Otro punto que resalta Rousso es que si al comienzo la acusa-
ción provino del Estado, que necesitó marcar un quiebre con el ré- gimen de Vichy anterior, décadas después quienes promovieron las acciones judiciales y los reconocimientos simbólicos o ciales fueron actores sociales, ex deportados y ex resistentes, que lo hicieron como “militantes de la memoria”, “en nombre de un ‘deber de memoria’ cuyo objetivo era la perpetuación del recuerdo contra toda forma de ol- vido, que en esta perspectiva se considera como un nuevo crimen” (Rousso, en Feld 2000: 36). Estas gestiones públicas de la memoria deben ser entendidas, sin duda, en el contexto del escenario político francés, el surgimiento y popularidad de discursos y prácticas de la derecha y sus expresiones antisemitas, y en el contexto europeo más amplio, temas que obviamente escapan a este trabajo. Los momentos de cambio de régimen político, los períodos de transición, crean un escenario de confrontación entre actores con experiencias y expectativas políticas diferentes, generalmente con- trapuestas. Y cada una de esas posturas involucra una visión del pa- sado y un programa (implícito en muchos casos) de tratamiento de ese pasado en la nueva etapa que es de nida como ruptura y cam- bio en relación con la anterior. En el caso de la transición en España, la memoria dolorosa de distintos actores políticos, más que avivar las diferencias y las confrontaciones, dieron lugar a la posibilidad de convergencia y negociación. Aguilar Fernández sostiene que “la existencia de una memoria traumática de la Guerra Civil española jugó un papel crucial en el diseño institucional de la transición al favorecer la negociación e inspirar la actitud conciliadora y tolerante de los principales actores” (Aguilar Fernández 1996: 56). La memoria de la guerra —esta es la hipótesis central de su trabajo— jugó un pa- pel paci cador en la transición. ¿Qué memoria? ¿Cómo se construyó? “En primer lugar, la exis- tencia de una memoria colectiva traumática de la Guerra Civil, la cual empujaba a la mayor parte de los actores a tratar de evitar su re- petición a cualquier precio […]” (Aguilar Fernández 1996: 57-58). En la transición, los españoles interpretaron la brutalidad de la Guerra Civil acontecida casi cuarenta años antes como una “locura colecti- va”, y la principal lección que sacaron de esta visión fue el “nunca más”. “Jamás debe repetirse en la historia de España un drama se- mejante, y a esto deben contribuir todas las fuerzas políticas, sociales y económicas” (Aguilar Fernández 1996: 359). Hubo una activación