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a) 1º tiempo: Este primer tiempo tiene lugar esencialmente en la primera

infancia, durante la cual las pulsiones sexuales buscarán una descarga rápida e
inmediata tal como lo exige el principio del placer. Al principio el niño tiene un
cierto éxito, cuando puede descargar sus impulsos por medio de una realización
alucinatoria. Este recurso sin embargo dura poco, ya que el niño comprueba que
el objeto alucinado (por ejemplo el pecho) no es real. Sin embargo aún cuando el
niño pueda encontrar un objeto externo por medio del cual satisfacer sus
pulsiones, la inminencia de la descarga pulsional generará angustia (sea porque
teme no encontrar el objeto satisfactor, según experiencias pasadas de
frustración, sea porque hay una instancia moral).

Esta angustia es el estímulo detonante de la represión: al representante psíquico


de la pulsión le es negado su acceso a la conciencia, y esto constituye la represión
primaria.

Como vemos, el mecanismo básico de esta represión primaria es una contracarga


(o contracatexis, o contrainvestidura), es decir a la fuerza de la pulsión se le
opone otra fuerza, la fuerza represora primaria (contracarga).

Esta represión primaria no recae sobre la pulsión como tal, sino sobre sus signos,
sus ‘representantes’ (ideas, imágenes, etc.), que no llegan a la conciencia y a los
cuales queda fijada la pulsión. Se crea así un primer núcleo inconsciente que
funciona como polo de atracción respecto de los elementos a reprimir. Estas
representaciones inconscientes son lo que anteriormente habíamos calificado
como representaciones de cosa.

La represión no recae tampoco sobre el afecto (ver Supresión). Sólo se reprimen


los elementos representativos, los cuales van ligados a lo reprimido originario, ya
porque provengan de éste, ya porque entren en conexión fortuita con él. La
represión reserva a cada uno de ellos un destino diferente, ‘completamente
individual’ según su grado de deformación, su distancia respecto al núcleo
inconsciente o su valor afectivo.

Freud había caracterizado al inconsciente como un reservorio pulsional (el


inconsciente que hunde sus raíces en lo biológico), y también como el conjunto
de contenidos reprimidos.

Esto último es lo que aquí nos interesa especialmente por cuanto Freudintentará
explicar la constitución del inconsciente por el proceso de la represión primaria
(Laplanche, 433). En 1915, Freud considera a las representaciones no sólo
como los contenidos del inconsciente, sino como constitutivos de éste: en un solo
y mismo acto, la represión primaria, la pulsión en lugar de descargarse se fija a
una representación que ve rehusado su acceso a la conciencia, y se constituye el
inconsciente.

Freud refiere al respecto que “así se produce una fijación y el representante


perdura, a partir de este momento, en forma inalterable, quedando la pulsión
ligada a él”. La fijación se encuentra entonces en el origen de la represión y
puede considerársela incluso como el primer tiempo de la represión (Laplanche,
157).

Veamos entonces como define Laplanchela represión primaria u originaria:

REPRESION ORIGINARIA: Proceso hipotético descripto por Freud como


primer tiempo de la operación de represión. Tiene por efecto la formación de un
cierto número de representaciones inconscientes, o ‘reprimido originario’. Los
núcleos inconscientes así constituidos contribuyen seguidamente a la represión
propiamente dicha o represión con posterioridad, por la atracción que ejercen
sobre los contenidos a reprimir, junto con la repulsión proveniente de las
instancias superiores (Laplanche, 379).

b) 2º tiempo: La última parte de esta definición ya nos introduce en el segundo


tiempo de la represión, donde tiene lugar la represión secundaria. Si la represión
primaria ocurría en la primera infancia, la secundaria ocurrirá durante el resto de
la vida en una forma permanente, sea en forma fallida o excesiva (dando lugar a
la patología), sea en forma exitosa (como en las sublimaciones).

Lo esencial del 2º tiempo será lo siguiente: lo que fue reprimido en el primer


tiempo tiende siempre a irrumpir de nuevo en la conciencia en forma de
derivados, siendo sometidos entonces a una segunda represión o represión con
posterioridad (Laplanche, 94), o represión secundaria.

