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En el mundo hay un tendencia creciente a permitir que las instituciones privadas participen
activamente en la formulación y puesta en marcha de programas sociales. Esta tendencia, que
suele denominarse privatización, consiste en la transferencia de bienes, actividades de
gestión, funciones o responsabilidades que antes incumbían al Estado, o que asumía el
mismo, a agentes del sector privado.
Éstos propusieron la privatización como una manera de mejorar los servicios públicos,
acabando con los monopolios estatales al someter dichos servicios a la disciplina del
mercado, con miras a mejorar su relación entre coste y eficacia.
Estos cambios han dado lugar a un nuevo discurso sobre la gobernanza que redefine la
relación entre el Estado, sus instituciones e individuos, y aplica ahora la lógica de los
mercados. En él se asume que los seres humanos están motivados en gran medida por sus
intereses económicos y que buscan siempre reforzar su competitividad en los mercados. En
este sentido, la educación se entiende en términos de capital humano, es decir que la
inversión personal se considera conveniente, e incluso necesaria, en especial en vista de los
beneficios que se esperan de la educación para incrementar la capacidad de obtener ingresos
y ventajas de otro tipo para los individuos. Este enfoque del capital humano no niega los
beneficios sociales de la educación, pero destaca la necesidad de los individuos de invertir
financieramente en la suya propia.
En tanto que imaginario, éste propone las maneras en que necesitamos interpretar el mundo,
así como imaginar cómo debería ser. Tal como asevera Brown (2015, p. 36), “en el
razonamiento neoliberal el capital humano es tanto nuestro ‘es’ como nuestro ‘deber ser’, es
decir lo que se afirma que somos, lo que deberíamos ser, y en lo que nos convierte la
racionalidad mediante sus normas y creación de entornos”.
Stephen Ball y Deborah Youdall (2007) han planteado que la privatización de las escuelas
públicas puede ser “exógena” o “endógena”. La privatización endógena supone importar ideas,
técnicas y prácticas del sector privado para dar al sector público un carácter más empresarial.
Se trata de una forma de “comercialización”, en virtud de la cual las técnicas de gestión del
sector privado se aplican en las escuelas. Por el contrario, la privatización exógena consiste
en la apertura de los servicios de educación pública a la participación del sector privado, con
fines de lucro y recurriendo al sector privado para que diseñe, administre o suministre ciertos
aspectos de la educación pública (Ball y Youdall, 2007). La medida en que las privatizaciones
exógena y endógena se relacionan entre sí representa, por supuesto, una cuestión teórica
interesante.