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Hechos 8

Ahora, usted recordará que el capítulo 7 concluyó con una escena muy extraña. Incluía a dos
jóvenes que tuvieron una influencia muy grande sobre la Iglesia primitiva. Uno de ellos era
Esteban, diácono, un joven que entregó su vida como primer mártir de la Iglesia. El otro era un
joven fariseo que aprobó el apedreamiento de Esteban. Y su nombre era Saulo. Leamos pues el
primer versículo de este capítulo 8 de los Hechos:
"Y Saulo consentía en su muerte. En aquel día hubo una gran persecución contra la iglesia
que estaba en Jerusalén, y todos, salvo los apóstoles, fueron esparcidos por las tierras de
Judea y de Samaria."
Saulo desempeñó el principal papel en la persecución de Esteban. Ahora, este joven Saulo de
Tarso se había admirado cuando vio el rostro de Esteban. Esteban había mirado al cielo y dijo
que allí estaba viendo al Hijo del Hombre, a Jesús, a la derecha de Dios. Este joven Saulo
también miró hacia arriba, pero no vio nada. Pero, estimado oyente, seguramente habrá deseado
ver algo. Más adelante, el también contemplaría algo. Era un fariseo muy devoto. Y creemos
que Esteban fue quien preparó a Saulo para la aparición del Señor Jesús en el camino de
Damasco.
Saulo llegó a ser el perseguidor principal de la Iglesia. Esto hizo que la Iglesia se dispersara, lo
que realmente, contribuyó al crecimiento de la Iglesia. Todos los creyentes habían permanecido
establecidos en Jerusalén, y no creemos que hubieran salido si no hubiera sido por causa de la
persecución que Saulo había instigado.:
"Unos hombres piadosos llevaron a enterrar a Esteban, e hicieron gran llanto sobre él.
Saulo, por su parte, asolaba la iglesia; entrando casa por casa, arrastraba a hombres y
mujeres y los enviaba a la cárcel."
Éste era un joven fanático. Recordemos que más tarde escribió de sí mismo en su carta a los
Filipenses, capítulo 3, versículo 6, diciendo: "...en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia".
Leamos ahora el versículo 4 del capítulo 8 de este libro de los Hechos:
"Pero los que fueron esparcidos iban por todas partes anunciando el evangelio."
Aquí vemos el efecto de la persecución. En realidad, no estorbó a la iglesia sino que promovió
el crecimiento de la iglesia. Más tarde, el apóstol Pablo daría este mismo tipo de testimonio
después de que fuese echado en la cárcel de Roma. En su carta a los Filipenses, capítulo 1,
versículo 12, escribió: "Quiero que sepáis, hermanos, que las cosas que me han sucedido, han
contribuido más bien al progreso del evangelio". No creemos que la Iglesia pueda ser dañada
desde fuera. Puede ser dañada desde dentro, como veremos más tarde en este capítulo.
Llegamos ahora a un párrafo que nos dice que
Felipe se convirtió en el testigo principal después de la muerte de Esteban
"Entonces Felipe, descendiendo a la ciudad de Samaria, les predicaba a Cristo."
El Señor Jesús había dicho que debían serle testigos en Jerusalén, en Judea, y en Samaria. Ahora
vemos que la Palabra se extendió hasta Samaria. Continuemos, versículo 6:
"La gente, unánime, escuchaba atentamente las cosas que decía Felipe, oyendo y viendo las
señales que hacía"
Recordemos que Esteban había ejercido dones junto con señales, y ahora vemos que a Felipe le
fueron dados aquellos mismos dones. Ahora, no todos los tenían. Fueron dados a los que
ocupaban puestos de autoridad, a quienes llevaban la Palabra de Dios al mundo. Llegó el día
cuando aquellos dones acompañados de señales desaparecieron. Desaparecieron después de los
tiempos de los apóstoles. Cuando el canon de la Escritura fue completado y establecido, las
credenciales de un verdadero hombre de Dios consistían en una doctrina Bíblica correcta, antes
que en aquellas señales. Continuemos con los versículos 7 y 8 de este capítulo 8 de los Hechos:
"pues de muchos que tenían espíritus impuros, salían estos lanzando gritos; y muchos
paralíticos y cojos eran sanados; así que había gran gozo en aquella ciudad."
El evangelio había llegado entonces a Samaria. Felipe fue bien recibido en Samaria y allí el
evangelio trajo gran alegría. Veremos ahora que, debido a que la Iglesia estaba creciendo
rápidamente, se añadían a la iglesia personas que no eran creyentes. Pero aunque eran no
creyentes, hacían una profesión de fe, es decir, manifestaban ser cristianos. Y conoceremos
ahora a uno de estos. Leamos el versículo 9 de este capítulo 8 de los Hechos, donde se comienza
a hablar de
Simón el mago
"Pero había un hombre llamado Simón, que antes ejercía la magia en aquella ciudad y que
había engañado a la gente de Samaria haciéndose pasar por alguien importante."
Este hombre alegaba tener un don que era acompañado de señales, atribuyéndose gran
importancia. Continuemos con los versículos 10 y 11 de este capítulo 8 de los Hechos:
"A este oían atentamente todos, desde el más pequeño hasta el más grande, y decían: Éste es el
gran poder de Dios. Estaban atentos a él, porque con sus artes mágicas los había engañado por
mucho tiempo."
Estos hombres creían que Simón el mago era como un dios. Y lo mismo que le ocurrió a esa
gente, hay muchos hoy que son engañados. Estimado oyente, no sea usted engañado por algún
hombre ni por su aparente poder. Aun si alguien está predicando la Palabra de Dios, no mire al
hombre. Mire a la Palabra de Dios y compruebe si la está presentando con exactitud. Mire a
Dios. Vuélvase a Él. Cuando fijamos la mirada en una persona con admiración, la apartamos del
Señor Jesucristo. Y eso es lo que le ocurrió a la gente en Samaria. Ahora, leamos el versículo
12:
"Pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de
Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres."
Felipe predicó el evangelio en Samaria, y muchos hombres y mujeres creyeron. Simón se
encontró con Felipe y al parecer, hizo una profesión de fe bajo el ministerio de Felipe. Creemos
que Simón fue el primer estafador religioso en la Iglesia pero, desafortunadamente, no el último.
Profesó ser creyente durante el movimiento de renovación de grandes repercusiones que tuvo
lugar en Samaria, durante la visita de Felipe. Ahora, el versículo 13 dice:
"También creyó Simón mismo, y después de bautizado estaba siempre con Felipe; y al ver las
señales y grandes milagros que se hacían, estaba atónito."
Simón cumplió todo el ritual externo. Profesó creer, pero no experimentó una fe salvadora; fue
bautizado y llegó a ser amigo de Felipe. Sin embargo, no se convirtió. Ahora, fíjese usted que
había otros también que decían ser creyentes, pero que no eran salvos. No habían experimentado
un nuevo nacimiento espiritual. Tenían un conocimiento sólo intelectual y acompañaban a los
otros creyentes, pero en realidad no eran salvos. Estos quizás hasta habían sido bautizados con
agua, pero no habían sido bautizados y unidos a la iglesia de Jesucristo por el Espíritu Santo.
tanto fue bautizado. Pero en realidad, no era salvo. No tenía una fe genuina. Leamos los
versículos 14 al 16 de este capítulo 8 de los Hechos:
"Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaria había recibido la palabra
de Dios, enviaron allá a Pedro y a Juan; los cuales, una vez llegados, oraron por ellos para que
recibieran el Espíritu Santo, pues aún no había descendido sobre ninguno de ellos, sino que
solamente habían sido bautizados en el nombre de Jesús."
Cuando los apóstoles se enteraron de que había un gran movimiento del Espíritu en Samaria,
enviaron a Pedro y a Juan para verificarlo. Y hallaron un gran grupo de creyentes que
profesaban, pero que realmente no habían sido renacidos espiritualmente. No habían sido
bautizados por el Espíritu Santo para formar parte de la iglesia. El Espíritu de Dios no moraba
en ellos. No eran salvos. Habían cumplido meramente una ceremonia externa. Y estimado
oyente, el ser bautizado en agua o cumplir alguna otra ceremonia no le hará cristiano. Esto nos
da los antecedentes para explicarnos por qué Simón había logrado aprovecharse de los demás. Y
le gustaba la idea de hacer milagros. Ahora, leamos el versículo 17:
"Entonces les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo."
