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Vladimir Emiliano Bello Hernández

Seminario de Religión, Arte y Filosofía


Avance de proyecto de seminario
El autoconocimiento desde el sentimiento religioso.

1ª parte La verdad como libro o el libro verdadero


El sentimiento religioso como identidad en el cristianismo
Personajes: Emiliano y una mujer
Introducción
Nosotros tenemos experiencias donde pensamos y sentimos salir del espacio y
del tiempo, solo de esta manera puede pensarse todo lo determinado por espacio
y tiempo sin la arbitrariedad de ser juez y parte. Experiencias donde la posibilidad
de ser algo, es que no haya otra cosa antes, es que no haya nada, que no sea
nada primero. ¿Qué es más real, la posibilidad de que pueda haber algo o que
haya algo? ¿qué es más real, que haya un lugar ocupado o uno vacío? Se podría
decir, el espacio vacío por lo menos es espacio y yo me pregunto ¿y el espacio
dónde está? ¿en el tiempo? ¿en nuestro entendimiento? ¿O en donde hay cosas?
No parece fácil imaginar lo sin espacio, debido a que somos seres espaciales,
pero no es una pregunta trillada, sino que abre la posibilidad de encontrar un
significado más real. Este tipo de experiencias límite (pues surgen en momentos
en donde reconocemos nuestra propia finitud) manifiestan el carácter definido de
nuestro ser en medio de la infinidad, de la infinitud: como una hormiga en una
selva, como una gota de agua en el mar. Por tanto también se manifiesta algo que
supera nuestros límites y que parece no tenerlos. Algunos modernos como Kant,
identifican estos sentimientos con el concepto de la sublimidad, un cierto placer
negativo, que nos hace desear y desesperar, como al descubrir una verdad
perturbadora, aludiendo a Anaximandro, quizá, ¿padeciendo de un principio
ilimitado?

En este mundo ya interpretado por milenios, se nos ha heredado generosamente


religiones y lenguas en las cuales limitamos, como ahora, experiencias de esta
“naturaleza”, por así decirlo, aunque sea paradójico el querer definir bajo un
concepto lo que carece de fin. Es por este tipo de limitaciones terminológicas y
hermenéuticas por lo que es común llegar a oír juicios, sobre este tipo de
experiencias, tales como: que “su naturaleza es divina”, o que “Dios se reveló”, o
que este “es y no es”, determinaciones del lenguaje que entendidas al pie de la
palabra, no parecen tener sentido, pero que si intentamos entenderlas
psicológicamente, refieren una intención de comunicar lo incomunicable.

Gran problema, incluso vital en muy conocidas ocasiones, pensemos por ejemplo,
en Platón, su Apología de Sócrates y su República: El hombre que es sentenciado
a muerte lo es a causa de su heterodoxa pero no menos piadosa, religiosidad.
Esta misma religiosidad es la que le indica y motiva a través del famoso oráculo a
descubrirse frente a los otros como lo que realmente es. Es un hombre tan
piadoso, que busca conocer a los “verdaderos dioses” y no lo que le presenta
Homero1, aún costándole la vida, pues ese fue el desenlace de su esfuerzo por
comprender y ejecutar un mandato que él significaba como divino.

Este acontecimiento quedó simbolizado para la posteridad, de manera mítica, en


la alegoría de la caverna: aquel que ascendió en el conocimiento del mundo e
intentó liberar a sus compatriotas, terminó muerto por estos. ¡Sócrates! el amor
que germinaste en el joven Platón te ha hecho mil y un apologías, a la gran
injusticia, gran tragedia y gran paradoja de la vida: afrontarla supone el dolor, la
muerte, la enfermedad y el peligro, son experiencias que perfeccionan nuestro
entendimiento de la existencia, de la realidad; no sólo ya la exacta matemática ni
la cálida música, no sólo el poder político, ni el laberinto del lenguaje.

La dificultad de comunicar una experiencia así, está a dos pelos de la absoluta


incomunicabilidad, es en esos dos pelos donde se despliega la creatividad poética
para salvar tan peligrosa distancia. A pesar de ello, esta experiencia no faculta a
nadie para congraciarse de ser el único intermediario, entre lo hallado en dicha

1 República, 381 e
experiencia y los demás, se corre el riesgo de determinarla bajo límites morales
que terminarían ocultando su origen, aunque quizá sea necesaria esa
determinación puesto que el hombre siempre quiere darle sentido a lo que
encuentra a través del discurso. En todo caso, deberían seguir el ejemplo del
oráculo de Heráclito, ni afirmar, ni negar, sólo indicar, con señas, pero esto no
acredita a nadie para volverse supremo juez de los otros.

