La globalización es una consecuencia de la apertura de los mercados a nivel mundial. En
el plano cultural causa una constante controversia por el choque de culturas que se crea. Podemos distinguir dos factores importantes: una cultura dominante en un territorio y una nueva, que llega a replantear valores y costumbres. La principal virtud de la globalización es la influencia que ejerce sobre la diversidad en un territorio determinado, ampliando las posibilidades de expresión de los individuos que lo habitan, por lo que es necesario defender esta faceta del fenómeno. Primeramente, Jorge Larraín, en Identidad chilena y globalización, escribe sobre las influencias culturales foráneas y su relación con la llamada “cultura chilena”. Después, es común escuchar que la identidad chilena se está perdiendo. El autor ejemplifica esto en ciertos síntomas que son observables en fiestas típicas, como el 18 de Septiembre. Así, que un mall ocupe la imaginería campesina para vender productos internacionales, o que se escuche cumbias y tangos en vez de cuecas en algunas fondas son ejemplos claros (270). Este reemplazo de costumbres generalmente es calificado, por lo menos, de antipatriota. Considerando que la palabra “antipatriota” está profundamente cargada de negatividad, es necesario cuestionar qué tan perjudicial resulta tener gustos diferentes a los establecidos por otra gente con anterioridad. Resulta falaz considerar que el territorio y el tiempo son argumentos que obligan a mantener los mismos gustos y costumbres durante toda la historia de un conjunto de gente. Aun así, existen muchos movimientos anti-globalización, de las más diversas posturas políticas. Los izquierdistas se oponen porque la globalización invade los mercados y deja desamparadas a las pequeñas y medianas empresas nacionales. Los de extrema derecha, por el miedo a que la cultura se corroa y pierda sus raíces. Jacques Chonchol, en Cultura y Globalización, muestra una postura escéptica acerca de la posibilidad de que la globalización termine por crear una cultura uniforme y mundial (19). Muchas de las subculturas emergentes juveniles, por ejemplo, son producto de una reacción al sistema económico actual. La falta de oportunidades, la cesantía, las malas condiciones laborales, la discriminación, entre otros factores, fomentan indirectamente el nacimiento de distintas actitudes en la población. Estas constantes se repiten en la mayoría de los estados actuales, por lo que resulta lógico que se masifiquen, restándoles importancia a las barreras geográficas. Un ejemplo claro y universal de una subcultura que ha trascendido las fronteras es el punk. Nacido en los tempranos setentas, el movimiento punk se mantiene vivo y fuerte hasta hoy, aunque más ramificado. Es una contracultura que promueve “la lucha constante contra el miedo de las repercusiones sociales” (Graffin, 30). Así como, pensar y hacer las cosas por uno mismo, rechazar el paternalismo, las modas y las manipulaciones mediáticas. Generalmente, va ligado al anarquismo, por lo que es un completo rechazo al patriotismo y a la cultura establecida. Ahora bien, la masificación del punk y de otras contraculturas es una consecuencia de la globalización. Gracias a ella, se abre un mar de “posibles identidades” en las cuales cualquier sujeto puede encajar. Aunque esto lleve a un efecto calificable como negativo –la estigmatización- es un hecho. Así, es posible conservar una identidad nacional, propia, folklórica o como quiera llamársele y no encadenar a los sujetos solo a esta posibilidad. Por tanto, la globalización, en vez de homogenizar la cultura, la diversifica en muchos aspectos. Hace un siglo, en Chile era una locura pensar cualquier ápice de aceptación a la homosexualidad, por ejemplo. Hoy, existen agrupaciones en pro de los derechos de todas las minorías sexuales y –aunque a paso lento- la idea está latente y es un tema que cada día se considera más. Al analizar un ejemplo como este, es necesario poner en una balanza la importancia de la identidad nacional y la identidad individual. Es decir, ambos tipos de identidades tienen rasgos importantes. Pero si un país ha negado la homosexualidad durante siglos, según la lógica proteccionista de las tradiciones, es válido que lo siga haciendo. Los derechos humanos y los valores democráticos, ahora masificados y aceptados mundialmente, postulan lo contrario. Como en la mayoría de las cosas, es necesario encontrar un equilibrio, el que debe estar basado entre la historia de un pueblo, sus tradiciones y la aceptación del contexto histórico que el mismo vive. En resumen, cada día, las culturas de todo el mundo se vuelven más heterogéneas. Existe un espacio híbrido entre la cultura que ha estado por siglos en un territorio y las nuevas corrientes con las que se mezcla. Larraín nos recuerda la construcción de la chilenidad ejemplificando con el lenguaje español y la religión católica, que no eran propios del pueblo mapuche, que habitaba desde antes estas tierras (273). Dicho de otro modo, Jacques Chonchol afirma que “. . .toda cultura es el producto de una serie de interacciones sociales se puede afirmar que las culturas son interdependientes y en continuidad las unas con las otras” (14). Si las culturas van desarrollándose y modificándose gracias a lo que la sociedad decida hacer, es de esperar que la naturaleza intrínseca de la identidad sea de carácter cambiante. Es necesario que las culturas se comuniquen entre sí y que se purguen a sí mismas mediante el proceso. En síntesis, la globalización aporta a la diversidad gracias a la masificación cultural de valores universales como la democracia y los derechos humanos. Ambos persiguen un mismo fin: la aceptación de cada uno de los individuos de una sociedad y el respeto hacia las actividades que elijan para realizarse plenamente. Lo anterior queda demostrado en el caso chileno, remitiéndose al primer artículo de nuestra carta fundamental, en su inciso cuarto, que versa:
El Estado está al servicio de la persona humana y su finalidad es promover el bien común,
para lo cual debe contribuir a crear las condiciones sociales que permitan a todos y a cada uno de los integrantes de la comunidad nacional su mayor realización espiritual y material posible, con pleno respeto a los derechos y garantías que esta Constitución establece. BIBLIOGRAFÍA
Constitución Política de la República de Chile.
Chonchol, Jacques. "Cultura y Globalización". Revista chilena de Humanidades. 20 (2000): 13- 19. Greffin, Greg. “¿Quién es Punk?”. Manifiesto Punk. Disponible en Internet: < http://www.esnips.com/doc/44d269e0-8ccb-44ed-beb8-a9a65b35ad5e/Manifiesto-Punk-by-Greg- Graffin/?widget=documentIcon > Larraín, Jorge. "Identidad chilena y globalización". Identidad chilena. Santiago: LOM, 2001. 269-274