manera espontánea durante la


hipnosis en el cliente que está suficientemente absorto en la experiencia. Está
asociada con la inhibición del movimiento voluntario (catalepsia) que es
evidente en la persona hipnotizada y consiste en la disminución de la
conciencia del propio cuerpo. Por lo tanto, cualquier enfoque que elimine de
manera exitosa las sensaciones del cuerpo que se están considerando puede
tener un efecto analgésico indirecto. Con sesiones de entrenamiento y de
práctica reforzada, el cliente con dolor aprende a distraerse y volver a centrarse
en ideas, sentimientos y recuerdos positivos o en cualquier cosa en la que elija.
La enseñanza de la autohipnosis es esencial para que este enfoque del control
del dolor funcione (véase el capítulo 18).

Las sugestiones directas de analgesia consisten en ofrecer sugestiones


para la reducción o la eliminación de la sensación en la parte específica del
cuerpo en la que el cliente siente dolor. Otro enfoque directo, aunque no tanto,
es la «anestesia de guante». En este proceso de alteración sensorial se dan
sugestiones al cliente para que experimente anestesia en una o en ambas manos.
Cuando se ha logrado dicha anestesia, se ofrecen sugestiones respecto a que
ésta se puede transferir a cualquier parte del cuerpo que la persona elija.

La disociación física como enfoque para facilitar la analgesia consiste en


guiar a los clientes hacia una experiencia subjetiva en la que su mente y su
cuerpo existen en dos niveles de experiencia diferentes y separados. Puede
haber una distancia suficiente entre ellos como para que el cliente no se dé
cuenta de lo que está experimentando su cuerpo.

Otros enfoques para la analgesia incluyen: a) amnesia, en la que se


ofrecen a los clientes sugestiones para que olvide que tiene dolor. Esto impide
que la experiencia de dolor sea continua y establece una forma de conseguir
períodos intermitentes y cada vez mayores de bienestar; b) disminución
gradual, en la que se ofrecen sugestiones de que el malestar disminuye
lentamente a lo largo de algún ciclo temporal específico; c) pseudoorientación
en el tiempo, en la que se lleva al cliente a una progresión en el tiempo hasta un
momento posterior a la recuperación; d) distorsión temporal, en la que se
amplía la percepción subjetiva de los momentos de bienestar (véase la última
sección de este capítulo sobre distorsión temporal); y e) regresión, en la que la
persona retrocede en el tiempo a un período anterior al surgimiento del dolor
(Barber, 1977; Barber y Adrian, 1982; Erickson, 1966; Erickson, 1983; Hammond,
1990; Hilgard e Hilgard, 1994).

Catalepsia

Descripción

La catalepsia se define como la inhibición del movimiento voluntario


asociada al hecho de centrarse intensamente en un estímulo específico. El grado
en el que el cliente está centrado en las asociaciones desencadenadas por el
clínico señala el nivel en el que puede mostrar respuestas catalépsicas. Dichas
respuestas incluyen mirada fija, inmovilidad general, la «flexibilidad cérea»
asociada normalmente al paciente catatónico que mantiene los miembros en
cualquier posición en la que el clínico los coloca, rigidez muscular, movimientos
inconscientes y el enlentecimiento de los procesos físicos básicos como la
respiración, el parpadeo y tragar saliva. Los signos de la catalepsia se pueden
considerar, en gran medida, como indicadores de hipnosis (tanto la inducida
formalmente como la espontánea) y por razones terapéuticas específicas se
sugiere que se describan brevemente.

La catalepsia se debe considerar como una de las características más


básicas de la hipnosis, puesto que está, directa o indirectamente asociada,
prácticamente con todos los demás fenómenos hipnóticos. La catalepsia es el
resultado de centrarse en una realidad nueva y diferente, sea la que sea, y
establece el camino para permitir distanciarse de la «vieja» realidad el tiempo
suficiente como para crear una experiencia terapéutica de regresión temporal,
analgesia, distorsiones sensoriales, o cualquier otra.

La catalepsia consiste en una gran implicación a uno o más niveles, de


manera que existe un alto grado de actividad y receptividad a la guía del clínico
a otros niveles. Por eso un cliente centrado en un nivel puede tener un brazo
colocado en cierta posición y dejarlo allí porque está más preocupado con otras
cosas que con pensar en moverlo.

Las razones terapéuticas para obtener la catalepsia son numerosas, pero


se pueden dividir en dos grupos generales. Tal vez sea una respuesta objetivo
en sí misma o servir para facilitar una implicación hipnótica posterior al
reconocer el cliente la capacidad de su mente inconsciente para responder de
manera automática. La catalepsia como respuesta objetivo se usa, por ejemplo,
para ayudar a cualquier paciente cuyos movimientos deban ser mínimos para
recuperarse con mayor rapidez y comodidad. Como facilitadora de una
experiencia hipnótica posterior, la catalepsia es la base para atraer la atención y
mantenerla, facilitando así una mayor actividad independiente de la mente
inconsciente y aumentando el grado de implicación o concentración del cliente
(profundización) (Erickson y Rossi, 1976,1979; Weitzenhoffer, 1989).

Enfoques

Cualquier cosa que capte con intensidad el interés del cliente puede
facilitar las respuestas catalépticas, incluyendo historias interesantes, sorpresas
o sobresaltos y confusión (Bloom, 1990; Rossi, 1973). La catalepsia del cliente se
logra de manera directa o indirecta, verbalmente o no verbalmente, según se
desee. La forma más común de estimular la catalepsia es ofrecer simplemente
sugestiones generales para la relajación y la inmovilidad.

Probablemente el ejemplo mejor y más práctico para facilitar la hipnosis


o la catalepsia con procedimientos no verbales de sugestión es la técnica de
modelamiento indirecto. Usando su cuerpo como modelo el terapeuta puede
cambiar deliberadamente los patrones animados de conversación rutinaria y
mostrar al cliente la inmovilidad potencial del estado hipnótico (Erickson, 1983,
1985; Gilligan, 1987).
Disociación

Descripción

La disociación se define como la capacidad para romper una experiencia


global en las partes que la componen, ampliando la conciencia por una parte y
disminuyéndola por otras. Desafortunadamente, la mayoría de los terapeutas
parecen conocer solamente la disociación en sus formas patológicas y no han
aprendido a facilitar sus aplicaciones terapéuticas.

A través de la disociación, las personas no tienen que estar unidas a su


experiencia inmediata, implicadas y «presentes». Pueden «experimentar a
través de los movimientos» sin estar realmente «allí». La mente consciente se
deja llevar hacia algún lugar, preocupada por cualquier otra cosa que llame su
atención y, entonces, la mente inconsciente es libre de responder de cualquier
manera que elija. Cuanto más profundo sea el estado hipnótico, mayor será el
grado de disociación y también la oportunidad de obtener respuestas
inconscientes.

La hipnosis implica necesariamente disociación y por eso se ha


comentado anteriormente en este libro la disociación como característica
hipnótica básica. La disociación permite que se produzcan en el cliente
respuestas automáticas o espontáneas; los recuerdos reprimidos u olvidados se
pueden recordar, la mano elevarse inconscientemente, el cuerpo olvidar
moverse o darse cuenta de las sensaciones, etc. (Cardena y Spiegel, 1991;
Hilgard, 1986; Spiegel, 1993).

Enfoques

Las sugestiones que facilitan la división de la experiencia son sugestiones


de disociación. Por ejemplo, cada una de las inducciones hipnóticas descritas
anteriormente generará una disociación consciente-inconsciente debido al
énfasis que aplican en la capacidad del cliente para experimentar y aprender
cosas sin esfuerzo y de manera automática. A la mente consciente se le dan
ideas y experiencias en las que poder centrarse, mientras que a la inconsciente
se le anima a responder de otras maneras y a aprender a niveles que están fuera
de la conciencia.

Las sugestiones directas de división permiten al cliente descubrir (o


redescubrir, según sea el caso) que es posible tener experiencias en diferentes
niveles, y que esas experiencias se pueden producir espontánea y
automáticamente, sin planearlas deliberadamente.

La disociación se sugiere de manera indirecta cuando se ofrecen


sugestiones sobre un fenómeno hipnótico particular. El uso de metáforas,
confusión y otras formas de sugestión indirecta facilita la disociación (Bandler y
Grinder, 1979; Gilligan, 1987; Grinder y Bandler, 1981; Hammond, 1990;
Watkins y Watkins, 1993).

Distorsión temporal

Descripción

La experiencia del tiempo es puramente subjetiva, y significa que uno


experimenta el paso del tiempo a su manera en cualquier momento dado. El
paso del tiempo puede parecer más rápido o más lento de lo que es
objetivamente cierto, dependiendo del foco de atención. Dichas distorsiones del
tiempo tienen lugar en la «hipnosis cotidiana» que todas las personas
experimentan; y, al igual que todas las experiencias que son subjetivas, la del
tiempo se puede alterar deliberadamente mediante la hipnosis (Cooper, 1952;
Cooper y Erickson, 1982; Erickson y Erickson, 1958; Zeig, 1980).

Enfoques

Los enfoques para facilitar la distorsión temporal pueden oscilar entre


«apartarse simplemente del camino» o dejar que la distorsión temporal surja
espontáneamente ante las sugestiones directas o indirectas para que se
desarrolle. La distorsión temporal tiende a aparecer sin sugestiones, puesto que
una vez que alguien cierra los ojos y queda absorto en la experiencia interna
(por ejemplo, pensamientos, recuerdos, sensaciones, etc.) el mundo externo
queda en un segundo plano y las posibilidades de hacer una evaluación realista
de cuánto tiempo de reloj ha pasado son menores.

Las sugestiones directas inducidas para que se produzca una distorsión


temporal, especialmente si se ofrecen de forma permisiva, pueden facilitar bien
la experiencia.

Las sugestiones indirectas de distorsión temporal plantean de manera


amable la noción de que la experiencia del tiempo se puede alterar. Las
sugestiones indirectas, las historias que contienen ejemplos de experiencias en
las que el tiempo se distorsionó, los postulados conversacionales y los dobles
vínculos son todos ellos capaces de facilitar la distorsión temporal (Alman y
Lambrou, 1992; Erickson y Erickson, 1958; Hammond, 1990; Lankton y Lankton,
1983; Spiegel y Spiegel, 1987).

Finalización del estado hipnótico (desconexión)

Por muy bien que se sienta uno en el estado hipnótico, al final ha de


desconectar. La desconexión es la fase final de la interacción hipnótica. El
cliente puede indicar que está preparado para desconectar mediante una
disminución de la concentración de la atención, al empezar a moverse e incluso
a estirarse. El clínico, en el momento que observe dichos signos, debe tomar la
decisión de si el trabajo está acabado por esa sesión o el inicio de la desconexión
del cliente es una forma de evitación que debe ser tratada terapéuticamente.

Cuándo y cómo desconectar es una cuestión de juicio individual, basado


en el plan de tratamiento general y en los logros de la sesión específica.

La mayoría de los enfoques directos de la desconexión (tradicionalmente


llamada «despertar») han empleado el método de contar: «Voy a contar hasta
tres y a chasquear mis dedos y al finalizar usted estará completamente
despierto...». Dicho enfoque no es particularmente respetuoso con las
necesidades del cliente de desconectar del estado hipnótico a su propio ritmo.
Esperar que un cliente responda al hecho de que el terapeuta cuente y salga de
la hipnosis simplemente porque éste quiere que así ocurra no da al cliente el
tiempo que necesita para acabar la experiencia cómodamente.

Si el estado hipnótico ha sido informal y espontáneo, el clínico puede


decidir ser coherente con su enfoque ofreciendo sugestiones indirectas para la
desconexión.

La forma de acabar la experiencia hipnótica tiene un impacto


significativo en el cliente, puesto que la memoria humana suele ser mayor para
los acontecimientos más recientes (el «efecto de recencia»). En otras palabras, el
sentimiento que los clientes tienen de la finalización de la hipnosis es el que más
asociarán a la experiencia hipnótica. Permitir a los clientes que desconecten a su
propio ritmo les dará la oportunidad de sentirse relajados y sin prisas bajo el
cuidado del clínico (Erickson y Rossi, 1981; Kirsch, Lynn y Rhue, 1993; Watkins,
1986).

Progresión temporal

Descripción

La progresión temporal consiste en hacer proyecciones hacia el futuro, en


guiar al cliente hacia el futuro, donde tiene la oportunidad de imaginar las
consecuencias de los cambios o experiencias del presente, de integrar los
significados a niveles más profundos y de obtener una visión general más clara
de su vida de la que le ofrece normalmente el día a día. Así, él puede imaginar
cómo estimular una visión retrospectiva cuando todavía es una visión previa.

La progresión temporal se puede usar, al menos, de dos maneras que son


complementarias. Una es como verificación del trabajo del clínico y la otra es
como intervención terapéutica. Ambas aplicaciones consisten en guiar al cliente
a una orientación futura pero con diferentes propósitos.

Utilizar la progresión temporal para verificar el trabajo del clínico es una


manera de evaluar dos dimensiones muy importantes de la intervención
terapéutica. Específicamente se puede evaluar si los resultados de la
intervención serán duraderos y qué impacto tendrán en última instancia en el
sistema de vida del cliente (Erickson, 1954; Havens, 1986; Phillips y Frederick,
1992).

Enfoques

Los enfoques directos que ayudan a facilitar la progresión temporal están


estrechamente relacionados con los descritos para la regresión: un «vehículo
especial» para ir al futuro, una pantalla de cine en la que se pueda ver una
película del futuro, un libro en el que leer sobre el futuro, y una colección de
fotografías sobre acontecimientos futuros son todos ellos enfoques
estructurados para facilitar la orientación o la proyección hacia el futuro.

Las sugestiones indirectas para orientarse hacia el futuro son: a)


enfoques metafóricos («me gustaría hablarle de un cliente con el que trabajé que
se podía imaginar claramente a sí mismo dos meses después de nuestra sesión
haciendo exactamente esto de lo que estamos hablando nosotros ahora y
cuando se vio a sí mismo de esa manera descubrió...»); b) órdenes
entremezcladas («a veces me gusta mirar a mi alrededor y preguntarme qué
ocurrirá en el futuro cuando usted pueda mirar atrás y sentirse bien respecto a
los cambios que ha hecho...»); c) presuposiciones («me pregunto dónde estará
usted exactamente y qué es lo que estará haciendo cuando se dé cuenta
felizmente de que no ha fumado en días...»); y d) preguntas indirectas
entremezcladas («Puede hablarme de cómo describirá a sus amigos la manera
en que resolvió este problema ¿no es cierto?»). Cada uno de estos enfoques son
ejemplos que demuestran la capacidad para guiar al cliente hacia una
orientación mental para desarrollar expectativas positivas para el futuro
(Shazer, 1978; Hammond, 1990; Lazarus, 1984; Torem, 1992; Yapko, 1988, 1992).

Regresión temporal

Descripción
La regresión temporal es una utilización experiencial intensa de la
memoria. Las técnicas de regresión temporal consisten en hacer que el cliente
retroceda en el tiempo a alguna experiencia para revivirla (llamada
«revivificación») como si estuviera ocurriendo en el aquí y ahora, o hacer
simplemente que la persona recuerde la experiencia tan intensamente como sea
posible (llamada «hipermnesia». En la revivificación el cliente está inmerso en la
experiencia, volviéndola a vivir exactamente tal como se incorporó el recuerdo
en el momento en que realmente ocurrió. En la hipermnesia la persona está en
el presente y, simultáneamente, recuerda vívidamente los detalles del recuerdo
(Edgette y Edgette, 1995).