Esto que te voy a decir con toda sinceridad, me sucedió hace un par de años,
cuando yo era aún más joven de lo que soy ahora, como dice la canción, aunque
en cierto modo me sigue sucediendo y esto por lo que sigue.

Estaba paseando por Ciudad Universitaria, bajo los hechizantes colores del
atardecer. Paseando sin otro motivo que esperar a que mi novia saliera de su
clase pero, pudiendo esperarla sentado por ahí sin más, leyendo algún libro de los
tantos que nuestra espléndida biblioteca central gusta ofrecernos, me puse a
andar, quizá sin querer, como quien dice “inconscientemente”, estaba yo sin
proponérmelo, buscando a alguien, porque al llegar a unos frondosos pastos,
cerca de la facultad de medicina, siendo precisos, a lado de la larga murallita que
intenta cuidar la amable ciudad de los intrusos nocturnos y vacacionales
entrometidos, que pretendieran profanar sus académicos asuetos e
imperturbables noches. En una palabra: frente a la entrada de Copilco.

Alguien me tomó del hombro con un gesto suave y amable, y me dijo –¿Te puedo
hablar un momento?– ¿sobre qué?– le respondí. –Es sobre la biblia–. Bueno, en
esta parte de mi vida, donde constantemente estoy rodeado de gente joven, que
se apasiona, se embriaga, se aburre y desenfrena como si acabaran de descubrir
su juventud, de lo último que quieren hablarme es sobre la biblia, libro inmenso y
viejo, que para decir verdad, desde niño no dejaba de molestarme: hasta hace
poco nunca la había considerado como algo realmente valioso, quizá para un
turco, un griego o un israelita, la cosa fuera distinta, pero para mí, era realmente
incómodo y odioso que me intentaran introducir gusto por un libro en que, nunca
se mencionaba algún lugar remotamente cercano a donde vivo. Y
a no hablar de mi ciudad o una cercana, ni siquiera América aparece en ese libro.

Sin embargo, desde que empecé a tomarme en serio lo que trataba de aquello
que suele llamarse Dios, me complacía escuchar y dialogar con personas que se
tomaban en serio sus creencias: darle esa seriedad me parece síntoma de querer
apropiarse de algún tipo de conocimiento; quizá puedan errar, pero también quizá
reconocer su error. Así que se lo concedí.

–Esta bien, ¿qué quieres decirme al respecto?– ¡La biblia es la palabra de Dios!–
me dijo con la voz de quien invita a una fiesta –¿Y no nos ha dicho Juan en su
evangelio, que todo en la creación es su palabra2? Le dije–. Sí, pero nosotros los
hombres podemos no saberlo y por ello ha inspirado a evangelistas y profetas,
para que todos podamos conocerlo a Él, para tener testimonio de Él.
–Hablas como si ya supieras que Dios es alguien, pues al referirle como “él”,
pareciera que lo reconoces como alguien, alguien como nosotros que también
somos alguien, y hablas de nosotros, los hombres, como si supieras ya que es ser
hombres y como si ser hombres sea lo que en realidad somos–. Él es alguien
porque él nos lo dice en su libro; en el mundo, nada pueden decirte las cosas
excepto que alguien te las puso ahí. Y nosotros somos hombres, porque Dios así
nos creó en el principio de los tiempos. –Entonces las cosas sí pueden decirte
cosas, le dije– no son las cosas por sí, ni si quiera tú por ti mismo, Él les da ese
sentido que si no diera, tu no hallarías–.

Entonces le contesté: –Puedo decir casi sin saberlo, que tú eres alguien y yo soy
alguien y no simplemente algo, sé que eres alguien con quien hablo ahora, alguien
que escucha, siente y piensa, alguien que desea responderme, que desea
hablarme, cuando volteo a ver tus ojos y veo en su fondo el brillo de tu deseo,
puedo diferenciarte del suelo y de la piedra, de la humedad y del madero, del pico

2 Jn. 1, 1-5
y la pala, y darme cuenta de que allí hay alguien ¿quién? Estoy averiguándolo;
pero de la otra cosa de la que me hablas, no estoy muy seguro ¿acaso piensas
que ese que tú llamas Dios, tiene boca y orejas y con ellas escucha, habla y
sonríe, piensas que padece tristeza e impotencia, duda o ira, como cualquiera que
pueda merecer ser alguien?–.