Las representaciones de cosa son siempre inconscientes, y si tienden a hacerse


preconscientes o conscientes lo harán bajo la forma de una representación de
palabra. La represión secundaria actúa sobre estas representaciones separando o
disociando de ellas el afecto, es decir, realizando una descatectización o
desinvestidura de las representaciones de palabra.

En el 1º tiempo no es posible nombrar aquello que debe reprimirse pues no está


constituido el lenguaje, pero en el segundo tiempo sí: el significante
‘representación de palabra’, que es verbal, representa lo que debe ser reprimido,
representa aquello de lo cual debe separarse el afecto, porque es este afecto
displacentero en última instancia el motivo y el fin de la represión.
Vemos así entonces que mientras el mecanismo central de la represión primaria
es una contracarga o contrainvestidura, el mecanismo central de la represión
secundaria es una desinvestidura, un retiro de catexis de la representación
palabra.

Pero como la energía no se pierde sino que se transforma, debemos preguntarnos


por último cuál o cuales serán los destinos de los quanta de afecto separados de
su representación, y al respecto Freud plantea varios caminos posibles,
calificables como los DESTINOS DEL AFECTO.

Estos posibles destinos son, entre los más significativos:

a) El quantum de afecto es desplazado a otra representación lo suficientemente


alejada de la original como para no provocar angustia. Esta nueva representación
no estará, sin embargo, totalmente desconectada de la reprimida, y habrá entre
ambas lazos asociativos. Justamente durante el análisis, la interpretación lo que
hace es recorrer estas vías asociativas en sentido inverso, o sea partiendo de la
representación de palabra e intentando llegar por asociación libre hasta la original
representación reprimida (cosa que en rigor no puede hacerse por ser esta un
significante pre-verbal, es decir, innombrable, inefable).

Las asociaciones que va haciendo el paciente lo van llevando entonces hacia lo


reprimido primordial (hacia lo reprimido en el primer tiempo) sin alcanzarlo
nunca. El hecho que las asociaciones vayan llevando hacia lo reprimido nos
muestra que las representaciones primordiales ejercen una especie de atracción
sobre el resto de las representaciones, funcionando entonces como
representaciones-fin.

El desplazamiento del afecto sobre otra representación se ve por ejemplo en las


obsesiones (la escrupulosidad como reacción a los impulsos sádicos). En la
neurosis obsesiva, refiere Laplanche(367), el quantum de afecto se ha
desplazado desde la representación patógena ligada al acontecimiento
traumatizante, a otra representación que el sujeto considera insignificante.

También vemos un similar mecanismo de desplazamiento en las fobias, donde


una nueva representación, el caballo, recibe el afecto displacentero (angustia,
miedo) de la original representación del padre, para referirnos al caso Juanito. El
niño puede así en este caso soportar la presencia del padre sin angustia, angustia
que además puede controlar mediante el recurso de evitar la presencia del
caballo. El caballo funciona entonces, en palabras de Wyss (92-94) como una
representación compensatoria.
b) El quantum de afecto original se transforma en otro afecto, apareciendo por
ejemplo como angustia (neurosis de angustia). Esto también se puede ver en las
fobias, donde la angustia frente al objeto fobígeno es el afecto resultante.

Este, consciente, puede a su vez ser evitado mediante el recurso de la supresión


(véase más arriba Supresión). También puede verse este segundo destino del
quantum de afecto en la melancolía (Laplanche, 11-12).

c) El quantum de afecto puede también convertirse en energía somática, y la


representación reprimida pasa a ser simbolizada mediante una zona o una
actividad corporal (Laplanche, 368). Tal lo que ocurre en la histeria de
conversión.

c) 3º tiempo: Los mecanismos represores no son 100 % eficaces, y siempre se


producirá un RETORNO DE LO REPRIMIDO, como ocurre por ejemplo en
los sueños, los síntomas, los actos fallidos y en general en lo que en psicoanálisis
suelen llamarse las formaciones del inconsciente. El retorno de lo reprimido no
equivale a la disolución de la represión. Como indica Fenichel (175), en realidad
este retorno no es más que la involuntaria irrupción en el estado consciente de
derivados inaceptables de los impulsos.

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