Es posible que Felipe no hubiera explicado todos los hechos y las condiciones del evangelio. O
puede ser que ellos no los hubieran aceptado. En todo caso, se dirigieron a los apóstoles. Ahora
creían al evangelio y creían en el Señor Jesucristo. Y ahora, el Espíritu de Dios había entrado en
ellos.
Creemos que es necesario considerar esto a la luz de su contexto histórico. La comisión fue
dada a los apóstoles para que abrieran cada nueva región al Evangelio. En el día de Pentecostés,
el Evangelio fue proclamado en Jerusalén. Después, Pedro y Juan debían propagarlo a Samaria
y a Judea. El apóstol Pablo sería el apóstol a los no judíos. Así fue cómo se planteó la comisión
encargada por Jesús. Y ahora, la vemos cumpliéndose aquí en Samaria. Leamos ahora los
versículos 18 y 19 de este capítulo 8 de los Hechos:
"Cuando vio Simón que por la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu
Santo, les ofreció dinero, diciendo: Dadme también a mí este poder, para que cualquiera a
quien yo imponga las manos reciba el Espíritu Santo."
Simón el mago, quería pagar por el don. ¿Por qué? Porque este hombre era un estafador
religioso. Quería emplearlo para ganancia propia. ¡Cuántas alegaciones similares han sido
hechas desde entonces!
La persecución de fuera no dañó a la Iglesia. Dispersó a los creyentes y, como ya hemos
indicado, en realidad ayudó para la extensión del evangelio. Lo que dañó a la Iglesia fue la
entrada de personas que profesaban ser creyentes cuando en realidad no lo eran. La Iglesia
siempre resulta dañada desde sus mismas filas. Lo mismo ocurrió con el Señor Jesús. Fue
traicionado desde dentro. Uno de Sus propios discípulos le traicionó ante Su nación. Y su propia
nación le traicionó ante el Imperio Romano, y el Imperio Romano le crucificó.
Y todavía ocurre lo mismo en el día de hoy. La Iglesia es traicionada desde dentro. Recordemos
el caballo de madera que fue traído a la ciudad de Troya. La ciudad era impenetrable. Era
invulnerable hasta que el caballo fue introducido en la ciudad. El diablo comenzó por perseguir
a la Iglesia, luchando contra ella desde fuera. Y descubrió que no tenía éxito, porque la
persecución simplemente difundía el evangelio. Entonces, decidió comenzar su trabajo desde
dentro. Y allí es donde se pudo introducir y hacerle verdadero daño. Bien, continuemos con los
versículos 20 y 21 de este capítulo 8 de los Hechos:
"Entonces Pedro le dijo: Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se
obtiene con dinero. No tienes tú parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto
delante de Dios."
Es por este motivo que dijimos que este hombre no se había convertido. Simón Pedro declaró
que su corazón no era recto delante de Dios. No era un verdadero creyente. Su gran interés
estaba en el dinero. Eso era lo que realmente le importaba a este hombre. Ahora, versículos 22 y
23:
"Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad y ruega a Dios, si quizás te sea perdonado el
pensamiento de tu corazón, porque en hiel de amargura y en prisión de maldad veo que estás."
Simón Pedro no se lo pudo decir más claro. Y ahora, veamos lo que ocurrió aquí en el versículo
24:
"Respondiendo entonces Simón, dijo: Rogad vosotros por mí al Señor, para que nada de esto
que habéis dicho venga sobre mí."
Ahora, Simón no pidió ser salvado, ni que orasen para que él recibiera la salvación.
Simplemente pidió que ninguna de estas cosas le sucediera. No sabemos si este hombre vino
alguna vez a Cristo. Continuemos con el versículo 25:
"Ellos, habiendo testificado y hablado la palabra de Dios, se volvieron a Jerusalén, y en
muchas poblaciones de los samaritanos anunciaron el evangelio."
El evangelio comenzó su viaje hacia los confines de la tierra. Hemos visto que la iglesia empezó
en Jerusalén. Los apóstoles estaban allí y se estableció una iglesia. Pronto el centro de
operaciones se trasladaría a Antioquia, más tarde a Éfeso, luego a Alejandría, y después a
Roma. En la actualidad, la iglesia se ha extendido prácticamente a todos los rincones de la
tierra. Ahora, creemos que uno de los vehículos más eficientes para hacer que el evangelio
llegue hasta lo último de la tierra es la radio. Por medio de este medio la iglesia puede llevar a
cabo lo que no se ha logrado desde el primer siglo, cuando el mensaje del Evangelio se extendió
por todo el mundo entonces conocido.
Pasemos ahora a considerar el encuentro entre
Felipe y el etíope
En los capítulos 8, 9 y 10 encontramos el relato de tres notables casos de conversión. Creo que
éstos tres han sido escogidos para transmitirnos una lección concreta. El capítulo 8 nos relata la
conversión del etíope, de la raza de Cam. El capítulo 9 nos cuenta la conversión de Saulo de
Tarso, de la raza de Sem. Y el capítulo 10, nos relata la conversión de Cornelio, un centurión
romano, de la raza de Jafet. Recordemos que toda la familia humana está dividida en estas 3
categorías. Se trató de una división etnológica y geográfica hecha después del diluvio. Sem,
Cam y Jafet, eran los hijos del patriarca Noé. Aquí encontraremos, pues, que el Evangelio
alcanzó a representantes de estas 3 divisiones de la humanidad.
También observaremos en estos ejemplos que, para que tenga lugar la conversión de una
persona, tienen que darse 3 factores. Estos 3 factores son evidentes en estas 3 conversiones
representativas.
1. La obra del Espíritu Santo. El Espíritu Santo había llevado a Felipe hasta Samaria, donde se
había producido un gran movimiento del Espíritu de Dios. Después el Espíritu Santo le condujo
a Gaza y nuevamente podemos observar la acción del Espíritu en el corazón del etíope. El
Espíritu de Dios se había adelantado para preparar a aquel corazón y también para preparar al
mensajero. Esta guía del Espíritu de Dios es absolutamente esencial. Tememos que muchos
intentos personales para llegar a las personas se realizan de una manera descuidada y sin contar
con la guía del Espíritu de Dios. Creo que, antes de hablar con alguien para presentar a Cristo,
debiéramos convertir el asunto en un tema concreto de oración. Tendríamos que hablar con el
Señor sobre el individuo, antes de hablarle al individuo sobre el Señor. No se trata simplemente
de que el Espíritu Santo nos guíe. Lo que necesitamos es que el Espíritu vaya delante de
nosotros, prepare el camino y entonces nos llame para que vayamos hacia donde Él se
encuentre. Queremos dirigirnos hacia donde el Espíritu de Dios se esté moviendo. Éste es el
primer factor esencial de la conversión. Encontramos este factor en acción en la conversión del
etíope y también en la conversión de Saúl, y en la de Cornelio.
2. La Palabra de Dios. Dijo San Pablo en Romanos 10:17, "la fe es por el oír, y el oír, por la
palabra de Dios". Éste es el segundo factor esencial. El Espíritu Santo tomará las cosas de Cristo
y se las revelará al individuo. El Espíritu de Dios utiliza la Palabra de Dios. Pero, tiene que
haber un elemento humano.
3. El hombre o la mujer de Dios. El Espíritu de Dios utiliza a un mensajero de Dios, que
comunica Su Palabra para hacer que alguien se convierta en un hijo de Dios, alguien que ha
renacido espiritualmente. Veremos esto especialmente en la conversión del etíope.
"Un ángel del Señor habló a Felipe, diciendo: Levántate y ve hacia el sur por el camino que
desciende de Jerusalén a Gaza, el cual es desierto"
Samaria estaba situada en una región al norte de Jerusalén. Ahora, a Felipe se le dijo que se
dirigiera hacia al sur. Lo que conocemos como la franja de Gaza queda en el sur junto al
Mediterráneo. Ésta era la vía comercial por que se viajaba para volver a Egipto y a Etiopía.
Felipe había estado hablando a multitudes en Samaria y ahora fue enviado a un desierto. Tiene
que salir del lugar donde se había producido un gran movimiento del Espíritu de Dios e ir a un
lugar desierto, donde no había nadie. Sin embargo, cuando llegó allí, descubrió que Dios tenía a
alguien allí a quien él debía hablar de Cristo. Leamos los versículos 27 y 28 de este capítulo 8
de los Hechos:
"Entonces él se levantó y fue. Y sucedió que un etíope, eunuco, funcionario de Candace, reina
de los etíopes, el cual estaba sobre todos sus tesoros y había venido a Jerusalén para adorar,
volvía sentado en su carro, leyendo al profeta Isaías."
Vemos que aquel etíope estaba a cargo del tesoro de la reina. Era como un ministro de Finanzas.