Él puede vernos desde su omnisapiencia como un viejo a unos niños, e incluso en


su profundo amor, es capaz de hablarnos, a través de su libro que es la biblia. –¿Y
cómo saber que es su palabra y no sólo la del evangelista?– yo creo en esa
palabra cuando dice que es la palabra de Dios. –No hay duda de que tu fe es
grande como tu júbilo ¡oh mujer! pero déjame preguntarte ¿cómo es que te ha
nacido tan cristiana seguridad?– Cuando le pregunte esto, la mujer sonrió
ruborizándose, ocultándome su mirada que apuntaba hacia el suelo y con la
actitud de quien va a confesarte un secreto me dijo:

Es que no hace mucho, me ha sucedido un milagro. Yo no creía en nada de lo que


te estoy platicando, lo único que quería hace un par de años, era un bebé y no
estar intentando convencer a la gente de lo que yo creo. Pero desgraciadamente,
mi esposo y yo no podíamos conseguirlo, intentamos muchos métodos médicos: al
principio nos sentíamos esperanzados y convencidos, pues teníamos mucha fe
porque eran todos métodos muy científicos y rigurosos pero, no veíamos ningún
progreso, ningún resultado. Empezamos poco a poco a desconfiar, al principio
sólo era desaliento, pensábamos –oh bueno, sólo hay que ser constantes, hay que
perseverar, como quien dice, hay que aguantar–. Día tras día nos angustiábamos
más y más, empezábamos a pelear entre nosotros, a echarnos culpas, a sufrir un
estado de duda y confusión, como si la ciencia, el mundo y nuestra pareja nos
estuvieran traicionando y hasta llegamos a tener cierto rencor uno del otro, no
sabíamos qué era lo que estaba pasando, incluso yo comenzaba a pensar en la
posibilidad de separarnos hasta que, un día ¡un maravilloso día! –sonrió de
repente y subió la mirada desde el suelo hasta clavármela en los ojos– un amigo
comenzó a hablarnos de la biblia, de la misma manera que lo hago yo contigo.
Este amigo nos decía que a través de ella, Dios se comunicaba con los hombres
para enseñarles la verdad y ayudarles con sus problemas.
Yo era escéptica, casi atea en ese momento, por lo menos laica, pues aunque me
había bautizado no solía ir a misa, ni a la iglesia, no rezaba, ni mucho menos leía
la biblia, sin embargo, tal era mi desesperación que no desdeñé ninguna
posibilidad y le hice caso. –Veo que estabas muy desesperada– oh sí, pero
volviendo a la historia, este amigo nos dijo: –ábranla al azar y encontrarán las
respuestas que buscan– y así lo hice y ¿qué crees? ¡apareció el pasaje donde
Abraham y Sarah no podían tener hijos3, pero al tener fe en Dios y escogerlo a Él,
éste se los concedió!

Una semana después, los doctores nos estaban diciendo a mi y a mi esposo que
al fin estaba embarazada. Ha sido una felicidad y una maravilla tal que, desde
entonces nos hemos hecho muy devotos y leemos con frecuencia la biblia.
–¿Es el bebé del que me hablas, el que llevas enrrebozado a tus espaldas?– Sí,
por eso estoy invitando a la gente a leer la biblia con nosotros en nuestro grupo de
lectura de la biblia, ¿tú la lees? –Sí, a veces, y ya antes me habían sugerido que
podía encontrar ahí soluciones a mis problemas, pero no lo he hecho de ese
modo, a veces no creo que la biblia sea la palabra de Dios como tal, quizá sí,
realmente yo no puedo saberlo como tú, ni puedo tener bebés ni los busco para
este momento, aunque después de oír tu historia te confesaré que mis padres han
tenido una experiencia similar, te explico: mi madre no conseguía embarazarse de
mi hermano, era ya bastante vieja, casi como de tu edad y aunado a eso, su
vientre estaba dañado porque había abortado con anterioridad en repetidas
ocasiones. Ella también probó varios métodos médicos que no le funcionaron,
aunque a diferencia de ti, si bien alguien le pudo sugerir la lectura de la biblia, a
ella, por su fuerte influencia marxista y su ascendencia mixteca, le desagradaba
profundamente la religión cristiana, así que en lugar de leerla, fue con una bruja, o
al menos eso me dijo ¿cómo no creerle en estas cosas a la madre? La bruja le dijo
que tenía el vientre “frío”. Le recomendó que se tomara unos pulques, bebida

3 Génesis 16
afrodisiaca que como indica este adjetivo, da a quien lo toma, las bendiciones de
Venus y los dones de Deméter. Después debería fornicar con el que quisiese
fuera el padre de su hijo, a lo que mi madre, siguiendo su concejo fue con mi
progenitor a las muy bellas y muy húmedas grutas de Tolantongo y ejecutó
cuidadosamente las instrucciones le habían dado y aproximadamente nueve
meses después nació mi hermano. Sin embargo ahora, no conozco que mi madre
se haya dedicado a exhortar a los universitarios a embriagarse con pulque y amar
sin condón ni condición, ni tampoco que, cuando tengan problemas, acudan con el
brujo de más confianza–. Por cierto –me dijo– ¿cuál es tu nombre? –Emiliano– le
dije.