La regresión temporal, como categoría de técnicas, ofrece la oportunidad


de retroceder en el tiempo, reciente o remoto, para recuperar recuerdos
olvidados y reprimidos de acontecimientos significativos y para «elaborar»
viejos recuerdos y llegar a conclusiones nuevas (Spiegel, 1993; Weitzenho-ffer,
1989).

Estrategias para la regresión temporal

Si se usa la regresión temporal clínicamente, se pueden emplear al menos


dos estrategias, cada una de las cuales suscita diversas técnicas. La primera
estrategia general tiene que ver con el uso de la regresión para retroceder a
experiencias negativas y traumáticas. Su intención es permitir al cliente liberar
sentimientos reprimidos ofreciéndole, al mismo tiempo, formas nuevas de ver
la situación que le ayuden a liberar cualquier influencia destructiva de dicha
experiencia que pueda persistir en su vida. En esta estrategia se emplea tanto la
revivificación como la hipermnesia, dependiendo del juicio del clínico respecto
a lo inmerso o distante que ha de estar el cliente de la experiencia para recibir el
máximo beneficio.

La segunda estrategia general es compatible y se puede integrar


fácilmente con la primera. Consiste en usar las capacidades y recursos del
cliente que han sido útiles en situaciones pasadas pero que no se están usando
en el presente, desafortunadamente, en su propio detrimento. Muchas veces las
personas tienen capacidades pero no se dan cuenta de que las tienen, y debido a
que no son conscientes y no tienen acceso a ellas, éstas permanecen dormidas.
Al usar la regresión el clínico puede ayudar a los clientes a redescubrir en su
propia experiencia personal aquellas capacidades que les permitirán afrontar
las dificultades del presente de una manera más adaptativa (Edelstein, 1986;
Lankton y Lankton, 1983).

Enfoques

Cualquier patrón de comunicación que permita al cliente retroceder en el


tiempo es un enfoque de regresión temporal. Un grupo de patrones de
regresión utilizan las sugestiones que implican usar la propia imaginación
como desencadenantes para recuperar experiencias pasadas. Otros utilizan
enfoques más naturalistas y cotidianos para sumergirse en el recuerdo. Ambos
grupos de enfoques pueden ser buenos: depende del cliente.

Los patrones que utilizan la imaginación del cliente incluyen «vehículos


especiales» (por ejemplo un tren, un avión, una máquina del tiempo, una nave
espacial, un ascensor y cosas por el estilo) que pueden transportar al cliente
hacia atrás en el tiempo hasta el acontecimiento que se está tratando. El
vehículo especial es un medio artificial, concreto y orientado hacia un contenido
que sirve para estructurar la experiencia y, por lo tanto, requiere que se dé al
cliente una considerable cantidad de detalles para facilitarle el proceso
regresivo.

Los enfoques más naturalistas de la regresión temporal consisten en


ofrecer sugestiones indirectas para conectar con el recuerdo sin la formalidad
de decir «ahora puedes retroceder al pasado». Los patrones incluyen hacer
preguntas experienciales para orientar a la persona hacia su propia historia
personal y compartir aspectos de sus experiencias personales o profesionales
(por ejemplo, «¿puedes recordar lo bien que te sentías cuando te graduaste?»).
Hacer preguntas para orientar a la persona hacia sus propias experiencias del
pasado es un enfoque que implica que el cliente busque en su pasado y
recuerde los acontecimientos apropiados para responder significativamente.
Dicha búsqueda puede empezar como un recuerdo más distante porque se
recuerda sólo cognitivamente, pero con hábiles preguntas se logra que el cliente
se sumerja en su memoria y vuelva a experimentarlo.

Para conseguir que la experiencia de retroceder al pasado sea menos


amenazante, el clínico puede facilitar indirectamente la regresión describiendo
sus propias experiencias relevantes del pasado, o las experiencias de otras
personas. Cuando se describe la experiencia de otros, el cliente tiende a
proyectarse de manera natural en la situación que se presenta, imaginándose
cómo se sentiría o actuaría él en dicha situación. Por ejemplo, hablar de la
experiencia de otros cuando eran niños hará que el cliente se identifique
basándose en sus propias experiencias de niño. Por lo tanto, la regresión se
produce de manera indirecta mediante la identificación y la proyección, y el
cliente retrocede en el tiempo para recordar o revivir recuerdos importantes
(Erickson y Rossi, 1979).

Otras técnicas de regresión temporal incluyen: a) establecer un puente


afectivo o somático para unir los sentimientos que el cliente tiene en el presente
con la primera o una de las primeras veces que tuvo ese mismo sentimiento o
conciencia («...y mientras continúe siendo consciente de ese "sentimiento
abandonado" que ha descrito, puede retroceder en el tiempo y recordar la
primera vez que tuvo ese mismo sentimiento»); b) desorientación temporal, en
la que se emplean sugestiones confusionales para desorientar al cliente del
«ahora» y reorientarlo al «entonces» («Lo que ocurre ahora y entonces es que
recordar ahora el entonces le recuerda ahora el entonces y cuando entonces es
tan importante y cuando entonces se convierte en ahora porque el ayer llevó al
hoy y usted puede recordar el ayer como si*fuera importante ahora...»); y c) la
progresión y la regresión temporal en la que se guía al cliente primero hacia el
futuro, al momento en el que recuerde las cosas que ocurrieron en el último año
(«mira hacia el futuro, al momento en el que puedas mirar hacia atrás...»). Al
orientar hacia el futuro primero, se crea una distancia emocional todavía mayor
respecto a las experiencias pasadas, haciéndolas más fáciles de recuperar y usar
terapéuticamente (Erickson, 1954; Gilligan, 1987; Hammond, 1990; Watkins,
1971).

Respuestas ideodinámicas

Descripción

Las funciones automáticas de los humanos pueden existir al menos a tres


niveles diferentes: motor, sensorial y afectivo. Colectivamente se llaman
«respuestas ideodinámicas» que significa «conversión de una idea a una
dinámica». Individualmente las respuestas se llaman «respuesta ideomotriz»,
«respuesta ideosensorial» y «respuesta ideoafectiva». Cada una de ellas es una
respuesta automática generada a un nivel inconsciente como reacción a un
estímulo externo o interno.
La respuesta ideomotriz es la manifestación física de la experiencia
mental o, en otras palabras, las reacciones inconscientes del cuerpo ante los
pensamientos de la persona.

Las respuestas ideosensoriales son experiencias automáticas de


sensación asociada al procesamiento de las sugestiones. La base para la
respuesta ideosensorial es tener la gama normal de sensaciones y una memoria
anestésica de la experiencia de la sensación.

Las respuestas ideoafectivas son las reacciones emocionales vinculadas a


las diferentes experiencias que tiene cada persona. Es difícil, si no imposible,
sentirse totalmente neutral respecto a algo. Por lo tanto, a medida que el cliente
experimenta las sugestiones del clínico inevitablemente salen a la superficie
diferentes sentimientos asociados a las ideas contenidas en las sugestiones.

En la hipnosis, las ideodinámicas son variables importantes por dos


razones. Primera, porque reflejan la experiencia interna del cliente a los niveles
en los que se pretende realizar un cambio. Segunda, porque forman parte de la
experiencia terapéutica actual y serán los componentes de la terapia basados en
la acción, los sentimientos y las sensaciones en los que confiará la persona como
base para los cambios en el futuro (Cheek, 1994; Erickson y Rossi, 1979, 1981;
Gilligan, 1988; Lankton y Lankton, 1983; Weitzenhoffer, 1989).

Enfoques

A diferencia de la mayoría de los otros fenómenos hipnóticos, las


ideodinámicas se producirán con independencia de lo que haga el clínico. Es
prácticamente imposible que el cliente evite los movimientos corporales
inconscientes, o que se abstenga de reexperimentar sentimientos y sensaciones
asociados a las cosas de las que el clínico habla. Para facilitar las respuestas
ideodinámicas hipnóticamente, la cuestión se convierte en si el cliente responde
bien o no a las sugestiones para tener respuestas automáticas específicas.

Preocupar al cliente con el contenido de la sugestión facilita las


respuestas ideodinámicas, puesto que mientras que el cliente se proyecta a sí
mismo en la situación descrita e intenta darle significado, su inconsciente ya
está respondiendo (Erickson y Rossi, 1981; Gilligan, 1987).
Conclusión

Las intervenciones clínicas implicarán siempre a todos o a alguno de los


fenómenos hipnóticos. Por lo tanto, es indispensable que el terapeuta sea claro
respecto a qué es realmente cada una de las experiencias subjetivas que la
persona es capaz de experimentar. Antes de aplicarlas de las formas
significativas descritas, lo más útil es observarlas tal como surgen en la vida
diaria, intentando descubrir qué estímulos del acontecimiento observado
actuaron como desencadenantes del fenómeno hipnótico.

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CAPITULO 18: La autohionosis y el sí mismo del terapeuta

¿Cómo es su medio interno? ¿Es cómodo? ¿Estresante? ¿Generalmente se acepta


a usted mismo o es autocrítico? A lo largo de este libro he enfatizado el papel de
la comunicación (incluyendo la comunicación con uno mismo) ya sea para
intensificar o para disminuir la propia experiencia.

En ciertos aspectos, gran parte de lo que trata la psicopatología es de que


las personas piensan en cosas que les hacen daño (sobre sí mismos, sobre los
otros, sobre la vida o sobre lo que sea) y cometen el error de creer realmente en sí
mismos. Por eso cuando alguien se dice a sí mismo «nunca tendré una buena
relación», si acepta que esto es cierto se convertirá fácilmente en una dolorosa
profecía autocumplidora. Ernest Hilgard, una figura muy importante dentro del
mundo de la hipnosis, una vez llamó a la hipnosis la «imaginación creída». Si
las personas llegan a creer en cosas útiles se dicen a sí mismos («puedo hacer
esto, incluso aunque me intimide un poco»), éstos no se identifican o presentan
como síntomas. Los terapeutas sólo oyen hablar de las cosas dolorosas que la
gente se dice a sí misma, y de las consecuencias asociadas.

Yo creo que es una vergüenza que los terapeutas tiendan a centrarse sólo
en la patología y la debilidad en vez de en los puntos fuertes y las habilidades.
Creo que cuanto más se sabe sobre las experiencias internas de la gente que
hace algo bien, más se aprende sobre cómo corregir o volver a centrar a aquellas
personas que están actuando mal en esa misma área. Por ejemplo, las personas
que tienen miedo a hablar en público crean vividas imágenes visuales
(normalmente a través de la imaginación) de sí mismas hablando delante de un
auditorio lleno de personas (o incluso delante de unas pocas) que parecen
aburridas, irritadas y antagónicas. Se visualizan a sí mismos con detalle
echando a perder su presentación, y pareciendo tontos a los ojos de los
presentes. Entonces tienen todos los sentimientos ansiosos y aterradores
(respuestas ideoafectivas) como si esa imagen fuera real. Las personas que no
tienen miedo a hablar en público no visualizan el fracaso. Los análisis más
amplios sobre «por qué» alguien tiene miedo a hablar en público son totalmente
irrelevantes si continúan generando esas imágenes tan dolorosas. Ningún
proceso de relajación puede competir con el poder de las imágenes que
provocan dicha ansiedad si se les permite continuar. La terapia tiene que
interrumpirlas.

Los puntos focales y la calidad de la vida del terapeuta

Gran parte de lo que he dicho sobre la hipnosis se puede resumir


sucintamente con dos palabras: punto focal. Dónde se centra la atención y a qué
aspectos de la experiencia se les presta atención y en cuáles se implica uno
determinan en gran medida cómo responde y, finalmente, cómo se siente uno
consigo mismo. Todas las situaciones tienen muchos puntos focales. Por
ejemplo, al hacer hipnosis uno puede centrar su atención en cómo se siente a
medida que realiza la sesión, que palabras dirá y las imágenes que hay en su
mente a medida que las describe. El terapeuta está centrado, por lo tanto,
principalmente a nivel interno. Si es así, está realizando la hipnosis bien. Si la
atención no está centrada en el cliente, el terapeuta perderá la oportunidad de
observar y utilizar respuestas espontáneas a medida que éstas surjan.

En otro ejemplo, si alguien está preocupado y absorto en algún problema


(centrado en lo interno) pero se siente obligado a ir a una fiesta, si no puede
cambiar los puntos focales y orientarse externamente para unirse a los otros,
será visto como inaccesible (los demás lo interpretarán como arrogante,
malhumorado o tímido) y conseguirá retroalimentación negativa como
resultado. No será una buena experiencia.

En otro ejemplo, si yo me centro en satisfacer las necesidades del otro, y


raramente en satisfacer las mías, me vuelvo dependiente del otro para tener
autoestima, tengo miedo a ser abandonado, y tristemente, falto de conciencia de
mí mismo como persona.

La hipnosis tiene que ver con el cambio de los puntos focales. Consiste en
dirigir a las personas en una dirección o en otra, para que se centren en ideas
que pueden facilitar sus circunstancias. Implica ayudar a la gente a construir el
«encuadre mental» para que hagan cualquier cosa que intenten hacer, para que
conecten con los recursos que necesitan para alcanzar sus objetivos. Por lo
tanto, para ser un profesional hábil uno tiene que saber qué puntos focales hay
que tocar para que el cliente tenga éxito.

Ahora ampliemos esta idea al lector. La autohipnosis consiste en aplicarse


los mismos principios a uno mismo. Usando las inducciones que aparecen en
este libro, el lector puede aprender a introducirse en la hipnosis, a dirigir su
atención hacia aspectos de la experiencia a los que normalmente no presta
demasiada atención. Uno se puede hablar a sí mismo a través de los
pensamientos, de las cosas que quiere realizar y de cómo las va a realizar. Se
puede usar la imaginación para visualizar el manejo exitoso de circunstancias
difíciles, estableciendo la expectativa de que el éxito puede pasar de ser posible
a ser probable. Se puede construir sobre la base de los sentimientos de deseo y
recordar intensamente los sentimientos que van asociados al hecho de asumir
un riesgo inteligente y superarlo; luego se amplían dichos sentimientos respecto
a las preocupaciones que se tienen a mano.

¿Cómo se puede iniciar el aprendizaje de la autohipnosis? La sección de


referencias que aparece al final de este capítulo contiene algunas fuentes de
información excelentes para ampliar la lectura. Yo recomiendo empezar
grabando cintas de uno mismo como si fuera el cliente. Se elige una cuestión
sobre la que trabajar, y se graba una cinta de casete en la que aparece el proceso
(el capítulo 21 contiene un ejemplo de un proceso orientado a los objetivos
desde el principio hasta el final, que se puede usar como modelo) que trate de
los propios intereses. Sugiero que se empiece por una cinta por varias razones.
La primera es que ¿quién sabe cómo hablar con usted mejor que usted mismo?
Segunda, cuando empiece a practicar la autohipnosis, al principio su atención
se puede distraer. El hecho de tener la cinta como guía externa le permitirá que
su atención vague pero vuelva a centrarse en la cinta. Con la práctica, la
atención se distrae cada vez menos y uno aprende a estar «en camino» durante
períodos cada vez mayores de tiempo. Y por supuesto, se puede acabar la
sesión cuando se quiera reorientándose hacia el «estado despierto» normal y
continuando con la agenda diaria. Finalmente el casete se vuelve irrelevante a
medida que uno aumenta la capacidad para entrar y permanecer hipnotizado
sin necesidad de usarlo. Hay que practicar muchas sesiones sin casete hasta
poder realizar una sesión mentalmente sin necesitarlo.

La autohipnosis permite a la persona utilizar cualquier parte de sí misma


que le ayude a beneficiarse más de una situación dada. Define la relación con
uno mismo como cooperativa y respetuosa y no como con un conflicto interno y
devaluado.