En aquellos tiempos era también un funcionario muy importante. Y no viajaba solo. Le
acompañaban un séquito de sirvientes y funcionarios de menor rango. No iba sentado en el
carruaje sosteniendo con una mano las riendas, y con la otra un libro. Estaba sentado en la parte
posterior del carruaje y protegido del sol por un toldo. Tenía un chofer privado y viajaba con
toda comodidad.
Finalizamos hoy viendo a un hombre que buscaba a Dios, quería sinceramente saber quién era
Jesús y le buscaba ansiosamente en las páginas de las Escrituras del Antiguo Testamento.
Cuando alguien le busca, Dios se hace presente. Estimado oyente, si usted, de diversas maneras,
a veces incluso sin darse cuenta, le ha estado buscando, puede usted invocar su nombre. Y Él le
escuchará, le responderá. Recordamos que San Pablo dijo, citando a los profetas: "Todo aquel
que en él cree, no será defraudado...Ya que todo aquel que invoque el nombre del Señor, será
salvo".
Este hombre acababa de estar en Jerusalén. Había visitado el centro de la religión judía. Aunque
esa religión había sido dada por Dios, el etíope salía de esa ciudad, pero todavía permanecía en
sus tinieblas espirituales. Leía las palabras del profeta Isaías, pero no entendía lo que leía. Y el
versículo 29 de este capítulo 8 de los Hechos, nos dice:
"El Espíritu dijo a Felipe: Acércate y júntate a ese carro."
El Espíritu Santo estaba guiando aquí, como guiaría en cualquier conversión. Felipe era el
hombre de Dios, a quién el Espíritu de Dios estaba usando. Y la Palabra de Dios ya estaba en el
carruaje, porque el etíope estaba leyendo un ejemplar de las Escrituras que llevaba consigo.
Ahora, el versículo 30 nos dice:
"Acudiendo Felipe, lo oyó que leía al profeta Isaías, y dijo: Pero ¿entiendes lo que lees?"
Podemos imaginarnos esta escena. Quizá Felipe levantó la mano y el eunuco ordenó detener el
carruaje con todo su séquito y entonces Felipe se acercó al carro y le oyó que estaba leyendo en
voz alta al profeta Isaías. Y entonces le preguntó, ¿Y entiendes lo que lees? Y esta fue una
buena pregunta, porque el etíope estaba precisamente necesitando una explicación porque no
entendía lo que leía. Y veamos lo que ocurrió en los versículos 31 al 33 de este capítulo 8 de los
Hechos:
"Él dijo: ¿Y cómo podré, si alguien no me enseña? Y rogó a Felipe que subiera y se sentara con
él. El pasaje de la Escritura que leía era este: Como oveja a la muerte fue llevado; y como
cordero mudo delante del que lo trasquila, así no abrió su boca. En su humillación no se le hizo
justicia; mas su generación, ¿quién la contará?, porque fue quitada de la tierra su vida"
"Respondiendo el eunuco, dijo a Felipe: Te ruego que me digas: ¿de quién dice el profeta esto;
de sí mismo o de algún otro? Entonces Felipe, abriendo su boca y comenzando desde esta
escritura, le anunció el evangelio de Jesús."
Ahora, cuando el Espíritu de Dios usa la Palabra de Dios, ¿qué sucede? Estos hombres estaban
en el carruaje hablando acerca de la Palabra de Dios. Felipe le estaba contando al etíope acerca
de Jesús. Y veamos lo que ocurrió aquí en los versículos 36 y 37 de este capítulo 8 de los
Hechos:
"Yendo por el camino llegaron a un lugar donde había agua, y dijo el eunuco: Aquí hay agua,
¿qué impide que yo sea bautizado? Felipe dijo: Si crees de todo corazón, bien puedes. Él
respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios."
Recordemos que Felipe había tenido una experiencia con Simón el mago en Samaria, y no
quería que el caso se repitiera. Por eso, cuando este hombre pidió ser bautizado en agua, Felipe
quiso estar seguro de que él creía con todo su corazón. Y leemos aquí en los versículos 38 y 39:
"Mandó parar el carro; y descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco, y lo bautizó.
Cuando subieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe y el eunuco no lo vio más; y
siguió gozoso su camino."
Dice aquí que Felipe fue llevado. Ya no era necesario que estuviera allí. Y el eunuco etíope
siguió entonces su camino y salió así de las páginas de la Escritura en su carruaje. Siguió
alegremente su camino. Ahora, ¿qué fue de este hombre etíope? ¿Sabe usted que la primera gran
Iglesia estuvo en África del Norte, mucho antes que hubiera Iglesias en otras partes? El eunuco
etíope evidentemente volvió, y por su testimonio y su influencia, se fundó allí una gran Iglesia.
Sería muy provechoso poder leer algo sobre la historia de la Iglesia en Etiopía, pero el tiempo
no nos permite hacerlo aquí. Ahora, ¿qué fue de Felipe? Leamos el versículo 40:
"Pero Felipe se encontró en Azoto; y, al pasar, anunciaba el evangelio en todas las ciudades
hasta llegar a Cesarea."

Hechos 9
Este capítulo cuenta otra conversión sumamente interesante. La conversión del eunuco etíope
que estudiamos en el capítulo anterior, tuvo lugar en un carruaje. La conversión de Saulo de
Tarso que veremos ahora, tuvo lugar en el polvo de la tierra. El relato bíblico no aclaró si Saulo
iba a caballo, o si iba montado en burro cuando subía a Damasco; pero sí sabemos que la luz fue
tan brillante que el resplandor hizo que Saulo cayese a tierra.
Cuando en nuestro estudio lleguemos a la carta a los Filipenses, consideraremos los aspectos
teológicos, psicológicos, y filosóficos de la conversión de Saulo de Tarso. Aquí solamente
trataremos los hechos de lo que realmente ocurrió en el camino a Damasco. Leamos, pues, los
primeros dos versículos de este capítulo 9 de los Hechos, que inician el relato de
La conversión de Saulo de Tarso
"Saulo, respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, vino al Sumo
sacerdote y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de que si hallaba algunos
hombres o mujeres de este Camino, los trajera presos a Jerusalén."
Cuando la persecución comenzó en Jerusalén, la Iglesia pasó a la clandestinidad. Y la Iglesia de
Jerusalén tuvo que comenzar a reunirse en secreto. Los apóstoles se quedaron en Jerusalén, pero
muchos de los otros salieron y se dispersaron. Hallamos por ejemplo a Felipe en Samaria, a lo
largo de la costa mediterránea, como ya hemos visto. Lo que precipitó esta dispersión, por
supuesto, fue el apedreamiento de Esteban, seguido por la persecución. Como resultado, los
líderes religiosos en Jerusalén se sintieron satisfechos, por haber ahuyentado de Jerusalén a los
cristianos. Y al parecer, estaban dispuestos a quedarse satisfechos con esto. Es decir, ¡todos,
excepto Saulo de Tarso! Él no dejaba de amenazar de muerte a los discípulos del Señor.
Aborrecía a Jesucristo. No creemos que el Señor Jesucristo haya tenido jamás un enemigo
mayor, que este hombre Saulo de Tarso. Pues bien, él fue a ver al sumo sacerdote y le dijo:
"Mire, me he enterado de que un grupo de estos cristianos se ha ido para Damasco, y yo los voy
a ir a buscar". El hecho es que Saulo hizo lo posible por encontrar a los cristianos dondequiera
que fueran. Su mayor deseo era exterminarles. Continuemos leyendo los versículos 3 y 4 de este
capítulo 9 de los Hechos:
"Pero, yendo por el camino, aconteció que, al llegar cerca de Damasco, repentinamente lo
rodeó un resplandor de luz del cielo; y cayendo en tierra oyó una voz que le decía: Saulo,
Saulo, ¿por qué me persigues?"
Al proseguir nuestro estudio bíblico veremos que Pablo contará este incidente dos veces más, en
el libro de los Hechos. El hecho es que Pablo nunca se cansó de contar acerca de su conversión.
Le encontramos repitiéndola nuevamente en su carta a los Filipenses. Y es allí donde llegó al
fondo del asunto y contó lo que realmente le sucedió. Aquí sólo se nos ofrecen los hechos. Y
nosotros los repasaremos de nuevo, especialmente cuando estudiemos el discurso que Pablo
pronunció ante el rey Agripa. Y veremos que ese discurso fue una obra maestra. Leamos ahora
el versículo 5 de este capítulo 9 de los Hechos.
"Él dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar
coces contra el aguijón."
