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La Línea: así surgió hace 50 años una de las áreas de prostitución más conocidas
de la ciudad
Los rieles del tren friccionaban con las locomotoras del ferrocarril y el sonido del
freno anunciaba que descenderían decenas de pasajeros en la estación del barrio
Gerona, zona 1. Transcurría 1945 y esa área era una de las más concurridas por
los citadinos, con los años la dinámica comercial y cultural en ese espacio propició
la evolución hacia la prostitución.
El origen
Durante el gobierno de Juan Jose Arévalo Bermejo hubo más libertades para
ejercer el oficio, por lo cual se incrementó.
En la 15 avenida y 9a. calle, zona 1, aún permanecen en la línea férrea los rieles
del ferrocarril.
Actualmente esa área, La Línea, comprende la 15 avenida, desde la 9a hasta la
10a. calle, zona 1. A diario, decenas de personas caminan por esta cuadra y
muchos buscan el servicio de alguna trabajadora sexual, el ambiente lo componen
pequeñas habitaciones de madera y láminas a los alrededores de los rieles en los
que transitó el ferrocarril.
El estudio determina que dentro de las mujeres que laboran ahí, hay salvadoreñas
y nicaragüenses. La escolaridad promedio está de sexto primaria a diversificado.
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Abuso a menores Chimaltenango Huehuetenango Prostitución
infantil Quetzaltenango San Marcos Sololá Turismo Sexual
Forma de operar
Las PDH resalta que en las fronteras y en las rutas hacia estas se detectan a
víctimas de explotación sexual, que son sometidas para prestar sus servicios
sexuales a transportistas y personas que van hacia Estados Unidos.
En la frontera de Tecún Umán, San Marcos, hay un área exclusiva de bares junto
a las orillas del río Suchiate, donde mujeres de todas las edades están en
contexto de prostitución.
En Santa Rosa hay poco control sobre la edad de las mujeres que practican la
prostitución en cantinas, bares y cebicherías, principalmente en Barberena.
Juan Herrera, delegado de la PDH en Santa Rosa, dijo que en algunos casos,
quienes negocian con la prostitución de menores también utilizan a sus víctimas
para trabajos forzados y ventas ilícitas, lo que logran a través
de intimidaciones y amenazas.
En Guatemala se gasta más en prostitución que lo que se invierte en
educación
POR ASTRID MORALES / 03-05-2018
Según un informe sobre trata de personas con fines de explotación sexual en
Guatemala presentado por la Comisión Internacional Contra la Impunidad en
Guatemala (CICIG) y el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) en
el año 2016, se estima que en Guatemala hay aproximadamente 48,600 víctimas
directas de trata de personas con fines de explotación sexual, y que las ganancias
ilícitas generadas por este delito alcanzan los 12,300 millones de quetzales, lo que
equivale al más del presupuesto total de educación para la niñez y la adolescencia
estimado en 1.44% del Producto Interno Bruto (PIB), en el 2014.
Los niños, niñas y adolescentes son las víctimas más comunes de este
negocio. El Informe de Situaciones de la Trata de Personas en Guatemala
presentado por la Procuraduría de los Derechos Humanos (PDH), en 2016,
evidencia que según la Procuraduría General de la Nación (PGN), ese año se
rescataron a 170 víctimas de la trata de personas, de las cuales el 16% (28)
fueron sometidas a explotación sexual y de estas últimas, las niñas y mujeres
adolescentes representan el 71% (20). Asimismo, los casos documentados
demuestran que la mayoría de estos menores de edad son originarios de zonas
fronterizas y comunidades cercanas a destinos turísticos de Sacatepéquez,
Quiché, Sololá, Escuintla y Quetzaltenango.
Por supuesto también existe la prostitución de personas mayores de edad quienes
por decisión propia ofrecen servicios sexuales a cambio de dinero, principalmente
debido a la pobreza extrema.
Quienes mantienen este negocio son clientes que buscan satisfacer sus
necesidades sin importar la magnitud ni las consecuencias de este problema.