Para actuar bien como persona, al igual que como terapeuta, el


«ambiente interno» se debe desarrollar y proteger. Es muy cómodo saber que
uno puede usar sus habilidades hipnóticas para mejorar no sólo las vidas de los
clientes sino también la propia.
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CAPÍTULO 19: La utilización terapéutica del estado hipnótico

La esencia de la hipnosis clínica es utilizar la capacidad que tiene cada persona


para experimentarse a sí misma de manera diferente, deliberadamente, para
alcanzar objetivos personales. ¿Qué recursos tiene la gente que les pueden
resultar útiles? ¿Qué encuadre mental necesitan para alcanzar dichos objetivos?

Estructura del síntoma y fenómenos hipnóticos

Anteriormente he descrito los fenómenos hipnóticos clásicos como los


bloques sobre los que se construye la experiencia. Dichos fenómenos, en
diferentes combinaciones y grados de pureza, componen la experiencia, ya sea
ésta buena o mala.

En el contexto de la terapia, tener la capacidad de identificar los


diferentes fenómenos hipnóticos asociados a los síntomas del cliente, permite al
terapeuta entender de manera rápida y exhaustiva su problema. Saber la serie
de pasos internos que sigue el cliente para crear los síntomas da al terapeuta la
oportunidad de elegir en qué punto de la secuencia cabe introducir una
interrupción que la altere de manera beneficiosa.

El aspecto disociativo de los síntomas es un punto especialmente


importante que cabe valorar. Los clientes normalmente describen los síntomas
como algo que «simplemente ocurre», queriendo decir con ello que no es una
respuesta voluntaria. Al definir la terapia como un patrón de interrupción y uno
de construcción, como prácticamente todas las terapias hacen, queda claro que
el papel del terapeuta es establecer nuevas asociaciones respecto a las
conductas, pensamientos y sentimientos disfuncionales o autolimitadores del
cliente. Dichas asociaciones se construyen mejor a través de la experiencia
directa como los procesos hipnóticos o los enfoques experienciales tales como la
asignación de tareas o las prescripciones conductuales.
Utilizar los fenómenos hipnóticos como punto de referencia puede ser
una buena manera de entender la estructura de los síntomas. Cuando dichos
fenómenos son evidentes en la estructura del problema, la solución será
establecer nuevas asociaciones usando fenómenos hipnóticos complementarios.
El terapeuta deberá identificar qué fenómenos hipnóticos son evidentes en los
trastornos que trata con más frecuencia (Araoz, 1985; Gilligan, 1987, 1988; Zeig,
1988).

Patrones de intervención

Las aplicaciones de la hipnosis son tan diversas y tan creativas como el


número de clínicos que trabajan con ella. No existe ningún problema humano
que se pueda resolver en todas las personas mediante una fórmula única. Las
sugestiones simples y directas se consideran un tratamiento posible puesto que
funcionan con un porcentaje relativamente pequeño de población, y los
patrones descritos aquí son una respuesta al reconocimiento de que la mayoría
de la gente necesita algo más multidimensional. Es necesario individualizar el
tratamiento y normalmente eso significa adaptar patrones generales de
intervención a las necesidades específicas del cliente. Este proceso es similar al
aprendizaje de la gramática y el vocabulario en el lenguaje, que no impiden que
la persona se exprese a su manera. Por lo tanto, los patrones oscilan entre
relativamente simples y muy complejos y sutiles. Los siguientes son algunos de
los más simples y comunes que se suelen usar para intervenir en los problemas
de los clientes.

Cambiar la historia personal

Cambiar la historia personal, como intervención terapéutica, puede


implicar regresión o progresión temporal, catalepsia, disociación, alucinaciones
y distorsión temporal. Es apropiado usar esta estrategia cuando un cliente
presenta un problema cuyos orígenes se remontan a una decisión, tomada en
un momento vital temprano, que está demostrando ser desadaptativa. Una
decisión crea muchas experiencias que la mantienen, aunque sea doloroso
hacerlo. Por ejemplo, si un cliente sufrió abusos en la infancia y entonces tomó
la decisión (es decir, estableció la generalización) de que el mundo es un lugar
abusivo y que no se puede confiar en la gente, el clínico puede hacer que el
cliente retroceda a sus primeros recuerdos y facilitar la experiencia (imaginaria)
de sentirse querido, cuidado y protegido por los demás. Cuando se han
proporcionado estos recursos de afecto y cuidado y se guía a la persona otra vez
hacia adelante en el tiempo teniendo presentes esos recuerdos olvidados de
forma subjetiva, pueden cambiar los sentimientos que tiene hacia sí mismo y
hacia los demás en una dirección más sana.

Algunas personas integran la nueva experiencia sugerida como si fuera


su historia real (jurando incluso su autenticidad). Otras simplemente están
agradecidas por haber tenido la experiencia y los cambios internos que la
acompañan aunque reconozcan que esto formaba parte de la sesión hipnótica.

Proceso del incidente decisivo (traumático)

Nadie escapa a las experiencias dolorosas y nadie saldrá de esta vida


vivo. Hay accidentes de coche, la gente muere, hay guerras, etc. A pesar de esas
duras realidades, muchas veces traumas «cotidianos» tienen un mayor impacto:
el muchacho cruel que se reía de tus pecas, la carrera en las medias en el
momento más embarazoso, y aquel comentario estúpido e insensible que no se
debería haber hecho son ejemplos de «traumas cotidianos» que pueden tener un
impacto increíble en la vida de la gente. Años más tarde dichos traumas
parecen intelectualmente tontos e irracionales pero aun así pueden seguir
teniendo un gran impacto emocional. En las personas que han sufrido algún
tipo de trauma (aunque al clínico le parezca suave, el indicador de la magnitud
son los sentimientos del cliente) este acontecimiento supone un punto decisivo
en la vida de la persona. Si lo es en sentido negativo, que no todos los traumas
lo son, el proceso del incidente decisivo puede ser una estrategia de tratamiento
apropiada.

El proceso del incidente decisivo implica revivificación, catalepsia,


disociación, progresión temporal y alucinaciones. Es un proceso
emocionalmente poderoso que pretende, en primer lugar, liberar las emociones
reprimidas asociadas al acontecimiento traumático («catarsis») y luego
reformular (reinterpretar) su significado. Si el cliente tiene un recuerdo
consciente del contenido del incidente decisivo, se puede trabajar de una
manera relativamente directa. Si dicho incidente se ha olvidado o se ha
reprimido parcialmente, el proceso es un poco difícil puesto que el inconsciente
del cliente puede haber elegido (protectoramente) mantener la información
fuera de la conciencia. En tal caso se puede usar la misma técnica pero teniendo
cuidado de que el cliente trabaje a su propio ritmo y sin obligarlo a trabajar
directamente algo que él/ella no quiere, excepto cuando se trate de un último
recurso. Aquí serán muy útiles las preguntas ideomotrices para evaluar si el
inconsciente del cliente está preparado, quiere y puede afrontar la experiencia
traumática y las consecuencias que tendrá en su vida (Cheek, 1994; Erickson y
Kubie, 1941; Feldman, 1985; Spiegel, 1993; Spiegel y Spiegel, 1987; Yapko, 1992).

Tareas para casa

Muchos enfoques terapéuticos utilizan las tareas para casa que el cliente
ha de realizar entre sesiones y que pretenden ampliar los pensamientos
emociones y conductas que el clínico considere que son importantes para la
terapia. Estas tareas operan en el nivel de la experiencia directa, que muchas
veces es más poderosa que el verbal (el que normalmente se aborda en terapia).
Es hipnótico en el sentido de que se puede ver como una metáfora experiencial
en el proceso de tratamiento. En otras palabras, si se presenta de manera
adecuada, tratará las dinámicas inconscientes del problema. Cuando el cliente
se implica en una actividad que hace que se vea a sí mismo de manera diferente
a la vez que confronta sus pensamientos, sentimientos y conductas limitadores,
se puede llevar a cabo el cambio deseado (Haley, 1973; Lankton, 1988; Madanes,
1981, 1984; Yapko, 1988).

Un tipo de tareas consiste en pedir al cliente que realice un experimento


para comprobar que la creencia dolorosa que mantiene no es cierta. Por
ejemplo, yo tuve un cliente que era terapeuta y no había tenido vacaciones en
más de ocho años de práctica clínica. Tenía miedo de que les pasara «algo
terrible» a sus pacientes si él estaba fuera. Le señalé la importancia del tiempo
libre y la necesidad que tenían sus pacientes de ser suficientemente
independientes para soportar que él se ausentara durante breves períodos de
tiempo. Estuvo de acuerdo y se decidió a experimentar con unas breves
vacaciones. Informó a sus pacientes de sus planes con bastante antelación y les
dio el nombre y el número de teléfono de dos terapeutas a los que podrían
llamar en su ausencia. Se le animó a evaluar y predecir todos los problemas con
los que realmente se podrían encontrar sus pacientes hasta que creyó que lo
había preparado todo lo mejor que había podido. No hubo incidentes ni
problemas. Se dio cuenta de que podía volver a repetirlo en el futuro
reconociendo que «yo lo preparo todo, pero luego el resultado depende de mis
clientes».

Reformulación

La habilidad clínica relacionada con la reformulación es dejar en


suspenso el sistema de creencias del cliente el tiempo suficiente como para que
considere un punto de vista alternativo. Convertir el vaso «medio vacío» en uno
«medio lleno» es un ejemplo obvio de cómo se puede transformar un punto de
vista negativo en uno positivo. La reformulación también puede funcionar en
sentido contrario: alguna actividad que realizaba el cliente y con la que se sentía
bien hasta que el clínico dijo: «¿Cómo se puede permitir hacer esto?», puede
transformar rápidamente el bienestar en dolor.

La mayoría de las intervenciones, sin embargo, pretenden transformar el


dolor en bienestar. El supuesto subyacente a la reformulación como estrategia
de intervención es que cualquier experiencia (pensamiento, sentimiento,
conducta) tiene algún valor positivo. Tomando la experiencia que el cliente ve
como negativa y comentando cómo y por qué esa misma experiencia es positiva
en el contexto adecuado, el terapeuta cambia la actitud del cliente hacia dicha
experiencia y se puede descargar la negatividad (Bandler y Grinder, 1979, 1982;
Gilligan, 1987; Watzlawick, Weakland y Frisch, 1974).

Considérese alguien que cree que la vida es un fenómeno bien definido


entre blanco o negro. Pensando en extremos tan rígidos, la persona piensa en
términos de «debo», «debería» y cuál es la «manera correcta» de hacer algo.
Como reformulación puedo ofrecer sugestiones como las que siguen:

Casi todo el mundo ha visto los test de manchas de tinta que usan
algunos psicólogos... el cliente ve una mancha de tinta... un estímulo ambiguo...
y le da significado... desde dentro de él mismo... es una proyección... después de
todo... la mancha de tinta no significa realmente nada... solamente lo que uno
cree que significa... ¿y cuál es el estímulo más ambiguo al que se enfrenta
cualquier ser humano?... ¡la vida!... la vida es una mancha de tinta... en la que se
vive cada día... y algunos ven la vida como una aventura... una oportunidad... y
otros como un problema que hay que soportar hasta la muerte...

Reformular la «vida como una mancha de tinta» para contrarrestar la


«vida como blanco o negro» redefine su significado. Reformular significa
redefinir.

Prescripción del síntoma

La prescripción del síntoma como estrategia terapéutica implica


estimular directa o indirectamente los síntomas del cliente. Cuando se anima al
cliente a hacer algo que ya está haciendo pero de una manera prescrita que es
ligeramente diferente, puesto que contiene algún cambio (como el momento o el
lugar de la conducta sintomática), el síntoma se experimenta de manera
diferente. Deja de ser algo extraño que «simplemente ocurre» y surge en
respuesta a las instrucciones del cliente. El aspecto espontáneo del síntoma se
convierte en deliberado y se interrumpe el patrón del problema. En
consecuencia, pierde su significado y sus asociaciones originales.

Las aplicaciones del paradigma de la prescripción de síntomas son


muchas. Animar a una persona «resistente» a «ser resistente» redefine la
resistencia como cooperación. Animar a un cliente a tener una recaída la
redefine como una parte aceptable y necesaria del tratamiento (a no ser que la
persona se resista que es mejor aún). Estimular a un cliente para que haga algo
que ya hace puede dar a lo que parece un síntoma incontrolable unos límites
definidos que le faciliten su afrontamiento. El síntoma que estaba fuera del
control del cliente está ahora bajo el del terapeuta, que lo puede alterar de
manera beneficiosa (Haley, 1973; Seltzer, 1986; Weeks, 1991; Zeig, 1980a, 1980b).

Metáforas terapéuticas
Las metáforas terapéuticas son historias que se pueden crear de forma
paralela a los problemas de los clientes y pueden contarse de manera que
absorban profundamente su atención. Muchas veces el cliente puede proyectar
significados en la historia que el terapeuta no pretendía comunicar y que quizá
tengan un gran impacto en el significado que pretendía transmitir el terapeuta.

Aprender a contar historias de manera hipnótica (es decir,


significativamente, utilizando las respuestas del cliente, entremezclando
sugestiones, etc.) es una habilidad de un valor incalculable. La necesidad de
inducir a un estado hipnótico formal disminuye a medida que se obtienen
respuestas hipnóticas con la presentación y el desarrollo de la historia. La
capacidad natural del cliente para dejarse llevar dentro y fuera de la hipnosis a
medida que escucha al clínico se puede utilizar y ampliar si el clínico quiere
usar un enfoque metafórico. Con este enfoque a veces el cambio puede suponer
muy poco esfuerzo, algo que el clínico ha de tener en cuenta. Después de todo,
algunos cambios se producen bastante «espontáneamente» (Barker, 1985;
Brown, 1993; Gordon, 1980; Haley, 1973; Hammond, 1990; Lankton y Lankton,
1983, 1986, 1989; Mills y Crowley, 1986; Rosen, 1982; Spiegelman, 1990; Zeig,
1980c).

El siguiente es un ejemplo de metáfora terapéutica apropiada para


alguien rígido a quien le cuesta adaptarse a las circunstancias vitales
cambiantes a las que se tiene que amoldar (por ejemplo, cambio de trabajo o
similar):

...Y alguna vez en su vida ha tenido la experiencia de ir al zoo... un lugar


estupendo para aprender sobre los seres vivos... si piensa en ello... porque el
zoo contiene tal diversidad de vida... y de riqueza... criaturas únicas con
diferentes características que les sirven de alguna manera... y descubre que
algunos animales sobreviven desarrollando un gran tamaño, otros prosperan
desarrollando un tamaño pequeño... algunos se alimentan por la noche... y otros
por el día... algunos son sumisos y se asustan con facilidad... otros son agresivos
y atacan a otros mucho mayores que ellos... algunos cambian de color... algunos
hacen madrigueras bajo tierra... mientras que otros vuelan... qué maravilloso es
elevarse por encima de todo... y la lección de la naturaleza es profunda... uno se
puede adaptar a un clima... a una región... a un lugar concreto... y desarrollar la
capacidad de prosperar a lo largo del tiempo... y la lección puede parecer
también cruel... adaptarse o extinguirse... pero no hay nada escondido...
respecto al valor de adaptarse exitosamente... y disfrutar de todo para hacerlo
posible...

Conclusión

Al trabajar con la hipnosis el clínico asume un papel activo a la hora de


facilitar experiencias que le resulten terapéuticas al cliente. En la bibliografía de
la hipnosis y de la psicoterapia existen miles de estrategias terapéuticas
disponibles. Las que aparecen en este capítulo se encuentran entre las más
comúnmente usadas.

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CAPÍTULO 20: La hipnosis en el tratamiento de trastornos comunes

En la práctica clínica uno se encuentra con una amplia gama de problemas.