"Él, temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga? El Señor le dijo: Levántate y
entra en la ciudad, y allí se te dirá lo que debes hacer."
Saulo se encontraba aquí tendido sobre el polvo, en aquel camino a Damasco. Ésta fue una
conversión muy notable. Notemos además que Pablo reveló inmediatamente su conversión. Este
hombre que aborrecía al Señor Jesús, el que había hecho todo lo que pudo en contra de Él,
entonces le llamó "Señor", y le preguntó lo que Él quería que hiciese. Estaba completamente
dispuesto a cumplir las órdenes del Señor. Había sido completamente transformado. Esto nos
recuerda las palabras del Señor Jesús en Mateo 7:20 que dice: "Así que, por sus frutos los
conoceréis". Sin duda podemos saber lo que había ocurrido en la vida de este hombre. El
versículo 7 de este capítulo 9 de los Hechos, dice:
"Los hombres que iban con Saulo se pararon atónitos, porque, a la verdad, oían la voz, pero no
veían a nadie."
Más adelante, Pablo en su relato dijo que sus acompañantes no habían oído. ¿Es que hubo quizá
un conflicto entre este relato del doctor Lucas y el de Pablo? ¡No! Lo que ocurrió fue que
oyeron el sonido de una voz y eso fue todo. No les fue posible comprender lo que fue hablado.
Lo que oyeron no tuvo sentido para ellos y tampoco vieron a nadie. Y se quedaron mudos de
asombro. Lo veremos con mayor detalle en los capítulos 22 y 26 de Hechos.
Leamos ahora los versículos 8 y 9 de este capítulo 9 de los Hechos:
"Entonces Saulo se levantó del suelo, y abriendo los ojos no veía a nadie. Así que, llevándolo de
la mano, lo metieron en Damasco, donde estuvo tres días sin ver, y no comió ni bebió."
Saulo se había quedado ciego debido al resplandor de luz del cielo que le había rodeado.
Difícilmente alguien habrá estado más perplejo y confuso que Saulo. Si nosotros nos
hubiéramos encontrado con él durante uno de esos tres días en Damasco, y le hubiéramos
preguntado qué le había sucedido, creemos que nos habría respondido que no tenía la menor
idea. Pero veremos que pronto Saulo ya se enteraría de lo que le había ocurrido. Leamos los
versículos 10 al 12 de este capítulo 9 de los Hechos:
"Había entonces en Damasco un discípulo llamado Ananías, a quien el Señor dijo en visión:
Ananías. Él respondió: Heme aquí, Señor. El Señor le dijo: Levántate y ve a la calle que se
llama Derecha, y busca en casa de Judas a uno llamado Saulo, de Tarso, porque él ora, 12y ha
visto en visión a un hombre llamado Ananías, que entra y pone las manos sobre él para que
recobre la vista."
Aquí vemos que Saulo de Tarso, un joven de mucho talento, se hallaba en Damasco ciego y
confundido. Mientras tanto, el Espíritu de Dios había venido a un hombre llamado Ananías y le
había dicho que fuera donde estaba Saulo de Tarso. Continuemos leyendo los versículos 13 al
16:
"Entonces Ananías respondió: Señor, he oído de muchos acerca de este hombre, cuántos males
ha hecho a tus santos en Jerusalén; y aun aquí tiene autoridad de los principales sacerdotes
para prender a todos los que invocan tu nombre. El Señor le dijo: Ve, porque instrumento
escogido me es éste para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, de reyes y de los hijos
de Israel, porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre."
Ahora, Pablo presentaría este Nombre ante tres grupos diferentes: los gentiles o no judíos, los
reyes, y los israelitas. Los no judíos fueron nombrados en primer lugar. Pablo fue el gran
apóstol a los no judíos. Luego, se mencionan los reyes. Y veremos que Pablo aparecería delante
de reyes, y probablemente aun ante el mismo Nerón. Y luego, llevaría el nombre de Jesús a la
nación de Israel. Cuando Pablo entrase en una ciudad, siempre visitaría primero la sinagoga. La
sinagoga casi siempre serviría como su lugar de arranque para introducirse en una comunidad y
en la vida de la ciudad. Desde allí alcanzaría a los no judíos. Pero siempre iría primero a los
judíos.
Ahora, al reflexionar sobre esta conversión extraordinaria, sabemos que hay quienes recordarán
que dijimos que la conversión requiere que el Espíritu Santo utilice la Palabra de Dios y por
medio de un hombre de Dios. ¿Se aplicaron estos factores en la conversión de Saulo?
El Señor Jesús se le apareció personalmente a Saulo. Ahora, recordemos que antes que el Señor
Jesús dejara a sus discípulos, les dijo que iba a enviar a su Espíritu Santo, y les explicó lo que el
Espíritu haría. Dijo el Señor Jesús en el evangelio según San Juan, capítulo 16, versículos 14 y
15: "Él me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber. Todo lo que tiene el Padre
es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber."
Ahora, creemos que cuando el Señor Jesucristo apareció personalmente a Saulo, el Espíritu de
Dios abrió sus ojos espiritualmente y los cerró físicamente a fin de que pudiera ver al Señor
Jesús. De modo que podemos decir que ciertamente el Espíritu Santo estaba obrando.
Y en cuanto a la conversión de Saulo de Tarso, dijimos que el agente humano había sido
Esteban. Más tarde, el Señor Jesús apareció personalmente a Saulo. Ahora, recordemos que el
Señor Jesús, antes de dejar a sus discípulos, les dijo que iba a enviar a Su Espíritu Santo. Y les
explicó lo que el Espíritu haría. Dijo Jesús en el capítulo 16 del evangelio según San Juan,
versículos 14 y 15, con respecto al Espíritu Santo: ". . . Él me glorificará; porque tomará de lo
mío, y os hará saber las cosas que habrán de venir. Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso
dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber."
Volviendo ahora al capítulo 9 de los Hechos de los Apóstoles, leamos el versículo 17:
"Fue entonces Ananías y entró en la casa, y poniendo sobre él las manos, dijo: Hermano Saulo,
el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que
recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo."
¡Qué cambio! Todavía era Saulo de Tarso, pero ahora era el hermano Saulo. Ya no era un
enemigo. Era un hermano. Porque cualquiera que ame al Señor Jesucristo llega a ser hermano
de cualquier otro hermano. Lamentablemente, tenemos que añadir aquí, que los hermanos no
siempre se comportan como tales.
En fin, Saulo iba a recibir ahora su vista física. También iba a ser lleno del Espíritu Santo. Sería
lleno del Espíritu para desempeñar su servicio cristiano. Esta es la experiencia que se manifiesta
en la vida del creyente. Saulo había sido bautizado ya con el Espíritu Santo en el camino a
Damasco. Es decir, que fue salvado en ese camino a Damasco. Pero, no fue sino hasta que este
hombre Ananías vino a él, que fue lleno del Espíritu Santo. Iba a convertirse en un testigo para
el Señor Jesús, y recibiría su vista física y espiritual. Leamos ahora el versículo 18 de este
capítulo 9 de los Hechos:
"Al instante cayeron de sus ojos como escamas y recobró la vista. Se levantó y fue bautizado."
Vemos ahora que Saulo fue bautizado con agua como señal y sello de su conversión. El agua no
tenía nada que ver con su salvación. Ya había sido bautizado con el Espíritu Santo, es decir,
había sido salvado en el camino de Damasco. Cuando Ananías puso sus manos sobre él, fue
lleno del Espíritu Santo para servir a Dios. Ahora, dice el versículo 19:
"Y habiendo tomado alimento, recobró las fuerzas. Y estuvo Saulo por algunos días con los
discípulos que estaban en Damasco."
Leamos ahora el versículo 20, para ver como
Saulo comenzó a predicar en Damasco
"En seguida predicaba a Cristo en las sinagogas, diciendo que éste era el Hijo de Dios."
Notemos que Saulo de Tarso comenzó a predicar en seguida. ¿Por qué? Porque estaba lleno, es
decir, controlado por el Espíritu Santo. Empezó a predicar en la sinagoga y a decir que Cristo
era el Hijo de Dios. Estimado oyente, es necesario que usted sepa quién es Cristo, antes de que
pueda creer en lo que hizo. Él murió y pagó el castigo de sus pecados. Es precisamente porque
Él era el Hijo de Dios que le fue posible morir por nuestros pecados. Ningún ser humano puede
morir una muerte redentora por otro ser humano. Solo Cristo Jesús pudo hacerlo, porque Él era
el Hijo de Dios. Por tanto, Saulo empezó a predicar que Cristo era el Hijo de Dios. Esa fue la
primera verdad que era necesario saber. Continuemos ahora leyendo los versículos 21 y 22 de
este capítulo 9 de los Hechos:
"Y todos los que lo oían estaban atónitos, y decían: ¿No es este el que asolaba en Jerusalén a
los que invocaban este nombre, y a eso vino acá, para llevarlos presos ante los principales
sacerdotes? Pero Saulo mucho más se enardecía, y confundía a los judíos que vivían en
Damasco, demostrando que Jesús era el Cristo."