–Ahora, en cuanto a mi confianza en la biblia, como único medio autorizado por un


sacerdote para comunicarme con un tal dios, debo confesarte que es más bien
escasa, no creo más en lo que dice ese libro que en lo que me dice mi madre, sin
embargo, no insisto en que sea completamente falso como testimonio divino, esto
a pesar de las no pocas críticas de las que pueda ser susceptible por parte de
nuestros buenos amigos los filólogos4, como por ejemplo, haber sido modificada
incontables veces en el pasado para salvaguardar los intereses de la iglesia o de
los rabinos5. Puedo respetar que tú me digas que has encontrado una revelación
en ella, pero de ningún modo aceptaré que sea el único modo de acceder a eso
que solemos llamar Dios, creo también en otros modos de revelación–.

Pero Emiliano –me dijo– sólo en la biblia está la salvación, no hay otro modo, es
un libro muy antiguo y muy especial, sin mencionar lo largo que es, eso ya es
bastante qué decir, además de que en él Dios mismo nos habla y nos dice que
creamos en Él. –Bueno, supongamos que sí hubo revelación en el libro y que los
testimonios allí escritos son auténticos, sin embargo, no crees que Dios, en su
supuesta y casi a priori omnipotencia, sería capaz de revelarse a otras personas u

4 Conferencia Adjetivación, identidad y violencia: las epístolas de Pablo, del 2º de


septiembre, impartida por la filóloga Dra. Camila Joselevich dentro del ciclo Religión y
Violencia, de la Asociación Mexicana para el estudio de las religiones.
5 El Anticristo, F. Nietzsche. Cap. 26
otros pueblos pero que éstos, simplemente no vieron la necesidad de escribirlo o
no pudieron porque no sabían escribir entonces lo transmitían oralmente, o les
llegó la muerte antes, ¡o yo qué sé! No niego que la biblia pueda ser el caso, pero
tampoco niego casos fuera de ella–. Eso no es posible, va en contra de lo que
esta escrito en las sagradas escrituras, ¡eso es blasfemia Emiliano! –No me mal
interpretes, no es que yo, simple mortal pueda afirmar o negar algo de Dios,
aunque en ese sentido, nadie más podría, simplemente creo que la revelación
puede ser sin mediar un libro, que así como pones tu fe en que Dios te habla por
un libro, así yo pongo la mía en que suponiendo que sea en realidad, alguien,
puede servirse de otras cosas, inclusive de personas, para manifestarte algo, de
hecho, no me hagas caso, pero si exageramos un poco, quizá me esté usando en
este momento, sin darnos cuenta, para hablarte de manera personal a ti y ya no
solo a partir de un libro, para decirte que su revelación no la debes limitar ni
sujetar a ese libro, ni tampoco la comprensión de Él, como tú le refieres–.

Emiliano, tú no eres Dios –por supuesto que no, soy un miserable, decadente,
imperfecto y mal logrado ser humano, como muchos otros, pero según tu libro, soy
parte de la especie favorita de Dios y te recuerdo que, hasta un ser tan
controvertido como puede ser una prostituta, detestable para unos pero atractivo
para otros, estuvo al lado del que dicen en tu libro, es hijo de Dios. Quizá no
seamos tan desgraciados, después de todo, tendríamos que tener algo en común
con dios, que nos permitiera, por lo menos, saber que pueda existir algo tal como
un dios. Algunos creen que es el alma6, otros que es el lenguaje7, pero si me
preguntas a mí, sin entrar en contradicción con las posturas anteriores, diría que
es un misterio en sí mismo, en donde nadie pueda tener la última palabra, aunque
muchos pretenderán tenerla–. Para cuando le decía esto, ella comenzaba a verme
de un modo distinto, me imagino que era la misma mirada que le dirigía Polo a

