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PRESENTADO POR
ANDRADE AQUINO, MIGUEL ÁNGEL (EA: BIBLIOTECOLOGÍA Y CC. II., CÓD. 18030117)
LIMA – PERÚ
2018
Índice
Capítulo I ............................................................................................................................... 4
El legado castillista ................................................................................................................. 4
1.1. La espada, la cruz y el guano ................................................................................... 4
1.2. La “pax” amenazada ............................................................................................... 6
1.3. Recreando el modelo castillista ................................................................................ 9
Capítulo II ............................................................................................................................ 11
El ideal republicano.............................................................................................................. 11
2.1. Los aires renovadores ............................................................................................ 11
2.2. La herencia republicana y sus legítimos legatarios ................................................ 11
2.3. La convocatoria a los nuevos actores: buscando al ciudadano ............................... 12
2.4. La construcción de las redes políticas nacionales ................................................... 13
2.5. Una sociedad en crisis ............................................................................................ 14
2.5.1. El rostro urbano ............................................................................................. 15
2.5.2. El rostro rural ................................................................................................ 15
Capítulo III .......................................................................................................................... 16
La república práctica ........................................................................................................... 16
3.1. Ideales y tareas ...................................................................................................... 16
3.2. Construcción estatal y crisis fiscal.......................................................................... 16
3.3. Consolidación estatal y resistencias locales ............................................................ 17
3.4. Educando al ciudadano.......................................................................................... 19
Capítulo IV........................................................................................................................... 21
Marcha por el desierto ......................................................................................................... 21
4.1. El balance de una desastre ..................................................................................... 21
4.2. La dictadura organizadora .................................................................................... 22
4.3. El reciclaje ideológico ............................................................................................ 23
4.4. Los frutos de la reconstrucción .............................................................................. 24
Capítulo V ............................................................................................................................ 27
La coalición nacional ............................................................................................................ 27
5.1. La ruptura del “bloque constitucionalista” ............................................................ 27
5.2. Abajo el tirano ....................................................................................................... 28
5.3. Las montoneras en acción ...................................................................................... 28
5.4. La convergencia de las montoneras provincianas en la toma de Lima ................... 30
5.5. Un nuevo hogar para el Perú ................................................................................. 32
Capítulo VI........................................................................................................................... 34
Una familia dividida ............................................................................................................. 34
6.1. La revolución silenciosa ......................................................................................... 34
6.2. La privatización de la vida política ........................................................................ 38
6.3. Recreando la esfera pública ................................................................................... 39
6.4. Los mil rostros de la plebe ..................................................................................... 40
Conclusiones......................................................................................................................... 42
Bibliografía .......................................................................................................................... 43
Capítulo I
El legado castillista
Para Castilla, un buen accionar político estaba adjunto al complicado balance entre
respeto a la Constitución y preservación del orden; esto evidencia su cíclica y
contradictoria relación con liberales y conservadores. La prensa de la época, impresionada
por los malabares políticos del militar, lo veía como un “titiritero insigne de intereses y
pasiones”. Sin embargo, el congresista huantino José Félix Iguaín, no consideraba su
habilidad política como un don divino o una característica étnica, sino como el producto de
una vida azarosa en la cual hubo que apelar a múltiples y contradictorias alianzas para
poder sobrevivir.
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La participación de Castilla en la mayoría de los enfrentamientos que conmocionaron al
país luego de la independencia le permitió conocer “palmo a palmo” el territorio nacional.
En 1845, luego de derrocar al gobierno del Directorio, asumió, finalmente, la presidencia
de la República. Su primer gobierno, llamado de apaciguamiento nacional, logró aquietar
temporalmente a las facciones. Para lograrlo implementó una sinuosa y contradictoria
política de alianzas con liberales y conservadores.
