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Algunas consideraciones para pensar las políticas culturales de base comunitaria.

Las políticas son los lineamientos y orientaciones que adoptan quienes ejercen el poder en
una organización, en una sociedad o en el Estado; en ese sentido, las políticas culturales se
construyen en referencia a un concepto de cultura. Se puede decir que a través de las políticas
culturales y de su ejercicio: la gestión cultural, se visibilizan y legitiman ciertos valores,
relaciones y vínculos, así como se invisibilizan, descalifican o cuestionan otros. En ese
sentido, es posible afirmar que la cultura es poder en tanto “expresa juegos de poder basados
en la diferencia” (Rincón, 2018:1).

En ese camino, es importante identificar y reconocer qué concepto de cultura es necesario


construir para desarrollar políticas culturales de base comunitaria.

¿Qué concepto de cultura necesitamos tejer?

Se identifican tres aproximaciones al concepto de cultura. La primera, herencia de la


ilustración, se concibe en relación dicotómica, oponiendo cultura/naturaleza,
civilización/salvajismo, hace referencia a lo sublime, a la elevación del intelecto, del espíritu
y de la experiencia estética, con un carácter exclusivo y por ende, excluyente, todo desde
una lente eurocéntrica, patriarcal y colonialista.

La segunda se ha (de)construido de la mano con la antropología, desde su primera


conceptualización científica y positivista en las últimas décadas del siglo XIX. Hasta
aproximarse al conocimiento e investigación de lo simbólico, las identidades, narrativas,
representaciones y relaciones a través de la interpretación, la experiencia y la práctica,
considerando la alteridad y la reflexividad como paradigmas epistemológicos, así como
reconociendo su dimensión simbólica y su función de amalgama con la(s) comunidad(es) y
el territorio.

En este sentido, es necesario considerar las reflexiones que las Epistemologías del Sur
ofrecen, como una manera de reconocer y vincular experiencias y conocimientos no-
eurocéntricos, provenientes de los pueblos originarios de África, Asia y América que
cuentan con otros universos simbólicos, otras maneras de vida y de aproximación al mundo;
experiencias y conocimientos que durante la época industrial y colonial han sido acallados
y desacreditados. Sousa Santos propone cuatro alcances para construir un conocimiento
plural, diverso y democrático: 1) ecología de los saberes, 2) sociología de las ausencias, 3)
sociología de las emergencias y 4) traducción intercultural. (Sousa en Cohelo, 2018).
También, es importante tomar en cuenta una tercera aproximación conceptual para la cultura
o coolture (Rincón, 2018), vinculada directamente con el entretenimiento, el consumo y a
las características propias de la modernidad liquida (Bauman, en Marquez, 2018). La
coolture se desarrolla en el media ecology (pantallas, internet, redes, aplicaciones, celulares).
En palabras de Rincón (2018) quienes la coolture es “El resultado es una sociedad donde las
emociones son el capital, la terapia es el modo de vivir, todo es felicidades para consumir.
Todos, todas y todes se definen por estar (bien)entretenidos, siendo el entretenimiento el
criterio que define lo que es de buen gusto.” (Rincón, 2018).

Este fenómeno se apoya en el desarrollo tecnológico actual, denominado convergencia


digital (Quevedo, 2018). En ese sentido, el internet/la red se configura como un territorio
político y comercial que presenta un conjunto de contenidos, prácticas culturales y de usos
nuevos. Es así que Manuel Castells señala (en Quevedo, 2018), tres procesos convergentes:
1.- Un proceso de desterritorialización, vinculado a lo glocal que se define como lenguajes
globales que se refieren a un territorio de pertenencia particular, 2.- El quiebre de las
fronteras culturales, y 3.- Una crisis de principios de autoridad. Es aquí, donde el audiovisual
y los nuevos medios ocupan un lugar ineludible en el que movilizan, enuncian y construyen
identidades, conflictos, prácticas y relaciones.

Por lo expuesto, el concepto de cultura que adoptan las políticas culturales de base
comunitaria, reflexiona, acoge o cuestiona las elaboraciones conceptuales presentadas líneas
arriba. Urde un concepto que ubica la diversidad y el proceso como principios, entiende y
promueve un accionar en el que caben todos los mundos, es un ejercicio para la
descolonización, despatriarcalización y desmercantilización de la vida y de las relaciones
(Turino, 2018). La cultura así entendida se habita y “es mágica porque genera encuentro y
pone a la gente del común en el centro, se generan nuevos modos de lo público, se inventan
formas inéditas de ser ciudadanos, triunfa la diversidad de saberes y se evidencian las
prácticas de proximidad” (Rincón, 2018)

Una vez, delineado el concepto, es necesario desarrollar los componentes que construyen las
políticas culturales de base comunitaria.

Autonomía
Comunidad
Políticas
Valores
Culturales
Actores
de Base
Comunitaria

Participación Territorio

EMANCIPACIÓN
Elaboración propia.