"Pasados muchos días, los judíos resolvieron en consejo matarlo; pero sus asechanzas llegaron
a conocimiento de Saulo. Y ellos guardaban las puertas de día y de noche para matarlo.
Entonces los discípulos, tomándolo de noche, lo bajaron por el muro, descolgándolo en una
canasta."
Cuando los judíos no podían ganar por medio de argumentos, hacían entonces uso de otra
táctica, que consistía simplemente en eliminar al enemigo. Estamos seguros de que debe haber
sido una experiencia muy emocionante, el ser bajado por el muro, colgando en una canasta. Sin
embargo, nunca leemos en ninguna parte del Nuevo Testamento que Pablo contase esta
experiencia. Aquí estaba un hombre que había tenido una experiencia extraordinaria, pero que
consideraba que tenía otras cosas más importantes que contar.
Leamos el versículo 26 de este capítulo 9 de los Hechos, que inicia un párrafo que nos relata las
experiencias de
Saulo en Jerusalén
"Cuando llegó a Jerusalén, trataba de juntarse con los discípulos, pero todos le tenían miedo,
no creyendo que fuera discípulo."
Creían que esto era un engaño por parte de Saulo de Tarso. Se imaginaban que Saulo quería
sólo infiltrarse entre ellos Después de todo, les había perseguido. Y probablemente habían oído
de Simón el mago y las tácticas que usó en Samaria. Ahora, el versículo 27 continúa con el
relato:
"Entonces Bernabé, tomándolo, lo trajo a los apóstoles y les contó cómo Saulo había visto en el
camino al Señor, el cual le había hablado, y cómo en Damasco había hablado valerosamente
en el nombre de Jesús."
¡Qué buen carácter tenía Bernabé, cuyo nombre significaba "hijo de consolación y solaz"!
Ahora, Bernabé se puso junto a Pablo para apoyarle. ¡Qué bendición fue Bernabé para Saulo! Y
aquí vemos un ministerio que todavía es necesario hoy. Cuánto necesitamos a cristianos como
Bernabé, que apoyen a los que son nuevos en la fe. Ahora, el versículo 28 dice:
"Y estaba con ellos en Jerusalén; entraba y salía"
Vemos aquí que por fin aceptaron a Saulo en la iglesia de Jerusalén y él sumó sus fuerzas a esa
iglesia. Leamos el versículo 29:
"y hablaba con valentía en el nombre del Señor, y discutía con los griegos; pero estos
intentaban matarlo."
Ahora, estos no eran realmente griegos, sino israelitas que habían sido criados fuera de Israel, en
alguna parte del mundo griego. El testimonio de Saulo fue tan poderoso que ellos concluyeron
que la única manera de librarse de su efectividad era acabando con él. Ahora, leamos el
versículo 30 de los Hechos capítulo 9:
"Cuando supieron esto los hermanos, lo llevaron hasta Cesarea y lo enviaron a Tarso."
Aquí vemos a Saulo volviendo a su pueblo natal. Probablemente volvió a su casa y nos
imaginamos que habló de Cristo a su padre, a su madre, a sus hermanos y hermanas, y a otros
familiares. Pero en realidad no sabemos nada en cuanto a ellos, porque Saulo nunca habló de su
familia; con una sola excepción, en Romanos 16, donde mencionó a algunas personas
relacionadas con él. Esto nos dice que algunos de sus parientes también llegaron a ser creyentes
en Cristo Jesús. Además es muy posible que el versículo 13 del mencionado capítulo 16 de la
misma carta a los Romanos, se refiera a su madre y a su hermano al decir: "Saludad a Rufo,
escogido en el Señor, y a su madre y mía."
Leamos ahora el versículo 31:
"Entonces las iglesias tenían paz por toda Judea, Galilea y Samaria; eran edificadas, andando
en el temor del Señor, y se acrecentaban fortalecidas por el Espíritu Santo."
Mientras tanto, la Iglesia seguía creciendo. El evangelio llegó a Judea, a Galilea, y a Samaria. Y
dentro de poco, comenzaría a ir hasta lo último de la tierra. Leamos ahora los versículos 32 al
35, donde se nos habla de
El ministerio de Pedro en Lida y Jope
"Aconteció que Pedro, visitando a todos, vino también a los santos que habitaban en Lida.
Halló allí a uno que se llamaba Eneas, que hacía ocho años que estaba en cama, pues era
paralítico. Pedro le dijo: Eneas, Jesucristo te sana; levántate y haz tu cama. Y en seguida se
levantó. Y lo vieron todos los que habitaban en Lida y en Sarón, los cuales se convirtieron al
Señor."
Como Pedro era un apóstol, tenía los dones de señales de un apóstol. Ahora, el versículo 36
dice:
"Había entonces en Jope una discípula llamada Tabita, (que traducido es Dorcas). Ésta
abundaba en buenas obras y en limosnas que hacía."
"Aconteció que en aquellos días enfermó y murió. Después de lavada, la pusieron en una sala."
Observemos cómo los cristianos preparaban el cuerpo para el entierro en aquel entonces. Ahora,
el versículo 38 dice:
"Como Lida estaba cerca de Jope, los discípulos, oyendo que Pedro estaba allí, le enviaron dos
hombres, a rogarle: No tardes en venir a nosotros."
Enviaron un mensaje de Jope a Lida comunicando que una maravillosa mujer en la Iglesia de
Jope había muerto. Al parecer, creyeron que Simón Pedro la podría levantar de los muertos. Por
lo menos, le mandaron a decir que viniera. Ahora, el versículo 39 de este capítulo 9 de los
Hechos dice:
"Pedro se levantó entonces y fue con ellos. Cuando llegó, lo llevaron a la sala, donde lo
rodearon todas las viudas llorando y mostrando las túnicas y los vestidos que Dorcas hacía
cuando estaba con ellas."
Aquí vemos que fueron las viudas, las que participaron en esta exhibición de ropa. Todas
sacaron a lucir los vestidos que ella les había hecho. Ahora, ¿Por qué hicieron esto las viudas?
Simplemente porque eran pobres. No podrían haber tenido ningún vestido si no fuera porque
Dorcas se los había hecho. Ella había cosido ropa para estas mujeres. En esto consistía su
ministerio. Éste fue su don. Continuemos con los versículos 40 y 41 de este capítulo 9 de los
Hechos:
"Entonces, sacando a todos, Pedro se puso de rodillas y oró; y volviéndose al cuerpo, dijo:
¡Tabita, levántate!."
Ella abrió los ojos y, al ver a Pedro, se incorporó. 41Él le dio la mano y la levantó; entonces
llamó a los santos y a las viudas y la presentó viva.
"Esto fue notorio en toda Jope, y muchos creyeron en el Señor."
Aquí vemos que los dones acompañados de milagros se utilizaron para confirmar el Evangelio
de la gracia de Dios. Y dice el versículo 43, versículo final de este capítulo 9 de Hechos:
"Pedro se quedó muchos días en Jope en casa de un cierto Simón, curtidor."
Un curtidor tomaba las pieles y las curtía en ácido. Es decir que la casa donde se alojó Pedro
debía oler bastante mal. Ahora, aquellos que habrán tenido la oportunidad de ir a Israel, y hayan
visitado Jope, habrán podido ver la casa donde se dice que Simón Pedro se hospedó, la casa del
curtidor. Jope es un pueblo pintoresco a la orilla del agua y esta casa está en la ribera. La casa
parece ser lo suficientemente antigua como para haber estado allí por muchísimo tiempo. Este,
pues, podría haber sido el lugar donde Simón Pedro se quedó por muchos días.

Hechos 10
El capítulo 10 continúa el relato iniciado en el capítulo 9 acerca del ministerio de Simón Pedro.