6 Platón en Fedón y República (cita pendiente)


7 Cf. Con Cratílo 401 a
Sócrates8.

Emiliano, Dios ya escogió a quien hablarle y a quién no, eso tu no lo decides ni lo


puedes saber porque no piensas lo que él –Tienes razón mujer, pero algo que
quizá sí pueda saber es algo que me puedes decir: ¿eres de alguna religión o algo
así?– Sí, soy cristiana –¿Y los cristianos tienen la biblia por la palabra de Dios?–Sí
–¿su palabra está en toda la biblia como unión de sus partes o también en cada
una de ellas?– En toda y cada una de ellas –Y si por ejemplo, esta está como la
suelen dividir, en un Antiguo y un Nuevo Testamento y me hicieran llegar solo el
viejo o el nuevo ¿sería aún así la palabra de Dios?– Sí –Y si, en lugar del antiguo
o nuevo, un día yo fuera a misa y sólo escuchara un pasaje pequeño del Nuevo,
¿sería su palabra?– Sí – ¿Y si hubiese pasajes completos pero dentro de otros
libros, como en los comentarios medievales a la biblia, seguiría siendo su
palabra?–Sí– Entonces ¿su palabra es incorruptible incluso dentro de otros libros,
como la Suma Teológica, o los sermones del maestro Eckhart?–Sí– Entonces,
aunque algunos pasajes se encuentran en el Corán o la Torá ¿siguen siendo la
palabra de Dios? –No– ¡pero cómo! Si admitiste que su palabra es así incluso
fragmentada, no será que quieras hacer de ella lo que a ti te convenga, porque,
por la vida que me cuentas debes ser una mujer muy devota y que respeta lo
sagrado de sus escrituras y la palabra de su Dios contenida en ella. Pero creo que
piensas que cuando se encuentra junto con otros libros, historias e
interpretaciones, el mismo pasaje toma también un significado distinto y por tanto
la palabra de Dios ya no es tal, pero es entonces por la manera en que es
interpretada, ¿no es esto lo que piensas?– Más o menos, pero sí, darle un sentido
distinto es ya alejarte del verdadero mensaje– Aunque ese verdadero mensaje de
algún modo ya está siendo interpretado por ti, a partir de la experiencia que
tuviste, que por cierto me parece al mismo tiempo muy misteriosa, pues en mi
condición de varón, desconozco la experiencia de formar vida desde dentro de
uno mismo–.

8 Gorgias 471 e
Pero no es solo mi interpretación, es la palabra escrita allí –eso lo comprendo,
pero se me complica cuando me entero por Sto. Tomás de Aquino que hay por lo
menos cinco maneras distintas de interpretar la biblia9, y eso ya sería mediar mi
interpretación de la biblia por Tomás. Supongo que hay alguien con los que lees la
biblia, que les ayuda a interpretarla, como el padre en la iglesia, no es cierto?– Sí,
hay alguien que tiene más experiencia y conocimiento y nos ayuda a leerla mejor,
pero siempre nos dice, que la mejor manera es en grupo, porque así, todos
podemos ampliar nuestro entendimiento– ciertamente, si cuatro ojos ven mejor
que dos, dos personas podrían entender mejor que una sola, como de hecho
sucede ahora entre tú y yo, aunque confieso que no estoy del todo seguro.

Ahora que nos hemos puesto de acuerdo aunque sea en esta sola cosa, ayúdame
con el siguiente problema– ¿Cuál es? –sucede que como te confesé, también
suelo leer la biblia, últimamente he estado leyendo el evangelio de Juan para dar
alguna respuesta a mi problema el cual es: ¿quién soy a la luz de esta palabra?
Pienso que quizá tu ya encontraste tu respuesta. Eres ahora madre y devota de
Dios, eres su creación divina, una criatura que a la vez crea otra: el engendro que
llevas detrás. En ese sentido, posees algo en común con este supremo creador.
Sin embargo y al contrario, la abismal diferencia que te separa de ese tu dios, es
que eres fundamentalmente pecadora ¿qué cristiano pecaría de soberbia
aventando, como dice el Cristo, la primera piedra? Eres mujer, tu virtud está en tu
hijo, en tu Dios, en tu libro y en tu pecado, pero qué hay de alguien que no tiene
hijo, ni Dios, ni libro, quizá esté lleno de pecado pero ¿qué me distingue de otros
pecadores? O dicho de modo más preciso ¿qué clase de pecador soy?–.

Quizá no eres tan pecador Emiliano, pues así como pecas también puedes
arrepentirte, también puedes salvarte y retornar a Dios, a través de su palabra,
porque sucede que él nos ama y nosotros no lo oímos, por eso nos equivocamos,

9Suma teológica, Art. 10


tú por ejemplo, aunque leas su libro no lo quieres oír, ese es tu pecado, quieres
leer un libro que exige que creas en su autor pero te niegas, tu pecado es algo
entre la necedad y la soberbia. –¿Es mi necedad y mi soberbia algo que no
quisiera? ¿no todo ha sido hecho según el pensar del pensador supremo?–.