Algunos son bastante raros y otros bastante comunes. En este capítulo se ofrece
una consideración breve y superficial sobre algunos de los problemas clínicos
más comunes y algunos de los más frecuentemente asociados al tratamiento
hipnótico. Se comenta cómo se puede usar la hipnosis, ya sea directa o
indirectamente, en el tratamiento.

Trastornos de ansiedad (ansiedad, estrés, fobias, trastorno por estrés


postraumático)

La hipnosis como herramienta de trabajo puede ayudar a crear


habilidades para relajarse y dar una sensación de autocontrol. Yo creo que
enseñar a los clientes la autohipnosis (inducciones hipnóticas y utilizaciones
que pueden llevar a cabo ellos mismos cuando quieran) es una parte necesaria
del trabajo hipnótico en contextos clínicos. El simple hecho de saber que uno
puede relajarse profundamente y reconocer sus pensamientos, sentimientos y
conductas puede tener un efecto poderoso a la hora de controlar el estrés y la
ansiedad. Después de todo, el estrés suele estar en la interpretación que hace el
cliente de los acontecimientos, no en los acontecimientos mismos. La hipnosis
puede facilitar perspectivas alternativas y, por lo tanto, respuestas alternativas
(Bandler, 1985; Brown y Fromm, 1987; Crawford y Barabasz, 1993; Habeck y
Sheikh, 1984; Spiegel, 1993a; Yapko, 1989).

Depresión
La depresión es un problema multidimensional muy complejo que
prácticamente todo el mundo experimenta de vez en cuando en diferentes
grados. Tratar los problemas de relación de la persona deprimida, sus
distorsiones cognitivas, sus atribuciones de culpa y otros patrones
depresógenos con métodos hipnóticos puede ser un enfoque eficaz.

La hipnosis se puede usar a nivel superficial para aliviar la ansiedad,


interrumpir la rumiación negativa, aumentar la capacidad de respuesta y
establecer expectativas positivas. Se puede usar a un nivel más intenso para
flexibilizar patrones de pensamiento o interpretar acontecimientos rígidos y
distorsionados, reformular los significados vinculados a experiencias que tienen
su raíz en sistemas de creencias de culpa y construir marcos de referencia
positivos para responder a la vida desde un encuadre más efectivo (Burrows,
1980; Havens y Walters, 1989; Havens, 1986; Miller, 1984; Torem, 1992; Yapko,
1988, 1989, 1992a, 1992b).

Trastorno de personalidad múltiple (tpm)

En algún momento se consideró un trastorno extermadamente raro, pero


ha sido descrito en alguna bibliografía clínica como un trastorno mucho más
frecuente de lo que algunos clínicos imaginan. Es un diagnóstico muy
controvertido puesto que, aunque ha sido incluido en la cuarta edición del
Manual Diagnóstico y Estadístico (DSM-IV), hay muchos clínicos que todavía se
cuestionan abiertamente si la disociación evidente en dichos casos no puede ser
un producto, al menos en algunos de ellos, de los métodos del clínico.

Generalmente se cree que el TMP tiene su origen en graves traumas


infantiles (por ejemplo, abuso físico o sexual) y las reacciones disociativas
(«fragmentación») se emplean como mecanismos de afrontamiento. Las
personas con TMP han demostrado ser muy hipnotizables y con propensión a
la fantasía (Frankel, 1990; Frischholz, 1985; Lynn, Rhue y Green, 1988).

Se utiliza la hipnosis con los TMP para explorar la amplitud y la cualidad


de las disociaciones del cliente, para reformular el trauma, trabajar con los
recuerdos traumáticos, facilitar la integración y tratar síntomas relacionados
(Bliss, 1986; Braun, 1986; Horevitz, 1993; Kluft, 1985; Kluft y Fine, 1993; Putnam,
1989; Ross, 1989)

Dolor, enfermedad, curación

A partir de una sección anterior en la que se trató la analgesia y la


anestesia el lector tiene cierta familiaridad con el hecho de que la hipnosis se
puede usar para reducir o eliminar el dolor o el sufrimiento. La idea errónea
más común que tiene la gente es que se puede alterar la percepción del dolor
que uno tiene con la hipnosis, como si el dolor no fuera «real», queriendo decir
que debía ser «psicológico» (es decir, psicógeno). De hecho, la hipnosis se
puede usar como anestésico único o principal incluso en operaciones
importantes, cuando el daño del tejido es claramente evidente y tiene una base
física. Todo el mundo conjetura cómo pueden crear las inducciones y la
utilización de alguna de las docenas de estrategias de control del dolor un
estado que permita tolerar una operación sin anestesia (éste es el objetivo de
buena parte de la investigación), pero, aunque resulte sorprendente, es un
fenómeno real.

Da igual que el dolor será agudo o crónico, debido a una enfermedad


orgánica conocida o desconocida, quizá psicógena; la fuente de éste no tiene
mucho que ver con el uso eficaz de la hipnosis para reducir el sufrimiento
(Brown y Fromm, 1987; Chaves, 1993; Erickson, 1959, 1966; Hammond, 1990;
Hilgard e Hilgard, 1994; Spanos y Chaves, 1989).

La hipnosis se ha aplicado exitosamente en el tratamiento de una amplia


variedad de problemas médicos como quemaduras, cáncer, asma, alergias,
zumbidos, hipertensión, verrugas, y casi cualquier otro en el que se pueda
pensar. Aumenta la calidad y la velocidad de la recuperación, y puede ayudar a
mantener la sensación de control sobre el propio estado (acortando la depresión
y la ansiedad), o tener simplemente un efecto placebo que sea útil.

¿La hipnosis cura el cáncer, el SIDA o cualquier otra enfermedad? ¿Qué


pasa con la hipnosis y la curación? Esta es una área muy controvertida dentro
del mundo de la hipnosis clínica. Existen muchos informes anecdóticos sobre
remisión de cáncer y aparentes curas tras un tratamiento hipnótico. Cada vez
existe mayor evidencia objetiva respecto a su efecto en el desarrollo de un
sistema de defensas naturales del propio organismo, el sistema inmunitario
(Spiegel, 1993b). El mensaje «usted se puede curar a sí mismo si tiene la actitud
apropiada» es popular por razones obvias, y tiene un poderoso atractivo para
los enfermos y los moribundos. Los profesionales éticos tienen claro que no
pueden decir «yo curaré su cáncer» (o lo que sea), pero también está claro que
potencialmente se puede ganar mucho intentándolo. Encontrar el equilibrio
entre fomentar una falsa creencia en la cura y mantener una actitud positiva
respecto a las posibilidades de curarse es un cuestionamiento diferente para el
profesional que usa métodos de curación cuerpo-mente (Benjamin y Trubo,
1987; Chopra, 1991; Jevne y Levitan, 1989; Pearsall, 1987; Rossi, 1993; Rossi y
Cheek, 1988; Siegel, 1986; Simonton, Henson y Hampton, 1992).

Problemas de relación (parejas, familias)

Muchas veces, las personas que participan en una relación tienen


habilidades de comunicación o expectativas inadecuadas o mal definidas, falta
de autoestima, miedo a la intimidad o al compromiso y otras barreras que
impiden tener una relación efectiva.

Las estrategias hipnóticas se pueden usar para clarificar las expectativas,


aumentar el nivel de motivación para resolver las diferencias en las relaciones,
desarrollar habilidades de comunicación y resolver conflictos inconscientes
respecto a la intimidad y el compromiso. Los enfoques metafóricos, la
prescripción de síntomas y la reformulación son patrones que resultan eficaces
en el asesoramiento en estas áreas. Cambiar la experiencia personal es una
buena estrategia cuando se trabaja individualmente con alguien que tiene
problemas de relación, creando los recursos necesarios para relacionarse con la
otra persona. Ayudar a la persona a clarificar qué es lo que realmente quiere y
valora es un buen punto de inicio para tratar cualquier problema clínico, pero
esto es especialmente necesario en el contexto de las relaciones (Haley, 1973;
Kershaw, 1992; Lankton y Lankton, 1986; Protinsky, 1988; Ritterman, 1983,
1985).

Problemas de autoestima
Cuando se trabaja hipotéticamente con problemas de autoestima se
puede animar al cliente a asumir el control de situaciones planeando y
ejecutando el curso de la acción de manera efectiva. Los clientes muchas veces
se censuran a sí mismos con un flujo ininterrumpido de autocríticas. Tener una
buena autoestima no significa que no exista la «crítica interna», sino que la
persona no acepta que es cierta ni queda absorto en ella como si ésta fuera la
suma total de su ser. La autoestima permite minimizar o ignorar la importancia
de la crítica interna y no confundir quién eres y qué haces. La primera
reformulación para tratar la autoestima es decir «no eres tú, es la manera como
intentas hacer X». Cuando la persona encuentra estrategias exitosas para hacer
X, su autoestima aumenta.

Se puede atraer la atención del cliente con metáforas al tiempo que


descubre las experiencias de otras personas: cómo la persona de la metáfora
tenía los mismos problemas o éstos eran estructuralmente similares, cómo los
manejó y cuáles fueron las consecuencias. A través de una metáfora terapéutica
el cliente puede adquirir conocimientos de gran impacto. La metáfora puede
encajar en el grado que el clínico desee con el marco de referencia, sentimientos,
nivel de experiencia y dinámicas inconscientes del cliente. Una vez se ha
establecido la identificación, la metáfora terapéutica continúa, sugiriendo
soluciones, estimulando acciones y aportando sugestiones entremezcladas
(Alman y Lambrou, 1992; Hammond, 1990; Lankton y Lankton, 1983; McNeal y
Frederick, 1993).

Disfunciones sexuales

Las personas con problemas sexuales tienen muchas veces un estado


disociado respecto a su funcionamiento sexual. Hay una parte de ellos que
intenta implicarse en actividades sexuales, y otra que observa y critica la
ejecución. El resultado es una concentración difusa e insuficiente para tener un
buen funcionamiento sexual. La hipnosis se puede emplear para facilitar el
proceso de reintegración de manera que la persona en su totalidad pueda estar
en el «aquí y ahora», experimentando y empleando la actividad sexual. Una
intervención consiste en alterar la conciencia sensorial aumentando las
sensaciones cinestésicas hipnóticamente. Ésta es una técnica de ampliación del
enfoque sensorial que utilizan los sexólogos más tradicionales para el
tratamiento de las disfunciones sexuales.

La ansiedad relacionada con el desempeño es un objetivo fundamental


en estos casos. La ansiedad produce un mal desempeño que, a su vez, produce
más ansiedad, que entonces aumenta la probabilidad de un mal desempeño y
se convierte en un círculo vicioso. Un buen modelo para usar durante la
actividad sexual es aprovechar la tranquilidad que ofrece la hipnosis para
permitir que el cliente se «deje ir», algo fundamental para disfrutar de la
actividad. Enseñar a los clientes autohipnosis para ayudarles a afrontar la
ansiedad permite generalizar la relajación al contexto en el que quieren tenerla.

Reformular el sexo como una función natural y sana es uno de los


patrones hipnóticos más usados en la terapia sexual. Dar órdenes paradójicas
como «evitar el sexo a toda costa esta semana» puede facilitar la actitud del
cliente de «ahora te enseñaré: lo practicaré más todavía». Cambiar la historia
personal para volver a enseñar una actitud positiva respecto al sexo es también
una estrategia de tratamiento viable. La progresión temporal en la que el cliente
se ve a sí mismo sexualmente activo y satisfecho es otra aplicación potencial de
la hipnosis. Ambas, hipnosis y terapia sexual, son muy compatibles y se pueden
integrar con facilidad en el tratamiento de las disfunciones sexuales (Araoz,
1982, 1984; Crasilneck, 1982; Erickson, 1973; Hammond, 1990; Zeig, 1980).

Abuso de sustancias (tabaco, peso, drogas)

La hipnosis se puede usar para volver a cultivar la conciencia corporal y


aumentar la autoestima y una sensación de independencia que permita afrontar
cualquier situación sin necesidad de recurrir al abuso. El clínico puede hacer
que la experiencia de abuso de sustancias sea muy desagradable, resolver
cualquier depresión subyacente, un fenómeno tan común entre los que abusan
de sustancias pero tan pocas veces diagnosticada (muchas veces la sustancia de
la que se abusa se usa como automedicación para tratar la ansiedad asociada a
la depresión), e incluso se pueden recrear hipnóticamente las sensaciones
positivas de la sustancia sin tomarla realmente.

Resolver los problemas de abuso de sustancias puede ser un proceso de


reintegrar los elementos disociados y reformular tanto el significado de la
conducta autodestructiva como las implicaciones del sistema de creencias del
cliente (Alman y Lambrou, 1992; Hammond, 1990; Levitt, 1993; Lynn, Neufeld,
Rhue y Matorin, 1993; Orman, 1991; Page y Handley, 1993; Spiegel y Spiegel,
1987; Zeig, 1985).
Conclusión

Aprender cómo, cuándo y dónde aplicar las diferentes experiencias


terapéuticas disponibles a través de la hipnosis requiere años de práctica y
estudio. Este capítulo ha expuesto al estudiante algunas de las muchas formas
en que se puede aplicar la hipnosis de manera creativa y significativa. Cuanto
mayores sean los conocimientos que tenga uno sobre los componentes que
forman parte de todos y cada uno de los síntomas, mayor será el respeto que
sentirá por toda la integridad del sistema perfectamente equilibrado llamado
«cliente».

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CAPÍTULO 21: Muestra de la transcripción de un trance: construir
límites

El proceso hipnótico de este capítulo tiene que ver con aspectos asociados al
establecimiento y mantenimiento de una sensación clara de los límites
personales. Lo bien que uno define dichos límites constituye uno de los
componentes clave de la experiencia personal. Cuando hablo de límites hago
referencia a la capacidad para separar la propia experiencia de la de los otros y
para dividir las experiencias globales en las partes que las componen. La
claridad respecto a lo que separa a una persona de otra o una experiencia de
otra nos permite centrarnos de forma selectiva en una dimensión particular de
la experiencia y amplificarla y, por lo tanto, minimizar la conciencia que se tiene
de otra dimensión de la experiencia diferente.

Un patrón de pensamiento común que subyace a muchos problemas es la


tendencia a tener lo que se llama «pensamiento global»: el pensador global,
metafóricamente hablando, ve el bosque pero no ve los árboles, puede ver una
gran imagen pero no ve los elementos pequeños que la componen. En
consecuencia, tiene dificultades para separar su experiencia en diferentes
componentes y poder centrarse en ellos secuencialmente y con cierto orden de
prioridad. Por ejemplo, por eso algunas personas se sienten desbordadas.
Normalmente tienen una conciencia global (aparentemente simultánea) de todos
los problemas a los que se enfrentan en la vida y esto es algo que desbordaría a
cualquiera. Por lo tanto, una meta específica del tratamiento es enseñar a la
persona no sólo a identificar todos los problemas sino a alcanzar cierto sentido
de la prioridad y establecer una secuencia para abordarlos y crear estrategias
específicas para ello.

Existe una habilidad cognitiva concreta conocida como


«compartimentalización» que consiste en poder separar elementos de la
experiencia de forma eficaz, que puede ser útil para la persona de muchas
maneras. Significa, por ejemplo, que en la relación consigo misma la persona es
capaz de separar sus pensamientos de sus emociones, o sus impulsos de sus
actos, o su vida personal de la profesional. Al establecer límites definidos que
expliquen claramente cada parte de la persona, ésta es más capaz de elegir qué
parte de sí misma va a responder en una situación particular. Si uno piensa que
el tipo de problemas que experimenta o ve experimentar a otra gente muchas
veces ocurren porque la persona queda absorta en un elemento de la
experiencia que no funciona. Considérese, por ejemplo, la persona que va a
coger un avión para viajar a algún lugar y empieza a generar en su cabeza
imágenes terribles y detalladas de accidentes aéreos, que no son las más útiles
en esos momentos. El hecho de que la persona tenga dichas imágenes no es el
problema: muchas personas se plantearían algunas posibilidades negativas
(aunque sólo sea porque el asistente de vuelo reclama nuestra atención mientras
revisa los procedimientos de emergencia antes de despegar), pero difieren en
cómo se centran en ellos y los amplifican.