Más tarde Pedro desaparecerá de la escena y la historia continuará con el ministerio del Apóstol
Pablo. Ahora aunque Pablo fue llamado el Apóstol a los no judíos, no debemos olvidar que fue
Pedro quien abrió la puerta para éstos, entrando en la casa de Cornelio y presentando a toda la
familia la salvación por medio de Cristo. Leamos el primer versículo de este capítulo 10 de los
Hechos que inicia el párrafo sobre
La visión de Cornelio
"Había en Cesarea un hombre llamado Cornelio, centurión de la compañía llamada la
Italiana"
Recuerde usted que Pablo había estado en Cesarea, como vimos en el capítulo 9, versículo 30, y
que probablemente algunos de los otros apóstoles habían estado predicando el Evangelio por la
costa. La ciudad de Tel Aviv en realidad es parte de la vieja ciudad de Jope. Al viajar uno por la
costa desde Jope, el próximo lugar de cierta importancia sería la ciudad de Cesarea. Ésta
realmente era una ciudad romana. Era el lugar donde vivía Pilato. Esta ciudad era la residencia
oficial del gobernador y de los que gobernaban esa tierra. Por tanto, esta era la ciudad donde
estaba destinado Cornelio. Él era centurión de una compañía de soldados llamada la Italiana.
Continuando ahora con el versículo 2, leemos:
"Cornelio era piadoso y temeroso de Dios con toda su casa, y que hacía muchas limosnas al
pueblo y oraba siempre a Dios."
Aquí vemos que Cornelio era piadoso. Eso quiere decir que su adoración estaba bien
encaminada. Él reconocía una cierta dependencia de lo que era divino. Recordemos que aun a
un pagano le era posible tener devoción, una convicción profunda con respecto a sus dioses. A
veces quisiéramos que los cristianos hoy en día tuvieran más devoción y convicción. Pues bien,
Cornelio era devoto y temeroso de Dios. No era un prosélito judío en el sentido estricto del
término, pero se inclinaba hacia el judaísmo. Hoy en día diríamos que él era un "simpatizante",
o sea una persona que vivía en el vecindario; asistía a la iglesia en ocasiones especiales, se
portaba amistosamente con los de la iglesia, pero no era en realidad un creyente y seguidor de
Jesucristo. Así pudo haber sido Cornelio. Este versículo 2 nos dice también que él era temeroso
de Dios.
Ahora él ". . . hacía muchas limosnas al pueblo. . ." Esto quiere decir que él daba muchos
regalos de caridad al pueblo judío; o sea, a los pobres del pueblo. La nación de Israel siempre
había dado mucha importancia al dar. Dios les había enseñado esto en el Antiguo Testamento.
Nosotros hablamos a veces de dar el diezmo o décima parte, pero es obvio, al estudiar el sistema
mosaico, que ellos en realidad daban tres décimas partes. Daban para el funcionamiento del
gobierno, que en el principio era una teocracia o gobierno regido por Dios. Luego pagaban el
impuesto del templo. Y en tercer lugar daban un diezmo de todo lo que producían. De modo que
Israel había sido un pueblo bastante generoso en cuanto al dar.
Es interesante que aun hoy hay muchas grandes obras de beneficencia que han sido fundadas
por los judíos. Por cierto que no hay ningún grupo de gente en nuestro día que dé tan
generosamente como lo hace la comunidad judía en muchos países, para apoyar a la nación de
Israel. Son un pueblo muy generoso.
Volviendo ahora al capítulo 10 de los Hechos, vemos que Cornelio "oraba a Dios siempre". Este
centurión presentaba sus necesidades al Señor. Él, espiritualmente hablando, necesitaba más luz;
y la quería tener. Probablemente no sabía mucho acerca de la oración, pero igualmente oraba a
Dios siempre. Ahora el versículo 3 de este capítulo 10 de Hechos nos dice:
"Éste vio claramente en una visión, como a la hora novena del día, que un ángel de Dios
entraba donde él estaba y le decía: ¡Cornelio!"
Este centurión era un oficial del ejército romano, un soldado profesional. Era un hombre de
influencia. También tenía una influencia grande sobre su propia familia, e influía sobre todos en
su derredor. Al parecer, era un buen hombre, desde cualquier punto de vista. Hoy en día,
muchos le considerarían un cristiano de los más buenos, un hombre sobresaliente. Pero en
realidad no era cristiano. No había escuchado el Evangelio. Nunca había aceptado a Jesucristo
como su Salvador.
Ahora, ¿cómo haría Dios para que le llegase el Evangelio a Cornelio? Los obstáculos parecían
insuperables. La iglesia en aquel entonces, y por los primeros 8 años, estuvo integrada
enteramente por Israelitas. Estos judíos cristianos acostumbraban a ir al templo y todavía
cumplían muchas costumbres judías. Podían seguir haciendo esto aun estando en la época de la
gracia, porque estaban confiando en Cristo. Más tarde el Evangelio penetró en Samaria. Los
judíos en Jerusalén se quedaron sorprendidos, pero reconocieron la mano de Dios estaba detrás
de ello. Ahora, ¿cómo abriría Dios la puerta del Evangelio a los no judíos?
Ya dijimos que Pablo llegaría a ser el gran misionero a los no judíos. Pero el hecho era que Dios
puso a Pablo en el desierto en Arabia donde le preparó. Pero fue Simón Pedro, quien abriría la
puerta a los no judíos. Dios usó al fanático con más prejuicios; a la persona más intolerante; al
extremista más grande de aquel grupo de cristianos, para llevar a cabo este plan. Obviamente, el
Espíritu Santo dirigió todos los movimientos encaminados a hacer que el Evangelio llegara a los
no judíos. Estimado oyente, toda verdadera obra cristiana es dirigida por el Espíritu Santo.
Cualquier otra acción no logrará nada. El Espíritu Santo tuvo que obrar en el corazón del no
judío. Y el Espíritu Santo tuvo que obrar en el corazón del judío. Y así fue como el Espíritu
Santo supervisó la proclamación del Evangelio al mundo no judío. Continuemos ahora leyendo
el versículo 4 de este capítulo 10 de los Hechos.
"Él, mirándolo fijamente, y atemorizado, dijo: ¿Qué es, Señor? Le dijo: Tus oraciones y tus
limosnas han subido para memoria delante de Dios."
Un ángel de Dios apareció a Cornelio en una visión. Él no estaba soñando pero recibió la visión
mientras estaba orando. Ahora tomemos nota de que hay ciertas cosas que en verdad tienen
valor delante de Dios. Éstas son cosas que, de por sí, en ninguna manera son méritos para
obtener la salvación, pero son detalles que Dios observa. Las oraciones de Cornelio y sus
limosnas habían llegado para memoria delante de Dios y, en consecuencia, Dios le trajo el
Evangelio. Creemos que, dondequiera que haya una persona que busque a Dios así como lo
buscó Cornelio, esa persona va a escuchar el Evangelio de la gracia de Dios. Dios se ocupará de
que lo escuche. El ángel continuó hablando aquí en los versículos 5 y 6, y dijo:
"Envía, pues, ahora hombres a Jope y haz venir a Simón, el que tiene por sobrenombre Pedro.
Éste se hospeda en casa de cierto Simón, un curtidor que tiene su casa junto al mar; él te dirá
lo que es necesario que hagas."
El ángel le dijo dónde podría encontrar a Pedro. No necesitaba de otra dirección. El olor de las
pieles en la tina de curtir le conduciría al lugar donde debía ir. No tendría ningún problema para
encontrar la casa del curtidor. Los versículos 7 y 8, nos dicen:
"Cuando se marchó el ángel que hablaba con Cornelio, éste llamó a dos de sus criados y a un
devoto soldado de los que lo asistían, 8a los cuales envió a Jope, después de habérselo contado
todo."
Estos hombres no tuvieron ninguna dificultad en encontrar el lugar. Dios tenía entonces que
preparar a Simón Pedro. Continuemos leyendo el versículo 9 de este capítulo 10 de los Hechos,
donde comienza a hablarse de
La visión de Pedro
"Al día siguiente, mientras ellos iban por el camino y se acercaban a la ciudad, a eso del
mediodía, Pedro subió a la azotea para orar."
Era absolutamente necesario que Dios preparase a Simón Pedro porque él no tenía los
antecedentes ni la educación que tenía Pablo. Aun así, aunque él no tuviera esa preparación,
Dios podía usarlo de una manera diferente. Creemos que es un tremendo error creer que todos
tenemos que ser echados en el mismo molde para que Dios nos use. Dios puede utilizarnos
cualesquiera que sean nuestros antecedentes y nuestra educación, porque es Él quien nos
prepara para el ministerio que nos encomiende. Así, pues, Dios iba a preparar a Simón Pedro,
así como ya había preparado a Cornelio. Leamos los versículos 10 al 14:
"Sintió mucha hambre y quiso comer; pero mientras le preparaban algo le sobrevino un
éxtasis: Vio el cielo abierto, y que descendía algo semejante a un gran lienzo, que atado de las
cuatro puntas era bajado a la tierra, en el cual había de todos los cuadrúpedos terrestres,
reptiles y aves del cielo. Y le vino una voz: Levántate, Pedro, mata y come. Entonces Pedro
dijo: Señor, no; porque ninguna cosa común o impura he comido jamás."