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Todo esto posibilitó que la “pax castillista” (1845-1851) fuera la base de la
organización nacional de la década del 40. Manuel Ignacio Vivanco, furibundo enemigo de
aquella precaria institucionalidad, observaba cómo el castillismo se había organizado
alrededor de una “oligarquía parlamentario-gubernativa”, en la cual la fórmula era “yo te
delego mi poder, y tú me adjudicas sus rendimientos”. El inicio de la explotación guanera
permitió aceitar dicho sistema, pudiendose así comprar la lealtad de las burocracias militar
y civil.
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facciones (especialmente los vivanquistas), su gobierno frente al conflicto con Bolivia y
los escándalos de la consolidación hicieron que el continuismo durara poco. La “pax
castillista” se vio conmovida por las guerras civiles que ensangrentaron al país de 1854 en
adelante.
En 1854, la guerra civil organizada por las facciones derrotadas durante las
elecciones de 1851, en la que Castilla inteligentemente se montó, tiró por la borda la
precaria estabilidad política tan hábilmente construida a lo largo de varios años. A pesar
que Castilla volvió a asumir el control de la situación, los faccionalismos que emergieron
en el proceso electoral de 1851 y en las revoluciones de 1854 y 1856 se exacerbaron, y las
finanzas públicas, que actuaban como elemento cohesionador en el tejido de las redes de
patronazgo y clientela política, comenzaron a mostrar síntomas de crisis. Todo el diverso
contingente resultó fundamental para derrocar a Echenique y obtener el poder.
Castilla, en la década del 40, comenzó a ser cuestionado durante las dos fases de su
segundo gobierno. Era obvio que lo que Castilla pretendía era dar "formas legales" a una
"torpe dictadura". La crítica al castillismo inició en la década de los 50 mediante el
discurso liberal. Esto evidenció cómo el modelo elitista y autoritario, defendido por
Herrera, comenzó a ser cuestionado por sectores urbanos que opinaban que la soberanía
popular debía ser el eje central de la República. Los ataques contra Herrera y su ideología
unitaria se manifestaron en el parlamento, en la prensa y en las publicaciones liberales.
La necesidad de establecer una nueva constitución más acorde con los tiempos fue
la meta principal de los convencionalistas. El 2 de noviembre de 1857 el capitán Pablo
Arguedas, bajo órdenes del presidente, clausuró la Convención, echando a la calle a sus
miembros.
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fueron creando un ambiente desfavorable para el régimen castillista. Durante su segunda
etapa, el castillismo alejó a los resentidos liberales y antiguos e importantes aliados.
A pesar de contar con cierto apoyo de Gamio, Echenique también tuvo sus propios
adeptos. Resulta probable pensar que debido al manejo adecuado de sus relaciones y
clientelas provincianas, Echenique pudo hacerse de la presidencia en 1851. La revolución
de 1854 no logró distanciarlo totalmente del poder. Luego, Echenique logró llevar a cabo
un importante acuerdo político con Castilla, realizado durante el gobierno de otro aliado
militar, Pezet; Castilla ejerció la presidencia de la Cámara de Senadores; Echenique, la de
Diputados. Lo anterior permitió no sólo la distribución del poder entre los antiguos
enemigos; posibilitó que se retome el esquema continuista y apaciguador del pasado. Sin
embargo, a pesar del acuerdo entre los rivales, la ruralización en las relaciones políticas
entre Lima y las provincias del interior era inevitable. Las maquinarias políticas locales
comenzaron a adquirir una mayor autonomía y a ejercer una gravitación cada vez más
importante sobre la deteriorada política nacional. Durante la Revolución de 1868, que puso
fin al gobierno de Mariano Ignacio Prado, las fuerzas disidentes se apoyaron en dos
maquinarias políticas provincianas: el conglomerado político-militar del norte, comandado
por el coronel José Balta, y el del sur, jefaturado por el general Pedro diez Canseco.