No todo, aún en su majestuoso proyecto, al hombre cualquiera, incluso tú, les dio
también la libertad y de ella uno decida si hacer bien o mal ¡puedes creerlo, se es
libre incluso de ser malo! Es completamente necesario y consecuente con la idea
de libertad. Se es libre hasta de no creer, todo ello para que libremente lo
aceptáramos, de manera voluntaria e incondicionada.

–¿De qué me sirve una libertad imaginaria cuando podría bastarme con ser una
simple oveja? Te diré algo, a la luz de tu dios, soy una tragedia, soy el pecador
que quiere saber ¿qué es dios? ¡Cómo es posible que algo tan débil pueda pensar
toda fuerza, algo tan ignorante toda sabiduría y algo que muere, lo inmortal!
¿Quién o qué pueda ser el que me lo dé? Quizá ya lo sé, o de nuevo peco en
soberbia. Yo mismo me he llegado a desconocer ¿cómo pretendería conocer algo
más que mi palmo, algo más que mi latir y mi respirar? Pero aún con todo, intuyo
mi propio milagro y mi propio misterio, cada cuál esconde el suyo y no a todos lo
confiesan.

Tú, ya te encuentras segura en el seno de tu libro, que es casi lo mismo que tu


dios, ya ves asegurado el hijo que de tus entrañas pasó a tus espaldas, la alegría
de tu fruto te ha mostrado el misterio de la vida en una de sus formas, la de tu
religión, pero ese misterio, un día te mostrará también el reverso de tu moneda, de
tu alegría. ¡Gran pesar anunció Hölderlin al anunciar que “lo único que hemos
logrado de un pensamiento dialéctico, es no poder pensar en algo elevado sin su
contrario”!10. Pero no es algo que deba interrumpir tu gozo, ahora entiendo tu
invitación, pero no merezco a tu comunidad, ustedes gozan el asirse a un dios,

10 Hiperión
más yo aún no entiendo esa palabra ni entiendo a los que la pronuncian, ni creo
que la entiendan, pero te diré algo que quizá te permita marcharte tranquila:
siento en mis entrañas y en la profundidad de mis razonamientos, la inagotable
respuesta que estoy buscando. No en tu libro, que no es más tuyo de lo que lo es
tu hijo, tampoco en ti, porque tu no te perteneces más, te has entregado a ese
libro.

Y dicho esto, ella bastante consternada, me abandonó en una despedida muda y


seca como el desierto, su ímpetu se había desvanecido viéndose reemplazado por
la duda y el espanto mientras yo veía cómo su huida y su cuerpo se encogían y
perdían entre la muchedumbre y la lejanía, en dirección al grandioso mar verde
que realza sobre sí, en sima, en sus cimas, las pequeñas islas arboladas que
acogen a nuestros compañeros universitarios ¡Oh Gea, amplio es tu pecho!

Esto ocurría aún en las horas de la luz ámbar y del cielo rosa. Yo del mismo modo
y tras de ella, me dirigí en aquel sendero de maravilla y misterio, hacia la biblioteca
central ¡verdadera biblia de la universidad! a la espera de otra mujer y de otro
amor, de mi amor.

2ª parte La verdad como autor o el autor verdadero


Modos interpretativos de uno mismo a partir de la teología y teodicea en la filosofía
a)La consciencia estética en Homero el sabio y Platón el filósofo

Pero antes de nuestro encuentro y mientras permanecía a su espera, ya me


encontraba con algunos conocidos, más o menos gratos, que en su frenesí
intelectual, acuñaban sus creencias en el regocijo del grupo, unos de historia,
otros de filosofía, ahí no faltaban los de letras y había alguien de geografía de un
nombre que no recuerdo. Al notarme alguno me saludó y sin más preámbulos me
introdujo a su festiva asamblea ¡Si algo lícito me permite el lector decir, es que el
hombre es un animal parlanchín!
Estaban hablando sobre la realeza de Platón y su triunfal victoria sobre el ingenuo
Homero, como dicen unos11. –¿Y en qué competían?– les pregunté y uno de
filosofía, muy excitado dijo: ¡En sabiduría!

Platón ha llevado el espíritu heleno y mitológico de la humanidad hacia una nueva


configuración, a partir del uso de la dialéctica y la superación de los errores de los
poetas, con una propuesta además de razonable, más real, sintetizando a la vez el
pensamiento de todos los que le precedieron y me atrevería a afirmar que,
conteniendo el germen de toda filosofía posterior.