Comunidad y territorio
La comunidad se refiere a un grupo de personas con un sentido común de integración y con
el deseo de interactuar entre ellas, es así que la comunidad tiene estrecha relación con el
territorio, entendido como el vínculo que se crea con un lugar, en su dimensión jurídica,
social, cultural y sobre todo afectiva, ya que la identidad colectiva de la comunidad se
construye en referencia al lugar que nombran, habitan y transforman, sobre el que construyen
y depositan sus proyectos y sueños. Cuando el espacio geográfico es parte del pasado, del
presente y del futuro de la comunidad, se habla de territorio. En este sentido, ambos actores
tienen una relación indivisible e intrínseca, unida por la cultura.
Cabe señalar que el sentido de comunidad, de colaboración para transitar en colectivo, el
reconocimiento de la proximidad con los/as otros/as, se puede hallar en diferentes formas de
organización social en América Latina, en el movimiento feminista, campesino, obrero y/o
estudiantil, en las comunidades indígenas y campesinas, en las organizaciones barriales o
juveniles.
Como resultado del proceso histórico, político y económico, estas han sido y son
estigmatizadas, vulneradas, invisibilizadas y consideradas subalternas por el poder
hegemónico (Camacho y Benhabib, 2018), es aquí donde la cultura viva, a través de las
diversidades de prácticas y expresiones amalgama y articula a sus miembros, así como
brinda herramientas para ejercer nuestra ciudadanía, entendida como “ganar poder para la
vida cotidiana colectiva” (Rincón, en WETOKER) para reconocernos sujetos de derechos.

Autonomía y participación
Para desarrollar políticas culturales de base comunitaria es necesario que los lineamientos
consideren la autonomía y la participación como valores que guíen los procesos y acciones
que se emprenden.
Tanto la autonomía como la participación se construyen a través del dialogo y de la voluntad
del ejercicio compartido o rotativo del poder. Promoviendo que cada quien se exprese desde
su voz, con sus códigos y narrativas propias (Turino, 2018).
En este marco los Estados que reconocen la potencia de la cultura viva comunitaria como
medio para la transformación social tienen la responsabilidad de promover la creación de
redes y encuentros para el re-conocimiento y fortalecimiento de las organizaciones,
garantizar medios para que puedan continuar o fortalecer sus acciones y actividades, así
como brindar espacios para el encuentro de los/as ciudadanos/as.

Reflexión final
Finalmente, las políticas culturales de base comunitaria plantean potenciar las posibilidades
de elección y de vida de la gente del común, desde una concepción transformadora, en última
instancia promueve la emancipación de las comunidades y de los/as ciudadanos/as,
cuestionando los paradigmas dominantes.
En un contexto hiperconectado, hipercomunicado e individualista, es un llamado a construir
vínculos que cuestionen la cultura como recurso nada más, que consideren las relaciones y
afectos con los otros y con el territorio, significa en un última instancia cultivar una
posibilidad que nos permita ejercer nuestra ciudadanía.

BIBLIOGRAFÍA:

 Camacho, Fresia y Benhabib, Diego (2018): “ Estado y organizaciones sociales”


Clase 3. Módulo 2. Posgrado Internacional en Políticas Culturales de Base
Comunitaria, FLACSO Argentina, disponible en flacso.org.ar/flacso-virtual
 Coelho Mendes, Rogério (2018): “ Colonialidad y heterogeneidad sociocultural
como fundamentos críticos para pensar las epistemologías del sur.” Clase 2. Módulo
1. Posgrado Internacional en Políticas Culturales de Base
Comunitaria, FLACSO Argentina, disponible en flacso.org.ar/flacso-virtual
 Guerrero Jiménez, Bernardo (2018): “ Culturas y territorios” Clase 2. Módulo 2.
Posgrado Internacional en Políticas Culturales de Base
Comunitaria, FLACSO Argentina, disponible en flacso.org.ar/flacso-virtual
 Marquez, Clarissa (2018): “ Políticas culturales y comunidades” Clase 5. Módulo 2.
Posgrado Internacional en Políticas Culturales de Base
Comunitaria, FLACSO Argentina, disponible en flacso.org.ar/flacso-virtual
 Quevedo, Luis Alberto (2018): “ El contexto cultural actual” Clase 3. Módulo 1.
Posgrado Internacional en Políticas Culturales de Base
Comunitaria, FLACSO Argentina, disponible en flacso.org.ar/flacso-virtual
 Rincón, Omar (2018): “Acerca de las(s) cultura(s): artes, identidades y
entretenimiento.” Clase 1. Módulo 1. Posgrado Internacional en Políticas Culturales
de Base Comunitaria, FLACSO Argentina, disponible en flacso.org.ar/flacso-virtual
 Turino, Celio (2018): “ Derechos culturales” Clase 4. Módulo 2. Posgrado
Internacional en Políticas Culturales de Base Comunitaria, FLACSO Argentina,
disponible en flacso.org.ar/flacso-virtual
 Turino, Celio (2013): “Puntos de Cultura. Cultura viva en movimiento”. RGC libros.
 Yudice, George (2018): “políticas culturales y ciudadanía.” Clase 1. Módulo 2.
Posgrado Internacional en Políticas Culturales de Base
Comunitaria, FLACSO Argentina, disponible en flacso.org.ar/flacso-virtual

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