El coronel José Balta, subprefecto de Chiclayo (entre 1864 y 1865), era un antiguo
echeniquista que había logrado construir un importante bastión político en los
departamentos del norte. En su gestión en el gobierno chiclayano, Balta se ganó el aprecio
popular a través de la realización de obras públicas, principalmente de regadío. Así logró
establecer buenas relaciones con las autoridades políticas y vecinos de la provincia
liberteña.
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Sus aliados iban desde intelectuales, como su secretario personal, Ricardo Palma,
hasta congresistas, como el diputado Simón Barrantes, y militares, como los tristemente
célebres hermanos Gutiérrez.
Echenique fue su más cercano aliado y colaborador. La firma del contrato Dreyfus,
realizada por Nicolás de Piérola, le permitió al audaz presidente contar con el dinero
suficiente para aceitar el oxidado sistema de patronazgo estatal. En las elecciones de 1872,
pretendió erigirse como árbitro de las mismas e incluso elegir como su sucesor a su fiel
amigo y consejero, Echenique.
Sin embargo, los tiempos habían cambiado y ni Balta poseía el arraigo nacional y la
astucia política de Castilla, ni la caja fiscal daba para nuevas aventuras.
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La presencia del Estado fue debilitándose irreversiblemente, y la soberanía nacional
comenzó a peligrar. El derrumbe estrepitoso del modelo institucional castillista creó,
además de delicados problemas geopolíticos, profundos problemas sociales.
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Capítulo II
El ideal republicano
Es por esto que en este capítulo se analizan los principios políticos de la Sociedad
Independencia Electoral, base política del Partido Civil de Manuel Pardo, que persigue un
discurso republicano de corte nacionalista que busca la formación de ciudadanos. Este
nuevo discurso político reunía una sociedad heterogénea conformada por ricos propietarios
hacendados de Lima y provincias, diversos intelectuales, universitarios, periodistas,
profesores, artesanos y pequeño agricultores. Todos ellos serían la base de la clase media
que aparecería años después en el siglo XX.
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la teoría, y no iban hacia la práctica. Es por eso que el eslogan de campaña de Pardo era
"República Práctica-República de la Verdad", que no era otra cosa que querer legitimar y
concretar el discurso de consolidar una República, es decir, "llevarla a la práctica". Y para
esto, una de las primeras medidas fue llevar a cabo una reunión (1871) en el Club Militar 2
de Mayo con varios de los veteranos que participaron activamente en las guerras de la
independencia. Esta idea genial de unir la simbología del pasado glorioso con lo nuevo, en
busca de resolver una idea inconclusa de República, fue fascinante para una sociedad
cansada de los militares belicosos como Castilla, Gamarra, Echenique, etc.
Pero José Balta era el primer escollo que debían superar, ya que era el heredero
político de Ramón Castilla; es por eso que la primera tarea de la Sociedad Independencia
Electoral fue atacar y derrocar los núcleos de poder castillistas que estaban regados por
todo el Perú; ello se logró gracias a un sistema novedoso organizado con propagandas,
durante la campaña electoral, a la presidencia de Manuel Pardo, incitando al medio urbano,
portador de un nuevo discurso político a irrumpir en los departamentos, en las ciudades de
provincias, en las villas y en los mercados regionales. Esto deja claro el papel fundamental
del ciudadano, no solo en la capital, sino también en las provincias.
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2.4. La construcción de las redes políticas nacionales
Habían tres causas por las cuales no se logró una República: primero, las intensas
discusiones ideológicas no llevaban a nada; segundo, no había un movimiento que haga
partícipe a todos los peruanos; tercero, las infructíferas alianzas políticas con los militares.
Es por eso que Pardo instituyó una jefatura civil con sólidas convicciones republicanas,
además de una convocatoria a todos los ciudadanos con la finalidad de colaborar con la
causa Republicana. Para lograr construir esta causa soñada, se instauraron bases de apoyo
por todo el Perú con el fin de conectar a todos los departamentos, proporcionar una prensa
y propaganda para lograr captar la atención de todos los pobladores en todo el Perú y
posibilitar una articulación política. Todo con el fin de evidenciar una "nueva vida
política".