Considérese otro ejemplo: ¿qué ocurre cuando uno se siente atraído por
otra persona que sabe que no es buena para él/ella, o cuando desea algo muy
caro que no se puede permitir comprar?; ¿qué ocurre cuando el corazón dice
claramente «sí» pero intelectualmente y a un nivel más lógico no es consciente
de que la situación es demasiado arriesgada y que debería dejar pasar la
oportunidad? En otras palabras, ¿qué pasa cuando el corazón dice «sí» y la
cabeza dice «no»? La compartimentalización y los límites claros nos permiten
separar los sentimientos de los pensamientos y los actos y hacer lo que parece
mejor a largo plazo: algo de lo que uno se sentirá contento. Está claro que la
compartimentalización está relacionada con una orientación hacia el futuro, y
subyace a la habilidad conocida como «control de impulsos».

De la misma manera que los límites son muy importantes a la hora de


definir la relación con uno mismo a nivel interno, también lo son para regular la
relación con los otros. Puede parecer obvio que la experiencia de otra persona
no es la propia pero lo que ocurre muchas veces es que reaccionamos a otra
gente como si fueran nosotros mismos o una extensión nuestra. Uno tiene que
ser capaz de separar claramente quién es él de quiénes son los demás. Por
ejemplo, si yo le digo a alguien «creo que eres una persona demasiado
agresiva», ¿eso significa que la persona es realmente agresiva?; ¿por qué diría
yo eso de alguien? Desde luego, la persona tendría que considerar, al menos
por un momento, mi reacción de que quizá es demasiado agresiva. Tendría que
detenerse y revisar nuestras interacciones y pensar si mi observación es válida.
Pero, además, tendría que dar un paso más en su pensamiento y clarificar los
límites entre ella y yo. Ha de ser capaz de preguntarse a sí misma cosas como
¿por qué habrá dicho Michael que soy demasiado agresivo/a?, ¿hay algo en su
experiencia (independiente de mí) que le lleve a decir eso? Simplemente con la
segunda pregunta la persona empieza a establecer distinciones entre ella y su
experiencia y yo y la mía. Por una parte ha de considerar que es demasiado
agresiva pero por otra que quizá yo soy un pobre hombre al que se intimida con
facilidad y por eso la considero demasiado agresiva.
Ahora vamos a analizar la diferencia entre esas dos interpretaciones. En
la primera la persona se define a sí misma como demasiado agresiva, aceptando
mi observación sin hacer ninguna crítica. En la segunda se da cuenta de que mi
comentario es una información sobre mí mismo y mis sentimientos hacia ella,
aunque lo que yo dije era respecto a ella. La tarea consiste en buscar evidencias
para validar una interpretación sobre el otro en vez de aceptar lo que otra
persona dice de uno mismo sin ninguna crítica.

Los límites separan y definen las relaciones. Esto quiere decir que los
roles que tenemos en un momento dado definen más claramente lo que es
posible y lo que no entre nosotros. Yo puedo ser el psicólogo clínico de alguien
pero si lo soy, ¿puedo ser también su amigo personal? ¡no! Existe una línea que
separa claramente dos relaciones tan diferentes. Si soy el psicólogo de alguien
no puedo ser su amigo personal porque la primera es una relación personal que
requiere que yo tenga claridad para poder dar un feedback objetivo sin las
consideraciones emocionales y el tipo de familiaridad que acompañan a las
amistades personales. Imagínese que la persona es padre o madre: ¿le gustaría
ser el padre de su hijo?, ¿le gustaría ser amigo de su hijo? Hay una línea que
separa ambos roles y uno no puede desempeñar los dos de manera eficaz.

La meta del proceso hipnótico que aparece a continuación, y que no


implica interacciones, es ayudar a dibujar líneas claras y a protegerlas, que es lo
mismo que establecer límites y protegerlos. Ciertamente uno ha de saber que
otras personas intentarán hacer presión y romper dichos límites. La gente
quiere siempre tu tiempo, tu dinero, tu cuerpo, tus conocimientos, tu apoyo, tu
lo que sea... Y por eso es probable que uno se encuentre con un jefe que quiere
una relación personal, o un maestro que quiere ser tu padre o un padre que
quiere ser tu amigo. El hecho de que los límites de las otras personas sean tan
débiles que intentarán romper los límites entre tú y ellos será algo difícil de
notar.

Las personas se utilizan entre sí para obtener beneficios personales.


Cuando se produce una situación equilibrada entre ambos esto puede ser
bastante sano, pero cuando alguien usa al otro en su propio beneficio y en
detrimento del otro la situación ya no es sana. Por lo tanto, en este proceso es
importante el objetivo adicional de aprender a reconocer los intentos y tácticas
de los otros para manipular. Los métodos que utilizan los demás para conseguir
que uno rompa sus límites y controlarle son tácticas como la culpa, el halago, la
seducción, el enfado y la intimidación o el rechazo. Obviamente existen más
tácticas para conseguir que alguien cumpla con los propios deseos y rompa el
sentido de los límites personales que tenía. Cada uno es el único que se puede
proteger a sí mismo de la manipulación de los otros. Pero esto sólo se puede
hacer si se tiene un sentido claro de los propios límites.
El proceso hipnótico que se presenta aquí pretende ayudar al lector a
tener una sensación de quién es él/ella y cuáles son sus diferentes partes y cómo
usarlas de manera eficaz en cada situación que se tenga que afrontar. Cada
parte de uno mismo es valiosa, y a veces uno puede hacer caso a su corazón y
otras a su cabeza. En ocasiones uno sigue los propios impulsos y otras los
puede dejar pasar y pensar. No existen fórmulas para vivir y sentirse bien; lo
que uno puede hacer es valorar qué es lo que mejor le funciona en cada
situación, basándose en los resultados.

Ahora vamos a empezar... se puede poner en una posición cómoda y


empezar a orientarse... en lo que probablemente ahora es una experiencia
familiar... permitiéndose relajarse cómodamente... permitiendo que le absorban
diferentes ideas... y diferentes maneras de experimentarse a sí mismo/a... se da
cuenta gradualmente... de lo claro que empieza a ser para usted... lo interno... lo
que le define a usted como que es usted... y lo que está fuera... que sigue
estando en el mundo externo... del que usted siempre forma parte... pero del
que paradójicamente siempre está separado/a... Por lo tanto, ahora y al inicio de
esta experiencia... a medida que deja que sus ojos se cierren... y deja que su
atención vague sin rumbo en su interior... puede ser consciente de que hay
diferentes elementos en la experiencia... que puede centrar su atención en... una
parte de quién es usted... está representada por los diferentes pensamientos que
pasan por su mente... Cualquier cosa en la que piense... que se le ocurra... en
respuesta a lo que yo describo... y también en respuesta a sus propios
pensamientos... a medida que un pensamiento provoca otro, que a su vez
provoca otro... a medida que su mente salta de un pensamiento a otro, y de un
lugar a otro... Toda esa experiencia mental... experiencia consciente... que es una
parte muy importante de quién es usted... También hay otra parte de usted que
vale la pena reconocer... es decir, el aspecto físico de su experiencia... la
sensación de su cuerpo... mientras se relaja cómodamente en la silla... ¿qué
parte de su cuerpo... parece relajarse primero?... ¿y en qué momento empieza a
darse cuenta... de que su respiración se vuelve más lenta... de que su pulso se
enlentece?... ¿qué parte de su cuerpo empieza a sentir más distante?... ¿y qué
parte más cercana?... Hay tantos aspectos diferentes de la experiencia física... Y
otra parte valiosa de usted... es la parte que tiene sentimientos... respecto a lo
que estoy diciendo... curiosidad respecto a lo que va a poder descubrir... y
usar... para su propia satisfacción... Sus sentimientos de bienestar... y de ser
capaz de adaptarse... y disfrutar... de los momentos tranquilos como éste... sin
tener que pensar... sin tener que analizar... un momento para poder «estar»
simplemente... Sentimientos de bienestar... de orgullo por lo que sabe... de
confianza de poder aprender... de relajación por no tener que decir nada... ni
hacer nada... ¿y cuántas partes de usted están allí?... Hay partes optimistas... y
partes pesimistas... partes que quieren trabajar... y otras que quieren jugar...
algunas que les gusta pensar en el futuro... y otras en lo que pasó... algunas a las
que les gusta estar con los demás... y otras a las que les gusta estar solas... partes
que piensan... partes que sienten... y tantas otras que podría nombrar cientos de
ellas... y lo que va a descubrir ahora... es que cada parte de su experiencia...
tiene un maravilloso potencial... de ser valiosa... alguna vez... en algún lugar...
Saber que puede entrar... y quedar abierto/a a una parte de la experiencia... es
un conocimiento valioso... es como si la luz de su conciencia... encendiera una
parte concreta de sí mismo/a... en una situación... en la que pudiera controlar
habilidad... También está descubriendo... la facilidad con la que el mal
acoplamiento entre una parte suya y una situación... puede generar problemas...
Sabe, por ejemplo, que si va a ir a una fiesta... es importante que pueda ir a su
interior y sacar su parte social... la parte a la que le gusta la gente y disfruta
estando con otras personas... que le gusta reír y bromear... y oír las perspectivas
de otras personas... y compartir las experiencias de otros... éstas son las cosas
que pueden hacer que una fiesta sea divertida... pero ¿qué ocurriría si alguien
fuera a ir a una fiesta... y estuviera muy absorto en su experiencia interna...
como el mal humor... separándose de manera efectiva... a sí mismo/a de los
demás?... Y ahora se da cuenta... de que a veces está absorto en cosas internas...
introspectivamente... y que a veces está absorto en cosas externas... estar absorto
internamente en una fiesta... no encaja mucho... y los sentimientos serán
dolorosos... y negativos... al evaluarse a uno mismo... de camino a casa... al
volver de la fiesta... preguntándose de forma autocrítica... por qué no pudo
entrar... en el encuadre mental de la fiesta... Hay muros en todas las personas...
que uno puede construir... y que uno puede derribar... cuando se da cuenta...
Muros que separan... diferentes partes de su experiencia entre sí... como si cada
una estuviera en un compartimento... Y se puede imaginar con facilidad que
camina por un vestíbulo... que tiene muchas puertas a ambos lados... de manera
que si abre una puerta en particular puede entrar en sus pensamientos... o si
abre una puerta diferente puede entrar en sus sentimientos... e incluso si abre
otra puede entrar en sus vulnerabilidades... o si abre otra puede entrar en sus
puntos fuertes... Qué extraordinaria sensación de control... de poder personal...
cuando conoce y valora todas las partes de usted mismo... y sabe cómo... entrar
y salir de cada una... ¿Y no es valioso poder aprender de la experiencia de los
demás?... Recuerdo que no hace mucho tiempo trabajé con una persona... que
describía que vivía con una mujer a la que quería mucho... pero se daba cuenta
de que muchas veces por la mañana... antes de irse a trabajar... y dirigirse hacia
caminos diferentes durante el día... tenían pequeñas discusiones... conflictos
simples como quién recogería la leche al volver a casa... o quién se pararía y
compraría el periódico antes de volver... Y se decían entre sí cosas que no eran
particularmente agradables ni educadas ni cariñosas... Estaba hundido... y
estaba tan triste que decía que ni siquiera podía ir a trabajar... y estaba tan
confuso respecto a cómo podían tener esas discusiones... y su novia podía
seguir yendo a trabajar... Qué importante fue que aprendiera... a separar su vida
personal... de su vida laboral... sus sentimientos personales... de su capacidad
para funcionar... en el trabajo... E incluso dentro de sí mismo... necesitaba
aprender a separar su frustración y su enfado... de las cosas que decía a su
novia... para afrontar las diferencias entre ellos... sean grandes o pequeñas... de
manera respetuosa... Los sentimientos internos de rabia se pueden separar de...
decir cosas que son mezquinas o destructivas... Hay un muro que separa las
emociones de las acciones... la rabia de la violencia... los sentimientos de deseo o
atracción de las conductas irresponsables... y usted está descubriendo ahora...
que puede separar diferentes partes de su experiencia... que incluso puede
separar la experiencia que tiene normalmente de usted mismo de la que tiene
cuando está hipnotizado... y puede separar todas las cosas que tiene que hacer
más tarde hoy... de esta experiencia que está teniendo ahora... de relax... y
escucha... y aprendizaje... Ahora sabe... que todos los países... todos los
Estados... tienen sus fronteras... Existe una línea... que separa... Estados Unidos
de Canadá... y Estados Unidos de México... Hay una línea que separa... el
Estado en el que usted vive... del Estado vecino... y la ciudad en la que vive... de
la ciudad de al lado... Estados Unidos... incluso tiene... patrullas de aduanas...
que tienen la tarea de mantener la integridad de nuestras fronteras... para dejar
dentro lo que debe quedar dentro... y dejar fuera lo que se debe quedar fuera...
Y una de las misiones de nuestra nación... es ser capaz de proteger nuestras
fronteras... para que nos puedan definir a nosotros... como nosotros... A
cualquier lugar que vaya... cada país tiene sus fronteras... y su propia manera de
definirse... su cultura... su lenguaje... sus costumbres... Ahora, usted sabe tan
bien como yo... con cuánta frecuencia... un grupo de personas invade a otro
grupo... y cruza los límites... e intenta imponer sus deseos y su forma de vivir...
No es diferente a nivel individual... usted puede empezar a ver claramente... las
personas que le buscan... las cosas que quieren... Y ahora está usted... y sus
límites... y su capacidad para proteger dichos límites... que impiden que le
absorban los planes de otra persona... siendo capaz de resistir con facilidad...
sus tácticas de culpabilizar... o de intimidación... o de lo que sea... para poderse
proteger... de manera hábil... cuidadosa... poderosa... Y está aprendiendo... más
deprisa de lo que es consciente... que cada parte es valiosa... en algún lugar... en
algún momento... Ya sea una parte enfadada... o una parte alegre... una parte
afectuosa... o una crítica... tiene un propósito valioso... cuando la usa bien... Y lo
que está aprendiendo ahora... es que puede tener la capacidad... de entrar
deliberadamente en una parte de usted mismo... esto es siempre una elección
suya... Así que cuando hace algo que no va muy bien... puede encontrar su
parte compasiva... y quedar absorto en ella... Y cuando experimenta tensión...
puede encontrar la parte de usted que sabe cómo relajarse... Y cuando descubra
que está siendo autocrítico... puede encontrar la parte que es paciente... y
aceptar... y deleitarse en ella... Su experiencia es suya y de nadie más... Y
cuando se da cuenta de que... no importa cuánto le quiera alguien... si se rompe
una pierna... usted tendrá que llevar la escayola... nadie más la llevará por
usted... siempre hay... un límite que le separa a usted de los otros... Y qué
afortunado es de que la vida sea así... de manera que usted puede ser usted... y
puede desarrollar todas las partes de usted mismo plenamente... Saber cómo y
cuándo usar cada una de ellas... de maneras que le hagan sentir bien... Y así,
disfrutar... de los sentimientos de bienestar... y tomarse algún tiempo para
procesar la experiencia... integrando nuevos conocimientos... y usando dicha
experiencia de manera hábil... y cuando se sienta preparado, puede cerrar esta
experiencia cómodamente... reorientándose gradualmente cuando se sienta
preparado... y reorientándose plenamente y abriendo los ojos cuando le parezca
un buen momento para hacerlo...