Mientras Pedro se preguntaba en cuanto a lo que esto significaba, una voz le habló. Ahora ¿no
le parece interesante que aunque Pedro le llamó "Señor", no obedeció a lo que el Señor le
mandó que hiciese? Ahora prestemos mucha atención a esto. Tenemos aquí a un hombre que
estaba a este lado del día de Pentecostés. Vivía en la época de la gracia de Dios, en la que ya no
importaba si se comía carne, o si no se comía. Pero Pedro todavía se atenía al sistema de la ley
de Moisés y no comía nada que el sistema considerase ceremonialmente impuro. Era sincero y
honesto en cuanto a esto. Alguien dirá que él debía haber sido tolerante, y tendría que haber
comido de todo. Bueno, es que el Señor le estaba enseñando que ya no estaba bajo el sistema
mosaico, y que entonces tenía libertad para comer de todo. A veces hoy se presenta el problema
de que algunos deciden que quieren abstenerse de algo, y entonces tratan de poner a todos los
demás bajo el mismo sistema. Estimado oyente, en esta edad de la gracia usted puede hacer
algo, o abstenerse de ello. Eso es asunto suyo. Esa cuestión no va a cambiar su relación con el
Señor. Continuemos leyendo el versículo 15 de este capítulo 10 de los Hechos:
"Volvió la voz a él la segunda vez: Lo que Dios limpió, no lo llames tú común."
Dios le estaba diciendo a Pedro que él podía comer de todo lo que estaba en el lienzo. Ya no
había ninguna distinción entre alimentos limpios o impuros. Dios mismo le había dicho que
podía. Ahora, el versículo 16 dice:
"Esto ocurrió tres veces; y aquel lienzo volvió a ser recogido en el cielo."
Esto realmente dejó perplejo a Simón Pedro en cuanto a su significado. Y los versículos 17 al
22, continúan diciendo:
"Mientras Pedro estaba perplejo dentro de sí sobre lo que significaría la visión que había visto,
los hombres que habían sido enviados por Cornelio, habiendo preguntado por la casa de
Simón, llegaron a la puerta. Llamaron y preguntaron si allí se hospedaba un tal Simón que
tenía por sobrenombre Pedro. Y mientras Pedro pensaba en la visión, le dijo el Espíritu: Tres
hombres te buscan. Levántate, pues, desciende y no dudes de ir con ellos, porque yo los he
enviado. Entonces Pedro, descendiendo a donde estaban los hombres que fueron enviados por
Cornelio, les dijo: Yo soy el que buscáis. ¿Cuál es la causa de vuestra venida? Ellos dijeron:
Cornelio el centurión, varón justo y temeroso de Dios, y que tiene buen testimonio en toda la
nación de los judíos, ha recibido instrucciones de un santo ángel, de hacerte venir a su casa
para oír tus palabras."
Simón Pedro tenía que ir entonces a Cesarea. Esta pequeña delegación de Cornelio le dio una
explicación y le invitó para que fuese con ellos a la casa de Cornelio. Continuemos leyendo los
versículos 23 al 25 de este capítulo 10 de los Hechos, donde comienza el relato de
La conversión de Cornelio
"Entonces, haciéndolos entrar, los hospedó. Y al día siguiente, levantándose, se fue con ellos; y
lo acompañaron algunos de los hermanos de Jope. Al otro día entraron en Cesarea. Cornelio
los estaba esperando, habiendo convocado a sus parientes y amigos más íntimos. Cuando
Pedro entró, salió Cornelio a recibirlo y, postrándose a sus pies, lo adoró."
Podemos ver que Cornelio tenía mucha influencia sobre su familia y sus amigos. Había reunido
a muchos de sus parientes y amigos para esta ocasión. Pero al mismo tiempo podemos ver
también que Cornelio aún era un pagano. Cuando se le instruyó para que buscase a Simón
Pedro, llegó a la conclusión de que este hombre en verdad tenía que ser algún gran personaje.
Por tanto, se postró y adoró a Pedro. Ahora, observemos la reacción de Pedro. Esto es muy
interesante. Simón Pedro nunca le habría permitido a nadie postrarse para besar sus pies.
Simplemente, no lo permitiría. Escuchemos lo que le dijo a Cornelio aquí en el versículo
siguiente, el versículo 26:
"Pero Pedro lo levantó, diciendo: Levántate, pues yo mismo también soy un hombre."
Pedro se agachó y poniéndole en pie le dijo: "Levántate. Yo también soy un hombre". Y
francamente, nos agrada que haya tenido esa actitud. Continuemos con los versículos 27 y 28:
"Hablando con él, entró y halló a muchos que se habían reunido. Y les dijo: Vosotros sabéis
cuán abominable es para un judío juntarse o acercarse a un extranjero, pero a mí me ha
mostrado Dios que a nadie llame común o impuro."
Pedro entró en la casa. ¡Qué paso fue aquél! Ésta fue la primera vez que Pedro entraba en una
casa de un no judío. Y vemos que todavía estaba algo desconcertado ante el mandato de Dios de
ir allí.
Ahora, en su mensaje Pedro violó la primera regla de la homilética o ciencia de la predicación.
Comenzó con una disculpa. Lo que dijo no era la manera correcta de comenzar un mensaje. No
fue una frase precisamente amistosa. El hecho fue que bien podría haberse interpretado como un
insulto. En otras palabras, Pedro dijo algo así: "Si en verdad quieren ustedes saber cómo me
siento en este momento, les diré que, simplemente no quería venir. Nunca antes he entrado en
casa de un gentil. Nunca antes he ido a un lugar que fuese impuro". Ésta era la esencia de lo que
Pedro dice en el principio. Pero continuó diciendo: "Aunque nunca antes he entrado en una casa
inmunda, Dios me ha mandado que no llame impura a ninguna persona. Todos somos pecadores
y todos podemos ser salvos". Ahora, ¿Cómo se sentiría usted estimado oyente, si algún visitante
llegara a su hogar y comenzara a hablar así como habló Pedro aquí, destacando la impureza de
su casa? Bueno, no creo que le respondería usted con palabras amistosas ni cálidas, ¿verdad?
Sin embargo, ésta es la esencia de lo que Simón Pedro dijo en aquella ocasión. Pero como Dios
le había mostrado que no había ninguna distinción entre lo limpio y lo impuro, él continuó
diciendo aquí en el versículo 29 de este capítulo 10 de los Hechos:
"Por eso, al ser llamado, vine sin replicar. Así que pregunto: ¿Por qué causa me habéis hecho
venir?"
Ahora, esto nos asombra. ¿Por qué haría aquella pregunta Simón Pedro? ¿Por qué no comenzó
en seguida a hablarles acerca de Jesucristo? Bueno, creemos que el Espíritu de Dios era quien
controlaba esta situación e impidió que Pedro se precipitase y entrase en el tema directamente.
Simón Pedro no empezó enseguida a sermonear ni a predicar. Primero se enteró de lo que
ocurría. Entonces Cornelio dijo aquí en los versículos 30 al 33 de este capítulo 10 de Hechos:
"Entonces Cornelio dijo: Hace cuatro días que a esta hora yo estaba en ayunas; y a la hora
novena, mientras oraba en mi casa, vi que se puso delante de mí un varón con vestido
resplandeciente, y me dijo: Cornelio, tu oración ha sido oída, y tus limosnas han sido
recordadas delante de Dios. Envía, pues, a Jope y haz venir a Simón, el que tiene por
sobrenombre Pedro, el cual se hospeda en casa de Simón, un curtidor, junto al mar; cuando
llegue, él te hablará. Así que luego envié por ti, y tú has hecho bien en venir. Ahora, pues, todos
nosotros estamos aquí en la presencia de Dios, para oír todo lo que Dios te ha mandado."