Todas estas formas de captar la atención del pueblo por parte del partido de Pardo
no era más que (según el propio Pardo) "restablecer la República" sobre su verdadero eje
de gravedad".
Todos estos clubes políticos diseminados por todo el país eran conformados por
grupos de amigos que eran afines al pensamiento de Pardo. También fue importante la
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práctica de rituales cívicos (escarapela en pecho, canto del himno nacional, desfiles, etc.)
dentro de estos clubes, todo con participación del propio Pardo en persona. Esto, con la
finalidad de estrechar los lazos del futuro presidente con todo el Perú.
La esfera pública, que era manipulada por los militares hasta con la compra de
votos, ahora tenía un papel activo dentro de la vida política en calles, plazas, parques,
quintas y zonas de reunión popular; además, se les concedió espacios para que generen
ideas como periódicos y folletos con el fin de hacer escuchar su voz y formar una opinión
propia.
En catorce meses de intensa campaña, Pardo había formado una sólida asociación
parlamentaria de partidarios, prensa, etc. Así fue como este nuevo partido político se
convirtió en un poderoso rival para los partidos oficialistas.
Desde 1860, el Perú se vio azotado por diversas guerras civiles entre militares;
luego, en 1869, vinieron la desgracia guanera, la guerra contra España, el terremoto de
Ancash, Moquegua y Arica, la fiebre amarilla, etc. Todo esto era un indicador de que algo
no funcionaba bien. La crisis del castillismo impuso la búsqueda de soluciones para la
nación: las circunstancias motivaban al cambio.
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2.5.1. El rostro urbano
En los años 60, Lima había cambiado su rostro gracias a la recordada "prosperidad
falaz". Se edificaron muchas obras públicas, todo iba de las mil maravillas; sin embargo, se
dio la aparición de la población marginal que trajo consigo la delincuencia y la vagancia.
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Capítulo III
La república práctica
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Antes de su asunción como presidente, Manuel Pardo, mientras (1865-1866) fue
director de la Secretaria de Hacienda durante el gobierno Prado, esbozó una política
estabilizadora para la reversión de la dependencia fiscal: implementar una agresiva política
tributaria que independizara al Estado de los recursos generados por el guano; revisar
totalmente los contratos con los consignatario; reorganizar la burocracia económica y
descentralizar la economía. La intensa reacción antirreformista, sin embargo, desactivó la
iniciativa pardista.
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3.4. Educando al ciudadano
El alejamiento del Ejército de las esferas de poder no evitó que fuera un problema
para la administración civil, ya que su fragmentación, levantamiento y relativa
independización inviabilizaban la hegemonía civilista. Su cooptación y domesticación, o
“educación”, luego, fue una tarea articulada a la consolidación ideológica. Por lo tanto, la
unificación y el control de los grupos armados se fundamentaron en la creación de una
identidad militar que definía al “militar de honor” como activo defensor de las
instituciones ciudadanas.
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Capítulo IV
Claro está que la derrota frente a Chile fue el peor revés que pudo tener el país. Las
bases económicas, políticas e ideológicas del sueño republicano fueron erradicadas debido
a la guerra. El acelerado proceso de desintegración de los vínculos al interior de la
sociedad peruana fue consecuencia directa del empobrecimiento en que se hallaba el Perú.
Podemos mencionar que una de estas consecuencias fue la desaparición del respeto
y de la autoridad moral (base para el encumbramiento del Partido Civil). La ineficiencia
del Gobierno provisorio de la Magdalena también contribuyó al repudio hacia el proyecto
político civil.
La opinión que comenzó a circular fue que el estado de postración que vivía el país
se debía a los faccionalismos que habían prevalecido en el Perú desde tiempos de la
independencia. Estos eran los culpables directos de la agudización de los conflictos
sociales y étnicos.