–Suenas muy seguro de lo que dices, debes conocer muy bien la obra de Platón
para poder constatar esto pues, si no mal recuerdo estás aludiendo a la crítica que
hace en la República a los errores y horrores de la poesía de su tiempo al versar
cosas indignas de los dioses12, como complementando lo que de algún modo se
entreveía en el diálogo del Eutifrón– Así es –me respondió–, no es por presumir
pero, Platón me parece un hombre sumamente notable que desde siempre me ha
causado asombro y puede decirse sin pena que no he sido el único. Y ello me ha
hecho desear penetrar en sus misterios, por lo que he dedicado no poco de mi
tiempo a leerle y más aún memorizarlo, tiene un no se qué que hace que le
prefiera a él sobre todos los demás y no es de tener esto en baja estima pues
¿quién más como el divino Platón?

–No me atrevo a responderte esto último pero, si éste es tan estimable como
afirmas y como más de uno creería, no menos me lo parece Homero, y ni siquiera
me atrevería a comparar uno y otro pero, ya que están discutiendo precisamente
de ello ¿cuál es la forma en que sea posible medirlos? ¿cuál es la piedra que
permite encontrar el brillo de su ingenio y la pureza de su arte? Pues me parece
que tiene que ver con lo que acabas de decir, al respecto de su innovación en la

11 El nacimeinto de la tragedia, Cap. 5


12 República 381
comprensión de lo que está en los cielos y en la tierra, a partir de un discurso
razonado–.

Bien dices, porque el defectuoso y ambivalente mito ha podido ser sustituido por el
instrumento de la definición y el discernimiento. Homero y Hesíodo en su momento
lograron significar al rayo, la guerra, al Dios y al hombre, a través de historias
inverosímiles e incluso impropias de las naturalezas que intentaban explicar, no
eran solo poetas, y mucho menos como los de ahora. Ellos vivían de la voz viva y
entusiasta que, con sus cantos hechizaban la mente de sus coetáneos,
haciéndoles ver qué era lo justo y lo injusto, lo santo y lo impío, lo virtuoso y lo
miserable; no solo eran poetas: fueron los sabios de su tiempo, en una palabra,
fueron los maestros de toda Grecia, incluso de Platón, pero éste tomó consciencia
de ello siguiendo el viejo precepto de “mal paga el discípulo que no supera al
maestro”13.

–Me sorprende que no siendo su partidario los alabes de tal modo, pero no deja
de ser claro para mí, cómo es que estos sabios pudieron ser superados por
alguien que ni siquiera sabio llega a ser, es decir, por un filósofo–.

Eso es porque hay que entender que el nombre de sabio, el sofos o sofista, en
tiempos de Platón solía vincularse con aquellos otros que decían enseñar la virtud,
mientras que al parecer, como se ejemplifica en el diálogo del Menón o el
Protágoras, esto le parecía al mismo Platón, algo bien difícil, pero saber reconocer
sus dificultades ya es muestra de alguna sabiduría pues saber reconocer por lo
menos, los límites que circundan la acción humana ya es signo de conocimiento ¡y
qué decir del conocer la acción divina! Por eso, por cautela y por reconocer esta
nueva forma de sabiduría, fue por lo que Platón debió autodenominarse según la
expresión atribuida a Pitágoras14, como filósofo.

13 Así habló Zarathustra (cita pendiente)


14 Vida y Obra de los filósofos más ilustres, Diógenes Laercio, libro primero
Sin embargo, al conocer a Homero y volverse consciente de cómo su pensamiento
permeó generaciones de hombres, sus polis y sus guerras, no hay duda de que
visualizó el mismo objetivo en su quehacer: amaestrar a los hombres, pero ya no
sólo a los de Atenas o los de la corte de Dionisio el viejo, sino griegos y bárbaros,
de él en adelante, pues además de ver incumplida su meta tratando con la política
de manera directa, debió advertir también cómo Homero en su tiempo, parecía no
tener mucha influencia en las cortes de los antiguos reyes. Ha sido el tiempo el
encargado de propagar la palabra y el pensamiento entre los hombres, aunque si
seguimos al pie de la letra la teoría histórica esbozada en su República, esta
propagación del pensamiento degeneraría en vulgarización del mismo.