“Leonel” me contó sobre la primera vez que tuvo un encuentro con una prostituta.
“Ella tenía tacones blancos, una minifalda negra bien pegada y una blusa de
tirantes. Morena clara, de pelo liso hasta la cintura y complexión delgada. No me
interesaba quién tuviera la cara más bonita ni las mejores piernas, lo mío son los
pies y por eso la elegí. No me gusta hacer nada raro con ellos, solo los veo y me
emociono, sobre todo si la chava está usando tacones, de esos de tiritas con los
que muestran todos los dedos.
Pasé semanas pensando si era buena idea animarme a estar con una prostituta.
Me preocupaba encontrarme a alguien que me conociera en el hotel o que ella
terminara siendo parte de una banda de asaltantes, pero por otro lado quería
experimentar cosas que no había hecho antes y la idea que fuera algo a
escondidas me gustaba.
En esa época yo tenía 20 y acababa de salir de una relación de ocho meses con
una chava que regó la bola en la U que yo era gay para que la cortara y que
pudiera ser libre para andar con un auxiliar. Eso me frustró un montón y tenía
ganas de ‘demostrarle a alguien que no era así’, pero no iba a conseguir conocer a
una chava nueva y pasar a tercera base en cuestión de días, como yo quería. Fue
así como di con Dulce y sus tacones blancos en los alrededores de la 4a. calle y
9a. avenida de la zona 1.
Creo que intuyó que era la primera vez que buscaba un servicio así y estaba tan
nervioso que apenas escuché sus tarifas. Hablamos poco, le di sus Q80 y nos
despedimos.
Han pasado tres años y he ido varias veces con ella, aun teniendo pareja porque
para mí, ir con Dulce no se trata solo de un servicio, sino de liberar algunas
inquietudes y, por qué no admitirlo, mis ideas más oscuras”.
Al igual que Leonel, hay muchos hombres que buscan el servicio de una
trabajadora sexual en Guatemala y en el mundo. Por supuesto, esta práctica no es
exclusiva del género masculino, pues la demanda de servicios sexuales para
mujeres cada vez crece más.
“Julio” ofrece servicios sexuales en el Centro Histórico, pero en los alrededores de
la Avenida Elena y el Santuario de Guadalupe. Asegura que el 80% de sus
clientes son hombres y el resto son mujeres, pero este porcentaje está
aumentando. “Si ellas me pagan yo soy una especie de producto y debo cumplir
con lo que prometo. Algunas son muy directas y no tienen problemas para que
vayamos al grano, pero también me he encontrado con otras que al final no se
animan a hacer nada y solo quieren platicar un rato, me cuentan de su vida, del
trabajo y de sus esposos infieles o aburridos. La mayoría de ellas tiene entre 40 y
50 años”. Respecto a los hombres comenta que, aunque cuando empezó en la
prostitución hace cuatro años pensó que prácticamente iban a ser homosexuales
solteros, la mayoría son hombres de entre 40 y 60 años, casados y de clase media
o alta.
“Supongo que tienen curiosidad, que les da pena aceptarse como homosexuales o
bisexuales, o que se casaron porque sintieron que no les quedaba de otra. Mi
tarifa es de Q90 y cobro entre Q30 y Q50 por servicios extras. Por ocupar esa
esquina de la banqueta y por protección pago por Q20, y el resto es para mí.
A veces siento que buscan demostrar que son muy machos y por eso se ponen
violentos con nosotros. Yo por eso siempre llevo entre mis cosas una navaja que,
aunque es pequeña, a la hora de la hora puede salvarme la vida. Vivo en un hotel
de la zona 8 donde la mayoría nos dedicamos a esto y como nos vemos casi
todos los días por las mañanas, notás cuando alguien resultó golpeado o cuenta
que lo asaltaron. Las que sufren más por esto son las mujeres porque tienen una
desventaja física, uno en cambio, se le pone al tiro aunque sea más débil. Ahora
las vestidas (travestis), son bien gruesas, esas son capaces de ahorcarte si les
tocás la bolsa”.