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4.2. La dictadura organizadora
Una pieza fundamental para la alianza cívico-militar fue Elías Mujica, uno de los
miembros fundadores del Partido Civil y, más adelante, ministro de Guerra de Cáceres. Es
probable que durante la represión a la revolución pierolista se establecieran importantes
contactos entre los civiles (entre ellos Mujica) y Andrés Avelino Cáceres. Lo anterior
permite afirmar que los lazos entre el héroe de La Breña y los políticos civilistas se
fortalecieron durante la guerra del Pacífico; de la misma forma, resulta factible que en el
periodo posterior a la guerra se reviviera esa alianza.
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Entre 1890 y 1892, el Congreso fue escenario de las ardientes luchas entre sectores
autoritarios y los rezagos de los débiles núcleos liberales que apoyaron al civilismo. El
tema central de las discusiones fue la abolición del sufragio universal; para esto, era
requisito indispensable saber leer y escribir. Esto se debió por la necesidad de hegemonizar
un proceso electoral y el urgente deseo de arrancarles el poder político a las autoridades
provincianas. Finalmente, la ley que restringió el universo electoral indígena triunfó.
Uno de los planteamientos que mejor retrató al nuevo clima intelectual fue el que
sostuvo José Antonio Ribeyro, quien fue uno de los ideólogos más importantes del Partido
Civil. Este planteó que resultaba imprescindible un estudio detenido de los fenómenos
sociales a través de la Ciencia Estadística. La misma proveería de las bases necesarias para
el desarrollo de las Ciencias Sociales. También no dejó de mencionar los peligros que
encerraba todo modelo autoritario.
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fraternidad propiciaba el absurdo de canalizar las energías hacia los demás sin un
conocimiento pragmático y suficiente de la realidad del país.
Lo que Polar intentaba hacer evidente era lo negativo que resultaba para la
estabilidad y buena marcha del país la aplicación de utópicas teorías políticas ajenas a la
realidad. De esta manera, intentó neutralizar a las vertientes ideológicas que aún luchaban
por imponer un modelo político incorporador.
La “pax cacerista” (una compleja y difícil relación entre el Congreso civil y militar
y un republicanismo autoritario), que estuvo cimentada en la economía exportadora,
contribuyó al renacer económico del país.
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Otro sector importante fue la minería. El descubrimiento de nuevos yacimientos, la
implementación de una moderna tecnología y la presencia de ingenieros de minas. Atrajo
miradas de inversionistas extranjeros. La minería ayudó tanto a empleados peruanos de
rango medio como a pequeños comerciantes y transportistas provincianos.
La profesionalización del oficial y del soldado fue una de las principales metas, es
decir, “culturizar al soldado”. La carrera militar se constituyó en un poderoso auxiliar de
“civilización” e integración nacional: en cada cuartel debía enseñarse la disciplina
castrense y el amor a la patria en el sentido del deber “con la familia y con dios”. La
misión del ejército buscó ser colocada al mismo nivel político que las actividades ejercidas
por los civiles. De esta manera, permitía a los miembros del ejército recapturar el respeto
nacional. Para poder nuclear a los miembros del ejército nació en 1888 “El Centro Militar
del Perú” que tuvo como propósito fundamental defender a la institución de los ataques de
los sectores anti-militares; para lograr esto, se fomentó la participación de los socios
capitalinos y provincianos.
Como ya es sabido, hubo ciertos choques entre las partes de la coalición. Esto se
dio debido a que las discusiones giraban en torno a quién hegemonizaría ciertos programas.
Esta situación evidenció cómo los fortalecidos militares buscaron cooptar y hegemonizar a
los cuerpos. Por ello, cabe destacar la intensa resistencia que opusieron las fuerzas
parlamentarias. Para fines de 1880, los civiles buscaban neutralizar el poder que ellos
indirectamente habían ayudado a fortalecer.