–Sin embargo, mi amigo, aquí noto una dificultad en la que mucho ganaríamos si
no la dejamos pasar y es que, al hablar de Platón, lo hacemos como si fuese
alguien ya de por sí conocido, cuando en realidad ni si quiera creo conocerme
suficientemente bien a mí, por eso me dirijo a ti, que profesas ser conocedor del
ateniense, para interrogarte ¿de quién me estás hablando? ¿quién era ese que
dices era un hombre entre los hombres, casi incomparablemente sabio? En
definitiva ¿quién era Platón? ¿un poeta de reyes, como Homero, o uno de
campesinos como Hesíodo? ¿un atleta o un escritor15? ¿un consejero o un
esclavo16? Por que aún teniendo conocimiento de sus obras ¿qué significaban
estas en su tiempo? ¿una obra de arte o una propuesta política?–

Grande es tu curiosidad como lo es igualmente tu certeza en dirigirte a mí, al


respecto de estas cuestiones. Para unos, si bien la habilidad natural de Platón
para el arte es intachable, también lo es su incapacidad para deshacerse de ella al
momento de escribir. Aunado a eso, tomemos en cuenta que la filosofía para él es
una ciencia, un arte, es el arte en grado sumo como le hace decir al Sócrates del
Fedón17 y siguiendo esta razón y este diálogo, el filosofar es el arte, de aprender a
morir. Si Platón se nos declara, al menos, como productor de obras que, a nadie

15Vida y Obra de los filósofos más ilustres, Diógenes Laercio, libro IV


16 Carta VII
17 Fedón
se le ocurriría negar de filosóficas ¿a quién se le ocurriría decir, que Platón no es
filósofo y dentre los filósofos, el filósofo más poético?

A pesar de esto, hay otros, como Nietzsche, que consideran a Platón más bien
como un agitador político18. Y a mi entender, esta aparente contradicción, reside
en el problema de que nosotros los modernos, al contemplarlo desde nuestras
categorías modernas que separan el arte de la política, pero pienso que al
interpretar a estos viejos hombres no hay que olvidar que en su tiempo, las cosas
no iban unas tan separadas de las otras; ahora nosotros podemos separar la
música, de la danza, de la poesía, de la fiesta y de la religión, mientras que todas
estas características se hallaban presentes en la tragedia griega, pasa un poco lo
mismo con la actividad de Platón, por lo que soy del parecer de que ni una ni otra
actividad se rebasaban ni se contradecían, sino que mejor dicho, se
complementaban.

Así puede decirse, que la conciencia pedagógica de Platón le hacía concebirse


como sabio, como político, como filósofo, como educador de la humanidad ¿qué
mejor modo de transformar las mentes de los hombres, sus leyes, sus
constituciones y sus vidas, que a través del pensamiento, a través de bellos
discursos, ya científicos, ya simbólicos, pues ¿cómo no ver el poder que ejerce la
música (que también incluye la poesía19) sobre los hombres? ¿cómo no ver que la
combinación de la lógica y la poesía en el lenguaje, da nacimiento a la retórica?
Actividad culminante en la mente antigua20. No es casualidad que también, su más
notable discípulo, Aristóteles, incluya en la parte pedagógica de su Política21,
como uno de los temas más importantes, el de la formación musical.

18 OC. II, p.442: “…podemos considerarlo (a Platón) […] como un agitador político, que
quiere cambiar de raíz el mundo entero”.
19 República 376e
20 Gorgias platónico, y Escritos de Retórica Nietzsche
21 Política
Sin duda ser conscientes del influjo que tiene en los hombres y más en aquellas
épocas donde no existían las radios, ni las teles, ni los mp3, donde los hombres
estaban obligados (afortunadamente) a buscarse la música, como ahora se dice,
en vivo, pero como yo diría: viva; no traería otra cosa que grandes y sabios, o
como en el caso de Platón, filósofos poetas. Sin mencionar que antes de él, existía
una tradición que transitaba entre los versos de Parménides y las tonadas de
Empédocles y era porque a diferencia de ahora, la ciencia era identificada con la
poesía.

–Tus razones se me presentan muy convincentes, pero confrontan la creencia que


me había hecho, de que Platón consideraba para el correcto funcionamiento del
Estado, sacar a los poetas, consecuencia que en lo personal rosaría incluso con la
impiedad además del masoquismo pues ¿no se estaría corriendo Platón a sí
mismo?–

Del estado imaginario no saldrían todos los poetas quisquilloso amigo, sino sólo
los poetas viejos, favoreciendo la aparición del nuevo paradigma del poeta: el
filosófico.

Continurá…

Posibles temas a desarrollar


b)la consciencia metafísica en Aristóteles y los Preso cráticos
c)la conciencia vaciada en el pensamiento de Eckhart y su acercamiento al
budismo
d)la consciencia particular de Hegel, el hombre divino

3ª parte: Interpretación propia o la interpretación que yo hago de mí mismo y de


aquello que suele llamarse Dios.
El personalismo en la religión y la filosofía

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