Esta transcripción figura en el vídeo Using hypnosis in the treatment of


depression, realizado por Michael D. Yapko (Brunner/Mazel, 1992).
CAPÍTULO 22: Recuerdos, sugestionabilidad y controversia sobre los
recuerdos reprimidos

Considérese a una mujer que acude a psicoterapia y nos indica que sufre
pesadillas terribles, desórdenes alimentarios, así como dificultades en las
relaciones interpersonales, especialmente con hombres. Dice no tener ninguna
idea acerca del origen de estos síntomas, pero su psicoterapeuta le sugiere
directamente que puede que «haya sido objeto de un abuso sexual y haya
reprimido los recuerdos alrededor de este hecho». Ella no recuerda nada, ni
siquiera leves indicios de ningún acontecimiento de ese tipo.

A través de la hipnosis y otras técnicas de regresión temporal basadas en


la hipnosis (como la visualización, o la imaginación guiada), recupera con
rapidez algún recuerdo que le sugiere un abuso sexual ocurrido a una edad
muy temprana. ¿Sucedieron realmente estos episodios de abuso? ¿Es posible
que se hayan fabricado estos recuerdos con el fin de acomodarse a las
expectativas y sugerencias del psicoterapeuta? ¿Es posible llevar a alguien a
creer que ha sido objeto de un abuso sexual cuando este episodio tal vez no
tenido lugar nunca?

Hoy, todas estas difíciles preguntas se encuentran todavía en el corazón


de las más importantes controversias en el mundo de la psicoterapia actual. Por
un lado, nos encontramos con clínicos e investigadores que creen que los
traumas reprimidos relativos al abuso sexual pueden y deben identificarse a
partir de una revisión exhaustiva de la lista de síntomas conocidos del paciente
(Blume, 1990; Fredrickson, 1992). Creen además que el tratamiento debe incluir
en primer término una eliminación de la represión, a través de técnicas de
recuperación de la memoria, seguido de un profundo trabajo con el material
traumático recientemente recuperado, con el fin de ayudar al cliente a encontrar
soluciones que no conlleven la aparición del síntoma. Les preocupa asimismo
que los perpetradores de abusos sexuales puedan encontrar nuevas formas para
evadir su responsabilidad alegando que el abuso es producto de unos recuerdos
falsos. Y, para acabar, creen que los recuerdos que se recuperan en el proceso de
terapia son esencialmente verdaderos, y deben ser considerados como tales
antes de que el tratamiento se lleve a cabo.

En el otro extremo de la controversia se hallan aquellos clínicos e


investigadores que se muestran escépticos ante la habilidad de algunos para
diagnosticar que alguien presenta recuerdos reprimidos por un trauma ante
conjuntos de síntomas que pueden explicarse bajo otras hipótesis (Ganaway,
1991; Loftus, 1993). Después de todo, no es posible estudiar la represión de una
forma directa, tan sólo puede llegar a inferirse (No se le puede preguntar a
alguien: «¿Está usted reprimiendo recuerdos acerca de un abuso sexual?», ya
que si él o ella tienen conciencia del hecho, querrá decir que no lo están
reprimiendo). Estos clínicos e investigadores creen además que al llegar a la
conclusión de que el cliente ha sufrido un abuso y que está reprimiendo los
recuerdos que tienen que ver con este acontecimiento, los psicoterapeutas
pueden, ya sea de una forma consciente o inconsciente, estar influyendo en el
cliente para que llegue a la misma conclusión, cuando ésta quizás no sea cierta.
Les preocupa mucho el hecho de que gente inocente pueda verse acusada
falsamente, y que, como consecuencia de ello, se puedan llegar a destrozar sus
vidas. Reconocen que la gente, especialmente en situaciones de alta
vulnerabilidad como puede ser una situación de psicoterapia, se ve influida a
pensar que se han producido actos desagradables cuando éstos tal vez no
tuvieron lugar.

Se han hecho numerosos esfuerzos para estudiar el grado de


sugestionabilidad a que se pueden someter los recuerdos. Investigaciones como
las de Laurence y Perry (1983); Orne (1979); Sheehan, Statman y Jamieson
(1991); Lyyn, Milano y Weekes (1992); y Loftus (1993) apoyan la hipótesis de
que la memoria es reconstructiva, no reproductiva. Así pues, la precisión de la
memoria se puede ver influida por diversos factores, entre los que se incluyen
la sugestión y la falta de información (Bower, 1981; Labelle, Laurence, Nadon y
Perry, 1990; Loftus, 1980; Lynn, Weekes y Milano, 1989; Sheehan y Grigg, 1985).

Otro de estos factores, la represión, constituye una variable


especialmente complicada ya que todavía no se conoce del todo la influencia
que puede ejercer en la precisión de la memoria que se recupera (Loftus y
Yapko, 1995). Concretando, no se sabe muy bien la forma en que la represión
puede disminuir o aumentar la precisión de los recuerdos enterrados hace
bastante tiempo (ni siquiera si llega a hacerlo), ni tampoco el grado en que
diversos procedimientos centrados en la sugestión (hipnosis) empleados para
recuperar estos recuerdos reprimidos pueden estar contaminando los recuerdos
que se derivan de su utilización (Dywan y Bowers, 1983; Kihlstrom y Evans,
1979; Laurence, Nadon, Nogrady y Perry, 1986; Loftus y Hoffman, 1989;
Watkins, 1989).

En el momento en que los psicoterapeutas empiezan a sospechar y pasan


a buscar de forma intencionada una historia de abuso que pueda haberse visto
reprimida en un cliente determinado, sus creencias sobre los recuerdos y su
respectiva toma de conciencia (así como su falta de ella) bajo influencias
sugestivas se van a hallar directamente implicadas en la misión que el terapeuta
emprende de «búsqueda y captura» de estos recuerdos. Por ejemplo, la creencia
de que alguien puede almacenar y recordar posteriormente recuerdos de
conversaciones y experiencias ocurridas en los primeros instantes de vida
puede llevar al psicoterapeuta a usar técnicas psicoterapéuticas totalmente
diferentes de las que usaría si no tuviera esta creencia (Yapko, 1990).

Desgraciadamente, muchos psicoterapeutas creen en vidas pasadas, en la


reparación y precisión de los recuerdos infantiles, y en la infalibilidad de la
hipnosis como herramienta para recuperar recuerdos precisos (Yapko, 1994a).
Muchos de ellos continúan manteniendo la rígida e infundada creencia de que
deben existir, en algún sitio o manera, recuerdos exactos de las experiencias
vividas, y que todo lo que a uno le hace falta es conseguir la «llave» correcta
para «abrir» este recuerdo. Recuerdos falsos vivamente detallados y expresados
de forma dramática pueden aceptarse como verdaderos debido simplemente a
las creencias preexistentes del psicoterapeuta (Scheflin y Shapiro, 1989).

Sin la evidencia objetiva de una cámara fotográfica o de vídeo que lo


corrobore, ¿cómo va a poder distinguir entre un recuerdo real y una
confabulación? Esta pregunta va directa al fondo de la cuestión, y la respuesta
resulta del todo desalentadora: no existe ningún método objetivamente
demostrable que sea capaz de llevar esto a cabo. Esta conclusión representa la
respuesta unánime dada desde ambas partes de la controversia (Yapko, 1994a,
1994b).

La ciencia de la salud mental no conoce todavía demasiadas cosas acerca


de la represión de recuerdos traumáticos. De hecho, hay quien cuestiona la
existencia misma de la represión (Holmes, 1990). ¿Existe realmente la
represión? La evidencia sugiere con fuerza que, efectivamente, sí existe. Pero en
todo caso, lo que los clínicos todavía no han descubierto es cómo funciona
realmente la represión que existe en torno al abuso sexual en la infancia.
Todavía no se conoce la autenticidad de recuerdos que han permanecido
enterrados durante veinte o treinta años y que de repente emergen en la
superficie de forma dramática, como consecuencia de una lectura, de un libro
de autoayuda o de una sesión psicoterapéutica. No sabemos si cada vez que
encontramos un síntoma puede haber recuerdos reprimidos detrás, o si están
esperando a ser descubiertos para considerarlos la fuente de los problemas del
cliente, ni siquiera si sería posible que estos mismos síntomas existieran
independientemente de las experiencias negativas que hayan podido verse
reprimidas. No sabemos desde qué edad pueden haberse estado reprimiendo
recuerdos. No sabemos si el trauma hace que los recuerdos reprimidos sean
más o menos precisos en un individuo en concreto. No sabemos qué técnicas
destinadas a recuperar recuerdos reprimidos los van a alterar de forma
significativa simplemente por hacer uso de ellos. No sabemos por qué algunas
personas reprimen un tipo especial de traumas y otras personas no lo hacen. No
sabemos por qué hay gente que nunca presenta recuerdos traumáticos, aunque
se sepa desde un punto de vista objetivo que haya ocurrido algo en sus vidas,
mientras que otros presentan recuerdos que van y vienen de sus vidas. Todos
estos interrogantes representan áreas de investigación que todavía no han sido
enfocadas con profundidad.

Implicaciones clínicas

Tratar estos asuntos a nivel clínico es difícil. El resto de este capítulo está
dedicado a ofrecer algunas indicaciones de cómo tratar estos aspectos tan
delicados. Esta sección se reimprime con permiso de un artículo que escribí
para un número de The Family Therapy Networker (Yapko, 1993a).

¿Cómo van a navegar los terapeutas entre los oscuros terrenos de la


mentira y la innegable realidad que abarca gran parte de la terapia?
Supongamos que un cliente me dice: «Me hipnotizaron (o hice un "trabajo de
imaginación" o una "meditación guiada") y el terapeuta descubrió algunos
recuerdos aparentemente reprimidos que indican que sufrí abusos sexuales en
la infancia». Suponga también que, aunque el cliente no sospechaba el abuso
hasta que se le diagnosticó, sus síntomas hacen que dicho diagnóstico sea
posible. ¿Cómo puede estar seguro el terapeuta de las necesidades del cliente y
abierto a la posibilidad de que el abuso fuera real sin confabularse con un
diagnóstico cómodo que puede mostrar más evidencia de sugestión que de
realidad y de observación terapéutica? (Sheehan y McConkey, 1993; Yapko,
1993a, 1993b).

Primero y principal, un terapeuta no debe llegar demasiado rápido a la


conclusión de que hubo abuso simplemente porque es verosímil. Los síntomas
no son evidencia de un abuso. Si el cliente nunca antes ha mencionado que le
hayan molestado y nunca se ha identificado antes como la víctima de un abuso,
el terapeuta no debería ser quien lo sugiriera. Por supuesto, hay ocasiones en
las que el terapeuta tiene buenas razones para sospechar y cree necesario
mencionar la posibilidad al cliente. Sin embargo, si hay resistencia el terapeuta
no lo debería patologizar como «negación» sino que debería esforzarse por
crear una atmósfera en la que el cliente finalmente tome la decisión de seguir
adelante o no con el tema.
Un terapeuta no debería suponer que un cliente que no puede recordar
muchas cosas de su infancia está reprimiendo recuerdos traumáticos o está
negando. Se crea o no, hay personas orientadas al futuro o a experiencias del
aquí y ahora cuya experiencia subjetiva es que los recuerdos de la infancia son
bastante pobres porque no los cuidan mucho o no se molestan en recordarlos.
Además, aceptar la teoría de una amnesia de base traumática como explicación
de la falta de recuerdos de infancia o la primera juventud se opone
abiertamente a la investigación sobre la maduración cognitiva. La investigación
muestra que los recuerdos son, cuanto más, inciertos hasta los dos años; antes
de dicha edad los niños, aparentemente, no tienen estructuras mentales para
formar recuerdos coherentes a largo plazo. La idea del «recuerdo corporal» es
un constructo cómodo para mantener la creencia en los recuerdos objetivos,
pero es poco objetiva.

En cualquier caso, ningún terapeuta debería sugerir nunca, ni directa ni


indirectamente, la existencia de un abuso fuera de un contexto terapéutico
específico: desde luego nunca a un cliente que llama por teléfono para pedir
una primera cita. Tampoco debería hacer preguntas inductivas que implicaran
una respuesta deseada o correcta. Por ejemplo, no hacer preguntas como:
«¿Cuándo sufrió un abuso? ¿Cómo se abusó de usted?». En el contexto
hipnótico, dichas preguntas sugestivas se basan en lo que llamamos
presuposiciones: presuponen que el abuso realmente ocurrió y todo lo que se ha
de determinar es cuándo y cómo. Las presuposiciones son útiles en terapia;
preguntar a un cliente: «¿Cómo se sentirá cuando descubra que puede tener el
tipo de relación que quiere?», genera expectativas de cambio positivo en
terapia. Pero, por otro lado, las presuposiciones respecto a la realidad de un
abuso pueden crear la verdadera patología que el terapeuta supuestamente está
tratando.

El cliente es más vulnerable a las sugestiones y a la influencia adversa de


las preguntas inductivas cuando la terapia empieza a ahondar en situaciones
dolorosas del pasado, sobre todo de la infancia. En estos momentos el terapeuta
es probable que pregunte: «¿Cuántos años tenía?, ¿dónde estaba?, ¿qué estaba
pasando?, ¿había alguien por allí?, ¿qué se dijo en la interacción entre tú y esa
persona?». Tales preguntas son necesarias cuando sirven para determinar lo que
estaba experimentando el cliente, pero los terapeutas deberían tener cuidado de
no deslizar más preguntas inductivas como: «¿Se sintió incómoda con la
interacción?, ¿recuerda lo avergonzado/a y asustado/a que le hizo sentir?».

Incluso si después de haber formulado preguntas neutrales el cliente


tiene un recuerdo claro de abuso, el terapeuta debería estar abierto a otras
posibles fuentes de influencia externa en la vida del cliente. Por ejemplo, ¿ha
leído mucha bibliografía sobre incesto, o ha estado presionado por un hermano,
o ha colaborado activamente con un grupo de víctimas?

Cuando se planifica una sesión con el propósito de descubrir


información importante, incluidos recuerdos reprimidos de abuso, el terapeuta
debería plantearse grabar la sesión e incluso transcribir las preguntas
formuladas. Este tipo de autocontrol permite al clínico determinar mejor si él en
algún momento sugirió inadvertidamente la posibilidad de abuso, provocando
«recuerdos» ficticios en un cliente cumplidor y motivado por la tarea. Dado el
daño que pueden causar las acusaciones sobre abuso sexual no fundamentadas,
los terapeutas deberían infundir en su práctica un poco de tolerancia a la
ambigüedad y a lo que realmente ocurrió, sobre todo cuando el cliente informa
que sus recuerdos han aparecido de repente en grupos de apoyo para víctimas
de abusos, por ejemplo, o después de leer libros sobre el tema. En estos casos
tan ambiguos, lo sabio probablemente es corroborar la información con
informes médicos y escolares de la infancia del cliente, y entrevistando a la
familia y a los amigos respecto a los incidentes: será mejor cuanta mayor
evidencia externa se tenga.