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interior del Partido Constitucional, uno civil (Francisco Rosas) y otro militar (Remigio
Morales Bermúdez), mostró que el bloque político se había quebrado. Remigio Morales
Bermúdez fue, con el soporte político del Partido Constitucional profundamente
militarizado, proclamado presidente de la República el 2 de agosto de 1890.
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Capítulo V
La coalición nacional
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La situación de abierta pugna entre la Coalición Cívico-Democrática y el aparato
militar cacerista llegó el 1 de abril de 1894, día previsto para la ronda inicial de las
elecciones, en el cual terminó dándose la muerte del presidente Morales Bermúdez. Esto
fue aprovechado por Cáceres: en un acto anticonstitucional, presiona para que el coronel
Justiniano Borgoño pase de manera temporal al poder ejecutivo. Esta decisión, claramente
autoritaria, por mantener la maquinaria militar fue una ventaja frente a sus adversarios. El
11 de agosto de 1894, luego de unas violentas elecciones, Cáceres fue elegido presidente
por segunda.
Por ello, Piérola envió una carta credencial el 15 de mayo de 1894 a su abogado
Augusto Durand nombrándolo Jefe Político Militar de Huánuco y, a su vez, dándole el
poder de organizar batallones. Esto nos da a entender que la “coalición de papel” cambió
las palabras por los hechos.
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estos también llegó su relevo, el militar breñero Manuel Bedoya, quien tenía como familiar
al prefecto de Junín, Augusto Bedoya. Se buscaba con esto militarizar la zona y detener a
los rebeldes montoneros.
Una importa ciudad de Cáceres del que tempranamente perdió el control fue
Huánuco. El 20 de agosto de 1894, montoneros dirigidos por Durand lograron derrocar al
prefecto Ruperto Delfín. Luego del control de Huánuco procedieron con el nombramiento
de autoridades, y avanzaron hacia Junín.
Algunos meses antes del ataque coalicionista, Huánuco ya presentaba una crisis
económica y política que fue expuesta por Samuel Palacios Mendiburu, aludiendo dentro
de ello a la lamentable situación en que se encontraba las fuerzas represivas bajo su
comando. Dicha crisis facilitó la ocupación rebelde de un importante espacio regional;
este desmoronamiento se sintió en muchas ciudades del país.
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inferior, dado que su método de aprovisionamiento fue por la captura de armas, alimentos
y caballos.
Más allá de los conceptos unificadores, fue la diversidad lo que primó en estas
potentes y destructivas maquinarias políticas, compuestas por empleados públicos
provincianos, peones de las haciendas, militares, presos e incluso chilenos que habían sido
enganchados a esta columna de rebeldes. A los provincianos se les encargó una intensa
propaganda en Casma en contra del subprefecto, con la finalidad de azuzar la resistencia
contra la autoridad gubernativa.
Esta nación luchaba sin distinción, pero no contaba con una autoridad que la
representara, y fue cuando Piérola creyó que era su deber ponerse a la cabeza, proveerla de
una autoridad adecuada y guiarla a una “vida nueva”. La promesa de regeneración y de
vida escondió un enmascarado proyecto político, aquel que si no era controlado a tiempo,
amenazaba no solo el liderazgo del Congreso y de los partidos políticos, sino la
sobrevivencia de las clases propietarias.
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En noviembre de 1894, la guerra civil dio un saldo de 2000 muertos. La guerra
significó un duro golpe a la economía. Así, en setiembre, el gobierno se vio obligado a
congelar los pagos de la deuda interna, provocando con ello una inflación en el país.
En los primeros meses de 1895, “la toma de Lima” fue el próximo paso de los
rebeldes. Iniciaron con la ocupación el 16 de marzo. Se movilizaron desde Cieneguilla
2000 hombres organizados en tres cuerpos: el de vanguardia (comandando por Durand), el
del centro (comandado por Piérola) y el de la retaguardia (comandado por Felipe Oré). Su
destino final fue Cocharcas.
