de su defensa y siguiera con sus habi-
‘os cotidianos como si nada pasara.
-«2No 0s parece -les dijo él- que toda
mi vida no ha sido otra cosa que una
preparacién para este juicio?
iacia tres aios que los demécratas
habjan derrotado al tirano Critias y
deeretado una amplia amnistia polti-
ca. Pero la generosa y conciliadora
democracia ateniense parecia incapaz
de aceptar sin resentirse la libertad de
palabra de Séerates. Conviene valorar
los hechos con precauci6n, sin tomar
precipitadamente partido por Atenas
‘0 por Sécrates, porque lo que estaba
en jego era un conflicto tragico entre
la democraciay la Filosofia,
Fueron los mismos honrados ciuda-
danos que habian expnesto su vida en
defensa de la libertad los que considie-
raron necesario acallar a Sdcrates para
preservar la democracia. Creyeron dle
‘buena fe que el pensador fomentaba el
individualisino y el apoliticismo entre
{os jvenes al animarlos a centrarse en
el euidado de sf mismos en lugar de
cestimular su participacién en el cuida-
do de la comunidad. Fl buen atenien-
se, en su opinidn, actuaba teniendo
presente tnicamente ala ciudad y a los
dioses, Los acusadores crefan actuar
ten defensa de la cohesion de Atenas,
EL SUBVERS
Pero, gqué hacia el «subversivo» S6-
crates? Fundamentalmente dialogar,
fisgoneando en las almas ajenas. S6-
crates es asf el fildsofo que habla.
Habla con hombres y mujeres; ado-
lescentes, ancianos, politicos, milita-
1s, fildsofos, matemiticos, pintores,
apateros... Sostenfa que para cono~
cernos a nosotros mismos debemos
buscar el reflejo de muestra propia
imagen en la pupila de la persona con
Ja que hablamos, Mirando cierto dia
‘aun bello joven que lo acompafiaba
en completo silencio, le dijo: «jHabla, para que te veal»
Para dl, efectvamente, el silencio nos hacia opaces, sobre
todo ante nosotros mismos.
A través de su palabra hizo visible entre los atenien-
ses algo nuevo, a lo que dio el nombre de «alma», y
que poco tenia que ver con lo que los griegos habian
venido lamando asf. Para Sécrates el «alma» apunta a
‘una dimension humana que no coincide exactamente
con la ciudadana. ¥ esto era lo que muchos vean como
‘una amenaza, pues entendian que estaba invitando a
ess taal tre
Ce oe
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a
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los atenienses a considerarse porta-
dores de una dignidad mayor que ke
que les podia reconocer su ciudad.
Sospechaban que si su Hamada al
~.
El maduro general Nicias insistia
en esta idea al decir que «si uno toma
parte ea ks reuniones socriticas, antes
de que se dé cuenta ya esta inmerso
en un debate en el que, sin saber
camo, tiene que dar cuenta de si mismo y del género de
vida que lleva. Y'no puede escabullise ficilmente. Pero
1me parece que si se supera esta prueba, uno se hace més
pruclente, descubriendo que no slo la edad nos hace
ims sensatos. Por su parte Ia presentacidn que hace
el comedigrafo Aristfanes nos recuerda 2 un psico-
analista: «Acuéstate allie pide Socrates a su interlo-
ccutor-. Pon en orden tus ideas. Analiza todo parte por
parte y todo en conjunto, No sujetes el pensamiento.
Djalo que vuele a su aire, pero no pierdas el bilo...».