Los terapeutas también deberían ser cautos y no sugerir a sus clientes


que corten la comunicación con sus familias. Uno de los aspectos más
destructivos de la epidemia de abusos es la ruptura de familias a raíz de las
acusaciones realizadas por un hijo o una hija. Los miembros de la familia no
necesariamente están mintiendo ni negando si rechazan las acusaciones. No se
debería descartar la posibilidad de que estén diciendo la verdad o que
experimenten ellos mismos dudas dolorosas y confusión respecto a lo que
realmente ocurrió. Ciertamente, las dudas son inherentes al contexto,
especialmente en los miembros de la familia no abusadores. Se han de
preguntar si el abuso ocurrió realmente o no; y si ocurrió, llegarán a aceptar la
verdad sólo a través de una comunicación abierta. Incluso si ha habido abuso,
es una irresponsabilidad encuadrar las dudas predecibles y la incredulidad
como negación tóxica e insistir precipitadamente para que el cliente abandone a
sus padres y hermanos. Separar a la familia innecesariamente en pro de la
«curación» es como curar una enfermedad matando al paciente.

Finalmente, los terapeutas deberían reconsiderar la filosofía de


tratamiento «si no hay dolor no hay curación». Parte de la presión para
recuperar recuerdos a cualquier precio proviene de la creencia común de que se
ha de recordar y elaborar cada detalle doloroso del abuso para que el cliente
pueda empezar a mejorar. Esta teoría no funciona para todo el mundo, sobre
todo no para las víctimas de abusos. Hacer un trabajo de recuerdos
inexorablemente durante períodos largos de tiempo puede hacer empeorar a
algunos clientes. Se ven forzados a sacar a la luz más de lo que se sienten
capaces de manejar. Los enfoques que enfatizan la búsqueda de recursos en vez
del trabajo de recuerdos pueden ir mejor y se deberían tener en cuenta al
formular un plan de tratamiento para un individuo en particular.

Como terapeutas predispuestos a agradar y creer a nuestros clientes, a


empatizar con su dolor y a ponernos de su parte, podemos estar también
predispuestos a permitir que se deslice lo que nos dicen nuestras facultades
críticas cuando se llega a la verdad literal de lo que nos están contando. Puesto
que el abuso infantil es tan terrible, no queremos estar en la posición de dudar
de las personas que los han sufrido de manera horrible. Al mismo tiempo, las
falsas acusaciones no se pueden rechazar simplemente porque van en contra de
nuestras inclinaciones terapéuticas, o porque son políticamente incorrectas,
sobre todo cuando las consecuencias de dichas acusaciones (sean ciertas o
falsas) son tan calamitosas.

Como terapeutas nos gusta pensar en nosotros mismos como si fuéramos


buena gente. Podemos suponer que algunos terapeutas son dañinos, pero es
duro pensar que podemos hacer daño a nuestros clientes inadvertidamente. No
obstante, si con el objetivo de combatir el abuso infantil negamos nuestro poder
de influir negativamente en nuestros clientes y creamos inintencionalmente el
problema que intentamos tratar, estamos traicionando nuestra misión. Nadie, ni
las víctimas de verdaderos abusos ni las personas que equivocadamente creen
que sufrieron abusos, ni las familias de ambos pueden recibir la ayuda de un
terapeuta que abdica de su responsabilidad de pensar críticamente y que niegan
la necesidad de hacer distinciones entre verdad y falsedad.

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CAPÍTULO 23: Resistir a la resistencia

Desde siempre, la literatura referente a la hipnosis clínica ha tenido algo que


decir con respecto al tema de la resistencia del cliente. Mayoritariamente se
consideraba que la resistencia era la manifestación de sus defensas a la hora de
tenerse que enfrentar a sus conflictos intrapsíquicos. El tratamiento «adecuado»
consistía en la formulación confrontativa respecto a la resistencia, pasando
primero por intentar tomar conciencia de ella, para descubrir su origen y
función y finalmente colaborar a su resolución. Desde este punto de vista se
consideraba siempre como un problema del cliente, que actuaba como un
mecanismo de enfrentamiento intrapsíquico que requería del análisis y de la
interpretación. Cuando ésta interfería en el proceso de terapia, cosa que suele
suceder inevitablemente, se acusaba al cliente de saboteador. Se vertían
diferentes acusaciones e interpretaciones contra él, quien, desde luego, «en el
fondo no deseaba cambiar», o quizás era «demasiado resistente al progreso».

En todo caso, la resistencia es una fuerza que actúa en contra del objetivo
terapéutico. Se la reconoce ampliamente como un componente integral e
inevitable de dicho objetivo terapéutico, y prácticamente la totalidad de
enfoques que conozco reconocen la existencia de algún equivalente
aproximado. Lo único que difiere de un enfoque a otro es el aspecto racional
que justifica su existencia y las técnicas y tratamiento utilizados para su toma de
conciencia.

Definir la resistencia como fuerza que actúa en contra de los intereses de


la terapia no sitúa la culpa ni en el cliente ni el terapeuta. En lugar de ver a la
gente que dice venir voluntariamente (si se hallan en terapia de forma no
voluntaria el caso cambia sustancialmente) en busca de ayuda sin desearla
realmente, parece mucho más práctico percibir la resistencia como la forma que
el cliente tiene de comunicarnos sus dificultades para relacionarse con el mundo
(del cual el clínico es también una parte). En otras palabras, visto así, la
resistencia no constituye una propiedad fija por parte del cliente, sino más bien
un intento de comunicación que nos indica los límites de lo que el cliente puede
y no puede hacer. Y más que culpar al cliente, se haría mejor en aceptar esta
comunicación como un indicador válido de la experiencia que la persona tiene
de sí misma.

Situando esta perspectiva general en el contexto de la hipnosis, la


resistencia no se ve necesariamente como indicador de un sabotaje inconsciente
por parte del cliente. Frecuentemente lo que está pasando es que el cliente opta
por no responder de la manera deseada a la sugestión, por muy diversas
razones, las cuales tienen todas un denominador común: la sugestión no encaja
bien en la experiencia del cliente, llegando, de hecho, a contradecirla. La
resistencia podría verse entonces como la afirmación interpersonal de que las
estrategias y maniobras terapéuticas que se están llevando a cabo en el contexto
de terapia no son aceptadas en alguno de sus niveles por parte del cliente.

La resistencia constituye una fuerza bien real, y puede relacionarse a


alguna o a las dos principales áreas de tratamiento: resistencia a la hipnosis en
sí misma, y/o resistencia ante el progreso terapéutico (Brown y Fromm, 1986;
Erickson y Rossi, 1979; Grinder y Bandler, 1981; Yapko, 1984).

Resistencia a la hipnosis

El origen de la resistencia a la hipnosis puede ser diverso. Una de las


causas más comunes está en el miedo ante lo que pueda suceder durante el
proceso hipnótico. Cuando el cliente no está informado de la naturaleza de este
proceso, puede empezar a sentir un gran temor.

También puede aparecer una cierta resistencia a la hipnosis cuando se


asocian fracasos hipnóticos del pasado, provengan éstos de una experiencia
personal o de algún ser cercano y creíble. También puede aparecer a partir de
los sentimientos negativos que el cliente tiene con respecto al terapeuta (aunque
se enfatice el valor de la alianza). Y la resistencia también puede tener su origen
en diversas variables contextúales, como el entorno inmediato, el estado de
ánimo del cliente, su salud o incluso el tiempo.

Ahora bien, la mayor parte de la resistencia puede atribuirse a la


cualidad de las sugestiones, en especial a lo bien que se adecúan a la
experiencia del cliente. El cliente opta por no someterse a la sugestión si se le
imponen algunas técnicas para que experimente algo que el terapeuta desea
que experimente (por ejemplo, hacer levitar un brazo), lo cual tiene muy poco
que ver con lo que realmente está experimentando o desea experimentar
(Erickson y Rossi, 1981; Fezler, 1986; Haley, 1973; Hilgard, 1991; Levitan y
Jevne, 1986; Lynn y Rhue, 1991).
Resistencia al progreso terapéutico

La resistencia ante los objetivos terapéuticos coincide en muchos


aspectos con la dinámica de la resistencia a la hipnosis.

Son numerosos los posibles puntos de origen de esta resistencia al


progreso. Los bloqueos pueden aparecer debidos a los conflictos intrapsíquicos
del cliente, como por ejemplo el caso de las ambigüedades, tal y como se ha
descrito con detalle en numerosos escritos psicodinámicos.

También puede atribuirse al tipo de intervención empleada, en el caso de


que ésta contenga estrategias y maniobras inaceptables para el cliente. Más aún,
cuando el clínico trabaja a un ritmo mayor o menor de cómo trabaja el cliente, la
resistencia no tardará en salir a la superficie. También se da como consecuencia
de los sentimientos negativos hacia el clínico, o justo todo lo contrario,
sentimientos románticos o de idealización del terapeuta, que lo colocarán en un
pedestal del cual tarde o temprano acabará cayendo. Finalmente, debemos decir
que las variables ambientales también juegan un papel importante, incluyendo
en ellas las condiciones ambientales, la disposición y el estado de salud del
cliente, y cosas por el estilo. Es evidente que toda la sensibilidad que esté
jugando un papel relevante en la hipnosis también lo está haciendo en el
proceso terapéutico en general, ya que se aplican los mismos principios (Booth,
1988; deShazer, 1984; Watzlawick, 1978; Zeig, 1980).

Responder a la resistencia

Está claro que la manera de enfrentarse a esta forma de comunicación


considerada como «resistente» está en función de cómo se conceptualice. El
modo en que se defina esta resistencia, y de quién se considere responsabilidad
determinará si su concepción de la resistencia tiene que ver con una propiedad
del cliente o con una propiedad del clínico (por ejemplo, Bandler y Grinder
[1979] han afirmado rotundamente que no existe nada llamado resistencia, sino
que se trata únicamente de la existencia de malos terapeutas), o bien como
resultado de una interacción entre ambos.

Aceptar la resistencia como una forma válida de comunicación por parte


del cliente evita tener que culpar a alguna de las dos partes de la relación
terapéutica (Erickson, 1959, 1964, 1965).

Aquí se podría aplicar la fórmula básica de «acepta y usa». En la práctica,


se lleva a cabo siendo capaz de aceptar plenamente la respuesta del cliente
como respuesta válida, mientras se halla la manera de utilizar esta respuesta en
servicio de futuras sugestiones.

Una vez se acepta la reacción del cliente como válida, puede empezar a
construirse la respuesta. Y esto lleva a redefinir la resistencia como una
conducta cooperativa. Si el clínico pasa a redefinir todo lo que haga el cliente
como una actitud colaborativa, ¿dónde está la resistencia? Encontrar la manera
en que la conducta no conformista del cliente se convierte en una ventaja puede
cambiar el sentimiento asociado a ella de forma sustancial.

Responder a las resistencias del cliente de una forma aceptadora y no


confrontadora requiere una gran dosis de flexibilidad y de respeto por la
integridad del cliente. La flexibilidad hace referencia a la habilidad de disponer
de diferentes formas para llegar a un mismo punto sin tener que obligar al
cliente a romperse la cabeza intentándolo. La flexibilidad conlleva estar
dispuesto a salvar la distancia para trabajar al mismo nivel que el cliente, yendo
a su realidad en lugar de esperar o exigir que él o ella acuda a la del terapeuta.
También implica no tener procedimientos y expectativas tan rígidos que no le
permitan buscar un tipo de respuestas más individuales y únicas (Dolan, 1985;
Erickson y Rossi, 1979, 1981; Erickson, Rossi y Rossi, 1976; Gilligan, 1987;
Hammond, 1990).

Conclusión

La resistencia al cambio es un rasgo constitutivo del ser humano.


Invertimos gran parte de nuestras vidas intentando construir un patrón
ritualizado de conductas para consumir la menor cantidad posible de energía
mental y física. Y una vez hallado ese patrón, nos quejamos de «estar anclados
en la rutina».

La resistencia no siempre se muestra de una forma evidente (algunas de


estas resistencias son inconscientes y sutiles), y no siempre se usa al servicio de
un cambio. Algunos clientes acabarán no cambiando, otros lo harán de una
forma muy superficial. Mi intención al proponer el tema de la resistencia en este
capítulo reside en presentar la idea de que la mayor parte de la resistencia es
interpersonal, y que aparece como consecuencia de un enfoque exigente y poco
sensible. Es más, otras resistencias hacen referencia a la falta de apreciación y de
valor del papel que el síntoma está jugando en la vida de la persona. Cuando el
clínico sea capaz de llegar a un mismo punto utilizando diversas maneras de
aproximarse, observará como gran parte de sus intervenciones tendrán éxito,
utilizando la información que la persona le dé como guía de lo que conviene o
no conviene hacer.

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CAPÍTULO 24: Riesgos de la hipnosis y aspectos éticos

En un capítulo anterior en el que se trataban los conceptos erróneos sobre la


hipnosis, uno de ellos tenía que ver con el daño potencial que podía sufrir un
cliente que siguiera un tratamiento hipnótico. En dicho comentario señalo que
la hipnosis es una herramienta, no una terapia, y que se puede aplicar de
manera hábil o se puede usar mal y dañar al cliente. Esto otorga una
responsabilidad total al clínico, que la ha de usar manera juiciosa y precavida.

Al tratar la mente inconsciente del cliente y sus dinámicas intrapsíquicas


más directamente, el clínico tiene la oportunidad de acceder a un mundo
interno que tiene un equilibrio delicado. Si uno es insensible a las poderosas
emociones que puede desencadenar lo que tradicionalmente se llama
«abreacción», puede poner al cliente en peligro y perder la oportunidad de
llevar a cabo una curación real. Si el clínico se siente incómodo tratando fuertes
asociaciones emocionales que quizá han sido provocadas por lo que
inicialmente pretendía ser una experiencia hipnótica tranquila, puede elegir
entre intentar sentirse cómodo o evitar realizar cualquier trabajo que tenga un
impacto realmente emocional (es decir, hacer terapia en un estilo totalmente
intelectual).

En este capítulo me gustaría comentar algunas de las posibles reacciones


inesperadas provocadas por la hipnosis que exigen que se le tenga un respeto
sano por dicha técnica.

Antes de que el lector empiece a fantasear posibilidades horribles e


inexplicables permítanme asegurar un par de cosas. Primera, si el terapeuta es
respetuoso con la integridad de su cliente, se evitarán prácticamente todos los
peligros potenciales. Segunda, si el terapeuta puede apreciar que las
abreacciones tienen un gran valor terapéutico puesto que alivian el insight y la
emoción si se guían de forma hábil, no les tendrá miedo. Eso tampoco significa
que se tengan que potenciar, pero se pueden ver como una ventana abierta a
una poderosa experiencia terapéutica.

No existen peligros que se puedan atribuir al estado hipnótico en sí


mismo. Cualquier tipo de dificultades que surjan como resultado de la
experiencia hipnótica tienen que ver con las asociaciones que provocan los
elementos de comunicación que están presentes en la interacción. Estos
incluyen la relación entre el clínico y el cliente, el estilo de comunicación
empleado, el contenido de la sugestión específica utilizada, las variables
contextuales y, lo más importante de todo, la comunicación intrapersonal del
cliente (Frauman, Lynn y Brentar, 1993; Judd, Burrows y Dennerstein, 1985;
MacHovec, 1986).

Surgirán problemas si se hace un uso indiscriminado de la hipnosis


debido a algunas de las razones que comentaré ahora al identificar las
dificultades potenciales y su resolución.

Sustitución del síntoma

Uno de los argumentos más comunes que se utilizan contra la hipnosis


tiene que ver con la «sustitución del síntoma». Esto hace referencia al
surgimiento de un nuevo síntoma, no necesariamente peor, que sustituya al
anterior que se eliminó durante el tratamiento. Para que uno otorge a la
hipnosis esta potencial labilidad, ésta debe verse como un tratamiento
sintomático y no como un enfoque dinámico que aborda las causas subyacentes.
La teoría dinámica dice que la energía psíquica asociada a conflictos internos se
alivia mediante el desarrollo de un síntoma: una salida para la energía. Al
eliminar dicha salida, la energía se ha de volver a dirigir a algún otro lugar y
hay que buscar otra salida. Otros enfoques «sintomáticos», el más destacado de
los cuales es el conductismo, han sufrido esta misma acusación.