La toma de Lima no fue nada fácil. El combate del 17 y 18 de marzo entre 4000
soldados gobiernistas y 2000 coalicionistas, además de mostrar la desigualdad numérica y
de armamento, exhibió altos niveles de mortandad. Ya el 19 de marzo Lima ofreció un
espectáculo tétrico: cadáveres, caballos muertos, madres y esposas desamparadas, civiles
damnificados; fue sin duda el panorama más desolador. El pánico generalizado se debió a
la ausencia de autoridades. A pesar de que un grupo de vecinos formaron una guardia
urbana y contrarrestaron el peligroso desborde social, aquella entidad no logró aminorar la
proliferación de robos, pero un sector civilista, “Los Amigos de la Paz”, intentaron
neutralizar los peligros. Ellos trataron de retomar el camino conciliador, estableciendo una
estrategia política. El problema a resolver de “Los Amigos de las Paz”, comandado por
Carlos Elías, era el de capturar el poder evitando que se favoreciera las agendas políticas
de los Durand, los Seminarios o los Del Solar, es decir, evitando que Lima perdiera su
poder.
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5.5. Un nuevo hogar para el Perú
Luego que la coalición se hizo del poder, un importante sector de políticos limeños
dio inicio a un sutil y eficiente proceso de centralización política. Así, paradójicamente, los
antiguos aliados, además de ser excluidos del poder político, fueron privados de las
autonomías locales. Si bien es cierto que la hegemonización pierolista, en noviembre de
1894, colaboró en derrocar al cacerismo, puede verse cómo el primer acto de la
eliminación de la contribución personal y el debilitamiento de las Juntas Departamentales
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comenzaron a desgarrar un proyecto político nacional que había nacido con el mejor de los
auspicios.
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Capítulo VI
Por otro lado, los ataques a los gabinetes ministeriales, por parte del escindido
grupo demócrata radical liderado por Augusto Durand, complico aún más la situación. La
tensa situación política que se vivía en el país y la presencia en partes territorial de partidas
de montoneras hicieron que Piérola propusiera un pacto de sucesión presidencial. Así, el
sistema bipartidista propiciado por Piérola y apoyado, en cierta medida, por el civilismo,
consolidaría su alianza eligiendo dentro del "orden y la ley" al nuevo Presidente de la
Republica. Su propuesta, sin embargo, no tuvo éxito. Para muchos demócratas, aceptarla
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podía convertirse en una suerte de "suicidio moral". Para el partido gobernante, su
planteamiento se centró en buscar expandir el bloque de gobierno a otras fuerzas políticas
minoritarias.
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impuestos al gobierno de López de Romaña, la consolidación del civilismo en las
diferentes esferas de poder fue irreversible.
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limeños fueron testigos de la inauguración de la primera planta generadora de energía
eléctrica para abastecer a la industria. Así, Lima, durante la primera década del siglo XX,
fue la única capital latinoamericana que conto con empresas y servicios públicos de
propiedad nacional. El equipo económico que rodeó al gobierno de Piérola colaboró en la
puesta en marcha de importantes reformas que constituyeron la subestructura del futuro
crecimiento económico peruano. Dentro del clima renovador anteriormente evidenciado, se
multiplicaron los bancos, las compañías de seguro, las casas de importación-exportación, y
se consolidó el modelo económico exportador que ya había sido reactivado durante la
administración de Cáceres.
Cabe anotar, asimismo, que a partir de fines de siglo un nuevo cultivo, el algodón,
empezó a tener un lugar importante entren los productos de exportación peruana. Para
1900, 7.000 toneladas de la producción algodonera costeña había sido colocada en los
mercados internacionales.
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mayores facilidades posibles" para que los inversionistas extranjeros colaboraran con un
esfuerzo económico que aún no era posible de manera autónoma
En los primeros años de la década de los setenta el futuro gobernante civilista fue
presidente del "Banco del Perú". Durante los difíciles años de la guerra con Chile,
Candamo, junto con otros civilistas, apoyó al frágil gobierno de Francisco García Calderón
y fue elemento fundamental en la organización de la "Junta Patriótica" que conectó a los
civiles con la Residencia serrana de Cáceres.