Cornelio le explicó que realmente no sabía por qué le había llamado, excepto que Dios así lo
había indicado. Se dio cuenta que Pedro debía tener algún mensaje para él. Pero, claro que él no
sabía cuál sería ese mensaje. Entonces Pedro le dijo aquí en los versículos 34 al 37:
"Entonces Pedro, abriendo la boca, dijo: En verdad comprendo que Dios no hace acepción de
personas, sino que en toda nación se agrada del que lo teme y hace justicia. Dios envió mensaje
a los hijos de Israel, anunciando el evangelio de la paz por medio de Jesucristo; éste es Señor
de todos. Vosotros sabéis lo que se divulgó por toda Judea, comenzando desde Galilea, después
del bautismo que predicó Juan"
Al parecer, Cornelio y los que estaban reunidos con él habían oído ciertas cosas básicas en
cuanto a Jesús de Nazaret, y también acerca del ministerio de Juan el Bautista. Continuemos con
los versículos 38 al 40:
"cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo
haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.
Nosotros somos testigos de todas las cosas que Jesús, a quien mataron colgándolo en un
madero, hizo en la tierra de Judea y en Jerusalén. A éste levantó Dios al tercer día e hizo que
apareciera"
Pedro presentó los hechos en cuanto a Jesucristo, asumiendo que había algunos incidentes
acerca de los cuales ellos ya sabían algo. Afirmó con toda claridad que Jesús había sido
crucificado y colgado en un madero, y que había resucitado al tercer día. Éste era el mensaje.
Éste era el evangelio.
Ya hemos destacado que no hubo ni un solo sermón que predicado en el libro de los Hechos,
que no hiciera mención de la resurrección de Jesucristo. Es que esta verdad constituye el
corazón, el tema esencial del evangelio. Mientras que la resurrección no fuera anunciada, el
evangelio no sería predicado. Jesucristo murió, fue sepultado y resucitó de los muertos. Estos
son hechos históricos. Ahora, la relación que usted tenga hoy con el Cristo resucitado determina
su destino eterno, debido a que Él murió por nuestros pecados conforme a las Escrituras y
resucitó para declararnos justos, como dijo el apóstol Pablo en su carta a los Romanos, capítulo
4, versículo 25. Leamos nuevamente la última parte del versículo 40 y continuemos con los
versículos 41 al 43 de este capítulo 10 de los Hechos.
"A éste levantó Dios al tercer día e hizo que apareciera, no a todo el pueblo, sino a los testigos
que Dios había ordenado de antemano, a nosotros que comimos y bebimos con él después que
resucitó de los muertos. Y nos mandó que predicáramos al pueblo y testificáramos que él es el
que Dios ha puesto por Juez de vivos y muertos. De éste dan testimonio todos los profetas, que
todos los que en él crean recibirán perdón de pecados por su nombre."
"Mientras aún hablaba Pedro estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían el
discurso. Y los creyentes procedentes del judaísmo que habían venido con Pedro se quedaron
atónitos de que también sobre los gentiles se derramara el don del Espíritu Santo, porque los
oían que hablaban en lenguas y que glorificaban a Dios. Entonces respondió Pedro: ¿Puede
acaso alguno impedir el agua, para que no sean bautizados estos que han recibido el Espíritu
Santo lo mismo que nosotros? Y mandó bautizarlos en el nombre del Señor Jesús. Entonces le
rogaron que se quedara por algunos días."
A este incidente se le ha llamado, el "Pentecostés de los que no eran judíos". Pedro se quedó
atónito, sorprendido de que los no judíos también recibieran el Espíritu Santo. Este
derramamiento del Espíritu Santo fue hecho audible por su hablar en lenguas. El hablar en
lenguas constituyó otra evidencia más para Simón Pedro y para los que estaban con él, de que
Dios salvaría también a los no judíos y que les daría Su Espíritu Santo. Pedro relató más tarde
este incidente como evidencia de que estos no judíos habían creído en el Señor Jesucristo y que
Dios les había dado también a ellos arrepentimiento para vida eterna, como veremos en el
capítulo 11. En el capítulo 15, versículos 7 al 11 de este libro de los Hechos, Pedro nuevamente
se referiría a este incidente diciendo que comprobó que el Espíritu Santo había sido dado a los
no judíos y que ellos eran salvos por medio de la gracia del Señor Jesucristo, de la misma
manera en que eran salvados los judíos. Es difícil para nosotros darnos cuenta de la gran barrera
que existía en aquel entonces, entre los judíos y la gente de otras naciones. Los judíos de
aquellos tiempos simplemente no podían creer que los no judíos iban a ser salvos, aun a pesar
del hecho de que el Señor les había dicho que esto sucedería.

Hechos 11
En este capítulo Pedro defendió su ministerio y el evangelio avanzó hasta Antioquía. Pedro
relató nuevamente los hechos relacionados con la conversión de los no judíos en la casa de
Cornelio. Las noticias de que los no judíos habían recibido la Palabra de Dios, no parecieron
causar mucha alegría en la iglesia en Jerusalén. Y pidieron a Pedro una explicación de sobre su
conducta, y por lo tanto él tuvo que defender su ministerio. Leamos pues los primeros tres
versículos de este capítulo 11 de los Hechos, que inician el párrafo en que
Pedro defendió su ministerio
"Oyeron los apóstoles y los hermanos que estaban en Judea que también los gentiles habían
recibido la palabra de Dios. Por eso, cuando Pedro subió a Jerusalén, discutían con él los que
eran de la circuncisión, diciendo: ¿Por qué has entrado en casa de los que no son judíos y has
comido con ellos?"
Como podemos ver, hubo dudas y división. Y debemos comprender aquí que para los judíos, lo
que hizo Simón Pedro fue una cosa terrible. El hecho es que si hubiéramos podido conversar
con Simón Pedro un mes antes de su visita a la casa de Cornelio, el centurión romano, Pedro
mismo también habría dicho que tal cosa constituiría un hecho grave. En realidad, lo que
sucedió aquí fue que Pedro les ofreció una disculpa. Y dejó en claro que él de ninguna manera
quería ir a llevar el evangelio a los no judíos, pero que el Espíritu de Dios le había guiado en
todo ese episodio. Leamos los versículos 4 al 6 de este capítulo 11 de los Hechos:
"Entonces comenzó Pedro a contarles de forma ordenada lo sucedido, diciendo: Estaba yo en
la ciudad de Jope orando, y tuve en éxtasis una visión: algo semejante a un gran lienzo
suspendido por las cuatro puntas, que bajaba del cielo y llegaba hasta mí. Cuando fijé los ojos
en él, consideré y vi cuadrúpedos terrestres, fieras, reptiles y aves del cielo."
Ahora, escuchemos bien su relato. Aquí Pedro nos reveló que aún estaba asombrado por todo lo
que le había sucedido. Continuemos con los versículos 7 hasta el 15:
"Y oí una voz que me decía: Levántate, Pedro, mata y come. Yo dije: Señor, no; porque ninguna
cosa común o impura entró jamás en mi boca. Entonces la voz me respondió del cielo por
segunda vez: Lo que Dios limpió, no lo llames tú común. Esto se repitió tres veces, y volvió todo
a ser llevado arriba al cielo. En aquel instante llegaron tres hombres a la casa donde yo estaba,
enviados a mí desde Cesarea. Y el Espíritu me dijo que fuera con ellos sin dudar. Fueron
también conmigo estos seis hermanos, y entramos en casa de un hombre, quien nos contó cómo
había visto en su casa un ángel que, puesto en pie, le dijo: Envía hombres a Jope y haz venir a
Simón, el que tiene por sobrenombre Pedro; él te hablará palabras por las cuales serás salvo tú
y toda tu casa. Cuando comencé a hablar, cayó el Espíritu Santo sobre ellos, como también
sobre nosotros al principio."
Observemos que aquí Pedro les contó lo que pasó por su mente. Leamos los versículos 16 y 17,
de este capítulo 11 de Hechos:
"Entonces me acordé de lo dicho por el Señor, cuando dijo: Juan ciertamente bautizó en agua,
pero vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo. Si Dios, pues, les concedió también el
mismo don que a nosotros que hemos creído en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo que pudiera
estorbar a Dios?"
El propósito de las lenguas habladas en aquella ocasión fue el proporcionar a Simón Pedro
evidencias de que el Espíritu Santo había descendido sobre ellos. ¿De qué otra manera
hubiéramos sabido que ellos habían sido bautizados por el Espíritu Santo, lo cual les incluía en
el cuerpo de los creyentes? Observemos que recibieron el Espíritu Santo cuando creyeron en el
Señor Jesucristo. Continuemos leyendo el versículo 18:
"Entonces, oídas estas cosas, callaron y glorificaron a Dios, diciendo: ¡De manera que también
a los que no son judíos ha dado Dios arrepentimiento para vida!"

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