En el caso de la hipnosis, existe un rasgo peculiar que hace que la


respuesta a la crítica sea algo más compleja. La hipnosis se puede usar
sintomáticamente (estandarización del enfoque) y, en mi opinión, se usa de esta
manera con demasiada frecuencia, debido parcialmente a la falta de leyes que
regulen una formación y una práctica competentes. Las sugestiones simples y
directas dirigidas al síntoma objetivo las pueden usar personas legas y sin
formación que desconozcan las cuestiones que aparecen a lo largo de este
capítulo en particular y de todo el libro en general. Sin entender el papel del
síntoma en la vida de la persona y las dinámicas relacionadas, su sustitución
puede ser (pero no necesariamente) un resultado inesperado y no deseado.

Lo característico es que, aunque la hipnosis se puede usar


sintomáticamente, uno de sus puntos fuertes deriva de su capacidad para ser
usada de una manera más compleja, por ejemplo tratando las dinámicas y
consecuencias subyacentes al síntoma. Este es el tipo de ideas que yo quería
promover a lo largo del libro al abordar los diferentes aspectos y conceptos
asociados a la práctica responsable de la hipnosis clínica (Rosen, 1960; Spiegel y
Spiegel, 1987; Weitzenhoffer, 1989).

Fracaso a la hora de eliminar las sugestiones

Uno de los miedos más frecuentes a los que hacen referencia mis
alumnos tiene que ver con el fracaso al eliminar las sugestiones. Con la cantidad
de cosas que ocupan la mente del clínico cuando está realizando hipnosis
(formular sugestiones significativas al mismo tiempo que se observan de cerca y
se utilizan las respuestas del cliente), ¿qué ocurre si el clínico olvida eliminar
una sugestión?

La respuesta a este estado aparentemente peligroso es relativamente


simple. Las sugestiones dadas para conseguir respuestas particulares en la
persona hipnotizada son específicas del estado hipnótico. En otras palabras,
sólo son operativas mientras la persona está hipnotizada. Las respuestas
obtenidas mediante la hipnosis no se pueden trasladar al estado «despierto» del
cliente a menos que se le haya dado una sugestión para hacerlo. De hecho éste
es el principal propósito de la sugestión poshipnótica: permitir que las
respuestas obtenidas en la hipnosis se generalicen a otros contextos. Sin
sugestiones poshipnóticas (ya sea del cliente a sí mismo o por parte del clínico)
que permitan trasladar una respuesta a otro contexto, ésta sólo se puede
observar durante la hipnosis. Por lo tanto, si el clínico olvida, al final del
proceso, eliminar sugestiones que ha dado durante la hipnosis es bastante
probable que desaparezcan automáticamente al salir del estado hipnótico. Si se
produce una excepción y el cliente continúa experimentando una sugestión que
no pretendía ser poshipnótica, es probable que él mismo se haya dado una
sugestión para hacerlo. La hipnosis se puede introducir y eliminar si se desea
(Brentar, Lynn, Carlson y Kurzhals, 1992; Kleinhauz y Beran, 1984; Orne, 1965;
Weitzenhoffer, 1989).
Regresión espontánea y abreacción

Los términos «regresión espontánea» y «abreacción» no son sinónimos


pero están tan relacionados que he decidido explicarlos juntos en esta sección.
Una regresión espontánea es la acción en la que aparecen en la conciencia
experiencias del pasado reprimidas. La abreacción aparece definida al inicio de
este capítulo como la expresión de emociones reprimidas. Ambas explican las
emociones inesperadas que hacen que la hipnosis sea una herramienta tan
poderosa. Cuando se está haciendo algo aparentemente tan simple y general
como un procedimiento de relajación, un cliente puede asociarlo con una
palabra o imagen que tenga una gran carga emocional para él, provocándole
sentimientos de dolor, enfado o cosas similares.

La regresión espontánea ante algún recuerdo desagradable es un


indicador de lo que normalmente se llama «asuntos pendientes», que son
experiencias que están pendientes de ser resueltas. A veces la represión es tan
grande que el material permanece fuera de la conciencia incluso durante la
hipnosis, y la persona se queja de dolor de cabeza o algún otro tipo de molestia
después de la experiencia hipnótica.

Incluso el clínico más hábil no sabe qué minas hay en el inconsciente del
cliente esperando a que uno tropiece con ellas durante la terapia o la hipnosis.
Cada ser humano tiene una historia personal única y hace asociaciones
idiosincrásicas con las palabras y las experiencias. Lo que parece un término
neutral para una persona puede desencadenar alguna experiencia personal
intensa en otra. Por lo tanto, la idea de hacer hipnosis sin producir nunca una
abreacción es bastante improbable. Por otra parte, hay algunos clínicos que las
promueven mediante una especie de «voyeurismo psicológico», suponiendo que
las emociones intensas son terapéuticamente necesarias así como fascinantes de
observar.

Las abreacciones se pueden manifestar de muchas maneras como


llorando, con hiperventilación, con temblor corporal (o de partes específicas del
cuerpo), mediante conversiones histéricas, desconexión prematura de la
hipnosis, alucinaciones, delusiones y movimientos de balanceo similares a los
autistas. Estas conductas no indican automáticamente la existencia de
abreacción pero se debería responder a ellas con precaución y de forma sensata.
Lo más importante que hay que recordar es esto: el terapeuta se puede sentir
cómodo pidiendo al cliente que describa su experiencia. Es útil dar sugestiones
protectoras y apoyar su experiencia usando la fórmula general de aceptar y
utilizar. La persona ha empezado con alguna información delicada y no hay
que desperdiciar la ocasión de permitir que se produzca una abreacción y ser
útil al cliente ayudándole a tener una nueva perspectiva de dicha experiencia.
Después de todo para esto sirve la terapia, ¿no es cierto? No se puede cambiar
el pasado pero sí las actitudes que se tienen respecto al mismo.

Algo que ayuda es usar sugestiones que calmen e incluso, si la reacción


es totalmente inesperada, el terapeuta sabe, a partir de ahí, que se puede
encontrar con lo inesperado. Hay que asegurarse de que la voz sea suave y dé
confianza. En general, lo mejor que se puede hacer es usar la hipnosis para
resolver la situación y cerrarla. Incluso si ha acabado la hora de visita, la
responsabilidad del terapeuta todavía no ha acabado. Hay que asegurarse de
que el cliente se marcha de manera tranquila.

Si un cliente empieza con alguna información delicada que el terapeuta


no se siente preparado para controlar por alguna razón, sugiero que se asegure
de que lo va a derivar inmediatamente a un profesional apropiado que le pueda
ayudar (es importante tener una buen listado de profesionales para hacer
derivaciones) (Crasilneck y Hall, 1985; Feldman, 1985; Hammond, 1990; Kroger,
1977; Spiegel y Spiegel, 1987; Spiegel, 1993; Yapko, 1992).

Directrices éticas

Las descripciones anteriores sobre las dificultades potenciales que


pueden surgir al usar la hipnosis señalan indirectamente la necesidad de tener
una formación oficial sobre las dinámicas del comportamiento humano, de
respetar la integridad de todo ser humano y de conocer los propios límites al
realizar intervenciones terapéuticas.

Se supone que el terapeuta, como profesional de la ayuda, tiene sólo las


mejores intenciones para sus clientes y que usará sus conocimientos sobre la
naturaleza humana y la capacidad para influir a nivel interpersonal de manera
constructiva. Por lo tanto, a continuación aparecen sólo unas cuantas directrices
éticas tratadas de manera superficial:

1. La principal prioridad es ayudar, no hacer daño. Si uno siente que, por


cualquier razón, es incapaz de trabajar bien con una persona o con el problema
que ésta plantea, ha de evaluar honestamente si sería mejor derivarla (y hacerlo
cuando sea apropiado).

2. La responsabilidad del profesional es educar, no ostentar; la hipnosis


tiende a ambos y espero sinceramente que los fenómenos hipnóticos que está
aprendiendo el lector los utilice y/o demuestre sólo en los contextos clínicos o
educativos apropiados.

3. Hay que intentar definir la relación con el/los cliente(s) lo más claramente
posible, incluyendo la naturaleza de la intervención, la duración, el costo, las
expectativas, los puntos de evaluación, etc. Implicar y educar al cliente hará que
la relación sea mejor y más productiva.

4. No es bueno ir más allá de las propias posibilidades ni falsificarse a uno


mismo. Los problemas humanos son muy complejos y no se pueden reducir a
un párrafo de dinámicas. Si uno siente que no se puede con un problema es
mejor derivar a la persona a alguien que pueda afrontar mejor sus necesidades.

5. La información errónea y/o el uso de técnicas indirectas se pueden juzgar


a veces como el mejor enfoque. Hay que tener cuidado porque pueden ayudar
al cliente pero también puede salir el tiro por la culata. Hay que tener
estrategias preparadas para cada paso del camino pensando en la intervención.

6. Hay que incluir, siempre que se considere apropiado, a los profesionales


adecuados que tengan la cualificación necesaria. Por ejemplo, cuando se trabaje
con síntomas de base orgánica, a menos que uno sea médico, habrá que derivar
a un médico y contar con su acreditación para trabajar el problema. Practicar la
medicina (psicología, nutrición, etc.) sin la licencia o los conocimientos
adecuados es una falta de responsabilidad.

Lo más importante de todo, repito mi advertencia, es no ir nunca más


allá de la propia capacidad. Usar técnicas hipnóticas sin el conocimiento
adecuado es peligroso y hacer daño a alguien debido a la ignorancia es
imperdonable (Frauman, Lynn y Brentar, 1993; Gravitz, Mallet, Munyon y
Gerton, 1982; Sheehan y McConkey, 1993; Steere, 1984; Wall, 1991; Zeig, 1985).
Conclusión

Los conceptos y técnicas presentados en este capítulo figuran entre los


más importantes del libro. Espero que ayuden a sensibilizar al lector respecto a
los aspectos asociados a la práctica responsable de la hipnosis.

La hipnosis como herramienta tiene un gran valor y éste puede aumentar


a gran velocidad en la comunidad profesional cuando todos los que la usen lo
hagan de una manera juiciosa.

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CAPÍTULO 25: Profundizar en la hipnosis

No se quién fue el que dijo «cuanto más sabes más cuenta te das de lo poco que
sabes». Fuera quien fuera, me pregunto si hablaba de la hipnosis cuando hizo
este comentario. Bien, probablemente no. Pero en cualquier caso esto es cierto
en el estudio de la hipnosis. Espero que cuando el lector llegue a este último
capítulo haya descubierto la riqueza y complejidad que ofrece la hipnosis como
herramienta de comunicación.

Una de las cosas más frustrantes para los profesionales que trabajan en el
campo de la hipnosis clínica es que hay personas que tienen menos formación
en el tema de la que aparece en este libro introductorio que ofrecen servicios al
público para los que no están cualificados. Una segunda fuente de frustración
radica en la observación de que muchas de las personas que hacen cursos de
hipnosis, al acabar el curso no utilizan las habilidades adquiridas y éstas se
desvanecen pronto. Yo creo que cuando la práctica de la hipnosis se reducía a
las técnicas ritualizadas que consumían mucho tiempo, ésta era una
herramienta con una eficacia y aplicabilidad limitadas. También creo que la
hipnosis ha ampliado sus «objetivos limitados» a un modelo de comunicación
deliberada y efectiva, y cada vez es mayor el número de profesionales que
pueden integrar los patrones hipnóticos en su trabajo. Mi meta no era ni es
convertir a los lectores de este libro en «hipnotistas oficiales» sino más bien
proporcionar una introducción a este campo dinámico y en constante evolución
y que ofrece una valiosa fuente de insight sobre la gente y la terapia. Incluso
aunque el lector no realice una inducción hipnótica formal en el resto de su vida
mi propósito es que piense dos veces antes de decir algo como «no piense en las
cosas que le preocupan». A partir de esta introducción a este campo espero que
al lector le intrigue suficientemente la gama de posibilidades que le ofrece la
hipnosis como para continuar desarrollando sus habilidades al respecto. Hay
muchas maneras de hacerlo.

Existen muchos libros y publicaciones que abordan el tema de la


hipnosis clínica. Las numerosas referencias que aparecen en este volumen son
sólo la punta del iceberg, pero pueden ser un punto de inicio. Las bibliografías
de las revistas dedicadas a la hipnosis son de un valor incalculable para
adquirir los conceptos y enfoques más recientes de la práctica profesional. La
información respecto a dónde escribir para pertenecer a estas organizaciones y
suscribirse en sus revistas aparece listada aquí:

The American Journal of Clinical Hypnosis

publicada por la American Society of Clinical Hipnosis.

Para pertenecer a la sociedad (incluye revista) escriban a:

2200 East Devon Avenue

Suite 291

Des Plaines, Illinois 60018

EE UU

Tel: (708) 297-3317; fax: (708) 297-7309

Dirigir las suscripciones al director.

The International Journal of Experimental Hypnosis

publicado por

The Society for Clinical and Experimental Hypnosis, Inc.

Para pertenecer a la sociedad (incluye revista) escriban a:

The Society for Clinical and Experiential Hypnosis, Inc.

128-A Kings Park Drive

Liverpool, New York 13090

EE UU

Tel y fax: (315) 652-7299


No se puede exagerar la importancia de la lectura de bibliografía reciente
ni tampoco el valor de la formación experiencial. Además de la formación que
ofrecen muchas universidades y algunos profesionales en el ámbito privado, las
organizaciones de hipnosis mencionadas arriba ofrecen una formación
excelente para profesionales cualificados, tanto a nivel nacional como local. La
American Society of Clinical Hypnosis (ASCH) tiene sedes en las ciudades
importantes en las que suele haber programas de formación. También otorga un
certificado que confirma a los clientes la extensa formación del terapeuta.

La fundación Milton H. Erickson en Fenix, Arizona, se dedica al avance


en la hipnosis ericksoniana y presenta congresos tanto a nivel nacional como
internacional (encuentros importantes en los que se presentan artículos,
demostraciones, talleres y ponencias durante varios días únicamente sobre el
tema de la hipnosis clínica). Además de patrocinar estos congresos, la fundación
publica un informe tres veces al año que incluye una guía sobre dónde y
cuándo se ofrecen programas de formación. Para estar en la base de datos y
recibir información por correo, escriban a:

The Milton H. Erickson Foundation, Inc.

3603 North 24th Street

Phoenix, Arizona 85016

EE UU

Tel. (602) 956-6196; fax: (602) 956-0519

Además de las organizaciones mencionadas antes, existen grupos más


pequeños y especializados que son demasiados en número como para
mencionarlos aquí. La calidad de la formación, la elegibilidad de la pertenencia
y las metas y funciones de los diversos grupos difieren mucho de unos a otros.
La afiliación a una organización debería, en última instancia, ser una relación
sinergística, no sólo unidireccional, y eso es algo que se estimula de forma
selectiva.

Para acabar diré que para mí es difícil evaluar si he sido capaz de


transmitir el respeto y el aprecio que siento por la aplicación adecuada de la
hipnosis. A veces siento que quería decir mucho más sobre cada uno de los
temas que he presentado, pero me he visto obligado a preservar la integridad
de este texto como introducción concisa al tema. Todavía se puede decir mucho
más sobre la mente humana, la personalidad, la comunicación y la hipnosis. Los
conocimientos que tenemos se van ampliando cada vez más, y parece que no
existe un límite en el conocimiento que podemos llegar a tener. Espero que el
lector encuentre muchas maneras de hacer buen uso de todo lo que la hipnosis
le ofrece.

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