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impotentes de la desmembración del territorio nacional y del saqueo de la capital de la
Republica.
Mantener los asuntos políticos dentro de la esfera privada no fue del todo aceptado
por sectores sociales que sentían cada vez con mayor intensidad la marginación política de
la que eran objeto. En 1900, durante el gobierno de López Romaña, el caso de Belaunde,
en el cual los negocios públicos y privados se entremezclaron de manera inadecuada, fue
confrontado violentamente por movilizaciones populares en Lima. Dentro del contexto
anterior, se fundó el diario "La Prensa". Este diario fue en contra de la campaña del
candidato presidencial José Pardo. Su menta fundamental no solo fue proveer de una voz y
de una tribuna política a los sectores sociales desplazados de las esferas de poder, sino
despertar al adormecido espíritu cívico nacional.
Los demócratas, junto con otros grupos sociales descontentos, decidieron erigir una
esfera política alternativa desde donde desafiar al poder oficial. Los diarios "La Prensa" y
"El Tiempo" se fusionaron en 1905. Esto constituyó uno de los pasos iniciales en la forja
de un espacio capaz de confrontación mediante la discusión pública, el comportamiento y
la legitimidad del gobierno civilista. Así, un grupo de periodistas limeños y provincianos,
jefaturados por el combativo Alberto Ulloa, fueron los responsables no solo de promover
dos revoluciones, sino de renacer el discurso cívico-republicano del pasado.
El campo donde las clases trabajadoras limeñas desarrollaron una mayor conciencia
grupal fue en sus propias luchas reivindicatorias. En la primera década del siglo veinte,
unas asociaciones de trabajadores como la "Confederación de Artesanos Unión Universal",
entre otras, pretendieron organizar a los trabajadores, representar sus intereses y negociar
con el gobierno la expedición de leyes que reglamentaran las desiguales relaciones
laborales existentes. En el congreso obrero de 1901 exigieron lo siguiente: disminución de
la jornada de trabajo, un salario justo, protección al artesanado, fundación de hospicios,
abaratamiento de las subsistencias, etc.
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del pueblo era escuchada por "los de arriba", sino que la ciudad entera podía ser
movilizada exitosamente en defensa de los interés populares.
Fue necesario, como ocurrió finalmente en 1919, que una nueva construcción
ideológica sustituyera al viejo y devaluado republicanismo del pasado. Así, "La Patria
Nueva", creación político-ideológica que permitió paradójicamente la sobrevivencia del
sistema que en apariencia confronto, fue la solución que finalmente prevaleció.
Para 1919, era cada vez más evidente que ante el agotamiento del discurso
republicano, el cual ya no convencía ni a propios ni a extraños, resultaba imprescindible
crear un nuevo proyecto político-ideológico. Así, un civilista renegado, Augusto B. Leguía,
del brazo de la figura tutelar de un viejo compañero de ruta, el General Andrés A. Cáceres,
recreo la alianza cívico-militar del pasado y, con el apoyo de las clases medias y de los
capitales extranjeros, llevó al país por los abruptos senderos de una nueva utopía: la “Patria
Nueva”.
41
Conclusiones
3. La “pax” cacerista tuvo como meta fundamental reconstruir el aparato estatal y las
élites económicas. La firma de Contrato Grace ayudó a fortaleces las inversiones y la
industria nacional. Esto fue reforzado ideológicamente con la aparición del
positivismo. Si bien es cierto que el modelo cívico-militar cacerista hizo evidentes sus
contradicciones, no fue hasta las elecciones cuando se mostró claramente la rivalidad.
De esta manera, la maquinaria militar cacerista buscó perpetuarse en el poder y
militarizar al Perú.
42
Bibliografía
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